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Cómó enfrentarnós a la desesperanza

Hay muchas situaciones en la vida que nos pueden provocar desesperación y la desesperación a su
vez, nos produce aflicción y depresión. En la meditación de hoy vamos ver cómo David decidió
fortalecerse en el Señor, en lugar de ceder a la miseria.

1 Samuel 30: 1-8

Después de 3 días en un agotador viaje, David y sus hombres finalmente llegaron a casa, pero se
encontraron con una escena terribe: Sus casas fueron quemadas y sus familias estaban
desaparecidas. Una completa desesperación los envolvió, y como si la angustia de David fuera
poca, esta aumentó cuando el dolor de sus hombres se convirtió en amarga ira y hablaron hasta
de apedrearlo. Pero David, en lugar de ceder a la miseria, decidió fortalecerse en el Señor.
Reconoció que Dios era el único que podía darle la perspectiva adecuada sobre el problema y
proporcionarle la orientación que necesitaba.

La mayoría de nosotros tal vez nunca experimentaremos esta situación extrema, sin embargo,
seguramente, podemos identificarnos con el desaliento que sintió David.

A veces la desesperación sigue a una tragedia o pérdida personal, también puede ser el resultado
del cansancio por las constantes presiones diarias, como lo son los problemas familiares, las
dificultades financieras y los problemas de salud, los cuales pueden hacer que el desaliento sea un
compañero constante en nuestra vida. Lo mismo puede suceder con las luchas emocionales sobre
los sentimientos de indignidad, la incapacidad de superar un hábito adictivo, el dolor de la crítica o
el miedo a no sentirnos adecuados para algún trabajo o circunstancia.

Soy consciente de que a veces no podemos evitar las circunstancias que nos llevan al desaliento,
pero también sé, que tenemos la opción de salir o permanecer en él. Somos nosotros quienes
debemos escoger en qué circunstancias queremos vivir. Y tu,¿ qué haces cuando estás
desanimado?, ¿a qué o a quién recurres? Quizás lo último que desees hacer es leer la biblia y orar;
porque tal vez inicialmente estos pasajes pueden parecer palabras sin sentido, y tus oraciones
pueden sentirse vacías. Pero si persistes en clamar a Dios, te aseguro que experimentarás Su
fuerza reconfortante, tal como ha sucedido conmigo.

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