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Cortázar y la milonga de los monstruos

Por Horacio Raúl Campos

<https://www.auno.org.ar/article/cortazar-y-la-milonga-de-los-monstruos/>

Entre la gran cantidad de textos en los que el peronismo es el sujeto social literario se
encuentra el cuento 'Las puertas del cielo’ de Cortázar publicado en 1951. Las diatribas y las
burlas hacia ese sector son ejes fundamentales en el relato.

“Me parece bueno decir aquí que yo iba a esa milonga por los monstruos, y que no sé de otra
donde se den tantos juntos. Asoman con las once de la noche, bajan de regiones vagas de la
ciudad, pausados y seguros de uno o de a dos, las mujeres casi enanas y achinadas, los tipos
como javaneses o mocovíes, apretados en trajes a cuadros o negros, el pelo duro peinado con
fatiga, brillantina en gotitas contra los reflejos azules y rosa, las mujeres con enormes peinados
altos que las hacen más enanas, peinados duros y difíciles de los que queda el cansancio y el
orgullo”, escribe Cortázar en su cuento ‘Las puertas del cielo’.

El texto de Cortázar se inscribe en el contexto de la literatura en que se ultraja a sujetos


sociales vinculados al peronismo. Es posible asegurar que el peronismo vive también en estado
literario.

Después describe: “A ellos les da ahora por el pelo suelto y alto en el medio, jopos enormes y
amaricados sin nada que ver con la cara brutal más abajo, el gesto de agresión disponible y
esperando su hora, los torsos eficaces sobre finas cinturas. Se reconocen y se admiran en
silencio sin darlo a entender, es su baile y su encuentro, la noche de color”.

Para Jorge Edward, “el cruce de literatura y peronismo siempre deparó todo tipo de sorpresas
textuales. Bucear en esta relación representa hoy abrir una gran caja de Pandora de donde
saldrán libelos, diatribas, chicanas, odios, amores, infamias. Nunca se podrá pisar sobre
terreno estable”. (33)

Se trata del odio infinito de Cortázar metido de lleno en la Argentina peronista. Leemos allí
deshumanización de los milongueros, intento por la degradación, xenofobia, ataque a los
inmigrantes y a pueblos indígenas, aunque claro está que la comparación con mocovíes o con
chinos es discriminación sólo desde su punto de vista. Habla mal de él y no de los comparados.

Encontramos allí racismo, odio a los barrios de donde provienen “los monstruos”, que a su vez
es el colectivo rencoroso con los que los designa. El peronismo para Cortázar es un monstruo,
así como Perón para Bioy Casares y Borges los es también.

La temática de los peinados “duros y difíciles”, para menospreciar a un semejante, no es una


creación estética original de Cortázar, porque Joaquín V. González ya la utiliza en un cuento
que tituló ‘El festín de don Baltazar’, el inmigrante que el nativismo del riojano quiere
“nacionalizar” y también Echeverría en ‘El matadero’.
Después de ver mujeres enanas, con pelos duros y de aspecto achinadas; y tipos de trajes a
cuadros negros, como “javaneses o mocovíes”, vuelve por ellos y también ve “amaricados”. No
es raro. Cultor del desprecio por el peronismo, las mujeres, sean de la clase social que fueren y
machista empedernido, Cortázar también es homofóbico.

Los “amaricados” los ve con caras brutales, pendencieros, agresivos, en “la noche de color”.
No se animó a escribir en la “noche de los negros”. Igual está más que claro.

Dos personajes del relato van a un baile a Palermo: El lugar se llama Santa Fe Palace, una
milonga de “reos”, “un infierno”.

Se trata del típico lugar común de la literatura argentina en el que los personajes van desde
espacios de la civilización a los de la barbarie. Van a divertirse y uno de ellos con penas por la
mujer, Celina, fallecida.

“Quiero olvidar. Cualquier cosa, emborracharme, ir a la milonga, tirarme cualquier hembra.


Usted me comprende,” explica Mauro antes de ir a ese baile.

El narrador después da descripciones del baile de los monstruos dice: “Lástima que nada de
eso puede ser realmente descrito, ni la fachada modesta con sus carteles promisores y la
turbia taquilla, menos todavía los junadores que se hacen tiempo en la entrada y lo calan a
uno de arriba abajo (…) Es el infierno y sus círculos”.

El olor de los monstruos

“Además está el olor, no se concibe a los monstruos sin ese olor a talco mojado contra la piel,
a fruta pasada, uno sospecha los lavajes presurosos, el trapo húmedo por la cara y los sobacos,
después lo importante, lociones, rímel, el polvo en la cara de todas ellas, una costra blancuzca
y detrás las placas pardas trasluciendo”, escribe como parte de su rosario de desprecios y
nuevos intentos de degradación y burla.

Después señala: “También se oxigenan, las negras levantan mazorcas rígidas sobre la tierra
espesa de la cara, hasta se estudian gestos de rubia, vestidos verdes, se convencen de su
transformación y desdeñan condescendientes a las otras que defienden su color”. Lo más
triste es que jamás se estudiará este tipo de literatura en ninguna carrera de letra de ninguna
universidad nacional.

El narrador y Mauro están dentro mismo del infierno observando a los “monstruos” pero
también tratando de levantarse a alguna hembra, porque sabemos que los “niños” pudientes
cuando logran salir con una “cocinera” o alguna “achinada” no cometen engaño, sólo pecan
cuando el apareamiento es con alguna de su misma condición social. Esto es un tópico muy
usual en la literatura y en las telenovelas.
“Mirando de reojo a Mauro, yo estudiaba la diferencia entre su cara de rasgos italianos, la cara
del porteño orillero sin mezcla negra ni provinciana, y me acordé de repente de Celina más
próxima a los monstruos, mucho más cerca de ellos que Mauro y yo”, relata Marcelo.

La sirvientita linda

El catálogo de diatribas y discriminación no tiene pausa. En cada página se encuentra un


repertorio de menosprecio en un relato de los menos cachacientos de Cortázar.

“Ya Mauro andaba prendido con una negrita más alta que las otras, de talle fino como pocas y
nada fea. Me hizo reír su instintiva pero a la vez meditada selección, la sirvientita era la menos
igual a los monstruos; entonces me volvió la idea de que Celina había sido en cierto modo un
monstruo como ellos, sólo que afuera y de día no se notaba como aquí”, cuenta.

Celina es una ex prostituta rescatada por Mauro, una “cabecita negra” y a la vez metáfora de
Evita. El doctor Hardoy, otro de los personajes, es un cajetilla que va a masturbarse al baile
popular de los monstruos, a quienes pretende estudiar.

Bibliografía

Cortázar, Julio, ‘Las puertas del cielo’, Bestiario, Buenos Aires, Punto de Lectura, 2007.

Edward, Rodolfo, Con el bombo y la palabra. El peronismo en las letras argentinas. Una historia
de odios y lealtades, Buenos Aires, Seix Barral, 2014.

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