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Actividad empresarial
Las empresas deben realizar las inversiones necesarias para poder desarrollar su
actividad empresarial. La elevada cuantía del valor de estas inversiones requiere en ña
mayoría de los casos, de inversión ajena.
Cuando se crea una empresa para desarrollar una actividad económica, la adquisición
de bienes que tienen la consideración de activos no corrientes es una de las decisiones
de mayor trascendencia. Estos activos se caracterizan por permanecer en la empresa
un largo periodo de tiempo. Estos bienes reciben el nombre de bienes de inversión y
no un gasto, que sí tiene lugar cuando se adquieren bines que son mercancías,
materias primas u otros materiales.
Entre este tipo de activos cabe distinguir las inmovilizaciones intangibles y materiales y
las inversiones inmobiliarias y financieras.
Las empresas necesitan liquidez para atender, en sus vencimientos, los pagos
comprometidos, así como los gastos que no han podido preverse.
El departamento de tesorería se encarga del control de la liquidez de la empresa tras la
gestión de los vencimientos y cobros.
Las distintas fuentes de financiación pueden clasificarse en dos grandes grupos:
Financiación propia y financiación ajena. La financiación propia proviene de los propios
empresarios o de los resultados que genera la empresa. La financiación ajena tiene su
origen en personas, entidades o empresas distintas de los empresarios o empresas
financiadas.
La realización de cualquier actividad implica tomar decisiones para elegir entre las
distintas alternativas respecto a cómo, quién, dónde y cuándo debe hacerse. Así
podemos decir que todo individuo está constantemente sometido a procesos de
elección alternativas.
La empresa conseguirá del mundo exterior determinados recursos para poder alcanzar
sus objetivos, lo que dará lugar a una serie de pagos y cobros, así como de deudas y
derecho de cobro.
Las empresas deberán realizar los registros contables derivados de estas operaciones