Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Hay dos razones que pueden explicar el extraño evento que apuntaré a
continuación. La primera ya la he olvidado. Y la segunda, de menor importancia, estriba
en desconfiar de la palabra de Pedro Savoy. Pedro me contó la historia mientras
compartíamos una mesa en el ya rutinario café de Lamadrid y Suipacha. Más que
alguna que otra observación de mi parte, reproduzco lo más fiel que me permite la
memoria (es decir, poco) la conversación que tuvimos. Juzgue el lector:
<< Sentados, frente a una cerveza yo, frente a un café Pedro, guardábamos un
silencio preliminar (quizás para ahuyentar al mozo). Savoy principiando, dijo con
desgano:
- ¿conocés a María, no?
- ¿María? ¿la escritora? ¿la misma del ensayo sobre las escobas?
- Esa misma. Me narró una historia que no carece de encanto. Ayer la visité, está
en un hospital.
Explicó que María había tenido un accidente doméstico que valía la pena contar
pero a su tiempo; que ya estaba mejor y pronto volvería a su casa.
- En fin, te cuento lo que yo sé y lo que me contó ella. A María dos cosas la
atormentan, a saber, la concepción de ideas y un persistente dolor en el balero.
Menciono estas dos, que quizás son dos rostros de una misma cosa, porque son
de importancia en la historia y no porque sean las únicas.
Yo había dejado escapar un comentario sobre la suerte de algunos que andan por la
vida con tan sólo dos tormentos. Me di cuenta de lo estúpido del comentario casi al
tiempo que lo decía. La velocidad de la lengua no oculta la precariedad del
pensamiento.
- Recordarás que el ensayo sobre las escobas, si bien es excelente, tuvo un retraso
de varias semanas; al punto de casi quedar fuera de la edición. De no ser
excelente el resultado posiblemente… bueno ya sabés como funciona. Ahora lo
que interesa es que los dolores de cabeza operaron detrás del retraso. María
desde luego (yo opino lo mismo con otros matices) cree que tienen estrecha
relación con la escasez de ideas o su dificultad para parirlas (si se me permite el
término socrático, más acorde a la opinión de ella). Ahora bien, ¿qué tipo de
relación? Una de causalidad, prima facie. A mí a veces me dan migrañas y me
quedo me dio ciego y si soy estólido en condiciones neutras, con dolor ya pierdo
todo pudor. En fin, vos dirías (y yo acompañándote) que la escasez de ideas es
consecuencia de tener descompuesto el balero ¿o me confundo?
- Sí, a veces me duele y no me concentro.
A Savoy le gusta que el interlocutor participe de la narración. Cree, me dijo, que así
haría un buen cuentista y de paso se tantea al otro para ver si está prestando atención.
Para mí lo hace de puro ególatra.
- A eso me refería, es lo más sensato. María cuestiona esta dirección causal. Está
convencida de otra cosa. El dolor es algo consecuente. Pero no cree que lo sea
de la escasez de ideas. Cree que las ideas están pero no logra darlas a luz. De
todas formas, me estoy adelantando. Quería empezar por el final y luego relatar
el camino hacia éste pero ahora me rehúso a hacerlo. Hay dos incidentes que me
gustaría contarte antes.
Esto no lo haría un buen cuentista, plaga la confusión y hace difícil seguir el orden
cronológico de los hechos. Se lo dije a Pedro y respondió que él no era un buen
cuentista y que de su boca sólo oiría la verdad y que para ello necesitaba tomarse todas
las libertades e inclusive la de mentir (de que otra forma si no, diría verdades con la
palabra).
- Recordás el pasaje de Montaigne que cita en el ensayo sobre las escobas: “…es
tomar muy en serio…
- es tomar muy en serio las propias conjeturas el tostar vivo a alguien en virtud
de ellas.”.
- Sí, exactamente ese. Bueno, cuando María estaba escribiendo su trabajo pasó por
mi casa para pedirme el tercer tomo de Montaigne. Me contó que un viejo algo
desgarbado, si bien limpio, la siguió unas cuadras por Chiclana. Yo conocía al
viejo, todo el barrio debe de conocerlo; pero María no. Su nombre no importa,
ha sido enterrado por el ganado apodo El Oscuro de Chiclana. Para algunos se
ha ganado la fama de loco, para otros de sabio. Nunca son claros los límites. Yo
crucé palabra con él unas dos veces y no me gustó ni como sabio, ni como loco.
Es inofensivo y le gusta mucho no hacerse entender; pero puede ser agudo de
una frase en cuando. Si te digo esto es porque importa y no para hablarte de mí.
Lo primero que le dije a María es que el viejo era peligroso, un epicúreo que
había renunciado a toda moral. Me dijo que congeniaríamos y no me creyó. No
le di importancia, ella se fue con el tomo de Montaigne y quedó en
devolvérmelo en la semana. Che, ¿sabés si hoy tienen buenas medialunas?
- No sé, hoy no pedí.
- Bueno. Cuando volvía a ver el tomo de Montaigne, María mencionó que el
Oscuro de Chiclana la había frenado y hablaron un rato. Y aquí comienza lo
encantador. El viejo sin conocerla había acertado con sus dolores de cabeza.
Bastó esta suerte para que ella lo escuchara con atención. "No sólo Dios conoce
lo horrores que el ojo humano ignora.” dijo el viejo y le extendió un pequeño
espejo de mano. María casi lo suelta cuando se vio en el reflejo. Quién sabe qué
truco barato usó, pero María pudo ver cómo en el reflejo su cara parecía
hinchada y unos bulbos poblaban su cabeza; como si algo desde dentro buscara
salir. En seguida al llevarse la mano a la cara comprobó la falsía; lisa a la mano
y deforme en el reflejo. El viejo no reía, permanecía serio. “El hacha de Vulcano
aliviará tu pena.” dijo mientras tomaba su espejo y se alejaba. El embeleco había
dejado atónita a María, me lo contó con voz entrecortada y mis chistes fueron
repudiados como si profanaran una sagrada experiencia. Me pidió que la
acompañara hasta el espejo del baño; todo estaba normal. Dijo que no se sentía
muy bien (le dolía horrores la cabeza), pero se negó a que la acompañara hasta la
casa. ¿vos qué opinás?
- Todo lo que el ojo no vea directamente es fácil ponerlo en duda, y de igual modo
es fácil poner en duda todo lo que vea directamente.
- Sí, tenés razón. Sin embargo, hasta aquí no llega la historia. Hasta ayer no supe
el final, me lo escuché de María en el hospital. Al irse de mi casa, buscó al viejo
para pedirle las explicaciones que el asombro le había robado. No tardó en
hallarlo, el Oscuro anda siempre por Chiclana y sólo muy tarde parece entrar a
su casa. María preguntó por qué le había mostrado a ella el espejo. “A los
hombres se les escapa cuanto hacen despiertos, al igual que olvidan cuanto
hacen dormidos.” dijo y sacó otra vez el espejo esta vez se lo dirigió hacia él
mismo y dijo “Son los ojos testigos más exactos que los oídos.”. Pudo ver María
el reflejo del viejo. Era espantoso; como si sobre su cabeza una gárgola o un
horrible diablo se hubiera posado clavando muy profundas sus garras. Sobre
esto y otros horrores más insistió María, yo me abstengo de agregados literarios.
Esta vez huyó del viejo. Sentía el dolor de cabeza más insidioso que nunca y no
paraba de recordar los viles trucos de ilusión que el viejo le había jugado.
Después tuvo lugar el accidente doméstico.
En este punto Pedro Savoy se quedó mirando su taza de café. Se sonrió como si
hubiera recordado o recién entendido una cosa.
- ¿vos vas a querer algo más? Yo vengo deseando unas medialunas y el café está
medio frío.
- En cinco minutos entro a laburar. Terminá la historia o pedí las medialunas.
Usé un tono de desdén. Quería fingir que la historia no me entusiasmaba. Y creo
que fue la mejor estrategia para poder oír su final.
- Uh, perdón. Te resumo lo que pasó. Los días que siguieron al encuentro, María
sufrió lo que describió como sus más agudas cefaleas. Si me preguntas, fue todo
por sugestión. Parece que entre el jueves y el viernes empeoró. Las pocas horas
que lograba dormir estaban plagadas por sueños horribles y recordaba las
palabras del viejo; sobretodo “El hacha de Vulcano aliviará tus penas”. Posesa
de excitación el viernes se serruchó la cabeza con un tramontina. Dios quiso que
se desmayara y el corto sea apenas superficial. La encontró una amiga ese
mismo día y la llevaron de emergencias. Yo me enteré recién esta semana y
entonces fui ayer a verla. Me dijo que ya no le duele más la cabeza. >>