Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
PA
PARA
LA
MUERTE
J. Herculano Pires
Contenido resumido
4
Educación para la Muerte
1
Educación para la Muerte
5
J. Herculano Pires
6
Educación para la Muerte
7
J. Herculano Pires
8
Educación para la Muerte
9
J. Herculano Pires
10
Educación para la Muerte
2
Concepto actual de la Muerte
11
J. Herculano Pires
12
Educación para la Muerte
13
J. Herculano Pires
14
Educación para la Muerte
15
J. Herculano Pires
16
Educación para la Muerte
17
J. Herculano Pires
18
Educación para la Muerte
19
J. Herculano Pires
3
Los Vivos y los Muertos
20
Educación para la Muerte
21
J. Herculano Pires
22
Educación para la Muerte
23
J. Herculano Pires
24
Educación para la Muerte
25
J. Herculano Pires
26
Educación para la Muerte
4
La Extinción de la Vida
27
J. Herculano Pires
san por las religiones, creyéndose que este interés de la vejez por
la ilusión de la sobrevivencia es la desesperación del náufrago
que se apega a una tabla de salvación. Imagen aparentemente
apropiada, mas en verdad falsa. El viejo religioso, generalmente
fanático, sabe muy bien que sus días están contados y teme la
posibilidad de su encuentro con los jueces implacables con que
las religiones los amenazaran, desde la infancia remota. Quieren
generalmente prevenirse de lo que les pudiera acontecer al pasar
hacia la otra vida cargados de pecados que las religiones prome-
ten aliviar. El miedo de la muerte está tan generalizado entre las
personas que entran en la recta final de la existencia, que Hei-
deggard acentuó, con cierta ironía, la importancia de la partícula
se en las expresiones sobre la muerte. La mayoría de las personas
dicen morirse al contrario de moriremos, porque el se refiere a
los otros y no a si mismo. La figura jurídica de la legítima defen-
sa, en los casos de asesinato, se institucionalizó racionalmente el
derecho de matar que, si por un lado reconoce la validez social
del instinto de conservación, por otro lado legitima en los códi-
gos del mundo el sentido oculto de la partícula se en los fraudes
inconcientes del lenguaje. Por otro lado, esta partícula confirma
el deseo individual de que los demás mueran, y no nosotros,
demostrando la inocuidad de los mandamientos religiosos. Por
demás, esta inocuidad, como se sabe, se reveló en el propio
Sinaí, cuando Moisés, aún con las Tabla de las Leyes en las
manos, ordenó la matanza inmediata de dos mil israelitas que
adoraban el Becerro de Oro.
Llegamos así a la conclusión de que la posición del hombre
frente a la muerte es ambivalente, colocándolo en un dilema sin
salida, perdido en el laberinto de sus propias contradicciones. De
este desespero resulta la locura de las matanzas colectivas, de las
guerras, del apelo humano a los procesos genocidas, tan espan-
tosamente evidenciados en la Historia Humana. Los arsenales
atómicos del presente, y particularmente el recurso novedoso de
las bombas de neutrones, revelan en el hombre el deseo incons-
ciente, pero racionalizado por las justificaciones de seguridad, de
extinción total de la vida en el planeta. Los versos consagrados
del poeta: “Antes morir, que vivir como esclavos”, valen por
28
Educación para la Muerte
29
J. Herculano Pires
30
Educación para la Muerte
31
J. Herculano Pires
32
Educación para la Muerte
5
Los Medios de Fuga
33
J. Herculano Pires
34
Educación para la Muerte
35
J. Herculano Pires
36
Educación para la Muerte
37
J. Herculano Pires
38
Educación para la Muerte
6
La Heroica Cachetada
39
J. Herculano Pires
40
Educación para la Muerte
41
J. Herculano Pires
42
Educación para la Muerte
43
J. Herculano Pires
44
Educación para la Muerte
45
J. Herculano Pires
7
Inquietudes Primaverales
46
Educación para la Muerte
47
J. Herculano Pires
48
Educación para la Muerte
49
J. Herculano Pires
50
Educación para la Muerte
51
J. Herculano Pires
8
La Escalera de Jacob
52
Educación para la Muerte
53
J. Herculano Pires
54
Educación para la Muerte
55
J. Herculano Pires
56
Educación para la Muerte
57
J. Herculano Pires
9
Jóvenes y Maduros
58
Educación para la Muerte
59
J. Herculano Pires
60
Educación para la Muerte
61
J. Herculano Pires
62
Educación para la Muerte
63
J. Herculano Pires
10
La Eterna Juventud
64
Educación para la Muerte
65
J. Herculano Pires
66
Educación para la Muerte
67
J. Herculano Pires
68
Educación para la Muerte
11
El Acto Educativo
Por todo lo que hemos visto hasta ahora, estamos en una fase
histórica en que el misterio de la muerte fue amplia y resuelto
con seguridad. No habrá más posibilidades a la menor duda en lo
tocante a la sobrevivencia de todos los seres vivos al fenómeno
universal de la muerte. Nada se acaba; la duración de las cosas y
de los seres es infinita. Este es un aspecto de la realidad que
estuvo siempre expuesto a la observación humana, probándose
incesantemente por si mismo, desde las selvas hasta las más
elevadas civilizaciones. Estas pruebas llegaron en nuestro tiempo
a un punto decisivo, gracias al desenvolvimiento de las Ciencias,
al esclarecimiento cultural que alejó de las mentes más desen-
vueltas y capacitadas las dudas creadas por las supersticiones y
por el comercio religioso de la muerte en todo el mundo. A pesar
de esto, la posición de la Ciencia al respecto de la cuestión
permaneció invariable en los últimos siglos, particularmente en
los siglos XVIII y XIX. El entusiasmo por las conquistas técni-
cas, por las victorias en la lucha contra el dogmatismo de la
Iglesia y la esperanza ilusoria de una rápida y fácil explicación
del mundo por las teorías mecanicistas, generaron el materialis-
mo simplista y alegre que Marx y Engels llamarían utópico,
reservando para si mismos la clasificación pomposa y temeraria
de materialismo científico.
En esta misma época surgía la Ciencia Espírita y se abría para
el mundo una visión más seria y grave de la realidad total del
Universo. Como acentuó Conan Doyle, las invasiones inconse-
cuentes y dispersas de los espíritus en nuestro mundo terreno,
sucedía una invasión organizada, dirigida por Espíritus Superio-
res, con finalidad clara y definida de revelar la verdad cristiana,
hasta entonces estafada, en su pureza esencial. Solo entonces la
muerte comenzó a mostrar a los hombres su cara oculta, reve-
lando al mismo tiempo el sentido verdadero de la vida y, como
acentuó León Denis, su pesada responsabilidad. Las prácticas
misteriosas y aterradoras de la preparación de los hombres para
69
J. Herculano Pires
70
Educación para la Muerte
71
J. Herculano Pires
72
Educación para la Muerte
73
J. Herculano Pires
74
Educación para la Muerte
75
J. Herculano Pires
76
Educación para la Muerte
12
El Mandamiento Difícil
77
J. Herculano Pires
78
Educación para la Muerte
79
J. Herculano Pires
80
Educación para la Muerte
81
J. Herculano Pires
82
Educación para la Muerte
13
A Conciencia da Muerte
83
J. Herculano Pires
84
Educación para la Muerte
85
J. Herculano Pires
86
Educación para la Muerte
87
J. Herculano Pires
88
Educación para la Muerte
14
Dialéctica de la Consciencia
89
J. Herculano Pires
90
Educación para la Muerte
91
J. Herculano Pires
92
Educación para la Muerte
93
J. Herculano Pires
94
Educación para la Muerte
15
Espías y Golpeadores
95
J. Herculano Pires
96
Educación para la Muerte
97
J. Herculano Pires
98
Educación para la Muerte
99
J. Herculano Pires
100
Educación para la Muerte
16
Los Amantes de la Muerte
101
J. Herculano Pires
102
Educación para la Muerte
103
J. Herculano Pires
104
Educación para la Muerte
105
J. Herculano Pires
106
Educación para la Muerte
17
Los Voluntarios de la Muerte
107
J. Herculano Pires
108
Educación para la Muerte
109
J. Herculano Pires
obligado a madurar antes del tiempo, mas los que ya están madu-
ros no pueden regresar sin traicionarse a si mismos y a la verdad.
Si existen los atenuantes del suicidio, como ya vimos, la ver-
dad es que ellas son más rigurosas que las exigencias de la vida.
Esto porque la programación de cada vida se incluye en el proce-
so de la evolución general del planeta. Tenemos nuestras obli-
gaciones que cumplir en la encarnación, no solamente en nues-
tro beneficio, sino también a favor de los que fueran designados
para participar de nuestras luchas. No podemos pensar en el
suicida que escapó a sus deberes, sin recordarnos también de
los que quedaron abandonados a si mismos ante la fuga y deser-
ción, del que engolfaron en su egoísmo, como si no tuviesen con
ellos ningún compromiso. Por estas razones colectivas, y no por
motivos particulares, ni por el presupuesto absurdo de la Ira de
Dios es que el crimen de la fuga se transforma en traición que
pesará fatalmente en la consciencia culpable. El voluntariado de
la muerte no es desastroso por ser de la muerte – puesto que
todos moriremos – sino por ser la legión de los traidores de la
vida y de los que quedaron vivos en la Tierra.
Los batallones de voluntarios de la muerte son siempre segui-
dos, en todo el mundo, por el cortejo de los frustrados de la vida.
Es un cortejo colgante, escuálido, formado por los millones de
niños natimuertas o que no consiguieron sobrevivir al nacimiento
más que por algunos días. Se podría deducir, de la ley de causa
y efecto, que estos bandos anónimos, procedentes, en general, de
los suburbios miserables de las ricas metrópolis, se constituyen
de ex-voluntarios que regresan a la encarnación ansiosos de
retomar las oportunidades de realizaciones que despreciaran en
el acto del suicidio. En una reunión mediúmnica de la que parti-
cipábamos, se manifestó un espíritu que, al principio, parecía un
burlón. Reclamaba de haberlo convencido, en el plano espiri-
tual, para reencarnar y así aliviar en la vida terrenal la conscien-
cia pesada. Y explicaba: “Acepté la propuesta, me sometí a todos
los preparativos, soporté pacientemente los pesados meses de
una gestación en que yo y mi nueva madre pasamos momentos
difíciles. Por fin, nací, pero no tuve la posibilidad de sentir el
gusto por la vida nueva. Morí y volví inmediatamente para el
110
Educación para la Muerte
111
J. Herculano Pires
112
Educación para la Muerte
18
Psicología de la Muerte
113
J. Herculano Pires
114
Educación para la Muerte
115
J. Herculano Pires
116
Educación para la Muerte
117
J. Herculano Pires
118
Educación para la Muerte
119
J. Herculano Pires
19
Los Muertos Resucitan
120
Educación para la Muerte
121
J. Herculano Pires
122
Educación para la Muerte
123
J. Herculano Pires
124
Educación para la Muerte
125
J. Herculano Pires
FIN
Notas:
1
Consúltese, a propósito, el libro de la Draª Lynn Schroeder y
Sheila Ostrander, lanzado por la Editorial de la Universidad
Prentice Hall, en los Estados Unidos, y ya traducido para nu-
estra lengua por la Editora Cultrix, de Sao Paulo: Descubri-
mientos Psíquicos detrás de la Cortina de hierro. Las autoras
son pesquisidoras científicas de la referida Universidad y veri-
ficaron estos hechos en visita oficial a la URSS.
126
Educación para la Muerte
2
En el momento en que el Autor escribía este capítulo, no había
sido elegido el sustituto de Pablo VI. (N.E.)
127
Preguntas Frecuentes sobre Espiritismo
Libro Qué es el Espiritismo
128