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La personalidad está compuesta por dos elementos: temperamento y carácter, uno tiene un
origen genético y el otro de tipo social, es decir, lo determinará el ambiente en el cual vive el
individuo, respectivamente. Por ejemplo, cuando una persona suele reaccionar y actuar muy
duramente ante el fracaso de algo o alguien que lo rodea, se suele decir que tiene un
temperamento fuerte, vendría a ser algo así como el grado de carga emotiva que le pone a las
cosas, que claro puede ser fuerte, como mencionábamos, o muy blando. Y por el otro lado, el
carácter indicará el modo a través del cual actuamos, nos expresamos y pensamos.
Los psicólogos, desde siempre, le han prestado especial atención a la personalidad y ha sido
objeto de su estudio principalmente a partir y durante todo el siglo XX y se hace efectivo a
través de tres modelos: el clínico, correlacional y experimental. El primero hace hincapié en el
estudio a profundidad del individuo, el correlacional se ocupará más que nada de encontrar
diferencias individuales a partir de la realización de encuestas sobre grandes muestras de
población, y por último, el experimental, establecerá relaciones causa-efecto manipulando
ciertas variables.
Tests similares también utilizan los llamados “orientadores vocacionales” que, a partir de una
serie de propuestas donde la persona en estudio debe elegir cuál prefiere o define mejor sus
intereses/proyecciones, podrá determinarse la orientación hacia un determinado campo de
estudio o rama artística. Estos test son muy frecuentes que los realicen jóvenes en los últimos
años de la escuela media como una manera de encontrar o disipar dudas acerca e su futuro
laboral o académico, por ejemplo, antes de entrar a una universidad.
Decimos que una persona es introvertida, cuando prefiere escuchar antes que hablar en el caso
de asistir a una reunión, quizás también evita las reuniones o encuentros sociales como ser
fiestas o eventos a los que se lo invita, y en el caso de participar de ellos, no es precisamente
quien más se destacará entre los presentes. Todo lo contrario, claro, es quien puede definirse
como persona “extrovertida”: disfruta de las relaciones públicas y sociales, y suele ser muy
verborrágico o expresivo al momento que debe (o quiere) hablar o expresarse.
Entonces, los introvertidos son aquellos que suelen volcarse y abocarse más al universo de sus
sentimientos y pensamientos mientras que los extrovertidos, al contrario de aquellos, se
muestran más permeables al mundo exterior, son sumamente sociales, les gusta y se interesan
por saber de su entorno
Se puede decir, entonces, que la noción de individualismo comenzó teniendo una connotación y
un significado completamente positivo y liberalizador. Esto es así debido a que la misma surge
en el período histórico en el cual los valores medievales centrados en Dios y en la religión como
elementos organizadores de la vida empezaron a entrar en decadencia. Uno de los logros del
Renacimiento fue el de establecer la importancia del individuo, del ser humano como factor
determinante de todos los fenómenos, otorgándosele así mayor poder, libertad y posibilida de
elegir cómo enfrentar la vida.
Hoy en día, el término de individualismo o la cualidad de individualista, sin dudas afectadas por
esta noción del liberalismo, son entendidas en cierto sentido como elementos negativos de
nuestra sociedad. Así, una persona individualista ya no es una comprendida como una persona
libre sino como una persona que se interesa sólamente en sí misma, que no tiene en cuenta las
necesidades o intereses de aquellos quienes la rodean y que actúa siempre en su beneficio.
Esta actitud está claramente extendida, principalmente en muchas sociedades que dan certera
importancia al sistema capitalista, pero también en otras sociedades que no lo hacen porque el
ser humano actual cuenta entre sus debilidades más profundas, justamente, la del egoísmo y el
egocentrismo.