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Oh Madre Mía!

Más que nunca se hacen nuestras en este momento las palabras del Salmista:
En ti, Yahvéh, me cobijo, ¡oh, no sea confundido jamás! ¡Recóbrame por tu justicia, líbrame,
tiende hacia mí tu oído, date prisa! Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me
salve; pues mí roca, mi fortaleza tú, y por tu nombre, me guías y diriges (…) Tenme piedad,
Yahvéh, que en angustias estoy. De tedio se corroen mis ojos, mi alma, mis entrañas. Pues mi
vida se consume en aflicción, y en suspiros mis años; sucumbe mi vigor a la miseria, mis
huesos se corroen.(…) Mas yo confío en ti, Yahvéh, me digo: “¡Tú eres mi Dios!”. Oh Madre
Mía! Cuanto deseo estar junto a ti en este momento como tú misma quisiste quedarte aquí en
Luján. Esto trae a mi memoria un momento muy importante para tu vida, el momento en que
mirabas a tu Hijo morir en la Cruz. Recordemos primero como se sentía Él: “En los días de
su carne presentó, con violento clamor y lágrimas, ruegos y súplicas al que podía salvarle de
la muerte” “¡Tengo sed!” “Comenzó a entristecerse y angustiarse” “Mi alma está triste
hasta la muerte” “Pase de mí este cáliz” “Empieza a sentir pavor y angustia” “Entrando en
agonía, oraba con más fervor, y su sudor vino a ser como gotas de sangre que caían sobre la
tierra” “Estad a mi lado, no me dejéis solo” Angustia, soledad, abandono, tristeza, ¿Cómo es
posible que el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios sienta esto? Pero no es la primera vez que a
Cristo le sucede, recordemos ahora cuando pasaba de camino por Samaria y como venía
fatigado del camino, se sentó junto al pozo ¿Cómo no conmovernos infinitamente? Nuestro
Dios, el majestuoso, amante, compasivo, poderoso, airado, salvador, resucitado, ¡sintió
cansancio! ¡Más aún tuvo sed! Aquel que en el mismo pasaje le dijo a la samaritana “El que
beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá
en él en fuente de agua que brota de vida eterna” tuvo sed. ¿Qué sucedió? ¿Acaso la fuente
del agua viva se ha quedado sin ella? En el momento en que Cristo casi sin aliento pronunció
“Tengo sed” fue cuando nos dijo también, “Todo está cumplido”, ya he derramado mi sangre
para saciar al mundo y sacarlos del pecado, de todo sufrimiento y angustia. Sitit sitiri Deus,
Dios tiene sed de nuestra sed, él mismo que pide de beber es el mismo que da de beber, Él, a
cambio del corazón de la samaritana, del corazón de todos, ofrece esta agua, ¿no es este el
“admirable comercio”? Nos viene ahora a la memoria

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