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JOSE BONILLA AMADO

PERÚ PRE- HISPÁNICO

LIMA - PERÚ
Foto de la Portada: la famosa piedra de los doce ángulos, de Hatunrumiyoc,
Cuzco.
TABLA DE CONTENIDO

CAPACIDAD CREADORA DEL HOMBRE

PRIMEROS POBLADORES DE AMERICA

VISION ESQUEMATICA DE LAS CULTURAS PRE-HISPANICAS

LOS INICIOS DE LA CULTURA PERUANA

Los Recolectores y Cazadores Primitivos


Horticultores y Pastores
CARAL
SECHÍN

EL PROBLEMA DE LA ORIGINALIDAD CULTURAL

LA CULTURA CHAVIN

CUPISNIQUE

LA CULTURA PARACAS

LA CULTURA VICÚS

LA CULTURA CAJAMARCA

LA CULTURA SALINAR

LA CULTURA GALLINAZO O VIRÚ

LA CULTURA NAZCA

LA CULTURA MOCHE O MOCHICA

EL SEÑOR DE SIPÁN

LA CULTURA RECUAY

LA CULTURA LIMA

LA CULTURA HUARPA

LA CULTURA TIAHUANACO

LA CULTURA WARI
EL IMPERIO TIAHUANACO-WARI

LA CULTURA LAMBAYEQUE

EL SEÑOR DE SICÁN

LA CULTURA CHIMU

LA FORTALEZA DE PARAMONGA

LA CULTURA CHINCHA

LOS PINCHUDOS

LA CULTURA CHANCAY

PACHACÁMAC Y OTRAS EXPRESIONES ARQUITECTÓNICAS DE LA COSTA CENTRAL


DEL INTERMEDIO TARDÍO

LOS REINOS AYMARAS: LUPACAS Y PACAJES

LOS HUANCAS

LOS CHANCAS

LA CULTURA INCAICA

EL RELATO HISTORICO
EL REINO DEL CUZCO Y EL IMPERIO DEL TAHUANTINSUYO
LOS INCAS Y LAS DINASTIAS QUE GOBERNARON EL TAHUANTINSUYO
NOTICIA BREVE SOBRE EL GOBIERNO DE LOS INCAS LEGENDARIOS
EL GOBIERNO DEL INCA PACHACUTEC (1,438 - 1,471)
EL GOBIERNO DEL INCA TUPAC YUPANQUI (1,471-1,493)
EL GOBIERNO DEL INCA HUAYNA CAPAC (1,493-1,525)
LA GUERRA CIVIL ENTRE HUASCAR Y ATAHUALPA (1,525-1,533)
OTROS ASPECTOS DE LA CULTURA INCAICA
LA ORGANIZACION ECONOMICA
LA ORGANIZACIÓN POLITICA
LA ORGANIZACION SOCIAL
POLITICA DE INTEGRACION Y UNIDAD IMPERIAL
LA EDUCACION
LOS CONCEPTOS RELIGIOSOS Y LA MORAL
LAS ARTES Y LAS ARTESANIAS
MACHU PICCHU

EPILOGO

BIBLIOGRAFIA

SUMARIO
CAPACIDAD CREADORA DEL HOMBRE

En los comienzos de la humanidad, el hombre estaba desprovisto de" todo y lo que


hoy nos parece inseparable de su forma de vida, simplemente no existía. El hombre no ha
vivido en casas ni cultivado alimentos ni vestido ropas sino en fechas muy recientes. Es
en verdad asombroso todo lo que ha hecho para crear su cultura. A lo largo de miles y
miles de años, el hombre ha debido utilizar su inteligencia para transformar la naturaleza
y aprovecharse de ella. Esta transformación de la naturaleza es el principio de la cultura.
Pero es evidente que la cultura es algo mas que una transformación de la realidad natural,
o una acumulación de objetos materiales que hagan mas llevadera la vida del hombre.

La cultura—si se pudiera intentar una definición— es el conjunto de ideas, valores,


conocimientos, mitos, supersticiones y objetos materiales, presentes y pasados, que
determinan el comportamiento de una sociedad. Este concepto debemos entenderlo en su
acepción antropológica, es decir como el conjunto de legados que el individuo recibe de
la comunidad de la que proviene y que le permiten asumir una actitud, explícita o
implícita, frente a la naturaleza y a todo lo que material e ideológicamente ha creado, a lo
largo de su historia. La cultura es un concepto implícito a la naturaleza del hombre; y de
tal modo que hay filósofos que piensan que la cultura es una categoría del ser. Juzgando a
la cultura con un criterio antropológico, podemos entender por qué un trozo de cerámica o
un hilo de algodón teñido de color, tienen un mismo valor referencial que una sonata de
Beethoven, y por qué todos los hombres somos iguales.

En tiempos remotos el hombre hizo un descubrimiento fundamental que transformó


su modo de vida. En uno de los momentos mas trascendentes de su existencia, descubrió
el uso y la importancia del fuego. El aprovechamiento inteligente de esta fuente de luz,
calor y energía, dio lugar a un cambio revolucionario en la conducta del hombre, que por
primera vez tuvo conciencia de que era capaz de dominar y transformar la realidad
circundante. El fuego fue desde entonces un valiosísimo instrumento en la creación y
desarrollo de su cultura.

La realidad natural determina el que los usos y costumbres de los hombres no sean
siempre iguales. La naturaleza es un factor condicionante en el desarrollo de su cultura.
La casa de un esquimal es diferente a la de un árabe, porque distintos son los recursos y
las condiciones climáticas de los lugares donde habitan. Haciendo uso de su inteligencia,
el hombre construye sus casas de acuerdo a la naturaleza y a sus necesidades. Esto es
evidente pero no lo es todo. Hay sociedades que habitando un mismo ambiente, crean y
desarrollan normas de comportamiento cultural que las hacen distintas y a veces hasta
opuestas. Las razones no dependen en estos casos de la naturaleza, sino de las múltiples y
a menudo desconcertantes motivaciones de la conducta humana.

La presencia del hombre en él Perú es relativamente reciente. Las investigaciones


efectuadas permiten sostener que hace veinticinco mil años el Perú era un territorio to-
talmente despoblado. Sus primeros habitantes debieron ser nómades, que, provenientes de
las selvas ecuatoriales o amazónicas, llegaron a nuestro país en busca de alimentos. No es
difícil imaginar el desconcierto y el asombro de aquellos seres frente a una naturaleza que
en apariencia es una de las mas benignas y agradables del mundo. Sin los rigores
climáticos de las zonas tropicales y con una vegetación y fauna abundantes, el Perú debió
conmover con su desolada y majestuosa quietud a aquellos hombres que lo asumían como
una pertenencia definitiva e intransferible. Pronto aprenderían que esta quietud es sólo
aparente y que de tiempo en tiempo, esta naturaleza se desgarra en forma dramática y
violenta para dar paso al caos mas alucinante. Sismos, huaycos, sequías e inundaciones
hacen del Perú un país de geografía precaria en la que nada parece tener un signo
definitivo; todo es acá efímero y transitorio. Al desafío cruel y terrible de una naturaleza
desatada, el hombre opuso desde temprano una norma de comportamiento moral en la que
precisamente reside su dignidad y grandeza. Porque lo que la naturaleza destruye en
segundos, el hombre lo reconstruye con amor y paciencia a lo largo de muchas
generaciones, sin abatirse, sin doblegarse, aceptando a la tierra como su raíz y limitación
mas honda.

Como decíamos líneas arriba, los primeros pobladores fueron nómades que
recorrían las fragosidades de nuestra geografía en busca de alimentos. Carentes de toda
organización social y política, no tenían otra motivación que no fuera la recolección de
frutos y plantas silvestres y la práctica incipiente de la caza y la pesca. Albergándose en
las cuevas que encontraban a su paso, enfrentándose unos a otros por la posesión
transitoria del territorio que depredaban, es probable que a lo largo de milenios no tu-
vieran otras preocupaciones que las que impone el instinto. Muy lenta debió ser la
evolución y enriquecimiento de su lenguaje. Igualmente escasos debieron ser los
elementos culturales de estos primeros habitantes de lo que hoy es el territorio del Perú:
apenas armas defensivas y ofensivas trabajadas en piedras y maderas punzantes; algunos
cestos y redes manufacturados con cortezas; uno que otro instrumento de caza; y —tal
vez— el conocimiento del fuego. De ahí en adelante debía crear íntegramente su cultura.

El hombre peruano nada aprendió de otros. A lo largo de milenios creó y


perfeccionó todos los elementos culturales —vale decir todo ese vasto complejo de
objetos materiales, ideas, mitos valores, conceptos y normas de comportamiento— con
los que asombró a la humanidad a comienzos del siglo dieciséis. Ajenos a toda postura
chauvinista, suscribimos el criterio de que el Perú es uno de los pocos centros originarios
de alta cultura que existen en el mundo; planteamiento que, por cierto, no niega la
posibilidad de que en circunstancias aisladas y distantes, hayamos recibido la influencia
de culturas foráneas.
PRIMEROS POBLADORES DE AMERICA

¿De dónde llegó este hombre creador de cultura? Nada se sabe a ciencia cierta. Hay,
sin embargo, teorías que tratan de explicar su origen. Una de ellas es la del paleontólogo
argentino Florentino Ameghino, que en 1884 afirmó que la especie humana era originaria
de América, en la que habría aparecido durante la era terciaria para luego emigrar hacia
los otros continentes. Estudios posteriores demostraron que los elementos de juicio en los
que se había basado Ameghino para formular su teoría eran falsos.

La teoría que cuenta con mayores adeptos en los medios científicos mas
acreditados, es la expuesta por el antropólogo norteamericano Alex Hrdlicka, que postula
la creencia de que los primeros pobladores de América fueron hombres asiáticos que
atravesaron lo que hoy es el estrecho de Behring a fines de la última glaciación. En
aquella remota época, el estrecho debió ser un paso de tierra firme como consecuencia del
descenso de nivel de las aguas oceánicas. Como hemos dicho, esta teoría cuenta con
numerosos adeptos; no olvidemos que Asia y América están a sólo 90 Kms.

Otros investigadores creen que los caminos seguidos fueron las Islas Aleutianas,
que como puentes insulares unen la península Kamtchatka con Alaska. Otra teoría
igualmente atendible es la que plantea la posibilidad de que los primeros pobladores del
Nuevo Mundo, hayan sido pescadores arrastrados por la poderosa corriente marina de
Kuro-Shiwo, que pegada alas costas corre desde Formosa y Japón hacia el Canadá y los
Estados Unidos.

En 1925, el antropólogo portugués A. Mendez Correia sostuvo que australianos


prehistóricos habrían poblado la América del Sur hace seis mil años, siguiendo una ruta
migratoria que partiendo de Australia y Tasmania, cruzaba el Continente Antártico para
llegar a Tierra del Fuego y Patagonia. Las similitudes lingüísticas y culturales que existen
entre los indios onas y tehuelches americanos y los australianos actuales, abonan a favor
de esta hipótesis, además de saberse hoy que las condiciones climáticas eran mucho más
benignas y favorables hace seis mil años.

El eminente antropólogo francés Paul Rivet es partidario de la tesis pluralista que


sostiene que son varias las rutas y los momentos migratorios seguidos por los pobladores
de América; y que entre éstos hay que considerar no sólo a los asiáticos sino también a los
melanesios, polinesios y australianos. A las similitudes étnicas entre los melanesios
actuales (los negritos de Oceanía) y algunos grupos indígenas de Centro y Suramérica,
Rivet añadió sorprendentes coincidencias lingüísticas y culturales que han fortalecido su
teoría.

Los melanesios y sobre todo los polinesios son excelentes navegantes que desde
tiempo inmemorial cruzan los mares de Oceanía, en canoas con balancín sumamente
veloces. Se supone que debieron llegar a América siguiendo el curso de la Contra
Corriente Ecuatorial.
VISION ESQUEMATICA DE LAS CULTURAS PRE-HISPANICAS

Al iniciar el estudio de las culturas pre-hispánicas desarrolladas en lo que hoy es el


territorio del Perú, será bueno prevenir al lector sobre una terminología usada por
arqueólogos e historiadores, que, de no ser aclarada oportunamente, puede dar lugar a
equívocos. Palabras como “formativo, horizontes, intermedios" tienen, en estos casos, un
significado que no es precisamente el que les asigna la Academia, razón por la que no nos
parece demasía añadir unas líneas que aclaren conceptos y eviten confusiones. Vamos —
luego— a presentar un esquema en el que las culturas pre-hispánicas serán ubicadas de
acuerdo a sus secuencias cronológicas.

Aclarando el problema de la terminología, anotemos que "formativo" es un término


que designa el período de tiempo dentro del cual una sociedad crea y perfecciona —antes
que otras— los elementos que le permiten arribar al estado de alta cultura, vale decir a
una etapa de su evolución caracterizada por la práctica de una agricultura avanzada, so-
metida a la planificación y previsión de todo el proceso productivo. Esta actividad
económica determina a su vez un cambio cualitativo en la arquitectura, la cerámica, el
arte textil y en las estructuras socio-políticas. Por su ubicación en el tiempo el formativo
suele ser temprano o tardío. En el caso del Perú el formativo temprano está representado
por la cultura Chavín y los formativos tardíos por las culturas Paracas, Pucara y Vicus.

"Horizonte" es el término con el que los arqueólogos nominan a una cierta etapa
histórica en la que una sociedad impone a otras su cultura, extendiéndose por una vasta
zona geográfica y determinando un comportamiento cultural mas o menos homogéneo
entre sus habitantes. En el caso del Perú —o, mas específicamente, de los Andes centrales
sudamericanos— los horizontes son tres: Primer Horizonte u Horizonte Temprano, en el
que una cultura esencialmente religiosa como la Chavín va a ser el primer intento de
cohesión social y política en todo el área andina; Segundo Horizonte u Horizonte Medio,
en el que el Imperio Wari va a ser el instrumento difusor de los patrones culturales
creados por Tiahuanaco; y Tercer Horizonte u Horizonte Tardío, en el que una cultura con
vocación imperial como la Incaica, va a integrar o influir a casi todas las culturas de la
América del Sur.

Entre los "horizontes" se sitúan los "intermedios". Los "intermedios" son


fenómenos tempo-espaciales, según el criterio de Federico Kauffmann Doig, en los que
las regiones o provincias consolidan sus autonomías frente a los intentos de unificación
cultural desarrollados en los Horizontes. Los intermedios nominan a las sociedades cuya
influencia cultural se extiende sólo por una región o provincia, sin abarcar a todo un país.
En el caso del Perú, Los intermedios son dos: el Intermedio Temprano, situado entre el
Primero y el Segundo Horizonte, etapa en la que históricamente se desarrollan las culturas
o estados regionales de Nazca, Moche, Virú, Recuay, Cajamarca, Lima, Huarpa y
Tiahuanaco Temprano; y el Intermedio Tardío etapa cronológicamente ubicada entre el
Segundo y el Tercer Horizonte y representada por las culturas Chimú, Chincha-Ica,
Chancay, Chachapoyas, Huanca, Chancas y reinos aimaras.

La visión esquemática de las culturas pre-hispánicas que proponíamos puede ser


dividida en ocho etapas que corresponden —a nuestro entender— a estilos culturales
distintos y a secuencias en las que la mas antigua condiciona y determina a la siguiente.

PRIMERA ETAPA.- Los Recolectores y Cazadores Primitivos.- (20,000 a. C.


8,000 a. C.) Sociedad pre-agrícola y pre-cerámica en la que las actividades principales son
las faenas de la caza y la recolección de frutos silvestres. Economía depredatoria.
Primeras inquietudes artísticas y religiosas. Sociedad pre-clasista sin organización social
ni política. Prevalece la autoridad del mas fuerte.

SEGUNDA ETAPA. Horticultores y Pastores.- (8,000 a. C. - 1,300 a. C.)


Descubrimiento de la agricultura. Cambios en el comportamiento del hombre: de nómade
se hace semi-nómade. Agricultura incipiente. Pesca con redes. Domesticación de
auquénidos. Descubrimiento de la arquitectura. Las primeras aldeas. El primer templo.
Descubrimiento de la música y del arte textil. Primeras tecnologías. Diversificación del
trabajo. Se incrementan las plantas de cultivo; se generaliza el uso del maíz. Primeras co-
munidades sedentarias. Surgen las primeras estructuras sociales y políticas. Al término de
esta etapa se descubre la cerámica.

TERCERA ETAPA. Primer Horizonte Cultural. El Formativo Temprano.—


Chavín impone una fe religiosa y cohesiona social y políticamente a todo el Perú.

La Cultura Chavín (1,300 a. C. - 300 a. C.) Agricultura avanzada. Consolidación


del estado y del ayllu como instituciones jurídicas permanentes. Acumulación de excesos
productivos. Aparición de la propiedad. Sociedad de clases. Intensificación de la vida
religiosa. El sacerdocio asume la dirección del estado. Arquitectura monumental religiosa.
Arte lítico magistral. Cerámica plenamente desarrollada. Descubrimiento del telar.

CUARTA ETAPA. El Formativo Tardío. La Cultura Paracas.- (750 a. C. - 380


a. C.) Sociedad de ciases en la que el poder es ejercido por la clase sacerdotal en alianza
con la nobleza guerrera. Economía basada en la planificación y previsión de todo el
proceso productivo. El arte textil (los mantos de Paracas) alcanza alturas no superadas por
otras culturas americanas o europeas. Incremento de las tecnologías.

Otros formativos tardíos: La Cultura Pucará (800 a. C. - 200 d.C.). Admirables


construcciones líticas en Puno. Posible origen de la Cultura Tiahuanaco. Y la Cultura
Vicús (800 a. C. - 300 a. C.), en Piura, con su impresionante arte cerámico.

QUINTA ETAPA. El Intermedio Temprano. Los Estados Regionales. La Cultura


Nazca.- (100 d. C. - 800 d. C.) Estado teocrático gobernado por la casta sacerdotal y la
nobleza guerrera. Las aldeas se transforman en ciudades. Economía rural dependiente.
Desarrollo de una impresionante tecnología hidráulica, que luego aprovecharan los
wari-tiahuanacos. Se consolida el estado como institución jurídica de derecho propio.
Incremento de las artesanías. Apoteosis de la cerámica.

La Cultura Mochica (100 d. C. - 800 d. C.) Estado guerrero gobernado por una
aristocracia vinculada a la casta sacerdotal. Perfeccionamiento del estado como sujeto de
derecho público. Aparece el tributo como signo de dependencia política. Formación de
cortes nobiliarias. Presencia de la esclavitud. Probable aparición de la propiedad privada.
Economía estatal preponderante. Impresionantes logros en arquitectura religiosa.
Desarrollo de una cerámica realista sin parangón en América.

Otras culturas del Intermedio Temprano: Recuay, Virú (Gallinazo), Cajamarca,


Lima, Huarpa y Tiahuanaco Temprano.

SEXTA ETAPA. Segundo Horizonte Cultural.- Tiahuanaco influye


culturalmente en todo el Perú a través del Imperio Wari.
La Cultura Tiahuanaco (100 d. C. - 1,150 d. C.) Estado teocrático que extendió su
influencia cultural por Perú, Bolivia y el norte argentino y chileno. Economía colectivista
basada en la planificación. Arquitectura monumental religiosa. Excelentes metalúrgicos a
quienes se debe el descubrimiento del bronce. Alfareros notables.

La Cultura Wari (600 d. C. - 1,150 d. C.) Avanzada tecnología agraria


implementada por un estado guerrero, que, en el siglo noveno se expandió por el Perú
portando el bagaje cultural heredado de nazcas y tiahuanacos. Incremento de la
producción agro-pecuaria y de las artesanía. Construcción de caminos. Consolidación del
comercio. Reafirmación del tributo como signo de dependencia política. Las aldeas
principales se convierten en ciudades en todo el área andina.

SEPTIMA ETAPA. El Intermedio Tardío.- Al desintegrarse el imperio Wari se


produce nuevamente un fenómeno de regionalización, que va a dar origen a numerosos
reinos entre los que el mas importante es el Chimú.

La Cultura Chimú. (1,150 d. C, - 1,460 d. C.) Confederación de reinos y señoríos,


gobernada por una monarquía hereditaria con sede en Chan-Chan. Economía planificada.
Avanzada tecnología hidráulica. División y especialización del trabajo. Evidencias de una
cierta forma de propiedad privada. Intensificación del comercio. Notable arquitectura
religiosa, militar y urbana. Chan-Chan asume las características de una ciudad de cien mil
habitantes. Artesanías refinadas y suntuarias. Insuperable metalurgia en oro y plata, no
igualada en América.

Otras culturas del Intermedio Tardío: Chancay, Chancas, Chincha-Ica,


Chachapoyas, Huanca y reinos aimaras.

OCTAVA ETAPA. Tercer Horizonte Cultural.- Los Incas van a integrar o influir
sobre casi todas las culturas de la América del Sur.

La Cultura Incaica. (1,200 d. C. - 1,533 d. C.) Estado teocrático gobernado por


una monarquía hereditaria en alianza con la nobleza y la clase sacerdotal. Pachacútec,
primer gran legislador de América. Evidencias de haber construido un estado plenamente
institucionalizado. Economía colectivista. Inigualable arquitectura religiosa, militar y
urbana. Desarrollo de las artes y artesanías. Eficiente sistema de comunicaciones.

La novena etapa correspondería a lo que el eminente historiador Pablo Macera


llama La Dependencia, caracterizada por la pérdida de la soberanía o la ingerencia
extranjera en la toma de las decisiones de poder.
LOS INICIOS DE LA CULTURA PERUANA

Los Recolectores y Cazadores Primitivos

Los arqueólogos han empezado en estos años a recoger los testimonios del largo y
lento proceso a través del cual los cazadores y recolectores primitivos, llegaron al estado
de la alta cultura. Son testimonios dispersos en el tiempo y el espacio, que no cubren
todos nuestros vacíos de información, pero que reconstruyen laboriosamente la vida de
aquella primera sociedad pre-agrícola y pre-cerámica, asentada en el territorio de lo que
hoy es el' Perú, entre los años 20,000 a. C. y los 8,000 a.C.

Restos del hombre de Lauricocha, los más antiguos del Perú, 8,000 a. de C.

En 1969, el arqueólogo norteamericano Richard Mac Neish descubrió en


Paccaicasa, Ayacucho, instrumentos líticos que sometidos a la prueba del carbono 14,
probaron que el quehacer cultural del hombre peruano tiene una antigüedad de mas de
veintidós mil años. Edward P. Lanning, trabajando a orillas del río Chillón, encontró
numerosos instrumentos líticos que demostraron que cuanto más alejado se hala el
hombre en el tiempo, más lenta y difícil es su evolución cultural. Entre los instrumentos
líticos de Paccaicasa y los del Chillón no había mayor diferencia cualitativa, a pesar de
que éstos últimos, eran nueve mil años mas jóvenes que los de Paccaicasa. En 1960, la
casualidad hizo un descubrimiento igualmente trascendente. En una cueva situada en las
inmediaciones de Toquepala, hombres precerámicos, dedicados a la caza de camélidos y a
la recolección de frutos silvestres, habían pintado hace nueve mil quinientos años, sobre
las paredes rocosas, escenas de la caza a , la que estaban habituados, demostrando no sólo
el conocimiento de una tecnología sino una inquietud artística en verdad relevante.
Igualmente trascendentes fueron los descubrimientos efectuados por Augusto Cardich
entre 1958 y 1963. En una cueva ubicada en Lauricocha, Huánuco, encontró, en sucesivas
excavaciones, esqueletos humanos con una antigüedad probada de nueve mil quinientos
años. Augusto Cardich hizo además otro descubrimiento importante. Por la posición en
que halló los cuerpos, y por ciertas ofrendas que los acompañaban, llegó a la conclusión
de que los hombres de Lauricocha tenían preocupaciones religiosas.

Todas estas investigaciones contribuyeron a tipificar, y a ubicar en una cronología


rigurosa, a los primeros grupos de recolectores y cazadores asentados en el Perú. Carentes
de toda motivación que no fuera la satisfacción ele sus necesidades mas elementales,
ocupaban transitoriamente los pequeños territorios de los que se alimentaban y que
abandonaban tan pronto como las exigencias de la caza así lo imponían. Su economía era
por consiguiente depredatoria. En este tipo de sociedad, todos los miembros del grupo
contribuyen por igual a satisfacer las necesidades de la supervivencia. No hay
diversificación ni división del trabajo, que es lo que en principio origina las diferencias
sociales. Es una sociedad preclasista, sin organización social ni política, que
transitoriamente acepta la autoridad del mas fuerte. El esfuerzo colectivo está centrado en
la recolección de productos silvestres y en la caza; desconoce la agricultura, la cerámica y
el arte textil.

Pinturas rupestres de Toquepala.


Horticultores y Pastores

Hace diez mil años, los cazadores y recolectores de frutos que vagaban por el
territorio del Perú, descubrieron la agricultura a orillas del río Santa. El arqueólogo
Thomas Lynch de la Universidad de Cornell, Estados Unidos, encontró en 1969, en la
cueva de Guitarreros, en Ancash, frijoles cultivados que sometidos a la prueba del
carbono 14, arrojaron una antigüedad de casi diez mil años. Por esa misma época se
descubría la agricultura en Mesopotamia, Palestina, Egipto, China y México, sin que,
como es obvio, hubiera habido intercambio de conocimientos entre estos centros
aurorales de la cultura humana. A los hallazgos del norteamericana Lynch, debemos
añadir los del arqueólogo francés Federico Engel, que en las alturas de Chilca, al sur de
Lima, encontró camotes cultivados que también tienen una antigüedad probada de diez
mil años.

El descubrimiento de la agricultura supone un cambio en el comportamiento


cultural del hombre. De nómade y trashumante se hace semi-nómade y luego sedentario,
en un proceso que puede haber durado siglos. El semi-nómade permanecerá estacionario
mientras lo obliguen las necesidades del cultivo, pero luego volverá a ser cazador por
períodos mas o menos largos. El sedentario aprenderá a construir casas y templos; y
dejará, además, testimonio de sus preocupaciones religiosas en las ceremonias rituales
con que enterrará a sus muertos.

En su lento avance por los caminos de la cultura, los horticultores incipientes que
hace ocho mil años, merodeaban por los alrededores de la península de Paracas,
aprendieron a construir albergues transitorios a las orillas del mar. Dedicados
alternativamente a la pesca, a la caza y a la agricultura incipiente, poco a poco
incrementaron sus plantas de cultivo y, por esos remotos años, cosechaban fríjoles,
pallares, zapallos, calabazas y camotes. Habían también descubierto la música y un
rudimentario arte textil.
Mientras esto sucedía en la costa, los cazadores y horticultores incipientes que
poblaban las escarpadas tierras de Jayhuamachay, en Ayacucho, aprendían a domesticar
auquénidos y a aprovechar sus carnes y lanas. De agrícola incipiente, hace siete mil años,
el hombre se había convertido también en pastor.

En las inmediaciones de Lima, en Cerro Paloma, el infatigable investigador


Federico Engel, puso al descubierto en 1966, un compleja arquitectónico construido con
pequeñas piedras apircadas, que, con una antigüedad probada de 6,300 años, se yerguen
como la arquitectura mas antigua del Perú y América.

La acumulación de tecnologías distintas da lugar a la diversificación y división del


trabajo; del mismo modo como la vida en comunidad crea obligaciones y derechos que
demandan una organización social y política. Es al término de este largo período (6,000
años a. C. a 1,500 años a. C.), que surgirán incipientes estructuras sociales y políticas que
serán luego el basamento del estado como institución jurídica de derecho propio, y que en
el Perú aparece durante la vigencia histórica de Chavín y de los estados regionales.
Añadamos que las estructuras políticas aparecen en toda sociedad en lo que los factores
ecológicos permiten una vida en comunidad más o menos permanente. Tal es el caso de
estos horticultores que empezaban a ser sedentarios y que moraban en aldeas en las que es
claramente diferenciable la casa del Jefe. También está fuera de duda que la actividad
económica de estos horticultores más o menos sedentarios, dio lugar a la diversificación
del trabajo y que, en la costa peruana, dos mil quinientos años antes de Cristo, había seres
humanos que se desempeñaban como pescadores, campesinos, cazadores, pastores y tal
vez comerciantes.

En Huaca Prieta, en el valle del Chicama, el arqueólogo norteamericano Junius


Bird, entre 1946 y 1947, encontró evidencias concretas de una vida en comunidad
sedentaria hace cuatro mil quinientos años. En pequeñas construcciones apiñadas una al
lado de la otra, horticultores sedentarios se habían alimentado de productos marinos y del
cultivo del paliar, el zapallo, la calabaza y el ají. Entre sus restos no se halló armas, lo que
hace presumir que convivían en armonía con sus vecinos; tampoco se encontró cerámica.
Tan sólo mates y tejidos de algodón trenzado del modo más rudimentario, pero en los que
aparecen, por primera vez en América, dibujos zoomorfos teñidos de color. El adelanto
tecnológico era lento pero continuo. El algodón se había descubierto pero el telar estaba
aún lejano.

Todos estos testimonios avalan el significativo avance de la cultura peruana, que


por cierto no se dio simultáneamente y por igual en todas partes. Así mientras algunas
sociedades permanecen semi-nómades, otras se hacen sedentarias. Y los sedentarios,
como hemos dicho, construyen casas, y también templos. En Cotosh, en el departamento
de Huánuco, hombres provenientes de la hoya amazónica, que se habían arraigado en el
lugar, construyeron hace cuatro mil doscientos años el templo más antiguo del Perú y
América. En su interior se halló además la escultura más antigua del continente: dos
manos cruzadas, trabajadas en terracota, que parecen insinuar una actitud religiosa.
Cotosh es la expresión tangible de las inquietudes espirituales de un pueblo empeñado en
eternizar sus mitos y sus dioses. Pero es algo más: Cotosh es una relevante muestra de
arquitectura religiosa surgida cuando aún están lejanas las altas culturas mesoamericanas.
Es también un hito imprescindible en el tratamiento de la originalidad cultural. Porque, si
como creemos, una religión sólo puede entenderse entro de su contexto cultural, es
evidente que quienes en edad tan temprana levantaron un templo y una escultura como los
de Cotosh, debieron de poseer un contexto cultura¡ igualmente avanzado. Es oportuno
recordar que Cotosh fue construido 2,240 años a.C., y que el Templo de la Venta, el más
antiguo mexicano, fue edificado 814 años a.C.

En las postrimerías de este período, el hombre descubrió el valor alimenticio del


maíz (1,900 a.C.). Pronto su uso se generalizó en todo el área andina. También hizo otro
descubrimiento importante. En Guañape, Las Aldas, Curayacu, Ancón y Tutishcainyo hay
testimonios del lento y difícil proceso a través del cual el hombre peruano creó su
cerámica. Cerámica burda, elemental. sin color, con una decoración pobre, pero cerámica
que permite el cocido de los alimentos sobre el fuego.

CARAL

Este impresionante complejo arquitectónico se ubica en el valle de Supe, Barranca; a 182 km al


norte de la ciudad de Lima. Las investigaciones arqueológicas demostraron su pertenencia al
periodo precerámico pues se desarrolló entre los 3,000 años a.C. y los 1,600 años a.C.. La
presencia de este complejo arqueológico desestructuró las hipótesis sobre el desarrollo cultural
en los Andes peruanos pues es 1,500 años más antigua que Chavín, considerado por muchos
años el foco cultural más antiguo y complejo del antiguo Perú. Se tiene documentación de los
centros arqueológicos de Supe desde los años 1940, a través de fotografías aéreas que
mostraban las plazas y centros arquitectónicos monumentales. Sin embargo no se hicieron
excavaciones ni estudios pues se le daba poca importancia frente a las distintas manifestaciones
culturales del antiguo Perú.
En sus 66 hectáreas se distinguen dos zonas diferenciadas arquitectónicamente: la zona nuclear
y la zona periférica. En la primera se ubican los edificios monumentales y las residencias de los
grupos de la elite, plazas circulares y grandes espacios públicos para reuniones multitudinarias.
La zona periférica contiene las viviendas de la gente común agrupadas a manera de
archipiélagos a lo largo de la terraza anexa al valle.

Para este periodo Caral ya había logrado una eficiente agricultura y pesca, sobresaliendo el
procesamiento del algodón, elaborando ropa y sobretodo redes para una eficiente extracción del
pescado.

Su excedente económico le permitió desarrollar condiciones económicas, sociales y políticas sin


precedentes para esos años. También hubo un desarrollo en las ciencias exactas y en las
tecnologías empleadas para la construcción de la arquitectura monumental.

Caral se ubicó en la margen derecha del río Supe. Este río es de régimen irregular, como casi
todos ríos de la costa. No es posible que la agricultura del valle haya sido la única y principal
actividad económica de sus pobladores puesto que la arquitectura monumental y sus islotes de
viviendas indican una gran población permanente. El gran trabajo físico utilizado en la
construcción de los edificios monumentales y su permanente modificación se sustentó con
actividades extractivas como la pesca y la utilización de los excedentes de otros valles, tal vez los
de Pativilca y Fortaleza, aledaños a Supe. Su ubicación estratégica, entre la costa y la sierra, le
permitió el intercambio de productos con pueblos ubicados entre los valles costeños de Santa
(Ancash) y Chancay (Lima) o Chillón, y por el este con los ubicados en el Callejón de Huaylas y
la cuenca del Marañón por el este.

Hay que anotar que el valle de Supe contiene a lo largo del río varios asentamientos
poblacionales con una extensión variada, algunos más grande que Caral y otras con menos de
una hectárea.

En dos recintos arquitectónicos se encontraron un conjunto de flautas realizadas en huesos de


pelícano y cóndor. Estos instrumentos musicales revelan una práctica musical importante en la
sociedad de Caral pues se cree que fueron interpretadas ante público en las plazas elaboradas
para tales fines. Las flautas están decoradas con diseños incisos y están representados monos,
cóndores, figuras antropomorfas, etc.

Caral (por Federico Kauffmann Doig)


En 1984, Paul Kosok y Richard P. Schaedel recorrieron el valle de Supe, en búsqueda de
un complejo arquitectónico de notable extensión del cual Kosok había dado noticia mediante
fotografías aéreas tomadas en 1965. Por corresponder a un sitio ubicado en los terrenos de las ex
haciendas de Chupacigarro Grande y de Chupacigarro Chico, nombraron al conjunto de restos
Chupacigarro. Les llamó la atención la presencia en el lugar de plazas circulares hundidas y de
huancas o pedrones alargados plantados en el suelo, además de su enorme extensión y su in-
dudable carácter de centro administrativo y ceremonial.
El lugar de nacimiento de la civilización americana: Caral posee
algunos de los mayores edificios encontrados en el valle de Supe,
con plataformas en las que caben dos estadios de fútbol y
construcciones de cinco plantas.

Años después Frédéric Engel (1987) condujo las primeras exploraciones en el lugar, y
luego Carlos Williams levantó el catastro arqueológico del valle de Supe. Desde entonces
diversos estudiosos han hecho comentarios sobre Chupacigarro, como por ejemplo Peter
Kaulicke (1994). Pero es Ruth Shady quien, desde 1996, conduce investigaciones sistemáticas
en el lugar, optando por denominarlo Caral. Prefiere nombrar así a este sitio, en atención a que
este es el nombre del pueblo más cercano ya que Chupacigarro sólo calificaría a un sector,
conformado por sólo cuatro complejos, del enorme conglomerado arquitectónico.

Caral se extiende por ambas márgenes del valle de Supe, provincia de Barranca, distante
22 kilómetros del mar y a unos 100 msnm. Lo conforman diversos conjuntos en los que se
aprecian innumerables montículos, restos de edificaciones varias y plazas circulares excavadas
en el suelo, que alcanzan hasta 80 m de diámetro. A las construcciones piramidales se ascendía
mediante graderías, como la excavada inicialmente por Engel. Las huacas que reporta Kosok
siguen en pie. Caral «cubre un área aproximada de 50 ha, está conformada por 32 conjuntos
arquitectónicos de diversa magnitud y función»: pirámides, templos, sectores residenciales,
anfiteatro, almacenes, altares y calles, como indica Ruth Shady (1997). En cuanto a la población
que habría estado allí albergada, Shady estima que serían entre mil y tres mil individuos. Esta
cifra puede ser lógica en relación a las edificaciones descubiertas, pero resulta exigua para un
centro administrativo y de culto de esta envergadura, por lo que habría que suponer que la
población debió en su mayoría morar dispersa, en frágiles viviendas, cercana a sus campos de
cultivo.

La agricultura cumplía una función decisiva en la alimentación, como puntualiza Shady.


La pesca marina aportaba a la alimentación en segundo lugar, lo que no concuerda con la
hipótesis de Michael E. Moseley (1975) acerca de que los primeros centros de arquitectura
monumental costeños habrían aflorado como consecuencia de la excepcional riqueza del mar
peruano. Entre las plantas alimenticias, Ruth Shady (2001) cita la calabaza, el zapallo (ucurbita
sp.), el camote (Ipomea batatas), el frijol (Phaseolus vulgaris), la guayaba (Psicium guajara), el
pacae (Inga feuillei), el achira (Canna edulis), la lúcuma (Pouteria lucuma), el maíz (Zea mays),
el ají (Capsicum frutesiens), etc. No se ha precisado si todas eran utilizadas desde los inicios de
Caral.

Shady ha puesto al descubierto flautas de hueso y estatuas de barro crudo, patrones que
son propios de la presente etapa de acuerdo a hallazgos del tipo realizados, por ejemplo, en El
Áspero y en Las Haldas.

Los inicios de Caral eran calculados en unos 3500 años, pero al presente se calcula que
alcanzan los 5000 años, como sostiene Shady (1997). La ocupación del sitio se habría extendido
por más de dos milenios, hasta alrededor del año 1500 a. C. La antigüedad dada a Caral estaría
por lo tanto en concordancia con la de otros centros administrativos y de culto costeños. Por lo
mismo es lógico suponer que tanto los monumentos como los sectores de viviendas y el material
arqueológico pertenecen a diversas fases de la historia del sitio.

Shady menciona que Caral incluía depósitos para almacenar excedentes de la producción.
Su función debió ser el conservar víveres para casos de emergencia, cuando la costa soportaba
los estragos derivados del fenómeno de El Niño. Los testimonios de sacrificios humanos
reportados por Shady deben interpretarse como tributos ofrecidos a los poderes sobrenaturales,
que se suponía regían sobre los fenómenos atmosféricos. Como en otros centros arqueológicos
tempranos, Caral ostenta altares con fogones provistos de ductos de ventilación.
SECHÍN

Cerro Sechín se encuentra ubicado en el valle de Casma (Ancash), en la confluencia de


los ríos Sechín y Moxeque. Se cree que el templo de Sechín fue erigido hacia los 1,900
a.C.. Su monumentalidad se encuentra asociada con los frisos esculpidos en bloques de
piedra y que son parte de las principales paredes del templo.

El templo posee más de 350 esculturas realizadas en piedra y escenifican tal vez, batallas
míticas de los héroes civilizadores de esta cultura. Las distintas composiciones
representan personajes con vestidos ceremoniales que marchan formando dos columnas a
los lados opuestos de la entrada principal del templo. Distintas partes del cuerpo humano
fueron esculpidas así como figurines que miden entre los 4 metros y los 85 centímetros.
La mayoría de cabezas muestran los ojos cerrados, por lo que se ha interpretado como una
matanza ritual asociada a mitos civilizatorios. De igual manera las cabezas cortadas han
sido interpretadas como la representación de un mito de creación asociado con el culto al
maíz, pues las cabezas, según algunos investigadores, están ligadas a elementos mágicos
de orden agrícola.

Se cree que sus habitantes hablaron el sec, y que su producción agrícola fue insuficiente
(debido al poco caudal de los ríos cercanos), por lo que tuvieron vinculados con
poblaciones ubicadas en los valles de Nepeña y Santa (ambos ubicados en Ancash).

Sucesivamente debió Sechín sufrir la influencia de Chavín, del Gran Chimú y finalmente de los
Incas. Durante la Conquista española, se había perdido el recuerdo de aquel pueblo, e inclusive
el testimonio material de su cultura. Hacia 1879, Antonio Raimondi anotó que “un monumento
importante es el llamado Castillo”; pero no aportó el menor apunte descriptivo de tal “castillo”,
y quizá se limitó a recoger una tradición. Por su parte, Ernst Middendorf describió, en la región,
el llamado “templo de Moxeque”, y en las vecindades de Casma, sólo mencionó “muchos restos
de muros antiguos”. A su vez, Julio C. Tello observó en el puerto de Casma una singular piedra
grabada; fue conducido a Sechín Alto por un guía que le mencionó una “huaca del indio bravo”
en atención a un monolito que tenía grabado el perfil de un guerrero cuya cabeza aparecía coro-
nada por tres haces de cabellos flotando al viento; inició el reconocimiento (1-VII-1937) para
establecer su importancia histórica, y pronto le fue posible identificar un templo megalítico. Su
descubrimiento abrió una amplia perspectiva, pues “el hallazgo de un edificio ciclópeo construi-
do con piedra y barro, y revestido totalmente con estelas de granito ostentando diversas figuras
simbólicas y mitológicas, que son partes de un sistema relacionado con el cómputo del tiempo
en el área andina sudamericana, plantea una interrogación en el arduo problema de apreciación
de la antigüedad peruana”. Allí efectuó otros trabajos Arturo Jiménez Borja (1971), quien pudo
revelar las estructuras de dos edificios, La excavación del monumento prosiguió en 1980 con los
auspicios de la fundación Volkswagenwerk ofrecidos a un proyecto de largo alcance elaborado
por la Pontificia Universidad Católica del Perú, que permitió descubrir nuevas muestras de
piedras con graficaciones entre los escombros. Los estudios emprendidos en los últimos
decenios del siglo XX conducen a situar el monumento de Sechín como anterior en varios siglos
a Chavín de Huántar. Mientras que la hipótesis de Jiménez Borja —a la que se unen los demás
estudiosos interesados en el tema—, interpreta el cuadro conformado por las piedras graficadas
en los muros exteriores de Sechín como el de la conmemoración de una cruenta batalla, el
arqueólogo Federico Kauffmann Doig, a continuación de su análisis iconográfico de Sechín
(1979), sostiene que habría sido un centro de sacrificios humanos “ofrendados por una élite de
sacerdotes-jerarcas para lograr de las fuerzas naturales los alimentos requeridos por un grupo
humano con tasa demográfica creciente y con problemas en la producción de los alimentos (en
razón del acelerado crecimiento demográfico al que están expuestos quienes cifran su sustento
en la actividad agraria y enfrentaban al mismo tiempo los problemas derivados de una
limitación extrema de tierras cultivables, así como desastres de gran magnitud que incidían en la
producción de los cultivos acarreados por el fenómeno de El Niño)”
EL PROBLEMA DE LA ORIGINALIDAD CULTURAL

El descubrimiento de la cultura Chavín en 1919, amplió notoriamente el


conocimiento que se tenía sobre el origen y antigüedad de la cultura peruana. Hasta ese
entonces prevalecía la tesis impuesta por el notable arqueólogo alemán Max Uhle
(1856-1944), que afirmaba que las primeras y más antiguas culturas peruanas, la Proto-
Nazca y la Proto-Chimú, se habían desarrollado a comienzos de la era cristiana, siguiendo
normas de comportamiento e influencias de origen mexicano. Estos conceptos resumen la
llamada teoría inmigracionista. El descubrimiento de Chavín, con su antigüedad de tres
mil años, permitió a su descubridor, el insigne arqueólogo peruano Julio C. Tello
(1880-1947), refutar las opiniones de Max Uhle, y formular su teoría del autoctonismo
cultural, que, en otros términos, sostiene que el origen y desarrollo de nuestra cultura es el
resultado de la creatividad milenaria del hombre peruano, que, ajeno a toda influencia
foránea, en Chavín había forjado la primera y más antigua alta cultura del Perú. Chapín
—según el sabio Tello— era nuestra cultura matriz, de la que provenían todas las demás.

Julio C. Tello

La teoría autóctonista ha contado con la adhesión crítica de serios y prestigiosos


investigadores, que estiman como altamente improbable la posibilidad de influencias
extrañas en el formativo peruano. No obstante hay arqueólogos e historiadores de
reconocida probidad científica que han cuestionado los planteamientos de Julio C. Tello.
El destacado arqueólogo peruano Federico Kauffmann Doig ha buscado la raigambre de
lo chavín en las sociedades precerámicas peruanas, y ha llegado a la conclusión de que
“lo pre-chavín no parece contener los antecedentes de lo chavín". Ante la ausencia de
elementos formativos, en suelo propio, Kauffmann admite la posibilidad de que las raíces
de lo chavín no estén en el Perú sino en centros formativos foráneos. A este punto de vista
se le conoce como la teoría aloctonista. El estudio comparado de ciertos fenómenos
mágico-religiosos ha contribuido a robustecer sus puntos de vista, que solo intentan.
esclarecer un importante problema científico.
Nosotros somos partidarios de la teoría autoctonista por las siguientes razones:

Primero: En la América pre-colombina las migraciones fueron escasas y tan lentas


que territorios relativamente pequeños fueron ocupados a lo largo de muchas generacio-
nes. Los desplazamientos de grupos humanos mas o menos organizados, en busca de
mejores territorios de caza o de cultivo, debieron efectuarse lentamente por razones estric-
tamente ecológicas. En las sociedades de agricultura incipiente, o de subsistencia, la
ecología impone limitaciones que el grupo no puede soslayar. De ahí que pensemos que
las innovaciones culturales creadas y desarrolladas en Mesoamérica, sólo debieron llegar
a lo que hoy es el territorio del Perú, si llegaron, después de centenares de años de haber,
sido perfeccionadas.

No negamos la posibilidad de que el comercio haya sido un factor de


transculturización. Pero fuera de no estar demostrado de que funcionó como actividad
económica permanente, nos estamos olvidando que el Tecutín es un fen6meno tardío en
las altas culturas mexicanas (600 o 700 años d.C.), que se da cuando ya Chavín se había
sumergido en la quietud del pasado. No forcemos la realidad. El comercio como actividad
económica especializada, sólo aparece en México en el siglo séptimo después de Cristo.
Acá lo que tratamos de dilucidar es si hubo o no influencia mexicana en la cultura
Chavín, que, como sabemos, apareció 1,300 años antes de Cristo.

Segundo: El descubrimiento de la cerámica Valdivia en el Ecuador, con sus cinco


mil años de antigüedad, ha planteado interrogantes que los historiadores de la cultura in-
tentan esclarecer. Partiendo del supuesto de que todo. fenómeno cultural se explica por
sus antecedentes, han llegado a admitir como posible que la raigambre de lo chavín esté
fuera de nuestra área cultural. Los primeros ceramios peruanos, los de Tutishcainyo
(2,000 a.C.) y Guañape (1,600 a.C.) les parecen demasiado elementales como para ser los
antecedentes de una cerámica tan elaborada como la chavín. Los defensores del
aloctonismo cultural no ven lo que a nuestro entender es lo fundamental. Tutishcainyo y
Guañape prueban fehacientemente que la cerámica peruana es una creación original y no
copia de modelos foráneos. Si nuestros primeros ceramistas hubieran tenido a la mano
modelos como los de Valdivia o Puerto Hormigas (Colombia), es evidente que no habrían
producido formas tan simples como las que nos han legado, Algo más. En todo fenómeno
cultural, lo accesorio siempre es un derivado o una consecuencia de lo principal. En el
caso de la cerámica, lo accesorio es el decorado y el color; lo principal es lo que le
permite ser o no ser un ceramio, por simple y-rudimentaria que sea su forma. Y a este
nivel habían llegado ya nuestros primeros ceramistas casi mil años antes de Chavín,
tiempo por demás suficiente como para descubrir la tecnología que da color, decorado y
brillantez al ceramio.

Tercero: Los defensores de la teoría aloctonista, olvidan mencionar la antigüedad e


importancia de otros elementos culturales en los que el formativo peruano tiene logros
relevantes y significativos. (Al hablar de la originalidad de una cultura hay que tener en
cuenta no sólo el valor y antigüedad de cada uno de sus elementos constitutivos, sino a la
cultura como una creación compleja, vasta y totalizadora, en la que explícita o
implícitamente cada uno de sus elementos influye y es influido por los otros). La
cerámica es una realización importante pero no lo es todo. La agricultura, la arquitectura,
la religión, las artesanías, son logros en los que los hombres que. forjaron Chavín
alcanzaron alturas y antigüedades en verdad admirables. Y
Cuarto: El estudio comparado de las mitologías americanas ha servido para
demostrar cómo ciertos fenómenos mágico-religiosos se repiten con mayor o menor
frecuencia. entre las más antiguas culturas andinas. El felino, la serpiente y las aves han
sido objeto de veneración durante un período de tiempo bastante prolongado, que puede
ubicarse entre los 1,500 años a.C. y los 1,500 d.C., por culturas tan dispersas
geográficamente como la Olmeca y la Chavín, y la Maya y la Chimú. El hecho de que el
formativo mexicano (Olmeca) sea un poco anterior al formativo peruano (Chavín), es el
supuesto del que se valen para deducir que el segundo es consecuencia de lo primero.
Nosotros no compartimos este criterio. Ya en el párrafo primero expusimos las razones
por las que considerábamos como altamente improbable la posibilidad de influencias
mesoamericanas en el formativo peruano. Añadamos ahora que aún cuando convengamos
que lo Olmeca es anterior a lo Chavín, no por eso vamos a deducir que el culto felínico
chavín tiene raigambre olmeca. Para nosotros el culto al felino es un fenómeno que hay
que ubicar en el umbral de los formativos americanos. El culto al felino debió aparecer
mucho antes que Chavín se consolidara como un estado más o menos organizado. Son las
creencias y los ritos religiosos felínicos los que imponen una cohesión y una orientación
política a los grupos de practicantes sobre los que surge Chavín.

Dicho esto, ¿cómo explicar la similitud de creencias religiosas entre pueblos tan
distantes? La única explicación razonable es el origen común de los pueblos americanos,
que en el más remoto pasado debieron asumir como patrimonio común un cierto número
de creencias, supersticiones y fenómenos mágico-religiosos que posteriormente dieron
lugar a sus mitologías y a sus dioses.
LA CULTURA CHAVIN

Chavín es la primera gran cultura desarrollada en lo que hoy es el centro y norte del
Perú. Empezó 1,300 años antes de Cristo, en los alrededores de lo que fue su centro
religioso más importante: los templos de Chavín de Huántar, en Ancash, y desapareció,
sin que sepamos por qué, trescientos años antes del comienzo de nuestra era. Tres factores
parecen coincidir con los inicios de este primer gran horizonte cultural pan-peruano:

Primero: La generalización de la agricultura como sistema permanente de


explotación y transformación de la naturaleza; Segundo: La consolidación del estado y
del ayllu como instituciones jurídicas permanentes, y Tercero: La intensificación de la
vida religiosa, que, como hemos dicho, impone cohesión social y orientación política a la
comunidad.

La agricultura implementada por los chavín dará como resultado excedentes


productivos acumulables que ampliaran notoriamente los márgenes de la vida económica.
La utilización de mejores técnicas de cultivo, la aparición de canales corno el de
Cumbemayo, cercano a Cajamarca, y la generalización del uso del maíz y de la papa—se
cultiva, además, quinua, pallares, frijoles, calabazas, zapallos, yuca, camote y ají—,
permitirá la estabilidad y permanencia de la vida sedentaria con el consiguiente aumento
de las poblaciones aldeanas. La acumulación de los excedentes productivos será también
el origen de la propiedad y de las clases sociales. El excedente productivo permitirá la
construcción de templos, la consolidación del estado y el surgimiento de las clases
dirigentes. Es durante la vigencia histórica de la cultura chavín que aparece el estado
como institución jurídica de derecho propio; y es también durante esta etapa de la cultura
peruana que se consolida el ayllu como una forma asociativa y sedentaria de familias,
que, teniendo un origen común, trabajan en comunidad bajo la conducción de un solo
jefe. Añadamos que el incremento de la vida económica sólo será posible mediante la
división y especialización del trabajo. De aquí en adelante, la experimentación y la
búsqueda de una tecnología adecuada, serán una norma implícita en el comportamiento
del hombre peruano.

Chavín es la visión de un mundo religioso dominado por fuerzas desconocidas que


rigen inexorablemente la vida y el destino del hombre. Entre ese mundo subterráneo, po-
blado por monstruos demoníacos, y el mundo de la realidad perecedera, existen dioses
que con sus poderes mágicos y sobrenaturales hacen más llevadera la condición del hom-
bre. Esos dioses son el jaguar, la serpiente y el halcón. No conoceremos nada que no sean
sino imágenes fugaces de ese mundo sombrío, pero no cabe duda que esos cultos
demoníacos al jaguar, a la serpiente y al halcón, dieron la cohesión social y la estabilidad
política necesarias para desarrollar una cultura.

Templo o Castillo de Chavín

Chavín es un mundo profundamente religioso en el que las necesidades del culto y


de la clase sacerdotal gobernante, condicionan y determinan la vida de toda una sociedad.
Es posible que los templos de Chavín de Huántar hayan sido no sólo un centro obligatorio
de peregrinación religiosa, sino también la sede administrativa de un estado teocrático,
sostenido con las ofrendas de los romeros. Lo que hay que averiguar es la naturaleza de la
relación política que vinculaba a Chavín con los otros centros ceremoniales existentes
dentro de su área cultural. Lo cierto es que el poder estaba en manos de la clase sacerdotal
aliada a la nobleza guerrera. Los grabados líticos de Cerro Sechín demuestran que el
estado de armonía y paz social existente entre las sociedades pre-cerámicas de la costa
peruana, era cosa del pasado, y que en Chavín había surgido conjuntamente con una
acumulación de los excedentes productivos, y la intensificación de la vida religiosa, una
clase guerrera que trataba de expandir y fortalecer su poder mediante el ejercicio de la
guerra. Los grabados líticos de Cerro Sechín prueban además que eran guerreros crueles
en demasía.

Chavín de Huántar es hasta la fecha la más antigua muestra de arquitectura


monumental religiosa que existe en el Perú. La grandiosidad de sus ruinas venerables dan
una idea de lo que pudo ser en los momentos de su mayor esplendor y magnificencia. El
conjunto arquitectónico se extiende sobre más de cuarenta mil metros cuadrados, y consta
de varios templos, terrazas y plazas ceremoniales, construidos a lo largo de épocas
sucesivas. El más famoso de todos es el Templo Tardío, llamado impropiamente El
Castillo, que, por lo que queda, demuestra que fue una construcción piramidal con
terrazas superpuestas, recubiertas cuidadosamente con lajas y piedras pulidas asentadas
con simetría. En su interior, los templos están cruzados por numerosas galerías y
habitaciones subterráneas, que en su tiempo debieron servir de altar á los dioses e ídolos
dominantes, y recibir las ofrendas de los peregrinos. En una de estas galerías se halla el
Lanzón, gigantesco monolito de casi cinco metros de altura, íntegramente esculpido que
representa a un jaguar humanizado de cuya cabeza brotan serpientes. En las fachadas
exteriores debieron colocar, a distancias simétricas, las famosas cabezas clavas, que a no
dudar son una muestra superior del arte lítico chavín. Desdichadamente sólo hay una in
situ. Las otras han desaparecido o son motivo de admiración en los museos. Otras
muestras escultóricas igualmente notables son la Estela Raimondi; el Obelisco Tello, el
Cóndor de Chavín y la Estela de Yauya. Todas son esculturas en piedra, cuidadosamente
trabajadas, que representan simbólicamente el mundo sombrío en el que imperaban sus
dioses y sus mitos.

La principal divinidad chavín era el dios felino representado en el Lanzón,


escultura que se hallaba en el centro de una galería subterránea en forma de
cruz del templo viejo de Chavín de Huántar.

Los conjuntos arquitectónicos chavín se hallan dispersos en los aproximadamente


trescientos cincuenta mil kilómetros cuadrados que abarcó su área cultural. Todos ellos
prueban que la arquitectura, como todas las otras manifestaciones de su vida cultural,
estuvieron al servicio de los ritos y de la fe religiosa. Los templos y santuarios más
notables se encuentran en Kunturhuasí y Pacopampa, en Cajamarca; Punkuri, Cerro
Sechín y Moxeque, en Ancash; Caballo Muerto, en La Libertad; y Garagay, en Lima; y
demuestran que el culto religioso es siempre el centro referencial de la vida chavín.
Una de las cabezas clavas que decoraban las paredes del templo de Chavín de Huántar.

Entre los tanteos y búsquedas de Guañape, las Aldas y Tutishcainyo, primeros


ceramios peruanos, y lo realizado por los alfareros de Chavín, hay distancias que es justo
resaltar si queremos tener una visión objetiva de la evolución de la cerámica en el Perú.
En Chavín estamos frente a un arte cerámico plenamente desarrollado, en el que los
valores plásticos alcanzan una altura universal. La cerámica por primera vez (1,300 a.C.)
es fina, compacta, pulimentada, cubierta por incisiones que resaltan el rostro del dios o
totem representado. Es, además, monocromática, de tinte negro, gris u ocre. Sus ceramios
parecen haber cumplido fines ceremoniales por la obsesión religiosa que prevalece en
todo lo chavín.

Durante la vigencia de esta cultura se descubre el telar en el Perú. El algodón es


cultivado para la confección de vestidos, que por las muestras encontradas en Cupisnique,
Supe y Ocucaje, sabemos que estaban adornados con dibujos de cóndores y felinos.
CUPISNIQUE

La cultura Cupisnique fue descubierta hacia 1933 por Rafael Larco Hoyle. El
principal asentamiento de los Cupisnique se encuentra en la actual hacienda Sausal,
ubicada, al este de Ascope, Trujillo. Por asociación, y en base a la técnica empleada en su
cerámica, se le relacionó tempranamente con Chavín de Huantar y se le denominó la
variante costeña de esta cultura o como chavinoide. Tras estudiar la secuencia cronológica
de esta cultura se pudo definir con exactitud que Cupisnique fue un desarrollo cultural
propio de la zona y con características bien definidas.

La mayoría de sus construcciones presenta paredes con adobes cónicos, con


coincidencia en las bases, agrupados en doble fila unidos con argamasa de barro o bien
realizados con grandes piedras como cimiento, y sobre ellas, se colocaron los adobes o
bien piedras que junto a otras más pequeñas formaron los sólidos muros de sus
construcciones.

Sin duda lo mas representativo de esta cultura es su cerámica. Moldeada y cocida en


hornos cerrados, estos ceramios tienen la particularidad de poseer en su mayoría los
colores rojo, marrón, crema y negro, pero por deficiencia en la cocción tienden a
presentar un color anarajando. En su mayoría, estos ceramios son cántaros globulares con
asa estribo y con decoración incisa en todo su cuerpo. Las figuras escultóricas, muchas de
ellas de tipo realista, representan hombres, animales y frutos. También trabajaron la talla
en turquesas, conchas y huesos. La presencia de elementos panandinos como el jaguar, el
cóndor y serpiente indica un contacto con culturas del mismo horizonte.

KUNTUR WASI

Kuntur Wasi esta ubicado en la cuenca del río Jequetepeque, a 50 kms. al sur de
Pacopampa (Ancash) y se desarrolló a partir de los 1,100 a.C. hasta los 50 a.C.. El centro
ceremonial Kuntur Wasi fue construido sobre el cerro La Copa, y al parecer sufrió
modificaciones en sus cuatro terrazas pues se trató de nivelarlo. Su monumentalidad y
compleja arquitectura indican una ocupación territorial desde el formativo temprano. Fue
emparentado con Chavín debido al parecido que guarda con este complejo y también por
las litoesculturas que ambas culturas poseen, sin embargo investigaciones recientes a
cargo del arqueólogo japonés Yoshio Onuki demuestran que la ocupación de este sitio es
de mayor antigüedad. La misión japonesa, que trabajó durante varios años esta zona,
logró analizar varios contextos funerarios y encontró asociado a ellos varias piezas de
orfebrería entre las que se incluyen collares, coronas, orejeras, pectorales repujados y
pequeñas cabezas trofeo, todas ellas de oro (1997).

Las evidencias arqueológicas indican lazos comunes con Chavín (galería de las
ofrendas), no solo por las piezas de oro parecidas, sino también por la utilización del
mismo tipo de vasijas encontradas en ambos sitios.

Onuki pudo realizar una secuencia estilística que permite establecer 5 periodos
culturales para este complejo arquitectónico, durante las cuales se modificó el templo:
Ídolo (1100-700 a.C.); Kuntur Wasi (700-450 a.C.); Copa (450-250 a.C.) y Sotera (250-
50 a.C.) En la última fue clausurado y los habitantes se mudaron al templo de Cerro
Blanco. Esta secuencia permitió encontrar parentescos no solo con Chavín, sino también
con Cupisnique en la costa norte y también con Layzon (Cajamarca).
GARAGAY

Ubicada en la margen norte del río Rimac (Lima), Garagay posee una antigüedad de
1,400 a.C. y se cree tuvo su ocaso hacia el 200 a.C.. La monumentalidad de Garagay
indica que estuvo bajo el poder político de una elite con dominio sobre varias de las
aldeas cercanas a este complejo arquitectónico. Se compone de 5 edificios de gran tamaño
que forman una U y una plaza circular en el centro del complejo, típica arquitectura para
este periodo en la costa central y norte.

En una de las paredes del edificio secundario se encontraron varios frisos de colores
con representaciones humanas y felínicas. El personaje principal de estas decoraciones
esta asociado a un molusco o crustáceo. También ha sido relacionado con una araña,
animal recurrente en la iconografía Cupisnique.

Se han encontrado varios utensilios que revelan la presencia de especialistas en


Garagay. Esculturas líticas y en madera asociadas a figuras antropomorfas como la del
Lanzón monolítico de Chavín permiten establecer el impacto y la influencia que esta
cultura pudo haber tenido en la costa norte. De igual manera los objetos de cerámica
encontrados en Garagay se relacionan con muchos elementos encontrados en recintos
culturales próximos, por lo que es fácil deducir su contacto con zonas como Chillón,
Lurín Santa Rosa de Quives, Curayacu, entre otros.
LA CULTURA PARACAS

En los arenales de la península de Paracas, Julio C. Tello descubrió entre 1925 y


1927, los restos deslumbrantes de una cultura avanzada. No los halló en poblados ni en
centros ceremoniales sino en gigantescas tumbas colectivas, ubicadas alas orillas del mar,
en las que un pueblo desconocido oficiaba sus ritos funerarios. En estas tumbas encontró
suficiente información arqueológica como para darnos una idea vasta y luminosa de su
forma de vida, que por la tipología cultural y el tiempo en el que se desenvolvió, corres-
pondía a una época tardía del formativo peruano. La cultura Paracas —llamada así por su
descubridor—en homenaje al sitio geográfico donde efectuó los hallazgos—, se extendió
por los feraces valles de lo que hoy es el departamento de Ica, entre los años 750 a 380
antes de Cristo. Años en los que el universo religioso pan-andino creado y desarrollado
por Chavín —y del que Paracas es en cierta forma tributario—, había empezado a
resquebrajarse y se iniciaba la regionalización.

Las tumbas descubiertas por Tello eran de tipo diferente. Estudios ampliatorios
demostraron que correspondían a períodos de tiempo igualmente distintos. A las más anti-
guas las llamó del Período Cavernas, por haber sido encontradas en cavernas funerarias
incrustadas a cinco metros de profundidad en el arenal. Las cavernas tenían, forma de
copa invertida, y algunas contenían hasta cincuenta fardos funerarios. Las tumbas más
recientes (500 a.C.), eran pequeñas ciudadelas enterradas en el desierto, en las que
corredores estrechos y tortuosos daban acceso a un laberinto de pequeñas cámaras
mortuorias, en las que se encontraban los fardos funerarios. Tello llamó a este conjunto de
tumbas con el nombre de Paracas Necrópolis.

Fardo funerario Paracas. Exterior e interior.


Los hombres de Paracas enterraban a sus muertos siguiendo un ceremonial riguroso
y prolongado. El cuerpo del difunto empezaba por ser momificado de acuerdo a prácticas
esotéricas conocidas sólo por los sacerdotes. Terminada esta ceremonia religiosa,
comenzaba otra igualmente formal y estricta. La momia, envuelta en su sudario, era
colocada en un cesto de mimbre conjuntamente con todos los objetos que debían
acompañarla a la eternidad. (Estos objetos nos dan una idea del concepto que tenían de la
vida ultraterrena). El cesto de mimbre era envuelto cuidadosamente por un número no
siempre igual de mantos de diferente calidad textil. El que se hallaba más cerca cuerpo del
difunto era de extraordinaria fineza, nudo bordado con figuras que representaban
simbólicamente el mundo de su mitología. Los mantos restantes eran de menor calidad
textil. Algunos de los fardos funerarios, que, sin lugar a dudas, correspondían a miembros
de las clases dominantes, eran envueltos hasta por diez u orce mantos. No olvidemos que
Paracas era una sociedad de clases, y que la riqueza y variedad de los mantos estaba en
estrecha relación con la riqueza y poder político y social del individuo. La ceremonia
terminaba con el entierro riel fardo funerario.

El descubrimiento de los mantos suscitó la admiración universal. No era para


menos. Sobre finísimas telas de algodón y lana—algunas de las cuales contenían hasta
trescientos hilos por pulgada cuadrada—, estamparon colores y dibujos tan hermosamente
imaginados, que, sin exageración alguna, puede afirmarse que en Paracas el arte textil
alcanzó alturas no igualadas por ninguna otra cultura americana o europea.

Manto Paracas

Paracas era una sociedad de clases en la que la acumulación de los excesos


productivos agrarios permitió la consolidación de las clases y de las diferencias sociales.
La clase conductora del proceso económico, se va a mantener en el poder gracias a su
vinculación con la nobleza guerrera, que no sólo defenderá el orden interno sino que
tratará de apoderarse de la riqueza de los señoríos fronterizos. Los dibujos encontrados en
los mantos demuestran que las guerras eran frecuentes y que el valor y pericia del
guerrero se apreciaba por el número de cabezas cortadas, que, como totems protectores, lo
acompañaban al combate. Se hace evidente además la ruptura de la unidad religiosa
impuesta por Chavín y la aparición de geniecillos o demonios de mil caras, que pueden
haber sido objeto de veneración religiosa. El felino sigue siendo el culto principal, pero ya
no es el único. Esta pluralidad de cultos trajo como consecuencia el debilitamiento de la
clase sacerdotal y una cierta disminución de su poder frente a la nobleza guerrera,
vinculada, corno se ha dicho, a los conductores de un estado agrario, en el que se
cultivaba fríjol, maíz, pallar, papas, camote, ají, algodón, yuca, maní y zapallo. Para
terminar este acápite, añadamos que la especialización en el trabajo y la experimentación
tecnológica son hechos incontrastables de la actividad económica. Los mantos de Paracas
no son frutos del azar.

La cerámica alcanza valoraciones objetivas importantes. En el Período Cavernas, el


ceramista está limitado por el peso de una tradición que no puede evitar. Con frecuencia
sus dibujos copian felinos de procedencia chavín, que son pintados en negro, rojo, verde y
amarillo después del cocido del ceramio. En el período Necrópolis el artista ha ganado en
libertad creadora y ajeno al tema religioso, pinta frutos y animales. Por lo general sus
ceramios son monócromos: o blanco crema o marrón rojizo, y han sido pintados antes del
cocido, lo que implica un avance tecnológico.

Avance tecnológico igualmente trascendente fue la habilidad de sus cirujanos para


realizar intervenciones quirúrgicas en cráneos de pacientes que sobrevivieron a las ope-
raciones. Otras culturas se han asomado al conjunto de conocimientos implícitos en una
trepanación craneana. El mérito de Paracas radica en los callos óseos que se forman en los
sitios trepanados, prueba de que los pacientes sobrevivieron algunos años a las
operaciones.

Cirujanos paracas haciendo una trepanación craneana. Museo Regional de Ica.


LA CULTURA PUCARÁ

Entre los años 250 a.C. y 380 d.C, se desarrolló en la meseta del Collao, a 3700
msnm, una sociedad compleja: la cultura Pucará. Aunque su centro estuvo en el distrito de
Pucará, provincia de Lampa, Puno, al noroeste del Lago Titicaca, se extendió 500 km al
oeste del lago hasta el valle del Cuzco, por el norte, y hasta pocos kilómetros al sur de
Tiahuanaco, por el sur. Hasta la costa se halló evidencia de la cultura en Moquegua y
Azapa (norte chileno), aunque hay evidencias de su presencia en la región de Iquique y
hasta en la desembocadura del río Loa.

Las ruinas de Pucará son los “grandes edificios arruinados y desbaratados” que vio
el cronista Cieza en el siglo XVI. Con una extensión aproximada de seis kilómetros
cuadrados, constituyó el primer asentamiento propiamente urbano del altiplano lacustre, a
la vez en un gran centro ceremonial y administrativo, como una especie de capital de un
gran reino andino con varios centros de menor tamaño y aldeas dispersas por toda la
cuenca norte del Titicaca. La cultura Pukara o Pucará fue identificada por Luis E.
Valcárcel en 1925 y reconocido por Tello como un estilo anterior a Tiahuanaco.

Pucará representa el dominio pleno del hombre sobre el medio ambiente. Con los
complejos conocimientos que adquirieron sobre la hidráulica pudieron practicar, mediante
la técnica de los “camellones”1, una agricultura intensiva en terrenos inundables a orillas
del lago Titicaca, cultivando productos propios de la altura: papa, olluco, cañihua, etc.
Asimismo, la ganadería estuvo basada en crianza de los auquénidos: llama y alpaca, que
satisfacían sus necesidades de alimento y vestido. Se cree que domesticaron la alpaca para
obtención de lanas seleccionadas, hipótesis en parte confirmada por la presencia de
cantidad de animales adultos en las excavaciones. Convirtieron esta cría de auquénidos en
la base de su economía. Intercambiaron charqui y lana por tejidos y ceramios en la ruta
del Trapecio Andino (Apurímac, Huancavelica, Ayacucho). También adquirieron pescado
fresco de los pueblos de la costa del Pacífico.

Pero no solo controlaron todos los recursos naturales disponibles, sino que además
colonizaron zonas más alejadas para aprovechar otros recursos. Es a partir de esta cultura
en que los pobladores del altiplano comenzaron a controlar directamente pisos ecológicos
1
Los camellones, también conocidos como Waru waru, son un tipo de disposición del suelo en la llanura
circundante al lago Titicaca, donde existen extensas zonas que son periódicamente inundadas a causa de
las variaciones estacionales normales del nivel de las aguas del lago. Consiste básicamente, en crear áreas
de terreno cultivables más elevadas utilizando los suelos vecinos, los que estarán así, siempre con agua,
pudiéndose cultivar la parte elevada, que estará siempre por encima del nivel del agua.
diversos estableciendo colonias permanentes en el valle interandino del Cuzco y de
Moquegua en la vertiente occidental de los Andes, estrategia de desarrollo posteriormente
consolidada y potenciada por los Tiahuanaco.

Pucará, el núcleo urbano principal de esta cultura, estaba constituido por una serie
de elementos constructivos característicos:

a) Una densa área donde se ubicaban pequeñas casas rústicas de planta circular
elaboradas de piedras unidas con mortero de barro. La densidad de estas casas reflejan
una ocupación permanente y compacta.

b) Un conjunto de estructuras domésticas muy complejas organizadas a modo de


recintos cerrados dispersos por la antigua terraza aluvial; que indican especialización y
jerarquía dentro del sitio.

c) Tres conjuntos de estructuras masivas no domésticas.

d) Seis construcciones de forma piramidal escalonada truncada de carácter


ceremonial las cuales reflejan una gran concentración de mano de obra y el acceso a
suficientes excedente alimenticio como para mantenerla, además de los conocimientos
técnicos para su construcción y la organización social y política para su dirección.

e) Un último sector de túmulos funerarios.

La estructura más importante es Kalassaya, pirámide de 300 m de largo, por 150 m


de ancho y 30 m de altura.

Kalassaya

En segundo lugar están los denominados "centros secundarios" de la cultura Pucará,


que se caracterizan por tener una arquitectura compleja y refinada, aunque nunca de la
misma magnitud que el sitio de Pucará, y que debieron tener una función administrativa.

El tercer tipo de asentamiento son aquellos cuyos restos materiales reflejan poca
concentración poblacional y ausencia de arquitectura monumental. Se trata de pequeñas
aldeas ubicadas en lugares estratégicos en relación a fuentes de agua, de materia prima y
recursos agrícolas y pastoriles

Dicho patrón de poblamiento de la cultura Pucará en el altiplano del Titicaca,


muestra una organización jerarquizada en tres niveles. Podemos pensar que las aldeas
dispersas cumplieron probablemente con la extracción de materia prima y producción de
recursos básicos de subsistencia, los "centros secundarios" una función de captación y
redistribución, y el gran centro urbano-ceremonial una función de procesamiento de
materia prima y de producción y redistribución de bienes y servicios de recursos urbanos.
La escultura Pucará es identificada por sus famosos monolitos o esculturas en
bulto, que se han encontrado junto a los restos arquitectónicos. La más famosa de esas
esculturas es el Degollador de Pucará, de un metro de altura, que representa a un hombre
que con la mano derecha empuña un cuchillo y con la izquierda sostiene la cabeza
decapitada de otra persona. Otra muestra destacable de escultura en piedra son las estelas
con motivos antropomorfos, geométricos o de animales en relieve, como las estelas de
Hatun Colla.

La cerámica Pucará es muy original. Es rojiza o grisácea con decoraciones hechas


con pintura roja y negra efectuadas antes de la cocción; en menor proporción utilizaron el
amarillo, marrón, blanco y crema, representando formas complejas que van desde lo más
naturalistas hasta los estilizados y geométricos. Se parece mucho a la cerámica de
Paracas. Hicieron piezas ceremoniales y utilitarias: vasos gruesos, bajos y anchos, así
como jarras, tazones y cantarillos diminutos.

Monolito Pucará Cerámica Pucará


LA CULTURA VICÚS

Las primeras informaciones sobre la cultura Vicús, “descubierta” por los huaqueros,
la proporcionó el investigador peruano Ramiro Matos en 1963. Por los restos encontrados
consistentes en piezas de cerámica, instrumentos musicales (tambores, trompetas), armas
(porras, petos, hachas), se ha podido fecharla entre los años 500 a.C y 800 d.C.

Esta cultura ocupó los territorios del alto Piura (desde Tambo Grande hasta Salitral)
hasta llegar al río Macará y quizá hasta la sierra sur ecuatoriana. Su centro principal lo
encontramos en el Cerro Vicús (50 km. al este de Piura), incluyendo los complejos de
Yecalá, Loma Negra y Tamarindo.

La cultura Vicús, no obstante las diversas investigaciones que se han realizado,


excavaciones y hallazgos de vestigios que han engrosado los fondos de museos y
colecciones particulares, sigue siendo un enigma en muchos de sus aspectos y uno de los
grupos culturales menos entendidos del pasado. El problema del huaqueo ha sido
dramático para los restos de esta cultura, y son pocas las investigaciones que realmente
han utilizado información contextualizada que brinde resultados concluyentes. Uno de los
principales enigmas es su origen, pues los arqueólogos no se ponen de acuerdo, y el único
punto de acuerdo que existe entre ellos es afirmar que Vicús es un área de desarrollo
propio, pero que recibe influencias de Ecuador (quizá Colombia) y de diferentes culturas
de los Andes Centrales y de la Costa Norte.

Tomando en cuenta que en Vicús no se encuentra un solo estilo sino una mezcla y
coexistencia en la que hay varios componentes culturales (Moche, Virú), sus asociaciones
y secuencias no están muy claros. Las tipologías alfareras y funerarias que presentamos a
continuación son las más usadas, mas no las definitivas.

Sus entierros fueron subdivididos en 10 tipos por Matos, siendo el más común el
que tiene forma de bota o L, alcanzando algunos hasta 14 metros de profundidad. Son de
forma cilíndrica o cuadrangular. Los cadáveres no aparecen completos, encontrándose
dientes y restos de color marrón, sugiriendo que los muertos fueron cremados.

La expresión clásica de esta cultura es la cerámica, ya que en las tumbas no se


encuentran textilería ni otros objetos orgánicos, los que se han desintegrado por la acción
calcinante de la arena. Se trata de una cerámica de formas muy variadas. Hay cántaros
globulares y lenticulares de cuerpo simple y cuerpo doble, unas veces con base plana y
otras con base convexa; unas veces aparece el gollete estribo y otras el gollete puente, así
como el asa de tipo canasta. Para colmo de novedades, esta cerámica puede ser pictórica o
escultórica. Aunque la mayor parte de la cerámica parece haber sido monócroma, muy
frecuente es también la técnica de la pintura en negativo y el llamado “blanco sobre rojo”.
Una característica muy especial es la representación escultórica de cara alargada, ojos
desorbitados y nariz prominente que hacen pensar en una vinculación con la cerámica de
Ecuador y Colombia. También existen algunas representaciones felínicas que denotan
vinculación con elementos chavinoide y Recuay.

Cerámica Vicús.
Orfebrería: Venus de Frias

Matos clasifica en tres tipos la cerámica Vicús. El "Vicús Negativo" comprende


cerámica escultórica con decoración simple de triángulos y círculos, siendo los temas
principales los músicos, los guerreros, las escenas eróticas y las figurinas desnudas de
ambos sexos. El "Vicús Blanco sobre Rojo" es similar al anterior y presenta recipientes
escultóricos antropomorfos, zoomorfos y fitomorfos, y como su nombre lo indica, la
decoración combina el color blanco con líneas, volutas y puntos. El "Vicús Monócromo"
es de apariencia tosca con manchas oscuras debido a la cocción.

Makowski y Amaro (1994) proponen una clasificación alfarera diferente, y lanzan


la hipótesis que el origen de Vicús debe ser buscado en la zona norte ligado al estilo
Chorrera en Ecuador, y no en el sur con los Moche.

La actividad metalúrgica la practicaron para confeccionar sus ofrendas funerarias,


objetos de cobre en su mayoría. También hicieron objetos del mismo material ligeramente
enchapados en oro y en algunas sepulturas muy profundas llegan a encontrarse
narigueras, orejeras y brazaletes, máscaras, collares y vasos tallados del mismo material.
Los más notables muestras de este arte fueron hallados en Frías, Ayabaca: esculturillas
antropomorfas de oro en láminas soldadas (la Venus de Frías), cabezas zoomorfas de
lengua móvil, hilos acordonados, y otros objetos que evidencian la actividad de los
hombres vicús y su relación con sus creencias religiosas y vida de ultratumba.

Esta cultura sucumbió al momento de la expansión Wari.


LA CULTURA CAJAMARCA

Nombrada por Tello, Marañón, y por otros arqueólogos, Huamachuco, la Cultura


Cajamarca irrumpe en el Intermedio Temprano en el valle de su nombre, abarcando las
actuales provincias de Chota, Hualgayoc, Santa Cruz, Cajamarca, Celendín, Contumazá,
San Marcos y Cajabamba. Se extendieron también por el departamento de Amazonas,
serranía de La Libertad y norte de Ancash. Su influencia poderosa se dejó sentir
principalmente en Lambayeque, no escapando a ella la costa de Trujillo y el norteño
litoral peruano.

Los cajamarca vivieron de la agricultura y realizaron un intenso comercio con otros


pueblos de la costa y sierra. La presencia de spondylus y strombus (conchas marinas
extraídas de costas muy lejanas) son prueba de ello.

Su máxima deidad fue Atagujo, el creador del mundo, siguiéndole Catequill, el dios
del rayo, representado como un personaje con una honda en cada mano con las que
producía rayos, truenos y relámpagpos, pero también lluvias. Por lo tanto se asocia al
culto del agua. Catequill tuvo adoratorio y oráculo en Porcón. Los cajamarcas hablaron el
culli, lengua de la que se conservan 62 palabras y que se habló también en Huamachuco.
Fueron buenos tejedores, lograron progresos en metalistería y desarrollaron un estilo de
cerámica muy particular y sofisticado.

Los períodos de esta Cultura serían: Torrecitas (500 años antes de Cristo), de
cerámica incisa con grabados y pintura post-cocción, que pertenece a un estilo muy
particular, quizá pre-Chavín, relacionado más bien con Kotosh, aunque con notables
diferencias.; Cajamarca I (200 años antes de Cristo), que evidencia el contexto de una
cerámica muy original, de pasta blanca sobre caolín que representa, sin duda, la más fina
textura de toda América precolombina. Cajamarca II (100 años después de Cristo); y
Cajamarca III (que llegó al año 800 de nuestra era), momento en el que alcanza su
apogeo en la cerámica la decoración cursiva clásica y cursiva floral. Ya por entonces el
valle de Cajamarca se convierte en un centro al que llegan los más variados estilos que se
producían en el Perú (tal vez producto de una invasión tiahuanacoide o una influencia
cultural wari).

El anterior esquema arqueológico de Cajamarca se debe al arqueólogo franco-suizo


Henry Reichlen. Posteriormente, la "Expedición Científica Japonesa a la América
Nuclear", bajo la dirección de Kazuo Terada, estableció nuevas fases arqueológicas, sobre
todo para las épocas más tempranas: Huacaloma Temprano, 1500 años a.C.,
correspondiente a un período Pre-Chavín; Huacaloma Tardío, entre 1000 y 500 años
a.C., contemporáneo a Chavín; Layzón, entre 500 y 200 a.C. paralelo a Salinar y
Cajamarca, con sucesivas secuencias posteriores (Terada y otros 1982).

Cerámica trípode cajamarca

El momento estelar de esta Cultura, repetimos, lo representa su cerámica. Se trata


de una alfarería fina de color blanquecino o crema, mayormente vasos trípodes o con
base, recipientes lenticulares y cántaros globulares con pequeñas asas así como platos,
vasos y cucharas. La decoración es hecha a pincel y logra un efecto floral, cursivo o
caligráfico, luego de un primer momento de ornamentación sencilla. Se manifiesta bajo la
forma de dibujos abigarrados que cubren totalmente la superficie del espécimen, pero
también la hay a modo de dibujos geométricos simples que abarcan sólo parte de la vasija.
Es decoración que escoge motivos diminutos y que incursiona ocasionalmente en el
interior del cántaro, dándose allí en círculos y línea rectas, quebradas y paralelas.
Tomando a la superficie encontramos que sobre el fondo crema o naranja se dan los
dibujos rojos, marrones y negros, hallándose otros de color ladrillo sólo cuando la cortina
de fondo ofrece tonalidad cremosa. No escasean los motivos zoomorfos, como serpientes
o cabezas de reptiles y felinos; y también los fitomorfos a modo de follajería.

Arquitectura:- Se han reconocido seis tipos distintos de asentamientos en Cajamarca:


- Pequeñas estructuras aisladas
- Grupos aislados de recintos aglutinados
- Grupos de recintos de tamaño mediano
- Grupos de canchones cercados
- Canchones rectangulares aislados
- Estructuras defensivas con fosas y murallas.

El prototipo de asentamiento de la cultura Cajamarca es Cerro Nivel, ubicado en Pampa


de la Culebra, a 13 kilómetros de la ciudad de Cajamarca. La parte central de este sitio
está compuesta por grupos aglutinados de canchones cercados, edificados sobre terrazas.

Las ventanillas de Otuzco.- Los restos arqueológicos conocidos como "Las Ventanillas
de Otuzco" denominados así por encontrarse en el Centro Poblado del mismo nombre;
pertenece al distrito de Baños del Inca. El lugar dista aproximadamente unos 8 kilómetros
al norte de la ciudad de Cajamarca, teniendo una altitud de 2,850 m.s.n.m, el paisaje
presenta de bosques de eucaliptos que conjugan con el verdor de la zona ganadera. Los
restos arqueológicos muestran haber sido realizados en los promontorios rocosos;
teniendo estas concavidades de formas rectangulares y otras casi cuadradas, permiten
conocer que fueron elaboradas por el procedimiento del tallado de la superficie rocosa de
origen volcánico. Estas concavidades inicialmente fueron diseñadas en hilera
consecutivas y en forma horizontal, teniendo una función premeditada dentro de la
concepción y estructura social de los Cajamarca. Hace algunos años la arqueóloga Vivian
Araujo, en una limpieza del lugar registró en el frontis principal la presencia de un
entierro perteneciente a un niño de aproximadamente 12 años de edad, el cual estaba
colocado en posición fetal sin presentar evidencias metálicas ni cerámicas. Las
observaciones y estudios realizados permiten conocer un poco más de quienes lo
elaboraron y cual fue su función, así tenemos que el lugar fue anteriormente visitado y
descrito por el Dr. Julio C. Tello en 1937, luego Reichlen en 1947 lo registra y
posteriormente el Arq. Rogger Ravines, lo incluye en el inventario de Monumentos
Arqueológicos de Cajamarca. El Arq. Carlos Farfán en 1993 las identifica para el Período
Medio de la Cultura Cajamarca, e igualmente reporta otras muy semejantes como las de
Bambamarca, que superan en cantidad de cámaras mortuorias conservándose aún por el
agreste del terreno. Los diversos reportes de esta zona nos manifiesta que este tipo de
evidencias se presentan profusamente con características singulares sea en dimensiones y
decoración entre ellas tenemos los que el INC Cajamarca registra como: Las ventanillas
de Combayo, de Cerro Concejo, Tolón, Chacapampa, Jangalá, Bellavista, San Marcos. El
estado de preservación actual de estas y otras evidencias muestran desprendimientos de
particulas litícas por efecto de meteorización y por la cual va perdiendo lentamente su
forma inicial.

Ventanillas de Otuzco
Estos recintos mortuorios manifiestan la amplia ocupación de la cultura Cajamarca,
actualmente es admirable observar el paisaje y el contorno rocoso en las cuales fueron
elaboradas. Este así como otros lugares requieren del apoyo del Estado y la cooperación
Internacional para futuros proyectos de investigación y su futura puesta en valor al
turismo.

La Cultura Cajamarca, como ya lo hicimos ver, se extinguió alrededor del año 800
—a raíz de la conquista Wari— para luego rebrotar con personalidad muy distinta en el
Intermedio Tardío al frente del Cuismanco, señor de Cajamarca y Huamachuco.
LA CULTURA SALINAR

Como consecuencia de los intercambios entre la costa y la sierra durante el


Horizonte Temprano, se dieron una serie transformaciones que concluyeron en una
unidad estilística, además de darse una serie de cambios en la alfarería, textilería,
arquitectura y metalurgia. Dentro de este contexto, y ubicada en un corto periodo
transicional entre Cuspisnique y Moche, surge y se desarrolla la cultura Salinar (200 a.C.
- 200 d.C.) que se ubicó espacialmente entre los valles de Moche y Chicama.

Salinar se ubica dentro de una tradición más amplia que los investigadores han
llamado Blanco sobre Rojo, y que corresponde a un tipo de alfarería cocida en ambientes
saturados de oxígeno (lo que da colores rojos y naranjas) y pintada con arcilla crema antes
de introducirla al horno. Los pueblos que utilizaron este tipo de cerámica se asentaron en
las antiguas zonas de Chavín de Huántar, Kunturhuasi y Layzón (Cajamarca).

También hay un factor ambiental -una sequía posiblemente- que habría causado
problemas en la producción agrícola. Esto provocó el traslado de poblaciones dispersas,
su conglomeración en centros y la construcción de fortificaciones destinadas a defender
las pocas tierras cultivables.

Cerro Arena, ubicado al sur del Río Moche, es el sitio conocido más grande de los
Salinar, cubre 2 km² y se compone de cientos de estructuras domésticas diseminadas,
rodeadas de construcciones de función administrativa y religiosa. La arquitectura pasa de
lo monumental a lo doméstico, siendo pocos los centros ceremoniales de gran
envergadura. Se utilizó en su construcción adobes moldeados a mano y piedras unidos
con argamasa de arcilla. Las viviendas fueron generalmente de planta cuadrangular con
muros bajos.

La cerámica Salinar forma parte del ya mencionado estilo Blanco sobre Rojo,
incorporando nuevas formas, como el gollete con figura y asa puente, junto a otras que
provienen de Cupisnique. La pintura crema sobre rojo no deja de lado la presencia de
decoración incisa ni de figuras modeladas que se inician con Cupisnique y que
alcanzarían su máximo esplendor con Moche.
LA CULTURA GALLINAZO O VIRÚ

Descubierta por el estudioso Rafael Larco Hoyle en la década del treinta, la cultura
Gallinazo o Virú es ubicada como una sociedad con elementos urbanos previa a Moche y
posterior a Salinar. Últimas investigaciones afirman que Gallinazo tendió a concentrarse
en las parte medias del valle de Virú, desarrollando sistemas de regadío que le permitió
fortalecerse y expandirse a través de algunos valles, combinando jerarquía e unificación,
poder político centralizado, alcanzando un posible nivel de desarrollo de jefatura o
señorío. Inclusive se ha encontrado que había jerarquía de asentamientos por valle. Otros
prefieren reconocer que de su organización social se sabe muy poco, y que sólo se puede
afirmar que hubo cohesión política sólo dentro de los límites de un valle y cierta
organización social, pero, como se ve en las costumbres funerarias, no hubo grandes
diferenciaciones

Bennett ha dividido a Gallinazo en tres fases, siendo las fases Temprana y Media en
las que se ubicaron en las partes bajas de los valles; mientras la fase Gallinazo Tardío es
en la que, bajo influencia Moche y Recuay, se asentaron en las partes más altas, lo cual
implica nuevos conceptos de irrigación y de defensa con la utilización de fortificaciones.

Esta cultura presenta sus asentamientos más grandes en la margen norte del río
Virú, donde encontramos por lo menos 5 edificios piramidales sobre unos 2 Km. de
longitud. Su estilo urbanístico es irregular y aglutinado, con pequeños recintos y edificios
semiaislados que tal vez pertenecieron a personas de alto rango. Sobre el tipo de
viviendas, tenían una plataforma y una pared, con dos postes en el frente para sostener un
techo, organizadas bajo un patrón irregular alrededor de patios o plazas. Su trazo es
ortogonal de diseño tipo panal con acceso de corredores.

Sus patrones funerarios comprenden el entierro en fosas, en posición extendida


sobre esteras de cañas, junto a cerámicas como ofrendas. También se han encontrado
pequeños montículos sepulcrales donde se han hallado entierros que fueron
sucesivamente depositados a lo largo de los años.
Su cerámica es fundamentalmente escultórica, y tiene diversos tipos alfareros y
tipos de decorados, siendo una de las que alcanzó mayores logros estéticos hasta su
tiempo. Incluye las jarras globulares, las de cuello corto, los cuencos profundos, para los
tipos; y decorado negativo, combinación de negro, rojo y blanco, representación de
cabezas de felinos, de aves, serpientes y monos. La cerámica Gallinazo ha sido
encontrada a lo largo de una gran extensión territorial que incluye los valles de
Jequetepeque, Lambayeque, La Leche, Santa, Nepeña, Casma y Huarmey.

Botella en forma de casa. Cerámica Gallinazo o Virú


LA CULTURA NAZCA

Al extinguirse la cultura Paracas, sobre los mismos territorios, aparece en el siglo


primero de nuestra era la cultura Nazca, igualmente guerrera y teocrática. Su capital fue
Kahuachi, a orillas del Río Grande. Aún hoy es posible admirar su templo piramidal, de
terrazas superpuestas, y el palacio de los jefes guerreros, en medio de seis barrios o
complejos arquitectónicos bien definidos. Otros centros urbanos nazcas fueron Tambo
Viejo, Huaca del Loro y Pampa de Tinguiña. Conviene hacer notar el significado cultural
que tiene en toda sociedad; la aparición de sus centros urbanos, ya que no sólo establecen
diferencias psíquicas y sociales entre el hombre urbano y el hombre rural, sino que dan
origen a una actividad intelectual, económica y tecnológica mucho más rica y compleja.
Esta cultura se extinguió en el siglo octavo de nuestra era, en que irrumpe la influencia
wari-tiahuanaco.

Reconstrucción hipotética de Kahuachi.

La economía de los nazcas estuvo basada en principios de planificación y previsión,


sin los cuales no hubiera podido existir. Las lluvias son escasas, las sequías prolongadas,
y los ríos que bajan de la cordillera no siempre arrastran el mismo caudal; a veces las
aguas son tan escasas que no alcanzan a llegar al mar y mueren absorbidas por el arenal.
En condiciones tan riesgosas y precarias—semejantes por lo demás a las de todo el Perú
—, solo subsisten los pequeños grupos humanos de economía depredatoria y agricultura
incipiente. Los nazcas y los paracas, como antes los chavín, intentaron construir
sociedades de agricultura avanzada y lo lograron. Empezaron por descubrir que la
naturaleza está sometida a regulaciones y principios que pueden ser utilizados en
beneficio del hombre. Descubrieron, por ejemplo, que las precipitaciones y sequías se
repiten cíclicamente por períodos de tiempo más o menos estables; y que era
indispensable, si se quería subsistir, almacenar aguas y derivarlas mediante canales a los
lugares de cultivo. Descubrieron también que parte de su territorio era rico en aguas
subterráneas, que podían ser afloradas mediante la construcción de pozos que las hicieron
útiles a la agricultura. Dicho de este modo da la impresión de que todo este cambio en el
comportamiento del nombre, ocurrió en un breve lapso de tiempo. No debió ser así. Por el
contrario: la observación y el estudio de la naturaleza y la implementación de una
tecnología hidráulica adecuada, debió lograrse a lo largo de muchas centurias, en las que
la clase sacerdotal—depositaria del saber—fue la que condujo el proceso económico.
Proceso que no puede ser explicado sin una organización social y política igualmente rica
y compleja. No cabe duda de que nazcas, paracas y mochicas fueron los creadores de la
institución del estado en el Perú, habida cuenta de que Chavín pudo haber sido un centro
de peregrinación religiosa como hoy lo son Jerusalén y La Meca. El estado creado por los
nazcas fue el instrumento jurídico que reguló las relaciones de clase, y el basamento legal
que permitió una estructura de poder de la que se benefició la clase sacerdotal y la
nobleza guerrera.

Líneas de Nazca
Los nazcas desarrollaron una impresionante tecnología hidráulica, cuyos restos aún
se conservan. La construcción de canales de regadío, de pozos y drenajes, y de re-
servorios, dio como resultado el que las cosechas fueran abundantes y seguras con el
consiguiente aumento de la población. Es un hecho arqueológicamente comprobable que
durante la vigencia histórica de esta cultura, las aldeas se convierten en ciudades, que, por
ser el centro del poder, retuvieron la mayor parte de la riqueza. Los trabajos hidráulicos
de los nazcas evidencian también una preocupación por indagar la marcha y los cambios
del tiempo. Entre Palpa y Nazca nos han dejado un enjambre de líneas y dibujos
gigantescos, que, en la opinión de muchos estudiosos entre los que destaca la germana
María Reiche, serían el calendario astronómico más grande del mundo.

Sin hipérbole de ninguna clase podemos afirmar que los nazcas fueron los mejores
pintores ceramistas del continente. Sobre la pulida superficie de sus huacos, dejaron el
testimonio de su mitología —incomprensible aun para nosotros— y de su habilidad
incomparable en el trazo del dibujo y en el tratamiento del color. Pueden distinguirse dos
épocas distintas en la evolución de la cerámica nazquense. En la primera, el tema es
expuesto a la manera naturalista, sin elementos que lo desfiguren. En el artista hay una
ostensible vocación pictórica por describir la realidad tal como ella es, y los frutos,
plantas, peces y animales aparecen tal como ellos son en la realidad. En la segunda época,
hay una marcada tendencia por dar al tema un contenido simbólico de evidente filiación
mágico-religiosa. El ceramista pinta monstruos que nos acercan a un mundo demoníaco y
cruel, que no podemos entender. Para terminar, añadamos que utilizaron hasta once
colores distintos; sorprende, sin embargo, la ausencia del verde y el azul.

Ceramio Nazca
LA CULTURA MOCHE O MOCHICA

En la costa norte de nuestro país, en los hermosos y fértiles valles ubicados entre los
ríos Jequetepeque y Nepeña, en los primeros años de la era cristiana, se desarrolló una de
las más asombrosas culturas del Perú y el mundo: la mochica, llamada así por haber sido
Moche su principal centro ceremonial religioso. En 1899, Max Uhle inició el estudio
sistematizado de sus restos, comenzando por establecer su verdadera secuencia
cronológica, anterior a Tiahuanaco. La llamó Proto-Chimú por estimar que lo mochica era
sólo el antecedente de lo chimú. Posteriormente, los trabajos de Rafael Larco Hoyle han
contribuido notoriamente a desentrañar los estilos, las secuencias y las relaciones
existentes entre Moche y otras culturas conexas como Cupisnique, Gallinazo, Salinar y
Chimú.

Ceramio pictórico moche con iconografía que representa una importante escena de ofrecimiento de la
sangre de los prisioneros al Señor de los moche.

A lo largo de setecientos años, los mochicas integraron un estado militar clasista,


gobernado por una aristocracia guerrera que contaba con el apoyo de la casta sacerdotal,
depositaria del poder. (Observemos de paso, cómo, a partir de Chavín, la clase sacerdotal
ha ido perdiendo, paulatinamente, el control político del estado, en favor de la nobleza
guerrera cada vez más omnímoda). En sus ceramios, los mochicas representaban a sus
señores guerreros, cubiertos con tocados de exuberante plumería y con vestidos jalonados
por flecaduras y correajes sumamente vistosos. Los rostros semejan las facciones del
jaguar, que para ellos debió simbolizar la fuerza y el poder. Los sacerdotes aparecen con
largas vestimentas que terminan en tocados en los que sobresalen tumis. Sus caras están
encubiertas por las facciones del zorro, animal que simboliza el saber y la astucia. En la
base de esta estructura social estaba el Pueblo conformado por campesinos, pescadores,
comerciantes, artesanos y soldados, que en los ceramios pictográficas son representados
con escaso atuendo de ropa y plumas y con caras de lagartija o lagarto, que debió ser el
signo de la sumisión y servidumbre. Más abajo aún estaban los vencidos de las guerras,
sin derecho a nada, desnudos, condenados a un trabajo cruel y a menudo mortal.

Huacas del Sol y de la Luna. La Huaca del Sol es una gran pirámide de 228 por 136 m de base y
41 m de altura, compuesta de cinco grandes terrazas a las que se accedía mediante una rampa de 90 m de
longitud. Cerca de ella se instala la Huaca de la Luna, una gran plataforma aterrazada y acondicionada
con espaciosas habitaciones y patios. Son los palacios y los templos de los señores Moche, cuyas paredes
sostuvieron murales pintados con escenas diversas de seres antropomorfos, divinidades, cacerías,
danzantes, armados y en guerra, entre otras escenas denominadas complejas.

En esta etapa de nuestra evolución cultural, el régimen de las clases sociales—


basado necesariamente en la distribución desigual de los excesos productivos agrarios—
debió dar lugar a la formación de castas cada vez más despóticas y arbitrarias. Sólo así
nos explicamos las enormes diferencias sociales existentes entre los mochicas, que
llegaron a formar cortes nobiliarias, refinadas y suntuosas, en los principales poblados. La
documentación etnográfica disponible nos permite aseverar que incluso entre la propia
nobleza había diferencias de posición social y económicas sorprendentes. Los mochicas
no habitaban en ciudades sino en poblados grandes situados en las inmediaciones de sus
templos piramidales, pero no cabe duda que en esos poblados se concentró la riqueza lo
que permitió el desarrollo de artesanías al servicio de las cortes, la aristocracia y la casta
sacerdotal. En cuanto a la organización política del estado no hay todavía información
suficiente, pero se presume que debió ser una confederación de pequeños señoríos,
gobernados con cierta autonomía por los Alaec, quienes a su vez reconocían la soberanía
del Cie-Quich, que bien pudo ser el Rey de Moche.

La economía mochica era fundamentalmente agraria y basada en la planificación y


previsión de todo el proceso productivo, como lo prueban los trabajos hidráulicos efec-
tuados dentro de su área cultural y cuyos restos aún subsisten. Anotemos algunos: en el
valle del Chicama construyeron el canal de La Cumbre, que lleva el agua a 112 kms. de
distancia; en Ascope levantaron a quince metros de altura un acueducto que corre mil
cuatrocientos metros; y en San José construyeron una represa enorme en términos
relativos para la época. Fueron también eximios navegantes que en embarcaciones un
poco mayores que sus “caballitos de totora”2 llegaron a las Islas Chincha en busca de
guano para sus cultivos agrícolas, en los que—valga la pena añadir—cultivaron todos los
especimenes vegetales que encontraron los españoles en el Perú en el siglo dieciséis. El
comercio como actividad específica, también existió entre los mochicas. Hay pruebas de
que ejercieron esta actividad no sólo por la información etnográfica que recogemos en sus
ceramios, sino por los restos de artesanías mochicas hallados fuera de su área cultural. El
comercio como actividad específica de la economía también fue ejercido por los nazcas—
cultura coetánea a la mochica. Sólo así nos explicamos la presencia de objetos nazcas en
Ayacucho, que por esos remotos años empezó a ser un centro de caminos y culturas, muy
importante en el Viejo Perú.

Mural policromado descubierto en la década de 1990 en la Huaca de la Luna por Santiago Uceda y
Ricardo Morales (Proyecto Huacas de Moche), que representa a Aia Paec, una de las divinidades más
activas del panteón moche. Los motivos están modelados en barro y policromados con colores rojo,
amarillo y negro.

Los mochicas honraron a Aia-paec como a su dios supremo, según la autorizada


opinión no contradicha de Rafael Larco Hoyle. Aia-paec es el Hacedor, el que todo lo
puede. Lo representaban como a un viejito de rostro muy arrugado con colmillos de zorro.
(Es oportuno comprobar cómo por esos años, va gestándose la idea religiosa de un Primer
Hacedor, superior a los demás dioses). En honor de Aia-paec levantaron templos
piramidales escalonados de enormes dimensiones. Los más conocidos son las impropia-
mente llamadas Huacas del Sol y de la Luna, en el valle del Moche. La Huaca del Sol es
el templo precolombino más grande del Perú y la América del Sur, con una dimensión de
288 metros de largo, 136 metros de ancho y 48 metros de altura. En su construcción se

2
Estos "caballitos de totora" serían el más lejano antecedente de las balsas del Lago Titicaca, adonde
habrían sido transculturadas por orden del Inca Pachacútec.
utilizaron cincuenta millones de adobes. Otro templo igualmente notable es el de
Pañamarca.

“Huaco retrato” moche.

La diligente actividad de los artistas mochicas nos permite conocer su concepto del
universo y de la vida con una aproximación en verdad asombrosa. Sus ceramios son una
fuente de documentación etnográfica tan importante, que el arqueólogo Hans Horkheimer
no vacila en llamarlos un “diccionario ilustrado”. Añadamos que nada hay que no haya
sido representado en sus ceramios con un verismo evocador y sugerente. Sus mitos, reyes,
costumbres, guerras, fiestas religiosas o populares, creencias, conocimientos,
enfermedades, todo, absolutamente todo, ha merecido la atención de estos cultores
precolombinos del realismo. Incluso cuando desbordando los limites de lo tangible, ingre-
san al mundo de lo maravilloso, lo hacen respetando los cánones del más puro realismo.
La "danza de esqueletos", la "rebelión de los artefactos" y "el amor entre carcanchas" no
nos parecen absurdos ni incongruentes; son, por el contrario, representaciones de un
mundo en el que lo visible y lo invisible son imaginados como partes confluentes de una
misma realidad. Terminemos diciendo que los ceramios mochicas son pictóricos o
escultóricos, y que por lo general están pintados en crema marfil y rojo indio. Entre los
escultóricos son notables sus Huaco-retratos, en los que el artista ha sabido plasmar las
motivaciones psíquicas de sus personajes.

Los mochicas tuvieron un eficiente sistema de comunicaciones que luego copiaron


los Incas. Los mensajeros portaban bolsitas conteniendo pallares ideo-grabados, que
interpretaban los sacerdotes, lo que ha dado fundamento ala creencia de que poseían un
cierto tipo de escritura.
EL SEÑOR DE SIPÁN

El hallazgo de las Tumbas Reales de Sipán en 1987 por un grupo de arqueólogos entre los
cuales destacan Walter Alva, Susana Meneses y Luis Chero, es quizá uno de los más
importantes que se han realizado en la historia de la arqueología peruana. La cantidad de
información recabada de su contexto intacto, así como la impactante fastuosidad de sus ofrendas
hacen del Señor de Sipán uno de los descubrimientos más valiosos e interesantes para cualquier
interesado en el pasado prehispánico.

Su descubrimiento no escapa a la historia. Gracias a unos decomisos de piezas de oro,


plata y cobre realizados por la policía en 1987, el grupo de Alva decidió excavar el sitio de donde
habían sido sustraídas. Se trata de tres pirámides ubicadas al norte del pueblo de Sipán, a 26
km. al este de la ciudad de Chiclayo, que constituyen un complejo arquitectónico comunicado
entre sí por plazas o puentes. La pirámide más importante es la más pequeña y aislada, donde
se han encontrado las tumbas reales, y tiene seis fases de construcción entre 100 d.C. y el 300
d.C. Los saqueadores lograron acceder a un entierro real en esta pirámide y esas piezas son las
que se encontraron en poder de la policía Alva y su equipo decidieron no sólo investigar la tumba
profanada, sino continuar excavando bajo la misma, sin saber lo que estaban a punto de
encontrar bajo sus pies.

Tumbas de Sipán

El Señor de Sipán (por Federico Kauffmann Doig)

Sipán es un poblado cercano a Pomalca, ubicado a pocos kilómetros de Chiclayo. En su


inmediaciones se levanta Huaca Rajada, un imponente monumento piramidal de adobe rodeado
de restos arquitectónicos menores identificados como sepulcros preíncas por la tradición
popular. La tumba hoy conocida como del Señor de Sipán, está ubicada en este sector, que ha
sido hasta hace pocos años célebre cantera de saqueadores, predadores y huaqueros.

La historia del hallazgo del Señor de Sipán se inicia hacia 1987, cuando se hizo notorio
que diversos objetos prehispánicos de oro provenientes de las tumbas de Huaca Rajada se
comercializaban clandestinamente en Chiclayo. En marzo de ese año, la policía irrumpió en el
lugar interceptando a los huaqueros y logró recuperar algunos objetos áureos. Otros habían sido
enviados a Lima para su venta clandestina. Un buen número de objetos fueron adquiridos por
coleccionistas de Lima y el extranjero, como se comprobó por una importante remesa incautada
en un aeropuerto canadiense. Los primeros análisis indicaban sin lugar a dudas que habían sido
extraídos del sepulcro de un importante dignatario mochica.

A pocos días, en abril de 1987, Walter Alva y Susana Alva emprendieron excavaciones
ampliatorias en la tumba profanada y encontraron objetos que los buscadores clandestinos de
tesoros arqueológicos no habían logrado retirar por falta de tiempo o de pericia. Uno de estos
objetos era un bastón de cobre con una edificación Mochica en miniatura coronando el extremo
superior.

Al ampliar las excavaciones hacia lugares adyacentes y contando con la valiosa participa-
ción de Luis Chero, Walter Alva logró identificar todo un almacén de ofrendas regias con
centenares de piezas de cerámica escultórica antropomorfa de alto valor simbólico y artístico
acompañando la tumba de un difunto de alto rango.

Pocos meses después de este acontecimiento, en setiembre de 1987, se produjo el hallaz-


go del sepulcro más importante, la sensacional tumba del Señor de Sipán. De no haber inter-
venido a tiempo Walter Alva, los profanadores hubieran barrido también con este sepulcro y
desbaratado las joyas. De esta manera se habría ignorado por siempre su asociación, de tanta
importancia para los arqueólogos en su «lectura» del pasado.

Fue luego de hallar los restos de un individuo momificado que tenía amputados los pies
—sindicado como «guardián» de la tumba—, que W. Alva y Chero tropezaron con los tabiques
y vigas de algarrobo del techo del sepulcro. Luego, identificaron la «tapa carbonizada de un
sarcófago de madera», es decir el ataúd en el que reposaban los restos óseos del conspicuo
personaje de Sipán, y las joyas áureas y el ajuar emblemáticos con los que había sido sepultado.

El Señor de Sipán tenía 1,65 m de estatura y habría fallecido entre los 30 o 40 años, de
acuerdo a lo calculado por el antropólogo físico John Verano. A juzgar por el tipo de decoración
impreso en las joyas, emblemáticas, y por las ofrendas de cerámica, no había duda que su vida
habría transcurrido en tiempos de la cultura Mochica, allá por el siglo III ó IV de la era cristiana.

Por la distribución de los elementos óseos se constató que el ilustre personaje había sido
sepultado a la manera Moche, en posición extendida. Sus restos yacían en un cajón de madera
pintado todo de rojo. Este féretro regio estaba enmarcado por otras cuatro cajas mortuorias
sencillas, elaboradas con cañas. A ambos costados del personaje, siempre de acuerdo a los
informes de Walter Alva, fueron halladas las osamentas de dos varones, mientras que a sus pies
y en la cabecera, yacían dos mujeres jóvenes. Uno de los acompañantes, había sido sepultado
con un perro. Por debajo de ambos, fueron desenterrados los restos de sendas llamas
sacrificadas. Los cuatro acompañantes del ilustre difunto habían sido sepultados de tal forma
que estén próximas las cabezas de los dos varones y las dos mujeres.

La cámara mortuoria en la que estaba colocado el ataúd principal y yacían los restos de
los cuatro acompañantes, estaba constituida por muros de adobe; iba techada con maderos.
Hornacinas laterales servían para almacenar las ofrendas consistentes en objetos de cerámica.

La caja mortuoria que guardaba los restos y reliquias del Señor de Sipán, se distinguía de
los cuatro ataúdes restantes por su carácter monumental y por estar hecho no de cañas sino con
tablones de madera. Por añadidura, el atavío y suntuosidad de este personaje era de mayor valor
y magnitud que el de los otros sepulcros.

El ajuar funerario del Señor de Sipán era deslumbrante. Sus vestimentas estaban reca-
madas con pequeñas láminas de oro circulares y cuadradas, símbolos del agua, y en otros casos
con labores de chaquira, de especial valor mágico por su origen marino. Pero los objetos de
mayor relevancia eran las joyas de oro, de plata, de cobre y de cobre dorado que portaba el
ilustre difunto, de altísimo valor simbólico por tratarse de auténticos emblemas elaborados
artísticamente. Rodeaban el cadáver conchas marinas bivalbas del género Spondylus,
representativas del culto al agua.

Huaca Rajada. Alberga aún futuros hallazgos análogos al del Señor de Sipán, puesto que formaba parte
de un sector escogido especialmente para sepultar jerarcas.

Diversas prendas de vestir recamadas de ornamentos de metal precioso lucían sobre el


cuerpo del difunto. También fueron halladas joyas emblemáticas en un compartimento situado
debajo del ataúd. Mientras que el estado de conservación de los objetos de oro era bueno, los de
cobre y cobre dorado estaban sulfatados. En algunos casos habían sido convertidos totalmente,
por oxidación, en un polvo azul verdoso; del difunto sólo se conservaban los restos óseos.

El atuendo regio lo constituía un unco o poncho cosido a los costados. De su decoración


original sólo se conservaban pequeñas láminas de oro. Dos grandes objetos de metal laminado y
que representaban sendos personajes con los brazos en alto, como en actitud de adoración,
debieron decorar lo que pudo ser el faldellín del personaje. Éste ostentaba once pectorales de
chaquira o cuentas, de concha y de metal, con diversos motivos simbólicos. Estos se guardaban
en el ataúd propiamente dicho, así como en el compartimento inferior al que hemos hecho
referencia al lado de otros objetos emblemáticos. En el fondo de dicho compartimento estaban
guardados los restos de mantos decorados con pequeñas láminas de metal. El difunto calzaba
llamativas sandalias de cobre, que podrían ser parte de un atuendo ceremonial empleado en vida
o un atavío simplemente funerario. Debe destacarse que acompañaban al personaje varios
juegos de vestuario acomodados cuidadosamente sobre sus restos.

Como parte sui generis de la indumentaria fúnebre, debe considerarse que un conjunto de
objetos, todos de oro, cubrían la cara del difunto: mentonera, mascarilla nasal, réplicas de ojos
que los recubrían y varias narigueras.

El personaje portaba collares y una corona metálica completada con adorno plumario;
también otros objetos simbólicos, tales como un objeto en forma de pirámide con decoración
labrada y en cuyos lados aparecía repujada una escena de sacrificios humanos. Su cuerpo
reposaba sobre una joya de grandes proporciones, al parecer un enorme tocado en forma de
media luna. En ambos ambientes de la tumba estaban emplazados otros objetos, como vinchas o
coronas y grandes réplicas de maní. Adicionalmente conchas bivalvas de Spondylus estaban
distribuidas a los pies del personaje y los dos ambientes de la cámara mortuoria.
Pero las joyas más fastuosas eran las orejeras del Señor de Sipán. Tres pares
acompañaban al difunto, todas de oro con incrustaciones de lapislázuli y motivos iconográficos
diferentes. En el primer par de orejeras aparece emplazado un personaje con elementos ana-
tómicos movibles. Walter Alva sugiere que la figura humana representada podría retratar al
difunto en vida. Esta flanqueado por dos sujetos de menor tamaño. El segundo par muestra la
figura de un ave marina; y en el tercer par destaca la figura de un venado.

Hay una notable cantidad de objetos asociados, trabajados en metal precioso, de una
asombrosa riqueza iconográfica. Reparemos en el que presenta una figura de expresión
aterradora, que consideramos podría ser una versión sui generis de Ai-apaec. Es calificada como
«deidad felínica», pero es claramente el retrato de un ser antropomorfo dotado de atributos de
ave como lo son los ojos alados. Sobre su cabeza se extiende el arco iris, en forma de serpiente
bicéfala ornada con el símbolo cresta de ola, como puede apreciarse en fotografías publicadas
por Walter Alva (1994).

Entre los objetos extraídos por los huaqueros y que pudieron ser rescatados figuran tam-
bién algunas piezas singulares. Por ejemplo representaciones de rostros de felino perfectamente
circulares y convexos, martillados en láminas de oro; los ojos muestran una oquedad, debido a
que originalmente presentaban un objeto que lo cubría; la boca por su parte, presenta los labios
replegados que exteriorizan una dentadura de felino. Estos rostros parecen personificar la luna
llena, simbolizada por la faz de un felino hembra.

Demás está insistir en que más allá de su condición artística todos los objetos asociados al
Señor de Sipán encierran un valor simbólico. Las conchas marinas del género Spondylus por
ejemplo, aluden a la fecundidad de la tierra por la acción del agua, elemento del que provienen;
las cápsulas de maní de oro podrían ser interpretadas como emblemas alusivos a la fertilidad si
se toma en cuenta que su forma recuerda crestas de ola enganchadas y las oquedades que los
salpican gotas de agua; los brazos extendidos en alto, por cuanto simbolizan alas que cobijan al
individuo retratado en el centro de este emblema, también con los brazos levantados; las
simbólicas hachas o «protectores coxales», que deben apreciarse como emblemáticas colas
ornitomorfas, complementarias de la efigie de Ai-apaec con alas y cola partida que algunos
estudiosos consideran representaría a un individuo-araña; las viseras o protuberancias
exageradas de las cejas que parecen evocar emblemáticamente la ceja de un búho; y las órbitas
de los ojos pronunciadas exageradamente en alusión a tos ojos circulares de las aves.

En 1988 Walter Alva amplió sus excavaciones en Sipán hacia el sureste de la plataforma
funeraria principal e identificó apenas distante 15 metros del Señor de Sipán lo que dio en
llamar la «Segunda Tumba». Los primeros indicios aparecían en julio de ese año: un guardián
con los pies amputados —signo de permanencia perpetua al lado de su señor— resguardando el
sueño eterno de un personaje de jerarquía, ataviado ricamente y rodeado de su séquito.

Éste podría haber sido un «sacerdote-guerrero», como los retratados en la iconografía a


pincel presidiendo escenas de sacrificios humanos. En agosto del mismo año se comenzó a
retirar algunas joyas asociadas a este personaje, siendo las primeras dos orejeras de cobre
dorado con engastes de oro y turquesa.

Ampliando sus excavaciones por el sector sur de Sipán, Walter Alva halló ofrendas de
cerámica, que resultaron ser los primeros indicios de una tercera tumba regia. Albergaba los
restos de lo que llamó El Viejo Señor de Sipán, cuya vida habría transcurrido unos doscientos
años antes que la del otro Señor de Sipán, esto es, en los albores de Moche. El Viejo Señor de
Sipán había sido sepultado sin acompañantes. Su tumba carecía de cámara funeraria y los restos
del jerarca sólo aparecían colocados en una mortaja de fibra vegetal. Sin embargo, como anota
su descubridor, « la cantidad y variedad de ornamentos, tocados y elementos iconográficos son
tan complejos y suntuosos como los del otro personaje ».

Los adornos metálicos de Sipán están mayoritariamente confeccionados de cobre dorado.


Su tratamiento para preservarlos era tarea imperiosa, ya que el cobre al oxidarse daña la
superficie de oro. Por gestiones de Walter Alva y Miguel Tellenbach, el Museo Central
Romano-Germánico de Maguncia accedió a aceptar el reto en 1988. En marzo de 1993, Ale-
mania devolvió al Perú las 663 piezas metálicas primorosamente restauradas.

Orejera encontrada en la tumba del Señor de Sipán. Es de


oro con incrustaciones de turquesa, lapislázuli y nácar
representando un venado.
LA CULTURA RECUAY

Esta cultura ha recibido diferentes nombres a lo largo de las investigaciones, y su


origen y clasificación temporal es un debate para los arqueólogos. Una de las
interpretaciones mejor sustentadas es la que argumenta que la cultura Recuay es una
prolongación y una modificación de Chavín, luego de haber sido afectada por la tradición
denominada Blanco sobre Rojo. No se trata de una influencia externa al Callejón de
Huaylas, sino de nuevos estilos y motivos, así como del uso de nuevos recursos
explotables.

Si tomamos como cierta esta teoría, la cultura Recuay habría existido entre el año 0
y el 600 d.C., y su extensión geográfica sería hacia el norte hasta la provincia de Pallasca,
al oeste hasta la zona de Aija pasando por el Callejón de Huaylas, hacia el este puede
haber llegado hasta la zona del Marañón. Es muy posible que hayan podido convivir con
población bajo dominio mochica en las partes altas del valle de Moche, Chao, Virú y
Santa.

En cuanto a su organización social, es poco lo que los investigadores han podido


concluir. Debido a la gran cantidad de fortalezas en lugares estratégicos que se han
hallado, es común hablar de la cultura Recuay como una sociedad militarizada que
incluso pudo haber sido la responsable de que los moche no se expandieran hacia la
sierra. Su centro político se ubicó en la zona llamada Pashash, en la zona más
septentrional del Callejón de Huaylas, que vendría a reemplazar a Chavín como centro
político-teocrático.

Su arquitectura se caracteriza por el uso de sótanos o subterráneos, tanto para los


templos como para las casas. En el caso de los templos, construidos con piedra labrada,
contaban con un gran patio abierto, y los subterráneos funcionaban como cámaras
funerarias. En el caso de las casas, éstas fueron construidas con piedras parcialmente
labradas y se componían de uno a cuatro cuartos interconectados. También hubo casas
subterráneas, compuestas de un patio y un ambiente central.

Las tumbas de Recuay son consideradas las más elaboradas de los Andes. Están
compuestas por galerías subterráneas de entre 7 y 20 metros de largo, con entradas en
forma de pozo. También se realizaron entierros directos en el suelo y en bloques
monolíticos.

La cerámica es similar a la de la cultura Cajamarca, se basa en el uso del caolín y


por haber sido realizada con un tono que varía entre el blanco y el naranja. Su pintura
tiene la peculiaridad de estar presente de manera normal y en forma negativa en una
misma cerámica. Las formas son variadas, tanto de ollas y copas en forma de cabeza
retrato hasta cántaros con representaciones escultóricas muy toscas o con escenas todo-
relieve. Los motivos pintados son de una complejidad sin precedentes en la sierra. Se
puede hacer una comparación para el caso de moche en la costa, siendo la cerámica
recuay más simple, pero no por ello bastante compleja. Son muy comunes las escenas de
personajes humanos recibiendo ofrendas y tocando instrumentos con llamas y felinos,
sacerdotes copulando ritualmente o la de un ser fantástico de complejas características.

Finalmente, los Recuay tienen un trabajo lítico muy importante. Han trabajado la
piedra en alto y bajo relieve representando escenas o cabezas clavas. Las principales
representaciones son de felinos, serpientes, cabezas trofeos, cabezas humanas, o caras.
Curiosamente en sus esculturas de hombres siempre los vemos sentados y llevando una
maza, un escudo o cabeza trofeo. Las mujeres siempre con trenzas largas y con capucha o
manto. La función de esta escultura aun no ha sido esclarecida.
LA CULTURA LIMA

La cultura Lima (100 - 600 d.C.) se extendió a través de los valles de Chancay y
Lurín, siendo coetánea de Moche, Nazca, Recuay y Huarpa. Se conoce a esta cultura por
su estilo cerámico y sus construcciones monumentales. Los sitios principales de esta
cultura los encontramos en Ancón —lugar intensamente poblado donde la población se
dedicó a la pesca y al cultivo al margen del sur del río Chillón—, Ventanilla (Playa
Grande o Santa Rosa) y el bajo Chillón.

La arquitectura monumental Lima tiene como rasgo fundamental el uso de adobes


modelados a mano y secados al sol, presente en las terrazas, rampas o paredes de las
estructuras. Los complejos monumentales son típicos de la cultura Lima, estructurados en
torno a plazas y a una zona habitacional adyacente, de la cual no quedan vestigios en la
actualidad. Los complejos arquitectónicos de esta cultura son Cerro Trinidad, Cerro
Culebra, Puente Piedra, Media Luna, La Uva y Playa Grande.

Cerro Culebra, uno de los centros más conocidos del Chillón, está ubicado en la
margen norte del río Chillón, a 3 km del mar. Cuenta con un edificio de forma trapezoidal
y una zona doméstica en sus alrededores construidas con quincha (cañas y barro) y cantos
rodados. Este sitio destaca por sus pinturas murales de peces entrelazados. Las últimas
investigaciones han encontrado tres superposiciones en el edificio, el cual se trataría de un
palacio.

Media Luna se encuentra a 1 km al noroeste de Cerro Culebra, y quizá es anterior a


éste. Cuenta con tres plataformas en la base del cerro, rellenas de piedras y tierra suelta,
con muros frontales con piedras irregulares pequeñas.

Huaca Pucllana
Huaca Pucllana .- Alrededor del año 500 d.C. la zona de Miraflores era dominada
por un imponente Centro Ceremonial Administrativo que hoy conocemos como Huaca
Pucllana. Este sitio abarcaba una extensión mayor a las 15 hectáreas, llegando
posiblemente, muy cerca de la Bajada Balta, en donde en 1925 Alfred Kroeber,
antropólogo norteamericano, encontrara un cementerio de la época, que se relacionaría
con los constructores del asentamiento.

La Huaca Pucllana fue uno de los Centros Ceremoniales Administrativos mas


importantes de la Cultura Lima, la misma que se desarrolló entre los años 200 y 700 d. C.
en el escenario geográfico comprendido por los valles de Chancay, Chillón, Rímac, y
Lurín, con ocupación e influencia en las partes medias y altas de estos respectivamente.

Son testimonio de esta cultura los sitios arqueológicos de Cerro Trinidad en


Chancay, Playa Grande, Cerro Culebra, La Uva, Copacabana en el Chillón, Maranga,
Vista Alegre, Huaca Trujillo, parte de Cajamarquilla en el Rimac, y Pachacámac en
Lurín.

Desde estos centros administrativos, se organizaba a la sociedad administrando la


producción y el intercambio de productos, así como la realización de ceremonias
religiosas. Estas actividades eran presididas por los sacerdotes, quienes ejercían autoridad
civico-religiosa.

La cerámica de la cultura Lima hace uso de dos estilos diferentes: El interloking y


el Maranga. El primero se caracterizó por tener como motivo principal una serie de
figuras entrelazadas entre sí en forma de serpiente con figuras geométricas como líneas y
puntos. El estilo Maranga se caracterizó por presentar triángulos y círculos, con colores
rojo, naranja, blanco y negro.

Patterson en 1964 dividió la cerámica Lima en nueves estilos, los siete primeros
corresponden al estilo interlocking y las dos últimas al Maranga. La fase Lima 1 se
caracterizó por producir cántaros grandes y platos, con decoración en blanco y negro o
bruñida. La fase Lima 2 se encuentran ollas con cuello recto y platos, y a las primeras se
les aplica un engobe blanco o rojo sobre la superficie. En la fase Lima 3 predominan los
vasos de lados rectos, cántaros grandes, platos, etc. En la fase Lima 4 aparece un nuevo
tipo de olla con borde plano, con decoración pintada. Para la fase Lima 5 se presentan
principalmente los platos de lados curvos, ollas con borde plano y cántaros mamiformes,
y el motivo recurrente es la serpiente entrelazada (interlocking). En la fase Lima 6
predominan cántaros grandes.

La fase Lima 7 tiene ollas con cuello curvo y cántaros con cuello expandido, entre
otros, con decoración de triángulos y serpientes entrelazadas pintadas. En la fase Lima 8
se repiten formas anteriores, con decoración de triángulos, bandas anchas de colores y
líneas blancas delgadas pintadas. La fase Lima 9 repite formas anteriores y se encuentra la
culebra entrelazada en la decoración.

Los entierros de la cultura Lima son a la vez singulares y suntuosos. Los primeros
por la curiosa posición del sujeto dentro de la tumba. Éstos eran envueltos en telas,
amarrados en camillas hechas con troncos o cañas. Finalmente, el sujeto era enterrado
boca abajo (para la etapa interlocking) con la camilla sobre la espalda, como ocurrió en
Maranga, Playa Grande y otros sitios; o arriba (para la época Maranga).
Los segundos entierros fueron encontrados en Playa Grande en 1952. Los cuerpos
tenían collares de piedras semipreciosas, loros de colorido plumaje y cerámica fina.
Luego, en 1993 en Cerro Culebra fueron encontrados contextos funerarios con mazorcas
de maíz morado, collares de spondylus y atados de caña.

Curiosamente, se han encontrado sólo tres casos de entierros en Cerro Culebra, en


los que figurinas de formas humanas estaban asociadas al difunto, en este caso niños.
Estas figurinas no tienen mayores detalles, ni muchos rasgos faciales o corporales. Su
reducida cantidad hace pensar que reflejaron una característica familiar o étnica de los
difuntos.
LA CULTURA HUARPA

La Cultura Regional de Huarpa (Ayacucho), que se desarrolló entre los años 0 y


600 d.C. recibe su nombre por un río afluente del Mantaro que tiene la misma
denominación y que recorre una cuenca de más de cien kilómetros de longitud. En torno a
ella se establecieron asentamientos a una altitud que oscila entre los 2.600 y los 3.600
metros de altura. El sitio más importante se encuentra ubicado en el lugar denominado
Ñahuinpuquio, jurisdicción del distrito de San Juan Bautista, al sur de la ciudad de
Ayacucho y a 30 minutos de la carretera Ayacucho – Cusco. Fue identificado por Julio C.
Tello en 1931.

La característica más notable de los huarpa fue el haber desarrollado la agricultura


mediante la construcción de terrazas, andenerías y el sistema hidráulico, construyéndose
canales de riego, reservorios, lo que permitió el mejor uso del espacio geográfico
accidentado por el agua y los suelos, gracias a una avanzada tecnología lográndose una
economía agropecuaria de gran rendimiento productivo, en altitudes superiores a los
3.000 m.
En arquitectura, presentan un conjunto de construcciones públicas, religiosas y
residencia de funcionarios; y en la parte central, se encuentra un conjunto de
construcciones que tenían funciones ceremoniales. Estas construcciones fueron el inicio
del surgimiento de centros urbanos. Ejemplo típico es Ñahuinpuquio, el único centro de
integración de la cuenca, donde vivía una aristocracia agrícola y ganadera que basaba su
poder en el control de los canales de agua. Esta ciudad era el centro de una gran red de
estos canales, destacando entre sus edificios un templo piramidal, mansiones y recintos
públicos, plazas y patios, depósitos y graneros.
En cerámica, la cultura Huarpa tiene una característica peculiar en su aspecto
técnico y artístico. El arqueólogo Jhon Rowe, de origen norteamericano, define a Huarpa
como un estilo de cerámica bicolor, negro sobre blanco y negro sobre rojo indio, alfarería
de producción ayacuchana muy común en los valles de Huamanga y Huanta, así como en
toda la cuenca del río Pampas y Huarpa, cuyas áreas de influencia fueron los actuales
departamentos de Ayacucho, Huancavelica y Apurímac. Hacia los años 600 a .C. a 1000
d..C. los Huarpas intensifican sus relaciones comerciales y culturales con la cultura
Nasca, de la cual recibe influencias culturales y tecnológicos entre los que destacan un
notable mejoramiento de la artesanía ayacuchana, permitiendo de este modo, la aparición
de poblados con talleres especializados en alfarería como es el caso de Conchopata que se
ubicaría en las cercanías del actual aeropuerto de Ayacucho. Entonces se emplean los
colores rojo, negro, gris, naranja.

La cultura Huarpa termina con la aparición de los Wari.


LA CULTURA TIAHUANACO

En las inmediaciones del Lago Titicaca, a comienzos de la era cristiana, empezó a


desarrollarse la cultura Tiahuanaco. Todo hace suponer que como Chavín fuera un estado
teocrático dirigido por la clase sacerdotal aliada a la nobleza guerrera y que su centro
ceremonial—Tiahuanaco propiamente dicho, en el lado boliviano del lago—fuera
también la sede administrativa del estado. Como en toda cultura de la antigüedad sus
orígenes son oscuros y confusos. Julio C. Tello ha planteado la hipótesis de que Pucara
(en el lado peruano del lago), pudiera haber sido la raigambre cultural de Tiahuanaco
habida cuenta de su mayor antigüedad y de la similitud de estilos culturales. Fuera como
fuere, lo cierto es que Tiahuanaco pronto superó a Pucara y que su influencia cultural
empezó a expandirse hacia el sur del Perú, entre los años 400 a 500 de nuestra era, para
luego abarcar a casi todo el antiguo Perú. Federico Kauffmann Doig cree que al
extinguirse las culturas Nazca y Mochica (800 d.C.), la influencia cultural de Tiahuanaco
se hizo patente, "sobreponiéndose a las culturas locales". Este horizonte cultural
pan-andino se extendió también por gran parte de Bolivia y el norte chileno y argentino, y
desapareció —sin que sepamos las razones— en el siglo doce después de Cristo. Tratando
de encontrar una explicación a este hecho, el polígrafo José de la Riva Agüero ha
planteado la hipótesis de que Tiahuanaco fuera un Imperio fundado y desarrollado por
quechuas, que, en el siglo doce, fue destruido hasta sus cimientos por invasores collas que
luego no pudieron mantener el nivel cultural. Los quechuas sobrevivientes se habrían
refugiado en Pacaritambo, de donde años más tarde habrían salido para fundar el Imperio
de los Incas.3

La economía de Tiahuanaco debió basarse necesariamente en la planificación y


previsión. Las alternancias climáticas y la irregularidad de las precipitaciones pluviales,
obligaron al hombre de Tiahuanaco a desarrollar una tecnología agropecuaria basada en la
observación y el estudio de la naturaleza, y a implementar una economía colectivista y
previsora. Por razones de especialización, en toda agricultura avanzada hay siempre una
clase social conductora del proceso económico y una clase social dirigida. En Tiahuanaco
la dirección del proceso fue asumida por la clase sacerdotal en alianza con la nobleza
guerrera. Así había sido en Chavín, en Paracas, en Nazca, en Moche, en Pucara después
de todo. Lo trascendente de esta clase sacerdotal es que impuso un culto novedoso en el

3
Hoy, todo hace pensar que el colapso de Tiahuanaco se consumó hacia el año 1000 de nuestra era,
motivado por un cambio radical del clima, una disminución en las precipitaciones anuales que debió
comenzar alrededor del año 700 y terminar aproximadamente tres siglos más tarde. También se
produjeron modificaciones importantes en los niveles del lago Titicaca. Este cambio hizo perder la
eficiencia a los campos elevados (camellones) y no permitió el mantenimiento de la economía que había
llevado al florecimiento de esta cultura.
área andina: el culto de Viracocha, un dios superior a todos los otros dioses por ser el
creador del Universo, concepto que por esos años comenzó a desarrollarse en el área
andina y que habría de influir en el arte lítico, la arquitectura y la cerámica.

En Tiahuanaco existen ruinas que prueban la habilidad de sus constructores.


Kalasasaya, Akapana y el Templete son obras de arquitectura monumental religiosa, en
las que se encuentran esculturas de piedra igualmente notables. Kalasasaya es un
complejo arquitectónico formado por monolitos labrados, plantados verticalmente en
tierra, que guardan una plaza ceremonial de regulares proporciones, en la que se hallan
esculturas de piedra de excelente factura, como la Portada del Sol, el Monolito Ponce, y
El Fraile. La Portada del Sol es un gigantesco monolito de cuatro metros de frente y dos
metros setenta y cinco centímetros de altura, con un peso aproximado de diez toneladas,
que parece haber sido esculpido en honor del dios Viracocha, el Hacedor del Universo,
según la tesis de José de la Riva Agüero. Viracocha aparece encima del dintel de la
portada como una figura antropomorfa de rostro trapezoidal, que da la impresión de estar
llorando, a pesar del poder que insinúan la estola de rayos que brotan de su cabeza y la
corte de 48 geniecillos alados que le rinden homenaje y se agrupan en su entorno. La
Akapana es una construcción piramidal formada por terrazas superpuestas, encima de las
cuales parece haber existido un templete. Toda la construcción debió estar cubierta de
piedras pulidas. El Templete es un patio ceremonial ligeramente hundido en relación al
nivel circundante al que se llega por una escalera de piedra toscamente labrada. Algo que
hay que destacar es que en los muros interiores del patio cuelgan más de cien cabezas
clavas todas trabajadas en piedra. En el centro del Templete se encontró el famoso
Monolito Bennett.

Vista general del Templete o templo semisubterráneo de Tiahuanaco, al este de Kalasasaya. Se pueden
ver al fondo los tres monolitos esculpidos hincados, entre ellos el célebre monolito Bennett.

Escasas son las muestras que conocemos de su arte textil. El tiempo y los
depredadores han contribuido a ello. Fueron en cambio excelentes metalúrgicos. Es
mérito de esta cultura haber descubierto el bronce. También son notables los trabajos de
sus alfareros que modelando cuidadosamente la arcilla dieron forma a sus famosos vasos
ceremoniales o keros. Los dibujos que decoran los vasos, son, por lo general, rostros
humanos rectangulares con ojos redondos que, por las lágrimas que derraman, recuerdan
al dios antropomorfo de la Portada del Sol.

Imagen que se ve en la Portada del Sol de Tiahuanaco y que representa a una deidad conocida como el
“Dios de las varas” o el “Dios de los báculos” y cuyos antecedentes se pueden remontar a la estela
Raimondi de Chavín, pasando por otras representaciones de la cultura Pucara y Conchopata. Debió ser la
deidad principal de una religión estatal que se difundió desde el Altiplano hacia la ceja de selva boliviana,
el Perú y Chile. Se lo identifica comúnmente con el dios que los incas llamaban Viracocha.

La Portada del Sol.


LA CULTURA WARI

A comienzos del siglo quinto de nuestra era, el señorío de los Huarpas, enclavado
en las abruptas tierras ayacuchanas, iba a cumplir un papel relevante y significativo en el
proceso de integración y unificación de las culturas andinas. Hasta ese entonces, solo el
estado teocrático de Chavin había identificado religiosamente a las sociedades andinas,
pero cuando este proceso de integración se resquebrajó por contingencias que aún no
estamos en condiciones de esclarecer, en todo el antiguo territorio chavín empezaron a
constituirse estados regionales autónomos, como Nazca, Moche, Recuay, Lima, Pucara,
Cajamarca, Tiahuanaco, y otros, que, centurias más tarde, van a desarrollar fuerzas
sociales y económicas antagónicas. Es en estas circunstancias que surge el señorío
independiente de los Huarpas, construido trabajosamente alrededor de Ñahuinpuquio, su
ciudad principal, y situado en una zona fronteriza en la que chocaban los intereses de los
Nazcas y los Tiahuanacos.

Los Huarpas habían alcanzado un alto grado de evolución cultural. Su economía


estaba basada en principios de planificación y previsión que hicieron posible el desarrollo
de una tecnología hidráulica, a la que mucho deben los otros pueblos del Perú. Al margen
de la tecnología que va implícita en la construcción de canales y represas, que
probablemente aprendieron de los nazcas, hay evidencias arqueológicas de que fueron los
primeros en construir "andenes", que, como medio de contención y aprovechamiento de la
tierra, generalizaron luego los Incas. El territorio de los Huarpas era pobre y escaso;
grandes debieron ser los esfuerzos por habilitar tierras que sustentaran a una población
relativamente numerosa. Ya hemos anotado que los nazcas conocieron el comercio como
actividad específica, y que hay pruebas de que comerciaron con las regiones ayacuchanas.
Según el destacado arqueólogo Luis Guillermo Lumbreras, a quien seguimos en estas
anotaciones, las relaciones comerciales entre los nazcas y huarpas debieron intensificarse
en los años 600 a 700 d.C.; años en los que se hace evidente la influencia nazca en las
artesanías y en poblados como Conchopata, dedicado a la producción masiva de alfarería
incluso suntuaria. Es también por esta época que una cultura expansiva como Tiahuanaco
empieza a influir y a determinar las normas de comportamiento cultural de los huarpas.
No sabemos aún cómo y de qué manera se produjo este fenómeno, pero no hay dudas de
que para los años 700 d.C., los huarpas habían hecho suyos los dioses y mitos de
Tiahuanaco. Poco después va a producirse un conflicto de intereses que va a traer como
resultado la pérdida de la hegemonía que hasta entonces había ejercido Ñahuinpuquio
sobre las regiones ayacuchanas, y el surgimiento de la ciudad de Wari como nuevo centro
de la conducción política del estado y del aparato productivo (800 a.C.). Como anotamos
líneas arriba, no conocemos la naturaleza de las relaciones políticas que vincularon a
Tiahuanaco con los Huarpas, y si —al margen de la notoria influencia cultural— en algún
momento hubo una relación de dependencia política. Lo que sí sabemos es que en la
época en que Wari inicia su expansión militar, era un señorío independiente, ajeno a toda
ingerencia extranjera.

Wari fue una sociedad de clases dirigida por la nobleza guerrera aliada a una casta
sacerdotal imbuida de fe religiosa. El aumento de la población y la necesidad de nuevas
tierras de cultivo, debieron ser las razones que impulsaron a los ejércitos wari para que, a
mediados del siglo noveno, expandieran violentamente sus fronteras hasta Lambayeque y
Cajamarca por el norte y Camaná y Sicuani por el sur, conformando un poderoso estado
imperial en el que la ciudad de Wari va a ser el centro hegemónico al que le deben tributo
todos los estados regionales incluidos dentro de su área

Wari. Aspecto de uno de los “barrios” de la ciudad: Capillayoc.

EL IMPERIO TIAHUANACO-WARI

Una confederación histórica para formar un imperio.- Todo indica que


Tiahuanaco y Wari, aprendida la lección de integraciones pasadas, y como una solución a
sus necesidades del presente, acordaron fusionarse para superar tan difícil contingencia de
la naturaleza.

No hay duda de que sus estados actuaron con sabiduría. No arriesgaban ningún
dominio territorial. Sus países estaban íntegros y sus naciones se enriquecerían por el
intercambio cultural; y se tornaban más poderosos para ampliar su hegemonía hacia otras
partes que, en peores situaciones que las suyas, eran víctimas de las inclemencias del
clima y estaban a la espera de sus famosos salvadores. Por lo tanto, la pacífica expansión
estaba asegurada.
El nacimiento de un poderoso reino bipolar.- La unificación dio lugar al imperio
Tiahuanaco-Wari, de Estado bipolar, con gobierno compartido entre los reyes de la
Meseta del Collao y de las Pampas de la Quinua.

En esta nueva administración, no se había establecido los límites de una


distribución equitativa de la riqueza. El producto bruto nacional no tenía porcentajes
igualitarios; entonces el arreglo fue más simple, pero ni ingenuo ni políticamente mal
concebido. Todo lo contrario, fue un plan completo para su época y una lección histórica
para el futuro.

Estaba librado a los ingresos en productos que cada Estado podía captar, de acuerdo
con lo que ofrecía, comercializaba y recogía por medio de la tributación de bienes. Todo
lo demás era cuestión de la idiosincrasia de cada pueblo, de cada cultura.

Extensión territorial y zona de influencia.- El resultado de tan trascendental acto


político no se dejó esperar. El imperio Tiahuanaco-Wari se expandió hasta el Ecuador por
el norte; Bolivia y norte de Chile por el sur; ceja de selva por el este; y Mar de Grau por el
oeste.

Los principales centros de difusión cultural y comercial.- Un fenómeno que es


necesario destacar es que durante la expansión wari, las aldeas principales se convierten
en ciudades en todo el área andina; situación que a nivel regional se había dado ya durante
la vigencia histórica de la cultura nazca. Siguiendo —acaso— los conceptos implícitos
desarrollados por los constructores de Kahuachi, la ciudad de Wari, en las inmediaciones
de la actual Ayacucho, llegó a ser tan grande que albergó a mas de cuarenta mil personas
que vivían en edificios de dos y tres pisos, y que disponían de reservorios, acueductos,
templos y edificios públicos bien construidos. Otros centros urbanos importantes fueron
Wiracochapampa (La Libertad), Wilcawaín (Ancash), Cajamarquilla, Pachacámac
(Lima), Wariwillca (Junín), Piquillacta (Cusco) y Pucara (Puno) se convierten en sus
principales centros difusores en sierra y costa. El grande y respetabilísimo Santuario de
Pachacámac no permanece pues ajeno a la influencia wari y admite, entre sus dioses al
dios lloroso de Tiahuanaco.

Todos esos polos de desarrollo tienen doble carácter, son de compensación


económica y son centros ceremoniales. Esa dualidad no contradice ni elimina, al
contrario, fortalece el objetivo económico fundamental: son lugares de transacción de
servicios y bienes-tributo.

A esas ciudades iban los funcionarios de los reyes a ponerse en contacto con los
administradores locales (curacas y sacerdotes) para entregarles las disposiciones estatales
y recoger los tributos en bienes para los señores de Wari y Tiahuanaco.
Complejo wari de Wilcawaín, ubicado en el Callejón de Huaylas, muy cerca de Huaraz.

La reciprocidad andina como medio de arreglar las diferencias.- A menudo,


tales órdenes se hacían cumplir mediante la fuerza de las armas; pero no faltaron
ocasiones en que el Estado, utilizando a los mismos hombres de su ejército, enviaba
bienes (productos agrícolas, charqui, pescado salado, ceramios y otros objetos) a dichas
ciudades y a las comunidades aldeanas en casos de desastres o dificultades naturales.

También estaba bien claro que en las disposiciones para gobiernos regionales y
locales se instruía a éstos a velar por la seguridad, las buenas costumbres, la justicia y el
bienestar sus poblados.

En buena cuenta, unos y otros se manejaban bajo las nacientes reglas de la


reciprocidad, lazo que ya se había practicado antes pero que ahora se estaba formalizando,
porque, en el futuro, eso sería la norma de los posteriores reinos.

Las actividades económicas y la importancia de Wari.- Con todas esas


modificaciones, una de las primeras consecuencias fue la apertura de un mercado
amplísimo para los productos wari-tiahuanacos que tuvieron una difusión predominante;
otra debió ser el desplazamiento masivo de poblaciones excedentes sobre zonas
agropecuarias de baja presión demográfica. Es también característica de esta cultura haber
consolidado el comercio como una actividad especializada de la economía; los
comerciantes wari van a transitar por los caminos que el estado construye, para ampliar
un mercado sobre el que ejercen un control exclusivo.

Si bien hay evidencias históricas de que el comercio se multiplicó, dicha actividad


siguió centralizada en Wari, principal centro abastecedor que se había especializado en
textilería y cerámica. La primera, con lana de auquénidos, principalmente de la Meseta
del Collao, fue perfeccionada con la ayuda de una tintorería de primer orden, gracias a la
cochinilla ayacuchana. Ese animalito, del que se extrae el carmín, que se suponía oriundo
sólo de México, también se producía en gran cantidad en Ayacucho. Es un parásito de la
tuna, muy abundante en esa región, y sirve de tinte o pintura.

Esta materia prima habría servido de foco de atención para una artesanía textil de
primera calidad. Los tapices que ofrecía esa cultura tenían representaciones de dioses,
cabezas humanas, cóndores, pumas, etc.

El intercambio de éstos y otros productos con los alimentos que venían de otros
sitios fue el sostén de los habitantes de la ciudad de Wari. Los excedentes eran
trasladados de inmediato hacia Tiahuanaco por los administradores y portadores, para
sostén de su clase gobernante (la nobleza tiahuanaquense).

A pesar de todo, la ganadería y la agricultura siguieron su tradición de primeras


actividades económicas.

Otras actividades significativas.- La cerámica fue otra actividad significativa.

La cerámica Tiahuanaco-Wari recogió del Tiahuanaco del Titicaca tanto la iconografía


como las formas. Un claro ejemplo es el kero o vaso ceremonial de cerámica. Son
característicos también los grandes cántaros-efigie con aspecto humano, estatuillas de animales
como la llama, al igual que urnas monumentales. Los colores utilizados destacan por su
brillantez, de acuerdo a la tradición heredada de Nazca. La superficie era cubierta previamente
con engobe rojo, que servía de capa de fondo para trazar motivos simbólicos. Los mismos eran
ejecutados mediante líneas blancas y negras. Los campos que delimitaban los trazos eran
pintados con diversos colores.

El comercio de turquesas, lapislázulis y otras piedras preciosas también habría


concentrado la atención de una población impactada por la ascendencia organizadora de
los dirigentes de esta nación.

Vasija wari con figura de personaje principal portando un báculo en cada mano.

"Todo tiene su fin" y el desmoronamiento del imperio.- La caída del imperio


Tiahuanaco-Wari fue tan sorpresiva como su aparición. El Imperio Wari desapareció en el
siglo doce de nuestra era. Ya en el siglo X d.C. había llegado a su apogeo, pero en el siglo
XII d.C. había perdido preeminencia. En ese lapso había unificado el territorio sobre el
que ejercía jurisdicción, y sobre el que había impuesto normas de comportamiento
cultural mas o menos homogéneas. En su punto más vulnerable, Wari perdió vigencia,
seguramente por una coyuntura muy especial.
Es muy posible que su "ricorsi" se debió a la invasión de los Yaros, reinos vecinos;
tal vez el origen fue una rebelión andina generalizada de poderosos curacazgos y estados
en formación, hartos del dominio desde lugares tan distantes; quizás fue el producto de
una guerra civil interna; o por rivalidades de poderosos ganaderos y grandes señoríos
agrícolas, lo que originó guerras entre pastores de tierras altas y agricultores de tierras
bajas.

Lo cierto es que Tiahuanaco pierde una estratégica cabecera de región, puente y


ligazón de su movilidad política, organizadora y económica con el resto del mundo
andino.

Los vencedores destruyen la gran ciudad de Wari.- Wari, por otra parte, no pudo
enfrentar con éxito a sus enemigos porque su autonomía regional no le había permitido
enlazar con facilidad la pronta ayuda militar de la otra administración imperial. En esos
momentos, uno y otro se manejaron solos, y fue Wari quien pagó las peores
consecuencias, ya que sería totalmente ocupada y salvajemente devastada.

Tiahuanaco se convierte en un pequeño reino.- Tiahuanaco se replegó a su


primigenia región, a orillas del lago Titicaca, donde subsistió como un curacazgo más,
muy pronto servidor del reino de los Pacajes.

Tiahuanaco-Wari, modelo del Tahuantinsuyo.- Tanto Tiahuanaco como Wari


sirvieron de modelo a los incas; Tiahuanaco con su mitología, la arquitectura monumental
y probablemente los mitimaes, y Wari, con la organización política centralizada, la
conquista militar, los centros urbanos como símbolos de poder, el uso de caminos, los
quipu, el sistema de almacenamiento, la redistribución, el uso del motivo trapezoidal y el
empleo de andenes.

.
Vasija gigante con la representación del mismo dios de los
báculos o las varas que aparece en la Portada del Sol de
Tiahuanaco.
LA CULTURA LAMBAYEQUE

Los Lambayeque se desarrollaron entre el 700 d.C. y 1350 d.C. en la costa norte,
teniendo como centro primero la zona de Batán Grande (900 - 1000 d.C.) y luego 10
kilómetros hacia el suroeste, hasta Túcume (1100 - 1350 d.C.) y sus límites por el norte
hasta Piura y por el sur al valle de Chicama. Sus orígenes se remontan al fin de la cultura
Moche, pasando por las influencias de los Wari y de los Cajamarca, de tal manera que se
originó un nuevo estilo cerámico e iconográfico.

En vista que el principal centro de la cultura Lambayeque fue Batán Grande, y zona
antiguamente conocida como SICÁN, SIGNÁN o SHINÁN en el extinto idioma moche,
se ha propuesto rebautizar como SICÁN a esta cultura.

El carácter político de los Lambayeque fue el de un Estado teocrático con una


estructura social altamente estratificada compuesta por una elite basada en lazos
familiares con un origen divino, un cuerpo de administradores, un grupo de artesanos y
agricultores. Si bien existía cierta independencia entre estos grupos, la cohesión la daba
una serie de alianzas rituales y de parentesco, que era la base de la estructura de poder.
Una de las pruebas del poder y complejidad de la sociedad Lambayeque son las
magníficas tumbas reales, donde se han encontrado abundante spondylus y oro. Otro
elemento son los complejos arquitectónicos tronco-piramidales con rampas de acceso y
murales pintados con motivos de aves y escenas marinas en relieve.

El complejo de Batan Grande estaba compuesto por 17 pirámides truncas que


alcanzaban alturas superiores a los 30 metros. Relacionadas a estas construcciones
encontramos una serie de tumbas reales y patios que las comunicaban. Batan Grande fue
el centro religioso, administrativo y económico de los Lambayeque, donde se enterraban a
los miembros de la elite y se tomaban las decisiones más importantes, desde el desarrollo
y distribución agrícola como la producción metalúrgica.

En el aspecto mítico religioso, la cultura Lambayeque introduce dos nuevos


elementos a la historia de la cultura peruana. El primero es un mito de origen en el cual el
personaje principal, Naylamp, proviene de tierras lejanas a través del mar para fundar una
dinastía que luego sería la elite de los Lambayeque. Este mito seguía vigente a la llegada
de los españoles, y fue recogido por el cronista Miguel Cabello de Balboa con
impresionante detalle. El segundo elemento es un personaje alado que se ve repetido en
los trabajos de orfebrería y que es el protagonista de unas hachas rituales conocidas como
tumi. Se trata de la divinidad central de la cultura Lambayeque, y se cree que se trataría
de la misma imagen de Naylamp. Su representación tiene ciertos detalles curiosos, como
los ojos con extremo en punta que se eleva, la nariz prominente y las orejas puntiagudas
con grandes aretes.

La economía de los Lambayeque estaba basada en la agricultura intensiva de maíz y


algodón por irrigación. Durante su desarrollo en Batan Grande es que se desarrolló un
avanzado sistema de canales que articuló los valles de Reque, Chancay, Lambayeque y La
Leche. Los principales canales eran tres, el Raca Rumi que unía los ríos Chancay con La
Leche; el Taymi Antiguo, que irrigaba la zona norte y sur del valle de La Leche; y el
Canal de Collique, que irrigaba el valle de Zaña.

En el campo del arte, los Lambayeque desarrollaron finamente la metalurgia. Son


ellos, por su trabajo y motivos, los mejores exponentes de todas las culturas prehispánicas
en este campo. Esta tradición es conocida en la costa norte desde los Moche, pero recién
es en el Intermedio Tardío que logra su máxima expresión, usando el oro, la playa, y una
aleación de ambos, además del cobre arsenical. Se han encontrado tal cantidad de
vestigios relacionados a la extracción y trabajo de material que los arqueólogos han
logrado reconstruir casi todo el proceso, hasta el punto de identificar las impresionantes y
complicadas técnicas de aleaciones utilizadas por los Lambayeque para conseguir un
dorado con poca presencia aurífera.

Tumi con la imagen de Naylamp


EL SEÑOR DE SICÁN

La Huaca del Loro en Batán Grande.

El centro de la cultura Lambayeque fue, como ya quedó dicho, el actual centro


arqueológico de BATÁN GRANDE (antigua Sicán), situado sobre ambas márgenes del
río La Leche, donde se destacan las ruinas de nueve huacas conocidas respectivamente
con los nombres de Huaca del Loro, de la Cruz, de los Ingenieros, Botijas, Colorada, La
Merced, Rodellona, Sontío y La Ventana. Fueron santuarios construidos con tierra y
piedras, con aposentos de adobes rectangulares; y en torno a ellos, necrópolis con tumbas
subterráneas, de adobes enlucidos con barro. La abrumadora presencia de objetos de
orfebrería lambayecana en los museos, representativa de dicha cultura, provienen
precisamente de dicha zona o de zonas aledañas, fruto mayormente del huaqueo. Un
ejemplo emblemático de dicho arte, el llamado TUMI DE LAMBAYEQUE (o TUMI DE
ÍLLIMO), fue extraído, entre otros objetos, de la huaca de La Ventana, en 1938.
Lamentablemente dicha pieza de oro fue robada en 1988 del museo que lo cobijada y
fundida para ser vendida al peso. Otros ejemplares de orfebrería lambayecana son vasos
de oro repujado con incrustaciones de turquesas.

El Proyecto Arqueológico de Sicán (PAS) inició trabajos en Batán Grande en 1978


y fue conducido por el arqueólogo nipo-americano Izumi Shimada y el peruano Carlos
Elera en condición de co-director. Entre 1991 y 1992 Shimada realizó descubrimientos
sensacionales: tumbas de élite en la huacas de La Ventana y en la del Loro (o “del oro”).
En esta última exhumó la tumba intacta de un alto dignatario lambayecano preinca,
acompañado de un lote de objetos de orfebrería de alto valor artístico-artesanal, que
compiten en calidad y calidad con las halladas en la tumba del Señor de Sipán. Desde
entonces se lo conoce popularmente como la tumba del SEÑOR DE SICÁN. Se trataba de
un hombre de unos 40 a 45 años de edad, en posición fetal observando a una mujer en
posición de dar a luz y ayudada por otras mujeres, igualmente sacrificadas.

Los artefactos de la tumba exhumada por Shimada en la Huaca del Loro suman
cerca de un centenar. Están constituidos por objetos ceremoniales trabajados mediante
láminas de oro, por piezas de bronce y por adornos de chaquira; también por conchas de
alto valor simbólico y destinadas al culto. Las reliquias extraídas de esta tumba pesaban
más de una tonelada, en total 1,200 kilos. Tres cuartas partes de este tesoro correspondían
a objetos elaborados en oro, plata y bronce: coronas, sonajas, tocados, etc. También se
encontró cerámica, negra o clara, pintada de anaranjado o crema; algunas piezas parecen
tener acabado metálico.

La pieza aúrea más suntuosa estaba conformada por un conjunto integrado por una
máscara y una enorme tiara pertenecientes al ilustre difunto. La máscara retrata un rostro
humano saturado de atributos ornitomorfos, a los que se suman orejas de prosapia
felinomórfica. La tiara o vincha monumental la conforma la cabeza de un felino, más un
enorme atuendo plumario elaborado con metal.

Máscara funeraria del Señor de Sicán.


LA CULTURA CHIMU

Al desintegrarse el estado wari, en los mismos valles en que vivieran los mochicas,
empezó a forjarse la cultura chimú. Como sabemos, una cultura resume todos los
esfuerzos creativos, tecnológicos e intelectuales, explícitos o implícitos, de los pueblos
que la crean. En el caso de la cultura chimú, ésta se forjó con los antecedentes culturales
heredados de Cupisnique, Salinar, Chavín, Vícus, Mochica y Wari-tiahuanaco. Sus
comienzos se sitúan en el siglo doce de nuestra era, cuando un personaje mitológico lla-
mado Tacaynamo, llegado por los caminos del mar en "balsa de palos", fundó el Reino
del Gran Chimú. Inicios legendarios y brumosos sobre los que se asienta uno de los
imperios más importantes de la América pre-colombina, y que, merced al valor militar y
sagacidad política de sus once mandatarios, extendió sus fronteras desde Tumbes por el
norte hasta Paramonga por el sur, ocupando toda la costa norte del Perú. Su último
soberano fue Minchancaman, quien, después de defender heroicamente cada uno de sus
valles, terminó rindiéndose ante el empuje victorioso del Inca Pachacútec, quien en 1460
aproximadamente lo sometió a la dominación del Imperio de los Incas.

Por los años en que Tacaynamo edificaba su señorío, mas al norte, en los valles que
riegan los ríos La Leche, Lambayeque, Etén y Saña, un personaje igualmente legendario y
mítico llamado Naimlap, fundaba la ciudad de Llampallec en homenaje al dios de ese
nombre, instituyéndola en capital de su reino y sede de una corte nobiliaria y suntuosa. A
su muerte, la nobleza lo enterró en su propio palacio y, comprometida bajo una conjura de
engaño, propaló el mito de la inmortalidad de Naimlap que hastiado de la vida terrena se
había elevado alas inmensidades del cielo. Convertido en un dios, Naimlap sería
recordado siempre con alas. Doce reyes lo sucedieron en el mando de Llampallec. El
último fue Fempellec, hombre débil y sensual que, seducido por una mujer diabólica,
descuidó de tal modo la prosperidad y grandeza del reino, que terminó siendo sojuzgado
por el Gran Chimú, sus poderosos vecinos del Sur. Al cerrar este párrafo, nos parece justo
remarcar la importancia de la cultura Lambayeque, no siempre divulgada, y a la que los
chimú deben buena parte de su tecnología productiva y de su riqueza simbólica.

El Gran Chimú fue una confederación integrada por numerosos señoríos mas o
menos autónomos, que se extendían por todos los valles y quebradas que conformaban el
reino. Cada uno de estos señoríos estaba dirigido por un reyezuelo llamado Alaec que
dependía directamente del Chimo-Cápac que residía en Chan-Chan, y al que pagaban un
cuantioso tributo anual. En el punto mas alto de la estructura social estaban pues el
Chimo-Cápaq y los reyezuelos subalternos (los Alaec) que controlaban el poder político,
económico y social de todo el país. Dependiendo de ellos, y en un segundo lugar, estaban
la nobleza guerrera, verdadero sustento del poder, y la influyente casta sacerdotal, que
además era la depositaria del saber. En el tercer lugar se ubicaban los hombres libres de
los centros urbanos, dedicados por lo general al ejercicio de las artesanías y del comercio,
y que eran llamados Pixllca. En una cuarta posición estaban los campesinos, agrupados
bajo la conducción de un Paraeng. También integraban esta posición los pescadores y los
soldados. En el último sitio de la escala social, sufriendo el peso de una estructura
arbitraria y despótica, estaban los Yana, nombre con el que conocían a los esclavos.

Chanchán

La capital del Imperio Chimú fue la extraordinaria ciudad de Chanchán, que por los
restos que se conservan debemos considerarla como la ciudad pre-hispánica mas grande
de América. En los momentos de su mayor esplendor, a comienzos del siglo XV,
albergaba a mas de cien mil habitantes, se extendía por 18 kms. cuadrados y estaba di-
vidida en diez barrios separados por murallones de mas de seis metros de altura. Por citar
uno, digamos que el conjunto Tschudi tiene un área de 480 metros por 455 metros y que
está circundado por un muro de nueve metros de alto. A pesar de los daños ocasionados,
aún hoy es posible apreciar en todo Chanchán la magnificencia de sus calles, paseos,
plazas, jardines, templos, palacios, reservorios, cárceles y cementerios. Muchos de sus
muros están cubiertos con hermosos frisos en los que el trazado, geométrico de las líneas
forma un conjunto armonioso con altorrelieves de zorros, aves y peces.

La simbología descubierta en la arquitectura de Chanchán es distinta a la que


hallamos en la orfebrería Lambayeque. No olvidemos que esta región tuvo características
específicas de evolución que la diferencian de la desarrollada en los valles del Chicama y
el Moche. La simbología por de pronto es distinta y corresponde —a nuestro entender— a
mitologías y concepciones ideológicas de diverso origen. La religión entre los chimú
pudo ser pluralista, y si Naimlap, el héroe deidificado, tuvo un culto predominante en el
norte del imperio, en el centro y sur, las aves, los peces y el zorro —ya no el jaguar—
recibieron un culto totémico fervoroso y arraigado. De ahí la profusión con que fueron
grabados en Chanchán. Al margen de estas preferencias religiosas, en toda la nación
chimú la luna, el mar, los peces y la tempestad parecen haber sido dioses igualmente
importantes.

Otros ejemplos de arquitectura chimú son Pacatnamú, en el valle del río


Pacasmayo, que con sus templos piramidales, terrazas ceremoniales y cementerios da la
impresión de haber sido una ciudad santuario. Otros centros urbanos dignos de ser citados
son El Purgatorio en Túcume, Apurlec en Motupe y Punkuri en Nepeña. Una muestra de
arquitectura militar sería la imponente fortaleza de Paramonga.

Entre todas las culturas antiguas del Perú, los chimú fueron quienes alcanzaron un
mas alto nivel en el delicado y hermoso arte de la Plumaria. Ya el cronista Miguel Cabe-
llo Valboa contaba en 1586, en su "Miscelánea Antártica" que él mítico Naimlap había
recompensado a Llapchiluli con el señorío de Jayanca, sólo por ser un creador inimitable
en el hermoso arte de la Plumaria, tan estrechamente ligado al boato de las cortes
nobiliarias prehispánicas. Entre las muchas cosas que sorprendieron a los españoles
cuando tomaron la ciudad del Cuzco, fue encontrar depósitos colmados con plumas
multicolores. No debió ser de otro modo, ya que no sólo la nobleza requería de ellas; en
mayor o menor proporción todos los habitantes del Perú antiguo hicieron uso de las
plumas como parte imprescindible del vestuario. Los tocados, las pecheras e incluso los
vestidos eran engalanados con hermosas plumas multicolores provenientes
principalmente de nuestras salvas amazónicas. Las plumas, además, tenían un valor ritual
que no podemos dejar de mencionar. En toda ceremonia religiosa, las mas hermosas y
difíciles de conseguir eran ofrendadas a los dioses, arrojándolas al fuego.

Las plumas, el oro y las piedras preciosas utilizadas tan profusamente por los
artesanos chimú, no se encuentran dentro de los límites de su territorio y es necesario ir a
buscarlas a regiones tan distantes como las orillas del Río Marañón. Sirva esta acotación
para recalcar cómo el comercio era una actividad ejercida sistemáticamente y desde
antaño por las viejas culturas peruanas.

Una vasija chimú con representación zoomorfa.

Sin llegar a las alturas de sus antecesores mochicas, los chimú fueron excelentes
alfareros que representaron frutos, animales y seres humanos en sus ceramios de color
preferentemente negro. También utilizaron el rojo. Según Rafael Larco Hoyle es
precisamente la cerámica la que demuestra "cómo nace la cultura chimú, Se trata de la
fusión de los elementos de las culturas mochica, wari y lambayeque." Igual opinión
sustentaron antes y después arqueólogos como Uhle, Kroeber, Bennett y Kauffmann.

Para terminar, ocupémonos de la orfebrería. Sin hipérbole alguna podemos afirmar


que los chimú fueron los mejores artesanos en oro, plata y cobre que haya conocido el
mundo pre-hispánico. Son notables por su belleza y originalidad las máscaras, tumis,
orejeras, vasos, pectorales y utensilios diversos en oro y plata, incrustados de piedras
preciosas, que se han salvado de la depredación y la incuria. Naimlap es una vez más el
mito recurrente al que se acerca el orfebre para crear joyas que tienen valores estéticos
apreciables a escala universal.

Chan-Chan ó Chanchán, la ciudad de barro más grande de la América prehispánica.

LA FORTALEZA DE PARAMONGA
Sitio arqueológico, 190 km. al N de Lima, y sólo a 3 de Pativilca. Posición
dominante tiene allí una mole escalonada, a la cual se vinculan 8 edificios similares
mediante una extensa muralla de unos 60 km. de longitud. Miguel de Estete, el primer
español que lo visitó, pudo ver en todo su esplendor "una casa fuerte, con cinco cercas o
adarves ciegos, y pintada de muchas labores por de dentro y por de fuera, con sus
portadas muy bien labradas, con dos tigres a la puerta principal". Cieza de León vio que
sus "moradas y aposentos eran muy galanos, y tienen por las paredes pintados muchos
animales fieros y pájaros". Se creyó que hasta allí se había extendido el límite del Gran
Chimú y que esa construcción amurallada debía contener las incursiones de los chinchas;
pero también se afirma que la hizo construir Túpac Inca Yupanqui, después de haber
incorporado al imperio los pueblos del norte.

La principal edificación es una estructura escalonada, con plataformas laterales que


dan vuelta a las esquinas; ha sido erigida directamente sobre la roca, empleando diversos
tipos de adobe; y en su planta ha sido seguido el relieve del terreno. Su aspecto general,
los altos lienzos de las plataformas escalonadas, los muros que en otro tiempo
circundaron el reducto, la entrada protegida, los bastiones y las construcciones anexas
denotan cierta relación con la defensa del conjunto y la protección de la comarca; pero
Tello y Langlois consideran que pudo ser un templo.

También Federico Kauffmann Doig considera que Paramonga fue un lugar de culto,
pero agrega que éste estuvo dirigido a la Mamacocha4, y observa que la configuración del
monumento, como es el caso de otros testimonios arquitectónicos del Perú antiguo, tuvo
carácter iconográfico y que en el caso específico de Paramonga, su arquitectura era la
figura de una llama mítica en actitud de clamar a la Mamacocha por agua. La técnica
aplicada a su construcción, con la característica portada de doble jamba, la pintura de las
paredes con los típicos rojos y ocres de la época imperial, y aun la misma ubicación del
edificio, parecen demostrar que sus constructores fueron los incas. (Enciclopedia
Ilustrada del Perú, Alberto Tauro del Pino, Pag. 1947-48).

4
Mamacocha: la madre mar.
Paramonga. Dibujo de una vista aérea del complejo.

PACATNAMU

Antigua ciudad del reino Chimú, situada en la margen derecha del río Jequetepeque,
provincia de Pacasmayo, departamento de La Libertad. Floreció entre los siglos II y XIV,
y entre sus ruinas destacan numerosas pirámides truncadas, de base rectangular, en cuyo
lado norte se halla una escalinata. La mayor se eleva a 20 metros de alto, y en su base
mide cada lado 60 metros de longitud. Cieza de León lo visitó en 1548 y anota que “todo
está ya derribado”; sus calles y sus construcciones se fueron deformando por la constante
invasión de las arenas eólicas.
LA CULTURA CHINCHA

La existencia de un tipo de organización social en la zona de Chincha, en el litoral


al sur de Lima (valles de Cañete, Chincha, Pisco, Ica y Nazca) entre 1100 y 1450 d.C., es
un hecho comprobado por los investigadores. Lo que no han logrado establecer es el
carácter de esta sociedad, su organización y la fuente de su riqueza, la cual a la llegada de
los españoles parecía haber sido muy grande. Son varios los cronistas que hacen
referencia a un gran reino en la zona de Chincha, y se menciona frecuentemente que en
los sucesos fatídicos de Cajamarca del 16 de noviembre de 1532 que las dos únicas
autoridades llevadas en andas eran Atahualpa y el señor de Chincha. La dificultad de las
fuentes proviene a que la versión de los cronistas dependió en este caso de la de los incas,
y es sabido que éstos reinterpretaron y tergiversaron gran parte de la historia antes del
Tahuantinsuyo.

La historiadora María Rostworowski, basándose en un documento colonial


temprano sobre el “Señorío de Chincha”, refiere que en dicha zona hubo grupos
especializados en diferentes ocupaciones laborales. El documento en cuestión menciona
una división de los habitantes del curacazgo en doce mil labradores o campesinos, diez
mil pescadores y seis mil mercaderes, además de un número de plateros cuya mayoría
estaba ausente. Los campesinos cultivaban maíz y otras plantas, mientras los pescadores
salían a la mar por turnos o en mita5, con sus balsas y redes y, cuando quedaban en tierra,
eran aficionados a beber y bailar. Ellos vivían en una larga calle frente al mar. Lo
novedoso del documento es la presencia de 6000 mercaderes. Estos realizarían un
mercadeo “a modo indígena”, es decir, sin moneda y basada en el trueque, para lo cual
debían contar, no obstante, con un sistema de pesas, medidas y balanzas. Realizarían sus
viajes utilizando dos importantes rutas: una terrestre hasta el Cuzco y por todo el Collao
(donde comerciarían lana y cobre), utilizando para el transporte hatos de camélidos; y la
otra marítima que emprendían por mar mediante balsas construidas con totoras y troncos
de árbol. Por esta ruta marítima llegarían por el norte hasta Manta y Puerto Viejo, en el
actual Ecuador, y por el sur tal vez hasta Puerto Valdivia, en Chile. Del Ecuador traerían
esmeraldas y conchas de mullu (spondylus). El mullu era un importante motivo de
intercambio por ser imprescindible para las ofrendas y alimento de los dioses, y para que
no se secaran las fuentes. En cambio llevaban cobre o quizás bronce dada la aleación del
cobre con estaño, obtenida en el sur. Otros productos materia de trueque serían las
chaquiras de conchas y plata, pescado seco y salado, además de las telas finas de cumbi
(lana de vicuña).

Inclusive se cree que la expansión del quechua en los Andes provino de estos

5
Mita: sistema de trabajo por turnos.
mercaderes, pues investigadores han comprobado que fue desde Ecuador que este idioma
se dispersó por los Andes por medio de los Incas.

Los Chincha desarrollaron pues una economía múltiple que comprendía la


agricultura, la pesca, el intercambio y la producción de artesanías (canastas, artefactos de
madera). Su principal centro administrativo debió estar ubicado en el valle de Chincha,
siendo su último rey de nombre Guavia Rucana.

Su deidad religiosa fue Chinchaycámac, supuesto hijo de Pachacámac, el dios del


santuario de dicho nombre en Lima, y que al igual que éste, emitía oráculos. Sus
santuarios eran las tres islas situadas frente a la costa de Chincha: Urpi Huachay (“la isla
que pare palomas”), Quillairaca y Churroyoc (lugar de mariscos y choros6). Según Cieza,
le ofrecían sacrificios.

La ubicación geográfica en la que se asentó esta cultura le otorgó importancia


política, ya que pudo aglutinar a los cacicazgos y señoríos de la costa central y sur, que de
esta manera se presentaban como un núcleo frente a los chimús del norte y de los incas
del Cusco a lo que se agrega el dominio que también ejercieron sobre el mar. De la misma
forma los chinchas captaron los elementos culturales de los anteriores centros regionales
que en la zona se habían levantado y que ellos supieron compendiar para dar lugar a una
cultura que si bien mostraba sello propio, sin embargo, no podía estar libre de la
influencia de sus antepasados como los paracas, nazcas y aun los mismos waris. Con
todos estos elementos los chinchas o chinchanos, ejercieron su preponderancia política en
estos lugares por espacio de dos siglos. Llegarían a incursionar en la región andina y
debieron oponer seria y tenaz resistencia a la expansión inca; otros más bien sostienen
que se sometieron pacíficamente, a fin de no estropear su sistema de trueques. Ello debió
ocurrir bajo el reinado del inca Túpac Yupanqui. Lo cierto es que pasaron a integrar al
6
Choros: mejillones, moluscos de conchas negruzcas.
poderoso Tahuantinsuyo. Los chinchas prosperaron aun más y alcanzaron prestigio.
Durante el segundo viaje de Pizarro, el piloto Bartolomé Ruíz, tras cruzar la línea
ecuatorial, se tropezó con una gran balsa cargada de bienes. Se trataba sin duda de una
embarcación chincha. Entre los objetos transportados figuraba ropa fina de lana y
algodón, mullu, artículos de plata, balanzas, etc.

Los chinchas no construyeron grandes ciudades y su arquitectura está expresada


en los templos, palacios y fortalezas que edificaron teniendo como base de estas
construcciones a los adobes y adobones. Practicaron la técnica del estuco, decorando los
muros con cabezas de peces, alcatraces y otras aves marinas. Alrededor de estos edificios
levantaron viviendas de esteras y de cañas en donde habitó la mayoría de la población. Si
bien es cierto que las ruinas actualmente se encuentran muy deterioradas, sabemos sin
embargo que los asentamientos chinchanos estuvieron distribuidos en todo el valle de
Chincha. De estos sobresalen dos conjuntos arquitectónicos: Centinela de San Pedro, en
el lado sur del valle y Centinela de Tambo de Mora, en el lado norte que fue conocido
como Lurinchincha. Debieron ser los centros administrativos ceremoniales, unidos con
otros centros menores mediante una red de caminos que luego formaron parte de la red
vial Inca o Qapaqñan.

Cerámica Chincha.

Las piezas de cerámica están muy bien elaboradas, generalmente en arcilla roja,
dura y pulimentada, decoradas con motivos geométricos inspirados en el arte textil, así
como figuras antropomorfas, pájaros y peces estilizados. Los colores empleados son el
negro, blanco, gris, crema o diversas tonalidades de rojo. Esta cerámica denota cierta
influencia wari pero al mismo tiempo expresa originalidad como lo demuestran las jarras
de cuerpo globular y cuello largo unidos por una asa intermedia; los recipientes a modo
de toneles, dispuestos horizontalmente, con una pequeña vertedera entre dos asas, todo en
la parte superior; y los platos de bordes altos y vasijas de orillas bajas.

En cuanto a la metalurgia, tanto el oro como plata y una aleación de cobre con oro
y plata fue extensamente utilizada, sobre todo para la elaboración de vasos retrato, que
son una demostración de la avanzada técnica de los Chincha, pues utilizaban una sola
lámina de metal y le daban la forma deseada sin soldaduras ni uniones metálicas.
LA CULTURA CHACHAPOYAS

Los Chachapoyas se desarrollaron entre los 700 y 1500 d.C., en una zona extensa
que incluía desde la confluencia de los ríos Marañón y Urubamba hasta la cuenca del
Abiseo, siendo su centro la cuenca del Utcubamba, un área entre dos y tres mil metros de
altitud. Esta zona, si bien está comprendida dentro de los Andes, tiene una frondosa
vegetación tropical. Según Kauffmann Doig, su desarrollo se debió a consecuencia del
desplazamiento de los pobladores andinos que buscaban ampliar su frontera agrícola.

Una de las costumbres más saltantes de esta cultura, es que dentro de sus usos
funerarios utilizaron el sarcófago o el mausoleo. En el primero de los casos tenemos el
lugar de Carajía7, donde suntuosas tumbas fueron colocadas en sarcófagos de arcilla,
palos y piedras, y emplazadas en grutas excavadas en lo alto de precipicios. En algunos
casos, los entierros más complejos contaban con una falsa cabeza colocada en la parte
superior similar a máscaras mortuorias del Horizonte Medio.

Sarcófagos de Carajía.
7
Los sarcófagos de Carajía eran conocidos únicamente por los pobladores de la vecindad, hasta que en
1984 el arqueólogo Federico Kauffmann Doig los contempló a distancia. Al año siguiente logró escalarlos
los 24 metros de pared rocosa vertical, a fin de abordar la gruta que cobija los sarcófagos y someterlos a
una primera inspección. La expedición Antisuyo/86 permitió, finalmente, su estudio integral.
En cuanto a los mausoleos, se trataban de una especie de pequeñas viviendas de un
metro de alto ubicadas en acantilados, con techo a dos aguas. En su interior se ubicaron
nichos donde se depositaban los cuerpos junto a numerosas ofrendas como redes, collares,
plumas, vasijas e instrumentos musicales. Entre los muchos mausoleos Chachapoyas
descubiertos se debe mencionar al de Los Pinchudos, cerca al Gran Pajatén. Al parecer
esta costumbre funeraria se inspiraría en las chullpas de los Wari y de los Tiahuanaco.

La cerámica chachapoya es de un estilo propio, con formas de vasijas con cuerpo


oval, ollas de base plana con asas horizontales y pequeños vasos subglobulados. Sus
representaciones pueden ser pintadas, grabadas o incisas, y se trataba de motivos
geométricos, bandas o listones, rectos o curvos.

Uno de los vestigios más importantes que han dejado los Chachapoyas es la
majestuosidad de sus fortalezas, las cuales sorprenden por su tamaño, diseño e
iconografía. Son dos los principales centros conocidos, ambos insertos en medios de la
espesa vegetación: El Gran Pajatén y Kuélap.

El Gran Pajatén.- El centro arquitectónico de Pajatén se levanta en una meseta que


se halla unos 100 km. al NE de Pataz y a 2.850 m.s.n.m., sobre la margen derecha del río
Pajatén, afluente del Jelache o Santa Cruz, que a su vez desagua en el Huayabamba e
indirectamente contribuye así a engrosar el caudal del Huallaga. Es una zona de espesa
vegetación y precipicios. Fue descubierto el 29 de Agosto de 1963 por Carlos Torrealba,
alcalde de Pataz y revelado al mundo científico por el explorador Gene Savoy. Sus
construcciones estuvieron cubiertas por la maleza; y aunque se ha calculado que se
extienden sobre una superficie de 35 ó 40 hectáreas, sólo han sido despejadas hasta ahora
las edificadas en el lugar más prominente, que apenas cubren unas 5 hectáreas. Los
antiguos construyeron allí terrazas artificiales para resolver el problema del terreno
desigual y sobre ellas se erigieron construcciones circulares y cuadrangulares y espacios
libres. Para los primeros se utilizó piedra pizarrosa cortada en bloques planos y unidos por
arcilla, y cuentan con una decoración a base de frisos hechos en la misma piedra. En el
caso del edificio más grande (por lo menos 14.80 metros de diámetro) la decoración es
profusa y de gran belleza. Se observan personajes antropomorfos cuyas caras son cabezas
clavas empotradas en la pared. En otros edificios priman las imágenes de cóndores.

El Gran Pajatén. Se destaca su decoración en relieve.

Kuélap.- Ubicada en el distrito de Tingo (Luya), en el departamento de Amazonas,


se encuentra la ciudadela fortificada de Kuélap. El complejo tiene una extensión de 450
hectáreas, de las cuales sólo parte es la fortaleza misma, y también cuenta con zonas de
entierros y barrios rurales. La fortaleza cuenta con un muro perimétrico de 20 metros de
altura, y sólo tres estrechas entradas, dos por el lado este y una por el oeste. Al parecer
este muro no sólo servía como protección, sino que fue necesario como terraza de
contención para las construcciones que arriba se edificaron, las cuales cuentan más de
420, en su mayoría circulares y seis de ella decoradas con frisos.

No obstante sus colosales dimensiones, nada se conocía sobre la existencia de


Kuélap hasta 1843, año en el que el juez Crisóstomo Nieto deja en un informe suyo
constancia escrita de lo que calificó como "la torre de Babel en el Perú". Fue conducido al
lugar por vecinos que habían solicitado su presencia a las autoridades de Chachapoyas, a
fin de que resolviera litigios de linderos, y que conocían el monumento desde siempre.
Con todo y no obstante las observaciones de Adolfo Bandelier (1904) y la monografía de
Louis Langlois (1939), este monumento era casi desconocido hasta los años ochenta y
aún los noventa. El "coloso de la arquitectura peruana ancestral", como lo denomina
Federico Kauffmann Doig, no habría sido una "fortaleza" según el citado estudioso. Se
trataría de un "enorme centro de prestigio para afianzar el poder requerido por una élite
para garantizar una eficiente administración de la producción de los alimentos y para
ejecutar las ceremonias mágico-religiosas destinadas a propiciarla; así como los recintos
debieron ser en casi su totalidad graneros y algunos tal vez reservorios de agua".

Fortaleza de Kuelap.
LOS PINCHUDOS

(Por Federico Kauffmann Doig).

Los Pinchudos conforman uno de los grupos de mausoleos preincaicos que se ubican
cerca a las ruinas de Pajatén. Su singularidad estriba en que a uno de ellos van asociadas tallas
antropomorfas de madera.
El sitio de Los Pinchudos está ubicado en territorio de los Chachapoyas, en un área que
hoy pertenece a la provincia Manuel Cáceres del departamento de San Martín.
Trajinábamos por el departamento de San Martín cuando de pronto y a poca distancia de
las célebres ruinas de Pajatén, reconocidas como pertenecientes a la cultura preinca de
Chachapoyas, nos detuvimos para contemplar absortos un verdadero milagro: estatuas de
madera que pendían de un mausoleo perdido en medio de la selva.
Era ciertamente difícil explicarse el hecho de que estos "ídolos" hubieran podido resistir
por siglos las inclemencias producidas por una humedad extrema como la que reina en los
bosques amazónicos del flanco oriental de la Cordillera andina. No obstante las centurias
transcurridas, éstos seguían intactos y emplazados en su ubicación original. Los factores que
concurrieron para que este milagro arqueológico se gestase, sólo podían ser explicados con
detenidos análisis posteriores.
Las tallas retratan a individuos masculinos desnudos, que cuelgan de sendas perchas
presentes en la pared exterior de uno de los mausoleos. Por el hecho de exhibir genitales
abultados, nuestros macheteros y cargadores los bautizaron de pinchudos; epíteto del que nos
hemos servido al divulgar la presencia de estos singulares testimonios del pasado ancestral
peruano.
Las estatuas permanecían inéditas y totalmente ignoradas por los propios arqueólogos,
cuando en julio de 1980 las abordó la Expedición Antisuyo/80 conducida por Federico
Kauffmann Doig y organizada por el Instituto de Arqueología Amazónica (Lima) y el Centro
Studi Ricerche Ligabue (Venecia). Nuestro guía patacino, Manuelasho, conocía el sitio. Pocos
años antes, en 1976, lo había visitado en compañía de Santos Escobedo, al incursionar en la
zona en busca de "tesoros" ocultos estimulados por el hallazgo de Pajatén producido en 1963.
World Monuments Watch ha incluido el sitio de Los Pinchudos entre los 101 más
afectados de los 2,000 monumentos del mundo que presentan extrema precariedad. Urge, por lo
tanto, realizar obras de conservación y consolidación, profesionales desde luego, a fin de evitar
el inminente colapso de estas frágiles reliquias del pasado peruano.
La primera expedición de reconocimiento al Pajatén, ejecutada por Pedro Rojas Ponce
(1965), no menciona la existencia de Los Pinchudos. Tampoco la expedición arqueológica a
aquel sitio, en 1966, que contó con la presencia del arqueólogo Duccio Bonavia. El referido
estudioso rechazó más bien, con profundo escepticismo, los rumores que corrían entre peones
patacinos sobre la presencia de “necróplis” en un lugar cercano a Pajatén (Bonavia 1968). En
1973 el arqueólogo Jaime Deza Rivasplata (1975-76) recibió vagos informes acerca de los
mausoleos que nos ocupan, mientras exploraba sitios ubicados en las inmediaciones de La Playa
situados a una jornada de Pajatén; no realizó un reconocimiento ocular de los mausoleos.

Descubrimientos de los Pinchudos. En 1976, el campesino Santos Escobedo, al


apartarse de un grupo de patacinos que buscaba hallar tesoros, perdido en la selva, llegó de
modo casual al sitio de Los Pinchudos. Enajenado mental, decidió quedarse allí hasta su muerte,
promesa que cumplió.
Manuel Villalobos del caserío de Los Alisos, quien en 1966 colaboró con la expedición a
Pajatén y fue compañero de andanzas de Escobedo, viajó a ese sitio hacia 1980 guiando a un
grupo de extranjeros. Detalla Villalobos que en aquella excursión pudo verificar que una de las
estatuas había sido movida de su emplazamiento original. Para tal efecto, el anda de madera de
la que pendía la talla había sido cortada a machete. La escultura fue trasladada por tierra al
Callao, probablemente con miras a negociarla. Años después fue entregada a la Municipalidad
de Pataz, aunque se sospecha que se trata de una réplica y que la verdadera ha desaparecido.
El autor recibió en Lima, en 1979, las primeras referencias sobre la existencia de "ídolos"
de madera asociados a un mausoleo presente en el área de Pajatén. La noticia le fue
proporcionada por Gustavo Siles, quien obtuvo en Lima fotografías tomadas por el viajero
Giovanni Ellena. Las vistas ofrecían fehaciente testimonio de la existencia de estatuas de
madera asociadas a un tipo de arquitectura que guardaba similitudes con la de Pajatén.
Luego del primer reconocimiento arqueológico de 1980, conducimos tres expediciones
más al área de Pajatén, a fin de estudiar con mayor detenimiento el grupo de Los Pinchudos y
otros en algo similares que habíamos ubicado en la zona. La Expedición Antisuyo/89 fue
destinada a ejecutar un levantamiento completo del conjunto de Los Pinchudos, la que estuvo
dirigida por el arquitecto Roberto Samanez Argumedo quien contó con la asistencia de un grupo
de topógrafos cuzqueños experimentados.

Derrotero y ubicación. Transitando por la vía carrozable que se interna a la sierra, la


expedición Antisuyo/80 partió de Trujillo en dirección a Huamachuco y de aquí a Chagual en la
margen derecha del Marañón. De Chagual se cubrió a pie los 20 kilómetros de cuesta hasta
Pataz. De Pataz (2600 msnm) al lugar de las tallas antropomorfas hay una distancia de cuatro a
cinco días.
A unos 15 km de Pataz está el caserío de Los Alisos, que es el último lugar habitado hasta
llegar a la zona de Pajatén. Desde Los Alisos el camino asciende hasta El Poblano, siempre en
dirección al oriente, pasando por el sitio denominado Laplap. En el trayecto se cruza el camino
prehispánico oriental que unía las regiones norte y sur del antiguo Incario. Al presente el Inrena
ha instalado en el sitio de Chigualén próximo a El Poblano, una oficina de control de acceso a
las ruinas que están situadas en el área protegida perteneciente al Parque Nacional Río Abiseo.
El tramo inicial, que parte de Pataz, lleva por caminos de herradura que se deslizan por
lugares cercanos a los 4,000 msnm, sorteando planicies y zonas pantanosas. Para pernoctar en
aquellas zonas frías fue menester buscar refugios naturales, como los de Chirimachay y
Manachaque.
Al bordear el camino prehispánico en laguna La Empedrada, se avanza por un tramo del
camino prehispánico en envidiable estado de conservación. Debe ser el que originalmente
conducía a las ruinas de Pajatén, dirigiéndose en adelante por las cumbres que dominan la
margen derecha del río Montecristo. En la Puerta del Monte, a una altitud aproximada de 3,700
m, se presenta la frontera ecológica con excepcional nitidez: aquí el ichu y el manto tropical se
abrazan.
En adelante, las dos jornadas finales deben ser transitadas sólo a pie, ya que la densa y
crecida vegetación tropical que cubre las accidentadas faldas orientales de los Andes y lo
accidentado de la topografía cierran el paso hasta a los burros. De la Puerta del Monte se baja a
La Playa una pequeña terraza bañada por el río Montecristo. Luego se pasa por Campanillas y
por los sitios de El Susto, Pajarito y otros.

Unos 10 km antes del lugar bautizado como Vilcabamba, al pie de las ruinas Pajatén, se
yergue el farallón donde se encuentran los mausoleos de Los Pinchudos. Éstos se ubican a 2,600
m de altitud, en una cavidad presente de un peñón situado en la margen derecha del río
Montecristo. Las coordenadas establecidas por Víctor Pimentel (1969) para Pajatén,
corresponden grosso modo también al grupo de mausoleos de Los Pinchudos: 77° 18' LW 1' LS.

Los Pucullos o Mausoleos de los Pinchudos. Con el nombre de pucullos, Phelipe


Guaman (c.1600), en el siglo XVI, designaba las cámaras sepulcrales o mausoleos de la
gentilidad peruana. Son conocidas también como chullpas, vocablo de origen aimara.
Consideramos que las denominaciones pucullo, chullpa y mausoleo califican de modo
apropiado la construcción de Los Pinchudos
Los mausoleos de Los Pinchudos así como también otros del tipo construidos por los
Chachapoyas, tal como los de Pomanche (Bolívar), Revash (Santo Tomás), y aun los de
Gantumarca (Ancash), curiosamente situados sobre la margen izquierda del Marañón frente a
las ruinas de Tantamayo, tienen rasgos comunes aunque difieren en algunos detalles.
Remarcamos que parecen derivar del patrón chullpa, difundido por prácticamente toda la sierra
peruana con la expansión Tiahuanaco-Wari.
El nombre pucullo es empleado aun hoy en la región central de la sierra peruana para
calificar pequeñas construcciones de piedra, que tuvieron como destino albergar los restos de
"gentiles", calificados todavía en la actualidad de purunmachos en ciertas áreas de la cuenca del
Utcubamba. Resulta sintomático que para traducir del quechua el vocablo pucullo, los
comarcanos recurran a la palabra hornito. Esto podría deberse a que en pucullo está contenida la
voz phukuy, que equivale a soplar. Aquello se debería a que los pucullo, por lo menos en el caso
que nos ocupa, son emplazados en lugares donde sopla el viento, lo que aseguraba la renovación
del aire en las cámaras sepulcrales a través de sus vanos de acceso. Este era uno de los recursos
destinados a evitar la putrefacción de los cuerpos momificados y su ajuar.
Los pucullos de Los Pinchudos son construcciones que se emplazan sobre una estrecha
faja de suelo desnivelado acondicionada en una gruta o grieta, presente en la peña. La gruta fue
ampliada por mano del hombre. Por su ubicación rocosa la gruta esta desprovista de vegetación
y por lo mismo está guarecida por un microclima con menor índice de humedad que el reinante
en su entorno.
Cinco son los mausoleos que conforman el grupo de Los Pinchudos, más dos que se
presentan en dirección oeste del citado conjunto. Los mausoleos que conforman el grupo de
cinco estructuras, se adosan y por lo general utilizan una sola pared medianera, salvo el caso de
los dos mausoleos del extremo este.
Se trata de construcciones de planta rectangular así como también en media luna,
levantadas con muros de piedra. La pared posterior es reemplazada por el fondo de la peña.
Alcanzan hasta más de 4 m de alto y 2 a 3 m de diámetro. Aparentan ser de dos pisos, y uno de
ellos lo es en efecto. Tienen el techo ligeramente abovedado, debido al empleo de la técnica del
falso arco. No sólo el techo de piedra que se proyecta para formar una cornisa protege las
construcciones de la lluvia y de la exposición prolongada al sol los mausoleos están también
cobijados por el enorme techo natural conformado por el farallón.
Al parecer, todos los mausoleos estaban en su interior dotados de una especie de banca,
conformada por dos maderos que se extendían de un extremo a otro. Comoquiera que estas
"bancas" servían para colocar los fardos funerarios, no tocan el suelo, con lo que se evitaba que
la humedad del piso los afectara.
Lajas de piedra pizarra alargadas y seleccionadas para lograr cierto grado de uniformidad,
eran utilizadas como material de construcción, Éstas aparecen asentadas sobre argamasa
arcillosa.
Las paredes interiores fueron enlucidas con greda amarilla. Algunas de las exteriores
presentan la piedra laja al descubierto, salvo las zonas empastadas con arcillas amarillas y rojas.
Las pastas de color eran aplicadas sobre una base arcillosa de color blanco mezclada con paja
fina.
Para elaborar los frisos perceptibles en las paredes exteriores, se recurría a hacer
sobresalir del paramento aquellas piedras que estaban destinadas a ofrecer los trazos de las
figuras deseadas. Los diseños aparecen, por lo mismo, ejecutados con líneas quebradas.
Las representaciones conforman motivos simbólicos. No obstante su carácter geométrico
es posible teorizar en el sentido de que derivan de la estilización y abstracción de elementos
anatómicos, básicamente ornitomorfos: particularmente alas o aves estilizadas, conformadas por
grecas y el motivo escalonado, emblema que se inscribe en la iconografia tradicional de la
civilización andina de todos los tiempos
Los motivos que retratan emes en sucesión se presentan formando dos fajas horizontales;
conforman el marco superior e inferior de los motivos descritos. Acaso deban ser interpretados
como generados por una extrema estilización de aves; al mismo tiempo aludirían también a
rayos, así como al agua que serpentea en las quebradas y ríos.
Tanto por su ejecución como por los motivos mismos, las figuras que decoran las paredes
de los pucullos de Los Pinchudos son próximas a las presentes en algunas estructuras de
Pajatén. Estas semejanzas permiten conjeturar que los muros de Pajatén también pudieron
originalmente haber estado estucados parcialmente, con arcillas de diferentes colores; se
conservan en el caso de Los Pinchudos gracias a que estos mausoleos están protegidos por el
techo natural del peñón.
Durante nuestros reconocimientos hallamos fuera de su contexto una cabeza escultórica
de piedra de rasgos antropomorfos. Su presencia sugiere que además de figuras geométricas, las
había en bulto. Con todo, cabe lanzar la sospecha de que pudo llegar al sitio trasladada de
alguno de los grupos de mausoleos de la vecindad.
Consideramos que las momias y sus pertenencias fueron removidas de sus mausoleos en
tiempos relativamente recientes. Nuestras primeras tres expediciones verificaron que todavía
contenían restos óseos humanos, así como puñados de algodón que debieron emplearse para
acondicionar y dar forma a los fardos funerarios. En el mausoleo que exhibe las esculturas
constatamos, asimismo, la presencia de dos morteros de piedra. En su exterior alguien había
reunido un puñado de fragmentería de cerámica, preponderantemente de estilo Inca. Estos restos
fueron fotografiados y documentados, pero dejados en su lugar como material de estudio para
arqueólogos que exploraron el sitio después que nosotros; en la actualidad parte del material se
encuentra depositado en la Municipalidad de Pataz.
En otro estudio examinaremos en detalle las particularidades que presenta cada uno de los
mausoleos del grupo de Los Pinchudos.

Los Pinchudos: sus tallas antropomorfas. Solamente uno de los mausoleos del sitio de
Los Pinchudos va exornado con figuras antropomorfas talladas en madera. Las estatuas cuelgan
de sendas perchas distribuidas, de modo equidistante, alrededor del hemicírculo que contornea
la pared exterior del pucullo.
La percha y la estatua fueron talladas partiendo de un mismo tablón. Están unidas por
sendas argollas; por lo mismo, conforman una unidad. El separarlas significa, por lo tanto, tener
que cortar una de las dos argollas que sirven de unión a la percha y a la vez a la estatua.
Las figuras antropomorfas fueron originalmente seis. Una de éstas, como quedó anotado,
fue sustraída subrepticiamente para lo cual la argolla de la percha que sostenía la estatua fue
macheteada.
Las tallas alcanzan en promedio unos 0,60 m de alto. Representan a varones desnudos.
Fue los genitales abultados lo que motivó que nuestros trocheros los calificaran de pinchudos.
Brazos y manos aparecen reposando sobre el pecho. Las piernas van ligeramente flexionadas;
posición que se repite en representaciones antropomorfas retratadas en tejidos costeños y que
consideramos estaba destinada a aludir a las patas traseras de los felinos. Todos los individuos
portan grandes orejeras circulares y un gran tocado, lo que les confiere rango. El tocado tiene la
apariencia de un penacho que va sujeto con una banda ceñida alrededor de la cabeza; en tal
forma que a la altura de la frente ésta exhibe un nudo, siempre y cuando no se trate de un broche
simbólico. El arreglo descrito recuerda el que exhibe el apu, esculpido en un monolito
monumental presente en Tinyash (Kauffmann Doig, 1993).
Como sucede en algunos casos con las estatuas de madera Chimú, las de Los Pinchudos
fueron embadurnadas con una delgada capa de arcilla de tono claro; esto, a juzgar por los
residuos que advertimos en la espalda protegida por la pared del pucullo. Consideramos que el
estuco en referencia debió proteger por algunos siglos la madera de la intemperie. Las tallas de
madera descritas, que recuerdan las Chimú, no son ciertamente únicas. Las hay también en otros
sitios Chachapoyas, como el de la Laguna de las Momias o de los Cóndores; pero éstas no
ostentan el alto grado en cuanto a su ejecución como las tallas de Los Pinchudos (Kauffmann
Doig 1984, 1997).
Debe subrayarse el hecho de que estas estatuas fueron halladas en el lugar donde fueron
emplazadas hace medio milenio y no fuera de su contexto como las tallas de madera halladas en
Costa y Sierra (Iriarte 1977), con excepción de las descubiertas en Chan Chan por Kent Day
(Moseley 1993). Las estatuas de Los Pinchudos no debieron ser conocidas por los misioneros de
los siglos XVI y XVII, que las hubieran reducido a cenizas para con ello aligerar la extirpación
del pensamiento mágico-religioso ancestral.
En realidad fueron varios los factores que contribuyeron a que las tallas de madera de los
Pinchudos resistieran el embate de los siglos: el haber estado protegidas de la lluvia por el techo
de la gruta; el no haber permanecido expuestas a la humedad que concentra la vegetación del
entorno debido a que ésta no prospera sobre la roca desnuda; el haber estado embadurnadas con
una capa arcillosa; el que la madera hubiera sido seleccionada por su dureza y su resistencia a la
obra de termitas; y naturalmente a la circunstancia de que durante más de medio milenio fueran
ignoradas por el hombre.
LA CULTURA CHANCAY

Dentro del complejo de culturas que se desarrollaron en la Costa central, sobresale


la Chancay por su tamaño y organización. Ubicada en el actual departamento de Lima, al
norte de la ciudad capital, en los valles de Chancay, Huaura y Chillón, esta cultura tuvo
presencia entre los años 1300 y 1450 d.C., momento de la conquista Inca.

Lo curioso de esta cultura es que debido a su cercanía a Lima y a la acción de los


huaqueros, es poco el material encontrado en su contexto original o los lugares que no
hayan sido destruidos. Es por ello que si bien se han logrado recuperar valiosos vestigios
cerámicos, textiles y de plumería, es poca la información con la que contamos de su
sociedad o política.

La cerámica Chancay se basa principalmente en la utilización del color blanco para


el fondo y el negro para los diseños sobre peculiares representaciones modeladas de
peces, monos, gatos, aves, escaques y grecas. Estas formas se consiguieron con técnicas
de modelado y moldes, siendo comunes también los grandes cántaros con asas verticales,
los platos con pedestal como diversas representaciones escultóricas. Pero quizá la
representación más famosa de los Chancay son unos cántaros en cuyo cuello se representa
una cabeza humana modelada y pintada con tocado, orejeras y pintura facial. A estos
cántaros se les ha dado el nombre de "chinas" por la forma de los ojos. Otra es la llamada
cerámica “cuchimilco”, que se caracteriza por representar figuras antropomorfas, con
cuerpo ensanchado y extremidades atrofiadas, que en el caso de los brazos parecen alas
plegadas; lleva un tocado con unos orificios para colocar plumas y sus caracteres sexuales
están poco señalados aunque se aprecia claramente su condición masculina o femenina.

Uno de los “cuchimilcos” de la cerámica Chancay

Los textiles Chancay son especialmente peculiares por las imágenes presentes en
los lienzos. Los personajes, animales y símbolos son hechos con trazos simples y sin
mayor elaboración, y dan la impresión de pertenecer más a una escuela de arte moderno
que a la cosmovisión de una cultura prehispánica. Temas como las olas del mar y una
serpiente bicéfala son recurrentes y presentan temas como la dualidad y el cosmos. Los
colores son terrosos y los contornos de colores más oscuros, marrones o negros.

En cuanto a la plumería de los Chancay, ésta parece haber reemplazado a los


ceramios en cuanto de desarrollo de color. Son impresionantes las combinaciones y
efectos causados con los colores de los mantos de plumas que eran elaborados insertando
las plumas en un hilo principal que luego se cosía a una tela. La iconografía presente,
como en los Chimú, es principalmente la del Dios de los Báculos de la Portada del Sol en
Tiahuanaco. También son frecuentes las imágenes de pájaros, peces, felinos, perros y
monos, muchas veces a través de imágenes en serie, pues a diferencia de los telares, los
mantos de plumas Chancay son mucho más rígidos y tradicionales en las costumbres
iconográficas andinas.
PACHACÁMAC Y OTRAS EXPRESIONES ARQUITECTÓNICAS DE LA
COSTA CENTRAL DEL INTERMEDIO TARDÍO

(Por Federico Kauffmann Doig)

Mencionaremos solo a los más representativos de dichos centros, dando particular


relevancia al santuario de Pachacámac.

Puruchuco, en el kilómetro 11 de la carretera Lima-Chosica, monumento palaciego y


administrativo, restaurado por Arturo Jiménez Borja con la colaboración de Francisco Iriarte
Brenner, es de data posterior a la etapa Inca, aunque los restauradores citados advierten que hay
testimonios que permiten sostener que se asienta sobre estructuras anteriores. Lo mismo sucede
con Aznapuquio y Tambo Inga, situado éste entre Lima y Ancón. Y, en lo que respecta a la
arquitectura Inca de la costa central, es preciso mencionar en primerísimo lugar a Mateo
Salado, sede administrativa del valle del Rímac durante el incanato, y otras estructuras de la
época que se levantan sobre anteriores, tales como la Huaca Pando (La Campana o Tres Palos),
situada no lejos de la avenida La Marina, en Lima, en terrenos de la Universidad Católica.

Cajamarquilla (o Jicamarca), gran ciudad situada en la margen izquierda del Rímac,


acaso fue abandonada en el Intermedio Tardío, luego del esplendor alcanzado durante el
Horizonte Medio (Tiahuanaco-Wari), y aun con anterioridad, durante el Intermedio Temprano
(representado por la cerámica Nievería o Proto-Lima). A la llegada de los españoles estuvo
abandonada, pues en caso contrario, por sus dimensiones, habría sido citada por los cronistas de
los siglos XVI y XVII. El material de construcción fue el adobe y la tapia. Presenta docenas de
compartimientos delimitados por murallas que conforman "ciudadelas"; asimismo, las plazas
están amuralladas y, en un caso, hay un gran "trono" (ushno). En otros, como en el sector
"Laberinto", hay un solo acceso a la "ciudadela". Especialmente en ciertos sectores, se
encuentran pozos botelliformes de hasta 6 metros de profundidad, que perforan la capa
compacta del suelo de origen aluvial. Forman grupos, y son considerados como depósitos
reutilizados en épocas posteriores come tumbas. Cajamarquilla corresponde con propiedad al
Horizonte Medio y aun a tiempos anteriores.

PACHACAMAC

La historia de este centro administrativo-cultista de primer orden, con su divinidad-


oráculo, hunde sus raíces en tiempos anteriores al Incario. Aun antes de la presencia
Tiahuanaco-Wari se levantaban en el lugar una o más construcciones de adobes pequeños, que
son típicos de la arquitectura de los valles costeños del departamento de Lima en la etapa que
sigue al período de formación plena de la civilización ancestral peruana, caracterizado por el
arte denominado «chavín» que se esparció por amplios espacios del Perú antiguo.

Estas primeras muestras arquitectónicas de Pachacámac deben, por consiguiente,


remontarse a la primera mitad del primer milenio después de Cristo.

El prestigio de Pachacámac continuó vigente hasta la llegada de los españoles al Perú.


Según el cronista Miguel de Estete (1533) a Pachacámac acudían en peregrinación gente de
sitios tan lejanos como Tacamez, en la costa del Ecuador, portando sus ofrendas de «oro y plata
y ropa desde trescientas leguas o más». Durante el período incaico de Pachacámac los
cuzqueños decidieron conservar el viejo culto a la divinidad-oráculo, pero implantaron a su lado
también el culto al Sol. Por eso levantaron después de 1450 un templo en su honor, y otro
dedicado a la Luna donde moraban acllas o mujeres escogidas para el culto. Estas estructuras
eran las que todavía lucían poderosas en 1533 al llegar al lugar los españoles.

Las referencias ofrecidas por otros cronistas dejan entrever que el nombre primigenio de
la divinidad-oráculo y del sitio de Pachacámac era Irma, Ichmay o Ichimay de acuerdo a Alberto
Bueno. Sobre el particular el cronista Fernando Santillán (1562) informa que la guaca reveló a
Topa Inga «que su nombre era Pachacama» por lo que en adelante «se le mudó el nombre del
dicho valle de Irma y le quedó Pachacama».

El autor de los comentarios aquí expuestos propone que las denominaciones Irma e
Ichmay derivan acaso de Víchama o Víchma, nombre de un personaje mítico relacionado con
Pachacámac y del que hacen referencia los mitos de Huarochirí popularizados por Francisco de
Avila.

Etimológicamente, según Garcilaso, Pachacámac se compone de pacha (mundo) y de


camac (animar), agregando el cronista que en el «lenguaje del Perú no hay otro nombre para
nombrar a Dios».

Pachacámac se ubica muy cerca al mar.

PACHACAMAC EN 1533

Encontrándose en Cajamarca, Francisco Pizarro tuvo noticias sobre la riqueza e


importancia de Pachacámac. Fue en atención a ello que comisionó al capitán Hernando Pizarro
a que se constituyera al lugar. Acompañado de 20 españoles y caballos, cumplió esta tarea en 20
jornadas. A fines de enero o comienzos de febrero de 1533 los españoles hacían su entrada
triunfal en Pachacámac.

Luego de ocupar «unos aposentos grandes que están en una parte del dicho pueblo»,
optaron por dirigirse a la cima del Templo del Sol en compañía de una comitiva de nativos de
rango. Los simbólicos guardianes del templo que les impedían seguir fueron convencidos por
los intrusos de su misión y les abrieron el paso.

Los preceptos obligaban a los que escalaban el templo a reverenciar al ídolo-oráculo que
allí se encontraba, abstenerse de ingerir condimentos y de trato sexual durante 20 días tan sólo
para «entrar al primer patio de la mezquita», y para alcanzar el «patio de arriba» se requería de
todo un año.

Sin embargo, estos preceptos fueron ignorados y burlados por los españoles, quienes no
tardaron en alcanzar la cima donde los nativos imploraban al «dios que les dé maíz y buenos
temporales». Llegados a la cúspide fueron recibidos por el «obispo cubierta la cabeza y
sentado», según palabras de Hernando Pizarro. Miguel de Estete, testigo ocular de la toma de
posesión de Pachacámac, refiere que durante el recorrido debióse atravesar por «muchas puertas
hasta llegar a la cumbre de la mezquita» y que «era cercada de seis o cuatro cercas ciegas a
manera de caracol».

En la cumbre de la pirámide Hernando Pizarro ordenó fuera violentada la puerta decorada


que daba acceso a una pequeña cámara, la sede del ídolo-oráculo de Pachacámac y donde los
intrusos esperaban hallar objetos de oro. En su interior el recinto era oscuro y sin ventanas, por
lo que «no se podía entrar a ella sin candela». El ambiente despedía mal olor, por la
descomposición de los cuerpos de animales y personas que allí eran sacrificados. En el centro de
la cámara había un ídolo de madera labrado, a manera de una estaca tallada con figuras. Mas no
se encontraban los soñados tesoros áureos, aparte de «muchas cosillas de oro y plata, ofrendas
de muchos tiempos y soterrados», según refiere Estete. Hernando Pizarro, desengañado, apunta
que «en la mezquita se halló oro podrido que dejaron cuando escondieron lo demás» y que
únicamente «de todo se juntó ochenta y cinco mil castellanos y tres mil escudos de plata». El
cronista Cieza de León, en su obra publicada en 1533, refiere que al aproximarse los españoles
era «público entre los indios, que los principales y sacerdotes del templo habían sacado más de
400 cargas de oro, lo cual nunca ha aparecido».

EL ÍDOLO DE PACHACAMAC

No obstante que los naturales alegaban que la imagen de madera presente en la cima del
Templo del Sol era de «Pachacama que los sanaba de sus enfermedades», Hernando Pizarro
ordenó que fuera destrozada públicamente. La venganza de Pachacámac esperada por los
nativos, y que habría de sobrevenir como castigo a los actos de sacrilegio cometidos por los
invasores, nunca se produjo.

Estete describe la imagen del «ídolo» principal que hallaron los españoles en Pachacámac
como la de «un madero hincado en la tierra con una figura de hombre hecha en la cabeza de él,
mal tallada y mal formada». Esta caracterización podría, en términos generales, extenderse a la
vara de 2,35 m de largo y tallada en su sector superior con dos personajes sobrenaturales
relacionados al culto del sustento, ubicada en 1938 por Alberto Giesecke durante las obras
arqueológicas que ejecutó en el lugar. Pero la talla Giesecke, que en la actualidad exhibe el
museo de Pachacámac, es sólo una de las varias imágenes del dios Pachacámac si nos atenemos
a la información de Miguel de Estete, que refiere: «por todas las calles de este pueblo, y las
puertas principales (...) tienen muchos idolos de palo, y los adoran (...).» Por otra parte, como
comentan los cronistas, la talla confiscada por los españoles en 1533 fue destrozada en el acto.

La vara tallada hallada por Giesecke, a juzgar por sus figuras y modo de representarlas,
corresponde a la época Tiahuanaco-Wari, al igual probablemente que el ídolo de madera hallado
en 1533 por los españoles, de acuerdo con la descripción general que de él poseemos. Con todo,
es importante señalar que ambos ídolos fueron localizados en el Templo del Sol, levantado por
los incas.

Lo dicho permite conjeturar que el ídolo de Pachacámac pudo ser en el fondo una
representación más de la ancestral divinidad masculina universalmente venerada en el antiguo
Perú con diversos nombres, y que en el Incario terminó por ser simbolizada por el Sol: el dios
de la lluvia andino que, a través del agua, fertilizaba a la Pachamama o madre tierra para
ofrendar al mundo el sustento y con ello la existencia. Visto de este modo es posible vislumbrar
la posibilidad de una identidad del «dios» solar con el encarnado por la antigua imagen
Tiahuanaco-Wari que representaba a Pachacámac.

Ídolo que representa presumiblemente al dios Pachacámac.

LAS RUINAS DE PACHACAMAC

Las ruinas de Pachacámac, situadas a 120 m sobre el nivel marino (cúspide del Templo
del Sol), se ubican sobre la margen derecha del río Lurín, a menos de 30 km al sur de Lima y no
lejos de las orillas del mar. Se levantan en medio de un paisaje desértico, del que destacan sólo
de modo tenue debido a que el material de construcción fue fundamentalmente barro y a que el
color rojo que iluminaba sus paredes ha desaparecido casi por completo con el correr del
tiempo.

Pachacámac se asienta sobre un piso relativamente plano, en el que sobresalen tres


promontorios rocosos. Es precisamente sobre éstos que se construyeron las más importantes
estructuras: el Templo del Sol (Plano: 2), el Templo Primigenio (Plano: 6), y el conjunto de
Taurichumpi (Plano: 4). Aparte de las citadas construcciones, en la parte baja y no lejos de lo
que antiguamente fue la laguna de Urpihuachaca, se yergue el Templo de la Luna o Acllahuasi
(Plano: 3). Los restos de la Plaza de los Peregrinos (Plano: 7) se ubican en una explanada al pie
del Templo del Sol. El conjunto de huacas que Uhle denominaba «palacios» (Plano: 5) ocupa la
zona central; es aquí donde se ubican las estructuras piramidales con rampa, tal como la
denominada JB (Jiménez Borja). Una estructura más que es preciso citar es el Templo de
Pachacámac (Plano: 1).
He aquí una descripción sintética de las diversas unidades que comprende Pachacámac.

Templo primigenio (Plano: 6)

Estructura muy destruida y ya parcialmente arruinada a la llegada de los españoles en el


siglo XVI. Se asienta sobre un promontorio rocoso. Todavía quedan testimonios de restos de
muros de contención, especialmente en sectores situados en dirección noroeste.
El empleo de adobes pequeños, asentados con barro, permite diagnosticar su antigüedad y
considerarla como la estructura primigenia, levantada en la primera mitad del primer milenio
posterior a Cristo.

Templo del Sol (Plano: 2)

Es la estructura mayor, mejor conservada y más elevada de Pachacámac (40 m). Se


levanta sobre un promontorio rocoso y está constituida por cinco especies de grandes andenes,
que en conjunto conforman una pirámide trunca. Estete las califica de «cercas ciegas a manera
de caracol»; acaso en verdad éstas evocaban la forma de un caracol marino, elemento litúrgico
de especial valor en contextos del culto al agua.

Como material de construcción predominante fueron empleados grandes adobes, unidos


con argamasa de barro. Las bases del edificio suelen estar constituidas por muros de piedra
canteada; esto se aprecia elocuentemente en la gran cerca basal, donde se ubica la portada que
sirve de acceso al Templo del Sol. Tanto las piedras como los adobes eran enlucidos con capas
de tierra fina y, a juzgar por los restos que aún se conservan, se pintaban de rojo en toda su
extensión. En dirección occidente se presentan diversas plataformas y corredores con pisos
pavimentados, hechos de adobe y graderías. También vanos y hornacinas trapezoidales en fila,
que por su deterioro en su mitad superior dan la falsa idea de haber sido asientos y hasta
parapetos de castillos medievales.

Las fuentes históricas antiguas señalan que este lado del Templo del Sol, que mira al mar,
era el más suntuoso. Esto permite inferir que este monumento estaba vinculado al culto de lo
que se tenía como fuente primigenia del agua: la mamacocha o mar.

Un mito transmitido por Santillán (1562) indica que la construcción del Templo del Sol
fue emprendida a raíz de haber pronunciado el futuro «Topa Inca» en el vientre materno las
siguientes palabras: «aquel Hacedor de la tierra está en (...) Irma», nombre primigenio del
santuario de Pachacámac. Notificado de esto por la madre, ya adulto Tupac Inca Yupanqui se
dirigió a Pachacámac donde la «guaca le dijo (...) que allí en Irma le edifiquen una casa». Se
trata así de un caso más de elección mágica de una «meca», acatando los mandatos de un
oráculo en el presente caso, al igual como debió de suceder con la elección del sitio donde se
construyó Chavín, el Cuzco y acaso otros centros de religión y poder del antiguo Perú.

Aparte del referido testimonio histórico-mítico, el origen incaico del Templo del Sol se
evidencia por el empleo de un tipo de adobe grande y, especialmente, por la presencia de vanos
y hornacinas de corte trapezoidal. De esta manera queda comprobado sin lugar a
cuestionamientos que el Templo del Sol de Pachacámac fue construido en tiempos del Incario,
durante la segunda mitad del siglo xv.

El cronista Miguel de Estete afirma que los españoles tuvieron que pasar por «muchas
puertas hasta llegar a la cumbre de la mezquita». La explanada, en la cima, estaba coronada por
recintos. Uno de éstos, pequeño y con una puerta profusamente ornamentada, albergaba la
versión más conspicua del ídolo de Pachacámac, emplazado paradójicamente en una estructura
incaica que supuestamente fue levantada en honor a la divinidad solar. Los restos de
edificaciones que todavía se conservan en la cúspide del Templo del Sol no pueden
corresponder a aquella cámara donde se encontraba la imagen de la divinidad, puesto que son
construcciones relativamente amplias y por cuanto Hernando Pizarro «mandó deshacer aquella
bóveda», según indica Estete en su escrito de 1534.

Santuario de la Pachamama, Acllahuasi o Templo de la Luna (Plano: 3)

Este edificio era calificado por Uhle como Templo de la Luna y por Tello como
Mamaconas.

Por las descripciones antiguas se desprende que era morada de aclla(s) o mujeres
escogidas para el culto y concubinas del soberano, es decir un auténtico acllahuasi. En efecto, al
rememorar Hernando Pizarro sus experiencias de 1533 en Pachacámac afirma que en «este
cercado están las casas de las mujeres que dicen ser mujeres del diablo, y aquí están los silos,
donde están guardados los depósitos de oro. Aquí no entra nadie donde estas mujeres están».

Acllahuasi o casa de las acllas en Pachacámac, de nítida factura incaica..

Consideramos que no existen contradicciones en considerar que la estructura


correspondiente al acllahuasi fue al mismo tiempo dedicada en honor a la Luna, debido a que
ésta encarnaba al elemento femenino, y de este modo también a la Pachamama o madre tierra,
el ente donante de los alimentos procreadora de los hombres. Considerando lo expuesto, el
Templo de la Luna o acllahuasi bien pudo ser un santuario dedicado a la Pachamama, la diosa
hembra que el dios masculino fecundaba con agua para que germinaran las plantas alimenticias.
El Templo de la Pachamama o acllahuasi está situado en la parte baja del área ocupada
por las ruinas de Pachacámac. Presenta graderías, patios, sitios ceremoniales, reservorios de
agua, depósitos y un sinnúmero de habitaciones; algunas de éstas provistas de una plataforma
construida en una esquina de las mismas y que se estima pudo servir para que las personas se
recostasen.

En el santuario de la Pachamama se exterioriza la impronta del estilo arquitectónico


incaico de modo más elocuente que en otras estructuras de Pachacámac. No sólo por sus
hornacinas y puertas trapezoidales de doble jamba, sino también por las piedras de
inconfundible factura cuzqueña perceptibles en sus muros a lo largo de extensos tramos.

Las hornacinas alcanzan más de 2 m de alto y permiten enunciar la posibilidad de que


fueran repositorios de ídolos procedentes de lejanos lugares. En la base de las hornacinas se
perciben pequeños arreglos hundidos en el suelo, que acaso sean los depósitos de ofrendas que
menciona Hernando Pizarro.

En los muros donde se utilizaron piedras simplemente canteadas, las paredes han sido
enlucidas. Los llamados «baños» fueron reservorios de agua alimentados por una red de canales
subterráneos. Su emplazamiento en el santuario de la Pachamama hace creer que pudieron
cumplir fines rituales.

El santuario de la Pachamama fue sometido a obras de restauración, primero por Alberto


Giesecke en 1938 y luego por J. C. Tello en 1940. El movimiento sísmico de 1940 y temblores
posteriores causaron serios estragos en sus volúmenes.

Taurichumpi (Plano: 4)

Este complejo de estructuras se asienta sobre un promontorio rocoso, presente en las


inmediaciones del asentamiento puente de Lurín.

La denominación Taurichumpi proviene del nombre del curaca de Pachacámac que


residía en este sector en tiempos de la invasión española y estaba encargado de la
administración seglar. Fue precisamente en Taurichumpi donde se aposentaron en 1533
Hernando Pizarro y su pequeña hueste.

«Nunciaturas» regionales (Plano: 5)

Las «nunciaturas» se ubican en el espacio situado entre el sector este de la Plaza de los
Peregrinos (Plano: 7) y Taurichumpi (Plano: 4), y se yerguen por encima de una explanada. En
su mayor parte presentan un estado ruinoso.

El nombre de «nunciatura», dado aquí a las construcciones que nos ocupan, se basa en
informes de Antonio de la Calancha publicados en 1639. De las referencias acotadas por este
cronista se infiere que en Pachacámac fueron construidas algo así como sedes diplomático-
religiosas, por las diversas iones que veneraban a Pachacámac; corresponden éstas al grupo de
construcciones que Uhle calificaba de «palacios».

Las nunciaturas están constituidas por pirámides con rampas, por graderías, caminos
epimurales (senderos que se deslizaban por encima de los muros permitiendo un transitar
directo), plazoletas, recintos y depósitos. El material de construcción fue también aquí de
piedras canteadas en las bases, y de adobe en los sectores superiores; las paredes iban enlucidas.

El edificio JB (Jiménez Borja) o Pirámide con Rampa I, sometido entre 1968 y 1969 a
obras de limpieza y de consolidación por Arturo Jiménez Borja y Alberto Bueno, da una clara
idea de las características arquitectónicas que presentan las «nunciaturas». Una segunda
construcción de este tipo (Pirámide con Rampa II) fue intervenida en 1982 por el arqueólogo
Ponciano Paredes con la supervisión de Arturo Jiménez Borja.
Se estima que las «nunciaturas» fueron levantadas entre 1200 y 1450 d.C., esto es antes
de la presencia incaica en Pachacámac, y que a la llegada de los españoles se encontraban en
una etapa de abandono.

Templo de Pachacámac (Plano: 1)

Al pie y en dirección noroeste del Templo Primigenio se presenta una estructura


piramidal, delante de la cual se distinguen nueve terrazas o más bien escalones, algo curvos y de
casi un metro de altura. Las terrazas de esta construcción tenían originalmente sus paredes
pintadas. Estaban coloreadas de rojo y algunos sectores presentaban policromías de figuras que
retrataban animales y plantas pintados con tierras rosadas, amarillas y azul verdosas. Estas
pinturas, descubiertas en los años 30, lucen en la actualidad muy venidas a menos o están
borradas del todo.

El adobe predomina en el sector superior. Tanto las paredes de adobe como las de piedra
fueron enlucidas como se estilaba en general en Pachacámac. En los tiempos de Tello esta
estructura era considerada de factura incaica. Sin embargo, por el estilo de las pinturas murales
este templo corresponde a tradiciones artísticas anteriores, acaso a los tiempos Tiahuanaco-
Wari, y habría sido renovado posteriormente. Desprendimientos perceptibles en las terrazas
revelan diversas capas de pintura. La más profunda corresponde a un enlucido con pasta roja,
que debió ser el color con el que inicialmente estuvo pintado el Templo de Pachacámac.

Plaza de los Peregrinos (Plano: 7)

La gente común que acudía en peregrinación al gran centro de culto de Pachacámac,


debió concentrarse y guarecerse en el área rectangular, nivelada, que se ubica al frente del lado
oeste del Templo del Sol.

La Plaza de los Peregrinos, que se extiende unos 300 m, estuvo amurallada e incluía un
asiento o trono. Originalmente debió de estar techada con una cubierta liviana, acaso de totora.
Todavía en la actualidad se observan los fundamentos de antiguas columnas, cuadradas,
alineadas en dos filas paralelas que debieron sostener la cobertura. Éstas recorren por el centro y
los lados la gran cancha que sirvió de albergue. También se presentan los restos de una tercera
columnata, en el sector de la cancha que mira al Templo del Sol. Ésta no posee pareja, por lo
que uno de los lados del techo debió reposar aquí sobre el muro que corre paralelo a la citada
columnata.

En dirección suroeste de la plaza o cancha de los peregrinos se presentan muros caídos,


provenientes de pequeñas cámaras construidas en el subsuelo con piedras labradas y pulidas del
más puro estilo incaico. Este sector alberga también un cementerio.
LOS REINOS AYMARAS: LUPACAS Y PACAJES

Hacia el año 1000 d.C. el gran reino Tiahuanaco se desintegró “permitiendo que en
adelante surgieran, en su reemplazo, otros reinos menores, rivales entre sí, establecidos
alrededor del Lago Titicaca”, entre los cuales cabe mencionar a los Lupaca, Pacajes,
Collas, Omasuyos, Canas, Canchis, Collaguas y Ubinas. La lengua común entre todos
ellos fue el aymara o haque-aru y perduraron hasta el año de 1500 de nuestra Era.

Según los cronistas españoles del siglo XVI, los lupaca constituyeron el señorío
más importante del altiplano del Titicaca, Ocupaban la margen sur del lago, entre Puno y
el río Desaguadero y, además de los siete poblados: Chucuito. Acora, Ilave, Juli, Pomata,
Yunguyo y Zepita, que tenían a Chucuito como capital, los historiadores les reconocen
algunas colonias” en las vertientes occidentales del Pacífico”8. El rey de los lupaca se
llamaba Cari y residía en Chucuito.

Los pacajes se habían instalado en torno al río Desaguadero y tenían por capital a
Caquiavirí. En relación a los lupaca se deduce que estaban menos organizados pero que,
de algún modo u otro, contribuían a mantener el estado de guerra en que se encontraban
los reinos aymaras que poblaron la meseta antes que los incas.

Indiscutiblemente que la agricultura y la ganadería fueron las principales


actividades económicas de los reinos aymaras. En la agricultura lograron el dominio de
los distintos pisos ecológicos, introduciendo el cultivo de variados productos en los valles
de la Costa, Sierra y la Selva Alta, como la coca, el ají y el algodón, además de los
productos típicamente andinos. Utilizaron el guano (excremento de los auquénidos) como
abono para las plantas.

La gran riqueza de los reinos aymaras se basaba en la ganadería de la llama y la


alpaca, y sobre esto hay noticias impresionantes, como que llegaron a contar con decenas
de miles de ejemplares, así como la existencia de propietarios de estos grandes rebaños a
los que los españoles llamaron “indios ricos” frente a gentes muy pobres, como los “urus”
que no tenían ninguna forma de propiedad”. Estas especies ganaderas les servían para
aprovechar lana y carne, lo primero para confección de sus tejidos que luego
intercambiaban por otros productos, y, la carne como alimento. Para el incremento de su
ganadería aprovecharon la extensión de la meseta altiplánica y los pastos naturales que
crecen en la región. Más tarde con la conquista Inca aportarían estás especies al bagaje
civilizador del Tahuantinsuyo. También practicaron la recolección, la caza y la pesca. La
necesidad de complementar su dieta los llevó al trueque, y organizaron caravanas de
llamas que recorrían entre 170 y 270 Km. entre al área altiplánica hasta zonas costeras, en
8
“Historia del Perú”. T. II. Ed. Mejía Baca.
unos 40 y 50 días de viaje.

Asimismo, siguiendo la tradición del Tiahuanaco, los reinos aymaras tuvieron


enclaves de orden colonial en varios valles de la costa, sierra y selva alta, esto es,
efectuaron un control agrícola vertical que les aseguró el sustento y la producción. Al
respecto, parece que los Lupaca controlaron porciones discontinuas de territorio que les
habría permitido contar con los productos de diversos pisos ecológicos, hasta la costa en
el caso de Mollo y Churajón. Este control debió haber partido de una organización
militar, política y económica, pero los datos arqueológicos aun no han podido dar más
luces de las características exactas de este sistema. Las zonas ocupadas —no diremos
conquistadas, debido a su connotación bélica— comprenden desde la Cordillera
Occidental bajando hacia la costa entre Arequipa y Arica, hacia el norte hasta Sicuani y al
sur hasta las planicies saladas chileno-bolivianas. Para asegurar este sistema, los Lupaca
establecieron colonias que se encargaban de la producción y el intercambio. Así,
obtuvieron el control de los pastos de puna, la producción de sal, ají, coca, algodón y
maíz.

La cerámica de los reinos aymaras tenía un sentido utilitario, cuya forma


predominante era el vaso decorado con tres colores (Horizonte tri-color del sur). Los
huacos eran toscos, confeccionados por los campesinos. En orfebrería eran expertos en el
trabajo de la plata, de la que hicieron variados adornos.

Las ciudades aymaras eran pequeñas y sólo servían como residencia de los jefes
reinantes, de sus cortesanos y sirvientes. La población habitaba mayoritariamente en el
campo, De las ciudades no quedan ya vestigios. Sin embargo, es posible apreciar las
chullpas o “torres sepulcrales” ‘en donde eran enterrados los muertos en gran acto
ceremonial.

Los reinos aymaras llegaron a territorios de Arequipa y Antofagasta por el


occidente, las selvas bolivianas y el noroeste argentino por el lado oriental. Después de
haber alcanzado su máxima extensión fueron conquistados por los cusqueños desde
tiempos de Wiracocha.
LOS HUANCAS

Los Huanca se desarrollaron en la sierra central, entre Jauja y Huancayo, luego de


la retirada de Wari hasta aproximadamente 1460, momento de la conquista Inca. Su
organización política fue bastante incipiente, siendo clasificada por los investigadores
como tribal desarrollada. De los Huanca se cuenta con gran variedad de información
arqueológica y etnohistórica, y gracias a ella sabemos que este grupo dominó las punas, el
valle medio aluvial y desarrollaron relaciones con la ceja de selva. Los sitios investigados
más importantes son Hatunmarca (el más representativo de la cultura Huanca),
Tunamarca y Unpamalca, centros que a su vez integraron administrativamente otros
pequeños sitios. En ellos vemos el uso de una arquitectura pública, cosa ausente en las
aldeas domésticas. Luego de la conquista de los Incas, los Huanca pasaron a depender
administrativamente de ellos y a contribuir en su red económica de producción.

La región alcanzó particular importancia al ser una de las primeras conocidas por los
españoles y, por ello, hay información escrita cercana a la muerte de Atahualpa. Los Huancas se
dividían en Hanan Huanca y Lurin Huanca y se informa que se añadió un tercer ámbito: Jauja (o
Sausa).

Se ubicaron en la parte media del valle de Mantaro, que va desde Jauja hasta las
cabeceras de Huancavelica. Se dice que su incorporación al Tahuantinsuyo se efectuó entre los
tiempos que los cronistas atribuyeron a los Incas Pachacútec o Túpac Inca.

La extensión de los poblados y su dispersión señalan una densidad poblacional


significativa. Las investigaciones arqueológicas han llevado a calcular, por ejemplo, que el
asentamiento huanca de Hatunmarca (en Jauja), de una extensión de 130 hectáreas, pudo tener
una población aproximada de 12 mil habitantes, mientras que el de Tunanmarca, de unas 32
hectáreas, habría albergado a unos ocho mil, y el de Umpamalca, a 3,500 personas. Lamentable-
mente, no se dispone de documentación colonial temprana que sería muy importante para
precisar si se trataba de población estable o de gente que cumplía mitas como sucedía en
Huánuco Pampa donde además sí existe tal documentación.

Tenían sus poblados en las partes altas, medias y bajas de los valles, así como en las
entradas a la selva central y todos presentaban construcciones que han sido descritas como
fortificaciones.

Los arqueólogos han definido los estilos cerámicos correspondientes a este período
huanca con los nombres de usupuquio y huacrapuquio.

Tiempo después de la llegada de Pizarro, desde la década de 1540, los curacas de Jauja
elaboraron documentos para buscar el reconocimiento de lo que habían “entregado” a los
españoles y, lo que éstos habían rancheado o robado en el tiempo de la conquista.

Allí hubo un primer problema en la relación entre andinos y españoles: cuando los prime-
ros entraban en relación con otro grupo, entregaban presentes valiosos o simbólicos (regalos
rituales) para iniciar una relación de reciprocidad. Los españoles, desde el tiempo de Colón,
entregaban baratijas a los americanos y pensaban que eran trocadas, con ventaja, por piezas de
oro, comida etc. Igual debieron comportarse los Huancas que entregaron gente, oro y plata, ropa
de cumbi labrada y de alto valor simbólico, comida, etc. Como no recibieron nada en
reciprocidad, pues los españoles pronto entendieron estas entregas como “naturales”
obligaciones tributarias de los conquistados, iniciaron trámites (probanzas) para recuperar sus
bienes u obtener “privilegios” a cambio.

En las probanzas, el peticionario debía demostrar al rey que le había servido; por ello, las
probanzas de los curacas insistían en haber servido a la Corona desde los primeros días de
Pizarro en el Perú. (Gran Historia del Perú – El COMERCIO)
LOS CHANCAS

Los chancas geográficamente se ubicaron en una región que comprendía desde las
montañas de Huanta hasta la margen izquierda del río Apurímac, incluyendo toda la
cuenca del río Pampas en la moderna provincia de Andahuaylas, departamento de
Apurímac, que constituye su núcleo tradicional. Sus orígenes se remontan hacia el siglo
XIII; ellos mismos se consideraban salidos de la laguna de Choclococha, para luego
asentarse en lo que hoy es Andahuaylas, desplazando a los grupos quechuas oriundos. Sus
fundadores míticos serían Uscovilca y Ancovilca, que posteriormente se convirtieron en
huacas. Sin embargo, el sabio Tello encontró elementos como plumas de colores, lanzas
de madera de chonta y afición por poseer cabezas trofeo que indicarían una procedencia
selvática. Sea como fuera, surgen en el momento de retirada de los Wari, en el que las
ciudades son dejadas por villorrios, los cuales se ubican en zonas altas de cerros y donde
la topografía del terreno lo permitía. Es muy difícil identificar su organización política y
los principales centros de esta cultura, pues su estilo cerámico tiende a confundirse con el
Inca inicial y otros estilos locales.

Tal vez los chancas fueron los vencedores de los waris y el hecho de considerarse
entonces muy poderosos, los impulsó a sitiar y a atacar al Cuzco, donde gobernaba
entonces el inca Wiracocha. Con tal fin eligieron dos cinches (caudillos) llamados el uno
Astoyguaraca y el otro Tomayguaraca, para que los acaudillasen en su empresa. Eran,
pues, estos Chancas y sus caudillos, soberbios e insolentes, y cargando las momias de sus
epónimos Uscovilca y Ancovilca, marcharon hacia el Cuzco al cual sitiaron por varios
días, atemorizando toda la comarca.

La lucha entre chancas y cuzqueños constituye la expresión más saltante del


esfuerzo de dos estados regionales del ande por el predominio total. Esta lucha tuvo
alguna duración y los enfrentamientos se producían con cierta frecuencia hasta que al
final los aguerridos chancas fueron derrotados en la batalla de Yahuarpampa por el
entonces príncipe Cusi Yupanqui (hijo de Wiracocha) que después subiría al trono con el
nombre de Pachacútec, hacia el año 1438. La derrota marcó el fin de los chancas como
cultura independiente y el surgimiento de la etapa imperial inca, que paulatinamente iría
dominando la región andina. En todo caso no existe información arqueológica para
corroborar o desmentir todo lo anterior dicho, basado en lo recopilado por los cronistas
españoles de boca de los incas.

Arqueológicamente no se sabe pues mucho de los Chancas. Para los investigadores


su importancia radica en haber obligado a los Incas a desarrollarse en cuanto a
organización política y de expansión, debido a la amenaza que representaron en un
momento en que los Incas estaban planeando trascender sus fronteras mediante alianzas y
redes de poder.

En Andahuaylas, los chancas dispusieron de dos parcialidades: Lurinchanca, que


correspondería al actual sitio arqueológico de Uranmarca, fundado por Uscovilca, y
Hananmarca, que correspondería al sitio de Paucaray, el de Andahuaylas, fundado por
Ancovilca. No existe ninguna evidencia arqueológica ni fuente escrita verosímil que sus-
tente una ocupación territorial chanca fuera de los linderos de lo que es hoy Andahuaylas.

Uranmarca se caracterizó por ser de traza irregular, de pequeñas construcciones


circulares y mampostería rústica, similar a los poblados de toda la sierra central de este
período. Este sitio fue posteriormente ocupado por mitimaes incas y allí se construyeron
algunos edificios de estilo cuzqueño.

Feroces guerreros, los chancas se dedicaron a la caza de vicuñas y al pastoreo. La


mayoría de su población vivió, probablemente, en aldeas dispersas, y cuando no se
ocupaban en la caza, practicaron una cerámica tosca de un color rojo diluido, con
decoraciones incisas de forma circular que se entrecruzan con líneas y puntos.
Confeccionaron platos de base plana y cántaros de cuello angosto y base cónica o
redondeada, que algunas veces muestran como decoración caras hechas muy
rústicamente.

Sondor Raymi, fiesta de los chancas en las ruinas de Sondor, Apurímac.


LA CULTURA INCAICA

EL RELATO HISTORICO

A mediados del siglo doce, hombres quechuas que provenían de las. inmediaciones
del Lago Titicaca, empezaron a descender por el valle del río Vilcanota en busca de un
territorio propicio donde establecerse. Enfrentándose a los antiguos ocupantes de la tierra,
en continuas y prolongadas guerras, fueron haciéndose de un señorío, y en el sitio en el
que confluyen los ríos Huatanay y Vilcanota, fundaron una ciudad a la que llamaron
Cuzco, ciudad que habiendo comenzado por ser el centro de un pequeño señorío,
devendría luego en capital del Imperio de los Incas. Los conductores de estas huestes
victoriosas fueron dos personajes míticos de los que apenas si sabemos sus nombres:
Manco Cápac y Mama Ocllo. Ellos son los fundadores de nuestra patria antigua.

El Lago Titicaca es la pacarina o lugar de origen de los Incas. Los testimonios


recogidos por los cronistas españoles, en este sentido, empiezan a ser corroborados por la
arqueología. En la actualidad, podemos sostener que quechuas pre-cuzqueños
desarrollaron en las alturas de Paruro, una cultura propia a la que no son ajenas las
influencias wari y puquina. Estos quechuas de la zona alta, por razones ecológicas
debieron descender por el valle del río Vilcanota, por los años de 1,150 d.C.
aproximadamente, en busca de tierras mas aptas para una agricultura intensiva y
habiéndolas hallado en poder de huallas, pocras y lares, igualmente quechuas pero de
zonas baja, las tomaron bajo su dominio por la fuerza de las armas. Fundado el Cuzco, los
sobrevivientes de las tribus vencidas ocuparon la parte alta de la ciudad (el Hanan Cuzco)
habida cuenta de que los vencedores se habían posesionado de la parte baja (el
Hurin-Cuzco). Este pudo ser el origen de las dinastías incásicas. Los quechuas vencidos
debieron ser los sucesores de quienes en Chanapata habían forjado la primera civilización
cuzqueña, bajo la égida un poco lejana de Chavín. Chanapata es el nombre con el que los
arqueólogos conocen el formativo cuzqueño.

Fuera por la falta de una escritura que perennizara con objetividad histórica los
hechos primigenios, o por la necesidad que tienen los pueblos antiguos de explicar sus
orígenes mediante mitos en los que lo mágico-religioso se confunde con lo real, lo cierto
es que cuando los españoles indagaban sobre los inicios del Imperio, los incas contaban
dos leyendas que transcribimos a continuación.

La primera, llamada Leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo decía que


habiéndose apiadado el dios Sol del estado en el que vivían los hombres, mandó a un hijo
y a una hija suyos para que les diesen preceptos y leyes que los obligaran a vivir como
hombres de bien. Con este mandato los puso en el Lago Titicaca y entregándoles una
varilla de oro, de media vara de largo y dos dedos de grosor, les ordenó que por donde
fuesen trataran de hundirla y que ahí donde se hundiese fundaran una ciudad y un reino.
Manco Cápac y Mama Ocllo, que así se llamaban estos hijos del Sol, caminaron durante
mucho tiempo hacia el norte, tratando inútilmente de hundir la varilla. La leyenda cuenta
que al fin llegaron a un sitio llamado Pacaritambo, que significa posada del amanecer,
donde pasaron la noche, y que al día siguiente salieron muy temprano para cumplir con la
misión que les había encomendado su padre el Sol y que en ese día la varilla de oro se
hundió en el cerro Huanacauri. Con el corazón lleno de alegría y esperanza, Manco Cápac
dijo a su hermana y mujer: "En este valle manda nuestro Padre el Sol que paremos y
hagamos nuestro asiento y morada para cumplir su voluntad. Por tanto, conviene que cada
uno convoque y atraiga a esta gente para adoctrinarlos y hacer el bien que Nuestro Padre
nos manda'".

Manco Cápac reunió a los hombres y les enseñó los oficios propios del varón, como
cultivar la tierra, construir acequias, fabricar tacllas y hacer calzado. Mama Ocllo, por su
parte, enseñó a las mujeres a hilar y tejer el algodón y la lana, coser vestidos con que
protegerse de las inclemencias naturales y todos los demás servicios de casa. "En suma,
ninguna cosa de las que pertenecen a la vida humana dejaron nuestros príncipes de
enseñar a sus primeros vasallos, haciéndose el Inca maestro de los varones y la Coya
Reina maestra de las mujeres. Estos fueron nuestros primeros Incas y reyes, que vinieron
en los primeros siglos del mundo, de los cuales descienden los demás reyes que hemos
tenido y de estos mismos descendemos nosotros" (Versión recogida por el insigne Inca
Garcilaso de la Vega, primer gran escritor del Perú y América).

La Leyenda de los Hermanos Ayar cuenta que al término del diluvio universal, que
arruinó los campos y empobreció la tierra, salieron de una de las tres oquedades que hay
en el cerro Tampu-Tocco, en Pacaritambo, cuatro hombres y cuatro mujeres en busca de
tierras fértiles donde establecerse. Eran hermanos y esposos y se llamaban Ayar Manco,
Ayar Cachi, Ayar Uchu y Ayar Auca los varones, y Mama Ocllo, Mama Coro, Mama
Rahua y Mama Huaco las mujeres.

Durante años se abrieron paso hacia el Norte. La tierra apetecida les parecía lejana.
Lo que conseguían era tan poco, que la ambición y el egoísmo echaron raíces en sus
pechos. Un día, pretextando el olvido de unos vasos sagrados, enviaron a Ayer Cachi a
buscarlos a Tampu-Tocco. Al ingresar a la caverna, un servidor de los hermanos que lo
había seguido furtivamente, le obstruyó la salida con grandes piedras y lo sepultó vivo. La
impotencia y desesperación de Ayer Cachi fueron tan grandes, que temblaron los cerros y
cundió el espanto por la inmensidad de la tierra. No obstante el miedo y el
arrepentimiento que les oprimía los corazones los hermanos Ayar prosiguieron su marcha.
Años mas tarde, en el cerro Huanacauri encontraron un templo en el que se rendía culto a
un dios extraño. La soledad del recinto parece que impulsó a Ayer Uchu a ser irreverente,
y dando un salto se posó sobre las espaldas del ídolo que, enfurecido, lo convirtió en
piedra. Confundidos y llenos de temor, los dos hermanos restantes abandonaron
presurosos el santuario y continuaron su camino hacia el valle del Cuzco, al que
finalmente llegaron después de sufrir muchas penurias y dificultades. En el sitio llamado
Huaynapata, Ayar Manco hundió una vara ceremonial que no pudieron luego sacarla.
Entusiasmados por el presagio, subieron a Colcampata para admirar el valle del Cuzco en
toda su grandeza y hermosura. La tierra les pareció buena. Lleno de gozo, Ayer Auca voló
hacia un promontorio vecino, gracias a unas alas que le brotaron en ese instante; y, por un
designio misterioso, quedó igualmente convertido en piedra. Grave y consternado, Ayar
Manco descendió al centro del valle acompañado de sus hermanas y fundó la ciudad del
Cuzco. Ayer Manco se llamó en adelante Manco Cápac y fue el primer gobernante del
Reino del Cuzco.

EL REINO DEL CUZCO Y EL IMPERIO DEL TAHUANTINSUYO

Desde la fundación mítica y legendaria de la ciudad del Cuzco hasta el gobierno del
Inca Pachacútec, los mandatarios cuzqueños ejercieron su soberanía sólo sobre los valles
y montañas adyacentes a la ciudad sagrada. Expandir su poder político no les fue fácil. A
lo largo de doscientos años tuvieron que hacer la guerra casi de continuo para que el
modesto Señorío inicial se convirtiera en un Reino. Fuera por la fuerza de la guerra o por
la razón de las alianzas políticas, el Cuzco se convirtió —al término de esos años— en el
centro de una Confederación regional en la que el Inca ejercía la supremacía. Las
fronteras de la Confederación llegaron por el norte a los comienzos del valle del
Urubamba; por el este a las cumbres occidentales del valle del Vilcanota, que ocuparon en
toda su longitud; por el sureste a los territorios en que ejercían su soberanía los Canas y
los Canchas; por el sur a los límites del reino de los Chumbivilcas y por el oeste a las
orillas del río Apurímac, al otro lado del cual se levantaba el también poderoso reino de
los Chancas.

Es a partir del inca Pachacútec, el noveno mandatario, que el Reino del Cuzco
trasciende estas fronteras y se expande notablemente, convirtiéndose en un Imperio. El
Inca será a partir de ese entonces un soberano con poder absoluto, no sólo sobre los
curacas y reyezuelos de los valles adyacentes al Cuzco, sino sobre todos los Reyes y
Curacas de las grandes culturas que existían en el antiguo Perú. El Inca será durante el
período imperial un Rey de Reyes, al que le rinden homenaje y le pagan tributo los reinos
y señoríos que, por citar a algunos, se nombran a continuación: Cañaris, Pastos, Caraques,
Huancavilcas, Purunas, Talanes, Chachapoyas, Huancapampas, Cajamarcas, Chachas,
Huamachucos, Huaylas, Conchucos, Chimús, Huancas, Chancays, Yauyos, Chinchas,
Puquinas, Chancas, Nazcas, Rucanas Vilcas Chumbivilcas, Collaguas, Condesuyos,
Canas, Canchis, Coyas, Lupacas; Omasuyos, Chichas, Diaguitas, Charcas, Puelches y
Mapuches. Señoríos o reinos que se diferenciaban no sólo por los mitos y valores que re-
gían sus culturas, sino por las lenguas o dialectos que hablaban. Hay cronistas españoles
que llegan a decir que el Inca, el Solo Señor del Tahuantinsuyo, ejercía soberanía sobre
más de doscientas naciones distintas, que en conjunto constituyeron el más grande
imperio de la América prehispánica, con una extensión de tres millones quinientos mil ki-
lómetros cuadrados.

LOS INCAS Y LAS DINASTIAS QUE GOBERNARON EL TAHUANTINSUYO

Al estudiar a los gobernantes del Incario, los historiadores reconocen que la


naturaleza de la información de la que disponen es de diverso origen y que esto impone la
necesidad de dividir el estudio en dos etapas: la primera, llamada Reino Legendario del
Cuzco, agrupa a los primeros ocho soberanos sobre los que la información es indicial y
legendaria y la segunda, llamada Imperio Histórico de los Incas (1438 a 1533) reúne a los
últimos cinco gobernantes sobre los que los cronistas españoles recogieron una abundante
información que podemos considerar histórica.

Los Incas fueron trece y pertenecieron a dos dinastías. La primera en gobernar fue
la de Hurín Cuzco, o Cuzco Bajo, llamada así porque los mandatarios vivían en la parte
baja de la ciudad. A ella pertenecieron los cinco primeros Incas: Manco Cápac, el
fundador mítico y legendario del Reino del Cuzco Sinchi Roca, Lloque Yupanqui, Mayta
Cápac y Cápac Yupanqui. La segunda dinastía fue la de Hanan Cuzco, o Cuzco Alto
llamada así porque los gobernantes residían en la parte alta de la ciudad. A esta dinastía
pertenecen los últimos ocho incas, los tres primeros legendarios: Inca Roca, Yahuar
Huacac y Huiracocha; y los cinco últimos históricos: Pachacútec (1,438-1471), Túpac
Yupanqui (1471-1,493), Huayna Cápac (1,493-1,525), Huáscar (1,525-1,532) y
Atahualpa (1,532-1,533), durante cuyo reinado el Imperio del Tahuantinsuyo fue
sometido a la dominación de España9.

9
Es al investigador norteamericano John H. Rowe a quien debemos la cronología aproximada de los
Incas históricos.
NOTICIA BREVE SOBRE EL GOBIERNO DE LOS INCAS LEGENDARIOS

Como todos los héroes de la antigüedad clásica, Manco Cápac es un personaje


mítico del que sólo se sabe que fue el fundador y el primer gobernante del Reino del
Cuzco. A su muerte ascendió al trono el Inca Sinchi Roca, que, según dicen, fue el
primero en ceñirse la Mascapaicha, una borla roja que los Incas se colocaban sobre la
frente como símbolo de su realeza. Se cuenta que canalizó parte del río Huatanay. Lo
sucedió Lloque Yupanqui, el tercer Inca, que engrandeció el ejército y sometió a vasallaje
mediante guerras o pactos a los curacas de los pueblos vecinos. A Mayta Cápac, su
sucesor, lo recuerdan las crónicas como a un Hércules andino, héroe legendario en tornó
del cual acontecen hechos fabulosos. Lo cierto es que sometió a los Alcahuizas y a los
Culunchimas, y que murió en edad temprana. Su hijo Cápac Yupanqui fue el primero en
traspasar las fronteras naturales del valle del Cuzco. Sometió militarmente a los
Condesuyos y trabó alianzas con los quechuas de Andahuaylas, asediados de continuo por
los temibles Chancas, que entre Apurímac y Ayacucho habían construido un poderoso
reino. (Los Chancas eran los descendientes o los invasores de los antiguos Wari). Cápac
Yupanqui murió envenenado, lo que originó un golpe de estado promovido por su hijo
Inca Roca que se hizo del poder.

Inca Roca es el primer soberano de la dinastía de los Hanan Cuzco, que, como se ha
dicho, se llamaban así por habitar en la parte alta de la ciudad. Aprovechándose de la
inestabilidad política producida por el cambio de dinastía, los Chancas invadieron el
territorio de la Confederación y marcharon sobre el Cuzco. Inca Roca con la ayuda de los
Canas y Canchis se enfrentó a los Chancas y los hizo morder el polvo de la derrota.
Yahuar Huacac, su hijo, es un personaje igualmente legendario. Se dice que fue raptado
cuando niño con el propósito de asesinarlo, y que lloró sangre ante sus captores que
amedrentados lo abandonaron en unas punas, de donde regresó al palacio imperial. Al as-
cender al trono consolidó las conquistas de sus antecesores y se aprestaba a conquistar los
reinos collas del altiplano, cuándo fué asesinado. El desconcierto fue tan grande que se
produjo un vacío de poder al mas alto nivel. El cronista Cieza cuenta que por decisión de
los Hanan Cuzco, el príncipe Huiracocha fue nominado Inca. Lo que no sabemos es si era
o no hijo de Yahuar Huacac. Lo cierto es que Huiracocha continuó la obra de sus
antecesores. Engrandeció la ciudad sagrada y mejoró la calidad y abundancia de los
sembríos. Estableció alianzas militares en el Collao y consolidó la unidad política de la
Confederación que presidía y que integraban 200 curacas tributarios. Se disponía a
renunciar en favor del príncipe heredero Urco, cuando se produjo un nuevo ataque de los
Chancas que contaban con un impresionante ejército. Vacilantes y temerosos, Huiracocha
y Urco se refugiaron en Calca. Es en estas circunstancias de desamparo que surge la
figura extraordinaria y relevante del príncipe Inca Yupanqui, hijo de Huiracocha, que
permanece en el Cuzco y se enfrenta valerosamente a los invasores. A pesar de la
inferioridad numérica de su ejército, el príncipe cuzqueño vence en dos batallas
memorables a los aguerridos chancas que huyen despavoridos. El príncipe victorioso
regresa a la ciudad imperial y es ungido soberano por la voluntad de las panacas reales y
del pueblo, asumiendo el trono con el nombre de Inca Pachacútec.
EL GOBIERNO DEL INCA PACHACUTEC (1,438 - 1,471)

Pachacútec es el forjador del Imperio del Tahuantinsuyo. Aún hoy la crítica


histórica no sabe si admirar mas su talento y valor militar o su capacidad de hombre de
estado que planifica, prevee y construye. Decir que Pachacútec "es el más grande hombre
que la raza aborigen de América haya producido", es limitarlo un poco. Habría que añadir
que ni durante el largo período en que sufrimos el peso de la dominación extranjera ni
durante los años heroicos de la independencia nacional, la América ha tenido un héroe
con las condiciones intelectuales, morales, sociales y políticas de Pachacútec. Sin
desmerecer a quienes de un modo u otro han intervenido en el devenir histórico de
nuestros pueblos, hay que convenir que ninguna transformación por importante que sea,
puede ser más grande que el acto primero de la creación. Y en América, Pachacútec es el
creador de la patria antigua; el estadista que, superando las concepciones tribales
imperantes, crea un órden social que integra y unifica a los pueblos que pone bajo su
mando. Pachacútec no sólo es un conquistador; es, sobre todo, el creador del más vasto
ordenamiento jurídico, debido a un solo estadista, que haya producido el continente
americano.

Ungido por la voluntad del pueblo como soberano del Imperio, Pachacútec
comenzó sus campañas militares rindiendo a sangre y fuego a los poderosos chancas, que,
pertrechados en sus reductos apurimenses y ayacuchanos, eran un peligro latente para la
pujante nación cuzqueña. Y mientras personalmente consolidaba su poder político sobre
las tierras anexadas, por orden suya, su hermano, el general Cápac Yupanqui, descendió a
la costa del Pacífico y puso bajo el dominio del Incario, al gran Curaca de Chincha y a los
pequeños reyezuelos que ejercían jurisdicción en Pachacámac, Rímac y Chancay. El
imperio se engrandecía por el valor de sus guerreros y era indispensable regresar al Cuzco
para establecer la administración que conviniese a tan vastos territorios. Son los años en
que integra y unifica mediante un solo sistema a pueblos tan disímiles como los quechuas,
los chancas y los yungas de la costa. Más tarde volverá a los menesteres de la guerra, y en
dos sangrientas campañas militares conquistará toda la meseta del Collao, y los territorios
de Charcas y Chichas, vecinos al Tucumán. No satisfecho, de vuelta en el Cuzco, vuelve a
ordenar al general Cápac Yupanqui que marche sobre el Chinchaysuyo y lo ponga bajo la
dependencia del Tahuantinsuyo, palabra que por esos años debió utilizarse por primera
vez para designar al Imperio que forjaba con sus manos. Los Huancas que se
enseñoreaban en la sierra central, son abatidos por los ejércitos incásicos, que inconteni-
bles avanzan luego sobre Cajamarca que resiste por un tiempo para más tarde someterse.
Por último, el imperio del Gran Chimú, que se extendía por toda la costa norte, se rinde
ante el ímpetu incontenible de los quechuas. En treinta años de continua lucha militar,
Pachacútec había creado un Imperio, uniendo bajo la égida de un solo estado a los
numerosos pueblos que habitaban en lo que hoy son las repúblicas del Perú y Bolivia.

Ya hemos ponderado las virtudes del guerrero. Estudiemos ahora al hombre de


estado aún cuando sólo sea nombrando su vasta obra de gobierno. Pachacútec es el gran
legislador del Incario. Empezó por reformar el sistema de posesión y uso de la tierra,
dividiéndola en tierras del Inca o del estado, tierras del Sol o del culto religioso, y tierras
del Pueblo o de los ayllus. Impuso paralelamente él deber que tenían los habitantes del
imperio de integrarse al ayllu del que eran originarios, y a través del cual debían tributar
al estado en especie o en trabajo. Durante su gobierno la tributación se hace general y
obligatoria, del mismo modo como también se hace ley la obligatoriedad del trabajo. Una
de las tantas cosas que admiraron los españoles en el Perú antiguo, es que no había gente
ociosa. Todos, absolutamente todos, trabajaban en beneficio de la comunidad.
Recogiendo una tradición milenaria, Pachacútec, consagró el principio de que la riqueza
que generaba el trabajo comunal era de propiedad del estado. En el Tahuantinsuyo no
existió la propiedad privada, aun cuando existen razones para creer que en sus últimos
años empezó a existir una cierta especie de propiedad privada. Convencido de que era
imperiosa la necesidad de integrar a los pueblos anexados, establece una política de
unidad nacional basada en cuatro principios: Un solo estado personificado por el Inca; un
solo dios superior—el Sol—al que estaban supeditados los demás; un idioma común -el
quechua- sin impedir el uso de los idiomas regionales; y el ayllu como la base celular de
la estructura social. Es en cumplimiento de esta política que se crean los mitimaes como
instrumentos de homogeneidad cultural y lingüística en todo el país. Añadamos que
consolidó el poder de la nobleza, como aliada natural del Incario, obligándola a seguir
estudios en el Yachayhuasi, a cumplir con el Huarachico, o ritos de la iniciación viril, y a
asumir las funciones públicas para las que había sido educada. Terminemos diciendo que
instituyó a los chasquis como un eficiente sistema de comunicación; que estableció
tambos ó depósitos de alimentos a lo largo de todo el país; que reedificó la ciudad del
Cuzco y la dotó del Coricancha y de otros hermosos templos y palacios; que construyó
caminos, andenes, canales de regadío, puentes y que, en suma, inició el proceso de
integración del imperio que él mismo había forjado. Pachacútec es además el constructor
inicial de la fortaleza de Sacsahuamán.

EL GOBIERNO DEL INCA TUPAC YUPANQUI (1,471- 1,493)

Aún antes de la muerte de su padre, Túpac Yupanqui dio muestras del valor y
audacia que habrían de caracterizar luego su reinado. Muy joven fue enviado por su pa-
dre, al mando de un poderoso ejército, para debelar la insurrección de los Chachapoyas.
Con determinación y arrojo aplastó a los rebeldes en Piajajalca. Regresó al Cuzco por los
caminos de la costa no sin antes poner sitio a Chan-Chan que se había insurreccionado y
reafirmar la posesión cuzqueña sobre el Gran Chimú. Dos años permaneció Túpac
Yupanqui al lado de su padre. Ganado por su espíritu aventurero y conquistador marchó
nuevamente sobre el norte y después de reducir Ayabaca se enfrentó a los nunca antes
sojuzgados Cañaris. La guerra debió ser larga y cruenta. Desbordados y vencidos en
Latacunga, los cañaris formaron parte del cortejo que siguió al ejército imperial en su
ingreso victorioso a Tumibamba. Entusiasmado por el éxito de su campaña, Túpac
Yupanqui continuó su avance arrollador sobre las serranías del norte y habiendo llegado a
un paraje qué le pareció adecuado para los fines de integración imperial, que propugnaba
su padre, fundó la ciudad de Quito a la que pobló con mitimaes quechuas traídos del
Cuzco. Consciente de que su retaguardia estaba en posesión de naciones hostiles, bajó
hacia la costa y sojuzgó a los Huancavilcas, que eran señores en el Golfo de Guayaquil.
La experiencia debió ser fascinante y aleccionadora para los ejércitos cuzqueños, que,
obligados por las necesidades de la guerra, construyeron una armada de centenares de
grandes balsas para combatir y derrotar a los enardecidos Huancavilcas en los
numerosísimos meandros del Golfo de Guayaquil.

El esfuerzo no fue en vano ya que además del avasallamiento de los huancavilcas,


los cuzqueños aprendieron a navegar y pelear en el rasar. Es en Manta donde el príncipe
Túpac Yupanqui recibe de boca de mercaderes, noticias sobre la existencia de las islas
Auachumbi y Niñachumbi. Su carácter aventurero y arriesgado no le impedía el ser
prudente y antes de acometer el viaje, envió a Antarqui (un personaje mítico y fabuloso
del que sólo sabemos que volaba) para que le confirmara la existencia de las Islas.
Corroborada la información dada por los mercaderes, el futuro gran Inca embarcó con 20
mil soldados en numerosas grandes balsas, y navegando siempre hacia el poniente
descubrió las islas Auachumbi y Ninachumbi, de las que regresó nueve meses más tarde
trayendo gente negra oro, una silla de latón y un pellejo y quijada de caballo 10. Todo hace
suponer que Túpac Yupanqui hubiera llegado al archipiélago de Tuamotu y a las islas
Marquesas, en la Polinesia, en las que aún hoy se cuenta que en tiempos inmemoriales
llegaron a las islas hombres que provenían del país en el que nace el sol, y que eran
conducidos por un gran guerrero llamado Tupa.

Seis años después regresó Túpac Yupanqui al Cuzco. Las fiestas que se celebraron
en su honor fueron las más fastuosas de las ave tuvo memoria el imperio. El anciano
Pachacútec falleció meses más tarde.
10
Miguel Cabello de Valboa, "Miscelánea Antártica", Edición de la U.N.M.S.M., Lima, 1951, págs. 322 y
323.
Proclamado Inca, Túpac Yupanqui no permaneció mucho tiempo en la capital.
Después de una fallida expedición al Antisuyo, tuvo que levantar un poderoso ejército
para debelar una insurrección general de los Collas. En cuatro batallas memora" derrotó a
los insurgentes, a cuyos caudillos castigó ejemplarmente. Sus pieles fueron convertidas en
tambores de guerra. Pacificaba el país cuando los calchaquíes del Tucumán le solicitaron
humildemente que los aceptara como súbditos del imperio. Agradeció el gesto y seguido
de su ejército, bajó hacia el Tucumán y tomó posesión del reino. Impulsado luego por su
ánimo conquistador, cruzó la cordillera y tras una guerra breve y sangrienta incorporó a
Guasco, Coquimbo y Mapocho al Tahuantinsuyo. Gracias al valor indesmayable de su
espíritu, las fronteras de la patria antigua habían llegado a las orillas del río Maule.

Aclamado por los pueblos, Túpac Yupanqui retornó victorioso al Cuzco para
desligarse un tanto de la actividad militar y asumir sus responsabilidades como hombre de
estado. Ennumeremos lo más significativo de su obra. Túpac Yupanqui es el creador de
los registros demográficos en el Perú. Por orden suya, se empadronó a toda la población
del imperio, dividiendo a las familias en grupos de diez familias, lo que constituía una
chunca; diez chuncas formaban una pachaca; diez pachacas integraban una huaranca; y
diez huarancas completaban un huno, o sea diez mil familias. Estos registros eran de vital
importancia para la recaudación de los tributos y para el desarrollo de un plan de gobierno
integral y justo. A este Inca excepcional se deben también los Gobernadores Visitadores
que, anualmente, fiscalizaban la obra de gobierno de los funcionarios subalternos.
Añadamos que para descentralizar las funciones, administrativas instituyó dos
Gobernadores Generales que dependían directamente del Inca: uno en Jauja y otro en
Tiahuanaco; que a él se debe la existencia de los michos o recaudadores secundarios del
tributo. Que edificó Acllahuasis ó Casas de las Vírgenes del Sol, y que por último
continuó la construcción de la fortaleza de Sacsahuamán. Murió siendo joven.

EL GOBIERNO DEL INCA HUAYNA CAPAC (1,493- 1,525)


Huayna Cápac es el último gran monarca del Imperio. Su tarea no fue fácil. Las
conquistas militares de sus antecesores inmediatos habían engrandecido las fronteras de
un estado que no tenía todavía una conciencia nacional. En cada una de las provincias
conquistadas prevalecía una conciencia tribal, a pesar de la generalizada política
integracionista de mitimaes impuestas por Pachacútec y Túpac Yupanqui. En estas
condiciones, el gobierno de Huayna Cápac fue de consolidación e integración frente a
pueblos que se rebelaban de continuo contra el poder central. (Esta situación hay que
entenderla a cabalidad si pretendemos explicarnos después las razones de la desin-
tegración indígena frente a la conquista española).

Larga y fatigante sería la descripción de las campañas militares de Huayna Cápac,


pues todas estuvieron orientadas a restablecer la soberanía incaica sobre las provincias
rebeldes. Más apropiado nos parece nombrarlas: Chachapoyas, Tucumán, Chile,
Bracamoros, Golfo de Guayaquil, Charcas, Coquimbo, Copiapó, Collao, Cayambis,
Caranguis y Pastos, éstas tres últimas en las inmediaciones del Reino de Quito. De paso
conquistó e incorporó al Imperio, la isla de Puná, la costa norte del actual Ecuador y el
señorío de los Pastos, en la actual Colombia, llevando las fronteras hasta el río
Ancasmayo.

Descansaba en Quito de la agobiante y turbulenta vida militar, cuando enfermó de


viruelas según unos y de calentura según otros. Lo cierto es que sintiéndose morir designó
como primer sucesor a su hijo Ninan Coyuchi, que estaba a su lado, y como segundo
sucesor a su hijo Huáscar.

LA GUERRA CIVIL ENTRE HUASCAR Y ATAHUALPA (1,525- 1,533)

La muerte de Huayna Cápac y la simultánea enfermedad y muerte del príncipe


heredero Ninan Coyuchi, crearon un vacío de poder en el gobierno del Tahuantinsuyo,
habida cuenta de que Huáscar, el segundo sucesor, se hallaba a más de tres mil kms. de
distancia. Durante meses el gobierno del país, estuvo en manos de las autoridades locales;
que ejercieron el poder con los recelos y desconfianzas que se generan en tales
circunstancias. De ahí que las soterradas ambiciones de Atahualpa, gobernador de Quito,
e hijo bastardo de Huayna Cápac, no terminaran con la proclamación de Huáscar como
Inca del Tahuantinsuyo. Alentado por los malos consejos de Quisquis, Calcuchímac y
Rumiñahui, generales del ejército acantonado en Quito, desconoció la legítima autoridad
de Huáscar y desató la guerra civil. La lucha fue sangrienta y prolongada. Al fin, en las
inmediaciones de Huanucopampa, Huáscar fue tomado prisionero y Atahualpa asumió el
control del Imperio. Su gobierno iba a ser muy breve. Los curacas tallanes de Tumbes,
Paita, Amotape y Catacaos anunciaban que dioses provenientes del mar habían arribado
alas costas y que eran conducidos por Viracocha. El Imperio se aproximaba a su fin.
Atahualpa
El último soberano inca, Atahualpa, fue ejecutado por los conquistadores españoles, en 1533, por
considerar que conspiraba contra Francisco Pizarro.
OTROS ASPECTOS DE LA CULTURA INCAICA

LA ORGANIZACION ECONOMICA

La economía estaba basada en la previsión y planificación de todas las etapas del


proceso productivo. En el Tahuantinsuyo, nada estaba fuera del control permanente y
directo del estado, que, haciendo suyas las experiencias tecnológicas y culturales
desarrolladas anteriormente por los nazcas, waris y tiahuanacos, organizó un aparato
productivo, fundamentalmente agrícola, que dio solución a los problemas de
alimentación, vestido, vivienda y seguridad social de una población cada vez más
numerosa. No sin razón los utopistas del renacimiento y los teóricos socialistas de los
siglos dieciocho y diecinueve, basaron algunas de sus especulaciones en los logros
sociales y económicos de los incas.

Empecemos estos apuntes, estudiando el problema de la propiedad de la tierra.


Desde antes de Chavín, la tierra era de propiedad de los ayllus, o comunidades
campesinas que las trabajaban. Tan pronto como las comunidades familiares se asentaron
en las aldeas y cultivaron permanentemente un mismo lote de tierra, surgió entre ellas y la
tierra una relación jurídica de posesión y uso que con los años dio lugar a la propiedad.
Esta propiedad estaba basada en un derecho consuetudinario y tenía como características
el ser colectiva, indivisible, intransferible y absoluta. Pero cuando en los primeros mil
años de la era cristiana, aparece el estado como una institución jerárquicamente superior a
los ayllus, esta propiedad dejó de ser absoluta, indivisible e intransferible para ser sólo
una propiedad colectiva supeditada a los ordenamientos jurídicos del estado. A partir de
las culturas Mochica, Nazca, Recuay, Vicus y Tiahuanaco, el estado es el que regulará el
derecho de propiedad y el que en ejercicio de su soberanía permitirá a los ayllus los
derechos de posesión y uso. En el antiguo Perú no existió la propiedad privada, aun
cuando hay evidencias de que en los últimos años del Tahuantinsuyo, estaba en proceso
de gestación.

El Inca Pachacútec impuso una reforma agraria que dividió las 'marcas'; o tierras
sobre las que los ayllus ejercían el. derecho de posesión y uso, en tres grandes sectores:
las tierras del primero fueron asignadas al Inca (el estado), las del segundo al culto solar
(la iglesia), y las del tercer sector, que era de mayor extensión, al ayllu o comunidad que a
su vez la dividía en tantos topos o medios topos como hombres y mujeres hubiera en
condición de trabajar. Los hombres recibían un topo y las mujeres medio topo; no se
conoce con exactitud la extensión del topo. El producto agrícola y ganadero de este sector
era de total usufructo de la comunidad que no sólo lo utilizaba para satisfacer las necesi-
dades de quienes participaban activamente en el proceso económico, sino también para
atender de modo preferente a quienes como los ancianos, inválidos, enfermos y niños no
estaban en condiciones de aportar su esfuerzo a la comunidad. En el Tahuantinsuyo no
había mendigos ni personas abandonadas a su propio destino. Las tierras de los otros dos
sectores, es decir las tierras del Inca y del Sol, eran trabajadas en comunidad por el ayllu a
la que estaban adscritas, y sus frutos eran de exclusiva propiedad y disposición del estado
y de la iglesia. Cualquier apropiación de un bien público era un delito grave que se
castigaba con la pena de muerte. Los curacas tenían especial cuidado en depositarlos en
las “colcas”, o almacenes del estado, y en dar cuenta pormenorizada de todos ellos al
Tucuyricoc, cuando visitaba el ayllu. Esta responsabilidad del curaca se extendía también
al cobro de los tributos que demandaba una vez al año a cada “Purec" o jefe de familia de
su ayllu. En el Incario todos pagaban tributos para sostener al estado.
El Tahuantinsuyo Camachic —o Consejo Imperial— disponía de un riguroso
registro demográfico de todo el país. Los funcionarios responsables eran los quipu-cama-
yos, que llevaban las estadísticas de los suyos y huamanis, en “quipus” o sistemas de
numeración y memoria, que proporcionaban información inmediata sobre la realidad
demográfica, económica y tributaría de todas las regiones del imperio. La población
estaba registrada mediante un sistema decimal. Así cada 10 familias constituían una
chunca, con un jefe que era el chunca-camayoc. Diez chuncas formaban una pachaca, con
un jefe que era el pachaca-camayoc. Diez pachacas integraban una huaranca con-un jefe
que era el huaranca-camayoc. Diez huarancas se agrupaban en un Huno con un jefe que
era el Huno-Camayoc. Un número no determinado de Hunos, integraban un Suyo, cuyo
responsable era el Suyuyo Apo que era uno de los cuatro altos funcionarios que,
dependiendo directamente del Inca, formaban el Tahuantinsuyo Camachic.

Todo el vasto territorio del Tahuantinsuyo estuvo cruzado por una vasta y compleja
red de caminos que integraban y unificaban al imperio. Desde el Cuzco partían cuatro
caminos que unían a la capital imperial con los cuatro suyos. Cada camino, a su vez, se
ramificaba en cuantas vías fuera necesario, para que no hubiera un solo lugar de
importancia que no estuviera unido al centro administrativo del país. Se estima que los
caminos incaicos tuvieron una extensión de más de doce mil kilómetros de longitud.
Cerremos el acápite haciendo mención a los chasquis, que eran los mensajeros de que
disponía el estado para el servicio de comunicaciones.

El trabajo era obligatorio. El ocio era un delito contra la comunidad que era
severamente sancionado. El trabajo de los ayllus era de tres tipos: el ayni, o trabajo de la
comunidad para su propio e inmediato beneficio; la minca o trabajo del ayllu en beneficio
de las tierras y rebaños del Inca y del Sol; y la mita, o trabajo de la comunidad en la
ejecución de las obras públicas.

Como en todos los imperios de la antigüedad clásica, el Tahuantinsuyo era un


estado eminentemente agrícola en el que el esfuerzo nacional estaba comprometido con la
recolección y abundancia de las cosechas. Lo primero que hay que resaltar, es que el
trabajo era un motivo de regocijo y alegría en el que el pueblo daba muestras de su
solidaridad colectiva y de su enraizado amor por la naturaleza, a la que siempre
reverenció con actitud mística religiosa. Nunca el trabajo fue rehuido por el hombre del
incario; antes bien, el trabajo era parte de su naturaleza moral al que acudía para realizarse
como miembro de la comunidad. El trabajo tenía connotaciones sociales, éticas y
religiosas que es necesario recalcar si queremos entender cabalmente la relación entre el
hombre, la sociedad y la naturaleza.
Los mejores agricultores que ha conocido la historia antigua de la humanidad han
sido los incas. Frente al reto de una tierra pobre y escasa, crearon magníficas obras de
ingeniería hidráulica que aún hoy son asombro de quienes las estudian. Donde no habían
tierras, las creaban mediante “andenes" o trabajos de irrigación que aumentaron
notablemente las áreas de cultivo. Donde faltaban las aguas, las llevaban mediante canales
o acueductos que aseguraban la periodicidad y la abundancia de las cosechas. Las sequías
fueron igualmente combatidas construyendo reservorios que almacenaban las aguas allí
donde eran indispensables. Los incas, asimilando las experiencias de los nazcas y
mochicas, conocieron con anterioridad a otras culturas del mundo, la necesidad de
fertilizar periódicamente la tierra, y con este objetivo aprovecharon el guano de las islas
Chincha y Lobos. Pusieron en práctica, además, la rotación de: cultivos y el descanso de
las tierras. En el Incanato, nadie pasaba hambre; y—al decir de los cronistas españoles—
las colcas, o depósitos imperiales. estaban abarrotados de todo aquello que es
indispensable para la vida humana. No faltaban ni alimentos ni vestidos ni otras cosas
igualmente necesarias, en previsión de sequías, inundaciones y demás desastres naturales.

Andenería Incaica.

LA ORGANIZACIÓN POLITICA

El Inca, o “Señor de las cuatro partes del Mundo”, era el gobernante supremo é
indiscutible del Imperio. El pueblo lo consideraba un ser semi-divino encargado por su
padre el Sol de realizar el bien entre los hombres. Su gobierno era teocrático y absoluto;
teocrático por estar basado en el principio de que el poder político del Inca era una
consecuencia lógica de su naturaleza semi-divina, y absoluto porque el Inca ejercía todas
las funciones del gobierno sin limitación ni responsabilidad alguna. Su voluntad y palabra
eran la ley suprema del imperio.

El incario fue una monarquía hereditaria en la que el derecho de sucesión


correspondía a uno de los hijos del Inca y de la Coya Imperial. Concientes de que el
futuro mandatario debía reunir las más altas virtudes morales, físicas e intelectuales, no
siempre designaron como príncipe heredero o Auqui, al hijo mayor, sino a aquel que por
sus condiciones personales garantizaba la prosperidad y grandeza futura del reino. No se
tiene noticia de que hubiera habido una ceremonia formal para la designación del príncipe
heredero. Lo que se puede sostener es que el Auqui ceñía su frente con la mascapaicha
amarilla y que desde ese instante acompañaba a su padre en el ejercicio de las funciones
del gobierno. Esta sabia institución del co-reinado era una escuela en la que el futuro
mandatario aprendía las complejas y arduas tareas que alguna vez asumiría como el Solo
Señor del Tahuantinsuyo.

Representación moderna de un Inca llevado en andas.

La coronación era una ceremonia político-religiosa en la que la nobleza, el


sacerdocio y el pueblo llano, "reconocían"—por decirlo de algún modo—la autoridad
divina del nuevo mandatario. Comenzaba con la salida del sol, instante dramático y
solemne en el que el Sumo Sacerdote o Huillac Umu, ofrendaba a los dioses el sacrificio
de objetos y víctimas propiciatorias—como figurillas de oro y plata, plumas exóticas,
tejidos finísimos y auquénidos—que trajeran la abundancia y prosperidad al nuevo
reinado. Entre invocaciones, cánticos y plegarias, la multitud reverente seguía los ritos del
sacrificio, que terminaban con la capacocha, o inmolación propiciatoria de niños de poca
edad y piel sin máculas. Al finalizar la capacocha, en medio de un silencio expectante, el
nuevo Inca se ceñía con sus propias manos, solemne y dominante, la mascapaicha roja,
símbolo inequívoco de su poder imperial.

En el ejercicio del poder, el Inca contaba con las instituciones jerarquizadas del
estado. En el más alto nivel estaba el Tahuantinsuyo Camachic, o consejo imperial que
era un cuerpo deliberante que asesoraba al Inca y que contribuía poderosamente en la
concepción de las leyes y en la formulación del plan de gobierno. El Tahuantinsuyo
Camachic lo integraban los gobernadores de los cuatro suyos y funcionarios de menor
rango especializados en tecnologías y asuntos regionales.

El imperio estaba dividido en cuatro suyos o regiones, cada una de las cuales
correspondía a uno de los cuatro puntos cardinales. Estas regiones eran el Chinchaysuyo
(Norte), el Antisuyo (Este), el Collasuyo (Sur) y el Contisuyo (Oeste). El Cuzco era una
ciudad sagrada para todos los habitantes del Tahuantinsuyo y estaba ubicada en el centro
de esta demarcación política. Cada suyo estaba gobernado por un Suyuyo Apo,
funcionario del más alto nivel que dependía del Inca y que era un especialista en los
asuntos generales de su región. El Suyuyo Apo tenía como responsabilidad primordial el
cumplir con la política de integración y unificación propugnada por el estado, respetando
hasta donde era factible las características regionales, y ejecutar el plan de gobierno
dispuesto por el Inca y el Tahuantinsuyo Camachic para la región sobre la que ejercía el
mando, El Suyuyo Apo era pues un funcionario ejecutivo que cumplía con la política del
estado; política que podemos definir como integracionista, centralista y promocional.

Los suyos se dividían a su vez en huamanis o provincias: sus límites correspondían


a los señoríos o reinos anexados. Cada huamani estaba regido por un Cápac-Apo que, en
cumplimiento de una función militar y política, era el encargado de preservar el orden
interno de las poblaciones a su mando. Residía por lo general en una fortaleza al mando
de tropas.

Los Tucuyricoc eran los funcionarios encargados de supervisar el cumplimiento de


las leyes. Eran autónomos en el ejercicio de sus múltiples obligaciones, entre lasque hay
que mencionar el cobro de los impuestos, la administración de justicia y la fiscalización
del plan de gobierno; de todo lo cual daban cuenta pormenorizada al Inca, que era el que
los nombraba y del que dependían. Es evidente que por la complejidad de sus funciones
debieron ser numerosos en cada uno de los suyos.

Los huamanis comprendían una cantidad no determinada de ayllus, que eran la base
celular sobre la que reposaba la estructura social y política del Incario. Cada ayllu estaba
gobernado por un curaca, que era el funcionario encargado de velar por el cumplimiento
de las leyes y de la política del estado y de resolver, en primera instancia, los problemas
de orden administrativo y judicial del ayllu. Una de sus obligaciones más importantes era
recolectar los tributos del propio ayllu para entregarlos a su vez al Tucuyricoc. Era ley del
estado que cada purec, o jefe de familia, entregara al curaca, una vez al año, tributos en
especies que se guardaban en colcas o depósitos estatales, hasta que los recolectaba el
Tucuyricoc.

No está demás añadir que todos los funcionarios del estado pertenecían a la
nobleza.

LA ORGANIZACION SOCIAL

El Incanato era una sociedad de clases a la cabeza de las cuales estaba el inca y la
familia imperial, seguido por la nobleza. En la base de esta estructura social estaban los
hatun-runas, o pueblo llano.
En un estado teocrático, en el que el Inca era un símbolo de la relación que
mantenían los hombres con la divinidad, nada más natural que la realeza estuviera en la
cúspide de una estructura social clasista, que tenía su origen precisamente en el mito de
Manco Cápac y Mama Ocllo. Los mitos—como sabemos—son la memoria colectiva de
los pueblos antiguos, en la que los hechos reales ocurridos en un pasado remoto, se
confunden a lo largo del tiempo con lo mágico y lo poético. Las fuerzas sociales y
políticas generadas por el mito del Lago Titicaca, habían dado lugar a una sociedad de
clases en la que la nobleza guerrera y el sacerdocio ejercían el poder.

Ateniéndonos a las versiones recogidas por los cronistas españoles, sobre el Inca y
la familia imperial, podemos afirmar que eran considerados como encarnaciones vivas de
los dioses, hacia los cuales el pueblo guardaba una actitud reverente y afectuosa. El Inca y
la familia imperial vivían aislados de la multitud, en palacios finamente edificados, y en
medio de una magnificencia y esplendor verdaderamente divinos. Cubiertos por las
mejores joyas de oro y piedras preciosas, que fabricaban los orfebres chimú, y por los
vestidos de vicuña más hermosos que podían tejer y bordar las vírgenes del sol, tenían a
su servicio ocho mil personas dedicadas exclusivamente a satisfacer las necesidades
terrenas de los augustos mandatarios. Cuando salían de palacio, lo hacían en literas de oro
macizo, cubiertas con doseles de los que brotaban plumas multicolores de pájaros
exóticos. La litera imperial era conducida por privilegio especial por indios lucanas, e iba
precedida por el Ulancha que era una especie de pendón fabricado con tejidos de lana y
algodón y bordados con signos ideográficos, y por el Sunturpaucar, que era otro símbolo
real, que consistía en una especie de gran penacho del que surgían plumas y flores
multicolores. Detrás de la litera, marchaban los portadores de las armas personales del
soberano. Resguardándolo, lo acompañaban tropas especiales cubiertas con patenas y
tocados de oro y plata, que causaron el asombro y el desconcierto de los conquistadores
españoles.

Como en toda sociedad jerarquizada, el Inca disponía de insignias que lo


identificaban con su alta investidura. Estas eran: el llauto, o cinta de lana de vicuña
engarzada con piedras preciosas que le ceñía la cabeza a la altura de la frente; la
mascapaicha, o pequeña borla de lana roja, entretejida con hilos de oro, que,
sosteniéndose en el llauto, le pendía sobre la frente; dos plumas de Coraquenque, ave
exótica del Antisuyo, el topayauri, o cetro de oro, y el champi o porra fabricada toda en
oro.

A la muerte del soberano, su cuerpo era embalsamado de acuerdo a ritos esotéricos


practicados sólo por el Sumo Sacerdote. Durante las exequias, la momia o mallqui,
sentada en el mismo trono de oro desde el que había gobernado el imperio, recibía el
homenaje conmovido de todas las naciones que habían estado bajo su patrocinio. Luego
era entregada al cuidado permanente de su paraca para recibir los mismos honores y
servicios que le tributaran en vida. La panaca era una institución típicamente incásica,
instaurada durante la vigencia histórica del antiguo reino del Cuzco, que tenía por objeto
preservar la memoria del inca fallecido y tributarle los homenajes que correspondían a su
real investidura. La panaca estaba integrada por todos los parientes consanguíneos de la
mallqui y de sus sucesores a lo largo de todas las generaciones; llegaron a ser doce; y
algunas fueron tan numerosas, que, a pesar de la persecución implacable a que fue some-
tida la nobleza imperial por los españoles, todavía existían miembros de las panacas reales
en el Cuzco del siglo diecisiete.

El cuidado de la “mallqui" y la preservación de sus hechos históricos, era la razón


de ser de la panaca, que para el cumplimiento de sus fines disponía del patrimonio del
inca fallecido (palacios, casas de recreo, joyas…etc.) y que era de uso exclusivo de esta
cofradía gentilicia. Existe evidencia histórica de que en el siglo dieciséis, la ciudad del
Cuzco estaba parcialmente rodeada por tierras de cultivo que sostenían exclusivamente a
ciertas panacas reales. Los gastos que demandaba el sostenimiento de las panacas era
sufragado por el estado, interesado en la formación de cofradías nobiliarias que
perpetuaran su propia historia y en el fortalecimiento de élites de las que surgían los más
altos funcionarios administrativos, militares, amautas y sacerdotes del imperio.

Para terminar esta parte, digamos que los “mallquis” acompañadas de sus
respectivas panacas, concurrían a todas las ceremonias políticas y religiosas que se
celebraban en la capital imperial; y que—en estas ocasiones—recibían el homenaje
agradecido y emocionado de un pueblo que las consideraba "vivas".

En una posición inferior al Inca y a la familia imperial, estaba la nobleza que podía
ser de sangre o de privilegio. La nobleza de sangre estaba integrada por los miembros de
las panacas reales y, en situación ligeramente inferior, por los descendientes de los ayllus
quechuas que, bajo la conducción de Manco Cápac y Mama Ocllo, fundaron el antiguo
señorío del Cuzco. Los miembros de esta nobleza estaban exentos del pago de tributos,
podían viajar en litera (lo que en el antiguo Perú parece haber sido un privilegio), vestir
tejidos muy finos, ejercer la poligamia señorial y deformarse las orejas. Mas no se piense
que formaban una corte disoluta y sensual. Nada más ajeno al carácter austero y sobrio
del hombre incásico. Los integrantes de la nobleza eran educados para servir de ejemplo
al pueblo en el cumplimiento de la responsabilidad social. Cómo ya se ha dicho al hablar
de las panacas, de su seno salían los más destacados funcionarios, amautas, sacerdotes y
militares con que contaba el estado.

Como información adicional, anotemos que en cumplimiento de una tradición


nobiliaria se deformaban intencionalmente las orejas para diferenciarse de la nobleza de
privilegio y del pueblo. Esta es la razón por la que llevaban las orejas largas y por la que
los españoles los llamaban “orejones”.

Los nobles fueran de sangre o de privilegio, eran educados en el Yachayhuasi


durante cuatro años bajo la orientación de los mas severos y preparados amautas, en todos
aquellos conocimientos tan admirablemente desarrollados por las antiguas culturas del
país. Al término de su educación, los jóvenes nobles celebraban el Huarachico,
ceremonia cívico-religiosa, rigurosa y formal, al término de la cual eran declarados aptos
para las funciones públicas y militares. El Huarachico era un rito de iniciación viril que
duraba un mes y en el que después de ayunos, competencias atléticas, prácticas religiosas,
muestras de estoicismo y fortaleza y sacrificios propiciatorios a los dioses, se les cortaba
el pelo y se les consentía el uso de las “huaras". que eran una especie de pañetes viriles.
Hay que hacer notar que el uso del pelo corto era un privilegio exclusivo de la nobleza.

La nobleza de privilegio era a su vez de dos clases: la advenediza constituida por


los reyes y curacas de las provincias conquistadas, y la recompensada formada por plebe-
yos ennoblecidos por actos de servicio. Los derechos y obligaciones de esta nobleza de
privilegio eran semejantes a los de la nobleza de sangre.

En la base de la estructura social, estaba el pueblo llano dividido en tres grandes


sectores:

a) Los mitimaes, b) los yanaconas, y c) los Hatun runas.

Los mitimaes eran quechuas no descendientes de los ayllus fundadores del señorío
del Cuzco, que, por disposición del Inca, eran trasladados a las provincias conquistadas
con la finalidad de enseñar el idioma y la cultura quechua, y propender—por ese modo—
a la pacificación e integración del país. A cambio de ello, los mitimaes gozaban de
exoneraciones tributarias y de ciertos privilegios en la distribución de las tierras y la
repartición de las cosechas. Después de cierto tiempo podían volver a su pacarina, o lugar
de origen. Los mitimaes dependían de los Tucuyricoc.

Los yanaconas eran personas desarraigadas de sus ayllus y destinadas de por vida al
servicio del Inca, de la iglesia y de algunos miembros de la nobleza. Estaban exentos del
pago del impuesto y de los trabajos comunales.

Los Hatun-Runas era la gente común que poblaba las ciudades, aldeas y campos
del Tahuantinsuyo. Campesinos, pescadores artesanos y soldados que con su trabajo
paciente y abnegado forjaban la riqueza del estado, bajo la dirección responsable de la
nobleza. El estado era una gigantesca organización de comunidades campesinas, a las que
pertenecían todos los pobladores del país. En el antiguo Perú, el hombre era parte
integrante y fundamental del ayllu, o comunidad en la que había nacido, y en la que
transcurría su vida de trabajo hasta que moría. A cambio de este deber comunitario y del
servicio militar, el ayllu y el estado le proporcionaban una educación llana y elemental y
los servicios sociales propios de un sistema comunitario. El hombre no se sentía solo ni
desamparado.

POLITICA DE INTEGRACION Y UNIDAD IMPERIAL

Desde que la concibiera el Inca Pachacútec, la unidad e integración del país fue una
preocupación permanente y prioritaria de los gobernantes cuzqueños, que para lograrla
establecieron una política basada en el cumplimiento de cuatro objetivos. El primero era
conseguir el reconocimiento general, por todos los reinos y señoríos que formaban el
Tahuantinsuyo, de que había una sola autoridad, un Solo Señor, el Inca, del que
dependían todos los demás. En el cumplimiento de este objetivo, los Incas fueron su-
mamente hábiles pues no sólo se valieron del poderío incontrastable de su ejercito, sino
que a menudo recurrieron a la habilidad de sus diplomáticos para lograr anexiones sin
derramamiento de sangre. El segundo objetivo fue establecer la obligatoriedad del
runa-sima, o quechua, como lengua general del Imperio. Sabia política en un país
multinacional en el que se hablaban cuando menos cinco idiomas y un sinnúmero
impresionante de dialectos. Los idiomas que se hablaron fueron los siguientes: en la sierra
el quechua y el aimara; y en la costa el mochica, el yunga y el puquina. El tercer objetivo
fue imponer al Sol como deidad suprema del Imperio. Los Incas consintieron a tos dioses
regionales cuyos cultos no fueron prohibidos pero exigieron el reconocimiento del Sol
como deidad superior pues estimaban que sólo podía haber unidad nacional ahí donde
existía una cierta unidad de conciencias. El cuarto objetivo fue la obligatoriedad que tenía
todo habitante de integrar el ayllu del que era originario. Tan cierto era esto que podía
afirmarse que el imperio era la suma de los ayllus que poblaban el país. El ayllu era la
base celular de la estructura social. Agrupaba a todas las familias que teniendo un mismo
origen, trabajaban y vivían en comunidad bajo la autoridad de un solo curaca. Esta
medida tenía como fin ejercer un riguroso control demográfico y tributario y, sobre todo,
mantener el orden interno de poblaciones recién incorporadas al Tahuantinsuyo.

LA EDUCACION

La educación estaba reservada a la nobleza, que, por la estructura clasista del


estado, era la clase social que dirigía la actividad económica. La educación se impartía en
el Yachayhuasi, en el Cuzco, en el que obligatoriamente estudiaban durante cuatro años
todos los jóvenes nobles del imperio. El Yachayhuasi estaba bajo el magisterio de los
amautas y los haravicus. Los amauras eran los sabios más prominentes encargados de
transmitir sus conocimientos y experiencias ala futura clase dirigente del país. Contaban
con la ayuda de los haravicus, o poetas, que ponían las lecciones de los amautas en versos
de rima fácil que ayudaban a memorizarlas. Los Incas sólo alcanzaron a crear un sistema
ideográfico de comunicación, compuesto por 400 grafías o tocapos, dibujados
principalmente en uncus y keros, de los que se han descifrado algo más de treinta. Este
sistema de comunicación ideográfica carecía de sonidos, razón por la que la ayuda que
prestaban los haravicus era valiosa. El Yachayhuasi funcionó en lo que hoy es "la casa de
las sierpes" en el Cuzco.

Las acllas, o mujeres escogidas, recibían una educación especial en los acllahuasis
que existían en las principales ciudades del país. Las acllas eran vírgenes destinadas a los
servicios religiosos y a la confección de los más finos y delicados tejidos de los que se
proveían el Inca y la nobleza. Eran escogidas entre niñas de pequeña edad, que destacaran
por su belleza y por la limpieza de su piel. No todas provenían de la nobleza, pero sí
estaban obligadas a llevar vida monacal bajo el cuidado de las mamaconas. En ciertas
circunstancias, el Inca las dispensaba del voto de castidad y las entregaba como esposas
de los más altos dignatarios del imperio. El principal acllahuasi funcionó en lo que hoy es
el Monasterio de Santa Catalina en el Cuzco.

En una sociedad aristocrática como la incaica, la educación era un privilegio de la


nobleza. El pueblo no tenía escuelas. Los hijos de los hatun-runas aprendían a compor-
tarse como miembros de una sociedad solidaria, observando a sus padres y mayores. Era
una educación natural no impuesta ni regulada por el estado.

LOS CONCEPTOS RELIGIOSOS Y LA MORAL

Los habitantes del Tahuantinsuyo creían que Huiracocha había creado al mundo, al
hombre y a todo cuanto existe por un acto de generosidad. Su culto era anterior al
advenimiento de los Incas como nación y como estado; su origen hay que ubicarlo entre
las religiones tiahuanacoides, en las que Huiracocha—el dios supremo—era representado
con formas humanas. Siglos más tarde va a ser un dios incorporal, que estaba en todas
partes y en ninguna. Así lo veneraban los incas, que en su honor levantaron un templo
gigantesco en Cacha, en las cercanías del Cuzco.

El Sol, o Inti, era el dios tutelar de los primeros ayllus quechuas que se
posesionaron del valle del Cuzco y fundaron su propio Señorío. Los Incas creían que
Huiracocha era el creador del universo pero también tenían la convicción de que después
de la creación había sobrevenido un caos lleno de oscuridad y confusión, del que los
había sacado el Sol. Por eso lo honraban como a un dios ordenador al que le debían la luz,
el calor, las cosechas y la vida misma. A estas creencias hay que añadir el hecho de que
fuera su dios tutelar, razón por la que lo impusieron como deidad suprema en todas las
provincias del imperio. En su homenaje levantaron numerosos templos, siendo el
principal el Coricancha, actual templo de Santo Domingo en el Cuzco.

Otras deidades importantes fueron la Luna (Quilla), esposa del sol y madre de los
incas, el Rayo (Illapa), el Arco Iris (Cochi), y la propia tierra o pachamama o ma-
mapacha, a la que le tributaron reverente homenaje. Hábiles políticos, los incas toleraron
a los numerosos dioses regionales y locales vigentes en el imperio ala vez que imponían a
sus propios dioses, mitos y leyendas.

Los hombres del antiguo Perú tuvieron además una concepción del universo, que
vamos a exponer aún cuando sea en breves líneas. Para ellos el mundo no era infinito.
Estaba dividido en tres partes: uno superior o cielo al que llamaban Hanan Pacha, en el
que habitaban los dioses y al que llegaban las almas de los muertos, después de un largo y
fatigante viaje en el que habían sido asediadas por el Supay, o diablo para encontrar una
paz y quietud interminables; uno intermedio llamado Hurin Pacha, o tierra, en el que
moraban los seres sujetos a la inevitable ley de la muerte, como hombres, animales,
plantas y espíritus terrestres; y uno inferior, subterráneo, llamado Ucu Pacha que era el
mundo de los gérmenes, es decir el mundo de lo que debía nacer. Estos tres mundos se
comunicaban entre sí gracias al Inca y a las pacarinas. El Inca, en su condición
semi-divina de Hijo del Sol, era el intermediario entre el cielo y la tierra, y las pacarinas
eran las oquedades a través de las cuales surgían a la vida los gérmenes que yacían en el
mundo subterráneo. Pacarina podía ser cualquier cueva, lago, o manantial, que, teniendo
forma hueca, fuera el camino entre lo que debía nacer y lo que ya vivía.

Los Incas desarrollaron una tabla de valores que normaba rígida y obligatoriamente
la conducta moral de los habitantes del Tahuantinsuyo. Pueblo sobrio y austero, le
bastaban tres sentencias: Ama llulla, ama sua y ama quella, que significan no mientas, no
robes, no seas ocioso, para no desviarse en el cumplimiento de los deberes morales y
sociales que tenían con la comunidad y consigo mismo.

LAS ARTES Y LAS ARTESANIAS

LA ARQUITECTURA
Los Incas heredaron una tradición que en Cerro Paloma y en Cotosh había
levantado los más antiguos monumentos arquitectónicos de América. Consecuentes con
este imperativo de la cultura, la arquitectura fue el arte en el que más sobresalieron.
Utilizando principalmente la piedra, crearon grandes complejos arquitectónicos en los que
aún es posible admirar la limpia sencillez del trazo, el equilibrio de los volúmenes y la
pétrea solidez de las edificaciones. En toda la extensión del Tahuantinsuyo, dejaron
numerosas muestras de su habilidad constructora, pero para los fines de este ensayo
limitémonos a señalar los ejemplos más notables en arquitectura religiosa, militar y
urbana.

En arquitectura religiosa sobresalen los restos del Coricancha, templo levantado en


homenaje al dios Sol, sobre cuyos cimientos los españoles edificaron el templo de Santo
Domingo en el Cuzco. El Coricancha era un templo de colosales proporciones totalmente
cercado por una muralla de piedra, dentro de la cual estaban los afamados jardines del
Sol, en los que en tamaño natural estaban reproducidos en oro todas las plantas y
animales que existían en el imperio. En medio de los jardines se elevaba el templo pro-
piamente dicho, todo de cantería muy fina, y con habitaciones dedicadas al culto de los
dioses y a albergar al Sumo Sacerdote y a sus allegados. Las paredes del templo estaban
recubiertas con planchas de oro.

En arquitectura militar nada hay comparable a la fortaleza de Sacsahuaman.


Construida con la finalidad de defender al Cuzco, era todo un sistema de bastiones y
murallas escalonadas, encerradas sobre sí mismas, que daban acceso a un terraplén en el
que se levantaban tres torreones, hoy lamentablemente perdidos. Su construcción se inició
durante el gobierno del Inca Pachacútec, concluyéndola el Inca Huayna Cápac.

A pesar de la incuria y del tiempo, nada hay que nos conmueva mas que los restos
de Machupicchu. Enclavada en, el pico de una montaña y sobre abismos que dan vértigo,
Machupicchu es el máximo exponente de arquitectura urbana antigua que existe en el
mundo. Toda una ciudad con sus calles, plazas, albergues palacios, templos y depósitos,
conservada relativamente bien por haber permanecido ajena a la voracidad de los
depredadores. Los españoles jamás tuvieron noticia de su existencia y durante casi cua-
trocientos años permaneció olvidada en medio de una naturaleza tropical incomparable.
En 1911 la descubrió el norteamericano Hiram Bingham.
Machu Picchu, una de las 7 maravillas del mundo.

Vista aérea de la fortaleza de Sacsahuaman. Cuzco.

LA TEXTILERIA
El carácter estrictamente clasista de la sociedad incaica, establecía diferencias
sustanciales en el uso y calidad del vestido. El hatun-runa vestía trajes simples y burdos,
confeccionados con un tejido llamado de abasca, hecho de lana de llama y alpaca. El Inca
y la nobleza vestían trajes confeccionados con el tejido llamado de cumbi, en exclusiva
lana de vicuña, en el que los elementos decorativos y el color realzaban la fineza y
suavidad del tejido. También practicaron el arte de la plumaria. A pesar de las diferencias
clasistas en el vestido, cabe señalar que los habitantes del Tahuantinsuyo fueron los
mejores vestidos del Nuevo Mundo, ya que no sólo hicieron uso del algodón sino que
fueron los únicos que domesticaron y aprovecharon la lana de los auquénidos.

Telar prehispánico y uncu de lana y algodón adornado con tocapus.

LA PINTURA
Por las informaciones que recogieron los cronistas españoles, sabemos que los Incas
propugnaron el desarrollo de un arte pictórico al servicio de los intereses del estado; y que
en el Puquin Cancha, situado en las cercanías del Cuzco, guardaban unos tablones
pintados con los sucesos históricos más importantes del imperio. Estos tablones
lamentablemente se han perdido, como tantas otras cosas de valor que produjeron los
incas, y mal haríamos en enjuiciar aquello sobre lo que no hay información objetiva. El
Padre José de Acosta que los vio dice que eran "toscos". Nos quedan, sin embargo, las
pictografías a color con que decoraban sus hermosos keros. Los keros eran vasos
ceremoniales, labrados en madera, y pintados con escenas agrícolas, militares y
cortesanas, en las que los personajes parecen estar bajo la protección del sol y de la luna.
En estos dibujos hay que destacar el contraste y la belleza del color; no así el trato dado al
dibujo lineal en el que hay falta de perspectiva v movimiento.

LA CERAMICA
La cerámica cuzqueña se caracterizó por la sobriedad y austeridad con que trató el
color y los elementos decorativos. Simples trazos geométricos pintados en negro, naranja,
rojo y blanco bastan a esta cultura para crear espacios llenos de belleza y armonía. No
obstante existen piezas en las que los motivos son escenas de la vida campestre, pájaros,
plantas e insectos. Una creación original de la cerámica cuzqueña es el aríbalo, enorme
cántaro de forma cónica que servía para transportar y almacenar líquidos. Esta cerámica si
bien no superó los valores cromáticos a los que llegaron los nazcas ni el sentido plástico y
escultórico que distinguió a los mochicas, tuvo en cambio una difusión pan-andina que
perduró hasta fines del siglo dieciséis.

Aríbalo y kero incaicos.

LA MUSICA
A lo largo de milenios, en el antiguo Perú se desarrolló un arte musical que aún
llega hasta nosotros, cierto que deformado por la influencia hispánica, para suscitar
nuestra admiración. La música precolombina fue pentafónica, es decir de cinco notas: re,
fa, sol, la y do, pero suficientes para crear una música lírica llena de intimidad y ternura,
que expresaba a cabalidad los sentimientos del individuo, y una música guerrera, vibrante
y clamorosa, que por lo general trasuntaba el regocijo y alegría popular por las victorias
del ejército imperial. Los Incas descubrieron y perfeccionaron instrumentos musicales de
viento y percusión, pero no de cuerda. Entre los instrumentos de viento cabe mencionar
las flautas, quenas y antaras, y entre los de percusión una gran variedad de tambores.

LA DANZA
Pueblo esencialmente colectivista no conoció la danza como expresión de un
sentimiento individual. Todos sus bailes fueron una manifestación del espíritu
comunitario, tras el que se congregaba el ayllu para expresar su regocijo o su tristeza.
Estas danzas corales —ya que se bailaban cantando— tenían un raigambre
mágico-religioso, que aun perdura en el folklore de estos días. Estas danzas eran
guerreras, pastoriles, agrícolas, religiosas y de regocijo o populares.

LA POESIA
El sentimiento amoroso dio lugar a una poesía lírica de la que hay testimonios en
las crónicas y en las investigaciones etnológicas. No cabe tampoco duda de que existió
una vigorosa poesía pastoril y campesina. Sin embargo, la más importante fue la épica en
la que el pueblo quechua trató de exaltar y conservar el recuerdo de su mitología y de los
grandes hechos colectivos. Existió también la poesía dramática, de la que sería su mejor
prueba el famoso Ollantay.
MACHU PICCHU

(por Federico Kauffamann Doig)

Vista general de Machu Picchu.

En una elevada montaña poblada de exuberante flora amazónica se asienta la ciudad de


Machu Picchu, joya de la arquitectura del Perú ancestral. El paisaje grandioso que la rodea
realza la belleza de sus templos, adoratorios, recintos, patios y de sus infinitas escalinatas que
conectan los diferentes planos sobre los que se levantan las construcciones.
Todo Machu Picchu es una exaltación a la piedra. En uno de sus sectores se aprecia una
afloración rocosa que representa algo así como un monumento a los peñascos. Luego de tallar la
superficie, los cortes de los sillares eran pulidos y unidos tan apretadamente, que ciertamente es
precisa la exclamación que señala que no es posible introducir entre sus junturas ni una hoja de
afeitar.
Estas técnicas de construcción, conjuntamente con los criterios empleados en la forma y
distribución espacial de los elementos arquitectónicos, permiten inferir, sin lugar a
cuestionamientos, que Machu Picchu fue obra de tiempos del florecimiento del Incario, levantada
durante la segunda mitad del siglo XVI.
Durante 500 años la ciudad de Machu Picchu estuvo abandonada y relegada al olvido casi
total hasta que Hiram Bingham la holló, el 24 de Junio de 1911, y difundió en el mundo la
existencia de esta preciada reliquia de la remota civilización peruana.
Desde su descubrimiento, Machu Picchu debutó como un hasta ahora insondable enigma,
por más que se tiene algunas referencias, como las anotadas por Miguel Glave y María Isabel
Remy, que identificaron en un documento temprano una mención a Picho y que consideran se
refiere a las ruinas que nos ocupan; sitio éste que de acuerdo a los investigadores citados
pertenecían a predios pertenecientes al soberano Pachacuti.
Las ruinas se desplazan entre los picachos "Huayna Picchu" (o "cima joven") y "Machu
Picchu (o "cima vieja"). Con propiedad, la traducción de Machu Picchu corresponde así a
"cumbre mayor". Pero el nombre original del sitio no debió ser uno genérico como picchu, sino
alguno en particular que cayó en el olvido con los siglos. Luis E. Valcárcel opinaba que Machu
Picchu podría ser el legendario Vitcos citado como Picchu por el cronista Ocampo Conejeros.

1. El descubrimiento

Hiram Bingham tenía como objetivo ubicar Vilcabamba, la legendaria capital de los
descendientes de los gobernantes incas, que ofrecieron resistencia a los invasores españoles
desde 1536 hasta 1572. Al transitar Bingham por el Cañón del Urubamba, comenta que en el
desolado sitio de Mandarobamba el campesino Melchor Arteaga le informó sobre la presencia de
ruinas de importancia en lo alto de los cerros, al pie de Machu Picchu. Bingham instó a Arteaga a
que lo guiara al lugar y lo consiguió a cambio de una recompensa. Luego de ascender por una
empinada ladera cubierta por tupida vegetación, tropezó con niños de las dos familias de
pastores que residían junto a las ruinas, quienes lo condujeron hasta el sitio, donde se ocultaban
las construcciones detrás del manto verde del monte tropical. Mientras las inspeccionaba atónito,
Bingham anotaba en su diario "Would anyone believe what I have found...?)" (¿Podrán creerme
lo que aquí he encontrado...?).
Más de 30 años antes sin embargo, en 1875, el ilustrado viajero Charles Wiener tuvo
noticias de Machu Picchu, que trató de alcanzar infructuosamente. También en el Cuzco
circulaban rumores sobre la existencia de una "ciudad perdida" situada en el cerro de Machu
Picchu, que llegaron a oídos de Bingham. Incluso habría sido visitada por Agustín Lizárraga y
otros campesinos lugareños.
Con todo, es indiscutible que Bingham fue el primero en visitar Machu Picchu premunido
de interés científico, y que nadie podrá regatearle el haber sido él quien hizo mundialmente
célebre el monumento arqueológico más preciado del Perú.
Sus excavaciones, no muy ortodoxas, en diversos lugares de Machu Picchu, le permitieron
reunir 555 cerámicos, cerca de 220 objetos de bronce, cobre y plata, y otros de piedra. Los
cerámicos rescatados en Machu Picchu constituyen ejemplos artísticos primorosos. Lo mismo
debe decirse de los objetos de metal: brazaletes, tupus, orejeras, cuchillos, hachas. Por el
material arqueológico identificado por Bingham en Machu Picchu, se desprende elocuentemente
que las ruinas se remontan al Incario; además de quedar esto atestiguado por las características
de su arquitectura, similares a las construcciones del Cuzco. De esta manera, se deduce que
Machu Picchu fue levantado a fines del siglo XV o sea en tiempos del Incario Histórico. Acaso
parte de las construcciones sean posteriores, tal vez hasta de data colonial temprana.
De las 135 osamentas halladas, 109 resultaron ser de mujeres y sólo 22 de varones (4 de
niños). Esta constatación llevó a conjurar que los pobladores de Machu Picchu fueron sobre todo
mujeres, acaso Acllas o escogidas dedicadas al culto.

Plano de Machu Picchu


2. Arquitectura

Las ruinas de Machu Picchu están situadas a 2400 m de altitud. A lo largo, se extienden
por 800 m. Comprenden dos grandes sectores: la Zona Agraria y la Zona Urbana.
Terrazas de cultivo o andenes forman la Zona Agraria. Estos están constituidos por
grandes y pequeños escalones, emplazados en las laderas de los cerros. Hay terrazas muy
pequeñas que acaso no tuvieron función agrícola, y otras que sólo son plataformas sobre las que
se levantan construcciones. Las terrazas agrícolas alcanzan hasta más de 4 m de alto. Piedras
embutidas en los muros permitían escalar las plataformas de un nivel a otro.
La Zona Urbana está formada por dos grandes conjuntos arquitectónicos, con sus calles,
graderías que totalizan 3 000 peldaños, un sistema sofisticado de canales proveedores de agua,
plazuelas, vestíbulos y construcciones mayores y menores. Los dos conjuntos arquitectónicos de
la Zona Urbana, se levantan en dirección este y oeste, respectivamente, de la Plaza Central de
Machu Picchu.
Las construcciones de Machu Picchu son básicamente de planta rectangular y de un piso.
Recintos levantados con sólo tres paredes son frecuentes. Se les denomina masmas o
huayranas. Las portadas y ventanas son trapezoidales, al típico estilo Inca. También lo son las
hornacinas, donde eran emplazados ídolos u otros objetos. El techo, construido de troncos que
se cubrían con paja (ichu), era de una y de dos caídas, según el tipo estructural. Clavos líticos
dispuestos estratégicamente permitían sujetarlo con firmeza a la construcción. Los bloques eran
partidos utilizando técnicas típicas a la arquitectura inca. Las piedras eran pulidas por abrasión,
probablemente utilizando arena humedecida.
Los muros muestran un grado desigual de acabado. No sólo un edificio difiere del otro en
cuanto a su factura, hasta en un mismo muro son visibles diferencias técnicas y grados de
perfección. Es preciso remarcar que algunas paredes fueron enlucidas con barro.
Un verdadero alarde de perfeccionismo presenta la pared central del Templo Principal.
Aquí se aprecia cómo las piedras primorosamente cortadas y pulidas, encajan unas con otras, a
modo del más complicado y sutil rompecabezas.
Las rocas y grutas rocosas eran esculpidas con formas de contenido mágico. En algunos
casos, estas esculturas en la roca terminan por constituir parte de una obra arquitectónica; tal es
el caso de El Torreón.
Machu Picchu aparece rodeada de precipicios y murallas que hacen difícil su acceso, y
convierten el monumento en "ciudad fortificada". Manuel Chávez Ballón encuentra que su
planificación es similar al Cuzco. Para Fernando Cabieses, en Machu Picchu se expresa la
concepción inca de los tres "mundos", con altares dedicados específicamente a los ámbitos de
hanan (arriba), hurin (abajo) y cay (de "acá"). Por su parte, Víctor Angles advierte que su plano
pareciera evocar la figura de un ave con las alas extendidas.

Ventanas trapezoidales de Machu Picchu.

3. ¿Qué fue Machu Picchu?


Hiram Bingham estimó, por el suntuoso edificio dotado de tres amplias ventanas, que
Machu Picchu podía ser la cuna mítica de elite Inca o Tamputoco. Pero, posteriormente, sostuvo
que más bien podría corresponder a Vilcabamba (La Vieja o La Grande), donde moró Manco Inca
y su dinastía (1536-1572) luego de su intento de expulsar a los invasores españoles.
Para Luis E. Valcárcel, Machu Picchu pudo ser Vitcos, la legendaria fortaleza que
custodiaba Vilcabamba, atendiendo al parecido que presentan los vocablos "Picchu" y "Vitcos" o
"Pitcos". Luis Miguel Glave y María Isabel Remy sostienen que Machu Picchu fue Picho,
asentamiento mencionado en un antiguo documento que se conserva en el Archivo Históricó del
Cuzco. En este caso, Machu Picchu habría correspondido según los autores citados a los predios
del soberano Pachacuti.
Por las muchas tumbas de mujeres halladas en el área de Machu Picchu, Bingham estimó
que los últimos ocupantes fueron acllas o doncellas escogidas, que se ocultaron en este apartado
lugar para perpetuar los ritos incaicos, luego que huyeron del Cuzco al presentarse los
españoles.
El hecho que Machu Picchu se levante en la comarca cordillerano-selvática, ha dado
pábulo a otra hipótesis. De acuerdo a ella fue puesto de avanzada de los incas en sus
proyecciones a la región de la Amazonía fronteriza al Cuzco. Las pictografias en los queros
vasos de madera con escenas policromadas de los siglos XVI y XVII repiten el tema de
enfrentamientos entre tropas incaicas y combatientes selvático o chunchos.
Precisamente la condición de lugar sagrado del Cuzco, pudo llevar a que su existencia
fuera mantenida en secreto. Los cambios políticos y espirituales que sobrevinieron a la Conquista
española, acaso expliquen las razones por las cuales Machu Picchu terminó por despoblarse,
probablemente a medida que la generación de sobrevivientes del Incario iba extinguiéndose.
Machu Picchu, al igual que otros núcleos arquitectónicos de la zona tales como Huiñay
Huayna, Sayacmarca y Phuyupatamarca, están dotados de espacios aterrazados destinados al
cultivo. Estos sirvieron fundamentalmente para producir alimento. Aunque también para sembríos
de coca y es probable, como ha sido propuesto, que allí se experimentaran asimismo técnicas de
aclimatación de cultígenos.
¿Pero qué pudo motivar a que cordilleranos se desplazaran hasta Machu Picchu, en zonas
de los Andes Amazónicos caracterizadas por una escarpada topografía cubierta por exuberantes
selvas de bosque de neblina?. Especialmente si estas áreas no son propicias para ejercitar una
agricultura intensiva, como si las de la región cordillerana como costeña.
Consideramos que la causa de la proyección cordillerana de los Andes Amazónicos
durante el Incario, fue promovida por la búsqueda de ampliar la frontera agraria, a fin de lograr el
sustento que requería la población en creciente aumento demográfico y que es algo que se
presenta como corolario en las antiguas sociedades agrícolas debido a la bondad que ofrece el
agro en materia de alimentación.
En el presente caso la penetración fue a la región de Vilcabamba, inmediata al Cuzco; al
igual como en tiempos anteriores andinos ocuparon zonas de los Andes Amazónicos norteños
donde, adaptándose al nuevo ambiente, forjaron la cultura conocida como Chachapoyas con sus
majestuosas expresiones arquitectónicas representadas por Cuélap y Pajatén.
Este planteamiento se sustenta en el hecho que el territorio del Perú cordillerano tanto
como costeño, es en extremo limitado en suelos aptos para el cultivo. Consideramos que de otro
modo no habría aflorado un sistema de gobierno tan complejo, ni se hubieran construido los
colosales testimonios de actividad agraria, representados por obras hidráulicas en la Costa y por
andenes que cubren las empinadas laderas serranas; como que tampoco habrían sido
descubiertas estrategias tales como el abonar con guano o el excavar hoyas en el desierto hasta
alcanzar las capas humedecidas por aguas subterráneas. Hasta la religión misma estaba
orientada básicamente a la pluviomagia o culto al agua, a fin de exorcizar catástrofes naturales
que se expresan en prolongadas sequías o en excesos pluviales que por igual derivan en
avalanchas destructoras de las sementeras. Por lo expuesto, Machu Picchu pudo haber tenido
por función primordial la administración de la producción agraria al igual que otros ejes de la
producción agraria del antiguo Perú, naturalmente fungiendo también como santuario de ritos
propiciatorios especialmente del agua o pluviomágicos.
Aunque haya quienes estimen que el cultivo en las andenerías de Machu Picchu no habría
producido más que escasos frutos, acaso la meta impuesta si fue el lograr excedentes, para ser
acarreados a zonas cordilleranas y destinados. Esta posibilidad está de acuerdo con la política
de distribución de los productos del sustento, practicada en el Incario, y en esta discusión debe
tomarse en cuenta que existen evidencias de andenería también en los alrededores de Machu
Picchu.
Diversos sectores de la “zona urbana” de Machu Picchu.

4. El intihuatana de Machu Picchu

En el centro del sector de Machu Picchu llamado Intihuatana, se yergue un bloque


granítico irregular que precisamente recibe este nombre. Está tallado en la misma roca madre en
que fue esculpido su pedestal, que se desplaza por un perímetro de 8,60 metros. Esta piedra
prismática y alargada que sobresale en medio de otros elementos pétreos que la rodean,
conformaba el adoratorio de mayor jerarquía de Machu Picchu.
La palabra intihuatana se traduce como "amarrar al Sol" o lugar donde "el Sol es sujetado".
Atendiendo a la presencia del vocablo inti = sol en su etimología y a la forma que adopta el
referido elemento pétreo, se ha supuesto que los intihuatanas constituían un elemento
astronómico relacionado con la medición del tiempo de acuerdo a las sombras que se proyectan
al iluminarlo el Sol. A esta suposición se suman otras, tal como la hipótesis que propone Johan
Reinhard en el sentido de haber sido mágico eje visual que apunta a las montañas sagradas o
apus, en contextos de ritos de fertilidad.
El vocablo intihuatana no figura, empero, en los vocabularios antiguos de la lengua
quechua. Por lo mismo podría concluirse que fue voz gestada sólo en el siglo pasado, para
calificar elementos líticos como el referido. Con todo, el vocablo intihuatana debe traer origen
prehispánico. Esto parece comprobarlo un mito sin duda de data ancestral, que sigue siendo
repetido hasta hoy desde el Apurímac hasta el Callejón de Huaylas y el que es precisamente
conocido como el relato del intihuanata.
El mito refiere en síntesis que en remotos tiempos los antepasados tenían la facultad de
"amarrar" al Sol (intihuatana), y que esto lo practicaban debido a que les era necesario prolongar
el día para permitirles labrar los campos durante más horas y asegurar de este modo una
producción satisfactoria de los alimentos.
El relato alude elocuentemente a la lucha que enfrentó el andino para subsistir, en un
territorio preponderantemente árido y azotado de continuo por catástrofes de origen atmosférico.
Por lo expuesto, el típico cariz prehispánico del argumento permite inferir que el vocablo
intihuatana trae raíces ancestrales, y abre de esta manera la posibilidad que las misteriosas
piedras conocidas con este nombre, como la de Machu Picchu, no sean necesariamente "relojes"
solares sino altares vinculados al mito expuesto.
Acaso los intihuatanas pudieron constituir al mismo tiempo adoratorios en los que el Sol
era simbólicamente "sujetado" para que alumbrase por siempre, por el temor que existía de que
un día dejaría de brillar y que a consecuencia la humanidad habría de sucumbir. Esta creencia,
documentada en fuentes etnohistóricas, causaba permanente espanto debido a que los mitos
recordaban que un cataclismo de esta naturaleza ya se había producido en el pasado remoto.
El terror ante el desastre que conduciría a la extinción de la humanidad pregonado por el
relato mítico, se acentuaba particularmente durante los eclipses solares. Para exorcizar este
fantasma, se recurría a prácticas mágico-religiosas en las que la gente se juntaba para unida
implorar a gritos para que el Sol no se ausentara definitivamente. En tales ocasiones debían
participar también perros y llamas, que eran azotados para que con sus gemidos redoblaran los
lamentos expresados por el hombre.

Intihuatana de Machu Picchu


EPILOGO

Al concluir estas páginas, nos parece indispensable reiterar algunos conceptos que
como ideas medulares han guiado la redacción de este trabajo.

Primero: La cultura desarrollada por los diversos pueblos y naciones que —desde
época inmemorial hasta 1,533— han poblado lo que hoy es el territorio del Perú, es el re-
sultado de la creatividad milenaria del hombre peruano.

Segundo: Esta labor tiene el mérito relevante de haberse efectuado sin contacto con
el mundo exterior. Consideramos como altamente improbable la posibilidad de que cen-
tros exógenos hayan determinado la evolución de esta cultura. Reiteramos nuestro criterio
de que el Perú es uno de los pocos centros originarios de alta cultura que existen en el
mundo.

Tercero: Todas las sociedades andinas pre-hispánicas han contribuido a crear esta
cultura sin distingos ni exclusión alguna.

Cuarto: Algunos de los elementos desarrollados por las culturas pre-incaicas deben
ser resaltados por la importancia que han tenido en el desenvolvimiento cultural no sólo
del Perú sino de toda la América del Sur. Estos elementos son los siguientes:

a) Hace diez mil años, los cazadores y recolectores primitivos que recorrían nuestra
geografía, descubrieron a orillas del río Santa la agricultura, iniciando un proceso de
hallazgos tecnológicos que les permitiría arribar siglos mas tarde al estado de la alta
cultura. Uno de estos hallazgos es el descubrimiento y generalización del uso de la papa,
que sin lugar a dudas es uno de los grandes aportes del Perú a la cultura mundial.

b) Los horticultores incipientes que merodeaban por Jayhuamachay, en Ayacucho,


hace siete mil años incorporaron a su bagaje cultural una tecnología pecuaria al do-
mesticar auquénidos y aprovechar sus lanas y carnes.

c) En Cerro Paloma, hace 6,300 años, semi-nómades que aprendían a ser


sedentarios, construyeron el más antiguo monumento arquitectónico de América. Siglos
después —hechos ya sedentarios— edificarían Kahuachi, la ciudad mas antigua del
continente.

d) En Cotosh, hace 4,220 años, hombres provenientes. de nuestras selvas


amazónicas, levantaron el mas antiguo templo del mundo nuevo. Cotosh es además una
prueba tangible, en época tan remota, de las inquietudes religiosas y artísticas de un
pueblo empeñado en eternizar sus mitos y sus dioses.

e) La cultura Paracas puede recabar el mérito de haber urdido uno de los más
delicados y hermosos textiles que haya concebido el hombre.

f) Nuestra cerámica tuvo un desarrollo tardío, pero en el siglo cuarto de nuestra era
los artífices nazcas eran los mejores pintores ceramistas pre-hispánicos. Por esos años, los
mochicas —como antes Vicús y Recuay— hacían de la cerámica un pretexto para
modelar esculturas del más hermoso y puro realismo. Y, por último,
g) Las joyas en oro, plata y piedras preciosas confeccionadas por los orfebres
chimú, demuestran una habilidad artística y una tecnología sin parangón en la América
precolombina. Y

Quinto: Hay culturas sincréticas que universalizan conceptos y valores de distinta


procedencia, amalgamándolos en un fondo común de comportamientos colectivos. Este es
el caso de la cultura incaica que integró y unificó todos los procesos culturales realizados
por los hombres del antiguo Perú. Los incas hicieron suyos la vigorosa herencia
arquitectónica de Chavín, el refinado sentido artístico de Paracas, Nazca y Chimú; la
asombrosa tecnología hidráulica de Nazca, Wari y Moche, los conceptos religiosos de
Tiahuanaco y los avances agro-pecuarios y camineros implementados por los wari. Pero
los incas hicieron algo más por lo que siempre serán recordados en la historia. Los incas
institucionalizaron cambios inspirados en principios de equidad y justicia social, que
dieron lugar a una sociedad en la que a nadie le faltaba lo indispensable para vivir. Los
cronistas españoles anotan que no había mendigos ni gente ociosa y que nadie pasaba
hambre. Los conceptos de seguridad social y bienestar colectivo propugnados por los
incas, no tienen equivalente en la historia de las culturas antiguas. Tan cierto es esto que
visionarios como Campanella, Moro, Bacon y Montaigne vieron en el Tahuantinsuyo la
imagen de una sociedad casi perfecta.
BIBLIOGRAFIA
BUSE, Hermann, “Perú, 10,000 años…”; Talleres Gráficos P. L. Villanueva S.A., Lima, 1962.
BUSTO DUTHURBURU, José Antonio del, “Perú Pre-Incaico”; Librería Studium, Lima, 1980.
“Perú Incaico”; Librería Studium, Lima, 1981. ENGEL, Federico, “Paracas, cien siglos de cultura
peruana”; Ed. Juan Mejía Baca, Lima, 1966.
HORKHEIMER, Hans, "El Perú Pre-Hispánico”; Ed. Cultura Antártica S.A., Lima, 1950.
"La Cultura Mochica”; Artes Gráficas S.A., Lima, 1961.
KAUFFMANN DOIG, Federico, “Historia General de los Peruanos”; Tomo I, Sociedad
Académica de Estudios Americanos, Lima.
LUMBRERAS, Luis Guillermo, "Los orígenes de la civilización en el Perú”: Editorial Milla
Batres S.A., Lima, 1981.
MACERA, Pablo, "Visión Histórica del Perú"; Editorial Milla Batres S.A., Lima, 1978.
VALCARCEL, Luis E., “Historia del Perú Antiguo”; Editorial Juan Mejía Baca, Lima, 1978.
"Ruta Cultural del Perú”; Ediciones del Nuevo Mundo, Lima, 1966.
SUMARIO

CAPACIDAD CREADORA DEL HOMBRE

PRIMEROS POBLADORES DE AMERICA

VISION ESQUEMATICA DE LAS CULTURAS PRE-HISPANICAS

LOS INICIOS DE LA CULTURA PERUANA

Los Recolectores y Cazadores Primitivos

Horticultores y Pastores

CARAL

SECHÍN

EL PROBLEMA DE LA ORIGINALIDAD CULTURAL

LA CULTURA CHAVIN

CUPISNIQUE

LA CULTURA PARACAS

LA CULTURA PUCARÁ

LA CULTURA VICÚS

LA CULTURA CAJAMARCA

LA CULTURA SALINAR

LA CULTURA GALLINAZO O VIRÚ

LA CULTURA NAZCA

LA CULTURA MOCHICA

El Señor de Sipán

LA CULTURA RECUAY

LA CULTURA LIMA

LA CULTURA HUARPA

LA CULTURA TIAHUANACO

LA CULTURA WARI
LA CULTURA LAMBAYEQUE

El Señor de Sicán

LA CULTURA CHIMU

La fortaleza de Paramonga

LA CULTURA CHINCHA

PACHACAMAC Y OTRAS MANIFESTACIONES ARQUITECTONICAS

LA CULTURA CHACHAPOYAS

LOS PINCHUDOS

LA CULTURA CHANCAY

LOS REINOS AYMARAS: LUPACAS Y PACAJES

LOS HUANCAS

LOS CHANCAS

LA CULTURA INCAICA

EL RELATO HISTORICO

EL REINO DEL CUZCO Y EL IMPERIO DEL TAHUANTINSUYO

LOS INCAS Y LAS DINASTIAS QUE GOBERNARON EL TAHUANTINSUYO

NOTICIA BREVE SOBRE EL GOBIERNO DE LOS INCAS LEGENDARIOS

EL GOBIERNO DEL INCA PACHACUTEC (1,438 - 1,471)

EL GOBIERNO DEL INCA TUPAC YUPANQUI (1,471-1,493)

EL GOBIERNO DEL INCA HUAYNA CAPAC (1,493-1,525)

LA GUERRA CIVIL ENTRE HUASCAR Y ATAHUALPA (1,525-1,533)

OTROS ASPECTOS DE LA CULTURA INCAICA

LA ORGANIZACION ECONOMICA

LA ORGANIZACIÓN POLITICA

LA ORGANIZACION SOCIAL

POLITICA DE INTEGRACION Y UNIDAD IMPERIAL

LA EDUCACION
LOS CONCEPTOS RELIGIOSOS Y LA MORAL

LAS ARTES Y LAS ARTESANIAS

LA ARQUITECTURA

LA TEXTILERIA

LA PINTURA

LA CERAMICA

LA MUSICA

LA DANZA

LA POESIA

MACHU PICCHU

EPILOGO

BIBLIOGRAFIA

Simón Chara Gutiérrez

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