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COSAS PARA METER EN TESIS

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Schmitt considera que, en la esencia de la política, las diferencias están dadas por una
antinomia, amigo-enemigo. “El sentido de la distinción amigo-enemigo es marcar el grado
máximo de intensidad de una unión o separación, de una asociación o disociación” (PAG 57).
Esto significa que no es necesariamente bueno o malo, simplemente es en esencia distinto,
pero que para ambos, resulta una relación de complementariedad. Este reconocimiento del
otro como antagónico, permite la construcción de la identidad política en los partidos.

El criterio amigo-enemigo, planteado por Schmitt como una expresión de la necesidad de


diferenciación, conlleva un sentido de afirmación de sí mismo (nosotros), frente al otro (ellos).
Así pues, es posible observar el contenido positivo de la relación amigo-enemigo como
conciencia de la igualdad y de la otredad, la cual se define marcando al grupo entre los que se
distinguen de los otros con base en ciertos referentes. La diferencia nosotros-ellos establece
un principio de oposición y complementariedad. La percepción que un grupo desarrolla de sí
mismo en relación con los otros es un elemento que al mismo tiempo que lo cohesiona, lo
distingue. La posibilidad de reconocer al enemigo implica la identificación de un proyecto
político que genera un sentimiento de pertenencia. Pero, ni la identificación con/del enemigo,
ni el sentimiento de pertenencia, ni la misma posibilidad de la guerra que le dan vida a la
relación amigo-enemigo son inmutables. Antes bien, se encuentran sometidos a variaciones
continuas, es decir, no están definidos de una vez y para siempre.

Schmitt argumenta que la esencia de lo político no puede ser reducida a la enemistad pura y
simple, sino a la posibilidad de distinguir entre el amigo y el enemigo. El enemigo no puede
pensarse en términos de cualquier competidor o adversario, como lo planteaba el liberalismo,
ni tampoco como el adversario privado (inimicus). La oposición o antagonismo de la relación
amigo-enemigo se establece si y sólo si el enemigo es considerado público. "Enemigo es sólo
un conjunto de hombres que siquiera eventualmente, de acuerdo con una posibilidad real se
opone combativamente a otro conjunto análogo. Sólo es enemigo el enemigo público, pues
todo cuanto hace referencia a un conjunto tal de personas, o en términos más precisos a un
pueblo entero, adquiere eo ipso carácter público"18.

El concepto, populismo, ha designado una serie de fenómenos diversos y se la aplica para


determinar diferentes elementos y procesos sociales y políticos. Así puede comenzarse a hablar
del populismo ruso, el populismo norteamericano en los siglos XIX y XX, pero en el que me
centraré, será el peronismo, una de las figuras más controversiales y analizadas de la historia
Argentina.

El peronismo se enmarca en la llamada, oleada de populismos clásicos. Se trató de movimientos


que emergieron entre los años treinta y cincuenta a lo largo del siglo XX, entre ellos, Juan D.
Perón en Argentina, Lázaro Cárdenas en México, Getulio Vargas en Brasil, Velazco Ibarra en
Ecuador. En el caso de Perón, se suele explicar su emergencia como el resultado de un proceso
de cambios sociales en el marco de un proceso de sustitución de importaciones, migraciones del
campo a la ciudad y transición de la sociedad tradicional a una sociedad moderna. Una de las
características esenciales para poder comprender este fenómeno, es que, durante este período,
se produjo la incorporación de sectores sociales hasta entonces excluidos, el desarrollo de
políticas sociales y, en general, un Estado intervencionista en materia económica. El discurso de
este populismo clásico tuvo como ejes el Estado, la Nación, el pueblo y el líder, al quien se debía
total lealtad. Luchó contra la oligarquía, pero también lo hizo en el exterior, con una tercera
posición, anti imperialista y anti comunista. En la Argentina este populismo logró un cambio tan
profundo a nivel social, político y económico, que sigue dando que hablar, luego de haber
pasado casi 73 años de aquellos “pies en la fuente”, que nos marcarían hasta nuestros días.

La división del campo político entre pueblo y antipueblo conformado este último por la
oligarquía y los poderes internacionales forman parte del núcleo del discurso. El pueblo se
identifica con la mayoría y hace ancla en la “cultura popular” que se pretende configurar y darle
especial entidad. La mayoría –según el populismo– se encuentra legitimada para hacer lo que
decida pues es “el pueblo”, esencia misma de la Nación y de la patria. La figura del líder es
necesaria como núcleo de identificación de los distintos sectores y de sus demandas que se
unifican en su figura. Cuando el populismo llega al poder, ese liderazgo se cristaliza en el
Ejecutivo y la práctica política se despliega en una lógica que difiere de los principios de la
democracia liberal-republicana.

(http://www.lavoz.com.ar/numero-cero/debate-polarizacion-o-la-politica-
de-la-grieta)

Mucho se habla por estos días de una supuesta estrategia del gobierno de Mauricio Macri
tendiente a "polarizar" con el kirchnerismo, con la mirada puesta en las elecciones de este año.

La idea del oficialismo, se cree, es sacar así el máximo provecho al rechazo que en una
significativa porción de la sociedad provoca el recuerdo de las prácticas políticas del período
2003-2015. En el lenguaje coloquial argentino, eso se traduce como la profundización de la
famosa "grieta".

El empleo del término "polarización" tiene distintos alcances en el mundo de la política. Así lo
entiende, por ejemplo, el politólogo argentino Eugenio Kvaternik, que a partir de obras clásicas
de la ciencia política distingue en torno a esa palabra tres fenómenos analíticamente diferentes,
aunque con cierto aire de familia.

Una de las situaciones identificadas por Kvaternik a la hora de hablar de polarización es el déficit
de legitimidad caracterizado por una distribución multipolar de preferencias electorales,
presencia de oposiciones bilaterales con fuerzas antisistema y erosión del centro, según el
modelo de Giovanni Sartori (Partidos y sistemas de partidos, 1976). Otro caso, teorizado por el
politólogo norteamericano Robert Dahl (Oposiciones políticas en las democracias occidentales,
1966) es el dualismo de opiniones de sectores recíprocamente hostiles, que deriva en conflictos
de alta tensión o intensidad.

Un tercer fenómeno emparentado por Kvaternik con el concepto de polarización política es la


radicalización. Esta es una situación extrema en el que se desbordan los cauces institucionales y
se llevan a la práctica procedimientos como las movilizaciones confrontativas o la violencia.

Dualidades
El caso argentino se ajusta en mayor medida al marco conceptual desarrollado por Dahl, toda
vez que pujas intensas como las dirimidas entre peronismo y antiperonismo o kirchnerismo y
antikirchnerismo representan un tipo de dualidad hostil que no contiene componentes
antisistema.

La historia contemporánea y la estricta actualidad política, sin embargo, demuestran que la


profundidad de la escisión entre las partes puede derivar en radicalización, con los riesgos para
la estabilidad institucional que eso implica.

En ese tipo de polarización no se plantea –al menos en forma explícita– el rechazo a la idea de
democracia como único sistema político posible para Argentina. Un ejercicio interesante,
entonces, es tratar de comprender el origen de tan exacerbada división nacional (los politólogos
Seymour Lipset y Stein Rokkan popularizaron el término "clivaje" para definir distintos tipos de
escisiones dentro de las sociedades).

Mucha tinta pasó bajo el puente de la literatura política desde que el historiador José Luis
Romero publicó por primera vez Las ideas políticas en Argentina. No obstante, ese clásico de la
historiografía nacional es un valioso prisma para analizar la tensión política de estos días dentro
del sistema democrático vernáculo, asemejado a un mar donde se dividen aguas irreconciliables.

A mediados de la década de 1950, cuando el profundo clivaje peronismo-antiperonismo


atravesaba su momento más crítico, Romero encontró las raíces del encono nacional en dos
formas claramente diferenciadas de entender la democracia, que definió como "doctrinaria
liberal" e "inorgánica".

La primera nació de la minoría ilustrada porteña de comienzos del siglo XIX y es la base de los
principios republicanos de la Constitución de 1853, mientras la segunda no muestra un cuerpo
doctrinario definido y es más cercana al sentimiento y las necesidades de ciertos sectores
populares.

En esa noción de democracia inorgánica, es clave la figura del líder paternalista con raptos
autoritarios, en un universo político donde los caudillos provinciales administran con
discrecionalidad los asuntos públicos pero sin rebelarse contra el poder central, que los maneja
a fuerza de premios y castigos traducidos en recursos económicos. Hasta aquí, parece la
descripción del país vivido en los últimos 30 años, pero hay que recordar que Romero teorizó
ese clivaje en 1956 y mirando al pasado.

Izquierda-derecha

Una forma predilecta de interpretar la polarización en la política argentina de estos tiempos es


a partir del clivaje derecha-izquierda, considerada en los textos de Sartori como "una brújula,
una identificación que nos ancla a algo". En La democracia en 30 lecciones (2008), el politólogo
italiano identifica el deber ser de la izquierda "como la política que apela a la ética y rechaza la
injusticia", en contraposición a la derecha que "es egoísmo, o la atención del bien propio".

Sin embargo, Sartori deja claro en esa obra que la fortaleza de la izquierda es su debilidad,
mientras la debilidad de la derecha es una ventaja: "Por su naturaleza, la derecha no está
expuesta a la quiebra moral, mientras las credenciales éticas de la izquierda son su talón de
Aquiles, porque al ser propensa a corromperse en el poder muestra que es moralmente
hipócrita en sus vértices", dice.
En el mismo libro, el intelectual políticamente incorrecto lamenta que la izquierda haya perdido
el anclaje marxista, porque "contra el marxismo se podía discutir, contra la nada o la hipocresía
se discute malamente".

(KVATERNIK) -

Teoría y Método: Una Visión Comparada de la Polarización Argentina.Eugenio


Kvaternik

Sartori define la polarización como el máximo de distancia posible que puede existir entre los
rivales políticos. (PAG 2) En su análisis la polarización es un indicador, una clave de que un
régimen democrático adolece de baja legitimidad o de ausencia de consenso básico.

Sartori sostiene que en un sistema polarizado ideológicamente, los extremos son literalmente
polos aparte, lejanos e inconmensurables entre si

Este autor nos dice que podemos entender la cultura como un universo compuesto de
dicotomías La dicotomía entre lo bello y lo feo nos remite al campo de la estética, o la dicotomía
entre lo malo y lo bueno constituye el ámbito de la ética y así sucesivamente. Siguiendo este
razonamiento, el pensador alemán sostiene que la política se estructura a través de la distinción y
la dialéctica entre el amigo y el enemigo. Pero en contraste con lo que sucede con los otros
ámbitos para Schmitt la política no es un campo más como los restantes, delimitado por su
dialéctica propia. La política no constituye o inaugura un campo análogo y de jerarquía similar a
los restantes. La política no es un ámbito más como los mencionados sino una intensidad que
puede llegar a cubrir y extenderse a todas las esferas y ámbitos de la vida social: religioso,
socioeconómico, étnico. La diferencia entre "el amigo y el enemigo señala el máximo grado de
intensidad de un vínculo o una separación, de una asociación o de una disociación (Schmitt,
1987:27). De modo tal que "el contraste político es el mas intenso y extremo, y cualquier antinomia
es tanto mas política, cuando más se acerca al punto extremo del agrupamiento amigo- enemigo“.
(PAG 9).

No es cierto como quiere Schmitt que el contrincante es siempre un enemigo, y nunca


puede ser un competidor o un adversario1, pero tampoco como quiere Sartori el
adversario es casi siempre un competidor –que se acerca o se aleja electoralmente- y
nunca un enemigo. Si la polarización en Sartori, al igual que la política tout court en
Schmitt, puede involucrar a casi cualquier ámbito, ideológico, religioso, o étnico todo
esto indica que Sartori se detiene nuevamente y no se atreve a cruzar el umbral que
separa la distancia de la intensidad. (PAG 11)
El otro fenómeno de crisis es lo que denominamos democracias confrontativas y cuyos ejemplos
son la Venezuela de Chávez, la Bolivia de Evo Morales y en parte la Argentina de los Kirchner.
Este es un fenómeno que da lugar a una nueva forma de polarización diferente a la polarización
ideológica de Sartori y que desafía y trasciende su distinción entre democracias moderadas,
donde la resolución de los conflictos se arbitra a través de la regla de mayoría y las democracias
polarizadas. La mecánica o dialéctica de estos fenómenos da lugar, a una lógica dualista, con

1
B. P. Pág. 29. Eso es lo que Sartori quiere significar cuando dice que Schmitt no reduce la
intensidad en la política doméstica, si bien lo hace en las relaciones entre estados.
fuertes sentimientos de hostilidad entre partidarios y adversarios de Chaves y Evo Morales,
respectivamente, una retórica de amigo-enemigo, pero sin recurrir a la violencia. Es decir, más
cercanas a la polarización de Dahl. (PAG 25)

SERRAFERO, PAG 40

Recurrentemente se afirma que siempre existe tensión entre democracia y populismo (Gratius,
2008), o bien relaciones ambiguas entre ambos (De la Torre, 2009) o fisuras (Panizza, 2008). En
realidad, la relación entre populismo y democracia, no es tan ambigua ni contradictoria como
se señala habitualmente, si se aclara el tipo de democracia del cual se habla. En relación con la
democracia liberal-republicana ninguna duda cabe que el populismo se distancia de aquella y se
propone como un modelo distinto y superior. La distancia será menor frente a un populismo
moderado y mayor frente a un populismo radical. La propia dinámica populista implica
despegarse de la institucionalidad liberal-republicana y fundar –o intentar fundar– otro tipo de
régimen institucional. (PAG 40)

Se expresa que el populismo presenta una mezcla de elementos autoritarios y democráticos. La


idea del autoritarismo está presente en la explicación de Germani (2003) sobre la naturaleza de
los movimientos nacional-populares. Según este autor, el populismo es una de las posibles
formas políticas que asume el autoritarismo, junta con otras que van desde el fascismo italiano
hasta los totalitarismos. (PAG 41)

Las democracias realmente existentes podrán tener diferentes dosis de populismo y de


contenidos liberal-republicanos, pero tendrán una matriz determinada que impondrán un orden
democrático liberal-republicano o un orden populista. La diferencia no estriba en cuestión de
contenidos, pues una democracia populista puede desplegar distintas políticas –aunque se
hable de políticas populistas– lo que la define son las reglas del ejercicio del poder alejadas de
las liberal-republicanas. Y dentro de una democracia liberal-republicana un gobierno puede
desplegar lo que se denominan “políticas populistas”. Las reglas del ejercicio del poder populista
tendrán concepciones determinadas acerca del gobernante –líder–, del pueblo, de los límites en
que se ejerce el gobierno y cual es el futuro de esa democracia. Específicamente, el lugar del
líder-presidente será predominante, la democracia electoral legitimará al gobierno, el pueblo
será el definido por el propio movimiento, se diluirán los controles horizontales y la alternancia
no tendrá lugar y si ocurre, será una manifestación de una lucha que el pueblo no está ganando.
La alternancia en el poder y la rotación de los cargos, principalmente el del presidente, no tiene
lugar en la lógica de la democracia populista. (PAG 45)

La evolución de los partidos en Argentina desde la consolidación de la unidad nacional en 1880


se ha visto marcada por tres hitos decisivos. El primero fue la reforma electoral de 1912, que
señaló el comienzo de una amplia participación electoral y permitió que la Unión Cívica Radical
(UCR), el primer partido político de masas de la Argentina y elegido bajo la Ley Sáenz Peña,
obtuviera la presidencia en 1916. El segundo fue la aparición del peronismo a mediados de la
década del cuarenta, que introdujo a la clase obrera de lleno en el campo político y llevó a la
polarización del país en dos bandos: los peronistas y los antiperonistas. El tercero fue la elección
presidencial de 1983, que marcó la institucionalización de un sistema de partidos y un
fortalecimiento del apoyo popular para las instituciones básicas de una democracia liberal. En
este caso, sólo se tratará la segunda etapa, correspondiente al peronismo, la cual sigue la
temática central del trabajo.

El segundo momento de fisura, se consagra con la llegada de Perón en 1943. La victoria


aplastante de Yrigoyen en la elección presidencial de 1916 marcó el fin del reinado conservador
y el comienzo del predominio radical hasta 1930. La estructura social rural de la Argentina ayuda
a explicar la desaparición de los conservadores, porque la ganadería y el cultivo de granos eran
las dos actividades agrícolas principales del país.

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