Acorazada señorita diezmar la guardia en nocturnos rodiles
cuando las avanzadas de mi vista y quemar hasta el último cartucho de mis
ruegos, descubrieron desde el baluarte de su balcón para lograr así la disminución del contingente las mortíferas ametralladores de sus divinos ojos, en los enemigos de su indiferencia.
el fuego incesante del amor pues bien así lo he comprendido;
comenzó a circular por todo el batallón y rogándole no abrir fuego
de mi marcial persona. sobre las avanzadas de mis ilusiones
pero los bélicos acentos de su voz extendidas en orden del enemigo al frente,
me hicieron comprender marchemos unidos,
que el enemigo de su desprecio, a toque de diana,
bien pertrechado, paso alemán
guardaba la plaza de su noble corazón y con bandera desplegad;
y que para tomarla, al paredón de los altares
necesitaba perder a recibir la ejecución del cura.