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El Mito de Jesus PDF
El Mito de Jesus PDF
Juan de Médicis, Papa León X: carta al cardenal Bembo, citada por Pico
della Mirandola.
Lo primero que debe quedar claro es que son los que afirman la existencia
real del personaje en cuestión los que deberían probarla pues es el que afirma una
cosa el que tiene la obligación de aportar la prueba. Por causa de que nadie puede
aportar esa prueba se puede deducir y explicamos a continuación por qué pensamos
que la existencia de Jesús como personaje histórico es más que dudosa.
Así, sólo disponemos de los libros que forman ese Nuevo Testamento como
referencia a un tal Jesús, los cuales, obviamente, no se pueden tomar como prueba
para probar lo que ellos afirman y sólo ellos -si bien las contradicciones internas
son tales que no pueden pasarse por alto esos escritos aunque no sirvan para
demostrar la existencia del personaje que presentan-, y teniendo muy presente que
ninguno de esos textos está firmado por el propio Jesús, es más, tampoco se
encuentra en ellos referencia alguna de que el tal Jesús dijese que se debía dejar
constancia escrita de su predicación/hechos por lo que debemos entender que tal
decisión corrió por cuenta y riesgo de unos cuantos personajes de los cuales nada
sabemos con certeza... o de alguien más posterior que dice que fueron escritos por
esos personajes desconocidos y que ese alguien tampoco conocía.
Recordemos que no existen los escritos originales; todo son copias de otras
copias, y las primeras que poseemos son del siglo IV: Los primeros escritos (cartas,
epístolas) que forman el NT, los de Pablo, son -se supone que son-de entre 18/20 a
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30 años posteriores a la muerte de Jesús.
El siguiente bloque de los libros que forman el NT: los “Evangelios”, bloque
formado por cuatro libros -decisión tardía que fue tomada cuando estaban
circulando muchos más-
Hacer notar que hasta Ireneo (Irenaeus de Lyon, hacia 180 dC) hubieron
“padres” de la Iglesia que no sabían quiénes eran sus autores (Justino, por ejemplo
y a mediados del siglo II, el cual les llamaba “Memorias de los apóstoles”, y los
anteriores -Clemente de Roma, Policarpo, Ignacio... -ni siquiera los citan, como si
no supiesen de su existencia) y es él, Ireneo, el que les aplica los nombres que
conocemos hoy, arbitraria y tardíamente puesto que hoy se sabe que ni Mateo ni
Juan fueron los apóstoles de Jesús, y los otros dos, Marcos y Lucas, no conocían
Palestina ni fueron discípulos, ellos mismos escriben que sólo son acompañantes de
unos supuestos apóstoles que escogió un tal Jesús.
El efecto que producen esos Evangelios, Mateo y Lucas, que son los dos
únicos que se puede considerar que aportan una “biografía” del personaje, es el
contrario de lo que deberían producir: junto con los otros dos, en lugar de dar una
visión creíble de Jesús y su entorno histórico, hacen todo lo contrario; no se ponen
de acuerdo entre ellos en prácticamente nada: ni en su nacimiento, ni en su
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genealogía, ni en multitud de situaciones de su vida, ni en su muerte y resurrección
... ni si ascendió a los cielos o sigue con nosotros ... [3].
Son más tardíos que los escritos de Pablo y varias de las pseudocartas: el
primero, el de Marcos, no es anterior al año 75 dC -es decir, de más de 40 años
desde la muerte del supuesto Jesús y en sus pasajes más antiguos, y sólo terminado
tiempo después, con toda seguridad en pleno siglo II; así,
¾ ¿Por qué esa escritura tan tardía si nadie les impedía escribir al poco de
fallecer el maestro?
-Y, al igual que el de Juan -entrado también el siglo II y que utilizó a uno o
varios de los sinópticos- no aporta siquiera una genealogía ni infancia de Jesús.
Las añadiduras de todo tipo hechas por Mateo y Lucas son evidentes hasta
convertirlos en libros más extensos. “Marcos” es obra de “alguien” que juntó al
menos dos escritos, deducción que se desprende después de comprobar que
contiene muchos pasajes duplicados, y de que incluso lo digan las introducciones
de algunas Biblias (BJ, pág. 1418).
Nadie serio sostiene ya que los cuatro libros sean obras independientes y lo
relacionado con una “inspiración divina”, obviamente, se deja al ámbito de la fe.
La mayoría de los demás escritos son todavía más tardíos, llegando los más
nuevos al siglo II, y escritos también por personas que no conocieron
personalmente a Jesús, incluyendo a Pablo (y eso que es el primero en escribir, es
decir, el que estaba más cerca de los supuestos acontecimientos), si exceptuamos,
tal vez, a un tal Pedro que decía que fue apóstol suyo (I carta de Pedro, escrita no se
sabe cuándo pero si su autor fue Pedro la tuvo que escribir hacia el 65 dC como
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muy tarde pues la tradición afirma que fue ejecutado en ese año o en el 67.
Resaltamos que esa carta sólo fue considerada del supuesto apóstol Pedro a
partir de Ireneo), y a Santiago.
Estos escritos en conjunto, los canónicos, es decir, los aceptados por las
Iglesias como auténticos y únicos inspirados, son partidistas (lógicamente),
amenazan con fuego eterno al que no crea lo que dicen (entre otras cosas la
existencia misma de Jesús que es lo que se pone en duda o se niega), no son
históricos y cuando pretenden dar información histórica muchas veces la dan
errónea y contradictoriamente, están escritos bajo una fe, una creencia y una
supuesta inspiración divina -lo cual, repito, Jesús no ordenó que se hiciese-,
incluyendo además multitud de contradicciones de todo tipo, tanto “menores” como
insalvables, tanto entre ellos mismos como con la revelación judía que pretenden
continuar ... en otras palabras: no hacen ningún favor al Jesús supuestamente
histórico sino todo lo contrario.
Pero tampoco se puede tomar ese libro para probar su existencia puesto que
las partes talmúdicas que le aluden son muy tardías y, al contrario de los libros del
Nuevo Testamento cristiano, los judíos lo utilizan para menospreciarle, insultarle,
afirmando de él que era blasfemo, un trasgresor de la Ley de Moisés, que era hijo
de la fornicación entre una joven hebrea y un legionario romano de nombre
Pantera, etc., y basándose en los escritos cristianos y no en una prueba que aporten
ellos sobre su existencia real.
Por otra parte, algunas de esas alusiones no concuerdan con el Jesús cristiano
pues dice de él, por ejemplo, que tenía sólo cinco discípulos: "Mattai, Nakkia,
Netzer, Buni y Todah".
Esto podría ser una prueba de que hubieron varios aspirantes a Mesías y que
no sabemos siquiera a cuál de ellos hace referencia el Talmud -según “Misterios de
la Arqueología y del pasado”, núm. 14, 1997, pág. 8, el Jesús que menciona el
Talmud vivió un siglo antes y, tal vez, se refiera al mismo "Maestro de Justicia" al
que aluden los Rollos del Mar Muerto, señalados más abajo - o si simplemente no
hace referencia a ninguno sino que le sigue la corriente al cristianismo sólo para
insultar a su figura principal.
Hay algunos otros pocos ejemplos tardíos como las de Juliano el Apóstata o
Celso, cuyas parcas observaciones entran dentro del mismo argumento del Talmud:
textos forjados en un contexto histórico -ahora sí- en contra del avance del
cristianismo.
Otra fuente que tampoco nos sirve son los llamados "Rollos del Mar Muerto"
puesto que no mencionan a Jesús en absoluto y sí nombran a un "Maestro de
Justicia" llamándole "El Innombrable", por lo que no sabemos su verdadero
nombre- , cien años anteriores al supuesto Jesús.
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Sólo nos quedan, pues, los escritos de los historiadores romanos y judíos, no
partidarios de Jesús ni de la religión cristiana, es decir, los laicos. Estos sí que
podrían ser tomados en serio puesto que no serían partidistas.
Y en otro texto:
Plinio escribió al emperador Trajano pidiendo consejo sobre qué hacer con
los cristianos: "...
Recuerdo que son textos tardíos que se refieren a la información que tienen
sus autores sobre los cristianos pero ninguno de esos historiadores se refiere
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explícitamente al personaje Jesús el cual supuestamente hacía décadas que había
muerto cuando escribieron, y cuando se refieren a "Cristo" – “Crestus” (Cresto,
nombre común) y no “Cristo” (un título) dice Suetonio- sólo están anotando una
palabra que significa "Mesías" pero que de ningún modo es una prueba que se
refiera al Jesús del que hablamos pues de Mesías o aspirantes a Mesías hubieron
muchos: Theudas, Benjamín el Egipcio, Yehuda de Judea, Simón Bar Kozeba, etc.,
y todos terminaron derrotados por los romanos.
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Nos queda sólo un historiador: el judío romanizado Flavio Josefo (Flavius
Josephus, 37-100 dC).
Esos mismos que conocen la Historia saben perfectamente a qué nos estamos
refiriendo: a las “Donaciones de Constantino”, obviamente: En su "Antigüedades
judaicas" (XVIII, 3,3, 63) se lee:
¾ "En ese tiempo vivió Jesús, un hombre sabio, si de verdad se le puede llamar
un hombre.
¾ El realizó grandes prodigios y fue maestro de personas que reciben con gusto
la verdad.
¾ Convenció a muchos judíos y a muchos griegos.
¾ Él era el Mesías. Cuando Pilatos lo había condenado para ser crucificado,
aquellos que le amaban no le olvidaron y se volvió a aparecer vivo ante ellos
después de tres días tal como los profetas lo habían anunciado".
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puesto, se puede leer correctamente todo el contexto del verdadero escrito de
Josefo.
Destacar que hasta Eusebio, principios del siglo IV, no es citado ese texto
pretendidamente de Josefo; ni Orígenes lo conocía.
¿Se puede deducir de ese texto que Josefo se estaba refiriendo exactamente
al Jesús que nos incumbe?
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No, obviamente. Para algunos, pero, semejantes claras interpolaciones son
“la gran prueba” de la existencia real de Jesús y deben contentarse con ellas puesto
que no hay más textos y ninguno de los que hay se refiere explícita y
detalladamente ni al Jesús que nos incumbe ni a los supuestos portentos que los
evangelistas dijeron que hizo y qué fue en realidad además de hombre puesto que,
aun admitiendo como auténtico ese último texto, ¿qué tiene que ver ese “Jesús” de
Josefo con el Jesús de los escritos del NT? ¿De quién está hablando Josefo? ¿De
“Jesús” y de “Jacob”? ¿Y? ¿Qué “dato relevante” hay en ese texto para poder
afirmar que el Jesús “nuestro” es ese y que el evangélico existió realmente? Lo
único y lo máximo que hace ese texto es poder aceptar que en el tiempo de espera
para que Albino tomase posesión de su cargo hubo un señor llamado Ananías que
convocó al Sanedrín para que juzgase a Jacob, hermano de Jesús ¿y?
¾ ¿Acaso no es una duda razonable pensar que pudo -como otros- ser engañado
por terceros que tampoco le conocieron -y que también pudieron ser
engañados o simplemente creerse un cuento que contaban otros- puesto que no
escribió por su experiencia personal?
Pienso que parece claro que los que basan la existencia de Jesús en esos
textos no es que sean unos ingenuos e incauto sino simplemente que no tienen otra
cosa en donde acogerse.
El propio texto del NT da, por boca de Jesús, una relación entre los doce
apóstoles y esas doce tribus: cada apóstol deberá juzgar a una de ellas.
Otros ven en ellos a los doce signos zodiacales, rodeando al “Sol Invictus” -
Mitra, pero en este caso Jesús-, sobre todo en el pasaje acabado de mencionar de las
doce tribus: Mateo 19, 28 y que no sería otra cosa que la adaptación del
gnosticismo, esoterismo, “misterios”, etc. tratado en este mismo artículo:
Otros personajes, con toda seguridad, son inventados: María, José, Esteban,
la gran mayoría de los personajes evangélicos, otros son auténticos: César Augusto,
Poncio Pilatos, Herodes el Grande, Herodes Antipas, otros podrían ser también
auténticos: Pablo, tal vez Juan el Bautista, (Llamados así o no).
Otro tema:
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la cual es una aberración y blasfemia decir de un hombre que es “Dios”?
Por otra parte, el hecho de que muchos se hayan dejado matar por un líder o
una idea/creencia no implica que esa idea/creencia sea ni verdadera ni digna de
seguir: centenares de miles de alemanes, e incluso no alemanes, murieron por
defender su ideal nazi, o comunistas por defender el comunismo, y todo el mundo
no está de acuerdo en que el nazismo o el comunismo sean unos ideales máximos a
seguir, en otras palabras, mucha gente ha muerto por una mentira; el caso de los
mártires cristianos no sería una excepción: “El que un hombre muera por una causa
no la hace a esta más justa”: Oscar Wilde.
Otro punto muy importante para negar la existencia del Jesús histórico y
argumentar que todo es un invento, una fábula, es la población de Nazaret -y la
orografía palestinense en general- la cual pasaría a ser una invención más, al
confundir "nazareo" -persona consagrada a Yahvéh- por "natural de Nazaret", por
parte de unos escritores que unos no era judíos y otros lo eran de la diáspora, judíos
helenizados, con claros errores al citar la escritura judía, desconocimiento del
territorio de Palestina como demuestran en varios pasajes -y como he anotado
antes- y utilizando el griego "koiné", un griego tosco empleado por la plebe,
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exceptuando al autor del cuarto Evangelio, Juan, el cual debió ser un griego culto
pero que tampoco conocía Palestina y, para colmo, presentando un E. y un Jesús
muy diferente de los otros tres, rayando el gnosticismo, casi como si se estuviese
refiriendo a otro Jesús (con lo que volvemos a encontrarnos con la posibilidad de
que se estén refiriendo a más de un aspirante a Mesías, llámense Jesús o no).
El primer E., del que copian los demás, sólo nombra una vez a Nazaret como
emplazamiento -Marcos 1, 9- y ninguno de los escritos anteriores nombra tampoco
a esa población, incluidos los de Pablo.
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propio igual, y lo envolvió todo.
Tampoco Josefo hace mención alguna a pesar de que hizo una minuciosa
relación de las poblaciones de Galilea, llegando a relacionar hasta 45 ciudades y
pueblos (Jaffa entre ellos, siendo actualmente un suburbio de Nazaret) de un
territorio más bien pequeño.
Acabamos de ver que hay serias dificultades con Nazaret; sin embargo, y
como hemos adelantado antes, no es sólo esa población la que trae problemas.
Betania también es desconocida en el AT, tampoco la conoce Josefo ni ningún otro
historiador o geógrafo; Juan comete un error de localización sobre Betania: Jn 1,
28, pero el peregrino podrá estar en el “lugar exacto” en donde Juan el Bautista
bautizaba, en la “verdadera” tumba de Lázaro, Magdala tampoco la conoce el AT,
ni sus posibles variantes -probablemente nuevos errores de copistas torpes-
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Magadán y Dalmanutá, señaladas más arriba, a pesar de que una de las mujeres
más carismáticas de los E., María (Magdalena o de Magdala), era de esa población
[6].
Sin embargo, la influencia del personaje o personajes en los escritos del NT,
su verdadera historia, sus verdaderos hechos, debió ser prácticamente nula
recogiendo los autores de esos escritos únicamente lo que habían oído contar a los
predicadores por plazas y pueblos (en donde los milagros, portentos y maravillas se
amplían y exageran fácilmente, se comparan con otros seres fantásticos y hasta se
inventan), y bajo las perspectivas de haber transcurrido bastantes años y no haber
conocido personalmente al personaje o personajes.
Recordar que el primero que escribe, Pablo, comete increíbles errores con los
escritos posteriores de otros autores, con lo que vemos que más bien escribió sobre
un personaje del que sólo sabía algunas cosas y otras distorsionadas y que, por lo
tanto, las leyendas y los inventos ya habían empezado a principios de la década de
los 50.
Tal vez los autores del NT, copiándose unos a otros, partiesen de algún
personaje o personajes que existieron en la realidad pero que al perderse esa
existencia en el tiempo y al dejar a la memoria del pueblo sus andanzas y hechos,
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queda reducido a poco menos que un mito, una leyenda, que poco o nada tuvo que
ver con la supuesta realidad que después transmitieron esos autores, no teniendo su
figura ninguna relevancia histórica, pasando desapercibido, nadie se enteró de su
existencia, es decir, la conclusión es que pasó como si no hubiera existido.
Ese Jesús, aun suponiendo que existiese, repito, no tiene relevancia alguna
porque personas así no son excepcionales sino que miles de personas son y fueron
como él.
Otra cosa es el Jesús de la fe y que no hay que confundir con el anterior: una
construcción progresiva de predicadores religiosos para montar una nueva religión
que pretendía continuar la judía, basada en mitologías anteriores de otras religiones,
elevando al sujeto a una posición divina o semidivina, atribuyéndole toda clase de
portentos, maravillas, milagros, nacimiento sobrenatural de madre humana y ente
etéreo sin cromosomas ni órgano masculino de reproducción, en pesebre o cueva,
llamado “Hijo de Dios” y posteriormente Dios mismo, y que tras morir resucitó al
tercer día, bajó a los infiernos y prometió regresar, si bien nada nuevo: muchas
otras religiones, todas anteriores, tenían dioses o semidioses con esas
características: Mitra, Dionisos, como indico más detenidamente abajo.
Todos ellos del contorno oriental próximo pero existen otros en diferentes
áreas del planeta, como Hesus (druida), Indra (tibetano), Jao (nepalí), Thor y Odín
(nórdicos), Wotan (germano, que también fue sacrificado en un árbol, con herida en
el costado derecho incluida, y resucitado después), Quetzalcoatl (mexicano),
Mikado (sintoísta) o Beddru (japonés)- “dioses”, “semidioses” u “hombres
dioses”, a todos ellos fueron aplicados, y mucho antes que a Jesús, los mitos del
hombre-dios, nacido de una virgen y del dios correspondiente; nacimiento en
situaciones particulares: cueva o gruta, la mayoría un 25 de diciembre, algunos
“bautizados” en ríos, grandes portentos, visitados por reyes o magos... milagreros,
enviados para salvar al hombre, llamados “El pastor”, “Rey de Reyes”, “El
Redentor”, Mesías”, etc. muertos en circunstancias parecidas para expiar el pecado
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del hombre, resucitados y prometiendo regresar, algunos extraídos de las llamadas
"religiones mistéricas", de los “mitos solares”, de las religiones tradicionales de
Egipto y Mesopotamia (y algunos védicos) en donde sus faraones y reyes eran
todos “dioses” nacidos del dios supremo y de una virgen [porque siendo hijos de
una virgen eran automáticamente vistos como “Hijos de Dios”, y no sólo de esa
área geográfica sino también de mucho más lejos puesto que el efecto del sol en sus
solsticios es igual en casi todo el planeta: el culto al sol estaba desarrollado
universalmente en el mundo antiguo y no sólo reyes mesopotámicos, romanos y
faraones fueron divinidades solares sino también emperadores, reyes, etc. desde
China y Japón hasta Perú, todos o la mayoría con “anunciaciones” y
“encarnaciones de la divinidad”, alguno, tal vez, basándose en algún personaje real
pero que, al igual que Jesús, no se tiene constancia alguna fuera del mito. Por otra
parte y como vemos, nada original en Jesús y que hubiese o no un referente
histórico, ese "alguien", repito que es irrelevante puesto que no le correspondió
ninguna relevancia sobreviviendo únicamente el mito, el Cristo copiado de otras
mitologías: lo que hicieron los autores del NT fue aplicarle a Jesús una de las
mitologías más corrientes en esa época, es decir, hicieron algo rutinario. Así, se
puede afirmar que tanto el personaje central del cristianismo, Jesús, como la propia
religión, son un refrito de mitos “histéricos” que toman no sólo del judaísmo sino
también de Grecia, de la mitología egipcia y del mitrismo, de cuyo personaje
central, Mitra, el “Sol Invicto”, junto con Horus y Attis, se copia prácticamente
todo para atribuírselo a Jesús. Los calcos, copias, etc., son demasiado evidentes
como para pensar otra cosa: Jesús no sería otra cosa que un “cóctel” de
Mitra/Dioniso/Osiris/Horus convertido en un pretendido personaje histórico con
raíces judías [10].
Así, pues, no hay nada demostrado para poder presentar a Jesús como
personaje histórico, no hay ni un documento histórico que avale la existencia real
de Jesús de Nazaret (si alguien lo tiene, que lo aporte).
Hay que creerlo sólo por fe y a lo máximo pensar que “alguien” sin
trascendencia alguna, y de lo que ni se enteró, fue el inicio de la fábula (que no el
que la inició), y que unos cuantos utilizaron como recurso literario y al que le
fueron aplicados mitos y leyendas de otros personajes.
Pero, como hemos visto, no sólo no hay prueba fiable alguna de la existencia
de Jesús, sino tampoco de los personajes evangélicos -quitando los meramente
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históricos seculares-... es más, ni siquiera hay pruebas de parte de la orografía en la
que supuestamente vivió.
Notas:
[1] Pablo de Tarso. Imprescindible leer el estudio sobre este personaje -y también sus epístolas y “Hechos
de los apóstoles”-, el verdadero fundador del cristianismo tal como lo conocemos -si bien su doctrina no triunfó
definitivamente hasta Nicea siendo en su época, con toda seguridad, una más de las muchas doctrinas “cristianas”
que pululaban-: Pablo; I Tm 1, 3-4 Pablo da pocas referencias del Jesús histórico -y las que da están en
contradicción con los pasajes evangélicos o los obvia- pues se vierte en Cristo, y en un Cristo místico-cósmico más
que humano, y de esta última faceta
parece desconocer todo de Jesús, algo así como si no hubiese interés alguno en un Jesús histórico, posición
totalmente contraria a la de los evangelios en los cuales el Jesús presentando es alguien que habla, camina, come,
convive con la gente, etc. y en un momento determinado y preciso de la Historia; el Jesús que presentan Pablo y los
primeros escritos no se sabe el tiempo que dista con relación a ellos y difiere del presentado por la “comunidad de
Jerusalén” -Santiago, Pedro, la cual quería permanecer bajo la Ley de Moisés, al contrario de Pablo, un Jesús
contemplado como hombre, es decir, una cristología judío-cristiana; Pablo -y Juan el evangelista-, a resultas del
acercamiento al mundo pagano y sus propios delirios introdujo la “preexistencia” mayoritariamente a partir de las
religiones mistéricas descritas en este trabajo- y presenta una cristología pagano-cristiana (con elementos judíos pero
tergiversados), introducción que produjo las consabidas disputas entre Pablo y los apóstoles de Jesús descritas en los
textos por el propio Pablo. El punto es importantísimo puesto que, repito, esos primeros escritos no presentan al
Jesús histórico al cual no encontramos hasta los evangelistas muchos años después por lo que su contenido puede
basarse en estructuras de creencia diferentes a las paulinas, posteriores a ellas, y que ya conocían a un “Jesús”:
repito que los documentos más antiguos que poseemos son del siglo IV; no es muy aventurado imaginar la cantidad
de retoques, añadiduras, rectificaciones, etc., que tuvieron que sufrir los textos tras haberse copiado una y otra vez
hasta llegar a Nicea -y teniendo presente que de los originales no ha quedado rastro: así, lo que poseemos es el
resultado de centenares de años de copias sobre textos legendarios-. Y sobre semejante perspectiva se montó “la
única verdad divina” sobre un “personaje histórico”. Con toda seguridad, esos primeros textos, paulinos o no, en
ningún momento transcribieron a un Jesús humano/histórico ni hicieron referencia a “Jesús” sino únicamente a
“Cristo”. Recuerdo que “Hechos de los apóstoles” fue escrito precisamente para tender un puente entre los
evangelios (el Jesús humano) y Pablo (el Cristo-cósmico-pagano), y que Pablo no es el autor de ningún pasaje del
libro.
[3] En la crítica al E. de Mateo, que engloba a los otros tres E. en sus partes paralelas, están señalados los
pasajes que ni a duras penas se pueden admitir como escritos por alguien que conociese el territorio y sus
costumbres. Imposible dejar en el tintero aunque el cometido del trabajo no es hablar del cristianismo -si bien
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extendernos demasiado no es nuestra intención-, aspectos importantes de sus comienzos puesto que están
íntimamente ligados al entendimiento de su construcción y consecuentemente a la figura de un supuesto personaje
del que se partió para esa construcción: los primeros “padres” de la Iglesia no mencionan a un Jesús histórico como
base de su creencia y lo relegan todo a un híbrido judeohelenístico/griego-platónico -hago hincapié en que no es un
judío-palestino si no judío-helenizado, ambiente en donde en realidad fue construido ese "Cristo" hasta convertirlo en
"Jesucristo", es decir, en nada que ver con el Mesías judío. Ni siquiera Justino hace mención explícita a ese Jesús
como referente histórico -ni cuando se refiere a "Cristo"- de la creencia que ha encontrado en ese ambiente judeo-
helenístico y a la que se adhiere como a algo más filosófico/judío-helenizado con su Logos -ver nota 11- que a una
creencia que parta de un auténtico Jesús-judío histórico y en donde ese "Cristo" era sólo un concepto filosófico.
Como ejemplo global se puede señalar la obra "Diálogo" (con el judío Trifón, personaje probablemente inventado
por Justino con el fin de llevar a cabo ese diálogo): de él se deduce claramente que se estaba refiriendo a una
filosofía-religión platónico-judío-helenista en la que un Jesús histórico brilla por su ausencia presentando, como
mucho, a un "Cristo" (simplemente un Mesías" indefinido) del que no da referencia humana-histórica alguna. En esa
obra (8, 6; acción literaria de 130 dC aunque escrito y publicado más tarde), Justino llega a poner en boca de Trifón
las siguientes palabras: "Pero Cristo -si de verdad nació y existiera en algún lugar- es desconocido. Y ustedes,
habiendo aceptado un reporte sin base, se inventan un Cristo para ustedes mismos". Cabría esperar referencias
contundentes del Jesús histórico en la respuesta de Justino, pero no fue así. En su "Apología" (hacia 155 dC), Justino
hace, por fin y tras encontrarse en Roma con copias de alguno de los evangelios, una relación entre el Logos -el
Verbo, la Palabra- mitológico griego y el Jesús descrito en esos evangelios si bien continúa sin dar datos históricos
de ese Jesús; en otras palabras: nadie conoce ni tiene referencias/pruebas inequívocas de un Jesús histórico, ni
siquiera los grandes promotores de la religión que lo contiene, a pesar del silencio sobre la figura histórica de Jesús
en todos los primeros apologistas cristianos, la conversión de un supuesto “Jesús” Mesías-judío en "Dios", a espaldas
y en contra del judaísmo, no había hecho más que empezar.
[6] El caso es el mismo que con Jesús y Nazaret: tanto Jesús como María se habrían convertido con el
tiempo ya en figuras más que populares, llamándose “de Nazaret” uno y de “Magdala” la otra. Por lo tanto, a nivel
popular surgiría la suposición de que uno debía ser de alguna población llamada “Nazaret” y la otra de una llamada
“Magdala. El caso de Jesús es más concluyente pues Nazaret sería una confusión con “nazareo”, mientras que la
“Magdala” de María, también desconocida, sería otra confusión o invento sobre las otras poblaciones señaladas y
que, recuerdo, ninguna de las tres era conocida.
[7] Con lo cual se entendería las múltiples contradicciones que los escritores le aplican; en efecto, con la
lectura de los textos del NT nos encontramos con más de un Jesús, distintos unos de otros. Por ejemplo, no es el
mismo Jesús el de Pablo que el de Juan, ni el de los sinópticos: mucho más etéreo/cósmico/gnóstico el de Juan y
también el de Pablo, los cuales no saben nada de su vida como ser humano.
[8] Hay un tema importante que algunos historiadores dejan entrever: el hecho de las “bodas” entre el
Imperio romano y el cristianismo. El cristianismo no fue nada más que una secta judía hasta ese acercamiento, ese
pacto, que con toda seguridad hubiese terminado por desaparecer, al igual que lo habían hecho otras sectas, y que
empezaba ya a fragmentarse a causa de herejías surgidas “gracias” a la poca claridad y muchas contradicciones de
sus “libros sagrados” -recordar que ya Pablo se quejaba de esa división y desmembramiento; grupos apocalípticos,
gnósticos, mesiánicos, judaizantes, y que la propia doctrina de Pablo era una más de entre esas muchas aunque
terminó por ser la que prevaleció en Nicea-. Los romanos no tenían nada de tontos; basta comprobar los siglos que
mantuvieron en pie su Imperio por prácticamente todo el mundo conocido por entonces. Constantino I el Grande
(285-337; emperador entre 306-337), en el Concilio de Nicea -constituido “para promover la paz religiosa dentro del
Imperio”, y que terminó siendo nefasto para los judíos-, aceptó unas bodas que, creo yo, contienen unos convenios
entre las partes harto transparentes: en el tiempo de ese emperador el Imperio romano había empezado un declive
considerable, como todo historiador o persona interesada en Historia sabe. Tanto el novio (Constantino y su Imperio,
que ya no era lo que había sido) como la novia (la religión cristiana, una simple secta, como habían otras muchas,
pero que hacía mucho ruido) estaban en crisis, cada uno a su manera. A la madre del novio, Elena, convenientemente
convertida en cristiana (antes, según la tradición, pero podría ser que después de la boda) y hecha santa más tarde en
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agradecimiento, se le ocurrió una idea: convencer a su hijo para salvar el Imperio y de paso la secta a la que
pertenecía -gracias a una unificación-, y que en aquellos momentos, con toda seguridad, era mucho menos
importante de lo que se pretende. Los poderes que se le otorgarían a la Iglesia deberían servir para salvar el Imperio
maltrecho, no sólo por cuestiones guerreras, sino también por cuestiones religiosas. Constantino aceptó, tal como nos
cuenta la Historia, pero puso condiciones: él presidió el Concilio de Nicea, él se autoproclamó *el apóstol número
13*, Hijo de Dios y superior a Jesús, casi todas las decisiones las tomo él o él fue el último que dio el visto bueno,
incluida la de proclamar herejía la opinión de Arrio, aceptación de determinados libros como los únicos auténticos
revelados, de los muchos más que circulaban todos válidos hasta ese momento, aplicación a Jesús de multitud de
inventos, leyendas, fábulas que correspondían a los dioses o semi-dioses -y que ya la plebe le había empezado a
aplicar- *verdaderos* hasta el momento, con los consiguientes retoques a esos libros... en realidad hizo un refrito de
las religiones más poderosas del momento, sobre todo entre el mitraísmo y la secta judía, convirtiendo todas ellas en
una sola, la Universal. Parece claro el estrato político de fondo de los evangelios: en ellos se encierra, bajo un primer
plano evangélico, un segundo estrato dirigido a someter al pueblo y a imponer decisiones partidistas frente a otras
posiciones cristianas; el "Dad al César lo que es del César”, es suficientemente significativo, así mismo la añadidura
de la “supremacía de Pedro”, pasaje que sólo figura en Mateo y que, dada su trascendencia o la que le quieren ver
algunos-, debería figurar en todos.
[9] En efecto, si bien los otros mitos son muy parecidos a estos -puesto que el mito del dios que se sacrifica
por la Humanidad, muere, resucita, promete regresar, todo en un entorno dramático-rural-solar de la cosecha estaba
esparcido por prácticamente todo el planeta-, el mito de Jesús es prácticamente un calco de Mitra, Horus y Attis:
Horus -Hor en egipcio- el Apolo griego, se representaba cuando niño en los brazos de su madre, Isis [ 13 ], diosa-
virgen embarazada por su hermano, el dios Osiris -Asar ó Usir en egipcio, dios agrario y, sobre todo, de la
resurrección, a veces confundido con el dios solar Ra -cuyo emblema era una cruz ansada (ankh)-, descuartizado por
su hermano y enemigo Set, “reconstruido” por Isis y vengado por su hijo Horus; los "Textos de los Sarcófagos" del
Reino Medio lo identifican con el grano y con el trigo, símbolo de la semilla que muere para renacer más tarde en
forma de espiga: Osiris moría cada año, sus fieles también comían su cuerpo en forma de pan, dio a beber sangre a
Isis en una copa para que le recordase, El culto a Osiris apelaba a las emociones del hombre y le proporcionaba un
medio para creer que él también podía tener una vida eterna-, y en las propias catacumbas de Roma se encontraron
imágenes suyas; Horus resucitó a un muerto llamado “El-Azar-us” (nótese la analogía con el *Lázaro* de Jesús);
Horus tenía un enemigo llamado Set o Seth (¿Satán?; el "Typhon" de Plutarco) con el que mantuvo un pasaje
parecidísimo al de Jesús con Satanás en el desierto y también con 40 días de ayuno por el medio: Set mató a Osiris -
que eran hermanos-, y Horus, hijo del segundo, sometió a su tío Set ¡y lo montó después de someterle!: Set era el mal
y la representación de las zonas áridas y el lado oscuro, y estaba representado por un ¡asno!. Horus fue bautizado por
“Anup el Bautista”, bautizo que recibían todos los dioses y faraones los cuales se identificaban con Horus. Según la
leyenda, Horus era “la sustancia de su padre, Osiris”. Osiris, Isis y Horus formaban la "Tríada -trinidad- osiríaca".
(Ver nota 10). Los judíos copiaron y mucho de los egipcios -salmos, proverbios, etc., pero no sólo literatura,
tampoco es extraño que copiasen hasta el nombre de su “nación”: Israel. Dos de los dioses egipcios más importantes
eran Isis y Ra. Añadiendo “El”, el dios semítico occidental, sabemos que “El” fue uno de los nombres primitivos del
dios -de uno de los dioses- de los israelitas. El poder egipcio llegaba a Mesopotamia y culturalmente estaban más
avanzados que una buena parte de los habitantes de esta región, especialmente de los hebreos. Estos copiaron, en
efecto, mucho de los egipcios -y no sólo de los egipcios-; además de lo descrito, también la circuncisión, personajes
legendarios que lo eran de los egipcios y no suyos, hasta el propio monoteísmo (más bien henoteísmo) el cual ya se
encontraba en Egipto antes de “Moisés”, y no me refiero, como se puede comprobar, sólo a los hebreos sino también
a los cristianos primitivos puesto que en su mayoría eran judíos de la diáspora -así como los autores de buena parte
del NT- y conocían perfectamente Egipto y sus mitos. La similitud -más bien calco- de Osiris, Horus, Serapis..., y
pasajes de la mitología egipcia, con la mitología aplicada a Jesús revela una descarada copia. Si bien las otras
mitologías -Mitra y Attis, principalmente- terminaron por rematar el tema, puesto que en los primeros siglos de
cristianismo eran esos los mitos que prevalecían, de quien copiaron primera y principalmente, tanto hebreos como
cristianos, fue de Egipto. La creencia en la divinidad de los niños-dioses -teogamía: "matrimonio" de la divinidad
con una virgen, con el consiguiente producto de esa unión- llevó a considerar a todos los faraones como “hijos de
dios”, y dioses-hombres mismamente, creencia que pasó a Mesopotamia en donde allí también sus reyes terminaron
por adaptar esa mitología. Cuando los hebreos, según sus libros, ni siquiera conocían a Yahvéh, los egipcios poseían
una mitología milenaria. Ver nota 11 "Horus es un sabio que supera a los seres que ha reunido su padre (Osiris);
Horus es un protector, Horus es un padre, Horus es un amigo, Horus se ha convertido en vasallo de su propio padre
en estado de corrupción. Ha llegado a gobernar Egipto, y los dioses trabajan para él. Es fuente de vida para
multitudes. Hace vivir a multitudes por medio de su ojo, el único de su Señor, el Señor del Universo": “Libro de los
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Muertos”, cap. 78; es sólo una muestra (obviamente, no puedo poner aquí referencias a todos los libros consultados).
Attis, frigio, nacido de la virgen Nana un 25 de diciembre. Crucificado y muerto en un árbol para salvación de la
Humanidad, resucitado al tercer día un 25 de marzo. Llamado “El Buen Pastor”, “El Unigénito Hijo de Dios”, “El
Salvador”. Sus fieles se consideraban “nacidos de nuevo” tras haber lavado sus pecados en un bautismo y “comían”
el cuerpo de Attis en una ceremonia en donde ingerían pan; en primavera celebraban su muerte y resurrección. Isis
con su hijo Horus en brazos.
[10] En los textos del NT se pueden encontrar varias referencias a “misterios”, “iniciaciones”, etc., el propio
bautismo, los “misterios del Reino de los cielos”, la directa participación del adepto con Dios en la “eucaristía”, etc.
La palabra “misterio” aparece casi treinta veces en el NT. Ver I Cor 2, 5-7. Por otra parte, el “padre” de la Iglesia
Clemente de Alejandría sabía de un “Evangelio secreto de Marcos”, que difería del canónico y que servía para
iniciación en los misterios cristianos, según se desprende del manuscrito encontrado por el arqueólogo Morton Smith
en 1958 en el Monasterio de Mar Saba, al sudeste de Jerusalén: "Clemente de Alejandría y un Evangelio Secreto de
Marcos", Morton Smith, Universidad de Harvard, Cambridge, Massachusetts, 1973, pág. 447. El mito/leyenda de
Mitra (o Mithra), considerado uno de los más importantes, o el que más, entre las religiones “mistéricas”, es bien
conocido. A grandes rasgos: Mitra -ni qué decir tiene que muy anterior a Jesús-era uno de los dioses más importantes
en el Imperio romano en los primeros siglos de la era cristiana -su culto era más intenso en la India (una especie de
transformación de un antiguo dios indoiranio, Bohu-Manah) y allí pasó en un principio desde Persia siendo su culto
indio paralelo al persa- y el cual fue asimilado al griego Helios. Importado de Persia por las legiones romanas, deidad
solar, hijo de Ahura Mazda, el dios supremo, y una joven virgen mortal; nació en una gruta un 25 de diciembre -
solsticio de invierno, y al igual que los relacionados anteriormente-, adorado por magos y pastores, llamado “El
Redentor”, “El Salvador”, fue adorado en domingo -día en que resucitó Mitra-, su día solar, representándolo con una
aureola o halo alrededor de la cabeza y también con una llave que abría el *Reino* el cual había venido a anunciar y
a ser sacrificado por los pecados de la Humanidad teniendo la función de mediar entre el bien (Ormuz) y el mal
(Ahriman); atribuyéndosele milagros, portentos, resurrecciones, etc., predicador itinerante llamado “Sol Invicto” -
aunque no era considerado el propio sol sí se le tenía como una representación suya-junto con doce discípulos o
compañeros -y eran doce porque la leyenda se basaba en la astrología-teología, es decir, en el zodíaco: el sol y los
doce signos zodiacales, relacionado todo con su fecha de nacimiento señalada antes: en el solsticio de invierno (22 a
25 de diciembre) el sol “muere” el día 22 por tres días (se aleja) y vuelve a “nacer” el 25, fecha en que se celebraba
la fiesta del dios sol y en que la gran "Diosa madre" (la "Madre de los cielos") pare anualmente a su hijo, el "Dios
solar joven" (exactamente igual que Isis y su hijo Horus); se concluye, pues, que entre Nicea y la decisión final del
Papa Julio I unos años después -336- el nacimiento de Jesús se pasó a celebrar el mismo día que los demás mitos
puesto que nadie sabía con certeza nada de él-; en la leyenda, Mitra se mantuvo en celibato durante toda su vida;
anunció volver antes de ser elevado al cielo y después de celebrar una *última cena* con sus compañeros y ser
sacrificado por los hombres y resucitar al tercer día, resurrección celebrada anualmente por sus seguidores durante
siglos convirtiéndose así en un mesías del que esperaban su regreso para que juzgara a los hombres, los cuales
resucitarían en el final de los tiempos, los mitristas comían una especie de pan sagrado -myazda- y bebían vino, que
representaba al Dios-toro sacrificado por el propio Mitra, en un ceremonial que los cristianos copiaron en su
eucaristía, pero las copias siguen: los sacerdotes de Mitra llevaban “mitras”, sombreros característicos iguales a los
que después llevarían los obispos cristianos y a los cuales éstos les llaman, ¡mitra! Al igual que con otros cultos, el
cristianismo acabó exterminando el culto a Mitra, quemando sus libros sagrados y destruyendo sus templos. En
definitiva: el mitrismo fue sustituido por el cristianismo, copiándolo casi todo, pudiendo afirmar sin temor al
equívoco que el mitrismo fue la última religión del Imperio romano y la primera de la Iglesia católica la cual adoptó
toda festividad pagana que no pudo suprimir, junto con sus mártires, etc. A lo largo del tiempo esto ocurrió en toda
tierra del planeta conquistada para la nueva religión. Para encontrar más pasajes mistéricos y gnósticos -puesto que
en pequeño trabajo no podemos trasladar aquí todas las mitologías existentes, como es natural- deberíamos leer los
escritos apócrifos (el Evangelio de Tomás es el que aporta más pasajes de esa índole). ¿Tal vez se intentó esconder el
verdadero origen del cristianismo?, un rotundo “SI”. (Ver nota 12 y gnosticismo). Y, si escarbamos en numerosos
signos de reconocimiento adoptados por la Iglesia en aquellos tiempos -la fecha fijada para conmemorar el
nacimiento de Cristo, por ejemplo-, comprobaremos cómo la nueva religión tuvo que recurrir a formas paralelas a las
practicadas en los cultos mitraicos y en otras religiones mistéricas, siquiera para lograr la aceptación de sus doctrinas
por parte de una sociedad que veía en aquellas creencias salvíficas una solución a las inquietudes espirituales que la
religión oficial grecorromana no había sabido resolver. Cuando vemos al Cristo convertido en Sol Invictus en
tiempos de Constantino, cuando meditamos sobre las razones de la supuesta aparición de la cruz en el cielo de la
batalla del Puente Milvio, o incluso si comprobamos la función simbólica de la cripta en el templo cristiano, o si
medimos la importancia ritual de la sangre como portadora de vida y salvación, o cuando contemplamos la presencia
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de sacerdotes tocados con gorros frigios en representaciones pintadas o esculpidas durante los primeros siglos del
cristianismo, las sospechas se acumulan. Y no queda otro remedio sino reconocer que al menos una parte de la labor
proselitista de la Iglesia consistió en mostrase ante el pueblo con un mensaje que encajaba en sus líneas generales
con el que los adeptos de Mitra estaban difundiendo en aquella misma época, y que ser cristiano no era más que
reconocer, con distinto nombre y con pocas variantes doctrinales, el mensaje soteriológico del que también era
portadora la religión mitríaca. Lo cual no impidió que, una vez firmemente asentada en el poder, la Iglesia
persiguiera aquella doctrina con el mismo furor con el que arremetió contra todas las demás creencias que podrían
interponerse en su camino e impedir su expansión": “Misterios de la Arqueología y del pasado”, núm. 13, 1997, pág.
60 Mitra matando al toro sagrado de cuya carne y sangre comían y bebían (pan y vino) sus seguidores ingiriendo
simbólicamente a Taurobolum (Dios).
[11] Hacer hincapié en que, en efecto, Jesús es el más tardío de los personajes a los que le son atribuidos
multitud de portentos todos ellos perpetrados anteriormente por esos personajes antecesores suyos -nada nuevo
tampoco en Jesús: todos ellos habían hecho lo mismo tiempo atrás y a Jesús no le son atribuidas esas leyendas hasta
el siglo IV en Nicea-, pero hacer constar también que una buena parte de las máximas, citas, frases, etc., atribuidas a
Jesús en los escritos del NT, sobre todo en los E., se encuentran ya en las máximas que habían pronunciado otras
personas anteriormente, en obras de otros autores, en otras mitologías. Una de las máximas atribuidas a Jesús es la
llamada “Regla de oro”, No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti, cualquier persona medianamente
versada en literatura antigua oriental sabe que esa frase la utilizaba Confucio seiscientos años antes de Jesús; "Os
hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado" se encuentra en
una de las fábulas de Esopo; "Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres" es un refrán que se encuentra en
varios autores griegos y latinos -Luciano, Séneca, Marcial, el "Mayor felicidad hay en dar que en recibir" es un
aforismo griego; el propio “Padre nuestro” es una oración egipcia de hace tres mil años que se encuentra en el
escrito sagrado “Oración del ciego” y que también utilizaron los esenios, como demuestran los Rollos del Mar
Muerto; las llamadas “Bienaventuranzas” se encuentran también en el mismo texto egipcio; en otro texto egipcio
más tardío, “El cuento de Shatmi”, de hacia 550 aC- se encuentra el mito paralelo a la “Anunciación” de Mateo en
donde “la sombra divina” anuncia el futuro estado de embarazo a una joven virgen (Isis-Meri) por parte del dios en
un relato prácticamente idéntico al de Mateo: recordar que su E. fue escrito en Egipto -Mt 2, 1-2-; el “Logos” -ver
nota 3- de Juan es un término griego utilizado por los estoicos y que era una especie de fuerza divina, una emanación
de la deidad, la imagen perceptible del Dios supremo. El propio Pablo se inventa frases de la Escritura judía que no
existen, o las tergiversa. (Ver nota 4 sobre la “Fuente "Q"”), Pablo, “Hechos de los apóstoles” y sus epístolas.
Señalar para los lectores que no estén familiarizados con la evidencia y la realidad de la antigüedad o la
desconozcan, que esos mitos, nuevos o incomprensibles para esos lectores, eran cotidianos y rutinarios y formaban
parte del pensamiento del mundo antiguo; así, la aplicación a un nuevo personaje (Jesús) de los atributos de otros
anteriores no era nada descabellado, ni nuevo ni fuera de lo normal para ese mundo.
[12] La invención del mito -de connotaciones políticas-conllevó la eliminación de las facciones disidentes y
de los que “sabían” lo que se estaba montando/tergiversando/inventando por parte del poder que Constantino otorgó
a los que obtuvieron su gracia. Gnósticos -los principales opositores y los más interesados en combatir el
cristianismo que se estaba construyendo pues para ellos el convertir a un hombre en “Dios” era un insulto-, arrianos -
que negaban la consubstancialidad del Hijo con el Padre- y decenas de sectas/facciones diferentes algunos llamados
“paganos” por los cristianos del poder, y que eran también de la misma creencia pero que “sabían demasiado” fueron
eliminadas o trataron de eliminarlas en un intento de esconder el montaje y pasarlo por auténtico. Toda persona que
quiere estar enterada sabe de los desmanes de los primitivos cristianos -y de los no tan primitivos-: destrucción de
todo, incluidas Bibliotecas, cuanto podía poner en peligro su creencia, erradicación -más bien intento de
erradicación-de todo conocimiento que pudiese demostrar la invención/copia del mito. Por otra parte, Constantino I
el Grande, el primer emperador cristiano, religión que sobrevivió gracias a él, fue una buena muestra de la caridad
cristiana que caracteriza a esa religión a partir precisamente de sus concesiones: en las 317 batallas que libró,
siempre acompañado por altos jerarcas eclesiásticos, llevaba bien visible el estandarte de Cristo; hizo asesinar a su
hermana, a un cuñado, a un sobrino, a su hijo ilegítimo (Crispus), a su propia esposa (Fausta) acusándola de adulterio
-encontrándose después que era inocente-. Constantino, pero, está considerado como “modelo de la virtud y santidad
cristianas”. Sabido es también, en un alarde de contradicción supina, que la propia Biblia estuvo por siglos en el
“Índice de los libros prohibidos” de la Iglesia. Esto sí es histórico y es verdaderamente lamentable que a estas alturas
de la investigación humana de los mitos todavía existan personas que crean de verdad en esa fábula como un hecho
histórico.
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[13] "Lo que ocultan los mitos: Cuando el rey Osiris, según las creencias egipcias, fue asesinado por su
envidioso hermano, Isis, la amante esposa del monarca, logró devolverle la vida. Isis, la Virgen negra egipcia, diosa
del conocimiento escondido que se identifica con la estrella Sirio, es también la encarnación de la Diosa Madre
adorada desde tiempos remotos, porque es el principio de la fertilidad y de la vida. Su presencia ha llegado hasta el
mismo cristianismo bajo la forma de la Virgen María, según diversos expertos en antropología e historia. Pero el
arquetipo sobre el que se sostiene esta figura se remonta, cuando menos, al neolítico, y hace referencia, en todas las
culturas antiguas, a la sacralidad esencial de la Tierra que nos nutre. San Bernardo de Claraval, fundador de la
orden del Císter e inspirador-regulador de la mistérica orden del Temple, llamó a la madre de Jesús “Reina del
Cielo”, atributo que en el Antiguo Testamento se aplica a la Diosa Madre Astarté, equivalente fenicia de Isis. La
escasa relevancia que el cristianismo concedió a la mujer, intentando apagar el rescoldo de las abundantes
divinidades femeninas de la antigüedad, fue enmendada en parte con la instauración del dogma de la virginidad de
María y con el culto mariano, según el autor Ramón Hervás. Aunque con reticencias, “sin terminar de admitir su
igualdad con el hombre”. Pero también Dios es Madre para teólogas católicas de nuestra época, como Isabel Díaz
Acebo. La Diosa Madre, desde tiempos inmemoriales, ha existido con el nombre de Ishtar en Babilonia, Anahita en
Persia, Cibeles en Lidia, y como Afrodita en Grecia: “Misterios de la Arqueología y del pasado”, núm. 2, 1996, pág.
29 ", pero que adquiere toda su fuerza con el mito egipcio de Isis, del que deriva directamente la figura cristianizada
de la virgen madre, con mucha asiduidad podemos hallarla sosteniendo en sus brazos a su hijo Horus (en su faceta de
Harpócrates), al que amamanta amorosamente. Quizá fue esta estampa maternal, tan profundamente conmovedora, la
que indujo a los primeros cristianos a adoptar tal iconografía para representar a la Virgen María alimentando al Niño
Jesús, como vemos, no es extraño que esta diosa esté sincretizada a Mut o a Hathor entre otras muchas deidades
femeninas. Este hecho no es más que el fruto de las distintas variedades locales de las leyendas, convergiéndose estas
diosas en distintos adeptos de Isis, de manera parecida a lo que hoy entendemos por distintas manifestaciones de la
Virgen María (la Virgen del Carmen, la Virgen del Perpetuo Socorro, la Virgen de los Desamparados, etc.):
“Misterios de la Arqueología y del pasado”, núm. 5., 1997, págs. 58 y SS.
A Modo De Resumen
Se puede deducir que en realidad lo que hicieron los creadores finales del
personaje fue la construcción de un híbrido: partiendo de los textos judíos, que en
buena parte desconocían o conocían mal y que tergiversaron -principalmente en
cuanto a profecías referentes al Mesías judío-, montaron un Mesías a su
conveniencia, que no judío, y que no tenía prácticamente nada que ver con este
último, añadiéndole atributos/leyendas/mitos de personajes paganos anteriores con
el fin de que ese personaje judío pudiese ser “exportable” a la mentalidad greco-
romana-pagana: era más fácil la aceptación de un “Dios” similar o igual a los que
ya conocían que de un “profeta” judío; en otras palabras, lo que inventaron fue un
verdadero “monstruo/híbrido” que no se corresponde -y es contradictorio- con el
Mesías judío y que adopta mitologías ancestrales paganas por lo que, además, no
tiene nada de original, en cuanto al personaje; en cuanto a la “obra”, es decir, al
cristianismo, no es otra cosa que un maremagno de contradicciones, inventos,
tergiversaciones, etc., que se convierte en un fraude y un engaño al basarse en ese
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híbrido y en un montaje de, principalmente, escritores que no le conocieron, con
una “revelación” increíblemente contradictoria, y de uno en particular, de vida
rocambolesca, que dijo haber recibido la revelación de un muerto que le confiaba
una misión, también contradictoria con la de otros textos de la misma revelación, y
que por eso -aun sin aportar prueba alguna de tan extraordinario hecho- tenía
autoridad para desarrollar la creencia terminando por construir a partir de él -me
refiero a Pablo, naturalmente- un “judío-tergiversación-pagano-cristianismo” en
lugar de un “judío-cristianismo” e increíble de creer por toda persona que tenga un
mínimo de conocimientos sobre el tema y esté libre de prejuicios.
De todas maneras, creemos que no hay ningún problema para admitir que
existió un Jesús histórico, “un Jesús”, aunque las pruebas sean nulas, es decir, lo
podemos aceptar simplemente:
Usted mismo, escoja, pero piense que de lo que se tiene auténtica constancia
no hace falta escoger.
Pero para aceptar a ese otro no valen las suposiciones, las creencias sin
pruebas, las opiniones y las “posibilidades”, y menos los escritos contradictorios
que se refieren a él y que están, para colmo, en clamorosa oposición con la base -
judaísmo- que pretenden seguir y que, consecuentemente, nunca se le podrá
considerar “el verdadero Mesías” puesto que simplemente no lo era con lo que nos
topamos con la incongruencia final e insalvable: no sólo no hay prueba alguna de la
existencia del Jesús “Cristo” evangélico, sino que no puede haberla puesto que las
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características que se le atribuyeron no corresponden a lo que se pretende; en otras
palabras, no era el Mesías judío porque no cumplió ni uno de los requisitos
imprescindibles para serlo y sí cumplió, según los textos, con otros muchos que no
tienen nada que ver con el verdadero Mesías, por lo tanto, el “Jesús” evangélico es
una fábula que parte de mentiras, tergiversaciones, etc. de los escritos judíos, es
decir, un fraude, puesto que el cristianismo no se puede basar por sí mismo
partiendo de cero si no que es, según él mismo, una continuación/cumplimiento del
judaísmo, cuando no lo es, y del supuestamente Jesús histórico no hay prueba
alguna de su existencia que se pueda aceptar como válida e irrefutable y de la que
no se pueda tener duda alguna.
El cristianismo sólo podría aceptarse como una mentira puesto que para lo
que el cristianismo “es verdad” para el judaísmo es blasfemia:
BIBLIOGRAFÍA
28
1. "De natura deorum" [De la naturaleza de los dioses], Marco Tulio Cicerón.
2. "Los orígenes de los Misterios mítricos: cosmología y salvación en el mundo antiguo", David
Ulansey.
3. "El Diegesis", de Robert Taylor.
4. "La religión de la mentira", de Bárbara Thiering.
5. "Cristos paganos", de J.M. Robertson.
6. "Historia de Egipto", J.H. Breasted.
7. "Los rollos del Mar Muerto y el mito cristiano", de John Allegro.
8. "Mitología judía", de David Golstein.
9. "Por qué no soy cristiano", Bertrand Russell.
10. "Historia criminal del cristianismo" (12 tomos), Karlheinz Deschner.
11. "Opus Diaboli", Karlheinz Deschner.
12. "Historia de las religiones", Ed. Siglo XXI, Karlheinz Deschner.
13. "Guía de la Biblia y el Nuevo Testamento", Isaac Asimos.
14. "Los misterios de Jesús", T. Freeke y P. Gandy.
15. "Diccionario de mitología egipcia", Elisa Castel.
16. "Engaños y mitos de la Biblia", de Lloyd Graham.
MÁS BIBLIOGRAFÍA:
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