Está en la página 1de 13

TEMAS SOCIALES 7, JULIO 1995

Boletín del Programa de Pobreza y Políticas Sociales de SUR TEMAS SOCIALES 7

LA VIOLENCIA URBANA
Enrique Oviedo

1. Reacciones ante la violencia urbana

En los momentos en que nuestra sociedad promueve el asenso social en torno a la democracia
representativa y a las ideas de crecimiento económico con equidad y justicia social, se enfrenta
a actitudes y conductas violentas que, en distinto nivel de intensidad, se presentan en la mayor
1
parte de nuestras ciudades. Estas han sido reconocidas en el seno familiar, en el ámbito del
trabajo, en el mundo de lo público y sobre todo, en la acción delictual.
Qué grado y tipo de violencia son tolerables en una sociedad, es sin duda una pregunta que
aquí no podremos responder, ni tampoco corresponde responder. Pero si parece interesante
destacar que ya sea por razones de creciente manifestación de las conductas violentas y el
consiguiente aumento del temor en la sociedad, o por la sola inquietud que ellas provocan en
una sociedad por mucho tiempo sometida a un clima de violencia, las diferentes soluciones
planteadas a la situación tienden a identificarse —cada una de ellas— con el logro de una me-
jor calidad de vida.
Entre las conductas transgresoras que más inquietan en nuestra sociedad se encuentran tanto
aquellas que afectan la propiedad (hurto, robos), las personas (violaciones, lesiones, homici-
dios, suicidios), como otras que se relacionan a la ingesta y comercio de drogas, debido a que
se vinculan implícita o explícitamente a situaciones de violencia.
Pero incluso más importante aún que las conductas catalogadas como delitos es la creciente
manifestación de conductas violentas como modalidad de resolución de conflictos y, junto a
ello, el temor que ocasionan.
El temor producto de una percepción de exposición constante a acciones de violencia delictual,
es un fenómeno social que manifiesta un peligro para el bienestar colectivo. Este temor gene-
ralmente tiende a reforzar posiciones poco meditadas, no consensuadas y erradas. En este
contexto, el enfrentamiento a las acciones delictivas presenta resultados poco afortunados, que
llegan en algunos casos a ser preocupantes.
Así como surgen rápidamente sectores sociales que desarrollan fuertes reacciones contra la
violencia delictual, en ocasiones incluso mayores a la acción que las originó. Otros obvian el
problema o, aun reconociéndolo, eluden su responsabilidad social en la búsqueda de solucio-
nes.
Sin duda la violencia delictual en nuestras ciudades debe ser un motivo de preocupación, ya
sea como realidad —objetiva o perceptual— o como factor causal de deterioro de la conviven-
cia social, de la calidad de vida de las personas.
Como un intento de sistematizar los modos más recurrentes para enfrentar la violencia delictual
urbana, se puede agrupar las distintas medidas en los siguientes tipos:
• La hiperpreocupación: la represión.
• El mercado: la privatización.
• La antihistoricidad: la corrupción.
• La antipreocupación: la minimización o la evasión.
• Hiperpreocupación: la represión.
1
Gabriel Salazar, "Los pobres, los intelectuales y el poder. Chile, 1989-95". PAS, Taller de Reflexión.
Doc. 6. Serie de documentos de análisis (Santiago, mayo de 1995), p. 27.

1
El miedo, el temor prolongado, la angustia que produce salir a la calle, salir de noche, salir y
dejar la casa solas, entre otras cosas, conducen muchas veces a la adopción o a la presión por
medidas desafortunadas que ponen énfasis en la represión por sobre otras soluciones.
La presión social que exige el uso de la represión conduce a la institucionalización de la vio-
lencia. Los escuadrones de la muerte, las llamadas "muertes por limpieza social", por "prolaxis
2
social", tan comunes en algunos países latinoamericanos , nos enseñan los extremos a que
pueden llegar las acciones.
Por otra parte, la excesiva demanda de represión conduce finalmente a una privatización de la
vida. Los lugares públicos son deshabitados por el miedo a las acciones de violencia. De esta
forma, aquellos que transitan por lugares públicos, especialmente en ciertas horas (noche) y
días (festivos), son vistos como sujetos peligrosos. La ciudad se encierra, las calles y plazas
quedan sin vida. Los jóvenes —los que más buscan esparcimiento fuera de sus círculos habi-
tuales o familiares— quedan expuestos a detenciones "bajo sospecha".
De igual forma, los pobres que requieren trasladarse a zonas céntricas y residenciales habi-
tadas por grupos sociales medios y altos, también quedan expuestos al rótulo de "posibles
3
delincuentes".
Dejando de lado lo que pueden ser conductas disruptivas y/o provocativas, como consumir
4
alcohol o drogas en lugares públicos, realizar desórdenes, afectar a personas o bienes mate-
riales, los jóvenes cargan con el estigma de ser los victimarios por excelencia, además de ser
las víctimas de la violencia urbana. Y tal situación se agrava sí, además, provienen de sectores
de menores ingresos.

2. Mercado: la privatización

La privatización de la seguridad es otra de las respuestas observadas en la ciudad. En el último


tiempo han proliferado agencias de seguridad que "sustituyen o refuerzan" la seguridad de los
barrios, residencias y bienes, de los sectores que pueden pagar por el servicio. De alguna ma-
nera se introduce una variable que afecta la imagen del Estado garante de la seguridad. La
seguridad, así como otras esferas de la vida social, pasa paulatinamente —ya no sólo en la
práctica— sino también en el concepto— a ser patrimonio de la vida privada.
La privatización de los servicios en ciertos casos es señal del empobrecimiento de algunas
ciudades. "Se expresa ese empobrecimiento por una reducción de la capacidad que tienen las

2
En Brasil, se han conocido masacres de niños de la calle organizadas por grupos de extinción or-
ganizados por policías, civiles y militares. Entre éstos, un caso que causó gran conmoción interna-
cional fue el asesinato, en Río de Janeiro, de nueve niños que dormían frente a la Iglesia de La
Candelaria, en el centro de la ciudad.
3
La violencia, como muchos otros fenómenos sociales, es continuamente asociada a la situación de
pobreza, de desigualdad social y económica de nuestra población. La existencia de fundamentadas
posiciones críticas respecto de estas argumentaciones no es de extrañar, debido a que la pobreza
ocupa un lugar central en la vida de nuestras sociedades. Casi ningún tema puede aislarse de ella,
de tal manera que la pobreza aparece como variable causal, variable asociado o, simplemente,
como marco o telón de fondo de los principales males de nuestra sociedad. La violencia delictual no
debiera asociarse como variable dependiente de la pobreza. Si bien es cierto que la pobreza gene-
ra condiciones para que algunos pobres adopten conductas delictuales, ella no es suficiente para
explicar el fenómeno. Por otra parte, resulta más sugerente revisar los efectos de l violencia urbana
sobre los pobres, ya que además de que esta población recibe las externalidades negativas de la
urbanización con el mayor rigor, son sectores duramente dañados por la violencia delictual. Véase
Franz Vanderschueren, "La violencia urbana, los pobres de la ciudad y la justicia", en: Programa de
Gestión Urbana, PGU, Oficina Regional para América Latina y El Caribe, Ciudad y violencias en
América Latina. Serie Gestión Urbana. Vol. 2 (Ecuador, 1994).
4
Los jóvenes son aquellos que están más expuestos a consumir alcohol en espacios públicos, debi-
do a que se les prohibe hacerlo en los locales y, la mayor parte de las veces, en sus propios hoga-
res.

2
ciudades para mantener al día los servicios públicos, la infraestructura física y, en casos ex-
5
tremos, mantener la seguridad ciudadana".
En otros casos, la privatización manifiesta un cambio en el rol de Estado. De alguna manera es
una señal de su deslegitimación. La integración social del país, de la ciudad, ha sido reempla-
zada por identidades a menor escala (locales). Este hecho, que es visto como una situación
positiva de descentralización del poder hacia la sociedad civil, sólo indica el fortalecimiento de
los poderes existentes en el mercado. Lo más grave es que la seguridad ciudadana comienza a
ser patrimonio de los sectores que pueden pagar por ella, ya sea a través de un mejor servicio
público o por medio de sus propios servicios privados.
No obstante lo anterior, ciertamente se han desarrollado iniciativas locales en materia de segu-
ridad ciudadana importantes de destacar. En general no se fundan en la generación de policías
paralelas, sino más bien en un compromiso comunitario de vigilancia social. El compromiso de
distintos sectores neutraliza las acciones de violencia implantadas al interior de las poblacio-
nes, en particular por delincuentes y narcotraficantes. Y ello es especialmente válido respecto a
tales grupos, cuya principal fortaleza puede ser funcionar dentro de las redes de apoyo de la
comunidad, haciendo muy difícil la labor de la policía, en la medida en que ésta es vista como
una organización externa, ajena y deslegitimada.
Estas modalidades descentralizadas, iniciativas que surgen de la sociedad civil, complementan
la seguridad que puede entregar el Estado y recogen las fortalezas que puede brindar la comu-
nidad. Una antigua proposición sociológica, manifiesta que "el individuo encuentra, tanto en la
comunidad natural a la que pertenece como en las estrategias asociativas, sitios de prestación
de seguridad que pueden resultar mucho más favorables y mucho menos privativos que el
6
espacio Estatal anónimo y distante".

Antihistoricidad: la corrupción
En Chile parece olvidarse lo que hasta ahora ha sido el rol del Estado respecto a la seguridad
ciudadana, en especial el prestigio de las instituciones encargadas de velar por ella. En algu-
nos casos, el surgimiento de instituciones privadas de seguridad podría entenderse como una
sustitución de la labor que durante largos años de nuestra historia han ejercido eficaz y eficien-
temente instituciones del Estado (policías). Las iniciativas de seguridad en materia de violencia
delictual sólo pueden entenderse en un marco de relación con las instituciones destinadas por
el Estado para este fin.
En el ámbito latinoamericano, muchas de las iniciativas privadas se fundan en una deslegitima-
ción de la policía, por verse ésta involucrada en hechos de corrupción. Esta situación es recu-
rrente en las sociedades que han tenido que convivir con el problema del narcotráfico. En
Chile, se han conocido hechos aislados de participación de algunos integrantes de las policías
en delitos comunes. Sin embargo, éstos se encuentran lejos de afectar el reconocimiento y
prestigio que estas instituciones han alcanzado en nuestra sociedad, así como en otras extran-
jeras.
El mantenimiento de la honorabilidad y reconocimiento social de las instituciones encargadas
de velar por la seguridad ciudadana es un patrimonio social del más alto valor, por el cual la
comunidad entera debe velar cotidianamente.
La corrupción es uno del os peores enemigos de la seguridad ciudadana, ya que negocia, en-
trega a un mercado ilegitimo, coloca costos económicos a los valores sociales. La seguridad ya
no es sólo de quien pueda pagar, sino que a la vez se ve condicionada por los que pagan o por
quienes la entregan a cambio de un silencio complica. Incluso, en algunos países latinoameri-

5
Alfredo Rodríguez y Lucy Winchester, "Ciudad, democracia y gobernanza en América Latina" (San-
tiago: SUR Profesionales Consultores, 1995).
6
Bertrand Badie y Pierre Bimbraum, "Sociología del Estado: nuevas interpretaciones", Revista Inter-
nacional de Ciencias Sociales 140 (junio de 1994). Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultural.

3
canos se esta conservando que “la violencia como medio para la obtención de intereses, es
7
una nueva forma de sociabilidad”.
Son conocidos los casos en que la deslegitimación del Estado en materia de brindar seguridad
a sus habitantes, pasa por una crisis de valores y de autoridad de las instituciones responsa-
bles de esto (policía y justicia principalmente). La corrupción y, junto a ella, la impunidad,
conducen a la criminalización de la propia policía y al desarrollo del “crimen organizado”.

Antipreocupación: la minimización o la evasión


Otra salida para enfrentar el problema de la violencia delictual es la minimización de su rele-
vancia, o una actitud de negar su existencia. Se argumenta que la violencia siempre ha existido
y que la violencia delictual ha sido en otros periodos de la vida de la sociedad, mucho mas
fuerte. Sin embargo, no es toma en cuenta que, independientemente de que éste sea un tiem-
po objetivamente critico, la percepción de inseguridad ciudadana es un dato constante de la
tente en casi toda Latinoamérica.
Aunque el aumento real o de percepción sobre la violencia delictual ha provocado cambios en
la ciudad, en el ámbito de los comportamientos a incluso del diseño arquitectónico y urbano,
algunos prefieren no participar de la discusión por considerarla un tema vinculado a posiciones
conservadoras o reaccionarias. Sin embargo, el obviar el problema es justamente porque re-
fuerza la represión y la privatización, en desmedro de iniciativas de participación ciudadana en
el desarrollo de soluciones que vinculen los esfuerzos estatales y locales.

CUADRO 1
Violencia delictual en el Gran Santiago. Delitos contra la
AÑOS
1993 1994
Denuncias
Robos 47.162 49.592
Hurtos 6.208
Total 53.370

Detenidos
Total 10.850 11.590
Fuente: Elaboración propia a partir de información de Carabineros de Chile.

7
"… se trata justamente de aquello que contiene especificidad histórica a la violencia contemporánea en
las grandes ciudades, tornándolo en un objeto sociológico singular, distinto de otras formas de ma-
nifestación de la violencia y un problema social mucho más completo y profundo de lo que su
aprensión actual hace creer". Luis Antonio Machado da Silva. "Violencia y sociabilidad. Tendencias
de la actual coyuntura urbana en el Brasil", en: Ecuador. Debate 34 (Quito, abril 1995).

4
CUADRO 2
Violencia delictual en el Gran Santiago. Delitos contra las personas
AÑOS
1993 1994
Denuncias
Homicidios 200 144
Lesiones
18.887 17.112
Violaciones
406 480
Total
19.493 17.736
Detenidos
Homicidios 250 216
Lesiones 8.044 8.751
Violaciones 206 196
Total 8.500 9.163
Fuente: Elaboración propia a partir de información de Carabineros de Chile.

CUADRO 3
Violencia delictual en el Gran Santiago. Delitos vinculados a las drogas
AÑOS
1993 1994
Denuncias
Cocaína 593 814
Marihuana 752 323
Fármacos 112 61
Total 19.493 17.736
Decomisos
Cocaína
79.331 kilos 47.060 kilos
Marihuana
458.579 kilos 571.549 kilos
Fármacos
29.692 unidades 77.489 unidades
Fuente: Elaboración propia a partir de información de Carabineros de Chile.

CUADRO 4
Violencia delictual en el Gran Santiago. Accidentes de tránsito
AÑOS
Casos Costos (miles de pesos)**
1993 1994 1993 1994
Accidentes de tránsito
Consecuencias en lesionados graves, 21.675 20.829 12.400.068 10.000.000
menos graves, leves y daños generados
557 463 45.400.000 40.000.000
** De acuerdo con la tabla de referencia de costos de Kennett Miller (Ingeniero del Departamento de Vi-
das de los EE.UU. y J. Uribe (Ingeniero de la Universidad de Chile).
* Fuente: Elaboración propia a partir de información de Carabineros de Chile

5
CUADRO 5
Reloj delictual de casos de delitos en el país
PRIMER SEMESTRE DE 1994
Acciones Casos por unidad de tiempo
Minutos Número de casos en un día
Total de casos de importancia
Primer semestre de 1993 1 cada 3,3 minutos 436,4
Robos 1 cada 6,7 minutos 214,9
Hurtos 1 cada 23,7 minutos 60,8
Homicidios 1 cada 13,7 minutos 105,1
Lesiones 1 cada 9,1 minutos 158,2
Violaciones 1 cada 6,6 minutos 218,2
Fuente: Elaboración propia a partir de información de Carabineros de Chile.

1. La violencia urbana, ¿un signo de nuestros tiempos?

La violencia es una conducta más dentro de un conjunto de conductas no deseada, una que se
quiere evitar. El “desarrollo”, “progreso” o “avance” de nuestras sociedades nos hace creer en
la superación o el control de la violencia. Sin embargo, observamos que la evolución en nuestra
cultura occidental, lejos de implicar una disminución de la violencia, la ha tendido a mantener e
incluso perfeccionar. Este hecho es aun más significativo, en cuanto algunos autores sostienen
que en culturas “pre matrísticas”, la violencia y la agresividad prácticamente desaparecerían
8
como parte de la interacción organizacional.
Actualmente la violencia se expresa en los distintos ámbitos de la vida del hombre, razón por la
cual se la suele apellidar. Violencia urbana. Violencia política, violencia delictual, violencia en
los estadios, violencia intrafamiliar, violencia sexual, son algunos de los posibles ejemplos.

Causas de las conductas violentas


9
En términos generales, la violencia es entendida como un estado de agresión fuerza o viru-
lencia. Se refiere al uso recurrente de actos agresivos como forma de resolver los conflictos y
10
solo pueden ser entendida en un contexto interpersonal, social o político.
La violencia es "un acto dirigido en contra de un individuo, grupo u objeto, con la meta de
transformar una situación de poder que al sujeto le resulta insatisfactoria. Se produce en un
contexto psicosocial en donde otras conductas con mayores ingredientes racionales y persua-
sivos aparecen bloqueadas. En tal situación, ésta se presenta como la única manera en que los

8
Fernando Coddou, "La violencia en la ideología", en: Fernando Coddou, Gloria Kuntsmann y otros,
Violencia en sus distintos ámbitos de expresión (Santiago: Dolmen Ediciones, mayo de 1995), p.
56.
9
La agresión no siempre se expresa abiertamente en movimiento, haciéndola reconocible para
cualquier individuo, sino que puede manifestarse, por ejemplo, en una fantasía o sueño, o bien bajo
un plan de venganza. El acto de agresión puede ser animado o inanimado, y su manifestación se
relaciona con la fuerza de la instigación que la o las condiciones antecedentes presentan en torno a
la respuesta frustrada, con la forma en que se interfirió la respuesta frustrada y con el número de
secuencias de conductas frustradas.
10
Eugenia Weinstein y Eugenio Tironi, "Violencia y resignación. Dimensiones de la marginalidad ur-
bana en un contexto político autoritario", en Javier Martínez, Eugenia Weinstein, Eugenio Tironi,
Personas y escenarios en la violencia colectiva (Santiago, Ediciones SUR, 1990), p. 112.

6
individuos pueden liberar una tensión insoportable y alcanzar una sensación de poder y signifi-
11
cación".
En nuestra sociedad es posible reconocer un conjunto de causas que coexisten como factores
explicativos de la violencia. Distintos investigadores suelen destacarlos de diferente forma,
privilegiando unos y/o desconociendo otros.
12
Entre las causas más tradicionales para explicar la violencia se encuentran el instinto, la
frustración y el aprendizaje. Pero, ¿cuáles son los orígenes del aprendizaje y de la frustración
en nuestra sociedad?
13
Autores como Bandura y Walters (1963, 1974) señalan que la clasificación de las respuestas,
posteriores a una frustración, responde a juicios sociales. Incluso expresan que son las perso-
nas quienes aprenden a denominar las conductas vigorosas, a veces carentes de deseos de
dañar, como agresivas.
Estos autores se inscriben entre aquellos que señalan como causas de la violencia, las condi-
ciones provenientes de experiencias anteriores de aprendizaje. Expresan que, sin mediar frus-
tración, una persona puede realizar una acción agresiva como muestra del aprendizaje de este
tipo de acción. Incluso más, que la conducta puede haber sido aprendida sin haber requerido
una instancia de frustración por parte del sujeto al momento de aprenderla. Es así como se le
asigna al aprendizaje por imitación un rol central en la explicación de las conductas agresivas.
14
Otros investigadores, como Neall Miller (1964) , reconocen el rol del aprendizaje social en la
definición de la conducta agresiva, sin descuidar el papel de los esquemas innatos de la con-
ducta humana, en lo que se refiere a la motivación y facilitación que éstos aportan a la confor-
mación conductual. Las condiciones corporales causadas por privaciones son datos
fundamentales en una conducta motivada. Sin embargo, para que la respuesta se realice,
hacen falta las señales apropiadas.
Insertos en este marco explicativo es posible afirmar que la violencia, específicamente la vio-
lencia delictual que se aprecia en nuestras ciudades, es el producto de un proceso de aprendi-
zaje.
Un tema claramente controvertible es el de la influencia de los medios de comunicación en las
conductas violentas. Algunos autores señalan que en el proceso de socialización de los niños,
la televisión y su grupo de pares han ido adquiriendo mayor relevancia que los padres y la fami-
lia. Gran parte de la programación de la televisión, actualmente, enseña conductas de alta
agresividad. Muchas investigaciones han demostrado una alta correlación entre violencia tele-
15
visiva y conductas violentas.
Estudios realizados por diferentes instituciones en Estados Unidos han afirmado que "ver vio-
lencia en la televisión estimula el desarrollo de comportamientos agresivos, incrementa la vio-
16
lencia e insensibiliza hacia ella".
11
Ibid., p. 113.
12
Algunos autores plantean una explicación instintiva para dar cuenta de la violencia. Afirman que la
fuente de exigencias agresivas son de naturaleza somática y que se generan constantemente en el
cuerpo, manteniendo, al igual que el sexo, una fuerte pulsión constante. Esta energía, de no ser
neutralizada o descargada de una manera aceptada socialmente, conduce a una serie de ataques
destructivos. Otros investigadores, como Rak (1949), no conciben la agresión como una fuerza
destructiva, innata e inmodificable, sino como una adaptación a la realidad. Por lo tanto, la agresión
se entiende como parte de la organización del yo. Frente a estas culturas, destaca la posición de
ciertos biólogos contemporáneos, que otorgan mayor valor al rol de las condiciones estimulantes
externas, sin desconocer la existencia de componentes innatos en la conducta agresiva humana.
Véase John Dollard y otros, "Frustración y agresión", en: Jean A. Shellenberg, Los fundadores de la
psicología social (Madrid, Alianza Editorial, 1977), pp. 266-267.
13
Ibid., pp. 266-267.
14
Ibid., p. 271.
15
Véase Hernán Montenegro, "Violencia y medios de comunicación", en: Violencia en sus distintos
ámbitos de expresión (Santiago: Dolmen Ediciones, mayo de 1995 (pp. 16-19).
16
American Psychological Association, "Violence and youth psychology's responde", Vol. I (Washing-
ton, 1993); Ciudad y violencia en América Latina". Citado por Gustavo I. De Roux en: Ciudad y vio-
lencia en América Latina, Serie Gestión Urbana Vol, 2. Programa de Gestión Urbana de Naciones
Unidas (Ecuador, 1994), p. 35.

7
El aprendizaje de la violencia en Chile
En Chile, el aprendizaje es una variable que explica parte importante de los grupos delictuales
17
urbanos masculinos. El espacio urbano, debido a la alta segregación de nuestra sociedad
subordina a la población a determinadas relaciones sociales, procesos de comunicación y de-
sarrollo de aprendizajes diferenciales.
En la ciudad existen zonas residenciales de alta desorganización social, relacionadas a valores
y normas que condicionan la delincuencia. En éstas, el alcance de los patrones de comporta-
miento social se ve afectado por la presencia de ciertas subculturales o contraculturas.
La sociedad de pluralidad normativa, de desorganización y conflicto social, no sólo se manifes-
tará en las zonas residenciales. Por el contrario, ciertos espacios públicos o de interacción so-
cial, como determinadas calles, pasajes, sitios eriazos, centros de diversión, botillerías, entre
otros, pueden presentarse como zonas de socialización delictual. El acceso que los individuos
tengan a estos lugares estará condicionado por la forma de ocupar o de vivir la ciudad.
Quizá sea la cárcel el lugar que genera menos controversia a la hora de explicar la violencia
como un fenómeno aprendido. En la cárcel, la celda y la camarilla de reos son las unidades
básicas de socialización delictual. Los sujetos con mayor tiempo de reclusión exhiben alta in-
fluencia sobre los primerizos, transmitiendo a través de historias delictuales o de conductas
carcelarias las maneras de transgredir la justicia y, aun más, la internalización de valores justi-
18
ficatorios de los actos delictivos y neutralidad de la ley.
Trascendiendo la frontera de las acciones delictuales, cada vez más violentas, cabe observar
en nuestras sociedades la presencia de violencia explícita, aparente y/o implícita, en algunos
19
casos legitimada como principio válido en sí mismo para la interacción humana.
Aun en los casos en que no es posible hablar de una legitimación de la violencia, si se puede
constatar que la manifestación creciente de acciones violentas no es una característica in-
herente a las conductas delictuales. Muy por el contrario, la mayor violencia en los delitos es
sólo una de las expresiones de la prevalencia de las acciones violentas en nuestra sociedad,
gran número de las cuales son el fruto de un proceso de aprendizaje.
Pero ¿por qué se aprenden estas conductas en nuestras sociedades? ¿Qué hace que en oca-
siones prevalezcan, no obstante existan argumentos y sentimientos, también aprendidos, que
buscan minimizar o bien terminar con su expresión? ¿Cuáles son las variables sociales que se
vinculan a las acciones de violencia en nuestras sociedades?
Muchas veces el aprendizaje se vincula a la frustración, o bien esta última actúa sola. Se dice
que existiría mayor probabilidad de violencia "cuando a una persona o grupo se le ha negado
durante cierto tiempo lo que él o ellos consideran sus derechos legítimos (frustración) o cuando
se encuentran permanentemente abrumados por sentimientos de impotencia que van mer-
20
mando la autoestima (rabia)".
Una asociación recurrente en la bibliografía plantea que la existencia de frustración siempre
21
lleva a alguna forma de agresión y que la agresión presupone la frustración.

17
Así lo señala Doris Cooper, en su libro Delincuencia común en Chile (Santiago: LOM Ediciones,
1994), pp. 20-21.
18
Véase José María Avila, Camino a la cárcel. La crisis del sistema carcelario. La nueva delincuencia
en Chile (Santiago: SEI Editores, 1991).
19
Fernando Coddou, "La violencia en la ideología", en: Violencia en sus distintos ámbitos de expre-
sión (Santiago: Editorial Dolmen, 1995).
20
Weinstein y Tironi, op. cit., p. 112.
21
La frustración se refiere al sentimiento producido por la interferencia en una secuencia conductual,
encaminada al logro de una respuesta final, es entendida como una secuencia conductual cuya
respuesta es lesionar a una persona, grupo u objeto, hacia quien está dirigida. La agresión puede
ser instigada contra el o los agentes directos causantes de la frustración o algunos no directos. En
la medida en que se avanza hacia estos últimos, la fuerza de agresión disminuye. Sin embargo, es
probable que mientras mayor sea la inhibición de un acto de agresión directo, mayor será la posibi-
lidad de que ocurran actos de agresión indirectos (Dollard y otros, op. cit., pp. 255-310).

8
2. Efectos de la modernización en la violencia urbana

Nuestra sociedad, que en las últimas décadas manifiesta un crecimiento económico sostenido,
que exhibe indicadores positivos de superación de la pobreza, se enfrenta a problemas de
desigualdad e integración social.
El 20 por ciento más rico del país concentra el 55 por ciento de los ingresos del país; en cam-
22
bio el 20 por ciento más pobre tiene una participación del 4,5 por ciento. Nuestra sociedad
promueve, imágenes de éxito, fundamentalmente económico, mientras un sector significativo
de ella se ve aún enfrentado a situaciones de sobrevivencia.

La ciudad segregada
Nuestro proceso de modernización no ha logrado acabar con la pobreza, y menos con la des-
igualdad. Esta ha producido "pobres por atraso, esto es, que el 'progreso' ha dejado atrás, y
23
pobres por 'modernización', esto es, que han sido producidos por el mismo desarrollo".
El prestigio, el reconocimiento social, basados en la obtención de bienes materiales, caracteri-
za nuestro sistema socioeconómico. La profusión de imágenes de consumo y placer, la valora-
ción del "signo" o "marca" como adscripción a estatus socioeconómicos elevados, contrasta
con el debilitamiento de los lazos afectivos, la falta de integración de la moralidad individual a la
moralidad colectiva, la desorganización social. La nuestra, una sociedad que segrega y discri-
mina, no puede aspirar de este modo a alcanzar una convivencia más pacífica.
La segregación, la discriminación, impiden el conocimiento entre los individuos diferentes y, por
lo tanto, elimina cualquier compromiso social entre ellos. El ordenamiento espacial de nuestras
ciudades es quizá el mejor ejemplo de segregación. En ellas se aprecia una tendencia a orga-
nizarse en torno a zonas de fuerte "homogeneidad social interna" y "disparidad social externa",
que se diferencian y jerarquizan entre sí.
La segregación impone un desplazamiento y acceso diferencial a los distintos lugares de la
ciudad. Por ende, el contacto social entre los distintos grupos se hace difícil y, cuando ocurre,
es una relación entre "extraños en competencia".

El debilitamiento de los lazos sociales


En nuestras sociedades existen muchos ejemplos de debilitamiento de lazos sociales. Entre
ellos se pueden destacar el incremento de la violencia en los delitos, lo que ha llevado a definir
un nuevo tipo de delincuencia "hedonista, amoral, alienada e intersubjetivamente desculpabili-
24
zada", robos que terminan con secuestros, violaciones y/u homicidios, conductas agresivas
de grupos de jóvenes, como las apreciadas e en los estadios y/o recitales musicales, la ingesta
dependiendo de drogas fuertes, los altos índices de suicidios, entre muchas otras.
Las "barras bravas" son una expresión del impacto del proceso de modernización sobre impor-
tantes segmentos jóvenes de la sociedad chilena. Ellas presentan una expresión negativa, "la
disipación explosiva de tensiones psicosociales, y otra positiva, de construcción social, de de-
sarrollo de una unidad a través de la elaboración de un lenguaje, de un discurso que represen-
25
ta una importante "reserva de sentido" para los jóvenes.
Los sentimientos de compromiso afectivo de grupo, la búsqueda de sentir que se existe, la
desconfianza a lo instituido, a los representantes, la actitud de anticonformismo, caracterizan
26
estas manifestaciones.

22
B. Teitelboim, Situación de pobreza en Chile, 1987-1992 (Santiago: Mideplan, 1994), p. 25. Citado
en Salazar, op. Cit. P. 31.
23
José Bengoa, "La pobreza de los modernos", Temas Sociales, Boletín del Programa de Pobreza y
Políticas Sociales de SUR, 3 (Santiago: SUR, Centro de Estudios Sociales y Educación, marzo
1995).
24
Avila, op. cit.
25
Decio Mettifogo y Víctor Martínez, "Las 'barras bravas del fútbol. Su cultura, práctica, práctica, ex-
pectativas sociales y orientaciones". Cuaderno de Criminología 4 (Santiago: Instituto de Crimino-
logía, septiembre 1994).
26
Ibid., pp. 90-100.

9
La droga
27
La ingesta de drogas es otra de las grandes preocupaciones de nuestra sociedad, en parti-
cular el tema de la violencia social asociada a las drogas, en que se destacan las muertes por
sobredosis; las muertes por accidentes debidos a imprudencias, los suicidios debidos a sobre-
dosis, los homicidios bajo los efectos de la droga; y, por último, una situación incipiente de
homicidios por el no pago de la droga.
No obstante estos indicadores, también se debe reconocer que en el plano del consumidor
individual existe una gran disparidad de discursos, muchos de los cuales enfrentan posiciones
generacionales. Para los padres es más fácil entender y aceptar que sus hijos consumen alco-
hol, que entender y aceptar que estos consumen marihuana.
La evidencia científica respecto de los efectos nocivos de las drogas o de su carácter benigno,
sucumbe ante las convenciones sociales. En Chile, por ejemplo, por factores históricos
—tradicionales o económicos—, el tabaco y el alcohol son permitidos con ciertas restricciones,
independientemente de los comprobados efectos negativos sobre la salud física, psicológica y
social de algunos individuos.
Para muchos jóvenes, estos hechos reflejan la hipocresía de los padres o de los "adultos en el
poder", quienes por su promedio de edad, mientras consumen alcohol y fuman cigarrillos, se
oponen a otro tipo de drogas. En algunos casos, y lo que es peor, algunos jóvenes piensan que
estos adultos manifiestan conductas incongruentes con su oposición pública hacia las drogas,
consumiéndolas y/o participando de sus beneficios económicos.
El problema es complejo, debido a que la discusión debe estar acompañada de acciones des-
tinadas a solucionar o prever las situaciones que revisten especial gravedad. Debido a esto, tal
vez, se ha olvidado realizar las preguntas sobre la construcción social del problema de la dro-
28
ga, su historia, sus factores explicativos.
Se deben desenterrar, hacer presentes las relaciones que subyacen al tema de la violencia
urbana respecto a las drogas, así como a la violencia delictual, los suicidios y las manifesta-
ciones públicas. Lo que está en discusión es la calidad de los proyectos de vida al interior de
nuestras sociedades. La violencia urbana enfrenta a nuestra comunidad a una reflexión sobre
el deterioro de las relaciones sociales, las pérdidas de los lazos afectivos, familiares, en fin, de
las dificultades de integración.

27
Más discusión existe después de darse a conocer que aproximadamente 800.000 chilenos alguna
vez habían probado psicotrópicos (marihuana, cocaína y pasta base), y que una cifra cercana a los
50.000 dependían de este consumo.
28
Véase entrevista realizada a Domingo Asún, psicólogo, que habla de la crisis de la droga. En: Insti-
tuto Nacional de la Juventud. Revista I ene jota (Santiago: Departamento de Comunicación y Cul-
tura del Instituto Nacional de la Juventud, mayo de 1995).

10
CUADRO 7
Delitos en el área metropolitana de Santiago
El robo con intimidación con armas de fuego. Tiene una mayor ocurrencia en los sectores de las Prefec-
turas de Santiago Oriente (sector de Las Condes, Vitacura), Central (Santiago Centro) y Sur (desde San
Miguel hasta Puente Alto)
Los accidentes de tránsito. Uno de los factores de mayor violencia en la ciudad, tanto por las consecuen-
cias en muerte y lesiones de personas, como por los daños materiales que ocasionan.
La ebriedad y el consumo de licor en la vía pública. Pareciera no ser interesante, sin embargo de acuerdo
a las estadísticas que se manejan, es un delito recurrente en nuestra sociedad y por lo tanto que distrae
una importante cantidad de recursos.
El tráfico y consumo de drogas (marihuana, anfetaminas y pasta base). Las acciones policiales están
dirigidas a los barrios, a las poblaciones periféricas y a los centros de diversión nocturna.
El comercio ambulante clandestino. Afecta especialmente al sector central y oriente de la capital y, en
menor escala, al sector occidente. Este fenómeno distrae parte importante del recurso humano y logístico
institucional que podría ser utilizado en otras funciones, sin embargo, no puede dejar de atenderse du-
rante el año ya que este tipo de comercio constituye un daño significativo a la economía nacional.
La prostitución. También distrae recursos policiales, especialmente durante la noche, lo que va en des-
medro de la vigilancia nocturna destinada a evitar asaltos y robos.
Las alteraciones al orden público. Principalmente aquellas que sedan en el sector céntrico de la capital y
en las universidades. Las marchas, huelgas y manifestaciones, deben ser atendidas ya que producen
trastornos en las actividades normales de la ciudad elevan los costos de movilidad, producto y las inte-
rrupciones en el sistema vial, se generan problemas en las actividades laborales, educativas, de salud e
incluso en aquellas de descanso, entre otros.
Fuente: Elaboración propia a partir de información de Carabineros de Chile.

CUADRO 8
Seguridad ciudadana en la ciudad de Santiago
Según Carabineros de Chile, las tres preocupaciones más importantes sobre la seguridad ciudadana en la
ciudad de Santiago son:
Los robos con intimidación con armas de fuego por el impacto psicológico de inseguridad que genera en
la población
El tráfico y consumo de drogas por sus perniciosas consecuencias, en especial para la juventud;
Los accidentes de tránsito por las valiosas pérdidas de vidas humanas.

Fuente: Elaboración propia a partir de información de Carabineros de Chile.

11
CUADRO 9
Acciones de violencia y sectores más afectados

Acciones de violencia Sectores más afectados


Robos con intimidación con armas de fuego o Sector oriente, central y sur
blancas
Accidentes de tránsito, congestión vehicular Sector urbano de Santiago
Y contaminación ambiental Carreteras que convergen hacia el sector urbano.
Carreteras hacia el sur y norte, carreteras 68 y 78
Ebriedad y consumo de alcohol en la vía pública Todas las poblaciones de Santiago en general
Tráfico y el consumo de drogas Renca, Recoleta, Independencia, Las Condes,
Providencia, Ñuñoa, Macul, Peñalolén, La Florida,
Puente Alto, La Pintana, El Bosque, San Bernardo,
San Ramón, La Granja, San Joaquín, San Miguel,
Pedro Aguirre Cerda, Estación Central, Lo Espejo,
Cerrillos, Lo Prado, Quinta Normal, Pudahuel,
Maipú, Santiago. Es decir, Santiago en casi su
totalidad.
Servicios extraordinarios Sectores de estadios, hoteles, centros de eventos
Prostitución en saunas y calles Sector central, oriente y sur de Santiago
Alteraciones al orden público, marchas Sector céntrico, sectores cercanos a las Universi-
dades e huelgas y manifestaciones Institutos de
Educación Superior
Fuente: Elaboración propia a partir de información de Carabineros de Chile.

CUADRO 10
Robos y hurtos en la ciudad de Santiago, periodo 1948/90. Número de delitos a investigar,
cifras absolutas y relativas (cada mil habitantes)
Años Nº Robos Nº Hurtos Población Robos Hurtos
1948 1.484 1.911 1.177.526 1 2
1949 1.365 1.803 1.205.708 1 2
1963 7.691 7.442 2.116.236 4 4
1964 4.980 4.238 2.185.855 2 2
1971 18.566 7.096 2.813.368 7 3
1976 14.763 6.433 3.225.733 5 2
1980 19.230 8.568 3.555.625 5 2
1985 32.922 11.981 4.255.880 8 3
1990 43.295 15.586 4.845.132 9 3
Números de delitos por investigar: Información del Departamento de Estadísticas de la Policía de Investi-
gaciones de Chile.
Fuente: Elaboración Centro de Estudios del Desarrollo. Distribución espacial de los delitos de robo y hurto
en el Area Metropolitana de Santiago y movilidad ecológica del delincuente, 1991.

12
CUADRO 11
Aprehendidos y denuncias en el ámbito nacional por delitos contra la propiedad. Periodo
1980/91
Robos Hurtos
Años Aprehendidos Denuncias Aprehendidos Denuncias
1980 9.142 31.679 6.235 15.514
1981 7.949 29.896 5.372 13.927
1982 8.728 36.570 5.287 14.292
1983 11.942 45.648 6.430 18.0522
1984 12.180 51.747 7.193 18.052
1985 13.599 63.729 7.809 21.685
1986 15.959 71.150 8.948 22.066
1987 17.343 67.775 11.261 22.949
1988 18.112 60.659 11.622 19.789
1989 17.578 61.018 10.926 17.646
1990 18.017 76.609 11.333 19.118
1991 18.372 87.546 11.450 20.132
Fuente: Carabineros de Chile. Departamento de Servicios Policiales. Sección de Evaluación y Planifica-
ción. En Enrique Oviedo. Percepción de inseguridad en la ciudad. Entre lo imaginario y lo real. En: Pro-
grama de Gestión Urbana. PGU. Oficina Regional para América Latina y el Caribe. Ciudad y violencia en
América Latina. Serie Gestión Urbana. Vol. 2. Ecuador 1994.

CUADRO 12
Aprehendidos y denuncias nivel nacional por delitos contra la propiedad. Periodo 1980/91

Homicidios Lesiones Violación


Años Aprehendidos Denuncias Aprehendidos Denuncias Aprehendidos Denuncias
1980 504 213 18.452 42.682 648 694
1981 501 190 18.469 42.998 671 709
1982 663 209 12.480 41.062 622 820
1983 632 254 12.145 50.282 728 872
1984 750 277 11.894 50.573 665 783
1985 728 318 17.782 51.800 549 775
1986 712 288 14.852 47.422 544 783
1987 731 285 15.277 45.596 779 829
1988 760 292 20.201 44.889 748 765
1989 826 269 22.813 43.006 762 582
1990 810 385 21.031 43.823 722 753
1991 806 339 20.235 42.224 584 735
Fuente: Carabineros de Chile. Departamento de Servicios Policiales. Sección de Evaluación y Planifica-
ción. En Enrique Oviedo. Percepción de inseguridad en la ciudad. Entre lo imaginario y lo real. En: Pro-
grama de Gestión Urbana. PGU. Oficina Regional para América Latina y el Caribe. Ciudad y violencia en
América Latina. Serie Gestión Urbana. Vol. 2. Ecuador 1994.

13

También podría gustarte