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En vez de la ciudad atestada, buscad algún lugar retirado donde vuestros hijos estén, en

cuanto sea posible, protegidos contra la tentación, y allí preparadlos y educadlos para ser
útiles. El profeta Ezequiel enumera así las causas que condujeron al pecado y la destrucción de
Sodoma: "Soberbia, hartura de pan, y abundancia de ociosidad tuvo ella y sus hijas; y no
corroboró la mano del afligido y del menesteroso." "Soberbia, hartura de pan, y abundancia de
ociosidad tuvo ella y sus hijas; y no corroboró la mano del afligido y del menesteroso." Eze. 16:
49.* 46 (Nota: Todos los que quieren escapar a la suerte de Sodoma, deben rehuir la conducta
que atrajo los juicios de Dios sobre aquella ciudad perversa.)

Hermanos míos, estáis despreciando los requerimientos más sagrados de Dios, al descuidar de
consagraros vosotros mismos y vuestros hijos a él. Muchos de vosotros estáis confiando en
una falsa seguridad absortos en intereses egoístas, y atraídos por tesoros terrenales. No
teméis mal alguno. El peligro os parece lejano. Seréis engañados, seducidos, para vuestra ruina
eterna, a menos que despertéis, y con penitencia y profunda humillación volváis al Señor.

Vez tras vez, la voz del cielo se ha dirigido a vosotros. ¿La obedeceréis? ¿Escucharéis el consejo
del Testigo fiel, en cuanto a buscar oro afinado con fuego, vestiduras blancas y colirio? El oro
es la fe y el amor, la vestidura blanca es la justicia de Cristo, el colirio es aquel discernimiento
espiritual que os habilitará para ver las trampas de Satanás y rehuirlas, para discernir el pecado
aborrecerlo, para ver la verdad y obedecerla.

El mortífero letargo del mundo está paralizando vuestros sentidos. El. pecado ya no os parece
repugnante, porque estáis cegados por Satanás. Los juicios de Dios están por derramarse sobre
la tierra. "Escapa por tu vida," es la advertencia de los ángeles de Dios.

La mayor maldición que sigue a la riqueza es la idea tan corriente de que el trabajo es
degradante. "He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de
pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y
del menesteroso" (Eze. 16: 49). Aquí se nos presentan, mediante las palabras de la Santa
Escritura, los terribles resultados de la ociosidad. Esta fue la causa de la ruina de ciudades de la
llanura. La ociosidad debilita la mente, degrada el alma y pervierte el entendimiento, al
convertir en maldición lo que se dio como bendición ( Signs of the Times , del 4 de mayo de
1882

Muchos de los que siguen a Cristo tienen que aprender todavía la lección esencial del
contentamiento y la diligencia en los deberes necesarios de la vida. Requiere más gracia, y más
severa disciplina de carácter, el trabajar para Dios como mecánico, comerciante, abogado o
agricultor, cumpliendo los preceptos del cristianismo en los negocios de la vida, que el trabajar
como misioneros reconocidos. Se requiere vigoroso nervio espiritual para introducir la religión
en el taller y la oficina, santificando los detalles de la vida diaria, y ordenando toda transacción
de acuerdo con la norma de la Palabra de Dios. Pero esto es lo que el Señor requiere.

El apóstol Pablo consideraba la ociosidad como un pecado. Aprendió el oficio de hacer tiendas
en todos sus detalles, importantes o insignificantes, y durante su ministerio trabajaba a
menudo en ese oficio para mantenerse a sí mismo y a los demás. Pablo no consideraba como
tiempo perdido el que pasaba así. Mientras trabajaba, el apóstol tenía acceso a una clase de
personas a quienes no podría haber alcanzado de otra manera. Mostraba a sus asociados que
la habilidad en las artes comunes es un don de Dios. Enseñaba que aun en el trabajo de cada
día se ha de honrar a Dios. Sus manos encallecidas por el trabajo no restaban fuerza a sus
llamamientos patéticos como ministro cristiano.

Dios quiere que todos trabajen. La atareada bestia de carga responde mejor a los propósitos
de su creación que el hombre indolente. Dios trabaja constantemente. Los ángeles trabajan;
son ministros de Dio para los hijos de los hombres. Los que esperan un cielo de inactividad
quedarán chasqueados; porque en la economía del cielo no hay lugar para la satisfacción de la
indolencia. Pero se promete descanso a los cansados y cargados. El siervo fiel es el que recibirá
la bienvenida al pasar de sus labores al gozo de su Señor. Depondrá su armadura con regocijo,
y olvidará e fragor de la batalla en el glorioso descanso preparado para los que venzan por la
cruz del Calvario ( Consejos para los maestros, págs. 210-214

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