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Dirección Universitaria de Educación a Distancia

EP PSICOLOGIA HUMANA

PREGUNTAS
1. Analice el tema: Las preguntas fundamentales de la Filosofía. A continuación: (a)
Indique las características de las preguntas del contenido de la filosofía. (b) Resuma
el contenido del tema: ¿Cuáles son las preguntas fundamentales de la filosofía? (5
puntos)

(a) CARÁCTERÍSTICAS DE LAS PREGUNTAS DEL CONTENIDO DE LA


FILOSOFIA

Como se desprende de lo que afirma la profesora Romero (2010), cuando uno se interesa por la
Filosofía puede querer aprender filosofía o aprender a pensar o a filosofar, incluso –lo más loable-
puede querer aprender las dos cosas. De acuerdo a ello podemos encontrar dos tipos de preguntas
(párr. 3-7):

I. Las preguntas del contenido de la filosofía. Son aquellas cuyo contenido es el de los
problemas fundamentales de la filosofía. Se clasifican en:

a. Interrogantes de carácter teórico. Frente a los diversos fenómenos se preguntan qué o


cómo son, pasando a describirlos.
b. Preguntas filosóficas de carácter práctico. Responden qué debemos hacer o cómo
debemos actuar frente a distintas situaciones que se plantea el ser humano.

II. Las preguntas de la actividad filosófica. Estas tienen que ver con la manera de buscar las
respuestas a las cuestiones del contenido de la filosofía. Históricamente en este ejercicio ha
cobrado el diálogo filosófico.

Entendido esto, paso a detallar las características de las preguntas del contenido de la
filosofía (Romero, 2010: párr. 8-9).

 Son radicales (del lat. tardío radicālis, y este der. del lat. radix, -īcis 'raíz'), por tanto,
se interesan por todo aquello que supone el origen, la causa, la base o el soporte de
cualquier cosa. Esta característica ha originado que:
~ den lugar a polémicas o largas discusiones filosóficas, incluso a través de los
tiempos.
~ se transforme o mejore la comprensión que tenemos de la realidad.
 Evidencian nuestra curiosidad (del lat. curiositas), es decir, la intención de descubrir
algo que uno no conoce.
 Muestran la constante búsqueda del hombre por conocerse a sí mismo.
 Son concretas sobre problemas concretos; es decir, precisan o delimitan problemas o
interrogantes sobre la realidad o de cuestiones que tienen que ver con nuestra forma de
vivir o actuar.
 Promueven o fomentan la especulación y deliberación: es decir, la reflexión
argumentativa sobre lo universal y necesario que es lo único sobre lo que puede haber
ciencia, la especulación, expresada en la investigación filosófica y científica; y la
deliberación que versa sobre lo contingente, aquello que puede ser de una u otra
manera, un acto entendido en cuanto proceso y resultado en el cual se evalúan los
pros y contras relevantes con objeto de adoptar una decisión determinada; este
proceso puede ser efectuado de manera individual (a modo del platónico diálogo
consigo mismo) o colectiva.
De igual opinión es Beinstein (2012), quien cita a Romero (párr. 1).

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(b) RESUMEN DE: ¿CUÁLES SON LAS PREGUNTAS FUNDAMENTALES DE LA
FILOSOFIA?

Nota importante: Estimado docente, al respecto del resumen, no he encontrado en internet


ningún trabajo que aborde el tema en más de 10 páginas; y los muy pocos que habían, me
pareció no trataban el asunto de modo satisfactorio; es por ello que decidí resumir y sintetizar
el parecer de distintos autores importantes -debidamente citados- que pudieran dar una mejor
idea sobre el tema que venimos tratando: Las preguntas fundamentales de la filosofía. Espero
tenga a bien valorar el gran esfuerzo y seriedad en responder esta pregunta; además,
considero soy capaz de hacerlo así por los años formación filosófica que he recibido.

A través de las épocas el hombre se ha preguntado sobre sí mismo, sobre el origen o principio
fundamental del mundo en que vive y sobre la razón o modo de conocer. Aristóteles y Platón
pensaban que ello se debía a la capacidad de asombro y de admiración y curiosidad del hombre
ante mundo que lo rodea y ante sí mismo o su propia conciencia de ser.

Este ánimo del ser humano llevó a que surja la filosofía, y entre sus cuestiones fundamentales
tenemos, con algunas variantes entre filósofo y filósofo, las siguientes:

~ Preguntas sobre el hombre.


~ Preguntas sobre el sentido de la vida.
~ Preguntas sobre el conocimiento, sobre la verdad.
~ Preguntas sobre el origen de las cosas, del mundo.
~ Preguntas sobre el SER.

a. Sobre el hombre.

Respecto al hombre ha habido muchas interrogantes. ¿Quiénes somos? ¿De dónde


venimos? ¿A dónde vamos? (Robles, 2015).

Al respecto ha habido múltiples intentos de respuesta en todas las épocas. Desde el


platonismo, pasando por el hilemorfismo aristotélico hasta las últimas concepciones
antropocentristas de los modernos, el hombre se ha preguntado sobre sí mismo intentando
dar explicaciones sobre su ser. La más difundida y aceptada por su cercanía a la realidad y
en consonancia y de aceptación en el actual mundo científico es la concepción de alma y
cuerpo (materia y forma de Aristóteles), que a su vez es la que asumió el cristianismo.

Un ejemplo de este drama histórico por saber quién es el hombre, su procedencia y su destino
lo podemos encontrar en las palabras de Kant: « ¿Qué puedo saber?; ¿Qué debo hacer?;
¿Qué puedo esperar si hago lo que debo?; ¿Qué es el hombre? En el fondo se pueden
concentrar todas en la antropología, puesto que las tres primeras cuestiones se refieren a la
última.» que las dijo en sus 'Lecciones de lógica' y 'Crítica de la razón pura'; citado por Bubber
(2013) al plantear el tema «Las cuatro preguntas de Kant sobre el hombre» (párr.1).

b. Sobre el sentido de la vida

Casi todos los filósofos desde los antiguos griegos, pasando por los existencialistas hasta los
más modernos abordan este tema de alguna manera. Lo cierto es que la vida sin sentido ha
sido un problema que ha asolado al hombre desde los inicios de la humanidad, tanto
individualmente como colectivamente con distintas consecuencias. Podemos ver explicando
esta realidad al mismo Sócrates cuando dice: “El hombre es profundamente ignorante de los
más grandes problemas que lo conmueven... El hombre presume saber… cree saber cuál
debe ser el sentido de la vida humana…afirmando con ello implícitamente el valor de sus
elecciones… Sin embargo, muy pocos, se plantean el problema de la verdad o el problema
de la bondad de tal vida o de tales actitudes, ni menos son capaces de ´dar razón´ de todo
ello. Por lo general, más que realizar personalmente sus existencia, los hombres ´se dejan
vivir´, se dejan arrastrar por las opiniones hechas, por lo que la ´gente´ dice o hace”.

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Para muchos, buscar o alcanzar la felicidad ha sido lo que dado sentido a sus vidas, para
otros, al menos, se hallaba en hacer actos que den sentido a la existencia (López, 2012: párr.
12 y Frankl, 1991: 63 respectivamente).

c. Sobre el conocimiento, sobre la verdad.

El tema del conocimiento ha divido a los hombres tanto en la antigüedad como en el resto de
las épocas. Primero respecto a que si el hombre llega a conocer la verdad y, después, en
saber cómo llega a conocer.

Por ejemplo, esta pregunta fundamental de la filosofía para Heidegger «repercute del modo
más agudo aun ahí y precisamente ahí donde al final de la filosofía occidental se pregunta del
modo más apasionado por la verdad, en Nietzsche. Pues Nietzsche en primer lugar parte de
esto, que nosotros no tenemos la “verdad”, lo que manifiestamente convierte la pregunta por
la verdad en lo más apremiante; en segundo lugar, él pregunta qué “valor” tiene la verdad; en
tercer lugar, él pregunta por el origen de la “voluntad de verdad”» (Heidegger, 2005: 9). Sin
embargo, para este mismo inminente filósofo contemporáneo, la verdad es desde antiguo un
“problema de la lógica”, pero no una pregunta fundamental de la filosofía, afirma: “la pregunta
por la verdad sigue siendo una meditación en el pensar y en el logos, por tanto una pregunta
de la “lógica”, …desde los tiempos de Platón y Aristóteles la pregunta por la verdad es una
pregunta de la lógica. Esto quiere decir: la búsqueda de aquello que la verdad es, se mueve
sobre las vías y en las perspectivas que quedan establecidas con la puesta en marcha y el
círculo de tareas de la lógica y de sus presupuestos” (Heidegger, 2005: 9).

Para Aristóteles, el hombre es capaz de alcanzar la verdad:


Al inicio del libro II de la Metafísica, Aristóteles, ya nos dice que el objeto de la ciencia
es la verdad, que es imposible alcanzarla completamente pero tampoco es dable que
se nos oculte en el mismo sentido, todo esto como consecuencia de nuestra particular
naturaleza. Lo dicho precedentemente evidencia que, para El Filósofo, el hombre es
capaz de verdad, pues posee un alma racional (parte divina en su ser), la cual le
proporciona la facultad del raciocinio o intelecto y que, a su vez, le posibilitan conocer,
llegando así, eventualmente, a un conocimiento verdadero. A renglón seguido nos
dice, más explícitamente, que la filosofía es la ciencia teórica de la verdad, pero
agrega que “nosotros no conocemos lo verdadero, si no sabemos la causa”, lo dicho
aquí debe entenderse junto con lo expresado en Segundos Analíticos, I, 2:
“Pensamos que sabemos cuándo creemos saber que la causa que hace que una cosa
exista, es realmente la causa de esta cosa, y que esta cosa no puede existir de otra
manera que como es”, aquí nuestro pensador, nos quiere indicar que el conocimiento
verdadero, la episteme o conocimiento científico está dado por el conocimiento de las
causas, concepción de ciencia que aun hoy es sostenida por autores contemporáneos
como Sanguinetti y Massini (Velásquez, s.f: párr. 7).

d. Sobre el origen de las cosas, el origen del mundo.

El origen de las cosas, ha sido sin duda alguna, una de las primeras cuestiones que a colación
han traído los filósofos. Era necesaria una explicación del cosmos, de su origen. Esta misma
cuestión sigue vigente hoy en día, aunque al parecer se ha volcado su solución más al mundo
científico de la física que al de la filosofía.

Son muy interesantes los aportes iniciales sobre este tema que hicieron los presocráticos
como: Anaximandro, que sostenía que el arché era el ápeiron (lo indeterminado, aquello que
carece de límites); Anaxágoras que nos habla del arché como las homeomerías, gérmenes o
semillas que constituyen los elementos o principios iníciales, las que al combinarse recibían
el orden introducido por el nous, la, una mente, un espíritu, que es pensamiento y voluntad,
esta Inteligencia, es el Principio del Movimiento y el Orden de Todas las Cosas.

Para Aristóteles, el arché es aquello que no necesita de ninguna otra cosa para existir, solo
de sí mismo, es decir, como el elemento o principio de una cosa que, a pesar de ser
indemostrable e intangible en sí misma, ofrece las condiciones de posibilidad de esa cosa.

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Tomás de Aquino, asume todas las posiciones hasta su época, y entiende con toda claridad,
naturalidad y realismo en su Suma Teológica (primera parte, cuestión 2, artículo 2), que el
Único Primer Principio no puede ser sino el Primer Motor Inmóvil, Causa Incausada, Ser
Necesario, Ser por Esencia del que todos participan e Inteligencia Suprema Ordenadora,
también llamado Dios. Al entender así el arché comprende en gran manera lo mejor del
pensamiento occidental, es decir, asume todo lo bueno y correcto, lo purifica y eleva de gran
manera hasta un punto que no se puede refutar (Aquino, 2001: I, 109-110).

e. Sobre el SER

Tal vez la cuestión más vital e importante de toda la filosofía; preguntarse por el ser de las
cosas; no sólo de las cosas visibles o materiales, sino también de las invisibles. Para ello los
filósofos tuvieron que ir más allá del cosmos y de la esencia de las cosas, tuvieron que valerse
de todas las herramientas filosóficas a su alcance, de la sabiduría de sus antecesores y de
todas sus fuerzas.

Así pasamos de las teorías monistas de Heráclito y Parménides, opuestas entre sí -del
primero que habla sobre ser dinámico y el otro del ser inmóvil e inmutable1-, al Mundo de las
ideas de Platón y al concepto de ser de la Metafísica de Aristóteles (especialmente en los
Libros IV, V y IX) y, de allí, hasta los grandes, sofisticados y errados sistemas modernos
antropocentristas y subjetivistas como el racionalismo Kantiano (Heidegger, 1962; Gonzales,
1886: III, §100; Vargas, 2010) y el idealismo de Hegel (Gonzales, 1886: IV, §12; Santos de
Albuquerque, 2015; Caldeiro). Nuevamente entre tan distintas posturas y explicaciones, lo
más razonable parece ser aferrarse a la Metafísica realista, pues ella no sólo es
perfectamente coherente –como en casi todo se puede decir de la obra de Kant y aún más
de Hegel- sino que naturalmente es fácil de comprobar. Su máximo exponente es Tomás de
Aquino, y, modernamente, sin duda alguna, Cornelio Fabro (Contat, 2015).

1
Cf. Diccionario filosófico Herder: El Ser; en Heráclito de Éfeso y Parménides de Elea

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2. Explique en función a lo que ha leído, a lo conversado en tutoría y de acuerdo al
fragmento del Laques que se incluye a continuación, en qué consiste la mayéutica y
cómo se caracteriza ésta. En su explicación indique si es que Sócrates buscaba las
definiciones universales (aplicables a todo momento, lugar, etc.) o las relativas
(entendiendo por estas últimas a aquellas que eran distintas de una época a otra, de
un lugar a otro e, incluso, de una persona a otra). Sustente con ejemplos del mismo
texto. Debe incluir al menos cinco fuentes de información adicionales debidamente
identificadas, con cuyas citas pueda complementar, sustentar o inclusive contrastar
lo mencionado en los documentos electrónicos propuestos. (5 puntos)

Sócrates
Tratemos por lo pronto, Laques, de definir con exactitud lo que es el valor; después
examinaremos los medios de comunicarle a estos jóvenes, en cuanto sea posible, ya sea por
el hábito, ya por el estudio. ¿Di, pues, qué es el valor?
Laques
En verdad, Sócrates, me preguntas una cosa que no ofrece dificultad. El hombre que guarda
su puesto en una batalla, que no huye, que rechaza al enemigo; he aquí un hombre valiente.
Sócrates
Muy bien, Laques, pero quizá por haberme explicado mal, has respondido a una cosa distinta
de la que yo te pregunté.
Laques
¿Cómo? Sócrates.
Sócrates
Voy a decírtelo, si puedo. Un hombre valiente es, en tu opinión, el que guarda bien su puesto
en el ejército y combate al enemigo.
Laques
Es lo mismo que yo digo.
Sócrates
También lo digo yo, pero el que combate al enemigo huyendo, y no guardando su puesto...?
Laques
¿Cómo huyendo?
Sócrates
Sí, huyendo como los escitas, por ejemplo, que no combaten menos huyendo que atacando;
y como Homero lo dice, en cierto pasaje, de los caballos de Eneas, que se dirigían a uno y
otro lado, hábiles en huir y atacar.{4} [279] ¡Ah! No supone en Eneas mismo esta ciencia de
apelar a la fuga con intención, puesto que le llama sabio en huir?
Laques
Eso es muy bueno, Sócrates, porque Homero habla de los carros de guerra en este pasaje; y
en cuanto a lo que dices de los escitas, se trata de tropas de caballería que se baten de esa
manera, pero nuestra infantería griega combate como yo digo.
Sócrates
Exceptuarás quizá a los lacedemonios, porque he oído decir que en la batalla de Platea,
cuando atacaron a los persas, que formaban un muro con sus broqueles, creyeron que no les
convenía mantenerse firmes en su puesto, y emprendieron la fuga; y cuando las filas de los
persas se rompieron por perseguir a los lacedemonios, volvieron éstos la cara como la
caballería, y por medio de esta maniobra estratégica consiguieron la victoria.
Laques
Es cierto.
Sócrates
He aquí por qué te decía antes que había sido yo causa de que no hubieses respondido bien,
porque yo te había interrogado mal, puesto que quería saber de ti lo que es un hombre valiente,
no sólo en la infantería, sino también en la caballería y demás especies de armas; y no sólo
un hombre valiente en todo lo relativo a la guerra, sino también en los peligros de la mar, en
las enfermedades, en la pobreza y en el manejo de los negocios públicos; y lo mismo un
hombre valiente en medio de los disgustos, las tristezas, los temores, los deseos y los

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placeres; un hombre valiente, que sepa combatir sus pasiones, sea resistiéndolas a pié firme,
sea huyendo de ellas, porque el valor, Laques, se extiende a todas estas cosas.
Laques
Eso es cierto, Sócrates. [280]
Sócrates
Todos estos hombres son valientes. Los unos prueban su valor contra los placeres, los otros
contra las tristezas, éstos contra los deseos, aquellos contra los temores, y en todos estos
accidentes pueden otros, por el contrario, dar pruebas de cobarde.
Laques
Sin contradicción.
Sócrates
Te supliqué que me explicaras cada una de estas dos cosas contrarias, el valor y la cobardía.
Comencemos por el valor. Trata de decirme lo que es esta cualidad, que siempre es la misma
en todas estas ocasiones tan diferentes. ¿No entiendes aun lo que digo?
Laques
Aún no lo entiendo bien.
Sócrates
He aquí lo que quiero decir. Si, por ejemplo, te preguntase yo lo que es la actividad que se
refiere a correr, tocar instrumentos, hablar, aprender, y a otras mil cosas a que aplicamos esta
actividad mediante las manos, la lengua, el espíritu, que son las principales; ¿me
comprenderías?
Laques
Sí.
Sócrates
Si alguno me preguntase: Sócrates, ¿qué es esa actividad que se extiende a todas estas
cosas? le respondería que la actividad es una facultad que hace mucho en poco tiempo;
definición que conviene a la carrera, a la palabra, y a todos los demás ejercicios.
Laques
Tienes razón, Sócrates; está bien definida.
Sócrates
Pues defíneme lo mismo el valor; dime cuál es esta [281] facultad, que es siempre la misma
en el placer, en la tristeza y en todas las demás cosas de que hemos hablado, y que no muda
jamás, ni de naturaleza, ni de nombre.

En qué consiste la mayéutica.

Mayéutica, palabra que proviene del vocablo griego μαιευτικός maieutikós; propiamente
'perito en partos'; la forma f., de μαιευτική maieutikḗ; propiamente 'técnica de asistir en los
partos'.

Como pasa en otros temas, sobre el punto en qué consiste la Mayéutica hay diversas
posiciones, dos de ellas opuestas entre sí: una, que dice que no la ideó Sócrates, que él
practicó solamente la ironía; y, otra, que se la apropia, siguiendo en ello a un contemporáneo
discípulo suyo, Platón; quien habla de al respecto en su diálogo Teeteto (Platón, s.f: 301); es
con esta postura con la que nos quedamos, por ser la más aceptada.

La Mayéutica parece haber surgido como una reacción al relativismo de los sofistas, que era
de carácter ético y gnoseológico. Consiste en un procedimiento en el que se hacen una serie
de preguntas con el fin de hallar definiciones que tengan carácter universal, es decir, que
perduren y sean aceptadas por todos; esto último no sucedía con las opiniones y sofismas.

Su método parte de lo concreto, de lo particular, de casos de la experiencia; enseguida se


busca en ellos aspectos similares, para a partir de estos extraer un concepto; el cual pretende
ser universalmente válido y permanente y define lo que es la cosa (Giner, 2009: párr. 3).

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La mayéutica es un método inductivo (Laercio, 1962: párr. 5), así lo explica ampliamente
Giner:

Para lograr este concepto universal se precisa de una larga conversación y discusión
entre hombres (la dialéctica), porque esta dialéctica es la que nos brinda qué hay de
común en los pensamientos variopintos de las distintas personas. Partiendo de unas
nociones más bastas de lo que pretendemos saber (por ejemplo la definición de bien,
virtud, etc.) nos acercamos lentamente hasta otra mejor. Dado que este razonamiento
parte de los ejemplos concretos de nuestra experiencia y se eleva hasta lo universal,
desde lo menos hasta lo más perfecto, este tipo de proceder socrático suele denominarse
razonamiento inductivo (Giner, 200: párr. 4).

La mayéutica es un método de carácter práctico, es el parecer de Corzo; de igual opinión es


Laercio:

Es evidente que Sócrates histórico no usó el método de la mayéutica para desarrollar


teorías consistentes y tampoco para llegar a respuestas definitivas, aunque se dedicase
a buscarlas, más que nada lo empleó para desbaratar las creencias existentes. El método
fue usado para romper y hacer caer las teorías que se mantenían detrás de axiomas y
postulados indiscutibles, pero que tras una indagación consistente dejaban de tener
sentido o eran incongruentes con las deducciones (Corzo, s.f: 5).

El rechazo del relativismo de los sofistas llevó a Sócrates a la búsqueda de la definición


universal, que pretendía alcanzar mediante un método inductivo; probablemente la
búsqueda de dicha definición universal no tenía una intención puramente teórica, sino
más bien práctica (Laercio, 1962: párr. 5).

Presenta las siguientes fases: la refutación o ironía socrática, la mayéutica propiamente dicha
y la aletheia (la verdad o lo verdadero).

La mayéutica forma parte de lo que se conoce como el método socrático. Como tal está
vinculada de forma inseparable con la ironía –simulación de no saber– y con la alétheia
–verdad que se pretende alcanzar–. Las tres integran de forma sustancial la esencia del
método de Sócrates y en este ejercicio didáctico solamente se hablará de la mayéutica
(Corzo, s.f: 1).

Sus características.

Detallamos sus características ilustrándolas con un ejemplo:

a. Estilo: la conversación o diálogo fue el modo que eligió Sócrates como estilo. Ejemplo:
el diálogo que nos ocupa entre Laques y Sócrates.

b. Asunto: el tema de conversación o asunto era desarrollado o conducido por Sócrates (el
maestro) de modo progresivo. Ejemplo: la definición de valor que dio Laques va
cambiando durante el diálogo a causa de las preguntas de Sócrates. Veamos:

Intervención tercera de Sócrates:


Voy a decírtelo, si puedo. Un hombre valiente es, en tu opinión, el que guarda
bien su puesto en el ejército y combate al enemigo.

Intervención séptima de Sócrates:


He aquí por qué te decía antes que había sido yo causa de que no hubieses
respondido bien, porque yo te había interrogado mal, puesto que quería saber de
ti lo que es un hombre valiente, no sólo en la infantería, sino también en la

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caballería y demás especies de armas; y no sólo un hombre valiente en todo lo
relativo a la guerra, sino también en los peligros de la mar, en las enfermedades,
en la pobreza y en el manejo de los negocios públicos; y lo mismo un hombre
valiente en medio de los disgustos, las tristezas, los temores, los deseos y los
placeres.

1º No empezaba con definiciones para deducir de ellos y clasificar con su ayuda los
fenómenos concretos del mundo y la vida humana. Sócrates parte de una
pregunta, la pregunta esencial de su método, que indaga por la esencia de las
cosas: ¿Qué es? (Sócrates y la Mayéutica, 2011: párr.10).

Intervención primera de Sócrates:


Tratemos por lo pronto, Laques, de definir con exactitud lo que es el valor;
después examinaremos los medios de comunicarle a estos jóvenes, en cuanto
sea posible, ya sea por el hábito, ya por el estudio. ¿Di, pues, qué es el valor?

* Parte de una opinión individual o definición particular en busca de una


definición universal.

2º Comenzando por los hechos particulares, preguntando y obteniendo respuestas,


se elevaba a las ideas y convicciones de orden superior.

Intervención primera de Laques:


En verdad, Sócrates, me preguntas una cosa que no ofrece dificultad. El
hombre que guarda su puesto en una batalla, que no huye, que rechaza al
enemigo; he aquí un hombre valiente.

Intervención cuarta de Sócrates:


También lo digo yo, pero el que combate al enemigo huyendo, y no
guardando su puesto...?

3º No presentaba al discípulo que era el interlocutor sistemas acabados, sino que


se colocaba en su punto de vista induciéndole a expresar sus ideas
cuidadosamente. Si eran correctas las confirmaba con nuevas explicaciones y
desarrollos; si eran incorrectas demostraba su absurdo admitiéndolas primero,
para guiar al discípulo después a las legítimas conclusiones de la idea errónea.

Intervención sexta de Sócrates:


Exceptuarás quizá a los lacedemonios, porque he oído decir que en la
batalla de Platea, cuando atacaron a los persas, que formaban un muro con sus
broqueles, creyeron que no les convenía mantenerse firmes en su puesto, y
emprendieron la fuga; y cuando las filas de los persas se rompieron por perseguir
a los lacedemonios, volvieron éstos la cara como la caballería, y por medio de
esta maniobra estratégica consiguieron la victoria.

Laques:
Es cierto.

Intervención séptima de Sócrates:


He aquí por qué te decía antes que había sido yo causa de que no
hubieses respondido bien, porque yo te había interrogado mal, puesto que quería
saber de ti lo que es un hombre valiente, no sólo en la infantería, sino también en
la caballería y demás especies de armas; y no sólo un hombre valiente en todo lo
relativo a la guerra, sino también en los peligros de la mar, en las enfermedades,
en la pobreza y en el manejo de los negocios públicos; y lo mismo un hombre
valiente en medio de los disgustos, las tristezas, los temores, los deseos y los

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placeres; un hombre valiente, que sepa combatir sus pasiones, sea resistiéndolas
a pié firme, sea huyendo de ellas, porque el valor, Laques, se extiende a todas
estas cosas.

4º Todo esto lo verificaba haciendo preguntas, cargando en el interrogado el peso


de las ideas, sacando nuevas fueras de cada error que descubría en su
razonamiento auxiliado por la ironía.

Intervención cuarta de Sócrates:


También lo digo yo, pero el que combate al enemigo huyendo, y no
guardando su puesto...?

Laques
¿Cómo huyendo?

Intervención quinta de Sócrates:


Sí, huyendo como los escitas, por ejemplo, que no combaten menos
huyendo que atacando; y como Homero lo dice, en cierto pasaje, de los caballos
de Eneas, que se dirigían a uno y otro lado, hábiles en huir y atacar.¡Ah! No
supone en Eneas mismo esta ciencia de apelar a la fuga con intención, puesto
que le llama sabio en huir?

5º Las ideas no debían implantarse según Sócrates, desde fuera sino desarrollarse
lógicamente dentro de la conciencia del discípulo interrogado. Debían crecer en
el espíritu activo del interlocutor hasta que fueran suficientemente claras para
expresarse, para salir a la luz.

Intervención doceava de Sócrates:


Pues defíneme lo mismo el valor; dime cuál es esta facultad, que es
siempre la misma en el placer, en la tristeza y en todas las demás cosas de
que hemos hablado, y que no muda jamás, ni de naturaleza, ni de nombre...

* Aquí vemos que Sócrates sigue buscando que Laques llegue al


universal.

3. Lea el siguiente texto:

Diálogo entre un energúmeno y un filósofo

El energúmeno.— Eres enemigo de Dios y de los hombres; crees que Dios es todopoderoso y que
puede dar el don del pensamiento a los seres que quiera; pues te voy a denunciar al [152] inquisidor,
y arderás vivo; sé cauto, porque ahora te lo digo por última vez.
El filósofo.— ¿Esos son tus argumentos? ¿De ese modo enseñas a los hombres? Admiro tu carácter
apacible.
El energúmeno.— Tendré calma para esperar los haces de leña que has de llevar a tu hoguera.
Contéstame: ¿Qué es el espíritu?
El filósofo.— No lo sé.
El energúmeno.— ¿Qué es la materia?
El filósofo.— No lo sé muy bien. Creo que es extensa, sólida, resistente, gravitante, divisible y móvil;
pero creo que Dios puede concederle otras cualidades que desconozco.
El energúmeno.— ¡Otras cualidades, traidor! Sé dónde vas a parar; vas a decirme que Dios puede
animar a la materia, que dotó de instinto a los animales y que es dueño de todo.

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El filósofo.— Pudiera muy bien haber sucedido que concediera a la materia lo que no está a tu
alcance comprender.
El energúmeno.— ¡Que yo no puedo comprender, malvado!
El filósofo.— Sí; su poder va más lejos que nuestro entendimiento.
El energúmeno.— Ese es un pensamiento de ateo.
El filósofo.— Pues sin embargo, esta es la opinión de muchos santos padres.
El energúmeno.— Pues ni ellos ni Dios nos impedirá que mueras consumido por las llamas; que ese
es el suplicio con el que se castiga a los parricidas y a los filósofos que no son de nuestra opinión.
El filósofo.— ¿Es el diablo que te posee el que te enseñó esa manera de argumentar?
El energúmeno.— ¡Te atreves a ponerme al nivel del diablo!
(El energúmeno da un bofetón al filósofo, y el filósofo se lo devuelve con usura.)
El filósofo.— ¡Venid en mi ayuda, filósofos!
El energúmeno.— ¡Santa Hermandad, ven a socorrerme!
(Por una parte vienen corriendo media docena de filósofos, y por la otra se presentan cien dominicos,
cien familiares de la Inquisición y cien alguaciles. No puede dudarse qué grupo de los dos ganará la
partida.)

Fuente: http://filosofia.org/enc/vol/e05151.htm

Comente lo planteado en el texto tomando en cuenta lo estudiado hasta el momento. Debe incluir
citas al menos cinco fuentes de información debidamente identificadas, con las cuales sustentar,
complementar o contrastar lo planteado en su respuesta. (5 puntos)

Comentario:

Diálogo entre un energúmeno y un filósofo, es una parte de una breve apreciación que hace
Voltaire sobre la Materia, la cual tiene una segunda parte –sin la cual, la primera no se
entiende- en la que expresa su ironía “fuimos bastante afortunados para que nos enseñara
hoy la fe que Dios sacó de la materia de la nada” y su insinuación fortísima de que la materia
es eterna, englobando en un solo grupo a todos los teólogos diciendo que ellos niegan esa
posibilidad. Sin embargo, nada más lejos de la realidad; el más ilustre doctor de la Iglesia
demuestra que la materia puede ser eterna, y con él la mayoría de los teólogos no disidentes
desde el medioevo hasta hoy admiten esa posibilidad, aunque por fe, se sienten dichosos de
creer que fue creada desde la nada en el tiempo. Veamos a continuación la fatalidad en cayó
Voltaire sobre este tema.

Primeramente dejemos claro que Voltaire, el autor de este diálogo, era un enemigo acérrimo
de la fe católica y un anticlerical; cito a un autor neutral, ateo, quien ha investigado algo de
ello: “Aunque era un acérrimo antirreligioso y combatía a morir a la iglesia Católica de su
tiempo; nunca se declaró Ateo. Él decía: “Como el reloj supone el relojero, el universo implica
la existencia de un «eterno geómetra»” …Repito: Voltaire no era ateo, era anti-religioso. Dejó
claro que creía en un ser creador; Voltaire era Deísta o Panteísta: “Es perfectamente evidente
para mi pensar que existe un ser inteligente, necesario, eterno y supremo” (Voltaire – A
Philosophical Dictionary)…” (Molina, 2012, párr.. 12.15-16).

Esta postura o bien no le permitió valorar con un criterio sano a los distintos pensadores
medioevales, escolásticos, en su mayoría católicos, o bien le llevaron a rechazarlos a priori
como fuente para su saber filosófico o bien, simplemente -por otras causas- tuvo un
desconocimiento craso de su filosofía. Aunque la segunda opinión parece ser la más
valedera:

La edad media ha tenido -y en parte sigue teniendo- mala fama y mala prensa
desde los albores de la modernidad y de la imprenta. Ya los humanistas en el
renacimiento la consideraban como una época interpuesta entre ellos y la
antigüedad clásica, como una especie de tierra de nadie –un "no man's land"-,

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como un milenio estéril, como un negro túnel de mil años de duración entre dos
épocas de luz. Aún en nuestros días, para muchos, la expresión "edad media"
(media aetas) es sinónimo de edad obscura, edad de las tinieblas (alumbrada, de
vez en cuando, por las hogueras de la inquisición), edad del extravío y de la
sinrazón. Ya advertía Voltaire que la historia de aquellos tiempos solamente había
que estudiarla para despreciarla. Por lo que respecta a la filosofía de aquella
época -precisamente, la filosofía medieval o la filosofía escolástica- como era de
esperar, no ha tenido mejor fortuna (Marlasca, 1985, 169).

Afirmo esto último, pues parece desconocer que muchos de los filósofos católicos de esa
época afirmaban justamente lo que él niega para ellos: que la materia puede ser eterna sin
que haya contradicción con su creación y su coexistencia con el Dios eterno.

Cito como ejemplo de lo que afirmo lo que explica el más ilustre filósofo y teólogo de la Iglesia
-el más grande de todos los tiempos (me atrevo decir apoyado en los documentos de la
Iglesia)- en algunas de sus obras.

Santo Tomás de Aquino (1224-1274) en un opúsculo que trata especialmente sobre este
tema, denominado De aeternitate mundi (1270) llega a expresar que para resolver esta
cuestión hay que averiguar si es contradictorio –y por tanto imposible- “que algo sea causado
por Dios y sin embargo haya existido siempre” (Aquino, 1981: 45).

Para Tomás de Aquino la creación del mundo no necesariamente tuvo que ser en el tiempo
o que le mundo tuviese un comienzo. Dice el Aquinate: “Puesto que Dios es eterno podría
haber creado el mundo desde la eternidad”. Recordemos que el tiempo no es más que la
medida del movimiento. La eternidad es algo distinto a un tiempo inmenso, infinito; el Ser
eterno no tiene tiempo porque siempre es su mismo Ser, es inmutable, en Dios no hay tiempo.
Piensa que ninguno de los argumentos aducidos para afirmar el comienzo del mundo en el
tiempo (un primer momento) son realmente concluyentes y demostrativos; es decir,
filosóficamente la razón del hombre no puede probar o que haya existido siempre o que el
mundo haya tenido un inicio temporal, puesto que: “el hecho de que el mundo no haya
siempre existido, sólo por la fe se conoce y no puede probarse demostrativamente” (Aquino,
2001: I, 462-465).

Esta última afirmación del Doctor Angélico se refiere al razonamiento filosófico. Respecto a
lo que puedan concluir las ciencias positivas hoy en día sobre este tema, sólo resta decir que
es algo que no les compete y de lo que están incapacitadas de opinar. Pueden pretender dar
una antigüedad al Universo; pero querer medir la eternidad es algo imposible para ellas, pues
toda su instrumentación se masa en medir cambios, alteraciones o movimientos de algún
tipo, y esto es hablar de “tiempo”; y la eternidad o lo eterno es todo lo contrario, ausencia de
tiempo.

En la Suma Teológica, I, q. 46, a.2, ad corpus; el Doctor Angélico, dice que no se puede
demostrar la creación temporal ni partiendo del Creador ni de la creatura. En cuanto a lo
primero, porque el hecho de la creación depende de Dios, y es incognoscible para el hombre,
a menos que Él lo revele. En el segundo caso, porque el principio de la demostración según
Aristóteles (Metaphys. M,4; 1078b24) es aquello que es (quod quid est, o sea su esencia).
Ahora bien cada cosa considerada en cuanto a su especie, abstrae del aquí y ahora ; de ahí
que no puedan servir para demostrar que no hayan existido siempre (Aquino, 2001: I, 462-
465), es decir, que tuvieron origen temporal. Así, al final del corpus de la misma cuestión
concluye: “Por lo tanto, que el mundo empezara a existir es creíble, pero no demostrable o
cognoscible”.

San Buenaventura, piensa lo contrario. Para él es una terrible o crasa contradicción afirmar
que un mundo hecho no haya tenido principio temporal; es como preguntarse si es posible
que, teniendo principio el mundo, no tenga principio; es algo evidentemente contradictorio
(PP. Collegii A S. Bonaventura, 1882: I, 788). Además, Buenaventura expresa que una

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creación ex nihilo (desde la nada) supone una creación post nihilo, pues el término ex supone
la anterioridad de la nada con respecto al ser, por lo que es necesario que la criatura sea
hecha post nihilum; concluyendo que es una contradicción en los términos pensar en una
creación eterna, ya que el término creación afirma precisamente el ser después del no-ser (II
Sent., dist. 1, p.1, a.1, q. 2,5). Sin embargo, Santo Tomás de Aquino lo refuta diciendo que
la anterioridad de la nada no es necesariamente la anterioridad del no-ser con respecto al
ser; sino que simplemente es la negación de cualquier materia pre-existente (o sea desde
otra materia, no se refiere por fuerza a anterioridad temporal); es decir, que no hay algo de
lo cual ha sido hecho. En palabras del Aquinate: “Lo que se dice en la “segunda” [objeción]
no concluye. Pues lo contradictorio [lo diametralmente opuesto] de “ser hecho algo de algo”
–que debe darse si esto no se da- es “no ser hecho de algo”; pero no lo es [no es
contradictorio] que sea hecho “de la nada”, de no tomarse en el primer sentido [no ser hecho
de algo]; por lo que no se puede concluir que sea hecho después de no-ser” (Aquino, 1952:
467).

Conclusión:

Por lo aquí expuesto, vemos claramente la superioridad de los argumentos de Tomás de


Aquino frente a Buenaventura; pero también sobre la ignorancia culposa o crasa de Voltaire
del saber profundo de los genios del milenio más brillante de toda la historia de la humanidad,
su edad de oro, el medioevo. No en vano, la Iglesia ha dispuesto que a Santo Tomás de
Aquino hay que tenerlo “principalmente como maestro”2 y “ha proclamado que la doctrina de
Santo Tomás es su propia doctrina”3.

Voltaire afirma que la materia es eterna (lo cual es una posibilidad admisible) pero sus
argumentos son sofistas y no sabe demostrar su afirmación, sino que se rinde ante la
dificultad: “el sistema de la materia eterna se presta a muchas objeciones, como todos
los sistemas. El de la materia creada de la nada no es el menos incomprensible;
debemos admitirlo, sin que nuestra razón pueda demostrarlo, porque la filosofía no da
la razón de todo. Nos vemos obligados a admitir algunas cosas incomprensibles…”
(Voltaire, 1764: V, 151-155). Santo Tomás de Aquino claramente demuestra que no es
contradictoria esa posibilidad con el hecho de que la materia también sea creada;
aunque su fe en la Revelación divina lo lleva a aceptar la posibilidad diametralmente
opuesta, que la materia no solamente es creada, sino que fue creada en el tiempo
desde la nada.

4. Investigue los principales aspectos concernientes a la pugna entre liberales y


conservadores que caracterizó las primeras décadas de Perú como república
independiente. Al respecto: (a) Resuma los principales aspectos concernientes a la
pugna entre liberales y conservadores así como mencione a sus principales
representantes. (b) Realice un breve comentario respecto de los planteamientos de
liberales y conservadores. (3 puntos)

Debe ser capaz de redactar adecuadamente el comentario e incluir citas de al menos cinco
fuentes de información debidamente identificadas, con las cuales sustentar, complementar o
contrastar lo planteado en sus respuestas. Utilice el estilo APA en lo referente a las citas.

2
Código de Derecho Canónico, c. 252 §3
3
BENEDICTO XV, Encíclica sobre el VII centenario del nacimiento de Santo Domingo Fausto Appetente Die
(29/06/1921), 4b.

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Comentario:

Al parecer este debate de carácter político tuvo un trasfondo de intereses capitalistas


guaneros por parte de los liberales que deseaban el poder por fines particulares. ¿Cuál era
el principio que sostenían? “Los liberales sostenían el principio de la “Soberanía Popular”,
que planteaba que todos los ciudadanos deben participar en política, esto era con el objetivo
de lograr el apoyo de la población campesina y fortalecerse políticamente para lograr sus
objetivos económicos” (“Pugna entre Liberales y Conservadores (1848)”, 2012: párr. 4)

Este tipo fenómeno ya había sido advertido de que pueda ocurrir en las formas de gobierno
por el mismo Aristóteles cuando habla de los tipos o grados de democracia (forma de
gobierno de los pobres):

El cuarto tipo es uno de los más criticados por el pensador, ya que las funciones públicas
están remuneradas, lo que provoca que los pobres las busquen como un medio de vida.
Esto deriva en una multitud que se "apodera" del gobierno. En consecuencia el pueblo
se convierte en monarca y pretende comportarse como tal, pero surgen conflictos, debido
a que el poder reside en demasiadas personas (Rojas, 2009: párr. 30).

En cambio, de lo que se desprende del discurso de Bartolomé Herrera, su deseo era que la
naciente República del Perú, alcance la mejor forma de gobierno para el bien de la sociedad
entera (ricos y pobres, colonos, criollos, mestizos e indios, entre otros). Según su modo de
pensar y su formación filosófica y religiosa, esta forma de gobierno era la de la Soberanía de
la Inteligencia, que se puede explicar así:

Las leyes son principios eternos que no pueden percibirse con claridad sino por los
entendimientos habituados a vencer las dificultades del trabajo mental y ejercitados en la
indagación científica. ¿La mayoría de un pueblo se halla en estado de emprender la difícil
tarea indispensable de descubrir estos principios? No: no tiene tal capacidad. Y quien no
tiene la capacidad de hacer algo, no se puede decir, sin caer en un absurdo, que tiene
derecho de hacerlo. El derecho de dictar las leyes pertenece a los más inteligentes, a la
aristocracia del saber... (Murazzo, 2009: párr. 6).

Esto nos recuerda lo que afirma Aristóteles en el Libro III de la Política, en el capítulo VI, al
final en la conclusión: “Pero en cuanto a la primera cuestión que sentamos, relativa a la
persona del soberano, la consecuencia más evidente que se desprende de nuestra discusión
es, que la soberanía debe pertenecer a las leyes, fundadas en la razón” (Azcárate, 1873: III,
101-105). Esto nos hace pensar en la soberanía de la razón de la que nos habla el mismo
Filósofo.

Por lo expuesto, parece acertada y lógica la opinión de Herrera sobre quién debe recaer la
soberanía, según la entendía Aristóteles. Para ello es necesario formar individuos que tengan
dotes o cualidades para gobernar. Hace eco a esta postura Alvarez-Calderón cuando dice:
“La generación, entonces, subyugada por la luz de la verdad, enlazada, con un Grande de la
Patria, torna, decidida y consciente, hacia el maestro que la ha despertado y le responde, ya
sonriente y segura de su destino: "¿Quieres patria? pues bien: ¡Formaremos una élite para
lograr la patria que tú quieres!" (Álvarez-Calderón, 1947: 50).

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BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS ELECTRÓNICAS

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