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Cuentos y Mitos

EL SACRIFICIO EN EL CERRO QHAPIYA

Qhapiya es un cerro hermoso, se encuentra entre Pomata, Yunguyo y Zepita, los relatos sobre este cerro
hacen tener miedo a los pobladores, estos relatos se encuentran entre la fantasía y la realidad , los
comuneros que viven por esta zona, en ciertas fechas del año realizan misas acompañados de
sahumerios de inciencio, Aotus de coca mezclado con unta de llama, kowa, llevan dulces y beben licor ,
esto es realizado por el yatiri y su yanatiri que es su asistente.

Las personas o comuneros que desean ser ricos de la noche a la mañana contratan al Yatiri para que
ofrezca al cerro Kapía sangre humana y ha cambio el cerro les da por medio de los Yatiris , camiones,
camionetas , ganado asciendas, dinero, etc. según a la cantidad de personas que ofrezcan los yatiris, a
estos personas son muy difícil de ubicarlos pues los persiguen la policía los yatiris son ancianos muy
viejitos y quien quiere que le haga este trabajo maléfico y satánico deberá pasar por distintas pruebas
que los yatiris le pondrán.

Las personas comentan que los comuneros que tienen carros, bastante ganado, etc; es por que
recurrieron al yatiri para enriquecerse.

KARI KARI O CONDENADO, EL MIEDO TIENE PARA ELEGIR

Los seres maléficos que pueblan el imaginario andino son muchos. Basta mencionar uno para que viejos
y jóvenes saquen a relucir los temores acunados por los padres a modo de moraleja.

La oscuridad de la noche —mejor si llueve— es propicia para que los abuelos desempolven a los
personajes de horror nacidos en tenebrosas noches andinas. El origen de muchos trasciende
generaciones: se pierde en el mundo prehispánico o se moraliza con lo católico.

Las entidades maléficas, como las llaman los estudiosos de la cosmovisin andina y Folklore, no son malos
en el mundo andino. Son los habitantes del Mankapacha (el mundo de abajo), con cualidades duales. El
catolicismo las despojó de su rostro benéfico ligándolas con lo diabólico.

El tema se investigó poco, dice Eyzaguirre. Él recogió datos que dan pauta del complejo mundo de esos
seres que asustan aquí y allá y que —como observó este diario— son parte de una memoria colectiva.
Memoria no sólo de campesinos sino de citadinos, incluso de los jóvenes.

La gama reunida por Eyzaguirre está encabezada por el Anchanchu, un ser que chupa la sangre del
corazón o de los labios de la gente. Se lo representa como un viejo o jorobado o gordo, con pelos en las
plantas de los pies. Suele estar cerca de los sitios arqueológicos. En otros lugares asume la forma de un
animal. Como el Kari Kari o Karisiri —que saca la grasa de las personas—, tiene que ver con esos
habitantes del Mankapacha que se roban el alma o ajayu. "En el campo, se cree que la gente tiene hasta
10 almas, otros dicen que las mujeres tienen siete y los varones tres. Siendo tantas son robables, hasta
que se llega a la última y entonces hay muerte".

También están los japiñoños o especie de duendes disfrazados de mujeres bellas para seducir a los
hombres. Éstas tienen relación con las sirenas o llallaguas "que suelen perseguir a los kusillos, símbolos
de la fertilidad, para seducirlos. Si los atrapan, los matan", dicen las creencias y mitos.
Muy frecuentes, en otra categoría de espanto, son las cabezas volantes. "Pertenecen a gente asesinada.
Por la noche buscan de sus victimarios y muerden. Si el día las sorprende se esconden en el cuerpo de
los animales".

La siguiente es una relación recogida de vecinos del país.

KARISIRI

El identikit de este personaje es difícil, pues las versiones sobre su aspecto son variadas y
contradictorias, mencionan que se transforma en perro o en burro. En lo que la gente coincide es en su
figura humana solitaria, en su rostro escondido y en que anda por ahí robando grasa del cuerpo
humano.

Para atacar, antes usaba un cuchillo y era tan hábil que dejaba una fina cicatriz a la altura del abdomen.
La víctima caía enferma y, de no encontrarse el origen de su debilidad, llegaba a morir. Hoy se sigue
temiendo al Kari Kari. Se afirma que trabaja en los autobuses, aprovechando a los trasnochados que se
quedan dormidos. Con una jeringa extrae la preciada grasa.

El tratamiento salvador consiste, se cree en el área rural, en reemplazar la grasa con la de una oveja
negra. También hay versiones sobre que el Karisiri son varias personas: familiares de una víctima que
buscan a otra para reemplazar lo robado.

El sueño de quienes ataca el Karisiri no es normal. Éste lo provoca soplando un polvo que está hecho de
huesos de muerto.

Sobre el destino de la grasa humana no hay seguridad. Unos dicen que se usa para hacer perfumes,
otros sostienen que el atacante es un monje que usa el producto en extraños ritos. Los incrédulos se
burlan comentando que es un tratamiento de liposucción gratuito.

LOS MÚSICOS Y EL ENCANTO.

Para una fiesta de matrimonio, una familia había contratado una banda de músicos. Ésta tenia un
contrato para todo el día , pero cuando llegó la noche, los músicos ya estaban borrachos, es que habia
tomado mucha cerveza, pero como estaban borrachos ya no les importaba nada. ....

LARI LARI

Un zapateo en los techos y un rugido extraño alertan a la gente sobre la presencia del Lari Lari. Si nadie
se manifiesta, el bicho —que se describe como un gato negro de espantoso rostro— entra en la casa
buscando a un bebé sólo o a un enfermo. De su maldad se sabe, porque en el cuerpo sin vida de la
víctima hay huellas de latigazos —"golpea con la cola"— y se dice que se robó el corazón. Los mineros lo
ahuyentan detonando dinamita o petardos. Algunos le echan orines o carburo, pues el maléfico ser es
muy sensible a los malos olores.

En la casa de los pobladores siempre hay una caja de cohetillos para estas emergencias. Y las madres no
dejan solo al niño chico. Si no hay remedio, colocan en la cabecera de su cama un cuchillo, una tijera o
un chicote.

En el área rural, especialmente en Yunguyo, los comunarios acostumbran colocar las astas del toro en el
techo de sus casas, pues el Lari Lari tiene miedo a encontrarse con este animal. Por eso prefiere los
techos para andar.

Cuentan que en el pueblo de Ollaraya, de la provincia de Yunguyo, el personaje llegó en una noche
oscura buscando a su víctima, un niño que no había sido bautizado. Al saltar de un techo a otro se
incrustó en el cuerno de un toro tirado en un techo. Los comunarios, al escuchar los rugidos, salieron
con palos y antorchas para matarlo, pero el Lari Lari empezó a llorar como un bebé. La dubitación de los
campesinos fue aprovechada por el personaje para escapar. La comunidad optó entonces por colocar
astas en todos los techos y, dicen, que desde esa vez el atacante no volvió.

CONDENADOS

Son muertos que no pueden descansar y que vagan entre los vivos. Estos seres son muchos y tienen
distintas historias. En general, son personas que en vida traicionaron o fueron traicionadas, que
murieron trágica e injustamente o que empeñaron su palabra y no llegaron a honrarla.

La radio y la prensa explotaron alguna vez, y con gran éxito, a los condenados. Una estación en idioma
aymara mantuvo en vilo a los escuchas, en la década de los 60, con la radionovela que se llamó El
condenado del cementerio. Y la revista sensacionalista Alarma elevó a categoría de noticia la historia de
La cholita condenada que la gente de Yunguyo reportó incluso haber visto en los pueblos.

Una de las historias habla de dos enamorados: Margarita y Tomás. Ella trabajaba en la ciudad y él
llegaba cada domingo del campo para visitarla. Ambos se prometieron matrimonio, pero de pronto él
faltó a las citas y ella, luego de llorar, le maldijo. Pasados unos meses, una noche alguien parecido a
Tomás se acercó a Margarita pero no la miró. Sólo le dijo "Devuélveme mi palabra". Ella viajó al pueblo
para averiguar qué pasaba y allí se enteró de que él había muerto atropellado varios domingos atrás.
Asustada, acudió a la iglesia y el cura le aconsejó que si él volvía, le citara en el templo y que llevara una
flor y un pañuelo blancos. Así ocurrió. Al acercársele el condenado, ella le entregó los objetos
diciéndole: "Te devuelvo tu promesa". Entonces la figura se metió bajo tierra con un suspiro.

DUENDE

Es otro de los personajes que tiene distintas historias. Uniendo versiones se puede decir que es un
hombrecillo de escasa estatura cubierto por un enorme sombrero. Su presencia es común en todo el
territorio.

La misión del Duende es robarse a los niños —algunos añaden que sólo a los no bautizados. En el oriente
dicen que a los más bonitos—. Los padres deben escuchar a sus hijos cuando éstos hablan de amiguitos
inexistentes. Hay adultos que reportan haberlo visto: su mirada intensa, desde profundos y rojos ojos,
paraliza al más osado.

Los niños salvados de sus garras no son normales, se advierte, pues "se vuelven loquitos" y tienen la
mirada extraviada.
En Pando se dice que los hombrecillos llevan a los pequeños agraciados a la selva. En Santa Cruz se lo
imagina desnudo bajo su gran sombrero. Su presencia se advierte cuando el pelo de los caballos aparece
trenzado.

ALMA EN PENA

"En la noche no hay que caminar callado", se recomienda. De lo contrario se corre el riesgo de chocar
con un alma. Los vivos se dan cuenta porque sangran por la nariz. Otros han muerto y entonces el alma
llora: "Debías cantar, debías silbar. Ahora, por tu culpa, voy a seguir penando".

Otro tipo de alma en pena es aquella que pide ayuda a los vivos. Una historia grafica esto: Un
hacendado del valle viajaba en su caballo y vio una figura bajo un árbol. Se alarmó cuando su caballo se
negó a avanzar y el perro se agazapó asustado. Al llegar a la casa pidió a sus jóvenes hijos que le
acompañen. La abuela les enseñó la siguiente fórmula para comunicarse: "Si eres alma de este mundo,
te perdono; si eres del otro mundo, que Dios te perdone". La respuesta del espectro fue señalar a lo alto
del árbol. Venciendo el miedo, uno de los hijos subió y encontró un nido hecho de cabellos. Sólo cuando
lo quemaron, el alma se marchó. Por eso, en el campo no se dispersa el pelo, pues en él está una parte
de cada ser.

EL FÉRETRO

Salir de casa un martes o viernes, pasadas las doce de la noche, puede ser peligroso, sobre todo cerca de
unos cementerios muy antiguos. Cuentan que en los años de auge de la explotación de la plata llegó a
Puno una familia española —los esposos y una niña de cinco años—.

Ellos se trasladaron al centro minero de Laycacota para acumular riqueza. Al año de su estadía, la niña
enfermó de sarampión y murió. Los padres la enterraron en el lugar y regresaron a su país. A las dos
semanas de su partida, los mineros, que trabajaban por la noche, vieron un féretro en llamas. Éste llegó
hasta la estación de trenes y antes del amanecer regresó al cementerio.

El tren que iba a La Paz pasaba los martes y viernes y esos días los mineros o sus esposas evitaban salir a
la calle. Aquellos que lo hacían, morían, y a las dos semanas eran parte de la caravana del féretro en
llamas.

VIUDA

Durante todos los días de carnaval se pasea la viuda. Es una persona como cualquiera hasta que alguien
se atreve a levantar su velo. Detrás de la voz sensual, figura esbelta y el negro velo se encuentra la cara
deforme y cadavérica. Dicen que en cada ebrio que halla busca al esposo infiel que la abandonó y murió
con una amante.

Se presenta por las noches en las fiestas y, luego de seducir a su víctima, la lleva a un paraje alejado y
luego desaparece. A las pocas horas, el hombre es hallado bañado en sangre y, si no se llama su ánimo o
ajayu y se quema la ropa que él vestía, muere.

EL CONDENADO

(Contada por Corina Ortega, migrante de Llallagua).

"El esposo de María, un hombre de vida disipada, había muerto, dejándola a ella y a sus hijos en la
miseria. Ella lloraba y no iba a visitar la tumba que estaba lejos del campamento. Un día, los vecinos le
dijeron que alguien parecido a su esposo, pero con la cabeza inclinada y la voz ronca, la buscaba. Ella se
asustó y pidió consejo. Le dijeron que seguro él se había condenado. Por si acaso, le recomendaron que
lleve siempre un espejo, un jabón y una sajraña (peine vegetal). Cierto día, cuando ella caminaba sola,
sintió que la llamaban. Se dio vuelta y vio una figura que parecía su esposo. Comenzó a correr y él la
seguía. Entonces arrojó el espejo y el condenado se perdió en un mar helado y ella escapó. Otro día, el
jabón, que se convirtió en un pantano, la salvó. La tercera vez, la sajraña se volvió un bosque de espinas.
El pobrecito condenado, hecho un desastre, persistió. Así que María acudió al cura y éste le aconsejó
que se rodee de niños, pues a ellos no se acerca un condenado, son angelitos. Así lo hizo ella. Pero, el
hombre la buscó y de lejos le habló lastimeramente: "No te voy a hacer daño, ven". Ella, muerta de
miedo, aceptó y siguió al condenado hasta un rincón del patio. Él le señaló un punto donde ella
comenzó a cavar. Encontró un cofre con dinero y joyas. Sólo entonces el esposo cayó y se volvió polvo.

Cerro Negro: la montaña que se 'tragó' a tres trabajadores

El rescate de empleados de la mina Río Blanco fue imposible por las duras condiciones de esta parte de
la sierra piurana

El comisario de Ayabaca volvió con las manos moradas. Tenía el rostro rojizo, resquebrajado, y los pies
adoloridos. Allá arriba, a 3.800 m.s.n.m, en la cima del Cerro Negro, había conocido la ferocidad del
páramo. No imaginaba que los relatos asombrosos de los comuneros de Yanta guardaran tanta verdad.

Ellos le habían advertido que el cerro se molestaba, por eso se cerraba e impedía el ingreso de la gente.
El comisario, comandante PNP Miguel Orozco, no creía en fábulas, hasta que el último lunes 27 y martes
28 de julio lo sufrió.

Había partido el lunes en la madrugada, junto a ocho policías de Sullana y Ayabaca y una decena de
comuneros de Yanta. Llevaban carpas, frazadas, comida para varios días y un enorme deseo de hallar
con vida a Aleida Dávila, Segundo Tacure y Orlando Pastrana, los tres trabajadores de Río Blanco Cooper
S.A. que desde el jueves 11 de julio estaban desaparecidos en el Cerro Negro.

Tacure, sin embargo, hasta hoy sigue siendo buscado por los rescatistas que acampan en la zona. El
lunes 27 Orozco y el resto de la expedición caminaron durante cinco horas por el Cerro Negro. De
pronto los fuertes vientos, neblina y lluvia los obligaron a acampar. Al día siguiente caminaron desde la
madrugada. El video de ese trayecto, hasta llegar a la laguna Ocho, muestra la bravura de la cordillera:
los vientos gritan y zigzaguean, el frío empaña el lente de la cámara.

Un chamán escala el cerro y ofrece un pago a la tierra. Los expedicionarios se cubren el rostro y se
plantan fuertes, para evitar que los vientos huracanados los lancen al abismo.

El suboficial Felipe Paulini cuenta que el fango impide que se den tres pasos seguidos. “El agua de la
lluvia se mete por las botas, el frío rompe los ponchos. No se puede estar tanto tiempo allá en el
páramo”, relató mientras se secaba los pies en su campamento, en Ania.

UN APU PODEROSO

El suboficial Francisco Troncos es un chasqui. Lo dicen sus compañeros de la comisaría de Ayabaca,


donde trabaja. Pero él –acostumbrado a bajas temperaturas– tampoco la pasó fácil allá arriba, en la
cima del Cerro Negro.

Acurrucado con unas mantas, en un aula del colegio de Ania, relató que el agua se le metía por las botas.
“Nos empapamos todito. Es feísimo. Muchos vientos huracanados. No se puede caminar”, dijo.
Y es que el Cerro Negro es vivo, según los ronderos de Yanta. “Parece que se ha molestado porque se le
escapó uno de los trabajadores de la minera. Se enamoró de la periodista. Por eso lo ha retenido tanto
tiempo allá arriba. Esta no es época para entrar allí”, comentó el comunero Felipe Abad, quien
acompañó a Orozco y compañía.

No es el único que habla de una energía especial de este apu de Ayabaca. Agustín Flores, comunero de
Ania, agregó que cuando el cerro se molesta no hay chamán que lo calme.

“Hemos hecho pagos a la tierra, pero ni así nos ha dado un rayito de luz. Creo que el lunes 20, cuando
hallamos a (Manuel) Herrera debimos entrar por la chica. Ese día, tal vez, Dios quiso que entremos
porque el cielo estaba bonito”, dijo y mostró su dentadura incompleta.

BUSCANDO A TACURE

El martes 28 de julio un equipo de ocho rescatistas (dos comandos de la FAP, cuatro rescatistas de Alta
Montaña de Áncash, y dos rescatistas de Northcoot Global Solutions (NGS), empresa contratada por Río
Blanco) fue dejado desde un helicóptero en las faldas del difícil Cerro Negro.

Caminaron desde el día siguiente, pero se toparon con una muralla de roca empinada, que les impidió
seguir avanzando. El jueves se quitaron su equipaje de supervivencia y decidieron escalar y llegar hasta
el punto que marcó Herrera.

Allí encontraron, primero, el cuerpo de Dávila. Y, más adelante, el de Pastrana. Debido al mal tiempo –el
cerro se nubló otra vez y se desplomó la lluvia– acamparon en la zona. Ayer les fue imposible continuar
la búsqueda de Segundo Tacure. El cerro no les dio ni un rayito de luz. Se espera que hoy, con un mejor
clima, los rescatistas puedan acceder hasta el lugar donde yace Tacure.

El viernes 31 al mediodía partió del Grupo Aéreo N° 7, en Piura, un helicóptero que trasladaba a más
rescatistas de Puno y dos comandos de la FAP. Ellos llevaban alimentos para los socorristas que
acampan en el Cerro Negro. Pero fue imposible descender. El cielo estaba cerrado, con nula visibilidad.

Mientras tanto, los familiares de los fallecidos, entre ellos, Elsa Ordinola –tía de Aleida Dávila–, esperan
la pronta llegada de los restos de los trabajadores.

Están exhaustos de permanecer en la ciudad. Quieren darles una digna sepultura a sus familiares,
quienes murieron congelados por el frío de un cerro al que muchos le temen.

Leyenda torateña

Cuenta una leyenda que cada noche de luna llena baja del Cerro Baúl un toro
arrastrando una cadena de oro a beber agua del río y luego retorna para cuidar los
tesoros que hay en ella. Los pobladores se han resignado a no ver al mítico torito por
sus valles y solo se conforman con apreciar al que tienen como monumento en la
entrada de la villa. En Semana Santa y en la Fiesta de las Cruces cientos de personas
realizan la dura tarea de subir el Cerro Baúl para hacer pagos a la tierra. También se ve
la presencia de curanderos y chamanes que llegan a la cima para hacer sus rituales. Sin
embargo, el INC y el gobierno regional están viendo la posibilidad de restringir estas
visitas, pues el lugar ha sido puesto en valor y solo se espera la aprobación para
ejecutar los proyectos de restauración y conservación.
A través de los años a cobrado mucha fuerza esa leyenda que se trasmite de
generación en generación. Por otra parte apartándonos un poco de su realidad
histórica, llegamos a nuestros días y por su significado, es poseedor de todo un
potencial turístico de grandes dimensiones que se le debe promocionar con la
agresividad del caso y se le proporcione la infraestructura necesaria para que sea un
lugar accesible y goce de comodidades primordiales al visitante.

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