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LA INTERVENCIÓN SISTÉMICA EN EL TRABAJO SOCIAL

Marta Aja Abelán


Escuela Vasco Navarra
de Terapia Familiar (EVNTF)

En su vertiente profesional, el trabajo social se plantea como objetivo


genérico contribuir al desarrollo e incremento del bienestar social y la calidad
de vida. Para ello, ya desde sus inicios, se ha considerado como objetivo
básico de intervención profesional potenciar y promocionar tanto las
capacidades y recursos individuales y colectivos de los propios usuarios, como
potenciar asimismo organizaciones, estructuras sociales y formas de vida que
refuerzan el bienestar social.

Dentro de este marco profesional, el trabajo social ejerce, por una parte,
una función promocional y de desarrollo social orientada a potenciar los
recursos comunitarios, así como a optimizar la utilización de los recursos
institucionales para una mejor respuesta a las necesidades humanas y
sociales. Por otra parte, ejerce una función preventiva cuando actúa sobre las
causas de determinados problemas sociales o cuando organiza programas de
atención, dirigidos a grupos de población más vulnerables o que se hallan en
situación de riesgo de exclusión social.

También ejerce una función de atención a personas, familias o grupos que


están en situaciones de crisis y requieren una respuesta inmediata, o bien en
situaciones de carencia, que necesitan una asistencia social planificada para
superar sus dificultades; y atiende también problemas específicos que tienen
una dimensión colectiva.

• ANÁLISIS SISTÉMICO DEL CONTEXTO

Definir el contexto resulta una tarea ardua y difícil. Desde una


perspectiva constructivista, el sujeto construye su percepción de la familia
sobre la base de la interacción entre los estímulos recibidos del sistema y las
respuestas de este individuo ante esos estímulos. Por tanto, se entiende como
un proceso constructivo en tanto el sujeto elabora una serie de interacciones
dentro del ámbito familiar, sin perder la objetividad de unos datos explícitos que
posibilitan dicho proceso constructivo.

Según algunos autores de terapia familiar sistémica, el contexto en el


que una familia se desenvuelve establece las reglas de la relación familiar
posibilitando en los comunicantes unas determinadas disposiciones, propósitos
y expectativas. Los roles familiares, sus recursos, necesidades y tareas
cambian cuando una familia cambia de una fase a otra.

El desarrollo normal de una familia conlleva continuos cambios de


contexto: la constitución de la pareja significa renunciar al contexto de soltero,
vida con los padres, finalización de relación de noviazgo, …para pasar al
contexto de convivencia con la persona elegida; O los cambios de contexto que
conlleva tener un hijo; cuando este hijo alcanza la edad preescolar; cuando se
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convierte en adolescente; cuando sale del hogar; cuando se casa; o cuando


tiene sus propios hijos.

Cuando el sistema familiar vive situaciones problemáticas, podremos


comprender los mecanismos de afrontamiento empleados ante estas
situaciones ansiógenas sobre la base de la historia familiar: que tipo de
relaciones existía entre los distintos familiares; que tipo de alianzas, triángulos,
lealtades invisibles…, y de que forma se han superado los conflictos pasados
como conjunto sistémico.

En el trabajo social se hace necesario analizar no solo el contexto del


usuario sino también el contexto del o los servicios que trabajan con el usuario,
habrá que analizar cuales son las pautas de interacción del servicio con los
usuarios, la historia, las relaciones con otros servicios, estructura
organizacional, epistemología…

El contexto profesional de cambio es el marco que se establece entre el


usuario y el profesional que permite dar significado a una serie de intercambios
comunicacionales orientados a introducir cambios en el usuario.

La relación y las reglas del contexto han de estar bien definidas para evitar
las confusiones. Cuando el usuario se dirige a un servicio lleva una solicitud
que tiene que ver con: la elaboración que ha hecho del problema, con el juego
relacional en que está inserto y con la imagen que el contexto ha sabido dar de
si mismo y de sus relaciones. El tipo de solicitud que se haga tiende a
determinar el tipo de contexto sobre el que se pone la demanda.
Se distinguen seis categorías de contextos profesionales de cambio:

- El contexto asistencial: Adjudica una posición “up” al profesional y una


“down” al usuario, definiendo una relación complementaria. Una
dificultad que conlleva es la tendencia a la desresponsabilización del
usuario y a la excesiva involucración del técnico. La relación tiende a
cronificarse ya que este contexto precisa de un largo tiempo para
producir cambios. Es el contexto más adecuado para aquellas
situaciones en las que exigir una responsabilización del cliente es una
quimera y pretender una posición neutra o distante del profesional es
un dislate. El objetivo para el usuario es la integración o reintegración
social. Para el profesional, el reto se traduce en cómo conseguir
trabajar en red desde una posición poco prestigiosa, para favorecer la
elaboración de un proyecto de intervención que, superando las
diferencias técnicas y personales de los diversos profesionales,
proponga un rol digno y adecuado a las características de cada uno de
ellos.

- El contexto de consulta se identifica con encuentros entre personas


expertas, ya sea por edad, por vivencias o por formación, que
aconsejan a individuos confusos sobre una decisión a tomar. El
profesional asume la responsabilidad de la calidad del consejo pero no
asume el caso.

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- El contexto terapéutico: Para que se inicie precisa de un trabajo


intenso de otros profesionales, así como de un contexto de consulta
previo. Se inicia con la elaboración de un contrato que delimita la
actuación del sistema, intenta, a través de un compromiso entre cliente
y profesional co-crear alternativas para permitir una vida diferente que
excluya el síntoma.

- El contexto de evaluación: El usuario debe mostrar que cumple una


serie de requisitos ante un experto que sanciona públicamente sus
capacidades a través de la emisión de un certificado de idoneidad.
Implica una relación netamente complementaria entre usuario y
profesional.

- El contexto de control: Es un contexto donde todos temen. Al igual que


en el de evaluación la relación es complementaria y las conclusiones
públicas. El usuario es considerado culpable de un hecho reprobable,
social e incluso legalmente. El ocultamiento de información se da en
ambos contextos. Es el más poderoso de todos los contextos
profesionales de cambio. Para que facilite el cambio debe completar la
fase inicial de intervención que prima la protección, la urgencia y el
hacer, con un proyecto realista de futuro.

- El contexto informativo: Se da en las intervenciones grupales con un


objetivo claro. Aunque los usuarios depositan en el conductor del grupo
las supuestas soluciones, éste sabe que el intercambio experiencial
entre individuos es el motor de cambio y la tarea del profesional es la
de guiar al grupo. Resulta escasamente patologizante, al basar su
eficacia en los propios usuarios y en el diagnóstico de crisis procesual.
Responde bien a los parámetros de la prevención secundaria,
proponiendo intervenciones minimalistas que permitan un diagnóstico e
intervención precoz. (Carlos Lamas, 1997)

• CARACTERÍSTICAS DE LOS USUARIOS Y DE LOS SERVICIOS DE


ATENCIÓN

El trabajo social se desarrolla básicamente en el contexto de los servicios


para el bienestar de las diversas administraciones (estatales, autonómicas y
locales) y en servicios y organizaciones privadas, cooperando también con
organizaciones de voluntariado, con grupos de ayuda mutua, asociaciones, en
unas áreas que comprenden, entre otras, el estudio de las necesidades
sociales de grupos específicos de población, como tercera edad,
discapacitados, juventud, etc.; la planificación y ejecución de programas de
promoción, prevención y asistencia; y la organización y gestión de servicios
para el bienestar.

Los principios relacionados con la estructura y la función de la familia son


genéricos, pero tienen características especiales cuando se aplican a familias
asistidas y controladas por los tribunales, el sistema de bienestar social y los
servicios de protección.

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Es frecuente que en estas familias el vínculo afectivo que las une sea
pasado por alto, se suele decir que esas personas están tan desconectadas de
la realidad que no pueden formar vínculos de afecto, que las madres descuidan
a sus hijos y los padres los maltratan y que las familias son violentas y las
personas están aisladas. Todo esto es una verdad parcial que destaca los
aspectos más visibles del infortunio individual y familiar y no presta atención a
la lealtad y al afecto recíproco de esas personas. Un hecho repetido y
perturbador es que estas familias no escriben su historia, una vez que han
ingresado en la red institucional y se ha dado comienzo a la historia del caso, la
redacción corre por cuenta de la sociedad. Un abordaje mas adecuado
consistiría en pedirles que den su propia versión respecto de quienes son, por
quien se preocupan y que piensan de sus problemas.

Del mismo modo que las conexiones y los afectos no son habitualmente
identificados, tampoco lo son las estructuras familiares: la composición real de
la familia y las pautas que describen su funcionamiento. Las familias que
reciben asistencia a menudo parecen caóticas, este caos es en parte un estilo
de vida, en medio de la pobreza, las drogas y la violencia, pero también es el
resultado de las intervenciones sociales. Estas intervenciones son a veces
necesarias pero siempre desarticulan las estructuras familiares. Se llevan a
cabo sin tomar en cuenta los vínculos emocionales positivos y anulan recursos
potenciales, por ejemplo cuando todos los niños de una familia en la que el
bebe no se desarrolla bien son llevados para colocarlos en hogares sustitutos,
el adolescente que protegía a la madre contra el maltrato de su compañero
también desaparece, y el grupo de hermanos que se apoyaba mutuamente es
dispersado.

En estas familias las fronteras son fluidas, de modo que para los
trabajadores sociales es fácil introducirse en ellas. A menudo la estructura de
autoridad de la familia desaparece. Las decisiones se toman afuera, y los niños
aprenden muy pronto que los adultos de la familia no tienen poder (Minuchin,
1998)

En su origen la mayoría de los servicios para el bienestar de las diversas


administraciones aparecían como configuraciones formadas alrededor de una
idea o voluntad fuertes, sin estructuras ni clases profesionales. Este tipo de
configuración organizacional se caracterizaba por carecer prácticamente de
tecnoestructura, muy poco staff de apoyo, diferenciación mínima entre
departamentos, si es que existía y, una jerarquía también mínima. La
coordinación se realizaba por supervisión directa desde el vértice de la
organización. En consecuencia, no necesitaba planificación formal ni
entrenamiento profesional y podía ser flexible. Es posible reconocer ejemplos
de este tipo en las primeras organizaciones civiles de trabajo social, que
incluyen desde asistentes sociales en los años 60 a los educadores de calle,
que surgen alrededor de los años 70, hasta llegar a otros colectivos. En sus
primeros pasos los profesionales probablemente se sentían entusiastas de
trabajar para una organización incipiente que les aportaba un sentido de misión
y una sensación de flexibilidad que paulatinamente, y con la acumulación de
una enorme experiencia, acabó por consolidar un perfil profesional. Cuando el
servicio de atención es validado por la administración para la que trabaja surge

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una organización profesional. Este tipo de organización tiende a definir una


autonomía profesionalizada, dominada por especialistas profesionales (F.
Castillo, 1997).

Podemos encontrar dos grandes colectivos profesionales en cualquier


organización de servicios sociales, por un lado los administradores y por otro
los operadores de base. Los primeros programan, planifican y definen
directivas, establecen políticas generales y tienen un contacto escaso con los
usuarios. Los segundos tienen un contacto primordial con los usuarios y no
participan de las políticas y directivas generales (Howe,1991).

La función del trabajador social tiene un origen caritativo que ha


originado actualmente el deseo de muchos de diferenciarse y definir límites
precisos de su rol profesional con relación a los usuarios y en el seno de las
organizaciones. Sin embargo el objeto de intervención más habitual,
situaciones sociales carenciales de los ciudadanos, requiere de instrumentos y
perfiles profesionales abiertos, flexibles, creativos y básicamente polivalentes.

La incidencia del trabajo social se produce en los ámbitos de los individuos,


familias, grupos, comunidades e instituciones. Para el ejercicio de sus
funciones en dichos ámbitos, utiliza técnicas que le permiten analizar e
interpretar las demandas que plantean los usuarios reales y potenciales de los
servicios sociales. Puede, además, valorar y definir las necesidades; ofrecer
respuestas planificadas que incluyen la movilización de recursos materiales y
humanos de los propios usuarios y de la propia comunidad. Estas técnicas
tienen un carácter relacional. Se basan en conocimientos de las actitudes y
motivaciones, así como de las relaciones y comportamientos sociales.

• RELACIONES: USUARIO-SERVICIO SOCIAL

La creación de un contexto profesional de cambio es un acuerdo o


negociación entre usuario y profesional. Si tal acuerdo o negociación es
insatisfactorio o confuso para una de las partes puede producirse el fenómeno
de deslizamiento de contexto descrito por Mara Selvini Palazzoli (Selvini,
1989).

La interacción entre los trabajadores profesionales y el sistema familiar es lo


esencial en la prestación de los servicios; es más importante, en los esfuerzos
por cambiar el sistema, que las leyes, las políticas sociales o el dinero
disponible incluso.

Muchos de los problemas que acosan a una familia asistida tienen que ver
con su modo de conectarse con los sistemas más amplios. Los usuarios
afectados por crisis múltiples no manejan muy bien sus contactos con los
servicios asistenciales. Los problemas que se plantean son muy similares a los
que ya existen en el seno de la familia: canales de comunicación confusos,
fronteras poco claras, escasa habilidad para resolver conflictos. En esta
situación los problemas se ven agravados por el hecho de que el sistema esta
sesgado, ya que la posición de las familias es más débil que la de quienes
ejercen la autoridad. Para restablecer el equilibrio del sistema, a menudo se

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requiere un cambio de procedimientos en las instituciones, como también


cambios sistémicos en el modo en que los distintos servicios coordinan sus
esfuerzos.

Sin embargo el profesional puede ayudar a la familia a relacionarse mas


efizcamente con los sistemas de servicios. Puede hacerlo mediante actos que
confieran poder a la familia: absteniéndose de revelar su competencia
profesional, despojándose de poder, reforzando las fronteras entre la institución
y la familia. Para ello se requiere que los profesionales estén entrenados para
ejercer el mando, respeten la autonomía ajena, y que personas acostumbradas
a desempeñar un rol más pasivo den un paso adelante. Saber cuando y como
se debe conferir poder a la familia es una habilidad importante.

Conferir poder a la familia solo es posible cuando se esta motivado para


romper las pautas habituales y se poseen habilidades practicas para hacerlo. El
profesional necesita confiar en que los miembros de la familia hallaran su
propio modo de salir del paso, tolerar sus titubeos, tener paciencia cuando
intentan recurrir nuevamente al experto y poner en juego una sencilla habilidad
docente cuando parezca útil y no constituya una intromisión.

Un modo de despojarse de poder consiste en buscar diligentemente


recursos dentro de la familia en lugar de derivarla automáticamente. Para obrar
así el trabajador social debe aceptar que la familia puede tener recursos que
compensen sus carencias.

Abstenerse de intervenir puede ser especialmente difícil cuando hay


conflictos en la familia o cuando las practicas de crianza de los niños parecen
deficientes, porque el profesional debe velar por la seguridad de los miembros
de la familia. Para ayudar a las familias a recobrar el control sobre su vida, el
profesional deber refrenar su conducta controladora, preguntándose en cada
caso si la intervención es necesaria. A veces, la adopción de una conducta
controladora es inevitable. Cuando ello ocurre, el profesional debe hallar un
medio de evitar que la cuestión domine la relación.

Una forma en que los trabajadores sociales pueden reafirmar las


fronteras entre la familia y las instituciones es excluirse de la acción,
abstenerse de demostrar sus conocimientos y pedir a sus usuarios que hablen
entre ellos de sus preocupaciones, incluso de los problemas que se plantean
en su relación con los servicios asistenciales. Una familia puede estar
simultáneamente en tratos con muchas instituciones y a veces le resulta difícil
concentrarse en sus procesos internos precisamente porque están sometidas a
una intervención permanente de organismos externos.

Finalmente, los problemas relacionados con la articulación entre las


familias y los sistemas más amplios no pueden ser manejados en su totalidad
por los trabajadores sociales, por hábiles y bien intencionados que sean. A
menudo el progreso depende de que cambios se realicen en el modo de
funcionar de las instituciones, y de la coordinación de los servicios de los
diversos organismos que se ocupan de la familia (Minuchin, 1998)

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• REENCUADRE Y REDEFINICIÓN DE LA DEMANDA O SITUACIÓN


PROBLEMA; VER DIFERENTE PARA HACER DIFERENTE

Los profesionales del trabajo social pueden intervenir a través de las


diferentes peticiones que reciben. Desde la escucha del relato la situación de la
demanda se centra en: ayudas económicas, ayudas para solicitar servicios o
ayudas para superar momentos de crisis. La construcción de la realidad
expresada por el usuario de su propia historia y la construcción del relato del
otro que hace el profesional es diferente ya que a esta última se añaden
referencias y sobreentendidos propios. Es necesario realizar un análisis de la
demanda para solventar esta dificultad y poder realizar un encuadre de la
intervención. Las tres características relacionadas en el análisis de la demanda
según Neurburger son síntoma, el sufrimiento y la petición o alegación de
cambio.

En función del tipo de demanda recibida el objetivo de la intervención


variará así:

a) En el caso de que no haya demanda porque no se


explicita ni síntoma, ni sufrimiento, ni petición de cambio
y tampoco existe una crisis previa la intervención tendrá
como objetivo establecer entre el profesional y el usuario
una relación más estable que permita la aparición de
demandas en el futuro.

b) Demanda externa al sistema: Cuando el síntoma y el


sufrimiento se presentan en interior del sistema familiar,
pero no hay una protesta por parte de ningún miembro de
la familia, sino que suele encontrarse una negación de
los hechos y la petición de cambio se encuentra fuera del
sistema familiar, la crisis es planteada desde el exterior la
intervención indicada sería una intervención en el ámbito
de red.

c) Demanda interna del sistema: Cuando síntoma,


sufrimiento y petición de cambio se sitúan dentro del
sistema familiar pero en personas diferentes que se
suelen cruzar acusaciones mutuas, muy intensamente y
que son las que desencadenan la crisis por la que serán
llamados a intervenir sistemas externos. En estos casos
la indicación sería una intervención a nivel del sistema
familiar.

d) Demanda concreta: Cuando síntoma, sufrimiento y


petición de cambio se encuentran en la misma persona la
crisis se desencadena al perder o creer perder esa
persona un apoyo importante y desestabilizarse el
precario equilibrio anterior. El nivel de intervención a
realizar en esta situación sería individual. (C. Lamas,
1997)

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• EVALUACIÓN Y CONSTRUCCIÓN DE HIPÓTESIS; COMPRENDER


ANTES DE ACTUAR

“Hipotetizar es hacer hipótesis. Esto es, construir una suposición basada


sobre un razonamiento y que sirve como punto de partida para la investigación.
Con ello se asegura una dirección clara en cuanto a las preguntas que realiza
el profesional, hay un orden en su investigación, hay precisión en las
informaciones relacionales que busca, y hay una dirección en la conducción de
la entrevista. La hipótesis que sirve como valor funcional puede resultar
acertada o errónea. En sí mismo esto es poco importante. Si en el proceso de
información se observa que la hipótesis formulada es errónea, deberemos
abandonarla para construir otra con la nueva información que tenemos. El valor
de la hipótesis no está en su veracidad, sino en su valor como instrumento de
búsqueda que nos permite seguir una dirección concreta en cada momento del
proceso de intervención” (Mara Selvini, 1980).

La hipótesis permite valorar las figuras familiares que expresan mayor


receptividad a la nueva formulación, y con ello indica un posible punto de
anclaje de la intervención a realizar. También permite priorizar, de entre el
conjunto de necesidades existentes en el sistema familiar, cuáles constituyen
para la familia una situación de malestar o de pérdida de su capacidad de
autonomía y autoorganización.

Con la construcción de la hipótesis se condensa la información recibida y


los hechos observados en la entrevista, y se establece un orden lógico de
significados que orientan al profesional, situándolo en la singularidad de cada
historia al permitirle comprender el funcionamiento y significación del sistema
familiar, así como trazar un mapa de las relaciones de los miembros de la
familia entre si mismos y respecto del mundo externo. Ha de estar basada en la
información significativa necesaria y no en sobreentendidos o estereotipos.

• LA ACTIVACIÓN DE LOS RECURSOS DEL SISTEMA USUARIO

El profesional ha de actuar como un facilitador de procesos de cambio que


dependen en lo primordial de la motivación y expectativas de la comunidad,
familia o individuo, en una mirada interdisciplinaria que congrega todas las
afeas del conocimiento interesadas en promocionar la resiliencia. Se trata de
preparar a los sistemas humanos para que fortalezcan la capacidad de
enfrentar la adversidad e incorporarla a los proyectos de vida, como un asunto
que no detiene el desarrollo integral sino que le permite reencuadres y cambios
de perspectiva.

Los trabajadores sociales aportan dos conjuntos de habilidades a su


trabajo: un modo de pensar sobre sus clientes y un modo de actuar para
favorecer el cambio. Para poder ayudar mejor a las familias, necesitan tanto un
marco conceptual con orientación familiar como un conjunto ampliado de
técnicas que respondan a ese nuevo marco. Las habilidades practicas son las
más directas, puesto que regulan la interacción con los clientes, pero no son
del todo útiles ni autosustentables sino las acompaña una actitud mental

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basada en la convicción de que la familia es importante y en el conocimiento de


la forma en que los sistemas moldean la conducta.

Las habilidades practicas necesarias para ayudar a una familia a movilizar y


desarrollar sus recursos son:

1. El profesional debe dedicar sus primeros esfuerzos a determinar como


definen las familias sus problemas, y también a cuestionar y ampliar lo
que dan por sentado. Las habilidades necesarias para reunir información
y explorar posibilidades incluyen las de escuchar, observar, trazar
diagramas, reencuadrar y ayudar a las familias a examinar sus
coincidencias y discrepancias mediante puestas en acto espontáneas y
guiadas.

2. Los trabajadores sociales son los catalizadores del cambio. Ayudan a la


familias a reconocer las pautas disfuncionales y a explorar la posibilidad
de relacionarse de modos diferentes.

3. El profesional confiere poder a las familias concentrándose en sus


aspectos positivos, pero también debe ocuparse de los conflictos. Los
conflictos no resueltos pueden provocar enemistad entre los familiares o
desembocar en actos de violencia. El profesional debe investigar este
aspecto, reparar en las discrepancias, ayudar a la familia a manejar los
conflictos de modo seguro y explorar nuevas maneras de relacionarse
en condiciones de estrés.

4. La intervención es más eficiente cuando el profesional es capaz de


hacer un uso limitado de su pericia y emplea sus habilidades para
alentar a los miembros de la familia a considerarse unos a otros como
recursos y a movilizar ayuda desde dentro de su propia red. Esto puede
significar un nuevo rol que implica ocupar una posición menos central
que la acostumbrada y realizar un esfuerzo menos activo para resolver
problemas que los mismos miembros de la familia deberían resolver.

5. El profesional debería considerar a la familia extensa como su principal


recurso, ampliando su opinión inicial respecto de quienes podrían estar
disponibles para prestar ayuda. Cuando muchas instituciones
proporcionan a una familia múltiples servicios, es necesario evaluar si la
mayor ayuda compensa la confusión que esa multiplicidad acarrea. Una
de las intervenciones mas útiles en beneficio de una familia quizás
consista en promover cambios organizacionales a fin de que los
servicios colaboren mas entre ellos, se muestren más amistosos con las
familias y sean más eficaces.

• LA INTERVENCIÓN EN CRISIS

El término intervención en la disciplina de trabajo social explica la intención


de cambio que pretende introducirse en los procesos sociales (Zaramillo,
1993).

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La teoría sistémica define la crisis, de una manera genérica, como “cambios


repentinos en el modo de funcionamiento de los sistemas humanos”. P. Caillé
dice que estos cambios suelen tener efectos beneficiosos en el funcionamiento
de los sistemas. Suceden cuando determinadas reglas y creencias, que
mantienen un grupo humano, se hacen rígidas y esta rigidez entra
particularmente en conflicto con las necesidades de los participantes. El
conflicto y la tensión pueden aumentar cuando las necesidades de los
individuos sobrepasan las exigencias del grupo para mantenerse unido y
estable. Esto provoca el cuestionamiento del modelo de relación por parte de
los participantes, a partir de ese momento la relación deja de ser funcional para
el grupo, porque no encuentran ya en ella la estabilidad que antes les
proporcionaba ni la credibilidad necesaria. Por tanto podemos decir que la
crisis es una oportunidad o posibilidad para cambiar en la bifurcación que se
presenta al sobrevenir un cambio en la vida. De ahí que las posibilidades que
surgen en un momento decisivo puedan devenir bien en oportunidades de
crecimiento y madurez o bien de regresión y deterioro de la energía vital de la
persona y de las condiciones en las que vive.

Factores que concurren en las situaciones de crisis según Slaikeu:

• Generalmente vienen precedidas por un suceso precipitante.

• La dimensión cognoscitiva de la persona: cómo el individuo percibe la


crisis, cuáles son sus ideas previas a cerca del hecho acontecido y qué
imagen tiene esa persona a cerca de si misma.

• La desorganización y desequilibrio: sentimientos de tensión, ineficacia,


cansancio, desamparo, ansiedad, problemas en las relaciones laborales,
familiares y sociales.

• Trastorno en la solución de problemas: la solución racional se hace


imposible, hay un dominio de los sentimientos, intolerancia a la
frustración, desconfianza en si mismo y en otros, etc.

En la literatura de epistemología sistémica se hace referencia también a los


factores estructurales, así Pittman considera que la crisis sobreviene tanto
cuando la familia cambia la estructura adelantándose al suceso precipitante
como cuando se resiste a cambiar la estructura como medio de protección
contra peligros mayores.

Las crisis pueden ser de dos tipos:

1) Las evolutivas o de desarrollo: corresponden a las etapas sucesivas


de la vida, son necesarias para crecer e inevitables.

2) Las circunstanciales o accidentales: son debidas a factores


contingentes y, por su carácter circunstancial, entran en ellas todas
aquellas que la vida depara a las personas por sucesos precipitantes
e importantes: enfermedad física, muerte, suicidio, contrariedades
económicas etc.

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Podemos definir la intervención en crisis según Slaikeu como “un


proceso de ayuda dirigido a una persona o familia a soportar un suceso
traumático de modo que la probabilidad de debilitar los efectos (estigmas
emocionales, daño físico) se aminore y la probabilidad de crecimiento en
nuevas habilidades, perspectivas de vida, etc. se incrementen.

El objetivo general de la intervención en crisis es ayudar a la persona o


familia a que recupere las capacidades para enfrentar la situación. Otros
objetivos más específicos son:

1) Establecer o facilitar la comunicación entre las personas en crisis y


con las otras personas que puedan ayudar en el proceso.

2) Ayudar al individuo o familia a que perciban objetivamente la


situación.

3) Ayudar en el manejo de sentimientos y emociones para que


aprendan a expresarlos explícitamente.

Se diferencian dos tipos de intervención en el tiempo según se trate de


la primera ayuda inmediata o la ayuda posterior al suceso: la primera ayuda
psicosocial persigue proporcionar apoyo, vincular recursos de ayuda, examinar
las dimensiones del problema, explorar las soluciones posibles y ayudar a
tomar una decisión concreta. La intervención de segundo orden va más allá del
enfrentamiento inmediato y dirige mejor la resolución de la crisis.

El trabajador social interviene en situaciones de crisis que suceden en el


ámbito familiar. Es importante señalar que este modo de ofrecer apoyo a los
problemas derivados de una situación de crisis no implica que el trabajador
social ha de convertirse en un terapeuta familiar. Este último orienta su trabajo
hacia una intervención clínica y, por tanto, su encuadre es fundamentalmente
terapéutico, mientras que el trabajador social se centra en la intervención
familiar. El objetivo de esta se dirige a la modificación de los factores
ambientales que originan la precipitación de una crisis y las respuestas de los
miembros de la familia por dominar las condiciones ambientales desfavorables.

• DISEÑO DE UN PROYECTO DE INTERVENCIÓN; DEFINICIÓN DE


OBJETIVOS Y CONTRATO

La intervención puede ser una intervención mínima o más amplia la elección


de una u otra vendrá dada por los objetivos planteados, si estos son mínimos
darán lugar a una intervención mínima y si son más amplios darán lugar a una
intervención amplia. La definición de los objetivos estará en función de los
niveles de disponibilidad que presenten tanto el sistema del usuario como el del
profesional y a los acuerdos que puedan explicitar en su compromiso de trabajo
en común. La elección de una u otra intervención no estará en función de las
necesidades explicitadas, ni en la multiplicidad de problemas existentes, ni en
la cronicidad de la situación creada.

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a) Intervención basada en objetivos mínimos:

La intervención tendrá un carácter reparador a corto plazo, procurando


un respiro en una situación concreta de crisis, asegurando unos
servicios básicos a los miembros de la familia más desfavorecidos y a
través de un contacto relacional de ayuda y de soporte permitirá, quizás
que la familia pueda reparar su capacidad autoorganizativa o elaborar
peticiones más comprometidas en su disponibilidad y participación.

b) Intervención centrada en objetivos más amplios:

Se orienta hacia una intervención de carácter reorganizativo o


terapéutico, esto es, comprometiendo al conjunto del sistema familiar en
un diseño de actuación simultánea sobre diferentes necesidades y en
estrecha colaboración entre los distintos servicios y profesionales. Ello
implica unificar criterios de intervención y aceptar a un profesional o a un
servicio como grupo referente de las diversas actuaciones posibles
desde los diferentes servicios involucrados en una tarea común, bajo la
perspectiva de trabajo en red.

Los medios a utilizar para hacer efectiva la intervención son:

• Ayudas materiales.
• Ayudas para la utilización de servicios
• Ayudas de capacitación y ocupación laboral.
• Ayudas de soporte familiar
• Ayudas de soporte e integración en la comunidad.
• Ayudas de conexión y capacitación en la utilización de
recursos.
• Ayudas de soporte e intervención terapéutica.

Una vez priorizado un tipo de intervención u otro en función de la


disponibilidad que los diferentes miembros de la familia presenten y que en,
cada tiempo concreto, tenga la propia institución desde la que se actúa y se ha
construido una hipótesis se procede al diseño de un plan de intervención. Ello
implica apoyarse en las capacidades del presente para alcanzar un acuerdo
sobre un objetivo de trabajo a compartir desde el primer momento. Un objetivo
común, que será más o menos ambicioso en función de la disponibilidad
expresada por la familia y la que muestra el servicio. A esta intervención,
cuando se la realiza de manera explícita, formalizada y reglamentada, se la
denomina contrato. Este puede formularse de manera sencilla, a modo de un
pacto verbal, o de manera más ritualizada, integrando al respecto elementos
formales del entorno sociocultural. Su función es la representación de un
compromiso de trabajo, de un acuerdo tomado conjuntamente y con el respeto
y la libertad por ambas partes de romperlo o de renegociarlo.

• EL PROCESO DE INTERVENCIÓN

1) Recepción y análisis de la demanda: la mayoría de las veces se


concreta en uso de servicios o ayudas para superar momentos de

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crisis. Los profesionales pueden intervenir a través de las diferentes


peticiones que reciben: situaciones de pérdida de la capacidad de
autonomía o de autoorganización de una persona o grupo familiar
causada por diferentes razones. Las definiciones de las diferentes
dificultades de las personas que expresan los profesionales no se
corresponden casi nunca con la percepción que tienen los usuarios
de sus problemas ni de sus necesidades.

2) El primer contacto con los solicitantes.


En esta fase se ha de producir la acomodación y la definición de la
relación entre el sistema familiar y el sistema profesional e
institucional. Cuando un profesional entra en contacto con un usuario
ambos tienen el objetivo genérico de conseguir una relación
mutuamente satisfactoria. Para el usuario, la satisfacción se evalúa
en función de los cambios que consigue, mientras que para el
profesional el principal indicativo será sentirse confirmado en su rol
(Ramos, 1996).Si el primer contacto concluye con una insatisfacción
mutua, la relación que se instaurará será, en la mayoría de los casos
una no relación, o sea, un abandono. O, en una minoría de los casos,
una relación basada en la dependencia, la desresponsabilización del
cliente y la hiperinvolucración del profesional. En está última
situación, la necesidad de un trabajo de consulta es apremiante para
permitir a éste una definición de su postura. Pero casi siempre el
usuario abandona para volver a presentarse al cabo de un tiempo,
puede que existan entonces varios primeros contactos con el mismo
usuario, en estas situaciones el profesional deber aprovechar esos
diversos primeros contactos para orientarse y para realizar
maniobras que permitan la construcción de una relación mutuamente
satisfactoria.

3) Definición del contexto. Los cuatro contextos más usuales en el


trabajo social son el asistencial, de consulta, el terapéutico y de
control social, según la necesidad del caso el contexto será uno u
otro así como la posición del profesional.

a. Contexto de Consulta: Indicado en el primer contacto con el


usuario, implica un tiempo de escucha y preguntas en posición
empática. Puede ser oportuno en momentos intermedios del
proceso de intervención seguido. P.ej. cuando se acerca la
finalización de un contexto asistencial, cuando hay una petición
nueva o cuando se apunta la posibilidad de un contexto
terapéutico. Finalizará o conducirá a una redefinición de la
intervención desde otro nivel contextual posible.

b. Contexto Asistencial: Indicado cuando existen situaciones de


evidente necesidad, precipitada por crisis; cuando la evolución de
la organización que sustenta la carencia topa con límites obvios; o
cuando el profesional se propone acrecentar la confianza y la
relación como primer paso para explorar otras posibilidades.

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c. Contexto de Control: Se trata de intervenciones que no pueden


dejar de hacerse, al ser solicitadas por la institución. Se deberá
entrar en contacto con la familia señalada para formalizar una vía
de entrada que haga posible una intervención, aunque hasta ese
momento la familia no haya realizado petición alguna. El manejo
honesto y claro de los motivos para la intervención puede ser el
primer paso para que ese contexto evolucione.

d. El contexto terapéutico: Es el más indicado para las familias


multiproblemáticas cuando la dependencia crónica está
instaurada o cuando hay evidencia de que los recursos
asistenciales no mejoran la autonomía de la familia. La
complejidad de la intervención en este contexto exige al
profesional entre otros requisitos formación adecuada,
acompañamiento en distintos momentos del proceso de
intervención, manejo del trabajo en red, resignificación de los
relatos de la familia y de los profesionales implicados y evaluación
continua del proceso de intervención.

4) Conexión con la red social relevante. La red social extraprofesional


suele estar empobrecida en las familias multiproblemáticas mientras
que los profesionales están presentes en modo inversamente
proporcional. Un empeño común en muchos casos es recuperar
funcionabilidad en la primera para que puedan disminuir los
segundos.

5) Definición de objetivos asequibles y valorables. Para definir qué


objetivos pretendemos plantearnos en la intervención que se
proponga es necesario haber construido previamente una hipótesis
de trabajo que facilite al profesional la dirección de las preguntas a
realizar y el tipo de información a obtener. Una vez obtenida la
información necesaria se realiza el contrato con la familia en función
de la disponibilidad de los distintos miembros que forman y de la
disponibilidad que tenga la institución desde la que se actúa. En
función de los objetivos planteado la intervención será mínima, si
estos son mínimos o más amplia si estos son también amplios.

Intervención basada en objetivos mínimos:

• La petición suele ser explícita. Es frecuente la presencia


del miembro familiar sobre el que se centra la petición.
Apunta la resolución de dificultades en el momento actual y
se acompaña de una petición de recursos concretos. La
suele realizar un solo miembro y expresa dificultades para
ampliar la relación con el profesional y el servicio a otros
miembros relevantes del sistema familiar.

• Información a obtener: construcción de un Genograma


relacionado con la situación del sistema familiar.

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• Hipótesis: Formulada en relación con la necesidad


explícita.

• Intervención: Centrada en la demanda explícita, bajo el


acuerdo de finalizar la relación establecida una vez dada
respuesta a la demanda explícita.

• El trabajo con otros servicios o profesionales está


orientado sobre todo a la derivación.

Intervención centrada en objetivos más amplios:

• La petición puede ser explícita o implícita y suele incluir el


relato de una situación de múltiples dificultades y
carencias. Puede realizarla un solo miembro del sistema
familiar pero existe la posibilidad de participación de otros
miembros.

• Información: es útil construir un Genograma trigeneracional


que permita vislumbrar la historia del proceso evolutivo del
sistema familiar extenso.

• Hipótesis: Se formulan con relación a mitos familiares y


juegos relacionales de la familia extensa.

• Intervención: Pasa por un proceso de incorporación de los


miembros significativos de la familia que permita conocer la
historia de ésta y escuchar las diversas informaciones
aportadas. Suele ser necesario elegir referente profesional
para la familia y en relación con los diferentes servicios que
intervienen.

• El trabajo con otros servicios está orientado al trabajo de


colaboración en red.

6) Construcción de hipótesis y contrato.

7) Análisis de las retroacciones que se producen en la intervención. El


profesional se halla en condiciones de cumplir con sus objetivos
cuando ha recogido la información suficiente para:

a. Comprender la petición que se le ha formulado.

b. Distinguir si la petición concreta que recibe está correctamente


dirigida a su servicio o institución.

c. Dilucidar si además de la explícita existen otras peticiones


implícitas. Habrá que atender la demanda explícita y mantener
abierta y sin una rotulación concreta la posibilidad de atender
otras peticiones. Son necesarias la distancia para poder mantener

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una escucha reflexiva y el tiempo para asegurarse de haber


efectuado una percepción correcta de los contenidos
comunicativos que se hayan producido.

d. Delimitar cuál es el núcleo significativo implicado en el problema


mediante la construcción del mapa familiar y alcanzar un acuerdo
entre los distintos miembros implicados para buscar una vía de
solución a través de la petición realizada.

e. Poseer información suficiente para poder formular una hipótesis


de la situación familiar en la actualidad y de la contextualización
relacional de la petición.

f. Ser capaz de informar al usuario sobre los límites y las


características de la relación que ambos pueden obtener.

8) Evaluación de la intervención llevada a cabo.

• EVALUACIÓN PERIÓDICA; REDEFINICIÓN DE LOS CONTRATOS

La evaluación en el área de la intervención social puede ser definida como


un procedimiento riguroso y empírico de análisis y emisión de juicios dirigidos a
la toma de decisiones.

Es importante incluir criterios de evaluación desde el principio hasta el final


del proceso relacional establecido. El profesional necesita marcadores que fijen
el paso a paso del proceso en el que se está interviniendo; secuenciación y
tiempos que le permitan orientarse en el camino que está siguiendo. La tarea
evaluativa se dirige a posibilitar dos funciones capitales:

• Permitir al profesional o al equipo orientarse en cada momento y en


cada actuación sobre la etapa del proceso en que se hayan y
mantenerse dentro de un orden de pensamiento y de control en la
dirección de las diferentes decisiones a tomar o acciones a emprender.

• Adquirir criterios razonablemente claros que permitan constatar como los


efectos de la intervención han podido contribuir a mitigar situaciones de
cronicidad y a reducir la repetición de esquemas y pautas de conducta
disfuncionales de una a otra generación, así como ha disminuir o
superar la interdependencia usuarios-servicios.

Los contratos que se establecen entre la familia y el profesional han de ser


redefinidos en función de los resultados aportados por la evaluación continua
del proceso de intervención.

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BIBLIOGRAFÍA:

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Trabajo Social”. León, Escuela de Trabajo Social, nov.-dic. 1993.

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