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¿Cuál ecologismo socialista?

En circunstancias en que tenía lugar el tratamiento parlamentario de la ley que levanta el carácter intangible
del TIPNIS, en la sesión de honor por el día de la Patria, el Vicepresidente del Estado enfiló su arremetida
contra los ambientalistas que cuestionan la construcción de una carretera por el corazón del parque Isiboro
Sécure. Tras una larga retórica que da para debatir múltiples aspectos, los estigmatizó como portavoces del
colonialismo pro capitalista y remató propugnando la urgencia de un "ecologismo socialista”.

Con la temática final así planteada no pude dejar de recordar lo que la ex URSS (Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas) hizo con el mar de Aral, entre los años 50 y 60 del siglo pasado.

Para ampliar sus áreas agrícolas y potenciar su industria algodonera desvió las aguas de los dos principales
afluentes de dicho mar, con un impacto que décadas después derivó en que el cuarto lago más grande del
mundo se convierta en un nuevo desierto.

El nivel de sus aguas bajó más de 20 metros y de los 68.000 Km2 de superficie de su espejo de agua solo
quedaba el 10% en su momento más crítico. Las tormentas de arena en la zona resultaron frecuentes, las
temperaturas frías y cálidas se hicieron extremas, con preocupantes impactos sobre la salud de la población
y una mayor mortalidad infantil.

La fórmula de García Linera de satisfacer "demandas sociales” mediante la transformación de la naturaleza,


sin una preocupación sincera por los equilibrios ambientales, hace más de medio siglo estaba ilustrada con el
desastre ambiental del mar de Aral.

No era obra de una potencia capitalista, era la práctica de uno de los regímenes del socialismo real y cuyos
portavoces más radicales a favor de esa política hablaban, en aquel entonces, de que el mar de Aral debe
morir como un soldado cae en la batalla. Y hacían oídos sordos a voces disidentes, que desde el ámbito
académico y recurriendo a citas del propio Engels, compañero de Marx, fundamentaban que no se debe
jugar con la naturaleza.

Así, las "demandas sociales” con frecuencia resultan el slogan con el que se manipula a segmentos de la
población para llevar a cabo políticas en pro de intereses soterrados y que más tarde se delatan, ya como
afectaciones irresponsables del derecho colectivo a un medio ambiente benigno, ya para soslayar sus
fracasos en otros aspectos de sus políticas públicas.

Se despotrica a voz en cuello contra el capitalismo, las transnacionales y sus políticas colonialistas; pero el
actual régimen Morales-García Linera, desde sus inicios, pretendió constituir sociedades con las
transnacionales y ante su escaso éxito, ahora busca introducir nuevos atractivos en su oferta para que ellas
vengan y se hagan socias del régimen.

Con el Decreto N° 29130, de mayo de 2007, el Gobierno declaró las áreas de interés hidrocarburífero en
zonas no tradicionales, y según su documento anexo se tienen 723.502,20 hectáreas ubicadas precisamente
en el Sécure (bloques 19 y 20), pero que al igual que otras reservas en el país, en toda una década, no
cautivó lo suficiente a los inversionistas extranjeros, en razón a que tales empresas debían cubrir la totalidad
de los costos de las tareas de exploración.

Frente a ello, desde hace media década el Gobierno pensó en incorporar un atractivo especial para la
inversión extranjera en el parque Isiboro Sécure, e indudablemente la carretera por el TIPNIS pagado por el
país es su mejor oferta, toda vez que con ella las transnacionales petroleras bajarán sustancialmente los
costos de la logística de su labor exploratoria.

Pero esa realidad el Gobierno no la querrá reconocer, porque ella, una vez más, hace añicos su
anticapitalismo de palabra, que no es más que pura fachada para encubrir su búsqueda de sociedades
económicas reales con las transnacionales y potencias del extranjero.
Gonzalo Rodríguez Amurrio es abogado y ex dirigente obrero.

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