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Delito de enriquecimiento ilícito

Uno de los problemas principales que padece actualmente nuestro país, junto con
la inseguridad pública, la violencia, el narcotráfico y la falta de seguridad jurídica, es
sin duda la corrupción –que es también en buena medida causa de aquellos
Ante las alarmantes cifras de mexicanos que viven en condiciones infrahumanas –
nos hablan de cuarenta millones de pobres, ocho de ellos en la extrema miseria–
ofenden con razón las noticias de fortunas formadas por infieles servidores públicos,
quienes valiéndose del cargo en el que han sido colocados para servir al País, a
alguna Entidad Federativa o a un Municipio, traicionan la promesa de honestidad y
rectitud hecha por ellos al protestar el desempeño del cargo correspondiente.
Las medidas que el legislador impuso a través de diversas leyes buscan frenar y
combatir estas prácticas viciosas. El servidor público como tal está sujeto a una
responsabilidad tetravalente por su actuación: civil, administrativa, política –en
ciertos casos– y penal. Sin duda es esta última responsabilidad la más enérgica,
pues las consecuencias negativas para el vulnerador de la norma pueden implicar
incluso privación de la libertad. Estos supuestos en los que el servidor público
incurre en responsabilidad penal se encuentran en el reformado Código Penal
Federal –antes Código Penal para el Distrito Federal en materia del Fuero Común,
y para toda la República en materia del Fuero Federal–, precisamente dentro del
artículo 224, Capítulo XIII Enriquecimiento Ilícito, del Título Décimo Delitos
cometidos por servidores públicos, en el Libro Segundo. Aquí se encuentra
precisamente el delito que analizaremos dogmáticamente: el enriquecimiento ilícito.
El problema o Conforme hemos adelantado, parece una definitiva y "triste realidad",
el mantener sistemáticamente funcionarios y servidores públicos que asumen el
servicio público con la finalidad de procurarse provechos y enriquecerse, a toda
costa. Para muestra las tres últimas décadas, donde presidentes de la República,
ministros, magistrados, asesores, alcaldes, presidentes regionales y demás
autoridades públicas, expoliaron y dilapidaron los recursos estatales en su
provecho; asimismo, valiéndose de sus cargos, no fueron ajenos a exigir o recibir
donativos y dádivas.

ASPECTO SOCIAL Y CULTURAL DEL DELITO DE ENRIQUECIMIENTO ILÍCITO.


La corrupción es una triste realidad en nuestra sociedad. Se halla presente además
–en distinta medida– en todos los países del mundo. Se da, en términos generales,
en cualquier grupo de interacción humana. Con frecuencia identificamos este
problema con un fenómeno de gobiernos, pero es un hecho que la corrupción se
presenta tanto entre particulares, como entre éstos y el gobierno, y también a nivel
intergubernamental. Pero sea cual fuere la especie de corrupción presente, contiene
comunes denominadores, como lo pueden ser el relajamiento axiológico de sus
participantes, así como también la esperanza de conseguir una ventaja fácil –o
eliminar una desventaja presente En este trabajo se analiza un delito que es
producto de esta corrupción. Entonces, para los efectos del análisis dogmático
propuesto importa esa corrupción desde el gobierno; aquella vista desde el lado de
un actor que tiene una especial ubicación en la sociedad: el servidor público.

EL SERVIDOR PÚBLICO COMO SUJETO ACTIVO DEL DELITO DE


ENRIQUECIMIENTO ILÍCITO
El delito de enriquecimiento ilícito –en principio– sólo puede ser cometido por un
servidor público. Aquí es necesario detenerse para definir qué es el servidor público
y cuáles las distintas responsabilidades a las que está sujeto.
En palabras del Maestro Acosta Romero, el servidor público es “aquel ciudadano
investido de un cargo, empleo o función pública, ligado por un vínculo de régimen
jurídico, por tanto al cuadro de personal del poder público. Tal vinculación puede
ser directa (servidor de la Administración Pública Centralizada) o indirecta
(Trabajador de la Administración Pública.
El Maestro Gabino Fraga, citando a Bielsa, considera que de existir una diferencia
entre el concepto de funcionario o servidor y empleado este sería por cuanto a que
“el primero supone un encargo especial transmitido en principio por la ley, que crea
una relación externa que da al titular un carácter representativo, mientras que el
segundo sólo supone una vinculación interna que hace que su titular sólo concurra
a la formación de la función pública[...]estimamos que de hecho sí pueden separarse
los servidores públicos que tienen ese carácter representativo de todos los que son
simplemente auxiliares de ellos” . Para los efectos de nuestro estudio nos
referiremos al servidor público, en los términos que más adelante se definirán por
los distintos ordenamientos legales que se invoquen

Problemática
El mayor problema que enfrenta la aplicación del tipo penal en cuestión, se debe
por un lado, a los complejos acondiciónenos. Procesales que inexplicablemente se
han establecida en nuestro Ordenamiento Jurídico, y por otro, a la poca claridad
dogmática o teórica existente sobre el particular, lo que obviamente ha impedido
que la dogmática penal, aporte elementos instrumentales u operativos de utilidad
para los Jueces y Fiscales.
Elementos subjetivos del tipo
En este punto no hay mayor discusión, pues es eminentemente doloso. Hay que
tener el pleno conocimiento y voluntad del enriquecimiento ilícito en cualquiera de
sus modalidades
Bien jurídico protegido
Nakasaki precisa que en cuanto al bien jurídico, este autor se inclina en el correcto
funcionamiento de la administración pública, además de indicar en una forma no
usual que como micro bien jurídico u objeto específico de tutela penal es el deber
de honradez del funcionario público.

Sujetos del delito


Sujeto activo
El agente activo del delito es el funcionario o servidor público que actúe poseyendo
competencia en razón de la función o del cargo.
El delito de enriquecimiento ilícito -en principio- sólo puede ser cometido por un
servidor público. Aquí es necesario detenerse para definir qué es el servidor público
y cuáles las distintas responsabilidades a las que está sujeto.
Sujeto pasivo
Por la naturaleza del delito el agente pasivo del delito es El Estado.

Consumación
Para la consumación no solo es el enriquecimiento del funcionario o servidor
público, sino también la no justificación. Nos parece inadecuado que ante el
vencimiento del plazo para justificar el incremento patrimonial, sea suficiente para
que este delito se haya consumado; lo que en todo caso el vencimiento del plazo
solo nos dará un indicio pero no puede suplir la consumación del delito. Por otro
lado no es posible la tentativa, pues si aún no hay enriquecimiento, tampoco habrá
algo que justificar.

Tentativa
La tentativa supone que existen actos fragmentarios que por sí mismos no son
suficientes para acreditar la existencia material y subjetiva del delito de
enriquecimiento. Es admisible que se presenten actos de tentativa en la medida de
incrementos fronterizos con los incrementos significativos, que rebase las
estadísticas de error, lo cual supone, como correctamente indica Castillo Alva, la
posibilidad de que se presente la figura del desistimiento voluntario a enriquecerse.
Penalidad
En el primer párrafo dispone que será reprimido con pena privativa de libertad no
menor de cinco ni mayor de diez años e inhabilitación conforme a los incisos 1y 2
del artículo 36° del Código Penal. En el segundo párrafo a pena será no menor de
ocho ni mayor de dieciocho años e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del
artículo 36° del Código Penal.
CONCEPTO NORMATIVO Y EXPLICACION DOCTRINARIA
La carga de la prueba es la obligación que tiene el acusador o demandante de
probar sus afirmaciones en una demanda o en una denuncia, sea oral o escrita.
Quien es denunciado no tiene nada que probar; lógicamente es un absurdo que
quien es denunciado o demandado tenga que probar no haber cometido un delito.
El que acusa y no prueba acredita mala intención configurándose el delito de
calumnia; es un ilícito que irroga responsabilidad civil.
Es una noción procesal que contiene la regla de juicio, por medio de la cual se indica
al Juez cómo debe fallar cuando no encuentre en el proceso pruebas que le den
certeza sobre los hechos que deben fundamentar su decisión e indirectamente
establece a cuál de las partes le interesa la prueba de tales hechos.
En consecuencia, la carga de la prueba le corresponde a quien afirme algo sobre lo
cual el Juez debe decidir, y si no proporciona la correspondiente a quien afirme algo
sobre lo cual el Juez debe decidir, y si no proporciona la correspondiente prueba de
lo que ha afirmado no se le asignará consecuencias jurídicas a tal afirmación, en
este sentido, opera la carga de la prueba (la soporta o quien afirma algo). Sin
embargo, en determinados casos por la naturaleza de los hechos o del objeto de
prueba, se libera al que afirma el hecho dentro del proceso, de la obligación de
probar, o lo que es lo mismo, se le levanta la carga de la prueba; y por lo tanto,
corresponderá a la otra parte procesal, desvirtuar el mérito de la afirmación de la
primera, y de no hacerlo, deberá asumir la consecuencia de la falta de prueba.

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