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El cantar de Guilgamesh es lo más hermoso y profundo de la poesía narrativa de la vieja

Mesopotamia; es la flor misteriosa y perfumada de un jardín de canciones, jardín que los poetas
del país de los dos ríos cultivaron en una siembra milenaria, cuando la inteligencia del resto de la
humanidad aún estaba dormida. Literario por la belleza de su forma, filosófico por su contenido
tremendamente potente, histórico por la visión que de las culturas primitivas nos evoca, social por
lo que de costumbres, ritos y creencias hace aflorar hasta nosotros, arqueológico porque canta al
unísono del ladrillo rescatado de entre las ruinas arcaicas y cubierto de cuneiformes, el cantar de
Guilgamesh nos presenta al héroe de corazón entusiasta y encendido, que, tras reflexiones sobre
la vida y la muerte y sobre el destino del hombre -carne creada para el más allá, el reino de Kur,
donde todas las sombras se desmayan- intenta la aventura de la inmortalidad, en el afán
desesperado, y al fin impotente, de escapar, de alguna manera, ante el trabajo oscuro y roedor
conque las aguas de la muerte socavan los pilares de nuestra existencia. Nos presenta ese
poema una concepción del mundo visto en los albores de la civilización humana y revela una
fuerza, una riqueza, un colorido y una filosofía, que lo sitúan como lo más elevado de la literatura
semítica prebíblica.

Las gestas de Guilgamesh no son, sin embargo, babilónicas en su origen, sino sumerias.
Elaboradas como cantos aislados por la más antigua civilización de Mesopotamia y tal vez del
mundo, escritas en caracteres cuneiformes, por incisión de estilete sobre tablillas de barro crudo -
cuadradas, rectangulares o cilíndricas- que luego eran endurecidas en hornos, afloran hoy, junto
con otros textos arcaicos tras las excavaciones hechas en Uruk, Nippur, Babilonia, Kish, Nínive,
Ur, Eridu y otras ciudades.

Los bibliotecarios de Mesopotamia, que llevaban el título de "nissu-duppi-satri" (u "hombre de las


tablillas escritas") las guardaban alineadas en sus bibliotecas o "casas de las tablillas" alguna de
las cuales, como la del rey asirio Asurbanipal -que orgulloso de su colección se llamaba a si
mismo "señor de las manchas cuneiformes"- contuvieron un material considerable, que en gran
parte ha sido rescatado.

Descifrada la escritura cuneiforme a mediados del siglo XIX por el inglés Rawlinson principalmente,
usando éste, para su trabajo, las inscripciones trilingües de la piedra de Bisutum, en el Kurdistán,
norte de Persia, hoy han sido traducidos, en lenguas europeas y asíaticas, centenares de textos,
muchos de ellos literarios.

Así ha aflorado nuevamente un país hundido en el océano de arenas; ha aflorado con sus
historias, con sus artes, con sus cantares, con sus creencias, con sus costumbres, tal vez para
decirnos burlonamente que el corazón del hombre de hoy, con toda su brillante civilización del siglo
XX, no late de manera distinta ni tiene otros sueños diferentes, que los que el hombre de las
civilizaciones arcaicas acarició bajo la expresión de mitos encantadores y profundos. Y sin
embargo, los textos sumerios son el primer chorro de luz en la noche mental del siglo veintisiete
precristiano, cuando a fines del período de Uruk aparecen las primeras muestras de jeroglíficos
sobre arcilla que, por simplificación, darían luego los cuneiformes. Y después, en el período
protodinástico (2700 a 2300 a. J.C.) esos textos balbuceantes se hacen literatura, se visten de la
túnica de la belleza, eterna en sus muertes y resurrecciones. Llega Sargón y los accadios aplastan
la cultura sumeria y construyen el primer imperio mesopotámico, pero los cantares dispersos de
Guilgamesh renacen siglos después en la resención babilónica y luego en las traducciones asirias
del siglo VII a. J.C. y en las traducciones hurritas e hititas, extendiéndose por el Asia menor hasta
las proximidades de la Troade y sobre la medialuna de las tierras fértiles, para influir, en cierto
modo sobre "La Odisea" y "La Biblia".

La primera tablilla de la resención babilónica nos presenta a Guilgamesh como a un semidios de la


ciudad de Erech (Ur en los cantares sumerios). Hijo del héroe Lugalbanda y de la diosa Ninsun,
participa más de la esencia divina que de la humana. Sin rivales ante su poderío gobierna
despóticamete; sus violencias tiranizan al pueblo, porque, aquél, no habiendo sufrido nunca, no
sabe aún que sólo el dolor y la derrota enseñan al hombre la compasión y la prudencia. Advertido
por sueños contrarios -¿qué pueblo primitivo no interpretó a los sueños como hijos de los
pensamientos de los dioses- de que un ser formidable había sido creado para humillarlo y
vencerlo, espera el día del gran encuentro.

Y así iba a ocurrir. Anu, el padre de los dioses, había escuchado las humildes quejas de los
hombres sencillos y, deseando educar y castigar al rey, ordena a Aruru -la diosa que antaño había
formado al hombre, modelándolo en arcilla- la creación de un ser formidable, capaz de vencer, por
su fuerza, a Guilgamesh, ante los mismos ojos del pueblo. Es esa la causa del nacimiento de
Enkidu, quien crece entre las bestias en la selva, creyéndose una de ellas, ignorante de la
civilización y de su propio destino. Guilgamesh, enterado de la existencia de ese ser mitad bruto,
mitad hombre, decide debilitarlo por medio de la magia sexual y le envía una hetaira sagrada del
templo de Ishtar, la Afrodita de los poemas babilónicos. Pero aquí se produce la primera peripecia
de este cantar: la hieródula enseña a Enkidu el amor, por cuya virtud la bestia se humaniza y
aprende a comer el pan, a beber la cerveza y a usar los vestidos, aunque algo pierde de su fuerza
primitiva.

Llegan las vísperas de las fiestas de Akitu o del año nuevo que duraban del 1º al 12 del mes de
Nizán. Guilgamesh como rey en representación del dios Marduk, debía asistir al templo de
Sarpanit, para consumar allí una hierogamia con la suma sacerdotiza de esa diosa, a fin de que las
fuerzas de la fecundidad y la vegetación no decayeran en sus estados.

En el camino, en medio de la multitud, más temerosa que reverente, es desafiado por Enkidu.
Guilgamesh, como rey, está en su derecho de hacerlo prender, pero no da esa orden a sus
guardias; su sentido del honor guerrero le impele al combate, a pesar de sus sueños adversos.
Vence Enkidu, como estaba dispuesto por las deidades; el pueblo pide al vencedor que ultime
definitivamente al vencido, pero Enkidu no lo hace, porque agradece en su corazón la lealtad que
el rey ha demostrado al combatirle; desde entonces ambos héroes se hacen inseparables y viven
en la más estrecha hermandad. Guilgamesh acepta la enseñanza de la adversidad y se hace un
monarca justo y atento para con su pueblo.

Algún tiempo ambos héroes se dedican al pasatiempo de cazar leones. Pero Guilgamesh siente la
tristeza del vivir oscuro y sin gloria; la nostalgia de esta vida cuyo lapso está escrito y sellado en las
tablillas del destino... Y entre tanto ¿qué hacer con este instante fugaz de luz y de color, de energía
y de sonido? No realizar nada digno de renombre ¿no es un poco renunciar a vivir? ¿No es un
poco morir anticipadamente? Así, intenta la aventura del País de los Cedros, que cubrían la
montaña en cuyas cumbres los hombres de Mesopotamia ponían su paraíso. Entre los cedros, el
cíclope Jumbaba, su guardián, era expresión del horror salvaje y siniestro. En su plegaria al sol, le
dice Guilgamesh:
-"Quisiera que esta palabra llegara hasta ti, presta oído

en mi ciudad el hombre muere con el corazón oprimido;

el hombre perece: el corazón está agobiado.

He extendido la vista por encima de las murallas,

he visto los cadáveres flotando en el río;

en cuanto a mí, mi suerte será la misma; en verdad es así.

El mayor de los hombres no puede tocar el cielo,

el más grueso de los hombres no puede cubrir la tierra.

El ladrillo y el sello no han dispuesto todavía el término fatal;

quisiera, pues, penetrar en el país, que brille allá mi nombre;

en aquellos sitios donde otros nombres han sido elevados

quisiera que luciera allí por siempre mi nombre;

en aquellos sitios donde los de otros seres no han sido elevados

quisiera elevar los nombres de los dioses.

El Sol aceptó, pues, su llanto, a modo de ofrenda;

como a un hombre lastimero, le concedió su lástima..."

Vencedores de Jumbaba, al entrar en Erech, Guilgamesh y Enkidu, se enamora de aquel la diosa


Ishtar, pero el héroe desprecia sus ofrecimientos, porque sabe que esta deidad, como la Circe
homérica, convierte luego a sus amantes en bestias. Ishtar, airada, obtiene de los dioses, que
lancen contra Guilgamesh y Enkidu al Toro Celestial, cuyas embestidas causaban las tormentas y
los terremotos: es el Ramman de los babilonios y el Teshub de los hititas; cuando desciende de los
cielos provoca siete años de hambre sobre la tierra. Tras un combate, ambos héroes lo matan y
presentan su corazón como ofrenda a Shamash, el Sol (Utu en los textos sumerios). Tales hazañas
han sobrepasado lo que un hombre, por grande que sea, puede y debe realizar y ofenden a los
dioses; algo semejante a la "Némesis" y a la "Diké" de los griegos también amenaza a los héroes
mesopotámicos y la Asamblea de las deidades discurre acerca de cuál de ambos debe ser
castigado. La intervención de la diosa Ninzun aparta el rayo de la cólera vengadora, de la cabeza
de su hijo y así va a ser Enkidu el sentenciado por una oscura condena, la que se la hacen saber
los dioses por medio de varios sueños proféticos.

Muerto Enkidu, se apodera de su amigo un dolor considerable. Como Aquiles ante el cadáver de
Patroclo, Guilgamesh llora, y recorre el palacio gritando como un insensato; la tablilla VIII, columna
II nos hace oír sus exclamaciones:
-"Enkidu, amigo mío, hermanito, pantera del desierto

con el que descendí por todos lados y escalé las montañas:

cogimos y golpeamos al Toro Celestial,

exterminamos a Jumbaba, que habitaba en la Selva de los Cedros.

Ahora ¿qué sueño es, que te ha asido?

Estás mustio y nada oyes".

Pero él no levantó los párpados.

Tocó el corazón ( de Enkidu); no late más.

Vistió a su amigo como a una novia".

Durante seis días y seis noches, Guilgamesh, errando por las campiñas, no cesa en sus
lamentaciones, mas al cabo, meditando acerca de esta experiencia siniestra, piensa en el día en
que la muerte también lo alcance a él.

Entonces tienta, en una búsqueda desesperada, desentrañar el enigma de la vida y la muerte, en


un fabuloso deseo de lograr la inmortalidad. El poeta nos lo va mostrando a través de su viaje
alrededor del mundo, en busca de la mansión de Utnapishtim, el Noé de los relatos caldeos, a
quien los dioses, después de salvarlo del diluvio, le concedieron el no morir; tal vez, piensa el
héroe, pueda Utnapishtim darle el secreto de la vida sin muerte. Llega entonces a los límites
occidentales de la tierra, franquea el país de los Hombres-Escorpiones -Germain cree que
equivalen a los "lestrigones" de "La Odisea"- atraviesa la puerta del Sol Poniente, entre los dos
montes Mashu -o gemelos- se interna por el túnel de doce horas por donde Shamash, el Sol hace
su camino nocturno y al salir de él, en el extremo oriente del mundo, halla la mansión de Siduri,
junto al jardín de las delicias...

¡Cuántos textos literarios van a nutrirse luego a expensas de estos antiquísimos cantares! Pero el
Sol trata de disuadir al héroe:

"Shamash dice a Guilgamesh:

-Guilgamesh, ¿por qué vagas constantemente?

La vida que buscas aquí y allá no la encontrarás nunca".

Guilgamesh cree que en algún lado existe lo imperecedero y que puede descifrarse el enigma; si el
Universo permanece ¿por qué debe morir el hombre? Así responde al Sol:
-Desde que vago por los campos como el pájaro Delu

¿sobre la tierra se han hecho las estrellas menos brillantes?

¡:Puedan mis ojos ver el Sol! ¡Pueda yo hartarme de claridad!

¡Pueda el muerto ver el resplandor del Sol!

Al fin, en una lejana isla del Apsu, el Océano Primordial, encuentra a Utnapishtim y obtiene, no el
árbol de la inmortalidad, porque no existe, pero si una rama del arbusto que devuelve la perdida
junventud, que en el cantar se llama: "rejuvenece la barba gris". Pero al volver a Erech soñando
salvar a los hombres de la vejez, una serpiente le roba el arbusto.

¿No simboliza, pues, el poema el sueño de la humanidad por alcanzar una vida sin muerte, la
rebeldía ante el destino de nuestra finitud ineludible? Hace cuarenta siglos o más, ya el hombre se
rebelaba ante la injusticia de morir y esa fiebre de luz, de vida, de color, de movimiento, de amor
salta entre los versos de este cantar épico, como un pájaro enjaulado, dentro de las rejas de un
destino inescapable.

Lista de Dioses Caldeos

Ab

Literalmente: "El padre". La fuente del conocimiento

Ab-soo

Denominación mística del espacio. Significa la morada de Ab, o el nacimiento de la fuente del
nacimiento.

Adar-Assur

Equivalente al Satanás cristiano.

Ain-Ainor

La sustancia cósmica divinizada. Místicamente, El Único (Existente por sí mismo)

Alatu

Diosa funeraria que gobierna la región de los muertos. Se la representaba sentada en un trono de
nubes negras, encargándose de recibir a los difuntos que llegaban desnudos.

Amorka

Diosa que personifica al mar y a la luna.

Ana
Diosa del erotismo en general

Annedotos

Denominación genérica de cuantro divinidades, mitad hombre, mitad mujer, surgidas del fondo del
mar Eritreo.

Anshar

Principio masculino que representaba al mundo celeste, hermano de Kishar, engendrado


por Lahmuy Lahamu.

Astarté

Diosa del amor, reina del cielo, representa a la luna.

Aya

Esposa de Shamash.

Baal

Vocablo de origen semita que significa "El Señor". Con este nombre se denominaba a todas las
divinidades.

Belaora

La divinidad masculina que personifica al fuego que todo lo purifica.

Belaten

Una de las denominaciones de Baal.

Bel-Dagan

Dios con cabeza humana y cuerpo de pez.

Beltis

"La Gran Señora", esposa de Bel, reina de la tierra, madre de los dioses, patrona de las batallas y
de la fecundidad.

Dad (o Dagon)

Oannes, el mítico hombre-pez que surgía de las aguas para enseñar.

Igigi

Deidades que se suponía moraban en las regiones celestes.

Kettu

Hijo de Shamash y Aya, divinidad representativa de la justicia, carente de atributos materiales.


Kishar

Hija de Lahma y Lahamu y hermana de Anshar. El prototipo de lo femenino sustanciado en el


mundo.

Kummut

Junto con Asmun, y con caracter de divinidad secundaria, regía las constelaciones.

Lahmu y Lahamu

Serpientes fabulosas nacidas de Apsu y Tiamat.

Marsharu

Junto con Kettu, hijo de los dioses Shamash y Aya.

Nebo

Dios a quien se identificaba con Mercurio, denominado "El Proclamador". La escuela sacerdotal
de Nebo era célebre por sus conocimientos antes que Babilonia cobrara preeminencia.

Ninib

Dios identificado con el planeta Saturno.

Oannes

El "Hombre-pez". Dios al que se atribuye la civilización del pueblo caldeo. Tenía dos cabezas: una
de hombre debajo de otra de pez, y voz humana. Su cuerpo era también de pez, aunque su cola
llevaba adheridos dos pies humanos. Había salido del huevo primigenio del mundo y apareció en
un lugar cercano a Babilonia.

Shamash

Dios solar de la sabiduría, dueño de facultades hechiceras y adivinatiorias. Regía todo el aspecto
laboral del hombre, erigiéndose en patrono. Con la apariencia del sol, salía al alba de un portal
montañes del Este y ascendía lentamente hacia el cenit. En las horas nocturnas su curso era
subterraneo. Se distinguía por su valor y fortaleza; libraba eterno combate con la noche y, cada
año, imponía la huida del invierno. Era, así mismo, juez de cielo y tierra. Esposo de Aya y padre
de Kettu y Marsharú; su cochero era Bunete. Los griegos lo asimilaron a Apolo.

Sin

Dios-luna, integrante de la tríada sideral con Shamash, el dios-sol, e Istar, el planeta Venus. En Ur,
se le adoraba con el nombre de Nannar. Se lo representaba como un anciano de barba larga de
color lapislázuli y turbante. Su esposa era Ningal "La Gran Dama".

Vul

Príncipe del aire, caracterizado por su bondad y previsión, señor de lo abundante y fecundo de la
creación. Se representaba a este dios como un Rayo entre celajes. Formaba una tríada
con Sim y Sam.
Caldea es el nombre con que se conoció en la Antigüedad la región situada en la
media Mesopotamia, al establecerse en ella los caldeos. Posteriormente esta denominación se
extendió a toda la región de Babilonia, pero solo debe llamarse Caldea a la zona extrema
sudoriental de la parte meridional de la cuenca del Éufrates y el Tigris, próximo a los desiertos de
Arabia. El término 'caldea' proviene del latín Chaldaeus, y este a su vez del griego
antiguo Χαλδαῖος, y este, finalmente, del acadio kaldû.

Índice

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1Origen

2Hegemonía

3Formación

3.1Imperio caldeo o neobabilónico

4Religión

5Los magos caldeos

6Talismanes

7Bibliografía complementaria

Origen[editar]

Los caldeos fueron una tribu semítica de origen desconocido que se asentó
en Mesopotamia meridional en la parte anterior del I milenio a. C.. Por su lengua, se asume, que
están relacionados con los arameos, aunque se asentaron más al sur que los arameos, quienes se
habían asentado en Mesopotamia superior, y Siria. No obstante los caldeos "propiamente dichos"
eran los sumir o turaníes que se impusieron a los otros dos elementos de la población que eran los
siguientes:

Casitas

Acadios

Los autores romanos llamaron caldeos a los astrólogos y a los matemáticos de Babilonia. En
épocas modernas, los católicos de Mesopotamia son llamados caldeos.

Hegemonía[editar]

Las causas de la hegemonía caldea son varias:

la manera con la que se asimilaron completamente con las demás razas

adoptaron la lengua y cultura de aquellos;

su cultura se amalgamó con la de aquellos;

conservaron al propio tiempo su mismo idioma;


constituyeron una especie de aristocracia o raza superior a las demás;

En un principio formaron pequeños estados, de los que llegaron a predominar cuatro que son los
siguientes:

Babilonia

Erex u Orcoe

Uarkadel siglo XIX situada a la orilla izquierda del río Éufrates, 40 leguas al Sur de Babilonia

Accad, el centro primitivo de las tribus de este nombre, llamado también Nipur, que se hallaba en
medio de la Caldea propiamente dicha y a orillas del famoso Canal Real y Xalané o Ur, palabra
caldea que significa "la ciudad por excelencia". La denominación Ur dio origen a la palabra que los
latinos utilizaron posteriormente para denominar a las ciudades: Urbs/Urbis

Formación[editar]

La historia de Caldea solo empieza, en realidad, desde que todas esas tribus y ciudades se
unieron formando el estado de Caldea y Babilonia con el nombre del primer Imperio caldeo o
caldeo-babilónico, cuyos reyes residían alternativamente en cada una de las cuatro ciudades
citadas y desde ese momento la historia de Caldea es la historia de Babilonia.

Imperio caldeo o neobabilónico[editar]

Extensión del Imperio neobabilónico.

Durante el período de la dominación asiria de Babilonia, los caldeos presentaron una resistencia
fuerte al reino asirio. Cuando Babilonia finalmente restableció su independencia, se encontraba
bajo una dinastía caldea. Después de la caída de Babilonia por los persas, los caldeos
desaparecen como una tribu separada. Los reyes de la dinastía caldea fueron:

Nabopolasar: 626 a. C.-605 a. C.

Nabucodonosor II: 605 a. C.-562 a. C.

Evilmerodac: 562 a. C.-560 a. C.

Neriglisar: 560 a. C.-556 a. C.


Labashi-Marduk: 556 a. C.

Nabonido: 556 a. C.-539 a. C.

Belsasar:(Hijo de Nabodino, asumía el mando cuando su padre estaba ausente) 539 a. C.

Religión[editar]

Los principios religiosos de los sabios caldeos que hubieron de informar las creencias de la
cultura caldeo-asiria se impregnaron del fundamento astrológico en aquella religión por lo
siguiente:

Los sabios sacerdotes caldeos decían que cierto día el dios Uanna salió del Mar Erytreo, bajo la
forma de hombre, con cola de pez y les enseño astronomía.

Según Diodoro Sículo durante mucho tiempo nadie conoció mejor que los caldeos lo siguiente:

la influencia de ciertos fenómenos;

la ciencia del porvenir;

Lo más esencial de su doctrina era lo siguiente:

los movimientos de los cinco planetas que llamaban intérpretes;

el más importante de estos cinco planetas era Helios, el Sol;

sabían observar la salida y ocaso de los astros y su color, deduciendo de su observación.

También había otros tipos de dioses como: Anat: diosa de la fertilidad y la guerra

Anat apareció por primera vez en el Antiguo


Egipto durante la dinastía XVI (el período de los hicsos), junto con otras deidades
semíticas del noroeste que pasaron a engrosar el panteón egipcio. Sobre todo era adorada en
su aspecto de diosa de la guerra, a menudo vinculada con la diosa Astarté. En el
enfrentamiento entre Horus y Set, estas dos diosas aparecen como "hijas extranjeras" de Ra.
La diosa Neit sugiere al consejo de los dioses que, como premio al perdedor, se diese a las
dos en matrimonio a Set, que había sido identificado con el dios semítico Hadad.
En otro caso, la mitología egipcia presenta a Set paseando por la orilla del Nilo encontrándose
con Anat que estaba bañándose. Entonces, Set se convierte en carnero y la viola. Pero como
Anat sólo podía engendrar a partir del fuego divino, expulsó el semen con tal fuerza que cayó
sobre la cabeza de Set, dejándole herido. Ra se apiadó de Set y mandó a Isis para que le
curara.
En algún caso, aparece representada junto al dios Min, también dios de la fertilidad,
reforzando la naturaleza sexual de su culto.
Durante el período de los hicsos Anat tenía templos en su capital, Avaris, y en Beth-
Shan (Palestina), además de ser adorado en Menfis. En inscripciones encontradas en Menfis
de los siglos XV a. C. al XII a. C., Anat era llamada "Bin-Ptah", hija de Ptah. También se
asociaba con Reshpu (cananeo: Resef) en algunos textos y a veces, se la identificaba con la
diosa egipcia Neit. En algunos casos se la llamaba "Reina del Cielo". Su iconografía varía,
pero por lo general es mostrada portando una o más armas.
El nombre de Anat-her, gobernante egipcio de la dinastía XVI, de alrededor de 1600 a. C. en
el Segundo Período Intermedio, se deriva evidentemente de "Anat".
Fue venerada principalmente durante el Imperio Nuevo y Ramsés II hizo de Anat su guardián
personal en las batallas y amplió el templo de Anat en Pi-Ramsés. Ramsés llamó a su hija
(con quien luego se casaría) Bint-Anat ("Hija de Anat"). Aparece su perro tallado en un templo
en Beit el Wali con el nombre "Anat en vigor" y uno de sus caballos fue
llamado Anaherte ("Anat está satisfecha"Anshar: padre del cielo

Anshar de pie sobre un toro. Recuperado en la antigua capital de Assur(Asiria).

Anshar, Ansar o Anshur (que significa "todo el cielo" o "eje del cielo"), en la mitología acadia,
y por extensión en la mitología mesopotámica, fue un dios del cielo primigenio, consorte a la
vez de su hermana Kishar (que significa "toda la tierra").
Con ella, podrían representar el cielo (antribi) y la tierra (kikimi) y serían la segunda
generación de dioses, siendo sus padres las serpientes Lahmu y Lahamu y sus
abuelos Tiamat y Apsu. A su vez, serían los padres del dios acadio Anu, otro dios del cielo.1
sucedió que los dioses fueron formados en su seno
Lahmu y Lahamu fueron hechos, por un nombre fueron llamados
Durante eternidades crecieron en edad y estatura
Anshar y Kishar fueron formados, superando a los otros
Prolongaron sus días, acumularon años
Aparece a veces como hijo de Lahmu y Lahamu, pero la mayoría no lo interpreta así.
Según el relato épico del Enuma Elish, cuando Ea (Enki), se entera que Tiamat planea
vengarse de la muerte de Apsu, Anshar trata que Enki la ataque primero pero es
rechazado, luego va con Anu y le envía a hablar con Tiamat en misión de paz, pero éste
fracasa. Tiene como mensajero fiel al dios Gaga.
Durante el reinado de Sargon II, los asirios comenzaron a identificar a Anshar con su
dios Assur con el fin de dejarle arrancar desde su versión del Enuma Elish. En esta
mitología, la cónyuge de Anshar es Ninlil.
Anu: el dios del cielo más elevado Antu: diosa creadora Apsu: el gobernante de los dioses y de los
océanos subterráneos Assur: dios nacional de los asirios Atrahasis: Protagonista del poema épico
del mismo nombre** Baal: deidad superior a todas las demás y principal dios de los Caldeo-Asirios
Damkina: diosa de la madre tierra Dumuzi: dios de la vegetación Ea: dios de la sabiduría Emesh:
dios de la vegetación Enbilulu: dios a cargo del Éufrates y el Tigris Enmesarraa: dios de las leyes
Endursaga: dios heráldico sumerio Enkimdu: dios de los ríos y canales Enlil: dios del clima y las
tormentas Enten: dios agricultor Enurta: dios de la guerra Ereshkigal: diosa del inframundo Erra:
dios de la guerra, disturbios y revueltas Gilgamesh: héroe de la gran epopeya de Gilgamesh
posterior al diluvio Geshtu-E: dios menor de la inteligencia Gugalanna: consorte de Ereshkigal
Gula: diosa de la sanación Hadad: dios del clima Huwawa: guardián del bosque de cedros de los
corazones Inanna: diosa del amor y la guerra, protectora de Uruk Ishtar: diosa del amor Isimud:
dios mensajero Iskur: dios de las tormentas y las lluvias Kabta: dios responsables de los picos,
palas y moldes de ladrillos Kingu: marido de Tiamat Kishar: padre de la tierra Lahar: diosa del
ganado Marduk: dios nacional de los babilonios Mummu: dios de las neblinas Mushdamma: dios
puesto a cargo de los edificios y las casas Mušhuššu: animal mitológico Nabu: dios de las artes de
escribir Namtar: dios sirviente en el inframundo Nannar: dios de la luna Nanse: diosa de la justicia
Nergal: dios del inframundo Nidaba: diosa de la fertilidad y la escritura Ninazu: dios secundario del
inframundo Ningal: diosa de las cañas Ningikuga: diosa de la cañas Ninhursag: diosa de la madre
tierra Ninkasi: diosa de la elaboración de alcohol Ninkurra: diosa madre menor Ninlil: diosa del aire
Ninmah: diosa creadora Ninsar: diosa de las plantas Ninsikil: diosa patrona del paraíso mítico de
Dilmun Ninsubur: diosa o dios mensajero Ninsuna: diosa de las vacas Nintu: deidad madre Ninurta:
dios de Nippur Nunbarsegunu: diosa madre Nusku: dios de la luz y el fuego Oannes: Personaje
mitad hombre mitad pez Pasittu: demonio que arrebata bebés Shamash: dios del sol y de la justicia
Sin: dios de la luna (otro nombre de Nannar) Tasmetu: diosa consorte de Nabu Tiamat: diosa
dragón Tishpak: dios de Eshnunna Uras: diosa ctónica (véase ctónico) Utnapishtim: protagonista
del diluvio Utu: dios del sol Uttu: diosa de los tejidos y la ropa Utukki: demonios del inframundo
Zarpanitu: diosa del nacimiento Ziusudra: protagonista del diluvio

Los magos caldeos[editar]

Los magos caldeos que practicaban las ciencias ocultas tenían dos tipos de magia que eran las
siguientes:

La Magia blanca, que formaba parte del culto, para la cual se comunicaban los magos con los
espíritus superiores.

La Magia negra, condenada por la religión, hecha por los hechiceros que explotaban las malas
pasiones.

Talismanes[editar]

Las gentes piadosas para precaver la mala influencia de los hechizos y espíritus malignos,
usaban talismanes que era una venda de tela con fórmulas escritas que se fijaban en lo siguiente:

Ropas

Muebles

Figurillas de las divinidades que se llevaban suspendidas en :

Cuello
 Jordan Michael, Enciclopedia de los dioses.
 Samuel H. Brown, Diccionario de Mitología Egipcia.

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