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Demócrito de Abdera

(Abdera, hoy desaparecida, actual Grecia, h. 460 a.C. - id., h. 370


a.C.) Filósofo griego. Discípulo de Leucipo, es el principal
representante del atomismo, escuela que, ya a finales del llamado
periodo cosmológico de la filosofía griega, postuló los átomos
(minúsculos corpúsculos indivisibles) como arjé, es decir, como
principio constitutivo y originario de la multiplicidad de seres de
la naturaleza.

Demócrito

Desde sus orígenes, que se remontan al siglo VI a.C. con Tales y


la escuela de Mileto (Anaximandro, Anaxímenes), la filosofía
griega había supuesto la existencia de un substrato común
(arjé o arché) en la ilimitada variedad de seres que componen el
mundo físico; la determinación de tal principio había ocupado a
buena parte de las sucesivas escuelas y filósofos, desde los
pitagóricos hasta los eclécticos como Empédocles, y llevado
también, en ocasiones, a concepciones antagónicas de la
realidad, como las de Parménides de Elea y Heráclito de Éfeso.
En este sentido, el atomismo de Demócrito representa un nuevo
intento de resolver el problema del arjé, intento verificado casi al
mismo tiempo en que, con Sócrates, la filosofía griega
experimentaba una reorientación hacia el ser humano como
centro de sus reflexiones, iniciando el periodo antropológico.

Biografía
Demócrito fue tan famoso en su época como lo serían otros
filósofos de la importancia de Platón o de Aristóteles y debió de
ser uno de los autores más prolíficos de la Antigüedad. Diógenes
Laercio le atribuyó multitud de libros, y Cicerón alabó su estilo.
Desgraciadamente, todas sus obras se han perdido; solamente
nos han llegado fragmentos de algunas de ellas, en su mayoría
de las dedicadas a la ética, pese a que se le atribuyeron diversos
tratados de física, matemáticas, música y cuestiones técnicas.

Demócrito era algo más joven que su famoso


conciudadano Protágoras, con el que solía conversar, y falleció
según fuentes autorizadas hacia los cien años de edad. Realizó al
parecer largos viajes de estudio por Egipto y Asia; sin embargo,
nada sabemos con certeza de ello, ni tampoco en cuanto a sus
relaciones con los seguidores de Pitágoras, con el ambiente
ateniense y con el célebre médico Hipócrates, puesto que las
fuentes antiguas sólo nos han transmitido acerca de Demócrito
las acostumbradas fantasías. La tradición lo retrata, en oposición
a Heráclito, como el filósofo que se ríe de las locuras humanas, lo
cual acaso se deba a la serenidad y facilidad de adaptación
manifestadas por Demócrito en su ética.

En ocasiones se ha señalado a Demócrito como el fundador del


atomismo, negando incluso la existencia de su verdadero
creador, Leucipo. En realidad, Demócrito desarrolló la doctrina
atomista de su maestro Leucipo, quien había formulado ya sus
principios fundamentales, e incluso es probable que, en tal
desarrollo, existiese una colaboración intelectual entre ambos.

El atomismo de Demócrito
Según la doctrina atomista, el universo está constituido por
innumerables corpúsculos o átomos de magnitud imperceptible y
sustancialmente idénticos, indivisibles («átomo» significa, en
griego, inseparable), ingenerados, eternos e indestructibles, que
se encuentran en movimiento en el vacío infinito y difieren entre
sí únicamente en cuanto a sus dimensiones, su forma y su
posición. A diferencia, pues, de las homeomerías de Anaxágoras,
todos los átomos son cualitativamente idénticos. La inmutabilidad
de los átomos se explica por su solidez interior, sin vacío alguno,
ya que todo proceso de separación se entiende producido por la
posibilidad de penetrar, como con un cuchillo, en los espacios
vacíos de un cuerpo; cualquier cosa sería infinitamente dura sin
el vacío, el cual es condición de posibilidad del movimiento de las
cosas existentes.

Para Demócrito, todo cuanto hay en la naturaleza es combinación


de átomos y vacío: los átomos se mueven de una forma natural
e inherente a ellos y, en su movimiento, chocan entre sí y se
combinan cuando sus formas y demás características lo permiten;
las disposiciones que los átomos adoptan y los cambios que
experimentan están regidos por un orden causal necesario.

En el universo, las colisiones entre átomos dan lugar a la


formación de torbellinos a partir de los que se generan los
diferentes mundos, entre los cuales algunos se encuentran en
proceso de formación, mientras que otros están en vías de
desaparecer. Los seres vivos se desarrollan a partir del cieno
primitivo por la acción del calor, relacionado con la vida como
también lo está el fuego; de hecho, los átomos del fuego y los del
alma son de naturaleza similar, más pequeños y redondeados que
los demás. La ética de Demócrito se basa en el equilibrio interno,
conseguido mediante el control de las pasiones por el saber y la
prudencia, sin el recurso a ninguna idea de justicia o de
naturaleza que se sustraiga a la interacción de los átomos en el
vacío. Según Demócrito, la aspiración natural de todo individuo
no es tanto el placer como la tranquilidad de espíritu (eutimia);
el placer debe elegirse y el dolor, evitarse, pero en la correcta
discriminación de los placeres radica la verdadera felicidad.
Leucipo
(También llamado Leucipo de Mileto; Mileto o Abdera, siglo V
a.C.) Filósofo griego, fundador de la doctrina atomista. De la
biografía de Leucipo se conoce verdaderamente muy poco. No se
sabe con exactitud el lugar de su nacimiento: pudo ser Mileto o
Abdera, y también Elea. Apenas se poseen noticias respecto de
su vida, y hubo quien llegó incluso a negar su existencia
fundándose en la frase de Epicuro «nunca ha existido un Leucipo
filósofo», que en realidad es sólo un juicio desfavorable sobre su
valor como tal; sin embargo, bastan los repetidos testimonios de
Aristóteles para descartar la duda.

Leucipo de Mileto

Durante su juventud, Leucipo debió de seguir las tendencias de


la escuela eleática; se dice que fue discípulo de Zenón de Elea,
quien ilustró la doctrina de la inmovilidad del ser de su maestro
Parménides con unas célebres paradojas (como la de Aquiles y la
tortuga) destinadas a probar la imposibilidad del movimiento. De
la lógica de la escuela eleática admitió únicamente lo que podía
confirmarse con la experiencia; valiéndose, además, de
elementos procedentes de la escuela de Pitágoras, llegó a
concepciones contrapuestas a las de Parménides, pues afirmó la
existencia del vacío y del movimiento y limitó la inmutabilidad del
ser de Parménides a los átomos.

En las fuentes antiguas, las teorías de Leucipo de Mileto no


resultan distintas de las de su discípulo Demócrito, lo cual induce
a pensar que, por lo menos en parte, debieron ser fruto de una
colaboración intelectual entre ambos; ello explicaría también por
qué las obras de los dos filósofos circularon, ya desde el principio,
en un conjunto único, circunstancia que llevó posteriormente a la
atribución a Demócrito de los dos textos de Leucipo, la Gran
cosmología y el libro Sobre el intelecto, probablemente acerca de
psicología y gnoseología. Ambas obras se han perdido.

El atomismo
Como doctrina, el atomismo se desarrolló ya al final del periodo
cosmológico de la filosofía griega, antes de que la figura central
de Sócrates (contemporáneo de Demócrito) abordase como
centro de reflexión al ser humano, iniciando el periodo
antropológico. De hecho, el atomismo representa la última
tentativa de dar respuesta al problema del arjé, así como a la
antinomia creada por Parménides y Heráclito en sus opuestas
concepciones de la realidad (el ser inmutable de Parménides
frente al «todo fluye» de Heráclito).

Desde la escuela de Mileto (Tales, Anaximandro, Anaxímenes), es


decir, desde sus mismos orígenes, la filosofía griega había
supuesto la existencia de un principio constitutivo y originario
(el arjé o arché) común a la pluralidad de los seres que forman la
naturaleza. Prácticamente todas las escuelas y filósofos de este
primer periodo se ocuparon de esta cuestión: la escuela
pitagórica, los filósofos de Elea (Jenófanes, Parménides, Zenón),
la escuela jónica de Éfeso (Heráclito) y los eclécticos y pluralistas
como Empédocles y Anaxágoras.

Los atomistas vieron tal principio en el átomo: el universo está


constituido por un inabarcable número de partículas, los átomos,
no perceptibles por su exigua magnitud. Los átomos son
indestructibles e indivisibles (tal es el significado etimológico de
«átomo»), ingenerados y eternos, y cualitativamente idénticos,
pero no cuantitativamente; existen átomos de distintas formas y
tamaños. La pluralidad de los seres de la naturaleza es el
resultado de combinar átomos de distinta forma y tamaño en
distinto número y orden.

Según Aristóteles y Diógenes Laercio, Leucipo formuló las


primeras doctrinas atomistas, que serían desarrolladas por su
discípulo Demócrito, y, posteriormente, reelaboradas
por Epicuro y por seguidores del epicureísmo como Lucrecio. De
seguir los testimonios de Aristóteles y Diógenes Laercio, la
filosofía de Leucipo contendría ya todas las ideas fundamentales
que configuran el atomismo: la consideración del ser (es decir, de
la totalidad de lo existente) como múltiple, material y compuesto
de partículas indivisibles, los átomos; la afirmación, en oposición
a Parménides, de la existencia del no-ser o vacío, y del
movimiento de los átomos en el vacío; la concepción determinista
y mecanicista de la realidad («Ninguna cosa ocurre porque sí, sino
que todas suceden según ley y por necesidad»); y la formación
de los mundos mediante un movimiento de los átomos en forma
de torbellino, por el cual los más pesados se separan de los más
ligeros y se reúnen en el centro formando la Tierra.

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