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El viento de la cordillera de Alison Spedding: la bisagra

Por: Virginia Ayllón


Segunda novela de la trilogía de la saga de Saturnina Mamani, El viento de la cordillera es, además,
la novela de enganche entre Manuel y Fortunato y Saturnina from time to time; es decir el thriller
relaciona la picarseca con la distopía o ciberpunk y, finalmente enlaza desde los años 80 otros dos
tiempos: la Colonia y el futuro.

Estos acoplamientos históricos y literarios hacen de El viento de la cordillera, no tan solo una
bisagra sino y sobre todo una pregunta. Por ejemplo, ¿por qué los 80 y no el 52? ¿Tal vez por eso
se puede leer Catre de fierro como parte de esta saga?

Es decir el misterio de este thriller se instala desde antes de iniciarse la historia. Conjeturamos que
la elección de los 80 tiene que ver con la identidad de la Satuka cocalera. Así, la trilogía es también
una historia de la coca y los cocaleros. Recordemos que el Comando Evo Morales, no tan aguerrido
como el Felipe Quispe, es una de las fuerzas rebeldes de la Ex Bolivia. Además, la Satuka pijchea en
los por lo menos cinco siglos que cubre esta historia.

Ahora bien, así como el anuncio de la picaresca en el título de Manuel y Fortunato anticipaba una
forma a probarse en el texto, en El viento de la cordillera el anuncio de la forma es más atrevido;
la autora nos indica que leeremos un thriller.

Si bien es difícil definir el thriller como género narrativo, ya que toda definición “resbala” hacia el
suspenso o el policial negro, como lectores podemos convenir que un texto que se quiera thriller
tendrá al menos un misterio, protagonistas y antagonistas, y especialmente un ritmo acelerado,
excitado. La intensidad podría resumir todos estos atributos.

En esta novela Spedding acude al diálogo como forma primordial de armar la narración por lo que
podemos decir que la acción signa la novela. El peso de la acción, sin embargo, no elimina la
introspección, permitiendo así que los personajes se dibujen con claridad. La centralidad de la
acción, creo, es la marca de la velocidad constante de esta novela. Por su parte, el misterio es
plural, si por un lado la desaparición de Indalecio es el enigma más notorio, no dejan de serlo la
incógnita sobre el discurrir de la vida de Segundino o los intrincados vericuetos de la producción
de cocaína. Se trata pues de un thriller y no de una novela de narcotráfico, como algunos estudios
la han ubicado.

Narcorealismo, narcotremedismo y otros epítetos se han pergeñado para calificar el conjunto de


novelas, escritas desde los 80, particularmente en México y Colombia y que incluye desde La
virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo hasta La reina del sur, de Arturo Pérez-Reverte.
Seguramente este conjunto tiene sus variantes pero lo que nos ha llegado es una novela
temáticamente centrada en tres aspectos: la pobreza como origen del fenómeno, la violencia del
narcotráfico y, finalmente sus enredos orgánicos con el poder.

En El viento de la cordillera también están al menos dos de esos elementos: la hiperinflación y las
políticas neoliberales de los 80 como contexto de la “pobreza” y la juntucha del ejército, la Policía
y la justicia con el narcotráfico. Pero la violencia narco, ese terror en el que se detiene la típica
novela narco no es una veta en la novela de Spedding.
Claro que es notorio que la narradora escapó conscientemente de este discurso así como del otro
sucedáneo, el de “las víctimas del narcotráfico” porque eso habría instalado la denuncia política y
social con un tono victimista. Más aún, la “pobreza” de los protagonistas es relativa, en todo caso
resaltan las estrategias para hacerle el quite a ese mal. Incluso la connivencia entre poder y
narcotráfico no tiene la forma de acusación y más bien desnuda la debilidad de tales poderes. Una
víbora challada puede más que toda la DEA.

No se trata pues de una novela de narcotráfico, ni siquiera de una variante local y esto es posible
porque incluye dos dispositivos que también están en Manuel y Fortunato y en De cuando en
cuando Saturnina: el humor en la forma, y el trastocamiento de los valores en el argumento.

Evidentemente, la dura o fina ironía es soporte de la “otra” forma de pensar y actuar de los
personajes. Si hay que coimear, hay que hacerlo si eso permite salir de la cárcel, sin que ello
signifique, necesariamente una falta moral. Los personajes conocen las reglas del juego planteado
por el poder y su antagonismo no es moral, es de sobrevivencia porque hay cosas más importantes
que hacer en la vida; burlar al poder no es un fin en sí mismo, se trata de sortear los obstáculos,
solo eso.

De este modo, la patria, la economía, el neoliberalismo o la corrupta justicia les tienen sin cuidado
a estos personajes, ninguno de estos temas les son de interés. Tal vez uno y solo uno: el mercado
porque business are business y desde Manuel y Fortunato estos protagonistas saben en qué
mundo vivimos. La fiesta, el rito, la memoria, que viven en otro espacio, en otro lugar, eso sí es de
su interés. De ahí que el epílogo en que algunos de los antes pisadores de coca fungen de
empleados públicos, tampoco es extraño porque, lo mismo, business are business.

La burla, la mentira, el engaño como forma de resistencia y el humor, por tanto, son el enganche
que hace El viento de la cordillera con las otras dos novelas de la trilogía.

Finalmente, en esta novela, Saturnina (que no es la misma pero es igual) consolida sus
características de hábil comerciante y hechicera, heredadas de su antecesora de la Colonia,
peculiaridades que se dispararán, literalmente, en su versión de viajera interestelar. Hasta
entonces, en el futuro.
De cuando en cuando Saturnina: literatura ciberpunk andina
Por: Virginia Ayllón
Entre 1964 y 1965, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis fueron productores del curso “El
mundo de la ciencia ficción” que se difundió por Radio UNAM. Las 11 sesiones de este curso
son a cada cual más deliciosa y me ha llamado particularmente la atención la 4ª dedicada al
cuento La supremacía del Uruguay del norteamericano Elwyn Brooks White (1899-1985),
escrito en 1933 y publicado en New Yorker.
La obra del autor y este cuento quedaron ocultos hasta que Ray Bradbury lo destacó entre los
buenos cuentos de ciencia ficción.
Sobre este relato, que merece una sesión de su curso, Pacheco y Monsiváis decían que
“posee para nosotros, como latinoamericanos, un interés adicional. Es un caso único dentro
de la imperialista science fiction anglosajona el de este relato en que un país latinoamericano
resulta el conquistador del mundo”.
De cuando en cuando Saturnina, no es un cuento si no la tercera novela de la saga de Alison
Spedding (junto a Manuel y Fortunato y El viento de la cordillera) y relata cómo las fuerzas
rebeldes de la ex Bolivia no conquistan el mundo pero sí ayudan a la “liberación” de varios
pueblos.
En otra ocasión he calificado a esta novela como distópica y por tanto alineada en el ciberpunk
o incluso en el post ciberpunk. La distopía, al contrario que la utopía, establece sociedades
futuras con base en las actuales, es decir que se fundan en un continuum histórico con las
contemporáneas.
Este recurso es fundamental en De cuando en cuando Saturnina por la superposición de
planos históricos. Al leerla es imposible no recordar la tesis de Zavaleta de que la formación
social boliviana está compuesta por “verdaderas densidades temporales mezcladas”.
Esta intercalación de la historia, sin embargo, plantea la interrogante del “fin de los tiempos”;
es decir, del devenir de la historia, que es una preocupación importante del ciberpunk. El
matemático y escritor ciberpunk Vernor Vinge acertadamente indica que “una de las
obsesiones del post-cyberpunk es explorar los límites del ‘fin’ de la historia humana, y si es
posible, ver más allá”.
Esta opción por la distopía en el ciberpunk responde a una elección ideológica, más bien
proveniente del anarquismo, que es eliminar el poder a medida que la voluntad de poder
desaparece. Así y a diferencia de la ciencia ficción, el ciberpunk literario no se ubica “contra
algo que será, sino contra algo que está siendo”. Por eso, De cuando en cuando Saturnina es,
en realidad, una interpretación y una propuesta para la Bolivia actual, mirada desde el futuro.
La elección de Spedding de ubicar este futuro a partir de una victoriosa rebelión indígena es lo
que convierte en actual esta novela y por actual nos referimos a lo que se inicia en 2003,
época en que fue escrita o al menos concluida la novela. Veamos algunos elementos.
En De cuando en cuando Saturnina, la narradora afina la estrategia política y narrativa de
Manuel y Fortunato, primera novela de esta saga, de “corregir el pasado” desmitificando a la
vez que desvictimizando lo indígena. En este sentido, esta singular novela destrona lo que
hasta hoy se ha venido en llamar la novela indigenista y hace caer el edificio que desde Raza
de Bronce nos acostumbró a la épica victimista del indio.
Al hacerlo arrasa con todo a través de una sutil pero potente parodia de la sociedad pre
liberación indígena pero también la del nuevo Estado indígena. Por ejemplo, cuando un grupo
de mujeres rebeldes de la ex Bolivia conspira con el Comando Flora Tristán para la liberación
del Bajo Perú deciden “camuflarse en el ecologismo, gestión participativa, tecnología
apropiada (…) su objetivo oficial era el empoderamiento de las mujeres, que estaba totalmente
pasado de moda ya en ese entonces, pero la idea era parecer atrasadas incluso dentro del
feminismo”.
En esta “idea era parecer”, la narradora vuelve a insistir en la noción del engaño o la mentira
como otra ética de resistencia, que a la vez interpela la moral del discurso políticamente
correcto. Como este, la novela es pródiga en parodiar acudiendo a los “recuerdos del futuro”;
veamos este otro caso en que una vez atacado el ex Ministerio de Asuntos Indígenas, las
rebeldes le colocan el cartel de “Ministerio de Turismo y Folkloricultura”.
Pero es en el cuestionamiento al nuevo Estado indígena donde esta novela desarrolla su
proyecto político. “Nos cagamos en esas babeadas de chachawarmi que hay de la
complementariedad, si al fin los hombres siguen copando puestos directivos”, dicen las
rebeldes, armando la rebelión dentro de la rebelión, en la que el engaño y la mentira también
sirven, porque al fin y al cabo se trata de otro momento de resistencia. Marcando que por muy
indígena que sea, ese nuevo Estado repite las claves autoritarias y patriarcales de cualquier
Estado su apuesta es contra todo Estado: “en el fondo es el separatismo doble, fuera q’aras y
fuera hombres (…) no el Nuevo Poder sino el contra- poder”.
Un dato que pasan por alto algunos acercamientos críticos a esta novela es que además de
ser femenina esta rebelión, las protagonistas son lesbianas y son hermosas las páginas de
erotismo lésbico. Posiblemente se destaque poco este tema por “abundancia” porque, como
se advierte, quedan muy pocas zonas de interpelación en esta novela, todo es puesto en clave
de cuestionamiento. También el conocimiento académico porque no deja de llamar la atención
la parodia a las fuentes orales y la metodología “científica” en los capítulos introductorios,
notoriamente dirigidos “a la lectora”. Estos pre-novela incluyen un mapa de lecturas de la
novela, parodiando esta vez a la Rayuela de Cortázar.
Estamos entonces ante una compleja estructura ideológica y narrativa, que además se
“inventa” un idioma que revuelve el castellano andino con un spanglish aymara cibernético:
“Don´worry, yo ley dicho. We’ll ge’ back e loss time arfer takeoff. You ain ‘hire a top class
navegator for nothin’”.
En esta desbocada narración, sin embargo, un espacio de descanso es la alusión a la
memoria, que es un hilo conductor en la trilogía, junto a la coca y las artes de brujería de la
protagonista.
De hecho la voz de la abuela (la memoria) llega en momentos del pijcheo de la coca,
momentos en que hay que sentarse, escoger la hojas y oír la sabiduría ancestral, ausentes de
la locura cibernética. Y si bien Saturnina y sus compañeras saben que luchar contra el poder
cibernético significa oponerle también la clave tecnológica (¡y son capísimas en esas lides!),
en realidad su poder les viene precisamente de esa memoria femenina, incorporando lo
ancestral en el mundo cibernético. No en vano la calavera de la abuela es lo que ellas
defienden y es también el bien más preciado por el nuevo Estado amawt’a.
Bruce Sterling, considerado uno de los principales exponentes de la literatura ciberpunk decía
que a los cyberpunks “les encanta vérselas cara a cara con el núcleo desnudo de la ciencia
ficción: las ideas”, y creo que De cuando en cuando Saturnina es una novela que
precisamente se ubica en ese lugar, en el de las ideas, pero al ser un producto literario, su
estrategia narrativa, sin duda, ha refrescado notoriamente la literatura boliviana.
Fuente: Letras Siete
Manuel y Fortunato: entre la historia y la mentira
Por: Virginia Ayllón
Lo que se sabe es que, nacida en Inglaterra, Alison Spedding vive, investiga, enseña, produce
coca, es dirigente comunal y escribe desde 1986 en Bolivia. Que es autora de cuentos y
novelas que, a mi modo de ver, han refrescado la narrativa nacional, particularmente su
trilogía de novelas Manuel y Fortunato: una picaresca andina (1977), El viento de la cordillera:
un thriller de los 80 (2000) y De cuando en cuando Saturnina/ Saturnina from time to time: una
historia del futuro (2004).
La primera está ambientada en el siglo XVII, la segunda en la época del narcotráfico de los
años 80 y la última entre 2022 y 2086. En conjunto, conforman una saga de la comunidad
indígena en Bolivia desde la Colonia hasta el año 2086 y tienen como personaje central a
Saturnina Mamani, quien toma el papel de cacica aymara en la primera, productora de coca
en la segunda y navegante interespacial en la tercera. La siempre bondadosa relectura ha
puesto en crisis mi juicio sobre la tercera de la trilogía como la mejor novela de Alison, aunque
mantengo que es una de las mejores escritas en Bolivia. No estoy segura, pero poco a poco
Manuel y Fortunato se me dibuja como la mejor. En De cuando en cuando Saturnina me
seduce el caos y especialmente el lenguaje, ese spanglish aymara cibernético que me alucina.
En contraste, la sutileza de Manuel y Fortunato me gana cada vez más.
Rosario Rodríguez y Lourdes Belsy han dedicado sendos estudios a Manuel y Fortunato. La
primera resaltando la picaresca de la novela, especialmente en sus personajes, y planteando
que en esta obra Spedding se ubica a “contracorriente del indigenismo clásico, pero al mismo
tiempo [traza] una reivindicación del indigenismo sobre la base de un juego de inversión de
sentido”.
La segunda, en cambio, tituló a sus tesis de maestría: “Mejor es hacerse la zonza siempre:
evadiendo la prisión en la trilogía de Alison Spedding”.
Mi lectura de esta novela coincide con algunos elementos de ambos análisis pero resalta el
juego entre historia y mentira. El apartado “Notas sobre fuentes” en que Spedding destaca sus
artes de investigadora, me recuerda, por ejemplo, al mismo apartado de Memorias de Adriano
de Yourcenar en el que la belga testimonia su trabajo de 20 años en archivos para
documentar su novela. En ambos casos lo que me provocan estos apartados son sentimientos
de duda, en primer lugar, de admiración en segundo, y de duda otra vez. Es como si las
autoras quisieran reiterar que los datos provistos en lo que acabamos de leer provienen de la
realidad, a lo que se sobrepone la pregunta ¿y?
Claro que admiro el serio trabajo “de fuentes”, pero ello no suma o resta nada a la impresión
de la trama que acabo de disfrutar. “Que no le quepa duda, querido lector, que los datos a los
que usted ha accedido provienen de la más verdadera (sic) realidad”, es lo que me suena al
leer estos apartados.
¿Para qué o por qué importa ofrecer esta información? Sin duda, me digo, para asentar el
objetivo histórico de la autora en esta novela. Es decir, hay un evidente intento de narrar la
historia, más allá del solo objetivo de verosimilitud. El tema es que esta “historia real” debe
hacerse ficción y ahí recuerdo a Alfonsina Storni quien decía que la historia la hacen los
historiadores.
Estoy, entonces, ante una ficción histórica (otro sic) pero mi lectura y relectura de Manuel y
Fortunato han encallado en la ficción. Como sutil la calificaría, como tenue a pesar de los
potentes personajes (especialmente femeninos) y de las violentas o apasionadas escenas.
Esta sutileza se despliega en la mentira (y aquí posiblemente coincido con Belsy) en dos
vertientes. Por un lado como estrategia de sobrevivencia personal y cultural, y por otra como
el mundo ficcionado. Me ha cautivado el uso de la mentira y el engaño como contravalor a la
seña cristiana. Es decir, resistir significaría también crear otra ética que pone en cuestión la
ética dominante, más aún si se obra en consecuencia. Hay en esto un interesante ejercicio
reflexivo sobre lo que querría decir mentira o engaño. Ahora bien, la mentira en el mundo
ficcionado es un pleonasmo pero me interesa destacar la tentativa de armar un mundo donde
los vilipendiados de siempre no son tan zonzos porque su audacia sería “hacerse los zonzos”
(Belsy).
Es decir, los personajes de Manuel y Fortunato se crean a medida que resisten mintiendo o
engañando, esto es, se van escribiendo a medida que el narrador los pone en juego. Este
ejercicio especular de la ficción es fino en esta novela y si bien se puede leer el proyecto
político al que se refiere Rodríguez, éste no es explícito como sí lo es en De cuando en
cuando Saturnina. Así, son simples personas las que a través de un cuestionamiento fáctico
de la moral dominante, parece, van armando un “otro” proyecto histórico, diferente al que
siglos después se les destinará.
El carácter tenue de esta narración también se asienta en que no nos es posible conocer (por
mucha fuente que se consulte), si no es por la ficción, que la estrategia de la mentira y el
engaño era patente en la comunidad indígena del siglo XVII. Más aún, si hubiera fuente que
así lo explicitaría, ello no habilitaría per se a la ficción como “verdadera”. Y es que creo que
con Manuel y Fortunato Spedding también crea una comunidad imaginada, como no podría
ser de otro modo. De ahí que las lecturas históricas e inclusive sociológicas poco podrían
“obtener” de esta novela como fuente. De hacerlo traicionarían su carácter ficcional, quitándole
su razón de ser.
Creo, en ese sentido que esta novela es tan futurista como De cuando en cuando Saturnina
porque aspira a “corregir” en el pasado la calificación que en el futuro recibirán los habitantes
de la comunidad indígena. No eran así, parece querer decirnos el narrador. No eran simples
víctimas, continuaría, resistían con la mentira y el engaño, interpelando la moral dominante,
por eso no corresponde un indigenismo victimista, hay que crear otro indigenismo que rescate
esas estrategias del pasado, concluiría. En este sentido y solo en este cobra sentido el
apartado “Notas sobre fuentes”, en el proyecto político de la escritora, que no del narrador, por
lo que agradezco sea precisamente un apartado.
De este modo, Manuel y Fortunato es un proyecto narrativo que se debate entre la historia y la
mentira o, para decirlo de otro modo, entre la verdad y la ficción. Creo, sin embargo, que gana
la ficción.
Esto me recuerda a cierto debate en el que algún escritor descalificaba la obra literaria de
Spedding calificándola de obra sociología. Conjeturo que no debe ser sencillo para Spedding
salir del discurso académico para volcarse en el literario, pero si algo demuestra Manuel y
Fortunato es que no solo lo logra con evidente talento (Iván Vargas dixit) sino que ha creado
una novela con todas las de la ley; más aún, una muy buena y sutil novela.
Fuente: Letra Siete
Fondo Negro, La Prensa, domingo 27 de junio de 2004
Alison Spedding presenta este miércoles en el Musef la tercera parte de su trilogía, De
cuando en cuando Saturnina. Una historia de ciencia ficción. Bolivia no existe y ha sido
sustituida por un régimen arcaicista, racista y sanguinario.
Ricardo Bajo.
Póngase a temblar. Estamos en la ex Bolivia, año 2086. Una revolución indigenista,
arcaicista, racista y sanguinaria ha impuesto un nuevo régimen. Ha fundado un nuevo país,
Qullasuyu Marka, también conocido como la Zona Liberada. La “Cortina de Hierro en los
Andes” no tiene televisiones, ni periódicos, ni editoriales. Los q’aras no han sido expulsados,
simplemente huyeron, en su mayoría, tras la Guerra de la Liberación de 2022. Saturnina
Mamani Guarache, más conocida como la “Satuka”, es una navegadora y programadora
espacial y también lidera un grupo subversivo llamado “Comando Flora Tristan”, acusada de
destruir con bombas el templo de Coricancha, el antiguo templo del Sol Incaico, amén de la
destrucción de la luna Fobos en 2079.
Paren el terremoto, tranquilo, esto es sólo ciencia ficción, nada que ver con la realidad
presente o futura. O eso dicen. (Una historia oral del futuro) es la nueva novela de la inglesa-
boliviana Alison Spedding. Que completa su trilogía (Manuel y Fortunato y El viento de la
cordillera).
La obra, de un género poco cultivado en las letras de nuestro país, está narrada a través de
testimonios orales, técnica reconocida y degustada por Spedding, dado su trabajo de
antropóloga. A través de 34 relatos orales, el lector se adentra en un rico, sofisticado y
complejo mundo de naves espaciales, amautas, contrabandistas galácticos y otros racistas del
espacio. La complejidad tanto en el lenguaje como en la estructura narrativa exige un alto
grado de concentración propio del género. O una segunda leída, como dice la propia Alison.
Spedding, que es profesora en la carrera de Sociología en la UMSA, presentó De cuando en
cuando Saturnina al Premio Nacional de Novela en 2000, pero sin el glosario y las notas a
pie de página que ahora se publican, lo cual ayuda mucho para comprender el lenguaje, la
terminología y la propia novela dada su complejidad.
Spedding escribe ahora una saga familiar, dos familias de patrones y colonos que se llama
Catre de Fierro, y tiene su pasado en la novela ahora publicada pues se trata de los Veizaga,
uno de los líderes del Batallón Melgarejo, un grupo de bolivianos patriotas que ataca La Zona
Liberada, sin éxito, en junio de 2027.
De cuando en cuando Saturnina será presentado el miércoles, día 30, en instalaciones del
Musef (calle Ingavi). El licenciado en Literatura Gilmar Gonzales será el encargado de
pronunciar unas palabras para hablar de la “Saturnina”, la Fortunata, la Feliciana y todas sus
cuatachas. Antes de eso Fondo Negro charló varias horas con la autora, que, como la novela,
pasa del aymara, al castellano popular y de este al aymara con facilidad pasmosa en un
ejemplo de mestizaje, que se proyecta en tiempo y espacio.
–De cuando en cuando Saturnina presenta los capítulos del manera cronológica pero
también ofrece una guía de lectura sin respetar la cronología al estilo de Rayuela, en este
años de homenajes al gran cronopio Julio Cortázar. ¿Era tu intención rendir pleitesía al
argentino?
–No, la guía de lectura tiene que ver con el subtítulo de la novela que es Una historia oral del
futuro. Es un testimonio oral, y cuando uno cuenta su vida no lo hace cronológicamente. Eso
lo hemos comprobado una vez más cuando hemos escrito Nosotros, los yungueños. Cuando
se publican testimonios siempre se arma como una cronología lógica, pero no es así, de todas
maneras, la novela se puede leer así y saltando de capítulo en capítulo. Había leído Rayuela
hace unos ocho años y también estaba presente en esto.
–A la propia sofisticación de la obra se añade la escasísima publicación de obras de ciencia
ficción en Bolivia, ¿no temes recibir incomprensiones para la novela?
–Si eres un fan de la ciencia ficción, estás acostumbrado a leer sin entender nada, así que lees
otra vez o te inventas lo que está tratando de decir. Acá estamos acostumbrados a narraciones
convencionales, transparente...
–Otro de los muchos aspectos que llama la atención de la novela, que me parece fascinante,
son los títulos. Ahí van algunos: Klu Klux Klan y otros racistas del espacio, Nancy Reagan
visita Fobos, Cómo manejar wiphalas off planet, La CNN y los amautas o No es de meterse
siempre con hombres. ¿De dónde salen estos títulos para los capítulos? O, mejor dicho ¿de
dónde nace esta novela loca?
–Algunos son la primera parte de cada capítulo, luego otros cambiamos para darle mayor
impacto a los capítulos, pero, de todas maneras, Trabajando para Inkaclean y De barrendera
en Sacsahuaman tratan de los atentados. Es la metáfora de la limpieza, pues.
–Sí, pero ¿Cómo surge la novela, la idea en tu cabeza?
–Es parte de mi trilogía. La “Satuka” está presente en las tres, en diferentes encarnaciones,
era una cacique del siglo XVII en Manuel y Fortunato, y una camionera de los Yungas en El
viento de la cordillera, De cuando en cuando Saturnina nace como un sueño que tiene la
“Satuka” en el primer libro. Un pueblo se traslada y al final sólo queda la iglesia, lo demás
ha desaparecido. Esa imagen junto a otra donde dos campesinas caminan en el altiplano y de
repente aparece una toma aérea, con el cielo negro, desde el espacio. Eso no puede ser el
siglo XVII. Así surge.
–La novela tiene un alto contenido político, subversivo, protagonizado por mujeres como
todas tus obras.
–Creo que es un libro profético (dice entre sonrisas). Lo comencé en el 96 en los Yungas, en
Nogalani, Asunta, y lo acabé en el Centro Penitenciario Femenino de Miraflores en 2000.
Ahí lo presenté al premio de Alfaguara (se refiere al nacional de novela). Y es profético pues
ya habla del cretinismo parlamentario, luego en Perú sacaron un diccionario mochica-
castellano., como en la novela y hace poco un dirigente campesino ha hablado de unirnos al
Perú...
–Hablando de premios...
–No quiero premios, gané el Concurso Nacional de Novela, Eric Guttentag el 96 por El viento
de la cordillera, pero no me interesan. Están captados por lo que llamo literatura de la
menopausia masculina. [Porque siempre] ganan los mismos: hombres de alrededor de 40
años ¿qué pasa? ¿no presenta nadie más? Me pregunto [si los jurados] también son los
mismos o pertenecen al mismo espectro socio [cultural].
–¿Por qué eliges la ciencia ficción para presentar una novela indigenista?
–Leo mucha etnohistoria y los autores son muy serios y escriben manifiestos políticos que
disfrazan de textos académicos. Como cientista social me emputan esos libros que se hacen
pasar por lo que no son. Por eso yo prefiero escribir mi fantasía sobre el futuro, que no deja
de ser una novela de ideas.
–¿Cómo saltas de los movimientos indigenistas al espacio sideral?
–Me he inspirado en muchas cosas, pero, para eso, me he inspirado en Guzmán de Rojas
(hijo) que tiene diccionarios informáticos que traducen lenguas nativas. La “Satuka” es
programadora de computadores, traductora, por ahí. Además, el aymara ha sido utilizado
para codificar códigos secreto, Vietnam. Pero, más allá de eso, creo que hay dos corrientes y
el movimiento indigenista tiene que hablar del futuro, aunque es cierto que existe una utopía
arcaizante. Pero una vez oí que un tipo criticaba la Reforma Educativa pues aparecía un
dibujo de un teléfono, ¿qué pasa?, ¿no pueden hablar por teléfono?
–En tu ex Bolivia imaginada desaparecen las televisiones, los periódicos, las editoriales, ni
siquiera existe presidente o políticos, sólo importa la supervivencia...
–Lo de los medios responde a la crítica ideológica de los movimientos populares hacia los
medios que se han devaluado por su propia actuación, por la manipulación empresarial. Todo
movimiento subversivo descarta el uso de la televisión ¿o los chechenos o los del Vietcong
lo hacían? Pero, más allá de eso, no hay interés de montar medios de comunicación, más allá
de radios locales, pues éstos siempre están ligados al oficialismo o a la oposición al gobierno
y ya no existen más. Además, la gente de la ex Bolivia se baja la CNN por satélite.
–¿Tiene la novela un envoltorio pesimista como las grandes obras del género?
–Depende para quién. Si eres un sincero indigenista y no hay Embajada, no hay gobierno, y
declaras un Estado para la utopía campesina, es optimista. Pero sí es pesimista en ciertos
aspectos. A veces siento la necesidad de escribir ensayos para explicar algunas cosas que
están implícitas, al modo de Tolkien para explicar su saga. Por ejemplo, se produce un
descenso grande de la población, pero no es por la guerra o por el hambre sino por una fuga
masiva. Los únicos que quedan son campesinos o aquellos dispuestos a ser. Y la verdad,
ahora, no noto mucha predisposición de muchos intelectuales que hablan de ayllus y utopías
para sembrar papas y rascar la tierra con las manos.
–En algunos momentos la utopía triunfante recuerda al régimen camboyano de Pol Pot. ¿Te
has inspirado en eso?
–En algunos aspectos sí, así como en la Revolución Cultural china. También hay
coincidencias con autores como el Nobel chino Gao Xian Jiang, que habla de esas cosas.
Simpatizo en cierta manera con la Revolución Cultural pues no estaría mal mandar a algunos
intelectuales a rascar la tierra durante seis meses para que sepan de lo que hablan, antes de
alabar algo.
–El humor está presente en toda la obra, ¿es una forma de suavizar la novela de ideas, la
utopía campesina?
–Todos mis escritos son muy satíricos, hasta los académicos. De toda la vida soy así, hasta
cuando estaba en la cárcel. Decía la tele: descubren banda de delincuentes no videntes en El
Alto. Para que ellos respondan: “Nosotros nada que ver” (la escritora cuenta varios hechos
graciosos acontecidos en prisión con su particular humor inglés).
–El testimonio sí que tiene una tradición en la narrativa boliviana. ¿Por qué has elegido este
punto de vista?
–Siempre he desarrollado mis novelas en tercera persona, he experimentado, pero el punto
de vista de narrador omnisciente, en tercera persona, tampoco es tan así, pues se describe el
pensamiento de ciertos personajes. Por eso me he abocado más al testimonio, es una especie
de realismo literario. En los colegios dicen que no hay que escribir como uno habla, por eso
usan un castellano estereotipado, convencional, que en verdad nadie maneja con soltura.
Es un lenguaje artificial que perjudica y obstaculiza. El castellano clásico, literario, en tercera
persona, no existe en el lenguaje andino. Todo me ha salido en primera persona para que sea
un lenguaje vivo, real, la manera de hablar de cómo se expresarían esos personajes. Hay la
idea de que el lenguaje vivo y hablado no tiene cabida en la literatura. Aunque no hay una
prosa literaria divorciada de la realidad, acá ese lenguaje es sofocante.
–¿Este tipo de lenguaje y el carácter político de la obra ha impedido su publicación en un
editorial “importante”?
–Mandamos la novela a Lima (mucha acción transcurre en Puno y Cusco), pero nos dijeron
que hay que mejorar mucho, sobre todo el lenguaje. Eso es mucho prejuicio pues una india
postrevolucionaria no tiene que hablar como escribe Bryce Echenique ¿no?
–¿Cuáles son tus autores favoritos en ciencia ficción?
–William Gibson, el padre del movimiento ciberpunk, pues introduce personajes marginales
en el género. Luego, en el mismo género del ciberpunk, Raphael Carter, que escribió The
fortunate fall. Más en el terreno de lo clásico, Alan C. Clarke, Samuel R. Delany por
Neveryon, Joanna Russ, C. J. Cherryh, que es más “trash”.
–¿Y cómo ves el género en Bolivia?
–No conozco nada.
–Hay un muchacho en Cochabamba, Rodrigo Antezana, que escribió hace unos años una
novela de ciencia ficción, El Viaje...
–¿Pero dónde se consiguen esos libros? De todas formas, el problema de la ciencia ficción
en Bolivia nos devuelve a la menopausia masculina. Es un mundo literario incestuoso, con
modelos clásicos o cuadrados. Tampoco se escribe novela histórica salvo Potosí 1600 de
Rocha Monroy o góticas que es un género con muchos lectores en otros países, o policiaco.
Todo lo que se escribe es muy convencional, muy “mainstream”, como dicen los fans de la
ciencia ficción, con temas limitados.
–Como en sus obras, las mujeres hacen y deshacen, ¿a quién le va a gustar la novela, a los
indigenistas o quizás a las Mujeres Creando?
–No sé, (se ríe), con las Mujeres no me llevo pero como la novela es feminista y anarquista,
quizás les guste pues la “Satuka” denuncia hasta el machismo de los amautas en un mundo
campesino que es machista pero también hay otros aspectos, muchos dirigentes son así pero
luego te dicen “sí pero mi mujer...”
Libros baratos vs. Libros caros
Los libros de Alison Spedding (de humilde pero magnífico acabado, pues no se deshojan
como otros) son editados por una editorial autosuficiente, artesanal, como Mama Huaco,
apoyada por los Luchos de la Villa, comandados por Nelson Aguilar.
Son vendidos a cinco o diez pesos y el pasado fin de semana en los Yungas se acabaron
títulos como Nosotros los yungueños.
Spedding, que vende su novela de 336 páginas a 20 bolivianos, cree que las editoriales y las
librerías tienen una mala estrategia de marketing.
“Porque, ¿quién tiene 90 pesos para comprar un libro? O quizás es a propósito, para que los
que lean sean siempre los mismos. Por eso quizás tenemos una literatura cobarde, porque se
sabe quién va a leer, las mismas caras conocidas. Se ha comprobado que si das libros
baratos, se venden. Y no me digan que son los costos de impresión, es otra cosa”, dice.
(Para cualquier pedido, la editorial Mama Huaco tiene esta dirección postal. Casilla Postal
3988 de La Paz o al correo electrónico, mamahuaco@unete.com también se consigue en
Yachaywasi.
Las cárceles invisibles
Por: Ricardo Bajo H.
Todo preso miente
Alvaro García Linera
La segunda vez como farsa de Alison Spedding (editorial Mama Huaco, 2008) es un grito
contra la invisibilización de la cárceles. En realidad es un alegato (escrito y sufrido en primera
persona) contra las propias prisiones. Spedding considera contradictorio en términos
estructurales el encarcelamiento de la gran mayoría de personas que pueblan nuestras
cárceles. “Víctimas” todas, en un 80%, de la ley 1008 pues el número de detenidos por la ley
de la Coca y Sustancias Controladas, -“notoriamente draconiana y anti constitucional al
ignorar la presunción de inocencia” promulgada en 1988- es más elevado debido a que no
existe la fianza juratoria para acusados por esta ley.
Spedding cree que las cárceles existen para cumplir tres objetivos fundamentalmente: para
que el drama autoritario del crimen y su castigo satisfaga a la ciudadanía, sosteniendo así las
bases del autoritarismo; para cumplir ciertos fines sociales como la provisión de numerosas
fuentes de empleo (desde policías a funcionarios judiciales pasando por personal de centros
de rehabilitación de drogodependientes, vende periódicos, miembros de agrupaciones
religiosas…, todos ganan con las cárceles “menos los clientes involuntarios del sistema, como
yo”, dice Spedding); y como forma de protección (no cumplida) para la sociedad de individuos
que la dañan con el plus de ser lugares de (supuesta y farsesca) rehabilitación.
Spedding, militando en la causa anti cárceles, cree que estos tres objetivos no se cumplen y
asegura que son sustituidos por un espectáculo del crimen y castigo “donde el propio preso es
un espectáculo, objeto de un ocultamiento e invisibilización por parte de la sociedad”.
Juego de la invisibilización de las cárceles en el que incluso participan los propios internos: “y
hasta nosotros, los presos-as, tendemos a pensar que es mejor colaborar con la
invisibilización de nuestra realidad, callando o mintiendo sobre nuestras experiencias
carcelarias. Para los que se benefician, directa o indirectamente, de la cárcel es preferible que
no se publique ni se conozca su realidad, para no dar cuenta que muchos presos “no
merecen” lo que les pasa, que han sido condenados por trivialidades, sin pruebas
contundentes, en procesos basados en prejuicios. Y el prejuicio social que pesa sobre el ex
presidiario, producto de la misma representación de la cárcel como lugar de delincuentes y
que, en consecuencia, convierte en delincuente, contaminado y peligroso, a todo el que cruza
su umbral, no obstante lo que era antes o el motivo por el cual está entrando, procura que
hasta los que pierden debido a la cortina de silencio, también decidan formar parte de ella”.
Invisibilización que tiene como consecuencia (una de ellas) la escasez de estadísticas
judiciales sobre procesos, sobre número total de presos, sobre sus orígenes y condición
social, sobre causas de los delitos (la gran mayoría proveniente de espacios sociales
desestructurados por la pérdida de lazos con la comunidad, en el caso de los campesinos o
ausencia de controles sociales informales y tradicionales, según Spedding…) Invisibilización
que se ceba, más allá de la propia composición real de la población carcelaria, en la
cotidianeidad ordinaria de las prisiones (las fiestas, los cumpleaños….). Así la combinación de
la censura sensacionalista de los medios (hay un capítulo especial para denunciar programas
como el famoso “Telepolicial” de RTP), la falta de estadísticas y la autocensura de los propios
presos y presas consigue un efecto multiplicador de la invisibilización llegando a la paradoja
planteada por Spedding: “entonces, ¿qué fines sirve un espectáculo que por lo general no es
mirado por nadie?”.
Alison Spedding escribió La segunda vez como farsa desde la celda 5 del pabellón B del
Centro Penitenciario Femenino de Miraflores, La Paz. Por eso, su libro es inédito en Bolivia y
probablemente en el mundo. Pues es (o debe ser) una de las primeras etnografías o estudios
sociológicos sobre la realidad carcelaria, escrito y realizado desde adentro, sin salir por las
noches (como muchos otros de investigadores no presos), en primera persona. Texto escrito
en condiciones adversas, las propias de la cárcel miraflorina y las añadidas por la condición de
la autora: “intelectual y escritora, identidad que no es muy aceptable para mujeres en cualquier
lado, especialmente cuando no es dulcificada con conductas sociales coquetas o que
aparenten poca seriedad y combatividad intelectual y menos aceptable aún en el ambiente de
la cárcel donde reina la femineidad más convencional (odiada y rechazada por mi durante toda
mi vida) que se enfoca en la maternidad, el matrimonio y el ocuparse del cuerpo y de la ropa…
sociológicamente estoy fuera de lugar”.
La investigación (bautizada por Spedding como “etnografía de la miseria humana”) comienza
con un prefacio profundamente sincero, pesimista y deprimente: “el lector o lectora que espere
encontrar un relato de cómo la dignidad humana se mantiene hasta en condiciones muy
adversas, un alegato del heroísmo e inocencia de las encarceladas (el tema y tono más
frecuente en la mayoría de publicaciones sobre la cárcel de contenido autobiográfico y/o de
denuncia social) debe dejar de leer ahora mismo… mis apreciaciones finales son deprimentes,
negativas y extremadamente amargas, sin pretensiones de distanciamiento académico o de
prescindir de juicios de valor”.
Incluso Spedding pone en duda su mismo trabajo de campo (del 30 de marzo de 1998 al 29
de septiembre de 2000) y su metodología: “francamente desprecio a las mujeres que aceptan
la identidad femenina convencional, claro que entiendo las presiones sociales que conducen a
las “mujeres” a creer que lo son….esto hace deficiente mi trabajo de campo porque evito la
mayor parte del tiempo hablar o relacionarme con ellas… esto en términos personales da
lugar a un aislamiento, soledad y aburrimiento por no decir frustración y rabia… no he hecho
ningún intento de disfrazar la falta de simpatía que siento por la mayoría de mis informantes,
no sólo las desprecio por ser “mujeres” sino por buzos, sumisas, pasivas, chismosas,
obedientes, deshonestas, que no intenten entender la ley por la que son procesadas y por
colaborar al fin con el mismo sistema que las oprime”.
El título del libro La segunda vez como farsa hace referencia a la conocida expresión de
Carlos Marx en El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte: “la historia está condenada a
repetirse, la primera vez como tragedia, la segunda, como farsa. Para Spedding, el sistema
carcelario en Bolivia resulta ser una repetición de la historia penitenciaria del Norte, de donde
ha tomados sus modelos, “pero definitivamente en el registro de la farsa”.
Spedding no deja pasar la oportunidad para hacer también una crítica anarquista: “el estado
boliviano es una mezcla de posturas y actitudes autoritarias con debilidad e ineficiencia
institucional en su aplicación”. Para después alabar paradójicamente al propio estado y la
misma ley 1008: “esta ley al fin ha logrado que el Estado asuma con cierto grado de seriedad
su rol en los casos penales”. Y por supuesto, no se reprime en el último párrafo del estudio en
exponer su ideario feminista, presente en todo el libro:
“Yo, desde mi adolescencia, he pensado que todo esto de ser madre, ser fiel al marido o
enamorado, tener la casa brillando, cocinar platos ricos que son del gusto de los demás, hasta
hacerse peinar en peluquerías, era parte de un sistema represivo y mi experiencia en
Miraflores me ha convencido que yo estaba acertada en eso. Entonces las invito, hermanas, a
abortar a sus hijos (si es que no han evitado concerbirles en primer lugar), a traicionar o mejor
abandonar a sus maridos, a botar sus trapos de limpieza e ir a comer a la pensión donde la
que cocina al menos tiene un sueldo, por mísero que sea. Y quién sabe si logramos salir de la
cárcel del género, con todos los cambios tan masivos que eso significaría, puede ser que
hasta la cárcel de ladrillos y cemento también dejará de existir”.
* Spedding fue acusada de tráfico de sustancias controladas al ser detenida en su casa en
posesión de 2.096 gramos de marihuana, después de la denuncia de un vendedor a la policía.
Según ella, las dos kilos no eran para vender sino para “manejar mi propio suministro de
marihuana y no tener que depender así de los vendedores”. Pasó dos años y seis meses en la
cárcel, de una condena de diez años. Las reformas al Código de Procedimiento Penal de 2000
permiten que después de dos años de detención sin sentencia ejecutorial puede darse la
libertad provisional. Su expediente ha desaparecido, no tiene sentencia ejecutoriada (en
Sucre) y su condición es de limbo jurídico, sujeta a arraigo, imposibilitada de salir del país y
obligada a firmar en el juzgado. En 2011 se cumplirán diez años de su juicio y de su sentencia
extraviada y se supone que accederá a la libertad no condicionada.
Fuente: Ecdótica

Los Veizaga versus los “malditos Cusicanquis”


Por: Ricardo Bajo
La Bolivia de los últimos 60 años a través de una saga familiar, los Veizaga, unos
terratenientes hacendados (“oligarcas podridos”) paceños del MNR de la provincia Inquisivi de
La Paz. Catre de fierro es una novela ambiciosa y coral de Alison Spedding, que retrata y
describe a través de una galería de personajes fascinantes -sin caer en el facilismo del
arquetipo- la decadencia de una familia y de un estilo de vida y hacer política, que dominó en
nuestro país durante medio siglo. Demasiado tiempo. Y a la par, el ascenso de la nueva
“burguesía” de la Eloy Salmón. Catre de fierro es la obra con mayúsculas (¿cumbre?) de
Spedding, que ya transitó la literatura de género desde el policial a la ciencia ficción. Alison
construye un universo propio alrededor de Saxrani (cantón Escola, Inquisivi), como lo hiciera
anteriormente Onetti con La vida breve.
Las virtudes de este “novelón” (en el mejor sentido del vocablo) son muchas: la descripción
minuciosa, detallada y ágil de un mundo rural, ajeno y desconocido para la inmensa mayoría
de nuestros literatos; el acierto de la voz narradora, Nemesio Calatayud (desde la humilde
cárcel de Inquisivi, en un guiño a los meses sufridos por la escritora durante su época
carcelaria); y el habla de los personajes, la mejor manera de acercarnos a un universo. No
deja de ser paradójico que tenga que llegar una escritora inglesa-colla, peculiar y particular
como “nadies”, para que con su profundo conocimiento de la idiosincrasia paceña y boliviana -
gracias a sus años de vivencia en Yungas, altiplano y Chapare- consiga un retrato de esa
Bolivia decadente que se resiste a abandonar sus privilegios y sus complejos.
Catre de fierro comienza con dos capítulos iniciales trepidantes que consiguen su propósito:
enganchar al lector para no soltarlo a lo largo de los extensos doce episodios (y más de 600
páginas adictas como pocas en nuestra literatura). “El agenciador de kuchus” -donde se narra
la “cinematográfica costumbre” de enterrar borrachitos en los edificios nuevos de las grandes
ciudades para “que todo vaya bien”- es un relato de lujo. De pe a pa. Impresionante.
La saga de los Veizaga -girando alrededor del viejo patriarca, Don Alcibiades Veizaga Murillo y
su “rival” el hermano Sócrates- está obviamente salpicada de muertes, hipocresías, ambición,
racismo, mentiras, amos y sirvientes. Con casas y pueblos malditos, con la vieja historia del
cainismo siempre presente. Con esas grandes familias y esos apellidos omnipresentes y
todopoderosos que todos conocemos, con derecho a todo, sobre todo. Con hermanos
matando por herencias, peleándose durante décadas por la sucia plata, mostrando entonces
su verdadero rostro: la ruina, el declive, la “decadenza” de una clase.
Por ésta y otras razones, se podrán leer muchos libros aburridos de historia o tratados
infumables y pesados de sociología política (escritos por bolivianos o por “turistas
revolucionarios” siempre de paso), pero dentro de unas largas décadas, la mejor manera de
conocer cómo era la Bolivia post 52 hasta los narcóticos años ochenta y los noventa de la
“mega”, será esta novela de Alison Spedding: un duro retrato del partido-eje por excelencia de
aquella época, el MNR, el “más traidor y comodín de la historia de Bolivia”. Mal que les pese a
la rosca literaria que ningunea y menosprecia el gigantesco talento narrativo de “la Alison”.
Junto al habla y la descripción con sus diálogos, Spedding cultiva -como en sus anteriores
novelas desde El viento de la cordillera a Saturnina, de tiempo en tiempo– el acierto de la
buena construcción de personajes. En Catre de fierro tenemos muchos y buenos. Desde el
citado Nemesio, el hilo conductor. Hasta el patriarca y su patética descendencia. Desde la
suegra lesbiana (y su círculo literario “Aquelarre”) a los pongos que terminan con el apellido
del patrón hasta que son desconocidos por involucrarse en el narcotráfico. Sin olvidarnos de
los “malditos Cusicanquis”, los sicarios de Suri contratados por los criollos y refinados Veizaga
para hacer el trabajo sucio, durante generaciones. Y, cómo no, ese personaje fascinante y
mentiroso que atraviesa la novela, el “Tata” Matías Mallku, un viejo amauta-sabio-adivino que
hace creer a todo el mundo que conoce el presente, el pasado y el futuro de todos gracias a
sus lecturas en hoja de coca. “De Suri, layqa dicen que es”. Acá y de manera transversal a
toda la obra, aparece otro rasgo de la novela de Alison: la desmitificación de un mundo rural,
campesino e indígena, que esconde, como todos, su lado oscuro.
La utilización de un léxico repleto de palabras provenientes del aymara y de la jerga de
“artilleros”, campesinos, cocaleros y resto de personajes -que enriquecen sumamente la obra-
molestará a las grandes editoriales transnacionales que se niegan a publicar estas obras por
no acoplarse a la moda uniformizante y uniformizadora impuesta por esa dictadura llamada
“gran público”. Pero atraerá al resto de los lectores que se sentirán más cercanos al universo
de Saxrani, un verdadero “tole tole” transgeneracional alrededor de los Veizagas malditos.
Cabello qulti, t’ojpa de borrachos, k’ank’a pies, espinosos chuchurumis, q’ipichate, tuxllu,
perdido en el monte como pampa wank’u.
Y junto al habla y lugares como la discoteca Bombowasi y el antro “Polonia” (casa de
prostitución y drogas bendecido por Juan Pablo II en esos guiños particulares del humor “sui
generis” de Alison Spedding), el plato y el trago. Y cajas de jabón “Patria” y lios de cigarros
kuyuna. La gastronomía adorna la novela con nuestra comida omnipresente en un mundo
injusto y desigual, pero donde todos acaban (mal) comiendo lo mismo: desde un mote de
habas con chuño y pedazos de queso duro a jaguas de cualquier alcohol barato. Desde una
pobre lagua con pito al “vino indio de ayrampu”. Desde un asado de cuy y picante de pollo
hasta un ponche de sucumbe o una gualusa con harta llajua y phutis de acompañamiento.
Devorados en silencio para no levantar la escoria escondida debajo de la alfombra, para no
descubrir el cadáver oculto en el armario de los Veizaga, microcosmos de la Bolivia con
resabios del último medio siglo. El sueño del gran patrón, del jerarca, del patriarca -con
fantasías indigenistas con medio siglo de desfase- se ha esfumado. La película ha terminado
(y ha comenzado) igual: con muertes. Ahora solo queda el lamento sobre los “horrores del
presente, un infierno de indios alzados, campesinos flojos y sin respeto y una generación de
jóvenes de conductas escandalosas”.
Fuente: La Ramona

Texto de Blanco en La Epoca

Texto de burdette

Sobre la novelística de Spedding y Paz Soldán


Por: Adolfo Cáceres
Gilmar Gonzales Salinas, docente de la Carrera de Literatura de la UMSA, comienza su
artículo con una reflexión de notables alcances para el estudio de nuestras letras; reflexión
que lamentablemente no se concreta, ni en él ni en sus colegas, constituyéndose en un simple
enunciado. De entrada dice: “En una reflexión sobre la literatura en Bolivia no tendría que
obviarse el tema de la tradición oral.
Tema que, sin embargo, ha sido obviado casi siempre”. Fiel a ese “casi siempre”, Gonzales lo
obvia una vez más. Desde luego que el título de su trabajo es claro en sus intenciones, sobre
todo con la obra de Spedding, que se inspira en los temas de la tradición oral aimara, aunque
Gonzales no lo destaca en ese sentido; en cambio en Paz Soldán, el indio sólo aparece
tangencialmente; aspecto que Gilmar Gonzales de algún modo procura destacar, a pesar de
que no entiende que cada escritor tiene su espacio, que no siempre limita y condiciona su
creatividad. Jesús Lara (1898-1980) en “Surumi” (1943), novela indigenista traducida a varios
idiomas y que llegó a ocho ediciones con “Los Amigos del Libro”, muestra un indio sui géneris,
Wáskar Puma, héroe de la Guerra del Chaco, que tiene rendida a sus pies a Vinvela, la
orgullosa hija de su patrón. Sustancialmente es lo que quiso mostrar Lara, o sea, es su versión
del indio civilizado, en un periodo en el que era tenido a menos. El éxito de la novela se hizo
indiscutible, continuando vigente 30 años después de la muerte de su autor. La presencia del
indio en las novelas de Paz Soldán es natural y pertinente con los argumentos que desarrolla.
No tiene por qué incidir en el indigenismo, si no se siente motivado a hacerlo. No por falta de
talento; después de todo, es un creador imaginativo, como también lo fue Chateaubriand, que
escribió su novela indigenista “Atala” (1801), sin salir de Francia.
Gilmat Gonzales justifica su artículo con las siguientes palabras: “Elegí a Edmundo Paz
Soldán (Cochabamba, 1967) y Alison Spedding Pallet (Londres, 1962) porque en uno vemos
representado el mundo de los “blancos” y en la otra el mundo de los indios. También porque
son un novelista y una novelista. Y porque creo que son una metáfora de dos movimientos de
nuestra democracia: uno que oscila en el vaivén de estar y no estar aquí y el otro más bien
afincado en lo propio”. Tiende a racista cuando insinúa que Paz Soldán representa “el mundo
de los blancos”; en todo caso, en sus obras están las clases sociales de los países en los
cuales ha vivido, especialmente el suyo.
Cuando Gonzales dice: “oscila en el vaivén de estar y no estar”, desliza un razonamiento que
se hace ambiguo. En tal caso, para precisar no debe ser “el otro”, sino “la otra”. Además, ¿no
están ambos narradores afincados en lo propio? Bueno, como sea, ahí aparecen estas dos
figuras, confrontadas por voluntad de un articulista, que no sólo se muestra interesado por la
temática de las obras que analiza.
Veamos: Al referirse a la obra de Paz Soldán, Gilmar Gonzales Salinas, dice: “Edmundo Paz
Soldán es un novelista de lo que en lenguaje común se llama la clase privilegiada. No sólo
debido al lugar económico y social al que el autor pertenece (,) sino porque el mundo
representado a través de su escritura y su perspectiva narrativa son de la clase privilegiada”.
En lenguaje común, a los de esa clase se los llama “jailones”. ¿Es así cómo percibe las
novelas de Paz Soldán? Desde luego que Paz Soldán es un novelista privilegiado, pero no por
su rango social, sino por su extraordinario talento creativo. Pocos narradores bolivianos han
logrado, en toda la historia de nuestra literatura, la atención y las distinciones que le confieren
sus lectores y críticos de dentro y fuera del país, sin contar las traducciones de sus libros (a la
fecha a nueve idiomas). En marzo cumplirá 46 años de edad. Hay que entender que su vida,
como la de todo ser humano, no es nada fácil. También es docente de Literatura en una
Universidad norteamericana.
Fuente: Los Tiempos

Catre de fierro, un espejo paceño


Por: Lupe Cajias
Nadie tiene ojos más amplios que aquellos forasteros que llegan de ultramar, con una cabeza
formada en otros ambientes, y quieren conocer y aprehender sobre otra cultura, en este caso
desde la profunda Inglaterra hasta Los Andes y ahí descuartizar la complicada sociedad rural
paceña a lo largo del intenso Siglo XX.
Y nadie mejor que Alison Spedding (Belper, 1962) para adentrarse en la saga de una familia
de hacendados pobretones y provincianos: los Veizaga con sus ramificaciones legales y de
hijos “naturales”; el paisaje emblemático del quiebre que trajo la Reforma Agraria en los
poblados valles interandinos: Saxrani, Suri, Inquisivi; la participación política desde los
cubretachos liberales, los movimientistas hasta el mirismo de una clase que nunca logró ser
aristocrática y ni siquiera burguesa; y los entreveros de personajes típicos de la urbe más
indígena de la América morena con su cultura inalterada en 500 años.
Catre de fierro
Catre de fierro (Plural, La Paz, 2015) es la ficción más ambiciosa de la reconocida autora, que
deja atrás la trilogía fantástica de sus saturninas para retratar los cambios sociales y culturales
en la estructura sociocultural boliviana (paceña), a través de una familia impactada por la
Revolución nacionalista de 1952 y desbordada por los excesos de sus sucesivas
generaciones.
La novelista no se desprende de la rigurosa académica, de la antropóloga, que ha vivido en
las entrañas de su objeto de estudio. No es casual que la obra comience sus 460 páginas de
denso contenido con la presencia del “albañil”-el mejor personaje andino para unir el campo y
la ciudad- y el ritual a la madre tierra precolombino con el edificio ultramoderno. Describe
aquella noticia susurrada de los entierros humanos en las esquinas de puentes o grandes
construcciones en La Paz. La metrópoli orgullosa intentando no mirar a los yatiris del Faro
Murillo, a sus ayudantes y artilleros que manejan sus hilos oscuros y profundos.
Ese “catre de fierro” es como un resumen del argumento, catres que existen aún en los
alojamientos o en hoteles baratos pueblerinos y que en un tiempo eran signo de grandeza.
Catres donde se unen las parejas vinculadas por un juez y un cura y las otras de raptos o
juegos clandestinos, donde el victorioso es el mestizaje indómito. Ahí mismo nacerán los
vástagos legales, los reconocidos y los achacados. Catres donde morirán los viejos.
Colchones olorosos al paso del tiempo, de la abuela, del hijo, de la amante, del bastardo, del
orín y del semen.

“Todos habían sido hermanos”


Aunque la novelista despliega una cantidad de nombres intercalados por un tiempo narrativo
desordenado y demasiados escenarios rurales y citadinos, el lector atento tiene en las voces
narrativas de los personajes secundarios (Matías Mallku, el yatiri, Jorge el huérfano, Nemesio,
el preso) el hilo de Ariadna para no perderse en el laberinto.
Las mujeres son la columna vertebral que impulsa el desarrollo del relato, sobre todo las más
aymaras, las cholas. Clotilde, Dorotea, Justina superan a las patronas y a las universitarias por
su fuerza para vencer el abandono como hijas del pongueaje, la violencia sexual, la exclusión
e imponerse al final con sus puestos de comida, de bebida, de prostitución o con la venta en el
Shopping La Whipala en plena Eloy Salmón.
Aunque la trama principal sigue las ambiciones económicas y políticas de los hombres de la
familia Veizaga, sus fracasos y sus amoríos frustrados, son estas hembras las que
caracterizan a la comunidad que describe Spedding, abigarrada, barroca y compleja, como la
foto que acompaña la contraportada del libro.

Voces narrativas
Spedding es siempre original y su escritura no se enmarca en otros autores bolivianos o
andinos, aunque reconoce su gusto por el estilo de René Bascopé y de Adolfo Cárdenas para
describir La Paz, logrando lo más difícil: dar el tono creíble y justo a los personajes andinos y
cholos. Probablemente su conocimiento profundo del inglés, del español y del aymara le
permite narrar con un lenguaje incorrecto, de sintaxis fatal y lleno de verbos secundarios, tan
característico de los collas.
Cada matiz, cada tono, de las voces narrativas, permite imaginarnos el rostro y las actitudes
de los miembros de un clan que aparenta ser oligárquico pero no puede esconder su
mestizaje real, hasta los tuétanos.
El relato es trágico y a la vez cómico, lleno de detalles de objetos y rituales que compartían las
abuelas y las sirvientas de una época decadente y a la vez nueva con la llegada del
Movimiento Nacionalista Revolucionario al poder. Una bacinica, vaciada a la madrugada, está
tan llena de nostalgias como la tienda siempre semi vacía en una calle pueblerina, atendida
por la antigua patrona para evitar aburrirse, para evitar irse a la ciudad donde nadie la conoce.
El mundo oscuro de la Sagárnaga hacia las callejuelas de esa aún desconocida Chuquiago
Marka, con sus yatiris y brujos y Matías se convertirá en un contrapunto a la historia familiar
llena de amores esquivos, militancias políticas fracasadas y ambiciones económicas burladas
por el comercio informal que gana la partida.
Aunque formalmente aparece como la historia de una larga venganza, de los resentimientos
sociales individuales y colectivos, y una novela para encontrar al asesino, la obra es sobre
todo un retrato sutil de La Paz. Spedding es capaz de crear personajes reales y no indígenas
prefabricados (“buenitos”) o mestizos políticamente correctos o blancos “for export”.
La vida en la hacienda, los viajes a mula en los años 40 por la ruralidad terrateniente, las
costumbres, las comidas, las bebidas, la hoja de coca y su influencia, el narcotráfico, las
cárceles sin candado, el Panóptico de San Pedro, las pensiones, las casas de inquilinos en el
centro paceño, la vejez, las muertes, son los otros puntos de apoyo en este libro que ha sido
considerado el mejor publicado en el último quinquenio.
Fuente: La Ramona

La prisión de Saturnina en la trilogía de novelas de la escritora Alison Spedding


Por: Jorge Estevez
Saturnina, el personaje principal de la trilogía de novelas de Alison Spedding, lleva casi
siempre su cabello negro y largo sujetado en dos trenzas al estilo típico de la chola paceña.
En su espalda carga un bulto, un atado de aguayo que contiene algún objeto ilícito. Y, en el
rostro, una sonrisa conspiradora.
Alison Louise Spedding nació el 22 de enero de 1962 en Belper, Inglaterra. Vive en Bolivia
desde hace más de treinta años. Antropóloga e investigadora, firma simplemente como
“Spedding” cuando se trata de sus libros de ficción.
Su trilogía de novelas, publicadas entre 1997 y 2004, seguramente sería un profundo dolor de
cabeza para cualquier editor norteamericano. Además de irreverentes, cada una de las partes
de la trilogía se desarrolla en un género distinto, que es anunciado -como una advertencia al
lector- en el título de cada una de las novelas. Ahí está Manuel y Fortunato; una picaresca
andina publicada en 1997; El viento de la cordillera: un thriller de los 80, publicada en 2001
y De cuando en cuando Saturnina; una historia oral del futuro, aventura de ciencia ficción
publicada en 2004.
En la trilogía los tres personajes principales, las tres mujeres sobre las que gira la narración no
son las mismas pero llevan el mismo nombre: Saturnina. También las tres comparten algo en
común: son llevadas a una prisión en algún momento de las narraciones que habitan.
Mejor, hacerse “la zonza”
“Las tres saturninas nunca se encuentran ni tienen contacto entre ellas, son versiones que
existen paralelamente, es decir, siguiendo una línea determinada sin ninguna posibilidad de
tocarse aún cuando existan elementos en común”, escribe Lourdes Belsy quien en 2015
defendió una tesis/investigación sobre el tema para optar al grado de Maestría en Literatura
Latinoamericana de la Carrera de Literatura de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).
La investigación titula “Mejor es hacerse la zonza siempre – Evadiendo la prisión en la trilogía
de Alison Spedding”. El estudio tiene más de 200 páginas e incluye las ilustraciones de la
artista Rafaela Rada a propósito de la novela De cuando en cuando Saturnina.
Lourdes Belsy, a partir de las situaciones de encierro carcelario de las tres Saturninas, se
aproxima a los personajes y su mundo ficticio. Esta observación la lleva a indagar en la
peculiar estrategia que las tres Saturninas utilizan para poder escapar de su aprisionamiento:
“hacerse las zonzas”.
“Hacerte a la tonta” explica la autora en la introducción de su investigación, “literalmente
significa fingir ignorancia respecto a algún asunto o mentir respecto a algo sabiendo que lo
que se dice es mentira y buscando con esta mentira conseguir un beneficio o evitar una
sanción”.
La tesis dedica un capítulo a cada una de las novelas observando las particularidades de cada
escape de prisión. No se trata simplemente de la reproducción de un mismo hecho -tres
secuelas donde acontece exactamente lo mismo, al estilo de Hollywood-. En cada una de las
partes de la trilogía los contextos son distintos, las maneras de actuar de Saturninas son
distintas, y sus fugas también.
En la primera novela, Manuel y Fortunata, un convento de monjas llamado La Inmaculada
Concepción termina siendo el sitio de reclusión de Saturnina. No como una parte del
noviciado, sino como una prisionera. “Sus captores eligen este espacio porque los delitos de
los que es acusada tienen que ver con prácticas religiosas. Por lo tanto, pensar en una cárcel
para ella resulta inadecuado” explica Lourdes.
En la segunda novela, El viento de la cordillera: un thriller de los 80 (una clara alusión a la
novela de Walter Guevara Arze Tempestad en la cordillera) escuchamos del encierro de
Saturnina por las palabras de otros personajes, con sugerencias que siempre dejan vacíos
que inducen a la duda. Parece que Saturnina ha sido enjuiciada por tráfico de cocaína y
quizás también por la muerte de un tal Alejandro Valdez, pero las sospechas sobre esos
acontecimientos son permanentes. Lourdes propone que en esta novela la mentira -hacerse al
zonzo- contagia también el lenguaje con el que se escribe, “excediendo la trama y, de hecho,
construyendo la historia a partir de sugerencias y omisiones”.
En la tercera novela, De cuando en cuando Saturnina; una historia oral del futuro, la mentira
estratégica “excede la historia de la protagonista y genera un cambio trascendental en el
medio que la rodea”. Como sucedió con El viento en la cordillera, hacerse al zonzo invade
también la escritura del texto y además su estructura. Saturnina se enfrenta al encierro tres
veces en esta novela y escapa siempre “haciéndose a la zonza”.
“Saturnina”, escribe Lourdes Belsy, “se presenta como la encarnación de una posibilidad, no
únicamente desde el punto de vista del género novelesco distinto que empapa con sus
características cada una de las entregas de la trilogía, sino como la posibilidad del
subordinado existiendo en un mundo que no puede corregirse, sobreviviendo desde un
espacio proscrito”.
En el cuarto capítulo de la tesis desarrolla la problemática de los géneros sugeridos en los
títulos de las novelas (picaresca, thriller y ciencia ficción) y, en el quinto, la mentira estratégica.
Según propone Lourdes Belsy, hacerse a la zonza no es únicamente un atributo de los
personajes, sino también de la propia novela que se “hace a la zonza” de lo narrado.
Fuente: pieb.com.bo/

Texto del pachakuti

Texto de alexandru
Alison Spedding: la historia de una familia boliviana
Por: Adhemar Manjón
¿Es Catre de fierro, de Alison Spedding, la mejor novela de este año en Bolivia? ¿Es la mejor
de estos últimos cinco años? ¿Es la mejor de este joven siglo XXI? Hay voces que fácilmente
responderían sí a las tres preguntas, incluso algunos ya la ponen como la mejor de los últimos
50 años.
Por ahora digamos que, como ocurre en estos casos, el tiempo se encargará de colocarla en
el lugar que le corresponde, pero de lo que no hay dudas es que Catre de fierro es una obra
muy ambiciosa, muy bien escrita y que consolida a la escritora y antropóloga inglesa como
una de las mejores autoras que actualmente tiene la literatura boliviana.
La novela cuenta la historia de la poderosa estirpe Veizaga a lo largo de 40 años, desde la
revolución de 1952 hasta comienzos de los años 90, cuando apenas se avistaba el llamado
proceso de cambio que vivimos hoy.
Para desarrollarla, Spedding decidió crear un pequeño pueblo al que nombró Saxrani (un
cantón de la provincia Inquisivi, del departamento de La Paz), lugar donde los Veizaga son la
gran familia a respetar. En 450 páginas Spedding cuenta las disputas, las traiciones y la
decadencia de este núcleo, con diferentes hechos sociales y políticos ocurridos durante esos
años como fondo narrativo, en un estilo realista, crudo y permeado del humor característico de
la escritora inglesa, que lleva tres décadas de residencia en Bolivia.
“La historia la concebí en los 90, cuando un alumno que tenía de Sociología me comentó
algunas anécdotas de la cárcel de Inquisivi”, contó Spedding en esta entrevista, realizada en
Sucre el anterior mes, aprovechando su presencia en el Congreso Boliviano de
Investigadores. La escritora habló de las veces que estuvo en Inquisivi desde que vive en
Bolivia, y a pesar de que la consideraba una sociedad tradicional escuchaba muchas historias
de asesinatos ocurridos ahí, que también le sirvieron para recrear algunos hechos en su
novela.
Spedding (que solo con ese apellido firma sus libros de ficción) dijo que las raíces de esta
novela provienen de la influencia que ha recibido de William Faulkner. “Cuando era changa yo
encontraba odioso a Faulkner, decía que era misógino. Después, ahora me encanta Faulkner,
es que odia a todo el mundo.
Catre de fierro es un poco como ¡Absalom, Absalom!, es una historia de familia”, explicó
Spedding, mencionando además cómo le gustan las sociedades estamentales que mostraba
Faulkner en sus novelas, todos esos hombres y mujeres con comportamientos rígidamente
definidos. “Todos, pero todos”, agregó Spedding, que mientras habla mezcla el español con un
poco del inglés y del aimara.
“Creo que también tiene un poco de Los detectives salvajes, de Bolaño, me gustó mucho esa
novela, aunque la leí cuando ya estaba por terminar mi texto”, comentó.
Si bien etiqueta su novela como una saga familiar, Spedding dijo que más le parece una
tragedia de venganza, un género que tuvo su auge en el siglo XVII y que, a su parecer, ahora
está volviendo a la moda. “Breaking bad, por ejemplo, es una tragedia de venganza”, comentó
la escritora, de 53 años.
Las novelas bolivianas
Catre de fierro inicia con un gran primer capítulo, El agenciador de kuchus, donde se
presentan dos personajes clave de la novela, el yatiri Matías Mallku y Nemesio Calatayud, que
narra la historia desde la cárcel de Inquisivi, y la pregunta es si el personaje de Nemesio es un
guiño a los años que Spedding estuvo presa por posesión de marihuana a finales de los 90
(proceso que está documentado en el indispensable ensayo etnográfico La segunda vez como
farsa, Ed. Mama Huaco, en el que la inglesa muestra la pobre realidad del sistema judicial y
carcelario de Bolivia). “Mirá, mis personajes siempre entran a la cárcel. Doris Lessing dijo que
el autor o la autora es todos los personajes de su novela, o sea que es una falacia decir ‘este
es el autor, esta es la autora’, ¿no ve?.
La persona que escribe la novela es todos los personajes, incluso los que parecen repelentes,
inaceptables”, respondió Spedding. “Pero si toca decidir qué personaje soy, soy Fortunato
(uno de los protagonistas de la novela histórica Manuel y Fortunato. Una picaresca andina, ed.
Mama Huaco)”, añadió entre risas la autora.
Y es que el humor es una constante en la obra de Spedding (“Tenemos que reír, si no nos
reímos de la vida tenemos que suicidarnos”, señaló). “La literatura boliviana es muy solemne,
por eso yo digo que hasta en mis ponencias académicas hago reír. Y pues, no creo en el
respeto por eso es que siempre hablo mucho. La mejor manera de quitar el respeto es hacer
reír”, indicó.
Spedding recordó cuando presentó su novela De cuando en cuando Saturnina ( clasificada
como ‘anarco-feminista de ciencia ficción’, ed. Mama Huaco) al Premio Nacional de Novela
2001 y perdió. Ese mismo año se presentó Periférica Blvd, de Adolfo Cárdenas, un libro que le
gusta mucho y que también se quedó sin nada. El ganador fue Tito Gutiérrez con Magdalena
en el paraíso, un trabajo que Alison leyó y no le pareció nada llamativo. “Todo eso confirma lo
que digo, los jurados del premio nacional tienen gustos completamente cuadrados,
decimonónicos incluso diría yo”, y luego nombró otras obras ganadoras que no fueron de su
agrado (La doncella de barón Cementerio, 2005, de Eduardo Scott Moreno, le pareció que no
llegaba a ninguna parte; El agorero de sal, 2006, de Luisa Fernanda Siles, se cae después de
las primera páginas; La toma del manuscrito, 2008, de Sebastián Antezana, aburrida; no leyó
Pasado por sal, 2013, de Cé Mendizábal, pero sí Alguien más a cargo, 1999, del mismo autor,
y no le gustó; de Los fantasmas asesinos, 2007, de Wilmer Urrelo, dijo que es una de las
pocas que se dejaba leer), con esto dijo que ratificaba lo que escribió en el artículo de 2006
titulado Novela actual ¿Literatura de la menopausia masculina?, en el cual criticaba los
argumentos de las obras ganadoras hasta 2004 y el manejo de los personajes femeninos
estereotipados en las mismas; así también, se estrelló contra otros autores considerados
importantes en la literatura boliviana: “Los deshabitados, de Marcelo Quiroga Santa Cruz, es
ilegible, no la he terminado; igual Felipe Delgado, de Jaime Sáenz, intenté varias veces y no
avancé.
De Sáenz, su novela más pasable es Los cuartos”, dijo Spedding, quien en una presentación
‘pirata’ realizada una de esas noches en Sucre, recalcó que odiaba las historias en las que se
mostraba a los indígenas como pobrecitos, como tontos. “Yo odio el indigenismo quejumbroso.
Odio el feminismo quejumbroso”, declaró.
La llegada a Bolivia
A comienzos de los 80 Spedding viene por primera vez al continente americano. “La culpa la
tuvo Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez”, señaló. Y tenía tantas ganas de
conocer esta región, pero sabía a la vez tan poco de ella y, además, no hablaba nada de
español, que termina en Jamaica, donde conoce a un par de traficantes de medio pelo, un
holandés y un inglés (“No tenían dinero, lo único que poseían era medio kilo de la más pura
pasta base de cocaína peruana -que es mucho mejor que la boliviana- y no hacían otra cosa
que fumársela”) que le hablan de Bolivia. Es así como en 1982 llega por primera vez al país,
luego regresa a Inglaterra para terminar la carrera de Antropología, en ese ínterin escribe sus
primeras tres novelas del género de fantasía. Escribe otra, Fear and posing in Cambridge, que
nunca le publican porque era un subgénero, mostraba las culturas de las drogas y los jóvenes
desempleados de Cambridge en la época del thatcherismo (“Mostraba el trasero de la ciudad”,
dijo Spedding), una línea distinta a lo que había hecho, a sus editores no les gustó. “Me
adelanté a Trainspotting, de Irvine Welsh”, dijo entre risas.
Finalmente regresa al Bolivia en 1989. Buscando un tema para su tesis de doctorado cae en
cuenta de que, a pesar del intenso movimiento de droga en el país, ‘nadies’ se interesaba en
investigar eso, en estudiar este fenómeno, ella lo hace y titula esa tesis Wachu Wachu. Cultivo
de coca e identidad en los Yungas de La Paz. Decide quedarse a vivir en los Yungas, pero no
sabía qué “mierdas” hacer con su vida. Meses después empieza a dar clases en la
Universidad Mayor de San Andrés, hasta hoy.
Spedding manifestó que decidió publicar Catre de fierro con una editorial como Plural para
demostrarse que valía la pena hacerlo con alguien más, pero quedó un poco molesta porque
para ella el precio que le pusieron(Bs 150) es demasiado alto, así que indicó que quizás su
siguiente trabajo lo saque nuevamente con su editorial, Mama Huaco, con la que ha publicado
sus anteriores libros, tanto de ficción como académicos. “Por lo menos hasta que reformulen
de nuevo la estructura de costos”, aclaró Spedding, que también se quejó de que la mayoría
de los autores bolivianos no aceptan críticas y se lamenta del poco debate académico que
existe en el país. “Porque si yo digo “tu argumento no tiene fondo”, generalmente piensan que
lo están atacando sin ningún motivo”, declaró la autora del thriller El viento de la cordillera, que
junto a Manuel y Fortunato y De cuando en cuando Saturnina, conforma una trilogía cuyo
único punto en común es que las tres novelas están protagonizadas por Saturnina Mamani
Guarache, en diferentes situaciones (en De cuando en cuando… es una piloto de una nave
espacial).
Y al parecer Spedding no se quedará con los brazos cruzados y subirá la apuesta en su
siguiente novela, en la que recreará una historia alternativa al descubrimiento de América:
“Los castellanos no realizan la conquista ya que fueron los moros los que contrataron a
Colón”.
De Bolivia no se piensa mover, declaró, aquí vivirá hasta sus últimos días. Además, ni
queriendo puede irse, afirmó, ya que tiene un arraigo que le impide salir del país. “Ni el Álvaro
García Linera que es mi amigo puede retirarme ese puto arraigo”, dijo entre carcajadas la
Spedding.
Fuente: Brújula
Dos autores “excéntricos” de la literatura boliviana
Por: Carlos D. Mesa
En el contexto de la literatura boliviana del siglo XXI hay algunos autores excéntricos a las
consideraciones convencionales sobre nuestra literatura. Escojo a dos de ellos para
ejemplificar esa “excentricidad”.
¿Sería posible decir que la británica-boliviana Alison Spedding escribe literatura indigenista?
Quizás podríamos ensayar la “actualización” del concepto y decir que es una autora
neoindigenista, pero sería una afirmación insuficiente y limitante. Lo que importa en su obra –
en buena medida posible porque quien escribe nació en Europa a 10.000 km de distancia y se
sumergió en lo indígena hasta hacerlo suyo– es que hace una lectura extraordinariamente viva
y estimulante del mundo indígena de la actual centuria. En un salto que muestra imprecación y
mirada larga, está una de sus novelas, Catre de Fierro, en clave de eslabón campo-ciudad,
pero obviamente inteligible como aproximación descarnada al mundo sacralizado de lo
indígena y también de lo mestizo. Nada está a salvo, ni siquiera los elementos emblemáticos
de la teoría “descolonizadora” tan en boga. Spedding escribe desde adentro, desde el corazón
de un mundo que las más de las veces se leyó desde la superficie o desde su costra. La
narrativa de Alison Spedding está muy lejos del indigenismo clásico. Es una ruptura porque es
capaz de leer sin prejuicios y sin complejos, lo que literalmente “le sale de…” Spedding marca
un quiebre ¿Quién podría dudarlo?
¿Cómo podríamos enmarcar a Adolfo Cárdenas y Periférica Blvd.? S. Fernández A. es uno de
los personajes de la novela, chofer del teniente protagonista de Periférica. Es el chofer
indígena del vehículo patrullero de la policía que nos mete en el mundo delirante de Periférica
Blvd. La movilidad social, más allá del puro juego de nombres, está a la vista.

¿Marca Cárdenas una ruptura? Otra vez la idea de las rupturas. Lo excéntrico convertido en
centro. El lenguaje subvierte el orden, o mejor, lo coloca donde debe estar, en la calle, en las
bocas de sus personajes tal como estos se expresan, tal como hablando viven el mundo, el
suyo que es el efervescente de la ciudad. ¿Podría traducirse a Cárdenas al inglés, al francés,
al italiano, al alemán? La primera respuesta parece ser definitiva y es un no. Pero ¿y ese gran
subvertor del orden del lenguaje que fue Joyce? Pregunto ¿Cómo tradujeron Finnegans Wake
o Ulises al castellano? ¿Cuánto me estoy perdiendo de lo que esa obra, que es un referente
monumental de la literatura universal, tiene en su idioma original una vez traducido? De nuevo
¿Cárdenas es intraducible? probablemente Joyce es intraducible, pero sin embargo se ha
traducido.
En Periférica, contra lo que podría pensarse, la palabra no es un artificio que explota y
desaparece, la palabra está intrínsecamente ligada en matrimonio con lo narrado y lo es todo.
En cuanto al tema, no puede ser definido como novela social ni como novela política, ni como
novela de género, ni siquiera como un subgénero. Pero sí le permite al lector entender una
idiosincrasia, los mecanismos de funcionamiento social y su subtexto político. Es aquí donde
se prueba que es un camino más efectivo que el de la literatura militante, pues el retrato es
más claro y profundo que el de las novelas que han buscado explícitamente representar la
sociedad, reflejarla, comprometerse con…
Lo que importa es la construcción del universo de Periférica. Lo dicho. El lector es
transportado por el lenguaje. En este caso no hay posibilidades de separar una cosa de la
otra. El lenguaje en ese juego de aparentes fuegos artificiales no está disfrazando algo vacío
de contenidos. Hay una imposibilidad en Periférica de separar el lenguaje de los personajes,
de la acción, de los símbolos, de la dinámica, de todo aquello que se mueve. ¡Y se mueve
mucho! Periférica es una novela viva en el más profundo sentido de la palabra y, valga el
juego, renovadora por la palabra integrada inseparablemente al corpus-cuerpo de sus
protagonistas. ¿Es una novela costumbrista? No. ¿Es solamente una novela urbana?
probablemente la definición sea insuficiente. ¿Es la jerga que solamente puede comprender
un paceño, y aún más, un paceño de la periferia? No lo sé. Habría que ver si un argentino o
un mexicano, cuando leen Periférica, pueden entrar en esa viscosidad tan íntimamente vital,
en la que los personajes parece que están bailando cuando aparecen bailando, o parece que
están grafiteando, o matando, o emborrachándose, o a punto de volcar el auto patrullero. El
“parece” es el click que hace posible el lenguaje para que la realidad narrada sea la realidad
sentida por el lector. ¿No es esta una ruptura?
Fuente: Los Tiempos
EL FUTURO ES UN CHENK’O:
las aventuras exageradas de exbolivianos por la
galaxia (De cuando en cuando saturnina de Alison
Spedding)

Mauricio Murillo Aliaga

Alison Spedding (Londres, 1962) ha escrito en español una de las trilogías más importantes
de la literatura boliviana de los últimos años: Manuel y Fortunato (1997), El viento de la
cordillera (2000) y De cuando en cuando Saturnina (2004). En estas novelas Spedding
reelabora géneros literarios definidos para presentarlos de manera nueva. Spedding crea
nuevas fronteras dentro de dichos géneros (como también dentro de la acepción de novela);
en este sentido se apropia de géneros universales para resemantizarlos desde el lugar que
habita. Estas tres novelas parodian los géneros de picaresca, thriller y cyberpunk,
respectivamente. En este gesto encontramos una tensión que recorre toda la trilogía: el
homenajear el género que se parodia y a la vez el trastocarlo y quebrarlo.
En este ensayo leeremos De cuando en cuando Saturnina reflexionando su reinterpretación
del cyberpunk (movimiento que nace y tiene su auge en los ochenta) y veremos cómo esta
reconstrucción del género permite crear nuevos sentidos que destacan el lugar específico
desde donde escribe Spedding. En este sentido, los conceptos de parodia e intertextualidad
son mecanismos poéticos que recorren el libro, pero que, como el género del cyberpunk,
también son puestos en crisis desde su interior. De esta manera nos detendremos, además, en
tres escenas importantes que nos permitirán reflexionar sobre el hacer de la novela: el video
erótico-étnico, el carnaval en el Orbital y la figura de la mujer.
0. El plan de navegación
La novela empieza con un pequeño prólogo al que le sigue el “Manual de la usuaria”. En este
manual (como una parodia de Rayuela de Julio Cortázar) encontramos una descripción de las
opciones (varias) que tiene el lector, en este caso la lectora, para navegar (leer) por la novela.
En este sentido, en De cuando en cuando Saturnina el acto de leer es central. Desde las
primeras páginas la escritura identifica su tipo de lector. Así, podemos entender que “la
lectura construye un espacio entre lo imaginario y lo real, desarma la clásica oposición binaria
entre ilusión y realidad. No hay, a la vez, nada más real ni nada más ilusorio que el acto de
leer” (Piglia,2005:30). La lectura, entonces, es una de las primeras instancias que privilegia
el libro de Spedding, es por esto que entendemos que la reconstrucción de un género cerrado
como el cyberpunk es tan importante en la novela: la escritura de De cuando en cuando
Saturnina se mueve pendularmente en la tensión entre lectura y escritura.
Es por esto que no es gratuita la presencia de múltiples lectores en el transcurso de la novela:
los técnicos que leen las pantallas, los quipucamayoc (lectores de quipus), los brujos que leen
la coca, los lectores de CD, etc. Es así que no sólo el futuro, con la tecnología, crea nuevos
lectores, sino también la tradición (como los brujos que leen el cielo o cualquier signo
natural). La lectura, entonces, es una manera de entender y revelar la vida, como también es
una manera de descifrarla y cifrarla a la vez. El acto de la adivinación (que es el acto de
evocar e imaginar el futuro en el presente) es un paralelo del acto de escribir y del acto de
leer.
Es por esto que en la novela de Spedding se privilegia el acto de narrar antes que el registro
fehaciente de los hechos. Frente a un video documental de la revolución que acaba con
Bolivia, Saturnina le dice a Fortunata: “¡La abuela cuenta de otra forma!” (Spedding, 2010:
65). En este sentido, la narración de la aventura es mucho más rica que el registro de los
hechos (manipulado en el caso del video por miembros de la cúpula de poder de la ex-
Bolivia). Es por esto que en De cuando en cuando Saturnina la mentira y el artificio son
importantes. Esto lo vemos en los rumores que inventa Saturnina y que al final le permiten
recobrar la libertad luego de ser encarcelada: “El día que encuentres a alguien que empieza a
contarte una de las historias que vos misma has hecho correr, y con detalles que vos no has
puesto. Ese día sabrás que el cuento ha cobrado vida y puedes echarte a escuchar” (Spedding,
2010: 256). Acá entendemos cuán importante es el peso de la narración, su poder. La palabra
(oral y escrita) puede cambiar la realidad. “Las mentiras más exitosas son las que casi son
verdad” (Spedding, 2010: 265).
Frente a la escritura de la novela es muy importante la figura de la lectora. Esta escritura sólo
se completa en la activación que permite la lectura. De cuando en cuando Saturnina instaura
un espacio que privilegia la comunión, el acto dual. Su lector ideal es femenino (esto lo
veremos hacia el final de este estudio). Así, su relación con el género que parodia y recrea
parte desde la posición de la escritora como lectora. La escritura y la lectura se encuentran
en el germen del libro.
1. Para una (breve) teoría del intertexto y de la parodia
Para entender mejor el mecanismo intertextual y paródico tan singular de la novela es preciso
revisar ciertas nociones de estos dos términos; de esta manera podremos entender, en el
siguiente subtítulo, qué es lo que hace De cuando en cuando Saturnina con el cyberpunk.
Veamos esta cita de Gerard Genette: “Por mi parte, defino la intertextualidad, de manera
restrictiva, como una relación de coprecencia entre dos o más textos, es decir, eidéticamente
y frecuentemente, como la presencia efectiva de un texto en otro” (Genette,1989:10). La
intertextualidad es, entonces, la inserción de un texto existente en el interior del texto que se
está creando.
Por otro lado, podemos describir la figura de la parodia: “aunque el acto de parodiar sea un
acto de incorporación, su función también es la de una separación, la de una contraste”
(Hutcheon,2001:60). La parodia se diferencia de la intertextualidad en que la incorporación
del texto parodiado ya no es sólo material, sino que ideológicamente la escritura que parodia
se plantea reflexivamente frente al texto original. “[D]etrás del plano de la obra hay otro
plano, aquel que es estilizado o parodiado. Pero en la parodia es necesario el desfase de los
dos planos, su desplazamiento” (Tynjanov,2001:10).
Como lo anunciamos antes, De cuando en cuando Saturnina reconstruye un género instituido
para realizar el desplazamiento del mismo. Pero habría que preguntarnos: ¿hasta dónde nos
alcanza la teoría del intertexto y la parodia para entender el acto de reconstrucción que realiza
Spedding? De principio, habría que decir que nos sirve mucho para, como el mismo manual
de navegación de la novela, marcar los límites e instaurar ciertas fronteras ilusorias. En
segundo lugar, es necesario decir que lo que hace Spedding es también (como cualquier
buena parodia) una puesta en crisis de estos dos términos que hemos mencionado.
La escritura de la novela no sólo parodia el cyberpunk, también (además de mucha otra
literatura) desplaza y reelabora la realidad, específicamente la historia y el futuro (el devenir).
En el glosario final que nos presenta la novela encontramos esta definición: “Hacker.
persona experta en desactivar o sobrepasar los sistemas de seguridad de las computadoras,
entrar en cualquier archivo para alterarlo, meter virus, robar datos etc., a su gusto”
(Spedding,2010:325). Saturnina, entre muchas otras cosas, es una hacker. La novela, lo que
hace es hackear (“Hackear. burlar los sistemas de seguridad de las computadoras”). No es
el intertexto la mejor manera de definir su mecanismo poético, ya que la violencia de lo ilegal
(el contrabando por ejemplo) anula el mismo término que define el acto. Spedding no sólo
parodia la historia de Bolivia, sino que la hackea. La imaginación que construye un país
caótico es parte de esta idea de burlar los sistemas.
La falsificación de identidades, uno de los métodos más utilizados por las pertenecientes al
comando Flora Tristán1, es una forma de hackeo. La escritura de la novela es una suerte de
falsificación, no sólo de parodia. La realidad, la historia, el futuro y la misma literatura son
una falsificación. La mentira y el juego son las instancias que enfrenta al lector con la realidad
poética de De cuando en cuando Saturnina.
De todas maneras, sigue siendo necesario volver a los conceptos de intertextualidad y de
parodia para leer la novela. Son nociones que nos permiten cuestionarnos sobre el mecanismo
interno del libro, y al hacerlo también nos invitan a poner en crisis estos dos conceptos, de
esta manera, repensar nuestros conocimientos sobre la literatura y el mismo acto de escribir.
Saturnina, en una de sus aventuras, se encuentra la siguiente pintura representada en el techo
de una nave espacial pirata: “Encima de la unidad central estaba pintada una parodia de la
Estatua de la Libertad que en vez de tea alzaba una caja de video intitulado «Filthy Porn. Not
Approive For Planteside Use» y en la otra mano, una subametralladora de último modelo. En
vez de su vestido clásico, llevaba una salida de baño transparente abierto sobre un sostén con
agujeros para los pezones y uno calzones sin entrepierna en encajes negros. Y en su barriga,
un tatuaje que entre rosas y serpientes rezaba: «Political Correctness: Absolutely
Forbidden»” (Spedding, 2010: 161). Esta imagen de la Estatua de la Libertad hackeada es
una puesta en abismo del mecanismo paródico de la novela. No solamente es el acto de
recrear, sino de burlarse del original y degradarlo, de llevarlo, lúdicamente, a los extremos
de lo grotesco y de la imaginación desbordada. Las fronteras de estos dos conceptos teóricos
estallan para reelaborase, como se reelabora la misma novela. “Transnacionalidad,
transdisciplina, transexualidad marcan categorías que se ubican tanto en el cruce de fronteras
disciplinarias como en el más allá de continentes hegemónicos como la nación soberana, la
disciplina y el género dual (masculino, femenino). Lo ‘trans’ localiza su fuerza en el más allá
de las metanarrativas ligadas a las identidades nacionales monolíticas, genéricas y
disciplinarias” (Belausteguigoitia, 2009:108).
2. La calavera radioactiva
Hay una imagen en De cuando en cuando Saturnina que nos permite seguir sobre el
cyberpunk y cómo es puesto en crisis y homenajeado a la vez en la novela. Fortunata dice:
“En eso he visto que la calavera de la Juliana emitía una luz débil, verdusca” (45). El tuxllu2
de Juliana brilla porque es recuperado de una zona donde ha caído una bomba nuclear. Esta
imagen de una calavera fosforescente nos permite visualizar el cyberpunk que construye

1
El Comando Flora Tristán en la novela es un grupo anarquista de mujeres que pertenecen a la exBolivia.
2
“Tuxllu. Calavera que se guarda en la casa y a la que se ofrece culto; preferiblemente de alguien que haya
muerto violentamente (mejor si es asesinato), o de un familiar (Spedding,2010:336).
Spedding: un cyberpunk que se enfrenta a las tradiciones andinas y específicas de pueblos
con un fuerte pasado cultural, pero a la vez es esta tradición ancestral (la cultura de los tuxllus)
que se enfrenta a un mundo galáctico y nuclear. Es esta problemática, este contraste, esta
paradoja la que instaura Spedding.
Bruce Sterling, uno de los escritores más importantes del movimiento cyberpunk, explica en
el prólogo de Mirrorshades: una antología ciberpunk: “Los ochenta son una época de
afianzamiento, de integración, de influencias hibridadas, de liberación de viejas nociones al
sacudirlas y reinterpretarlas con una nueva sofisticación, desde una perspectiva más amplia.
Los ciberpunkis3 buscan un punto de vista global y de más alcance” (Sterling,1998:10). Este
movimiento se instaura y se crea a partir de una visión futurista y globalizante.
Los ciberpunkis, al ser en sí mismos híbridos, están fascinados por las zonas intermedias, las zonas
donde, en palabra de Gibson, «la calle usa las cosas a su modo»: son los sucios e irreprimibles grafitos
callejeros, productos de ese artefacto industrial clásico, el bote de spray; es el subversivo potencial
de la impresora, de la fotocopiadora doméstica y la música scratch, cuyos innnovadores marginales
convierten al propio tocadiscos en un instrumento, generando la arquetípica música de los ochenta,
donde el funk se encuentra con el método de collage de Bourroughs. «Todo está en la mezcla» es
cierto para gran parte del arte de los ochenta, y del mismo modo también es aplicable al ciberpunk,
como lo es al punk, la moda «retro» de mezclar-y-ensamblar, y a la grabación digital multiplista
(Sterling,1998:10).
La cita anterior es importante porque nos muestra que Spedding también sigue ciertos
parámetros instaurados por los escritores del cyberpunk. El doble juego de homenajear y
desplazar es lo que moviliza la esencia hacker en De cuando en cuando Saturnina. No la
negación ni la afirmación, sino la ambigüedad. En este sentido, para este trabajo (y sujeto a
discusión) denominaremos el género de la novela de Spedding como un neocyberpunk.
Este neocyberpunk construye imágenes abigarradas que no encontraríamos en escritores
cyberpunks pero que sí se genera en el universo que han creado. Por ejemplo, contar armas
bélicas con quipus (Spedding,2010:1000) o printouts mezclados también con quipus
(Spedding,2010:126). Si “la tecnología es para los ciberpunkis algo visceral”
(Sterling,1998:9), para este neocyberpunk es igual de visceral el anacronismo y lo absurdo
de éste. “Por eso es algo chistoso: llegas a Uyuni en shuttle o subsónico moderno y de allí te
vas en un tren viejísimo o en algún carro que se detiene en cada cruce para subir y bajar
pasajeros, sacos de papás y hasta ovejas vivas” (Spedding, 2010: 116). En el neocyberpunk
de Spedding la paradoja (y el humor que ésta produce) construye un mundo delirante: el
espacio sideral y el espacio rural habitan una misma imagen.
En el cyberpunk de los ochenta “las extrapolaciones y la alfabetización tecnológica, no son
solamente herramientas literarias, sino también una ayuda para la vida cotidiana. Son vías de
conocimiento y muy apreciadas” (Sterling,1998:8). En De cuando en cuando Saturnina la
tecnología también tiene su propio lenguaje que permite conocer el mundo desbordado que

3
En la traducción del libro utilizan la denominación ciberpunkis para nombrar a los seguidores del
cyberpunk; nosotros, excepto en las citas del libro de Sterling, utilizaremos la notación cyberpunks, más
acorde al movimiento en inglés.
imagina Spedding, pero, a la vez, los rituales tradicionales y las costumbres de la ex-Bolivia
tienen su propio lenguaje que, en relevancia, está al mismo nivel.
«¿Pastoras robóticas? ¿Son de manufactura japonesa?»
«¿Qué crees? ¿Acaso los japuchos son llameros? Nosotros los [sic] fabricamos de partes recuperadas
de lo que sea»” (Spedding, 2010: 134).
Entonces, vemos cómo, desde el lugar particular desde donde escribe Spedding, funciona
este acto de hackear el cyberpunk. “Una mezcla extraña de progreso y atraso” (Spedding,
2010: 100). Los problemas internos de Qullasuyu4 se mezclan con aventuras espaciales. “Yo
miraba afuera. Estábamos en el décimo piso, abajo y alrededor se veían los avisos
tridimensionales para whisky, para comida chatarra oriental y occidental, para espectáculos
pornos en vivo, para cursos espirituales en templos budistas. Stupas doradas competían con
changas en tangas para dominar el cielo nocturno” (Spedding, 2010: 89).
Por eso, el discurso del Comando Flora Ttristán es tan directo y puntual:
«¿El enemigo son los hombres o es el sistema?»
«Ambos pues» (Spedding, 2010: 113).

El poder patriarcal y el sistema es lo que se busca destruir, lo que se ataca. Podemos pensar
esto también con los géneros literarios establecidos. “¡Nosotras escupimos en Dios y en el
hombre!” (Spedding, 2010: 215). Pero no sólo se tienen que derrumbar los sistemas
neoliberales y occidentales que expulsan de la ex-Bolivia, sino también todo tipo de sistema:
“Los incas eran unos imperialistas de mierda también” (Spedding, 2010: 215). La anarquía y
lo subversivo (que también se critican en la novela desde la ironía) son las líneas que siguen
algunas mujeres pertenecientes al Comando: “‘Buscamos otro modelo’ decían. ‘No el Nuevo
Poder, sino el Contra-Poder” (Spedding, 2010: 112). Entonces, no es solamente cyberpunk
lo que hace Spedding, no se basa solamente en la intertextualidad y en la parodia como
mecanismos germinadores. Es una suerte de contra-cyberpunk que se burla al mismo tiempo
de la anarquía que lo instaura, es la paradoja que sabe que solamente la ambigüedad la define,
es un neocyberpunk.
3. Pornografía autóctona
Con esta idea de neocyberpunk podemos entender las distintas imágenes delirantes que
plantea la novela. Por ejemplo, y muy importantemente, el video pornográfico hecho por
campesinos y que retrata uno de los rituales bucólicos más comunes. El video que se relata y
se describe explícitamente en la novela se llama Ayruri Phayna (Trabajo festivo de plantar
coca). Estos videos eróticos son una parodia (un acto de hackear deberíamos decir) de la serie
de videos educativos Jiwasan Sarnaqawisa (Nuestro modo de vivir), que se pasaban en los
colegios del Qullasuyu, según la novela. Es así cómo este video erótico (Ethnic Exótica) se

4
Este es el nombre que se le da a parte de lo que fue Bolivia. Recordemos que esta novela retrata un futuro
no muy lejano, en el cual, debido a una insurrección violenta Bolivia se divide y la parte del altiplano y los
valles se aísla del mundo, constituyéndose como una zona autónoma y separada de lo que sucede al exterior
de ella.
plantea como una imagen que encierra la esencia de este neocyberpunk. No sólo es
pornografía actuada por indígenas de la ex-Bolivia, sino que su misma actividad agricultora
es el escenario de los excesos sexuales. Es pornografía autóctona. Otros títulos que forman
parte de la colección son El marcado de llamas, La cosecha de papa y Pescando en el lago
Titicaca. Videos donde además de cuerpos indígenas se instauran espacios y actividades
autóctonas para elaborar estos videos comerciales.
Así también, este neocyberpunk se lo puede seguir caracterizando con la parodia de
una canción contemporánea muy conocida actualmente en Bolivia y que se ha vuelto un grito
de guerra de los nuevos movimientos sociales que están ocupando el poder: Uka jach’a uru.
Imelda (miembro del Comando Flora Tristán y realizadora de videos pornográficos), al
imaginar la última obra de arte de esta serie erótica (que se filmaría en el Willkakuti5), canta
su versión propia de esta canción conocida: “Uka jach’a uru jutaskiway… Anirasipxañani
jichharuma…” (Spedding,2010:228). A pie de página se nos explica que la traducción de esta
canción es: Ese gran día se acerca… Nos tiraremos unos a otros esta noche. La canción real
es: Amuyt’asipxañani (Nos daremos cuenta) jichhakiwa (ahora nomás). Una de las
características más destacables de este desplazamiento es que el juego de palabras (el
retruécano) se realiza en aymara, ya que en la traducción en español pierde la astucia del
juego escritural. Así entendemos que en este neocyberpunk los registros indígenas son igual
de importantes que los registros tecnológicos. Es por esto que las iglesias, las edificaciones
cristianas, se transforman en “api-videos u oficinas de algún gremio o talleres de mecánica o
lo que sea” (Spedding, 2010: 60). Las iglesias (parte de la hegemonía) se resemantizan y se
degradan, pero esta degradación (como los videos pornográficos de las actividades agrícolas)
no es una forma de menosprecio o insulto, sino una forma de juego y contra-cultura que
permite reír a partir de la lectura de estas imágenes que se construyen desde el neocyberpunk.
Esto lo entendemos en los registros idiomáticos que se superponen. La escritura de Spedding
(escritora inglesa que adopta Bolivia como su país) parte de esta idea, pero a partir de la
imagen del cyberpunk construye su literatura desde el entrecruzamiento de varios idiomas.
Los idiomas, como los géneros y la literatura misma, se transgreden. Esta transgresión es el
idioma de la novela. Saturnina misma es una transgresora. Pero en esta superposición de
idiomas no está una falta de identidad, sino la posibilidad de imaginar un futuro multilingüe.
La multiplicidad de registros es el juego de la literatura. De cuando en cuando Saturnina no
propone un mestizaje, sino un hibridismo. “En nuestro territorio conviven no sólo distintas
razas y lenguas, sino varios niveles históricos” (Paz, 1993: 13).
El Glosario final de la novela es una puesta en abismo de su propia esencia: palabras
musulmanas, japonesas, inglesas, castellanas, aymaras, etc.; pero también palabras rituales,
informáticas, gastronómicas (o neologismos que se crean a partir de esta superposición de
registros idiomáticos y conceptuales, por ejemplo la palabra onlinecamayoq, que une la
palabra inglesa online con la aymara camayoq). “‘Mi cabeza se ha convertido en radio’ me

5
“Willkakuti literalmente, regreso del sol; fiesta del solsticio de invierno” (Spedding, 2010: 338).
decía. ‘Parece que me hablan en otros idiomas, de otros lugares, de otros tiempos’”
(Spedding, 2010: 275).
4. Anata en el espacio sideral
Otra escena en la que es importante detenerse es la que produce, según el texto, el juicio del
siglo: el carnaval que unos cuantos ciudadanos de Qullasuyu realizan en una estación
galáctica. Este grupo de exbolivianos borrachos invade un bar musulmán originando así un
problema internacional. Fortunata, en misión oficial, observa la grabación de este incidente
y nosotros leemos la descripción de ese desborde. Lo que sucede es que a nombre de festejar
Anata (carnaval), algunos ciudadanos de la ex-Bolivia se inmiscuyen en un bar musulmán
disfrazados (uno de mujer), borrachos y con alcohol en las manos. Al hacerlo disturban a
ciertas personas y el suceso acaba en trifulca. Los personajes que entran ataviados y cantando
son una invasión a la tranquilidad del local, y a partir de su desborde ocasionan su propio
arresto. En la grabación se los ve disfrazados y alegres, cantan: “¡Aunque nos critiquen! ¡En
los carnavales…!” (Spedding,2010:80). Esta escena es una producción más del
neocyberpunk: un carnaval tradicional andino que se realiza en el espacio sideral y, además,
que irrumpe el espacio de otra cultura; de este choque se genera el caos.
“[E]l carnaval, no es tampoco la forma puramente artística del espectáculo teatral, y en
general, no pertenece al dominio del arte. Está situado en las fronteras entre el arte y la vida.
En realidad es la vida misma, presentada con los elementos característicos del juego”
(Bajtin,1988:12). Pese a las singularidades de lo andino, este carnaval se asemeja, es su
mundo al revés entre otras cosas, a la imagen universal del carnaval. Pero hay que recalcar
que este momento especial no sólo se presenta en la novela en carnaval, sino en la fiesta
misma, en la borrachera, que se repite en varios momentos y lugares. Lo importante de esta
escena es el conflicto cultural que describe. Es por esto que el neocyberpunk no retrata la
evolución monológica de una sola cultura (como el cyberpunk tradicional), sino que plasma
los dimes y diretes de los encuentros (a partir de la borrachera andina) en el espacio sideral
de culturas que pese al tiempo y la globalización son radicalmente diferentes. “Un hombre al
que el jilaqata había ofrecido una copa, se lo tiró a la cara y lo siguió con un sopapo, y de
allí se soltaron todos los demonios del infierno…” (Spedding,2010:81). Es este espacio
privilegiado del carnaval el que permite la transgresión y el inicio del chenk’o6. “De hecho,
el carnaval ignora toda distinción entre actores y espectadores” (Bajtin,1988:12-13). Así
vemos cómo irrumpe la fiesta en un lugar (el musulmán) donde está vedada. Uno de los
aportes de Spedding al género es la inserción del chaxulli; como se describe en el Glosario:
“Chaxulli. Chacota, griterío, escándalo” (Spedding,2010:323). Spedding imagina el futuro a
partir del chenk’o y del chaxulli, dos instancias de la fiesta y de la realidad desbordante que
está instaurando la novela.

6
“Ch’enko. desorden, enredo” (Spedding,2010:323).
Pero esta irrupción carnavalesca en el mundo musulmán no es gratuita, es parte de un ritual.
“Cuando ubicó la fecha occidental lo he reconocido: Domingo de Tentación. Entonces he
sacado mi rollo: la tradición, los muyus, las visitas, los bailes burlescos, los travestis, se burla
tanto de nosotros como de los vecinos, no hay intento de insultar, los fines son cómicos, es
un reconocimiento, el malentendido…” (Spedding, 2010:81). Este chenco, este caos es ritual,
es el orden que instaura el desorden. Las fronteras de lo desbordado. No es una anulación de
la realidad del otro, sino la creación a partir del choque dual. La risa carnavalesca es
regeneradora, creadora (Bajtin,1988:69). Es parte de la instauración de las reglas de un juego:
“El pasado Carnaval, en Tentación, estábamos en Venus Orbital. Yo había terminado esa
parte del contrato, estos compañeros también. Así que hemos dicho, ‘Jugaremos. Después de
todo es Tentación…” (Spedding, 2010: 120). Y, como todo juego, es una actividad seria y de
vital importancia. “La risa del carnaval no es simplemente paródica; no es más cómica que
trágica; es ambas cosas al tiempo, es, si se quiere, seria y sólo así su escenario no es ni el de
la ley no el de su parodia, sino su otro” (Kristeva,1981:211). Esto lo entendemos cuando
todos se alarman de que estos fiesteros hayan encendido fuego en un Orbital, poniendo en
peligro a todas las personas que están en esa estación espacial. Los peligros de este fuego
ponen en escena la importancia de la fiesta.
En este sentido, podemos resaltar un elemento que es importante (como generador y como
instancia central) de la fiesta: el alcohol. “Si tendría toda la plata que he gastado en trago, lo
gastaría en trago siempre” (Spedding, 2010: 15). Como el carnaval en el Orbital, el alcohol
y su consumo son elementos rituales. “Si siempre hemos sabido santificar las fiestas
tomando. ¿Qué delito siempre es marearse?” (Spedding, 2010: 123-124). No hay ch’alla7 en
la que no se beba como no hay fiesta que prescinda de la borrachera. La embriaguez es una
instancia privilegiada en la novela. “Pues la embriaguez es mágica y conduce a comarcas que
aclaran, iluminan e informan a cerca del funcionamiento de la razón, acerca de sus límites”
(Onfray, 1999:76).
El alcohol está por encima del sistema, político y religioso. “En efecto, es preciso optar por
la copa, contra el cáliz, no hay otra opción” (Onfray,1999:31). La borrachera es parte del acto
en comunidad. Del ritual que se establece en las relacionas colectivas de los personajes
andinos que eligen la lucidez de la borrachera ante la sobriedad castradora. “Tomar alcohol
permite recuperar fuerzas y reactivar la memoria colectiva” (Saignes,1993:61). A partir del
consumo de alcohol, los personajes del Qullasuyu se presentan a un mundo que basa su
existencia en lo tecnológico y en lo global como ciudadanos de una zona excluida. “El niño
ignora el pudor y la reserva, la tiranía de la razón y el peso de las convicciones. El que ha
bebido también. Envuelto en los torbellinos de la ebriedad, emprende una avanzada hacia
regiones menos civilizadas, sin que por ello sean bárbaras” (Onfray,1999:86). Los habitantes
de la Zona son los rebeldes de la civilización espacial, pero no por ello son los bárbaros. En

7
“Ch’allar ofrecer libaciones de bebida alcohólica“ (Spedding, 2010: 322).
el alcohol que beben se refleja su manera distinta de enfrentarse a ese mundo galáctico. No
lo niegan ni lo anulan, lo entienden de otra manera.
4. Rebeldes, irónicas y brujas
Para concluir esta propuesta de lectura de la novela de Spedding es necesario detenernos en
la instancia de lo femenino, que en la novela es muy evidente: desde Satuka, el comando
Flora Tristán y todas las labores que las mujeres realizan, hasta la búsqueda contracultural de
la novela de desequilibrar el poder patriarcal y occidental8. La novela, a través de la narradora
omnisciente de la introducción y del apéndice, apela a una lectora femenina, el mismo manual
rayuelesco está dirigido a una usuaria. Esto se complementa con las luchas en contra del
poder de grupos como el comando Flora Tristán. “¿Por qué tenemos [las mujeres] que ser
siempre la eminencia gris, el poder detrás del trono y no el trono mismo?” (Spedding, 2010:
112). La novela, desde su personaje principal, plantea un espacio escritural femenino que
desarma poderes patriarcales, occidentales e incas.
Dice Jean Baudrillard que “lo femenino está en otra parte, siempre ha estado en otra parte:
ahí está el secreto de su fuerza (…) lo femenino seduce porque nunca está donde se piensa”
(Baudrillard,1994:14). Es así como podemos entender la fuerza de la escritura de Spedding.
Pero la escritura de esta autora no es femenina solamente porque ella es mujer9, sino por las
imágenes que plantea y, sobre todo, por las características de fondo de su discurso.
“Cualquier literatura que se practique como disidencia de identidad respecto al formato
reglamentario de la cultura masculino-paterna; cualquier escritura que se haga cómplice de
la ritmicidad transgresora de lo femenino-pulsional, desplegaría el coeficiente minoritario y
subversivo (contradominante) de lo ‘femenino’” (Richards,1989:132-133).
El paradigma de este acto contradominante es claramente Satuka. Saturnina es una mujer que
se rebela ante todo. No permite que el sistema la delimite, y desde la ironía y el humor
subvierte el orden que habita. Su gallows humor10 es una de las posibilidades que la instauran
como figura femenina (en el amplio sentido de la palabra y no solamente como una diferencia
de género). En este humor ambiguo, su figura de mujer que toma el poder, es donde
encontramos su fuerza femenina. “La feminidad como principio de incertidumbre”
(Baudrillard,1994:19). Cuando Satuka actúa como hombre, cuando degrada y desplaza los
límites del género (sin ocupar el centro del patriarcado) es cuando su figura se nos hace más
ambigua. “Si la feminidad es principio de incertidumbre, ésta será mayor allí donde la misma
feminidad es incierta: en el juego de la feminidad” (Baudrillard, 1994: 19). Es por eso que
el hecho de que Saturnina sea lesbiana pone en crisis la feminidad construida por el poder

8
Aquí lo indígena es también importante pero por tema de extensión no lo hemos analizado en el presente
estudio.
9
No importa, en este sentido, la escritura producida por mujeres, sino una feminización de la escritura
(Richards, 1989: 132).

10
“Gallows humor. chistes del cadalso, humor negro” (Spedding,2010:324).
masculino. Satuka como lesbiana (como feminidad incierta) es la figura más ambigua y, por
lo tanto, más poderosa de la feminidad de la novela. La lectora que busca y solicita De cuando
en cuando Saturnina (dejando de lado las discusiones huecas sobre si la novela debe ser leída
por un hombre o por una mujer) parte de este acto contracultural. “Cualquier fuerza
masculina es fuerza de producir. Todo lo que se produce, aunque fuese la mujer
produciéndose como mujer, cae en el registro de la fuerza masculina. La única, e irresistible,
fuerza de la feminidad es aquélla, inversa, de la seducción. No es propiamente nada, no tiene
propiamente nada más que la fuerza de anular la de la producción. Pero la anula siempre”
(Baudrillard,1994:22). Entendemos así, que la escritura de Spedding no nos plantea el futuro
de nuestro país ni del mundo, no nos dibuja un mundo cierto, sino que nos seduce en el juego
de la literatura. Desde lo femenino de su escritura, desde la lectora femenina que instaura.
Desde ahí nos ficcionaliza como elementos indispensables para completarse.
A modo de conclusión, es importante resaltar el hecho de que Saturnina es bruja. En este
sentido en la novela es doblemente clandestina: ante las fuerzas del orden de la claridad (lo
sobrio, la vida), pero también ante la ley de los mismos brujos (para las autoridades ella no
está permitida de realizar actos de brujería). Satuka no recorre el margen, sino el margen del
margen. Así, su lucha ya no es por apoderarse del centro, sino por abolirlo, el caos y el
chenk’o son las instancias en las que vive, son las instancias que habita. Como mujer, como
ciudadana de la Zona (que ha sido expulsada del orden galáctico al ser encerrada dentro del
mismo), como borracha y como lesbiana, es desde el margen del margen que Saturnina nos
explica que existen otras realidades. Desde la sonrisa burlona de su humor, entendemos al
leer De cuando en cuando Saturnina que el mundo y la manera de mirarlo puede ser muy
distinta a la imagen preestablecida que teníamos de él.

BIBLIOGRAFÍA

Bajtin, Mijail. La cultura popular en la Edad Media y en el renacimiento. Madrid: Alianza,


1988

Baudrillard, Jean. De la seducción. Madrid: Cátedra, 1994.

Belausteguigoitia, Marisa. “Frontera”, en Szurmuk, Mónica y Robert McKee Irwin, eds.


Diccionario de estudios latinoamericanos. México, D.F.: Siglo XXI-Instituto Mora,
2009

Churata, Gamaliel. El pez de oro. La Paz: Editorial Canata, 1957.

Genette, Gerard. Palimpsestos. Madrid:Taurus, 1989.


Hutcheon, Lynda. Ironía y parodia: estrategia y estructura. La Paz: Carrera de Literatura,
2001.

Kristeva, Julia. Semiótica 1. Madrid: Editorial Fundamentos, 1981.

Onfray, Michel. La razón del gourmet. Bs. As.: Ediciones de la Flor, 1999.

Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. México D. F.: Fondo de Cultura Económica, 1993.

Piglia, Ricardo. El último lector. Barcelona: Anagrama, 2005.

Richard, Nelly. “¿Tiene sexo la escritura?” en Masculino/femenino. Las prácticas de la


diferencia. Satiago:. Fco. Zegers Editor, 1989.
Saignes, Thierry. Borrachera y memoria. La Paz: Hisbol / IFEA, 1993.

Spedding, Alison. De cuando en cuando Saturnina. La Paz: Editorial Mama Huaco, 2010.

Sterling, Bruce. 1998. Mirrorshades: una antología ciberpunk. Madrid: Siruela

Tyjanov, Jury. Dostoievsky y Gogol Para una teoría de la parodia. La Paz: Carrera de
Literatura, 2001.

Revista virtual Palabras Más http://www.palabrasmas.org

El dolor detrás del humor en El viento de la cordillera. Acerca de la narrativa de A.


Spedding.

10 de mayo de 2014

Por: Lourdes Reynaga

El hombre se aparta aterrado. Pese al cuerpo escuálido, el viejo se revela más fuerte de lo que
aparenta cuando lo atrapa, cuando lo sostiene, cuando lo derriba y aplica su boca sobre la del
otro. Narciso, el hombre más joven, intenta apartarlo, manotea en vano, araña la piel
cuarteada por el sol de su oponente, en un movimiento desesperado arranca algunos de sus
cabellos blancos, sujetos en una larga trenza y grita suplicando. La pelea termina cuando
Narciso, después de un rápido combate que no tiene ninguna posibilidad de ganar, accede a
permanecer junto a Indalecio, a compartir con él –como un amigo, no como amante, valga la
aclaración− la vida de paria del “condenado”.
La imagen la tomo de El viento de la cordillera. Un thriller de los 80 (2001) de Alison
Spedding. Se trata de la segunda entrega de una trilogía compuesta además por: Manuel y
Fortunato. Una picaresca andina (1997) y De cuando en cuando Saturnina. Una historia
oral del futuro (2004). Cada novela tiene como protagonista a Saturnina Mamani Guarache,
sin embargo, no se trata exactamente del mismo personaje, es decir, la trilogía no narra la
historia continua de una sola Saturnina, sino que se ocupa de plantear tres posibles versiones
de Saturnina en distintas épocas y situaciones. Así, si en la primera entrega la acción se
desarrolla en el Siglo XVI, la segunda traslada los sucesos al siglo XX, por el año 1984;
mientras la tercera novela relata las aventuras de Saturnina en el siglo XXI alrededor del año
2086, con algunos saltos temporales necesarios para comprender la estructura e historia del
Qullasuyu Marka lugar de procedencia de Saturnina.

La imagen aludida, sin embargo, no involucra a Saturnina y presenta un intento de violación


masculina. El tema de fondo, la historia del joven a punto de ser forzado por un hombre
mayor que está aparentemente loco y que tiene una obvia ventaja física sobre su presunta
víctima, es un tema perturbador. El problema se encuentra en que, como muchas de las
escenas perturbadoras presentes en la novela, cuando el lector las recorre con la mirada, no
puede sino echarse a reír. ¿Es que acaso la posibilidad de una violación masculina es
graciosa? ¿O es motivo de risa un agente de narcóticos asesinado por una mordedura de
serpiente? Tal vez el mejor chiste de la historia sea aquel en que un hombre desmayado y
dado por muerto recupera la consciencia para encontrarse con que sus familiares y amigos,
tomándolo por un espíritu funesto lo apedrean y lo expulsan del pueblo bajo amenaza de
linchamiento si se vuelve a acercar a cualquiera de los habitantes.

Presentadas de esa manera, esas situaciones no parecen tener nada que mueva a la risa, son
más bien situaciones trágicas. Sin embargo, al leer la novela y tropezarse con ellas, no es
difícil terminar el segmento con una carcajada. ¿Por qué pasa esto? nos preguntamos como
lectores ¿Acaso hemos comprendido mal? o, como preguntaría la propia Spedding, “¿o es
que hay cierta sutileza que no he podido pescar?”11.

David Morris, en La cultura del dolor (1991) se refiere a la película de Frank Oz The Little
shop of horrors (1986). Se refiere a ella como un espacio en donde se “pone patas arriba la
famosa teoría de Northrop Frye sobre el benigno ‘mundo verde’ de la comedia: un enclave
protector, maternal, nutricio, identificado con el espíritu curativo de la naturaleza pura.”12,
aludiendo a la clasificación genérica esbozada por Frye. The Little shop of horrors es,
efectivamente, una película cómica, sin embargo, nada de maternal y seguro hay en ella ya
que la planta protagonista se alimenta de carne humana proporcionada por su colaborador y
“héroe” de la historia. Morris enfatiza la actuación de Steve Martin como un sádico dentista

11
Spedding, Alison. “Novela actual: ¿Literatura de la menopausia masculina?” en Tendencias suplemento
cultural del periódico La Razón. La Paz, domingo 1 de enero de 2006. Pág. C6.
12
Morris, David. La cultura del dolor. Ed. Andrés Bello. Santiago de Chile, 1991. Pág. 91.
que, mediante distintos tipos de tortura física aplicada a sus pacientes, mueve al espectador
a la risa. Curiosamente, una de las escenas más cómicas se da con la muerte del personaje
pues muere riendo por el gas liberado en el consultorio. Como en un espejo, la risa del
dentista parece reflejar la de los espectadores. ¿Qué sucede en el espectador con esa escena?
¿Por qué encuentra graciosa la muerte de un personaje cuyo cuerpo está destinado al
desmembramiento para ser devorado por una planta extraterrestre?

Morris encuentra que el tremendo éxito de la película como comedia se asienta en que lo que
mueve a la risa es el dolor. En otras palabras, apoya la comedia en el dolor de forma directa.
Algo similar sucede con la novela de Alison Spedding (no sólo con ésta, sino con toda la
saga, sin embargo, me interesa centrarme únicamente en El viento de la cordillera) que,
apoya la existencia del humor en situaciones perturbadoras y bastante dolorosas, piénsese
sino en la dolorosa confesión de Indalecio a Narciso:

“Joven Narciso, tienes que entender. Tantos años no he hablao con nadie, no mey visto con
nadie. Vos nomás. Hemos charlao bien, hemos comiw, hemos trabajao. Hay carne ¿no ves?
Vamos a trabajar mejor, entre dos. Nos vamos acompañar. No vas hablar con ellos. No hay
caso de ir donde la gente. Estoy condenado ¿no ves?” Ya estaba casi llorando el tipo. Me he
asustado.13

Esta confesión nada tiene de gracioso, basta con imaginar al pobre hombre reteniendo por la
fuerza al único compañero que ha tenido en años, al único ser humano con quien ha podido
conversar y anoticiarse sobre el mundo y sobre su familia. La escena es de muchas maneras
dolorosa, sin embargo, apenas algunas líneas después, Indalecio se lanza sobre Narciso y lo
besa intentando además violarlo. El cambio repentino en el tono que se mueve de una
situación oscura hacia una igualmente oscura pero narrada de forma cómica, contribuye con
la risa del lector. La sutileza que había rescatado Morris respecto a la película tenía que ver
no tanto con el dolor físico usado para mover a la risa, sino con aproximarse a un extremo, a
una frontera, y bromear con situaciones con las que antes no se había bromeado.

La irreverencia de este tipo de humor está presente en la novela de Spedding a través de los
cambios de tono en la narración. La historia de la novela está contada, generalmente, a través
de diálogos entre personajes, lo que permite la posibilidad de una amplia variedad de tonos
y como los eventos se narran después de sucedidos, el recuerdo no siempre refleja la emoción
del momento, es decir, Narciso, cuando cuenta la escena del ataque del condenado, no la
cuenta con tanto terror como es posible presumir que sintió, sino más bien como una anécdota
casi graciosa. Pero también hay irreverencia en la escritura misma, en la forma en que se
reproducen en la escritura ciertas particularidades propias de la oralidad y de jergas
específicas. Desde esta perspectiva, es posible pensar en la novela de Spedding como en un

13
Spedding, Alison. El viento de la cordillera. Un thriller de los 80. Ed. Mama Huaco. La Paz, 2001. Pág. 69.
espacio donde se ponen en juego una serie de propuestas irreverentes respecto de
determinados aspectos narrativos.

En este sentido cabe establecer una pequeña digresión hacia el artículo “Novela actual
¿Literatura de la menopausia masculina?” escrito por Alison Spedding. Este artículo, que en
el momento de su publicación generó una pequeña controversia respecto de si existe o no en
Bolivia una “literatura femenina”, entre otros temas, retoma un grupo específico de novelas:
las ganadoras del Premio Nacional de Novela hasta el año 2004. Spedding se refiere a ellas
como “literatura de la menopausia masculina” basándose en aspectos temáticos como: la
construcción de argumentos planos y de un modelo femenino estereotipado, sumiso y
dependiente. Pero también en aspectos externos a las novelas como el público ideal al que
parecen estar dirigidas estas publicaciones.

Más allá de retomar los argumentos esbozados por la autora, me interesa detenerme en el
gesto mismo de señalarlos. El texto, por el contenido, hace pensar en “Para una sociología
de la novela policial” de Ernst Mändel, un artículo en el que el autor vincula el nacimiento y
publicación masiva de novelas policiales con determinados aspectos sociales. Sin embargo,
el tono de Spedding en el artículo difiere rotundamente del de Mändel. Mientras Mändel
asume un tono serio y formal, Spedding asume un tono absolutamente irreverente –algo que
pareció herir la susceptibilidad de algunos autores aludidos, generando la controversia que
señalé– sin que por ello deje de presentar un texto estructurado y bien argumentado. El tono
asumido por Spedding se replica en la novela donde se habla de temas oscuros, variando el
tono para desequilibrar a un probable lector.

En El viento de la cordillera las situaciones oscuras presentadas de forma humorística


constituyen también un balance que consigue mantener la atención de los lectores. Spedding
elige presentar situaciones naturalmente cómicas como los disfraces de carnaval de dos
personajes que representan genitales y escandalizan a todos los que los observan o los de una
ruidosa pareja vestida como un par de monjas y, por otra parte, situaciones no cómicas de
manera cómica. En esta segunda alternativa se encuentra una muestra de irreverencia,
irreverencia hacia los temas en sí mismos y un reto hacia la forma en que éstos suelen ser
presentados.

Existe también una invitación, una invitación a alejarse de la seriedad y a probar nuevas
maneras de aproximarse no sólo a las situaciones presentadas en la novela, sino también al
modo de narrarlas. No en vano esta novela alude al thriller, un género caracterizado, a decir
de Piglia en El último lector, por incluir aspectos que la novela policial clásica omitía y
censuraba, entre ellos el florido lenguaje de los detectives de la Serie Negra y la constante
presencia de juegos de palabras con un doble sentido que casi siempre apunta abiertamente
a lo sexual.
La propuesta respecto del humor empleado en la novela de Spedding y duplicado en su
artículo crítico, se orienta a hacer tambalear las formas más tradicionales de la crítica y de la
narrativa. Esta propuesta, de la que sólo he tomado el aspecto del humor, abarca también la
narración misma a través de la construcción de un argumento en base a sugerencias e
insinuaciones y no en afirmaciones y el establecimiento de personajes que rompen distintos
estereotipos, como el del narcotraficante o el del consumidor habitual. Considero que esta
propuesta es una constante en el trabajo ficcional de Spedding y que por eso merece ser
retomado y trabajado a profundidad.

Tesis de maestría de Lourdes

Texto de Keith Richards

Sobre Catre de fierro


Por: Omar Rocha Velasco
La última novela de Spedding es una ambiciosa saga familiar: recorre los deleites que el poder
dio a los patrones Veizaga, hacendados de Saxrani, provincia Inquisivi; pasa por los avatares
de esta familia dentro del Nacionalismo Revolucionario (una militancia que al principio les da
muchos réditos y luego es parte de su debacle); cuenta la historia de esta familia en el periodo
de dictaduras de los 70; narra “los narcóticos años 80” (R. Bajo dixit), la vuelta a la
democracia, el periodo de la megacoalición ADN, MNR y MIR; termina en una debacle total,
un final trágico en el sentido griego.
Los personajes son fascinantes, complejos, encarnan un mundo difícilmente abarcable por
otros discursos que no sean los ficcionales. Por ejemplo, Nemesio es un preso en la cárcel de
Inquisivi, está allí por haber asesinado a su suegro, se convierte en un eje de la narración,
todos acuden a él, desde la cárcel se entera de todo lo que pasa afuera, los otros personajes
lo visitan para dejarle papeles, consultarle sobre asuntos jurídicos, quejarse, etc.
La cárcel también sirve de refugio, los miembros de la familia que son perseguidos y buscados
en La Paz van a la cárcel de Inquisivi a ocultarse. Nemesio, como reo con mayor antigüedad,
24 años para ser más exactos, controla y organiza a los otros, sus responsabilidades alcanzan
incluso la administración de las llaves cuando el alcaide se encuentra de viaje.
Otro personaje fundamental es Matías Mallku, un viejo “yatiri” que se ocupa de kuchus1 y
tuxllus, es un vidente que avisa lo que va a pasar, siempre guarda la compostura, anuncia -es
el Tiresias de esta tragedia familiar-, cumple el rol de decirles a los personajes que no
comentan Hamartía (término griego que remite al error del héroe trágico): cuidado, no hagas lo
que no te corresponde, lo que está más allá de tus posibilidades. El vidente tiene su “oficina”
en el Shopping la Wiphala, su tarjeta dice: “Matías Mallku: Sabio adivino, lee la suerte en coca,
cigarro y naipes. Cura negocios, enfermedades, amores, casas y juicios”.
Este personaje es uno de los ejes de la narración, el mundo mágico está presente desde el
principio, la primera frase de la novela es: “La culpa es de Matías Mallku”. Las cosas no pasan
porque sí, por pura casualidad o por puro control humano. La tierra pide ofrendas, los destinos
están trazados (otra vez la tragedia).
Destaco especialmente un pasaje de la novela, se trata de la visita del Papa Juan Pablo II a
Bolivia, la caravana, de pronto, se desvía del camino trazado inicialmente, se detiene en un
lugar no previsto en la Ceja de El Alto, y procede a bendecir el bar Polonia.
¿Qué pasó? El candidato a la diputación Alexis Veizaga, que goza de los beneficios de su
partido en el poder, es el jefe de protocolo y arregla las cosas para que el Papa haga la
bendición del bar de su amante Dorotea Veizaga. Esta escena condensa muchos elementos,
los partidos políticos y su ejercicio del poder, la iglesia y su relación con la legitimización del
poder (pensemos en la última visita del papa a Bolivia), a nivel micro podríamos hablar de una
constelación familiar que, desde la vertiente masculina, repite eso de gozar o desear a la chola
fuera del hogar o la familia que se ha constituido.
En este sentido, Catre de fierro tiene que ver con lo que Salvador Romero trabaja en su
libro Las Claudinas, las mujeres cholas que como una especie de mujeres fatales son la causa
de la debacle y decadencia. El diputado, el señorito bien con un futuro prometedor se degrada
en el alcohol y termina al lado de la chola, eso pasa en La Chaskañawi.
En el caso de la novela de Spedding, el señorito Alexis es primo de la chola Dorotea, lo que
los separa es simplemente la triquiñuela de uno de los abuelos que se apropia de la herencia
y su descendencia cae del lado de los patrones. El diputado termina con la chola -como en La
Chaskañawi-, pero no se trata de un paulatino “degradé”, sino de la paulatina consolidación de
una pareja que encuentra su camino luego de varios desvíos.
Por el lado de la exesposa del diputado también hay un trastoque, ya no se trata de la mujer
despechada que ha desperdiciado lo mejor de su juventud en un matrimonio que se disuelve,
se trata de la mujer que realiza, finalmente, su deseo descubriendo su sexualidad y
quedándose con su amiga Lisset.
Como toda gran novela Catre de fierro cuenta la historia de la decadencia de un mundo
(palabras del escritor mexicano Federico Guzmán), en este caso el mundo de la familia
Veizaga en la provincia Inquisivi de La Paz; pero esta historia puede perfectamente
extrapolarse y ser considerada como la ficcionalización y retrato de la Bolivia de la segunda
mitad del siglo XX, es una tragedia pretensiosa y no es infiel a su pretensión.
Por último, vale la pena reparar en un detalle: en la contratapa aparece una foto de antaño en
blanco y negro, allí se ve una familia numerosa posando en un jardín (seguramente un
domingo en alguna quinta o hacienda paceña), se ve también, a la izquierda y hacia abajo, a
un niño zaparrastroso, despeinado y andrajoso, ¿qué hace este niño posando junto a
semejante distinguida familia paceña de antaño? Spedding cuenta que esa foto fue el
disparador de esta, ya lo dije, gran novela.
1. Ofrenda de un ser vivo (generalmente un animal) sin derramamiento de sangre. Se lo mata
por estrangulamiento, ahogamiento o enterramiento vivo; los kuchus más conocidos son los
humanos, usados en la construcción de un edificio grande, un puente o una carretera.
Huilancha: Ofrenda de un ser vivo con derramamiento de sangre.
2. Calavera humana, cráneo.

Fuente: letrasietebolivia.blogspot.com/

Tesis de Rosario Rodríguez

Artículo del IEB de R R

Texto de Usandizaga

Tendencias, La Razón, domingo 8 de enero de 2006


Sobre mujeres y novelas
“Si no hay muchas novelas hechas por mujeres es porque lisa y sencillamente las mujeres no las
escriben”, dice Vargas en respuesta a la crítica de Spedding.
Walter I. Vargas. Crítico Literario
Miss Alison Spedding, entretanto más boliviana que la coca, ha publicado hace una semana
una suerte de evaluación crítica sobre algunas novelas últimas de producción nacional. Se
queja en ella de que la mayoría sean escritas por varones, que se ocupen con preferencia
molestosa de aventuras sexuales, reales o imaginarias, de hombres “entraditos” en edad y de
que, además, sean libros caros.
En cuanto a esto último, debo decir de entrada que a veces es mejor no poder comprar un libro por
falta de fondos, así suele ser de desalentador el producto. Tengo además una hipótesis estadística:
ninguna persona que gusta de los libros puede leer todos los que va acumulando con el transcurso
del tiempo. La abundancia de la oferta es casi insufrible. Así que, si uno es un lector un poco más
hedonista de lo que lo fueron Carlos Medinaceli o Augusto Guzmán, considerará no poco difícil
encarar las nuevas novelas de Manfredo Kempff una vez que ha leído Sandiablo, por si acaso el autor
haya mejorado.
Pero me interesa el argumento más importante de Alison. Un argumento que tiene todas las trazas
de la consabida queja femenina acerca de las condiciones en que tienen los hombres a las mujeres,
y lo mal que éstas la pasan aquí, en este mundo hecho para machos y por machos.
Me parece que si no hay muchas novelas hechas por mujeres es porque lisa y sencillamente las
mujeres no las escriben. La prueba está en que hay, en cambio, muchas poetas mujeres,
francamente, más de las que uno quisiera. Pero Alison se imagina incluso una suerte de conspiración
involuntaria (¿?) que impediría podamos leer otras temáticas, preferiblemente escritas por ellas. Yo
pienso en cambio que debe ser simplemente porque, a diferencia de lo que pensaba Faulkner, me
parece que escribir una novela, incluso una mala, es siempre más trabajoso y exigente que hacer un
poema, aunque éste no sea más que regular.
Alrededor de todas las requisitorias feministas, en principio plenamente discutibles, hay algo
finalmente contranatura: las mujeres no quieren más ser mujeres. Y si se trata de eso, no deben
preocuparse, porque es una simple cuestión de tiempo. Ayer Adela Zamudio sólo hablaba de amor
romántico, y era motivo de queja. Hoy Giovanna Rivero considera que hacer uso de la chocarrería
sexual basta para ser escritora. Estamos avanzando. Ayer E. M. Forster tuvo que dejar para la
posteridad la publicación de su novela semiautobiográfica en la que confesaba su homosexualidad.
Hoy Elton John se casa con bombos y platillos con un David no sé qué. Estamos avanzando. Y para
cuando la estrella del momento consiga finalmente permiso para casarse con la oveja de sus sueños,
y sea él, y no ella, el que se embarace, no será un problema si las mujeres escriben o no.
Simplemente quizá nadie escriba nada.
Quiero decir que la queja femenina es sólo una parte, la más suave y aceptable, de una
transformación cultural asombrosa, otra de las cuales es la rápida desaparición de la cultura de
imprenta y del libro. Algunos críticos ingenuos creen que la profusión de libros en las librerías es
una muestra de que la literatura todavía existe de la misma manera que antes, pero parece muy
evidente que se ha convertido ya en un nicho cultural exclusivista y nostálgico, una devoción similar
a la práctica de la pesca.
Esta transformación está en todo su esplendor imaginada por la propia Alison en su gran novela De
cuando en cuando Saturnina. Allá está más o menos lo que con alguna probabilidad será el mundo
en un futuro. La potencia de la imaginación, la riqueza desbordante del lenguaje, el humor y otros
aspectos la hacen demasiado magnética como para dejarla de leer así que así nomás. Y pese a que
su mundo sea tan chocantemente feminista y lésbico, pese a que se dirige exclusivamente a las
mujeres lectoras, lo que menos pensé mientras la leía era en cosas como “lo talentosas que también
pueden ser las mujeres” (porque creo que esto se da por sentado).
Sin embargo, pienso que cuando Alison se queja de falta de diversión en las novelas está poniéndose
temerariamente a competir con el televisor (¿y quién dejaría una buena película del cable por leer
La gula del picaflor?). A mí me parece, en cambio, que si la novela va a subsistir todavía un tiempo
más entre los que gustan de la narrativa, es apelando a lo que tenía de más rico en su mejor
momento (digamos, pero esto es relativo, el período que va de Tolstoi a Proust).
A diferencia del simple entretenimiento, yo llamaría a esta cualidad, que pocas, muy pocas novelas
tienen, la de ser profundamente interesante. Pues una novela puede interesar porque en ella
ocurren muchas cosas, pero un desafío más gratificante, para el lector pero supongo que también
para el escritor, es “hacer interesante una historia cualquiera” como dijo Benjamin de Proust. Para
no hablar de Gonzalo Lema, si Antoine Roquetin resulta cansador es porque, ahora lo veo, Sartre
era un novelista de recursos limitados. Después de todo, la perplejidad existencial o el sufrimiento
no son meras “cojudezas” si se los piensa más allá de las modas intelectuales. Y esto tanto para
hombres como para mujeres, pues pensar que solamente aquellos ven las cosas así, es precisamente
ser machista. De manera que si algo tengo que reprochar a una escritora que es sin duda harto más
talentosa y recursiva que nuestros novelistas domésticos actuales es la falta de profundidad humana
de sus personajes*.
Lo importante, con todo, es que Spedding está reactualizando la estrategia narrativa de la picaresca
(aunque la picaresca es sólo la infancia de la novela) para sus propósitos específicos de una manera
tal que creo que se merece una atención verdadera y de carácter internacional. Así que, si se trata
de evaluar de alguna manera lo que pasa en la narrativa nacional estos años, mi punto de vista
personal es que ella descuella visiblemente entre el resto.

* De eso, de la edición descuidada y del prurito de desordenar el orden de los capítulos, al modo de
Rayuela de Cortázar, sólo que de modo más enrevesado, al punto que hace desesperar de seguir sus
instrucciones. Recomiendo pues a los lectores de esta novela, que sí se los merece, seguir
simplemente la secuencia cronológica signada por la letra T y olvidarse de las otras indicaciones.

Catre de fierro, una reconstrucción perfecta


Por: Martín Zelaya Sánchez
El Papa Juan Pablo II llega en visita oficial a Bolivia en 1988. Aterriza en el aeropuerto de El
Alto, cumple su famosa rutina de besar la tierra y, tras recibir los honores máximos del
Gobierno, se sube a su papamóvil blindado y se dispone a bajar a la Catedral de La Paz. Pero
antes, se detiene frente a un burdel de la Ceja llamado Polonia -como su país natal-, y bendice
el lugar en el que la propietaria, una obesa chola llena de joyas de oro, y las trabajadoras lo
admiran emocionadas y rezando de rodillas.
Catre de fierro, de Alison Spedding -o simplemente Spedding, como firma sus libros no
académicos- es una saga del siglo XX boliviano, una crónica completa de la sociedad pre
conflictos sociales, pre proceso de cambio: desde la Revolución del 52 hasta el agotamiento
del neoliberalismo, pasando por el auge del narcotráfico, la acelerada urbanización, la entrada
lenta y tardía del país en la posmodernidad.
Por supuesto que la escena del Papa es ficticia, pero tan verosímil y tan bien lograda como
gran parte de esta gruesa novela.
A partir de una aparentemente compleja trama -lo complejo, en todo caso, es la riqueza
estructural de la novela- Spedding se las arregla para contar las historias y desventuras de
una familia y su entorno cercano, desde mediados de los 50 hasta mediados de los 90,
reflejando así, con notable maestría y verosimilitud, cómo vivieron y cómo viven los bolivianos
promedio.
En la primera parte de la larga novela -450 páginas en total- se intercalan planos narrativos a
la par que historias con diferentes protagonistas que tarde o temprano convergen. Cada
capítulo bien puede ser un cuento redondo -el primero, de hecho, es uno magistral-; y toda la
obra tiene un diálogo fluido y verosímil que muestra el perfecto dominio de la autora de las
categorías lingüísticas del aymara, y por consiguiente del modo de pensar y actuar de los
aymaraparlantes.
La trama
De cómo una poderosa estirpe de terratenientes deviene en una familia clasemediera común y
corriente sin perder, claro, sus ínfulas de patrones décadas y generaciones después de su
decadencia. Así puede resumirse la novela, pero es mucho, mucho más… no sólo en trama,
sino como propuesta literaria, como crónica y reflejo cabal de momentos cruciales en nuestra
historia reciente.
Además de esta familia: Alcibíades Veizaga, su esposa Leonor y su hijo Alexis (que luego se
amplía con la esposa de éste, Delfina y sus hijos Aurelio y Manuel) la novela cuenta las vidas
de cuatro hermanos Veizaga (parientes lejanos pero desconocidos y oprimidos por los
primeros): Clotilde, Dorotea, Basilio y Jorge, y tangencialmente la historia de Saxrani, un
perdido pueblito sin carreteras y que gira en torno a la cada vez más ruinosa hacienda de los
patrones Veizaga.
Y claro, están dos personajes tan o más cruciales: Nemesio y Matías. Nemesio va a La Paz a
probar suerte y se vuelve agenciador de kuchus -el que consigue alcohólicos o indigentes para
ser sacrificados y vaciados a los cimientos de grandes construcciones- y gana mucho dinero.
Vuelve a su pueblo, pierde a su esposa, pierde su fortuna, empieza a atracar y matar por
dinero, asesina a su suegro y cae preso por casi 30 años, tiempo en el cual se las arregla para
estar en contacto con sus paisanos.
Y Matías Mallku, amauta, kallawaya que no escapa a oficiar un tradicional sahumerio de
enhorabuena, como a leer en coca el destino de quien se lo pida, e incluso preparar un kuchu
para una ofrenda.
Lenguaje y esencia
Nemesio cuenta su historia en primera persona y desde un futuro omnisciente en el que va
anotando sus vivencias a modo de mantener la cordura en su largo cautiverio (gracias a este
“diario” más adelante nos enteramos de varios episodios sueltos que nos ayudan a entender
las otras tramas).
En los intercapítulos uno se entera del destino de Jorge (eterno ayudante y servidor de Alexis),
Clotilde (se junta con un recolector de coca, vuelve a su pueblo y muere de cáncer), Dorotea
(se asienta en La Paz, donde nunca dejará de ser amante de Alexis) y Basilio (burócrata
corrupto) gracias a una voz en tercera persona.
Bien puede Catre de fierro tener intertextos con lo más logrado del realismo mágico por la
riqueza de los personajes y las increíbles pero reales experiencias de una sociedad aún
provinciana; bien con lo mejor del costumbrismo boliviano: La Chaskañawi por el lenguaje y la
recuperación -creíble, digerible- de tradiciones y modos de vida; bien con los albores de la
literatura urbana: Saenz y Bascopé, por el conocimiento profundo de la dinámica de La Paz
como urbe; el ritmo y color de los conventillos, el eje político y la formación de El Alto como
ciudad.
Si cuando se desenvuelve en el ambiente rural y de las periferias (clases bajas) de los 50-60-
70 mantiene un parejo y muy alto nivel, la calidad narrativa decae un poco -nada grave-
cuando se trata de describir la Bolivia, y a los bolivianos, de los 80 y 90; y es que Spedding no
maneja con la misma pericia la cotidianidad de una pastorcita de ovejas o las borracheras de
baquianos o aparapitas, que los diálogos de adolescentes en la época del boom de la
televisión privada, la llegada del microondas, y la popularización del consumo de drogas entre
los jóvenes de clases pudientes.
En resumen; un trabajo monumental, ambicioso que cumple con las expectativas -Spedding
es una autora de culto desde De cuando en cuando Saturnina- en gran medida por la
admirable la capacidad de la autora de recrear diálogos, situaciones, idiosincrasias.
Destacada antropóloga, residente por más de dos décadas en el campo paceño, la gringa
conoce a cabalidad la historia del país, las costumbres, características y taras individuales y
sociales de los bolivianos, con la ventaja que da la distancia de ser extranjera. Y lo más
importante, sabe además hacer literatura, y de la buena, sin mezclarla con sociología.
Fuente: Letra Siete

Catre de fierro: una de kuchus, tragedias familiares y venganzas


Entrevista a Alison Spedding
Por: Martín Zelaya
A Spedding -que así, con su apellido solamente, firma sus novelas y libros no académicos- le
decepcionan la mayoría de los escritores bolivianos de las últimas décadas, pero le encantan
dos novelas: La tumba infecunda de René Bascopé Aspiazuy Periférica Blvd, de Adolfo
Cárdenas.
A Spedding el cine no le parece un arte “porque requiere de mucho dinero para concretarse, y
eso condiciona demasiado”.
A Alison Spedding le apasiona la cosmovisión andina en todas sus categorías y
manifestaciones, porque se ajustan a la perfección a la fantasía, la distopía y reformulación de
los conceptos clásicos de vida y civilización occidentales, que es lo que en fondo estudia en
sus obras antropológicas sociológicas, y explora en sus novelas y relatos.
Si con la “trilogía de Saturnina” -Manuel y Fortunato, El viento de la cordillera y De cuando en
cuando Saturnina– exploró en un fantástico aunque verosímil universo futurista, por un lado, y
en las variaciones socioculturales que pueden o podrían haberse presentado en el país,
reconfigurando por completo su destino, por otro, la autora ahora, en su nueva novela, se
enfrasca en una narración muy ambiciosa, de largo aliento y cien por ciento realista, en la que
recorre la segunda mitad del siglo XX a través de sus hitos más trascendentales: la revolución
del 52 y los cambios sociales que desencadenó, la masiva migración campo-ciudad, el
narcotráfico y el neoliberalismo con sus rupturas y consecuencias que aún hoy se viven.
Esto, ojo, lejos de ser una reseña o comentario de Catre de fierro, es simplemente una
inferencia tras leer tres capítulos -saltados- de la novela de más de 500 páginas que Plural
Editores sacará a fines de este mes; pero también, tras una conversación de algunos minutos
con la escritora.
– En El agenciador de kuchus, primer capítulo de Catre de fierro, habla de la “costumbre” de
enterrar vivas a personas en los cimientos de los edificios o grandes construcciones. ¿Cuánto
de real y cuánto de mito urbano hay en esta práctica?
Siempre he escuchado historias, como la de que un trabajador del Servicio de Caminos
desapareció y su familia acusó a empresarios de que lo enterraron en los cimientos de un
puente en la carretera a Nor Yungas; o el caso de una persona del altiplano a la que le
habrían enterrado en la Autopista y después apareció su mujer a reclamar… Y dice que en el
monoblock de la UMSA son cuatro (los sacrificados), aunque nunca se han aclarado estos
casos.
Capítulo 1
(El agenciador de kuchus – fragmento)
“Le hemos acomodado contra la pared, se ha quedado roncando. El Matías ha llamado a los
ingenieros a ch’allar la mesa con puro, en nombre de su empresa, de los bancos, tirra awicha,
achachilas, anchanchus, saxras… Los albañiles también y luego el sereno. Ese sí ch’allaba
con afán. Al fin él se iba a quedar allí a dormir todas las noches, ¿no? A mí me había dado lo
que quedaba de la retama, para amarrarla en cuatro ramitos con un caito negro. Me ha dicho
que prenda dos en sus hombros del borracho y las otras dos, en sus bolsillos. El ingeniero
miraba su reloj. El Matías ha hecho tres señales de la cruz al revés, sobre su mesa, lo ha
envuelto en el papel y lo ha metido a su pecho del borracho, dentro de su camisa…”.
Pero a las dificultades por el entreverado español de la autora –pese a las casi tres décadas
que viven en Bolivia- su buen humor y predisposición, ayudan al éxito de la charla. Poco a
poco uno se da cuenta de que en la mente de Alison convergen el inglés, el castellano y el
aymara, no sólo a la hora de pensar-hablar en uno u otro idioma, sino fundamentalmente en
sus concepciones y lógicas de razonamiento británicas, latinas y andinas.
– ¿Piensa en inglés, en español o en ambos idiomas?
Pienso en los dos idiomas, en diferentes momentos. Para este libro ya fue diferente, pero en la
trilogía que lo precede, sobre todo en Manuel y Fortunato, yo emprendí una escritura paralela,
en inglés y en castellano… pero después me he dado cuenta de que para hacer eso están los
chicanos (estadounidenses de ascendencia mexicana) y me he dicho “quién mierda va a leer
en inglés” y he terminado solo en castellano.
– ¿Y qué del aymara?, porque en sus textos se reconoce el dominio de la gramática aymara, y
del modo de pensar de los aymaraparlantes, y cómo esto se traduce en su habla en español.
Bueno, eso viene desde El viento de la cordillera (segundo de la trilogía), pero en realidad
viene sobre todo de anteriores estudios antropológicos. Una vez un colega me dijo “esto es
apropiación”, y yo le dije que no, que más bien es reconstrucción de memoria.
– Volviendo a la novela, cuenta que el título Catre de fierro se le vino a la mente en la cárcel
(estuvo presa en los 90). ¿Fue una especie de epifanía con el nombre solamente, o ya tenía
en mente el tema y la historia de la novela?
Tenía ya vagamente una idea, pero no exactamente de lo que quería. Las primeras novelas
que publiqué hace muchos años en Inglaterra –y un poco las primeras que escribí en
castellano- eran de fantasía y se me ocurrió que debía cambiar.
En la “trilogía de Saturnina”, una es histórica, una thriller y otra es ciencia ficción… Y bueno, el
caso es que cuando escribía Catre de fierro tenía toda la idea de que era simplemente una
saga familiar, y recién cuando la estaba terminando me di cuenta de que en realidad es ante
todo una tragedia de venganza.
– ¿Se asemeja entonces a un policial o a una novela negra?

No, no. Es una novela bien realista, una tragedia de venganza, repito, y siempre con algo de
fantasía, como en toda historia alternativa. Y es una saga familiar –en realidad de dos familias-
que empieza en los años 40 y termina a fines de los 90.
Veamos un extracto que refleja una faceta de la Bolivia aún republicana, cuando –años antes
de la revolución nacional- el regía todavía el pongueaje.
Capítulo 3
(Podría decirte lo que realmente pienso – fragmento)
Desde que el niño Alexis entrara al colegio en La Paz, la patrona había decidido que Jorge ya
no podía dormir en el mismo cuarto. En La Paz tenía que dormir debajo de las gradas, en la
casa de Miraflores; cuando volvían a Saxrani en las vacaciones, tenía que tender unos cueros
de oveja en el pasillo de los altos, en el segundo patio. El niño lo llamaba para conversar en
cualquier rato, pero llegado el momento de descansar tenía que salir al pasillo, al lado de la
puerta siempre, por si acaso el niño lo llamara en la noche. Las tablas de la puerta no eran tan
justas, había una rendija por la que se veía si había luz dentro. A veces, el niño se dormía con
la luz prendida. No se acostumbraba a trancar la puerta desde dentro. Jorge miraba. Si veía al
niño bien dormido, entraba de puntillas y soplaba la vela, para que no se gastara sin motivo.
Por eso miraba siempre, todas las noches. La patrona le había ordenado hacerlo.

Spedding y Alison Spedding


– ¿Cómo ha evolucionado como novelista, desde los libros juveniles que publicó en Inglaterra
en los 70 hasta ahora?
Esos primeros textos juveniles eran muy largos y densos, con muchas influencias de mis
lecturas clásicas. Luego hubo otros (que posteriormente darían génesis a la “trilogía…”) que
mis editores rechazaron porque los calificaban como subcultura.
– ¿Cómo es su proceso de escritura, escribe en computadora o a mano?
Escribo primero en papel y lápiz, tengo un montón de cuadernos llenos, y luego lo pasó a la
computadora, aunque muchos de los libros todavía los transcribí en máquina de escribir.
–¿Cómo compatibilizan Spedding literata, novelista con Alison Spedding, la académica? ¿Cuál
de estas facetas te gusta más?
Yo no entiendo por qué hacen tanto lío con lo académico, para mí es más fácil que la literatura
porque finalmente escribes sobre cosas que hay, que han pasado y no tienes que inventar
nada.
– ¿Qué es lo que más lee? ¿Cuán al tanto está de la narrativa boliviana actual?
Últimamente leo más por motivos profesionales, académicos. Debo decir que (en literatura
boliviana) hay muchos libros decepcionantes, autores de los que se esperaba mucho más.
Una gran novela es La tumba infecunda, de Bascopé Aspiazu, que no sé por qué no es más
conocida; Y me gusta mucho Periférica Blvd., de Adolfo Cárdenas; curiosamente ésta última y
De cuando en cuando Saturnina se presentaron el mismo año al Premio Nacional de Novela y
ninguna ganó, aunque debo decir que son mucho mejores que la ganadora… no sé con qué
criterio premian, creo que va más a los intereses editoriales.
– Y de literatura universal, ¿cuáles son sus libros y autores fundamentales?
Dostoievski… me encanta Bajo el volcán, de Malcom Lowry, para mí el mejor libro hecho en y
sobre Latinoamérica, aunque sea de un inglés. Y claro, William Gibson, y Ursula Le Guin.
– Qué significa Bolivia, la cosmovisión andina en la expansión de tu universo narrativo
(pregunta de Marco Montellano, a la sazón, fotógrafo invitado)
Creo que desde que llegué a Bolivia se me ha acentuado más mi interés y gusto en la
fantasía. Yo antes estaba obsesionada por Alejandro Magno y sus aventuras y guerras, y leía
todo lo que podía conseguir al respecto. De ahí que hay mucha relación de este universo con
el imaginario de Manuel y Fortunato donde hay un trasfondo épico.
– De cuando en cuando Saturnina fue escogida para la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia,
¿cómo toma esta noticia?
Es un honor, sobre todo porque en un tiempo muchos me llamaban “gringa renegada”.

Capítulo 9
(La discoteca Bombowasi – fragmento)
Los presos van y vienen, los delitos van y vienen también. Todo eso de la pichicata, por
ejemplo. Dicen que con eso nomás ya se llenan las cárceles. Pero el rato que yo estaba en
San Pedro, en La Paz, esperando mi juicio, apenas se conocía. Yo estaba en la Cancha. Eran
puros rateros, lesiones, estafa, homicidio, asesinos como yo. Y cuando yo estaba fuera, ni el
nombre no había. En Suri, en Licoma, vendían su coca a los rescatiris de Quime y listo.
Después han hablado diciendo que habían sabido hacer siempre, que había unos gringos en
Turculí, la primera vez que había entrado Víctor Paz, por ahí, y un día los gringos se habían
ido sin decir nada y debajo de su casa habían encontrado cualquier cantidad de bagazo
botado. De eso haigan estado haciendo siempre. Pero yo al menos, ni idea.
La primera vez que he visto siquiera era aquí adentro (…) El alcaide lo ha traído a mi celda
después de encerrar al otro al fondo del patio. “Lo vas a tener aquí, no dejes que salga”.
—Que me reconozca algo, pues, para la Mama Rosario.
El tipo seguía borracho. Se cayó sobre mi cama. El alcaide lo ha sacudido.
(…)
—¿No tienes con qué curar el ch’aki? Te puedo pagar siquiera.
—Yo no tomo con paradores.
—No, yo me farreo bien tranquilo, es que me han provocado.
—Bueno. Yo estoy aquí por asesinato, sé matar gente, así que cuidado con provocar…
Con eso se puso bien humilde, hasta que le empezaron a subir los tragos.
—¿Sabes, mano? Estoy llegando del Chapare, por eso tengo plata. Bien se gana en allí.
—¿De peón?
—De pisacoca.
—¿Qué? (…)

Fuente: Letra Siete

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