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LA LINGÜÍSTICA INTEGRACIONAL DE ROY HARRIS

Y LAS CIENCIAS DE LA CONDUCTA.

Ps Jaime Ernesto Vargas Mendoza (México)


Asociación Oaxaqueña de Psicología, A. C.
www.conductitlan.net

La lectura de Roy Harris me ha resultado particularmente estimulante y refrescante.


No estoy seguro de comprender lo que nos dice cabalmente, pero si estoy seguro que me
hace pensar y querer hacer varias cosas como efecto de su mensaje. En lo que sigue voy a
relatarles algunos de estos pensamientos y acciones. Lo haré por partes y procuraré darle el
contexto adecuado.

Postura Integracionista de Roy Harris.

El tópico principal de la investigación de Harris ha sido el desarrollo de un enfoque


integral en el uso de los signos y en los sistemas semiológicos. Su enfoque, denominado
“integracionismo” (o lingüística integracional), abarca una visión de la práctica educativa
actual junto con la historia completa de la lingüística, con una perspectiva radicalmente
diferente de las versiones tradicionales. El integracionismo, así planteado, tiene importantes
implicaciones para la forma en que entendemos las relaciones interpersonales, así como a la
sociedad moderna y sus recursos comunicativos, incluyendo la totalidad de las artes y las
ciencias (1).

En pocas palabras:
1. La comunicación no es un proceso cerrado de transmisión automática de
signos dados o de mensajes, desde la mente de una persona hasta la de otra,
sino que es un proceso que dispone las condiciones que permiten a todos los
involucrados el construir libremente sus interpretaciones, dependiendo del
contexto y fuera de toda reglamentación impuesta.
2. La comunicación está vinculada al tiempo. Su función es integrar la
experiencia actual (T1) con nuestra experiencia pasada (T2) y en
anticipación de experiencias futuras (T3).
3. El integracionismo, al contrario del ‘segregacionismo’ (que es un enfoque
que asume que los sistemas de comunicación son independientes de sus
usuarios potenciales o del contexto en que estos puedan funcionar), rechaza
la idea de que haya signos independientes del contexto.
4. El integracionismo rechaza estos ‘juegos’ basados en reglas como enfoque
para explicar la comunicación humana, considerándolos como un intento de
imposición de un modelo estático pre-determinado a un proceso creativo
esencialmente dinámico.
5. El enfoque integracionista del lenguaje rechaza el ‘mito del lenguaje’, que
por siglos ha dominado en el pensamiento occidental y que aún se sostiene
en la lingüística moderna, donde los más ortodoxos postulan la existencia de
comunidades lingüísticas idealizadas que comulgan en sistemas de reglas y
significados conocidos. La agenda del integracionista contempla desmitificar
el concepto de ‘lenguaje’, las conexiones entre el lenguaje oral y el escrito y
las relaciones lingüísticas entre el individuo y la sociedad.
6. El término ‘integracionista’ alude a reconocer que un signo solo, no puede
funcionar como base de una forma de comunicación independiente y auto-
suficiente, sino que su efectividad depende de su integración con muchas
otras actividades no-verbales de diferente tipo.
7. El lenguaje, entonces, es la capacidad humana de comunicación mediante la
integración de signos dentro de una serie de actividades.
8. El acto de contextualizar, es el acto mediante el cual un signo se identifica
como tal. Sin contextualización no hay signo. El contexto no es algo ‘dado’,
se construye por los participantes en las situaciones particulares de
comunicación. Su complejidad explica los frecuentes malentendidos
humanos. Cada quien contextualiza dependiendo de sus experiencias
particulares.
9. Desde la perspectiva integracionista, no hay ‘reglas gramaticales’ ni
‘lenguajes estándar’.
10. El uso lingüístico está sujeto a una innovación y experimentación constante.
Cada cosa que se dice es nueva, no importa cuántas veces lo haya dicho
alguien anteriormente (2).

La Lingüística del Siglo XX.

El pensamiento de Roy Harris tiene como escenario la lingüística del Siglo XX.
Se ha dicho que la lingüística se puede rastrear hasta la India en la Edad del Hierro, con el
análisis del lenguaje Sánscrito. Por ejemplo, Panini (520-460 AC) formuló cerca de 4000
reglas que en conjunto constituyen una gramática generativa del Sánscrito. Bhartrihari
(450-510) teorizó describiendo el acto de hablar como constituido de 4 pasos:
conceptualización de la idea, verbalización (articulación), trasmisión de lo dicho por el aire
e interpretación de lo enunciado por el oyente.
La lingüística occidental se inicia con las especulaciones gramaticales de
Platón, quien creía las palabras tenían un significado que provenía de ‘formas eternas’. En
esa época se asentaron las bases del modelo clásico del lenguaje, con los aspectos de lo que
Roy Harris denomina como la ‘telementalidad’, es decir, que la comunicación es un
proceso donde una persona le trasmite sus pensamientos a otra y la ‘autonomía del código’,
es decir que las palabras ya tienen un significado en ellas mismas. Una contribución
importante de los griegos fue la creación del alfabeto y el lenguaje escrito permitió la
acumulación de gran cantidad de información. La escritura posibilitó los poemas de
Homero, más tarde los trabajos de Aristóteles con la retórica y la poética permitieron el
entendimiento de la tragedia, la poesía y la discusión pública. Aristóteles, por su parte,
considera que los aspectos ‘observables’ en el mundo tienen una existencia independiente
de las personas y del lenguaje. Hubo grandes gramáticos griegos como Apolonio Discolus y
romanos como Aelius Donatus. Posteriormente Dante Alighieri expandió el alcance de la
lingüística, del lenguaje tradicional de la antigüedad al lenguaje cotidiano (con su libro
“La elocuencia de lo vernáculo”). Ya en el Siglo XIX en Europa se estudiaba la lingüística
bajo la perspectiva de la filología (lingüística histórica). Algunos lingüistas de esa época
fueron Jakob Grimm, Karl Verner, August Schleicher y Johannes Schmidt (3).
Ya en la lingüística del Siglo XX, dos gigantes emergen en el panorama: Saussure y
Chomsky. Ferdinand de Saussure (1857-1913) es el padre del estructuralismo en la
lingüística. El estructuralismo es un enfoque ante las ciencias humanas que intenta analizar
un campo de estudio específico (como el lenguaje) considerándolo un sistema complejo de
partes interrelacionadas. Para el estructuralismo la cultura humana debe entenderse como
un sistema de signos y los estructuralistas intentan desarrollar una semiología (sistema de
signos). Saussure defendía la idea de que los signos lingüísticos se componen de dos partes,
el “significante” (el sonido de la palabra, imaginada o dicha en la realidad) y el
“significado” (lo que la palabra quiere decir o designa). Esto resultaba bastante diferente de
enfoques previos que se centraban en las relaciones entre las palabras y las cosas.
Otros conceptos importantes en la lingüística estructural son los conceptos de: paradigma,
sintagma y valor. Un paradigma estructural es una clase de unidades lingüísticas (lexemas,
morfemas) que ocurren dentro de un ambiente lingüístico dado, que es el sintagma.
Al papel funcional diferente de cada miembro de la clase se le denomina como valor.
Así, los estructuralistas se interesan por las interrelaciones entre ‘unidades’ (a lo que
consideran un “fenómeno superficial”) y por las ‘reglas’ que especifican estas relaciones.
En el caso del lenguaje, estructuralistas como Saussure ven como unidades a las palabras
(o, mejor, los 31 fonemas que producen todos los sonidos del inglés) y las reglas son las
formas gramaticales que les dan orden En diferentes lenguajes las reglas gramaticales son
diferentes y también las palabras, pero la estructura es la misma en todos los lenguajes:
las palabras se unen mediante un sistema gramatical que les da sentido (4, 5). Saussure
rechaza la noción de los universales de Platón y del nominalismo de la realidad por
‘convención’ social de Aristóteles, para afirmar que el significado de las palabras está
determinado por la estructura y el vocabulario del lenguaje al que pertenece la palabra.
Ahora bien, para una caracterización de la obra de Noam Chomsky (1928-), parece
inevitable referirlo por su formalismo, su mentalismo, su innatismo y su universalismo.
En cuanto al primero de estos conceptos, una gramática, en la concepción chomskiana es un
sistema ‘formal’ en el sentido de que es explícito, no ambiguo y utiliza fórmulas y símbolos
de procedencia lógico-matemática. Esta gramática ‘genera’, en un proceso deductivo a base
de reglas, todas las posibles oraciones de una lengua. También, todo hablante dispone,
según él, de una ‘competencia’ mental e innata para utilizar creativamente el lenguaje. La
gramática de un idioma particular no es sino la explicitación formal de esa ‘competencia’
interna de los respectivos hablantes. El enfoque de Chomsky se fue perfeccionando desde la
aparición de su libro “Estructuras Sintácticas” (1957), pasando por el formato clásico de su
libro posterior “Aspectos de la Teoría de la Sintaxis” (1965) y hasta la versión de los
últimos años llamada “Principios y Parámetros”. En este último modelo se busca conciliar
la noción de una gramática universal innata en los hablantes, con la considerable variación
que muestran las lenguas del globo. Para ello, se concibe esta gramática universal como
conformada por dos clases de principios: por una parte, los universales absolutos, que se
dan rígidamente en todos los idiomas; por otra, aquellas pautas que admiten variación, las
cuales se llaman ‘parámetros’ (6).
Este innatismo lingüístico de Chomsky se aparta del estructuralismo. El sustrato
biológico-funcional del cerebro está habilitado para el habla y la organización lógica del
lenguaje. La gramática universal es, pues, el denominador innato común a todas las lenguas
y da respuesta a una necesidad vital de la especie humana. Esto es parte del modelo clásico
en lo que corresponde a interpretar el lenguaje como códigos conocidos por todos hablantes
de todos los lenguajes y que Roy Harris rechaza tachándolo como el ‘mito del lenguaje’.
Es en este escenario donde aparecen las ideas de Roy Harris y queda claro que su
pensamiento diciente del estado dominante de las cosas en el campo de la lingüística.
Por lo que toca a la psicología, en este tiempo cobraba impulso el desarrollo de ésta
como una ciencia de la conducta. El conductismo tenía que decir algo sobre la conducta
verbal, pasemos a esa historia.

De la Psicología al Análisis Experimental de la Conducta.

Es posible que la psicología occidental tenga sus orígenes en el mito de Dionisos


elaborado por los Jonios que vivían al norte de los antiguos Helénicos, precursores de los
Griegos (Siglo VI A.C.). En esta historia, el hombre nace de las cenizas de los Titanes que
se habían devorado a Dionisios cuando este, queriendo escapar de ellos, se había
trasformado en un toro y no logró despistarlos. Según esto, el hombre aparece con una
naturaleza ‘dionisiaca’ (el alma) y ‘titánica’ (el cuerpo), es decir con una concepción
dualista. La palabra “psicología”, etimológicamente, quiere decir “el estudio del alma” y
los primeros filósofos griegos afirmaron que, esta provenía de otro mundo y que poseía
conceptos puros, de los que la realidad humana solo contaba con apariencias.
Platón sostenía este idealismo nativista. Por otro lado, Aristóteles puede considerarse el
abuelo de la psicología científica al afirmar que el alma tiene una naturaleza empírica y que
el conocimiento se adquiere por la experiencia. Desde el inicio, se pensaba que el alma (o el
ánima) era lo que animaba o daba movimiento a los seres, de tal manera que la psicología
surge como un Conductismo Arcaico. Al decaer el Imperio Griego su cultura entra en
decadencia. El centro intelectual se traslada a Alejandría donde se mezclan griegos,
egipcios, sirios y judíos. Surge el Cristianismo y se genera una época orientada por la fe,
que deja a un lado los sistemas explicativos naturales. Es una etapa negra para la ciencia
que dura más de diez siglos. Puede describirse, en el caso de la psicología como el periodo
Anticonductista. Luego, con el primer ‘hombre moderno’ René Descartes (1569-1650) se
retoma la idea de la naturaleza dualista del hombre, viendo al cuerpo bajo la metáfora de
una máquina que es puesta a andar por el alma. El alma es inextensa y su esencia es el
pensamiento. El cuerpo es extenso y opera mecánicamente. Con él se inaugura un periodo
que podríamos llamar Preconductista. Lo más destacado fue el interés de los filósofos
asociacionistas británicos que estudiaron la mente y afirmaron que funcionaba de manera
asociativa. Las ideas ‘puras’ o ‘primitivas’ eran los contenidos sensoriales y estas se
combinaban asociativamente para producir ideas o pensamientos complejos. En seguida, la
psicología pasa por un periodo Protoconductista que la va acercando a su concepción
científica. Destaca aquí el trabajo de los reflexólogos soviéticos, quienes estudian los
reflejos corporales y también encuentran que funcionan bajo principios asociativos.
Pavlov recibe el premio Nobel de medicina por sus estudios de la actividad refleja del
cerebro y llega a afirmar, por cierto, que el lenguaje es un “segundo sistema de señales”
elaborado a partir de fenómenos de condicionamiento de “alto orden”. Se trata de los
mecanismos de la ‘integración asociativa’ y que son la base de lo que Roy Harris denomina
como ‘contexto ‘intrínseco’ del conocimiento y que permiten la construcción de una amplia
cantidad de asociaciones entre experiencias visuales, auditivas, táctiles, olfatorias, etc. Todo
estaba listo para que se reclamara a la psicología como una ciencia que estudia la conducta
con los métodos del reflejo condicionado. Así plantea el Conductismo, John B. Watson.
Esta época se caracteriza por la generación de un enfoque experimental y de una actividad
teórica sobre el aprendizaje animal y humano. Surgen los primeros laboratorios y Edward
Lee Thorndike (1874-1949) observa la formación de comportamientos nuevos, como
efecto de las consecuencias placenteras que producen, generando estímulos agradables o
terminando con situaciones desagradables, que son los mecanismos de lo que Roy Harris
denomina como ‘integración conjuntiva’. Y que involucran el amplio repertorio de
movimientos del cuerpo. Clark L. Hull (1884-1952) elabora con los datos y conocimientos
acumulados una gran teoría hipotético-deductiva, con la que se apoya la visión de la
psicología como una ciencia formal. B. F. Skinner, desde una perspectiva “ateórica” reúne
el modelo de condicionamiento pavloviano y el aprendizaje instrumental de Thorndike,
bajo un planteamiento funcional con el que estudia la conducta respondiente y la conducta
operante (1938). El estudio de la conducta operante con la metodología del estado estable y
de la investigación de un solo sujeto, permite generar una tecnología conductual basada en
los programas de reforzamiento, que es útil para resolver problemas de la psicología
aplicada en los campos de la educación, la clínica y el comportamiento social. Una etapa
más avanzada de la psicología científica se plantea conceptualmente desde el enfoque
‘interconductual’ que proporciona el trabajo de J. R. Kantor (1888-1984). Se trata de una
teoría de campo que pretende estudiar segmentos conductuales donde el organismo se
adapta interactuando con su ambiente o con otros organismos (7).
El enfoque conductista de la psicología ha tenido su impacto en la filosofía del
lenguaje y en la lingüística. El conductismo watsoniano, por ejemplo, influye en el
establecimiento de la denominada Escuela Estructuralista Norteamericana. Leonard
Bloomfield (1887-1949) es la figura central de este movimiento. En esta escuela se supone
que el sistema de categorías que cada lengua presenta a sus hablantes no es universal, sino
particular. Una de las mayores preocupaciones de Bloomfield es otorgar a la lingüística un
carácter análogo al de las ciencias naturales. Para ello, Bloonfield propone eliminar todo
estudio “mentalista” del lenguaje, centrándose en sus aspectos materiales o mecánicos; esto
es, el lenguaje es concebido por Bloonfield como una de las conductas humanas visibles.
Estos comportamientos se describen como estímulos y respuestas en situaciones típicas y es
por ello que se considera a Bloonfield un representante del conductismo. La reformulación
de Bloonfield no deja lugar para ninguna imagen mental (que era la definición de
significado que daba Saussure): lo único que puede constatarse es un conjunto de estímulos
y reacciones que se producen en determinadas situaciones. Para él, como el significado es
difícil de ‘observar’, debería quedar fuera de los alcances de la lingüística (8).
El conductismo de Watson, precisamente había surgido como una reacción ante el
introspeccionismo y los métodos de Wundt (psicología ‘del contenido’) y en su afán de ser
un enfoque científico de la psicología, pugnaba por un lenguaje objetivo, no mentalista.
Es el lenguaje ‘reocéntrico’ impuesto como el ‘nuevo lenguaje’ de la ciencia a partir de
Bacon y bajo la luz del ‘realismo’ de Aristóteles.
En 1957, B. F. Skinner publica su libro “Conducta Verbal” y lleva su análisis
funcional más allá de la conducta abierta operante. Inicialmente considera que la conducta
verbal es un caso especial de comportamiento social, en donde el comportamiento es
reforzado por intervención de otro organismo. El episodio mínimo involucra a un orador o
hablante y a un escucha o audiencia. Conserva, por cierto, la idea de la comunidad verbal
que proviene de Saussure (parole), pero la define como un conjunto de contingencias de
refuerzo. Skinner también propone algunas unidades de análisis para la conducta verbal, en
base al tipo de estimulación que controla la conducta o que funciona como estimulación
discriminativa. La conducta ecoica, controlada por vocalizaciones que uno repite. El tacto
(nombrar), donde las vocalizaciones son controladas por la presencia de diversos estímulos
físicos. El texto (leer), donde las vocalizaciones son controladas por estímulos impresos.
El mando, donde conductas verbales controlan la emisión de comportamientos no verbales
en el escucha. La transcripción (escribir), que son conductas verbales impresas controladas
por otras conductas verbales impresas. El comportamiento intraverbal (memorización), en
el que se forman cadenas de respuestas y las primeras son la ocasión para emitir las
siguientes. El enfoque de Skinner, para este tiempo, abandonaba una postura que rechazaba
el lenguaje mentalista, para abordar algunos fenómenos antes considerados como
“mentales”, a la óptica de que se trata, más bien, de comportamientos verbales. Un sujeto
puede ser su propia audiencia y también es posible auto editar, uno mismo su conducta
verbal. Es claro que en el enfoque conductista de Skinner se enfatiza que el lenguaje es
adquirido (no heredado) por las personas y que se enseña por parte de otros individuos que
comparten prácticas verbales semejantes y contingencias de reforzamiento comunes (9).
Por el lado de la filosofía del lenguaje, encontramos el pensamiento de Wilfrid
Stalker Sellar (1912-1989), ampliamente naturalista en su enfoque del significado
semántico de las palabras y paralelo al enfoque de Skinner en su “Conducta Verbal”, sin
necesidad de recurrir a expresiones platónicas o mentalistas. Sellars nos dice que el
lenguaje es conducta gobernada por patrones y que esta propensión de emitir la conducta
verbal en patrones es porque se ha reforzado de manera selectiva. Indica que es la conducta
gobernada por patrones una característica de las especies (por ejemplo, la danza de las
abejas) y que puede deberse a la selección natural de los procesos evolutivos a gran escala.
Pero que, también, los patrones de conducta pueden desarrollarse por el entrenamiento
individual mediante el reforzamiento selectivo deliberado por parte de otros individuos, sus
entrenadores, quienes actúan bajo la guía de ciertas reglas en el manejo de contingencias
(rules of criticism). A su enfoque se le ha denominado como “conductismo verbal” y según
él, es posible entrenar a las personas, esencialmente mediante un condicionamiento
operante, para que tengan “acceso privilegiado” a algunos de sus eventos encubiertos
(procesos cognoscitivos como el pensamiento), esto es, para que respondan directamente de
manera no inferencial a la ocurrencia de un pensamiento, con otro (meta) pensamiento, con
el efecto de que uno puede ver que uno está pensando (10).
Por su parte J. R. Kantor publica en 1935 su “Psicologia Objetiva de la Gramática”,
donde afirma que las teorías psíquicas, mentalistas y subjetivas del lenguaje, deben ser
abandonadas a favor de un análisis funcional de la conducta, como parte de las
interacciones del organismo (o ajustes) con su medio ambiente. El “significado” de una
palabra está dado por dos circunstancias: las condiciones bajo las cuales el orador la utiliza
y la respuesta que produce en el escucha. La “sintaxis”, para Kantor, debe ser liberada de
las restricciones de la lógica y liberada también del carácter tradicional de las categorías
lingüísticas estáticas. En lugar de ello, debería de tratar con la “extensa dinámica del juego
verbal” (11). Pero también, en 1977 publica su libro “Lingüística Psicológica” donde
investiga los aspectos psicológicos del lenguaje. Nos dice que, solo los ajustes y
adaptaciones actuales de personas u organismos son aceptables como lingüística
psicológica y que esta puede ser: referencial, simbólica o gesticular. Distingue lo que es el
lenguaje no psicológico, al que denomina como “lenguaje cosa”. Para él, los intereses de la
psicología y de la gramática son suplementarios. En tanto la psicología estudia el lenguaje
como adaptación a objetos estímulo, la gramática se interesa en el estilo de estas
adaptaciones. Como un estudio de las convenciones del lenguaje, la gramática deberá
considerarse como una rama especializada de las ciencias sociales. En comparación con los
gramáticos convencionales, los psicólogos están interesados en respuestas momentáneas y
variables. Aún más, el lenguaje psicológico involucra mucho más que formas verbo-vocales
fijas, por ejemplo, levantar los hombros, mover las manos, gesticular o adoptar diferentes
posturas. Así también, el psicólogo se interesa en las diferencias individuales al hablar (12).
De manera que, como podemos ver, el conductismo de la psicología científica ha
ido cambiando la imagen que tenemos del hombre y la explicación que damos de su
comportamiento. El hombre cada vez más es visto como un ser natural y no como un
producto divino especial. El comportamiento de los organismos está controlado más por
factores ambientales que por determinantes internos mentalistas. En palabras de Roy Harris
“El cataclismo conductista de los años 1920s tuvo un efecto devastador por fuera y por
dentro de las paredes de la filosofía” (13).

El Lenguaje y la Ciencia.

Aquí también resulta pertinente mencionar lo que dice Roy Harris: “En un sentido,
todo el debate sobre el conocimiento humano en la tradición occidental siempre ha estado
alrededor de la relación entre las palabras y el mundo, entre el lenguaje y la realidad” (14).
Esto es porque comúnmente se piensa que la ciencia tiene como meta el ‘conocimiento real’
del mundo y que intenta dar una descripción objetiva del Universo. En este contexto, una
visión tradicional del lenguaje de la ciencia es donde se le asigna un papel pasivo, diciendo
que se trata solo del vehículo en el que se traslada el significado y la información, de un
hablante a otro. De suerte que, el intentar expresar una idea científica nueva se vuelve solo
una cuestión de tratar de encontrar “las palabras adecuadas”. Este es el ‘mito del lenguaje’
que Roy Harris rechaza enfáticamente. En esta misma línea, también se ha visto a la ciencia
como una empresa cognoscitva que hace uso de los símbolos (sucesos de condición
habitualmente lingüística que se toman como significantes de alguna otra cosa por vía de
convenciones o reglas) para alcanzar sus objetivos, los cuales consisten en obtener
conocimiento con cierto grado de organización lógica (15). Harris comenta, a propósito,
que cuando se asume que no nos podemos entender si no ‘internalizamos’ complejas reglas
del lenguaje, sería recomendable que a esa postura cognitiva se le llamara ‘mitología
cognitiva’ (13).
En el caso particular de la psicología científica o conductista, el uso del lenguaje ha
influido en sus desarrollos teóricos y en sus prácticas comunicativas. Por el lado teórico, se
puede notar una influencia marcada del pensamiento filosófico analítico, desde sus
comienzos con Gottlob Frege (1848-1925) y el ‘atomismo lógico’ de Russell, pero
especialmente por la influencia de Ludwig Wittgenstein (1889-1951). Esta forma de pensar
ha sido expuesta por Susanne Langer. Según esta concepción, el lenguaje es un ‘espejo’ de
la naturaleza, en el sentido de que cualquier proposición acerca de un hecho debe tener una
‘estructura’ en cierto modo análoga a la estructura del hecho que enuncia (16).
Hace ya varios años que se empezaron a hacer notorias las semejanzas entre los
trabajos de Wittgenstein y los de Skinner (Frederic, no Francis). Ambos tuvieron dos
periodos productivos contrastantes y dominados por la publicación de libros seminales de
gran influencia en sus respectivos campos. Estas dos etapas correlacionaron también entre
ellos. El Wittgenstein 1 (o joven) publica su “Tractatus Logico-Philosophicus” en 1921 y
Skinner 1, su “The Behavior of Organisms” en 1938, y en ambos trabajos se mantiene una
relación interesante con el operacionalismo y el positivismo lógico. En su libro
Wittgenstein intentó mostrar cómo debe ser el lenguaje para poder representar al mundo.
Desarrolla una ‘teoría pictórica’, en la que las palabras son pinturas de los hechos y por la
influencia de la lógica matemática, el lenguaje científico debe ser un lenguaje fisicalista con
términos semánticamente anclados en objetos medibles y unidos por conectivos lógicos
(sintaxis). Los enunciados que no tienen un significado fáctico son considerados
metafísicos y desdeñados como carentes de sentido. El ‘operacionalismo’ del Círculo de
Viena influye en Skinner, particularmente en su artículo de 1945 “The operational nature of
psychological terms” (17) y es que el ‘conductismo semántico’ indicaba que para cada
término mentalista había un comportamiento o un término conductual, de manera que se
daba una conexión semántica o lógica con él (18). El ‘conductismo lógico’ completaba el
cuadro. En su famoso artículo de 1949 “The Logical Analysis of Psychology”, Hempel
decía que “todo enunciado psicológico significativo, es decir, que en principio era
verificable, podía traducirse en un enunciado que no tuviera conceptos psicológicos, sino
solo conceptos físicos” (p. 18). El conductismo de Skinner 1 adoptó el operacionalismo,
particularmente la versión de S. S. Stevens, quien le daba un carácter de filosofía de la
ciencia y que para Skinner era un medio que otorgaba valor ontológico a los fenómenos
conductuales (19). El operacionalismo fue adoptado por otros psicólogos norteamericanos
entre los años 1930-1944, como Tolman quien asistió a las conferencias de Mortiz Schlick,
cuando en 1931 visitó Berkeley, sin embargo, tanto Tolman como Hull (1943),
tergiversaron aquello que Percy Bridgman había enunciado en su libro de 1927 “The Logic
of Modern Science” y en el que intentaba explicar y reparar las fallas que habían llevado al
fracaso de la física Newtoniana (20). Todavía se nota aquí la influencia de Aristóteles con
su planteamiento realista. En palabras de Roy Harris: “…el discurso científico supone un
conjunto de valores de acreditación que le hacen posible formular y evaluar proposiciones
relativas a una realidad espacio-temporal independiente, que se ubica fuera del lenguaje y
donde la verdad, es cuestión de cómo nuestras aseveraciones se acreditan, es decir, si
corresponden o no con el estado de cosas en esa realidad independiente” (21).
El Wittgenstein 2 (maduro) y el conductismo de Skinner 2 (radical) fueron
enmarcados por otras dos publicaciones de cada uno de ellos. La obra de Wittgenstein
aparece en 1953 bajo el título de “Philosophical Investigations” (que es una publicación
post-mortem) y Skinner publica su “Verbal Behavior” en 1957. En un artículo de W. F. Day
(22) que elabora con motivo del cumpleaños 65 de Skinner, nos hace notar 10 puntos de
semejanza en el trabajo de ambos.
1. Antipatía por el Positivismo Lógico. - Skinner dice que, para ser consistentes, los
psicólogos deben tratar con sus propias prácticas verbales y desarrollar una ciencia
empírica de la conducta verbal. Que no pueden coincidir con los lógicos, que
definen lo que es una definición como ‘una regla para el uso de un término’ (17).
2. Anti-reduccionismo. - Skinner rechazaba cualquier explicación de un hecho
observado que recurriera a otros eventos localizados en otro lado, en un nivel
diferente de observación, descritos en términos diferentes y medidos, si acaso, en
diferentes dimensiones (1950, p.193).
3. Anti-dualismo. - El lenguaje con el que hablamos de nuestras experiencias privadas
es, de hecho, parte de un lenguaje público más amplio que se aprende en un
contexto social. Un dualista piensa que estos conceptos se aprenden, no en un
contexto social, sino privado, a partir de la experiencia de cada uno.
4. El significado de los eventos privados. - La privacidad es analizable a partir de los
reportes verbales, mismos que llevan a la inferencia de su existencia.
5. La imposibilidad de un lenguaje puramente privado. - Para Skinner, la comunidad
pública le enseña a las personas a hablar de sus experiencias privadas.
Podemos explicar que alguien responda diciendo ‘rojo’ (así como a la ‘experiencia’
de lo rojo) recurriendo a las condiciones pasadas de reforzamiento de esa persona.
Decir ‘yo veo rojo’ es reaccionar, no al rojo, sino a la reacción que uno tiene ante
ese color. Para Wittgenstein, lo privado es parte de un juego de lenguaje. Hablar un
lenguaje, es tomar parte de cierta forma de actividad social, que, en su mayor parte,
está gobernada por reglas.
6. La naturaleza conductual del lenguaje. - Para ambos, nos dice Day, el lenguaje es
visto como algo natural, con un énfasis en los efectos de la conducta verbal y en las
situaciones donde esta ocurre.
7. La oposición ante las teorías de la referencia para el lenguaje. - Los dos toman como
punto de partida el objetar contra la creencia extendida de que la función principal
de las palabras está en sustituir, nombrar o referirse a los objetos. Skinner afirmaba
que lo que se dice en una frase es más de lo que las palabras en ella significan.
Las oraciones no solo se refieren a los árboles, al cielo o a la lluvia, dicen algo
acerca de ello. Preguntamos ¿a qué te refieres? o ¿qué quieres decir?, porque la
respuesta frecuentemente es útil.
8. La naturaleza del significado. - Para Wittgenstein como para Skinner, no existe tal
cosa como el significado, si se piensa que el significado es una entidad mental en la
que se basa la comunicación. Para ambos, la búsqueda del significado solo nos
conduce al estudio del uso que tienen las palabras, al análisis de la conducta verbal
en la forma en que ocurre.
9. Anti-mentalismo. - Wittgenstein responde en su libro algunas preguntas y cuando le
cuestionan, por ejemplo, si el recordar es un proceso interno. Él responde que no
niega que uno pueda tener una representación de lo que es un proceso interno, pero
lo que si niega es que esa representación nos de la idea correcta para usar la palabra
“recordar”. Al cuestionarlo nuevamente diciéndole si ¿él es un conductista que
afirma que todo es ficción excepto la conducta humana?, responde que si él va a
hablar de ficción, entonces hablaría de una gramática ficticia. Lo que Wittgenstein
apunta, es que las dificultades que enfrentan psicólogos y filósofos respecto a los
procesos mentales, surgen de la forma habitual de hablar, al conceptualizar a estos
eventos mentales como objetos de estudio. Para Skinner los términos que aluden a
procesos mentales son vistos como parte del lenguaje que hay que analizar de la
misma forma que cualquier otra conducta (sin reparar en lo que significan o a lo que
se refieren).
10. El interés por la descripción. - En su libro de 1938 Skinner apunta que su sistema se
confina a la descripción y no a la explicación. Que sus conceptos se definen en
términos de observaciones inmediatas y a las que no se le atribuyen propiedades
locales o fisiológicas. Por su parte Wittgenstein nos advierte que él no ha tenido
ninguna intensión de proponer una filosofía del lenguaje (teoría de su naturaleza).
Caracteriza su trabajo como descriptivo. Dice, que no explica nada, que solo nos
pone ante nosotros diferentes partes o segmentos del lenguaje y señala el uso actual
de diferentes términos.

El artículo de Day termina reflexionando que Wittgenstein al no intentar explicar el


lenguaje, dice que lo que hace es ‘ayudar a las moscas a salir de un bote’ (ayudar a los
filósofos con sus problemas). ¿Qué hace Wittgenstein? Solo se comporta y dice “Esto es
simplemente lo que hago”. Pero, podríamos preguntarnos, como lo hace Day, ¿Cuáles son
las propiedades intrínsecas al funcionamiento humano que posibilitan que ocurra una
comunicación efectiva? Wittgenstein, nos dice, ciertamente afirmaría que estas cuestiones
son parte de un juego particular de lenguaje, donde el mundo se fracciona separando los
efectos de sus condiciones antecedentes. Por supuesto este tipo de juego es el que interesa a
Skinner, quien asegura que se puede ver que ciertos eventos tienen efectos sobre otros
eventos. Uno puede ver efectos y dependencias en la naturaleza. Para Skinner, uno puede
observar contingencias controladoras de manera natural, aunque no podemos confiar
completamente en la percepción de estas, pues es posible que consideremos que lo que
vemos depende de aspectos que más bien forman parte de nuestra historia previa de
reforzamiento. Lo que se ve al observar es simplemente parte de un juego conductual, que
con frecuencia resulta crítica y peligrosamente lingüístico. Sin embargo, para Skinner, si
para alguien, su conducta es controlada más por la observación de contingencias naturales,
que, por otros factores, de una forma interesante, a esta persona se le podía llamar
apropiadamente un científico.
La concepción Skinneriana de un científico dista bastante de la frecuente imagen de un
científico como poseedor de la verdad pontificando sobre los hechos, quizá por eso es que
Roy Harris nos dice que: “Los descubrimientos de la ciencia son reflejos de un espejo
lingüístico” (23) (p.188).

Las Neurociencias y el Lenguaje

Luego de la muerte de Skinner y la desintegración del laboratorio de análisis


experimental en Harvard (Pigeon Staff), el oscurantismo anticonductista resurgió en la
forma de lo que se llamó rimbombantemente como “la revolución cognitiva”. Surgieron
laboratorios donde los neurobiólogos ponían de manifiesto la actividad de ciertas zonas del
cerebro durante las operaciones mentales, por ejemplo, cuando leemos un texto. Se afirma
entonces que el lenguaje es la más compleja de las habilidades cognitivas del hombre e
incluso, quizá por la influencia de Chomsky, se llega a sugerir que la explicación de que los
niños en edad pre-escolar dominen aspectos complejos de la sintaxis y la semántica del
lenguaje es porque no necesitan aprenderlo, ya que poseemos ‘universales lingüísticos’
como parte de nuestra ‘dotación instintiva’, ubicados como estructuras cerebrales
preparadas (24).
El planteamiento indica que el comportamiento lingüístico está abierto a la
investigación, usando las herramientas familiares de la observación y la experimentación.
La investigación en curso hace progresos para entender el lenguaje, sus bases neurológicas
y cómo intervenir exitosamente en el curso de los desórdenes del lenguaje.
Actualmente, algunos avances tecnológicos, se dice, han sido de gran ayuda para
comprender cómo “el cerebro aprende, almacena y procesa el lenguaje”, herramientas
como el tomógrafo de emisión de positrones, el análisis especial de los
electroencefalogramas, las imágenes funcionales de resonancia magnética, los
magnetoencefalógrafos y otros aparatos.
En cerca del 98% de los diestros, es el hemisferio izquierdo el encargado de procesar
las funciones del lenguaje. En los que no son diestros (zurdos y ambidiestros), las funciones
del lenguaje involucran con mayor probabilidad al hemisferio derecho. También se han
reportado datos sobre diferente lateralización en hombres y mujeres. También se ha visto
que el hemisferio no dominante principalmente se dedica, un paso más allá de las funciones
del lenguaje, a determinar el estado emocional del hablante, a partir de su tono de voz, así
como a apreciar el humor o las metáforas. El área del lenguaje en el hemisferio izquierdo
del cerebro se ubica cerca de la ‘fisura de Silvio’ (pliegue profundo casi paralelo y
ligeramente arriba de la línea que va desde el rabillo del ojo hasta la mitad de la oreja).
Esta área, se dice, es responsable del lenguaje de signos y del discurso hablado. El lenguaje
escrito probablemente involucra áreas cercanas a la corteza visual y el lenguaje de señas
puede implar áreas próximas a las relacionadas con la habilidad para localizar objetos en el
espacio (25).
A este respecto Roy Harris hace un comentario tan irónico como acertado: “Yo debería
ser el primero en admitir que el término ‘semántica’ actualmente se emplea de forma
inverosímil. Hace muy poco leía un documento que pretendía informarme (seriamente,
podría pensarse), que los científicos actualmente sabían que las funciones ‘críticas para la
semántica’ ocurrían ‘en las áreas corticales atrás de la frente’. Más aún, en apariencia, uno
podría observar que esto ocurriera (y a todo color), gracias a la tecnología recién
desarrollada de la tomografía de emisión de positrones. ‘Mírese a usted mismo haciendo
semántica: ahora lo puede ver en una pantalla’ ¿Será? Yo lo dudo. Y dudo que algún día se
pueda, con todo lo refinado que sean las técnicas PET. Las manchas de color en la pantalla
no me dicen nada de la semántica de lo que un escaneo del cerebro de Boris Becker me
podría decir del tenis” (13 p.35).
El Conductismo Contextualista.

A estas alturas, debe quedar claro que hay diversos conductismos tanto en la psicología
como en la filosofía del lenguaje. En el campo de la psicología, luego de la mal llamada
‘revolución cognitiva’, se genera una actividad teórica intensa, pretendiendo explicar la
gran cantidad de datos empíricos recolectados en la investigación básica y aplicada, como
efecto del extenso impacto del análisis experimental de la conducta alrededor de la figura
de B. F. Skinner. Por un lado, se dieron extensiones que incluyeron modelos matemáticos
basados en una aproximación ‘molar’ del comportamiento (26). También se generó un
conductismo más cercano a la biología evolutiva (27). Hubo planteamiento para ofrecer un
conductismo teleológico (28), como también se dieron argumentaciones para tomar a la
conducta como forma indirecta de estudiar procesos mentales y calificando este enfoque
como ‘nuevo conductismo’ (29), solo por mencionar algunas variedades contemporáneas de
conductismo. El factor común de todos ellos, claro, radica en proponer que la psicología
estudia la conducta y no la mente. Vamos a regresar a esto más adelante.
Antes de hablar del conductismo contextualista, hay que decir que, del lado de la
filosofía, es posible identificar una postura contextualista. Actualmente, resulta frecuente
escuchar que el significado depende del contexto y que, consecuentemente, no es invariable
o inmutable. En 1700, el filósofo empirista Inglés John Locke, fue el primero en describir
como el significado se deriva del contexto, en el capítulo titulado “De la asociación de
ideas”, en la segunda edición de libro seminal “Ensayo sobre el Entendimiento Humano”.
Casi un siglo después, el filósofo James Mill y su hijo, John Stuart Mill, proponen un
cálculo de lo contextual: los elementos mentales que ocurren habitualmente contiguos,
espacial o temporalmente, se asocian (Ley de la Contigüidad), como lo hacen las ideas que
co-ocurren frecuentemente (Ley de la Frecuencia) o que son semejantes (Ley de la
Semejanza). Un filósofo Escocés, Alexander Bains, observó, en el Siglo XIX, que las ideas
forman asociaciones próximas también con las conductas o las acciones.
Este planteamiento es la base de muchas teorías modernas del aprendizaje y del
condicionamiento (conductista) y del conexionismo (por ejemplo, de las redes neurales).
Más recientemente, W. V. Quine diría que es el contexto de la conducta observable del
orador y del escucha lo que determina el significado de las palabras. Además, hay que
reconocer, como Richard Rorty y David Annis lo hacen, que no es posible separar los
procesos epistémicos, como la justificación, del contexto social en el que ocurren.
Como Sosa, Harman, y posteriormente, John Pollock y Michael Williams subrayan, las
expectativas sociales determinan no solo los estándares de lo que constituye el
conocimiento, sino también el contenido del conocimiento, aquello que llegamos a conocer
(30). Sin embargo, para el integracionista, nos dice Roy Harris, ‘contexto’ implica el
involucramiento de la persona. Se contextualiza cuando se integran los signos en la
dimensión temporal de la experiencia. No hay conocimiento sin contexto y el conocimiento
integra el pasado y el presente con el futuro de esa persona, cuando hace algo o “sabe”
hacer algo. El contexto, entonces, no es un fondo inmutable y común para el orador y el
escucha, como plantea Quine.
Recordemos ahora que el conductismo fue un movimiento originalmente planteado en
contra de considerar a la conciencia como objeto de estudio de la psicología y a la
introspección como su método de investigación. Watson (1924, p.14) proclamaba a la
conducta como objeto de estudio, la cual se definía por su forma: la conducta eran
movimientos musculares y secreciones glandulares. Para él, toda actividad del organismo
podía reducirse a estos fenómenos (un tipo de conductismo metafísico). Incluso, si
existieran eventos mentales o actividades sin movimiento, estas o constituían objeto de
estudio para la psicología científica, debido a que no podía haber consenso sobre su
ocurrencia (un tipo de conductismo metodológico). Así, para Watson, la legitimidad
científica era cuestión de observabilidad pública.
Skinner se desviaba considerablemente de esta forma de pensar. En su artículo de 1945
sobre el operacionalismo, definía las observaciones científicas como aquéllas bajo el
control de cierto tipo de contingencias. Solo cuando una observación es controlada por
eventos de estímulo particulares (sobre todo de tipo no verbal) y hay una historia general de
reforzamiento para el orador, bajo el control de esos eventos y no bajo el control de factores
de audiencia, estados motivacionales, etc., es que la observación resulta científicamente
válida. Así, las observaciones pueden ser privadas y objetivas (científicamente legítimas) o
públicas y subjetivas (científicamente ilegítimas), dependiendo de las contingencias que
controlen las observaciones. Es en este sentido que el ‘conductismo radical’ resulta radical
(a la raíz): aún conceptos clave como el de ‘observación’ son definidos en términos de
contingencias, especialmente los que involucran la conducta de los científicos. Skinner
rechaza el conductismo metodológico al no creer que el acuerdo público proporcione la
seguridad de un adecuado control de contingencias. Pero al resolver este problema
mediante el análisis de contingencias, Skinner abre al conductismo lo que Watson trataba
de eliminar: la observación introspectiva de eventos privados. En un sentido fundamental,
el conductismo radical de Skinner no forma parte de la tradición “conductista”. Por ello, el
conductismo contextualista usa el término “conducta” para referirse más a la “actividad
psicológica” que a la “conducta como diferente del pensamiento y las emociones”.
Los skinnerianos no avanzaron rápido en la investigación sobre el pensamiento y las
emociones debido a que Skinner sentía que el entendimiento de los eventos privados no era
necesario para entender científicamente la actividad abierta (observable). Afirmaba eso
esencialmente debido a que, en su análisis del lenguaje, la conducta del oyente era no
verbal.
Para la Teoría de los Marcos Relacionales (TMR) (31), que es el producto del
conductismo contextualista, se corrige esta situación al afirmar que el entendimiento del
pensamiento, considerándolo como operantes relacionales, resulta esencial para
comprender la actividad humana abierta, en muchas situaciones (32).
Skinner también llegó a afirmar que la conducta no siempre es moldeada y mantenida
por las contingencias y que puede estar gobernada por reglas (verbales). En 1969 definió
las reglas como estímulos que especificaban contingencias y que eran efectivos como parte
de un conjunto de contingencias de reforzamiento. Tendemos a seguir reglas, decía, debido
a que nuestra conducta previa en respuesta a estímulos verbales semejantes, ha sido
reforzada. Esto posibilitó una investigación mayor sobre el pensamiento y los llamados
procesos cognitivos de las personas. Por otro lado, las investigaciones de Sidman (33) sobre
equivalencia de estímulos mostró la formación de operantes verbales generalizadas, como
respuestas relacionales derivadas, caracterizadas por su reflexibilidad, simetría y
transitividad. Estos dos pilares, posibilitaron el surgimiento de la TMR, a la luz de una
visión del mundo contextualista y pragmática, como resultaba del análisis filosófico de
Pepper (34).
Lo que primero llamó la atención respecto a la equivalencia de estímulos, que es un
fenómeno empírico, fue su conexión con el lenguaje (se trata de un modelo de
entrenamiento semántico a partir de una preparación experimental conocida como
‘igualación a la muestra’), pero la TMR va más allá, pues es una teoría conductual que
proporciona un análisis operante de cómo la equivalencia de estímulos se deriva de un
proceso más fundamental que alude básicamente a una historia de entrenamiento con
ejemplares múltiples y reforzamiento diferencial de la respuesta relacional (35).
La unidad de análisis en esta teoría son los ‘marcos’, mismos que se agrupan en ‘familias’.
Los autores de la teoría identifican algunas de estas familias, pero advierten que la cantidad
de ellas solo se limita por la creatividad de la comunidad social-verbal que los entrena. Bajo
este enfoque, las relaciones de estímulo derivadas constituyen el meollo de la conducta
verbal y esta se define como: la acción de enmarcar eventos relacionalmente (31).
Roy Harris probablemente hablaría de ‘contextualizar’: cada quien contextualiza
dependiendo de sus experiencias particulares.
.

La comunicación de los Psicólogos.

En su libro sobre la semántica de la ciencia, Roy Harris nos ubica afirmando que la
ciencia es un constructo verbal como el arte, la religión o la historia. Se trata de una
‘supercategoría’ que pretende integrar diversas formas de indagación, aunque no siempre lo
logra (23). Los psicólogos científicos, influidos por una postura ‘realista’ (la suposición de
que existe una realidad independiente del hombre que la ciencia quiere describir y
controlar), han tratado de usar un lenguaje objetivo (reocéntrico). Sin embargo, para la
mayoría de las personas, la psicología estudia fenómenos mentales descritos subjetivamente
(psicocéntrico). La importancia del conductismo como una psicología científica, radica en
demostrar que lo mental es verbal y que lo verbal es interconductual, relacional o
integracionista. Por supuesto, no todos los psicólogos están de acuerdo y muchos, aún hoy,
siguen la concepción segregacionista del lenguaje y la teoría telementalista de la
comunicación. Este es un campo interesante de estudio, pero como dice Roy Harris, “Una
cuestión más interesante…, es ¿qué supuestos semánticos han hecho los científicos sobre la
forma en que funciona el lenguaje científico y cómo ven su relación con el lenguaje
claramente ‘no científico’ que la mayoría de nosotros encontramos conveniente para
conducir nuestra vida cotidiana?” (23, p. xv Preface).
Como afirma Samuel M. Deitz (36), varios psicólogos han practicado juegos de
palabras distintos, utilizando sus términos de muchas maneras. A partir de Watson, los
conductistas establecieron gradualmente su propio, único, juego de palabras. Inventaron
términos (signos) y les dieron nuevos significados que fueran compatibles con el análisis
conductual de la psicología. También, es reciente que los analistas conductuales discutan
sobre la forma en que se usa el lenguaje en su propia especialidad o se interesen por la
comunicación que hay entre los psicólogos conductuales y otros que no son psicólogos
conductuales.
Algunos problemas del lenguaje que usan los analistas de la conducta provienen, como
lo señala Hineline (37), de la intromisión de los patrones de lenguaje vernáculo en el
lenguaje técnico del análisis de la conducta y otros se derivan del tratar de comunicar el
lenguaje del análisis conductual a los que no son especialistas. En el primer caso, habría
mucho menos problemas si los psicólogos conductuales pudieran uniformar los usos de su
lenguaje, tarea que se antoja casi imposible, puesto que su entrenamiento no solo se basa en
el uso del lenguaje técnico y las otras palabras provienen de otras fuentes, que son sus
hogares (Wittgenstein) o que pertenecen a otras comunidades verbales (Skinner) y esta
práctica social previa determina los usos de estas palabras. Mucho se progresará en cuanto
se elaboren teorías formales (metáforas) con propósitos claros, conteniendo términos
técnicos cuyo significado derive de la práctica compartida por los equipos de indagación,
aunque siempre habrá el problema de la traducción y la interpretación de estos términos
para su uso en la investigación aplicada y de campo (38).
Ahora bien, cuando se habla de análisis de la conducta con un público no especializado
en estos temas, es posible que el científico abandone su lenguaje objetivo para caer en un
lenguaje mentalista y ser reforzado por la audiencia. No obstante, este riesgo, el analista
conductual tendría que hablar técnicamente y además, hacer un esfuerzo por traducir e
interpretar lo que dice para asegurarse que la audiencia ‘entienda’ su mensaje. Para ello, es
aconsejable recurrir a ejemplos que incluyan actividades propias de la vida cotidiana de las
personas que forman la audiencia a la que se dirige, además de hacer uso de gesticulaciones
y apoyos gráficos en su discurso. Estas mismas prácticas resultan de importancia cuando se
entrenan los nuevos psicólogos conductuales en la escuela por sus maestros. Aprender a
hablar técnicamente es una actividad que debe promoverse dentro de los salones de clases.
Una modalidad pedagógica podría ser la de incluir en las actividades de enseñanza la
práctica de ‘grupos de conversación’ para fortalecer la discusión de temas relativos al
discurso científico entre maestros, entre maestro y alumnos y con la presencia de
investigadores invitados. Podría utilizarse una metodología dialéctica (tesis, antítesis,
metátesis), parecida a la que sugiere el libro de Yerrick, donde cada capítulo es seguido de
un “metálogo” (39).
De la misma manera, en los Congresos de psicólogos conductuales, además de la
presentación de una gran cantidad de hallazgos experimentales, debiera haber sesiones de
discusión, que demostraran el uso correcto de la terminología técnica y que promovieran la
investigación conceptual y el desarrollo de la teorización.
Recordemos que Roy Harris critica la comunicación cuando el lenguaje se segrega
separando lo lingüístico de lo no lingüístico en la interacción social y a lo que Fleming
enfrenta, proponiendo como modelo de reconstrucción el ‘análisis de la conversación’,
siendo este un programa de investigación social basado en la investigación
etnometodológica del ‘lenguaje en acción’(40), que es parecida al análisis del discurso de
Wittgenstein y a la sociolingüística interactiva de Gumperz y Goffman, y que posiblemente
esté inspirada en un enfoque como el de Dell Hyme (41).

Colofón y anécdota.

Lo anterior han sido, como indique al principio, las cosas que me ha hecho pensar la
lectura de algunos trabajos de Roy Harris. En este ensayo, como se puede ver, no he
intentado demostrar nada, se trata de un ensayo de integración en lo que soy yo y lo que
estoy viviendo en este momento, luego de varias cosas que he leído y que ahora me llevan a
reconocer que una postura integracionista me impulsa a un programa de acción para
desmistificar el lenguaje y con ello, la ciencia, la psicología, el significado, el
conocimiento, a favor de una nueva manera de trabajo de construcción conjunta del
conocimiento por personas concretas en situaciones particulares, queriendo hacer cosas
prácticas.
Por supuesto que disfruto de leer a un buen escritor como Roy Harris, especialmente
su reciente libro “After Epistemology” (42) y que, aunque tenga sus detractores en la
academia, para mí, merece ser festejado y no maldecido (43). Así, también hay que hacer
notar, que en este marasmo de lenguaje (logofobia), típico de las sociedades modernas,
habitantes de una jungla lingüística (44), se pueda encontrar un remanso de congruencia.

Finalmente, me gustaría terminar estas líneas de manera muy mexicana, contándoles


un ‘Cuento de Pepito’ que ilustra la importancia del contexto en el lenguaje:

Pepito llegó de la escuela un lunes y estaban comiendo todos en su casa cuando


dijo: Papá ¿qué es ‘pene’? El padre se sobresaltó y dejó de comer para, en actitud
ceremoniosa, explicarle a Pepito los aspectos anatómicos de su sexualidad. Ya iba
avanzado, cuando se detuvo y a su vez cuestionó: Pepito ¿Porqué me preguntaste esto?
Entonces, Pepito le dijo: es que, en la ceremonia de hoy en la escuela, el director nos dijo a
todos en el micrófono, que había muerto el Maestro Panchito y que rezáramos, para que su
alma no ‘pene’.
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