Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La modernidad puede verse desde dos perspectivas; una considerada desde un único punto
de vista eurocéntrico, que consideraría principalmente el destino y los acontecimientos
europeos occidentales referentes al triunfo de la razón moderna, sobre un ethos religioso
proveniente del Medioevo que pone a Dios como principio y fin de todo lo que existe.
En el siglo XVI y XVII, se le llamó al período histórico que encarna esta búsqueda de la
libertad y el mejoramiento constante del hombre, por medio del uso de la propia razón,- de
esa consciencia de sí- que ya había sido proclamada por Descartes: la Ilustración. Desde
Europa se instaura definitivamente a la razón occidental como un valor pretendidamente
“La historia universal representa (…) el desarrollo de la consciencia que el Espíritu tiene
de su libertad y también la evolución de la realización que ésta obtiene por medio de tal
conciencia. El desarrollo implica una serie de fases, una serie de determinaciones”1
La idea del desarrollo como medio y fin de la realización de la modernidad, va a ser una
constante en el pensamiento y accionar modernos de los siglos XVIII y XIX. Alcanzando
sus momentos de mayor esplendor, sus picos históricos en unos acontecimientos espacio-
temporales definidos, pero de implicaciones y consecuencias a escalas globales: la
revolución Industrial, cuyo foco era Inglaterra y la revolución francesa.
Así, en el seno del progreso material y espiritual de las ciudades y vida moderna de Europa,
surge a la par la reflexión sobre sí misma. Muchos pensadores modernos, sobre lo
1
Hegel (citado por Dussel Enrique, 1994)
Así, los proyectos nacidos de la modernidad, parecen estar destinados en sus ánimos de
cambio y avance, a estar devorándose a sí mismos, en una vorágine de progreso
interminable:
La comprensión de Baudelaire, ese poeta que alternó, como muchos otros poetas y
pensadores de su época entre una alabanza al progreso y una crítica devastadora contra el
mismo, al hacerlo, da cuenta de su propio estatuto subjetivo de ambivalencia, de
2
Perdóneseme esta redundancia que encuentro tan necesaria, pues una cosa es por ejemplo,
es esta reflexión, la cual es un producto reflexivo que es posterior al estruendoso fin y
agotamiento del proyecto moderno como discurso totalizador en el siglo XX por cuenta de
los resultados nefastos a los que llevo la humanidad el inicio de las guerras mundiales en
1914; enraizadas en la más absoluta racionalidad, y las otras reflexiones, las producidas en
su seno, cuando en ciudades europeas como París y Londres, se estaban descubriendo como
modernos e intentaban por todos los medios, echar luces sobre esa ambivalencia manifiesta
que ellos dilucidan, entraña el concepto mismo de modernidad, y las vías de su realización
efectiva.
3
Baudelaire (citado por Berman, 1994)
Por: Sara Rodríguez Echeverri
desorientación dentro de un mundo que pretende homogeneizarlo y organizarlo todo;
Baudelaire da cuenta, con su ironía poética, de su propia condición moderna.
Así, desde la poesía y en general el ámbito artístico, la modernidad como proyecto y como
fenómeno material y cultural se reflexionaba a sí misma, era sus propios ojos, unos ojos
que eran capaces de ver la belleza, allí en lo que tenia de contradictorio, de incomodo, de
realidad; en medio de toda la poma y la elegancia que permitió el avance científico y el
progreso material para la vida de bienestar. Baudelaire era capaz de ver a la cara a ese otro,
a esos otros que la modernidad no supo sacar de las periferias de su realización, a la cara de
los míseros, de los excluidos de ese festín material y cultural del progreso. Miró de frente, a
esos otros ojos que no les quedó más remedio que contemplar el resultado cotidiano de esos
avances desde el afuera, mirar desde adentro del Bulevar, los lugares que allí,
paradójicamente, les estaban vetados:
“Justo al frente de nosotros, en la calzada (…) Todos en harapos. Los tres rostros eran de
una extraordinaria seriedad, y aquellos seis ojos contemplaban fijamente el nuevo café con
igual admiración, aunque matizada de forma diversa por la edad.” (Baudelaire, 1994)
Sin embargo, a este pincelazo reflexivo sobre la modernidad, le hace falta ese otro absoluto.
Ella que dentro de sí misma guarda a la alteridad, como constitutiva de sí misma, no supo
incluir de una forma efectiva y acorde a sus presupuestos de bienestar a la totalidad de la
Humanidad. Ahí es donde entra el continente americano, la realidad que me es propia.
América es el escenario donde se viven, al igual que en África y Asia, los resultados
contradictorios y muchas veces irrisorios y nefastos, de esa razón moderna llevada a sus
últimas consecuencias. La modernidad entonces fracasa como proyecto de aspiraciones
universales; en su incapacidad de incluir al otro, que le era esencial. Al otro como otro, y no
encubierto, en un mí mismo. Sino al otro reconocido y respetado en su alteridad irreducible.
Dussel, E. (1994). 1492: el encubrimiento del otro : hacia el origen del mito de la
modernidad. La Paz: Plural editores.