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LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.

Veremos cómo cada uno de nosotros puede convertirse en una célula inteligente dentro de
un cuerpo mayor. Cómo puede aportar lo mejor de su vida, de su experiencia, de su amor,
de su buena voluntad en una corriente de energía grupal para sanar. Así funcionan los
grupos de sanación.

NOTA DEL EDITOR: Este seminario fue impartido por Jorge Carvajal en mayo de 2006
en San Sebastián. La transcripción del mismo ha estado a cargo del equipo de San
Sebastián, España. La corrección del lenguaje oral al escrito ha sido labor de Elena
Montoro.

Sé que ya muchos de ustedes han venido y han escuchado algunas cosas sobre el
crecimiento personal. En este fin de semana vamos a tratar de entrar, despacio para que no
se asusten, en algo que es mucho más práctico. Sé que todo es práctico, porque nos
ayuda a transformar nuestras relaciones y nuestra vida. Ahora y, definitivamente, se trata
de entrar en el camino del sanador, de sanar la vida. No solo nuestra vida, sino ayudar a
sanar la vida de otros. No solo a través de una buena voluntad, de voluntad de bien, de
consejos, de compañía, de serenidad, sino a través de una intervención directa del alma a
través de la personalidad.

Durante el fin de semana vamos a tratar de ser conscientes de que somos un alma,
primero; segundo, que el alma se puede expresar a través de nuestra personalidad; tercero,
que esa expresión es energética; cuarto, que esa expresión se logra a través del amor y
quinto que el amor es una energía, es una sustancia. Hay que saber que esa sustancia tiene
un efecto sobre el cuerpo físico, sobre nuestras glándulas endocrinas, sobre nuestros
órganos y todos nuestros sistemas.

Para comprender esto vamos a tratar de hacer un recorrido que viene desde la integración
de la personalidad. Vamos a intentar pasar por varias fases para comprender. Una primera
fase en la que el alma toma posesión del instrumento de nuestro cuerpo y se puede
manifestar a través de él para sanar nuestra vida. Esto nos conduce a la propuesta de
técnicas de autosanación, es sanar al sanador. Sanamos nosotros y en esa medida podemos
sanar nuestro entorno, el mundo que nos rodea.

Una vez que lo logremos, vamos a pasar a la segunda fase, la del conocimiento del
mecanismo del alma o el instrumento del alma. Esto significa ir más allá de la
personalidad para penetrar en el cuerpo físico-etérico y tratar de, en el cuerpo físico-
etérico, comprender el mecanismo del alma, el microcosmos reflejando el macrocosmos
con el fin de que podamos tomar posesión de nuestro instrumento; ya no en el sentido
idealista, sino en un sentido real, es decir, cómo utilizamos nuestras manos, nuestros ojos,
nuestro pensamiento dirigido, nuestra intención, nuestros centros de energía y nuestros
sitios de reflexoterapia para ayudar a sanar a otros.
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En la tercera fase vamos a hablar de las técnicas de sanación propiamente dichas y sobre
algunos protocolos de sanación, de técnicas de alineación. Todo esto en el contexto de una
antigua ciencia y nueva ciencia, que no acabamos de comprender, que es la ciencia de los
Rayos y de los Centros. ¿Qué “Rayos” son los Rayos de que tanto se habla, y que relación
tienen con los centros, con nuestro comportamiento, con nuestra psicología, con las
técnicas de sanación?

Por último, vamos a entrar en un contexto maravilloso que es el de la sanación grupal.


Cómo cada uno de nosotros puede convertirse en una célula inteligente dentro de un
cuerpo mayor. Cómo puede aportar lo mejor de su vida, de su experiencia, de su amor, de
su buena voluntad en una corriente de energía grupal para sanar. Así funcionan los grupos
de sanación.

Por tanto, el objetivo de este seminario es que nosotros tomemos posesión de nuestra
humanidad, de ese enorme potencial humano que cada uno de nosotros tenemos para sanar
y que unidos a esa humanidad en una corriente de servicio aprendamos a sanar la vida.
Sanar la vida es sanar nuestros hogares, nuestras relaciones, nuestro entorno, nuestra
imagen de la muerte, nuestra imagen de la evolución. Pero también es sanar el planeta, la
naturaleza que nos rodea. También engloba sanar nuestras relaciones políticas, nuestras
actitudes políticas, que sanar también es armonizar nuestras economías, no solo las
personales, sino las familiares y las sociales. Sanar es encontrar también el mundo del arte
y revestir de colorido este mundo blanco y negro, darle el sentido de lo que realmente se
puede disfrutar con alegría. También quiere decir sanar nuestra ciencia para se llene de
conciencia, de sentido, para que comprendamos que también la ciencia es una asunto de
Dios. Si la ciencia se ha vuelto materialista o positivista, o cientificista eso no es culpa de
la ciencia, sino de la manera como los seres humanos nos relacionamos con ella. Sanar
también, es construir una religión mundial, porque toda religión, por definición es
mundial, es universal, es aquello que rige la relación del hombre con la divinidad o con la
inteligencia cósmica.

Vamos a ver, cómo podemos sanar nuestras actitudes hacia lo trascendente, hacia el más
allá, reconectarnos con el horizonte de la vida; que sanar es rescatar en cada uno de
nosotros el poder de Merlín, el mago, que la vida es pura magia, y que en cada uno de
nosotros hay un mago que puede oficiar el ritual de la vida conociendo las leyes,
conociendo la ley de los ritmos. Así, sanar es recorrer esas siete avenidas cósmicas que
tienen que ver con la política o el objetivo de nuestro sistema. También hay un gobierno
central en nuestro cuerpo, no solo afuera, sino adentro que tiene que ver con la educación,
con la actitud del aprendiz. Aprendemos lo esencial en la vida y es que vinimos a aprender.
Cuando aprendemos, comprendemos y cuando comprendemos sanamos la vida. Sanar
también es tener una visión global del mundo, no solo una visión local; una filosofía, una
epistemología, una filosofía de la ciencia, de nuestras relaciones con el mundo para que le
demos un marco de referencia a todo esto y sepamos que en el trasfondo hay leyes. Hay
leyes cósmicas que vamos a llamar: ley del Uno, ley del Tres, ley del Cinco. Para
simplificar, vamos a referirnos, simplemente, a la ley de la voluntad, la ley del amor y la

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ley de la inteligencia. Pero también es referirnos al espíritu, al alma, al cuerpo. Si
quisiéramos referirnos de otra manera a ello podríamos decir que son el músico, la música
y su instrumento.

A esos niveles nos vamos a referir para que la vida sea como música y la podamos
danzar y la podamos disfrutar. Sanar no es un a responsabilidad terrible, no.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.2

Sanar es restaurar el mundo de los significados. Como todo sanador es un educador debe
enseñarle, no sólo desde sus palabras, sino desde su actitud, desde su silencio, desde su
acompañamiento, al paciente, a ver el mundo de otro modo.

El sanador no es un personaje medio esotérico, ratón de biblioteca, meditador,


trasnochador y ayunador, que se separa de su familia y se va a un convento. ‘Él habita en
las calles, él habita en el concierto de la vida, es banquero, padre, madre, amigo, celebra
con vino, come como todo el mundo. Sanar no es el arte de ser vegetariano y separarse de
los demás. No es aprender a sentarse en posición de loto para ver como los otros se sientan
en condiciones normales y sentirse superior. No es el arte de repetir mantrams y mantrams
hasta la autohipnosis. Es el arte humano de comprometerse con la vida, de implicarse con
la vida. Sanar es lanzarse a la corriente de la gente común y corriente. No da poder, el
único poder que da la sanación es el poder de servir. Si tu poder es el poder de servir, si
ese es tu único poder ya estas de lleno en esa corriente de buena voluntad, en esa corriente
que une a todos los hombres y mujeres de buena voluntad en el mundo. En ese momento,
tu conciencia no es individual, es transpersonal, es colectiva. Tu inteligencia no es tu
pequeña inteligencia, sino esa inteligencia cósmica. Tu amor no es ese pequeño quanto de
amor que puedes emitir desde tu corazón, sino que es esa llama de amor viva que está
formada por todos aquellos que realmente ponen el amor en movimiento; es decir, por
todos aquellos que sirven. Para sanar tenemos que utilizar la mente, esto no es una
cuestión de “dementes “, hay que utilizar la mente, estrenar el cerebro.

No bastan las manos temblorosas, no basta el amor, no basta invocar la fuerza y la energía
de un dios transcendental; porque, realmente, la sanación espiritual ocurre muy pocas
veces. No basta la fe, es necesario ir más allá de la fe, es necesario que el amor tenga un
cauce, una dirección, un objetivo, que se pueda canalizar. Es necesario tener un
conocimiento concreto, saber dirigir la energía, a dónde la vamos a dirigir y cómo la
vamos a dirigir. La sanación no es un asunto de poner las manos e inundar al paciente de
energía, porque también se puede ahogar con esa energía. Se le podría dar un exceso de
energía y complicarle más la vida. Sanar es el arte de dirigir la energía, primero, con
amor y segundo, con ciencia. No basta la buena voluntad, no basta la buena fe, es
necesario el conocimiento. Para obtener ese conocimiento nos tenemos que hacer la
pregunta correcta, esa es la clave. Y para hacernos la pregunta correcta tenemos que
aprender a escuchar. Escuchar es resonar, escuchar es auscultar, auscultar el mundo es
entrar en contacto con su integridad. No ver una parte, sino tratar de escuchar, de
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reconocer la totalidad. Es tener una visión total, una visión con perspectiva, saber que la
gente no es la gente, ni un pedazo de carne. La gente es ella y sus circunstancias. Sus
circunstancias son sus relaciones, sus creencias, su cultura, su historia, su familia, sus
antepasados. Todos estos pueden ser factores de riesgo o también factores a favor para
construir la salud o para que aparezca la enfermedad. Así que, todo eso lo que vamos a
tener en cuenta, la pregunta correcta.

Una vez, un hombre pasó por una verja donde había un jardín bellísimo. Como la puerta
estaba entreabierta, él entró. Miraba maravillado las flores y de pronto vio a un jardinero y
a un perro. Como no se puede hablar con un perro ¡claro!, le habló al jardinero, y le
preguntó: ¿Tu perro muerde? Y le dijo, no. Y entonces este hombre se aventuró más
adentro por el jardín, pero, de pronto, el perro se le abalanzó y literalmente le arrancó un
pedazo de oreja, le dejó destrozada la nariz. El hombre hecho un guiñapo humano, con su
bello traje destrozado, fue furibundo y reclamó al jardinero: ¿No me dijiste que tu perro no
mordía? Y él lo miró con ternura y dijo: Si, yo te dije que mi perro no mordía, lo que pasa
es que este no es mi perro.

Es bien importante la pregunta que nos formulamos porque algunos en la vida ven lo que
parece ser, hay otros que ven sólo lo que quieren ver y hay otros que ven la realidad.
Trabajar con amor y ciencia es encontrar el rayo de amor-sabiduría, que es el del aprendiz,
también es el del maestro y también el del sanador. Es esa radiación la que nos permite
ver la realidad. Por tanto, la realidad solo es visible cuando unimos nuestra cabeza y
nuestro corazón, cuando unimos los ojos de los sentidos con los ojos de la razón, y al
unirlos descubrimos el ojo de la visión interior. En la sanación aprendemos a ver las cosas
de otra manera, a ver la cualidad detrás de las apariencias. Todas las cosas son un símbolo
de otras cosas. Los síntomas no son la enfermedad, los síntomas nos hablan en su lenguaje
de que hay algo detrás y eso que hay detrás es la fricción que se da entre el alma y el
cuerpo. A esa fricción la llamamos enfermedad. Por esa razón el sanador no ve la
enfermedad como una catástrofe, la enfermedad también es una oportunidad para
aprender, una oportunidad para ser, y por eso, frecuentemente, la enfermedad es una de las
claves mayores de la salud. En ocasiones no recuperamos la salud total, que es también la
salud del alma, hasta que nos diagnostican un cáncer. A veces, no sabemos lo que somos
hasta que nos vemos abocados a la muerte. A veces no reconocemos la importancia de
nuestro hijo, nuestra mamá o nuestra mujer hasta que estamos a punto de perderlos o de
perder nuestra vida. De pronto ocurre un accidente pavoroso y empezamos a ir despiertos
por la vida. Antes de ese accidente íbamos profundamente dormidos. De pronto tenemos
sida o artritis, una enfermedad dolorosa o una enfermedad terminal, y a partir de esa
enfermedad empezamos un sendero de retorno, un sendero interior y empezamos a
reconocernos adentro y a dar un sentido a la vida, y “perdemos” la salud afuera, pero
recuperamos el sentido adentro.

Las personas van donde los sanadores y donde los curanderos, o donde los homeópatas, y
osteópatas o los psicólogos transpersonales, no porque no crean en la medicina
convencional, no. Eso no es cierto, ellos creen en la medicina convencional y
frecuentemente creen en su médico y confían en su médico. Pero van donde los otros en

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busca de sentido, porque ellos no necesitan sólo que les quiten el dolor, necesitan sobre
todo que su dolor tenga un sentido. Necesitan vivir una vida llena de significado.

Sanar es restaurar el mundo de los significados. Como todo sanador es un educador


debe enseñarle, no sólo desde sus palabras, sino desde su actitud, desde su silencio, desde
su acompañamiento, al paciente, a ver el mundo de otro modo. Es decir, ver el mundo
desde otra perspectiva. Cambiar la posición del observador. Dejar de observar el mundo
con los ojos de la carne y ver el mundo más allá de los sentidos, verlo desde la razón, pero
más allá de la razón, verlo desde la intuición y más allá de la intuición, verlo desde el
Alma. ¿Cómo seriamos si pudiéramos ver el mundo desde lo que somos realmente?
¿Como seriamos nosotros si súbitamente cambiáramos de identidad y dejáramos de
identificarnos con lo que no somos y asumiéramos nuestra verdadera identidad, la del ser
real, el Alma que somos nosotros? ¿Cómo sería el mundo si viéramos nuestra historia
como si la pudiéramos mirar un poco desde arriba y viéramos los caminos de la vida, el
pasado y el futuro unidos? Si de pronto lo pudiéramos integrar todo y darle sentido a
nuestra historia, conectar con ella, con el porvenir y con el presente, sabiendo que el
presente es el Alma y en ese presente del Alma, en ese presente intenso, podríamos llenar
la vida de conciencia y llenar la vida de sentido. Probablemente, nuestra vida cambiara y
aprenderíamos a ser; aprender, qué es lo que el Alma vino a hacer.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.3

Si pudiéramos hacer la integración entre el pensamiento, la energía y la materia y


encontrar esos puentes que nos están uniendo, entonces restauraríamos la integridad, y al
restaurar la integridad, descubriríamos en vivo y en directo qué es la salud.

Veamos un ejemplo:

Un profesor de física muestra a sus alumnos un jarrón transparente lleno de agua


casi hasta el borde. En el jarrón hay un lápiz sumergido. Debido a la refracción diferente
entre el agua y el aire, el lápiz se ve doblado, como todos nosotros sabemos. El les muestra
el jarrón a los niños y pregunta:

- ¿Qué hay aquí?

- Juanito levanta la mano y dice: profesor ahí hay un recipiente con agua, es
transparente, pasa la luz y adentro tienes un lápiz que está quebrado.

- El saca el lápiz y les muestra que el lápiz está enterito, no está torcido, no está
doblado. Todos se ríen. El les explica ese es un problema de refracción, les habla de
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la refracción en el agua y en el aire y ellos, aparentemente, entienden. Se van
contentos con el aprendizaje. Cuando regresan nuevamente los chicos, ya riéndose
ven el lápiz allí, ven el mismo jarrón y les pregunta. Todos alzan la mano porque
todos se sabían la respuesta de memoria.

- ¿Qué ven aquí?

- Uno de ellos, el más inquieto, a quién le dan la palabra, dice: ahí veo un lápiz
que aparentemente está quebrado, pero eso es mentira porque es la ilusión de
nuestros sentidos, eso es un asunto de la refracción diferencial de la luz, ese lápiz es
recto y está enterito.

- El profesor saca el lápiz y el lápiz está quebrado. En el intermedio, él quebró el


lápiz. Este niño vio lo que quería ver.

¿Cuál es el lío de nuestra cultura? El lío entre la religión y la ciencia. El lío entre lo que
llamamos lo metafísico y lo que llamamos la ciencia dura, las ciencias físicas y las
ciencias de la conciencia? Que unos ven lo que parece que se ve, unos ven el mundo de la
apariencia y otros solo ven lo que quieren ver. Y obviamente las dos cosas nos confunden,
nos llevan a una ruptura terrible que se llama el dogmatismo. El dogmatismo es
fundamentalismo y en el campo de la ciencia nos lleva al cientifismo que no tiene nada
que ver con la ciencia. Desde el cientifismo terminamos donde terminan las moléculas. El
otro es el idealismo a ultranza, fundamentalista y dogmático también parte de una
afirmación y acomoda el mundo a esa afirmación, la cual parte de una medida y acomoda
el mundo a toda esa medida, de tal manera que no vemos el mundo real. Si nosotros
saliéramos de esos fundamentalismos, viéramos más allá del cuerpo un campo de energía,
y más allá del campo de energía un campo de información, y en ese campo de información
patrones de organización de una conciencia que es cósmica; si restauráramos el tejido de la
vida, y volviéramos a reconectar lo que hemos dividido sabiendo que no terminamos en la
piel, y que comenzamos en nuestros sentimientos, nuestras palabras, nuestras, nuestras
ideas, nuestros pensamientos, que cada uno de nuestros pensamientos resuena con la
última de las galaxias.

Si nos volviéramos a encantar con la vida, pero no para hacer un viaje cósmico hasta la
última de las estrellas, sino para regresar al cuerpo, tomar posesión de él y maravillarnos
de la magia y la danza de nuestras moléculas. Si pudiéramos hacer la integración entre el
pensamiento, la energía y la materia y encontrar esos puentes que nos están uniendo,
entonces restauraríamos la integridad, y al restaurar la integridad, descubriríamos en vivo
y en directo qué es la salud.
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Salud es integridad, nada más. Eso es nuestro punto de partida en todas las dimensiones de
la vida. Tenemos salud cuando restauramos la unidad, una unidad que nos hace únicos, esa
es la gran paradoja. La unidad no hace que se pierda tu individualidad, sino que afirma tu
unicidad. La unidad revela que tú eres único y por tanto necesario para completar el
mundo. Estamos aquí para completar el mundo, por tanto, sin cada uno de nosotros el
mundo no sería completo. Si comprendiéramos esto profundamente, restauraríamos
nuestra autoimagen. y llegaríamos a la conclusión de que nuestra plenitud es el vacío.
Estamos llenos de vacío, en el vacío descubrimos la plenitud. El vacío es el mundo
quántico que es un mundo de conectividad. Es un mundo conectivo, esa es su sustancia, y
esta sustancia sin sustancia que se llama conectividad, la podemos también denominar
conciencia.

La conciencia es la estrategia de la creación. La conciencia es aquello que tiende puentes,


que conecta. Conecta los átomos con las moléculas, éstas con los tejidos, con los órganos,
con los organismos, a éstos con los individuos y a los individuos con sus familias. Lass
familias conectan con planetas, con sistemas solares y con el cosmos. Esta conectividad es
la clave de la función neuronal. Nuestras neuronas generan un campo de conciencia, un
campo neuronal y, en la medida que lo van generando, va multiplicándo su propia
conciencia, se van autocreando y por eso van multiplicándose sus conexiones. La neurona
vino a aprender a conectarse y mientras más se conecta con otras, más sinapsis hace, y las
sinapasi producen inteligencia. Por tanto, la inteligencia está hecha de conectividad, de la
capacidad de conectar. Perdemos la intelligencia cuando nos desconectamos, pero
también empezamos a perder la salud y la vida.

Si la gran cadena de la vida es una cadena de conciencia y de conectividad, la


enfermedad va en la dirección opuesta. En la enfermedad nos desconectamos, por eso
podemos decir que, en cierta forma, la enfermedad representa una pérdida de conciencia
de un sistema. No la conciencia consciente, este pequeño sector de la conciencia ligada al
ego que llamamos el consciente, sino de esa conciencia total que se manifiesta también en
la vibración del átomo y la célula, que se manifiesta en nuestro inconsciente. Nuestro
inconsciente también es conciencia y también hay que tener en cuenta esa conciencia
colectiva que llamamos la superconciencia, o el superconsciente.

Antes hemos hablado del vacío. Para penetrar en esa historia del vacío y comprenderlo un
poco mejor, hay un cuento muy bello. Es el cuento del profesor que va con un frasco
vacío y bolitas de ping-pong. Él llena el frasco de bolitas de ping-pong. Se lo muestra a
sus alumnos y les pregunta:

- ¿Está lleno? Todos a una responden: sí, profesor, está lleno. Luego toma canicas,
unas canicas de cristal y entonces el va agitando el frasco, sacude y acomoda como
15 canicas. Entonces los mira y les dice:

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- ¿Está lleno? Ahora sí, profesor. Pero todos se ríen. Luego toma un poquito de
arena y empieza a espolvorear la arena, a sacudir y acomoda como 40 gramos de
arena. Casi no termina, cuando está aparentemente lleno les pregunta: ¿Está lleno?
Ahora sí, profesor. Pero ya todos se ríen de su capacidad de observación, ahora si
está lleno. Y le preguntan:

- ¿Qué son las bolitas de ping-pong? Son las cosas esenciales en la vida, hay cosas
fundamentales. ¿Y que son las otras? Son las cosas secundarias, las cosas terciarias,
las cosas menos importantes. Pero cuando termina ese tipo de preguntas, él toma
una tacita de café, se toma la mitad y el otro café lo echa ahí, no estaba lleno.
Entonces le preguntan:

- ¿Eso qué significa? ¿qué significa el café? Dice: que el vacío es infinito, que
siempre tenemos un espacio y un tiempo para los amigos. Que cuando vemos la
materia y el mundo de las apariencias, hemos de saber que es el mundo de la
ilusión. También las canicas, las bolas de ping-pong, los granos de arena y también
las moléculas de café están llenos de una esencia, el vacío. No son más que
modalidades del vacío, vibraciones del vacío. Pero el vacío no está allá afuera, el
vacío también te invade a ti y ese vacío es tu conciencia interior, es tu centro.
Cuando estamos en el centro habitamos en el vacío y entonces renunciamos a
nosotros mismos y a la apariencia; entonces descubrimos el universo tanto en
nosotros como en los otros. En ese momento, cuando estamos en el centro tenemos
un potencial infinito.

LA SANACIÓN, cuaración desde la conciencia. CAP.4

El Alma es aquello que en ti permanece, lo que nunca muere, es lo que ve por tus ojos, lo
que acaricia en tu caricia, lo que sueña con tus sueños. Es el habitante interior.

Vamos a empezar a reconocer que tenemos dos esencias, y nos vamos a dedicar a ellas.
Vamos a asumir esto como una hipótesis. Una es el Alma en su propio plano. El Alma
es la cualidad de la vida. Es lo que se esconde detrás de nuestra apariencia. Es el Ángel
de la guarda, el Ángel solar, el Ángel de la Presencia, el Señor del sacrificio o el
Señor de la Presencia. Ha sido denominada de muchas maneras, con muchos nombres y
apellidos, según nuestra concepción religiosa. El Alma es aquello que en ti permanece,
lo que nunca muere, es lo que ve por tus ojos, lo que acaricia en tu caricia, lo que sueña
con tus sueños. Es el habitante interior. Es aquello que utiliza tu instrumento, es el
músico que pulsa las cuerdas de tu guitarra o de tu violín. Es aquel que emplea el
potencial de tu carácter o de tu personalidad. Es aquel que emplea la materia prima de
tu temperamento. Así que preguntémonos si hay alguien que habita en nosotros, que
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mira por nuestros ojos. ¿Miran los ojos? No, mira el cerebro. ¿Mira el cerebro? No,
mira tu mente. ¿Mira tu mente? No, mira el Alma a través de tu cuerpo mental que
utiliza el cerebro y utiliza los ojos. Así que ya no nos identificamos con los ojos ni con
la retina, ni con el cerebro, ni siquiera con la mente, sino con ese observador que hay
en nosotros. Llamémoslo así: el observador.

Tenemos un mundo que percibimos afuera a través de los sentidos y para percibirlo
hacia afuera tenemos que hacer un viaje exterior, proyectarnos a través de los sentidos.
Pero tenemos un mundo que se percibe adentro y ese mundo que se percibe adentro
implica un viaje interior. Así que hay dos tipos de viajes: un viaje hacia fuera y uno
hacia adentro. El viaje hacia fuera lo llamamos el viaje de los sentidos, nos
exteriorizamos a través de los sentidos, y el viaje hacia en el interior, que llamamos el
camino de regreso, es el viaje del sentido. El viaje del sanador es uno que va de los
sentidos al sentir. Y el sentido sintético es el Alma. El Alma es el sentido, es aquello
que da sentido a los sentidos.

Es aquello que nos permite llevar hacia el centro toda periferia para poder observar,
sentir, resonar, y poder reconocer. Digamos que esos dos viajes están determinados
también a través de los dos senderos por dos vías: una la del conocimiento. A través del
ojo de la razón y de los sentidos viajamos hacia el exterior, hacia el mundo externo,
hacia los libros, las bibliotecas, los razonamientos de otros, hacia la experiencia del
conocimiento directo y entonces obtenemos el conocimiento. Pero ese conocimiento es
todavía externo, no es un atributo del ser, sino es algo que se nos agrega desde afuera.
Pero llega un momento en que el conocimiento se mastica, se asimila, se hace carne,
proteínas, sangre, se hace un modo de vivir y ese viaje interior del conocimiento al
“reconocimiento” al volver a conocer lo externo adentro de nosotros, es el viaje hacia
la Sabiduría. Ese es el viaje del aprendiz. Cuando miramos al mundo hacia fuera,
estamos en un sendero que es el de la ignorancia y nos repetimos y dependemos y
negamos nuestro libre albedrío y nuestra libertad. Dependemos de autoridades, de
conocimientos externos, de protocolos externos. Pero cuando emprendemos un viaje
hacia adentro masticamos, rumiamos, volvemos a pensar el mundo, lo recreamos y en
ese recrearse nos reconocemos, nos volvemos a conocer nosotros en un mundo que ya
no está afuera, sino en un mundo interno. Construimos un universo interior, entramos
en el territorio de la creación, volvemos a crear la vida. No una vida repetida en la
rutina, dirigida por leyes externas, sino una vida que se inventa dentro, dirigida por
leyes maravillosas que son las leyes de la conciencia.

Las leyes de la conciencia son las leyes del Alma. Entonces miremos: hay un mundo
exterior, un mundo de apariencias, el mundo del entorno físico que está regido por
unas leyes que son las leyes de la física. Pero hay un mundo interior, el mundo del
sujeto, un mundo que se encuentra en el centro de sí mismo, un mundo en que el
conocimiento se vuelve reconocimiento, y el reconocimiento se vuelve una sabiduría
viva. Ese mundo interior es el de las leyes de la conciencia. Ese es el viaje del sanador.

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Para sanar nos introducimos en el mundo del sujeto. En un mundo subjetivo, no por
ello menos real. Nosotros andamos confundidos porque creemos que lo subjetivo es
irreal, es más real y más profundo que todo lo real. En ese mundo del sujeto surge la
conciencia. La conciencia nace del observador. Cuando el observador está en el centro,
quien observa es el Alma y el Alma es tu esencia. Y en el Alma tu puedes descubrir lo
que es bueno, lo que es la voluntad, lo que es el plan de tu vida, lo que es bello, el
sendero del místico, y lo que es verdadero, el sendero de la genuina inteligencia.
Aquella que te permite descubrir una realidad que no está desligada de ti sino que es
parte de ti. Digamos que ese va a ser el movimiento que vamos a tratar de emprender.

Pero podríamos decir que todo eso es filosofía y la filosofía sin una tecnología no tiene
sentido. La filosofía nos hace entrar en reacción de fuga. Cuando una cosa es muy
bonita o muy transcendental, pero está muy lejos del vivir cotidiano, entonces
terminamos alejándonos de ella. Es como cuando Dios es demasiado lejano, castigador
o perfecto y transcendental, el resultado es que lo tememos y nos alejamos de Dios,
pero nunca le tendríamos amor. Pero, ¿qué tal si tuviéramos un Dios más cercano de
nuestro corazón, si tuviéramos una filosofía más cercana de la vida, si pudiéramos
llevar todas estas cosas a la vida cotidiana?

En realidad, se trata de que todo esto lo podamos traducir en términos de la vida


cotidiana. Para ello vamos a construir una personalidad entre todos, porque no la hemos
construido.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP. 5

Digamos que la enfermedad es un hecho en la naturaleza que revela una fricción entre el
espíritu y la materia para que se revele la conciencia.
Vivimos como si estuviéramos divididos, por tanto uno de los objetivos de la vida es
construir una personalidad íntegra, unificada; Hemos de resolver los problemas de nuestras
disociaciones e integrar nuestro cuerpo físico con nuestro campo de energía. Esta es la
primera disociación, nuestra personalidad no se integra porque el cuerpo va en una
dirección y la energía va en otra; porque no hemos reconocido la energía en nosotros. En
nosotros además de materia hay energía. La materia es una hipótesis, la materia es
energía. Einstein ya nos lo decía. La energía es nuestra sustancia. El reconocimiento de
que estamos hechos de energía lleva a una expansión de la conciencia. Los antiguos
llamaron a esa expansión de la conciencia la primera iniciación, sin embargo el nombre, si
es iniciación o no, no nos importa tanto como que accedamos a nuestro campo de energía
y lo podamos reconocer. El segundo reconocimiento es saber que habitamos en nuestros
deseos, en nuestras aspiraciones, en nuestros sentimientos y en nuestras emociones.
Deseos, aspiraciones, sentimientos y emociones también son el cuerpo. Son un campo de
conciencia en el que respiramos, del que nos nutrimos. Este es un reconocimiento es muy
importante para el sanador porque el 70% de nuestras enfermedades crónicas tienen su
origen en ese cuerpo. Obviamente afectan nuestro corazón, hacen que arda el estómago,
que nos de una colitis, una artritis o que se movilicen los autoanticuerpos. Todo esto son
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cosas que pertenecen al físico, pero el hecho de que sea físicas no significa que vengan
de ahí. Por ejemplo, cuando frecuentemente tenemos una articulación inflamada, está
inflamada más de pérdida de autorreconocimiento o de resentimiento que de
autoanticuerpos. Nosotros ante la inflamación nos fijamos en los anticuerpos, pero allí
donde vemos una molécula hay un paquete de conciencia. Esta conciencia puede ser
física, energética o también puede ser emocional; que es lo más frecuente. El drama de
nuestra medicina es que no ha reconocido plenamente el campo emocional como el gran
generador de los disturbios que conducen a la enfermedad. Podríamos decir que un 20%
de las enfermedades tienen su origen en el campo de energía y en el campo físico. Que
alrededor de un 70% tienen su origen en los disturbios del campo emocional (el cual
vamos a aprender a reconocer), y solamente un 10% tiene su origen en el campo mental.
Eso ya nos lleva a negar algunas de las conclusiones y un poquito de “new age” y de
movimientos modernos que dicen que la enfermedad es mental.

Primera afirmación: la enfermedad no es mental. Eso es una afirmación contundente “no


viene de la mente”. Viene del desuso de la mente. Precisamente de tu “demencia”, de que
no usas tu mente. Sin embargo, si utilizaramos la mente con mayor inteligencia
desaparecerían muchas enfermedades y buena parte de la turbulencia en el campo
emocional. Segundo, la enfermedad es un hecho en la naturaleza. Yo no he visto a un
metal reflexionando y sin embargo se corroe y se oxida, eso es una enfermedad. El óxido
también toma los metales. Las plantas me imagino yo que no hacen mucha meditación, ni
mucho movimiento de sus pensamientos y sin embargo tienen virus, bacterias, pestes y
enferman. Digamos que la enfermedad es un hecho en la naturaleza que revela una
fricción entre el espíritu y la materia para que se revele la conciencia. Esto nos puede lleva
a ver a los virus como parte de la estrategia de la evolución. Los virus no se inventaron
porque sí. Cuando nos relacionamos inadecuadamente con el mundo nos invaden, como
cualquier oportunista. Pero también son códigos de inteligencia genética que están
introducidos en nuestro núcleo celular. Son los llamados factores de crecimiento que
nuestras células necesitan para vivir, y fueron introducidos allí, a la maquinaria celular
por los virus, así que no son tal catástrofe como se lo pintamos. Son ingenieros genéticos
al servicio de la paz, no son tan catastróficos. Lo mismo ocurre con las bacterias. Ellas
forman un programa inteligente dentro de ti. Una flora que está en la piel, que está en las
mucosas, está en la boca, la nariz, está en el estómago, pero también está en la sangre. La
sangre está llena de bacterias, de ciertos tipos de bacterias que son normales en la sangre.
Si calculáramos y las pesáramos, todas pesarían más que el hígado. Así, que esa idea de
antiséptico y antibióticos de una manera febril, es un poquito compulsiva. Está bien que
cuando somos invadidos tengamos que controlar, pero esa invasión se debe a que hemos
perdido el equilibrio. El equilibrio en la relación con el mundo, con la dieta, con nuestra
naturaleza, y hay desequilibrios que llamamos enfermedad. Con las bacterias convivimos.
Si no tuvieras cierto tipo de bacterias en tu intestino, no tendrías vitamina B12; lo cual
llevaría a una degeneración de la mielina, de los nervios y nos quedaríamos paralizados.
Gracias a esos bichitos no nos paralizamos. Si no tuviéramos miles de millones de bichitos
en el intestino regulando enzimas, oligoelementos, cofactores, minerales, y metales,
realmente la digestión y la absorción no podrían funcionar y no nos podríamos nutrir. Así
que contamos con todos ellos. Ellos son parte de nuestra naturaleza, parte de la naturaleza.

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Nosotros vivimos en una medicina de guerra. La sanación es tratar de salir de ese
paradigma de la medicina de la guerra. Vivimos en lucha a muerte contra los bichos, las
bacterias, los virus, los microbios, la muerte, el sida, contra muchas cosas y realmente no
hacemos de nuestro sistema de salud, un verdadero “sistema de salud” sino sistema de
enfermedad. Estamos en lucha contra la enfermedad y no hemos reconocido su sentido, su
mensaje, su lenguaje. No entendemos qué nos quiere decir. Se nos ponen los pelos de
punta porque hay mucho cáncer. Sí, hay mucho cáncer y vamos a tener mucho más. Por
más que quememos, irradiemos, envenenemos a la gente, vamos a seguir teniendo tumores
y cáncer. ¿Por qué razón? Porque socialmente tenemos un cáncer, porque nos devoramos
los unos a los otros, nos explotamos, creamos multinacionales que todo lo poseen y
chupan la sangre del resto. Porque tenemos infartos planetarios en la distribución de la
riqueza, de la energía y de la cultura. Hay hipoxia y las células sin oxígeno, en hipoxia se
multiplican y se degenera y producen un cáncer. Socialmente tenemos el cáncer
materialista del consumismo. Y entonces, obviamente, tenemos una cultura cancerosa, por
tanto a nivel individual vamos a tener cáncer porque contaminamos la tierra, porque la
sobreexplotamos, porque nuestra tierra no tiene selenio.

Cuando hablamos de sanación en términos globales se trata de sanar nuestra conciencia.


Nuestra conciencia de nosotros y de los otros. Nuestra conciencia de la tierra. Si no
sanamos nuestra tierra no vamos a alcanzar salud individual. Si no sanamos nuestras
relaciones vamos a vivir en conflictos emocionales que van a repercutir sobre nuestro
campo físico.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.6

Lo que está muy cerca es invisible, es borroso y nos lleva a la confusión. Lo mismo sucede
con lo que está muy lejos. La correcta distancia es el punto medio entre esas dos
invisibilidades.

Si en nuestra vida hay separatividad y hay acidez, si hay crítica y hay resentimiento,
también lo hay en nuestro cuerpo. Eso se guarda en moléculas. Hay moléculas de
resentimiento, de separatividad, moléculas que nos pueden producir infarto en nuestras
relaciones interiores, moléculas que nos desconectan. Ellas también son factores que
llevan la conciencia hasta el cuerpo. Cada molécula es un paquete de conciencia. Son
amplificadores y portadores de conciencia que frecuentemente han encontrado su origen
en el cuerpo emocional, en el campo emocional.

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En tercer lugar tenemos el cuerpo o campo de conciencia mental. Ese cuerpo o campo de
conciencia mental es esencial para el sanador; porque para que el Alma, que es el médico
interior y el gran sanador dentro de nosotros, pueda conectarse con el cuerpo necesita
primero conectarse con la mente. Si no hay mente el alma no se puede manifestar
plenamente. Ese es uno de los grandes misterios de la sanación. Por eso esta no es una
técnica devocional. No es sólo la fe ciega, es necesario el conocimiento y la utilización
adecuada de la mente para que el Alma se pueda manifestar a través de la mente. Además
todos los programas del cuerpo están en el cerebro, es la unidad psique-cerebro-soma.
Sin una función adecuada del cerebro no puede haber una función adecuada del cuerpo.
Todos nuestros campos de conciencia tanto mentales, como emocionales y energéticos
están programados a nivel del sistema nervioso. Pero no de cualquier manera. Es por ello
que utilizamos la mente para que ella impresione el cerebro, para que el Alma se exprese
en vivo y en directo a través de nuestro cerebro. Si el Alma no tocara nuestro cerebro,
nuestras neuronas y el campo neuronal, no podríamos emitir la energía que necesitamos
para sanar. No es cierto que la sola devoción sea suficiente, es necesario además de la
devoción y del corazón, empezar a estrenar la mente y conocer las leyes de la sanación.

La pregunta que nos deberíamos hacer ahora es cómo podemos integrar esos tres cuerpos
de los que hemos estado hablando anteriormente. Recordemos que estos cuerpos se
relacionan con sus campos respectivos: el campo de conciencia que se refiere al cuerpo
físico etérico o al cuerpo físico y el cuerpo de energía, el campo emocional y el campo
mental. Esos tres cuerpos si se integran forman una persona, una personalidad. Pero
cuando no están integrados no tenemos personalidad. Si todavía no hemos construido esa
personalidad es que no hemos integrado los tres cuerpos. Los podemos integrar a través de
lo que llamamos la formación del carácter, algo aún más abstracto, si cabe. ¿Cómo
podemos formar nuestro carácter? ¿Cómo podemos construir un carácter armónico que
nos permita entrar en la plena posesión de nuestro instrumento? Para ello tenemos que
penetrar en el símbolo del cuerpo y entrar en un mundo de significados. Entramos en el
símbolo del cuerpo a través de los ojos. Nos hacemos una pregunta: ¿Cómo nos vemos?
Esa pregunta es esencial. Y tenemos una respuesta: “somos como nos vemos” nuestra
personalidad se expresa según la veamos. Entonces tenemos una opción: y si cambiáramos
nuestra visión, nuestro punto de vista ¿cómo nos veríamos? Si nos viéramos de otro modo,
eso ¿qué repercusión tendría en el seno de nuestra personalidad? Por tanto, aquí tenemos
una propuesta esencial: el primer factor para integrar la personalidad es una correcta
visión. Aún así, esto todavía es bien abstracto. Suena casi a un código de ética, una visión
correcta. ¿Qué es una visión correcta? Simplemente, una visión que nos lleve a ver lo real
más allá de la apariencia; una visión que no sea confusa, que no sea borrosa, una visión
que nos lleve a tener claridad. Quien tiene claridad puede entender, que es el primer paso
hacia comprender. Y ¿cuándo una visión es clara? Cuando es íntegra, es decir, cuando es
total. Una visión parcial nos lleva siempre al error.

Vamos a hacer el primer ejercicio para intentar comprender esto.

Ejercicio: Vamos a aproximar nuestro dedo muy cerca de nuestros ojos. Muy cerca, hasta
que se vuelva borroso. Imagínense que nosotros no supiéramos (ahora estamos todos

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medio bizcos, claro está borroso) que esto es un dedo y lo estuviéramos viendo desde aquí,
jamás hubiéramos llegado a conocer que es un dedo. Lo que pasa es que ya sabemos que sí
lo es. Pero imagínense que yo puedo mirar a una persona así, tú vienes a mí y yo te miro
así de cerca. Lo que está muy cerca es invisible, anotémoslo con letras mayúsculas “lo que
está muy cerca es invisible”. Es borroso y nos lleva a la confusión Y lo mismo sucede con
lo que está muy lejos. La correcta distancia es el punto medio entre esas dos
invisibilidades, la cercana y la lejana. La correcta visión es la visión justa y justa es
equilibrada, y equilibrada es equidistante. Equidistante es aquello en lo que nosotros
estamos en el centro y desde el centro podemos ver la totalidad. Cuando estamos en la
periferia no podemos ver la totalidad. La periferia es el pasado en términos de tiempo o el
futuro en términos de tiempo. El punto céntrico es el presente. Podríamos mirar al otro en
presente ¿qué ocurriría? Le descubrirías nuevamente y no lo verías repetido.
Probablemente, saldríamos de la prisión de la rutina y los dos podríamos abandonar esa
prisión que destruye la relación. En presente lo que se ve es siempre nuevo, y lo nuevo
conmueve, asombra, permite gozar y disfrutar. En las relaciones humanas ¿qué es la
correcta distancia? Es aquella relación que me permite ver más allá del juicio o de la
expectativa. ¿Qué es el juicio? Es la prisión del pasado. ¿Qué es la expectativa? Es la
prisión del futuro. Cuando no estamos ni en el juicio ni en expectativa, estamos en el ser,
estamos en presente, y entonces el ser nos puede ver. Cuando miramos al otro desde el
ser no podemos ver ni más ni menos que el propio ser del otro, su integridad. Si estamos
muy cerca solo vemos el lunar y entonces creo que el otro es negro. Pero esto no es así,
negro es el lunar. A la correcta distancia el lunar es hermoso. A la correcta distancia,
cuando miramos al otro, miramos su paisaje, el paisaje de su vida. Aprendemos que el otro
no es un primer plano, sino que un contexto lleno de significado. A la correcta distancia
restauramos la perspectiva, el enfoque y la profundidad, que son tres condiciones para
tener una visión con claridad.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.7

Cuando podemos mantener la mente firme en la luz del entrecejo, podemos iluminar los
asuntos desde el Alma desde el sentir, desde el significado.
Condiciones del Sanador

1. Ver claro. Para ver claro hay que verse claro, y para ello hay que verse en todas las
dimensiones y en todas las perspectivas, lo cual solo es posible desde el centro. Si nos
miramos desde la periferia sólo reconoceremos un aspecto, ya que todos los radios, todas
las visiones posibles, el cenit, el pasado, el futuro, arriba, abajo, todos los puntos
cardinales se encuentran en nuestro centro.

¿Qué ocurre si aprendemos a desarrollar una visión centrada o céntrica? Vamos a hacer un
ejercicio para ver que nuestra visión no es doble ni múltiple, sino que es una, única,
simple. Nuestra visión no se disocia. Nosotros formamos un ojo cuando vemos porque
aunque miramos al otro con dos ojos, no vemos sino uno. Si desenfocamos la mirada,
obviamente, vamos a ver dos, pero si enfocamos correctamente veremos uno. Si
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aprendiéramos a ver la unidad formaríamos el tercer ojo, es así de sencillo. El tercer ojo es
el ojo espiritual. No es un cuento chino, ni es un reptil como el “toatara” en Nueva
Zelanda, que te va a salir el ojo, no. Realmente, es el ojo de tu verdadera conciencia.
Cuando podemos observar desde el centro y cuando desarrollamos el hábito de mirar la
integridad, la totalidad y la unidad, surge algo esencial y es que podemos mantener la
mente firme en la luz. Cuando podemos mantener la mente firme en la luz del entrecejo,
podemos iluminar los asuntos desde el Alma desde el sentir, desde el significado. También
podemos salir del mundo de la apariencia, en el cual todo está disociado. En cambio, en
el mundo de la cualidad el mundo está entretejido, no está separado, una cosa lleva a otra
cosa, y ésta a la otra y así hasta el infinito. Cuando nos sumergimos en ese mundo de la
integridad y vemos un mundo total, podemos dialogar con ese mundo total. Entonces, si
no vamos a estar dialogando con el mundo de los síntomas, vamos a mandar analgésicos o
anestésicos o poner agujas de acupuntura para que se quite el dolor, pero no vamos a ver el
sentido del dolor. O mandaremos un medicamento homeopático para el síntoma, es decir,
que se puede hacer una medicina alopática con homeopatía, con acupuntura, con masajes,
de muchas maneras cuando nosotros no vemos detrás del síntoma el sentido, el
significado, la conciencia. Y cuando detrás del cuerpo no nos remontamos al campo
emocional, al campo mental y a la fricción que el Alma puede producir sobre su
instrumento.

Ejercicio: Vamos a cerrar los ojos un momento y vamos a imaginar una persona con la
cual tenemos dificultad en la relación. La vamos a poner delante de nosotros como si la
pudiéramos ver con los ojos cerrados. La alejamos hasta que esté pequeñita, muy
pequeñita y sentimos. La acercamos hasta que esté inmensa, muy grande, muy cerca de
nuestra piel, la sentimos. Ahora la colocamos en esa distancia en que la podamos percibir
totalmente. No solo su cara, no solo sus manos, sino el cuerpo entero y sentimos qué
sensaciones nos evoca esa visión. Nuevamente repetimos el ejercicio experimentando la
sensación de esa visión muy lejana, muy cercana y en ese punto medio en el que la
podemos percibir totalmente. Esa persona con la que tenemos dificultades somos nosotros.
Hacemos muy fácil este ejercicio con los otros, pero vamos a ver qué pasa si lo hacemos
con nosotros mismos. Como si tuviéramos una imagen de nosotros por delante, vamos a
alejar esa imagen hasta que nos percibamos pequeñitos, pequeñitos en la distancia.
Experimentemos la sensación que eso nos provoca. Ahora vamos a acercarla hasta que
estemos literalmente en contacto y vamos a tratar de mirar esa imagen. Como si no la
pudiéramos percibir toda y simplemente en su detalle, nos sentimos sofocados en esa
imagen. Y ahora nos colocamos en ese lugar donde podamos contemplar nuestra totalidad.

Ahora abrimos los ojos, algunos pueden observar que eso produce distintos tipos de
sensaciones, a veces tenemos dificultades porque no somos expertos en escuchar nuestras
sensaciones. Tal vez nos parezca lo mismo si repetimos el ejercicio y volvamos a sentir
que la sensación de proximidad es una sensación de sofoco y de asfixia, de incendio y de
calor, de ahogo. En la sensación de lejanía experimentamos frío y contracción. Sin
embargo, la sensación de ver las cosas a la correcta distancia es una sensación de paz, de
tranquilidad, de seguridad, de apertura amorosa. La apertura amorosa es cordialidad. No
podemos mirar a nadie con simpatía si está muy lejos, y si está muy cerca mucho menos.

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En cambio, si está a la correcta distancia la podemos mirar con simpatía y comunicarnos.
Si no hay simpatía no hay empatía, no hay compatibilidad, no hay correspondencia ni
comunicación. La vida es comunicación, la conectividad está hecha de comunicación. La
comunicación está hecha de correspondencia, la cual es resonancia céntrica en términos de
relaciones humanas. Cuando podamos resonar desde el centro, desde el corazón y percibir
la totalidad, entonces tendremos una correcta visión.

Ejercicio: Imaginemos que estamos frente al espejo y nos miramos, miramos nuestra
imagen. Llevamos la mano al ojo derecho, como si nos tapáramos el ojo derecho delante
del espejo e imaginamos que nos miramos con el ojo izquierdo. Vamos simplemente a
imaginar. Tenemos un espejo delante de nosotros, visualizamos nuestra imagen, nos
miramos con el ojo izquierdo. ¿Cómo nos vemos cuando nos miramos con el ojo
izquierdo? Ahora llevamos la mano izquierda al ojo izquierdo, lo tapamos e imaginamos
que nos podemos mirar solo con el ojo derecho. ¿Cambia la imagen al mirarla con el ojo
derecho? Ahora abrimos los dos ojos y miramos la imagen, la imagen íntegra. Ahora nos
damos la vuelta y escogemos al compañero de enfrente y hacemos el mismo ejercicio. Lo
miramos con el ojo izquierdo, lo percibimos; luego con el ojo derecho lo percibimos y
luego lo miramos con los dos ojos. Si alguien se queda solito porque es impar, que haga el
ejercicio con una figura imaginaria, bien sea la de su madre, la de su esposa o la de su
padre; pero ha de tratarse de alguien que sea significativo. Miremos solamente con un lado
y percibamos. Ahora miramos con el otro lado y percibimos. Destapamos los ojos,
miramos de frente y percibimos. Y rápidamente repetimos el ejercicio para sentirlo. Mirar
con la izquierda, mirar con la derecha y luego con los dos ojos. Con la visión binocular.
Simplemente advirtamos la diferencia. No tienen que describirla intelectualmente. Saber
que no es igual la mirada de un hemisferio, la mirada de otro hemisferio, no es igual.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.7/1

Cuando miramos a la gente sólo con un ojo, lo cual se hace inconscientemente, la


estamos partiendo, la estamos dividiendo en dos.
Ejercicio: miramos al otro con nuestros dos ojos al ojo izquierdo y lo sentimos, luego al
ojo derecho y lo sentimos. Después, a los dos ojos simultáneamente y tratamos de
experimentar la diferencia. Se puede observar que nuestro ojo izquierdo es muy distinto
del ojo derecho porque representan dos visiones del mundo, dos energías muy diferentes.
Vamos a repetir este ejercicio y chequeamos a ver quiénes sienten que hay una diferencia
entre un ojo y otro.

Todos prácticamente han experimentado esta diferencia. Pueden observar que si me miran
a mí ven que yo tengo un ojo que los abraza, que los ama y que es cariñoso y otro que los
mira como un búho, que los observa, escudriña, porque tenemos un hemisferio derecho y
uno izquierdo. Uno masculino, otro femenino. Uno es el ojo de budhi y otro el ojo de
manas. Profundizaremos más después porque el sanador ha de aprender a utilizar sus ojos
terapéuticamente.
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Vemos que los ojos tienen lateralidad, que hay energías que se mueven a través de los ojos.
Que los ojos no solo reciben energía sino que son poderosísimos emisores de energía. Con
una mirada podemos amar, abrazar o podemos criticar o podemos fulminar. Los ojos son
el espejo del cuerpo y del Alma. Si decimos que te quiero y con los ojos estamos diciendo
otra cosa, se van a dar cuenta. Lo mismo le ocurre al paciente con su terapeuta. El
paciente sabe donde tiene la conciencia el terapeuta. Si está en su corazón, si está en su
intelecto o si está en su bolsillo. Ellos saben, lo reconocen. El terapeuta esta desnudo
frente al paciente porque su mirada habla. En los ojos hay un lenguaje. Los policías del
mundo lo conocen mejor que todos los terapeutas. ¡Ojala pudiéramos ir al F.B.I. a que nos
enseñaran a leer los ojos! Ellos saben reconocer en la mirada la disociación que aparece
cuando entre el sentir de tu corazón y tu palabra no hay coherencia, ellos lo pueden
reconocer. Así, que tenemos un ojo derecho y un ojo izquierdo que miran diferente, por
tanto, habríamos de empezar a ser más conscientes de nuestra mirada. Cuando miramos a
la gente sólo con un ojo, lo cual se hace inconscientemente, la estamos partiendo, la
estamos dividiendo en dos. Esto hace que la imagen que tengamos de esa persona no sea
es total y creamos una relación esquizofrénica. Es decir, nos relacionamos sólo con la
parte que nos gusta de la persona. La otra la negamos al mirar y nos refugiarnos en ese
ojo que nos gusta mucho. Del otro nos escapamos. De esta forma construimos relaciones
que no son íntegras. Al escapar del otro ojo, estamos escapando de un hemisferio, o sea,
estamos deslateralizando la relación, estamos generando un problema en la relación.
Negamos lo masculino o lo femenino en el otro, no nos relacionamos con su integridad.
Con nosotros mismos actuamos igual, ya que nosotros nos miramos en el espejo de los
otros para reconocernos. Esto también ocurre en el marco terapéutico.

Ejercicio: Vamos a practicar dos tipos de visión para ver lo que es el significado de la
distancia. Nos vamos a mirar muy rápidamente y nos vamos a mirar como los búhos. Hay
que mirar todos los detalles, lo que hace que la mirada sea muy incómoda. Miramos la
nariz, los ojos, los lunares, todo. Mirémonos un momentito así, como si nos estuviéramos
observando desde el observador exterior. Es así como miramos los médicos, con un
estetoscopio, con unas cosas detrás de los anteojos, miramos los detalles y no la vida. Es
terrible sentirse observado, sentirse escrutado y mirado. Yo llamo a eso una mirada
pornográfica. Ahora miren al otro y tomen, como si estuvieran tomando una fotografía,
una impresión de su cara. Imagínense que ustedes son una cámara fotográfica. Eso es el
campo etérico, es una cámara fotográfica. Ustedes miran al otro, retienen su imagen,
cierran los ojos y llevan esa imagen al corazón y la sienten en el corazón y le sonríen de
corazón. Díganle de corazón: puedes contar conmigo, yo soy tu amigo, tú amiga. Ahora
abran los ojos y, si lo desean, se pueden abrazar. (En realidad, no hay que darse permiso
para en abrazar porque la mirada en sí es abrazadora).

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.7/2

Cuando caemos en el juicio, en el prejuicio, en el debería ser, en el perfeccionismo, en la


expectativa, ya no estamos viendo la verdad; no estamos viendo la integridad y estamos
generando un infarto en la relación.
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Esto nos puede ayudar a ver que podríamos escoger cómo mirar, porque tenemos voluntad
para hacerlo de una u otra manera.

Cuando las relaciones nos desintegran, nos separan, cuando vemos en el otro el detalle, su
colesterol, sus triglicéridos y no su vida (el heroísmo, el dolor, la angustia, etc.). Cuando
solo vemos sus radiografías y no podemos mirar más allá de nuestra nariz, entonces ya se
ha creado una relación que no conduce a la integridad. Esa relación partió de la
enfermedad porque partió de una visión que es falsa, no es la de la totalidad. Ocurre que
hemos confundido al paciente con su química. Nosotros no somos nuestra química. La
química es la consecuencia del dolor y del amor en nuestra vida, del milagro de nuestra
vida.

Ahora sabemos que podemos mirar el mundo de otro modo, que podemos vernos de otro
modo y que siempre nos podemos preguntar ¿estoy viendo la integridad?

Cuando caemos en el juicio, en el prejuicio, en el debería ser, en el perfeccionismo, en la


expectativa, ya no estamos viendo la verdad; no estamos viendo la integridad y estamos
generando un infarto en la relación.

Ejercicio: Ahora vamos a hacer otro ejercicio, este es el más importante de todos. Para este
ejercicio necesitamos apagar la luz, cerrar las ventanas y estar en la penumbra. Este
ejercicio es muy importante. Les advierto que es posible que tengan sensaciones o
sentimientos extraños, por tanto, no actúen desde el debería ser. No piensen ¿qué es lo
que yo debo ver? Abandonen toda su estructura formal en cuanto a la visión y,
simplemente, sean conscientes de que más allá de la realidad puntual, lineal, racional que
vemos, existe otro tipo de realidad que es visible, que realmente podemos ver. Es una
realidad tan real como la de nuestros ojos externos. Es una realidad que nos aproxima a
otro tipo de visión y que nos va a llevar a una reflexión en términos grupales. El ejercicio
consiste en que ustedes van a imaginar que detrás del otro hay un paisaje muy hermoso.
Hay un sol que está naciendo en el horizonte, muy lejos. Y ustedes enfocan la mirada en la
distancia sin perder la conciencia de que el primer plano es el otro. Lo van a ver en el
marco de un paisaje y el paisaje se prolonga mucho más allá del otro. Es lo que van a ver.
Condición, siempre la mirada enfocada en el fondo, en la distancia, primero. La segunda
condición es mirar como si el sol fuera un punto fijo, no pueden estar trajinando con la
mirada. Observen de esta forma, cambiando el enfoque. La tercera condición es hacer el
esfuerzo de parpadear lo menos posible porque cuando parpadean pueden cambiar el punto
de enfoque. Aunque los ojos se pongan un poco llorosos, si ya están llorosos o fatigados,
entonces parpadean, pero un segundito nada más, un instante y continúan con ese mismo
tipo de enfoque. Van a tomar entonces el compañero de enfrente y van a practicar
mutuamente, sin hablar. Aquí las palabras interfieren el proceso. Solamente vamos a estar
concentrados en el fenómeno del asunto de la visión. Apagamos la luz y van a empezar el
ejercicio, unos cinco minutos. La penumbra no es por nada misterioso, es porque los
bastones ven mejor en la penumbra y esta es una visión de alta frecuencia que tiene que
ver con los bastones y no con los conos. Nos preguntamos qué tal si pudiéramos ver al
mismo tiempo lo que está cerca y lo que está lejos; si pudiéramos ver el cuerpo sin perder

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la perspectiva del Alma; si pudiéramos ver el primer plano sin perder la magia del paisaje;
si pudiéramos en cada momento de la vida construir un cuadro íntegro donde cada quien
estuviera delante de nosotros con todas sus circunstancias. Como si su dolor, su alegría, su
ira fueran el paisaje de su vida y que yo pudiera ser sensible a ese paisaje. ¿Cómo sería
nuestra visión? Normalmente tenemos una visión que es una visión central, la cual está
relacionada con los detalles y tenemos una visión periférica que está relacionada con las
sombra, con los contextos, con aquello que no vemos con tanta claridad. En la visión
central predominan las bajas frecuencias que corresponden a los colores, al rojo y al verde
especialmente, a los amarillos que es una mezcla de rojo y verde. Esos son los conos. Pero
en la periferia tenemos células que son los bastones que permiten ver las más altas
frecuencias. Las que van al azul, hacia el violeta, pero también las que salen del violeta
hasta lo que llamamos el campo etérico. El campo etérico es un campo de vibración
electromagnética de mayor frecuencia que el campo físico. Esta es la razón de que sea
invisible. Pero el ojo, especialmente los bastones pueden percibir más allá de ese campo
visible y es a eso a lo que se llama la visión etérica. Lo que hemos hecho es una práctica
de visión contextual o de visión etérica. Algunos se habrán dado cuenta de que esa
visión etérica trae otro tipo de visión que es una visión astral o una visión de campos
emocionales. Otros, tal vez, lograron percibir que más allá de esa visión existe una visión
de arquetipos, de campos mentales, campos de geometría, o campos de conciencia
transpersonal. Lo cual significa que nuestra visión no sólo es física. Uno ve con los ojos,
pero los ojos están viendo generalmente mucho más de lo que nuestra conciencia percibe.
Es decir, que hay una serie de territorios a través de los cuales nosotros podemos ver. Hay
una visión física, hay una visión etérica o de campos de energía. Hay una visión en la
cual captamos patrones de organización emocional y aún más allá.

Vamos a compartir la experiencia que han tenido pues es importante. ¿Quién vio algo que
normalmente no ve en su vida cotidiana? Algo que se salga de lo ordinario para su propia
visión habitual. ¿Nadie? ¿Habéis visto algo diferente que queráis compartir?

Persona 1: ve una imagen que no es la imagen habitual, es una imagen que se distorsiona,
que es como el negativo de una foto en relación a la imagen habitual.

Persona 2: Ve figuras geométricas.

Jorge Carvajal: Esa es una visión real. Nosotros vemos patrones geométricos porque
estamos hechos de arquetipos o de patrones geométricos. Muchas personas ven patrones
geométricos. Es difícil el ejercicio porque normalmente uno trata de ver desde el “debería
ser” o desde qué es lo que debería que ver. Inconscientemente trata de desechar aquello
que se sale del patrón normal de la visión. Para entender esto podríamos decir que uno no
ve al otro, sino que proyecta la película que tiene dentro, la de su memoria y por eso no
tiene una visión nueva. Entonces aquí tenemos un ejemplo de que se pueden ver
arquetipos. Es lo que ocurre durante la sanación. Durante la sanación podemos ver líneas,
imágenes, triángulos, tetraedros, figuras tridimensionales que están en movimiento,
entramos en un campo de visión total.

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Persona 3: La imagen de la persona se disuelve.

Jorge Carvajal: Es muy especial y esa es la visión más real. Aparentemente, es la más
irreal porque no se ve, es que se disuelve, estamos como en una nebulosa. Eso es quántica;
entramos en el campo quántico. De pronto nos aterramos porque sabemos que el otro está
frente a nosotros, pero se disuelve y entramos en un campo del vacío. Es como si el otro
fuera transparente. Creemos que no vemos nada, pero esa es una visión transcendental. Es
como si de pronto, en la conciencia, supiéramos que a pesar de que tenemos los ojos
abiertos entramos en resonancia con el campo quántico. El campo quántico es el vacío,
pero el vacío es la totalidad, es lo que contiene la vibración de todo lo que se ve. Ese
campo quántico se puede ver desde el campo neuronal. El campo neuronal es el
instrumento de lectura, de visión y de percepción del campo quántico. Si nosotros
pudiéramos decir en este momento que es posible acceder a ese mar de la conciencia
implícita que llamamos al campo quántico, ese campo de todas las posibilidades antes de
que se haya formado el mundo exterior, antes de que se haya formado el cáncer o aquello
que vemos; entonces podríamos decir que actuando sobre ese campo quántico, ese campo
del que emergen, por ejemplo los arquetipos, podríamos cambiar la historia de la
enfermedad. Realmente, ¿eso es posible? La respuesta es que sí, que es posible.
Obviamente, no es para quitar el karma a nadie, pero es posible que una enfermedad
irreversible desaparezca, que un cáncer desaparezca. Tenemos miles de casos en todo el
mundo de los grupos de sanación que nos demuestran que es perfectamente posible. Para
nosotros no es un milagro, simplemente es la aplicación de un nuevo tipo de leyes que no
son las leyes de la física. En el contexto de las leyes de la física no es posible, pero en el
contexto de las leyes de la conciencia es perfectamente posible.

Aquí tenemos el ejemplo de una visión en la cual no se ve nada a pesar de que se debería
ver y entonces uno se frustra y dice “yo no vi nada”. Que maravilla que no veas nada.
No ver nada en ese caso es entrar en ese campo de conciencia que es totipotencial.
También tiene que ver mucho con la desprogramación. En la sanación no puede haber
expectativas, no puede haber programación. No se hace la sanación de memoria, eso no
existe. En la sanación, a pesar de que haya algunas vías a través de las cuales podemos
transitar, nos abandonamos totalmente, nos entregamos a la magia del presente y ahí
aparece lo que se debe hacer, que no viene de nuestra pequeña memoria, de nuestra
pequeña mente. Proviene de la mente transpersonal, de ese mar de la conciencia universal.

Persona 4: Ve las caras diferentes.

Jorge Carvajal: Esa es una visión fractal. Es un contexto sistémico de la conciencia en el


cual una figura geométrica reproduce otra y otra y otra. En este caso, una cara reproduce
otra y otra. Así, vemos que esa persona, que aparentemente es una, tiene múltiples
aspectos en su interior. Muchos artistas lo dibujan, es muy bonito.

En las grandes culturas tradicionales son comunes las máscaras. En ellas está implícita una
cara que no solo está aquí, si no que a veces está en el ombligo, que a veces está en los
pies. A veces, eso desemboca en modas como los tatuajes. Realmente, estamos acudiendo

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al mismo arquetipo de fractales que se van repitiendo. Así que uno no es uno, su
personalidad tiene muchos instrumentos. Tiene muchísimos aspectos, tiene llamémoslo
facetas, múltiples caras o facetas. Podemos llegar a reconocer, es decir el terapeuta puede
reconocer con su visión, tanto externa como interna, otros aspectos invisibles, pero que
están ahí en el campo etérico, en el campo de conciencia de la energía, en el campo
emocional y se pueden ver. Esto no es una esquizofrenia, es una visión real y es
perfectamente factible acceder a ese tipo de visión, no salgan corriendo porque que es real.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.7/3

Somos un campo de energía en vibración. Si nos miráramos, si nos pudiéramos ver a nivel
energético, eléctrico o etérico, lo que veríamos es un caleidoscopio de líneas de luz que se
entrecruzan, que se refuerzan, que cambian de colores, que oscilan como olas.
Vamos a hablar de los rayos, de la vibración que va más allá de la vibración
electromagnética. Somos un campo de energía en vibración. Si nos miráramos, si nos
pudiéramos ver a nivel energético, eléctrico o etérico, lo que veríamos es un caleidoscopio
de líneas de luz que se entrecruzan, que se refuerzan, que cambian de colores, que oscilan
como olas. Eso sería lo que veríamos. Veríamos más una parte de un océano y las olas de
ese océano. A esta parte la llamaríamos un órgano, un sistema, Si pudiéramos ver más
allá de la trampa de la visión concreta podríamos tener ese tipo de visiones, las cuales,
frecuentemente, vienen en los procedimientos de sanación cuando un grupo está conectado
y forma una unidad de conciencia. Son formas pensamiento, tienen realidad sustancial,
no tienen nada que ver con la sustancia de la materia, pero son una sustancia sutil y se
pueden ver. Algunos los ven e incluso se pueden fotografiar. En ocasiones eso que
llamamos fantasmas son nuestros mismos complejos, nuestros pensamientos, nuestras
propias creencias que nos van acompañando. A veces los maleficios que nos hacen no son
tanto lo que nos ponen de fuera, sino lo que nosotros mismos hemos introducido. Nuestros
miedos forman fantasmas, se condensan y los llevamos con nosotros. Y alguien que pueda
percibir con la visión etérica, o la visión astral, con la clarividencia, con una videncia
que va más allá de la visión ordinaria, los puede ver. Pero no solo ver, sino que los puede
tocar, palpar, sentir. De pronto se nos pone la carne de gallina o tenemos una
piloerección, o una sensación que nos recorre la espalda, son percepciones más sutiles que
vienen de campos sutiles de la energía y tenemos que aprender a reconocerlos porque
nosotros trabajamos con todo el instrumento de nuestro cuerpo cuando hacemos una
sanación. Estas sensaciones nos pueden producir cierta armonía o de disarmonía, pero
no son para salir corriendo.

Cuando llega un paciente y nos asustamos, deberíamos saber que ese susto es un fantasma
que él tiene con un fantasma que resuena dentro de mí, digámoslo así. No le puedo echar
la culpa a él. Si yo tengo miedo del miedo que aparece en su aura es mi propio miedo que
dialoga con el otro. Así, que el sanador se está sanando en la medida en que reconoce todo
este tipo de energías.

¿Quién vio más de una cara? ¿Quién vio más, es decir, como si en el otro viera otra cara?
Realizando este tipo de ejercicios ocurre que miramos al otro y, de pronto vemos un indio
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con plumas, con el arco y la flecha, y nos dan ganas de salir corriendo. Esto se ve porque
con nosotros está toda nuestra filogenia. Lo que somos en el momento presente es apenas
una síntesis de todo el recorrido de las especies. También en nosotros está el dinosaurio, a
veces más vivo y más fuerte de lo que creemos. Creemos que lo dejamos hace 70 millones
de años y está aquí con nosotros. A veces con nosotros está la tortuga y se apodera de
nuestro cuerpo por lo que nos acorazamos y realmente vivimos como si fuéramos tortugas
con una gran coraza, escondidas y defendidas de la vida. En otras ocasiones vivimos
literalmente pegando los dientes o inhibiendo a ese personaje que hay dentro de nosotros.
Por tanto, en nosotros hay muchos personajes que son reales y se pueden ver con los ojos
físicos. No es que aquí nos hayamos juntado un grupo de sicóticos o de esquizofrénicos,
no. Esas son visiones totalmente reales. No podemos salir corriendo, de pronto cuando
enfocamos la visión, ya no la visión central de la que observa al detalle, la que ve solo
delante de la nariz, sino la visión total, la visión integral, la visión periférica, empezamos a
ver el contexto y ese contexto es significativo. Pero, obviamente, como en el mundo de
los sueños, que también es un mundo real, es un mundo del que tenemos que poseer otro
código de lectura porque no lo podemos interpretar de la misma manera. No podemos
concluir que como al mirar hemos visto un monstruo, la persona es pues un monstruo; no.
Hemos visto que el otro tiene dentro de sus arquetipos, de su memoria y de su historia ese
monstruo. Como se tiene la bella se tiene la bestia. Como se tiene a Eros se tienes a
Logos, y todos ellos están dentro de uno mismo. Estaría bien que pudiéramos ayudar a
unificar y a integrar todas esas fuerzas que están en el presente, que son las fuerzas de la
personalidad, las de nuestra historia. Así, vemos que la realidad es mucho más rica de lo
que nosotros consideramos, es mucho más profunda y mucho más significativa. La
apariencia no nos deja ver la realidad, pero cuando enfocamos nuestra visión y tenemos
profundidad y perspectiva en nuestra visión empieza a desnudarse un mundo que va más
allá de de las apariencias. Sin embargo, no vayamos a creer que para ser sanador hay que
ver ese mundo con los ojos externos, pues hay que percibirlo con la visión interna

Y la última pregunta. ¿Quién vio luz? Es la visión etérica que sucede cuando
desenfocamos la mirada. Ustedes de pronto están mirando al atardecer y ven un árbol y
alrededor del árbol ven ese halo luminoso y entonces, como les parece encantador, miran
el árbol y desaparece. Esto ocurre porque eso que se ve es una visión etérica. La visión
etérica la tenemos todos los seres humanos, eso no es una cosa transcendental, ni una
evolución espiritual muy especial. Todos la podemos tener cuando desenfocamos, cuando
enfocamos la mirada en la distancia y no estamos mirando los detalles, automáticamente
empezamos a mirar o a percibir esas altas frecuencias que forman más allá de la radiación
ultravioleta el aura de todas las cosas, de las personas, de la montañas, del mar al
atardecer. Así que aprender a mirar contextualmente, mirar la profundidad, mirar a la
debida distancia, nos permite reconocer la totalidad. Ese el arte de enfocar para ver la
realidad, viendo lo local y lo global al mismo tiempo. Y si además incluimos el contexto
percibimos una realidad contextual o una realidad significativa. A eso lo llamamos pensar
global, actuar local y sentir total. Es una visión que se relaciona con el corazón, con el
código del sentir. Por eso hemos insistido tanto en las preguntas “qué sienten” y “qué
perciben”.

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La correcta visión es la visión de la amistad, la correcta distancia, allí donde nos
podemos contemplar desde la totalidad. Eso implica iniciar en la ciencia las correctas
relaciones humanas, pues eso es lo que vinimos a aprender todos. Casi todos los problemas
de salud son relacionales, la salud es un asunto relacional. Ocurre en el contexto de
nuestras relaciones, así que sanar la vida es sanar las relaciones básicamente. Pero sanar
las relaciones es también sanar la relación del terapeuta o del sanador con los pacientes.
Todos ellos vienen enfermos de relaciones porque vienen agresivos con el hospital, con los
médicos, con la manera de abordar que tenemos; ellos han ido en busca de consuelo, de
esperanza para su angustia y para su dolor y han terminado simplemente con una receta y
un enfoque molecular. Ellos han ido en busca de una ayuda para su campo emocional y lo
hemos confundido con su campo molecular. Así, que el sanador ha de empezar sanando
las relaciones del paciente con la medicina. El sanador ha de demostrar al paciente que
como sanador es de fiar. Para ello es necesario que sea una persona amistosa. Que nosotros
podamos ser amigos, tratar cordial y amistosamente a los pacientes.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP. 7/4

Independientemente del nombre que les demos, todas las enfermedades son alteraciones
de nuestros ritmos.
La sanación no es un contexto sagrado y misterioso en el que de pronto sale humo blanco
y se hacen rituales mágicos. Hay que quitarle todo ese contexto y humanizarla. Es un
contexto en que hay seres humanos como nosotros que se ríen, que cuentan chistes, que
disfrutan, que también han llorado como nosotros, es decir, personas suficientemente
próximas, humildes, amistosas, que dan confianza. Este contexto de confianza hace que la
relación sea total y, además, es participativo. El paciente no puede seguir siendo paciente
tiene que ser impaciente. Ha de participar, comprometerse con la propia vida porque no
hay un “sanador mago” que lo haga por el otro, no. Ayuda a que lo hagamos por nosotros
mismos... Cuenta contigo, restaura tu potencial. El sanador reconoce que no hace las cosas
desde afuera, en última instancia es el Alma la que sana, así que lo que hacemos es
reconectar al paciente con ese potencial interior, movilizar la energía, pero no es nuestra
energía interna, es la propia energía del paciente la que va a contribuir a sanarlo. El
sanador restaura el contacto del paciente con su Alma, eleva los ojos del paciente al Alma.
Contextualiza la enfermedad para que el paciente comprenda en vivo y en directo que no
es una catástrofe, sino una lección por aprender, que es el mejor de sus maestros y
cuando se aprende la lección frecuentemente el maestro (enfermedad) se puede ir.

A veces, cambiamos de maestro y la vida nos manda otro más estricto. Esto no debería
importar. La vida son lecciones. El sanador es un docente, está ahí para darle sentido a la
enfermedad. Es un educador. Doctor viene de Doxce, que es educar. Pero el sanador sabe
que solo no lo puede hacer. No hay ninguno de nosotros ni tan especial, ni tan importante
que pueda desplegar el potencial del Alma si no nos unimos al Alma grupal, si no nos
unimos a nuestra humanidad. El sanador cuenta con el alma del paciente, con el grupo de
sanación, con sus hermanos, con sus compañeros de grupo. También cuenta con esa fuerza
subjetiva, pues aunque el sanador esté solo en su consulta, nunca está solo porque se está
conectando con un vórtice de conciencia que es colectivo. El sanador cambia su visión de
si mismo. Sabe que es un canal de pasaje de una energía que es transpersonal, que es
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cósmica. El sanador cambia su noción de conocimiento, pero no es cierto que lo tenga que
conocer todo. Conozco grandes sanadores que no saben nada de nada, y al no saber nada
de nada sienten el todo en el todo y entonces entran en ese vórtice de sabiduría que es
existencial. La sabiduría está en sus manos aunque no traten de entenderla, son un vórtice
de comprensión. Una buena ama de casa, la curandera de la esquina, un obrero, un pastor,
un pintor etc. pueden ser excelentes sanadores. Normalmente, en un grupo de sanación lo
que hay es una conjunción de conciencias, unos desde la palabra, otros desde el silencio,
otros desde el conocimiento y algunos otros desde el amor del corazón. Así, se forma un
arco iris, una corriente en la que las energías se vuelven complementarias. Por tanto,
cambiamos nuestra visión y eso corresponde a ir más allá de la personalidad. No somos
personalidades, no estamos aquí para que nos acepten, para que nos reconozcan, para ser
famosos. Estamos aquí para servir y cuando servimos llevamos una vida impersonal.
Cuando llevamos una vida impersonal alineamos nuestra personalidad y podemos vernos
impersonalmente, vernos más allá de nuestras expectativas, nuestra autoimportancia y
nuestro afán de reconocimiento. Vernos en nuestra capacidad de ayudar y nuestra
capacidad de servir la posibilidad de cambiar el sentido de la vida del recibir al entregar y
al dar, para poder renovar el propio potencial. Éste es el cambio de visión del sanador. Ese
cambio de visión o empezar a ver el mundo en otra perspectiva, significa 3 cosas:

1ª.- Cambiar el sentido de la enfermedad. La enfermedad no es lo contrario de la salud,


es condición de la salud. Sanar no es luchar contra la enfermedad, es promover la salud,
que es una cosa muy diferente. Hay que entender que las enfermedades no son locales.
Todas las enfermedades locales son expresiones locales de procesos globales, de procesos
sistémicos. No enferma el hígado sin que enferme la persona. No se enferman los huesos
sin que se enferme la conciencia. Todo eso es una expresión de algo que nos compromete
globalmente en la sanación. Entonces, no existen partes, existen reflejos de la totalidad,
así que hemos de empezar a cambiar nuestra noción de la enfermedad. Ese cambio de la
visión de la enfermedad incluye aceptar que la enfermedad siempre es un maestro del cual
puedes aprender una lección. Es una pregunta que te hace la vida a la cual solo tú puedes
dar la respuesta. Cuando encuentras la respuesta en vivo se puede resolver la enfermedad.

En una dimensión mucho más profunda podemos decir que la enfermedad es como una
disritmia; una alteración de los ritmos ya que, la vida simplemente es armonía rítmica,
por tanto, la enfermedad es una pérdida de esa armonía rítmica. Se te acelera el corazón o
se te hace más lento, se te acelera el intestino o se te hace más lento, se te acelera la mente
o se te hace más lenta. A uno le llamamos una manía y a otro una depresión, a uno una
diarrea o a otro un estreñimiento, taquicardia o bradicardia. Independientemente del
nombre que les demos, todas las enfermedades son alteraciones de nuestros ritmos.

Ahora bien, si fuéramos aún más lejos en nuestra visión de la enfermedad podríamos decir
que se pierde el ritmo cuando se pierde la paz. La enfermedad es una pérdida de nuestra
paz. Se pierde la paz cuando se pierde la pausa. Se pierde la pausa cuando se pierde el
contacto con el centro, con el silencio interior. Cuando perdemos la paz y la pausa
perdemos el ritmo, pues está hecho de pausas, no hay ritmos sin que haya pausas. Al
perder la paz, la pausa y el ritmo podemos ver que lo que ocurre es que nos hemos

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desconectado de nuestra historia y ha perdido sentido, porque, realmente, tenemos paz
cuando toda nuestra historia tiene sentido. Cuando eres el heredero de tu historia y no te
quedas anclado en ella, sino que la liberas en tu presente, tienes paz.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP. 7/5

La primera causa del fracaso terapéutico en todas las medicinas y, obviamente, en la


sanación es la resistencia a la enfermedad. La resistencia agrava la enfermedad.

Por eso el sanador sabe que la primera condición para sanar es la paz. Si él no tiene paz,
no puede sanar. Desde la excitación, la ansiedad, la perturbación, la expectativa y la
programación no se puede sanar. Se sana desde el presente porque en el presente el Alma
se expresa. Por tanto, lo primero que se ha de buscar es que el paciente se relaje, pues, si
un paciente no está relajado, difícilmente sana. Él se relaja no porque el terapeuta le diga
“relájate”, sino porque el terapeuta está en paz. Si hay paz en nuestro corazón, él confiará
en nosotros. Si el confía, se relaja, se entrega al presente, se abandona y se vuelve
sensible a la fuerza y energía de su Alma.

Observen que estamos cambiando la dimensión de la enfermedad. Hay enfermedad


cuando no hay paz, primera afirmación. Primer gran medicamento: la paz. Nuestra paz es
un medicamento. Dad la paz a vuestros pacientes con la mirada, con la palabra, con
vuestra compañía y con vuestro abrazo. No importa que no tengáis muchos medicamentos
en la memoria porque vosotros sois la mejor esencia floral. La mirada ya es una esencia
floral, llenadlo todo de vuestra paz. Obviamente, no daréis paz si no la tenéis. En ese caso
ocurre que estáis en el autómata, en la inercia, en la inconsciencia. Paradójicamente la
mayor evidencia de inconsciencia es la memoria.

La memoria, que nos sirvió para conocer nuestra historia, nuestro mundo y asimilarlo, es
una trampa mortal porque nos sirve para vivir de memoria. Cuando vivimos de memoria
estamos congelados en el pasado, nos negamos en el presente y perdemos la paz. La paz
de los autómatas no es paz, es inconsciencia, que es la forma más terrible de perder la paz.
En la inconsciencia no puede existir paz. Vuestra paz es aquella que os debéis, aquella que
olfateáis, que saboreáis, que disfrutáis y vivís en presente, esa es vuestra paz.

Estamos viendo que la primera integridad es paz. Cuando no tenemos paz todo duele más.
Cuando no tenemos paz hay resistencia, fricción, recalentamiento y las enfermedades se
agravan. Al no tener paz no aceptamos y al no aceptar no tenemos un punto de partida
hacia nosotros mismo, no nos podemos conquistar. Primer medicamento, la aceptación.
Lo que no se acepta no se puede cambiar, no se puede transformar. ¿Queremos sanar?
Pues hemos de aceptar nuestro punto de partida que es la Enfermedad. Al aceptarla, la
escuchamos. Si vamos atacando la enfermedad o huyendo de ella, no podemos escucharla

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y el que no la escucha no puede comprenderla, por lo que no puede sanar. Se pueden
quitar los síntomas, pero no se puede sanar.

La primera causa del fracaso terapéutico en todas las medicinas y, obviamente, en la


sanación es la resistencia a la enfermedad. La resistencia agrava la enfermedad.

La primera ley de la sanación: La Energía Sigue El Pensamiento.

Si estamos pensando todo el día en nuestra enfermedad, así sea para atacarla o combatirla,
le estaremos dando energía, porque la energía va allí. Si tenemos una gastritis y
pensamos todo el día en ella, se va a agravar la gastritis. Pero si diluimos la gastritis en
el resto de cosas de la vida que tenemos: corazón, paisajes, abrazos, cariño, flores, cantos
de pájaros, tantas cosas, entonces dejamos de convertirnos en un estómago. Es clave que
nosotros comprendamos que la mente es una lente amplificadora y allí donde llevamos la
mente todo se amplifica. Así que, si la llevamos al estómago, nos crece el estómago,
digámoslo así. De hecho hay muchas experiencias a través de la hipnosis, de la sugestión
y de imaginería. Existe un experimento en el que un grupo de mujeres hace crecer sus
senos imaginando que calientan con agua la zona de los senos, aumentando la circulación
y el metabolismo. Se constata como al cabo de 2 ó 3 meses los senos de todas han
crecido. Eso es simplemente un efecto de la mente. Así, que allí donde tenemos nuestra
mente creamos un campo de amplificación para la energía. Allí donde tenemos nuestra
resistencia aumentamos la fricción y allí donde aumentamos la fricción aumentamos el
dolor o la enfermedad. Eso es relajar al paciente, descontextualizar desde la enfermedad y
contextualizar hacia la totalidad, diluir la enfermedad en la totalidad. Si el paciente llega y
nos encuentra muy transcendentes muy fundamentales, y muy serios se va a preocupar
más. Mejor si se permiten contarle un cuentecito, le toman el pelo al paciente, se bajan del
pedestal, lo abrazan y hacen sentir que es humano como ustedes.

Pongamos un ejemplo para ver esto. El paciente dice: Dr. Tengo una rinitis. Y nosotros le
contestamos que también la tenemos. O le podemos decir que nos duele la cabeza porque
estamos pasando por un conflicto con nuestros hijos. Cuando hacemos estos comentarios
se rompen las barreras, nos aproximamos y tenemos paz. La enfermedad es ausencia de
paz, primera visión. Segundo, la enfermedad se ubica en los núcleos vacíos de amor.
Donde no hay amor habita la enfermedad y los núcleos vacíos de amor tienen un nombre
bien claro el “temor”. Donde hay temor no puede existir el amor. De tal manera que
muchas enfermedades son otros nombres del temor. Aún el miedo de enfermarse produce
enfermedad. El miedo de morir produce enfermedad. El miedo de no ser reconocido, de no
ser amado produce enfermedad. El temor tiene sus raíces en el temor de morir. En la
sanación cambiamos la visión de la vida y de la muerte. ¿Cómo la cambiamos?

1.- La vida no es lo contrario de la muerte. Muerte y vida no son dos cosas opuestas como
considerábamos.

2.- La muerte no es el fin de la vida, ni es el fin.

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3.- La vida es una corriente que no termina en el cuerpo, ni comienza en el cuerpo, sino
que pasa por él.

4.- Las dos riberas de la vida son nacimiento y muerte, pero el río es la vida y ese río es
continuo.

5.- Lo más importante es que no hay una muerte, aunque hay muchas muertes en cada
vida. Por tanto, cada vida está hecha de muerte, esa es su sustancia. Así, redimimos
nuestra imagen de ella. Cada espiración es una muerte, cada día que termina es una
pequeña muerte. Cada día que nos dormimos asistimos a una pequeña muerte. Cada
pérdida y cada renuncia es una muerte. La historia de la muerte es la historia del gusano y
la crisálida. O sea que la muerte es el estado de conciencia en que se procesan las alas.
Después, sale una mariposa, el Alma. Cuando lo vemos en la perspectiva de la biología,
podemos explicar a la gente para qué vamos quitando esa gran causa de la enfermedad
que es el miedo.

Dentro de nosotros hay dos grandes arquetipos: el creador y el destructor. Son arquetipos
de la conciencia que están impresos en la biología y son interdependientes. El creador no
puede hacer nada si el destructor no destruye. El arquetipo del destructor se llama la
“apoptosis” cuyo nombre bioquímico es factor de necrosis tisular. Es un sistema a través
del cual las células se mueren para generar un vacío que pueda ser ocupado por la vida.
Sin esa muerte programada y permanente no podríamos vivir ninguno de nosotros. Cuando
esa muerte falla, falla la vida y esto es una paradoja porque la falla de la vida es una falla
de la muerte. La enfermedad es una falla de la muerte. Cuando las células no se destruyen
y no se mueren silenciosa y oportunamente, entonces sobreviene un cáncer; en otras
palabras, una negación de la muerte. Un grupo de células se niega la muerte y entonces se
devora la vida. Ocurre exactamente lo mismo en la endometriosis y en la enfermedad
autoinmune. Muchas enfermedades son, simplemente, esos nombres en que la salud de la
muerte no está presente. Así, surge otra paradoja al decir” la salud de la muerte”. Sin
muerte no existe la vida. Sin vacío no existe la plenitud.

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