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SÁBADO, 9 DE OCTUBRE DE 2010

Collage con bichos

Terror entomológico. Así llamó


alguien a una de las ramas del género y le quedó. The new daughter, primer
largo de Luis Berdejo a quien se le debe la escritura de Rec y varios cortos con
los que también se fue labrando un nombre, entra en la definición. Tiene
muchas cosas a favor: una buena dirección, un gran protagonista: Kevin
Costner, y una intérprete en ascenso como Ivana Baquero, que logró un gran
reconocimiento con El laberinto del fauno, y que con cuatro años más ha
pasado a promisoria actriz adolescente. Digamos entonces que el debut de
Berdejo tiene bastantes elementos como para ser considerado un bautismo en
condiciones. Pero algo falla.
A pesar de la buena artesanía de sus participantes no llega a producir terror y
tampoco suspense. No es por una sola razón, sino por varias y está bien echar
un ojo sobre todas.
Creo haberlo comentado alguna vez, pero una de las cosas más
decepcionantes de Scooby Doo (donde tuvimos el primer y originalísimo grupo
de cazafantasmas y cazamonstruos), era que lo que en un principio nos
parecía sobrenatural era un tinglado montado por algún criminal para
conseguir sus fines. Cuando se nos promete un terror, establecemos un pacto
tácito con el autor y el director: te doy la mano para que me lleves de paseo
por un mundo que me tiene que alucinar cada vez más y no cada vez menos.
La película comienza a trazar un camino que parece llevarnos a El exorcista y
a Carrie. Dos historias de adolescentes que entran en ebullición y en ese
estado arrastran a todos, familia y amigos. Si el personaje de Ivana Baquero
empieza a ser presa de un cambio hormonal desaforado, eso se ve y es casi de
manual. ¿Por qué digo de manual? Porque desde hace casi treinta años,
cuando Stephen King escribió su ensayo Danse macabre sobre la ciencia
ficción y el terror, dedicó buena atención a este fenómeno y lo tipificó casi
como un rito de pasaje, de entrada en la sexualidad, en situación caótica
elevada a la enésima potencia y donde todos somos testigos de cómo el terror
que se representa es el de los padres que ven la transformación de sus hijos
en alguna otra cosa. Ese diagnóstico de ensayo es motivo de esta película.
Todo el tiempo se remarca esto, con lo cual lo que históricamente fue
subtexto en el terror y lo hacía más potente, aquí se convierte en texto. No
ya porque explique de qué va la historia, sino porque denuncia sobre qué va la
historia. Si de alguna manera en el cine como en todos los productos
culturales uno busca interpretar un fenómeno, aquí los propios realizadores ya
han hecho la interpretación por el público.
Luego entra a tallar otro elemento que si no fuera porque ya se vio en Pet
Sematary y en Poltergeist, casi podríamos decir que es original: el cementerio
indio. Y no cualquier cementerio indio sino uno en donde se oculta el mal y se
proyecta a través de los seres humanos.
Quiero decir que con esto vamos ya con dos tópicos. ¿Y es que en el cine de
terror no se tiene que recurrir a los tópicos? Por supuesto, a todos los que se
quiera, pero algo nuevo tiene que ocurrir porque si no nos va a resultar muy
emparentado con otras historias que ya nos contaron. ¿Qué podría evitarlo?
Que el suspense esté tan bien manejado que lo manido no se note tanto. Y al
suspense aquí lo compromete el manejo del sonido. Los ruidos "raros" que
anuncian que algo monstruoso anda pasando por ahí, se van aplicando en
tantos momentos que cuando realmente tienen que dar miedo, ya no lo dan.
Parte está en el manejo del tiempo y los ritmos, pero también en que cuando
se decide dosificar las apariciones del monstruo para que cuando realmente se
muestre produzca pavor, tampoco nos entregan nada que sea novedoso. A
ver: muy pocas cosas suelen ser extremadamente novedosas en el género,
pero hay una gramática básica y una forma de manejo de los tiempos y el
montaje que puede producir miedo y angustia, que es lo que uno quiere
encontrar en una película de terror.
Otro inconveniente es la división del peligro. En un comienzo parece que el
peligro se va construyendo alrededor de esa hija que se está transformando, y
aún más cuando Kevin Costner va a buscar respuestas para esa mutación en un
caso anterior que le tocó vivir a otra familia en la misma casa. El mal
acechando a la niña en la misma casa. ¿No había hablado todavía de la casa
encantada, no? Porque también eso es un poco lo que parece ocurrir cuando
comienza la película. Otra de los temas de los que habla Stephen King es el de
las casas habitadas por el mal. La suya fue la de The shining (El resplandor) y
nos ejemplificó una decena más. ¿Y esta película va de esto? Parece que no.
Tenemos entonces una historia que parece Amityville, Poltergeist, Carrie, El
exorcista, Cementerio de animales. Una sumatoria de fenómenos que no
avanzan en una dirección común: porque no es una casa encantada, porque la
niña está poseída por un mal extraño pero no está claro si ella es mala y si
habría que acabar con ella como en The omen (La profecía) -aunque el viejo
superviviente de la familia que quedó destrozada por vivir en la casa, sugiere
una solución tipo La profecía-. Demasiados motivos para una misma historia
que se va desarrollando pero que sobre ese aparente tránsito normal, va
desvariando sobre el tema.
Nos vamos a enterar quién es el verdadero enemigo gracias a la desaparición
de la niñera que cuida a los chicos en medio de los gruñidos de criaturas
extrañas, que luego desaparecerán un sheriff y se mostrarán bajo mucha
sombra al final de la película. También nos va a ayudar Chejov. Porque
gracias a la teoría de la pistola de Chejov, que decía que cuando un arma
aparece en escena es porque alguien la va a disparar, vamos a ver cómo aquí
esta ley se cumple de manera extraña. Primero porque una escopeta aparece
escondida en un piano. Y segundo porque cuando aún no se sabe cuál es el
enemigo al que se enfrentará Kevin Costner, que hasta cierto momento podría
ser su propia hija, él se pone a cargar la escopeta para luchar contra todavía
no se sabe quién. Cuando durante toda la película se nos muestra un paralelo
entre las hormigas y el montículo de tierra que hay en la parte de atrás de la
casa, a nadie se le podría ocurrir que el enemigo al que va a tener que
enfrentar tiene un tamaño a escala humana o casi. Si la niña misma muestra
en su momento picaduras de insecto en el cuerpo, se puede suponer que una
colonia de bichos la está picando y le deja las marcas. Como lógica de
espectador es difícil suponer qué vendrá, a menos que sea una marabunta
para lo cual una escopeta no ayudaría mucho. Pero como el director ya sabe
que los montruos son de otro tamaño, entonces el sinsentido de la escopeta
cobra sentido, pero lo cobra en los papeles porque a meno que Kevin Costner
sea adivino, ¿cómo podía adelantarse para saber las dimensiones de su
enemigo?
The new daughter todavía no ha llegado a los cines. Seguramente pasará el
Festival de Sitges, donde la presentan, y nos la pondrán en un pedestal. El
problema es que por mejor venta que se le haga, la película es fallida. Falla
por exceso de superposición temática, por problemas de ritmo que quizás no
la afectan en cuanto a historia pero sí en cuanto a pertenencia a un género
como es el terror, ya que no consigue encarnarlo y porque también el
síndrome Scooby Doo la castiga. Cuando le vemos la cara al monstruo, todas
las promesas del comienzo se diluyen. Aparece otra película. Y esa película es
un collage. Ahora mismo encuentro otra conexión. Cuando M. Night Shyamalan
hizo la película Señales, nos preparó para una paranoia fabulosa y terminó
enseñándonos unos extraterrestres que no le movían el pelo a nadie. Aquí
pasa lo mismo. Quizás a veces no hay que fiarse de tener una buena
producción, un buen reparto, una historia decente y un buen director. A veces
hay que entender de verdad qué es lo que produce terror y cómo conseguirlo.
No basta con ser un buen fan o un estudioso para que esto pase y funcione.
Hay que tener algo más. Pasa quizás también con el porno. Cada tanto alguien
dice que quiere hacerlo con argumento y la mayor parte de las veces no
termina haciendo nada porque se aleja de lo que el público quiere ver. Tratar
de incorporar el mensaje o la interpretación como parte de la composición del
género terrorífico corre el riesgo de adulterarlo tanto que al final no sea
terror sino un fantástico sin emoción. Lo que sí me queda claro es que dar
miedo al público es una tarea mucho más difícil de lo que muchos imaginan.
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