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Cioran, Necesidad de la mentira

Quien ha vislumbrado, en el comienzo de su carrera, las verdades mortales, llega a no


poder vivir con ellas: si les permanece fiel, está perdido. Desaprenderlas, renegar de ellas
-única modalidad, para el de reajustarse a la vida, de abandonar el camino del Saber, de
lo Intolerable-. Siguiendo a la mentira, cualquier mentira promotora de actos, la idolatra
y espera de ella su salvación. Cualquier obsesión la seduce, con tal de que ahogue en él
al demonio dc la curiosidad e inmovilice su espíritu. De este modo, envidia a todos los
que, a favor de la plegaria o de cualquier otra manía, han detenido el curso de sus
pensamientos, abdicado de las responsabilidades del intelecto, y hallado, en el interior de
un templo o de un asilo de alienados, la dicha de estar acabados. ¡Que no daría él
también por poder exultar a la sombra de un error, el abrigo de una estupidez! Lo
intentará. «Para esquivar mi naufragio jugaré el juego, perseveraré por cabezonería, por
capricho, por insolencia. Respirar es una aberración que me fascina. El aire se escapa de
mí, el suelo tiembla bajo mis pies. He convocado a todas las palabras y les he ordenado
organizarse en una oración; y las palabras han seguido inertes y mudas. Es por eso por lo
que grito, por lo que no dejaré de gritar: «¡Cualquier cosa, salvo mis verdades!».
Helo ahí disponiéndose a librarse de ellas, a darlas de lado. Y mientras celebra una
ceguera deseada durante tan largo tiempo, el malestar le gana, el coraje le abandona:
teme la revancha de su saber, el retorno de su clarividencia, la irrupción de sus certezas,
por las que había sufrido tanto. Esto basta para que, perdiendo toda seguridad en sí
mismo, el camino de su salvación se le aparezca como un nuevo calvario.

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