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II
INQUISICION: PROCESOS HISTORICOS ( 1739 -1750 )
MASONERIA, IGLESIA
E ILUSTRACION
UN CONFLICTO IDEOLOGICO-POLITICO-REUGIOSO
II
INQUISICION: PROCESOS HISTORICOS ( 1739 -1750 )
Monografías * 17
© Jo sé A. F e r r e r B e n im e li, 1976
Todos los derechos reservados
Printed in Spain
I.S.B.N. 84-7392-102-X
Depósito Legal: S. 129-1976
Imprenta « C a l a t r a v a » . Libreros, 9. S a la m a n c a
MASONERIA, IGLESIA E ILUSTRACION
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10
EL PROCESO DE TOMMASO CRUDELI
EN FLORENCIA
(1 7 3 9 -1 7 4 »)
I.—CONSECUENCIAS DE LA CONDENA PONTIFICIA
L a M a so n e r ía en F l o r e n c ia .— E l B arón S t o s c h
i.»
Oficio romano en contra de los Liberi Muratori, nos referimos en concreto al
Barón de Stosch (1). Ya entonces vimos que, ciertamente, no gozaba de muy
buena fama entre personas tan dispares como el Inquisidor, el embajador de
Lucca, Dr. Diodati, o el enviado de Francia, conde de Lorenzini (2).
El hecho de que el barón de Stosch se viera rodeado de esta aureola en
Firenze no debía carecer de fundamento, según podemos deducir del concepto
de hombre verdaderamente vicioso que de él tenían el Dr. Coechi, Horacio Wal-
pole (3), e incluso los propios francmasones ingleses, sus cofrades, quienes llega
ron a cambiar el día de reunión masónica, trasladándola del jueves al sábado,
precisamente porque ese día, Stosch, por ser jornada de posta, tenía que aten
der a sus negocios, y no podía sin gran incomodidad asistir a la logia (4).
Los mismos masones florentinos no participaban de las ideas anticlericales
e irreligiosas de Stosch. Basta para ello recorrer los nombres de algunos de los
Liberi Muratori de la ciudad del Amo, que por aquellos días eran asiduos a
la logia florentina; a saber: el abate Franceschi, el abate Ottaviano Buonacorsi,
el abate Buondelmonti; los religiosos del Convento del Santo Spirito, Denehy,
y Flood, que eran refugiados irlandeses, y habían sufrido cruelmente en su país
— el segundo sobre todo— en las persecuciones contra los católicos; el canónigo
Maggi, el abate Ñero, el abate Vanneschi, el abate Marini, el abate Pratesi,
funcionario de la Curia Arzobispal; y varios canónigos del Duotno, por no citar
más que algunos de los eclesiásticos que consta eran miembros de la Masonería
florentina (5).
El propio embajador de Francia en Florencia, conde de Lorenzini, vimos — al
tratar de la masonería en la Toscana en el primer volumen— que distinguía clara
mente las asambleas de los masones, de aquellas otras reuniones que, de vez en
cuando, tenía Stosch «con algunos amigos que acudían a su casa, y con los
cuales mantenía conversaciones contrarias a la religión y buenas costumbres» (6).
Pues estas reuniones no tenían lugar en la logia, y la logia no tenía nada que
ver con aquellas reuniones, si bien el Inquisidor P. Ambrogi las identificó ambas,
debido quizás a que no pocos de los visitantes de Stosch eran ciertamente franc
masones. El caso es que en la encuesta dirigida por el Inquisidor florentino, se
llegó falsamente a la confusión de la Masonería con las ideas de Stosch, siendo
esto, en sus orígenes, una de las causas, si no la principal, de la persecución
que contra la Orden del Gran Arquitecto del Universo desencadenó Roma a
través de la Congregación del Santo Oficio.
14
P etición del C ardenal Corsini a S.A.R.
ministro de Asuntos Exteriores. Florencia, 3 agosto 17^7. Cfr. Apéndice 27 B del pri
mer tomo.
(7) A.S.F. [Archivio di Stato. Firenze], Consiglio di Reggenz* delta Toscana, Filis
340, fol. 17-20: Extrait d’une lettre de M. le Card. Corsini a S.A.R., Roma 16 avril
1739 Apéndice 1 A.
(8) Aquí hay una alusión clara a los viajes que el Gran Duque hiao a La Haya,
en uno de los cuales fue precisamente iniciado como miembro de la Masonería. Cfr. el
Capítulo II del primer tomo: Intervención de Francisco de Lorena.
(9) Diodati en su informe a Nkcolini vimos cómo ya d 12 de junio de 1737 comu
nicaba que desde hacía algún tiempo el Gobierno eclesiástico se había inquietado a
consecuencia de «ciertas máximas demasiado atrevidas contra la puridad de nuestra Santa
Fe» profesadas por algunos hombres de Letras de Florencia, inspiradas en gran parte
en las enseñanzas de la Universidad de Pisa. Cfr. Apéndice 26 A del primer tono.
(10) Apéndice 1 A.
(11) Ibidem.
15
se sabía distinguir entre la buena francmasonería, la inglesa — la suya— , y la
mala, la de Stosch ( 1 2 ). De todas formas no queda muy clara esta idea, pues
para esas fechas, a pesar de dicha distinción, la Masonería había sido condenada
por Roma, y en la Bula no se señala ninguna diferencia entre esta doble maso
nería que aquí apunta Mellor interpretando el pensamiento del cardenal Corsini.
Por su parte el embajador de Lucca, Sr. Diodati, en su informe del 12 de
junio de 1737, al hablar de ciertas máximas un tanto atrevidas «contra la pu
ridad de nuestra santa fe», profesadas por algunos hombres de letras de Flo
rencia, inspiradas en gran medida en las enseñanzas de la Universidad de Pisa,
ya entonces añadía que estos virtuosi habían formado una Congregación a ejem
plo de aquella llamada de los Muratori —es decir, distinta de ella— , «en la
cual se imponía un juramento acerca de todo lo que allí se hacía y decía» (13).
En este caso la seguridad del cardenal Corsini está basada en los informes
inquisitoriales. El mismo lo dice: «De todo esto será cerciorado S.A.R. si
quiere escuchar las demostraciones hechas a la Inquisición por gentes conmovi
das por los remordimientos de sus conciencias, que han acudido a acusarse y
a denunciar a sus cómplices» (14).
Algunos de estos testigos, que —como tendremos ocasión de constatar más
adelante— en el mejor de los casos no pueden ser considerados sino como enfer
mos mentales, habían descrito al Inquisidor las ceremonias masónicas con un
lujo de detalles tan obscenos y abominables como absurdos. Sin embargo, fueron
creídos tanto en Florencia como en Roma, a pesar de que más tarde dichos tes
tigos se habrían de retractar formalmente —como igualmente tendremos ocasión
de comprobar— si bien para entonces el daño de la calumnia era prácticamente
irreparable, por las medidas adoptadas ya por Roma, medidas de carácter tan
universal y solemne, como la Bula In eminenti, que, dada la mentalidad de la
época, difícilmente podían ser anuladas sin una merma del prestigio e infali
bilidad que rodeaban a las decisiones tomadas por el Santo Oficio, o por el
papa en nombre de aquél, quienes en el mejor de los casos, para justificarse,
siempre podían argüir con el secreto, aun cuando en este caso fuera para con
denar otro secreto (15). Si bien esta actitud resulta un tanto debilitada a la
luz de los documentos del Archivo de la Inquisición de Lisboa, analizados más
arriba (16 ), según los cuales no existe la menor coincidencia, sino más bien todo
lo contrario, entre las acusaciones esgrimidas por el Inquisidor de Florencia, y
los favorables informes del Cardenal Inquisidor de Portugal, debilidad que se
aumenta si se tiene presente que éstos llevan la fecha del 13 de enero de 1739,
y la carta del cardenal Corsini — que recoge las noticias enviadas desde Florencia—
la del 16 de abril de 1739, lo que en cierta manera puede justificar esa distinción
que, como hemos visto más arriba, hacía Corsini entre la Masonería inglesa, y
(17) Apéndice 1 A.
(18) Cfr. Apéndice 26 B del primer tomo.
(19) Cfr. Apéndice 24 D del primer tomo.
(20) Lord Raymond figura ya en 17)) entre los coíundadores de la logia inglesa
de Florencia lCfr. el capítulo ÍI de! primer tomo: «La Masonería en Florencia»], y
en 1739 habfa sucedido a Lord Middlesex como Venerable de la logia de Florencia. Según
O tto lin i, A., La Carhornería dalle ortgini ai primt tentativi insurrezionalt (1797-1817),
Modena, 19)6, pág. 9: «Milord Ravmond fu tenuto in como di deísta e di miacredente».
(21) Apéndice 1 A.
Arzobispo florentinos, que ya llevaban más de dos años de duración, y que
para mayor ironía, ni siquiera habían conseguido que la bula In eminenti hubiese
sido publicada en la Toscana ( 2 2 ), es decir, en el país que de hecho la había
motivado. La causa hay que buscarla en esa legislación de la época a la que ya
aludimos al hablar del caso de Francia (23), que tampoco admitió la Bula, cosa
que se repetiría también en los Países Bajos austríacos, donde la Bula In eminenti
no fue «recibida» a causa de no haber sido revestida del Placet del Consejo de
Estado de las Provincias (24).
En el caso de Florencia fue el Consejo de Regencia quien estimó que al no
ser la congregación de los francmasones una sociedad religiosa, aquello constituía
una usurpación de la Santa Sede sobre los derechos del poder laico (25). Por
esta razón el final de la carta de Corsini es una auténtica amenaza de ruptura
de relaciones diplomáticas, caso de que no se obedecieran los deseos de Roma,
pues con la llegada del duque de Lorena a Florencia había cesado el Consejo
de Regencia que hasta entonces logró mantener una política de independencia
frente a las intromisiones romanas (26).
Corsini concluye su misiva con una última reflexión, a saber, que «si llegase
a ser imposible tener un Nuncio en Florencia, los protectores del libertinaje
triunfarían, y los pobres eclesiásticos no podrían hacerse oír, y serían fácil
mente oprimidos. Por otra parte todos los príncipes habían considerado un
honor tener cerca de ellos al ministro del Papa, que, además de ser Jefe de la
Iglesia, siempre había sido considerado como el primero entre todos los mo
narcas» (27).
Finalmente el cardenal formula una plegaria al Señor «para que tenga a
bien inspirar a S.A.R. a fin de que escuche la voz del Vicario de Jesucristo, y
combata gloriosamente a los enemigos de la fe también en sus Estados, al igual
que iba a combatir los de la Cristiandad» (28).
(22) Sobre este particular cfr. Apéndice 36 G del primer tomo, donde se reproducen
las noticias enviadas desde Florencia, y publicadas en The York Courant del 4 de julio
de 1738.
(23) Cfr. en el capítulo V del primer tomo: Actitud del Cardenal Fleury y de
Luis XV [1738].
(24) Stockmans, De jure Belgarum circa Bullarum receptionem, revu par J. Le P la t,
prof. de Droit canoa á l’Univ. de Louvain, Louvain, 1783, citado por DuchaIne, Histoire
de la F.M. belge au XVIlléme siécle, Bruxelles, 1911, pág. 31.
(25) Abafi, L., Gescbichte der Freimaurerei in Oesterreich Ungarn, Budapest, 1890,
t. I, pgs. 61-62; Heron Lepper, J., op. cit., pág. 26; Sbigoli, op. cit., pág 75; según
Findel, Histoire de la F.M., París, 1886, t. I, pág. 425 «cuando el Gobierno de Flo
rencia recibió la Bula In eminenti, la envió enseguida al Gran Duque, a Viena, pidiéndole
sus instrucciones. Francisco respondió que a fin de no ofender a la Santa Sede era pre
ciso aceptar la Bula, pero no hacerla ejecutar, y en caso de necesidad, excusarse de
admitir la intervención papal». Estas mismas palabras repite Küess-Scheichelbauer, 200
Jahre Freimaurerei in Oesterreich, Wien, Kerry, 1959, pág. 13; Balan, Storia d Italia,
vol. VIII, pgs. 118-119. La noticia de la aparición de la Bula, comunicada por el Go
bierno de Florencia al Gran Duque está recogida en el periódico inglés The York Courant
del 4 de julio de 1738, donde se recoge una crónica, fechada en Florencia el 29 de
mayo. Allí se dice que se esperaban las Ordenes del Gran Duque para su ejecución.
Cfr. nota 22.
(26) Desde la muerte del último de los Médicis, el Gran Duque Gastón [9 julio
1737] se constituyó, bajo la presidencia del Príncipe de Craon, un Consejo de Regencia
que actuó hasta 1739 en que Francisco de Lorena hizo su entrada en Florencia acom
pañado de su esposa María Teresa, donde permaneció muy poco tiempo.
(27) Apéndice 1 A.
(28) Alusión a su próxima campaña contra los turcos. Ya antee, en la misma carta
18
De hecho los propios masones florentinos se habían adelantado al Cardenal
Corsini —al igual que había ocurrido en Lisboa— ya que a raíz de la Bula
de Clemente X II, en parte por escrúpulo religioso, en parte por temor del
Santo Oficio, y a pesar de no haberse permitido su publicación en la Toscana,
obedecieron la prohibición papal y no volvieron a reunirse más (29). Incluso
los miembros ingleses adoptaron la misma postura. A esto contribuyó, según
la versión de Six, y Riegelmann, una actuación personal del Gran Duque, Fran
cisco de Lorena (30). En realidad llegaron a esta decisión los mismos masones
influidos por varias causas: el temor de Mr. Collins, en cuya casa se reunían;
las gestiones en este sentido del Secretario de la Logia, Tommáso Crudeli; y los
consejos del residente de Inglaterra Lord Faine, quienes persuadieron al entonces
Venerable Milord Raymond a que disolviera la logia o, más sencillamente, adop
tara el estado de «durmiente». Con lo que en adelante ni los fracmasones floren
tinos, ni los ingleses volvieron a reunirse en asamblea legal (31).
Al comentar esta decisión el masón inglés Heron Lepper, escribe: «Si fuera
posible experimentar alguna satisfacción al ver extinguirse una logia masónica,
es en un caso como éste. Todo el asunto termina con un tributo a ese sólido buen
sentido que siempre ha distinguido a la francmasonería inglesa. Cuando los
Hermanos descubrieron que la .planta que habían aportado al suelo italiano no
conve lía a aquel clima, antes que dejarla degenerar en upas (32), prefirieron
juiciosamente desarraigarla» ( 3 3 ).
Así, pues, el Venerable y Secretario de la logia de Florencia habían llegado
a la misma conclusión que el Cardenal Corsini, si bien por caminos distintos,
lo que, de todas formas, no les libró de verse amenazados y perseguidos a ins
tancias del mismo Cardenal quien para uno, lord Raymond, pedía nominalmente
la expulsión de Florencia; y para el otro, el Dr. Crudeli, solicitaba indirecta
mente la pena de cárcel (34).
A r r e s t o d e l D r. C rui »e l i
existe otro párrafo en el mismo sentido. AUí le dice «que S.A.R. reflexione si, yendo a
combatir contra los enemigos de nuestra fe, para atraerse las gracias del Señor sobre sus
armas, no debía ante tomar resoluciones contra este mal».
(29) Sbigoli, op. cit., pág. 75; Marcolongo, B., La Massomería nel secolo XVIII,
Studi Storici [Pavía] 19 (1910) 409-410.
(30) Six, F. A., Freimaurerei und Cbristentum. Ein Beitrag zttr politiscben Gastes-
gechichte, Hamburg, 1940, pág. 757; Riegelmann, Die europatschen Dynastíen in ibrem
Verbaltnis zur Freimaurerei, Berlín, 1943, pág. 376.
(31) S b ig o li. op. cit., pág. 75; M e l l o * , op. cit., pág. 187. Este dato está tomado
de la declaración «espontánea» del Dr. Crudeli ante el P. Inquisidor, hedía el 10 de
agosto de 1739, de la que nos ocupamos en su lugar. Cfr. Apéndice 15 A.
(32) Upas: Vegetal exótico, violentamente tóxico.
(33) H e r o n Lbfpbr, op. cit., pág. 27.
(34) Apéndice 1 A.
19
Memoria de una Orden dada esta mañana por el Serenísimo Gran Duque, Nues
tro Señor, tenía el honor de transmitírsela a Su Señoría Ilustrísima* (35).
Según se deduce de este billete, y siguiendo los deseos del Cardenal Corsini,
S.A.R. había recibido en audiencia al P. Inquisidor de Firenze, quien le suplicó
la ayuda del Brazo secular contra dos personas acusadas de errores que corres
pondían al Tribunal de la Inquisición, cuyos nombres le fueron dados por el
propio Padre Inquisidor (36).
S.A.R. decidió otorgárselo y le encomendó al abate Tornaquinci hacerlo
saber al mismo P. Inquisidor y «ordenar al Bargeílo (37) que en esta ocasión
obedeciese sus disposiciones». Y respecto a otras contingencias semejantes que
pudieran darse durante la ausencia del Serenísimo Gran Duque de estos estados,
«había hecho saber S.A.R. al Padre Inquisidor que, caso de tener necesidad del
Brazo Secular», lo solicitara al Abate Tornaquinci en calidad de Secretario de
Estado, «a quien debería indicarle la persona o personas contra las cuales tuviese
necesidad de recurrir, para poder de esta forma dar las órdenes correspondientes
a los ejecutores de la justicia» (38).
Al dorso de la carta anterior hay una nota del propio Rucellai en la que
indica cómo el mismo día, en la audiencia tenida con S.A.R. le había dicho
«que había resuelto que durante su ausencia, caso de que el Inquisidor solicitase
el Brazo Secular, lo hiciese al Abate Tornaquinci, Secretario de Estado, a quien
expresamente había ordenado que no resolviese nada sin participárselo a Ru
cellai, como Secretario de la Jurisdicción, y que le advirtiese que no lo otorgara
tratándose de extranjeros» (39).
La petición del Cardenal Corsini de la expulsión del Barón de Stosch fue
puesta en práctica — al menos en teoría— el 22 de abril de 1739, día éste en
que el Gran Duque «obligado por el bien de su servicio y de sus súbditos»
dio la orden al Barón Stosch de salir de sus Estados en el plazo de tres días.
El propio duque de Lorena lo comunicó a su amigo el duque de Newcastle (40),
desde Florencia, el 26 de abril de 1739 (41). Esta carta es un ejemplo de la fina
diplomacia del Gran Duque deseoso de cumplir las órdenes de Roma, pero que
no quería enemistarse por esta razón con el Rey de Inglaterra.
El Sr. Mann fue el primero en intervenir para evitar la salida de Florencia
del Barón Stosch, y debido a las advertencias que hizo al Gran Duque, éste
«prolongó el plazo hasta ocho días». Pero «habiéndole representado, de nuevo,
que estaba bajo la protección particular del Rey su Señor», no dudó en sus
pender la ejecución de sus órdenes», y todo ello única y exclusivamente «por
la amistad que tenía por Su Majestad» [Británica] (42).
Tras este preámbulo, Francisco de Lorena ruega al duque de Newcastle, «se
sirva comunicar a Su Majestad la deferencia que había tenido tan pronto como
(35) A.S.F., Consígalo di Reggenza della Toscana, Filza 339, Inserto 1, fol. 1-4.
Apéndice 1 B.
(36) Ibtdem
(37) Oficial extranjero que mandaba en la República de Firenze un cuerpo de sol
dados que constituían la guardia de la ciudad.
(38) Apéndice IB .
(39) Apéndice 1 C.
(40) El duque de Newcastle, ministro del rey de Inglaterra, había recibido el grado
de Maestre el mismo día que Francisco de Lorena, durante la visita de éste último a
Inglaterra en 1731.
(41) A.S.F., Cijuuglto dt Reggenza della Toscana, Registro I, pág. 218. El Gran
Duque Francisco de lorena ¿I Duque de Newcastle. Florence le 26 avnl 1739. Apéndice 2.
(42) íbtdem
20
le mencionaron su nombre, esperando de su justicia, que tuviera en considera
ción que había dado estas órdenes por razones muy poderosas*, tanto para su
servicio, como para el bien de sus súbditos». Por ello confiaba que no pondría
dificultad Su Majestad Británica en que las hiciera ejecutar, si bien no lo haría
«hasta tanto tuviera su respuesta» (43).
En relación con este asunto, la contestación de Francisco de Lorena al Car
denal Corsini, que lleva la fecha del 27 d abril de 1739, es también un modelo
de habilidad, pues sin comprometerse excesivamente, ni concretar nada, da sa
tisfacción a los deseos expresados por el florentino Neri Corsini. Deja ál In
quisidor y al Nuncio que le informen mis circunstancialmente de las medidas
adoptadas, cosa que el Gran Duque no podía hacer debido a su inmediata salida
de Toscana, lo que no era obstáculo para que hubiera tomado ya «las medidas
oportunas para prevenir lo que Su Eminencia temía con justicia». Y en cuanto
a la amenaza de ruptura de relaciones diplomáticas, manifiesta el Gran Duque
que por su parte «deseaba quitar todo obstáculo y, en consecuencia, deseaba tener
en Florencia un Ministro con rango de Nuncio; y confiaba que por la Corte
de Roma se concedería la misma facilidad» (44).
Los deseos del Cardenal Corsini respecto a la encarcelación de dos personas,
concretadas posteriormente por el P. Inquisidor de Florencia, fueron puestos
en práctica el 9 de mayo de 1739, día en que el Dr. Tommaso Crudeli pasó a
ocupar una celda en las cárceles de la Inquisición. Los detalles de los pasos
dados a este fin, los conocemos a través de una Relación del Abate Toroaquinci,
dirigida el 19 de mayo de 1739, a S.A.R. el Gran Duque (45), quien había
dejado ya Florencia, adonde no tendría ocasión de volver jamás.
Por dicha Relación sabemos que la otra persona destinada a la cárcel por
el Padre Inquisidor, era el abate Buonaccorsi (46) quien «por encontrarse gra
vemente enfermo, pareció justo y conveniente dejarlo primeramente curar» (47).
A continuación Tornaquinci comunica al Gran Duque que el Padre Inqui
sidor le había vuelto a visitar para solicitarle una nueva orden de arresto, esta
vez contra un tal Giuseppe Cerretesi (48) de quien afirmó «poseía graves indi
cios de tener y propagar máximas contra las buenas costumbres». En esta oca
sión el abate Secretario de Estado, «para andar más seguro», no >u¿gó oportuno
negárselo, pero tampoco concedérselo, «rogándole le diera un poco de tiempo
para reflexionar, reservándose el responderle más adelante» (49).
Esta resolución la tomó siguiendo las directrices del Gran Duque, «para
poder considerar y consultar el negocio con el señor Conde de Richecourt», el
(43) Ibidem.
(44) A.S.F., Cottsiglio di Reggenza della Toscana, Registri T. pág. 218. El Gran
Duque, Francisco de Lorena, al Cardenal Corsini. Florencia, 27 abril 1739. Apéndice 3.
(45) A.S.F., Consiglio di Reggenza della Toscana. Filza 339. Inserto 2, n. 6. Toma-
quinci a S.A.R. il Gran Duca. Firenze, 19 Maggio 1739. Apéndice 4.
(46) Sobre Buonaccorsi cfr. S b ig o li, op. cit., pgs. 70-71. H a n s, en su trabajo The
Masonic Lodge in Florence in the Eigbteenth Century, A.Q.C 71 (1958) 109-112 al
hablar de The lnqutsition and Crudeli’s emprisomment [pág. 111] da una serie de datoa
equivocados. Entre otros dice que Francisco de lorena permitió el arresto de Crudeli
el 9 de mayo de 1738; en realidad debería decir 1739. También afirma que se intentó
encarcelar a Buondelimonti [sic], en vei de Buonaccorsi.
(47) Apéndice 4.
(48) Giuseppe Cerretesi era de noble estirpe, pero pobre, pues, como él mismo con
fiesa en la epístola dedicatoria de una poesía suya: «La gota fue la vínica herencia recibida
de sus progenitores». Sobre Cerretesi cfr. S b ig o li. op. cit., pgs. 68-70.
(49) Apéndice 4.
21
cual reflexionando prudentemente sobre la naturaleza muy delicada del asunto,
le dio una interesante contestación que, de paso, nos sirve de información
de las gestiones llevadas a cabo para la expulsión del Barón Stosch, así como
de las interferencias inglesas para evitarlo.
La respuesta de Richecourt. según se puede leer en el informe dirigido al
Duque de Toscana, fue «que habiendo hecho mucha impresión en el pueblo
el arresto del Dr. Crudeli, a favor del cual se interesaba tenazmente el Sr. Mann,
ministro de Inglaterra (50), creía sería más conveniente suspender el arresto
de Cerretesi, para no turbar la buena disposición que pudiese tener el Rey
de Inglaterra de consentir en la expulsión, solicitada por S.A.R., del Barón
Stosch de estos Estados, que por muchas razones debía importar más que este
arresto; pues si S. M. Británica pudiese imaginarse o sospechar que S.A.R.
se movía a pedir la expulsión del Barón Stosch por impulso de la Corte de
Roma, y por agradar al Papa, sería muy difícil, que el Rey de Inglaterra se
dispusiera a secundar las instancias de Su Alteza Real» (51).
A este objeto el Sr. Mann había escrito ya a su Corte de forma que podía
esperarse que S. M. Británica accedería a los deseos del Gran Duque. No obs
tante, «era mucho mejor esperar a ver qué resolución adoptaba sobre el Barón
Stosch. y entre tanto no dar ningún otro paso, y suspender, no solamente el
arresto de Cerretesi sino incluso el del abate Buonaccorsi, para, de esta forma,
aquietar los clamores de muchos que estaban muy excitados contra la Inqui
sición» (52).
En consecuencia el abate Tornaquinci, totalmente de acuerdo con las refle
xiones del Conde de Richecourt le comunicó al P. Inquisidor «que no le pa
recía prudente secundar sus deseos por las razones antedichas, y para no estor
bar los manejos que se hacían para la expulsión del Barón Stosch, que era de
desearse más que cualquier otra cosa para el bien de la Religión» (53).
Al Inquisidor le parecieron justas y razonables las ideas expuestas por el
abate Secretario de Estado, y se excusó diciendo que de haberlo sabido antes
no hubiera insistido, ni escrito a la Congregación del Santo Oficio de Roma,
de la que había recibido la orden del arresto de Cerretesi, y de quien «había
ya habfado con S.A.R. en una audiencia que tuvo a bien concederle» (54).
No obstante, el Padre Inquisidor se atrevió a solicitar permiso para requi
sar, en Livomo, la casa de un hebreo llamado Atties (55) donde suponía exis
tían libros impíos. Pero «habiendo considerado el Sr. Conde de Richecourt
que esto sería contrario a la libertad y privilegios, y que se perjudicaría el
comercio de aquel Puerto, con lo que se haría el juego a los sacerdotes de
Roma que pretendían acrecentar el comercio de Ancona disminuyendo el de
Livorno», el abate Tornaquinci replicó al Padre Inquisidor que no podía con
cederse lo que solicitaba «a causa de las normas diferentes que se practicaban
en Livorno» (56).
(50) Horace Mann, fue nombrado en 1737 asistente del embajador inglés, Faine, en
Florencia, pero en la práctica hizo todo su trabajo. Le sucedió oficialmente en 1740. Cfr.
Horace Walpole’s Corre spondance with sir Horace Mann, Yale, Univ. Press, 1954.
(51) Apéndice 4.
(52) Ibidem.
(53) Ibidem
(54) Ibidem
(55) Según B a la n , op. cit., vol. V III, pgs. 118-119, se llamaba Allias.
(56) Apéndice 4.
22
Finalmente, el Secretario de Estado de la Toscana exhortó al Inquisidor
a que tratara «con toda la caridad cristiana al Doctor Crudeli, y que sus reli
giosos o fautores no se atribuyesen el triunfo de su arresto, y sobre todo que
no pensase mandarlo a Roma, como alguno había sospechado». A lo que re
plicó el Inquisidor diciendo que Crudeli estaba en la mejor cárcel, y que
jamás había pensado mandarlo a Roma, «pues sabía muy bien el respeto que
debía a la soberana autoridad de S.A.R., y que no podía hacerlo sin su orden
y permiso» (57).
Al margen de los pasos dados por los representantes del Gran Duque en
favor del Doctor Crudeli, también sus amigos hicieron las gestiones oportunas.
En especial el Dr. Antonio Cocchi, del que se conservan en la Biblioteca Apos
tólica Vaticana dos cartas escritas en mayo y julio de 1739 al cardenal Dome-
nico Passionei (58) en favor del poeta y paciente suyo, Tommáso Crudeli (59).
Pues el Dr. Cocchi, como profesor de la Universidad de Pisa, y después de la
de Florencia, fue un de los primeros en estudiar el contagio de la tisis, enfer
medad que padecía Crudeli, por lo que corría serios peligros en la cárcel, caso
de no recibir especiales cuidados.
No obstante, en su carta al cardenal Passionei, del 16 de mayo de 1739,
el Dr. Cocchi carga las tintas en la calidad del «poeta [Crudeli], el cual por
la belleza del ingenio y por la variedad de la erudición, y por sus elegantísimos
versos, se había hecho admirar muchas veces, y había dado esperanzas de que
avivaría la gloria de la poesía toscana ahora casi muerta» (60).
En la posterior del 7 de julio de 1739 insiste en solicitar demencia tanto
más que el cardenal Passionei, tal vez «sabría la verdad precisa», pues el
Dr. Cocchi «tan sólo podía servirse de conjeturas falaces» (61). Conjeturas que
según el mismo Cocchi consignó en su Diario, en julio de 1739, no acertaba
aclarar tanto más que el Inquisidor todavía no había examinado a Crudeli,
aunque ya entonces se empezaba a rumorear que se le había encarcelado «para
descubrir el secreto de los Free-masons» (62), rumor que era cierto como se
deduce de la documentación vaticana ya comentada (63).
(57) Ibidem.
(58) Dotnenico Passionei. nacido en Fossombrone. el 2 de diciembre de 1682, fue
creado cardenal por Clemente XII el 27 de junio de 1738 con el título de S. Bernardo «He
Terme. Era Secretario de Breves y miembro de las Congregaciones de Ritos, Propaganda,
Consistorial, Indice, Indulgencias, Religiosos, Concilio, Examen de Obispos, Comercio dé
Ancona y de la corrección de Libros Orientales. A su vez eta protector de la Religión
Jerosolimitana, de la Orden Cisterciense reformada, del Colegio Germánico-Ungárico, de
la Universidad de los Mercan ti y de los Scarpellini. Cfr. Notizie per l*atino 1742, pgs. 192-
193; y C a s t e b a r c o A lb a n i d e l l a S o m a g lia , Un grande bibliófilo del sec. XVIII u Card
Domenico Passionei, Firenze. 1937.
(59) B e r r a , L., Due lettere inedite del medico Antonio Cocchi in fsvore del poeta
Tommaso Crudeli, Mondoví, 1937, 7 pgs.
(60) B.A.V. [Biblioteca Apostólica Vaticanal, Mss. Vat. Lat. 12564, fols. 220-221.
Antonio Cocchi al Cardenal Passionei. Firenze. 16 Maggio 1739. Apéndice 5 A.
(61) B.A.V., Mss. Vat. Lat. 12.564, fols. 222-223. Antonio Cocchi al Cardenal Passio
nei. Firenze, 7 Luglio 1739. Apéndice 5B.
(62) Biblioteca Universiti Medica di Firenze. Diario de Cocchi, R-207-24: July 1739:
«We could not yet discover the nature of it [Crudeli’s arrest]. Which is the crime he is
suposed being guilty of, and which were motives upon which the G. [Grand] D. [Duke]
delivered him so readily. The Inq. [Inquisitor] not examined him yet, they say the obsta-
ele to go on in this affair is from the Government... Some say »t is to discover the secret
of Free Masons».
(63) Cfr, en especial Apéndice 24 D del primer tomo, y Apéndice 1 A.
23
II.— INTERFERENCIAS DE JURISDICCION DEL TRIBUNAL
DE LA INQUISICION
R e l a c ió n d e l S enado r R u c e l l a i
(64) A.S.F., Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 339. Inserto 2, n. 3. El Conde
de Richecourt al Senador Rucellai. Firenie 21 julio 1739. Apéndice 6 A.
(65) A.S.F., Comiglio di Reggenza della Toscana. Filza '39. Inserto 2, n. 3 (existen
dos copias; una de ellas en borrador). Apéndice 6B.
(66) Ibidem.
25
conocimiento del Gobierno al Tribunal [de la Inquisición] para ser examina
dos. Y a pesar de haber sido obligados a prestar el acostumbrado juramento
de guardar secreto de todo lo que habían sido examinados, e incluso de que
negaran el haber sido llamados, algunos —manifiesta Rucellai— han rehusado
prestarlo, no creyendo poder en conciencia y honor obligarse con juramento
a decir falsedad.
A continuación cita una serie de testigos que coinciden en haber sido interro
gados sobre la opinión que tenían de la religión de Crudeli, y de una serie
de bagatelas tales como si le habían visto arrodillarse o no al Angelus; si en
cierta ocasión se quedó en un café a pesar de que se daba la Bendición con
el Santísimo Sacramento en una Iglesia que estaba enfrente; si había hablado
mal de los religiosos en una villa particular hacía doce años; si desaprobaba
el método que se usaba en Italia para enseñar la Teología; y otras proposi
ciones por el estilo.
Todas estas cosas tan equívocas e insubstanciales, que como veremos eran
ciertas, pues coinciden con las denuncias existentes en el proceso contra el
Dr Crudeli, indujeron al Senador Rucellai a sospechar que «había un gran
interés en hacerle comparecer como reo, justamente porque como tal le habían
presentado a S.A.R ». Además, con ello demostraban que no tenían en el pro
ceso ninguna prueba sólida en su contra, porque en tal caso sería superfluo
andar a la caza de hechos tan equívocos y remotos. Es más, el propio Inquisidor
se había excusado de su actuación diciendo que él había hecho todo «con
orden expresa de la Corte de Roma», y que «no hacía otra cosa sino seguir
órdenes de Roma, donde se había preparado el proceso». Lo cual no es del
todo cierto, ya que la actuación romana fue originada y forzada por los infor
mes y deseos del propio Inquisidor.
Otra de las cosas que llama la atención al Senador Rucellai es que habi
tualmente se incoaba proceso a los diez o doce días de la detención del pre
sunto reo. Pero en el caso de Crudeli ya habían transcurrido casi tres meses,
lo que unido a los exámenes sobre cosas tan débiles y antiguas hacía surgir
espontánea una cierta presunción en su favor, pues todos los indicios eran que
no existían suficientes pruebas para concluir el delito con que poder justificar
la petición que habían hecho a S.A.R.
Al llegar a este punto Rucellai alude a los principios establecidos en el
Tribunal de la Inquisición, como atestigua el Cardenal Albizzi en su tratado
De inconstantia in fide, cap. 14, n. 25, donde dice que no puede precederse
al arresto si no existen indicios, que los criminalistas llaman de tortura, y que
como él mismo explica deben ser «ciertos e indudables y, en modo alguno,
equívocos», porque el simple arresto en aquel Tribunal lleva consigo la infa
mia, siendo ésta una pena irremediable que no puede infligirse a quien no haya
sido probado como reo. Y al aplicar esta doctrina al caso de Crudeli, teniendo
en cuenta que todos los exámenes hechos a raíz de su detención eran sobre
cosas nimias y, sin género de duda, equívocas; y que todavía no se había ini
ciado el proceso, se podía con toda seguridad de conciencia dudar que real
mente existiesen esos indicios «ciertos e indudables» de que hablaba el Car
denal Albizzi, para proceder al arresto de Crudeli (67).
El planteamiento del problema consistía en la necesidad de «hacer justicia
a un súbdito de S.A.R., que no podía ser arrestado sin su autoridad, y que
I ) Ih id tm
26
sin duda la había dado en el supuesto de que fuera reo», ya que era claro que,
caso de ser arrestado un inocente, «éste quedaba con la pena de la infamia
nacida de su arresto, de la que ya jamás podría librarse porque no podía cons
tar públicamente de su inocencia».
Para evitar tales atropellos el senador Rucellai considera justificadas las
medidas adoptadas por los Gobiernos de Lucca y Nápoles, donde no habían
querido que se introdujera el Tribunal de la Inquisición; y las impuestas por
la República de Venecia que había exigido la asistencia de dos Ministros para
no dejar a los Inquisidores la libertad de obrar a su antojo.
Por este motivo se atreve Rucellai a proponer al Conde de Richecourt la
conveniencia de representar a S.A.R. algunas circunstancias del efecto produ
cido en la ciudad y, tal vez, en toda la Toscana, por el arresto de Crudeli, ya
que con este motivo se habían divulgado algunos temores que podían acarrear
consecuencias perniciosas, incluso al buen servicio de S.A.R.
En este punto baja el Senador a un detalle revelador, y que coincide con
la realidad que ya captaron en 1782 autores como el de la interesante obra
Fatti attenenti all’Inquisizione e sua Storia Generóle e particolare di Tosca
na ( 6 8 ). «Han esparcido claramente la voz —escribe Rucellai— de que la
Inquisición necesitaba proceder en algún hecho llamativo para volver a recu
perar la reputación de su Tribunal», que últimamente había sufrido demasiado
en la opinión del pueblo al ser condenados a galeras algunos de los esbirros
que participaron en el famoso asunto del Canciller de la Inquisición de Siena,
«quien persiguió a sangre en el Tribunal, como blasfemo, a aquel pobre hom
bre, reo de haberse negado a prostituirle su hija» (69).
Tras citar algunos casos más, Rucellai comenta en su Relación que «era
muy de sospechar que el P. Inquisidor unido a algún otro personaje, residente
en Firenze (7 0 ) habían dado informes tendenciosos a la Corte de Roma, acerca
de la religión del país, habiéndose visto con ocasión del arresto de Crudeli,
muchas cartas de Roma, incluso de personas que forman parte de aquel Gobier
no, en las que se decía claramente, que los arrestos debían ser más numerosos,
y que éstos serían obtenidos fácilmente a través de S.A.R., a pesar de los ma
nejos de sus poco religiosos ministros» (71).
Siguiendo en su argumentación, el senador pone de manifiesto que las inves
tigaciones hechas por el Padre Inquisidor sobre cosas equívocas y acaecidas
hacía muchos años, había obligado a no pocas personas a plantearse la nece
sidad de abandonar el país ya que no querían exponerse a ser vejados o a tener
que rendir cuentas por lo que pudieran haber dicho en su juventud.
27
A eito te aftadla que entre lo« ingleses, loe cuales eren bien aceptado» en
e! país por el mucho dinero que en él Bastaban, te habla extendido un gran
descontento y temor debido a algunas palabra» que el propio Padre Inquialdor
habla dicho en cierta» catas de la ciudad. Así, por ejemplo, en la de Vitelli
habla comentado que «ya que no habla podido conseguir el exilio de Stoach,
al menos habla logrado el arretto de Crudeli»; lo que daba justo motivo para
creer que uno de loa delitos de Crudeli era el haber hablado con los ingleses,
de los que precisamente vivía, enseñándoles la lengua italiana. Y la sospecha
era tanto mayor cuanto que el Inquisidor procuraba indagar lo que se hacía
y deda en alguna» casa» de ciertos ingleses muy respetables, y esto no sólo
en Firenze, «no incluso en Siena, en donde casi había prohibido al Dr. Va
lentín! tratar con ellos diciéndole que «estos ingleses eran muy peligroso».
De ahí que la alarma surgiera también en todos aquello# que habían tratado
o hablado con ellos.
Por estas razones, prosigue Rucellai, «se ha llegado a la plausible conclu
sión de que el verdadero delito de Crudeli sea el ser uno de los Liberi Muratori.
Y digo que el más plausible, primeramente porque ya en el Gobierno de G.
Gastón, de grata memoria, en »u misma antecámara, el actual Inquisidor me
habló con mucho sentimiento de esta sociedad, que él llamó secta, y lo hizo
de forma tal que me dí cuenta que ya entonces tenía órdenes sobre este asunto,
y por esta razón cuando salió la célebre Bula, me creí en la obligación de repre
sentarlo al Consejo de Regencia, que resolvió prohibirla y que no se editase
en Firenze, y que no se vendiese públicamente» (72).
En segundo lugar —se lee en el informe— «ya el 9 de junio de 1738 fue
examinado por el actual Inquisidor un sacerdote, llamado Bernini, expresa
mente sobre estos Ltberi Muratori, y fue interrogado si entre ellos estaban
Crudeli y otras personas «am o el abate Franceschi, el abate Buondelmonti y
el Doctor Corsi». Siguiendo en este capítulo de hechos concretos, añade el
Senador que también el Dr Pupigliani había sido examinado sobre los Liberi
Muratori y sobre la persona de Stosch, y que incluso «fue retenido cinco días
en la cárcel sin que el gobierno supiese nada» (73).
Finalmente, «porque de Roma habían escrito que sin género de duda ésta
era la verdadera causa». Y para mayor confirmación, por el último correo de
Roma sabía ciertamente, que «habían sido negadas dos gracias a dos gentiles
hombre* a pesar de que era costumbre concederlas siempre, Al abate Giu.
Buondelmonti le había sido negada la dispensa de decir el oficio divino; cosa
que justificó el Cardenal Corsini diciendo que era debido a su calidad de
f rimas son» Al canónigo Maggi le fue negada la autorización de ordenarse de
sacris. I’n este caso el propio senador había visto el rescripto hecho por el
Cardenal Corsini, y después cancelado, en el que como justificación de tal
medida se deda ser «por el único motivo de que pertenecía a los Liberi Mu
ratori» (74).
La última parte de la extensa relación de Rucellai está dedicada a hacer
una serie de reflexiones sobre la mala impresión causada por el caso Crudeli
«en todas las personas un poco cultas porque en Toscana es demasiado evi
dente para todos la guerra oculta que la Corte die Roma ha hecho a la Univer
sidad de Pisa, considerada como el único obstáculo que ha impedido reducir
(72) Ibidem
(75) Ibidem.
(74) Ibidem
2K
Ja Toscana al estado de ignorancia en que ha sumergido a casi todo ei retro
de Italia». V en favor de esta idea el mismo Padre Inquisidor, inmediatamen
te después del arresto de Crudeli, «hizo una larga declamación contra la Uní*
versidad de Pisa, dando a entender que Crudeli había heredado de ella tus
errores» (75),
Tras justificar la necesidad de los estudios de Pisa, y una vez considerada
la situación política y natural del estado, Rucellai hace una rápida alusión a
Livorno, donde todo se perdería caso de que allí se dejara obrar libremente
al Inquisidor «como siempre ha deseado hacer». Pues Livorno, debido ak>s
privilegios de Puerto franco otorgados por Fernando I, se había convertido,
en poco más de un siglo, en la ciudad más importante de Italia y en el único
sustento del Estado (76).
La conclusión final del Senador es clara: Son los intereses de S.A.R. los
que están en juego, y por ello es urgente disipar las falsas alarmas, y permitir
que se pueda claramente prometer a todos, «que en adelante ya no serán inquie
tados más, y que gozarán de la misma seguridad que hablan disfrutado hasta
ahora» (77).
De toda esta relación es interesante retener una serie de ideas que en gran
parte coinciden con las expresadas en la correspondencia vaticana mantenida
entre el Inquisidor de Florencia y el Cardenal Firrao, o entre el Cardenal Cor-
nini y S.A.R., el Gran Duque de Toscana, por no citar los abundantes billetes
del Asesor del Santo Oficio más arriba comentados (78).
Rucellai demuestra tener una gran visión del problema cuando desgloaa
la cuestión del asunto Crudeli. Por una parte, está la necesidad de la Inqui
sición de proceder con algún hecho llamativo para volver a recuperar el pres
tigio de su Tribunal, y de esta forma hacer sentir el peso e influjo de la ó x t e
de Roma en la Toscana que empezaba a ser una rival peligrosa para los Estados
Eclesiásticos, no sólo en el terreno intelectual, por medio de la Universidad
de Pisa, sino incluso en el económico a través del puerto franco de Livorno.
De ahí que los esfuerzos romanos, camuflados so capa de defensa de la reli-
f;ión fueran directamente a estrangular tanto la labor universitaria de Pisa —de
a que también se ocupó el Cardenal Corsini en su carta al Gran Duque (79)—
como la comercial de Livorno. Por otra parte el proceso de Crudeli se enlaza
íntimamente con la colonia inglesa de Firenze —que a su v a también tenía
importancia ideológica v económica (80)—, y de rechazo, por su falsa cone
xión con Stosch, son los Liberi Muratori o franes-mapons las víctimas de loa
manejos romano-inquisitoriales.
29
que precisamente la incluye en su despacho a Viena, así como una carta de los
padres del Dr. Crudeli.
El documento en cuestión se encuentra también en el Archivio di Stato de
Firenze, y lleva el título de «Razones del arresto del Dr. Crudeli, y proposi
ciones del Conde Richecourt para su libertad y conclusión del proceso» (81).
En no pocas ideas e incluso expresiones coincide con la relación escrita de
propia mano por el senador Rucellai.
«El arresto del Dr. Crudeli ha lanzado la alarma en este país» — empieza
diciendo el Conde de Richecourt— tanto más que «habiendo sido su oficio el
de profesor de lengua italiana, y poeta, no parece que ninguna de estas cua
lidades puedan tener mucha relación con la Teología». Si bien es cierto — reco
noce el conde— que su poesía y sus chistes le han atraído muchos enemigos,
particularmente eclesiásticos, y frailes, contra los cuales ha hablado en algunos
de sus escritos (82).
Además «es franc-Masson y tenía mucha relación con los ingleses, a los
cuales enseñaba el italiano. Y decimos franc-Masson, y recalcamos esta circuns
tancia porque no hay duda de que el promotor de todos los rumores que han
circulado por Roma y aquí, vienen de Monseñor Ferroni, nuevo asesor del
Santo Oficio, el cual es el autor de la Bula contra los francs-massons, por medio
de la cual ha querido señalar su entrada en este empleo» (83).
Es esta la alusión más directa al Asesor del Santo Oficio, Mons. Ferroni,
del que ya nos ocupamos más arriba (84), y del que si bien es cierto que igno
ramos sea o no el autor de la Bula, lo que sí es cierto es que todos los billetes
del Santo Oficio, enviados al Cardenal Secretario de Estado, referentes a la
Masonería, y que hemos comentado en su lugar, están escritos por él. Es más,
según el informe de Richecourt, había llegado a esta conclusión a través de
«las conversaciones escapadas tanto a la Inquisición en esta ciudad [Florencia]
como a varios prelados de Roma» (85).
Por otra parte, con el proceso de Crudeli — añade Richecourt— «se ha
pretendido hacer recuperar al Tribunal del Santo Oficio el honor perdido, o
al menos, hacerlo temer reparando así la brecha que había ocasionado la aven
tura del canciller de la Inquisición de Siena ( 8 6 ) de la que S.A.R. ya está
informado».
Estos discursos del público «se fortifican con las informaciones que se hacen
de parte ce la Inquisición contra el mismo Crudeli, las cuales, por lo que se
han podido filtrar, se inclinan sobre bagatelas y en modo alguno sobre los artícu
los de la fe, como se habrá sin duda comunicado a S.A.R. para obtener el encar
celamiento de Crudeli» (87). En esta frase como en lo que sigue, se nota clara
mente la mano del senador Rucellai, preocupado por hacer ver al Gran Duque las
(81) A.S.F., Constato di Reggenza della Toscana, Filza 339, Inserto 2, n. 7. El Conde
de Richecourt a S.A.R., Francisco de Lorena. Florence le 27 juillet 1739. Apéndice 7.
(82) Según el libro Fotti attenenti..., op. cit., pág. 136, en la muerte del célebre sena
dor Filippo Buonarroti, Secretario de la Regia Jurisdicción, en una composición poética
que recitó Crudeli, usó la expresión: «Ei che frenar solea il tempeítoso procellar del Cle
ro...», frase que parece ser jamás le fue perdonada.
(83) Apéndice 7.
(84) Acerca de Mons. Ferroni, cfr. en el tomo primero el capítulo III. Actitud del
nuevo Asesor del Santo Oficio.
(85) Apéndice 7.
(86) Cfr. nota 69.
(87) Apéndice 7.
30
consecuencias políticas de la actuación inquisitorial. Todo esto «ha aumentado la
inquietud de no pocos, pues si bromear sobre la ignorancia y la vida de los
frailes, hablar contra la manera de proceder del Santo Oficio, es un crimen, exis
ten muy pocas personas en esta ciudad, que no estén en el caso de ser sometidas
a la Inquisición» ( 8 8 ).
Por esta razón —prosigue el Conde de Richecourt— nos vemos obligados a
decir a S.A. R. que las conversaciones por los eclesiásticos, tanto en Roma como
aquí en Florencia «han intimidado de tal forma a la mayor parte, que si
S.A.R. tuviera hoy día alguna dificultad con Roma, le costaría trabajo encon
trar siquiera uno, lo suficientemente audaz, para atreverse a sostener sus de
rechos, exponiéndose a la venganza de la gente de la Iglesia, quienes bajo
color de irreligión podrían vejar a todo aquel que se hubiera opuesto a sus
pretensiones por muy injustas que éstas fueran» (89).
En confirmación de lo anterior, el Conde de Richecourt expone una serie
de ideas, sin tapujos, en las que manifiesta su desacuerdo y hostilidad con la
política romana. «La Historia —dice— nos da de ello demasiados ejemplos,
y vemos que ni siquiera Roma ha respetado a los Reyes en los siglos de igno
rancia, en los que se creía que la autoridad del Papa era superior a todas
las Potencias (90); autoridad que intenta mantener en cuanto le es posible con
los Príncipes, a los que no cree con suficiente fuerza para resistirle, y por
esta causa utiliza con ellos toda clase de vías». Es más, la autoridad papal
rompe las ligaduras más sagradas «cuando se intenta disminuir su potencia
temporal, usurpada en tiempos pasados». Por esta razón «la distinción entre
la potencia temporal y la espiritual es una herejía, y según ellos, la peor de
todas». Es cierto que no lo manifiestan de forma tan clara —prosigue Riche
court— ni se atreven a decirlo públicamente, «pero las persecuciones que han
desencadenado contra no pocos que se adelantaron a sostener o enseñar pare
cidas proposiciones, son una prueba evidente, aunque dichas persecuciones,
en más de una ocasión, fueran hechas bajo otros pretextos* (91).
La verdad es que Crudeli no está en este caso, «pero no es menos cierto
que su arresto, y el proceso que se está haciendo contra él flan un justo
motivo de temor a aquellos que no tienen otro crimen que el de creer que
los derechos que la Corte de Roma quiere arrogarse en materias temporales
es una usurpación a la autoridad soberana». A esto hay que añadir que «la
Iglesia está en el Estado y no el Estado en la Iglesia, y que al mismo tiempo
que creen en la infalibilidad de la Iglesia, dudan en la del Papa, que no tiene
otros fundamentos que las decisiones que ha tomado en su favor. Y esto es
de tal forma verdad, que actualmente en cuanto se trata de Roma, nadie se
atreve a hablar» (92).
En confirmación de la actitud de Roma, y de los intentos de hacer preva
lecer su autoridad en la Toscana, alude Richecourt al asunto de los soldados
rebeldes que después de haber robado, se retiraron al Estado Eclesiástico; y
a pesar de que el Cardenal Corsini había prometido, verbalmente y por escrito,
(88) Ibidem.
(89) Ibidem
(90) Todavía el Cardenal Corsini, en su carta al Gran Duque, dd 16 de abril de
1739, le recordaba que «el Papa además de ser jefe de la Iglesia habla sido siempre con
siderado «comme le premier entre le* tétes couronnées». Apéndice 1 A.
(91) Apéndice 7.
(92) Ibidem.
31
satisfacción, se deshizo de la cuestión remitiéndola al Cardenal Firrao, Secre
tario de Estado, «quien se ha explicado en términos demasiado alto» y dema
siado impropio* para, al fin de cuentas, no decir nada nuevo* (93).
Este ejemplo lo cita Richecourt, para hacer ver a S.A.R. hasta qué punto
la Corte de Roma estaba dispuesta a forzarle para que le concediera el Brazo
Secular, y así apresar a tres personas más «según las promesas que suponen
haberles sido hechas por S.A.R., promesas pretendidas, y que ya sea por ca
sualidad, ya de una forma premeditada han sido hechas públicas, y cuya puesta
en práctica, aunque sólo fuera en uno solo, haría huir de aquí a la mayor
parte de los intelectuales, en especial a los que gozan de alguna reputación
y que por eso mismo se encuentran más señalados por la Corte de Roma, que
ve con disgusto la presencia en Italia de gente informada del poco fundamento
de sus máximas en materia temporal» (94).
De ahí que el Conde de Richecourt suplique a S.A.R. preste atención a
los intentos de la Corte de Roma, «que pretende aumentar su autoridad en
e! Estado de la Toscana por medio de la Inquisición». Pues entregar sus súb
ditos a la Inquisición equivale a entregarlos a una potencia extranjera, «tanto
más que ni siquiera los oficiales de la Inquisición son súbditos suyos, y que
además no es en Florencia, sino en Roma, donde juzgan a los acusados; ya
que la Inquisición no da ningún paso sin órdenes de Roma, y sin darles
cuenta de lo realizado» (95).
Todavía añade más Richecourt. «La Corte de Roma — dice— sostiene la
exención de los Tribunales laicos a los eclesiásticos, aunque estos eclesiásticos
sean súbditos de S.A.R., exención que hacen valer no solamente en todos los
asuntos personales, sino incluso en los puriamente civiles, y esto hasta tal
extremo que tan pronto un eclesiástico se interesa en un proceso por un cam
po, una casa, una granja, etc., lleva a todos los súbditos laicos al Tribunal
Eclesiástico, y en última instancia apela a Roma. Exención que además la
hacen valer en contra de los intereses del soberano, pues aprovechándose de
ella se substraen a muchos impuestos, no solamente de los Bienes Eclesiásticos,
sino incluso de los bienes patrimoniales, lo que da origen a mil fraudes, ya
que son muchas las familias que han hecho pasar todos sus bienes al que
lleva el hábito clerical para así librarse de parte de las contribuciones». En
estas circunstancias el Conde de Richecourt deja a la prudencia de S.A.R. «con
siderar si es lícito bajo el nombre de la Religión y de su derecho, el dejar
aumentar la autoridad eclesiástica en perjuicio de la suya, pretexto bajo el
cual los eclesiásticos han usurpado ya tanto en la Toscana» (96).
A continuación pasa a proponer al Gran Duque una solución ya utilizada
en otros Estados de Italia para poner un freno a la autoridad de la Inquisición,
consistente en la presencia de un Comisario que asista a todo el proceso inqui
sitorial, y que vigile a fin de que con el pretexto de herejía no se oprima a
sus súbditos. No creemos —añade el conde— «que la Corte de Roma pueda
rechazar una petición tan justa, pero a decir verdad estamos persuadidos que
(93) ibidem
(94) Ibidem
(95) Aquí coincide con lo dicho más arriba por el Abate Tornaquinci, en iu Rtlaclón
al Gran Duque, «obre las solicitudes hechas por el Inquisidor de Florencia, cuando se
excusó diciendo que había recibido del Santo Oficio la Orden de pedir el arresto del
Sr. Cerretesi. Cfr. Apéndice 4.
(96) Apéndice 7.
32
no consentirá, puesto que esto le privaría del medio de servirse de la autoridad
de la Inquisición para materias que no fueran de Religión. Pero al mismo
tiempo esta negativa autorizará a S.A.R. para, a su vez, rehusar el Brazo
Secular en contra de súbditos a los cuales como soberano debe protección. Y
sobre todo la detención de Crudeli, acaecida ya hace tiempo sin que ni siquiera
haya sido interrogado proporciona un pretexto justo a S.A.R. para hacer la
petición del Comisario» (97).
A este fin le adjunta el Conde de Richecourt no sólo el informe del Senador
Rucellai (98), sino también la súplica de los padres de Crudeli, en la que
solicitan información sobre el estado del proceso de su hijo, a fin de que sea
castigado si es culpable, pero, en la misma medida, si es inocente se le deje
en libertad, y no permita S.A.R. perezca en la cárcel un hombre asmático,
cuya salud y vida está muy en peligro al encontrarse encerrado en la prisión (99).
Por supuesto que a esta demanda —comenta Richecourt— no hay duda
que se contestará diciendo que es imposible acceder a ella «debido al secreto
inviolable del Santo Oficio. Pero este secreto no debe existir para el Soberano
a quien Dios ha confiado, al igual que a los eclesiásticos el sostenimiento de
la fe y de su santa religión» ( 1 0 0 ). Pues al haber puesto, a este fin, la espada
en manos del Gobierno, y al haber dejado a la Iglesia solamente la vía de la
persuasión y del buen ejemplo, junto a la espada espiritual, S.A.R. «podría
probar claramente por la Escritura y los Santos Padres, que la fuerza que
quieren emplear por el Ministerio de la Inquisición es una empresa contraria
a la ley de Jesucristo que nos es representado no como el ángel exterm inada,
sino como el buen Pastor que va a buscar con dulzura la oveja perdida, y
la lleva sobre sus espaldas al aprisco» ( 101 ).
Siguiendo con su argumentación, el Conde de Richecourt insiste que, en
caso de negativa, S.A.R. podría hacer ver que su conciencia, su justicia y su
gloria no le permitían entregar a sus súbditos sin estar informado de sus ver
daderos delitos, y de la manera con que se procedía contra ellos. Razón ésta
por la que, en el futuro, ya no debería conceder más el brazo secular, a menos
que un comisario, propuesto por su parte, estuviera presente en la formación
del proceso, asegurándose de esta forma que sus súbditos eran culpables, y
que lo eran precisamente de irreligión o herejía, y que además habían dis
puesto de todos los medios para justificarse ( 1 0 2 ).
Tras recomendar la máxima discrección con los papeks remitidos (103),
para evitar represalias por parte de Roma, «pues si llegaban a conocimiento
de la Corte de Roma, ciertamente estarían perdidos, sin remedio, o forzados
a abandonar su patria», ya que era claro que «la Corte de Roma busca dañar
(97) Ibidem.
(98) Cfr. Apéndice 6B.
(99) Los padres de Crudeli insisten en su súplica, en el hecho de que su hijo llevaba
más de dos meses en la cárcel sin saber todavía el porqué. Por esta raxón acuden a S.A.R.
solicitándole «clemencia y justicia, y que se digne dar aquellas órdenes que crea necesa
rias al efecto de que sea practicada aquella justicia que merece, y que no deje morir en
aquella miseria a un súbdito suyo sin saber si es o no reo...». A.S.F., Consiglto di Regge*-
xa della Toscana. Filza 339. Inserto 2, n. 4. Atto. Crudeli y Antonia Dixri a S.A.R. el
Gran Duque de Toscana. Firenze. 18 luglio 1739. Apéndice 8.
(100) Apéndice 7.
(101) Ibidem
(102) Ibidem.
(103) Ibidem. En concreto se refiere a la Relación de Rucellai, la súplica de tea pa
dres de Crudeli, y su propio informe.
33
y perder a los que puede creer que le son contrarios», Richecourt íinalizu su
largo informe confiando en que la justicia de S.A.R. urgiría por una parte
la decisión del Proceso de Crudeli, que «gime desde hace vario» meses en la
cárcel, sin saber todavía de qué está acusado», y por otra, daría las órdenei
necesarias para tranquilizar a sus súbditos uuc querían abandonar su patria
para ir u vivir lejos de un Tribunal tan terrible como el del Santo Oficio «que
se dedica a hurgar en la vida y conversaciones de un hombre desde su infan
cia; que intenta sobornar a sus domésticos para saber lo que pasa en el
secreto de su casa; que admite como testigos a las personas más viles, recha
zadas en los demás Tribunales; que ignora, finalmente, quiénes son sus acusa
dores, y se encuentra privado de todas las legítimas defensas existentes en
todos los países del mundo» (104). Estas últimas palabras son, si cabe, todavía
más duras, ya que Richecourt admite incluso la posibilidad de condenas por
delitos imaginarios, debido «a la ignorancia y fanatismo» de los que com
ponían el Tribunal del Santo Oficio.
Estos extensos informes del senador Rucellai, y del Ministro, conde de
Richecourt, permiten centrar en su auténtico contexto la lucha contra la Maso
nería en Florencia, y quizás de rechazo en el resto de los países católicos. Los
Liben Muratori son aquí el eslabón, tal vez sólo un pretexto dentro de ese
juego de fuerzas antagónicos que buscaban con la misma intensidad por una
parte recortar los privilegios y abusos inquisitoriales, y por otra no sólo man
tenerlos, sino robustecerlos tras el desprestigio sufrido por una serie de casos
más o menos lamentables. Y en esta ludia entre el Gobierno de la Toscana y
el de la Corte de Roma (105), la Inquisición es, a su vez, un elemento clave
de la intervención y presencia romana en otros países y reinos, presencia e
intervención que no estaban dispuestos a soportar sin un mínimo control los
estadistas de Florencia, que aprovecharon las anomalías existentes en el encar
celamiento y proceso del Dr. Crudeli, para tratar de introducir un cierto con
trol en la libre actuación del Tribunal del Santo Oficio.
En este sentido la exigencia de dicho control, por medio de un Comisario
gubernamental que garantizara a los súbditos de S.A.R. el respeto de sus
derechos jurídicos, no es más que un nuevo paso en ese confrontamiento de
poderes que a fin de cuentas iban a una separación de lo puramente espiritual,
es decir, de los delitos de irreligión o herejía, de todo aquello otro en que lo
temporal o abiertamente político intentaba camuflarse bajo capa de religión.
Los primeros pasos en esta línea corresponden ya al año 1738, cuando el
exonde de Richecourt apoyado por el Príncipe de Craon hizo gestiones para
que no se permitiera tener cárceles propias al Santo Tribunal (106). El último
eslabón de esta cadena se cerrará en 1782, cuando el Gran Duque Pedro
Leopoldo I decidirá abolir totalmente en sus dominios el Tribunal del Santo
Oficio. Y entre ambos extremos está el caso Crudeli, que reviste una especial
(104) Ibidem.
(105) Obsérvese que tanto Rucellai como Richecourt jamái hablan de la Santa Sede,
sino de la (>>ru; de Roma, y de su derivación en materia» temporalea.
(106) A.S.V ( Archivio Segreto Vaticano], Memoríali 1 Viglielti 72. Dal S. Offizio 28
nov. 17)8. Apéndice 9. Insistiendo en la idea de considerar a las cárceles de la Inquisición
como cárceles privadas que atentaban contra la soberanía del Gran Duque existe una In
teresante «Minuta de una Respuesta del Senador Rucellai a una memoria anónima en la
que se revela <1 establecimiento, vicisitudes, abusos e irregularidades introducidaa en el
Tribunal de la Inquisición*. A S I7., (',otitiglio di Reggenza delta Toscana, Filza 339. In
serto 3, ri. II, Apéndice 10.
34
importancia por su implicación con la Masonería, y por la participación directa
del Padre Inquisidor, quien en vísta de tu fracaso ante el Gobierno toscaoo,
y de la impotencia romana, decidió acudir a loa servicios del Nuncio de Viena
para que él, a través del confesor real, interviniera directamente ame S.A.R,,
el Gran Duque.
A c tu a c ió n d e l Inquisidor de F lo r e n c ia
(107) En esta época el Nuncio en Viena era Mons. PsoKkxí Merlini, nacido en Forli.
el 9 de diciembre de 1692, consagrado obispo de leemio el 26 de junio de 1714; Canon,
de S. Gio. Laterano, y nuncio en Viena del 1} de mayo de 17*8 al 20 de octubre de
1745. Cfr. Karttunen, L., Les nonastures apostoltquei permanentes de 1610 á 1900, Ge*
néve, Chaulmontel, 1912, pgs. 121-HV No/izir per l’anno 1742, ugs. 218-9.
(108) A.S.F., Contiglio di Reggenza della Toscana, Filia 340. D, íols. 21-23. El In-
a
uisidor de Florencia a Mons. Paolucci, Nuncio en Viena. Firenie, 11 agosto 1739. Apéo-
ice 11 A.
(109) Ibidem
(110) Ibidem.
(111) A.S.F., Consiglio di Reegcnja della Toscana. Filza 340, n. 8, fols. >28*330. El
Inquisidor de Florencia a Mona. Paoluoci. Firenae, 18 agosto 1839. Apéndice 11B.
(112) Esta no era la primera ves que se recurría a los oficio» del jesuíta confesor del
Gran Duque, como puede apreciante por el billete escrito por el Aaeaor del Santo Oficio,
35
Gran Duque diera las órdenes pertinentes al Secretario Tornaquinci, a fin de
36
Por otra parte, en la respuesta de la Corte de Viena a la Memoria pre
sentad* de parte de Su Santidad, S.A.R. admite que se daba perfecta cuenta
de que la Religión y el buen Gobierno exigían la pureza en las costumbres e
incluso en la forma de pensar, y que por esta razón estaba dispuesto a con
currir, cuanto estuviera en su mano, «a un fin tan saludable como el del muy
Santo Padre», y caso de que cambiaran las circunstancias mis arriba citadas,
se prestaría voluntario a los deseos de Su Santidad.
Pero el Gran Duque estaba persuadido que se llegaría mucho más fácil
mente a los fines propuestos —y aquí es donde recoge la idea «puntada por
Richecourt— «si en el Tribunal de la Inquisición se admitía uno o dos Comi
sarios de S.A.R., como se hacía en otras partes, pues con esto se impedirían
las malas interpretaciones y juicio» temerarios que a menudo se hacían sobre
ese Santo Tribunal, y además quedarían a cubierto los derechos del Soberano
y la protección que debe a sus súbditos» (118).
El impacto que tal respuesta causó en el Santo Oficio de Roma se puede
deducir de un par de memoriales escritos ambos el 28 de agosto de 1739
por el Asesor de dicho dicasterio, y que el Secretario de Estado, Cardenal
Firrao, se cncatgó de darles forma definitiva y oficial. El destinatario era Mon
señor Paolucci, Nuncio en Viena, a quien se le pone al corriente de las diver
gencias existentes entre el Santo Oficio y el Ministerio secular de la corte de
Florencia, a fin de que procure asegurar la libertad de movimientos de la
Inquisición en la Toscana, y librarla de la oposición manifestada por aquel
Ministerio.
A este fin Firrao remite a Mons. Paolucci a las instrucciones que a tal
efecto había recibido su predecesor el Cardenal Passionei (119). las cuales se
encontraban en el Archivo de la Nunciatura, y que en resumen se reducían a
inducir a S.A.R. a que se dignara «secundar las santas instancias de Su Santidad
en orden a ampliar y proteger, más bien que a restringir e impugnar, en sus
Estados, un Tribunal cuyo único objeto consistía en conservar la pureca de
la fe, y tener alejada la infección de los erroir* d*- los que no sólo se derivaba
la perdición de las almas, sino, a menudo, incluso la de ios Estados, conforme
enseñaba la experiencia» (120).
El Nuncio debía, pues, persuadir a S.A.R. que las informaciones recibidas
de sus Ministros eran falsas, y «que la Santa Sede, en este punto, tan sólo
pretendía la continuación de las costumbres laudablemente introducidas en
ventaja de la Inquisición». Y para que tuviera más éxito en sus gestiones,
Su Santidad se había dignado también «ordenar al Padre General de la Com
pañía de Jesús, que con todo calor escribiera tanto al Confesor de S.A.R.,
como al de) Emperador (121), para que, también ellos, interpusieran toda su
fuerza para avalar y apoyar las peticiones del Nuncio cerca de S.A.R (122).
poitft falta dalla Corte di Vicnna «IU Memoria preacntata peí parte di Stia Santiti per
ottenore la carceraicione di duc dclinqucntí in materia di Pede nclla citti di Flrenae. Apén-
dice 11 D.
(118) Ibidem.
(1W) Domen ico Pawionci, Obispo tic Upheso*. fue Nuncio en Viena del '1 de m ano
de 1711 a ahrii de 17W, Cfr. K asitiín ín , np d t , pav 121-1VI.
(120) A S.V., Mrmoritli Vigltrtti, 72 Dal S. Oftuio, 2R a¿o«to 17 V>: Memoria per
Mons, Paoliuxi. Nunsio in Viena. Apéndice 12 A,
(121) Cfr, nota 112. En el Rométwm Socirtátis tts* no »» conserva el do
cumento en cueitiAn, ni copia de la correspondiente carta del P. General al eonfeam de
S.A R,, P llldaricu» Aniel Cfr en dicho Archivo, Corresp del P Austria ( I7)é-
1747), i, IV Seti (17*4-177*), t, Id.
(122) Apéndice 12 A.
En otro Memorial, el Asesor del Santo Oficio dirige al Cardenal Firrao un
amplio borrador o plano que debía escribirse igualmente a Monseñor Paolu-
cci (123). Los puntos fundamentales giran alrededor de la prestación y asis
tencia del Brazo secular al Tribunal de la Santa Inquisición, para conseguir la
prisión de los tres citados reos, que a última hora había sido negada, así como
el arresto de «otras personas delincuentes en materia de fe, aunque ajenas al
grupo de los Liberi Muratori». El celo de Mons. Paolucci debía tender a
renovar las más fervorosas presiones ante S.A.R., a fin de que en adelante
no permitiera a sus Ministros impedir el libre ejercicio de la Inquisición (124).
A continuación el Asesor cita una serie de hechos, o «argumentos dema
siado claros» — como se lee en el Memorial— por los que el Ministerio de
Florencia intentaba destruir en la Toscana «un Tribunal tan santo y tan nece
sario para conservar en su pureza nuestra Santa Religión y el debido respeto
a los santos sacramentos, especialmente el de la Penitencia».
Los hechos en cuestión son que, en un principio, el P. Inquisidor debía
implorar la ayuda oel Brazo al señor Secretario de la Jurisdicción, o más bien
al Secretario de Esiado, y no al auditor Fiscal como hasta entonces se prac
ticaba. Poco después exigieron que en el acto de solicitar el Brazo, el P. Inqui
sidor manifestara al Ministro deputado para el asunto, no sólo el nombre, sino
incluso el delito del reo, lo cual iba contra las leyes del secreto «que inviola
blemente se observa en las causas de fe para evitar los infinitos trastornos,
que puedan nacer de la publicación». Finalmente, a pesar de haber accedido a
lo anterior no se podía proceder al arresto de ningún delincuente porque siem
pre se negaba el Brazo secular con uno u otro pretexto (125).
El Nuncio debía en esta ocasión ponerse de acuerdo con el confesor real,
el P. Assel, para conseguir la prisión de Buonaccorsi y de Cerretesi «denuncia
dos al Santo Tribunal por materias tan importantes y delicadas», a fin de que
finalizaran las pendencias, artificios y maquinaciones que los Ministros de S.A.R.
iban aumentando cada vez más contra la Inquisición para introducir en Flo
rencia la libertad de creer y de pensar con extremo perjuicio de la Reli
gión» (126).
Como se ve, da la impresión de que se ha convertido en una cuestión de
honor el encarcelamiento de dos o tres personas más, a fin de que el Tribunal
cobrara su prestigio perdido, y la libertad de movimientos. Para conseguirlo
se cargan las tintas en el infeliz estado en que se encontraba la religión en
Florencia, al impedir al Santo Tribunal el mantenimiento de la pureza de la fe.
El Cardenal Firrao dio forma a estas ideas, y escribió un largo despacho
al Nuncio de Viena el mismo día 28 de agosto de 1739 (127) en el que tam
bién se hace eco del proyecto contenido en la Memoria de S.A.R., referente
a la deputación de uno o dos Comisarios (128) con lo que «resultaba eviden
temente claro que el Gobierno de Florencia tenía en el ánimo destruir todas
(123) A.S.V., Memoriali - Viglietti, 74. Dal S. Offizio, 28 agosto 1739. Apéndice 12 B.
(124) Ibidem.
(125) Ibidem.
(126) Ibidem.
(127) A.S.F., Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 340, n. 6, fols. 313-322. El
cardenal Firrao, Secretario de Estado, a Mons. Paolucci, Nuncio en Viena. Roma, 28 agosto
1739. Apéndice 12 C.
(128) Apéndice 11 D.
38
jas más recomendables costumbres, y atacar a la Santa Inquisición en sus
más indiscutibles derechos» (129).
Al referirse al encarcelamiento de Buonaccorsi y de Cerretesi reproduce
casi las mismas palabras del Inquisidor de Florencia, más arriba comentadas
en la Pro-Memoria dirigida a S.A.R., por medio de su confesor el P. Assel (130).
Según Firrao se exageraba el peligro de cualquier conmoción popular basán
dose en la afirmación de que el arresto de Tommáso Crudeli había causado
estrépito, siendo así que por el contrario «tal arresto había sido aplaudido
por toda la ciudad de Florencia, y especialmente por las personas de bien, las
cuales habían visto este acto como la mayor y más cierta prueba de la innata
piedad de S.A.R., y de su celo por la conservación de la pureza de la Fe en
sus Estados; de donde se podía deducir que precediéndose al arresto de los
otros dos reos crecería siempre más en el pueblo la veneración y el amor hacia
S.A.R., en lugar de provocar tumulto» (131).
Tanto más cuanto que no podía decirse que el ejemplo del Dr. Crudeli
hubiese hecho todo aquel bien que podía esperarse, como se lee en la Memo
ria con que la Corte de Viena respondió a la de Su Santidad (132), ya que
además de ser esta una afirmación contraria a la evidencia del hecho, «se
debía reflexionar que con su castigo no quedaban sancionados los delitos de los
demás, ni con la amputación de una sola rama se vería exterminada la planta
venenosa (133) que, cada vez más, va echando raíces en Firenze, y dilatando
la infección de las máximas más perversas» (134).
Como ya hemos visto otras veces, en este tipo de documentos se arguye,
una vez más, identificando la religión y la política, o dicho con otras palabras,
«la causa de Dios y la del Príncipe», y así Firrao hace referencia a los descreí
dos y a los propagadores de doctrinas perversas y costumbres depravadas, «de
donde se seguirían las más infaustas consecuencias no sólo respecto a la reli
gión, sino incluso a la quietud y seguridad del Principado*. A este propósito
debía el Nuncio poner en antecedentes a S.A.R.. que «si se dejaba la Toscana
en el estado actual, estaba expuesta más que niii¿m.i otro país, con el progreso
del tiempo, al peligro de una infección general» (135).
Las directrices romanas al Nuncio de Viena, tras el largo preámbulo donde
la fe y la felicidad temporal se van dando la mano continuamente, quedan con
cretadas, finalmente, en una serie de argumentos que Mons. Paohicd debía
sugerir a S.A.R. para que no se dejara influir «de algunos de sus ministros
enemigos del nombre de la Inquisición», los cuales, no obstante las garantías
por ellos dadas, de no promover ninguna innovación contra el Tribunal, n;>
habían cesado de suscitar constantemente pretensiones bajo diversos colores,
con lo que era evidente que no cejarían en su empeño hasta ver destruido «un
Tribunal tan santo y tan necesario, especialmente en las presentes y peligro
sísimas contingencias» (136).
(129) Apéndice 12 C.
(130) Apéndice 11 C.
(131) Apéndice 12 C.
(132) Apéndice 11 D.
(133) Aquí se alude, sin nombrarla, a la idea que en Roma tenían de la Masonería,
a la que ordinariamente suelen calificar de Pianta velemosa, v otras expresiones más o me
nos estereotipadas, que se repiten sin cesar en los documentos pontificios.
(134) Apéndice 12 C.
(135) Ibidem.
(136) Ibidem.
39
Respecto a la deputación de los Comisarios debía exponer el Nuncio a
S.A.R., que el Papa no podía condescender en este punto a los deseos de S.A.
porque ésta era una novedad «más ardua y considerable que todas las demás
que su Ministerio había podido hasta entonces idear», con cuyo ejemplo se
proporcionaría a todos los príncipes de Italia motivo para exigir iguales pre
tensiones con infinito perjuicio de la Inquisición (137).
Firrao finaliza el despacho estableciendo una serie de distinciones entre
la situación de la Inquisición en Venecia, Milán y Turín, cuyo status no podía
compararse con el de la Toscana, y su pretensión de introducir un Comisario
gubernamental en dicho tribunal.
La respuesta a la Memoria que el Nuncio presentó, siguiendo las directri
ces romanas, está fechada el 30 de noviembre de 1739 (138), y en ella se
justifican sus pretensiones haciendo nuevamente hincapié precisamente en que
eran razones de Estado y derechos competentes a cada Soberano, lo que había
obligado a S.A.R. a tomar medidas para que el Santo Oficio de la Inquisición
no se sobrepasara más allá de su esfera, en contra del Estado, del Gobierno
y de los súbditos, a quienes el Soberano hubiera entregado, o tuviera a bien
entregar a este Santo Oficio, a los cuales no debía por esto menos su protec
ción. Y en consecuencia no podía tolerar que fueran totalmente abandonados
a la pura voluntad del Santo Oficio, y que éste les pudiera examinar de otras
materias que no fueran de la Religión y el Dogma, o que pudiera infligir penas
corporales sin que el soberano tuviera conocimiento de causa, pues la ejecu
ción de las mismas tan sólo debía pertenecer al Soberano (139).
Por esta causa, S.A.R. veía que las medidas más justas y convenientes
que podía tomar para dejar al Santo Oficio en plena actividad, y al mismo
tiempo salvaguardar sus derechos de Soberano, y la protección que debía a
sus súbditos, eran tener un representante suyo, presente en el examen y pro
ceso que el Santo Oficio hiciera contra sus súbditos. Esta persona, por supues
to, estaría obligada al secreto de la Inquisición, excepto a su Soberano, y vigi
laría para que no se traspasaran los límites de la Jurisdicción que él había
querido o quisiera otorgar a este Santo Oficio. Al detallar aquí las posibles
violaciones de la jurisdicción real hay una velada y evidente alusión al caso
Crudeli, ya que entre las prerrogativas del Comisario estaría el evitar que
«los culpables languidecieran sin hacerles una rápida justicia».
El resto del documento es un alarde de diplomacia cancilleresca en el que
utilizando los mismos argumentos romanos de la intrínseca relación existente
entre la religión y la política se les da la vuelta en favor del propio Soberano.
Así, refiriéndose al Comisario, en la respuesta a la Memoria del Nuncio se
dice que «este medio, ya en uso en otros reinos, infundiría respeto en los
corazones perversos de los heterodoxos, al saber que el Soberano, habiendo
puesto a cubierto de esta forma sus derechos y la protección que debe a sus
súbditos, no rehusaría su brazo secular a la Inquisición, y el castigo sería inevi
table al culpable, con lo que se conseguiría un gran bien para nuestra Santa
Religión» (140).
(137) Ibidem.
(138) A.S.F., Comiglio di Reggenza della Toscana, Filza 340, n. 10, fols. 336-339:
Réponse faite au Nonce sur une Mémoire par lui presenté. Viena, 30 novembre 1739.
Apéndice 12 D.
(139) Ibidem.
(140) Ibidem.
40
Además el Santo Oficio tendría de esta forma más argumentos a su favor
para poder afirmar que solamente él participaba en la administración de la
justicia, según las reglas prescritas. Y obrando así, «debería ver con agrado
que una persona, representante del Soberano, fuera testigo del candor, de la
caridad y de la justicia con que el Santo Oficio procedía con los culpables de
delitos contra la Religión y el Dogma» (141).
Finalmente, y con esto termina el documento en cuestión, «si la Corte de
Roma no aceptaba esta proposición tan justa y tan razonable de S.A.R., y
nuestra Santa Religión sufría las consecuencias, Su Alteza Real esperaba que
se le haría justicia en el mundo, y no se le imputaría nada, ya que tenía tanto
celo cuanto el que más, por la conservación y engrandecimiento de nuestra
Santa Religión» (142).
(141) Ibidem.
(142) Ibidem.
41
III — PRELIMINARES DEL PROCESO DE CRUDELI
A v e r ig u a c io n e s d e l S enador R u c e l l a i
43
e, t.ropio soberano
t i *>^ ^Teftfes ^1
resto debido al concepto que se tiene de la Inquisición, que cree que esta
S a d sea una verdadera herejía, y que mita como herqes a todas aquellas
pSsfnas que están adscritas a ella, lo que da lugar a muchos discursos poco
E xam en p r e v io
(147) Apéndice 13 A.
a R kh^ourtSDi' c Z Stf<? ¿t t l c Tmcana- 339. Inserto 2, n. 3. Rucellai
borrador con' numerosas coracionil Apéncilcc 13 B‘ Además deI ori«inal 8e conserva el
Floreada La^rToerafía nota,31. Lord Faine,. embajador de Inglaterra en
otras Faine En la documentación v s e g t i n los documentos. Unas veces es Fane,
(150) Én una tx>stda»a H<* u indistintamente los términos Frimasso» y Frimesson.
colini P™ data de ,a m,8ma carta * también el nombre del abate Nic-
44
círculo hecho con yeso. Crudeli respondió a esto, que todo era verdad, pero
que estas formalidades eran arbitrarias e incluso distintas; que el libro sobre
el que se prestaba el juramento no siempre era el mismo, y que se había visto
prestarlo, incluso sobre el Don Quijote (151); que la antorcha aludía al arte de
construcción, etc.
El Inquisidor insistió sobre aquello que se hablaba en la mesa entre los
ingleses, y particularmente entre los florentinos, a lo que le respondió que los
Florentinos acudían pocos y raramente, porque no siendo escritores no entendían
la lengua inglesa, y los ingleses solamente hablaban inglés. Además estas reu
niones se hacían a instigación de un cierto escocés, llamado Raist, que en aquel
tiempo vivía en Florencia, y que se aprovechaba manejando el dinero de la
sociedad.
El interrogatorio continuó sobre los secretos y ceremonias, y aunque Rucellai
no había podido averiguar todas las preguntas y respuestas le constaba que
Crudeli se había visto forzado a decir todo, y entre otros pormenores indicó
que «cuando el nuevo Frimason era admitido veía una antorcha colocada en
tierra, en un círculo hecho con yeso, en cuyo centro estaba escrita la palabra
Matemático (152).
Este interrogatorio se desarrolló según el estilo judicial, pero sin embargo
no fue escrito tal cual, como se practica en los procesos regulares, sino que sólo
se copió aquello que dijo Crudeli, y al comienzo del folio se anotó la palabra
sponte, de donde se deduce — comenta Rucellai— que había un interés especial
de hacer aparecer este examen de forma tal que pudiera decirse en caso de ne
cesidad que no era un acto judicial; que ellos [los inquisidores] no le habían
examinado, sino que habían escrito aquello que Crudeli había querido decir
voluntariamente. Y habiéndose quejado Crudeli de esta irregularidad, se le res
pondió «que a los que comparecían espontáneamente no se les escribían las pre
guntas y las respuestas, y que este examen no era el verdadero examen, ya que
caso contrario se habría escrito según estaba prescrito (153).
D e n u n c ia s s o b r e l a a c t u a c ió n d e l T r ib u n a l
Con estos datos, Rucellai juzga suficientemente probado que cuando el In
quisidor solicitó la prisión de Crudeli ya tenía el proceso en la mano, pues, sin
duda poseía estas noticias antes de su arresto, puesto que se nombran personas
y hechos muy antiguos. Y en segundo lugar —y aquí radica la gravedad, a jui
cio del senador— , «la verdadera causa de la prisión de Crudeli consistía en ser
uno de los Liberi Muratori, con lo que crecía la sospecha de que verdaderamente
se hubiese supuesto otro motivo a S.A.R. para obtener el encarcelamiento, a
pesar de que el proceso estaba ordenado a esta otra causa» (154).
(151) En este mismo documento existe una nota final en la que se alude nuevamente
al juramento, al referirse al que tuvo que hacer Crudeli ante el Inquisidor, de decir la
verdad. En esta ocasión el Inquisidor acercándole el Evangelio le diio: «Este es el buen
juramento y no aquel del Frimasson».
(152) Apéndice 13 B. . . .
(153) Ibidem. Entre lo» papeles conservados en los legajos del Archivio di Stato di
Firenze que contienen el proceso de Crudeli se encuentra una copia del interrogatorio a que
se refiere Rucellai, y que fue la que sirvió de base pera redactar el informe enviado a Ri
checourt con este motivo. Basta una simple confrontación del texto para confirmarlo. Cfr.
Apéndice 13 C.
(154) Apéndice 13 B.
45
En este caso, v dejando a un lado la circunstancia de haberse engañado al
Serenísimo Gran Duque, la sociedad de lo«Jrtm csson era algo enteramente
secular en la que no ¿odia intervenir lo ecfes.ist.co, y mucho menos la Inquia-
ción a la que sólo correspondían las causas de Fe; y esto es tan cierto — añade
R u c e lla i- que en aquellos países donde se ha creído deber prohibir estas reu-
níones, las prohibiciones han sido hechas por el gobierno secular y no por el
eclesiástico (155), y por estas razones entre otras, no se permitió publicar la
Bula en Florencia.
La conclusión para Rucellai es evidente: De donde se deduce — dirá— que
en la actualidad, un laico, súbdito de S.A.R., por una causa totalmente civil,
está retenido en el Santo Oficio, que con otras palabras equivale a decir en una
cárcel privada (156), lo que puede considerarse «como el mayor atentado que
pueda hacerse a la Majestad del Soberano, al cual solamente le ha sido confiado
por Dios el gran derecho sobre los súbditos tanto de la vida como de la libertad
que equivale a la vida misma» (157).
Por otra parte —apunta RucelJai— «es cosa muy digna de consideración,
que. Roma que ha hecho la Bula (158) teniendo tantos súbditos propios de la
misma sociedad, haya precisamente lomado como teatro de este hecho a la Tos-
cana, que por razón de Livorno obtiene tantas ventajas de Inglaterra, y que
por esta causa está obligada a guardar con ella muchos miramientos de suerte
que se ha hecho público por todo el mundo que Roma no quiere sufrir esta
Sociedad a expensas de la Toscana, lo cual se pudo leer en muchas gacetas ultra
montanas publicadas en Firenze a raíz del arresto de Crudeli» (159).
La última parte del informe del senador está dedicada a hacer una serie de
reflexiones y conjeturas sobre la irregularidad observada en el examen judicial
transformado en una declaración espontánea de Crudeli. La sospecha recae aquí
en una cierta compensación curial, ya que a raíz de no haber sido permitida la
publicación de la Bula en Toscana por muchos motivos, tal vez recibieron ór
denes de no proceder contra los Frimasson, y así adoptaron este medio para
guardarse las espaldas caso de que se Íes pidiera cuentas, diciendo que no le
habían examinado judicialmente, y que no tenían por qué privarse de escribir
aquello que el mismo reo les había comunicado (160).
Insistiendo en el mismo tema cuenta Rucellai que el Canciller de la Inqui
sición había <Lcho que Crudeli no podía examinarse porque por muchos moti
vos no convenía tocar el tema de la Masonería, y que de no haber tenido órde
nes concretas, probablemente este mundo se hubiera acabado hacía ya muchos
meses. \ en el examen hecho a Crudeli le constaba al senador que habiendo res
pondido Crudeli a una pregunta que no creía podía ser ni siquiera interrogado
sobre la materia de los masones porque el Gobierno había prohibido hacer se
mejantes averiguaciones, de repente el Inquisidor le replicó si le había sido
cho esto por un ministro, a lo que Crudeli respondió que tal cosa la había
oído de un oficial del que no sabía su nombre (161),
46
Rucellai acaba su largo informe augurando que todavía habrían de trans
currir muchos meses hasta que terminara el drama de Crudeli, cuyo desenlace
temía sería «la muerte de aquel pobre desgraciado, ya que se trataba de uno,
poco menos que tísico, que muchas veces había esputado sangre, y que actual
mente en la prisión, según las noticias recibidas, sufría gravísimas molestias en
el pecho, causadas en gran parte por haber pasado el verano en una fétida ha
bitación con una ventana pequeñísima en el tejado, orientada al levante» (162).
Ante noticias tan alarmantes el Conde de Richecourt, a pesar de que su
salud no le permitió hacerlo de propia mano, escribió a S.A.R. el 18 de agosto
de 1739 un despacho para informarle de las continuas dificultades que a cada
momento surgían de parte de la Corte de Roma (163). «Parece — dice Riche
court— que quieren vengarse de que bajo el nombre de la Inquisición V.A.R.
no permita ejercer una autoridad despótica en sus Estados, autoridad que si
no fuera frenada acabaría por despojar insensiblemente a V.A.R. de la mayor
parte de los atributos de la Soberanía, y haría expulsar de sus Estados a toda
persona de mérito, y a todos los que creyeran ser enemigos de la Corte de Ro
ma» (164). La triste aventura de Crudeli venía a justificar ese su temor.
A continuación expone a S.A.R. un breve resumen de la forma anómala con
que la Inquisición había actuado en este caso. La Regla del Santo Oficio — di
ce— es que la Inquisición solamente puede pedir el Brazo secular contra los
culpables a los que ya de antemano ha hedió proceso. Sin embargo aquí se ha
obrado de forma totalmente diferente puesto que se ha supuesto ante V_A.R.
que Crudeli era culpable y convicto de los más grandes crímenes, siendo así que
su Proceso ni siquiera había sido iniciado. Pues desde su detención han sido
oídos más de treinta testigos contra él, y, no obstante el secreto de la Inquisi
ción, se sabe positivamente que estos testigos solamente han sido interrogados
sobre hechos vagos y poco relevantes, y sobre los francmasones, y sus relacio
nes con los ingleses, a los que enseñaba la lengua italiana (165).
Se sabe positivamente —añade el conde de Richecourt— que habiendo mur
murado el público, y habiéndose quejado el mismo Crudeli que se !«r tenía desde
hacía tanto tiempo en prisión sin interrogarle y condenarle, caso de ser cul
pable, o absolverle, caso de ser inocente, finalmente hacía muy pocos días, el
Inquisidor le llamó a su presencia y le interrogó. Todas las preguntas giraron so
bre la sociedad de los Francmasones, sus formalidades, el juramento, las cere
monias que se realizan en las logias, las comidas que se dan, los discursos que
se tienen, etc.
A pesar de que Crudeli ha sido interrogado en forma, el Inquisidor se ha
guardado muy mucho de redactar el acta a manera de interrogatorio. Se ha con
tentado con escribirla a modo de conversación o declaración voluntaria del Doc
tor Crudeli (166),
(162) Ibidem.
(163) En esta ocasión Richecourt envió a S.A.R. las dos cartas anteriores de Rucellai
sobre el asunto del Dr. Crudeli, «las cuales —añade el Conde— no son el único funda
mento de la presente carta ya que además poseo otras informaciones seguras». A.S.F., Coh
siglio di Reggenza della Toscana, Filza 339, Inserto n. 12. El Condf de Richecourt a S.A.R.
el Duque de Lorena. Florence, 18 aout 1739. Apéndice 13 D.
(164) Ibidem.
(165) Ibidem. .
(166) Aquí repite casi textualmente las palabras del senador Rucellai al referirse a que
el Inquisidor hizo poner al inicio la palabra Sportte queriendo con dio significar que Cru
deli había hecho estas declaraciones espontáneamente sin haber sido forzado a ello, y ni
siquiera interrogado.
47
El conde de Richecourt comunica twnbiA» a S.A.R. que el Doctor Crudeli
había suplicado al Inquisidor terminara lo antes posible su Proceso, y . que se
mona e n la cárcel dado qi.e era asmático y escupía sangre casi todos los df««.
M o que el Inquisidor le habí, respondí*, que él tenia los brazos atados; que
si no su Proceso habría sido juzgado en Roma hacía ya tiempo (167) En estas
circunstancias - s e lee en el inform a- «de>o a la alta prudencia de V.A.R.
juzgar el partido que creerá más conveniente para procurar a Crudeli la justicia
que pide» (168).
Tras hacer un elogio de Crudeli (169) y de exponer la critica situación en
que se encontraba (170) concluye el despacho del Secretario de la Jurisdicción
con una serie de párrafos en clave, y solicitando precaución con los informes
remitidos, en especial los del senador Rucellai, quien «conocedor de que se
había atentado más de una vez contra la vida del defensor de la Jurisdicción
de Venecia contra las pretensiones de la corte romana», no estaba libre de cier
tas inquietudes.
E spo n tá n ea d e C r u d e l i
Una de las cosas que más llama la atención en el proceso del Dr. Cruceli
es la detallada información que de él tenían los ministros florentinos del Gran
Duque, quienes se hicieron incluso con una copia del propio proceso, que todavía
puede consultarse en el Archivio di Stato de Firenze (171). Es ésta la fuente
más directa, sobre la cual existe una larga «Relación del encarcelamiento del
Doctor Tommaso Crudeli de Poppi, y del proceso formado contra él en el tri
bunal del Santo Oficio de Florencia el año 1739» (172), publicada el año 1782.
Coincidiendo con las noticias del senador Rucellai y del conde de Richecourt,
el proceso del Doctor Crudeli, encarcelado la noche del 9 de mayo de 1739, se
48
inició el 1 ." de agosto de 1739 con una declaración «espontánea» hecha por el
reo, concerniente a la Congregación de los Libert Muratori.
Según la «Relación» anónima, publicada en Venecia en 1782, el Padre Vi
cario de vez en cuando visitaba a Crudeli, y le hacía vivas declaraciones de amis
tad demostrando compasión por su desgracia, y asegurándole su asistencia para
que se le administrase pronta y recta justicia, y para que le fueran aplicadas de
la innata clemencia del Padre Inquisidor, toda clase de facilidades, dado el de
plorable estado de su salud. En estas visitas Crudeli aprovechaba para rogarle
procurara acelerar su causa y que fuera pronto examinado, pues no comprendía
la razón de tal demora en un tribunal que tenía la costumbre de no arrestar a
nadie hasta haber compilado el proceso, y probado claramente sus delitos (173).
A pesar de las promesas del Vicario transcurrieron tres meses sin que sur
tieran efecto alguno, hasta que un cierto día dicho Padre Vicario le dijo a Cru
deli que había logrado convencer al Inquisidor para que se dignara recibir de
él un billete. Por esta razón le podría traer todo lo necesario para escribirlo,
y en él solicitar la tan ansiada grada de ser examinado. Pero esta promesa
— añade el autor de la Relación— muchas veces repetida por el P. Vicario, no
fue cumplida hasta mucho tiempo después en que le dijo había obtenido una
entrevista con su Paternidad Reverendísimo [el P. Inquisidor] para que de
esta forma pudiera él mismo pedirle lo que tanto deseaba.
De hecho el prisionero «fue conducido a la Capilla del Santo Oficio, lugar
que utilizaba el Tribunal para examinar, donde en lugar de entrevistarse extra-
judicialmente con el Padre Reverendísimo, como falsamente le había sido pro
metido, fue examinado formalmente sobre la sociedad de los Liben Mura
tori, siéndole hechas 43 preguntas, ninguna de las cuales fue escrita, a pesar de
que él exigió con toda energía, que fuese registrado todo por el Canciller, se
gún los principios de toda razón canónica y civil, según la costumbre del Santo
Oficio, y de todos los tribunales, que se regían no por el capricho, sino por el
orden de la justicia. Aunque les argüyó con los Cánones las Bulas de
los Santos Pontífices, y las leyes, le fue respondido por el P. Inquisidor que
todo se hacía para su bien, porque era más ayudarle & hacer una confesión es
pontánea que una exposición de los hechos obtenida por vía de un examen for
mal. Y de esta forma a la cabeza de todo este examen fue puesto el título de
confesión espontánea. Con este nuevo método irregular de proceder fue trans
formado el interrogatorio hecho a Crudeli en una supuesta historia, hecha por
él, cuya lectura, por otra parte, ofrece muchas ocasiones para comprobar que
no es otra cosa que una cadena de respuestas dadas a las diversas preguntas
del fiscal» (174).
Como se puede apreciar, esta descripción concuerda fundamentalmente con
los informes del senador Rucellai, y del Conde de Richecourt. Además se ve
confirmada por los documentos conservados en el Archivo de Estado de Flo
rencia, sobre el proceso de Crudeli. En primer lugar existe el interrogatorio he
cho a Crudeli en esta ocasión y que está compuesto de 45 preguntas —dos más
de las que dice la «Relación»— , algunas de las cuales se explidtan más en una
nota final (175). Este interrogatorio que gira todo él acerca de la Masonería
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e, el que efectivamente constituye el esqueleto de l« declaración «espontánea»
del Dr Crudeli, del 10 de agosto de 1739 de la que también se conservan do.
copias, una de ellas más detallada y completa en su redacción, en el y» atado
archivo florentino (176). . . , , .
En presencia del P Inquisidor, v una vez prestado juramento de decir la
verdad la «espontánea» de Crudeli comienza contestando a una pregunta que
siempre se hacía a los llamados a declarar ante el Santo Tnbunal y qUe ver8aba
sobre el motivo que suponía el declarante por el que había sido llamado. La
respuesta de Crudeli es significativa no sólo por su contenido sino por la ra
pidez con que entra en materia del cuestionario preparado de antemano sobre
la Masonería. ,
«Cuando fui encarcelado —se lee en la «espontanea» del 10 de agosto
[ 1739]_(177), inmediatamente pensé que podía ser la causa, por haber co
mido carne dos o tres veces en viernes o sábado, para lo que tengo licencia del
médico por mi indisposición del pecho; pero habiendo pasado mucho tiempo,
no viendo ninguna resolución sobre mi persona para formar juicio, después de
haber reflexionado mucho puedo dudar que mi prisión proviene de haber sido
miembro de la Congielación llamada del Frimesson, en la cual fui admitido,
si mal no recuerdo hace cuatro años. En realidad mucho tiempo antes había
estado impulsado por mi curiosidad a adscribirme a los Frimesson, pero no me
resolví a ser recibido hasta después de haber visto agregados a dicha Congrega
ción a los Padres Denii y Hud (178), agustinos del Espíritu Santo, irlandeses,
los cuales, y especialmente el Padre Hua, era ilustre y mártir de nuestra Santa
Religión, porque por ser católico había perdido los honores de su patria y la
posibilidad de volver a entrar en su país. También vi —prosigue Crudeli— al
Galessi, del cual no sé el nombre, pero era oficial del difunto Gran Duque
Cian. Gastone, y si yo no yerro creo que era Alfieri, joven inocentísimo. Con
el ejemplo de estos y otros, entre ellos el Dr. Antonio Coochi, me resolví tam
bién yo a entrar, como entré. El joven Galessi lo hizo como perito en Geometría,
y el doctor Cocchi como médico» (179).
Tras este preámbulo en el que más o menos quedan contestadas las dos
primeras preguntas del cuestionario referentes a algunos nombres, empieza el
interrogatorio propiamente dicho, pues a partir de este momento la «espontá
nea» de Crudeli va siguiendo literalmente y en el mismo orden las preguntas
hechas por el Inquisidor.
A las primeras cuestiones de «en qué consiste el frimasson; cómo se admite
el nuevo frimasson; cómo se hace la deliberación, y cuánto cuesta» (180), las
respuestas de Crudeli, como en el resto del interrogatorio, son en todo con
formes a las prácticas de la verdadera masonería.
*La regla que se observa en la reunión antes de ser admitido consiste en
esto, uno de la Asamblea hace instancia a los francmasones reunidos en la
mesa y expone que, por ejemplo, el señor Tommáso Crudeli desea ser admitido
ai i rmesson, y los comensales, pero especialmente el Gran Maestre (181) orde-
50
na y dice que se informe si el Postulante es un hombre de bien y honesto, y si
dicen que sí, levantan la mano o a viva voz lo aceptan, aunque algunos, incluso
propuestos por el Gran Maestre, son excluidos, como me ha sido referido. Tras
la aceptación el que propone avisa al Postulante la admisión y se determina el día
y la hora en que debe ser recibido. Pero antes se le hace pagar una cantidad de
dinero para la cena; a unos más a otros menos. A mí —refiere Crudeli— me
hicieron pagar seis o siete ruspos (182) para comprar los aderezos, delantal y
guantes. Algunos más generosos los compran nuevos a todos los reunidos» (183).
El interrogatorio prosigue preguntando una serie de detalles relativos a la
ceremonia de iniciación de nuevos candidatos, «de qué color son los guantes;
si la venda es formal; cuáles son los metales que le hacen dejar; cómo se de
sarrolla el consejo; qué es lo que dice el Maestre desde dentro; qué figuras es
tán dibujadas con yeso en el suelo; cuántas luces hay; cómo están dispuestas;
en qué parte está situado el Maestre; sobre qué se presta el juramento; cual
es el libro sobre el que se jura; el sentido de las palabras del juramento; su
síntesis; si tiene palabras horribles u otras» (184).
Crudeli corresponde a este cuestionario con toda naturalidad y simplicidad,
diciendo que «los delantales son, a ser posible, de cuero blanco, y que se com
pran guantes blancos de señor y señora para cada uno. Después se conduce al
novicio a una puerta, al otro lado de la cual están los señores frimesson, y se le
lleva con los ojos vendados con una tela cualquiera. Después lo despojan de toda
clase de metales, es decir: dinero, botones, tanto de la camisa, como de la cha
queta, hebillas de los zapatos y semejantes. Tras esto el Promotor llama a la
puerta con un golpe pequeño, después espera un poco, y da otros dos golpes
inmediatamente uno después de otro, siendo ésta una de las señales de los Fri-
messon. El Gran Maestre responde desde dentro ¿quién es? y ¿qué quiere? Se
contesta diciendo que es uno que quiere ser admitido al Frimesson. Replica el
Gran Maestre si por su propia voluntad o por persuasión de otros y se responde
que por propia voluntad. Le pregunta si tiene los ojos vendados y si está des
provisto de metales. Responde el Promotor que sí, y entonces abren la p«*erta,
y todos los asociados hacen dentro un gran ruido con espadas, hierros y gol
peando las mesas. Después el primer Gran Maestre hace girar al novicio junto
al Promotor por la habitación. Tras esta vuelta el primer Gran Maestre lo lleva
adelante y le pregunta si desea salir de aquellas tinieblas y ver el sol (el cual está
dibujado en el suelo con yeso, y en medio del sol está escrita la palabra Geo
metría), y el postulante responde que sí, pero antes de quitarle la venda le hacen
jurar sobre la Sagrada Biblia u otro libro, mantener el secreto de esta u otra
forma parecida. Es decir que le serán arrancados el corazón y la lengua, y con
vertidos en cenizas arrojados al viento caso de no guardar el secreto; y entonces
una vez hecho el juramento se le quita la venda de los ojos y ve en tierra el sol
descrito más arriba en medio de un rectángulo hecho de yeso, representando el
Poniente, oriente y las otras dos partes, sur y septentrión; y todos los miembros
(182) Rúspo, moneda de oro de la ciudad de Firenae. llamada también zecchtno gi-
gliato di Firenze. lín la versión conservada en la Filza 339, Inserto 2. se dice textualmen
te: «a él le hicieron pagar seis o siete ruspi...*. Sin embargo en esta otra versión [Fdzt
340, Letra Y, fols. 177-178] se dice: «« mí me hicieron pagar...*. Parece ser que la pri
mera versión corresponde al escribano que fue anotando el interrogatorio de Crudeli, te
niendo a la vista la declaración anterior, pues se limita a matixar y a añadir pequeños de
talles que no existen en la anterior.
(183) Apéndice 15 A.
(184) Apéndice 14, preguntas 7 a 24.
51
unidos forman círculo alrededor de dicha figura. El Gra.i M .es.re está colocado
en la parte del oriente ^tem plando la cadena; y en la figura hay cuíco colum
nas distribuidas, sobre las cuales hay un cirio encendido representando a los
cinco órdenes de arquitectura: el dorico, jonico, corintio el compuesto y el tos-
cano Inmediatamente después de quitarle la venda, el Gran Maestre coloca al
aceptado el compás junto al pecho, descubriéndolo. En tal reunión no se admiten
mujeres Después le hacen pasear, diciéndole que pasee como buen Frimesson
sobre la susodicha figura rectangular, y porque teme borrar las figuras o tirar
al suelo las columnas camina con gran cuidado para no hacerlo, y entonces toda
ia reunión ve y realiza, en todas las vueltas, algún cambio, según lo dispuesto
por los primeros maestres. A continuación lo ponen en la parte septentrional o
meridional de aquella figura, y entonces el Gran Maestre ciñe el delantal al
Novicio, y le dice que aquel es la insignia del frimesson. Los guantes se los po
ne cada uno» (185).
«Me he olvidado decir —prosigue Crudeli— que inmediatamente después
de quitada la venda de los ojos, todos los reunidos en la asamblea, al mismo
nempo, y con cierto ímpetu, se ponen la mano izquierda en el pecho, formando
escuadra* Después el primer Maestre interroga a uno de los más viejos y prác
ticos del frimasson, y le pregunta si él es Frimasson; responde que sí y le replica
en qué logia ha sido admitido Frimasson, y aquel le responde el lugar; entonces
le pregunta hacia qué parte debe estar dirigida la logia. Responde que de oriente
a occidente. El Gran Maestre le pregunta qué es lo que le fue hecho cuando
entró frimesson. Responde que le fueron quitados todos los metales, vendados
los ojos, y todas las demás ceremonias como he descrito más arriba. Después
el primer Maestre o quien ha introducido al novicio comunica al mismo novicio
las señales dei frimesson, y son las siguientes: Con su dedo pulgar le toca su
dedo medio en la parte superior del nudillo (186), y después el nudillo del ín
dice, diciendo B. y el otro debe responderle O hasta que alternativamente ter
minan la palabra BOOSE, y sucesivamente dicen la palabra claramente, si no
me equivoco (187). Después uno de los arriba citados, no la primera vez, sino
en cualquier otra ocasión, le tocan el dedo índice, le separan el mismo dedo, des
pués el medio y sucesivamente los dos, después le estrecha toda la mano descen
diendo los susodichos dedos hacia el pulso y aprietan un poco; el otro se pone
la mano izquierda en el pecho y vuelve un poco el pie derecho. Y estas son por
lo que ahora recuerdo las señales con las cuales se distinguen los agregados al
Frimesson. El primer Maestre tiene un martillo de madera en la mano, y un com
pás colgado al cuello con una cinta; puede ser que existan otros signos, de los
cuales no tengo memoria o no he hecho exacta atención. Pero —concluye Cru-
7^ s* quieren saberlo más exactamente podrán informarse de Collins, ya que
el es el que alberga a los reunidos, y es también Frimesson. Después de la asam
blea se tiene una cena a expensas del nuevo miembro» (188).
Tras esta larga y detallada descripción de la ceremonia de iniciación de los
nuevos candidatos, que fundamentalmente coincide con las diversas preguntas
ec as por el Inquisidor, continúa la declaración «espontánea» de Crudeli a te
nor e cuestionario preparado, que en adelante se fija en una serie de porme
nores mas directamente relacionados con Florencia. Así se le pidió al Dr. Cru-
(185) Apéndice 15 A.
í i f j f » ' S 5 ¿ & u£ , ¿ i s r v
(188j Apéndice 15 A.
52
deli «que dijera los nombres de los florentinos y de los ingleses», preguntándole
«cuántos eran en total los frimassons', quién era maestre cuando entró; cuánto
tiempo hacía de ello (189); cuantos maestres se habían sucedido; cuanto
tiempo hada que fue introducida en Florencia; quién fue su fundador; cuántos
había cuando entró; nuevamente se le pide los nombres de los florentinos de
aquel tiempo y el número de los ingleses; cuánto tiempo hacía que había sido
instituida [la masonería] cuando entró; dónde se reunían los frimassons (190);
el nombre exacto de Galessi, y qué rango de oficial tenía (191); el nombre de
tres grandes maestres, y el día de la asamblea» (192).
Al igual que a las preguntas anteriores, las respuestas de Crudeli son tajan-
tes, sin tapujos, libres de todo temor o suspicacia. «Cuando entré en dicha Con
gregación, el primer Maestre era el Sr. Fox, matemático, y se reunían en casa
de Monsieur Pascio, en Via Maggia. En esta Compañía, el día de mi ingreso,
que fue la única vez que intervine, me consta que estaban unas diez personas,
y entre otros entró conmigo por lo que me parece Giuseppe Cerretesi, floren
tino. Allí estaba, entre otros asociados, el Dr. Cocchi. Después de mí, entraron en
dicha sociedad el señor abate Ant. Niccolini, Paolino Dolci, el abate Franceschi,
y el abate Buondelmonti; de los florentinos no me acuerdo más. Era costumbre
que se reuniera la sociedad cada jueves; y porque no veían a gusto al Barón
Stosk [Stosch], fue cambiada la reunión al sábado, día éste en que él estaba
ocupado con el correo, pues Stosch no era bien visto en modo alguno por lo»
ingleses que le odian a muerte. El resto de los que asistían a dicha asamblea eran
ingleses, de los que no me acuerdo cómo se llaman; y entre ellos estaban los dos
Padres del S. Spirito ya nombrados más arriba (193). Después la reunión fue
cambiada de la casa de Monsieur Pascio, e introducida en el Albergue de Mon
sieur Collins; y la razón del cambio fue porque Monsieur Pascio daba mal de
comer. En dicha casa he estado una sola vez, y en la de Collins de tres a cuatro,
no pudiéndome adaptar a su costumbre, que consiste en beber mucho, lo cual
no pude soportar a causa de mi enfermedad» (194).
Esta primera parte de la «espontánea» de Crudeli —que enderr* un gran
interés no sólo por los nombres de los abates, miembros de la Masonería flo
rentina, sino por el juicio y concepto que tenían de Stosch induso los masones
ingleses residentes en Florenda— , concluye didendo que «esto es todo el siste
ma del frimesson». Y añade: «He oído decir a los mismos ingleses que en dicha
Masonería se acepta a toda dase de gente; basta que sean hombres de bien,
como zapateros, médicos y toda clase de personas. De esta forma los enfermos,
si existiese alguno, deben acudir al servido del médico frtmasson, y deben acu
dir al zapatero a arreglar sus zapatos. Si alguno fuese encarcelado están obliga
dos a hacer bolsa para socorrerle y sacarie de la cárcel. A tal efecto en la prepa
ración de la comida o cena separan algunas monedas, y las ponen en caja para
las necesidades. Además debo decir que en el frimesson, antes de que yo entrara
estaba un pintor llamado Martin, que no sé si sigue en Firenze; este es inglés
convertido al catolicismo» (195).
53
Cuatro días después de esta primera «espontanea» de Cruce ,, el 14 de agos
to de 1739, fue de nuevo intertogado por el P. Inquisidor concluyendo con ello
el cuestionario que desde un principio se habla preparado en el Santo Oficio
pata esta «confesión» del secretario de la logia masónica de Florencia. Lat ul-
timas cuatro preguntas, de las cuarenta y cinco a que fue sometido el Dr. Cru-
delt se refieren «a si después de la comida, cuando se encendían las luces, se
hablaba contra Deum aut divinam scientxam-, si sabía o había oído decir que
en Florencia u otras partes existieran reuniones semejantes; por qué no se ad
mitían a las señoras, y si los ingleses estaban en la mesa todos borrachos» (196).
A esto el reo, después de haberle sido tomado nuevo juramento de decir
la verdad contestó que «una vez terminada la asamblea salían de aquella habita
ción e iban a comer o a cenar. Y aquí parece que concluía todo el secreto, por
que entonces entraban a la sala de la cena la servidumbre, y otras personas que
no están agregados al Frimesson, que en nuestra lengua quiere decir ingenuo mes-
son muratore [albañil]. Mientras están a la mesa se bebe, se hacen brindis, y
en primer lugar se brinda por el Príncipe reinante, siguiendo esta ceremonia:
el primer Maestre se pone en pie, con d vaso en la mano, y hace la señal de la
escuadra; esto es, girando el vaso hacia el pecho alzándolo en medio de la mesa;
todos los demás hacen el mismo gesto con el vaso, colocan el vaso en la mesa, y
después con las palmas de las manos dan tres golpes, el primero un poco suave,
y los otros dos con más tuerza, alusivos al golpear de las piedras. Tales golpes
los dan después de beber. A continuación se brinda por Anfión, que construyó
Tebas al son de la lira; a Alejandro Magno, que levantó Alejandría; al Zar de
Moscú, que edificó Petersburgo. Después he oído hacer brindis a Rodope, que
hizo una pirámide; a Semíramis; a Artemis; y a muchos otros. Es bien cierto,
sin embargo, que en el Frimesson no se admiten mujeres; el motivo, no obstan
te, no ]o sé; quizás porque no se arriesgarían a su secreto. Cada vez que el Gran
Maestre hace un brindis, todos corresponden, como he dicho arriba, y con fre
cuencia muchos ingleses terminan borrachos» (197).
Y después hacia el final de la comida, prosigue Crudeli, «si hay negocios
que proponer, relativos al Frimesson, se encienden las luces acostumbradas, co
mo ya he dicho, y se hacen salir a la servidumbre y a las demás personas que
no son del Frimesson, y entonces se tratan aquellas cosas que se proponen. Por
ejemplo, si se debe aceptar a algún novicio. Está prohibido toda clase de dis
curso sobre la Religión y el Gobierno. En tantos años que lleva establecida aquí
en Florencia tal sociedad, que no sé el tiempo, los ingleses, al principio, admi
tían a los italianos, y al primero en incorporar fue al señor Reid, hombre de
dudosa fama, quien aunque era católico, practicaba una moral equívoca; y como
era un pobre hombre, con su admisión creyó que obtendría algún provecho, por
o que los italianos no eran bien vistos y recibidos en esa asociación. Además
era sabico que jamás se les invitaba a hablar cuando estaban en reunión, utili
zan ose siempre el inglés entre ellos, rarísimas veces el francés y casi nunca el
ita íano, e suerte que los florentinos acudían pocas veces y de mala gana por
no querer beber con una acogida tan fría y por aquel pueril malestar. Así sé
que e a ate íccolini solamente intervino dos veces, según tengo noticia, y por
tai razón ignoro cuantos sean los florentinos agregados [al Frimasson]» (198).
FU»( l )H
W), Iv i d .
F'k ‘ **• U ' r* Y' **• 180'182;
54
Tras estos nuevos detalles no carentes de interés para conocer un poco en
su intimidad las debilidades de los masones ingleses de Florencia un tanto afi
cionados a multiplicar los brindis, pero que llegado el momento se regían si
guiendo las normas generales, prohibiéndose toda conversación sobre religión
y política, la «espontánea» de Crudeli añade un importante dato referente a la
Bula pontificia «J« eminenti».
«Habiéndose sabido la prohibición en el Estado Eclesiástico de semejante
sociedad, según tengo entendido, tanto yo como los conocidos, es decir los
florentinos, no hemos vuelto a reunimos más, y por k> que conozco, tampoco
lo han hecho ni siquiera los ingleses. Y yo me esforzé ante el Ministro <¡e In
glaterra en Florencia para persuadir también a Milord Raymond a disolverla,
estando presente el señor Giuseppe Cerretesi en una comida que hicimos con
dicho Milord» (199).
Finalmente concluye Crudeli respondiendo a la pregunta n. 40, referente a
los tres grandes maestres habidos en Florencia. «Durante el tiempo en que fui
del dicho Frimesson he conocido tres Grandes Maestres: el primero el Sr. Fox;
el segundo Milord Middlesex, conde de Londres; y el tercero Milord Raymond.
Además se esforzaron en la disolución de tal sociedad, el Sr. Collins y todos los
florentinos, de modo que la Bula Pontificia ha sido obedecida por los florentinos
y por los ingleses, en esta ciudad, no sabiendo que en otros lugares, fuera de
Florencia, existan tales asambleas» ( 2 0 0 ).
Las últimas palabras de Crudeli son una aclaración en la que dice que «en
esta relación puedo haber errado en algo, o porque no lo recuerdo, o porque
no presté la debida atención. Un inglés que me parece era el Sr. Fox (?), me
dijo que todas las señales indicadas que se usan en dicha sociedad aluden o de
ben aludir al arte de la construcción. Al presente no me parece deber decir
nada más» ( 2 0 1 ).
Esta pieza documental es, quizá, clave para comprender el porqué de la per
secución de la persecución de la Masonería en Florencia, y la actuación del In
quisidor en este asunto, quien desde un comienzo, incluso antes Je la publica
ción de la Bula Pontificia ( 2 0 2 ), en su correspondencia con Roma, vimos quería
tener dos o tres víctimas con que escarmentar al pueblo florentino, y de paso
enterarse con detalle qué era y en qué consistía la Francmasonería. Y por eso
no deja de ser elocuente que el primer acto jurídico —por así decir— del pro
ceso del Dr. Crudeli versara única y exclusivamente sobre la Masonería, «de
lito» éste que tanto el Cardenal Corsini, como el P. Inquisidor cuidaron bien
de ocultar a S.A.R., el Gran Duque de Toscana, cuando solicitaron de él el
Brazo secular para el encarcelamiento de Crudeli y de sus compañeros de logia,
Giuseppe Cerretesi y el abate Buonaccorsi, que, como hemos podido apreciar,
son citados repetidas veces —sobre todo Cerretesi— , a lo largo del relato o
interrogatorio del Dr. Crudeli.
La total transcripción del documento dada su extensión permite comprobar
no sólo el detalle con que el reo satisfizo la curiosidad del Santo Oficio respecto
a esa asociación que él llama el Frimesson [o Frimasson], y los inquisidores
designan como los Liberi Muratori, sino la inocencia de la misma asociación tan-
(199) Ibidem.
(200) Ibidem.
(201) Ibidem.
(202) Cfr. en el tomo primero el capítulo II.
55
•/ ~ /v\mA la *U CUS miCfiY
y £ £ ¿ % r z ? £ « ¿ ¡ n ' v a r i o s sacerdotes y religiosos.
También resulta significativo el que una organización con. pues . en gran
parte de no católicos, ya que al menos la casi totalidad de los ingleses no o
eran obedeciera una Bula pontificia que ni siquiera habla sido publicada en la
Toscana. v que por !o tanto no tenia fuerza de ley m siquiera para los católicos.
Pero quizás lo que más debió desconcertar al Tribunal de la Inquisición fue
la visión dada por Crudeli del Frtmasson que, en modo alguno, coincidía con lo
que ellos creían consistía el Uberi Muratori, esa funesta organización que el
Santo Oficio romano Había condenado y perseguía como nefasta para la religión.
La sorpresa tuvo que ser decepcionante, ya que ni siquiera existía el más mínimo
punto de contacto con la religión, con lo que se escapaba plenamente de sus
manos y jurisdicción el proceso de Crudeli motivado, única y exclusivamente, por
su calidad de francmasón, si bien ante el Gran Duque se habían alegado vaga
mente una «serie de errores concernientes al Tribunal de la Inquisición» (203).
Por esta causa tras este primer interrogatorio — se lee en la Relación anó
nima del año 1782 Í204)— , el P. Vicario siguió visitando al prisionero bajo
capa de amistad y compasión haciendo ostentación de dolor por su desgracia,
pero en verdad oara intentar inducirle a confesar todo lo que se hacía y decía
en la sociedad de los Liberi Muratori, suponiendo que allí se tratasen cosas de
religión como siempre han creído erróneamente, o al menos han demostrado
creer los Padíes del Sanco Ohcio, que ya en 1736 hicieron numerosas investiga
ciones a este propósito, y que desde entonces pusieron los ojos en Crudeli,
como uno de dicha Sociedad, llegando a divulgar el falso rumor de la existencia
en Toscana de 30.000 herejes bajo el nombre de los Liberi Muratori» (205).
D e l a c io n e s d e l o s t e s t ig o s
/ /V /r Ar*./
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57
í
^ ;^ /'r^' " a, ^c, ^>n.lr ct,4c rcprorlnt:c !m\ ¡ovias axis!entes hasta 1740,
El 3 de enero de 1735 fue examinado otro sacerdote de 63 años. cero el
resultado rué negativo, ya que no dijo nada referente a Crudeli. Otro tanto
ocurrió el 14 de junio de 1739 con el siguiente testigo, sacerdote también, de
53 años. El mismo día fue examinado un ciudadano florentino ¿e 48 años, quien
testificó haber oído publicamente en la ciudad de Florencia que «el encausado
era jefe de los Liberi Muratori, pero que él no lo creía» (209). Los siguientes
testigos examinados, respectivamente, el 17 y 22 de junio de 1739, y el 4
y 11 de julio del mismo año, tampoco aportan nada que merezca la pena (210).
Siguiendo el mismo orden conservado en el proceso, a continuación está la
declaración «espontánea», fechada el 19 de noviembre de 1735, de un «hombre
y persona civil de 36 años» (211) quien declaró «obligado [muchas veces] pot
su confesor». Su testimonio referente a Crudeli se remonta a doce años
atrás ( 2 1 2 ), y consiste en haber visto que tenía en Poppi la Vida de Fray Paoto
Servita, y el Lucrezio, traducido por Marchetti, y la Vida de Sixto V, los cuales
leía con placer a pesar de saber que estaban prohibidos, si bien esperaba obtener
de Roma la licencia para tenerlos y leerlos. Poco más o menos en esa época,
esta vez, sin embargo, en Florencia, habiendo dicho el denunciante al acusado
que cierta persona quería ir al Impruneta, le respondió: «sia buocerata la Ma
donna».
El 27 de abril de 1737 tuvo lugar un nuevo examen a un testigo de 35
años (213), que también resultó negativo. Pero el 16 de julio de 1737, fecha
del siguiente interrogatorio según el orden del proceso, un noble florentino de
66 años (214) depuso que hacía seis o siete años estando en la librería de Piaz-
zini, un religioso pidió un libro titulado El Corazón de Jesús, a lo que el acusado
dijo que podía haber pedido El Calcañar u otra parte del cuerpo (215). El resul
tado de los cuatro testigos que figuran en la lista a continuación es también
negativo (216).
Sin embargo, el que fue llamado a testificar el primero de diciembre de
1737, un noble florentino de 43 años (217), ante las p reg u n ta s que le fueron
hechas respondió que hacía siete u ocho años en la librería Piazzini, habiendo
cierta persona pedido un libro intitulado El amante del Corazón de Jesús, el
acusado dijo que «por qué no pedía El Sagrado Calcañar de Jesús, siendo tam
bién ésta una parte del cuerpo». Como se ve, la declaración de este testigo,
con alguna pequeña variante gira sobre lo mismo, si bien no coincide plena
mente con el anterior.
Tras estas acusaciones figura en el proceso una larga espontánea, hecha el
4 de abril de 1739 por un noble florentino, que según una nota marginal se
57
llamaba A n t e d’Oracio Minerbetti. La acusación de este testigo es clave
en el proceso de Crudeli, y en última insum a, fue 1. que dio origen a las
diligencias del Inquisidor de Florencia y a la carta del Cardenal Corsini a
Gran Duque (218). escriu- el 17 de abnl de 1739, que fue la que ocasionó el
encarcelamiento » proceso de! Dr. Crudeli.
Este testigo depuso «que hada dos anos y raedlo, aproximadamente, y
cree que en el mes de noviembre o diciembre, encontrándose en Panone con
NN (21Q) sabiendo por ciertas contraseñas que él era freemasson, llamados
comúnmente Uber¡ Muratori, le rogó le admitiera a él también. NN. en un
principio demostró tener cierta dificultad, pero, finalmente, dijo que lo inten
taría. De hecho, lo introdujo de noche en casa del Barón Stoche [sic], en la
Piazza de S Croce, donde fue admitido y recibido por los académicos de esta
manera: Su jefe lo abrazó v, sucesivamente, los demás, los cuales le dijeron
estas palabras: «Bienvenido, amigo, por la gracia de Dios, y de las buenas
personas. Con gran aplauso de todos aceptó este rito. Después lo hicieron ten
derse en el suelo, y el citado jefe académico le mandó descubrir el miembro
viril, el cual fue manejado por uno de los académicos hasta la efusión del semen.
Caído el semen en tierra, 1c acercan una pluma, mojada en el semen, con la
que puesto en pie escribo su una carta el siguiente juramento: Juro ante todos
éstos, que ¿eré fiel en cumplir todo aquello que los otros hacen, y no haciéndolo
prometo y me obligo a aceptar cualquier malo trato a mi persona, de lo cual
doy fe yo NN.» (220).
«Hecho esto le hicieron sentar en una silla sin brazos, y teniendo la pierna
derecha en el aire, en tal postura, tuvo que confirmar el juramento, estando los
académicos presentes a todo como testigos».
«A esta Academia —prosigue el testigo— acudió unas doce veces en el
mismo lugar, de noche: y entre los académicos estaba el Doctor* Crudeli. Pu
blicada la Bula contra los Liberi Muratori ya no se volvieron a reunir, según
tiene noticias. Pero es bien cierto que al conocerse tal Bula se habló muy mal
contra los que la habían compuesto, llamándoles insensatos, temerarios estú
pidos, y B... [sic]; y contra el Papa, que se había atrevido a prohibir y con
denar una cosa de la que no tenía conocimiento ni fundamento alguno para
prohibir, porque no hacían aquello que se trata en la Bula, ni obraban de tal
forma en dicha asamblea».
«Cada uno es libre de preguntar las dudas en latín, y se responde igualmente
en latín. Siendo el Dr. Crudeli uno de los más asiduos en hacerlo».
«Los discursos que se hacen en la Academia son de filosofía y de teología,
con muchísimos y gravísimos errores contra la Santa Sede. A saber1: Que no
existe otro pecado que la sodomía, y solamente por éste se va al infierno;
exc uido éste [pecado] todos van al Paraíso. Por Paraíso se entiende un lugar
e paz. Por Infierno, un lugar de martirio, pero no tal como admiten los cató
licos tanto el Paraíso como el Infierno.
iSgZeTza delta Tos^na Filza w T n s ír t o S2° lame/ )te e" Ia c.°Pía del A S ? { ’ Co* '
Ímposible escribir con una ni,,™ , j ’ 2 ’ se hace el siguiente comentario: «Es
braV>, Apéndice 16 ,ada e" scmcn’ * más imposible escribir t*ntas pala-
58
«Que el Papa no tiene ninguna potestad, ya que ésta fue solamente con
cedida a San Pedro, y no a sus sucesores.
«Que no existe el Purgatorio, ni las indulgencias, ni el Limbo.
«Que las tres personas divinas son tres dioses.
«Que en el Sacramento de la Eucaristía no puede estar Cristo, siendo im
posible concebir cómo en virtud de las palabras de la Consagración sea factible
que ocurra esto.
«Que Dios es autor del pecado en tanto que a El concurre.
«Que es necesario creer solamente aquello que la razón representa como
verdad.
«Que Dios no dice la verdad, ya que quiere que todos sean santos, y des
pués les permite los pecados.
«Que la inmoralidad es lícita a excepción de la sodomía».
«Estos son los principales errores dichos en la asamblea, en la que algunas
veces se llama a San Juan Evangelista. Respecto a los académicos no hay nada
que observar. Cree que en total los asociados en Firenze son unos sesenta. Todos
tienen por uso y regla el no ir a misa, sino tan sólo algunas veces para ser
vistos; el no hacer reverencia al Santísimo Sacramento, y presentarse, solamente
por ostentación, alguna vez al año a los pies del confesor».
Finalmente, este largo testimonio de Minerbetti concluye diciendo que era
«una máxima común entre los académicos el tener por lícito aquello que con
venía al hombre civil, e ilícito lo que no le convenía. Siendo lícito sublevarse
contra el Príncipe cuando imponía cargas graves» (221).
Tras esta denuncia, sobre la que nos vamos a ocupar enseguida, el siguiente
testigo registrado en el proceso de Crudeli es un doctor florentino civil, de
27 años, cuya declaración está fechada el 5 de abril de 1739 (222). En su
atestado refiere que «tres años antes fue acompañado de NN. (223), y admi
tido al estudio del Barón Stoche [sic] en el que estaban dispuestas muchas
mesitas para mayor comodidad de los que iban allí a estudiar. La Biblioteca
estaba llena de toda clase de libros raros, y de manuscritos a disposición de
los estudiosos. Cada uno tenía libertad para discurrir sobre esa* materias, tra
tándose de filosofía y de religión. Y en aquel estudio había visto a muchísimos,
entre ellos al Doctor Crudeli, todos los cuales con su hablar despectivo demos
traban que no creían. Deseaban que él se adscribiese a la academia del Freemes-
son, pero no quiso entrar. Además había sabido de una tercera persona que
estos frimessons hablaban sobre Religión, y que aquellos que frecuentaban la
casa de Stoche no creían nada» (224).
Este mismo testigo fue nuevamente examinado el 10 de diciembre de 1739,
proporcionando en esta ocasión una serie de detalles sobre la casa y cámaras
del Barón Stosch. Como ampliación a lo ya dicho antes, añadió que entre los
temas que allí se hablaban figuraban la religión; la autoridad del Papa, del
que se decía era un hombre como los demás, y que podía equivocarse; la exis
tencia de Dios; el mundo hecho por el azar; el alma nuestra, mortal; y, final-
59
mente que lt religión Cristian* era un invento de Pedro y sus hermanos. Acabó
X J o que «¿ntre el público corría la voz de que en la casa de Stoche
A c u sa c ió n f i s c a l
En total, pues, son 18 los testigos reseñados en las actas del proceso del
Dr. Crudeli (226). Con sus declaraciones, el Sr. Horacio Bassi, procurador fiscal
de la Santa Inquisición de la ciudad de Florencia, redactó el atestado de acu
sación contra Tommáso Crudeli (227). De los 18 testigos tan sólo recoge las
denuncias de cuatro de ellos (228). En el primer capítulo del alegato fiscal
están los cargos del sacerdote florentino llamado Groppi, que era pedagogo en
casa de Pasqui (229), y que delató a Crudeli el 29 de diciembre de 1734 (230).
En segundo lugar, la acusación fiscal se fija en la segunda parte de la
denuncia hecha precisamente por Jacopo Crudeli, hermano del acusado (231),
el 19 de noviembre de 1735 (232). El tercer apartado corresponde a la decla
ración hecha el 5 de abril de 1739 por el Dr. Pupigliani (233) relativa a los
libros existentes en Casa del Barón Stosch, y a lo que allí se hablaba (234).
Finalmente, el cuarto capítulo de la acusación fiscal, que es el más extenso e
importante, corresponde a la «espontánea» de Andrea Minerbetti (235), hecha
el 4 de abril de 1739 (236), y que en realidad, como ya hemos dicho más arriba
es la que motivó el encarcelamiento de Crudeli, y la persecución contra el Barón
Stosch, arabas cosas exigidas por el propio Cardenal Corsini en carta dirigida
a S.A.R., el Gran Duque de Toscana, escrita el 16 de abril de 1739, es decir,
doce días después de la declaración espontánea de Minerbetti. Basta comparar
ambos documentos (237) para ver cómo la carta del cardenal Corsini está
basada y fundamentalmente motivada en la denuncia de Minerbetti.
El paralelismo existente en ambos documentos es exacto y, además, queda
completado con la acusación del Dr. Pupigliani, que tan sólo difiere un día de
la de Minerbetti, y que viene a redondear las ideas expuestas por el noble
florentino.
(225) Ibidem.
rl?Un0* *u5ron Amados más de una vez para la confrontación de nue-
(777? K c ' 1' r ^ r C J6 » óltimo cxamtn> fechado el 24 de abril de 1739.
340 f i L v i l fo i'fí'0 i * * « « » « della Toscana, Filza 339, Inserto 2, n. 5; Filza
18,486 * * * « “ “ 17 Ll" * I* ‘ «cha dd 15 <fc jumo d« 1759.
referente a U ” jStj un T}!”.1® caPÍtulo, éste es más bien una fórmula cancilleresca
(229) yP dad dc ,OS dc,itos mcnci°nados anteriormente.
(230) Apéndice 17.
(231) Cfr. nota 211.
(232) Apéndice 17.
(233) Cfr. nota 222.
(234) Apéndice 17.
(235) Cfr. nota 221.
(236) Apéndice 17.
en A j*ñ d ¿ fri6U ^ ^ Cardena1 Cor,ini m APéndi« 1 A y la denuncia de Minerbetti
Desde un punto de vísta ideológico, las dos primeras acusaciones se man
tienen en un terreno que en aquel entonces caía en lo que se llamaba «sospecha
de herejía», si bien conviene resaltar que aunque el proceso se incoa el año
1739, una de las acusaciones data de 1734, y se remonta a unas palabras
dichas por el encausado ocho años antes. Es decir, que en 1739 se le acusa
a Crudeli de expresiones por él dichas en 1726. La segunda acusación data
de 1735, pero esta vez se remonta a palabras dichas por el reo doce años antes,
es decir, en 1723. Como se puede apreciar, el valor jurídico de tales «delitos»
es un tanto problemático, pero el Inquisidor de Florencia los utilizó como el
único recurso, ya que no disponía de otros argumentos más valiosos para ocultar
el auténtico motivo del encarcelamiento de Crudeli, que era el deseo de des
cubrir en qué consistía la asociación de los Liberi Muratori o francmasones,
según consta de la correspondencia vaticana más arriba analizada (238), y del
examen o «declaración espontánea» a que fue sometido Crudeli de forma extra-
judicial, el 10 de agosto de 1739 (239). Y en este sentido, las dos denuncias,
tanto de Pupigliani, como de Minerbetti, vinieron a facilitar los deseos del In
quisidor, con una serie de datos que sin más análisis fueron considerados ciertos,
y que motivaron no sólo el intento de expulsión del Barón Stosch, y el encar
celamiento del Dr. Crudeli, sino —y esto iba a tener consecuencias más gra
ves— la falsa identificación de la Masonería con las aberraciones, prácticas y
teóricas, que los denunciantes afirmaron se realizaban en casa del Barón Stosch,
identificación aceptada no ya sólo en Florencia, sino en Roma.
Y esto tiene tanta mayor importancia, si tenemos presente que para esas
fechas, el Santo Oficio, y el Cardenal Corsini en particular, tenían conocimiento
de los favorables informes recibidos desde Lisboa por el Cardenal Inquisidor
General de Portugal (240); informes que, en modo alguno, se asemejan a los
de Florencia, sino que dan una visión totalmente positiva y radicalmente opuesta
a la que se desprende de las delaciones de Minerbetti y Pupigliani, enviadas por
el Inquisidor florentino. Pero la imagen de la Masonería remitida desde Por
tugal da la impresión de no haber surtido el menor efecto en Roma, un tanto
alejada de aquel escenario, si tenemos en cuenta las medidas adoptadas poste
riormente, como el Edicto del Cardenal Firrao (241), la carta del Cardenal
Corsini a Francisco de Lorena (242), y el encarcelamiento y proceso del Doctor
Crudeli.
(238) Cfr. Apéndices 15 y 18, «sí como los 24 y 30 del primer tomo.
(239) Apéndice 15. . . . .
(240) Los informes están tomados durante los meses de juboit * *Z ' .V
bien hasta el 13 de enero de 1739 no fueron remitidos t Roma. Cfr. Apéndice* m> y *i
del primer tomo. . ....
(241) Dado el 14 de eneto de 17)9. Cfr. Apéndice 45 del pnmer tomo.
(242) Fechada el 16 de abrü de 1739. Cít. Apéndice 1 A.
61
IV.— DESARROLLO DEL PROCESO
P r im e r o s in t e r r o g a t o r io s
63
tión (247), es antomátiai la coincidencia ex.stente entre este «enemigo» de
Cnideli, y el autor de t e denuncias hechas en 1734 y que ocupan el primer
capítulo del atestado fiscal de ¡a acusación En ambos casos es un sacerdote
pedagogo en la casa del Sr. Pasqui. en la villa de Impruneta; y en amboscasos
remontan los hechos al año 1726, es decir a unas frases supuestamente dichas
por el reo hacia trece años Y aquí es donde ya resulta evidente una primera
irregularidad en el proceso de Crudeli: el haber dado valor a las denuncias
hechas por un enemigo del encausado, denuncias que ni siquiera pudieron ser
confirmadas por aquellos otros testigos que, lógicamente, deberían haber corro
borado los supuestos cargos, con que se acusó al Dr. Crudeli (2 4 8 ).
Si prescindimos de la enumeración de las demás personas consideradas por
el Dr. Crudeli como enemigas suyas, el interrogatorio del día 10 de septiembre
se ciñe única y exclusivamente a las denuncias hechas por el sacerdote en cues
tión, y recogidas como proposiciones heréticas contra el Santo Oficio en la
parte primera del Acta de acusación, como el haber dicho, en aquel entonces,
en la villa de Pasqui. en el Impruneta, que «la Teología Escolástica era inútil,
superfiua, quimérica y que contenía cosas falsas» (2 4 9 ); que «los Angeles
Custodios estaban en la ventana de! corazón»; que quería ir a confesarse con un
cierto confesor para insultarlo y decirle — como lo hizo— que era un asno, y
que «el Santo Oficio era injusto, puesto que aceptaba las acusaciones, pero
no facilitaba la defensa de los acusados, por lo que había alabado a Francia,
porque allí no existía este Tribunal» (250).
Las respuestas de Crudeli fueron todas negativas, ya que él jamás había
oído semejantes cosas, y ni siquiera sabía en qué consistía la Teología Esco
lástica.
Al día siguiente, el 11 de septiembre, tuvo lugar un nuevo interrogatorio
que inició el reo completando algunos datos del día anterior, los cuales había
recordado mejor, tras la correspondiente reflexión. Prácticamente se refieren a
sus enemigos, y en especial al clérigo de la villa del Impruneta, pedagogo en
la casa de Pasqui, al que reconoce que en cierta ocasión sí que le había dicho
que era un asno (251).
El interrogatorio propiamente dicho versó sobre el segundo capítulo de
cargos del Acta fiscal de acusación, es decir, sobre si había dicho hacía 16 años
que «fuera quemada la Madonna del Impruneta», y si tenía, y había leído en
Poppi, también hacía 16 años, algunos libros prohibidos «como la vida de
(24*) «Dicho sacerdote es de estatura normal, grueso de cara, nariz un poco ancha,
creo que es rubio*. Ibidem
(248) Apéndice 16.
tiemb-e ^de^^ 9 ]CC ^ ^ cta Acusación], Apéndice 18 [Interrogatorio del 1 0 de sep-
(250) Ibidem.
/'Sobre la persona del clérigo de Impruneta, pedagogo en la Casa Pasqui, hasta
llamar M » c » / n i ° í ° r n* ^ nomhre, ni del apellido, pero comúnmente se hacía
fesé con F r j°V ’ ° optante en. Ia época en que frecuentaba Impruneta, una vez me con-
conceoto tenía _.lovar^{. £ asot*'. y después paseando, recuerdo que le pregunté en qué
calificó con petm rS^1S0^lc m V*0’ y s‘ , cra teólogo. Me respondió que no; es más lo
que en a d ela n te , er,?lino^ ^¡° conocido un hombre más absurdo que él. De suerte
añadió- Si aueréic m ,c * a^ e absurdo. Y el susodicho Fray Giovanni, ya muerto,
cualquier definición c°noccr fahdad de dicho clérigo, si en realidad sabe, preguntadle
pregunté n^ro no enn!™ V 1 &aí'a> 'a definición de la Divina Justicia; la cual se la
la Teología va nue ni r?sP?nc*ern’^ y yo le dije que era un asno, y que deberla saber
rio del 11 de setiembre5 d e 'm ^ ] elementos». Apéndice 18 [Interrogato-
64
fra Paolo Servita, el Lucrezio, traducido por Marchetti, y la vida de Sixto V».
Lo primero fue negado tajantemente por Crudeli. Pero sí reconoció haber Mdo
en Poppi la vida de Sixto V, la cual, un día, visitando la biblioteca de los
Padres Vallembrosianos, se la había dejado el P. Catanzi, después General de
la Orden, el cual, por supuesto, de haber estado prohibido no se lo hubiera
prestado (252).
En este mismo interrogatorio fue sacado también a colación el asunto del
Sagrado Corazón de Jesús, y del Calcañar (2 5 3 ), que, sin embargo, no figura
en el Acta oficial del fiscal del Santo Oficio. El resultado, en este caso, fue
también negativo, pues Crudeli no recordaba nada de cuanto se le imputaba
haber dicho en la librería de Piazzini.
Nuevamente fue interrogado el Dr. Crudeli el 14 de septiembre de 1739 y,
nuevamente, inició la sesión citando a otros dos enemigos suyos. Después de
una breve alusión a ciertas palabras dichas en octubre de 1737 al sonar el
Angelus (2 5 4 ), que fueron negadas por el reo, los inquisidores entraron en la
materia del tercer capítulo, referente al asunto del Barón Stosch. Uno a uno
le fueron espetados los diversos delitos que los testigos Minerbetti y Pupigliani
dijeron se cometían en la casa de Stosch, uno de cuyos asiduos visitantes, según
ellos, era precisamente el Dr. Crudeli.
Sin embargo, éste afirmó que había estado allí con los señores ingleses, con
ocasión de ver su museo y comprar piedras talladas, siendo la última vez que
había estado en su casa, vecina a la Santa Croce, pocos días antes de que llegase
el Gran Duque; y fue en compañía de Milord Cario Fixroi, «que en lengua
inglesa quiere decir hijo de Rey, el cual queriendo comprar una piedra tallada
especial, temía ser engañado» y quiso que le acompañara Crudeli (255).
El resto del interrogatorio que se ciñe al pie de la letra a los cargos reco
gidos en el Acta fiscal de acusación, es totalmente negativo en lo que respecta
a las respuestas del Dr. Crudeli, quien ignoraba existiesen reuniones reservadas
con el Barón Stosch, y mucho más la materia de lo aquí se hablaba o trataba.
Igualmente fue negado de forma categórica todo el proceso de recepción de
miembros, y los ritos — que según los testigos citados— se observaban con este
motivo. El «yo no sé nada» se va reptiendo a cada pregunta y, en ocasiones,
para mayor desconcierto de los Inquisidores, es más explícito diciendo que «en
casa del Barón Stosch jamás se había reunido el Frimesson*, y que el Barón
Stosch era odiado de todos los ingleses, siendo, como era, un canalla que
además se gloriaba de ello, diciendo que necesitaba ser un bribón para asi
ser temido. Como resumen final de este interrogatorio Crudeli se reafirmó en
su negativa, diciendo que era la primera vez que oía semejantes despropósitos,
y que no conocía a nadie que fuera capaz de entrar en esa asamblea (256).
El día 17 de septiembre continuó el examen, esta vez relativo a los libros
que Stosch tenía en su Biblioteca, y a los temas de conversación sobre filosofía
(252) Ibidem.
(253) Cfr. las declaraciones de los testigos examinados el 16 de julio de 1737, y el
1 de diciembre de 1737. Apéndice 16.
(254) Cfr. la declaración hecha el 14 de junio de 1739 por un noble florentino de
22 años [Apéndice 16], y el interrogatorio del 14 de septiembre de 1739 a Cnideli [Apén
dice 18]. Este tampoco ngura en el acta final de acusación [Cfr. Apéndice 17].
(255) «Este le aseguró que no era probable que le enganase porque era hijodel duque
de Grafton; además buscaba la piedra en cuestión, Stosen dijo que no la
y que solamente la venderla cuando no tuviese otra cosa de qué comer*. Apéndice
[Interrogatorio del 14 de septiembre de 1739].
(256) Apéndice 18.
65
v teología. Crudeli siguió negando cuanto se le imputaba como miembro del
dan del Barón Stosch, repitiendo una y otra vez que el no habta frecuentado
la casa del Barón y que, por lo tanto, ignoraba que cosas se hablaban o discu-
(257) Ibidem .
(258) Ibidem.
el nrirner caoítiik. ™en° s en lo que respecta al testigo cuyos cargos se recogen en
doko en la casa Ae P T’ y que corresP°nden al sacerdote que ejercía como peda-
A , , e Pasqu,> en Impruneta.
(2 6 ?! / ¿ S e í CC l8 Clmcrr0gatorio dcl 17 ^ septiembre de 1 7 3 9 ].
34o!2u í r a ^ S'folsC8W
9 % ¿ ¿ della Toscana, Filza 339, Inserto 2 , n. 5; Filza
renze ai Dre r rudeli con * • Interrogatori dati dal Tribunale del Sto. Ofizio di Fi-
d’una congregazione dei Liberi*M uratori^ e88Cnd° ***' Stat° dcnunziat0 E t€ tic° e m em bro
¿A
IN I
(263) Horace Mann había sido nombrado ayudante del embajador inglés Mr. Faine,
en 1737; posteriormente, en 1740, le sucedería en el cargo.
(264) A.S.F., Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 339, Inserto 3, n. 8 . El Con
de de Richecourt a S.A.R., Firenze, 27 octubre 1739. Apéndice 19 A.
(265) Aquí se refiere a la «espontánea» del 1 0 de agosto de 1739. Cfr. Apéndices
14 y 15. „
(266) Estos eran Giuseppe Cerretesi, el abate Ottaviano Buonaccorsi, y el clérigo Gac-
tano Maggi. Cfr. Apéndice 1 1 B. ,
(267/ «Conviene observar que según d uso de este Tribunal, un hombre aunque sea
inocente jamás es absuelto». Apéndice 19 A.
(268) Ibidem,
67
El comentario que el propio Richecourt hace a las frases a n c o r e s es dura-
menú, incisivo, y refleja bien la postura del representante del Gran Duque en
Potencia- «S A R captará la injusticia de esta decisión que solamente tiende
a'hacer morir en ¡a cárcel a un hombre asmático, que esputa sangre todos los
días sin que hasta el presente se haya tenido la candad de que le visitara un mé
dico’ de forma que hav motivos para creer que no se busca otra cosa que pro
longar su prisión dejándole perecer en ella, para no tener que reconocer que se
ha mentido en un asunto que ha hecho tanto luido» (2 6 9 ).
En el fondo__prosigue Richecourt— como S.A.R. habrá podido ver por los
extractos de los interrogatorios que he tenido el honor de enviarle (2 7 0 ), todo
el crimen de Crudeli es el ser Franc-Masson, y ser sospechoso de haber sido
ami^o, v estado en la casa de Stosch, lo cual es un hecho notoriamente falso, pues
to que. al contrario, todos los días estaba en casa de Mr. Faine (2 7 1 ), quien
no lo habría sufrido, si se hubiera atrevido a poner los pies en la casa de
Stosch (272).
«Las cartas de Roma — comenta Richecourt— y los discursos de los frailes
de la Inquisición en esta ciudad, confirman que éste es en verdad todo el cri
men de Crudeli, así como el h?.ber hecho algunas sátiras contra la vida poco
ordenada de los frailes, y sobre todo, por haber, en algunas obras de Poesía,
insertado rasgos críticos contra la autoridad que la Corte de Roma quería arro
garse en materias temporales. Pero como estos pretendidos crímenes — que sin
embargo Roma no perdona— no pueden ser hechos públicos, la Inquisición se
sirve de toda clase de medios, incluso los más condenables, para encontrar al
gunos otros crímenes a Crudeli» (273).
Richecourt todavía especifica esos medios que califica de «los más conde
nables», como era el servirse de la confesión para obtener ciertas declaraciones,
lo cual él había podido comprobar, según documentos que le adjuntaba, y que
había obtenido de la siguiente manera:
«Habiéndome informado que un médico, llamado Pupigliani (2 7 4 ), había
sido interrogado por el Vicario del Santo Oficio, y que estaba detenido desde
hacía poco en Livomo, acusado de haber dejado encinta a una joven, la cual
quería obligarle a que se casara con ella, juzgué esta ocasión favorable para
obtener de él, con el mayor secreto, todo lo que había pasado entre el Vicario
de ia Inquisición y él. Y de esta forma se le ha interrogado en presencia del
general Braitwnz, que no ha podido ver sin sorpresa que el Padre Pagani, je
suíta, y hombre de mérito, se haya podido prestar en semejante ocasión» (2 7 5 ).
De hecho este abuso de la Confesión era uno de los métodos que, como
vimos más arriba, el propio Cardenal Secretario de Estado, Firrao — según
minuta recibida del Santo Oficio— recomendó en cierto sentido al Padre In-
(269) Ibidem.
(270) Cfr. nota 262.
\rn\ F OTW aí r de In«Iaterra en Florencia.
Stosch a travé^u u CSt* est* en, contradicción con la protección que de hecho tuvo
de 1740. Cfr Apéndice"^*0 ayudante del embajador inglés, y su sustituto a partir
(273) Apéndice 19 A.
68
quisidor y al Nuncio de Florencia, ya el 1.° de junio de 1737 (2 7 6 ) a fin de
obtener por ese medio mayor información sobre la Masonería.
Volviendo al despacho de Richecourt queda una vez patente el pensa
miento de este Ministro respecto a las interferencias político-religiosas de la
forma de actuar de Roma. «S.A.R. verá por este documento (2 7 7 ), que la In
q u is ic ió n ataca a muchas personas, la mayoría de mérito, y parece que es su
ficiente el no aceptar ciegamente todas las máximas de la Corte de Roma para
ser mirado como enemigo de la Religión, lo que, sin embargo, es una cosa muy
diferente». En efecto «quienquiera que tenga una idea justa del poder de los
Soberanos y del de la Iglesia, jamás es atacado por la Corte romana a causa
de esto. Le resultaría bastante difícil justificar su conducta». Pero tampoco acu
sa de una herejía en particular, «pues la mayor parte de los Inquisidores, y
en especial el de Florencia son demasiado ignorantes para que Roma se atreva
a fiarse de ellos» (278). Por esta razón, «en primer lugar, acusa de faltas <íe
religión — en general— y justifica con ello algunas pruebas, o al menos cier
tos indicios de tortura, según sus fuentes; por ejemplo el haber comido carne
en viernes o sábado; el no haberse arrodillado al Angelus de la mañana o de
la tarde; el no haberse quitado el sombrero ante alguna imagen santa pintada
en una pared; el no estimar en demasía la Teología Escolástica, etc.» (279).
Con estas tretas — prosigue Richecourt— «se llega a intimidar al Reino;
lo cual es tan cierto, que, caso de encontrarse S.A.R. en dificultades con la
Corte de Roma, actualmente no hallaría a nadie en este país capaz de defen
der sus derechos. Pues hasta el Senador Rucellai, que ha sido siempre tan in
trépido, al presente tiembla, y no se siente seguro en cuanto se trata de asun
tos que pueden interesar a la Corte de Roma» (280).
Una de las cosas que parece preocupan más a Richecourt es que «desde el
arresto de Crudeli, había aumentado la autoridad eclesiástica, así como la in
solencia de los frailes, quienes hablando de los francmasones no habían res
petado ni siquiera la persona augusta de S.A.R.». De suerte «que se hada ne
cesario el que S.A.R. hiciera ver al público que si bien se doblegó a las instan
cias de la Inquisición, entregándole a uno de sus súbditos, sin embargo no le
había abandonado, y le haría justicia si la Inquisición no se la hada» (281).
A continuación Richecourt urge al Gran Duque para que adopte una reso
lución que obligue al Inquisidor a terminar el Proceso de Crudeli o a ponerlo
en libertad, pues por el mero hecho de estar en la Inquisición no había dejado
de ser súbdito de S.A.R. De todas formas era urgente tomar partido, dado que
el Sr. Mann hacía pocos días le había hablado precisamente del caso Crudeli,
diciéndole que estaba muy embarazado sin saber qué responder a su Corte, ya
que las últimas cartas del duque de Newcasde le pedían expresamente cuentas
(276) Apéndice 24 D del primer tomo: «Caso de que algún confesor le dé alguna
nueva luz, como ya ha sucedido dos veces, deberá conceder al mismo la facultad de reci
bir la denuncia en tal materia de su penitente, incluso sin notario, instruyéndole d e la
manera de hacer este acto legalmente, ya que tal es la mente de la Sagrada Congregación
Tdcl Santo O ficio].
(277) Se refiere al interrogatorio hecho al Dr. Pupigliani en presencia del General
Braitwitz.
(278) Apéndice 19 A.
(279) Ibidem. .
(280) E l propio Rucellai le habla dicho «que Roma no p erd o n ab a jamás, ya que dis
ponía de tantos medios para perder a un hombre, que tarde o temprano había que su
cumbir». Apéndice 19 A.
(281) Apéndice 19 A.
69
sobre la situación de este «unto. Si bien Rich«o,.rt intentó eludir el tema,
ante la presión del Sr. Mann para que le respondiera, le contestó que siempre
había tenido en cuenta lo que le habla dicho sobre Crudeli asi como los bue
nos oficios que rendía a un hombre, que el Sr. Fame consideraba, y que por
<u talento merecía atención. De todas formas se arriesgó a decirle que no se
imaginaba por qué la Corte de Inglaterra se interesaba en un asunto que era
competencia de un súbdito de S.A.R., que no tema ninguna relación con la
Corte de Inglaterra (282).
Pero la réplica del Sr. Mann fue que no era nada sorprendente el que su
Corte se interesara por un hombre cuyo único crimen era el ser franc-masón,
y el haber tratado con los ingleses, origen de la persecución que le hacía la
Corte de Roma. Es mis, el Sr. Mann «estaba tan totalmente persuadido de
la amistad de S.A.R. para con el Rey, su Señor, y de sus atenciones para con
la nación inglesa, que no le permitía dudar lo más mínimo de que S.A.R. tu
viera parte en ello, sino que al contrario esperaba que se haría justicia a una
nación que se encontraba también muy ofendida» (2 8 3 ).
Richecourt intentó persuadir al Sr. Mann que la calidad de frimasson y la
Nación inglesa no podían tener ninguna parte en la acusación de Crudeli, cosa
de la que er realidad est*b<* íntimamente convencido (2 8 4 ); y además el Sr.
Mann lo sr.bía, pues le replicó que «estaba totalmente cierto de ello, y por otra
parte estaba persuadido de que yo no lo ignoraba, y que esperaba poderme
enseñar dentro de doco pruebas auténticas». Además lo que más molestaba
al Sr. Mann era que Stosch estaba sacando partido de este asunto en Inglaterra
donde estaba intentando probar a base del asunto Crudeli que era a instiga
ción de Roma por lo que S.A.R. había querido expulsarle de sus Estados. La
entrevista de Mann con Richecourt terminó con una seria advertencia de que
su país ~ío admitiría fuesen perseguidos por Roma aquellos que tratasen con
los ingleses en sus Estados (285).
A este largo y revelador despacho va unido otro documento no menos elo
cuente: el interrogatorio hecho al Doctor Pupigliani, en Livorno, sobre sus
entrevistas con el Vicario de la Inquisición y denuncias contra Crudeli (2 8 6 ).
(282) Ibidem.
(283) Ibidem.
(287) Ibidem.
(288) Ibidem.
(289) Apéndice 16 [Denuncia del 5 de abril de 1739].
(290) En el interrogatorio hecho por la Inquisición afirmó que cada uno estaba en
libertad de hablar sobre cualquier materia, tratándose en especial temas de Filosofía y Re
ligión.
71
Los últimos días pasados por «1 Doctor Pupighatu en Firenze, antes de
p a r t í para Livorno, los dedicó a Hacer Ejercicios fcpirituales en el monte,
r ^ n d T l e acompañó el canónigo Guadagm, quien al salir le envió su carroza
para recogerle v conducirle a su palacio, y de allí a L‘vorí ° .
Habiendo querido con motivo de estos Ejercicios Espirituales hacer una
confesión general, se confesó con el Padre Pagani, a quien entre otras cosas
1- refirió lo que había oído del Frimesson. Entonces el Confesor le dijo que
no renía autoridad para absolverle, y que era necesario que se acusase al Padre
Inquisidor El Doctor Pupigliani le contestó que no quena hacerlo, y que an
tes sería capaz de ir a Roma, a lo que el P. Pagani le replicó que incluso en
Roma necesitaría acudir al Santo Oficio, lo que sena peor (2 9 1 ).
A la mañana siguiente el susodicho Padre Pagani le llamó a su cuarto pa
ra tomar juntos el chocolate, ocasión que aprovechó para volver a tocar el
mismo tema, a lo que el Dr. Pupigliani le advirtió que fuera de la confesión
no quería hablar sobre ese particular (292).
E! penúltimo día de los Ejercicios se presentó — con toda seguridad había
sico llamado— el propio señor canónigo Guadagni (2 9 3 ), el cual durante más
de dos horas incitó al doctor a que se confesara con el Inquisidor, hasta que
Ioptó persuadirle asegurándole nu** no le sobrevendría ningún mal.
A !a mañana siguiente el que se personó fue un joven religioso del Santo
Oficio, con el cual se confesó Pupigliani, y una vez confesado le dijo que era
necesaria una más exacta diligencia en torno a su confesión, para lo cual vol
vería al cabo de unas horas como así hizo; y vuelto a llamar por él, sacó un
folio que estaba ya escrito, y una vez leído, preguntó al doctor Pupigliani si
había hablado de las proposiciones de que se había confesado, con una serie
de personas que le fue enumerando. A saber: el Doctor Leri, el Dr. Crudeli,
el abate Buondelmonti, el abate Franceschi, el abate Buonaccorsi, el canónigo
Maggi. el doctor Awanzini, el doctor Cocchi, el senador Rucellai, y otros mu
chos más (294).
Aún cuando el Doctor Pupigliani replicó al enviado de la Inquisición que
para confesarse no era necesario que le dijese con quien había hablado, la res
puesta fue que estaba obligado, y que eran cosas que ya sabía, como podía ver
en el folio que había traído, por lo que no tuviese miedo de hacer daño a na
die, pues de su declaración no se seguiría nada (2 9 5 ). Todavía le preguntó el
confesor si había visto acudir a casa del Barón Stosch al abate del Ñero, al
abate Vanneschi, al Padre Diner [Denehy ( ? ) ] , del Santo Spirito, a S.E. el se
ñor Conde de Richecourt, y otros más. La respuesta fue negativa (2 9 6 ).
ui i P interrogatorio prosiguió esta vez acerca de las proposiciones que se ha
blaban en casa ce Stosch, y de lo que allí se hacía, preguntas éstas que mere-
(291) Apéndice 19 B.
1°"°” me *3efíur,° que era un hombre leal, y que no dudase, y yo le añadí
dome a n m .,!* n° C*uena hablar de esa materia; me tentó otras tres veces persuadién-
1 X 1 0 7 0 me mantuve obstinado». Apéndice 1 9 B.
vista al final n° CS*te **unto es claro cómo el mismo Pupigliani reconoce en su entre-
ma^ejaron^od'o» M° d * Pag3nÍ’ C° ™ d c a n ó n i« 0 Guada* ni- fuefo" <ue lo
(294) Apéndice 19 B.
f e s S ^ i m o W n l T v í i 3 T - rCpÍtC dc nuevo al final de 1* entrevista: «Yo intenté con-
hacía daño a nimmróv n 13loso mc asc^ur<^ eran cosas que ya las sabía; que no
ha'; a2 »;=™ M '^r» i > s r r a T m T / * T * ¡ ! ; an • ^ u,íliz>d“ ; y que ,<>d” M,° k
U%) Apendíce 19 R
cieron una nueva negativa, ya que Pupigliani jamás había estado en aquella
casa, y lo poco que sabía era por referencias del abate Buonaccorsi. Estando
así las cosas, el confesor de la Inquisición mirando al folio que había traído
leyó diversas proposiciones, preguntándole si las había dicho u oído decir, sien
do éstas precisamente las mismas de las que se había confesado, a las que ha
bía añadido algunas más como «que la religión era un artificio <te los sacer
dotes; que Dios dio la potestad a sólo San Pedro; que el Papa no tiene auto
ridad; que la bula contra el Frimesson no debía ser aceptada y era desati
no» (2 9 7 ) y otras semejantes.
Pupigliani fue repetidas veces amonestado para que dijera la verdad por
que el Santo Oficio quería saber si era Frimasson. Ante la negativa dél doctor,
prosiguió el examen acerca de la Biblioteca existente en casa del Barón Stosch,
y de si las personas citadas antes comían carne el viernes y el sábado.
Después de escribir algunas de las respuestas en el folio en cuestión, el
confesor exigió al doctor Pupigliani, antes de absolverle, juramento sobre el
Evangelio, «de no revelar a nadie ninguna de las cosas sobre las que había
sido preguntado», y le hizo también jurar que «negaría todo, incluso al go
bierno, cuando le fuere demandado» (298). Tras lo cual, y una vez que hubo
firmado el folio que le presentó el religioso del Santo Oficio, fue absuelto,
y se le dejó ir, no sin antes haberle invitado a que fuese alguna vez a su casa
a tomar chocolate.
El autor anónimo de la Relación del encarcelamiento y proceso dél Doctor
Tommaso Crudeli, quien ya en 1782 demuestra estar bastante bien «iterado
de los hechos, aunque en el tono no siempre guarda el debido equilibrio, al
hablar de este testigo dice «que debido a un indigno manejo de su confesor,
y de mil instigaciones y amenazas de los Padres del Santo Oficio, los cuales
abusaron de su notoria estupidez, había testificado maliciosamente que había
sido introducido en casa del susodicho Stosch, donde se pretendía que se reu
nía la Sociedad de los Liberi Muratori, a la cual dijo había sido admitido. A
esto añadió haber visto allí a Crudeli, y que en las supuestas reuniones efe esa
sociedad se hacían y decían cosas enormes contra la religión y contra el go
bierno, fingiéndolas a capricho, y adscribiendo a dicha sociedad a un ¿tan nú
mero de personas dignas, es decir todas aquellas nombradas y a él sugeridas
por el que le examinaba, y contra las cuales quería intentarse una injustísima
persecución» (299).
A estos dos documentos (300), que dan bastante luz sobre la forma de ac
tuar de la Inquisición en el caso del Dr. Crudeli, que al fin de cuentas equi
vale a decir en el caso de los Liberi Muratori, Frimesson o Frattc-Massons de
Firenze en 1739, todavía se puede añadir un tercero referente esta vez al abate
Buonaccorsi, que según los planes del Inquisidor, debía haber ocupado una
celda en las cárceles del Santo Oficio, por los mismos motivos y razones que
Crudeli (301). En él también pueden apreciarse las circunstancias que rodearon
la confesión que hizo el abate durante la enfermedad que precisamente le libró
de ir a la cárcel.
(297) Como se ve, coinciden con alguna de las proposiciones recogidas en el capítulo
cuarto del Acta Fiscal de Acusación. Cfr. Apéndice 17.
(298) Apéndice 19 B.
(299) Fatti attenenti..., op. cit., pgs. 209-210. .
, (300) El informe de Richecourt [Apéndice 19 A] y el interrogatorio del Dr. Pupi-
gliani [Apéndice 19 B], ,,, ,.n T - f . -»r
(301) A.S.F., Comiglio di Reggenza della Tosc*na, Hba 340, Letra E, fols. 25-27:
73
In tento d e fu g a d e l D r . C ru d eli
dcposto ‘k* Abate Buonaccorsi sopra la persona del Dottor Crudeli. Apén-
( 308 ) Ibidem. k
(309) Tunbridgb, P. A., The Cltmate of Europea* Freemtsonry (17)0-17*8), A.Q.C
«1 (1968) 95-96.
(310) A.S.F.. Consiglio di Reggenza della Toscana, Fila* 340. Letra Y, fols. 182-185.
Apéndice 20 B; Filza 339, Inserto 2 , n. 5. Apéndice 2 0 C.
(311) Fue interrogado los días 7 , 27 v 28 de enero de 1740, v el 4 de febrero de
'740. Cfr. A.S.F., Consiglio di Reggenza ¿ella Toscana, Filza 339, Inserto 2; FSha 340,
Letra Y, fols. 2 1 1 -2 2 0 . Apéndice 2 0 D. . . . ,
(312) Se refiere a los del mes de septiembre (10 al 17 de septiembre de 1739). Apén
dice 18.
(313) Apéndice 2 0 D [Interrogatorio del 4 febrero 1740].
(314) Ibidem.
(315) Ibidem.
(316) Cfr. notas 310 y 313.
75
In tento d e fu g a d e l Dr. C r u d e l i
^ T c dd dep°*to dcl A1>ate Buonaccorsi sopra la persona del Dottor Crudeli. Apén-
(3 0 8 ) Ibidem. , o> 4 ^
(309) Tunbridge, P. A., The Climate of Europea* Freemsstmry (1730-1758), A.Q.C.
81 (1968) 95-96.
(310) A.S.F., Consiglio di Reggenza dellfl Toscana, Filza 340, Letra Y, feds. 182-185.
A p é n d ic e 2 0 B; Filza 3 3 9 , Inserto 2 , n. 5. Apéndice 2 0 C .
O lí) Fue interrogado los días 7, 27 v 28 de enero de 1740, y el 4 de
1740. Cfr. A.S.F., Consiglio di Reggenza della Toscana. Filza 339, Inserto 2; Filw 340,
Letra Y, fols. 2 1 1 -2 2 0 . Apéndice 20 D. . . . . A ,
(312) Se refiere a los del mes de septiembre (10 «1 17 de septiembre de 1739). Apén
dice 18.
(313) Apéndice 2 0 D [Interrogatorio del 4 febrero 1740].
(314) Ibidem.
(315) Ibidem.
(316) Cfr. notas 310 y 313.
75
1» iniciativa — I menos aparenta- de la proyectada evasión de Crudeli de la
c á r S del Santo Oficio, corrió a cargo de un hermano del propio Cmdeli, quien
al ver fallidos sus intentos se dedicó a conseguir por todos los medios un abo-
gado defensor que se hiciera cargo de la causa de su hermano El propio doctor
Crudeli, ya hemos visto que en el último interrogatorio, también pidió que se
le concediera de una vez la defensa (318).
Todavía pasó algún tiempo hasta que se designó un abogado defensor pa
ra Crudeli, o al menos hasta que se autorizó al reo a poder hablar con él (319).
Tuvo que esperar hasta el siguiente interrogatorio a que fue sometido el doc
tor Crudeli el 28 de marzo de 1740 (320). En él, haciendo un epílogo a todo
lo que le había sido preguntado replicó textualmente, que «aquello que fue
dicho en contra mía en el Santo Oficio, concerniente al tiempo del Impruneta,
testificado ñor el sacerdote (> 21 ), de que la Teología Escolástica era falsa y qui
mérica, in d icó no haber dicho tal despropósito, y caso de haberlo dicho lo diría
de su cabeza, que es una quimera [sic]. También niego haber dicho que que
ría confesarme para llamar asno al confesor. Lo que concierne a los libros ya
me he explicado. En orden a cuanto pueda haber dicho en la tienda de Panpne
no recuerdo haberlo dicho, y aun cuando fuera verdad, habría sido debido a
la poca devoción o por cualquier otra causa. Respecto a cuanto fue preguntado
en torno al Corazón de Jesús no me acuerdo haber dicho que podía haber pe
dido ti Calcañar. Finalmente en orden a la pretendida asociación de la que se
supone he intervenido en casa del Barón Stosch, digo ser una mera calumnia,
y me maravillo que a estas horas el Santo Oficio no haya conocido mi ino
cencia» (322).
A una nueva admonición para que redujera su impertinacia en negar lo
que tantos testigos habían depuesto ante el Santo Oficio, Crudeli dijo al In
quisidor que podía estar persuadido, que después de tanto tiempo de prisión
y de padecimientos por el asma, si hubiesen sido verdad las cosas que le fueron
preguntadas, lo habría confesado, tanto más que sabía muy bien que en este
Santo Oficio el que confesaba la verdad sacaba ventaja tanto en el alma como
76
en el cuerpo. En el capítulo de la fuga admitió que había recibido una serie
de objetos para ponerla en práctica, pero también recalcó que se deshizo de
ellos, pues no quería salir de la cárcel sino según la ley, una vez absuelto de
las calumnias que se le imputaban (323).
A continuación, uno a uno, le fueron repetidos todos los cargos que exis
tían contra él, estuvieran o no recogidos en el Acta final de acusación (324),
de donde resultaba, por una parte, que había meditado la fuga de las cárceles
del Santo Oficio, y que según lo dicho en el proceso «quedaba incurso en sos
pecha de herejía, y en todas las penas contra semejantes delincuentes, según los
sagrados cánones, concilios, bulas, constituciones apostólicas y el derecho» (325),
por lo que según derecho se le daba facultad para hablar con el abogado de
los reos del Santo Oficio, a fin de que decidiera si los testigos habían sido rec
tamente examinados, o prefería que se repitieran dichos exámenes; y le fue
asignado un plazo de treinta días para hablar con dicho abogado de los
reos (326).
El doctor Crudeli aceptó los buenos oficios del abogado Bartoiomeo Archi,
y se decidió por la repetición fiscal de algunos de los testigos que habían de
puesto contra él. Para ello el Procurador Fiscal del Santo Oficio proporcionó
al abogado de los reos un largo interrogatorio en latín que era el único que
debía utilizar en el examen de los testigos del caso Crudeli (327). Dicho in
terrogatorio consta de 79 preguntas, de las cuales 53 se refieren al Barón Stosch
y a las supuestas reuniones que se tenían en su casa.
Siguiendo este cuestionario, el 14 de abril de 1740 fue nuevamente exa
minado, en presencia del abogado defensor, el sacerdote que ejerda como pe
dagogo en la casa de Pasqui en el Impruneta, quien aprovechó la ocasión para
volver a cargar las tintas sobre su enemigo el Dr. Crudeli, como puede dedu
cirse de la simple lectura de sus respuestas (328).
El 15 de abril el llamado a testificar fue el doctor Pupigliani quien funda
mentalmente también se ratificó en lo dicho en su declaración del 5 de abril
del año anterior (1739). Sin embargo incurrió en uria curiosa contradicción al
final — quizá influido por el interrogatorio sufrido en Livorn-j (329)— con la
que echó por tierra todo lo testificado anteriormente. Una vez leídas las depo
siciones, por él mismo hechas en el Santo Oficio desde el principio hasta el
fin, dijo: «Ahora me voy a explicar mejor. Cuando dije en mi declaración de
abril [1 7 3 9 ] que fui admitido al estudio del Barón Stosch, y que en presencia
de los que entonces cité se trataba de filosofía y de religión, los cuales demos
traban con su hablar despectivo que no creían, no me expliqué bien, pues en
dicho lugar jamás he oído al Doctor Tommátso Crudeli hablar contra la reli
gión católica de forma despectiva o manifiesta de no creer, puesto que en di
cho lugar jamás he oído a Crudeli hablar con desprecio de la Religión católica,
ni a los demás citados, a excepción de los nombrados en el presente examen
[sic]. Además debo explicar que todos aquellos que dije en mi testificación
(323) Ibidem.
(324) Ibidem.
(325) Ibidem.
(326) Ibidem. T „ f , .f „
(327) A.S.F., Consiglio di Reggenza detl* T o sc v m . FíIm 340, Letra H, fol. 41-49;
Filza 340 B, fols. 11-15; Filza 340 Y , fols. 220-227. Apéndice 22 A.
(328) apéndice 22 A [Interrogatorio del día 14 de abril de 1740J.
(329) Apéndice 19 B.
77
de abril de 1739 que eran del Frimesson, no lo sé de cierto, sino solamente que
78
ceso acusó a Crudeli «dc haber dicho que cuando uno m bautiza se le lava la
cabeza para que no le fastidien los piojos; de haberse roofado del Oleo Santo;
de haber dicho que la confesión era la aniquilación de las conciencias; que los
días de fiesta no iba a Misa (337); que estábamos hechos como los animales;
y que el alma racional no era inmortal», por todo lo cual había incurrido en
sospecha de herejía, y en las penas infligidas contra semejantes delincuentes,
según «los sagrados cánones, concilios, bulas, constituciones apostólicas y el
derecho» (338).
El Doctor Crudeli replicó que no creía haber incurrido en estas penas .por
que sabía que era una mera calumnia. Y ante una nueva opción a que los tes
tigos volvieran a repetir sus declaraciones, Crudeli, con el parecer de su Abo
gado Archi, renunció a ella porque dudaba no fueran con este motivo a incul
parle con una tercera calumnia (339).
Tal era la situación de la causa del Doctor Crudeli el 30 de abril de 1740,
la cual prácticamente quedó pendiente de sentencia.
(337) Aquí hay ya una curiosa mutilación, pues en el ratsmo interrogatorio *e dice
que «cuando estaba en el Impruneta no iba a Misa los días de «esta. pwque se w * _
zar»; a lo que Crudeli respondió que cuando él estuvo en Impruneta eM jp eem eaew *
tiempo de veda. Con lo que en la acusación fiscal quedó reducido el i
días de fiesta no iba a misa», lo cual es totalmente distinto a lo que en un principio áNgo
cl testigo.
(338) Apéndice 23.
(339) Ibidem.
V.— DESENLACE DEL CASO CRUDELI
E sta d o d e sa lu d d e l reo
Entretanto la salud del reo siguió empeorando hasta el extremo que se te
mió seriamente por su vida. En el Archivio di Stato de Firenze se conserva una
impresionante carta anónima dirigida al Conde de Richecourt, el 12 de mayo
de 1740 (340), referente a esta cuestión. El autor, ante la imposibilidad de
hacerlo verbalmente debido a la enfermedad que por aquellos días aquejaba
al Conde dé Richecourt, refiere por carta los pasos dados «en un asunto en el
que la piedad le había arrastrado a pesar suyo».
El miércoles por la mañana — se lee en dicha carta— «el abate Crudeli, con
los ojos llenos de lágrimas, me representó el estado lastimoso de salud en que
se encontraba su hermano (341) que languidecía hada ya un año en la Inqui
sición, y la poca esperanza que le quedaba de sobrevivir. Me dio un trozo de
papel, escrito por su propio hermano, lleno de sangre (342) y con la imagen
de la muerte, en el que contaba la dureza con que era tratado, a pesar de estar
a punto de morir. A causa del temor que tiene de ser envenenado rechaza cual
quier ayuda, para morir con probidad, puesto que la fantasía de un necio, y
la ignorancia, por no decir el odio, y la persecución de un fraile, le había puesto
en la triste situación de tener que morir sin libertad y con peligro de sv> repu
tación» ( 343 ).
El autor de la carta — según él mismo dice— se resistió en un principio a
intervenir, pero movido por la compasión de poder aliviar a un pobre mori
bundo, que además consideraba inocente, tomó la decisión de acudir al Nun
cio (344) para rogarle intercediera en favor de Crudeli. «Le encontré muy pen-
(3 4 0 ) E l autor pudiera ser el senador Rucellai. aunque no está muy claro. De todas
formas esta carta se encuentra en un legajo en el que la mayor parte de la documentación
pertenece a la correspondencia intercambiada entre Richecourt y Rucellai.
(341) Es el primer documento en el que consta que el Doctor Crudeli tenía un her
mano sacerdote.
(3 4 2 ) En esta misma carta, al final, vuelve sobre la misma imagen: «Detesto mi de
bilidad que me ha impedido resistirme ante las ligrimas de un hermano que lloraba la
desgracia de un miseraole afligido por la injusticia, y que tenía como su abogado un^pe
dazo de papel todo salpicado de sangre, que como yo mismo he leído arrojaba por la boca
sin cesar, mientras escribía». „, _____ T . .
(343) A.S.F., Consiglio di Rege'”™ dfl1* Toscana, Filza 339, Inserto 12: «Lettte ¿en
te á Mr. le Comte de Richecourt,le 12 de mai 1740 Apéndice 24 A.
(34 4 ) Por estas fechas era Nuncio en Firenze Mons. Albenco Archínto, Obispo de
81
6
sativo v apesadumbrado, y él mismo se adelanto a darme la noticia del triste
estado de Valud del pobre Crudeli. Se mostro muy sensible a su desgracia, to.
talmente persuadido que era justo tomar cuidado de un hombre casi abando-
I n t e r v e n c ió n del N u n c io de F l o r e n c ia
Nicea (23 enero 1740 - abril 1746j. Cfr. K a rttu n e n , Les nonciatures apostoliques perma
nentes de i m a 1S00, Genéve, 1912 pgs. 121-135.
(345) Apéndice 24 A.
(346) Dominico y Lector de Teología.
(347) Apéndice 24 A.
j altÍ aítenent: < °P cit > Pgs- 243-247.
9) La respuesta del prelado fue «que sin más réplica se obedecieran sus órdenes,
Tr,^Ue ■j ^ encarga, ,a todc> lo que pudiera suceder por parte de Roma, por lo que el
quiM or se vio obligado a usar aquellos medios que incluso entre las naciones más bár-
de Ü 3 w c S S S o V qUC 56 encuentran cn un estado tan deplorable como el
Conde°r1P Á RSW enza della Toscana, Filza 339, Inserto 3, n. 9. El
dice 24 B a S AR Francisco de Lorena. Florence, ce 24 juin 1740. Apén-
(351) ibidem.
(352) Ha tenido varios y violentos vómitos de sangre, lo que unido a un asma
esperar su recuperación mientras siguiera encerrado en la cárcel, por k> que
pedía la rápida decisión de su Proceso, o que la Congregación le permitiera ser
transferido a un monasterio, o a una de las fortalezas del Estado.
Esta actitud del Nuncio es para Richecourt tanto más elocuente cuanto que
se decía «que en el Proceso de Crudeli no había ninguna prueba convincente
de los cargos que se le habían imputado, siendo así que los graves habían
sido echados^ por tierra por varios testigos, citados como presentes, los cuales
no sólo habían negado los hechos, sino afirmado lo contrario; e incluso el
testigo mas fuerte se había retractado y enviado su retractación a la Congrega
ción del Santo Oficio» (353).
A pesar de que Richecourt reconoce que todavía no disponía de pruebas
que confirmaran lo anterior, admite que lo que más le inducía a dar creencia
a tales rumores era la actitud de la Congregación del Santo Oficio de Roma
que había concedido al Doctor Crudeli su traslado a una de las fortalezas del
Estado, si bien su proceso no se había decidido, cosa que hasta entonces ja
más había ocurrido. Hasta entonces los traslados solamente se hacían después
de la sentencia, y cuando el acusado había sido condenado a penas de cár
cel (354).
convulsivo con que habitualmente es molestado, le han puesto a dos dedos de la muer
te». Ibidem.
(353) Ibidem.
(354) Ibidem. _ , _ r ...
(355) Ibidem. Cfr. igualmente P astor. L.. Historia de los Papas. Barcelona, O. OiU,
1959, t. 35, pág. 352.
(356) Apéndice 24 B.
(357) Ibidem.
83
obstante el Inquisidor pareció quedar muy satisfecho con esta solución, y p ,.
ra mayor solemnidad y constancia de la misma, Richecourt repitió de nuevo,
esta vez delante del Nuncio y del Inquisidor, las precauciones sugeridas
Inmediatamente se comunicó al Consejo de Regencia esta decisión, y se
dieron las órdenes oportunas para que el Doctor Crudeli fuera recibido en
la fortaleza de San Juan Bautista, a donde fue trasladado esa misma noche
[9 de junio] en una carroza y sin guardias (358).
Pocos días después, el 13 de junio, escribió Crudeli, desde el Castello di
S Giovanni una cariñosa carta al Conde de Richecourt agradeciéndole sus ges
tiones para el traslado, y haciendo votos para que pronto quedara desenmas
carada la calumnia, y «le fuera lícito gozar enteramente la gloriosa libertad’ de
ser inocente» (359).
Del 19 del mismo mes se conserva otra carta de Crudeli en la que vuelve
a hablar de su inocencia y donde se refleja su optimista estado de ánimo que
confiaba en que pronto se le haría justicia (360). De esta época todavía exis
ten dos cartas más del Dr. Crudeli. Una fechada el 26 de junio de 1740, y
dirigida a Richecourt, en b. que le pide autorización para dar las gracias al
Nuncio «quien había sabido vencer las tinieblas que cubrían su inocencia,
desenmascarando la calumnia,, y deshecho la ambiciosa obstinación y el temor
de sus enemigos»; y en el que confiaba que «dentro de poco haría triunfar
la justicia de su causa» (361). No obstante en esta ocasión ya se manifiesta la
justa impaciencia del reo, quien, según propia confesión, encontraría la total
libertad simplemente con el hecho de que le fuera concedida la gracia de gozar
la paz, la sinceridad y el afecto que se experimenta tratando con los amigos (362).
Un mes más tarde, el 11 de julio de 1740, volvía Crudeli a escribir a Ri
checourt. esta vez para pedirle que le fuera concedido presentar un Memorial
a la Sagrada Congregación de Roma, en el que «suplicaría le fuera permitido
hacer constancia, ante otro juez imparcial, de su inocencia atacada por falsas y
calumniosas testificaciones» (363).
Una vez más aparece aquí esa idea que tras catorce meses de cárcel se le
había hecho obsesiva: «Los motivos que aduciré — dice— serán tan claros y
justos, que impetraré de mis supremos jueces, sin dilación alguna, la gracia,
obtenida la cual, mostraré evidentemente la calumnia de mis perseguidores y
la inocencia de uno que tiene a gloria el ser obediente y sumiso a la Iglesia,
y fidelísimo al Príncipe» (364).
(358) Ibidem.
(359) A.S.F., Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 340, Letra J, fols. 59-60.
a - I- ^ 4 ?í ^ on<^c de Richecourt. Dalla Fortezza di San Giovanni, 13 giugno 1740.
F i^ n S t v ,oS£ Cart? rePfoduce también Z o b i, Sloria delta Toscana dal 1737 al 1848,
rirenze, Lobni, 1850, t. I, pág. 28.
Hp ríSjL«A’?n ■’ Cons¥ to1 dt Reggenza della Toscana, Filza 339. Inserto n. 1 2 . Carta
Apéndice 25 B U n a t a n 0 desconocido]' DaUa Fortezza di S. Giovanni, 19 giugno 1740.
Doctor1 )CrndJi ’o f ° r Sí^A° í ‘ * eMe»za della Toscana, Filza 340, Letra L, fols. 63-64.
1740. Apéndice 25 C Richecourt. Dalla Fortezza di San Giovanni, 26 giugno
(362) ibidem.
D ock? Crídelf ál C< 3 ? ° , . \ Rf ggenza dj } ia Toscana, Filza 340, Letra N, fols. 73-74.
Apéndice
Apéndice 25
25 D
D Richecourt. Dalla Fortezza di S. Giovanni, 11 luglio 1740.
(364) Ibidem.
84
R e t r a c t a c io n e s de M in e r b e t t i y de P u p ig l ia n i
85
El mismo Minerbetti se expresa así en su retractación: «Yo sabiendo que
era falso el que hubiera visto, oído o practicado aquellas cosas, en un principo
lo negué; pero replicándome el Padre Inquisidor que estaba informado que lo
había dicho, yo que sabía realmente haber!» dicho, temí que negándolo fuera
encarcelado v me decidí a admitirlo en juicio, no solamente tal cual lo había
supuesto sino que además citándome el P. Inquisidor como participantes en
dichas asambleas a muchísimas personas, que yo ciertamente no había jamás
mencionado, afirmé entonces que sí habían estado alia, y después de haber
hecho una narración totalmente supuesta, e inventada desde el principio hasta
el final, sin más fundamento que lo que yo había conjeturado, y que había pro
palado por la finalidad dicha al comienzo, fui de momento licenciado» (369).
En otra ocasión — prosigue Minerbetti— llamado de nuevo al Santo Tri
bunal (370) «fui examinado otra vez, pero no encontrándome el P. Inquisidor
constante en mis declaraciones, se exacerbaba, hasta que después de haberme
leído mi primer examen, confirmé uno y otro, enteramente, de tal forma que
llegué a afirmar aquello que poco antes había negado, sin tener reparo alguno
a mis cambios y contradicciones; y hecha esta ratificación fui nuevamente li
cenciado» (371).
La retractación de Minerbetti prosigue haciendo una especial mención del
daño causado a aquellas personas que sin ni siquiera conocerlas había señalado
como miembros de la Masonería solamente por no llevar la contraria al P. In
quisidor que se las iba citando. En concreto se fija en el Doctor Crudeli, del
que estaba convencido había sido encarcelado por el Santo Oficio a raíz de
su testificación, y del Barón Stosch, del cual dijera que en su casa había visto
una serie de obscenidades, estando él mismo presente, «siendo así que en rea
lidad jamás había estaco en su casa, y ni siquiera le conocía de vista» (372).
Esto fue lo que le decidió a retractarse de todo, caso de que fuera llamado
de nuevo por la Inquisición, sin tener en cuenta las consecuencias que para él
se pudieran derivar. Pero no tuvo ocasión de hacerlo, «porque el P. Inqui
sidor — escribe Minerbetti— el cual por otra parte, de mi modo ce atestiguar
pociía haber comprendido que lo que decía era falso» ( 373 ), no le llamó más,
por lo que decidió recurrir directamente a la Congregación del Santo Oficio,
exooniendole sinceramente lo sucedido, y rogándole librara a Crudeli de to
das las molestias a que estaba sometido por su culpa.
Pero en vista de que la respuesta no llegaba, apremiado por el remordimien
to de ver que Crudeli todavía no había sido puesto en libertad y reintegrado a
ia ouena opinión ante el pueblo, Minerbetti juzgó en conciencia, que en vista
ce la ineficacia de los pasos dados, debía hacer la solemne y pública retracta
ción, a fin de que la religiosa justicia de S.A.R. pudiera actuar al ver que los
motivos por los que había autorizado la prisión de Crudeli eran totalmente
falsos ( 374 ).
Concluye el documento en cuestión pidiendo al notario que dé las órdenes
oportunas para que tal retractación «hecha para descargo de su conciencia y
onor e la verdad» no fuera causa o motivo de futuras venganzas por parte
de Crudeli o sus familiares.
(3 6 9 ) Apéndice 26 A
86
Siguiendo lo deseos de Minerbetti, el notario Giuseppe Panicacci, acom
pañado del asesor Giuseppe Santucci, y de un par dc testigos, se trasladó a
la Fortaleza de San Juan, donde el 27 de julio de 1740, exigió del Dr. Crudeli
«la promesa de que tanto él como sus hermanos y demás parientes, hasta el
cuarto grado inclusive, no ofenderían, ni harían ofender directa ni indirecta
mente ya fuera de obra o de palabra al señor Andrea Minerbetti, a causa de
su testimonio falso ante el Santo Tirbunal del Santo Oficio» (3 7 5 ). El Dr. Cru
deli juro observar tal promesa bajo la pena de mil escudos aplicables al Real
Fisco (376). Tres días más tarde, e igualmente ante notario público y testi
gos, se exigió la misma promesa a los tres hermanos del Doctor Crudeli (377).
Pero ya para entonces se había adelantado el propio Crudeli, siguiendo los
deseos del Conde de Richecourt quien le había pedido le diera seguridad de
que no ofendería a Minerbetti, y de que le perdonaba todos los daños ocasio
nados a sus intereses, cosa que había hecho generosamente en carta fechada
el 21 de julio de 1740 (378).
Apenas había tenido tiempo de reaccionar el Tribunal de la Inquisición de
Florencia ante el duro golpe recibido en su ya escaso prestigio, con la retracta
ción de Andrea Minerbetti cuando se hizo público que también el doctor Pu
pigliani, el otro testigo clave en el Proceso de Crudeli, acababa de hacer una
declaración y protesta en el mismo sentido, en virtud de la cual resultaba ser
también falso lo que él había atestiguado en el Santo Oficio contra el Dr. Cru
deli y el Barón Stosch.
La retractación del Doctor Pupigliani, hecha igualmente ante notario pú
blico en Florencia, el 11 de julio de 1740 (379) pone de manifiesto, una vez
más, como tuvimos ocasión de conocer más arriba, los manejos realizados por
su confesor durante los Ejercicios Espirituales realizados en las afueras de
Firenze (380).
Si la actuación de la Inquisición en el caso anterior queda seriamente com
prometida, en este segundo caso resulta todavía mucho más aún, prescindiendo
del abuso cometido en ambos casos respecto al sacramento de la penitencia.
El Doctor Pupigliani se justifica así en su declaración notarial: «Habiéndo
me enterado de la Larga prisión que ha sufrido el Doctor Tommaso Crudeli en
las cárceles del Santo Oficio, y el Proceso que se le ha hedió por el mismo
Tribunal, y habiéndoseme referido que en el mismo se aducen algunas acusa
ciones mías, y oyendo que se va propagando el que yo haya dicho algunas co-
(375) A.S.F., Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 340. Letr* Q. fols. 87-91.
Copia autentica dell’obligazione e promessa fatta dal Dottor Crudeli ne* ^27 lugtio 1740
in nome ancora di tutti i suoi Parenti di non offendcre Andrea Minerbetti per il da
lui deposto al St. Ufizio. Apéndice 26 B. ___
(376) Cfr. igualmente Fatti attenenti... op. cit... pgs. 258-260. Según las leyes d é la
Toscana, Crudeli podía exigir indemnización a Minerbetti por todos los daños ocasionados
por su falsa acusación, pero incluso esta posibilidad le fue negada, ya que se le exigió
una renuncia a tal acto ante público notario.
(377) Apéndice 26 B. „ t % M^
(378) A.S.F., Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 340, Letra R, fob. 93-96.
Crudeli a Richecourt, Dalla Fortezza di S. Giovanni, 2 1 luglio 1740. Apéndice 26 C.
(379) A.S.F., Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 340, i t-ÍA
Copia autentica della dichiarazione e protesta del Dottor Pupigliani d^gl 11 lu# * 0 *
dalla quale risulta non esser vero che dal Sto. Ufizio si suPPon^ abo**
contro la conversazione del Barone de Stosche, e contro il Dr. Crudeli. Apéndice
También lo reproduce S b ig oli. op, cit„ pgs. LV-LIX.
(380) Cfr. Apéndice 19 B.
87
sas las cuales sé ciertamente no haber testificado; y si lo hice no lo dije, ni
pretendí decirlo en el sentido con que se han utilizado, m creí que pudieran
servir para el fin con que se han usado, tanto mas que un Padre del atado
Tribunal con el cual me confesé, me aseguró que cuanto di|era no habría de
servir a otro fin que al de tranquilizar mi conciencia; he estimado y juzgo
necesario y parte de mi deber, publicar la presente dclaración para desenmasca
rar las falsedades de lo que yo en realidad testifiqué» (381).
Tras esta introducción, se dedica a desmentir las acusaciones de que era
objeto, y a poner las cosas en su punto, con lo que quedan al descubierto, una
vez más, las irregularidades obradas en el proceso de Crudeli. Pupigliani niega
que él hubiera dicho que en la casa del Barón de Stosch se tratasen materias
filosóficas y de religión, y que las personas que allí se reunían con sus conver
saciones despectivas, demostrasen que no creían. También niega que entre es
tas personas estuviese el Dr. Crudeli. Es más, protesta y declara solemnemente
que no había dicho que éi hubiera estado en la Biblioteca del Barón Stosch;
ni siquiera había visto a ninguno, porque, de hecho, no habiendo estado, ni
habiendo visto a las personas que allí acudían, difícilmente podía decirlo. Tan
solamente había testificado haber ido muchas veces a casa del señor Enrico di
Stosch. hermano del Barón, donde por lo demás no había biblioteca, y ni si
quiera había visto allí al Dr. Crudeli. Así, pues, difícilmente había podido
decir que Cruceii fuera a la casa del Barón Stosch, aunque el Padre de la In
quisición que le había examinado, se esforzó en sugerirle — entre otros muchos
que le fue citando uno a uno— dijera que le había visto acudir a dicha casa,
lo que negó rotundamente porque realmente no le había visto ir allá. Respecto
a que en aquella casa se tratasen materias filosóficas y de religión, dijo cierta
mente que tal cosa había oído contar a otros, pero no que estando él presente
lo hubien comprobado (382).
De esta forma, en su retractación, va negando todos y cada uno de los
cargos que la Inquisición había hecho contra Crudeli basándose en el pvampn
hecho al Dr. Pupigliani (383).
Posteriormente en otra declaración hecha el 15 de julio de 1740 (384), el
Pupigliani confesó que habiendo sido interrogado por los Padres del Santo
Oficio de la ciudad de Florencia sobre algunas de las cosas, de las cuales había
hecho una declaración aparte, y habiéndole asegurado los mismos, que cuanto
dijera no debía^ servir a otro fin que a la tranquilidad de su conciencia, le im
pusieron después, que de cuanto había dicho y sido interrogado, no comunicase
nada a nadie, ni siquiera al Gobierno secular, aunque fue preguntado, lo cual
le hicieron prometer por medio de juramento (385).
(381) Apéndice 26 D.
(382) Ibidem.
concento de rnrn u, cat^?oncamente que él hubiera dicho que tenía a Crudeli en
contra nuestra Santa R ,.ca!0*IC0> 7 9 ue había oído hacer al mismo diversos discursos
cosa». Ibidem e »gion. «Mi protesto di non aver mai detta ne potuta dire sitnil
Apéndice 26 DF ’ C° nSÍgl,° dt ReMet™ della Toscana, Filza 340, Letra P., fols. 83-86.
(385) Cfr !a coincidencia existente con lo ya dicho en el Apéndice 19 B.
88
S entencia condenatoria
(386) A.S.F., CoHstglio di Reggenz* dtll* Toscam . Füm 339. Inserto 3, n. 10 Conde
de Richecourt a S.A.R. Francisco de Loren*. Florenoe le 9 ao&t 1740. Apéndice ¿<
(387) Ibidem.
(388) Ibidem.
(389) Ibidem.
89
instruidos v doctos, expuestos a la persecución de los Ignorantes» E] ultimo
Pensamiento del Conde de Richecourt recoge la idea de que de todo lo ocurrido
m ese asunto se había hecno patente «la neces.dad de poner orden en un Tn-
bunal tan injusto» (39C).
No se conoce en qué sentido fue la respuesta de la Congregación del Santo
Oficio pero según la Relación del encarcelamiento de Crudeli, que dedica va
rias páginas a este punto, la sentencia le fue comunicada a Crudeli, de acuerdo
con los deseos del Inquisidor, leyendole uno tras otro los «gravísimos delitos
resultantes de gran número de testigos respectivamente contestes». Este acto
tuvo lugar el día 20 de agosto de 1740, por la tarde, en la iglesia de S. Pietro
Scherragio, a donde fue trasladado Crudeli desde la fortaleza de San Juan.
Estuvieron presentes, entre otros, el P. Inquisidor, el canónigo Riccio, Vicario
del Arzobispado, el senador Quaratesi, el caballero Abogado Neroni, y el au
ditor Urbani *391).
En cumplimiento de la sentencia, el Doctor Crudeli se trasladó a Poppi,
su ciudad natal, donde existía un convento de Menores Conventuales, en el
que residía v.r. Vicario foráneo del Santo Oficio, quien con relativa frecuencia
le visitaba para recordarle que aunque se le había restituido cierta libertad,
permanecía, sin embargo, bajo la potestad eclesiástica, en tanto no obtuviese
la total absolución de sus delitos. Este Vicario era el Padre Cocchini, quien,
como consta por una carta de Luca Corsi al Conde de Richecourt, fechada el
3 de septiembre de 1740, «no cesaba de molestar continuamente al Doctor
Crudeli, por orden del P. Inquisidor de Florencia, a fin de que le diese la ga
rantía de mil escudos, garantía que el Conde de Richecourt había ordenado a
Crudeli ao entregara (392).
Conforme tueron pasando los días, la salud de Crudeli, debido al clima
de Poppi, fue empeorando de forma tan alarmante que, siguiendo los consejos
del Nuncio de Su Santidad en Florencia, y del Conde de Richecourt, el propio
Crudeli escribió, ya en el mes de septiembre, una carta a Monseñor Ferro-
ni (393) para solicitarle le permitiera la Congregación del Santo Oficio tras
ladarse a Pisa o a otra ciudad de clima más benigno. Pero la respuesta se hizo
esperar más de la cuenta, hasta el punto de que el abate Antonio Niccolini,
en carta dirigida a Giovanni Bottari, el 29 de octubre de 1740, teme «que todo
este negocio acabe con poco honor de la Corte de Roma, porque el pobre Cru
deli no podría sobrevivir a esta desgracia» ( 394 ). Aquí adelanta el abate Nicco
lini, haber oído que, finalmente, le sería concedida la gracia de ir a cualquier
jugar excepto Pisa, que era el solicitado, lo cual en cierto sentido sería sufi-
cíente, de no tener necesidad de ir a un lugar donde existiese abundancia de
médicos «dado su pésimo estado de salud, el continuo asma que le aflige, y
ios frecuentes vómitos de sangre» (395). De todas formas la gracia de salir
(390) Ibidem
7 n l ^ n í ^ a! tl at^ enentt - op. cit., pgs. 260-271. También se hace eco de esta sentencia
¿o b i, op. ctt, t. I, pgs. 203-204.
H* c l r l r F j Cl m\9’lw dl ^ e n z a della Toscana, Filza 340, Letra S, fol. 99. Luca
rw E L t M Ch^ OUn Firenze, 3 sept. 1740. Apéndice 2 8 A.
caníi-iilo ttt i Hons' Ferroni, asesor del Santo Oficio, cfr. en el primer tomo, en el
Í3941 m - V ^ S íí* d c l. ™ * o asesor del Santo Oficio»,
lo Alcunr ‘ íettro a Giovanni Bottari; documento publicado en el opüscu-
1867 A SU í i n l n f i . NtCC0h? a Mom Giov B° tíari’ Bologna, Gaetano Romagnoli,
n 9'> 'bid-m ce l8ua'mente S b ig oli, op. cit., pgs. L X I-L X II.
90
de Poppi para Crudeli, habría de ser, en cualquier caso, un beneficio ya que
con el clima de su ciudad natal la muerte era segura.
Por el mismo abate Niccolini se sabe que el Conde de Richecourt había ya
decidido sacar de Poppi a Crudeli, al conocer su infeliz estado de salud, pero
éste se había negado alegando que «no quería moverse si no era en la forma
debida, pues prefería morir, puesto que estimaba más su inocencia, su probi
dad y su palabra, que cualquier otra cosa del mundo.
Finalmente el abate Niccolini se une a la ya larga lista de testimonios sobre
el caso Crudeli, con un comentario digno de tenerse en cuenta: «Estoy cierto
— escribe a Bottari— que si Su Santidad supiese sinceramente toda esta negra
intriga, ordenaría no ya la conmutación de Pisa por Poppi sino la inmediata
libertad de Crudeli» (396).
El 31 de octubre se decidió Crudeli a escribir de nuevo a su protector el
Conde de Richecourt, en vista de que su petición a Monseñor Ferroni no pro
gresaba. Entretanto había ya transcurrido todo el mes de octubre y empezó
a sentir la crueldad del clima de Poppi «habiéndole aumentado los dolores del
pecho, siendo los vómitos de sangre más densos y la tos más frecuente hasta
el punto que tanto el médico de Poppi, como el de Bibbiana, le predijeron una
muerte segura, si no cambiaba cuanto antes ese clima frío por uno más tem
plado y tranquilo antes de que la estación avanzase más» (397). Por esta razón
le rogaba Crudeli que obtuviera del Nuncio el poderse trasladar a Pisa, sin ne
cesidad de esperar el permiso de la Congregación del Santo Oficio «de la que
tenía motivos para confiar no sólo en dicho permiso, sino en la total liber
tad» (398).
Para mayor fuerza incluye dos certificados de los médicos de Poppi y
Bibbiana, debidamente legalizados, en los que, tras exponer detalladamente el
delicado estado de salud de Crudeli, recomendaban el urgente cambio de clima, ya
que de no hacerlo, se ponía al enfermo en evidente peligro de muerte (399).
Para esas fechas el Inquisidor de Florencia ya había decidido llamar al Dr.
Crudeli para que acudiera al Santo Oficio de Florencia, donde se le comuni
caría el lugar más benigno elegido para su traslado «donde podría proseguir
las órdenes de la Suprema y Sacra Congregación según sentencia» (400).
La reacción de Crudeli que acababa de llegar a Firenze no se hizo esperar.
Inmediatamente remitió a Richecourt el billete del Inquisidor, al mismo tiem
po que le rogaba le eximiera de comparecer ante el Santo Oficio, y le conce
diera la gracia de poder permanecer en Florencia o en Pisa, sin necesidad de
esperar su destino del Inquisidor (401).
(396) Ibidem. Esta carta concluye con la siguiente frase: «El caso del religioso
Cimino en Siena [Cfr. nota 69], y el encarcelamiento de Crudeli han restado mucho
crédito al Tribunal, cuya única fuerza radica precisamente en d crédito*. . _
(397) A.S.F.. Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 340, Letra J. fol. 103. Cru
deli a Richecourt. Poppi. 31 octubre 1740. Apéndice 28 C.
(398) Ibidem. T , . _ --
(399) A.S.F., Consiglio di Reggenza della Toscana. Filza 340, Letra J, fols. 104-108:
Huc attestati dei Medici di Poppi e di Bibbiana concementi il pregiudizto ed u nuoce-
mento che ne riposta il Dr. Crudeli da queH’aria. Apéndice 28 D. v , .
(400) A.S.F., Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 340, Letra X . fols. 111-
112. P. Ambrogio, Inquisidor de Florencia al Doctor Crudeli. Firenze. 2 noviembre
/H O l T A8SEF„ Consiglio di Reggenza della Toscana. Filza 340. Letra X , fols. 113-114.
Crudeli a Richecourt. Firenze 2 nov. 1740. Apéndice 28 F.
91
El desenlace todavía tardó en llegar Entretanto Crudeli se reurd « P i
tadera. lugar vecino a Pisa donde el 17 de diciembre recibió del P. Inqubidot
la respuesta de la Sagrada Congregación del Santo Oficio, por 1. que .e le no-
tificaba que «en atención al mérito de Su Excelencia el señor Conde de Riche-
court se le permitía ir a cualquier lugar y aldea o villa — a modo de cárcel—
e X ; 0 a las ciudades de Firenze, Siena, Pisa y Livorno» (402),
La lectura de esta decisión, en un principio, le ocasionó a Crudeli un júbilo
indescriptible, pero pronto desapareció — según confiesa en carta dirigida a
Richecourt dos días después— , «cuando vio que a la crueldad se añadía la befa
y el desprecio del Inquisidor, P. Ambrogio, quien al decir que era mérito ex
clusivo del conde de Richecourt el que se le hubiera excluido de vivir en las
ciudades de Toscana, demostraba que sabía manejar la afrenta más mordaz
tanto con hechos como con palabras» (403).
El resto de la carta es una lamentación sentida y dolorosa de quien aparte
de sentirse defraudado en las esperanzas de una última justicia, se veía desam
parado sufriendo en el alma y en el cuerpo, cuanto humanamente puede sufrir
se, siendo así que se encontraba inocente y perseguido, que se sentía cada vez
njás débil, y en un lugar en el que no había médicos, y donde la soledad era
total, ya que ni siquiera disponía de libros para leer, ni de amigos para con
versar (404).
En teoría aquí concluye oficialmente el caso Crudeli, quien a pesar de ha
ber sido relegado a la mayor soledad y abandono, no se vio libre de nuevas
calumnias por parte del mismo Padre Vicario del Santo Oficio que dieron
motivo a una ceclaración del abogado defensor de Crudeli, Bartolomeo Archi,
hecha el 2 de enero de 1741. En vista de que dicho Vicario andaba diciendo,
y había afirmado incluso al Nuncio de Su Santidad que el señor Crudeli le ha
bía confesado t^ue era reo, y que no obstante había proseguido su defensa, el
Dr. Archi testificó en documento dirigido a Monseñor Ferroni, «que tal aserto
del P Vicario no era cierto, ya que el Sr. Crudeli nunca le había hecho tal
declaración, ni podía hacerla, porque jamás le había confesado ser culpable,
sino al contrario, sostenido siempre ser inocente de todos los hechos de los
cuales fue denunciado» (405).
p J ^ A m b r i ^ ’ í ñ ü " - í diÁReW nza della Toscana, Filza 340, Letra X , fols. 118-119.
Apéndice 2 8 c T ’ quu,dor *1 Dr. Crudeli. Firenze, 17 diciembre 1740.
j » i & m * w*
VI —CONSECUENCIAS DEL PROCESO
Tirantez de relaciones entre el Gobierno de Toscana y la Corte de Roma —
Gestiones del Nuncio de Su Santidad en Viena.—Intervención del enviado
especial de la Santa Sede.—Intentos de reforma del Santo Oficio en Florencia —
Quejas contra el P. Inquisidor.—Indulto y muerte del Dr. Crudeli.— Traslado
del P. Inquisidor.—Reforma de la Inquisición en la Toscana
T ir a n t e z d e r e l a c i o n e s en tre e l G o b ie r n o d e T o sc a n a y la C orte
de R o m a .— G e s t i o n e s del N u n c io d e Su S a n t id a d en V ie n a
(406) Sobre este asunto pueden consultarse, entre otros, los siguientes legajos: Nunz.
Firenze, vol. 230 B, que contiene documentación comprendida entre los años 17404 7 4 6 .
toda ella relativa al Santo Oficio en Florencia; Nunx. Firenre. vol. 127; Nunz. Genm-
nia, vols. 334, y 3 3 5 . La gran cantidad de asuntos pendientes entre la Santa Sede y la
Potestad laica de Firenze hieo que el Abate Franchini. Ministro del Gran Duque, se
trasladara a Roma a fin de poder tratar directamente de «las gravísimas y relevantísimas
quejas contra el Tribunal del Santo Oficio en Florencia*.
(407) Camillo Paulucci, nacido en Forli el 9 diciembre 1692, arzobispo de Icón»
el 26 de junio de 1714, Canónigo de S. Juan de Letrán, fue Nuncio Apostólico ante el
imperador, en Viena, del 15 de mayo de 1738 al 20 de octubre de 1745 Cfr. Ka*ttunen.
<>/>• cit., pgs. 121135; Nottzte per Vanno 1742, Roma, 1742, pág. 193.
(408) Silvio Valenti Gonzaga, nacido en Mantua «1 1 ° de mano de 1690 fue creado
cardenal el 19 de diciembre dc 1738, y Secretario de Estado a raí* de la elección dti
Papa Benedicto XIV, en agosto de 1740. Cfr. Nótate per Immo 1742, pág. 193.
(409) A.S.V., Nunz. Germanu, vol. 334, fots 390-39rM tm s. Caimllo
Apost. en Viena, al Cardenal Valenti, Secretario de Estado. Viena, 1. octubre 1740.
93
se va repitiendo en despachos posteriores (410), y llega un momento en que
el caso del Dr. Crudeli viene a sumarse a las ya abundantes quejas contra el
(410j El 5 de noviembre, Paulucci cree urgente llegar a un Tratado sobre las con
troversias con el Santo Oficio, haciendo ver a S.A.R. «los nuevos y gravísimos peligros
que atacan la pureza de la Religión en Florencia, debido a que de día en día se va
insinuando en muchos de aquellos Ministros el veneno de máximas demasiado libres y
poco ortodoxas, sin que pueda aquel Santo Tribunal aportar el remedio otras veces
utilmente aplicado, por los impedimentos que le pone aquel Gobierno». A.S.V., Nunz.
\ man^ L 33,4 ’ fols 4 2 8 ^ 2 9 Mons. Paulucci, Nuncio en Viena, al Cardenal Va-
enu, secretario de Estado. Viena 5 noviembre 1740. Cfr. igualmente A.S.V., Nunz.
Germanta, vol. 334, fol. 433. Paulucci a Valenti, Viena, 1 2 nov. 1740.
(411) Observese que esta carta está fechada el 3 de diciembre, y a Crudeli le fue
Tur el 20, de de 1740. Cfr. nota 391.
i„ ' , ‘eiJ *1 uí resulta «algo» inexacto, pues desde el 9 de junio, dejó de estar
a su i ™ * 1] 10 0 ficio, *1 ^ trasladado a la Fortaleza de San Juan, de donde
a su vez salió el 2 0 de agosto de 1740.
f a * 13! que el. Conde de Richecourt ordenó a Crudeli que no pagara la
<41 í a T v w 06 T le « W * el ínquWdor- Cfr. nota 392.
en Vieni ¿ f }erma"ia> vo1 334, fol». 462-464. Mons. CamiUo Paulucci, Nunz.
'413?’ ’¡ n d e Í ^ Secretario de Estado. Viena 3 diciembre 1740. Apéndice 30 A.
94
día introducir el Ministerio laico de Florencia, en perjuicio de la autoridad de
la Sagrada Congregación de la Inquisición, y de su Tribunal florentino (416).
En el despacho del 17 de diciembre vuelve Paulucci a hablar de Crudeli, pues
la víspera, en el Consejo reunido ante el Gran Duque se había tratado del asun
to del Santo Oficio de Firenze y precisamente de la pena dada al Dr. Cru
deli (417). ^
I n t e r v e n c ió n del e n v ia d o e s p e c ia l de la S anta S e d e
(416) A.S.V., Nunz. Germania, vol. 334, fol. 468. Paulucci al Carden»! Valenti. Viena
10 diciembre 1740. _ , , „ , .
(417) A.S.V., Nunz. Germania, vol. 334, fol. 476. Paulucci al Cardenal Valenti. Vie-
na, 17 diciembre 1740. Apéndice 30 B. Nuevamente sale a relucir Crudeli en los despa
chos del 24 de diciembre 1740: A.S.V., Nunz. Germana, vol. 334, fol. 479 [Apéndice
30 C], y en el del 28 de enero de 1741: A.S.V., Nunz. Germania, vol. 335, fol. 23
[Apéndice 30 D]. , .
(418) El P. Mario Maccabei había sido enviado por el Vaticano para que desde
Florencia tratase directamente con el Gobierno del Gran Duque, sobre las diferencias
surgidas con el Tribunal de la Inquisición. Con la misma finalidad el abate Franemm,
ministro de S.A.R. se encontraba entonces en Roma. Cfr. nota 406.
(419) M e l l o r , N o s fréres séparés... op. ctt., pág. 139 y ss. fTQ. . .
(420) S ch eld en , La FM belge sous le régime autrkhten (1721-1794), Louvam,
95
mene reflejadas en la relación que el propio P Maccabei hizo de la entrevista
mantenida co;. el Conde el 9 de enero de 1741 (422).
En esta ocasión e. Conde de Richecourt dijo clara y taxativamente al en.
viado pontificio qae el P.oceso hecho contra el Doctor Crudeli era una meta
calumnia fundada en tres testigos presentados ante el Santo Oficio, y que ha-
bían declarado falsamente, como se había podido comprobar del Proceso en-
tregado a CrudeÜ para que hiciera su defensa. La primera denuncia — según
Richecourt__era de un sacerdote enemigo de Crudeli por desavenencias ocurri
das entre eilos, y que citaba testigos ya fallecidos o que resultaron negativos.
El segundo testigo era un joven considerado en la ciudad como un desequili
brado, que fue mandado por el confesor al Padre Inquisidor con una carta, en
la cual estaban las preguntas que le fueron hechas, y debido a las amenazas del
Inquisidor depuso haber visto y oído lo que no había visto ni oído, indicando
que ni siquiera conocía a las personas que estaban anotadas en dicha carta co
mo cómplices o sospechosas de varios errores (423). A pesar de todo acusó de
muchas cosas a Crudeli. y en la repetición del examen se contradijo continua
mente, Jo que al íin de cuentas n© fue obstáculo para que acabara confirmando
lo declarado en amoos interrogatorios. Después para tranquilidad de su con
ciencia había mandado a la Sagrada Congregación del Santo Oficio de Roma
la retractación de todo lo testificado, pidiendo se le concediera la facultad de
recibir la absolución, cosa que obtuvo de Roma. Tras esto recurrió al Conde
para obtener la seguridad de que no sería ofendido por Crudeli o sus hermanos,
haciendo al mismo tiempo otra declaración y retractación legalizada por mano
de Notario, que estaba en poder del Conde, y en la que solicitaba el perdón
do Crudeli (424).
El tercer testigo, sobre el cual decía fundarse el Proceso, se había retrac
tado también, tras confesar que había sido engañado porque el Inquisidor no
había escrito lo que él declarara, ni había admitido lo que él dijera en desagra
vio de Crudeli (425).
Finalmente en la entrevista relatada por el P. Mario Maccabei, se añade que
el Conde había dicho que en el proceso se encontraban otras falsedades e in
justicias, y que en la sentencia dada por el Inquisidor contra Crudeli, no se
había probado nada.
Ante acusaciones tan directas y difíciles de rebatir, al P. Maccabei no se
le ocurrió replicar otra cosa que estando ya concluida la causa no había por
qué hablar del pasado, tanto más que las faltas de un Ministro particular no
debían atribuirse a la injusticia de un tribunal que jamás, con anterioridad,
había incurrido en ellas; aparte de que era difícil de creer el que el Inquisidor
y sus Ministros fueran de tan perversa voluntad. Como el Conde de Richecourt
tenía a su disposición las pruebas de cuanto había dicho, insinuó al enviado
pontificio que para mejor certificarse de la crueldad con que había sido tra
tado el reo, lo mejor era que le pidiese al P. Inquisidor el Proceso; cosa que
no aceptó el P. Maccabei por no estar autorizado de Roma para ello, y «porque
esta lectura le llevaría mucho tiempo» (426).
t •142£ ) pA; S;VV N J**- , Fir'»ze> vol. 127, fols. 178-180. P. Mario Maccabei al Secre-
? 4 ?vi i' Carí nal Valenti. Firenze, 2 0 enero 1741. Apéndice 31 A.
contra los jesuítas CtC court a c¿crtas personas que habían participado en sátiras
(424) Apéndice 31 A.
(425) Ibidem.
426, Ibidem.
96
La actitud del Conde de Richecourt no es que fuera opuesta a una solución
de las dificultades creadas ante el proceder del Santo Oficio. Lo que buscaba
era un modo digno de hacerlo, tanto más que S.A.R. tenía a honor la ventaja
de la Religión, pero sin olvidar que al mismo tiempo deseaba la justicia y la
custodia de sus subditos, a los cuales estaba obligado, por lo que no pocía per-
rnitir que el Santo Oficio continuase obrando como lo había hecho hasta en
tonces. Y esto por decoro tanto de Roma, como del Oran Duque, habida cuen
ta «las falsedades e injusticias practicadas por el Inquisidor en el Proceso de
Crudeli» (427).
Ante una insinuación sobre los inconvenientes que surgirían caso de ser
suprimido el Tribunal del Santo Oficio en Florencia (428), hecha por el en
viado pontificio para conocer el pensamiento del Conde, éste le replicó que no
pretendía tal cosa, y ni siquiera el cambio del P. Inquisidor. Lo único que pe
día era «que se pusiera remedio y freno a las calumnias, a las imposturas, a las
falsedades, y a los abusos hasta entonces practicados por el Tribunal de Flo
rencia en el proceso de Crudeli» (429), de los cuales tenía a mano las pruebas,
tanto de las falsedades incurridas en el susodicho proceso, como de los abusos
cometidos en el anterior hecho del P. Cimino en Siena (430).
De donde para Richecourt, «no existía otra solución para remediar los pa
sados desórdenes, y salvar la Religión, el decoro de la corte de Roma, la juris
dicción de S.A.R., y la justicia debida a sus súbditos, sino el que Roma conce
diera que en la elaboración de los Procesos del Santo Oficio intervinieran dos
Comisarios de S.A.R., sujetos a juramento, como se practicaba en el Estado
Véneto» (431). De esta forma no sólo se salvaría la Religión, sino que se pon
dría freno al libertinaje, y los díscolos serían castigados.
La entrevista en cuestión entre el enviado pontificio y el ministro del
Gran Duque, concluyó con una velada advertencia de éste sobre el agradeci
miento que debía mostrar Roma, porque hasta ahora no había hecho públicas
ni las falsedades practicadas por el Inquisidor, ni el abuso del Confesor que
envió al testigo con una carta al Santo Oficio (432).
Intento s d e reform a d e l S a n to O f i c i o en F l o r e n c ia
(427) Ibidem. j • .
(428) «Crecerá 1* libertad y el libertinaje, y no subsistirá ni el decoro, m el ínteres
temporal de S.A.». Ibidem.
(429) Ibidem.
(430) Cfr. notas 69 y 396.
(431) Apéndice 31 A.
(433) a ’s' v ” N«* z. F « . k , vol. 127, fol. 185. P. M«m .1 W « r k > de
Estado. Firenze, 24 enero 1741. Apéndice 3 1 B.
97
El objetivo propuesto esta vez por el enviado pontificio fue, alegando no
haber recibido todavía respuesta de Roma, conocer mas a fondo el pensamiento
del Conde sobre la pretendida introducción de dos Comisarios aviles en el Tri
bunal de la Inquisición. A este fin le recordó que tal proyecto otras veces ya
había sido rechazado por Roma, y que al presente tampoco podía agradar a
Su Santidad «pues era demasiado irregular y poco decoroso a la Santa Sede
por las pésimas consecuencias que podría acarrear, si una tan exorbitante pre
tensión era exigida por todos los Príncipes, siguiendo el ejemplo de la Tos-
cana» (434).
La respuesta del Conde a esta objeción fue que tal proyecto no era irre
gular, ni de poco decoro para la Santa Sede, por cuanto se practicaba ya en
Venecia. Y que de la misma manera que en el Santo Oficio se admitían con
sultores seculares, no era tan exorbitante que entraran dos Comisarios repre
sentantes del Príncipe para asegurar e indemnizar a sus súbditos como era obli
gado tras los engaños y calumnias cometidos tanto en el caso de Siena, como
en el del Doctor Crudeli. Y es aquí donde Richecourt volvió a insistir en que
el Doctor Cruceli había sido condenado injustamente, ya que en la sentencia
dictada por e1 Santo Oficio, no había culpa probada que mereciese un castigo
tan injusto, tanto nvi¿ que Crudeli había sido condenado por los testimonios
falsos y retractados de Minerbetti y Pupigliani, pues nada se infería del otro
testigo, como podía comprobar si pedía al Santo Oficio dicho proceso (435).
La respuesta del enviado pontificio es de nuevo evasiva y desconcertante,
ya que se limitó a decir que no tenía facultad ni incumbencia para revisar tal
Proceso, ni venía al caso hacer nuevos exámenes para justificar lo ya hecho por
el Santo Oficio, tanto más que eia suficientemente conocida la mala fama del
Dr. Crudeli en toda Florencia, antes de su encarcelamiento, por las máximas
impías que públicamente había dicho en materia de religión (436).
Tras hacer una apología del Santo Oficio, el cual — a juicio del P. Macca-
bei— «no era aquel Tribunal tiránico que decía el Conde, sino bien recto y
justo, que solamente buscaba corregir a los delincuentes y hacerles retractar
de sus errores», la conversación desembocó en el asunto de los comisarios que
no podía equipararse al de Venecia, pues allí existía tal costumbre por haber
sido así concordado antes de la introducción de la Inquisición en aquellos do
minios, lo cual era muy distinto al caso de Toscana, de la misma forma que era
diverso el modc de gobierno de aquella República ( 437 ).
Esta vez el informe concluye con una alusión a los perjuicios que se segui
rían en Florencia, donde triunfaría el ateísmo, si no se permitía la actuación
del Santo Oficio, cosa que Roma no podía creer fuese la intención de S.A.R.
«siendo como era bien conocida su piedad y celo por la Religión» (438).
(434) Ibidem.
(435) Ibidem.
(436) Ibidem.
(437) En realidad la dificultad radicaba en que si bien existían y# do* Consultores
secu areo, con voto consultivo, no se podían admitir seculares que dieran leyes al Santo
j .clo’,y c atatfn , manos como de hecho ocurriría si se admitiesen los dos Comisarios
delegad .s por el Príncipe.
P uAquí una nueva mención de Crudeli recogiendo un rumor, que según el
Dr r n l , ei circ . . P°r Florencia respecto a que «la gran solicitud demostrada por el
" ' « ° n 8 ]nada por la protección que los ingleses residentes en Florencia tenían
98
Q u e ja s contra e l P adre I n quisidor
(439) A.S.V., Nunz. Firenze, vol. 127, fol. 208-209. P. M*ceabei al Card. Secretario
de Estado. Firenze 2 2 aprile 1741. Apéndice 3 1 C.
(440) La carta a que se refiere dijo d Conde de Richecourt que la tenia en su Ppder.
(441) A.S.V., Nunz. Firenze, vol. 127, fol. 212: Capi di doghanae del Sig.rr Conte
di Richecourt contro 1‘Inqubitore. Apéndice >1 C.
99
T r a sla d o d el P a d r e I n q u is id o r .— I n d u l t o y m uerte
d e l D octor C r u d e l i
100
A finales de junio, nuevamente volvió a ser motivo de conversación entre el
P. Maccabei y el Conde de Richecourt, tanto el tema del indulto concedido
a Crudeli, como el del cambio de Inquisidor, que Roma pretendía esgrimir co
mo una baza a su favor para conseguir parejas concesiones por parte de Ri
checourt. Pero éste, no sin acrimonia, subrayó en esta ocasión, que Roma
debía estar agradecida por la moderación usada por el Gobierno, que no hiTA
sacar de la cárcel a Crudeli, y que ni siquiera estaba resentido contra el Inqui
sidor, sino que^ por respeto a Roma había transigido, si bien no salía de su
admiración al oír que había sido destinado a otra parte (448).
La salud de Crudeli, mortalmente resentida, no pudo restablecerse ya, a
pesar de los meses pasados en Pontadera, cuyo clima era benigno. Sin
tiendo acercarse su última hora prefirió volver a Poppi para entregar su cuerpo
a la tierra natal. Llegado este momento renovó las protestas de su moceada
ante los hombres, y entregó su alma a Dios con la confianza de encontrar en
El la justicia que los hombres le habían negado. En el otoño de 1741 falleció
en Poppi el Dr. Tommaso Crudeli, a quien Zobi, en su Historia de la Toscana
considera «la última víctima de la Inquisidón en la Toscana» ( 449 ).
No obstante, la muerte de Crudeli, no puso fin al capítulo que en la pri
mavera de 1739 se iniciara con la persecudón de los Liberi Muratori, represen
tados en la figura del secretario de la logia masónica de Florenda. Todavía
dos años después de su muerte, en 1743, su nombre y el recuerdo de las in
justicias con él cometidas por el Inquisidor de Florencia, son tema que se
repiten constantemente en la documentadón de la época, unas veces directa y
claramente, y otras de forma velada, como en la carta que el propio Gran Du
que de Toscana dirigió el 29 de junio del 1743 al sucesor de Gemente X II,
Su Santidad el papa Benedicto XIV (450), en contestadón a la suya del 20
de abril de 1743, en la que se quejaba de los daños que en Florencia y en toda
la Toscana continuamente se infligían a la autoridad y jurisdicdón eclesiásticas,
y en espedal al Tribunal del Santo Ofirio (451).
Estado. Firenze, 6 giugno 1741. Apéndice 3 1 F. De esta frase parece •^dadne que los
anteriores oficiales del Tribunal no se habían destacado por esas características de recti
tud, secreto y fidelidad que señala el enviado pontificio.
(448) A.S.V., Nunz. Firenze, vol. 127, fols. 231-232. P. Maccabei al Secretario de
Estado. Firenze, 23 giugno 1741. Apéndice 3 1 G. En este mismo despacho se habla del
Barón Stosch, y del senador Rucellai, ambos considerados como personas no gratas para
la Corte de Roma.
(449) Zobi, op. cit., t. I, pág. 204; Fatti attenenti... op. cit., pgs. 272-273; B a la n ,
Storia d’ltalia, Modena, 1894-99, t. V III, pgs. 118-119; Baldi, LAlb*. La Primé l o a »
masónica a Firenze. L’Inquisizione. II proceso Crudeli, Firenze, 1959, pgs. 86-87; MORSO-
lin, Storia della letteraturg italiana. II seicento, Milano, 1880, pgs. 62-63. Según este
último autor, bastante mal informado del asunto, Crudeli murió quemado vivo por
sentencia del Santo Oficio. .
(450) Benedicto XIV (1740-1758). Próspero-Lorenzo Lambertini nació en Bolonia d
31 de marzo de 1675. Desempeñó diversos cargos en las Congregaciones romanas: fue
abogado consistorial, promotor de la fe, secretario de la S. C. del Consilio, y canonista
de la Penitenciaría. En 1725 es nombrado arzobispo de Teodosia y después de Ancona
en 2727; cardenal en 1728, v arzobispo de Bolonia en 1731. Fue elegido Papa sucesor
de Clemente X II el 16 de agosto de 1740. El cónclave había durado más de sm me«s,
resultando por este motivo el mavor después del cisma de Occidente. Benedicto XTv
murió el 3 de mayo de 1758, a los 83 años de edad. Cfr. bibU<*rafía especializadaiffl
F e r r e r B e n im e u , 1^3 Masonería después del Concilio, Barcelona, AHR, 1968, pgs. 149-150.
(451) La principal motivación de esta carta de Benedicto XIV fue la publicación, en
Florencia, de un Edicto sobre la censura de libros por el que en adelante se reducía la
previa revisión a un solo eclesiástico nombrado por el obispo, con lo que se excluía ae
101
En esta ocasión el Gran Duque en su respuesta fechada en Un* el 29 de
¡unió de 1743, dice abiertamente al Papa que respecto a la Inquisición «podía
él alegar casos sucedidos durante su reinado, que demostraban demasiado da-
ramente, hasta qué punto los Ministros de este Tribunal abusaban del poder
que se les había confiado» ,452).
R efo r m a d e la I n q u is i c i ó n en la T o sc a n a
amDlta5 3 H o rí¿y ^ ;¡!L “',Z Ftre™> vol. 230 B, fols. 71-103. Este legajo contiene un*
Toscana. ^ue va c 1740 a 1746, toda ella relativa al Santo Oficio en la
(4^5) Ibidem ,^mZ F'renre’ vo1 2 3 0 B> fol». 97-98: Proposta. Apéndice 3 3 A.
102
que «Dios bendito, con su suma justicia y providencia» había permitido que
se revelara la verdad para que cada uno pudiera desengañarse (456).
La solución al proceso de Crudeli es clara, y así no es de extrañar que en
la réplica hecha por el Vaticano a este escrito, se capte, e incluso se intente
salvar la postura del Inquisidor, con bastante desacierto por cierto, como se
desprende la simple lectura del documento. Pues se acusa al autor d^l escrito
anterior de atacar al Inquisidor como si este hubiese emprendido la causa de
Tommaso Crudeli y sus cómplices por su propio gusto y para satisfacer a sus
pasiones, y no por el celo de la Religión.
Respecto a la retractación de uno de los denunciantes (457) no debía ser
considerada como suficiente para relegar cualquier otro indicio que justificara
la continuación de la causa. Tanto más que correspondía a la Sagrada Congre
gación de la Inquisición examinar y juzgar la calidad de los atestados, las ano
malías que pudieran darse tanto en los denunciantes como en los testigos, y
todas las demás circunstancias referentes al Proceso, según las leyes y la en
señanza de los Doctores, conforme a los cuales se había procedido en la causa
de Crudeli (458).
Además cierto ministro de la Jurisdicción Laica habiendo captado alguna
noticia, o mejor dicho sospechado, utilizando una vía ilegítima y totalmente irre
gular, en favor del citado reo, pretendía poder condenar como injusta e inicua
la conducta del Santo Oficio, y hacer pasar por inocente al denunciado, con
forme había sucedido en el caso de que se trataba. Todo lo cual — prosigue
la réplica vaticana— denota una animosidad que sorprende, ya que si «de los
testimonios auténticos no hubiese merecido Crudeli ninguna pena, la Sacra
Congregación ciertamente no lo hubiera castigado» (459).
Dejando a un lado el escaso valor de tal argumentación que se mantiene
dentro del terreno de la teoría y carece de todo aval que lo justifique en d caso
concreto de que se trata, todavía existe un nuevo documento que pretende —con
el mismo desacierto que el anterior— justificar la actitud seguida en el caso
Crudeli en el que la simple relación de los hechos es más qiie suficiente para
establecer un juicio justo y desapasionado de lo realmente sucedido.
Según el autor del mismo, el escrito presentado por el enviado del Gobier
no de Toscana tendía solamente a representar que el Padre Inquisidor de Fi
renze había procedido mal a propósito de la conocida causa de Tommaso Cru
deli, y que por el contrario el Ministerio secular no había tenido otro fin, en
tal asunto, sino el de salvar el honor de la Religión y del Tribunal de la In
quisición, no haciendo injusticia a Crudeli, de donde las quejas de la Sede Apos
tólica respecto a los obstáculos interpuestos por el mismo Ministerio al ejer
cicio del Sagrado Tribunal en el decurso de la citada causa no estaban apo
yados por hechos reales, sino en relatos poco fieles (460).
103
Los capítulos a los que reducían las quejas de la Potestad Secular contra la
conducta del Padre Inquisidor de Florencia eran:
1 o Q u e éste jamás había cesado de molestar con amenazas a Crudeli pa-
ra que le diera la fianza de mil escudos exigida para que Crudeli no contra
viniese las órdenes impuestas en la condena.
2 0 Que después de la condena, el Inquisidor no había usado para con Cru
deli. la debida equidad y justicia, en especial respecto a su traslado de Poppi,
a donde había sido relegado, a otro lugar de clima más sano y más conveniente
a sus gravísimas dolencias.
3.° Finalmente que el mismo Inquisidor en este asunto había fundado sus
informes a la Sagrada Congregación en el testimonio de un desequilibrado, co
nocido de todo el mundo, y que con tal fundamento había causado perjuicio
a buen número de gente honrada (461).
Acusaciones tan concretas y que además estaban justificadas por una serie
de ptuebas inegables, en manos del Gobierno de Florencia, difícilmente podían
ser rebatidas. Por eso — se lee en el documento vaticano— para poder repli
carlas debidamente era necesario hacer público todo lo que contenían las ac
tas jurídicamente levantadas, en la causa de Crudeli, y ver las instrucciones
dadas por la Sagrada Congegación y trasmitidas al Inquisidor, lo que no era
factible sin el consentimiento expreso de la Santidad de Nuestro Señor (462).
Pero aun en el supuesto de que se concediera que el proceder del Padre In
quisidor hubiera sido irregular — añade el comentarista— no por eso había
que pensar que fuera necesario alterar el sistema del Santo Oficio establecido
en los Sagrados Cánones, y apoyado por una inveterada costumbre. Ya que
por ur.a parte las faltas de los Ministros de la Inquisición no podían imputarse
a la misma Inquisición, y por otra era muy fácil impedir los errores de aquellos
sin perjudicar los derechos de ésta. Es más, la Santa Sede en cuanto recono
ciese en dichos Ministros algún abuso, aplicaría inmediatamente los remedios
más eficaces. Pero en el transcurso de muchos siglos no podía alegarse ningún
caso de este género a no ser el ya conocido del Canciller del Santo Oficio de
Siena, sucedido el año 1738 (463). Pero este hombre había sido castigado con
diez años de cárcel, y con la inhabilitación perpetua a servir en el Santo Tri
bunal, sin esperanza de remisión. De donde todo el mundo podía comprender
cuán raros eran los supuestos desórdenes del Santo Oficio; y respecto a la
Sede Apostólica, cuán penoso y rigurosa en semejante casos; de donde, en con
secuencia, carecería de relieve y justificación la nueva pretensión del Minis
terio Laico de Firenze al aludir cualquier supuesta irregularidad en el obrar
del Padre Inquisidor (464).
Es decir, que, resumiendo, ninguno de los tres capítulos de quejas recibe
resPu<?sta satisfactoria, y ni siquiera se admite la posibilidad de irregulari-
ades o abusos por parte del Inquisidor, ya que para comprobarlas era nece-
San° ?5r / ° proceso de Crudeli, lo cual debido al secreto del Tribunal,
n(k„ 13 e/ se en R°ma’ s>n expreso permiso del Santo Padre. Esto resul
taba tanto más incomprensible para el Gobierno de Florencia, cuanto que él
(461) Ibidem.
(462) Ibidem.
(463) Cfr. notas 69, 86, 396 y 430
(4 6 4 1 Apéndice 33 B.
disponte de una copia del mismo, y el único móvil que le había llevado a su
utilización era el deseo de hacer justicia, y la defensa de los súbditos dc S.A.R.
Así, pues, no es de extrañar que en vista de que las gestiones no avanza
ban, el Conde Richecourt encomendara al arzobispo de Pisa, Monseñor Fran
cesco Guidii (465) una nueva diligencia personal, esta vez ante el propio pon
tífice Benedicto XIV , a fin de encontrar una solución digna a los diversos
puntos que teman pendientes con el Santo Oficio. Uno de estos era la cuestión
de los dos comisarios, idea que, según carta del 10 de julio de 1743; empe
zaba a cuajar, puesto que se iba a discutir la conveniencia de admitir los su
sodichos Comisarios en las causas del Santo Oficio, con tal de que fueran ecle
siásticos (466).
En una primera audiencia concedida por el Santo Padre al arzobispo de
Pisa, de la que hace relación el 17 de julio de 1743, el propio Benedicto XIV
le reconocio que el Soberano tenía derecho a proteger a sus súbditos para que
no fueran injusta y calumniosamente vejados, por lo que reconocía oportuno
conceder dos Comisarios elegidos por el mismo Soberano, con tal de que fue
ran personas probas, a las cuales se les exigiría el secreto; y podrían asistir
a los Procesos con voz y voto cuando se debiera llegar a la ejecución, al igual
que se practicaba en Venecia (467).
Y es precisamente aquí donde vuelve a surgir el caso de Crudeli, pues,
como le recordó Richecourt al Obispo de Pisa, para comprender el estado de
la cuestión, era preciso remontarse a la época del Proceso de Crudeli en el
año 1739, y la retractación del célebre Minerbetti, quien llevado de su deber
se creyó en la ogligación de enviarla a Roma y a Viena. A raíz de esta retrac
tación Su Santidad no tuvo otra opción que la de manifestar su justicia y
humanismo.
Por esta razón Richecourt estimaba inútil hacer historia de lo sucedido
para justificar que después de un hecho tan desgraciado, S.A.R.. que solamen
te conocía al Tribunal de la Inquisición por el asunto de Omino de Siena (468),
ordenara a sus Ministros de Toscana vigilaran la conducta de un Tribunal ca
paz de caer en semejantes faltas, fuera por ignorancia o por malicia de sus mi
nistros (469).
Todavía añade Richecourt nuevos casos para corroborar la actuación inqui
sitorial en Florencia, a fin de que pudiera el Arzobispo de Pisa persuadir más
fácilmente al Santo Padre que no era posible cerrar los ojos ante hechos tan
evidentes, y que había que admitir que la que metía todo el ruido era precisa
mente la Inquisición de Florencia, y en especial su Vicario, «ese hombre que
se empeñó inoportunamente en el caso de Crudeli, y que tenia un interés de
masiado vivo en provocar constantemente nuevos litigios para distraer a la
(465) Francesco Guidi, nació en Volterra el 16 abril 1694. Fue trasladado de Atexao
a Pisa el 15 de febrero de 1734. Cfr. Notizie per l’onno 1/42, pág. 153- ____
(466) A.S.F., Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 339. Ctfte R ».
Guidi, arzobispo de Pisa al Conde de Richecourt. Roma, 1 0 Luglio 1743. Apéndice 3 4 .
^ (467) A.S.F., Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza
Guidi, arzobispo de Pisa al Conde de Richecourt. Roma, 17 luglio 1743. Apéndices 34 B
y 34 C.
105
Corte de Roma, hasta el punto de ocultarle que la causa de los inconvenientes
surgidos había sido la ignorancia o la malicia de sus ministros» (470).
El epílogo de todas estas negociaciones culminó el año 1754 con la con
vención concluida con la Corte de Roma, aprovechando la ocasión de la reaper
tura de la Nunciatura de Firenze que había permanecido cerrada durante ocho
años, una vez que se marco Monseñor Archinto (471). Según dicha convención
Benedicto XIV accedió a que la Inquisición de Toscana se adaptara siguiendo
el ejemplo de Venecia. Así, pues, el Santo Oficio en Florencia quedó compues
to de un P. Inquisidor, Menor Conventual, y su Vicario, con la participación
en las congregaciones del Arzobispo local, y el Nuncio, con tres Consultores,
y otros tres Diputados asistentes, seculares, representantes del Príncipe, los
cuales tenían voto decisivo (472).
De esta forma se ponía punto final, en Florencia, a un pleito cuyo origen
se remontaba a la presencia de los Uberi Muratori en la capital de la Toscana,
v a su prohibición y persecución, que en algunos de sus miembros, y en es
pecial en la persona del Secretario de la Logia florentina, el Dr. Crudeli, lle
garon a alcanzar la? características más arriba reseñadas. Características que in
vitan a una serena reflexión, tanto más si se tiene en cuenta el influjo que los
acontecimientos florentinos tuvieron en esa condena pontificia de la Masone
ría, que lleva la firma de Clemente X II, y en la idea que el Santo Oficio ro
mano se forjó de esta asociación, idea basada no tanto en los favorables infor
mes del Inquisidor General de Portugal, cuanto en los tendenciosos del In
quisidor de Florencia, cuyo principal fundamento radicada en la falsedad de
las acusaciones formuladas por personas que, aunque posteriormente se retrac
taron de sus calumnias, ya no pudieron reparar el daño ocasionado al Dr. Cru
deli, ni borrar la imagen con que en adelante quedó identificada Masonería en
las altas esferas romanas.
“ repetir 10 * >* »
abri^de 1 Ar9ílinto/ de Nicea, cesó de Nuncio en Firenze en
septiembre de 17W a Antonio Biglia, obispo de Corinto, fue nombrado el 5 de
Martini Tiunio 1746 P” ‘°d ° representaron a Roma interinamente Filippo
y Fco Antonio ^ [abril 1 7 5 2 1754]- Cfr-
el P 7 Maestro* C*t’’ PS*- 187-191. Finalmente en 1782, siendo Inquliidor
106
Miniatura del s. xv representando ios
constructores de catedrales en la Edad
Media.
LA MASONERIA
TRAS LA POHIBICION PONTIFICIA
(1740-1750)
I — REPERCUSIONES EN AUSTRIA, HOLANDA, MALTA Y FRANCIA
L a U n iv e r s id a d de S a lzbu rg y M uratori
[1740]
(1) Cfr. A.H.E.W., vol. VI (1742-43), págs. 508-509; vol. VII (1743), p íp . 6447:
«Die in Salzburg entstandene wicbtige Controvcrs w# der Anbetbuttg Mana*. Haidache*,
A., Studium und Wissenschaft im Stift Wüten in MUteldter und Nemzeif, Museum Fer-
dinandeum in Innsbruck, 42 (1962) 48 y ss. .
(2 ) Ludovico Antonio Muratori, erudito arqueólogo y sacerdote italiano, nacido en
Vignola (Modena) [1672-1750]. , ,
( 3 ) A.H.E.W., vol. VI (1742), pgs. 508-509: vol. VII (1743), pgs. 6445. Apén-
dice 3 5 A
„ (4) Litterae Ludovici Antonii Muratorii ad P. Rectore» U m ^ t a t i ^ Saüámrgenm^
Datam Mutinae Prid. Kal. Sep. 1740. Apéndice 35 B. Cfr. AJí-E.W., vol. VII (1743)
P8 (5) Epístola Magnifici Rectoris Salisbutgensis ad Dorttaum Ludovicum A. Mura
tori. Apéndice 35 C. Cfr. A.H.E.W., vol. VII (1743) pégs. 80.
109
Este hecho de por sí singular se « n a ja n » recogido en las A * . tostoneo-
E clesiá s tica de los años 1742 y 1743. Mas tarde Thory «lude también a él
en sus Acia L a tom oru m donde se lee que en 1740 «por ignorancia de lo» mon-
jes los Francmasones se vieron implicados en disputas teológicas, a pesar de
qué ellos se mantuvieron totalmente al margen». Con este motivo — prosigue
Thory— «los sacerdotes acusaron al erudito italiano Muratori de ser el inventor
de la Francmasonería o Liberi Muratori (6).
Todavía en 1747 la polémica suscitada en torno a Muratori se reflejó en
España en la obra del franciscano Fr. Domingo de San Pedro de Alcántara,
que lleva por título Muro invencible mariano contra los tiros de un murador
disfrazado. A don Gregorio Mayans le basta el título para conocer la intención
del autor, y no duda en manifestar al Nuncio Mons. Enrico Enriquez (7 ) su
extrañeza ante el hecho de «que se trate tan indignamente a un varón tan
benemérito de la cristiandad». El título afirma, en buen romance es «contra
un franco-masón, porque se toma la palabra murador específicamente y se cohar
ta por el un Injuria verdade' a nente detestable» ( 8 ).
Por su pa.ie otro ccr.remporáneo, Asensio Sales, procura salvar la buena
fe del franciscano del que dice que no duda en reconocer la grandeza inte
lectual de Muratori. Para Sales es claro que «no intenta el fraile llamar a
Muratori, hereje francomasón», si bien acepta que el título no es acertado (9).
Degli Onofri, en 1803, en sus Elogios históricos de algunos varones ha
blando de Muratori dice que fue en verdad ridículo el que en una ciudad
alemana, por ignorancia o simplicidad, fuera divulgado y hecho creer al pueblo,
que el a-uor de esta secta — sólo por el equívoco del nombre— era el sacerdote
literato Ludovico Antonio Muratori, el cual protestó de no haber tenido jamás
parte en aquellos conventículos» ( 10 ).
El propio Muratori en sus Annali d’Italia hablando de la secta de los Liberi
Muratori volvió a decir que había sido «una cosa ridicula el que en una ciudad
de Alemania por ignorancia o simplicidad fuera divulgado y hecho creer al
pueblo que el autor de dicha secta era el que escribía las presentes Memo
rias» ( 11 ), palabras que, como hemos visto las recogió y apropió textualmente
Degli Onofri pocos años después, ya que los Anales fueron publicados en
1773, y Onofri hizo lo propio con sus Elogios en 1803.
... A.L., t. I, pgs. 45-46. La noticia está tomada del Freymaurer Bibliothek, I, pág. 6.
Vmdiciae adversus Sycophantas Juvamenses etc., Coloníae, 1741, pgs, 2-4*
(7) Mons. Enrico Enriquez, Obispo de Nazianzo ((23 enero 1 7 4 4 -3 mayo 1754). Cfr.
K-abttonen, L., L e: Nonciatures apostoliques permanentes de 1650 ¿ 1800, Genéve, Chaul-
montel, 1912, pgs, 121-135.
(8) Gregorio Mayans al Nuncio Enrico Enriquez. Oliva, 16 diciembre 1747. Biblio-
eca. r v 0, "spano-Mayansiana (Biblioteca del Colegio del Corpus Christi. Valencia),
V. hitado por Antonio Mestre en su interesante trabajo, justamente galardonado,
ilustración y reforma de la Iglesia. Pensamiento político-religioso d e D. Gregorio Mayans
y 5¡ Z " (1699-1781), Valencia, 1968. pgs. 407-408.
nt\\ ™ ens*° Sales a Gregorio Mayans. Valencia, 3 enero 1748. Ibidem, t. 32.
, ' GLj O n o fri, Elogi storici di alcuni serví di Dio, che vissero in questi ultimi
1803*'pág St2{~operarono Pel bene spirituale e temporale della citti di Napoli, Napoli,
_ * (1 IjLj L’¿do''icoj Antonio Muratori, Annali d’Italia ad an. 1736, Napoli, 1773, vol. X II,
nería v • •• P°der comprobar cuál era la idea que tenía Muratori de la Ma«o-
s S a d !L h U£ ' ° qUC T , eUa, reproduzco en el Apéndice 35 D lo que sobre esta
de Clemente X II al’T ño 1736.' ™ qU< evidentemente •* «luivoea al aplicar la bula
110
La U n iversida d de I nnsbruck y
la A cademia T axi ana
[1740-41]
( 1 2 ) El Conde Taxis les cedió la sala de su Biblioteca para sus reuniones. En 1741
esta sociedad obtuvo por medio del Conde Zeil verdaderos «tatútos.
(13) P r o b s t , J., Gescbichte der Univcrsitat in Innsbruck, Innsbruck, 1869, P**- f 8 8
(14) Si bien en esta época Innsbruck era la capital del Tirol, no obstante el Obispo
residía en Brixen (Bressanone). c . Trr-/. • ^
(15) H a id a c h e r, A., Studium und ^ e n s c ^ f t m Shft Wilten Mufelaher umi
Neuzeit, Museum Ferdinandeum in Innsbruck, 42 (1962i 52; P ro b st, o £ c*¿, ip á ^ l 8 8 .
(16) Rapp, L., Freimaurer in Tirol, Innsbruck. 1867, pág. 1 da la fecha errónea
111
to como se oiga en Innsbruck de similares reuniones sospechosas, se encargue
de investiga, lo antes posible de qué se ha tratado en las mismas» (18).
Una vez más nos encontramos con la sospecha suscitada por este tipo de
reuniones más o menos secretas, y la lácil identificación con aquella otra so-
ciedad, también secreta, de la que apenas se sabia otra cosa sino que habla
sido condenada por Clemente XII. Sin embargo, para esas fechas, ciertamente
no existía Masonería en Innsbruck (19), y las reuniones sospechosas a que
aluden los Protocolos del Consistorio de Brixen, no eran otra cosa — como
opinan Haidachet y Probst (20)— que la Academia de eruditos de Innsbruck.
Y en confirmación de esta idea existe una carta, recogida por Cetto, con fecha
del 21 de octubre de 1740, escrita por Gasparri desde Salzburg a Muratori,
en la que taxativamente le dice que en Innsbruck algunos Cavalieri di Spirito
— con ello se alude abiertamente a miembros de la Academia o Gesellscbaft der
Silentiarorum— eran designados, según la voz popular, como Francmasones (21).
Los E s t a d o s G e n e r a l e s de H o la n d a
[1 7 4 0 ]
Más o menos relacionados con estos incidentes, que sin tener mayor tras
cendencia pueden indicar vna mentalidad algo confusa en ciertos ambientes
eclesiásticos, se puede citai la noticia que recogen las Acta Latomorum, tam
bién referente al año 1740. Esta vez los hechos provienen de Holanda, aunque
carecen de toda confirmación documental que los acrediten. Según Thory en
c¡>e año surgieron «discusiones entre los francmasones y los sacerdotes cató
licos que les negaban los billetes de confesión privándoles así de participar en
los santos misterios. Conducta que suscitó desórdenes y originó una serie de
escritos anónimos que fueron distribuidos por todas partes hasta que los
Estados Generales intervinieron prohibiendo a los eclesiásticos que preguntaran
a sus penitentes sobre la Francmasonería y sobre cualquier otro tema que no
tuviera relación con la religión» ( 22 ).
r .8 d Diózesanarchiv- Brixen. Den 25 Januar 1741. Prot. Cons. pág. 387. Apéndice
36 B; Rapp, op. cit., pág. 2; A b afi, L., Gescbichte der Freimaurerei in Oesterreich-Ungarn,
Budapest, 1890, t. I, pág. 63. Mi recuerdo y agradecimiento al Dr. A. S c h w a ig e r del
Kircnengeschichtlichen Seminar de la Universidad de Innsbruck, y al Profesor Dr. Antón
Haidacher del Historisches Institut der Leopold-Franzens Universitát de Innsbruck, por
su cordial ayuda.
(19) Según Probst, op. cit., pág. 188 la primera logia de Innsbruck data de 1767, y
se uamaba «z» den drei Bergen». De este mismo año, 3 julio 1767, se conserva una circu-
a r a e i obispo Leopold de Brixen a su Decano, con una orden personal para vigilar la or-
aen y darle cuenta cada trimestre. Zieger, sin embargo, en su obra I franchi muratori del
h lij/ü ’ i i.to’ i r 12, da como casi seguro que la primera logia regular consti-
i • - nnsbruck fue la del Monte Maria abierta pocos años después ae la supresión de
w „ ' , ro de 1777' ' * cuai' d 31 r ™ '*> de 1773 -
(20) Cfr. nota 15.
C {2¿ L 2 7r, 0 ’ r ’ st.°.ric. ° Trentino e riformatore di scuole in Austria nel Settecento,
(1951M * Gaspam dt UviC(> (1702*1768). Studi Trentini di Sdenze Storiche 30
Í22> Á.L., t. I, pág. 46.
112
P ro h ibició n d e l G ran M a e s t r e d e la O rden d e M a lta
[1 740]
(23) L a u re n s , J. L., Essais historiques et critiques sur ¡a F.M., ou rechercbes sur son
origine, sur son systeme et sur son but, París, Chame!, 1806, pág. 50.
(24) A.L., t. I, pág. 47; L aru d an , AUemeuste Gehetmnisse der Freymaurer, 1766,
Pág. 19.
(25) W o o f, R., Sketch of the Knights, Templers, etc., Lotufcxi, 1865, pág. 70; Broad
l e y , A. M., History of Freemasonry in tbe District of Malta, London, 1880, pág. 4; Cay
wood, D., Freemasonry and the Knights of Malta, A.Q.C. 83 (1970). _ ,L .
(26) Anónimo, Istituzione, riti e cerimonie dell'Ordine de’Francs-Massons, ossta Liben
Muratori, Venezia, 1785, pgs. 91-92. t> ____ i-no
(27) Anónimo, Dicbiarazione deü’Istituto e scopo det Ltben Muratori, Roverero, 1749,
pág. 7; C reu s y Corominas, La Masonería, Barcelona, 1889, pág. 43; Capríle, G ., I ao-
cumenti pontifici intomo alia massonería, CivCatt. III (1958) 167; Kkgoh, F.M.Rttum det
Grado de Compañero, Barcelona, 1871, pág. 123; 1717-1917,
of Modern Masonry, Masonic events from s. xvm. Year XV. n. 45-46 (1917) 89|»9 , _ _
nario de erudizione Storico-Ecclesiastica, Venena, 1847, vol. 47. pag. 62; LOPEZ, ues-
pertador Cristiano-Político..., Valencia, 1809, pág. 7. . u , v » . TVmni
(28) A.S.V., Malta, vol. 78 a 80: Lettere di Mons.
(años 1736-1740); vol. 124 B: Memoria sul S. Offino in Malta; vol. 110-111. Lettere di
Mons. Inquisitore Gualtieri (1743-44). , ... , _ M *iAn • Mr Rnbert
(29) Mi agradecimiento por las informaciones facilitadas en este sentido a Mr. Robe
Soler, y Mr. Lino Caldosa.
113
8
mayo de 1740 en el que se dice «que el Gran Maestre [de Malta] tras una
deliberación de su Consejo había ordenado a seis caballeros de su orden el
retirarse de la isla, con h prohibición de acercarse porque eran francmaso
nes» (30).
4viso d e l O b i s p o d e M a r s e l l a
[1 7 4 2 ]
(30) B.D.E., Mss. 127, fol. 406 v. Citado por Chevallier, P., Les ducs sous l’Acacia
ou
: e/ rprV ^ rl pas de la F M - fran^atse 1725-1743, París, Brin, 1964, pág. 123. Apéndi-
ce
, . C. Debido a que la Histoire de la FrancMagonnerie Frangaise, París, Fayard, 1974-75,
u? ’ Chf.vallier fue publicada con posterioridad a la redacción del presente
trabajo, y para evitar reiteraciones innecesarias, remito al lector, desde ahora, como confron
tación y ampliación de todo lo referente a la Masonería francesa, a dicha extraordinaria y
m e ica obra, y aprovecho la ocasión para agradecer cordialmente al Profesor Chevallier
su amistad e informaciones.
;. n n b ^ P**- 1 Raoon, op. cit., pág. 108 da la fecha equivocada del 14 de
rT ?d y0 (Jn T/, a FM et l'r¿Zlise en France ™ XVI I I éme siécle, Gran Collége
S J L *ns1’, Bulletin n. 43 íjuin 1955) 65: «El obispo de Marsella, Belsunce, el
In rances cor]°cido que prescribió a sus diocesanos el cumplimiento de la bula
toriaue on}tn del 14 ^e enero de 1742...»; L e v e s q u e , Apergu géttiral et bis-
02) O ton T '? } Magonniques, París, Caillot, 1821, pág. 121.
(32) Otoñe. A., Le mtrotr moral de la F.M., s.l, 1935, pág. 6.
114
«eran recibidos indiferentemente gentes de toda nación, de toda religión y
de todo estado». Tras aludir al espíritu proselitista de esa asociación «ridicula
hasta en su nombre» acaba advirtiendo a sus diocesanos, de cualquier condición,
edad y profesión que fueren, que no podían entrar en la asociación de los
Francma^ons, y que si habían sido recibidos no podían continuar a
sus Asambleas sin cometer un pecado cuya absolución se reservaba a él y a
sus Vicarios Generales (33).
Como se ve, en la parte final coincide perfectamente con el extracto repro
ducido por Thory, y en efecto, hay un cierto paralelismo con alguna» de las
ideas recogidas en la Bula pontificia, como son la alusión al «secreto impene
trable», el peligro para «la Religión y el Estado», y el, por así decir, heieti-
zante ecumenismo practicado por los masones, al admitir a g e n te s de toda
nación, religión y estado.
E l I ntendente de B urdeos y la M a s o n e r ía
[1 742]
Ese mismo año, pocos meses después, hubo en Francia otro toque de
atención, esta vez por parte del Intendente de Bordeaux, Mr. Boucher, quien
escribió el 23 de julio de 1742 al Secretario de Estado, Amelot, del que de
pendía, para preguntarle qué actitud debía tomar ante las dos logias que se
habían formado en Burdeos (34). En esta carta incluye también una informa
ción detallada sobre la Masonería, obtenida a través de un eclesiástico, que
habiendo dado varios retiros en París «se encontró con numerosas personas
que se habían hecho recibir en aquella capital en dicha cofradía, y que arre
pintiéndose le habían instruido en líneas generales de lo realizado durante
su recepción. No obstante, le habían declarado que no podían revelarle los
secretos de la Orden sin correr riesgo de ser asesinados» (35).
Al margen de lo que el tal eclesiástico aconsejó a esos «hermanos arre
pentidos», consistente en que ya no volvieran a asistir a las asambleas, si
bien debían seguir respetando el juramento prestado, es interesante conocer
la respuesta del Ministro Amelot, pues nos muestra cual era el pensamiento
del Gobierno de París cinco años después de la prohibición oficial de la Maso
nería por la Sentencia de la Policía de París, del 14 de septiembre de 1737 (36).
El Secretario de Estado escribió el 14 de agosto de 1742 al Intendente
de Burdeos diciéndole que «Su Majestad no queriendo que las asambleas fuesen
toleradas bajo ningún pretexto, me ha ordenado escribiros que debéis hacerlas
cesar, y advertir a los autores de dichas asambleas que si continúan directa o
(33) Avertissemcnt au sujet d ’une Association qui commence a s établir dans la pille
de Marseille. Hcnri, Evéque dc Marseille. 14 janvier 1742. Apéndice 37 A. Cfr. Delas-
sus, H., La Conjuralion antiebrétienne. Le temple mt^onnique vouUnt s élever sur les
ruines de VEglise catholique, Lille. Desclée, 1910, t. III. pgs. 994-995; S erb an esco, His-
totre de la F.M. Uní verselle, Paris. 1964, t. II, pág. 555.
(34) Una de ellas tenía por venerable a «Mr. Cotilo», Maitre de la loge de Id vale»,
y la otra estaba dirigida por «Mr. de Nopz. rué Lictiére, ebez Mr. Ger», v se üain*b*
du Cbartron». A.D.G., t. 26, pgs. 202-205, n. XLVII. Boucher a Amelot, 23 jtullet 1742.
Apéndice 67 B. Cfr. C h e v a lu e r , op. ctt., pgs. 128-129.
(35) Ibidem.
(36) Cfr. el Apéndice 15 A, del primer volumen.
115
indirectamente, con quebranto de las prohibiciones que les haréis de parte de
Su Majestad, serán tratados como desobedientes a sus órdenes» (3 7 ).
La contestación de Boucher fue para tranquilizar al Secretario de Estado
a quien transmitió los respetos de los dos maestres de las logias de la ciudid
quienes le aseguraron que las órdenes del rey serían obedecidas (3 8 ).
F u n d a c ió n de la p r im e r a l o g ia e n V ie n a
Como ya hemos visto más arriba al hablar de los Países Bajos austríacos,
la Bula In eminenti no fue promulgada en Viena a pesar de ser conocida por
el emperador a quien se la había remitido su embajador en Roma, di Conde
de Harrach (39). No existe ningún indicio de su promulgación oficial ni en
el Codex Austriacus (40), ni en el Haus-Hof und Staatsarcbiv de Viena (41),
ni en el Wiener Diózesanarchiv (42), ni en el Register für Gescbichte der Erz-
diócese Wien (43), ni finalmente en el Archivio Segreto Vaticano ( 44 ).
Es posible que la principal razón de este silencio radique en que en Austria
no existía oficialmente la Masonería por esas fechas. La primera logia de Viena
fue fundada en 1742 bajo el patrocinio del canónigo, y más tarde obispo-
príncipe de Breslau, Conde Schaffgotsch (45), quien como miembro dirigente
117
de la logia «Zu den 3 Totengerippen» [Los tres esqueletos] de Breslau, «uto-
tizó a dos miembros de esa logia, el conde Alhert Joseph Hoditz y el conde
Franz de Gtossa a formar una logia en Vtena Según e1 protocolo de fund».
ción que reproduce Bemhart. el acto tuvo lugar el 17 de septiembre de
1742 (46). Esta logia iomó el nombre de «A«.v trots canons» o «Zu den drei
Kanotien» [Los tr^s cañonesJ.
E l P r ín c ip e -O b is p o de B r e s la u , C onde d e S c h a ffg o ts c h
gotsch en esa fecha era sólo canónigo, pues hasta 1748 no fue elevado a la dignidad de
arzobispo.
^ (4 6 i B ern h art, op c i t pgs. 1-2. Tanto el protocolo como las minutas de la logia es
tán escritos en francés, el idioma de las personas cultas de aquel tiempo. Según las actas
esta logia tuvo 22 reuniones en menos de 20 semanas, e inició a 56 candidatos elegidos
re todo entre la alta aristocracia, músicos y profe ores de idiomas. Solam ente se men
ciona un banquete de logia el 20 de enero de 1743, y la razón hay que buscarla en que
no existía libertad de reunión, v si bien era posible tener en secreto las «tenidas», sin em
bargo era mas difícil celebrar comidas sin pasar desapercibidos.
’n € k^holische Geistlichkeit und die Freimaurerei, Berlín, Wundcr*
1909. pag. l->2: BfcRNHART, op. cit., pág. 2.
(48) Según el Originalprotokoll del 6 de marzo de 1742, « loute la vénérable société
S enfl<s\a v \ US 01 J™ re ma$°n de ne point dccoavrir la réceptionv>.
VW Í , í VOt° em,tlí*0 ’ traducido del latín, rexa así: «Y o Philipp G otthard, Conde de
franrm^ Proíneto* hago voto y juro que en adelante no visitaré más la sociedad de los
nes coetuin Iiberorum muratorum), no guardaré conmigo los distintivos e íns-
118
satisfecho de esta pública sumisión, le declaró libre de las penas eclesiásticas
en que habla incurrido. No obstante el conde de Schaffgotsch siguió, como
antes, su actividad masónica, e incluso celebró logias con nuevas admisiones
en su propia casa, y en el castillo Brockau, una posesión del Cabildo, cerca
de Breslau (50).
M a r ía T e r e s a y lo s m a so n es v ie n e s e s
trunientos pertenecientes a esta Sociedad, ni haré uso de ellos, ni persuadiré a nadie pan
que entre en esa asociación, ni seduciré a ello, ni aprobaré ni recomendare esta Sociedad,
o desprestigiaré o desaprobaré verbalmente la Bula apostólica publicada contra esta asocia
ción por la feliz memoria del Papa Clemente X II: en suma prometo observar todo lo que
se encuentra en la citada bula papal. Así Dios me ayude v su santo evangelio». En pre-
sencia del obispo dc Olmütz, el conde rompió el mismo día el mandil de piel, que hecho
pedazos los entregó al obispo para quemarlos. Cfr. T a u te , o p cit.. pgs. 132-153.
(5 0 ) Langf. - K re b s , S c h affg o tsc h a is F re im au re r, Breslau, Sten/el, 1891.
(51) Francisco de Lorena no es consagrado emperador hasta 1745.
(52) S ila g i, op. c it., pág. 32. . , ,
(53) A n ó n im o , L e F ran c-M a(on d an s la R e p u b liq u e ou reflextons ap o ío g tq u e s su r íes
p e rsé c u tio n s d e s F r a n c M a tp n s, Francfort et Leipzig. 1746, pag. 4; tNTicr, l i t e r o e e
com pan io n an d H isto ry o f F rcem ason s... an d A po lo gy fo r ih e F rec an d A ccep led M ason s.
London, 1754, pgs. 246-247.
(5 4 ) Ib id em .
119
por autores como Clavel, Schroder, Abafi Rjgon, De Qwtto, Rinieri y Du-
chaine (55). Otros se limitan a consignar el hecho sin más (56).
Los detalles de esta intervención de María Teresa contra los masones, se
encuentran en el Gentlemans Magazine, en una crónica de Viena, fechada el
n ¿e mavo
1 / UC v
de x1743
U L / '
v que dice así: «ElI 7 der este mes, durante la
5 v ~ *
noche,
1 1
un
«
destacamento de 30 coraceros y 30 granaderos, fueron a una casa privada donde
se tenía una logia de francmasones, y cogieron a unos 30 de ellos que estaban
sentados alrededor de una mesa cubierta con un tapiz negro en el que había
dibujados diversos v extraños caracteres. Sobre la mesa había dos candelas
negras encendidas, una calavera, una gran espada desenvainada, y un registro
conteniendo los nombres de 400 hermanos. Entre ellos estaban varias personas
de distinción que pronto fueron libertadas» (57).
No obstante, la descripción de este episodio, recogida en la Storia delVanno
1743 , publicada en Amsterdam al año siguiente (58), presenta algunas variantes
importantes, no tanto en cuanto al hecho en sí, en el que más o menos
coincide con el Gentfenan’s Magazine sino sobre todo en cuanto a la moti
vación de la curiosidad de las damas de la corte, que, como hemos visto,
acepta gran parte de la literatura masónica.
Para el redactor de la Storia dell’anno 1743, «la dispersión que hizo la
Reina de Hungría de la asamblea de los Liberi Muratori introducidos en Vie
na» ruvo una primera causa en «el impenetrable secreto» con que esta «extra
vagante empresa» se rodeaba, lo que la hacía «con toda razón sospechosa»,
pues aunque «los Liberi Muratori no se habían manifestado durante tanto
tiempo perniciosos a la Religión o a los Príncipes, sin embargo al poder dejar
a<* dudarse mal de ellos, fueron condenados y proscritos por el Pontífice Cle
mente XII en una Bula (59), y fueron perseguidos en todos los países cató
licos, e incluso en otros donde están en vigor las leyes contra las reuniones
secretas» (60).
Una vez más nos encontramos con el secreto como justificación de una
persecución, a fin de cuentas basada en meras «sospechas», pero que era común
tanto al Papa y los Príncipes católicos, como a aquellos otros que, al margen
de la religión, tampoco admitían legalmente las reuniones secretas.
Siguiendo con la versión de la Storia del año 1743, Mons. Paulucci, Nuncio
Apostólico, habiéndose enterado que existía una numerosa asamblea en un
cierto lugar de Viena, advirtió de ello a la Reina, la cual envió el 7 de marzo
a un Teniente Coronel con una tropa de coraceros a fin de sorprenderlos mien-
120
^ ^ S u ? i s m t t n J u s d ¿ J C c l L ú n i t z L7 ¿ r m a n u s d r c h i e p i f t
Vunrunfis m At¿fhría^S.JlE-Freflryt¿r Cardí nolis creahw
g j SSmS-Drij.¿Tro,BEN EDICTO IfA F A X /f f in Co
J'efntfusuf de
7i r tíyVJo tí al ian<) del stglo XVIII rep resen ta n d o la ce re m o n ia de in icia ció n en Uftü
lo ¡Lia masónic/j
tras estaban reunidos. Arrancadas las puertas del lugar que conducía a la sala
un centinela se encaró con los soldados que entraban en la misma, preguntán
doles con arrogancia de parte del Maestre de la casa, de donde procedía una
tal violencia. Le fue respondido que venían a arrestar, por orden de la Reina,
a todos aquellos que allí se encontraban. El Gran Maestre recibida esta res
puesta del centinela, dirigiéndose a sus compañeros les dijo: «Amigos míos,
hagamos ver a nuestra Augusta Soberana que Ella no tiene subditos más obe
dientes que nosotros. Sería una cosa vergonzosa que nuestras leyes y nuestros
estatutos estuvieran colocados en nuestros archivos y no en nuestros cora
zones». Entonces todos los asociados depusieron las espadas en manos de dicho
Maestre, el cual una vez colocadas en un armario, rogó al oficial asegurase a
la Reina, que con la misma obediencia y sumisión con que habían depuesto
inmediatamente las armas, las habrían empuñado y usado en su servicio hasta
la última gota de su sangre (61).
Según la versión recogida en la Storia del año 1743, componían aquella
asamblea dieciocho miembros (62), entre los cuales se encontraban algunas
personas de calidad que fueron puestas en libertad bajo palabra de permanecer
en secuestro en sus propias casas hasta nueva orden. Los demás, incluidos
tres sacerdotes, fueron encarcelados. En la estancia en que estaban reunidos
se encontró un martillo, un compás, una escuadra, una plomada «y otros ins
trumentos de matemática»; yeso, una piedra sin pulir, tres candelabros de
plata con las candelas, algunas botellas de vino, y vasos (63).
Los sorprendidos en logia, en realidad fueron tina pequeña parte, pues,
según el protocolo, dicha compañía constaba de un gran número, la mayor
parte de los cuales, al enterarse lo que les había sucedido a sus compañeros,
se pusieron en fuga. No obstante, algunos fueron arrestados o secuestrados en
sus casas. Entre ellos había de todo rango y calidad, «como se ve en semejantes
reuniones en los otros países, a saber: Príncipes, condes, barones, caballeros,
eclesiásticos, mercaderes, obreros, oficiales de toga y espada, y simples servi
dores» (64).
Habiéndose esparcido por el mundo la fama del estrepitoso arresto de la
asamblea de los Liberi Muratori de Viena — prosigue la Historie del año 1743—
todos creían que, o bien se había descubierto ya el gran secreto de aquella secta,
o que al menos no dejarían esta vez de obtener luz. También era creencia común
que los miembros arrestados recibirían el debido castigo, pero el estupor fue
general cuando se enteraron que con ocasión de la festividad de San José,
onomástico del pequeño Archiduque, se había dado la libertad a todos.
De hecho comparecieron muchas veces ante la presencia del Cardenal
Colonitz [Kollonitz] (65), y del Nuncio Pontificio, los cuales estaban encar
gados de formar su proceso, y ante los que protestaron de no poder violar
bajo ninguna razón sus promesas, por la que estaban obligados a observar un
(61) Ibidem. , ^ ..
(62) En el Gentleman’s Magazitte y en las Act« Latomorum de Thory se dice que
eran 30.
(63) Apéndice 38 B.
(64) Ibidem. , . j
(65) Sigismundo de Conti di Colonite. nació en Viena • d _28 <te { H V * \ ¡ | „ S
hispo de Viena y Príncipe del S.R.I. con el título de S. Cnsógono.
gregaciones de Obispos y regulares, del Concilio, Propaganda y Ccmairtonal.
Alemania y de los reinos y dominios heredados por la Casa de Austria, . pro-
tector de la Orden de San Pablo, primer ermitaño.
121
Drofundo silencio respecto a los místenos de la Sociedad. No pudiendo sacarles
nada, ni siquiera acusarles de otra culpa que de tener r e jo n e s secreta le,
fue prohibido el tenerla? en adelante, y a los Caballeros de la Corte que hablan
sido sorprendidos se les añadió el abstenerse de aparecer por palacio durante
quince días (66).
Un fin tan inesperado de este asunto — comenta la misma crónica de la
Historia del año 1743— «ha dado cierto crédito a un libro publicado hace
algunos años, y que se propone hacer la historia de la Sociedad de los L iberi
Muratori y revelar todos sus misterios. En él tras un amplio catálogo de las
principales ciudades de Europa, en las cuales está establecida esa secta, con
el nombre de las personas que componen cada logia, pretende demostrar que
sea una especie de academia, que admite toda clase de personas, desde el
Príncipe más excelso, hasta el más vil plebeyo, para estar juntos en reuniones
v discurrir con entera libertad de cualquier materia imaginable, a excepción
de lo que respecta a la Religión y a los Príncipes. Y para manifestar esta liber
tad de reunión y estar sin coacción de ninguna clase sea quien sea, a fin de
poder cultivar el espíritu que es el mismo en toda clase de personas, habían
¡ornado la singular divisa que los califica: Liberi M uratori ; cuyo término en el
idioma inglés (va que comúnmente se atribuye el origen de esta secta a
Inglaterra) expresa bien el fin de su institución» (67).
Sea verdad o no — concluye el cronista— «que se reducen a esto los impe
netrables misterios de tal Sociedad, o más bien a alguna otra cosa todavía
más ridicula, como algunos sospechan, es cosa cierta que los más notables
súbditos no se quejaron lo más mínimo de haber sido incluidos en el elenco
de los Liberi Muratori; y en Londres y Berlín no se avergüenzan de solemenizar
las consabidas asambleas. Todo lo cual, no obstante, no hace gran impresión
en los ánimos de los justos estimadores de las cosas ya que ven a esta secta
sometida a las censuras de la Iglesia, y a la indignación de los Príncipes, los
cuales la destierran de sus Estados, como hizo en esta ocasión la Reina de
Hungría» (68).
Esta versión, casi contemporánea de los hechos, que difiere bastante de la
anterior de ías damas de Corte, curiosas por saber lo que se realizaba en las
logias ' 6 9 es la que posteriormente, en 1795, siguió el autor de las Istituzione,
riti e cerimonie dellO rdine de’Francs-Maqons (70), y tras él, Balan, D’Ayala,
Rinier¡, Khevenhüller y Van der Schelden, entre otros (71), los cuales apenas
introducen variantes, aunque naturalmente no faltan. Así, por ejemplo, Rinieri
dice que al ser los masones sorprendidos en la logia por los soldados, pusieron
rápidamente a salvo «los instrumentos del secreto masónico», e hicieron huir
por una escalera, también secreta, al Gran Duque, marido de María Teresa (72).
(66) Apéndice 38 B.
(67 í Ibidem.
(68; Ibidem
(69) Cfr. nota 53.
í-?! Anónimo, op. cit., Istiíuzione, riti pgs. 91-94
b J, S‘ orta, d'Ilf‘lt<!’ Modena, 1894-1899, t. V III, pgs. 174-175; D ’A y a la , I U-
(1897 ) 4?R 479 * _ üpolt nel secolo X VIII, Archivio Storico per la provincia Napoletana 22
131 n ? Vav 0f) c,rt" £gs 383-384; K h e v e n h ü lle r-M e tsc h , op. cit., t. I, pg»-
vain 1923 pgs ?82 183LDEN' %
°U% U rég¡me aulrichien (^ 2 U im ), L°«’
(72) Una de las obsesiones de este autor es precisamente el secreto.
111
Khevenhuller por su parte añade que la logia interrumpida estaba ocupada
en la iniciación del conde de Trauttmantorff de Gratz, encontrándose presen
tes al lado de algunos de condición inferior, un secretario de legación de una
corte extranjera, un clérigo, y diversos caballeros, incluso cortesanos im|*»ríafcy
y reales, cuyos nombres pasa en silencio «por caridad cristiana y debida dis-
erección» (73). También indica este autor que todos los inculpados «debieron
ser absueltos por el Cardenal, de la excomunión en que habían incurrido ipso
fació de acuerdo con la Bula pontificia promulgada hacía poco» (74). Esta noti
cia, que a fin de cuentas, está tomada de Lucwig Lewis (75) enlaza directa
mente con la insinuación que hace D’Ayala de que en todo este asunto de
Viena estaba la mano del Papa (76).
I n t e r v e n c ió n d el N uncio y d el C a rd en al A r z o b is p o de V ien a
123
problemas que llevaron al intercambio epistolar entre Benedicto X IV y el
Gran Duque realizado muy pocas semanas despues de la intervención de Pau
lucci en tierras austríacas (79).
Como justificación de esta última decisión, el Nuncio, en su despacho al
Cardenal Valenti, añade que «en verdad era más que necesario el combatir a
los secuaces de esta impía unión que se estaba extendiendo cada vez más».
Por esta razón le había consolado no poco al Nuncio el que «el Conde Vin-
disgratz, Gobernador de la ciudad de Viena, que desde mucho tiempo atrás,
en cumolimiento de la promesa a él dada, verificaba las más minuciosas dili
gencias para sorprender en sus logias a los susodichos Liberi Muratori, lo hu
biera l o g r a d o el jueves último por la tarde al sorprenderlos, mientras estaban
reunidos en una casa alquilada, con una Compañía de Coraceros que ocupó las
salidas v arrestó a los cómplices en número de veinticinco (80), en parte de
condición, y en parte ciudadanos, como podía ver por la adjunta relación que
le había sido comunicada» (81).
Unos días más tarde, el 16 de marzo de 1743, vuelve Paulucci a dirigirse
al Cardenal Valenti para ponerle al corriente de cuanto había sucedido desde
su última «en torno a los secuaces de la inicua y perniciosa Congregación de
los Liberi M uratori» (82). Así tiene el honor de referir al Cardenal Secretario
de Estado que «la Majestad de la Reina había creído que no debía levantar
todavía el arresto en casa a los caballeros que fueron sorprendidos en la citada
reunión a pesar de que todos se habían sometido y habían renegado de la
susodicha Congregación al recibir de este Eminentísimo Arzobispo [el cardenal
Kollonitz] (83) la absolución de la excomunión» (84). También señala el
Nuncio que se esperaba que la Reina perdonara a estos caballeros, así como
a los que estaban detenidos en la cárcel con ocasión del día de San José, ono
mástico del archiduque.
Por su parte el Arzobispo le había informado a Paulucci que todos los
católicos arrestados en la casa donde estaban congregados se habían sometido,
y que muchos otros hasta el número de cuarenta habían manifestado ser Liberi
Muratori. a fin de recibir la absolución. Pero todavía quedan muchos otros
— añade el Nuncio— que no se han dado a conocer, y por eso «he rogado al
Conde Vindisgratz, Gobernador de esta ciudad, que no disminuya en sus dili
gencias v vigilancia porque era probable que al cabo de cierto tiempo vol
vieran de nuevo a reunirse fuera de Viena como ya lo habían hecho otras
veces en una villa distante de aquí [Viena]> unas dos leguas» (85). La res
puesta del Gobernador había sido la promesa de no cesar en sus investigaciones.
Pero^ no concluyó aquí el empeño de Mons. Paulucci por acabar con la
Masonería en Austria, pues en el mismo despacho comunica que esperaba
124
que si la Majestad de la Reina seguía pensando como hasta la fecha, haría una
cosa digna de sí, ya que estaba resuelta a hacer un decreto en el que quedara
claro ser su mente, que quienquiera se atreviera a congregarse o a intervenir
en semejantes reuniones quedaría privado no sólo de sus cargos, sino w pnlt¡y|ff
de sus Estados. «Una tal ley — dice Paulucci— si llega a ser promulgada, pro
ducirá un optimo efecto y puede imaginarse V. E. que yo haré ío posible
para que S. M. la publique» (86).
En confirmación de lo dicho más arriba acerca de la no promulgación oficial
de la Bula en Austria (87), hasta la cuaresma de 1743, cabe destacarse la última
parte de este despacho del Nuncio vienés a la Secretaría de Estado de Roma,
en la que textualmente dice: «Aquellos que verdaderamente muestran respeto
por los decretos pontificios, se han excusado ante el señor Cardenal, y ante
mí, de no haber obedecido hasta ahora, debido a que la Bula Pontificia no
había sido publicada aquí, de donde creían no haber incurrido, por esta razón,
en la censura» (88). A lo que el Nuncio les respondió que «además de ser
notorio que una tal Bula se había promulgado y fijado en Roma en los lugares
acostumbrados, el señor Cardenal Arzobispo la había hecho publicar en los
primeros días de cuaresma en las Iglesias de Viena por todos los predicadores»,
por lo que era inútil hacer creer que la ignoraban, tanto más que el propio
Nuncio «no una, sino mil veces, había hablado públicamente contra la per
niciosa Congregación anunciando la excomunión, reservada al Sumo Pontífice,
en que incurría todo aquel que a ella se adscribiera» (89),
El desenlace de este asunto, según lo cuenta el propio Paulucci en su des
pacho fecha el 23 de marzo de 1743, tuvo lugar el martes 19 de marzo «dedi
cado a San José, onomástico del Archiduque, en el que S. M. libertó del arresto
a los caballeros que habían sido sorprendidos en la logia, a condición de que
hasta nueva orden no se atrevieran a acercarse por la Corte» (90). Además
S. M. «hizo intimar a cada uno de los arrestados, por medio del Conde Vin-
disgratz, gobernador de Viena, que si en adelante se hacían culpables por fre
cuentar tales reuniones, serían privados, sin remisión de sus cargos, y expul
sados de todos sus estados para siempre» (91). El Mariscal Conde Harrach,
Presidente de Guerra, por orden igualmente de Su Majestad, hizo la misma
intimación a los militares que habían sido arrestados. Ciertamente —comenta
Paulucci— «hubiera sido de desear que una tal intimación hubiese sido pú
blica, según la forma acostumbrada a fin de que produjese el buen efecto
deseado por S. M., pues es totalmente necesario para disipar una tan perni
ciosa unión y reunión de tanta juventud mal aconsejada. Pero me parece que
por ahora no se inclina a hacerlo» (92).
En una segunda parte de este mismo despacho se manifiesta, una vez mas,
la obsesión que estos altos eclesiásticos tenían por descubrir los secretos de
la Masonería, para lo cual, al igual que en Florencia, todos los métodos les
parecían justos y permitidos. Así indica el Nuncio que el señor Cardenal
Arzobispo le había comunicado que esperaba poder informar a su tiempo a
(86) Ibidem.
(87) Cfr. notas 40 a 44.
(88) Apéndice 39 B.
(90) A S ™ ' Germana, vol. 336, fols. 27-28. Mons. Camillo Pauluod al Cardenal Va
lenti. Viena, 23 marzo 1743. Apéndice 39 C.
(91) Ibidem.
(92) Ibidem.
125
[a Santidad de N. S. «de cuanto se pudiera obtener de los exámenes hechos a
un sacerdote escocés, que fue encarcelado en la citada reunión de los Liberi
Muratori, y que era uno de los jefes de la inicua Congregación, el cual, final*
mente, después de haber estado algunos días en las cárceles arzobispales obli-
gado a vivir de pan y agua, comenzaba a vomitar el veneno, y a descubrir lo
que quizás era desconocido respecto a dicha inicua sociedad» (93). Y por cuanto
le había coniiado el Cardenal Kollonitz podía deducirse que «el susodicho sacer
dote era un verdadero cismático [chellenista], porque había respondido a Su
Eminencia con poca veneración respecto a la excomunión pontificia (94); ya
que cuando fue amonestado por haber celebrado [la misa] no obstante saber,
como sabía, que quienquiera que se agregaba a una tal sociedad quedaba ipso
jacto excomulgado, había respondido diciendo que el Papa no estaba infor
mado, y en consecuencia la excomunión no tenía ningún valor» (95).
I n st r u c c io n e s de B e n e d ic t o X I V
(93) Ibidem.
a 713^ ^°^re lcma 'a excomunión cfr. lo dicho en el primer volumen, notas 710
(95) Apéndice 39 C.
(96) Este despacho seguramente se debió entrecruzar en el camino con el escrito por
Paulucci el 23 de marzo.
(97) A.S.V., Germania, Reg. 540, fols. 189-190. Cardenal Valenti a Mons., Nuncio en
30 marzo 1743- Apéndice 39 D.
(78) Ibidem
(99) H.H.S.W., Rom. Berichte 1743, Fase. 176. Jo«ef Graf Thun, Biichof von Gurk,
i¿o
Del 20 de abril de 1743 existen dos nuevos despachos de Paulucci desde
Viena, En uno de ellos ratifica haber comunicado al Cardenal de Viena las
instrucciones recibidas sobre el asunto de los Liberi Muratori, «quien presen
taba por su medio humildes acciones de gracias a Su Santidad por haberle
comunicado la necesaria facultad de poder absolver a los secuaces de dicha
Congregación, que arrepentidos recurrieran a él» (100).
En el otro despacho, mas confidencial y extenso, empieza refiriendo que el
Cardenal Arzobispo le había asegurado que en los numerosos exámenes hechos
al sacerdote escoces, que había sido arrestado en el conocido conciliábulo cíe
los Liberi Muratori no había podido obtener más noticias que las contenidas
en el folio anexo que le transmitía con el mismo correo (101). A continuación
amplía el delicado tema de la supuesta apropiación de derechos por parte del
Cardenal Arzobispo e Viena, quien había absuelto a los francmasones de una
censura que estaba reservada, según la bula de Clemente X II, únicamente al
Sumo Pontífice, fuera del caso de muerte. Al plantear el Nuncio la situación
creada le fue respondido por el Arzobispo vienés que él había obtenido «esa
facultad por un rescripto de Su Santidad» (102), lo cual má$ bien parece estar
en contradicción con las «Instrucciones dadas por Su Santidad Benedicto XIV»
y que le remitió el Cardenal Valenti con fecha del 30 de marzo (103), a no ser
que el tal rescripto lo recibiera de Clemente X II, y no estuviera enterado
de ello su sucesor en la cátedra ¿e San Pedro. Sea de ello lo que fuera,
el caso es que el Nuncio comunicó a Kollonitz que Su Santidad «le había con
cedido la necesaria facultad para absolver en el futuro» (104).
El resto de este despacho está dedicado al canónigo Schaffgotsch, el fun
dador de la primera logia masónica de Viena. Paulucci escribe a Roma alar
mado por la carta que acababa ¿e recibir del Barón de Franckenberg, oficial
general de Bratislava en la cual le ponía en guardia «del pernicioso proyecto
que tenía aquel Príncipe de querer obligar al Capítulo a elegir como coad
jutor del señor Cardenal Obispo de Breslavia (105) al canónigo Schaffgotsch».
cuyas costumbres y conducta a juicio de Pauhioci habían dejado mucho que
desear tanto en Bratislava como en Olmütz donde había fijado su residencia.
La razón estaba en que dicho canónigo era «uno de los públicos sccuaces cié
la perniciosa Congregación de los Uberi M u ra to ri aparte de que como ya
otras veces había manifestado el Nuncio «siempre lo había considerado como
un eclesiástico escandaloso, que llevaba una vida totalmente indigna de su
sagrado carácter y de su dignidad, de donde si se lograba su intento ác ser
ofrecido como coadjutor, con futura sucesión, al Sr. Cardenal Obispo, sería
éste el último y fatal golpe que recibiría la religión en la Silesia» (106).
Rom Prominister an Kin. María Theresia. Per la Cancell.* di Corte, Roma 1¡ 30 marro 1743.
Apéndice 39 E. <■ i i • i o __ •
(100) A.S.V., Germama, Reg. 327, fol. 199; vol. 336, fol 38. Paulucci al Secretmno
de Estado, Cardenal Valenti. Viena, 20 abril 1743. Apéndice 39 r.
(102) vol. 356, fol. 39-40. Paulucci «1 Cardenal Valenti. Viena. 20
abril 1743. Apéndice 39 G.
(103) Cfr. Apéndice 39 D.
(105) Se^refiere aí Cardenal Filippo Ludovico de Sintiendo^naci^ « P*rú el 4 de
julio de 1699, Obispo de Breslau [Breslavia], Cardenal con d
Minerva. Era miembro de las Congregaciones Consistorial, y Propaganda.
^
Notizie per l’anno 1742, pgs. 184 y 120.
(106) Apéndice 39 C.
127
La respuesta de Roma a esta alarmante misiva de Viena se reduce, por
parte del Cardenal Valenti, a darse por enterado de todo, no teniendo nada
que añadir sobre el asunto de los Liberi Muratori, ya que aprobaba lo hecho,
y alababa el celo con que se había obrado (107).
L a M a so n er ía en la d i ó c e s i s de O lm ü tz
(107) A.S.V., Germania, Reg. 540, fol. 300. Cardenal Valenti, Secretario de Estado,
3 en Viena Roma> 4 m«yo 1743. Apéndice 3 9 H.
(lUo) vriacomo Ernesto, Conde de Licchtenstein, fue nombrado Obispo y Príncipe de
s e fr sePíiembre de 1738. Cfr. Notizie per Panno 1742, pgs. 149-150.
i m . Germania, Reg. 540, fol. 320. Valenti, Secretario de Estado a Pau-
lucci Nuncio en Viena. Roma, 11 mayo 1743. Apéndice 40 A.
(110) Ibtdem.
(111) A.S.V. Miscell. Armario XV, t. I, vol. 154 (correspondencia de Benedicto XIV
con el i“ J?enf1 Jen an . Cartas 1742-1746). Benedicto XIV al cardenal Tencin. Roma, 29
marzo 1743. Apéndice 40 B. Cfr. M o*elli, Le lettere di Benedetto XIV al Card. Tencin,
128
un eficaz remedio a un veneno tan peligroso». A este fin le había indicado el
Nuncio «quien era el promotor y fautor de la inicua Coagregación en Olmitz,
para que comenzando por la cabeza le fuese más fácil el barrerla de su
grey» (112). Me prometió hacerlo — prosigue el Nuncio— «incluso antes de
que la Majestad de la Reina diese en Viena el conocido ejemplo, tan pío y
tan glorioso, para extirpar una tal secta. Y habiéndole renovado antes de su
partida de Praga mis vivísimas instancias a este fin, me convenció de que ya no
se teman mas logias en la susodicha ciudad de Olmitz y que vigilaba con toda
solicitud para descubrir los ocultos secuaces de la Congregación, a fin de im
pedir sus reuniones» (113).
No obstante, y en cumplimiento de las nuevas órdenes recibidas, el Nuncio
vol vio a escribir al Prelado de Olmitz «en los términos más eficaces para
exhórtale a secundar el celo de su Capítulo, que se había señalado con el canó
nigo Schaffgotsch obligándole a detestar dicha Congregación» (114), lo cual
según indica el propio Paulucci fue provocado por él mismo, que envió un
ejemplar en la condena apostólica, la cual se hizo entonces pública, si bien
ahora iba a procurar que fuera de nuevo publicada por el señor Obispo.
De todas formas no debía ser fácil de manejar dicho Obispo, pues, según
confiesa el Nuncio, era tan frío y lento en cumplir lo que se le ordenaba, que
en todos los asuntos era preciso estimularle no una sino muchas veces hasta
que se obtenía el fin deseado. Y el mismo Tribunal Episcopal no hada aún
tres meses, había enviado secretamente a Viena dos canónigos comisionados
para informar al Nuncio que si ellos daban la impresión de ser negligentes
en el obedecer las órdenes de la Nunciatura no era culpa suya sino de la
irresolución de su obispo que jamás se determinaba a hacer lo que debía, lo
cual por otra parte constaba al Nuncio ser verdad. Pero lo más significativo
para Paulucci era que cuando se le avisaba de algo «no tenía dificultad en
responder que en su diócesis él era el Papa» (115).
Los tres puntos negros, por así decir, que en esta época inquietaron no
poco, tanto al Nuncio de Viena, como a Roma, eran, pues, el cardenal Sin-
zendorff, obispo de Breslau; el obispo de Olmitz, y el canónigo Schaffgotsch.
Y en los tres la trama ocasional del recelo romano era la Francmasonería. En
este sentido, el 5 de junio de 1743, Paulucci escribió al Cardenal Valenti para
mostrar la complacencia que le causaba el saber que había sido rechazada la
propuesta del Cardenal Sinzendorff para que se le concediese como coadjutor
en el Obispado de Breslau al canónigo Schaffgotsch (116). Y a su vez el
Cardenal Valenti, el 22 de junio de 1743, volvió a lamentarse de lo mal que
correspondía el Obispo de Olmitz a la buena opinión que se tenía de su piedad,
y de su celo pastoral, «debido al poco cuidado que mostraba en desenmasca
rar y extirpar de su diócesis la perniciosa Compañía de los Liberi NLuratort
máxime después que había sido condenada por Nuestro Señor con una Cons
titución Pontificia, y que había tenido de S. M. la Reina un tan pío y glo-
130
cia dc dicha Congregación para publicarlo», el cual le fue remitido inmediata*
mente por Paulucci (121).
Esta actitud del Obispo de Olmitz hace exclamar al Cardenal Valenti un
« ¡ quiera Dios que dicha diócesis quede limpia y purgada de la perniciosa Com
pañía de los Liberi Muratori!». De todas formas dado que «había estado
durante mucho tiempo contaminada, más que cualquier otra de Alemania»,
el Secretario de Estado encargó al Nuncio, en su despacho del 23 de julio
de 1743, que no cesara en su vigilancia a fin de arrastrar el menor brote qUe
volviera a reproducirse (122). En esta ocasión Valenti envió al Nuncio cuatro
nuevos ejemplares de la Condena apostólica, de los cuales acusó recibo Paulucci
en su despacho del 17 de agosto, que no ofrece más novedad que la utiliza
ción de un nuevo epíteto — el de muy nociva (123)— al referirse a la Maso
nería (124).
Del resto de la abundante correspondencia de Paulucci con Roma tan sólo
vuelve a ocuparse de los Liberi Muratori el 30 de mayo de 1744, y es para
pedir licencias a fin de que él pudiera facultar a un cierto eclesiástico de la
diócesis de Olmitz «a absolver a un penitente suyo de la excomunión en que
había incurrido por haberse iniciado en los últimos meses en la inicua Congre
gación de los Liberi Muratori en Bratislava, y por haber asistido dos veces a
las reuniones allí hechas» (125). Los demás despachos de Paulucci se centran
en los problemas surgidos con la elección del canónigo Schaffgotsch para la
abadía de Santa María in Arena, y la posterior y más espinosa de la candida
tura del mismo canónigo para obispo coadjutor del Cardenal Sinzendorff, con
derecho a sucesión, tema que si bien encierra un gran interés escapa a la
finalidad de este trabajo.
(121) A.S.V., Germania, vol. 336. foJ. 76-77; Reg 328. tol. 18. Paulucd a Vaknti.
Viena, 13 julio 1743. Apéndice 40 F. _ ,___. p
(122) A.S.V., Germania, Reg. 540. fol. 510. Cardenal Valenti a Pauhicct. Roma, 23
julio 1743. Apéndice 40 G.
(124) A^SV***Germania , vol. 336, fol$. 102-103; Reg. 328, fol. 109. Paulucci a
Valenti. Viena, Í7 agosto 1743. Apéndice 4 0 H. l - <;• mavQ
(125) A.S.V., Germania, vol. 336, fols. 242-243. Pauluco a Valenu. Siena 30 mayo
1744. Apéndice 4 0 1.
131
I I I — EL TRIBUNAL DE LA INQUISICION DE LISBOA
Y LA MASONERIA
El arto 1743 que, como hemos vino, se caracterixó en Viena por «na
c«pccial actividad diplomática de la Nundatura pera poner fin a los (fa tuo»
brote» de la Masonería en aquel país, tuvo i »u vez en Portugal un
significado en la historia de la confrontación entre U Iglesia y la hkmmmU
en el siglo xvm . El protagonista de la acción, en cate caso, fot «I Tribunal de
la Inquisidón de Lisboa, el miimo que en 1758 promulgara la Bola In amé-
nenti de Clemente X II (126), y que en esta ocasión, basándote ea la infama,
procesó a cinoo masones.
La importancia de estos procesos que se conservan ea ei Arquivo Nocional
da Torre da Tombo de Lisboa, radica no sólo en la constatación de la amén*
rica forma de actuar de ese Tribunal sobre el que tanta literatura se ha manido,
sino sobre todo en el hecho de poner de manifiesto la ignoranda que en loa
medios eclesiásticos oficiales existía acerca de la Masonería, eaa o q sntociéfl
que habían condenado hacía ya cinco años, y que, sin saber todavía a fin de
cuentas de qué se trataba, continuaban proscribiéndola.
Aauí, al igual que vimos en el proceso de Crudeli en Florencia, la actúa*
dón cíe la Inquisición lisboeta tiene una inicial justificación común con Ja fle*
rentina: la prohibición de Clemente X II. Pero en el fondo, «n adboa casos
- y esto ya se reflejó en el «Sumario de loa testigos sobre los Ptdtabm ¡Jvret*
del año 1758 (127>— la última raaón estribará en tu» inten» íuridkt» por des
cubrir qué era realmente la Sodedad de loa Maaones. No obstante hay que
reconocer que, al menoa en el modo con que se llevaron a la práctica los pro
ceso» de Lisboa, no nos encontramos con las anomalías e irregularidades que
concurrieron en el proceso de Crudeli.
(1% ) A.8.V . Partatélb, vol *3. fol 414 Apándl** » M M primar vetuiwn
(127) A péndU 40 A P
13J
cual tiene una fácil explicación ya que él mismo escribió y publicó en 1746
su T h e S u fferin g s o f John C on stas (128), que unos año» más tarde, en 1753,
fue traducido al francés con el título dc Procédures Curieuses de Hnquisition
d c P ortugal c o t t r e les F ran c^ M afon s (129) que son las ediciones más cono
cidas. Sin embargo, en la H u m b old t ¡Jniversitat Bibliothek del Berlín Oriental
existe también la versión alemana del mismo libro, que fue publicada en 1756
con el título de A u sseord en tlich es V e r f abren d e r portugiesischen Inquisition
gegen d ie Freytnaurer (1 3 0 ). Todavía tuvo dos nuevas ediciones inglesas, el
año 1 7 9 0 , con una pequeña variante en el título, al que se le añade el Intole
rable Sufferings ... en la edición de Londres; y el Unparalleled Sufferings...
en la edición de Birgmingham del mismo año (131).
Así durante algún tiempo la única fuente de este capítulo de la Historia
masónica fue debida a una de las víctimas de la propia Inquisición que adopta
trente a sus jueces una actitud de héroe, negándose a divulgar los misterios
masónicos, desafiando al tribunal, y soportando interminables torturas. Los
Inquisidores, vistos a través de su relato, aparecen como seres brutales y san
guinarios. decididos a arrancarle el secreto masónico por medio de las más
crueles atrocidades, y lo que es aún más singular, tratando de convertirlo al
catolicismo, gracias a aquellos procedimientos (132).
Más adelante Neil y Pinto da Fonseca publicaron sendos libros sobre el
mismo tema (133); y Borges Grainha en su Historia da Franco-Níabonarla em
Portugal (134) al hablar de Coustos y la Inquisición lisboeta alude a los pro*
cesos conservados en el Arquivo Nacional da Torre do Tombo, correspondientes
a Joao Coustos, Alexandre Jacques Motton, Joao Thomas Bruslé, Joao Bautista
Richart y Lamberto Bolanger. todos ellos acusados, a finales de 1742, de ser
miembros de la asociación de los Pedreiros Livres (135), si bien es claro que
Borges Grainha no los utiliza, pues todas sus referencias son al libro de Coustos
en sus versiones inglesa y francesa.
(128) CorsTos, The Sufferings o f*** for Free-Masonry and for his refusing to
turn Román Catholic in the Inquisition at Lisbon, London, Printed by W. Strahan for
the Author. 1746.
(129) Oh'stos. J-, Procédures curieuses de l’Inquisition de Portugal contre les Francs-
¡Áaqons, pour découvrir leur Secret, avec les Interrogatoires et les Riponses, les Cruautés
r-tercies par <? Tribunal, la description de l'interieur du St. Office, son Origine et ses
F.rcés. Divide* en troi» partíes par un Frére Macón sorti de l’Inquiútion. Dans la Vallée
dc Jmaphat, l’an de la Fondation du Temple du Salomon 2.803 [1753]. Según el catá
logo de la B.N.P. [0t 60] la fecha equivalente e» el 1733. Vatcher, «in embargo da la
dc 1756.
(130) C o u s t o s , Ausseordentliches Verfahren der portugiesischen Inquisition gegen
<i:e rrcyntaurer, von cincm aui der Inquisition hengekommenen mitbruder be«chrleben.
Hamburg, am dem Franzosischen tibcrscit, 1756.
031) Gjustos, J , ib» Intolerable Sufferings o f*** for Free-Masonry and for his
refuung to turn Román Catholic, Umáon 1790; The Vnparalleled Sufferings of
BirminKbam, 1790.
N32) Mfxlok, Nos freres separes les Francs-Ma^ons, Parí», Mame, 1961, pág. 189.
t j ^ ’ A Vindication of Matonry, ivith an account of the sufferings of 6
rree and Accepted Masón in the horrid Inquisition in Portugal, London, Hull, 1810;
P in t o j>a Fon s i x a , J, M , Causa dos Frades e Pedreiros Livres no Tribunal da Prudetk
na, Lisboa, 1822.
(134) Bo»f,ks G r a in h a , Kmm , Histoire de la V.M. en Portugal 1733-1912, Litbonne,
. ’ 1>' Historia da Franco Maqonarta em Portugal í 733 1912, Liiboa, Ed.
I imt 1913,
„ ,l i5 ) -Nacional da Forre do Tombo. Lwboa [A.N .L.], Inquisifao, UíbOí
I-roce*» n. 257 (Moiiion). n. 10.115 (Cx>u»to»). n. 10.683 (Bru»lé), n. 4.867 (RJchart). Del
<)<* nolanjtcr sólo *? ronaerva una parte.
t !i cn, *crv‘r#c Partc del proceso de Coustos fue Mr. Wal-
ford (136) estimulado por los trabajos de Antonio Baiao (137). Walford se
lecciono ochenta páginas del proceso conservado en el Archivo del Sonto Oficio
^ ? Inquisición de Portugal, y las tradujo al inglés. A su muerte fueron
publicadas por Dashwood en la revista masónica Ars Quatuor Coronato-
rum (138), y de esta transcripción se sirvió Alee Mellor en sus trabajos sobre
Coustos (139). Finalmente, el Dr. Vatcher ha sacado a la luz pública el pro
ceso íntegro de Coustos, en versión inglesa, cn un interesante estudio publi
cado igualmente en la citada revista masónica (140).
Ante estos procesos la autobiografía de Coustos, durante tanto tiempo
creída al pie de la letra, adquiere su auténtico valor, ya que la verdad es que
Coustos no puso ninguna dificultad en contar con todo detalle, no sólo lo
que podía saber, sino también lo que creía suponer. Su actitud fue la de un
acusado seguro de su inocencia y que no renegó de sus principios, pero, en
modo alguno, la del héroe legendario con que él quiso describirse.
Al mareen de estas obras fundamentales, otros muchos autores mencionan
la actividad antimasónica de la Inquisición de Lisboa en el año 1743. Entre
éstos cabe citarse a Thory en sus Acta Latomorum, a los anónimos del Das
Ganze aller Geheimer Ordens Verbindungen, y del Istitutione, riti e cerimonie
dellOrdine de’Francs-Maforts, a Levesque, Waite, Caprfle, Chevallier, Nys,
etc. (141).
Hay quienes asocian las Inquisiciones de Madrid y Lisboa en una causa
común que «excomulgó a los Francmasones y sus participantes» [sic], y donde
por supuesto el Tribunal «les maltrató con el más terrible rigor» (142). Tam
poco faltan quienes hacen a Coustos víctima de la Inquisición española, en
lugar de la portuguesa, y esto de una forma directa, como Ward, o bien mdi-
(136) Durante cierto tiempo fue secretario de la iJshtm fitench of the Historical
Association.
(137) B a ia o , A., Episodios dramáticos ¿a Inquistqao Portugués Homtns de tetras e
de sciencias por ela condenados, Rio de Janeiro, Ed. do Annuario do Brasil, 1919-1924
(2 vol.).
(138) D ashw ood, J. R., Triol of John Coustos by the lmquintion. A.Q.C, 66 (1953)
107‘123-
(139) M e l l o r , A ., Le procés Coustos devant l'lnqmsitton de Lxsborme (1744), en
No<- Fréres séparés... op. cit., pgs. 188-197; Mello * . Un procés de l'In^msitroit sur le
«secret magonnique», le procés Coustos, 1742, Extrait de la Revue Internationale de
Criminologie et de Pólice Technique 15 (1961) 20 pg*.
(140) V a tc h e r , Dr. S., John Coustos and the Portuguese / nqvisttkm, A.Q.C. 8 1
( 1 9 6 8 ) 9 -8 7 . Dada la sincera amistad que nos une. quiero hacer patente de focma especial
mi profundo agradecimiento «1 Dr. Vatcher por el genero» desintené* con que me ha
hecho partícipe de sus trabajos y descubrimientos. .
(141) Anónimo, Das Gante aüer Geheimen Ordens Verbtndunfen, etn B r ie fn ir Be-
Ithrung und Warnunt fiir Nichteingeweithe und zur Vhenkht für Ordens BriUer aus
dchten Quellet und den hesten Schrifften jiczogen van einem Freunde der Menscmenve^
rendlung, Leipzig, bei Hcinrich Graff. 1805, pág. 149; Anónimo. Istituxhme, rrtt e cert-
motiic dellOrdine de Francs-Ma^ns, ossfa Uben Maratón, cotia srscrtzé&nt ? atsfgno
in ramc della loro Loggio e ínsteme un preetso det tatito delle funeste loro
Venezia, Bassaglia, 1785, pág. 92; A.L., t. I. pgs. 51-53; >
r.APRiLE, op. cit., pág. 167, OiKVALLtF.R. op cit, Pg* 84-86: Wait». New Emeydopmdie of
Freemasonry, London. 1921, pág. 55; Nys. op. cit., P<* 47. u
(142) López, S.. Despertador Cristiano Político. Valencia, 1809, p<». 7; Mnbmon,
La conspira/ion du cardinal Alheroni. La F.M. et Stanisiax Ponttfowskt, Cracovie, 1909,
pág. 63; C.RIH1S Y COROMINAS, Op cit., pág. 43.
135
rectamente, como Delmar Duane Darrach, que no tiene inconveniente en decir
que Lisboa pertenece a España (143). Finalmente, ya en el campo de la fal
sedad están los Masonic Evenís from s. X V III (1 4 4 ) donde se dice que el 14
de mareo de 1713. por decreto de la Inquisición, aprobado por el Rey Juan V
«varios Francmasones fueron torturados y quemados en Portugal». Lo de la
tortura, como veremos, es cierto, pero lo segundo es totalmente inexacto.
O rig en de la p e r s e c u c ió n de la I n q u is ic ió n l is b o e t a
(143) W ard , Told Tbrough the ages. A Series of Masonic Stories, London, 1926,
pgs. 210-234: «John Custos and the spanish Inquisition». D e lm a r D u a n e D a r r a h , The
Evolution of Freemasonry, Illinois, 1920, pág. 267. Reproduce una fotografía de Coustos
y al pie dice: «John Coustos, who for sixteen months suffered at the hands of the
Inquisition in Lisbon, Spain, for being a Freemason».
(144) 1717-1917. Bi centenary of the Foundation of Modern Masonry, Masonic Events
from s. xvm . Year XV. Nn. 45-46 (1917 ) 89-91.
(145) El distrito de la Inquisición de Lisboa incluía el arzobispado de dicha ciudad,
el obispado de La Guarda, el de Leiria, y allende el mar, las islas de Madeira, Brasil,
Angola. Santo Tomé y La Mina. La Inquisición de Coimbra se extendía al obispado de
esta^ dudad, al de Viseo, Lamego, Oporto, Miranda, y el arzobispado de Braga. La Inqui
sición de Evora abarcaba su arzobispado, el obispado de Yelbes, el de Portalegre, y el
de los Algarbes. En Goa, cabeza de la India Oriental, había también Inquisición, y su
distrito incluía todo lo que se llamaba India Oriental. P in t a L ló r e n t e , Orígenes y
organización del Santo Oficio en Portugal. Revista de Archivos, Bibliotecas y Muscos
[Madrid] LIV (1948 ) 73-102; V a tc h e r , S., op. cit., pgs. 12-14.
J146) El número de «calificadores» tampoco era fijo, como acontecía en la Inqui
sición castellana, pero siempre se procuraba escoger los religiosos de las distintas Ordene»
de mejor vida y mayores letras. En Portugal no existía, como en España, «relator», ya
que «relataba» el Inquisidor de turno.
(147) En realidad Coustos tan sólo se refiere a sí mismo y a su amigo Mouton.
De Bruslé y Richart no dice nada.
n ta * c'0U,ST0S' P ^ édu res curieuses... op. cit., pgs. 5-6.
(149) Según la sentencia de la Inquisición, fechada en 1744, tenía entonces 40 afios.
Loustos en su libro (edición francesa, pág. 1) dice que había nacido en Berna; *Ín
embargo, en los papeles de U Inquisición, como en los del Public Record Office de Lon
dres fagura como nacido en Basílea.
136
Barbin, dc la que tuvo cuatro hijos, volvió a París para trabajar en las Galerías
del Louvre, donde permaneció cinco años desde 1735 a 1740.
Durante esta época, tanto en Inglaterra como en Francia, figura ya como
miembro activo de la Masonería (150). De su estancia en Francia se conservan
no pocos datos en este sentido, debidos sobre todo al «Libro de la Logia Cous-
tos-Villeroy», que abarca desde el 18 de diciembre de 1736 hasta que la
policía parisina, a raíz de la prohibición del año 1737 se incautó de todos
sus papeles (151), En esta logia el nombre de Jean Coustos, que figura como
el Trés Vénérable Maitre, está al lado de personajes tan conocidos como el
Duque de Villeroy, par de Francia; el Marqués de LacMaría; los abates Per-
neti y Roufsam; el Conde de Brias; el Conde de Montroorency, etc. (152).
En 1740 Coustos decide ir a Brasil a hacer fortuna y con esta intención
se traslada a Lisboa donde finalmente fijó su residencia al no obtener del Rey
de Portugal permiso para pasar a aquella colonia. Aquí se dedicó a la talla
de diamantes, y llegó a triunfar en este nuevo oficio, que, además, le pro
porcionó la amistad del parisino Alexandre Jacques Mouton, de la misma
profesión, católico de religión, y como él, también francmasón.
Según la versión de Coustos en sus Procédures curieuses la mujer de Mou
ton, Margarite Lefebre, hablando con la señora Le Rude, casada con un orfebre,
tuvo la indiscreción de confesar que su marido era masón. La señora La Rude.
celosa de la prosperidad de los dos amigos se asoció, para perjudicarles, con
una amiga suya, llamada María Rosa Clavé, e hicieron que los dos artistas
fueran denunciados a la Inquisición como Francmasones (153).
D e n u n c ia s ante e l S anto T r ib u n a l
137
A continuación dijo que «el cabeza de esta secta era un inalés llamado
Monsieur Gusto [ sic 1, Maestro Lapidario y hereje*; y como súbditos de éste
citó a seis individuos todos ellos católicos y franceses (155) que se reunían
unas veces de día v otras de noche, cn diferentes lugares. Todo lo cual se lo
había contado Madame Larrut ( H6 ) vsu marido Monsieur Larrut, y dos ofi
ciales de éste cuyo nombre ignoraba. Entre las otras personas que estaban
enteradas de este asunto citó a Madame Clavé. Monsieur Liot y José Gregorio.
Preguntado sobre sus móviles, el denunciante invocó «la necesidad de
descargar su conciencia, y el entender que tenía esta obligación, no habiéndose
dejado llevar por odio hacia los denunciantes. Porque de todos ellos solamente
quería mal a Lamberto Bolanger y a Alexandre Jacques Motton, ya que había
recibido un par de puñetazos por su culpa al actuar como procurador contra
ellos (1 *>7).
Como dice Mellor, toda delación deja siempre un cierto malestar, pero en
este caso la figura de Machado de Moura aparece como doblemente innoble,
va que se trata de un hombre de leyes que recurre a una venganza personal
bajo capí de religiosidad (158). No obstante la Inquisición tardó todavía cuatro
meses en dar fe a dicho testimonio.
El 12 de febrero de 1743 fue nuevamente convocado por la Santa Inqui
sición, esta vez ante el Inquisidor Manoel Varejao e Tavora, quien, una vez
haberle tomado juramento ante los Santos Evangelios, le preguntó si, después
de haber hecho su denuncia en el mes de octubre pasaao, había averiguado
«alguna cosa mis por la que se pudiera conocer en qué consistía esta nueva
Religión o Congregación; a qué se obligaban sus afiliados; qué ceremonias
hacían; qué beneficio sacaban; y a qué fin se encaminaba» (159).
El testigo a pesar de las diligencias no había podido descubrir «la forma
lidad de las ceremonias y leves que observaban los miembros de dicha secta».
Solamente había averiguado que cuando ingresaba alguno, se rodeaban con
tal secreto y cautela que cerraban las puertas y ventanas, iluminándose con
velas, y que hacían un banquete a costa del recién admitido.
El resto del interrogatorio apenas tiene interés. Se le preguntó por nuevos
miembros de la masonería, caso de que los conociera; si asistían mujeres a
sus reuniones; dónde las tenían éstas; si eran católicos romanos los socios de
dicha Congregación, etc. De las respuestas solamente cabe destacarse por su
curií«idad el hecho de que el cocinero encargado de preparar los banquetes
de la logia fuera uno de los cocineros de la Nunciatura Apostólica, el cual
era también francmasón (160).
El 11 de febrero de 1743, es decir, un día antes de esta segunda inter
vención del delator principal, fue llamado ante el Inquisidor Francisco Mendo
frigoso, el señor Cornelis Leruitte, de 49 años de edad y católico romano
«francés de nacimiento, natural de la ciudad de Liége en Francia, y morador
en la de Lisboa». Dado que no conocía la lengua portuguesa utilizaron los
servicios de un intérprete también francés, llamado Balthasar Dromond.
(155) Joao Pietre, Miguel Vandrtvrl, Alcxandrc Jaquen Motton, Lamberto Bolanger.
Monsieur Bilhar y Joao de Villanova.
Í156) Qnjito* le llama Le Rudc. Su verdadero nombre era Leruitte.
139
ddos « t e m e s al secreto con que se rodeaban en sus reuniones, este testigo
añadió un nuevo dato de importancia.
Según había oído decir a un inglés llamado Maestre Farbs, cirujano y boti
cario existía además en Lisboa otra Congregación de F ramassons o P 'drem s
Uvres instituida por los ingleses de la nusma forma que la de los franceses.
Dicho Farbs era miembro de ella. y su Gran Maestre se llamaba Gordon Tam-
bién había oído decir a Farbs que los miembros de dicha Congregación hacían
sus reuniones y ceremonias «con tal y tan inviolable secreto que era imposible
revelarlo, a pesar de que nada de lo que hacían era contra la fe o nuestra
Religión Católica» (167).
Respecto a la finalidad de la Congregación la respuesta coincide exacta
mente con el anterior testigo. Sobre la participación de mujeres «siempre
había oido decir que era imposible que se admitieran en dicha congregación
por no exponerse a la revelación del secreto. Finalmente, sobre si eran cató
licos romanos o no los socios de dicha compañía, respondió Elliot que «los
franceses eran todos católicos romanos, pero que respecto a los ingleses tenía
entendido que todos eran herejes» (168).
Al día siguiente. 14 de febrero de 1743 fue convocado ante el mismo In
quisidor un nuevo testigo llamado Pedro Bersan «hombre de negocios, soltero,
natural de Armenia, de la ciudad de Etquta»; es decir, aquel a quien se había
referido en su declaración el testigo anterior, Joao Elliot.
En su testificación dijo que constándole que en Lisboa había frecuentes
banquetes entre personas extranjeras se decidió a preguntar con curiosidad
caá! era el fundamento para que éstos se celebrasen; y un francés, llamado
Brullé [sic] le dijo que dichos banquetes «habían sido introducidos por una
Religión o Congregación que había en esta ciudad, al igual que en Francia e
Inglaterra, intitulada Framacsons y en nuestra lengua Pedreiros Livres, de la
que era maestre y cabeza — y recibía a todos los hermanos de ella— uno que
se llamaba venerable, y que era francés hugonote y militaba bajo la bandera
inglesa, llamado Monsieur Custon [sic], del que no sabía en qué parte de la
ciudad moraba, y que tenía un libro en el que anotaba a todos los hermanos
que entraban en uicha compañía o congregación» (169).
Tras referirse a las señales de reconocimiento, al secreto y juramento con
que se rodeaban, y el dinero que costaba a los candidatos su iniciación (170),
ca algunos nombres de personas que él conocía pertenecían a dicha congre
gación, coincidiendo con los anteriores testigos tanto en la finalidad de ayuda
mutua, como en la ausencia de mujeres, y el porqué de tal medida. Sin em
bargo, respecto al número de masones existentes en Lisboa llega a decir que
abia más de cincuenta, si bien ignoraba fueran todos ellos católicos romanos.
La declaración de Pedro Bersán concluye citando a un francés, apellidado
regono, que podía dar alguna noticia más de esta materia. A título de curio-
si anadio en última instancia que había oído decir que en los Estados
e ran que de Toscana muchas personas habían sido degradadas por intro
ducir esta nueva secta o congregación.
(167) Ibidem.
(168) Ibidem.
13 (¿£reroA1743/ l ’¡*aÉ n °4 \ Proce*° n 10115. Denunciado da Pedro Bemn,
(170) «Doce mil ochocientos'reh para hacer el banquete».
140
Un par de días más tarde, el 16 de febrero de 1743, el llamado a testificar
ante el Tribunal de la Santa Inquisición de Lisboa fue José Gregorio, hombre
de negocios, soltero, natural de París, y católico romano. Después del jura
mento de rigor fue sometido al mismo interrogatorio de los anteriores, si bien
no aportó ningún dato nuevo, confirmando en líneas generales lo ya dicho
por los otros testigos (171).
El 18 del mismo mes fue convocada ante la Inquisición la señora María
Rosa Clavé, también natural de París; la misma a la que se refiere Coustos
en sus Procédures, como amiga de la señora Leruitte [Le Rude], principales
causantes de su desgracia, y de la de los demás masones de Lisboa (172). Tam
poco en este caso se avanzó demasiado ya que todo lo que esta testigo declaró
se basaba en lo que había oído decir al señor Larrut [Leruitte] y a su mujer.
No obstante, cosa que no se encuentra en el testimonio del señor Leruitte,
indica que cuando los masones se reunían, llevaban instrumentos de los P e ¿ r eí
ros y delantales de cuero. Además a los casados se les entregaba un par de
guantes para que se los regalasen a sus mujeres (173).
Finalmente, el 23 de febrero de 1743 compareció ante el Santo Oficio lis
boeta el último testigo, Reyner Roger, igualmente parisino, y católico romano,
quien tampoco aportó nueva luz a lo ya dicho por los anteriores declarantes,
si bien se permitió indicar que el Rey de Francia había prohibido esta Com
pañía de Francmasones en su Reino, mandando encarcelar a todos aquellos que
le constaba habían entrado en ella (174).
M an d a m ien to d e p r is ió n d e v a r io s m aso n es
141
mar (176), lo prendáis sin secuestro de bienes, por culpas que contri él existen
en este Santo Oficio, que exigen su prisión y puesta a buen recaudo, con cama,
y lo necesario para su uso, además de 40.000 reis en dinero para sus «limento»,
lo traigáis y entreguéis bajo llave al alcalde de las cárceles de Custodia de esta
Inquisición. Y en virtud de Santa Obediencia y bajo pena dc excomunión ma
yor y de quinientos cruzados para los gastos del Santo Oficio, y de proceder
como mejor nos purczcíi, mandamos a todas las personas así Eclesiásticas, como
seculares, de cualquier grado, dignidad, condición y preeminencia que sean,
que no impidan hacer lo sobredicho, antes siendo requeridos para ello, den
todo el favor y ayuda, sustento, posadas, camas grillos, cadenas, cabalgaduras,
barcos y todo k> que fuere necesario por el precio propio de la localidad (177).
Cumplidlo así con mucha cautela y secreto* (178).
En ejecución de dicho mandamiento, el día 11 de marzo de 1743 fue entre
gado, en las cárceles secretas dc la Santa Inquisición, al guarda Pedro Rodríguez,
que hacía de alcaide, por el Familiar Matheus dos Santos, el preso Alexandre
Jacques Motton, al que se le ocuparon 1840 reis en dinero, y un espadín de
plata que se depositaron en poder del tesorero Manoel Louren^o Manteiro (179).
Al día siguiente se dio la orden notarial a un Familiar del Santo Oficio para
que fuese a casa de Motton y se «procurase ciertos instrumentos e insignias
de que había noticia usaban algunos extranjeros en ciertas reuniones que ha
cían* (180). Pero lo único que encontró fue un saco con un delantal de cuero
dentro. De los otros instrumento# que se le habían indicado no halló rastro.
142
IV.— PROCESO DE ALEXANDRE JACQUES MOTTON
I n ter ro g a to r io s in ic ia l e s
143
respondió con la misma sinceridad y sencillez diciendo que «para set F«cm .«Sn
se W e r f a ser persona de sexo masculino, que fuera de buena vid. y co.-
tumbres». El candidato que deseaba ser recibido -se g ú n la largt relación
hecha por el acusado (1 8 -1 )- «se tenía que valer ác alguno de lo< miembro,
de la comunidad para obtener licencia del Gran Maestre, cosa que se hada
después dc congregados todos los Francmasones en ogla, y de haber sido hecho
el escrutinio de la votación para la que se valían de papeles negros y blancos,
siendo suficiente un solo voto negativo para que el candidato no fuera admitido.
Y cuando su padrino le daba la noticia de que estaba aceptado iba con él a
la casa donde se tenia logia, y después de quitarle todo el oro y plata que
llevaba consigo, así como el espadín y las hebillas de los zapatos, le tapaba
los ojos con un lienzo y cogiéndole de la mano le llevaba hasta la puerta de
la logia donde estaban los Francmasones. Habiendo llamado, acudía uno que
hacía las veces de portero y le preguntaba qué quería; a lo que se le respondía
uue estaba allí un caballero que quería ser Francmasón, y diciendo dicho por
tero que iba a dar parte al Maestre, tornaba y preguntaba al declarante de
parte del mismo Maestre, por tres veces, si venía voluntariamente, y respon
diéndole afirmativamente abría la puerta de la logia, y su padrino lo llevaba
de la mano hacia dentro. Estando allí de pie, oía una voz, que era del que
hacía las veces de Maestre, que le decía, si quería ser Francmasón por su libre
voluntad, lo cual repetía también por tres veces, y el candidato le respondía
otras tres que de su libre voluntad quería ser Francmasón. Una vez dicho esto
le retiraban la venda de los ojos y entonces veía que estaba junto al Maestre
de la Logia, de pie, y todos los demás socios con gran severidad, también de
pie, rodeándoles. Delante del Maestre había una mesa pequeña sobre la cual
se encontraba un gran libro de los Evangelios, y haciéndole arrodillar de frente
junto a dicho libro, puesta sobre él la mano derecha debía jurar guardar invio
lablemente el secreto de los Francmasones, y que si no lo guardaba merecería
que le cortasen la cabeza y lo arrojasen al mar. El neófito con la mano sobre
el libro y la rodilla derecha en tierra y la izquierda levantada, prometía guar
darlo. Entonces el Maestre le decía que para conocer a los socios de esta com
pañía donde quiera que estuviese debía hacer tres señales con la mano derecha:
primero llevarla a h garganta como si quisiera cortarla; segundo, volverla a su
sitio extendiendo el brazo hacia la tierra; y tercero, pegando con la mano
abierta en el pecho izquierdo. Al mismo tiempo tenía que utilizar las palabras
Boaz y Jaquin, diciendo a los compañeros B, a lo que ellos había de respon-
er y esta forma concluir mutuamente las letras de dicho nombre Boaz,
> también el de Jaquin. Después le entregaban un delantal de piel blanca,
con que el neófito se ceñía al igual que lo estaba el Maestre y los demás com
pañeros. También se le daban dos pares de guantes, igualmente blancos, uno
£ar2u \J °*j° ^ muicr» y entonces el Maestre comunicaba a los demás
que abia sido recibido por Francmasón, y al neófito por aprendiz y compañe
ro, y que uere a hacer las señales que le había enseñado para ver si las sabía
i c rantc * esta ceremonia la logia estaba con las ventanas y puertas
una maS ^ 5 trcs ve^as colocadas sobre el pavimento, dos en
d^l sn? v \l i 3 tCrj Cra en otra,’ y entrc e^as dibujadas con tiza las figuras
izauierHa • Un3 ct*z 1 *1°* co^umna*> una * la derecha y la otra a la
• ; Pa nno llevaba de la mano al candidato ya iniciado por encima
144
de dicha» figuras, y entre las velas hasta el Maestre, haciéndole dar tres pasos
con el pie derecho por delante. Concluida la ceremonia se abrían las ventanas,
se apagaban las velas, y se sentaban en la mesa por orden de antigüedad. Du-
rante el banquete y para poder beber el Maestre hacía una señal, pegando
con la mano derecha en su copa y diciendo: «preparen las armas», y levan
tándola decía: «armas a la cara», y poniéndola en la boca, añadía: «fuego»,
y bebía, y en todo le imitaban al mismo tiempo todos los compañeros. El
primer brindis era a la salud del rey: el segundo a la del Gran Maestre, y
el tercero a la de los recién admitidos en aquella compañía. Además, sin la
señal del Maestre ninguno podía beber. La velada concluía con algunas cantigas
en loor de los Pedreiros y de los Arquitectos» (185).
Tras esta larga relación el P. Inquisidor se interesó por una serie de deta
lles referentes al establecimiento de la Masonería en Portugal, pues Jacques
Motton había sido iniciado en Francia antes de establecerse en Lisboa, donde
hacía ya siete años que residía. Según su declaración tan sólo hacía un año
que habían empezado las reuniones de masones debido a la iniciativa de un
tal Joao Gusto [sic], suizo de nacimiento, pero que había vivido mucho tiempo
en Inglaterra en donde se hizo Francmasón. Como él era el que mejor sabía
las leyes y estilos de esta Congregación se hizo el principal cabeza de ella (186).
Finalmente bajó a detallar las veces que se habían reunido y conde, así
como las personas que a ellas acudían, que por derto eran todos franceses e
ingleses. Con esto concluyó esta primera declaración de Motton que fue juz
gada por los Notarios presentes como justa, pues les parecía que el reo decía
la verdad y merecía crédito.
Diez días más tarde, el 23 de marzo de 1743, fue nuevamente llamado ante
el Inquisidor, el reo Alexandre Jacques Motton para ser sometido a una segunda
confesión en términos del Santo Oficio. En ella caben distinguirse dos panes
bien definidas. En la primera las preguntas van dirigidas a obtener más detalles
sobre la organización de la masonería en Portugal, es decir si, además de extran
jeros, había portugueses entre los francmasones; cuanto tiempo hacía que
había empezado en esta Corte la Comunidad de los Pedreiros Uvres, y por
'iniciativa de qué personas (187); si la Orden o Congregación de k* Pedreiros
Livres establecida en Lisboa era la misma que existía en Francia; si tenía los
mismos órdenes, grados, jerarquías, oíales eran sus estatutos, las insignias
utilizadas, etc. (188).
Dentro de este primer capítulo también le fue preguntado a Motton si
la Masonería portuguesa estaba de algún modo subordinada al Gran Maestre
de Francia o de Inglaterra, o era más bien independiente.
Ante la categórica respuesta negativa, el Inquisidor enfocó su interrogatorio
hacia el secreto a fin de conocer si las leyes y estatutos de esta Congregación
se enseñaban a todos los congregados y socios, o si en ella había algunos avisos
secretos que tan solo sabían los Maestres o personas de gobierno, por no ser
conveniente para su conservación que se manifestaran a todos los Francmaso
nes. Dado que según Motton, todos los compañeros sabían los secretos de la
Congregación y solamente ignoraban los aprendices las señales de los compa
ñeros, y éstos a su vez las de los Maestres, se le preguntó si el secreto inviolable
(185) Ibidem.
(186) Ibidem. . ,
(187) Naturalmente el nombre de Custoa sale <instantemente a tetoar.
(188) A.N.L., Infuisicto Utbos. Proceso n. 257. 2. Confesión, 23 mano 1/45. Apén
dice 42 F.
143
10
aue los Francmasones prometían ante loa Santos Evangelios, con conminación
de tan grave» pena», era general en todos los países o solamente particular de
Portugal La contestación del reo fue en el seimdo de que el secreto era
general. Entonces los Inquisidores desearon saber «sobre qué materia cjüa
S e juramento de secreto conminado con tantas y tan rigurosas penas». También
en esta ocasión debieron quedar sorprendidos al constatar que «el juramento
de guardar secreto caía sobre el no descubrir lo que pasaba en las Asambleas,
ni Us señales y palabras con que se distinguían los socios de la Pedrarta, todo
lo cual ya había declarado ante esc Tribunal» (189).
El siguiente paso fue preguntar para qué se había instituido esa nueva
Congregación, y qué ventajas descubrían los que entraban en ella como socios,
para sujetarse a un secreto tan peligroso. Aquí Motton reconoció que como
la fundación de esta congregación venía de muy antiguo, no sabía bien el fin
hacia donde se dirigía, si bien creía que las ventajas que obtenían los Francma
sones eran, sobre todo, el conocerse unos a otros en cualquier país donde se
encontraren, y socorrerse en las necesidades. Más aún, el propio Motton asegu
ró con toda certeza que a él, en particular, ninguna otra cosa le había llevado
a hacerse Francmasón a no ser la curiosidad de saber qué cosa era y cuáles
eran sus secretos; y estaba cierto que otros muchos habían entrado movidos
por el mismo motivo, y todos se consideraron engañados al comprobar que
en la Pedrarta no había más secretos que aquellos que ya había declarado en
fste Tribunal (190).
A partir de este momento el interrogatorio se dirigió por otro camino: el
Je la religón y sus posibles derivaciones heréticas. Se empezó preguntándole
si cn las reuniones a que había asistido tanto en Francia como en Portugal,
ie hablaba de religión o si en ellas se hacía alguna cosa contra nuestra tanta
fe o contra el bien común. También aquí el testimonio de Motton es unánime
con la auténtica práctica de la verdadera Masonería como ya hemos tenido
ocasión de ver anteriormente en diversas ocasiones.
Así, pues. Motton confesó que en «las Asambleas a que había asistido no
se habló de Religión ni se dijo o hizo cosa alguna contra nuestra Santa Fe,
ni sabe se hiciese lo contrario en alguna otra parte, porque esto está prohibido
en ¿icha Congregación, lo cual el Maestre de la Logia advierte en la recepción
, 1°^.90c'08’ y* 9UC k ^,cc 9UC cn aquella Congregación no se habla ni sobre
la Religión, ni sobre el gobierno político, ni se dice mal de los demás herma
nos, m tampoco palabras ilícitas o deshonestas, ni se hacen acciones contrarias
a Jas buenas costumbres, lo cual debe así observar todo aquel que entra como
candidato» (191).
A continuación se le enumeraron una serie de proposiciones más o meno*
r ticas para ver si las había oído decir en alguna de las Asambleas; propo-
s»aones que fueron categóricamente negadas por Motton (192). Finalmente,
volvieron los Inquisidores al tema del secreto ya que no comprendían que
(189) Ibidem.
(190) Ibidem.
(191) Ibidem.
fuete, tiendo oculto v hecki . f tÜie cu,*^u'ef P«cs<k> grave por grande que
maneta que era licito hurtar en pa e* culpa venial»; si «de ls misma
hün era lícito fornicar*, m « n u e a t r T n e c e a i d a d , en lo* miamos términos tam-
»mo material, taduc# y mortal* etc ibidem «P» ritual e inmortal como enseña la Fe,
146
pudiera hacerse un juramento tan abominable y con penas tan exorbitantes y
atroces a no ser que la materia del mismo fuera muy grave. Y en concreto se
le preguntó si en las reuniones a que asistió en esa Congregación de Pedraria,
no había otros secretos, ni más razones de conveniencia para los socios, que
aquellos que había ya declarado, siendo así que tales asambleas y toda la Con
gregación de los Pedreiros Livres estaban prohibidas por la Sede Apostólica
y en la ciudad de Lisboa por Edictos públicos, que por orden de la Inquisición
se habían mandado leer en las principales Iglesias (193).
A esto respondió Motton que «era la primera vez que oía que la Sede
Apostólica hubiera condenado la Congregación de los Francmasones, y que
tampoco sabía aue en esa ciudad se hubiera leído ningún Edicto por el que
fuesen condenadas las reuniones o Asambleas que los Francmasones hacían,
porque caso de haber conocido tal noticia, no hubiera sido tan falto de juicio
de acudir a ellos exponiéndose al peligro de ser castigado por el pequeño
interés de una cena ya que ésta era la única ventaja que de ellas había obtenido.
Y como hijo obediente que siempre fue de la Santa Madre Iglesia, había de
ejecutar puntualmente sus preceptos, como siempre hizo por lo cual pedía
misericordia y perdón a ese Tribunal, por haberse reunido en las Asambleas
que había declarado, porque lo hizo así ignorante, sin que supiese ni presu
miese que desodebecía a las órdenes de ese Tribunal, ni a los preceptos de
la Santa Madre Iglesia» (194).
Las últimas palabras del reo fueron una repetición de que «en la Con
gregación de los Francmasones no había más secretos que los que él sabía y
que ya había manifestado, porque caso de haberlos, los revelaría en este
Tribunal con la misma facilidad con que descubrió todo lo que ya había
declarado en ésta y otras sesiones» (195).
A m o n esta ció n d e l r eo
Estas dos sesiones que, según la terminología del Santo Oficio, se llama
ban «Confesión» del reo, concluyeron, como de costumbre, con una amones
tación hecha por el Inquisidor incitándole a confesar ante ese Tribunal todo
lo que todavía no había descubierto, para así poder acogerse a la Misericordia
cíe la Santa Madre Iglesia.
Como consta en las actas del proceso le fue dicho textualmente lo siguien*
te: «Que habiéndose informado en este Tribunal que en la Corte de Lisboa
se hacían Asambleas y reuniones de una Fraternidad o Congregación llamada
de los Pedreiros Livres, la cual había sido condenada por el Pontífice demen
te X II, cuya condena se hizo pública en esta ciudad por Edictos que se leyeron
y fijaron por orden de este Tribunal en las principales puerta* de las Iglesias,
y que sabiendo que él era uno de los socios y compañeros de dicha Gongae-
ación y Asamblea había sido mandado encarcelar en esa Inquisición. Y siendo
S amado al Tribunal, y en él amonestado para que declarase sus culpas, tomó
el buen consejo de empezar a confesarlas. Con todo, puso mucho más empeño
en no decir toda la verdad de ellas, por no descubrir la verdadera materia
sobre la que cae un tan apretado juramento de secreto con conminación de
(193) lbii*m
(194)
(195) Ibidem.
147
tan graves penas, pues no se le dio crédito que esta Congregación constituyese
un juramento tan grave, a no ser para ocultar materias gravísimas; ni que los
socios de dicha Congregación se hubiesen de sujetar a una carea tan pesada,
a no ser por otras conveniencias e intereses, y otras materias de secreto, que
el declarante ocultaba maliciosamente» (196).
«Y porque lo que le convenía — prosigue la amonestación— para descargo
de su conciencia, y buen despacho de su causa, era confesar todo lo que sabía
y se escondía bajo dicho juramento, y todo lo que se decía y practicaba en
las referidas Asambleas, que se hacían tan sospechosas a la pureza de nuestra
Santa Fe, y como tales condenadas, le amonestaban de nuevo con gran caridad
de parte de Nuestro Señor Jesucristo, para que abriera los ojos del alma y
pusiera aparte todos los respetos que le impedían hacerlo, ya que obrando
así podrían usar con él ce la misericordia que pide y que la Santa Madre Iglesia
acostumbra conceder a los buenos y verdaderos penitentes» (197).
Finalmente, concluye esta amonestación con unas palabras del reo por las
que admite que a partir de ese momento «sabía que desobedecería a lo que
la Santa Madre Iglesia mandaba yendo a las Asambleas de los Pedreiros Livres,
si bien dejaba constancia de que en ninguna de las que había asistido, así en
esta Corte, como en la de París, ocurría cosa alguna que no hubiera mani
festado en ese Tribunal, y que no sabía que en esa Congregación hubiera
más secreto que aquel que tenía revelado, ni que en sus reuniones se dijera
cosa alguna contra nuestra Santa Fe y buenas costumbres; y que si supiera
alguna cosa más la descubriría inmediatamente para alcanzar la misericordia
que merecía, por ser extranjero en el país, por ignorar la lengua portuguesa,
y porque desde que vino a esta Corte solamente había tratado con personas
portuguesas de materias de su negocio y oficio, siendo ellas las únicas que
le podían haber dado noticia de la referida prohibición» (198).
Todavía fue de nuevo amonestado en forma, y mandado a su cárcel «sién
dole antes leída esta sesión, que una vez oída y entendida dijo estaba escrita
en verdad, lo cual firmó con el señor Inquisidor Francisco Mendo Trigoso» (199).
Los dos notarios presentes al acto (200) fueron preguntados si les parecía que
Motton había hablado verazmente y merecía crédito, cosa que ambos afirmaron
e hicieron constar por escrito.
La siguiente fase del proceso fue el examen, realizado el 2 de abril de
1743, de los testigos del sumario que habían depuesto contra Alexandre Jac-
ques Motton. De resultas del cual fueron todos los votos unánimes en consi-
er" jP * v’st0 9ue el reo había confesado que era Francmasón al haber sido
recibido como Aprendiz, Oficial y Maestre, en una de las logias de la Corte
e ans, y que en Lisboa «se había incorporado a la Congregación de los Pe-
rerroj Ltvres que había instituido y fundado Monsieur Coustos a imitación
r^npt¡riranCeSa’ en tCU^° sirvió de Maestre de Logia, y que había asistido
pe as veces a las reuniones que en diversas casas de esta Corte hicieron
(196) Ibidem.
(197) Ibidem.
(198) Ibidem.
con verdad*y^oue' ^ ° k ° n y CJ ^ u isid o r dice así: «Digo que está escrita
necesario^ y que no teníi ratificab», 7 «"naba a decir de nuevo si fuera
nuevo que decir» bajo carao del disminuir, mudar o enmendar, ni nada
W .l A , ’h F , ' . X “ T s C V" " f0' ’M m -
148
los Francmasones congregados por dicho Coustos, como Maestre y cabeza que
era de ellos, ocupando en ellas el puesto de segundo vigilaste; acciones todas
ellas directamente opuestas a lo que manda Su Santidad el Papa Clemente X II
en la Bula que comienza In eminenti Apostolatus specula, la cual fue publi
cada en esta Corte el 28 de septiembre de 1738 (201) por orden de Su Emi
nencia (202), y en ella espesamente prohibidas; y a pesar de no resultar de
los exámenes que se le hicieron, ni de las confesiones de los socios presos y
aprehendidos en esta Inquisición vestigio alguno de seguirse y practicar en
las asambleas de esta Corte errores contrarios a las verdades de la fe y buenas
costumbres de los católicos; y no obstante las razones que el Reo alegó para
eximirse de la culpa que confesó, se juzgaron los delitos suficientes para que
el reo fuera trasladado de la cárcel de custodia en que estaba preso, a las
cárceles secretas, sin secuestro de bienes, para, una vez allí, ser procesado
según forma» (203).
Esta decisión fue llevada al Consejo General, en presencia del Cardenal da
Cunha, quien el mismo día 2 de abril de 1743, aprobó la resolución tomada,
y se dieron las órdenes oportunas para que una vez trasladado a las cárceles
secretas se iniciara el proceso siguiendo la forma acostumbrada (204).
E x á m e n e s d e « G e n e a l o g ía » , « I n g e n e r e » e « I n s p e c i e »
149
Sobre los verdaderos secretos de esta confraternidad, y U .uténuc. materia
en que c ía el inviolable juramento, volv.ó a repeor Jaques Motton que «<1
no sabía que en la comunidad de los PeJraros üvres hub.era más secreto que
el de las señales con que se distinguían y conocían unos a otros, como ya había
declarado; ni tenía noticia de que el juramento cayera sobre otra materia».
Respecto al auténtico fin de la Congregación dijo «que él nunca entendió que
esta sociedad se encaminara a otro que no fuera el ayudarse mutuamente unos
a otros en cualquier país donde se encontrasen o conociesen, lo cual no suce
dería tan fácilmente si fuesen extraños y no socios de dicha Congregación» (208).
En esta ocasión se le hizo también un sondeo sobre un tema que al ana
lizar la Bula 1» em inenti vimos tenía su importancia, es decir, si en las asam
bleas a las que asistió había visto algo que fuese perjudicial «no sólo a la
República espiritual, sino también a la temporal». El testimonio de Motton
coincide [ tién aquí con lo que hasta ahora hemos podido comprobar fue
pauta general, no sólo en Portugal, sino en otros países, ya que dijo «que
él no había visto, ni oido tratar, resolver, decidir, ni obrar en todas las Asam
bleas a que asistió, tanto en este Reino, como en las de Francia, cosa alguna
que ofenciese ni a la religión Católica, ni alguna otra, antes bien, para evitar
contiendas, estaba prohibido por los estatutos de esta Congregación disputar
tanto sobre materias de religión, como sobre asuntos del gobierno polí
tico» (209).
Tampoco aquí fue enteramente creído el testimonio del reo, pues se le
echó en cara su falta de veracidad preguntándole «cuál era la razón por la
que despreciando tantos saludables y paternales consejos, y no pudiendo igno
rar la obligación que tenía como verdadero católico, que protestaba ser, guar
daba m?s lealtad a una secta falsa que a nuestra verdadera fe, y era más fiel
a un juramento injusto que a tantos juramentos legítimos, hechos en este Tri
bunal, de decir la verdad; y qué causa le obligaba a estimar más ser legítimo
francmasón que verdadero católico, y a escoger antes los rigores de la justicia
con que era amenazado, que a aprovecharse de la misericordia que tenía pro
metida» (210).
A pesar de las protestas de fe de Motton fue amonestado, una vez más, a
confesar sus culpas «por cuanto aun siendo cierto que había admitido ser
socio de la Congregación de los Pedreiros Livres, secta condenada por la Sede
Apostólica como sospechosa de herejía, y también sus congresos y asambleas
a las que había asistido repeticas veces, así en esta Corte como en la de París,
sin emDargo no había confesado toda la verdad, ni la verdadera intención con
que nabia^ cometido las culpas declaradas, todo lo cual conforme a derecho
se presumía equivalía a sentir mal de nuestra Santa Fe Católica» (211).
Nuevamente fue llevado ante el Tribunal, el 10 de mayo de 1743, para
ser sometí o a un tercer interrogatorio llamado esta vez In specie, que a fin
de T¡5 a decirle los cargos que quedaban sintetizados en el hecho
Clrmpnt-»» y t t C Una x>nRJ‘e8ac^ n «que había condenado el Santo Pontífice
v asambleas 053 / ^erejía> P°rclue en ella y en sus reuniones
p ac icaban y seguían errores muy perjudiciales a la verdadera
(208) Ibidem.
(209) Ibidem.
(210) ibidem.
doctrina dc la Santa Madre Iglesia y tranquilidad pública» (212), por todo lo
cual se le volvía a insistir a que confesase enteramente sus culpas, haciéndole
saber «que ésta era la última amonestación» que se le hacía antes de serie
leído el Ubello da Justicia. Cumplidos estos requisitos el reo fue devuelto
a la cárcel, y los cargos pasaron al Promotor Fiscal del Santo Oficio para que
dictara su acusación contra Alexandre Jacques Mouton [Motton].
(212) A.N.L., Inqnisi^ao Lisboa, Proceso n. 257. Examen In specte. 10 mayo 1743.
Apéndice 4 2 1. . ^ , .
(213) A.hJ.L.( lnqwstcav Usboa, Proceso n. 257. Sumario de Cargos. Sin fecha.
Apéndice 42 K.
(214) Ibidem.
(215) Ibidem ,
151
que fue instituida dicha Congregación; sobre qué caía un juramento tan duro;
V la verdadera intención que tuvo al cometer las que habla confesado, el
reo usando de mal consejo, no lo quiso hacer, por lo que no merecía que
A lisase
se usase de misericordia alguna con él, srno con todo el ngor de la justi-
da» (216).
P ub lic a ció n d e la p r u e b a d e ju s t i c i a
(216) Ibidem.
Apéndice 42 L ^ u^ ao Lisboa, Proceso n. 257. Citación para la prueba de justicia.
152
Se s ió n d e to rm en to
153
grave correspondí. » la abjuración de «lam ente solamente en los casos de
Laísm o y otros semejantes, como el de bigamia, debido a algunas circunstan-
das agravantes», va que aunque la abjuración de vehemente iba acompañada
de tortura, ésta nunca llegaba a ser grave (229)
Finalmente según el juicio de tres diputados (230) «el proceso estaba en
condiciones de’poderse dar la sentencia final, por no haber lugar al tormento,
puesto que en la bula pontificia se exigía a los reos de este crimen tan gran
abjuración que no dejaba lugar alguno para el tormento y con cualquier grado
que se le aplicase se purgaría la sospecha, y no se podría condenar al reo a
la pena de abjuración de vehemente, sin cometer injusticia».
No obstante como en el Santo Oficio de Lisboa resultaba nuevo el caso
de la adjuración sin el tormento, se decidió «por la novedad del caso», que
se trasladase la cuestión al Consejo General para que él decidiera. Este se
reunió el mismo día 17 de diciembre de 1743 en presencia de Su Eminencia
el Cardenal Da Cunha; y allí se acordó que antes de tomar ninguna decisión
debía ser llamado al Tribunal el P. Joao Evangelista, Calificador del Santo
Oficio para preguntarle de dónde había obtenido las cinco proposiciones que
se atribuían a la secta de los Pedreiros Livres o Francmasones, y que se encon
traban en un Tratado impreso del cual era autor (231); proposiciones que por
lo visto habían puesto en guardia a la Inquisición lisboeta frente a la Masonería.
El 29 de enero de 1744 fue convocado ante el Inquisidor Mendo Trigoso,
el P. Joao Evangelista, vicario de la parroquia de Nuestra Señora del Socorro,
y tras tomarle juramento se le preguntó por las cinco proposiciones en cues
tión. afín de ver si las había leído en algún otro libro, o al menos le constaba
«por verdadera autoridad que dichas proposiciones eran realmente de esa
secta» (132).
La respuesta fue que él las había oído a un religioso italiano del que no
sabía el nombre, y que había servido durante muchos años en el Hospicio que
estaba junto a Santa Apelonía, el cual le dio dichas proposiciones escritas en
un papel en el que también se contenían «muchas ceremonias que los miembros
de la referida secta practicaban» y que precisamente le dio esta noticia «como
una novedad diciéndole que esta secta había sido recientemente prohibida en
Roma» (233).
En dicho Hospicio estaba por aquel entonces un Padre que conservaba el
original o una copia de ese papel, y que se llamaba el Padre Carlos, el cual
nana pocos años que estaba en esa Corte. Pero no había encontrado las
rerendas cinco proposiciones en libro alguno, aunque sí las ceremonias, preci
samente en uno que se titulaba «Ceremonias de todas las religiones del Uni
verso» (234).
q s|guiente, el 30 de enero de 1744, fue citado ante el Inquisidor, el
e , Hospicio de los Capuchinos italianos, P. Francisco Antonio de
e ro e Arma, el cual fue preguntado por el papel que trataba de los
(229) Ibidem.
de < W FÍ W ¡& Ín*0 de Sant° Thomas’ Mao€l dc Almeyda de Carv», y Fr. Seb.m P f
Oficio^117 ^lid«nbre ^1743*0 At6 k í ¡cc ^ 2 ° ? * ° " 25' Citación del Calificador deI Santo
154
errores y ceremonias de los Francmasones, y sobre la «certeza de que las pro
posiciones referidas en dicho papel fueran errores propios de dicha secta* (235).
La respuesta fue que el papel en cuestión lo había mandado de Italia un reli
gioso amigo suyo llamado Fray Carlos José, el cual se hallaba presente no
sólo en Lisboa, sino en la misma Inquisición, pues se lo había traído de com
pañero, el cual podría dar más clara noticia sobre lo demandado.
A continuación fue llamado el P. Fray Carlos José da Espezia, religioso
capuchino, predicador Mericorinario [sic]; Apostólico, natural de la ciudad
de Espezia, república de Génova. Preguntado de dónde había obtenido «la
noticia de que unas proposiciones que mandó de Italia a su amigo en esta
Corte, eran errores propios de la secta de los Francmasones, que habían sido
condenados por la Sede Apostólica», contestó que hacía más o menos cuatro
años, al llegar un día a su Convento de la ciudad de Savona, república de
Génova, y estando hablando con aquellos religiosos «le dieron éstos la noticia
de que los Francmasones seguían los errores que se contenían en las cinco pro
posiciones que mandó a título de curiosidad a este Reino, al P. Superior de su
Hospicio; y también le contaron que se llamaban Muratori de una de dichas
proposiciones en la que se dice que todos los pecados que se cometen oculta
mente, entre cuatro muros, o paredes, son solamente pecado» veniales» (236).
Las otras cuatro proposiciones que se encuentran en ei interrogatorio que
le hicieron a Alexandre Jacques Motton, el 23 de marzo de 1743, completan
esa visión tan curiosa que de la Masonería habían dado los frailes de Savona.
Son las siguientes: 1.* «Que así como es lícito hurtar en extrema necesidad,
en los mismos términos también era lícito fornicar. 2 * Que el sacerdote al
que Dios revelase que debía dormir con alguna mujer hermosa, estaba obligado
a creer y tener dicha revelación por divina obedeciéndola. 3 * Que la vida y
la fama son más preciosas y mejores que la virtud de la castidad, y que por
esta razón pecó Susana gritando e infamando a los viejos que la provocaron,
y que hubiera merecido mucho para con Dios habiéndose callado y consentido
con lo que ellos intentaban. 4 * Que nuestra alma no es espiritual e inmortal
como nos enseña la fe, sino material, caduca y mortal, como dicen algunos
gentiles; y que por esta razón sólo debíamos dirigir nuestras acciones a fin
de conseguir la paz y la tranquilidad pública» (237).
Dejando a un lado todo comentario de tan peregrinas proposiciones, lo
más llamativo es constatar que dicho Padre José Carlos admitió ante la Inqui
sición lisboeta que «no sabía, ni tenía otro fundamento para conocer si dichas
proposiciones eran propias de esta secta, sino el haberlas oído decir pública
mente en el referido convento a los religiosos del mismo, si bien le parecía
recordar que allí las sabían, porque un religioso de San Bernardo, que creía
era italiano, estando de paso en aquel convento, les dio la noticia de que los
referidos errores se profesaban en la secta de los Francmasones: pero ignoraba
si dichos religiosos tenían algún otro fundamento para conocer lo que le
dijeron» (238).
155
A pesar de todo el P. Rector Joao Evangelista se había apropiado de la
noticia y la había hecho pública dando como ciertas dichas proposiciones en
un libro que había editado en Portugal ( 2 3 9 )
Reunido de nuevo el Consejo General, el 31 de enero de 1744, bajo la
presidencia del Cnrdenal Inquisidor General, y examinado todo el proceso,
culpas v confesiones de Alexandre Jacques Motton «oficial de lapidario y la
brador de diamantes», y una vez satisfecho lo decidido en el Consejo del 17
de diciembre de 1743 en el cual fue ordenado que se oyese al P. Joao Evan
gelista, calificador del Santo Oficio, se decidió que «el reo fuese sometido a
tormento, y en él perfectamente atado, pudiéndolo sufrir a juicio del médico
v cirujano, y a arbitrio de los Inquisidores» (240). Una vez cumplido este
requisito volvería a ser examinado el proceso.
El acto de la tortura comportaba una serie de preliminares ordinarios. Por
parte del reo el primer trámite a cumplir era la «Amonestación antes de la
Sentencia del Tormento» que tuvo lugar, en el caso de Motton, el 15 de abril
de 1744. En esta ocasión fue incitado, una vez más, a que «confesase sus culpas
v la verdadera intención que tuvo para cometer las que ya había confesado»,
todo ello para descargo de su conciencia, salvación de su alma y buen despacho
de su causa (241).
En vista de que el reo dijo que no tenía más culpas que confesar, ni
existía más intención que la ya declarada, fue llamado el Promotor Fiscal, y
puesto el reo en pie se le leyó la sentencia de tormento, según la fórmula de
rigor (242). A continuación los Inquisidores mandaron que se cumpliese con
forme a proceso, para lo cual el reo fue llevado a la sala de tormento (243).
El mismo día 15 de abril de 1744 tuvo lugar la sesión de tormento. Una
vez presentes los inquisiores y demás oficiales, y después de haberle tomado al
reo el juramento de decir la verdad y guardar secreto se le dijo «que por la
sala en que estaba y los instrumentos que en ella veía fácilmente podía en
tender cuán rigurosa y trabajosa iba a ser la diligencia que con él había que
hacer, la cual evitaría si quisiese acabar de confesar sus culpas y la verdadera
intención con que cometió las ya confesadas» (244).
Ante la actitud de Motton que dijo no tener nada que añadir fue tomado
el juramento al médico cirujano y demás ministros encargados de la ejecución
del tormento a los cuales se les mandó que hiciesen bien y fielmente sus obliga-
(239) Ibidem.
(240) A.N.L., Inquisu;ao Lisboa, Proceso n. 257. Orden de tortura, 31 enero 1744.
Apcndice 42 S.
;o7oV A.N.L.,
[¿QZ)
amT ítujutsican
r v“ 1-*c^
Prrw-< 0^-7 c _*__ 1 k
156
dones, lo cual prometieron cumplir. A continuación «el reo fue despojado
de aquellos vestidos que podían ser impedimento para la ejecución del tormen
to», y una vez colocado en el potro, mientras le empezaban a atar, le fue
declarado por medio de un notario que «si en aquel tormento muriese, que
brase algún miembro, o perdiese algún sentido, la culpa sería suya y no de
los señores Inquisidores y demás Ministros que juzgaron su causa según su
merecimiento». Una vez que fue «perfectamente atado en las ocho partes»,
se le dio el tormento decretado «en el que se empleó un cuarto y medio»
[sic] (245).
S e n t e n c ia f in a l
157
«Porque siendo cti.ii.no b.utu.do y, como u l. obllwdo • tener y creer
todo M u é tiene, cree y e n « *. I. Sm u Medre ISle .i. de Rom .; . no preo
en eue Reino o fuer, de él nueva iectM, nt • fcw r reunlow. nocttinu.
r S S T — i - *> conventículo, « creto .; por el com r.no él k> htoo, y
de cierto tiempo . e .t. p«rie. olvid.de de .u obllgictón, con poco temor de
Dio» v de I» justicia asistió a reuniones secretas en Ui que se practicaba la
secta congregación o hermandad de lo» Liberi Muratori, Francs-Massons o
Pedreiros Uvres. condenada por la Sede Apostólica con penai gravísimas, como
perjudicial y sospechosa a la pureza de la religión Católica Romana,
«Porque por la» cuales culpas el reo fue preso en las cárceles del Santo
Oticio, y siendo amonestado con mucha caridad a que confesase para descargo
de su conciencia, salvación de su alma, y buen despacho de iu cauta; dijo y
confesó ( 250 ): Que viviendo cn la Corte de cierto reino extranjero se alistó
como hermano de una Congregación de Francmasones o Pedreiros Livres, de la
que era (irán Maestre cierta persona que nombró, en cuya» manoi hizo profe
sión con algunas especiales ceremonias que también declaró, obligándole a
guardar inviolable secreto de todo lo que en ella paiase o se tratara, bajo
jK-na de que le cortaran la cabeza y de ser lanzada «1 mar; y una vez ya en
e*u ciudad continuó en ella las mismas reuniones y conventículos secretos
practicando allí las ceremonias y solemnidades que estilan los socios de dicha
congregación, y con la cautela y precaución que acostumbran en ciertas casas,
con la» puertas y ventanas cerradas para que nadie supiese ni percibiese no
sólo dichas reuniones, sino ni siquiera lo que en ellas se trataba, afirmando
que el juramento y el inviolable secreto solamente se dirigía a conocerse entre
si, en cualquier parte que se encontrasen, por las seflales que usaban, y no
por las personas que no fuesen de dicha congregación,
«Y por no haber hecho el reo íntegra y verdadera confesión de sus culpas,
antes muy disminuida, simulada y fingida, porque no declaraba la intención
herética con que se alistó como hermano de una secta perniciosa al bien espi
ritual «le la* almas, dictaminó el Prom otor Fiscal del Santo Oficio con Libelo
Criminal y Acusatorio contra él, que fue aceptado si et in quantum; y el reo
lo negó por la materia de su confesión la aue no fue admitida como defensa y
se prescindió de ella, y habiéndole repetido los testimonios de la justicia, se
le hizo publicación de sus dichos en la forma y estilo del Santo Oficio, los
cuales no ftteron contradichos,
«Visto todo lo cual, y bien examinado, la cualidad de las culpas del reo,
y la presunción que contra él resulta de no declarar el verdadero nn a que se
irigían dichas asamblea», conventículos y puntos heréticos que en ellas se
trataban, no tiendo verosímil que tras el juramento e inviolable secreto que
o servan lo* miembros de dicha secta, no ie ocultasen punto» perniciosos a
* a nue,fra Católica, como además de dichos auto» re»ult*.
A* Í4Ü - U 1 * r* f®° Alexandre Jacques Motton, en pena y penitencia
d « » tU a* v,ya ,* aut,°. P^Wico de fe en la forma acostumbrada, y en
txmJLuln •*ntenc,i Y haga abjuración de vehemente sospechoso en la fe; será
«U m if c,nco *l,era c,te Patriarcado; será instruido
ademá* necesario» para la salvación de su alma; y cumplirá
y P*n,,ent»** espirituales que le fuesen impuesta»; y manda*
nvos que sea ubsuelto in forma BccUtiae de la excomunión mayor en que in
currió; y que pague U» costas» (251),
lista sentencia fue Hecha pública en el Auto de Fe que ae celebró en ia
iglesia del convento de Santo Domingo de la ciudad de Liaboa el 21 de junio
de 1744 «estando presentes el Rey Don Juan V, el Príncipe Don José, loa
señores Infantes Don Pedro y Don Antonio, loa señores Inquisidores, además
dc loa Ministros, mucha nobleza y pueblo» (252).
En eae Auto de Fe, Motton hizo la abjuración de vehemente aegún una
fórmula impreaa existente para esos casos, y que rezaba aal;
«Yo, Alexandre Jacques Motton, en presencia de vosotros señorea Inqui
sidores, juro por estoa Santos Evangelios que tengo en mis manos, que por
mi propia y libre voluntad anatematizo y aparto de mí toda especie de herejía
y apostasftt que hubiere o se levantaré contra Nueatra Santa Fe Católica y
Sede Apostólica; especialmente éstas que ahora en mi sentencia me fueron
leídas, por las que me he hecho sospechoso de vehemente en 1« fe. Y juro
tener siempre y guardar la Santa Fe Católica que tiene y ensefta la Santa Ma
dre Iglesia de Roma, y que aeré siempre muy obediente a nuestro Santo Padre
el Papa Benedicto XIV , nuestro Señor Presidente de la Igleaia de Dios, v a
huí sucesores; y confieso que todos los que contra esta Santa Fe Católica tue-
ren, son dignos de condenación; y prometo no juntarme nunca coa ellos, y
perseguirlos; y descubrir las herejías que de ellos supiera a los Inquisidores o
Prelados de la Santa Madre Iglesia; y juro y prometo por mi parte cumplir
la penitencia que se me ha o fuere impuesta, y si en algún tiempo (lo «pie
Dios no permita) tornara a caer en estos errores o en cualquier otra especie
dc herejía, o no cumpliese la penitencia que ae me ha o fuere immiesta, quiero
y me place que sea tenido por relapso, y castigado conforme a derecho, y me
someto a corrección, y a la severidad de los Sagrados Canónes. Y requiero a
los Notarios del Santo Oficio, que hagan constancia de esto, y a los que están
presentes que sean testigos y firmen aquí conmigo» (253).
Otro ae los requisitos que tuvo que cumplir el reo antes de ser liberado
fue el juramento d? secreto para lo cual también existía una fórmula impresa
en la que se le exigía aue «tuviera muy secreto todo lo que había visto y
oído en las cárceles de la Inquisición, y lo que con él había ocurrido acerca
de su proceso, y que ni por palabra, ni por escrito, ni por otra vía, cualquiera
que ésta fuera, lo descubriera, bajo pena de ser gravemente castigado» (254).
Todavía fue sometido Motton a un último formaliamo antes de quedar
en libertad; el llamado «Salida y Penitencias». Tuvo lugar cinco días después
del Auto de Fe, el 26 de junio de 1744, tiempo dedicado a la instrucción y
preparación para la confesión. Una ve* ante el Tribunal de la Santa Inqui
sición, a donde fue llevado desde las cárceles de la penitencia (235) «por cons
tar estaba instruido y confesado», le fue dicho «que no tornara a cometer las
culpas por las que había sido hecho prisionero, y procesado, ni otras semeja*-
(251) A.N.L., InfmJH'éo Uiko*, Procwo n. 2*7. Semencia. 1» mayo 1744. Apén
«Ike 42 Z
(292) Ibitltm. iL , „ , > « * i i
(2.93) A.N.L, Jttqiútiféo Utbos, Proceso n 257. Abjuración de Vehememl, 21 tunta
1744. Apéndice 42 s. ^ t _____ - » «, , .
(254) A.N.L, Utbot. Procwo n. 257. Juramento de Sacra». 21 ¡unta
1744, Apéndice 42 h. , , , . . . .,
(259) Obsérvese que a lo lai«o dal proceso, el reo ocupa las cércete* de custodia,
lai cérceles secretas, y las cércales de penitencia.
159
tes bajo pena de ser gravemente castigado, y que tratara de dar buen ejemplo
con su vida y costumbres* (256). Además, se le ordenó que durante el primer
año debía confesarse en las cuatro fiestas, a saber: Navidad, Pa»cua de Re
surrección, y del Espíritu Santo, y Asunción de Nuestra Señora. Durante el mis
mo año habría de rezar todos los sábados un tercio del Rosario,y loa viernes
cinco Padrenuestros v cinco Avemarias a las cinco llagas de Cristo. Finalmente,
debería cumplir lo ya prometido en su abjuración, así como la salida del Pa
triarcado de Lisboa, todo lo cual dio palabra de hacer con un nuevo y último
juramento (257).
Así, pues, Jacques Motton, recobró la libertad tras haber permanecido en
las cárceles de la Inquisición por espacio de un año y tres meses y medio (258).
El importe total de gastos que le fue presentado ascendía a 3.520 MR. según
consta de la factura correspondiente (259). Por lo visto encontró gran difi
cultad en poder pagar tal cantidad, pues entre los papeles del proceso figura
una instancia fechada el 25 de septiembre de 1744 en la que expone a Su Emi
nencia el Cardenal Inquisidor General «que encontrándose en la imposibilidad
de satisfacer las costas que debía al Santo Oficio, y demás acreedores, y no
pudiendo tampoco sustentar a su mujer y tres hijos, ya que su oficio de tallista
de diamantes, solamente podía ser desempeñado en la Corte de Lisboa, pedía
a Su Eminencia con humildad por compasión y amor de Dios, tuviera la ca
ridad de librarle de dicho destierro, estando el suplicante arrepentido y siendo
tan grande la misericordia que usaba para con los pecadores» (260).
Examinada esta instancia por los miembros del Tribunal de la Inquisición
decidieron aconsejar a Su Eminencia el Cardenal que en vista de que «hasta
ahora no había ido al lugar del destierro, ni alegaba causa justa para que se
le perdonara, eran del parecer que Su Eminencia no debía concedérselo» (261).
Con este documento concluye el legajo correspondiente al proceso de Motton.
160
V.— PROCESO DE JOAO THOMAS BRUSLE
«C o n fe sió n » d el reo
Ese mismo día empezó a actuar, pues tuvo lugar lo que en términos inqui
sitoriales se llamaba «Confesión». En el caso de Bruslé el presidente de la
mesa del Tribunal fue el Inquisidor Simao José Silveyro Lobo, quien una vez
hubo tomado el juramento de rigor a Bruslé, le ordenó decir la verdad y guar
dar decreto. De los primeros datos expuestos resultó ser católico romano, de
44 años de edad, y natural de París, si bien hada ya siete u ocho años que
había salido de esa ciudad para recorrer Italia, Holanda y el Reino de Ingla
terra, a fin de mejor ocuparse en sus intereses y negocio de contratador de dia
mantes. De esta forma había llegado a Portugal hada tres años, poco más
o menos, con intención de establecerse dedicándose a labrar y pulir piedras pre
ciosas en lo que tenía ya una gran práctica.
En Lisboa hizo amistad con algunas personas, en especial con Monsieur
Bilhar, quien un día le persuadió con gran instancia «quisiese ser admitido en
una compañía, que se acababa de establecer en esa dudad, llamada de Franc
Masóns en lengua francesa, y de Pedreiros Uvres en la portuguesa, didéndole
(262) A.N.L., Inqvisifto Lisboa, Proceso n. 10.683. Proceso de Joao Thonuu Bruslé,
Lapidario natural da Cidade de Parii R* de Franca, e morador nesta de Lisboa. Manda
miento de Prisión, 16 mareo 1743. Apéndice 43 A.
(263) A.N.L., I * 4 *iis¡c*o Lisboa, Proceso n. 10.683. Actt de entren, 15 mano 1743.
Apéndice 43 B. Admisión en la cárcel, 15 mareo 1743. Apéndice 43 C. Respecto a la fecha,
tanto en el juramento del intérprete como en la primera confesión se da la del 18 de
mareo, así como en el encabezamiento del proceso.
(264) A.N.L., Inqmsieao Lisboa, Proceso n. 10.683. Juramento del Intérprete, 20
mano 1743. Apéndice 43 D.
161
il
que 1. ..I compañía se compon!. Je muy buen, gente, y que •! entwb. en
ella • '[(. .vud«k> V socorrido de todos en su. neteild.de>, y p<urU un. vid.
.legre, porque ..i.tirl. much» vece» . convite, y b.nquetc. en cw u que per.
eso e.t.b .n destín*!». y que por »u p.rte sólo h.brl,, de concurrir con un
moderído g.sto p .r. s u f r ir I. cen. del di. de ,u recepción, • l« que h«brf«
tic convidar a lo* demás compañeros como todo» hacían* (265).
A continuación derríbe las ceremonia» de recepción bajando a mucho» mái
detalle* que Motton. Así, por ejemplo, al ser despojado de todo el metal que
llevaba encima, tuvo que dejar «el dinero de oro y plata, el espadín, la» hebilla*
de los zapatos, la» de la* liga» de loa pantalones, y como la cuaca tenía uno»
botones dc metal, también debió quitársela* (266). Después le hicieron descal
zarse el pie derecho quedándose solamente con la media.
El resto referente a la acción dc vendarle los ojos, llamar a la puerta, intro
ducción, las tres vueltas dc rigor, la decoración del pavimento con la repre
sentación del templo de .Salomón, etc., es más o menos igual. Una vez situado
frente al Gran Maestre, y después de haberle respondido que quería ser admi
tido en la compañía dc los Pedreiros Ltvres le dijo: «Haced, pues, ahora lo que
yo hago». Y poniendo al mismo tiempo la mano abierta sobre el pecho, hicieron
lo mismo todos los que estaban presentes, así como el neófito, al cual ae le
acercó entonces uno de los dos que estaban al lado del Gran Maestre, y «le
hizo poner el pie derecho sobre el primer peldaño del Templo que estaba
pintado en el pavimento, y luego le hizo poner sobre el mismo peldaño el píe
izquierdo, dc suerte que quedaba el lado del izquierdo apoyado en el talón
del derecho, y dc este mismo modo hizo en los demás peldaños, con mucho
sentido y advertencia, levantando el cuerpo en cada uno de ellos para fingir
qtie iba subiendo como si verdaderamente fuera una escalera» (267).
Una vez que hubo subido todos los peldaños, pasando por encima del tem
plo llegó hasta el Gran Maestre que «estaba de pie con un compás de metal
en una mano, y un martillo de madera en la otra; y que llevaba colgada al
cuello una ancha cinta azul, como acostumbran los caballeros de las órdenes
militares En esa orna había, en lugar dc la medalla, un triángulo de metal
dorado muy bien hecho, y curiosamente labrado, y además en toda ella tenía
colocados con b»^n orden todos los instrumentos que se utilizan en el oficio
d' Pedretro, tomo son la paleta, la trulla, el martillo, el nivel, etc., todo ello
de metal dorado muy bien fabricado y hecho con mucho arte* (268).
Llegado al lado del Citan Maestre vio que tenía ante sí «un taburete junto
al cual estaban dos velas encendidas, y sobre él un libro abierto que era la
Biblia» A continuación el Gran Maestre le explicó el simbolismo representado
en el dibujo del templo. Después «le mandó desatarse la liga de la pierna
(269) Ibidet*.
(270) Esta reiteración eapecMicativa del lado del pecho descubierto, figura asf cn
el original.
(271) Apéndice 4 ) E
(272) Cfr. el capítulo correspondiente «1 Juramento, en especial el Aptndk* I D
del primer volumen.
(273) Apéndlct 45 E
(274) Cfr. nota 272.
(275) Apéndice 4 ) E
recíprocamente. Esta explicación a b a r c a bastantes folios del proceso. En el
mismo acto y tras un nuevo juramento fue admitufo al grado de compañero.
En este caso la exhortación del Gran Maestre fue dirigida a advertirle y
recomendarle mucho la observancia de todas sus obligaciones, las cuales se
encaminaban «a vivir en gran pa2 y unión amandose reciprocamente mucho, y
ayudándose fielmente en todas sus necesidades, negocios pertenencias y ocurren
cias no hablando nunca mal v por ningún motivo, del Principe, del Estado, ni
de su Gobierno; tampoco había de hablar y mucho menos disputar, sobre
materias de religión, cualquiera que ésta fuese» (276).
Acabada esa plática — siempre según la confesión de Joao Thomas Bruslé—
quedaron convidados a comer (277) en un banquete que fue «grande y esplén
dido», al principio del cual el Gran Maestre recomendó a todos «que no dije
sen palabra obscena que pudiese escandalizar, ni que se molestase a nadie con
palabra que fuese picante, y de cualquier modo ofensiva, ya que si alguno
contravenía esta orden sería multado con pena pecuniaria a su arbitrio» (278).
El final de esta primera confesión está dedicada a las casas donde se reunían,
[as personas necesarias para formar una logia completa (279), los oficios de la
logia perfecta, las ceremonias que se hacían en los convites dte recepción, sobre
codo la forma de brindar, etc.
Una vez retirado el reo, el parecer de los licenciados presentes durante la
confesión de Bruslé fue concorde en que «hablaba con verdad y merecía cré
dito» (280).
Seis días más tarde, el 26 de marzo de 1743, tuvo lugar la continuación
de su «confesión» que fue dedicada a citar los «cómplices» o miembros de la
Congregación de los Pedreiros Uvres que él conocía (281) y que eran casi todos
extranjeros. Volvió a completar el discurso del Gran Maestre en lo referente
al templo de Salomón, y tras aludir a las canciones que se utilizaban en la
logia terminó diciendo que cuando entró en la Masonería «entendía que eran
cosas indiferentes, y que en nada contradecían la fe y buenas costumbres; no
obstante, cuando se enteró que estas sociedades habían sido prohibidas por la
Sede Apostólica se apartó de ellas». Antes de concluir la sesión, se le amo
nestó seriamente a que confesase toda la verdad para descargo de su conciencia,
salvación de su alma y buen despacho de su causa» (282).
El 6 de abril prestó juramento un nuevo intérprete, el P. Carlos O ’Kelly,
dominio), rector del Colegio de Nuestra Señora del Rosario, pues el anterior
se hallaba impedido (283). Y el mismo día empezó su actuación en el examen
a que fue sometido Bruslé. Del largo interrogatorio que se le hizo apenas hay
;276) Ibidem.
.“ rárá*® duró desde las 9 de la mañana hasta las 11. Después se vol
vieron a reunir a la 1 para comer. Ibidem.
(278) lbidetn.
emharon ^otmar una completa son necesarias al menos siete personas. Sin
logia imperfecta. IbiTem * qU* “ * * U l0gÍa solamente con cinco- Io <Jue 8e Uama
(280) Ibidem.
RuveroV pfétrcf F ^ r n^ nbrT ? J03^ Gusto [sic] Gran Maestre, Bilar, Muton, Minique,
Xarmuar etc X NI V „ - Ju la?> F Palhete, Bolange, Moston, Laleioa, Vilanova,
dice 43F ’ ín^ ao Proceso 10.683. C e s i ó n , 26 marzo 1743. Apén-
Í282) Ibidem.
6 ab ril 11743. *>roceso n' 10-683. Juramento del nuevo intérprete,
164
nada que resaltar, pues tanto las preguntas como las respuestas coinciden fun
damentalmente en todo con las hechas a Motton.
Naturalmente también en este caso se muestra la honda preocupación de
los Inquisidores por todo lo referente al secreto y juramento, así como por
ciertas ceremonias de la iniciación que consideraron supersticiosas. Siguiendo
la misma fórmula que ya vimos en el caso de Motton, se le recordó todo lo
que había dicho, así como la publicación de la Bula de Clemente X II, y la
consiguiente prohibición de la Masonería en el Reino de Portugal, por lo que,
dado que en su confesión había ocultado la verdadera materia del juramento
a que se había sometido, le convenía confesar íntegramente cuanto supiera,
pues las circunstancias de que estaba rodeado le hacían muy sospechoso a la
pureza de nuestra Santa Fe Católica (284).
El examen de estas confesiones tanto ante la Mesa del Santo Oficio de la
Inquisición de Lisboa, como ante el Consejo General tuvo lugar el 23 de
abril de 1743, y también aquí se llegó a la misma conclusión: Que a pesar
de no resultar de los exámenes, ni de las confesiones del reo, prueba alguna
concluyente de que en las asambleas de la Corte de Lisboa se siguieran o prac
ticaran errores o doctrinas contrarias a la verdad de nuestra Santa Fe Católica
y buenas costumbres de los fieles, con todo, dado que las culpas confesadas
se consideraban suficientes, se acordaba que el reo fuera trasladado de las
cárceles de custodia a las cárceles secretas para ser procesado según reglamento.
Decisión que fue ratificada, el mismo día, por el Consejo General reunido
en presencia del Cardenal Inquisidor da Cunha (285).
E xá m en es de « G e n e a l o g ía » e «In s p e c ie *
(284) A.N.L, Ittquisiféo Lisboa, Proceso n. 10.683. Examen, 6 abril 1743. Apén
dice 43 H.
(285) A.N.L., Inquisigao Lisboa, Proceso n. 10.683. Examen de las confesiones en
el Tribunal y el Consejo General, 23 abril 1743. Apéndice 431.
(286) A.N.L., Inquisigao Lisboa , Proceso n. 10.683. Examen 1: Genealogía, 20 julio
1743. Apéndice 43 J.
165
y novedades muy perjudiciales a la verdadera doctrina de la Santa Madre Igle-
sia y unión de los fieles catolicos (287).
También en esta ocasión se insistió en el secreto, ya que «no era verosímil
que una Congregación inventase un secreto tan apretado para una materia
tan leve como había declarado, ni que hubiera personas que quisiesen suje
tarse a castigos tan horrendos y atroces por una culpa en sí levísima, como
era la transgresión de un secreto que no contenía materia de importancia, y que
el descubrirlo v revelarlo no sólo no sería perjudicial a dicha Congregación,
sino más bien útil y provechosa, pues de esta forma se desvanecería la vehemen
te v justísima sospecha que necesariamente llevaban consigo los juramentos y
congregaciones secretas» (288). Caso de no cambiar de actitud se podría de
ducir que el tal secreto y juramento que exigía una inviolable observancia «se
refería a otro fin y otras materias muy diversas de las que el reo había confe
sado, y que él no podía ignorar, si bien no las quería descubrir por preferir
ser observante de una secta condenada por la Iglesia que ser fiel y verdadero
católico» (289).
166
Tras esta diligencia un tanto protocolaria fue hecha pública dicha Prueba
de Justicia, consistente también en este caso, en las denuncias o declaraciones
de los testigos Enrique Machado de Moura [octubre 1742], Comelio Leruitte
[11 febrero 1743], Joao Liott [13 febrero 1743] y Pedro Bersan [14 febrero
1743], los cuales habían testificado ser el reo uno de los hermanos de la Con
gregación llamada de Fransmasons o Pedreiros Livres (295).
S e s ió n d e to rm en to
167
la sesión de tortura de Bruslé en presencta de su tnterprete el P. OKellv. Aquf
se siguió exactamente el esquema ya conocdo, siendo la unte, vanante 1. dura
ción del tormento que fue algo más breve, pues «en él se gastó cerc» de un
cuarto de hora» (303).
S e n t e n c ia f in a l
Apéndice 43 v ‘L> Inquhi(ao Usboa> Proceso n. 10.683. Sesión de tormento, 25 abril 1744.
dice 43 d. Quiíifao Liiboa, Proceso n. 10/>83. Factura de gastos. Sin fecha. Apén-
VI.—PROCESO DE JOAO BAUPTISTA RICHART
(311) Borges Grainha, op. cit. [ed. francesa], pág. 39, solamente alude a Richart.
(312) A.N L , Inquisifao Lisboa, Proceso n. 4.867. Proceso de Joao Bauptista Richart.
home de negocio, da cidade de París, Reino de Franc*. c morador nesta de Lisboa. Manda
miento de Prisión, 29 marzo 1743. Apéndice 44 A.
(313) A.N.L., Inquisigao Usboa , Proceso n. 4.867. Auto de entrega, 4 abril 1743.
Apéndice 44 B.
(314) A.N.L., In quistado Lisboa . Proceso n. 4.867. Planta do Carcere, 4 abril 1743.
Apéndice 44 C.
(315) A.N.L., Inquis'tgao Lisboa, Proceso n. 4.867. Juramento del Intérprete, 6 abril
1743. Apéndice 74 D. El mismo día fue requerido para jurar y actuar como intérprete de
Bruslé. Cfr. Apéndices 43 G y H.
169
.que fe ayudarían en su negocio y le socorrerían en cualquier aflicción o
E xá m en es de « G e n e a l o g ía » e «In s p e c ie »
(321) Ibidem.
(322) Ibidem.
(323) A.N.L., / nquisigao Usboa, Proceso n. 4.867. Examen Genealogía, 24 julio 1743.
Apéndice 44 H.
(324) Ibidem.
(325) Ibidem.
171
Debido precisamente . haber dicho que v.vf. y pensaba vivir siempre
como hereje protestante de la secta calvinista no fue mandado poner de rodi
llas como los demás procesados católicos romanos, para decir las oraciones de
la iglesia según la forma y estilo con que se comprobaba la instrucción de
los reos.
Tras amonestarle a que confesara todas sus culpas, y una vez cumplidos
los trámites de confrontar si estaba de acuerdo con lo que se había escrito
durante la sesión, fue devuelto a la cárcel donde permaneció casi cinco meses
antes de que volviera a ser llamado para comparecer ante el Tribunal y ser
examinado «I* specie», lo cual tuvo lugar el 14 de diciembre de 1743.
En primer lugar le fue leída la acusación que se iba a pasar al promotor
fiscal, que se basaba fundamentalmente en ser socio de una congregación con
denada por el Sumo Pontífice Clemente X II «como sospechosa de herejía y
perniciosa a la tranquilidad», y en la que se sujetaban por medio de un jura
mento «a castigos tan horrendos y atroces por una culpa en sí levísima (326).
Después fue amonestado por última vez para que confesara «enteramente toda
la verdad de sus culpas declarando la verdadera intención que tuvo al come
terlas» (327).
Sumario de cargos
D efen sa d el P rocurados
173
contrarios a la religión Romana en las asambleas y conventículos a los que
estaba unido» (332). ,
Basándose en esta acusación, la defensa del Procurador argüyó diciendo
que «estando fundada la culpa del reo prácticamente en la no observancia de
dicha Bula que prohibía dichos conventículos y asambleas, no debía juzgarse
al reo como transgresor de ésta sin que se probara y demostrara la noticia que
de ella tenía, con individuación cabal de su prohibición, la cual el reo siempre
ignoró hasta el presente, a no ser que se probara lo contrario, pues es bien
sabido que en derecho la ignorancia siempre se presume si no se prueba lo
contrario» (333).
Siguiendo en su razonamiento el Procurador añadió que aunque se quisiera
decir que el reo estaba obligado a tener noticia de la Bula, por haber sido
publicada, lo cual bastaba para inducir la noticia, con todo, la defensa en este
caso no merecía menos atención porque además de ser cierto que en la
ciudad de París no existía publicación alguna de los Decretos Apostólicos, el
reo, en el tiempo en que éste fue publicado en Lisboa, no se encontraba en
esta ciudad sino en Francia. Y, además, debido a que desconocía la lengua
vulgar. y apenas trataba con gente, ignoraba la existencia de tal Bula y «en
consecuencia estaba libre de la culpa que en razón genérica de la publicación
le querían imputar, por lo que en rigor de derecho era discutible máxime en
ese Tribunal de piedra» (334).
En tercer lugar, y aquí indirectamente, al menos, atañe a la Bula que con
denó la Masonería, expuso el abogado defensor que «estando asentado como
cierto, que entre los estatutos, que como ley inviolable tenía esta cofradía
intitulada cíe Pedreiros Livres, no había capítulo alguno que fuese contra nues
tra religión Católica, ni contra las buenas costumbres o el bien público, se
debía también considerar en consecuencia que en las ceremonias, asambleas y
reuniones que el reo hiciera, no había escándalo alguno, ni se practicaba materia
que atañera a ninguno de los requisitos ponderados» (335).
A continuación, la argumentación fue dirigida hacia el tema del secreto
«porque siendo cierto que el crimen por el que el reo era acusado consistía
en el juramento inviolable de no declarar los estatutos de la Orden, presu
miendo de este riguroso y extraordinario secreto, materia tal, que de su decla
ración se seguiría pena y castigo; con todo, constando, como constaba por la
declaración de éste, la cualidad del mismo, y que no contenía materia punible,
se seguía el que el reo debía ser absuelto, pues la culpa sospechada quedaba
desvanecida por la ley de la misma confraternidad, tanto más que la severidad
del juramento y el rigor de su no declaración, in se solum no era pena, ni
inducía culpa, ni era causa para aplicar castigo» (336).
Ademas, la Bula en que se fundaba el Libelo de Justicia no prohibía a los
particulares el ser Pedreiros Uvres, «sino aquellas reuniones y conventículos;
e tal suerte que el ser Pedreiro Libre in se no era culpable, sino el hacer
conventículos, no siendo otro el fin de esta prohibición que el presumir hubiera
en esas reuniones, prácticas contra la religión Católica y las buenas costumbres;
174
Jo cual disputandum venit» (337). Por otra parte la Bula «se debía ejecutar
no sólo según la forma de su declaración, sino también según las leyes y tratos
de derecho que no se limitaban a dicha Bula, ni se irritaban, sin lo cual las
leyes se entendían derogadas» (338).
Finalmente, el último argumento dentro del terreno jurídico y que también
tiene su aplicación para la Bula In eminenti, fue expuesto por el abogado de
fensor de Richart en el sentido dc que «según la forma de todo derecho, tanto
civil canónico [sic], como práctico, no podía ni debía el reo ser castigado o
declarado como sospechoso de herejía, sin que se averiguara o conociera haber
el reo practicado materias punibles, o insinuándolas, o dado escándalo al se
guirlas; de tal suerte que la presunción, en sí mismo, no tenía fundamento para
delito; y, por lo tanto, no se debía imponer pena alguna por esas materias,
sino más bien una búsqueda de mayor claridad y averiguación para poder pro
nunciarse en sumaria condenatoria»; por todo lo cual «no se debía presumir
en el reo, una siniestra intención y mal ánimo en las asambleas y reuniones
a que asistía» (339).
Tanto más — y con esto concluye la defensa— que «el reo era tan amante
de la ley católica, que tan pronto llegó a este Reino [Portugal] protestó y
protesta querer ser católico romano, por conocer ser ésta la verdadera ley y
además segura; y no había por qué presumir hiciese acto contrario aquel que
deseaba abrazar la verdad» (340).
Por otra parte — y aquí está la diferencia con el caso C oustos, como vere
mos— el reo «no había venido a este Reino para enseñar o dirigir aquella
cofradía, aun cuando tuviese el nombre [grado] de Maestre, pues en verdad
ésta estaba ya erigida y establecida siendo aquel título de Maestre un abuso
aplicado a los que tenían más noticias de las señales». Por todo lo cual el
Procurador esperaba que «el reo fuese absuelto de la culpa de justicia que se
le imputaba juzgándole no probado del Libelo» (341).
El escrito conteniendo esta defensa del Procurador fue entregado a la
Mesa del Tribunal que lo recibió «solamente a título de información y para
ser considerado al final», por lo que el 4 de febrero se determinó que el pro
ceso prosiguiera por sus cauces ordinarios (342). Así, pues, el 15 de febrero
de 1744 fueron el reo y su intérprete citados para entregarles una copia de la
Prueba de Justicia (343).
P u b lic a c ió n de la P r u eb a de J u s t ic ia
(337) Ibidem.
(338) Ibidem.
(339) Ibidem.
(340) Ibidem.
(341) Ibidem.
(342) Ibidem. _ _ , . . , .
(343) A.N.L., J»*w«»V«o Lisboa, Proceso n. 4.86/. Citación para la prueba de Justi
cia, 15 febrero 1744. Apéndice 44 M. . . . j , ^ ___ . Mtmm
(344) A.N.L., iH fM sieo Lisboa, Proceso n. 4.867. Requerimiento dd Promotor antea
de la publicación, 26 febrero 1744. Apéndice 44 N.
175
ción antes de la publicación de dicha prueba (345), y a continuación, puesto el
reo en pie le fueron leídos los cargos basados en los mismos testigos que vimos
en los dos procesos anteriores (346); a continuación fue sometido a un interro
gatorio en el que se le preguntó entre otras cosas «en qué Religión quería
vivir» (347). A esto dijo Richart que «quería dejar de todo su corazón la
secta protestante en la que erróneamente había vivido hasta entonces, y abrazar
la Religión y Fe católica romana, por haber oído, y serle dicho repetidas veces
que ésta era solamente la verdadera y única en la que podía salvar su alma,
por lo que pedía insistentemente mandaran instruirle en ella deseando lo hicie
sen con la mayor brevedad posible» (348).
El Inquisidor le replicó si quería tomar esta resolución por algún otro
motivo, o si lo hacia por parecerle que de esta suerte evitaría el justo castigo
que por sus culpas tenia merecido. A lo que Richart dijo que «estaba firmísi-
mamente resuelto a abrazar la fe católica romana sin más motivo que el de
querer salvar su alma, y para este fin solamente pedía le mandaran instruir,
y no por miedo alguno a ser castigado por sus culpas, antes de buena voluntad
se sujetaba a todo castigo que le fuera dado por ellas» (349).
Esta sesión concluyó con una exhortación de los señores inquisidores en
la que le fue dicho «que tomaba muy buen consejo al querer reducirse a nuestra
Santa Fe Católica, y detestar todos sus errores» por lo que como libre y espon
táneamente había solicitado «sería instruido a su tiempo en las cosas de fe
y misterios de ella» (350).
El 5 de marzo de 1744, se reunieron los Inquisidores para estudiar el caso
de Richart a la vista de sus culpas y confesiones, por las que resultaba estar
«legítimamente convencido del crimen de frecuentar, seguir y estar asociado
a la Congregación de los Pedreiros Uvres condenada por la Santidad de Cle
mente XII en su constitución que comienza In eminenti Apostolatus Specula.
Después de enumerar con detalle los diverso» pasos de su iniciación, grado
y juramento, fueron todos los votos del parecer, a excepción de los diputados
Sebastiao Pereira de Castro y Felippe de Abranches de Castello Branco, «que
supuesto que el reo era, como decía, hereje protestante, y como tal había
vivido siempre nacido y educado en la herejía, sin instrucción de nuestra Santa
re Católica, csí.; no le libraba de quedar sujeto al juicio de la Iglesia en el
presente caso, y a la jurisdicción de este Tribunal para ser castigado por el
grave escándalo que había dado en este Reino al hacerse en él miembro de
una Congregación y sociedad condenada por la Sede Apostólica, no sólo como
sospechosa de herejía, sino también como perjudicial a la República temporal
v espiritual, y escandalosa a los fieles católicos que, como hijos obedientes de
J 8 d^ben religiosa y ciegamente observar sus preceptos y prohibiciones,
pues asi lo determinan las leyes de este Reino respecto a los herejes que en él
delinquen con escándalo» (351).
176
]ohti Coustos. J eta n d o en la Inquisición de Portu^ú por el delito de Frune Masón
nn > I nou i HJo res Apoftolicos co n tra a h eretica pravidade,
s,- .uH)ibli.i neftas CidaJes Je L isb o a ,& leu d e ftrieto ,& c.
M.uulamos a qualuuer H n n l i a r , ou Oíficial do Santo
•• ' y ' / ' <t / rr1
Oincio, uue L/4..1/U ¿ i \ i x> oa. ¿ím /jul //< *t ju c / cí
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•jSfill Aíxaac v // ¿C'iJ.’u
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/ p u -rv .u s > "’‘ .<</ut/frc X t v ? h ^á J por culpas que co n tra elle ha
nC' : k v i t o Oí :c<o,'obrigatorias a prizaó , & preztf a bom recado, c o m
i. nuis tare neecllarioa leuulo, & te t /Sit C >^ -------—
cm v.inhctro para leus alimentos, trarcis & entregareis, debaixode
v v. e ao Alcaide dos carterosuaUwWm Uj.'a é /iyui'tiuu> 1 mandamos
ctr. virtude de la;ua Obediencia , te fobpena de excommunhaó maior,
^ oinnhcntos cruzados para as dclpezas do Santo Cilicio , & de
p; •-ccdcrmos como mais nos parecer, a todas as pefloas, ríl¡ I ccleliaí-
; u ' c o m o ¡oculares, de cjuakjuer grao, dignidade, condi^aó , & prc he-
b': en fia que ícjaó, vos nao impidaó fazer o íobredito , antes íendo por
\i l'.xndos, vos den» rodo o favor, & a]uda¿ mantimentos, pouíadas,
t.invis, !frro>, cadeas, cavalgaduras, barcos, & tudo o mais t|uc for ni—
cc:'¿r¡<\ pelo pre^o , & eftado da térra. Cumprioaííi com muirá caute
la , & tegredo , al nao fa^ais. Dado em Lisboa Qtewebttstsri» no Santo
U:: c¡o ca Incjuiii^aó lob noflos finaes, & lello della. ¿ 4 ; nov* <x/<i i/.
/ /¿tx j Li c ¿ ti iu A ¿trti Jé ¿ e cjf<4icn(&. e h / J </ / ^
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Tormentos del francmasón John Coustos en Lisboa en 1/44. según la /mUtcactón de 1790
Umcwraftdcd Su ffcrinas af lohn Consto»
T E R M O DE S E C R E D O .
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l'tmij}*) >
■<vcffj ffrwdfjn prjy ¡ohn (jjtn/ns. 2) íunio 1744
A continuación hay un intento dc justificar que realmente el reo había
cometido verdadero escándalo, pues «ninguna otra ocasión de ruina espiritual
se podía considerar mayor para los católicos, que el saber y estar viendo fre
cuentar, seguir y promover, con asistencia de tantas personas de nación y reli
gión diferentes, congregadas en diversas casas, prevenidas de las mayores cau
telas, una sociedad expresa y severísiraamente condenada por la Sede Apostó
lica, como gravemente sospechosa de herejía, con notorio desprecio de los de
cretos pontificios y saludables determinaciones de la Iglesia» (352). Y puesto
que la nueva Constitución condenaba todos estos hechos, agregaciones y re
uniones como sospechosos de herejía, «bastaba para dar solidísimo fundamento
a los Inquisidores a que procedieran contra ¡os culpados, siendo católicos; y
de la misma forma era suficiente el gravísimo escándalo causado por la trans
gresión de aquello mismo que el Pontífice en ella expresamente determinaba,
para proceder contra los culpables siendo éstos herejes» (353).
Se s ió n de to rm en to
(352) Ibidem.
(353) Ibidem.
(354) Ibidem
(355) Ibidem
(356) Ibidem. „ . , „
(357) Fr. Domingo de Santo Thomas, Joachim Jarreen MoUer, y Bernardo de Castro
c Lemos. Ibidem.
177
porque con este leve grado de tormento encontraban a su juicio suficientemente
purgados todos los indicios que de la prueba resultaban vista y considerada
la individuación y verosimilitud de sus confesiones» (358).
Todavía hubo quienes (359) opinaron que «el reo no sólo no estaba en
condiciones de ser puesto a tormento, sino que ni siquiera de procederse contra
él de cualquier forma que fuera, visto que era extranjero y hereje protestante»,
pues tales herejes no podían ser molestados «por causa de conciencia en el caso
de ser formalmente herejes, y mucho menos en el caso de ser solamente tenidos
por sospechosos, exceptuados únicamente los casos de la Bula Antigua Judeao-
rum perfidia de Gregorio X III, que no se le argüía, o en el caso de dar escán
dalo. lo que no quedaba demostrado, y que se debía probar legalmente para
fundamento de la jurisdicción de este Tribunal, pues a su juicio no se justificaba
el tal escándalo por la simple agregación a la sociedad de los Pedreiros Livres,
establecida en este Reino» (360).
Tras una serie de argumentos que todavía venían a remachar más la idea
ya expuesta, el diputado Sebastiao Pereira de Castro concluyó que «aunque en
él presente caso faltase todo lo manifestado, no había prueba alguna, ni siquiera
para ia tortura más leve, por no haber indicio alguno de que en este reino
obrase el reo, en las reuniones de su sociedad ninguna otra acción aparte de
las que ya había confesado, pues venía a coincidir con los otros reos de la
misma culpa que se hallaban presos en esa Inquisición, sin que de sus confe
siones resultara indicio alguno de que en dicha Congregación se practicara otra
cosa que no fuera aquello mismo que este reo había declarado, y constarle
por personas fidedignas que ni siquiera en los reinos extranjeros se practicaba
otra cosa, resultando de esta suerte totalmente inútil el uso de la severidad de
la tortura, ya que no había esperanza de averiguar más de lo que por sus
mismas confesiones se había obtenido» (361).
La decisión definitiva quedó en manos del Consejo General que, reunido
el 10 de marzo de 1744, acordó que Richart «fuera puesto al tormento, y en
él atado con la primera correa pudiendo sufrir a juicio del médico y cirujano,
y a arbitrio de los Inquisidores» (362).
La amonestación antes de la Sentencia del Tormento tuvo lugar el 25 de
abr;l de 1744 {363 j, y a continuación se le leyó la sentencia de tormento, con
secuencia de la acusación que se ie hacía de que «había causado gran escán
dalo a muchos católicos romanos con las reuniones de la secta de los Frattcs-
Massons o Pedreiros Livres, en los que se presumía con gran fundamento que
se practicaban cosas mayores de las que el reo había confesado» por lo que
se ordenaba fuera puesto a tormento «a fin de que acabara de declarar todo
o lciernas J que se practicaba en dichos conventículos, asambleas y reunio
nes» (364).
(358) Ibidem.
Branco^\bídem <^iputa^os Sebastiao Pereira de Castro, y Felippe de Abranches Castello
(360) Ibidem.
(361) Ibidem.
dc- Tor mento^25 'íbú \‘\l¡A A p én d ice'S T 4 M l ' Amonestación ante# de la Sentencíá
1744 Apéndice 44 Pf0ces0 n. 4.867. Sentencia de tormento, 25 abril
Ese mismo día tuvo lugar la sesión de tormento que se desarrolló según
el esquema ya visto en los casos anteriores con la única variante de que fue
sometido a un grado leve de tortura (365).
Se n te n cia f in a l
(365) A.N.L., Inquisi^ao Lisboa, Proceso n. 4.867. Sesión de tormento, 25 »bril 1744.
Apéndice 44 U.
(366) A.N.L., Inquisifao Lisboa, Proceso n. 4.867. Conclusión de sentencia, 20 tn«yo
1744. Apéndice 44 V.
(367) Ibidem.
(368) Ibidem.
179
un* ve? observado lo cual debería volverse a examinar el proceso para ver qué
decisión tomar (369).
Sumiendo estas instrucciones, el 25 de mayo de 1744, fue convocado ante
la Inquisición el intérprete P. Fray Carlos O Kelly, para comunicarle que el
reo al que asistía «quería hacerse católico romano, y reducirse a nuestra Santa
Fe», para lo cual él debía instruirle «en todos los misterios de nuestra Santa
Fe necesarios para la salvación de su alma»; lo cual dicho Padre prometió cunv
plir bajo juramento hecho ante los Santos Evangelios (370).
F.1 5 de junio fue nuevamente citado el P. O ’Kelly, y tras el juramento de
rigor se le preguntó si «ya había instruido al reo Joao Baptista Richart en los
misterios de nuestra Santa Fe Católica, necesarios para la salvación de su alma,
como se le había mandado» (371). A la cuestión sobre la verdadera intención
de Richart cn su conversión al catolicismo, el Padre instructor respondió que,
a mi juicio, creía era totalmente sincera, sin ningún motivo temporal. Final
mente, se le consultó si, a su juicio, ya estaba k> suficiente instruido, cosa que
también afirmó el P. O'Kelly, pues el reo «tenía un entendimiento claro, y
percibía muy bien todo cuanto le decía y explicaba» (372).
Tres días más tarde, el 8 de junio de 1744, fue sometido Richart por el
Inquisidor Simao José Silveyro Lobo, a un largo examen para confirmarse de
la autenticidad de sus sentimientos y motivos, y si lo hacía con entera y libre
voluntad sin coacción de persona alguna. Una vez asegurados de la veracidad y
limpieza de sus intenciones fue exhortado a dar gracias a Dios por la gran
merced que le había concedido y a permanecer fielmente en el nuevo camino
que emprendía. Tras esto hizo el juramento de reducción (373).
Ese mismo día se reunió la Mesa del Tribunal de la Inquisición para dicta
minar la sentencia definitiva. De hecho fue esta reunión una segunda edición
de la ya celebrada el 20 de mayo de 1744. Por un lado se pidió que la
sentencia le fuera leída al reo en un Auto Público de Fe por las razones
aducidas en aquella ocasión, a lo cual se opusieron los mismos diputados argu
yendo con las razones ya esgrimidas entonces (374). Pero esta vez el Consejo
General dio h razón a estos últimos, y el voto de sentencia quedó definitiva
mente en el sen ido de que el reo «oyera su sentencia en la Sala del Santo Oficio
¿■me los Inquisidores, Ministros y Oficiales de la Inquisición y algunas personas
eclesiásticas seculares y regulares, fuera absuelto ad cautelam d é la excomunión
mayor en que pudiera haber incurrido, y que pagara las costas» (375).
La sentencia, pues, quedó redactada en forma similar a los casos de Motton
y Bruslé, siendo hecha pública a Joao Baptista Richart en la Sala del Santo
Apindke 44J¡L ’ lnqmiui*c Ushoa> Proceso n 4867• Voto de sentencia, 22 mayo 1744.
1vO) A.N.L., Inyutsifao Lisboa, Procero n. 4.867. I uramento y compromiio del In-
térprete de instruir al reo. 21 mayo 1744. Apéndice 44 Y.
U y/í^ toT ?*-* Á X ^ 4 4 I 7ÍO'* PrOCCT° " 4867' Te,timonio del lDtéfPrete P’ ° ' Ke*
(372) ibidem.
Apindiít* 44 r ^ lrl^uiu<ao Lisboa, Proceso n. 4.867. Examen y reducción, 8 junio 1744.
180
Oficio con la solemnidad acordada, el día 1 de julio de 1744 (376), no cele'
brindóse con tal motivo Auto de Pe, a pesar de que Borges Grainha afirma
lo contrario en su Historia de la Francmasonería en Portu¿d (377). El mismo
día prestó Richart el juramento de secreto y fue puesto en libertad (378).
(376) A.N.L., lnquisi$*n Lisboa, Proceso n. 4.867. Scntenci», 9 junio 1744. Apéndi
ce 44 d.
(377) Borcks Grainha, op. cit., pig. 39. . „ . ,
(378) A.N.L., I*f*ififwo Lisboa, Procwo n. 4.867. lutwnento dc Secreto, 1 Julio 1744.
Apéndice 44 c.
VII.—PROCESO DE JOHN COUSTOS
Más interés encierra el proceso de Tohn Coustos, no sólo por ser tn¿« cono
cido (379), y haber sido más estudiado (380), sino sobre todo por las decla
raciones que hizo ante los inquisidores, y que adquieren un doble valor por
ser el Venerable de la logia lisboeta (381) y por no profesar la religión cató
lica (382).
John Coustos era suizo, pero había adquirido la nadooalidad inglesa, y des
pués de haber vivido mucho tiempo en París se trasladó a Lisboa, donde fue
denunciado y procesado por la Inquisición. Una vez obtenida la libertad, y
ya en Inglaterra es cuando publicó una emocionante relación de sus sufrimien
tos (383), en la que él mismo se autorretrata como un héroe que hizo frente
a los jueces de la Inquisición, rechazando divulgar los misterios masónicos, de
safiando al tribunal, y, finalmente, sufriendo interminables torturas.
Durante mucho tiempo esta autobiografía fue creída al pie de la letra. Lo
que no podía tal vez imaginarse Coustos es que un día llegarían a conocerse
las actas íntegras de su proceso, conservadas en el Archivo de la Inquisición de
Portugal (384), y que permiten corregir algo su versión.
183
I n te r r o g a to r io s in ic ia l e s
184
del Sancti Spiritus, de Christo, y de todas las demás del mundo por ser ésta
más noble, y más antigua que todas aquellas» (391).
Sin embargo, en las Procédures cuñeuses de l’lnquisition de Portugal con-
tre les Francs-Mafons, el mismo Coustos escribe que fue el Presidente del Tri
bunal el que le preguntó si la Masonería era ella misma una nueva religión.
A lo que respondió que ella solamente ligaba, a los que la componían, a vivir
en caridad y a amarse con un amor fraternal, unos a otros, sin fijarse si hacían
profesión de una religión diferente o no (392).
Respecto a la prohibición pontificia confesó que en cuanto tuvo conocimiento
de ella entró en duda de recibir más cofrades y hacer más asambleas; sin em
bargo, se resolvió a continuar con ellas en la misma forma que antes, porque
algunos extranjeros le dijeron que aquella prohibición se entendía afectaba
solamente a los portugueses y, en modo alguno, a aquellos que no fueran na
cionales (393).
El 26 de marzo de 1743 continuó la confesión de Coustos en la que se le
preguntó cuál era la razón por la que los Maestres de la Masonería tomaban
juramento a los candidatos sobre una Biblia o libro de los Evangelios en el
jugar en que se encontraba el de San Juan. La respuesta fue que «al destruirse
el famoso templo de Salomón se encontró debajo de la primera piedra una
lámina de bronce en la que se hallaba esculpida la palabra siguiente: Geová,
que quiere decir Dios, dando a entender que aquella fábrica y templo había
sido instituido y edificado en nombre del mismo Dios a quien se dedicaba,
siendo el mismo Señor el principio y el fin de tan magnífica obra. Y como en
el evangelio de San Juan se encuentran las mismas palabras y doctrina, por
esta razón se tomaba el juramento sobre aquel lugar para así mostrar que todo
el instituto de esta Congregación se hallaba fundado en la misma doctrina que
Salomón observara en su suntuosa obra» (394).
Respecto al fin de la Masonería en esta misma ocasión reconoció que no
era otro sino el poderse ayudar unos a otros, para cuyo efecto había en Ingla
terra y en otros reinos determinadas cajas en las que recogían las propinas que
pagaban los cofrades cada mes y con motivo de su ingreso, sacando solamente
de ellas una parte que era necesaria para las comidas que se hacían, dedicán
dose lo demás a socorrer a los congregados pobres que necesitaban semejante
ayuda.
El siguiente paso, según las normas del Tribunal, fue someter al reo a
examen para comprobar la veracidad de sus confesiones. Tuvo lugar los días
30 de marzo y 1.° de abril de 1743. y en él, Coustos, después de declararse
miembro «de la secta anglicana de los protestantes», se reafirmó en lo dicho
anteriormente (395).
Entre otras cosas en que insistió el Inquisidor Manoel Varejao e Tavora
fue el saber si en la Congregación y Sociedad de los Pedreiros Livres existían
algunas reglas, estatutos o doctrinas pertenecientes a la religión. Ante la nega-
(391) Ibidem.
(392) C oustos, Procédures curicuses..., op. cit.. píg. 28.
(393) A.N.L., Inquisi(do Lisboa, Proceso n. 10.115. Confesión. 26 mano 1743. Apén
dice 45 E.
(394) Ibidem.
(395) Sobre este punto se le preguntó si había sido algún tiempo católico romano pa
sando después a dicha secta protestante por alguna circunstancia o motivo; a lo que res
pondió que pertenecía a ella desde que tuvo uso de razón, ya que era la que profesaban
sus padres. Ibidem.
185
tiva de Coustos, se enfocó entonces la cuestión sobre si se permitía a los socios
de dicha Congregación seguir cada uno la religión que quisiese o si era preciso
que siguiesen" alguna determinada. La respuesta de Coustos fue en el sentido
de que no sólo les estaba permitido, sino que en el juramento que hacían cuando
entraban en la congregación, prometían cada uno observar su propia reli
gión (396). . ,
Siguiendo con esta materia el Inquisidor preguntó como querían persuadir
al Tribunal que en aquella Congregación no había cosa culpable y digna de
castigo, si estaba reconociendo y confesando que en ella se permitía por este
motivo la libertad de conciencia dando así motivo y ocasión a que todos siguie
ran con irreparable perjuicio «esta horrenda, escandalosa y abominable toleran
cia». Coustos argüyó que si obraban así era para poder admitir en dichas re
uniones a toda clase de personas que siguieran cualquier religión. Sin embargo,
no era su ánimo e intención aprobar o condenar por este hecho, ninguna de
ellas, ni decir cuál era la mejor, dejándole a su libre arbitrio el poder obrar
bien o mal. Por esta causa estaba prohibido en las reuniones tratar materias
que pertenecieran a la religión (397).
Todavía el Inquisidor insistió diciéndole que por qué pretendía disculparse
de esa forma, si era moralmente imposible que entrando en esas reuniones per
sonas de diversas religiones, dejaran de practicar doctrinas pertenecientes a ella,
siendo todo muy propio y natural de los que seguían semejantes errores y
sectas. La respuesta de Coustos fue una nueva afirmación de que allí no se
permitía hablar de materias de religión precisamente porque los Reyes y Parla
mentos ?n ese caso no permitirían semejantes congregaciones (398).
A la insta del examen y confesiones de John Coustos pareció a los Inqui
sidores que «constaba por la misma confesión del reo, que él había introducido
y practicaba en la Corte de Lisboa la secta y Congregación de los Pedreiros
Livres, haciendo varias reuniones y asambleas en lugares ocultos que para esto
determinaban; que se había constituido Maestre y Cabeza principal de ellos,
arrogándose a sí, por este principio, el título de Venerable, y haciendo otras
muchas acciones, ceremonias y actos supersticiosos de los que había dado erra
das y temeronas explicaciones, queriendo juntamente persuadir que esta Con
gregación era más noble que todas las demás del mundo; al mismo tiempo
que reconocía y confesaba que se hallaba reprobada por la Santidad de Cle
mente XII Í399).
Además, hicieron constar los Inquisidores «el escándalo público que daba
en Corte, con las susodichas reuniones y conventículos que en ella practicaba
con perjuicio de muchos católicos romanos que admitía para secuaces de dicha
secta; tanto más que se hallaban condenadas por la Sede Apostólica dichas
reuniones y asambleas, como perniciosas al bien común y espiritual de las almas,
como se deducía de las claras, sólidas y seguras palabras del Decreto Pontificio
que se hizo público en el Reino» (400). Todo lo cual eran culpas suficientes
para que el encausado fuera preso en las cárceles secretas de la Inquisición sin
secuestro de bienes, y según ellas procesado.
096* Ibidem.
(397) Ibidem.
186
Sum ario d e carg os
187
dm cho q .» « «oh* punto* |*rnklo.<« ht r fll« » y M tludkliln, m «ti» .1
bien « I b L .c.»ixw.l V P'lnc|P»lm,nle *' «Plfliu»!
de la# alma» de los tiele» católico# romano# (406).
Fn conaccueneia Coustos ci considerado perturbador y cauiante de encáña
lo v ruina espiritual de In» alma* de los fie le» católico, romano», por lo que
el F»c*l pulió turra cargado con la* más graves penas según derecho y U#
Bulas pontificia».
( 4Ü6 | «I ur» nn « vcruilrcul prartH|urn l<m cómplices de ella tanta c#Uf#l# y r##|U*rdo
« « i * convrmkiiiiM «i m H l«i m* tratasen cosas d r poco valor y eon»ld#r#ctón
como f« «ytular* 1<« uno» « |„» nir,,», utmn H Ken quiere persuadir, puei no M n*Ct##rlo
pa r n mmn *m«-* Ixrn «lemlo •*(, deberían manifestar y h#eer pdbllc# obra
I1* 1* servir «Ir rjnnplo r imitar a los demás a hactr 1» m ism o*, IbldttH.
n asT t í r.i *"*' U' **’»nhre 1742); ( inm rllo Leruitte (11 fcbraro
íiM / i k r l i r ’ t í í t V L H T i / 4 ' »' (14 febrero 1743): M .’ R o m C lav*
Vti i M p ?é i! ! i ; j n '? rr Rí,|?ln {? s frhw,rn 174»). A N, l „ , ¡Hnuhlféa Ih b o*, P roctso n,
H diciembre 174) Ap4ndlra 45 1,
IHH
SltlIÓN DR TORMKNTO ' SfcNTKNC.tA PIÑAL
r v ' í' hfEVALUER' °P Clt > pág- 84, que cita este texto, da la siguiente referencia:
o.i P. M$s. Fr. n. 4.090, fol. ¿0. No obstante este legajo sólo contiene cartas del si
glo xvm, y además se compone de sólo 27 folios. Apéndice 45 Y. También se ocupa de
este asunto el caballero de Mouhy en sus informes policíacos del 1 de agosto de 1744. Cfr.
tsTREE, Paul, Un journaliste policie>, le chevalier de Mouhy Revue d’Histoire litteraire
de la France, 4 (1897) 195-238. Apéndice 45 Z.
¡k ^ k_sta lo componen 22 hombres y 11 mujeres.
, . '. A.D.P., Portugal, vol. 79, fol. 76. El embajador de Francia en Portugal al Pri
mer Ministro. Lisboa, 23 junio 1744. Apéndice 45 a.
(423) A.D.P., Portugal, vol. 79, fol. 72: «Lista das Pessoas que sahirao condena?oes,
que iverao e senten^as que se ferao no Auto publico da Fé, que se celebrou na Igreja do
Convento de S. Domingo desta Cidade de Lisboa em 21. Junho de 1744 «cndo Inquisidor
W ¡ T° remj",enti slmo / reverendissimo senhor Nuno da Cunha, Presbítero Cardeal da
¿3? & de Santa Ana*tasia, do Conselho de Estado de S. Mages-
Tr^iijriín _ fi45 b O b*rv«e que tal como fue acordado en el Consejo General de la
en\l a . Pichart, cuya abjuración tuvo lugar de forma privada
f i , T Srn? . ed^ a o ,dc la Inquisición Cfr. nota 374
ina aue se y ía h ! una lesión en un brazo con inflamación de una pierna de tal for-
í^ i a m i r mucho tiempo en la enfermería de las Galera».
P-ni ^ustoTaV’l n S ^ r f ’ í ^ 6*0 10115- Solicitud de conmutación de la
P-na. bustos al Inqu^idor General. Lisboa, 22 septiembre 1744. Apéndice 45 X
190
en la Corte, y debía servir de ejemplo a los demás herejes para que vivieran
con menos soltura y más moderación (426).
Por estas mismas fechas, Coustos, por meció del masón Nonay, escribió
también a su cunado describiéndole su desgracia, y suplicándole implorara en
su favor la protección del duque de Harrington, al cual estaba rnás o menos
ligado (427). Harrington habló al duque de Newcastle, primer ministro del
Rey de Inglaterra, y éste obtuvo del Rey Jorge II el que enviara a su Emba
jador en Lisboa, Lord Compton, una orden encargándole obtener del Rey de
Portugal, la libertad de Coustos. En el Public Record Office of London están
los documentos confirmativos (428).
El 14 de septiembre, el embajador inglés en Lisboa acusaba recibo de la
carta del Duque de Newcastle, escrita el 31 de julio. En ella se lee que en
obediencia a lo ordenado por Su Majestad se había esforzado por obtener la
libertad de Coustos de las galeras donde estaba condenado por la Inquisición,
por haber celebrado una logia de Free-Masons, a pesar de estar prohibidas tales
reuniones en ese Reino. De las gestiones realizadas por lord Compton ante el
Cardenal Motta y el Cardenal Da Cunha a este fin, tan sólo obtuvo en prin
cipio buenas palabras, pues en realidad consideraban a Coustos de nacionalidad
suiza, y no inglesa, ya que había nacido en el cantón de Basiiea, y además no
sólo era francmasón, sino el Maestre que pretendía mantener esas asambleas a
pesar de la prohibición de la Iglesia, de la que no era miembro. Tras aludir a
la ignorancia de Coustos sobre tales prohibiciones, el embajador inglés expuso
al Cardenal Inquisidor General la crítica situación en que se encontraban la
mujer y los hijos de Coustos, quienes no tenían otro sustento que el proce
dente de su propio trabajo, condiciones que espetaba moverían a Su Eminencia
a mirar con compasión al pobre Coustos (429).
Finalmente, el embajador habló con el Sr. Azuedo, quien le prometió su
intervención ante el Cardenal Da Cunha a fin de conseguir la libertad de Cous
tos. De todos estos contactos la impresión sacada por lord Compton fue que
Coustos en breve tiempo estaría en libertad de irse de Portugal, pues no creía
le permitieran quedarse en el país después de lo ocurrido (430).
Un par de meses más tarde comunicaba el embajador británico que Coustos
había sido, por fin, puesto en libertad, si bien no se le autorizaba a quedarse
en Portugal; y dado que él mismo manifestaba grandes deseos de salir tan
pronto como le fuera posible, había tomado pasaje en uno de los barcos de
guerra holandeses que entonces estaban fondeados en el Tajo (431). Parece
ser que en esta última diligencia intervino también el embajador de Holanda
en Lisboa, quien fue el que consiguió del vice-almirante holandés permiso pora
el embarque de John Coustos a bordo de su navio Damietta (432).
191
D e c la r a c ió n de L a m b e r t o Bo l a n g e r
43* s "
ix-—- s m /s — jz üs-e
p l. N O N T V S S.R.E.PRESBYTER CARDIXALIS \
U S A f V N H A L V S I T A N V S T I T V L I S. A X A S T A S í A j
IHJCiENERALlS IN REGNIS L V SI T A N I A . INQVISITORj
iH CRT-ATVS DI E X VIII M A lf AilH C X II
e Jt* /j l Arm/v . ...
r r r iW
iíLLLmJLl
. ’J .A N DF. L A LOGK DES F R F .R K .S M A C O N S
Plano de la logia de los hermanos masones. Grabado francés del siglo X V III
SENTENCE
DE POLI CE,
Q u i renouvelle les deffenfes a íoutcs pcrfo>¡nes dc s’a f
fembler , ni de forrner aucanc Sífiociation , c t 1 anx
Cabarcticrs , Traitcurs , O* autres dc les rcce^jots
cheZj eux s E t condamne le nommé O z^ouf 3 Lim o'jo
dier y en deux mille h<vres d'arriende, c ? le nomine
A lo r c t , T * raitetir, en celle dc trois mille h vres, ron?
avoir contre-jenii aufdites deffenfes.
Extrait des Rcgiílrcs du Grc/Fc d c l ’Audicncc dc la Chaiv.bic d c
P ó lice du CiialWlet dc París.
M es í í i t s S e i c n e u s ont cru dev oir prendre cette affaire en férieufe con fia
duración. Et com m e de íeroblables AíTociations, 8c les AÍTemblées q u elles o c c a u o n -
nene ne íonc point convenables dans un petit E ta t, & pourroient avoir d e tres-
dangertufes coníequences dans c e l u i - c i , & lon t d ’ailleurs contraires a QOB L o iX
3c a la Conlticution de nótre Etat.
Mandan* au Seigneur Lieutenant, aux Seigneurs Commis fur les D izain es, d e
teñir ia main á l’exécution des prefemes , fie aux Direnicrs 8c Sous -D izen iers d y
vctller 8c raporter les Contravcntions qu’iU apercevront.
Et afin que perfonne ni l’ígnore , les prcicntcs feront publiées & afBchéeS aux
lieux accoutumés.
193
i)
oh.tu.ie no (altan autores que alirman que el 1." de iuwo de 1743 fueron
portugueae., «endo el 24 de ¡unjo dc
1744 (4J 0)luem ado. otro. do. «para expiar el crimen de haber entrado en
Ja Francnuaooeffa» (451). AírtMcián un tamo gratuita u tenemoa praentc
la documentación analúada en lo. capitulo, antertorea.
(450) Obsérvete que el Auto de Fe celebrado en Liiboa, donde fueron le(d«i \u «en-
tencta»i contri
\°nr *m
C
Couatot,’ Brualé
®ru>^ V ”Motton. tuvo 'lugar el 21 de junio d« .1744.
...
(451) OavALUM, op cu., píg. 85; LRmatart, Dit Prtimaurer, Wien, 1932, pf«. 174-6.
194
VIII — INCIDENTES MASONICOS EN DIVERSOS PAISES
De finales del año 1743 se conserva el primer testimonio directo del Papa
Benedicto XIV acerca de las sociedades secretas <452), si bien es cierto que
no alude a los Liberi Muratori, sino a una sociedad que había aparecido en
Avignon con el nombre de la Felicité, que, naturalmente, tenía bus reglas y
características (453), y a la que pertenecían bastantes demás y señores de esa
ciudad, según le había comunicado el propio arzobispo de Avignon (454). Este
había publicado una orden prohibiendo dicha Sociedad; orden que levantó
los ánimos del país hasta el extremo que Benedicto XIV tuvo que escribir una
carta al Vice-Legado (455), quien consiguió restablecer la pac.
El mal — según escribía Benedicto XIV ai Cardenal Tencin— tenia su ori
gen en Francia, y había sido llevado a Avignon por oficiales de esa dudad,
que servían en Francia, y que se mostraron públicamente con las insignias de
la orden de la Felicidad. El Vice-Legado les ordenó quitárselas, y ello* obe
decieron.
No obstante, el Arzobispo de Avignon escribió a los Obispos vecinos, y
comprobó que pensaban igual que él acerca de este asunto. Por estf raaón
195
el Papa rogó al Cardenal Tencin «representara al Rey el peligro, y excitara
su celo para cfcs.ru,r en el reino tojas esas permctosas sociedades» (456)
Unos meses más tarde B e n e d ic to XIV , en su correspondencu con el Car-
denal Tencin volvió a ocuparse de la bebo Jad, pero esta vez relacionándola
ya con la Masonería. El 25 de marzo de 1744 se expresa así el Papa: «Tenemos
noticias de Avignon de que los Liben Muratori han celebrado en Nnnes y en
Montpellier una solemne tiesta, en la que ha habido admisiones de nuevos pro
sélitos De Avignon han partido damas y caballeros para asistir a la fiesta. Des
pués volverán a casa donde no dejarán de hacer una nueva colonia de Liberi
Muratori, como va intentaron hacer con el título de la Sociedad de la Felicidad,
si el celo de aquel Mons. Arzobispo no se hubiera opuesto. La alegría, la diver
sión. la libertad de tratars no tienen necesidad de estímulo, sino de freno. Viva
mente le rogamos transmita nuestras instancias a Su Majestad Cristianísima, a
íin de que con su autoridad haga cesar en aquellos sus dominios la secta de los
Liben Muratori, que tantos otros Príncipes han arrancado de sus países» (457).
En esta acción directa de Benedicto X IV presionando al Rey de Francia
para que exterminara de sus dominios la «secta» de los Liberi Muratori, como
habían hecho ya otros Príncipes, no acaba de verse claramente si lo que le
preocupa es el aspecto religioso de la que él llama secta, o más bien ese otro
que especifica: la libertad, y que a juicio del Pontífice tenía necesidad no de
estímulo sino de freno.
(459) Ibidem.
(460) Ibidem.
(461) Ibidem.
(462) Ibidem.
(463) B.N.P., Mss. Joly de Fleury. vol. 184. fol. 75. Daguesseau, Chancelier i Joly de
Fleury, Procureur Général. Paris. 4 mai 1744. Apéndice 48 B. L* palabra l¡b#*ÍH*je en la
pluma de Daguesseau, que escribe en el siglo xvm. es sinónima de fítcrrdmtdm, desprecio
dc la religión, etc. . , , _ . . .
(464) B.N.P., Mss. lo!y de Fleury, vol 184. fols. 72 73. Leclerc de Dooy a Joly de
Fleury. Orléans, 15 mai 1744. Apéndice 48 C.
197
el extremo de que no tendrían ningún escrúpulo en asociarse con el hereje,
el infiel v el idólatra» (465).
Esta visión social de la igualdad, que de hecho entronca con el auténtico
espíritu cristiano, pero que a su vez repugnaba un tanto con a concepción
estamental del Antiguo Régimen que se había convertido en el protector y
defensor de la Religión, hizo temer al Procurador de Orléans «que la Franc
masonería siendo perjudicial a la Religión, llegara un día a serlo también al
Estado, pues resultaba difícil dar golpes a la Religión sin que el Estado por
un contragolpe inevitable no se resintiera igualmente» (466).
El resto del despacho está dedicado a dar una serie de detalles sobre la
recepción de nuevos candidatos, ceremonias, etc., que, por lo visto, no apor
taron nada nuevo a Joly de Fleury, pues el 30 de mayo de 1744 le escribía
a su sustituto en Orléans diciéndole que lo que le había indicado «era bastan
te conocido de todo el mundo». Y tras permitirse el darle una breve explica
ción histórica de los orígenes de la Masonería, que derivaba «de una especie
de secta que se formó entre los judíos que en Palestina vivían, y que predicaba
la reconstrucción del Templo de Salomón», acaba confesando que hacía ya
varios años que esa «especie de sociedad» se había introducido en París. Pero
— añade— «el Papa la condenó con un Breve que en verdad no fue recibido
en Francia; aunque desde que los magistrados conocieron su existencia y se
decidieron a destruir este abuso [La Masonería], los que lo practicaban se han
contenido» Í467).
Finalmente Joly de Fleury concluye poniéndole en guardia de un «libro
impreso que sin privilegio había circulado, y en el que eran revelados los pre
tendidos secretos de esta sociedad» (468). En última instancia le pide su
opinión sobre los medios para remediar en Orléans la situación creada.
A esta última cuestión contestó el Procurador del Rey en Orléans, en car
ta del 10 de junio de 1744 diciendo taxativamente que se debían impedir las
asambleas. Para ello bastaba que la Corte diera una orden «prohibiendo toda
clase de asambleas y asociaciones bajo cualquier nombre y apariencia que pu
dieran hacerse sin el permiso del Rey». Pues la ejecución de este reglamento
iecomendado a todos los jueces de la Corte «llevaría consigo necesariamente
la ruina de los fracmasones que naturalmente se hallarían comprendidos en
dicha prohibición, aunque no estuviesen en ella expresamente nombra-
(465) Ibidem.
(466) Ibidem.
r J 467^. ® NP > Mss J°h d* Fleury, vol. 184, fol. 72. Joly de Fleury al Procurador del
(d¿8\ f an5' Pam’ 30 mai 1744 Apéndice 48 D.
-U'1 a'UC*e ^ ^ a^at€ Le secret des Francs-Ma^ons, NouveUe
11 auf m,ei?t^e’ *744, que —según los « gazetines» conservados en la
recido a mlm !i í lif an,1’ . Fon- s Bastille- Mss- 11 556, fols. 195 y ss.— había apa-
de una aÜnlnn/.w a t ' j T0 *'44 estando dedicado a Procope, el médico y autor
tante a lo^ ¡n i#» ^ ce n *a primera parte), y que parece ser molestó bas*
de febrero d* iTdai* ■^ue franceses habían divulgado su secreto [ Gazetin del 9
del GohÍM-nn i Sl í tros decían que el libro había sido compuesto por orden
B v T K desacreditarles [Gazetin del 10 de febrero de 1744], Apéndices 49 A,
littéraire de la VrLrv liS íf policier, le chevalier de Moulhy, Revue d'Histoire
F rJ ™ rJ x v m ? ¿ A1?9?) 23-24; Lijquet, G. H„ La FrancmagSnnerie et VEttí en
du lieuttnant -¿énérJ ] !’ - V.,t,ano> ,96?. Pg* 219-220; D’EsTREE, P., Journal
•1897) 24 e Leydeau de Marviile (1744), Revue Retrospective 6
198
dos» (469). Como veremos más adelante, para esas fechas, París se había ade
lantado ya en cinco días, redactando una nueva prohibición, que se haría pú
blica el 17 de junio de 1744.
Pero el problema planteado en Orléans había preocupado no solamente al
Procurador real, sino también, y de forma especial al Obispo de esa diócesis,
quien ya a mediados del mes de mayo había escrito al Conde de Saint-FJoren-
tin, Secretario de Estado para los asuntos generales de la Religión — que para-
dógicamente era francmasón— para ponerle en guardia de las reuniones masó
nicas celebradas en Orléans.
No se conservan las cartas del señor Obispo, peto sí la contestación del
Conde de Saint-Florentin, fechada en París el 28 de mayo de 1744, y que se
encuentra en los Archives Nationales de París. En ella el Secretario de Estado
indica al prelado que «antes de organizar un alboroto a causa de las asambleas
que le habían dicho existían en Orléans, era necesario verificar exactamente
si habían tenido lugar, o si se habían repetido» (470). En este sentido — aña
día el conde de Saint-Florentin— que había escrito al señor Pajot, Intendente
de Orléans, para que tomara las precauciones necesarias a fin de interrumpir
el curso de esas asambleas.
Efectivamente, el mismo día 28 de mayo de 1744, en carta dirigida al
Intendente de Orléans le pidió examinara bien lo que ocurría acerca de las
asambleas de francmasones, pues «estando estas clases de asambleas proscritas
por las ordenanzas del Rey debería dar las órdenes necesarias para interrumpir
su curso caso de que se hubieran tenido; e incluso debía indicarle los nom
bres de las personas en cuyas casas se habían celebrado, a fin de que pudiera
rendir cuenta a Su Majestad y recibir las órdenes que juzgara a propósito
dar» (471).
A c t u a c ió n de la P o l ic ía de P a r ís
[1744]
(469) B.N.P., Mss. ]oly de Fleury, vol. 184, fol. 74. Leclerc de Douy al Procurador
General. Orléans, 10 junio 1744. Apéndice 48 E.
(470) A.N.P., 0» 389, fol. 182. Le Comte de Saint-Florentin a M. l’Evéque d’Ortéans.
París, 28 may 1744. Apéndice 48 F.
(471) A.N.P., O1 )89, fol. 183. Le Comte de Saint-Florentin a Mr. Pajot. Intendant
d’Orléans. Paris, 28 may 1744. Apéndice 48 G.
(472) B A.P., Fonds BéstHle. Mss. (cartón) 115%. fol. 2%.
199
con dos números al castillo; pero tuvieron que reconocer que la acusación del
párroco era pura calumnia basada en su animosidad contra el señor Bardin,
propitario del castillo en cuestión (473). ., ,
El primero de marzo de 1744 ante una nueva información de que iba a
tener lugar una asamblea de Francmasones en la vivienda de un tal Mornet,
lapidario una orden real prescribió al mismo comisario, señor de Rochebrune,
trasladarse allí y realizar una indagación, embargo y arresto que permitiera
levantar un proceso-verbal del que habría de dar cuenta al señor Marville te
niente general de policía (474).
El mismo día, el comisario acompañado de varios policías procedió a esta
operación, y sorprendieron en una sala de la casa indicada, a cuatro francma
sones que fueron detenidos (475), después de haberles requisado diversos pa
peles masónicos. Una vez obtenidas una serie de informaciones que interesa
ban a la policía, acerca de doce logias conocidas por ellos, y sobre las ceremo
nias de la iniciación, fueron puestos en libertad el 10 de marzo por orden
del Secretario de Estado señor de Maurepas (476).
El 24 de marzo de 1744, fiesta de Pentecostés, un grupo de unos treinta
francmasones que estaban reunidos en la cafetería de un tal Osouf, mientras
celebraban un banquete servido por el fondista Moret (477) fueron sorpren
didos por el comisario de policía Joseph Aubert, quien levantó el correspon
diente atestado (478). Esta acción suscitó una viva emoción entre los franc
masones parisinos, según consta de uno de los gazetiñes conservados en la
Bibliothéque de l’Arsenal, fechado el 31 de mayo de 1744, y donde se cons
tata que «había gran excitación en la Orden de los Franc-Maqons desde el su
ceso del Jía de Pentecostés» por lo que se habían reunido varias veces para
prometerse ayuca mutua caso de ser molestados.
En especial «los jefes de las logias» se habían preocupado por «inspirar
firmeza a los Hermanos, y prepararle a no perder el ánimo en caso de persecu
ción» (479). Por su parte el público — según el mismo gazetin— «desaprobaba
completamente las contemplaciones del Gobierno para con esta peligrosa Or
den. ya que era de la opinión de que en tiempo de guerra com o entonces (480)
. (4'^ Fonds Bastille, Mss. (cartón) 11556, fols. 281-285. Cfr. Lantoine, His-
iotrc »e la F.M. franqaise, t. III: La F.M. dans l'Etat, París, 1935, pgs. 41-42; 270-3;
Luqcet, op. cit., pág. 76.
(474/ AN.P., Y 15781 [0l 88]. Secrétariat de la Maison du Roi. Année 1744, 2éme
partie. Lettres scellées. l.w mais 1744. Lantoine, op. cit., pgs. 42; 376*383; Luquet, op.
cit., pgs. /6-7/.
, , p ' ^A°,te^ Maestre de la Logia, y Mornet, el tesorero, fueron llevados al Fort-
Chltelet hermano sirviente al Petit Chátelet; y Froment, vigilante, al Grand
(cartón)111445^ / ^ 49* BastiUe’ Mss- (cartón) 11556, fols. 290, 298, 308 y 310; Mss.
1Z.nl;J^n según una nota de la policía que recoge la lista de los asisten-
ñt nán toa -v>J^ranc’?f*oncs. y 5 «demoiselles». Esta lista la reproducen L u q u e t, op.
aue armnu* y D E s t r e e , Journal inédit... op. cit., pág. 216. Conviene observar
♦tenida» rcmii * asa era una reunión de Francmasones, no era en absoluto una
7478! F«Í ’ 5in0 ’í"" tCnida b,anca’ Va a^ ,ía" « demoiselles*.
oue nn! la recoge la Sentence de Poltce del 5 de junio de 1744 de la
Frydeau de Man?ill?*l ¿ r !'" u igualmente B o i s u s l e , Lettres du lieutenant général
“ F o n d * B % m ? m ui w } au,epas> paris’ ,8 % * ' ■ T’ w - 180-1; n - ***■ 9l:
(480) BaUHle’ ,M,S- (carton) 10029, fol. 158. Apéndice 49 D.
Ia í?ucrra de sucesión de Austria (1740-1748). En 1743 las tropas
200
no se debían permitir asambleas bajo ningún pretexto, y en este sentido el
mejor medio para interrumpir esa situación era que el Rey se explicara clara
mente acerca de la Masonería, y que se dieran severos ejemplos a fin de im
ponerse» (481).
Finalmente y a raíz de los sucesos del día de Pentecostés, el tribunal de
policía del Chátelet, presidido por MarviJle dio el 5 de junio de 1744 una
Sentencia renovando los decretos y reglamentos del Parlamento, y las senten
cias y ordenanzas de la policía, especialmente las del 14 de septiembre de
1737 (482), por la que «se prohibía a toda clase de personas de cualquier es
tado, cualidad y condición que fueran, reunirse, ni formar ninguna Asociación,
bajo ningún pretexto, ni denominación que fuera, so pena de incurrir en los
castigos señalados en dichos Decretos y Reglamentos; y a todos los figoneros,
taberneros, venteros y demás, se les prohibía el recibir dichas Asambleas so
pena de multa, de cierre de sus establecimientos a la primera contravención,
y de ser perseguidos extraordinariamente en caso de reincidencia)» (483).
A consecuencia de esta Sentencia, Ozouf fue condenado a una multa de
2.000 libras, y Moret a otra de 3.000, según consta y se especifica en la misma
Sentencia del 5 de junio de 1744, que fue «leída y publicada el día 17 de
ese mes con alta e inteligible voz a son de trompeta y grito público, en todos
los lugares ordinarios y acostumbrados» a fin ce que nadie pudiera alegar
causa de ignorancia; y por la misma razón fue fijada en dichos lugares.
Sin embargo las medidas adoptadas por el jefe de policía, Marville, res
pecto a los francmasones que habían sido sorprendidos el 24 de mayo de 1744,
se limitaron, una vez consultado el conde de Saint Florentin, a una amonesta
ción que les hizo el 8 de junio. En este asunto, como en el de 1737 (484) tan
sólo hubo sanciones severas para los figoneros. Y es muy probable que esta
actitud en última instancia fuera debida a la intervención de los dos Secreta
rios de Estado: Maurepas y Saint-Florentin, que pertenecían a la Masonería
como miembros activos de ella. Así no es de extrañar que el 8 de junio, Mau
repas escribiera al jefe de policía, Marville, para felicitarle por la prudencia
con que había actuado respecto a los Francmasones (485).
Por su parte el Conde de Saint-Florentin (486) que había sido recibido
francmasón en París en septiembre de 1735 (487) era, desde 1727, Secretario
de Estado de los Asuntos Generales de la Religión (488), cargo que entre
francesas habían sido batidas en Dettingen por un ejército inglés mandado por el rey
Jorge II. En 1744 la frontera del Rhin habfa sido forzada, y Luis XV puesto al frente
de su ejército, había caído gravemente enfermo en Metz.
(481) Apéndice 49 D.
(482) Cfr. Apéndice 15 del primer volumen.
(483) B.N.P., Mss. Joly de Fleury, vol. 184, fols. 79-80. Sentence de Pólice, de la
Chambre de Pólice du Chátelet de Paris, 5 juin 1744. Apéndice 50. De esta prohibición
se hacen eco entre otros: R e b o ld , Histoire genérale de l* F.M , Paris. 1851, pág. 163;
T h o r y , Acta Latomorutn, Paris. 1815, pgs. 55-56; L e v e s q u e . op. cit.. pág. 108 (da la
fecha inexacta del 5 de julio de 1744). Reproducen la Sentenc?, entre otros. C h e v a l lie r ,
op. cit.. pgs. 198-199; L u q u e t, op. cit.. pgs. 253-255.
(484) Asunto de Chapelot. Cfr. Apéndice 15 de la primera parte.
(4 8 5 ) B o t s l is l e , op. cit., t. I, pág. 180: Maurepas a Marville. Par», 8 junio. 1744.
(486) Su verdadero nombre era L. Phelipeaux de Pontchartrain, d u q u e d e la Vri-
lliére y Conde de Saint-Florentin.
(487) Cfr. n. 20 de septiembre del Saint-Jcmes Evenin* Post. Apéndice 11B de la
primera parte.
(488) Altttanach Royal. Paris. 1727. pág. 72.
201
otras funciones llevaba consigo la vigilancia de los Francmasones Así, pues,
no resulta excesivamente ilógico que el jefe de la policía, Marville tras su
entrevista con el conde de Saint-Florentin, y con la aprobación del Ministro
Maureoas adoptara una resolución benigna para los Franc-Masones que habían
participado en el banquete celebrado en la cafetería de Ozouf.
La conducta del conde Saint-Florentin en otras ocasiones, como por ejem
plo en el asunto que recoge el gazetin del 28 de marzo de 1737 (489) o en las
denuncias del obispo de Orléans (490) en el mes de mayo de 1744, o las de
los obispos de Toulon, Marsella y Limoges, como tendremos ocasión de ver
más adelante, da que pensar que, aunque obligado por sus funciones oficiales
a hacer ejecutar la voluntad del Rey, esto no le impedía usar de una cierta
benevolencia fraternal en los casos que iban surgiendo, y que podían tener
ante la lev un carácter delictivo por parte de los Franc-Masones que se atre
vían a reunirse desafiando las prohibiciones y decretos de la policía (491).
I nquietud del O b is p o de L ie ja
[1744]
202
R e s o l u c ió n del C on sejo de G in e br a
[1744]
203
El mismo día también testificó el señor Jean Frangís Chais, de 72 años,
pata informar que en la casa donde vivía, el propietario del primer piso que
consistía en un apartamento de dos habitaciones, lo alquilaba «para el esta
blecimiento de una logia de Francs-Ma^ons», que solía celebrarse una vez por
semana, si bien casi todos los días se reunían en él hasta una veintena de per
sonas De todas formas «hasta el presente nadie se había quejado de estas
asambleas, que jamás llegaron a ocasionar escándalo», a no ser un día en que
tras la recepción de uno de sus miembros, «habiendo cenado en la logia a la
que fueron invitados varios señores ingleses, hicieron un poco más de ruido
que de ordinario, pero se excusaron ante el declarante, y le prometieron que
aquello no volvería a repetirse» (501).
El último testimonio registrado en los Procesos criminales del Archivo de
Ginebra corresponde a un antiguo auditor, Jean Louis Favre, de 51 años, y
lleva la fecha del 18 de junio de 1744. También en este caso se trata del mis
mo asunto, el alquiler de un apartamento que después se supo servía «para
tener una logia de Francs-M<u;ons a la que de vez en cuando asistían varios in
gleses v otras personas, si bien no sabía lo que ocurría en dicho apartamento».
No obstante «jamás hubo ruido ni escándalo, y tampoco había recibido nin
guna queja de los vecinos o inquilinos de la casa» (502).
A raíz ce estas investigaciones el Síndico de la ciudad, en Consejo celebra
do el martes 23 de junio de 1744, dijo que después de la deliberación del 18
de febrero último, relacionada con la sociedad de los francmasones (503), se
habían hecho una serie de indagaciones para descubrir el número dé logias
e.\i:tentes, habiéndose llegado a la conclusión de que eran seis, según las en
cuestas hechas por los señores de la Justicia. Una vez leídas dichas informa
ciones se sometieron a deliberación las medidas a tomar, y si bien «se obser
vó. que aunque aparentemente no existía nada en esta sociedad que fuera con
trario a la Religión y al bien del Estado, no obstante era siempre peligroso
permitir que tales sociedades se introdujesen, sobre todo, en un pequeño Es
tado como el nuestro» (504).
Una vez más nos encontramos con un pensamiento que ya se va haciendo
familiar, incluso en su formulación, y que coincide en ambientes tan distintos
como Pans, Lisboa, Roma, A.msterdam, Viena y Ginebra, por no citar sino
algunos de los más representativos, de los que hasta ahora han ido saliendo
a lo largo del presente estudio.
Bien se trate de países católicos o protestantes, de los inquisidores lisboe
tas o florentinos, de la policía de París o Viena, o simplemente de los audito
res fiscales de Amsterdam o Ginebra, ante la aparición de la Francmasonería
siempre se Hega a la misma conclusión. Por una parte a la equiparación del
bien de la Religión con el del Estado, y por otra a reconocer que a pesar de
a aparente inocencia o inocuidad de la asociación, era peligroso tolerar sus
asambleas como altamente perjudiciales, tanto para el Estado — ya se trate
e monarquías absolutas, de repúblicas, o Estados Generales— como para la
e igion, bien se dé culto a Dios según la Iglesia Católica Romana, o a través
de cualquiera de las variantes protestantes.
204
Incluso en la explicación o motivación de tales medidas existe rara
unanimidad. Pues el Consejo de Ginebra también admitió que «la promesa de
secreto que se hacia por los miembros de esta sociedad era directamente o p tffr-
ta a las reglas de un buen Gobierno, para el que todo lo que ocurre en el
Estado debe llegar al conocimiento del Magistrado» (505). En este caso tanto
el misterio con que se rodeaban, como las ceremonias ocultas que se hacían
en las logias «daban lugar a múltiples cabalas por parte del público, y a que
numerosas personas desearan que el Consejo tomara medidas rigurosas para
hacer desaparecer esta sociedad». Por esta razón, y dado que «los remedios
propuestos hasta entonces no eran más que paliativos» decidieron que «la "nica
forma de triunfar era hacer una publicación bien motivada, y llevarla al Mag
nífico Consejo de los Doscientos, para obtener su aprobación» (506).
Según esta idea se concluyó que «se proyectaría una publicación prohibien
do a todos los ciudadanos, vecinos, nativos, habitantes y súbditos incorporarse
en el futuro a dicha sociedad y asistir a ella; y prohibir a todos los particulares
alquilar sus casas y salones para tal uso, tanto a los nativos de la ciudad, como
a los extranjeros» (507). Respecto a las penas que se habrían de aplicar en
dicha publicación, se decidió diferir su discusión. Finalmente, se acordó «tolerar
que los extranjeros se reunieran entre ellos en sus casas», pero no en otro sitio,
por lo que «era preciso prohibir que se les alquilara ningún apartamento desti
nado a tener la susodicha sociedad» (508).
El autor de los Fastes de Genéve (509), que por lo bien informado que
está es probable fuera uno de los miembros del Consejo, da una serie de detalles
interesantes sobre la forma con que se juzgaba en su medio a la sociedad de
los francmasones. En primer lugar se suponía que no se trataba en las reuniones
nada que fuera contrario a la religión y al Estaco, «lo cual pensaba gran nú
mero de gente de todo carácter que de una forma u otra eran miembros de la
sociedad, algunos de los cuales estaban conceptuados como personas de distin
ción y mérito». No obstante, el secreto y el juramento eran juzgados muy seve
ramente: «Se estimaba que correspondiendo solamente al Magistrado el dere
cho de exigir juramento, era una especie de atentado contra su autoridad y
una violación del buen orden, que no podía tolerarse en todo Estado civilizado,
ni en una República pequeña, como la nuestra» (510).
Por otra parte, y según la opinión recogida por el anónimo autor de los
Fastes de Genéve, se temía que la sociedad llevara a los miembros a la disi
pación, a hacer demasiados gastos, pues, se decía «que costaba alrededor de
seis luises de oro el ser recibido miembro». Sin embargo, se reconocían también
los aspectos positivos, como eran «el afecto y la benevolencia con que se ligaban
los miembros, a través de los servicios y ayudas caritativas que hacían profe
sión de darse los unos a los otros, según la necesidad, en todos los lugares
donde se encontrasen, y en los cuales podían reconocerse por las señales que
para esto tenían» (511).
(505) Ibidem.
(506) Ibidem.
(507) Ibidem.
(508) Ibidem. .
(509) El Catálogo de Manuscritos de la Btbltotbbfue Publique et Umversitatre de
Cienévc no da ninguna indicación sobre el autor de esta colección.
(510) B.P.G., Mss. fr, 143 b: Fastes de Genfcve, 22 jum 1744. Apéndice 53 A.
(511) Ibidem.
205
En los mismos F « / « de Gc»ev< se telan con detalle un. asamblea masó-
nica solemne celebrad* el miércoles 24 de |umo (512), y a continuación p , „
• comentar 1. indecisión que reinaba en el Conseio respecto al alcance que pu
diera tener la proclamación pública de la prohibición, y« que — según el autor
de los Fastes— «algunos miembros representaron que como había varios prín
cipes muv dignos de consideración, como el Rey de Prusia, y el Príncipe de
Gales que eran miembros de la sociedad de los Francs-Mafons, parecía contrario
al respeto debido a los Príncipes el condenar con un juicio público una sociedad
en la que ellos no habían desdeñado el ser admitidos» (513). Por esta razón
añadían que puestos en el caso de prohibir las asambleas de los francs-maQons
«sería muy delicado dar pasos demasiado ruidosos que quizás podrían acarrear
algunos reproches, e incluso disgustos al Estado» (514).
Tal vez esta actitud explique la poca resonancia y el que apenas sea cono
cida la prohibición por la que, finalmente, se decidieron. De hecho se esperó
hasta el mes de agosto para tomar un partido definitivo, pero, finalmente, en
el Consejo se calibraron más los inconvenientes de la Masonería, que las ven
tajas de la misma, y el 10 de agosto de 1744 el Síndico Presidente invitó al
Consejo a volver a ocuparse del asunto de los Francs-Massons «siendo todos
unánimes en estimar que semejantes asociaciones y las asambleas que ellas oca
sionaban no eran oportunas, sobre todo en un Estado pequeño como aquel».
Por lo cual «había lugar para prohibir a todos los ciudadanos, vecinos, nativos
y habitantes entrar en esa clase de asociaciones, y formar, tener o asistir a asam
bleas, así como el prestar o alquilar sus apartamentos a quienquiera que fuera
para hacer en ellos logias destinadas a estas asambleas» (515).
Para notificar al público estas prohibiciones «era preciso hacer un decreto
en nombre del Pequeño y Gran Consejo, y a este efecto llevar dicho Decreto
al Magnífico Consejo de los Doscientos» (516). A continuación se leyó un pro
yecto del mismo que fue aprobado con algunas observaciones.
Tres días más tarde, el 13 de agosto de 1744, volvió al Consejo «el pro
yecto de publicación relativo a la Sociedad de los Francs-Massons, el cual fue
aprobado y quedó listo para ser llevado al Magnífico Consejo de los Doscientos,
el primer lunes de septiembre» (517).
También aquí encontró el decreto vía libre, y el día 8 del mismo mes, fue
hecho público y fijado en los lugares acostumbrados con el refrendo de los
«Magníficos y Muy honorables señores Síndicos del Pequeño y Gran Consejo».
El documento en cuestión está redactado en los siguientes términos:
«Ante la noticia llegada a los Señores [Síndicos del Pequeño y Gran Con
sejo] de que diversos particulares de esta ciudad estaban agregados y se incor
poraban diariamente a una Sociedad, llamada de los Francs-Massons, y que
algunos de entre ellos prestaban sus viviendas, o alquilaban apartamentos p«ra
tener en ellos las asambleas ¿e dicha sociedad, y establecer allí lo que se llama
'¡u* dichos señores han creído deber tomar este asunto en seria consi*
ración. Y como semejantes asociaciones y las Asambleas que ocasionan no
son, en modo alguno, convenientes en un pequeño Estado, y podrían tener
206
muy peligrosas consecuencias en éste, y además son contrarias a nuestras Leyes,
y a la Constitución dé nuestro Estado, dichos Señores han estimado que la
obligación que ellos tienen de vigilar toído lo que interesa al bien de la Repú»
blica, y de prevenir lo que podría turbar su tranquilidad, les imponía la nwy-
sidad dc prohibir semejantes Asambleas; a este fin se hacen muy expresas
proscripciones y prohibiciones a todos los ciudadanos, vecinos, nativos, habi
tantes y súbditos, de tener ninguna Logia o Asamblea de Franct-Massorts, de
asistir a ninguna de estas asambleas bajo ningún pretexto. Y a todos k » pro
pietarios o inquilinos, de cualquier clase y condición que fueran, el alquilar,
subarrendar o prestar para tal fin sus casas, habitaciones u otras partes de sus
casas a quienquiera que sea. Además se prohibe a todos los ciudadanos, vecinos,
nativos, habitantes y súbditos, el incorporarse en el futuro a dicha sociedad
bajo pena, a cada uno de los que quebrantaren las presentes prohibiciones, de
cien escudos de multa, y de prisión, y de una mayor pena, si reincide» (518).
El decreto finaliza ordenando a los encargados del orden vigilar y «Wnmríar a
los contraventores.
(518) B.P.G., Recueil de documente du XVIII eme siéde. Gf 1888. R. 506. Apén
dice 54. Ruchon, op. cit., pgs. 24-25: Lutw-Tschanz. K.. Die Freimsurerti tm Freistmtt
Bern (1739^1803), Blatter für bemische Geschichte, Kunst und Ahertumskunde. 14 (1918)
149-199; 15 (1919) 55-71; 288-299 [cfr. pgs. 288-289]; Historicb-Biograpbtsches-Lextkon
des Schweiz, Neucnburg, 1926, píg. 309 [Artículo sobre la Freunaureret, firmado por
H. Schneide*].
(519) Delassus, La Conjurado» antichretienne, Lille. 1910, t. III. pág. 997: Ra-
gon , op. cit., pág. 129; Caprile. op. cit., pág. 167; A.L., t. I. pág. 54. Este ultimo da
la fecha equivocada [marzo 1743] al igual que Levesque. op. cit., pá*. 122. En reaUMd
lo que hacen es desdoblar el mismo hecho, situando la prohibición de la Masonería en
Berna el 3 dc marzo de 1743, y la obligación de abjurar el 3 de man© 'de 1745. Por
su parte Barruel, Memorias para senñr a la Historia del lacobtnismo. \k+i, 1873, t. II,
pág. 262, también falsea la fecha [1748]. w—.
(520) Staatsarchiv des Kantons Bern TS-K-B]. Ratsmanual 184/151 (2/ noviembre
1744); 184/500 ( 26 enero 1745); 185/58, 59 (11 febrero 1745); l* 5 /^ 9_ (22 «b«K >
1745); 185 (3 mareo 1745); 186/7 (6 mano 1745). Apéndice* 5 5 A .B > C. D ,E , F. O,
H, I. Mi agradecimiento reconocido al Dr. I I Specker. Assistent de los Archivos dd
Estado de Berna por su interés y ayuda para localizar los documentos en^aitaüan.
(521) S.K.B.. Cahier Ansehend die sogenannte Frey Maurer und dahenge Ihrethalten
gemachte Verhandlungen, und Vorsotgen in Anno 1745, 161 tola.
207
f,N* iftvrMiMiUmn lavada* « «*!*• *n |*tf «I «iffiglttor d# flarna,
Kyhiíi#*' toiKiiiyi'NMi m»i» !• |*uMHa<i<^ii *n ífeuciéa y alemán (.922) de un
«v*r<» íta trio <1# ^.rfuUn»», •’** ••I W‘«« l'«|uefti# y tiran (¿maejo <i« la
: M ad V R#|iúl>li(i *!«■ Nema hiw* *al*r «ijue l»abi¿ml<*« enterado que la
^«ledid llamada «Ir l«* l:nm * Mgwttn ae iniroduda teda ve* má* en la*
iihIwU y h-hikhmm <lf **» ol^lírm ia, y qu* Im qtie catatan Ineurporadua en
r»t« S.-.r.L-l *i «m ir^l-nlo» -i, fila !*)<• <llvFf*N» pfollMMN», • ÍMítuM) juramento,
i.Jilrmln »«(l**ntn*<l*> y uintldri-adu uue «emejaniea a*t* latlottei
( I4m »luMirii»wi»if "ttnraifa» - l<*<* l^yr« v (¿Mwtmnlimea fundaméntale» de
n.hmiu I y »•*!** taJtrwmr a la» emanada* de Nueitra parte
,1» tu* Iiim*•» (iinniMM a*aml»l**a «n N urtim » <ludada» y lerrltorlm , a Nueatra
MtHtlil*. y *m |wmmíw> «r haMa llrgatlo a la ton clu ild n de que ni n o
«, (Minúi) * Mempn lo* iniMPilio* t<mvrft(rrtir»( podrían facultar pellgruaot iflk
i oflvrftMWlM*
I i4» ?*** i’itu ik é t t<iit tlifinli- «rilv m aniluvio al m a l o anUr «I jura*
in.iuo / <n grurfitl 4in. t*MÍ« «miuMin Munida mI iría!M«f« de ta autoridad,
iM-.tivwi^iorik i;<u< «|m« loMMi-tíii <<*fi In* ilr»n4* (MolilliU lime* que liem m lili»
rl Vin-.ii <|r IWm*n iiftadr
«A mnM«, y «orno ir«uli*4Ío dr tuiiÍM(Í4> paternal, lanío por
d ><xttúh. |m»i rl ImirlRio tlr i <nI<* Nueatro» vednm y ftúbdltoa,
h*in>* nrirMiiu i hmImin' iim U*'. <Ji*»lvr» y aludir totalmente dkha
un iaiI o,ti tt>lo Id» pfrw'MK'*, y d««dr hoy la ptohlblinoa total
itttntt <n Nitr*W«i* I - »*, y a finí** Im qur vivan y vivirán bajo Nueatro
(1/4)
A i mmnum )«'»♦( *r r*itr‘ tfnm> un* «mr <li- >ririll(U<i daati>ia<iaa a ponar an
i, Mann,! y »*i |.nri»rr Iuk»i «rrdcfiaMHt y «Irtermina ron «qua todiM
^|Mril<«. vriifK* y «mIkIiIu» tjiw tu turtlfurfilr rtNM *<X)4KidfW «HHO Préfkll'M át'
ton, >tt»h*n ‘A,Uuné[»n rl |rt**r»ii#' » jili|ijrar( »Midiaitti |ut»m§nto, da la*
<»l»l <¡ijr Imlnenh urttinídit ri i <lí< Iim S^Mlfilail, y a h a f« H o ItlfMiilata^
íftrnK unir O/^f
1 1 , .fifumii, i¿tinir.o »l «Urrio <vrr*(>fc(ij a nuaatrm vacIrnM
y «uLlit'i* >|«ir Mimlimntc Vr*nt\ Mtmom, m* Man <^>mitldm umu>
i*\r / ,^<ir rr*i t f u i .*■ -tu itrnuuti rr» rn<r*iío «#/•, « qua pu«dan anirar
r» Niir*n« Volmilml r* qui* MU» qut «itáfl afl
I *»4<ló!« *j<*r(l#ti <4»liir»«l<m, m rl ifniuntt #lr un itin a omtaf diada la p»ibll
>mtúu M |f#r»)#(/,j y |<m (j„r w ni*ufiittrn au»afit«i( «n al mlamo
l/l»/<, 4 <♦«(»*> <lr vi 4 (lonnrxíaur rlliw mltrmM, A •abal'f Umi (|IM
u- « .W(,»»rn rn N<ir*MK í .umJií>1 ff .njrii«IJ iM m iií hatarlo a nuaitm A Jvn itr
rrn.»utr, y l/rt m > hitllrn rh niir«ir»« «Iriftá* dudadas y Urfltorloa, i nuaf'
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' FRANCS-MA^ONS
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pour 1c Tres-Vencr.il>le Orcirc
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\ A VE C
Une C.jrnpiU¡:on de toutes les Pitees de
toe[ia (]ui ont ¿téfaites jufqu ¿ ce ¡cur
a ce fu j e t ; & un Knueil ues Lba/tjons
anden/íes & nouvelles íjui fe cb¿r* a S
en Loges & hors des Loges.
T O M E SECON
A L’ O R I E N T ,
Clicz G. de l’ Eroillc , entre l’ Equcrrc & le'
Cufrpas, vis-i-vis le Soltfil couclunt.
AL D C C . X L J'.
(527) Ibidem.
(528) Ibidem.
(529) Ibidem.
(530) R uchon, op. cit., pág. 25.
(531) A nóni'mo, AUgemeines Handbuch der Tretmaurerei. Leipzig. Max Hesse’s. 1901,
t. II, pág. 385. Da la fecha del Edicto equivocada (8 de mano de 1745) y dice que fue
publicado en alemán, francés e italiano.
(532) lje Franc-Ma^on dans U République ou Réflexions apologtques sw les persécm*
tions des Fr*ncs-M*cons. par un Membre de l*Ordte avec une kttre a Mídame*** oí» Ton
invite plussieurs auteurs célébtes d’entrer dans le dit ordir. Francfort et Ldpác. 1746.
209
14
se pregunta retóricamente «por el destino fatal o el capricho fanatice que había
llevado al Cantón de Berna a arrojarse sobre los Masones, y a armarse contra
una Sociedad que no les había hecho el menor mal; una Sociedad cuya in o
cencia capaz de desarmar a los espíritus más feroces no había hecho la menor
impresión en aquellos republicanos; no obstante, llevados de crueles prejuicios
respecto a la noble Masonería habían hecho publicar un Decreto tan injusto
como mal fundado, relativo a esa Sociedad de los Francs-Magons que se había
infiltrado en su país» (533).
Como respuesta a este libro apareció al año siguiente otro con el epígrafe
Caria al autor de una obra intitulada ”El Franc-Magon en la República” , en la
cual se examina si el autor tiene fundamento para quejarse del Decreto de la
ilustre República de Berna, contra dicha Orden (534), donde se encuentran los
conocidos y hasta hoy día repetidos lugares comunes, y acusaciones contra la
Francmasonería. De ambos escritos se ocupó Haller en 1786 enjuiciándolos
con certeza en su Bibliothek des Scbweizen (535).
Tohn Entick, por su parte, en su The Pocket companion and History of
Fre'emasons del año 1754 también dedica especial atención al Decreto de 3
de marzo de 1745, con ocasión del cual consagra una parte de su libro a hacer
la apología de la Masonería, apología motivada «por su persecución en el Can
tón de Berna, y en los Dominios Papales», como reza en el propio título (536),
v que se inspira transcribiendo párrafos enteros de las reflexiones apologéticas
del ya citado libro «El Francmasón en la República», del que toma el Decreto
de Berna que reproduce en versión inglesa (537).
El también autor anónimo de la History and lllustration of Free Masonry
comer cando el edicto del Consejo de Berna dice «que no existía ninguna razón
que justificara esta conducta, ni ningún cargo contra la Orden» (538). Simple
mente el Consejo «estaba aterrorizado por las asociaciones secretas, siendo
ésta la razón de perseguir a los masones». Pero no satisfecho con la abolición
de las logias de la República — prosigue el autor de esta Historia— decretó
que «cada francmasón debía acusarse a sí mismo ante los magistrados del dis
trito, y renunciar a sus obligaciones de secreto, jurando en presencia del Todo
poderoso que conculcaba los mismos compromisos que antes había jurado res
petar. Tal ejemplo de tiranía sobre las inteligencias y la conciencia de los hom
bres es un hecho notable en la historia de una república en la que la religión
' . ibidem. pgs, 6-7. En las páginas 7 a 12 se reproduce el texto íntegro del Decreto
de prohibición de Berna, en su versión francesa.
Anónimo, Lettre á l’Auteur d’un Ouvrage intitulé: Le Franc-Magon dans la R&
publique, aans laquelle on examine si l’Auteur est fondé á se plaindre de l’ordonance de
*i? Stl e *;ef,u"l*elue de Berne, contre te dit Ordre. Avec plusieurs autres réflexions sur
cette Sacíete. O. 1747, 142 pgs.
ís S Í?ALLER' rBlh^ íhek der Schweizer Gescbichte, Bern, 1786, t. III, pgs. 211-212.
) t-NTicx, ] The Pocket Companion and History of Freemasons,' containing their
, ro&ress a
g d present State, an abstract of their Laws, Constitutions, Customs, Char-
tiní, n t n w , Z , att0” 5 j or i nstruction and Conduct of tbe Brethrem: A Confuta-
j Se ‘ nsinuations: an Apology occasioned by their Persecution in the
p T Z t l t í S i r m ^ e LPope’s Dominions: A»d a select Number of Songs and other
Parttculars for the Use of the >oaety, London, Scott, 1754.
259-261 f n° ta versicSn inglesa del Decreto está en E ntick, op. cit.} pgs.
210
reformada había sido practicada desde su infancia, y en la
sones siempre se habían portado con ejemplar corrección» (539).
Tras esta referencia a la actuación de un Gobierno oficialment^X^tyfr con
la Iglesia reformada, hace un paralelismo con la Iglesia de Roma, f
misma forma que ésta ultima «se había contentado con dispersar a la
nidad y recibir a los miembros arrepentidos en su comunión, así el Consejo
de Berna había hecho prácticamente lo mismo al abolir la sociedad masónica
y obligar a los hermanos a renunciar a sus compromisos, por miedo a que éstos
fueran incompatibles con sus deberes de ciudadanos» (540), causa esta que
aunque no de forma exclusiva también había influido en la decisión de la Igiesia
de Roma, como se deduce de la simple lectura de la Bula In eminenti.
Como contrapunto de las publicaciones más o menos polémicas que sur
gieron con motivo de la prohibición de Berna, se conservan al menos un par
de Catecismos masónicos: el Bernische Freimaurer Katecbismus von 1745, y el
Kateckismus des Freimaures von 1744, que al margen de toda acusación y auto
defensa encierran el auténtico espíritu, ritos y ceremonias que regían en las
logias de Berna, precisamente durante los años 1744-45.
El primero de estos Catecismos, el de Berna, está incluido en el ya citado
Cahier Ansehend die sogeñannte Frey-Maurer (541), y condene en francés la
descripción de la recepción de nuevos candidatos, la cual coincide exactamente
con las ceremonias equivalentes que hemos visto en Lisboa, París, Florencia,
etc. (542).
Por su parte el Katecbismus des Freimaures von 1744 proviene efe la Bi
blioteca de Rudolf von Werdt, que en 1744 era miembro de la logia de Berna.
Es un manuscrito del que 54 páginas están escritas en francés, y 26 en ale
mán (543). Y precisamente por ser un escrito de uso privado y particular de
las logias de Berna, y no estar destinado a la publicación, tiene un interés espe
cial, ya que no puede ser tildado de estar concebido con vistas a una propa
ganda o captación de la benevolencia del pueblo o las autoridades.
En este sentido resulta de cierto valor la simple lectura de los «Principios
Generalesv> referentes» a la «Conducta del Francmasón», tal como se presen
taban a ios neófitos antes de ser introducidos en la Logia. Precisamente el al
cance de estos Principios estriba en que de forma indirecta responden a una
serie de interrogantes, y ayudan a contrastar las posiciones que en d siglo xvm
se iban tomando ante una organización que en el fondo se desconocía, pero
que desconcertaba profundamente tanto a las autoridades civiles como a las
religiosas de casi todos los países.
Textualmente dicen así:
[ 1]
«La Orden de la Masonería no impone en modo alguno obligaciones con
trarias a la Religión, al Estado o a las buenas costumbres. De esta Sociedad
hay que concebir la misma idea que la que se puede tomar naturalmente de
vina asamblea de gente honesta que vive bajo las leyes a las que se han some-
(539) Ibidem.
(540) Ibidem.
(541) Cfr. nou 521.
(542) Ibidem. Apéndice 57 A.
(543) Lo reproduce íntegro Lutht-Tschanz, op. cit., pgs. 164 199.
211
tido después de haberlas adoptado, y que para su satisfacción particular han
formado un sistema que en manera alguna atañe al Culto, a los Príncipes, ni
al Honor.
[2]
«La objeción que ordinariamente se hace a los Francs-Masones consiste
en decir que una cosa buena no debe quedar en secreto, y que el interés general
exige que se la publique, de donde se sigue que los Francs-Masones no serían
tan obstinados en callar sus prácticas, si ellas no tuvieran un fin malo, o al
menos de consecuencias peligrosas. A lo cual respondemos que el principio
que obliga a todos los hombres a comunicar lo que saben ser útil, para el Bien
de tocios, encierra excepciones particulares, pues la experiencia a menudo
enseña que una cosa que había sido excelente mientras se mantuvo entre un
pequeño número de personas, perdió su valor desde el momento en que se la
divulgó. Tal es el caso en el que se encuentran los Francs-Masones. El secreto
que ellos conservan tan preciosamente sería envilecido, si todo el público fuera
su depositario; y los hombres no serían mejores. Pues de la misma manera
que es cierto que el hombre no puede ser buen Franc-Magon sin ser perfecta
mente hombre honesto, del mismo modo se puede ser hombre muy honesto sin
ser Franc-Magon. Así pues, la utilidad de la Masonería es solamente para aque
llos que la conocen, y solamente se puede llegar a ella por la vía del misterio;
y es una doble satisfacción para nosotros el excitar la curiosidad y la envidia
del público. Nos divertimos con sus dichos, y nos enseñan a conocer toda su
malignidad, y a preservarnos de ellos.
[3 ]
N. B.: Este artículo solamente debe ser leído a los Católicos Romanos).
«Respecto al escrúpulo que muchas personas han concebido a rai2 de las
Censuras Eclesiásticas, que se pretende han sido lanzadas contra nosotros, este
objeto no debe inquietar una vez que se reflexione sobre ello. Sin substraerse
a la obdien-ia de la Santa Sede, es permitido conocer hasta donde va su poder
respecto a todo cuando se utilizan como regla de juicio los Santos Cánones,
los mismos que fundamentan la Autoridad del Soberano Pontífice. Entonces
sabemos por estos cánones que una Excomunión no puede ser válida a no ser
que haya sido dada con conocimiento de causa. Si se tiene en cuenta que el
mal nunca se supone, y estando seguros, como lo estamos, de que el Papa
no na creído estar instruido de lo que ocurre entre nosotros, concluimos que
la Excomunión es nula por pleno derecho, puesto que carece del medio nece
sario para fundamentarla. Pero suponiendo que bajo el título de Censura con
dicional pueda tener alguna fuerza, nuestra conciencia en este caso es nuestro
verdadero refugio, y puesto que ella no nos reprocha nada, debemos quedar
perfectamente tranquilos.
[4 ]
«Suele ser causa de admiración que en la Sociedad de los Franc-Masones se
a mita in sumamente a gentes de diferente Religión. A este propósito es
preaso observar, Primero: Que solamente se pueden admitir en ella a los
van e nombre de cristianos, y que si se encuentran en ella infieles tales
212
como los judíos, turcos u otros, han entrado por abuso, por no haber sido
bien conocidos. Segundo: Respecto a la mezcla de cristianos que tienen dife
rentes creencias, es una razón política que se desarrollará más adelante. Al
presente basta decir que los que reconocen al mismo Creador, y solamente
están en controversia sobre algunos puntos de doctrina, es claro que pueden,
por otra parte, pensar más o menos justamente, y estar de ¡kiot A) sobre los
puntos esenciales que nos unen, lo cual es un enigma que solamente se expli
cará con el tiempo. Por lo demás, la virtud y el honor se encuentran en todas
las sectas y en este sentido incluso haríamos una condescendencia con los He
breos y los Mahometanos, si no tuviéramos motivos independientes de este
objeto que nos fuerzan a excluirlos.
[5 ]
[6]
«Todo hombre que se propone entrar en el Orden Real de la Masonería
debe acordarse que la Paz, la Unión y la Caridad, son los principales deberes
para con los Hermanos. Que el firme amor a la Ley del Evangelio, y la escru
pulosa observancia de los preceptos del cristianismo son sus obligaciones esen
ciales para con Dios, y en fin que la Rectitud, la probidad y la verdad deben
ser sus reglas en calidad de hombre honesto. La primera noción se subdivide
en varias partes como sigue.
[7 ]
«Para mantener esta buena unión jamás se debe hablar en logia de materias
de Religión o de política. Es difícil que se pueda disputar sin acritud sobre
estos temas, así, pues, debe dejarse a cada uno esta especie de sentimiento
extraño a nuestra Orden. Se evitará, pues, todo lo que pueda ocasionar quejas,
y se dejará a la puerta toda idea de venganza, estando resuelto al entrar a
reconciliarse de buena fe con todos los que son hermanos, y a olvidar todo lo
que se pueda tener en su contra.
213
[8 ]
D ec r e to t, e l C o n s is t o r io de H annover
[1745]
214
por las característica* que le rodean, pues se trata de un decreto dado «en
nombre de la Real Majestad de Gran Bretaña», por su Consejero Eclesiástico,
y va dirigido, sobre todo, al clero de la Iglesia Reformada de aquel territorio.
El documento en cuestión, fechado en Hannover el 14 de enero de 1745,
comienza haciendo referencia «a cierto predicador» del país que se había atre
vido a afiliarse a la Sociedad de los francmasones. Entonces el autor del docu
mento, John Pet. Tappen, «mandatario real de Gran Bretaña para el Consistorio
electoral Braunschweig-Líineburgués, Director Consistorial y Consejero Ecle
siástico», hace el siguiente comentario:
«De la misma manera que no conviene generalmente a un Predicador (547)
hacer algo que pudiera ser en sí, en verdad, indiferente, si de este modo oca
sionara perturbación o escándalo a la comunidad a él encomendada o también
a los demás, ya que él mismo en virtud de la Sagrada Escritura y de su con
ciencia está obligado a dejar de hacer ciertas cosas, todavía está menos autori
zado a asociarse bajo juramento o con compromisos que le obligan en conciencia
a una Sociedad, de la que no sabe ni examina con anticipación sus Leyes y
Estatutos, aun cuando pudiera pretenderse que el más noble intento de la
Sociedad consiste en un vinculo cantatis, tanto más que los cristianos tienen en
la Sagrada Escritura un tan fuerte vinculum caritatis que no necesitan ningún
otro» (548).
Desde un punto de vista masónico la argumentación seguida puede ser til
dada de ofrecer serias fallas. Para ello basta establecer un simple paralelismo
con los Principios Generales del Catecismo de Berna (549), que hemos visto
se leían al candidato precisamente antes de asociarse ni estar comprometido
con ningún juramento. No obstante, el autor del Decreto desde su situación
enjuicia la acción del Prediger que se había hecho masón diciendo: «Así no
sólo se proscribe enérgicamente a este Predicador su proceder, sino que induso
se le manda liberarse de esa sociedad y renunciar además a todo trato con
ella» (550).
Tras advertir que no debían dejarse atraer por «una impertinente curiosidad»
para entrar en la Masonería concluye el decreto ordenando a los miembros del
Consistorio Electoral «en nombre de Su Real Majestad de Gran Bretaña, y Su
Alteza el Príncipe Elector, nuestro ilustrísimo Señor, que a todos y cada uno
de los predicadores que estaban bajo la inspección que les había sido confiada,
les ordenaran por medio de la comunicación de estos Rescripti per Circulares,
que en evitación de castigos más enérgicos no se entregaran a la Sociedad de
los Masones» (551).
Finalmente, el representante real exigió a los miembros del Consistorio
que le entregaran un informe en el plazo de cuatro semanas, sobre la forma
con que habían llevado a cabo lo ordenado en el Decreto.
En realidad como el Decreto va dirigido única y exclusivamente al Clero
de la Iglesia Reformada no es de extrañar que la Masonería siguiera su vida en
(547) Por el término utilizado Prediger queda claro que se refiere al clero protestante,
ya que si se refiriera al católico usaría el de Priester.
(548) Apéndice 58.
(549) Cfr. nota 544.
(550) Apéndice 58.
(551) Ibidem.
215
Hannover sin mayores complicaciones Asi sabemos por el Jour«al /«> Freymau-
rer que en 1747 la Logia Friedrich de Hannover recibió bajo la autoridad de
la Gran Logia de Hamburg una delegación de la logia que, con el mismo nom
bre, existía en Góttingen (552).
A c t u a c ió n del I nten d en te de T o u lo n
[1745]
n,i'¿-52c An^nimo< HiUonsche ¡cune Nachricht von der Freymaureren in Hamburg, Jour
nal fur Freymaurer, II (1786) 257.
(553) Cfr. Apéndices 15 y 50.
174w í 3 ^ aur,cpa; Paris’ 15 abril 1745; Maurepas a Marville, Paris, 16 abril
Mftir'tiva m TSLEn • Lettres du lieutcnant general de pólice Fevdcau de Marville at4
Mmnlre Maurepas, 1896-1898, t. II, pgs. 61-63.
Pam 1p ■> n ? , 4* 1 , 96 Saint-Florentin a Mr. de Glené, Intendant de Provence.
'Paris 1910 pág ^9 A. D aste, L., Mane Antoinette et le complot ma^onni-
(556) Apéndices 48 F, y 47 G.
O r a n T c o lS T ; R:, H ’ n H FA Í et VEst-lise en france au X V lU éme siécIe>P*ris- RevuC
(558) Apéndice^ 37 BuHet,n
Á 43 Oum 1955) 61.
216
N u eva in te r v e n c ió n de la P o l ic ía de P a k ís
[1745]
(559) Este Vierrey, oficial encargado de hacer arrestos había participado igualmente:
en la operación de policía en el establecimiento de Chapelot, el 10 de septiembre de 1737.
Cfr. su nombre, esta vez escrito bajo la forma de Vicret. en la sentencia de policía del
14 de septiembre dc 1737 (Apéndice 15 del primer volumen).
(560) B.A.P., Fonds Bastille, Mss. (cartón) 11556, fol. 314 (7 juin 1745). Apéndi
ce 59 B.
(561) B.N.P., Mss. Fr. 13701. fol. 128 (8 juin 1745). Apéndice 59C.
(562) De hecho, según la lista conservada, son 36 los nombres que figuran. Cfr. B-A.P.,
Fonds Bastille, Mss. (cartón) 11556, fols. 316 317.
(563) B.N.P., Mss. Fr. 13701, fol. 127 (9 juin 1745). Apéndice 59 D.
(564) B.A.P., Fonds Bastille, Mss. (cartón) 11556, fol. 3)0 (14 juin 1745). Apéndi
ce 59 E.
(565) B.A.P., Fonds Bastille. Mss. (cartón) 11556. fol. 331 (17 juin 1745). Apéndi
ce 59 F.
(566) Cfr. nota 562.
217
cafés», y que «cog e Boislisle en su correspondencia de Marville con Matm-
pas (567) En esta ocasión se indica ya que el dueño del hotel que debí,
suministrar la comida había sido condenado a 3.000 libras de multa. La otra
es una nota, sin fecha n¡ firma, también recogida por Boislisle, y que índica
escuetamente la reunión de cuarenta masones en el Hotel de Sotssons, la pre
sencia de la policía, y la multa impuesta a Le Roy (568).
En efecto, el 18 de junio de 1745, el jefe de Policía, Marville, condenó a
Le r o v __como Hérault había condenado a Chapelot— , a la fuerte multa arriba
indicada; v el Tribunal ¿e Policía de Chátelet dio una Sentencia prohibiendo a
todas las personas, de cualquier calidad que fuesen, reunirse, o formar cualquier
asociación, bajo el pretexto que fuese; y a todos los figoneros, fondistas y
mesoneros, el recibirles en sus casas, o suministrarles comidas, incluso en otras
casas.
Sin embargo — se lee en la misma sentencia— , y a pesar de estas prohibi
ciones. el Comisario «había encontrado el martes, 8 del presente mes, entre
las 11 y el mediodía, una Asamblea de cuarenta personas de diferentes estados
en su apartamento del Hótel de Soissons, rué des Deux Ecus» (569).
Según describe el propio Marville «la mayor parte de las personas que
componían esta Asamblea estaban encerradas en una gran habitación obscura,
para la recepción de tres o cuatro Frey-Mafons». También se encontaron en
dicha habitación diversos objetos que se utilizaban durante la recepción que
había detallado el Comisario en su proceso verbal. Por otra parte, el Comisario
supo que el señor Denis Le Roy, dueño de una Fonda «debía servir la comida
ese día en el mismo Hótel a razón de cuatro francos por cubierto, sin vino, y
para lo cual, dicho Le Roy había ya enviado la mantelería, parte de la plata, y
25 candelabros de cobre» (570).
Igualmente dijo el Comisario que «desde hacía seis meses había suminis
trado a la misma Compañía de la que él era Hermano sirviente, y en el nysmn
lugar, ocho comidas». Por esta razón y «en virtud de los Decretos y Regla
mentos del Parlamento, de las Sentencias y Ordenanzas de la Policía concer
nientes a !as Asambleas no autorizadas, y en especial de las Sentencias del 14
de septiemor-v y del 5 dc ¡unió de 1744, el señor Le Roy que las había contra
venido fue condenado a 3.000 íibras de multa, siendo amenazado, caso de rein
cidir, con «el cierre de su establecimiento, privación de su estado y un castigo
ejemplar» (571).
1 ^1 21 de junio, el ministro Maurepas, al dar cuenta de este asunto al Rey,
je escribió manifestándole que, como podía ver, no se habían tenido contem
placiones con los fanesmasones, habiéndoseles requisado diversos instrumentos,
objetos y otras cosas utilizadas para la recepción, pero no así los reglamen
tos» (572). De todas maneras hubiera sido más exacto reconocer que de hecho
sanciones contra ellos se habían limitado a una reprimenda del jefe de
ca fi^ n <^ ' tenf dans Paris aux promenade* publique* et dan* le»
(568) B A P F Af í tCC, P G '’ Bwsusuí, op. c it , t. II, pg,. 91-92
op. át.,x. II rig 106 ícartón) 115V, fol. 318. Apéndice 59 H; BoislislE,
218
Policía, siendo el posadero el único condenado a una fuerte multa, al ig^al
que en el caso de Chapelot.
A pesar del ruido ocasionado con este episodio, y no obstante la severa
sentencia de la policía, las asambleas continuaron cotí normalidad. Por otra
parte las actividdaes masónicas de sus miembros eran conocidas, como ocurrió
con el Padre Bourdaneuve, de los Grands Agusíins, quien a raíz de su predica'
ción del 17 de junio en su Iglesia, se dijo en el gazelin de la Bastilla lo siguien
te: «Este religioso, que es francmasón predica bastante bien, y entre el nú
mero de sus oyentes que era muy grande había una treintena de sus hermanos
francmasones» (573).
El 17 de junio — según el informe de Poussot — debía tenerse una logia
en las afueras de París [en Livry] (574). El 29 de junio, nueva asamblea de
Freys-Mafons para recibir a un negociante de Péronne «que debía partir al
día siguiente, y que solamente se hacía Frey-Mafon por curiosidad» (575). En
esta ocasión, se decía, que el vicario de Saint-Paul iba a asistir a la logia. A
pesar de las órdenes dadas a Poussot para que siguiera adelante en sus pesqui
sas, a fin de enterarse del lugar donde debía tenerse la asamblea y de la cbse
de personas que debían componerla, el 28 de junio, todavía no le había sido
posible localizar ninguna de las dos cosas, ya que los Freys-Mafons eran tan
reservados a este respecto que ni siquiera el propio neófito sabía dónde iba
a ser recibido (576).
Finalmente, hasta el 15 de julio de 1745 no logró la policía informarse
de la fecha y lugar de dicha recepción que para evitar complicaciones con d
orden público se decidió, finalmente, tuviera lugar en la misma casa del can
didato (577). No obstante, para esas fechas, y aprovechando la ausencia de
Poussot (578) se había celebrado ya una asamblea de dentó cincuenta Freys-
Maqons en Saint-Cloud, en el mismo castillo. Y no tardaría mucho tiempo en
tener lugar otra de 250 en el Grand Cornmun de Versailles (579).
La logia que debía celebrarse en el castillo de Livry, y que había denun
ciado Poussot (580) ya el 17 de junio, no se celebró hasta d 29 d d mismo mes,
como informa esta vez con todo detalle Dadvenel, otro miembro de la policía
encargado de vigilar las actividades masónicas de París.
La Asamblea de Freys Mafons — escribe Dadvenel— «que debía tenerse en
el castillo de Livry, tuvo lugar, pero no se hizo en dicho castillo», sino a
cierta distancia de Livry, en medio del bosque, en una abadía que dicen per
tenece a los religiosos de Sainte-Geneviéve» (581).
(573) B.A.P., Fonds Bastille, Mss. (cartón) 11556, W. 333 (20 juin 1745). Apéndi
ce 61 A.
(574) B.A.P., Fonds Bastille, Mss. (cartón) 11556, fol. 331. Informe de Poussot. 17
junio 1745. Apéndice 61 B.
(575) B.A.P., Fonds Bastille, Mss. (cartón) 11556, fol. 335. Informe de Fouss*t, 27
junio 1745. Apéndice 61C. _
(576) B.A.P., Fonds Bastille. Mss (cartón) 11556. fol. 336. Informe de Poussot, 28
jumo 1745. Apéndice 61 D. , „
(577) B.A.P., Fonds Bastille, Mss. (cartón) 11556. fol, 340. Informe de Poussot, 15
julio 1745. Apéndice 61E. , . . , 1C ,
(578) Aquí debe referirse al período comprendido entre el 28 de jumo y el 15 de
julio de 1745, período tn el que no existe ninjtun informe de Poussot en el legajo.
(579) Apéndice 61E.
(580) Cfr. nota 574. T* j ^ ^
(581) B.A.P., Fonds Bastille. Mss. (cartón) 11556, fol. 33/. Informe de Dadvenel. 30
junio 1745. Apéndice 62 A.
219
En esta abacia se reunieron los Freys-Mafons el 29 de junio, a las siete y
media de la mañana. Acudieron unos cuarenta; dieciséis en una gran carretela;
otros dieciséis en cuatro carrozas de alquiler; y siete u ocho a caballo. Estos
últimos formaban una especie de escolta, y examinaban mucho a los que en
contraban por el camino. Tan pronto llegaron a dicha abadía, se les abrió las
puertas del patio donde se introdujeron todos, Freys-Macons, cocheros y caba
llos. Las carrozas quedaron abandonadas en el bosque. A las ocho de la tarde
se retiró el inspector de policía, quien no volvió a ver a nadie, si bien antes
de marcharse se aseguró del lugar de la reunión que tenía lugar en un edificio
del patio, rodeado de jardines, y en comunicación directa con el interior de la
abadía (582).
Este informe tiene añadida una nota del propio jefe de policía, Marville,
en la que se indica que había que hablar con el Marqués de Livry, citándole
para el 3 o el 6 de julio. En esta entrevista, que finalmente tuvo lugar el 18
de julio, el Marqués de Livry se justificó ante Marville declarando que la
reunión se había hecho sin su consentimiento, y que ya había prohibido a su
intendente, responsable de la misma, que se volviera a repetir (583).
Dadvenel, en un nuevo informe, fechado el 12 de julio de 1745, comunica
una serie de noticias relacionadas con la abadía de Livry, noticias que, a su
vez, las había obtenido por uno de los dos cocineros que habían hecho la comida
de los Francmasones. Según él ya se habían celebrado tres asambleas, y la
semana próxima debía tener lugar una más en la que sería iniciado el prior
de la abadía. Dado que costaba siete luises por persona, y que los gastos eran
muy grandes, solamente había asambleas cuando existían al menos tres o cuatro
candidatos, si bien la última vez fueron siete los iniciados (584). Por medio del
mismo confidente llegó a oídos de la policía que en breve iba a tener lugar en
ei faubourg Saint-Germain otra asamblea masónica.
A partir de enero de 1746 las noticias de nuevas asambleas de francmaso
nes, v recepciones de candidatos se repiten con cierta frecuencia. Así el 23 de
enero tuvo lugar una en la taberna Aux deux boules, habiendo asistido unas
dieciséis personas. Fn esta ocasión Dadvenel se hizo con lo que él llamó «el
origen de los francmasones, lo que ocurre en sus recepciones, el secreto del
aprendiz, del compañero y del maestro, si es cierto que el tal secreto exis
ta - í 585).
Unos días después, el 30 de enero de 1746, domingo, hubo otra asamblea
muy numerosa en el faubourg Saint-Marceau (586). El miércoles, 2 de febrero,
fiesta de la Candelaria, se volvieron a reunir veintinueve francmasones, entre
los que había un sargento del Regimiento del Rey. En esta ocasión, una vez
terminada la comida, y hechos todos los brindis, un particular bebió «a la
salud de los perros que les habían protegido de la policía», por lo que fue
^582) Ibidem.
13/ ( 1 9 1 3 ^ ^ escentes de pólice dans la loges parisiennes (17)7-1747), Etude*
(587) B.A.P., Fonds Bastille, Mss. (cartón) 11556, fol. 547. Infame de Dadvenri.
5 febrero 1746. Apéndice 62 E.
(588) Ibidem.
(589) B.A.P., Fonds. Bastille, Mss. (cartón) 11556. fol. 349. Informe de Dadvenel,
18 marzo 1746. Apéndice 62 F.
(590) B.A.P., Fonds Bastille, Mss. (cartón) 11556. fol. 548. Informe de Dadvenel.
6 abril 1746. Apéndice 62 G. . , . rwtw wl Vi
(591) B.A.P., Fonds Bastille, Mss. (cartón) 11556, fol. 351. Informe de DadwñeTÍO
septiembre 1746. Apéndice 62 H. Sobre este tema cfr. Du&on, op ctt., pi».
VALUE*, op. cit., p¿*. 125 127; Luquet. La F.M. et l'Etat..., op. ctt., p«s. 246-252.
(592) Apéndice 60.
(593) Apéndice 37 A.
221
prestar sobre la Santa Biblia; juramento en hn, que no era postble pronunciar
sin hacerse culpable de un enorme pecado mortal» (594)
Este curioso documento donde tanta importancia se da al juramento masó
nico, concluve de la siguiente manera: «Como algunos de los jefes de estas
logias, para engañar y para atraer a los simples, tienen la insigne mala fe de
decirles que Nos va no desaprobamos esta Asociación, y que por Orden de la
Corte habíamos revocado nuestra Advertencia del 14 de enero de 1742, nos
hemos visto obligados, para descargo de nuestra conciencia, a ordenar, como
lo ordenamos, en efecto, que esa misma Advertencia sea de nuevo publicada
mañana en los pulpitos de las Parroquias de esta ciudad, y en los sermones
de las Iglesias en los que hayan de tener lugar» (595).
Un par de años después, el Obispo de Marsella volvía a la carga, informan
do al Rey que «los Frimaqons se reunían públicamente en Marsella, y que
habían comprado una casa donde se proponían tener su logia» (596). Ante esta
actitud el Conde de Saint-Florentin escribió al intendente de la Provenza, Mr.
Glené, para «que empleara su autoridad a fin de hacer cesar esas asambleas,
y para que quitara a los que las tenían los medios de continuarlas» (597).
Por su parte, el 2 de septiembre de 1748, el conde de Saint-Florentin escri
bió al Obispo de Limoges para acusarle recibo de la carta «que se había tomado
la molestia de escribirle a propósito de las asambleas de Francs-Magons que se
tenían en Brive» (598). A este respecto había ordenado al señor Intendente
tomara, sin llamar la atención, las medidas necesarias para que cesaran.
En la misma fecha escribió Saint-Florentin al Intendente de Limoges, M.
de la Chátaigneraie, transmitiéndole las quejas recibidas sobre las asambleas de
Francmasones que se tenían en Brive. Y a continuación tiene una frase que
es clave para conocer no sólo el pensamiento respecto a la masonería, del minis
tro encargado de los asuntos religiosos, sino su delicada actuación frente a esa
organización de la que, como vimos, era miembro.
Saint-Florentin escribió al Intendente de Limoges que «aunque esta clase
de sociedades [la de los Francmasones] no tenían ningún objeto contrario al
orden público, no obstante, como era irregular el que se tuvieran asambleas
de cualquier clase que fueran», debería advertir sin ostentación, a las personas
que teníar 'as logias, que se abstuvieran de ellas (599).
Esta actuad de enfrentamiento hacia la Masonería, sobre todo por parte
eclesiástica, dio lugar — al igual que ocurrió en Berna con motivo de la prohi
bición de aquel Cantón— a una serie de publicaciones de carácter más o menos
polémico, donde las defensas y acusaciones se suceden sin interrupción. Así
caben citarse la Carta de! abate Frérott a Madame de *** en la que se invita
a diversos autores célebres a entrar en la orden de los Francmasones (600), y
222
en la que se recoge el discurso que le hizo al autor el venerable de la logia
[Procope] el día de su recepción.
Allí se puede leer entre otras cosas lo siguiente: «Las órdenes religiosas
han sido fundadas para hacer santos, y en principio lo han conseguido; las
órdenes militares para hacer héroes, y los han hecho; la orden de los Franc
masones para hacer hombres felices, y nosotros lo somos» (601).
De esta misma época es la Carta del Abate Desfontaine a Mtne. la Marquesa,
de ■'■** conteniendo el verdadero secreto de los Francs-Mafons (602), y El Se
creto de los Francs-Magons del abate Perau (603), al que se refirió un gazetin
de la policía del 10 de febrero de 1744 (604) recogiendo la opinión de lo»
celosos de la orden que decían que todo lo que en él se contenía era falso, y
«que había sido compuesto por orden del Gobierno para desacreditarlos y des
truirlos».
Al año siguiente es Léonard Gabanon, pseudónimo de Louis Travenol, quien
publica su Catecismo de los Francmasones (605). Otro abate, Larudan, es el
autor del libro La Orden de los Franc-Masones traicionada y el secreto de los
Mopses revelado, publicado por vez primera en 1745 (606). De hedió se trata
de un libro anónimo que en los catálogos de la Biblioteca Apostólica Vaticana,
y de la Biblioteca de Etudes [París], se atribuye al abate Perau. En otras bi
bliotecas, como en la Central de Barcelona, figura como anónimo. Sin embargo,
es el propio abate Larudan en su libro Les francs-magcms ecrasés (607) quien
en el prefacio se atribuye la paternidad del libro anterior, del que dice «Tistfan
ya siete ediciones, y cuatro traducciones diferentes, todas ellas hechas en menos
de cuatro meses (608), lo que le animó a continuar con el nuevo libro. No
obstante, dado el carácter negativo de las obras de Larudan, la primen de
ellas fue también objeto de una Carta crítica, publicada por un masón anónimo
en La Haya, el año 1745 (609).
Existen igualmente de esta misma época, canciones y poesías dedicadas a
la Venerable Cofradía de los Francs-Ma^ons (610); exámenes de la sociedad de
célébres d’entrer datts l’ordre des Francs-Ma$ons, par un nouveau Franc-Magons, sJ., n.d.,
1744.
(601) Ibidem, pág. 3.
(602) D esfontaine, Abbé [Pierre-Francois G uyot], Lettre de M. l'abbé*** a time,
la Marquise de *** contenant le véritablc sécret des Francs-Mafons, Anvers, 1744.
(603) P erau , Abbé, Le Sécret des FrancsMafons (nouvelk édition revue, oorrigée et
augmentée), 1744. La primera edición fue impresa en Genéve en 1742. Después tuvo, al
menos, una nueva edición: Le secret des Francs-Mafons, avec un recueü de lettrs cbansons,
précédé de quelques piéces de poésies. si., 1749.
(604) Apéndice 49 C.
(605) G abanon, Léonard [Louis T ravenol], Catécbisme des Francs-Mafons, 1745.
Unos años después publicó su Nouveau catécbisme des Francs-Mafons, 1749.
(606) L arudan, L’Ordre des FrancsiMafons trahi et le sécret des Mopses révéli.
A l’Orient chez G. de PEtoile, entre l’Equerre et le Compás vis-l-vis du soleil couchpnt.
Amsterdam, 1745. , , ,, ,
(607) L arudan, Abbé, Les Francs-Mafons ecrasés, suite du Uvre tnMulé: LOrdrt Oes
Francs-Mafons trabi, Amsterdam, 1746. Existen nuevas ediciones los años 1766 y 1778.
Este libro es también atribuido, en el catílogo de la Biblioteca Apostólica Vaticana, al
abate Perau. , »••*»»• *
(608) Algunas de estas ediciones fueron hechas en Strasboutg, Letpng, Berlín, Ams-
terdam y Copenhague. „
(609) A nónimo, Lettre critique d'un Frére mafon sur un Uvre nouveUement paru soms
le titre de VOrdre des Francs-Mafons trabi, etc. La Haye, 1745. „ ___ ,
(610) A nónimo, Cbansons de la Trés-VenerMe confrérte des prMdtes
de quelques piéces de poésie. Amsterdam, 1745. Anexo a la obra citada de Lakuoan, LOrdrt
223
los Francmasones, en los que se hace v e r su oposición a las máximas del cris-
nanismo (611); hisiorias y estatutos (612); apologías de la orden (613); y
nuevos catecismos (614).
Además de estas obras existe otra, también anónima, que lleva por título
Defensa apologética de los Francs-Ma^ons contra los cinco discursos de los RR.
PP... Misioneros en..., publicada en francés en Francfort sur le Meyn el año
1747 (615). y en la que entre otras cosas se lee que uno de los primeros esta
tutos de la asociación prohibía «en las logias todo lo que se relacionara con
la Religión, lo cual era evidente, tanto por relación a ella, como por amor a la
tranquilidad. Pues pertenecía a la Iglesia y a las asambleas de sus doctores el
tratar de estas materias. A los masones les correspondía el permanecer ligados
a su Religión, ya que aunque no la predicaban en la logia, fuera de ella inten
taban observarla (616).
Acerca de las relaciones entre católicos y protestantes, es interesante recoger
lo que ya en 1747 escribió el autor de esta Defensa apologética. Dice así:
«Sería, sin duda, un crimen atentatorio a la Religión, exigir de un candi
dato protestante, que permaneciera fiel a la religión que él profesa, puesto que,
según nosotros, no es la buena; pero no se pone ningún obstáculo a su con
versión, y nada le impide hacerse instruir, fuera de la logia, por los mismos
hermanos. En el acto de recibirle no se le exige ninguna profesión de fe, con
tal que tenga costumbres y virtudes sociales, ya que esto es la único que se
le pide» (617).
Más adelante tratando del mismo tema, añade: «Sabemos que la religión
católica prohíbe toda comunicación con los que están separados de su comu
nión; y se hizo valer esta prohibición contra nosotros. Pero sabemos también,
hasta dónde se extiende, y cuál es su espíritu. Pues esta prohibición solamente
tiene lugar para las cosas que se refieren a la Religión; es in sacris donde no
debemos tener relación con los que están en el error. Los oficios protestantes,
por ejemplo, están prohibidos a los católicos, pero no les está prohibido, por
ningún canon, el vivir o habitar con los que van a ellos» (618).
Y todavía añade: «Nuestras logias no son ni iglesias, ni templos; son
lugares de reunión, donde se intenta atraer a los corazones rectos y virtuosos,
a hombres dulces y humanos, hombres con talento, amadores de las artes y las
ciencias: en fin, son lugares en los que se trabaja por practicar todas las vir
tudes civiles respecto a los principios de la sociedad y de la humanidad» (619).
des FranctMafons traht. Cfr. igualmente C o '.'r e t d e V i l l e n e u v e , M., L’Ecole des Francs-
Macons avec un recuetl de poésies mafonnes, Jerusalem, 1748.
.611) A n ó n im o , Examen de la Société des Francs-Maqons ou l’on fait voir son opposi-
ticn aux Máximes du Christianisme, s i, 1746.
Festetik* ^ tsto*Te et $tatuts de la Société des Francs-Maqons, Londres, Isaac
(613) Mr. N... Apalogie pour l’Ordre des Francs-Magons avec des chansons compo-
SeeSiÁ aLt Amel ka'«, La Haye, 1742. Existe una nueva edición en La Haye, 1745.
íais! *R/ VEN0L’ rk: Nouveau catécbisme des Francs-Maqons, 3 ed., Jérusalem, 1748.
nn pp „ NIM0' béfense apologétique des FrancsMaqons, contre les cinq Discours des
~ ~ m l uo™ F r a n c f o r t sur Meyn, Rudolf Fincher, 1747. Un ejemplar de esta
(616) Mdem ’Jág1> “ d* h B N P ’ M,S J° ly de pleury> voL 184‘
>617) Ibidem, pág. 20.
(618) Ibidem, pgs. 21-22.
(619) Ibidem. pág. 23.
224
|2j§ ||p O U S voyons avec étonnement le nombre
9K 5 k? des Francs - Ma<;ons augmenter dans cette
Villc. Quatre Loges y íont deja placees
.en diflferens quartiers; plufieurs períbnnes s’y fonc
recevoir, íáns etre éfrayées par l’épouvantable íer-
ment qu il faut prononcer pour etre admis dans
cette illicice & ícandaleufe Societé; ferment cependant
dont les termes devroient faire frémir quiconque a
tant íoit peu de religión íérment que, par une
horrible profanation , on fait prétcr fur la Sainte
Bible; ferment entín que Ton ne peut faire , íáns
le rendre coupable dún enorme peché mortel.
M a is, comme quelques uns des Chefs dc ces Loges,
pour trompcr & pour attirer les limpies, ont l'iníigne
mauvaiíé foi de leur dire que nous ne déíaprouvons
plus cette Aílbciation, & que par ordrede la Cour
nous avons revoqué notre Avertíflement du quatorze
Janvier 17 4 2 . Nous íbmmes obligé , pour la dé-
charge de notre conícience , d’ordonner , comme
nous ordonnons en eflfet ,que ce méme Avertiflemenc
íoit de nouveau publié demain aux Prones des Pa-
roifl’cs de cette V ille, & aux Sermons dans les Egliíés
ou i) doit y en avoir. Donné á Marfeille dans notre
Palais Epiicopal, le 3. Février 1748-
* H E N R Y Évéque de Marfeille.
7V M t »fe¡gncnr . CoWDOCNtAW. PicíK Stcrtt.
.'•*/ * - i .. ^
H I S T O Y
K R E E -M A S O N S^
C O N T A I H I N C T H fi t*
Origine, l'i ogrcfi., and prefent Sute :
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C II a k i> r:s {) K 1 j L A TiuNfc,
Inftru<ftion a9 o f t^ jH ^ th rtn :
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OcctfioncJ by their P e r s E C ü t io n in thcjCfeatoi
•f Bemcj and in the P o p e ’s Dominion* ;
And * fehA N u m b e i of S O N O S u>¿ odbft
P a i l t i c u l a r j , for tbe U i * 9f the S O C I E T V .
Pír bonam famam et itifanúan.
LONDON:
Printcd for J S c o t t , ti the Slath^Svan, Íf> D f f l t u e , n « r
V/tft Smtífirld'y acd Sold by R . B a i d w I attfec Befe ia
í*Ur~N*ft*r-R<?w% M .D C C .L 1V*
Con relación al «Juramento execrable» en el que el Obispo de Marsella
basaba su denuncia y advertencia, comenta lo siguiente el autor de esta Defensa
Apologética: «La Iglesia, los Soberanos o los que tienen una autoridad deri
vada de ellos, son los únicos que pueden exigir y recibir juramentos legítimos.
He aquí un principio general que reconocemos, pero que no es aplicable a
esta tesis general; no tiene nada de común, ni de contradictorio con nuestros
compromisos. Un razonamiento bien simple lo probará estableciendo al mismo
tiempo la legitimidad de las promesas que hacemos en la logia. Las leyes de
la Sociedad, y las de la amistad dan derechos respectivos a los que éstos lazos
unen, o a los que quieren formarlos, asegurándose ios unos a los otros por
palabras que no se pueden falsear sin oprobio, y por obligaciones que compro
meten tanto en el fuero interno, como en el externo, y que no la&fíman las
que Dios y el Príncipe tienen derecho a exigir. Una vez pue&to este principio
natural e incontestable, basta, pues, haber probado que los Francs-Masones
no ofenden ni a Dios, ni al Soberano, para admitir la legitimidad de sus pro
mesas, y convenir que no pueden quebrantarlas sin deshonrar, ni herir todas
las reglas de la moral menos austera, sin violar incluso el Derecho de Gentes,
puesto que no consiste en otra cosa que en el consentimiento universal de
todos los pueblos sobre cualquier Cosa que sea, ya que las leyes de la sociedad
les interesa a todos. No es preciso tener el tacto muy delicado para sentir esta
distinción; y no es falta nuestra, si a pesar de su simplicidad, no ha sido te
nida en cuenta en las reflexiones de los que nos condenan sin conocernos, qui
zás por efecto de la prevención siempre ciega y precipitada en sus decisio
nes» (620).
Todavía hay una ulterior reflexión respecto al juramento. Basta ser cris
tiano — dice el autor— «para no ignorar que un juramento que compromete
al mal, aunque hubiera sido prestado voluntariamente, y sin violencia, es ab
solutamente nulo, y habría más crimen todavía observándolo que pronuncián
dolo. Con mucha mayor razón se sentiría la indispensable necesidad de revo
car un juramento de esta naturaleza, que si hubiera sido arrancado por fraude
o violencia» (621).
Finalmente en este escrito se encuentran unas Observaciones sobre la Re
ligión y la Moral, en las que se hace una especie de Declaración de Fe. Reco
nocemos — dice— y aceptamos con todo nuestro corazón esta proposición:
«Que la Religión es la más antigua, la más necesaria, y la más sagrada de to
das las instituciones, y que solamente a ella debemos dar el primer puesto,
ya que ella tiene su origen en Aquel que ha hecho todo» (622).
Respecto a las leyes fundamentales de la Orden, resumidas en cuatro apar
tados, cabe destacarse la alusión hecha, no sólo al ateísmo, sino incluso al
Deísmo, del que con no poca frecuencia se suele tachar a la Masonería. La pri
mera de estas leyes es «la práctica de los Deberes para con Dios, cada uno
según el que le prescribe la religión que profesa; pues se evita cuidadosamente
admitir en la Orden a Ateos ni Deístas, en cuanto se puede reconocer en un
aspirante cualquier opinión que lleve al Deísmo o al Ateísmo, por más estima
do que sea en la sociedad civil, y a pesar de sus cualidades brillantes y extra
ordinarias».
15
Las otras tres normas son: La segunda, « n a inviolable fidelidad hacia
el Soberano, bien sea como su súbdito nato, como su subdito adquirido, sea
en fin como residente en sus Estados, y que goza de la seguridad publica, .
la sombra de su protección». La tercera es « 1 amor y el cuidaoo de su propia
familia» Y la cuarta, «la caridad siempre llevada a desplegarse en favor del
prójimo bajo cuyo nombre están comprendidos, según los principios de la
ley cristiana, todos los hombres, sin exceptuar siquiera a los enemigos» (623).
A la vista de estas ideas no llama la atención el Testamento escrito por
Lord Derwentwater, primer Gran Maestre de la Masonería en Francia (624),
y fiel partidario de los Estuardos, escrito el 8 de diciembre de 1746, poco
antes de morir ajusticiado en la Torre de Londres, por defender precisamente
la causa estuardista. Dice asi:
«Muero como hijo humilde y obediente de la Santa Iglesia Apostólica y
Católica, en perfecta caridad con todos los hombres, y formulando los más
sinceros deseos para mi querido país, que no será jamás feliz, si no rinde jus
ticia al mejor y más injuriado de los reyes. Muero con todos los sentimientos
de reconocimiento, de respeto y de amor hacia el rey de Francia, Luis el Bien
Amado (de gloriosa memoria). Recomiendo mi querida familia a Su Majestad.
Me arrepiento de todo corazón de todos mis pecados, y tengo la firme con
fianza de obtener misericordia de Dios Todopoderoso por los méritos de su
Hijo bendito Jesucristo Nuestro Señor, al cual recomiendo mi alma» (625).
C o n su lta d e la Sorbona
[1748]
Todavía existe de esta misma época otro escrito que suele ser bastante ci
tado. Me refiero a una Consulta de la Sorbona hecha pública, según la cual no
era lícito afiliarse, ni permanecer en la sociedad de los FrancS-Magons..
Aun cuando la edición original de esta Consulta es del año 1748, la mayor
parte de los que la citan la sitúan en 1754, fecha de su reproducción a raíz del
«Suplemento a los verdaderos juicios sobre la Sociedad de los Francmaso
nes» (626), obra escrita en refutación del Secreto de los Francmasones. Por
otra parte — según indica Luquet — no es correcto atribuir esta Consulta a
la Sorbona, Facultad de Teología de la Universidad de París, ya que la Sor
bona, en cuanto cuerpo, no daba Consultas, sino que decretaba sus decisio
nes (627). De hecho no se ha encontrado en sus procesos verbales ninguna
deliberación referente a los Francmasones.
No obstante, en la edición original que es anónima, si bien se atribuye al
franciscano Padre Bonhomme, el texto de la Consulta va precedida, a modo
226 ~
de prefacio, por una «Carta de un eclesiástico de París a un párroco de la dió
cesis de Langres» (628), en la cual declara expresamente que la Consulta es
obra de seis doctores de la Sorbona, que, sin embargo, permanecen en el ano
nimato, pues la Consulta concluye con las palabras: «Deliberada en París por
los Doctores consultados», sin otra precisión. Lo cual hace suponer que aun
cuando esos doctores no fueran imaginarios, la Consulta solamente expresaría
su opinión personal, y no una decisión de la Sorbona.
Jarrhetti cuando la cita en su Orador Franc-mason (629) tampoco la atri
buye a la Sorbona. Ni siquiera la refutación de la Consulta, impresa en La
Haya en 1749, hace referencia a la Sorbona, ya que se titula: Carta y Discurso
de un Masón libre, en respuesta a la carta y consulta anónimas sobre la Socie
dad de los Franc-Masones (630). Tampoco en el catálogo de la Biblioteca Na
cional de París se alude a la Sorbona, ya que simplemente indica Carta y con
sulta sobre la sociedad de los Francmasones, París, 1748.
No obstante Wolfstieg en su Bibliografía masónica la atribuye a la Sorbo
na (631). Parece ser que el primero en transformarla en una Decisión de la
Sorbona, fue el Obispo de Quimper, Monseñor de Saint-Luc, en una carta
del 8 de junio de 1776 a los Agentes Generales del Clero, a los que escribió
diciendo que los francmasones eran «una asociación reprobada por las leyes
del Reino, por las de la Iglesia, por la misma razón, y por una decisión de
la Sorbona» (632). De todas formas el hecho de que la Consulta en cuestión
esté avalada indirectamente por la policía y que los Doctores consultados no
se mencionen, puede dar al menos impresión de cierta anormalidad. Pues un
tal abate Lerouge escribió a propósito de ella: «He leído por orden del señor
lugarteniente general de Policía un escrito intitulado Carta y Consulta sobre
la sociedad de los Francs-Mafons. Este pequeño escrito me ha parecido sólido
y muy juicioso» (633).
Según la carta que precede a la Consulta, fechada en París el 3 de noviem
bre de 1748, su autor se muestra muy edificado de la delicadeza de conciencia
del párroco a que va dirigida, a propósito de la opinión manifestada sobre la
sociedad de los masones. El mismo confiesa haber experimentado a menudo
el mismo pesar por esa asociación que «no dejaba de hacer progresos y exten
derse en las provincias, y atraer a personas de toda dase, sacerdotes, e incluso
religiosos» (634).
Hablando del secreto escribe el eclesiástico de París que él «siempre había
pensado que lo misterioso de la Masonería no era otra cosa que un juego, ya
227
ÜUe el secreto que allí se afectaba acerca Je las asambleas y las operaciones
de la compañía, no tenia ningún objeto, pues le.único que esos sefiores preten
dían era divertirse a costa del público ¡emendóle en la inquietud «cerca de
lo que pasaba en sus logias». Pues si allí ocurriera algo de particular — pro
sigue el eclesiástico— , vista la multitud de los que se han agregado a la so-
ciedad y el número de años que hace que subsiste, sena imposible que el se
creto no se hubiera por fin divulgado. Ya que en primer lugar la indiscreción
y ligereza no habrían podido impedir que el secreto se descubriera a otros.
Por otra parte el escrúpulo de cualquier alma timorata iniciada en este pre
tendido misterio, habría hecho alguna manifestación. Por esta razón concluye
el eclesiástico, «jamás podrán persuadirme que un secreto que está entre miles
de personas subsista mucho tiempo oculto» (635).
La Consulta hecha a los seis doctores de la Sorbona por el eclesiástico
parisino fue motivada por la duda de conciencia que tenía el párroco de Lan-
gres, sobre si podía acmitir a los sacramentos a un parroquiano, hombre ho
nesto, por otra parte, a pesar de ser Franc-Ma^on, y asistir a las logias. Según
la susodicha Consulta, la Sociedad masónica era ilegítima por varias razones.
La primera de éstas es casi exclusivamente de carácter político: «Un súbdito
no puede, sin pecado, agregarse a una sociedad prohibida por el Príncipe. El
que resiste al poder, dice San Pablo, resiste al orden divino: Qui Potestati re-
sistit, Dei ordinationi resistit (636).
Después de aludir a las leyes del Estado que habían prohibido las asam
bleas de los Francmasones, razona a favor de tal medida diciendo «que todas
las reuniones clandestinas y sin autoridad, sobre todo de personas que se li
gan por juramentos, no deben ser toleradas, pues personas malintencionadas
podrían, bajo el nombre de Francmasones, tener conventículos sediciosos, y
tramar contra el Estado» (637). Además la autoridad eclesiástica había venido
en apoyo del Poder secular, ya que el Santo Padre había prohibido las asam
bleas de los Francmasones bajo pena de excomunión.
No cabe duda que en un país donde no había sido recibida la bula de Cle
mente XII, esta insinuación de la prohibición papal está hecha con tacto y
diplomacia, en cuanto que es considerada tan sólo como una confirmación
de la prohibición gubernamental.
Nuevamente se advierte la misma estratagema de mezclar lo político con
lo religioso al hablar del secreto. Los cristianos — se lee en la Consulta— «no
pueden comprometerse con juramento, como lo hacen los Francs-Ma^ons, a
mantener secreto lo que ocurre en sus asambleas, y a no descubrirlo a nadie,
ni siquiera a ios que están puestos por la administración de la policía en un
Estado». La razón de este aserto tampoco estriba en esta ocasión en motivos
religiosos o teológicos como podría caber de los supuestos autores de la Con
sulta, sino también de móviles de orden jurídico político. El Príncipe y los
Magistrados tienen derecho a conocer todo lo que se hace en un Reino por
varias personas reunidas en cualquier lugar. Encargados de impedir todo mal
que pueda cometerse en la Sociedad civil, tienen derecho a interrogar a las
personas reunidas sobre lo que ellas hacen. «Rehusar responderles al ser pre
guntados, es desobedecer al Poder. Es, pues, todavía un mayor mal compro-
228
meterse por juramento a esta desobediencia formal, que encierra un desprecio
a la autoridad establecida por Dios» (638).
Todavía se extiende bastante a propósito del juramento, que prácticamente
es el tema clave de la Consulta (639). También indica el hecho — por otra
parte falso— de que los francmasones al entrar en la Sociedad se comprome
tían con juramento al secreto antes de saber de qué se trataba, ni cuáles eran
las prácticas de la Compañía, todo lo cual iba contra la prudencia cristiana,
pues ni siquiera una conciencia timorata se atrevería a ligarse con juramento
a una cosa que pudiera ser mala y criminal, como podía ser «guardar secreto
sobre objetos que fueran contra el bien de la Religión y del Estado» (640).
A continuación alude a las ceremonias de iniciación tomadas del libro in
titulado El Secreto de los Francs-Magons, impreso en 1744, que considera
como «prácticas reprensibles, poco convenientes al respeto debido a las cosas
santas, supersticiosas, e incluso escandalosas por la mezcla de lo sagrado y lo
cómico» (641).
Tras esta referencia al ceremonial masónico vuelve a ocuparse del jura
mento, para fijarse esta vez en la célebre fórmula final «que sólo oírla hace
temblar»: En caso de infracción permito que mi lengua sea arrancada, mi co
razón desgarrado, mi cuerpo quemado y reducido a cenizas para ser arrojadas
al viento, a fin de que ya no se hable más de mí entre los hombres. Aquí — se
lee en la Consulta en cuestión— «la iniquidad no es equívoca, salta a la vista.
Pues ¿de quién ha recibido esta Sociedad el derecho de castigar con la muerte
a los infractores del secreto?, ¿de Dios? El no ha hablado a estos señores,
ni les ha dado una misión extraordinaria. ¿Del Príncipe? Bien lejos de auto
rizarles esta exorbitante pretensión, ya que ha prohibido sus reuniones. ¿Será
que la ha recibido de un particular, y que al hacer el juramento comiente en
la pena de muerte, y da derecho por ello a la Orden a castigarlo con la muerte?
¿Pero quién no sabe que ningún particular tiene derecho sobre su propia vida,
ni para quitársela, ni para autorizar a nadie a que se la quite?» (642).
Después de decir que todo lo anterior bastaba para mostrar por cuantos
puntos «la Sociedad de los Francmasones era ilegítima y prohibida a todo buen
cristiano, la parte final de la Consulta está dedicada a desprestigiar la fina
lidad de ayuda o beneficencia de la Orden (643) diciendo que por bueno que
sea el fin en sí mismo, no puede hacer buena una sociedad por otra parte vi-
229
ciosa v reprobada por las buenas reglas tanto mas que «todo cristiano tiene
obligación de asistir a su semejante, todas las veces que pueda, y que se pre
sentí la ocasión. Así. respecto a esa candad que alegan os Francmasones, se
puede decir que su Sociedad es inútil y esta de mas» (644).
Finalmente y con esto concluye la Consulta, llamada de la Sorbona, se
indica que al conocerse a los fundadores de esta asociación, y al haberse últi
mamente extendido mucho «los Deístas, los espíritus fuertes, la gente sin
religión, era muy factible que una vez cimentada la Orden con hermosos pre
textos, p u d i e r a n fácilmente deslizar en el alma de los Hermanos el veneno de
sus detestables principios. «Lo que confirma esta circunstancia particular, es
que todos los que creen en Jesucristo, de cualquier secta que sean pueden ser
admitidos en la Compañía, lo que al menos supone que se adopta el tolerantis
mo, es decir la condescendencia con todas las Religiones» (645).
De todo lo cual, concluye el escrito, resulta que no es lícito ni agregarse,
ni permanecer en esta sociedad.
El hecho de que la mayoría de los masones franceses fueran católicos, y
de que en sus filas — como veremos más adelante— militasen numerosos sacer
dotes v religiosos, al mismo tiempo que resta valor a las «razones» alegadas
en la Consulta anterior puede explicar, o al menos justificar la diversidad de
criterios y enfoque que se manifiestan en todas estas publicaciones tan radi
calmente distintas y aún opuestas, según el sector de donde provengan.
Más llamativo resulta el hecho de que en el año 1748 el Gran Sultán diera
la orden de cercar en Constantinopla una casa en la que estaban reunidos
varios masones, los cuales debían ser detenidos, y la casa destruida. Pero pre
venidos a tiempo lograron huir, y gracias a la intervención del embajador in
glés, no tuvo mayores consecuencias. No obstante, el Gobierno de la Puerta
Otomana intimidó a los representantes de las Cortes extranjeras, la orden de
que no intentaran introducir nuevas sectas, y mucho menos la Francmasonería,
en los Estados del Gran Señor (646).
Según Ragón había sido un francés el fundador de la logia de Constanti
nopla, si bien las reuniones se tenían en casa de un intérprete inglés, a la que
habían sido invitados varios turcos. El intérprete recibió la orden de no volver
a recibir en su casa ninguna persona de aquellas; y el francés fue embarcado
para Francia.
A pesar de tratarse de un país musulmán, se conserva un documento por
el que queda constancia de la intervención pontificia incluso en este caso. Es
una carta de Benedicto XIV al Cardenal Tencin, escrita el 22 de enero de 1749
en la que le dice: «Hace algún tiempo escribimos sobre lo que sucedía en
Constantinopla a propósito de la secta de los francmasones; ahora os anun
ciamos que Dios ha puesto allí remedio, habiéndola hecho desaparecer in bra-
L a I n q u is i c ió n d e T o le d o y l a M a son ería
[1744-48]
(647) A.S.V., Miscell, Armario X V , t. II. vol. 155. Benedicto X IV al Cardenal Ten
cin. Roma, 22 enero 1749. Apéndice 66 A. I I e e c k e r e n . op. af.. t. I, pág. 458.
(648) Roland Puchot des Alleurs, capitán de la Guardia Francesa, enviado a Polonia
en 1741, fue embajador en Constantinopla desde 1747 hasta su muerte en este puesto
en 1755, en que fue reemplazado por Vergennes.
(649) Apéndices 41 a 45. . „ _
(650) A.H.N., Inquisición, Libro 1168, fols. 201-202. Apéndice 66 B. L ea. Henry O í r
los A History of tbc Inquisition of Spain, New York, 1906-8, vol. 4. pag, 301. Kamek,
Henry, The Spanish Inquisition. London, 1965, 280-1. Tanto Lea como ^Kamen equivocan
la ortografía del encausado, ya que no se trata de Rpscobel. sino de Roscobet.
v en este tiempo el deciente tornó «mistadcon un criado que servia de ayuda
de cámara a Don Cenón de Somodev.lla, Marqués de la Ensenada, con quien
232
3746, y comprobado que «no resultaba de ellos cosa alguna de lo que con
tenía la precedente delación (656), quedó sin darle curso durante año y me
dio, hasta que el 13 de octubre de 1747, los inquisidores Mucientes y Escalo
na^ habiendo leído nuevamente dicha declaración, decidieron remitirla a los
señores de Consejo (657). Estos la examinaron el 23 de octubre de 1747, y
tomaron el acuerdo de devolverla al Tribunal de Toledo para que «se recorrie
ran los registros de todos los tribunales, en cabeza de Mr. Bance y Don Anto
nio Rosellón, y se averiguase el paradero de ambos» (658). Los señores dd
Consejo aprovecharon la ocasión para reprochar al Tribunal toledano el «ha
ber tenido tanto tiempo suspenso el expediente sin adelantamiento alguno».
De la recorrección hecha en los registros de las diversas Inquisiciones «en
cabeza de Monsieur Bance Coronel, teniente en cierto regimiento, y de don
Antonio Rosellón, Ayuda de Cámara del Marqués de la Ensenada, verificados
de francmasones» no resultó cosa alguna contra los susodichos. En este sen
tido se expresaron unánimemente, durante los meses de noviembre y diciem
bre de 1747, las Inquisiciones de Corte, la de Murcia. Valladolid, Barcelona.
Zaragoza, Cuenca, Logroño, Llerena. Valencia, Santiago, Córdoba, Sevilla y
Granada, con las que coincidió la propia Inquisición de Toledo, al hacer la
corrección de sus propios registros (659).
La Inquisición de Corte comunicó además a la de Toledo, con fecha 18
de diciembre de 1747, que el señor Bance, según informaciones recibidas, ha
bía pasado a servir a la Reina de Hungría; y don Antonio Rosellón se en
contraba de Ayuda de Cámara del Marqués de la Ensenada (660).
Nuevamente tomó cartas en el asunto la Inquisición de Corte, el 11 de
diciembre de 1747, al ordenar al señor Simón Bayón, Presbítero Comisario
del Santo Oficio de la Inquisición de Corte, que ante testigos dignos de con
fianza, dispusiera que el presbítero Pareja, se ratificara ad perpetuam reí me
moria,rn en su Delación, y que si en ella tuviese algo que añadir, alterar o en
mendar, lo ejecutara con la mayor distinción (661), cosa que realizó al día
siguiente ante dos sacerdotes que juraron así como el denunciante guardar
secreto (662).
El 22 de enero de 1748, el Inquisidor Fiscal de Toledo, a la vista de las
diligencias hechas, originadas por la delación de Don Joaquín Pareja, quien
testificó en su día, acusando de francmasones a Mr. Bance y a D. Antonio
Rosellón, y dado que solamente existía esa testificación, y que «no había
resultado otra cosa de la recorrección general de registros contra los referidos»
decidió que se suspendiera esa Sumaria, y se pusiese en el legajo y letra corres
pondiente por si en el futuro ocurriese nuevo motivo para su prosecución (663).
233
O rden de la In q u isic ió n de C o r t e
[1748]
Carta del Cardenal Corsini sobre los rumores de que en Florencia había mucho» herejes
debidos especialmente al Barón de Stosch.
El Cardenal Corsini a S.A.R. el Gran Duque de Toscana.
Roma, 16 abril 1739
[ Nota marginal-. Estratto d ’una lettera scritta dal CmtAin»\ Corsini ne’
16 Aprile 1739 concernente la voce spane in Roma che in Firenze si
trovasero molti eretici, specialmente per seduáone del B oone di StoschJ.
Papiers secrets.
II marque, qu’il se flatte que les témoignages de respect et d'attentkms qu’il a eú pour
S.A.R. depuis qu’elle est Grand Duc feront recevoir avec benignité de SA .R . ks tris
humbles représentations qu’il a Luy faite, esperant qu’il n’y seta soup^oané nj de peu de
sincerité ny de secondes fins. Que S.A.R. pourra estre cercioré de tous les mnrit»din« de
quelle maniere il a servi les feu Grands Ducs ses prédécesseurs de son amour pour k patrie,
de méme que de celle du Saint Pére qui en a toujours esté a Rome le pgpteueur et en
consequance des ordres duquel il prend la liberté d ’écrire a SAJt. que la rc&gian eat a i
péril dans sa patrie ou le mal va s’estendant a grands pas. Que U piété et k pofctique
de S.A.R. en arrestera le cours, l’assurant que ce n ’est pes de sa part une visión ou une
frayeur peu fondée, n’estant pas pour s’alkrmer par le peur d ’un mal tres éloigné, les
faits le démontreront a S.AJt.
S.A.R. scavant done que le Barón Stoch, qu’il conooit de kmgue mainf et en Hoflaade
et á Rome, pour un homme sans moeurs et sans religión; tient dans k maison une Ecole
de pur deisme, avec quelques professeurs des plus corrompus de lTJniversité de Pise,
et les écoliers les plus pervers qui sortent de cette Université, joignant a oes principes
la débauche la plus dissolue.
Stoch se croira a couvert de tout sous k protection de k Cour qui régne en Angleterre
(quoiqu’il soit trés odieuz á tous les honestes gens de cette nation).
Et pour empecher que l ’on ne puisse rechetcher ce qui se passe dans cette société qu’il
a introduit chez luy, il luy donne le nom de frammasstms, et pour la se met a couvert prés
de ceux qui savent que cette société a esté foraiée en Angktenr par forme de jen ou de
divertissement honeste, mais qui ignorent combien elle est degenerée en Italie et y devenue
une école d’impiété. En effet, en Angleterre ou est née la société. toutes sectes y estant
tolerées, il n’est pas necessaire de pretexte ou couverture, ce qui est different en Italie.
Ce fait sera cercioré a S.A.R. s’il veut bien écouter les démonstrations faites a l’Inqui-
sition par gens emüs de remords de leurs con sciences, qui sont venus s’acusser et leurs
cómplices.
II veut croire que tous ne sont pas encore pervertís mais il est fort^ i craindre surtout
pour les jeunes gens, qu’ils n’avalent insensiblement Tiniquité comme 1eau.
Les accusations faites i l’Inquisitton portent en substance, que chei le Barón Stoch,
et dans les caffées et boutiques publiques, il se répand plusieurs máximes contraires i
la foy et á la purété des moeurs. Cela va jusqu’i nier la Trinité, rinmortaüté de lame,
l’authorité de l’Eglise, et á l’égard des moeurs ils divulguent qu’il n’y a d ’autte péché des
sens que la sodomie, ainsi que SA .R . le saurat plus particuliérement du P. Inquistteur si
Elle veut bien l’entendre et mime le fait appder che* EUe. _
Que S.A.R. réfléchisse si aQant combatiré les enemis de notre foy. p «ir attirer Ies
grjkces du Seigneur sur ses armes Elle ne doit pas aupatavant prendre des réscHUdons termes
contre ce mal.
239
Puisque si S.A.R. s’en repose sur son Ministére il naurat pas assez de torces en mains,
ou ü voudra attendre les ordres de S.A.R. ou ü serait mal m ió m e par les assoaés parents
ou amys, parce que Ion ne peut leur tout dévoiler comme Ion ferat á present á S.A.R.
en qui I on a toute la confiante possible.
L ■ seul remede est done á ce mal, pour maintenjr la purete de la religión et des moeurs
dans ses états ainsi que tout prince y est obligé, de chasser inmediatement de ses Etats le
Barón Stoch et milord Ravmond et de permettre á linquisiteur darrester deux ou trois
des principaux coupables, pour arracher les racins naissantes de cette secte et réduire les
nutres á penitence. „ . , . „ , . . ,
Ii seroit aussv á propos de purger lumversite de Pise des professeurs antiches et en
mettre a cet ettect tout le soin et 1'authorité tant á M. Tarchevéque de Pise que M. Cerrati,
gens prudents, sages et zelés. ^
11 demande ensuite pardon á ^A .R . s il s est fort advance, mais son caractere, les
ordres du Saint Pére, l’amour de sa patrie, et de S.A.R. qu’en est le souverain, luy ont forcé.
11 ánit par une derniére reflexión, scavoir que s’il devient impossible au St. Siége de
reñir un nonce á Florence, les protecteurs du libertinage triompheront et les pauvres ecclé-
iiastiques, qui ne pourront se taire entendre seront facilement opprimés.
Outre que tous les princes ont regardé de leur dignité d'avoir prés d ’eux le ministre
Ju pape qui outre qu'il est le Chef de l’Eglise a toujours esté consideré comme le premier
entre les testes couronnées.
11 ñnit en priant le Seigneur de vouloir bien inspirer S.A.R. d ’écouter la voix du Vicaire
Je jésus-Christ par ¿on organe, et de combatiré ainsy glorieusement les ennemis de la
íoy dans ses Etats, qu'il va combattre ceux de la Chretienté.
A. S. F. (Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 340, fols. 17-20).
APENDICE N.° 1 B
Billete del abate Tornaquinci al Senador Rucellai en el que le comunica las órdenes reci
bidas de S A R . respecto al modo de conceder el Brazo secular.
El abate Tornaquinci, Secretario de Estado, al Senador Rucellai.
Firenze, di Segretaria di Stato li 22 Aprile 1739
[N o /j marginal: Biglietto scritto nei 22 Aprile 1739 dalTAbate Tor
naquinci al Senatore Rucellai con cui gli partecipa gli ordini Sovrani per
il modo da prestarsi il Braccio Secolare al Padre Inquisitore con un’altro
Biglietto accompagnatorio che ordina di registrare il predetto biglietto do-
vendo servir di regola
NT B. Questi biglietti furono scritti in occasione dell’Ordine che era
stato dato per fare arrestare il Dot. Crudeli a nome del S. Uffizio].
Afrinché possa sempre testare nei Registri della Giurisdizione la Memoria di un ordine
datomi questa mattina dal Sermo. Gran Duca Ntro. Signore, mi do Ponore di rendere
intesa V. S. Illlma. che S.A.R. mi ha detto, che essendosi portato alia Sua Udienza questo
Padre Inquisitore di Firenze per supplicarla del Braccio contro due Persone racchiate di
errori spettanti al Suo Tribunale, le quali gli vennero nomínate daü’istesso Padre Inquisitore,
voleva S.A.R. accordarglielo, e mi comandava fi farlo sapere al medesimo Padre Inquisi
tore, e di ordinare al Bargello, che in questa occasione ossequiase i di lui ordini. Quanto
poi ad altre contingenze simili, che potessero darsi durante Tassenza del Serm. Gran Duca
daquesti Stati, fa sapere S.A. Reale al Padre Inquisitore che avendo bisogno del Braccio
oecolare, sí porte da me, come Segretario di Stato a farne lTnstanza, e á nominarmi la Per-
sona^ o Persone, contro le quali avesse bisogno di servirsene, per posser daré agli Esecutori
di Giustizia gli ordini corríspondenti, E ratificando a V.S. Illma. il mío vero ossequio
resto...
A. S. F. (Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 339, Inserto 1, fol. 1-2 ).
APENDICE N.’ 1 C
Nota manuscrita del propio Senador Rucellai, Secretario de la Jurisdicción escrita al dorso
de la carta anterior.
CO° f ^uest giorno S.A.R. mi dette udienza, e da se mi disse ch’aveva
risoluto che nei tempo della sua assénza Tinquisitore, ne casi che gPoccorrevtno chíédere
240
il Braccio all Abate lornaqum ci, Segrctarío di Stato, e che all’intorno diceva eaprewomente
ordinato, che non nsolvesse nulla senza parteciparmelo, come Segrctarío della Gíuriadáóooe
e che 1 avvertisse dx non facilitarlo rispetto a forestieri e di non servini della notizia Der
avvisare dehti quanti.
E senza ció per ricordo ho scritto di mia propia mano. Rucellai.
A. S. F. ( Consigno di Reggenza della Toscana, Filza 339, Inserto I, fol. 3 ).
APENDICE N.° 1 D
Registro de la carta anterior para dejar constancia del modo cómo debía prestarse el
Brazo Secular.
Di Segret. di Stato li 6 Maggio 1739
lo Ant. Tornaquinci riverisce con tutti li ossequii mimo. Sig. Seoat. Rucellai ed in
conformitá di quanti gli parló ai giomi scorsi, gli accompagna «nnwti ¡i fliglktto ¿¿
trarsi fra i negozii Giurisdizionali segnato nei giomo medmo., che SAJL dettó l’ordine allí
scrivente e resta...
A. S. F. ( Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 339, Inserto 1, fol- 4 ).
APENDICE N." 2
APENDICE N.° 3
Contestación del Gran Duque de Toscana a la carta del Cardenal Corsini recogida en el
apéndice n.° 1 A.
El Gran Duque, Francisco de Lorena al Cardenal Corsini.
Florence, le 27 Avril 1739
[ Nota marginal: Sur les différends d'Inquisition avec la Cour de-
Rome].
Je ne puis assez témoigner á Votre Eminence, conibien je suis sensible a tout ce qu’EUe
me mande par sa lettre du 16 du courant; Je La prie de continuer ces sentmoens pour
moi, ce qui me regarde, mes Etats et mes sujets, et d ’étre persuade de toute ma reoon-
noissance. , . ,
L’Inquisiteur rendra compte á V. Em.ce de ce que l’ai fait; mon départ m em b ote
d ’en faire d'avantage quant & presem, mais j’ai pris et prendrai des mesures pour prevenir
ce qu’Elle craint avec justice. . . ... , ...... •...
, Ce que le Nonee doit mander á V. Em.ce luí fera connoitre, i ce que i e s p ^ ( combim
)c souhaite de mon cóté lever tout obstacle et par consequent avoir ict un Ministre de
16
son rarnr je nc dout point que du cóté de la Cour de Rome on si y apporte la méme fací-
Sé. r S b S s s e r a i toujours avec plaisir les o c c s io M .d e Luí prouver mon parían attache-
ment et á V. Em.ce la vive passion et 1 estime infame..
A. S. F. (Consiglio di Reggenza della Toscana, Registro 1, pág. 218).
APENDICE N.° 4
Relación del Abate Tornaquinci sobre las solicitudes hechas por el Inquisidor de Florencia
para el arresto del Dr. Crudeli, del Abate Buonaccorsi y de Giuseppe Cerretesi.
El Abate Tornaquinci, Secretario de Estado de la Toscana, a S.A.R. el Gran Duque, Fran-
cisco de Lorena.
Firenze, 19 mayo 1739
[Nota marginal: Relazione dell’Abate Tornaquinci nelTistanza fattalí
dalTInquisitor di Firenze per ¡'arresto del Dr. Crudeli, delTabate Buonac
corsi, ed di Giuseppe Cerretesi, che fu eseguita nella persona del primo,
e negaio per gli altri due per essere il Buonaccorsi ammalato, e sospeso
per il Cerretesi ad istanza del Ministro dlnghilterra fintantoché non ve-
nisse dalla Corte dlnghilterra la resoluzione sulla remozione dalla Tos-
cana del Barone Stosch].
In ubidienza degl’ordini datomi da Vostr'Altezza Reale prima della sua partenza con-
cementi il Braccio accordato a questo Padre Inquisitore per Tarresto del Abate Buonaccor
si, e del Dottore Crudeli, venne fermato ai giorni passati il suddetto Crudeli, giacché tro-
vandosi malaio il Buonaccorsi gravemente, pareva giusto, e conveniente il lasciarlo prima
risanare*
A'íorma poi della facoltá datami da V.A. Reale, di accordare il Braccio al medesimo
Padre Inquisitore, quando venga a chiedermelo, nominandomi prima la Persona o Persone,
ed i modvi per i quali domanda il loro Arresto, hó Tonore di significarle che alie scorse
mattine venuto da me il Padre Inquisitore mi chiese Tordine per ¡'arresto di un certo
Giuseppe Cerretesi, che Egli asseri gravemente indiziato di tenere e spargere massime
contro i buoni costumi; ed lo per andaré piü sul sicuro non stimai di negargli, ne di
concedergli la demanda, ma lo pregai a darmi un poco di tempo di reflettervi, riservandomi
a rispondergli con piú comodo.
Presi quesio partito per considerare e consultare il Negozio col Sig.re Conte di Riche
court, il quale nflettendo prudentemente alia natura molto delicata delTAffare mi disse,
che avendo fa::o moho rumore nel pubblico Tarresto del Dottore Crudeli, a favore del
quale s’interessava fortemenie questo Mons. Mann, Ministro dTnghilterra, credeva Egli
che convenisse meglio di sospendere l’arresto del Cerretesi, per non intorbidare queUa
buona disposizione, che potesse avere il Re dlnghilterra di consentiré alia remozione do-
mandatagli da V.A. Reale del Barone Stosch da questi Stati, che per molte raggioni deve
importare piú di questi Arresti, poiché se S.M. Britanica potesse immaginarsi, o sospettare,
con questi passi fatti frequentemente, che S.A. Reale si movesse a domandare l’espulsione
del Barone Stosch per impulso... dalla Corte di Roma, e per far piacere al Papa, sarebbe
molto difficile, che il Re dlnghilterra si disponesse a secondare le istanze di S.A. Reale.
Ed av«ido Mons. Mann scritto alia sua Corte in forma da poter sperare che S. M. Britanica
aderira alie premure de S.A. Reale, torna peró molto meglio Taspettare qual risoluzione
pigliará sopra il Barone Stosch e frattanto non fare altra novitá, e sospendere, non sola
mente 1’arresto del Cerretesi ma quello ancora delTabate Buonaccorsi, e quietare in questa
forma i clamori di molti che sono piú animad contro llnquisizione.
10 mi trovai persuaso interamente dalle solide riflessioni del Signore Conte di Riche
court, e convenedo nel di lui sentimento, andai dal Padre Inquisitore, e gli dissi come
da me, che avendo fatto meglior riflessióne alie di lui istanze, non mi pareva pruden
temente di poter adesso secondarle per le ragioni suhdette, e per non intorbidare i Maneggi,
ene si facevano per la remozione del Barone Stosch, che era da desiderarsi piü di qualunque
altra cosa per il Bene della Religione.
11 Padre Inquisitore mi si mostró molto savio, e discreto, e trovando giusto e ragio-
ntvole il m io D is c o r so m i dísse, che non averebbe insistí to, e chc ne averdbbe scritto
a a ^ongregazione del Sant Officio di Roma, dalla quale aveva avuto l^ordine di chiederc
1 arresto del Cefr|te«i, del quale mi suppoae di averne anche parlato a V .A . Reale in
un Audienza che Ella gli fece grazia di dar¿i.
In tale stato di cose l o sospenderó di accordare il Braccio, che nú veníate richiesto
dall Inquisitore fino attanto, che non si vedrá qual risoluzione sará presa sopra ¡1 Borone
Stosch, o puré che o .A. Reate non si compiacesse ordínarmi diversamente aperando che
la sua Clemenza non disaproyerá, che l o continui a confidarc al Signore Conte di Riche
court tutte le istanze che mi venissero íatte dall’Inquisitore per estere l o piü sicuro di
non fare errori colla scorta del di luí sen timento.
Avrebbe anche voluto il Padre Inquisitore, che l o permettessi la perqui¿izione in Li-
vorno di una Casa dell Ebreo Atties ove suppone trovarsí deí Librí cattívi. Ms avendo
considerato el signore Conte di Richecourt che ció sarebbe contrario alia libertá e Privikgi,
e un rovinare il Commercio di quel Porto (il che farebbe il giuoco deí Preti di Roma, che
mirano ad accrescere il Commercio d ’Ancona con la disminuzione di quello di Livocno)
replicai al Padre Inquisitore che ció non poteva accordarsi per la regola dtfferente, che ai
praticava in Livorno, ed Egli non pulsó piú kmtano la sua nchiesta.
lo esortai ancora a trattare con tutta la Cantá Cristiana il Doctore Crudeli, a procurare
che dai suoi Religiosi, o fautori, non si cantasse il triunfo del di luí Arreato, e aopf*
tutto, che non pensasse di mandarlo a Roma, come quakheduno ha sospettato, ed mi
assicuró, che il Carcere dove stava, era il migliore, che aveva esibito ad un suo Fratello di
fargli ogni migliore trattamento, conforme avease desiderato, che ae avene riscontro, che
i suoi Religiosi, facessero istanze per averglielo il Govemo ceduto, sarebbero severamente
castigati, non potendo Essi parlare di cose riguardanti il sui Tribunale, e che, non solo
non aveva mai pensato di mandare il Crudeli a Roma, ma che sapeva molto bene il rispetto
che deve alia sovrana Autorita di S.A. Reale e che non poteva farlo, ^ il suo otdine,
e permissione, che é quanto ho Tonore di partecipare riverentemente a V A . Reale. E suppli-
candóla di benigno perdono, se avessi per ignoranza, o inawertenza m anca» al mío dovere,
imploro Taita sua Protezione, e resto nelTinchinarmi profon daroen te.
Di vostr'AItezza Reale Umilissimo...
A . S. F. (Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 339, Inserto 2 , n. 6 ).
APENDICE N.° 5 A
243
giusto e onorato e ubbidiente alie Icggi e s.milissimo ¡n tutto a quella di coloro che
APENDICE N * 5 B
APENDICE N ° 6 B
Relación del Senador Rucellai al Conde de Richecourt sobre los diversos motivos que
para creer ilegítima y abusiva la prisión del Dr. CrudelL
Firenze, 21 julio 1739
Relazione del Sen. Rucellai al C. di Richecourt sopra i diversi rootiví, che ha di credae
illegittima ed abusiva la Carcerazione d d Crudeli.
Lett. scritta al Sig. C. di Richecourt di mia propria mano e ch’io vidi indudere l’istesso
giorno nel dispaccio a S.A.R. Al Sig: Conde di Richecourt sue mani (21 lAigNn 1730).
II Memoriale d ’Atto Crudeli che V.S. IUm* si é degnata parteciparmi riguorda Pím p iortc
dalla clemenza di S.A.R.: qualche prowedimento perché dentro a termini defla gmsdzia
si spedisca la causa del dottor Crudeli suo figlio, che presentero, si trova ritenuto in quests
Inquisizione di Firenze.
10 non sono in istato di renderla informata della cagione dell arresto, perché ITnquisi-
tore trattó da sé col Serm°: G.D. nostro Signóte, poco avanti la sua partenza, como di
suo ordine me ne avanzó la notizia l'Abate Tornaquinci, con suo biglietto de 22 d d lo sexmo
Aple, perche ne costasse in questi Registri Giurisdizionali.
Ma avendolo risoluto S.A.R. non vi puó cader altro dubbio che la causa suppostale
non fosse tale che n’esigesse Tarresto.
11 carattere di Sacerdote, e la probitl che dee credersi n d presente Inquisitore toglit
ogni sospetto che avesse avanzato nuUa contro il vero, in tanto pregiudúio ddTaltrui
reputazione e con tanto suo perioolo; da che quando non sussistesse Tesposto egli avrdibe
si brunamente offesa S.A.R. abusandosi ddla sua pieta; che meriterebbe bene di servir
d ’esempio; ed il Serm®. G. Duca sarebbe in obbligo di prender tutti quei prowedunenti
necessari, e che li sarebbero molto fadli, per liberar dall’aggravio che soffre ndla pentmi
e nell'onore questo povero disgraziato, e per assicurar tutti gli altri suoi Sudditi da simiU
disgrazie.
Ma ció non puó temersi se non nel caso che Tlnquisitore medesimo fosse stato ingaimato
da qualche ben ordita calunnia; o che fosse stato esecutore d'altri, che fosseto stati egual-
mente ingannati per qualche fine segreto.
Io non ho tanti dati sufficienti da tirame una tal conseguenza solo puó farlo S A J t.
combinando quello che li suppone Tlnquisitore, o ch'altri le parló, nel chiederir il braccio»
col presente stato delTaffare in cui, con tutte le difioolti insonnontabili in un tribunales
che tiene tutto segreto, fino al preteso reo, e che sa concluder il Procedo senza sentir
ITnquisito; ho potuto acquistar tante notizie da poter prudentemente dubttare che non
abbiano cose di rilievo contro il Cruddi. Foich’i indubitato, che si sono chuman furtiva
mente al tribunale, molti Laici per esaminarsi senza venina saputa d d Goveroo, tra qutu
molti gentiluomini, e ch’anno Tonore di servir ne pubblid imptqghi, per meaao dd solito
Franco Olmi, quell’istesso che d'ondine di S.A.R. fu punito con piu inesi di carcere
negreta, per aver servito con troppo zelo l’Inquisitore nella spedtzione che fece in persona
al negozio del Libraio Rigacci, nella quale il P. Revm°. fcce rappresaglia dakuni übn,
245
parte de’quali non erano ne purc pwibiti. c parte- erano stati imrodotti con sua previa
24^,
nene tender ragione, e d apporvi ta tu* regía mano, única difesa <ü qucUi che soffrono
violen*», o che per 1* loto piedolezza tono oppreasi da piú potend.
Moho pía considerando che seguitando cotí ae gli predude I* strada indirettamente
di difendersl in un punto ddl’ultima importuna, com'é quello della Ubertá e deU’oncwe.
SI trata di far render giustixia ad un suo auddito che non poteva eaaer arréstalo sensa la
mía autoritá, c che senza dubbio lo ha dato tul auppoato che aia reo, noo ( il perché al
i¡icn«« senza che mal possa tapera! s'egli lo ala,
,. degno della pieti di S.AJR. poiche quanrunque tía cetto ch’íl
I’ribunal dell Inqutsizione sia giustiasimo, non puó nonoaunte negarsi, e S.AJR. puó acccr-
tarnene sempre che voglia col comandare che sieno interrogad, chi pió le piaccia de’tre
avvocati destinad alia difeaa dejrei in Píteme, che la maggior parte di queüi che vi tono
stati ritenuti; se si tolgano gli Eociesiastiri denunciad di solledtazione, in cui oytni broche
rimoto sospetto serve per coatituirli rd; vengono aaaoluti colla aoUta formule di reacritto
— non molestar» da vantaggio— ch’equivale all’ewer dichiarati ínnocenti, da che qudonque
nro che non rimanga purgato, serve perché «'imponga una pena, se noo altro una peni
tenza *#lutare e lo stlle del tribunale non i mai di dichiarare Ínnocenti quelli che li aono
stati denunziati, perche ció suppone cakmniosa la denuncia, ed io pottei individuare mold
esempi di persone liberate con questo reacritto dopo aver sofferto lunga pri|kmii e la
tortura, ch’fe quasi inevhabile in un tribunale in cui non puo proceden! di'arresto ae non
con gl’indizi a tortura, ma per non tesserne una lunga istoria lagrimevote, b n to i aneen-
nare 11 caso aeguito nella persona d'un Bardi Gentil.mo e che credo anche cavaÜete di S.
Stefano, alie mani di questo iateaso Inquisitore, che dopo lunga prigíonia arcotnpagnata
da soliti slntomi. essendo etata tre volte pttHpoata la araaa nella Coagytgajóooc def $.
Uffizio a Roma, due delle quali fu aempte ordinato supplirsi aOe prove, atante i dtfetd, e
l’irrcgolaridl ch'erano nel Processo ció che in Italia non ti sarebV potuto (ate in veran
Tribunale, finalmente nella tersa ottenne il reacritto. —Ampliu* noo entesad— ed é al
presente libero nella d ttl di Volterra.
L'esito di simili cause mostra quanto giustatnente abbiano fermato i decred della S.
Congreg. che non «i possa procedere aU'arresto di venino, se noo con tndU certi, er
indubitatl, ed in veruna parte equivod e con quanta cautela conviene che proceda» a
domandarlo gTTnquisitod medesimi; poiche laudando da parte, e la prigíonia e la tortura,
che per molti h un male reputato maggsore della morte tnedesiina. doweado rimanere l'esito
della causa nell’istesso segreto che dee essere turto il processo, l chiaro che se mai >
arrestato un innocente, egH renta colla pena d*infamia che naace da! sor» amato, e noo
puo mai liberarsene perche mai non puó pubblicamente costare defla sua mnocensa.
Questo pare altresi che giustiftrhi, la gekwia che hanno tutti i sovrani. sul punto <Paccw-
dare il braccio; e le diverse Cauíde, che da tutti i Govertú aiprendono per non acaudado
indebidamente trattandosi d’sffare di tanta imponsn*a per ti aodditi. easendo indubitato
ch’in Italia non solo vi la Repubblica di I.urca, ed il Regno di Napoli, dove mai vi
hanno voluto lasciare Introdurre il tribunale dell’Inquiaiáone: ma vi la Rcpuhblica di
Venczia che v’ha voluto 1‘assitenza di due suoi ministri. li ouali « non altro hanno II
diritto d ’impedire che si parli niii d'una cosa che ddl*altra. <d in tutti gTaltri vi qualche
método ptr vedere quando vadia conceduto, o no. e per non bactarli la Hlwü «agiré a
loro talento, fuori d'Ttalia poi. ov’* l’Tnqutárione, vi * sempre una for»<fcadnata per
contenere i diritti regi, e per assicurare che non sieno fatti aggravii aw dditi. abuaandoai
della potesti ecclesiastica, contro la pia intenriooe della «anta sede mcde*ima ___
Questa (xrasione mi rende ardito di propotre a V S Illunw se cetnvenga rApprestotye
n S.A.R. alctine circostan*e di fatto, che possono metterta benc a portat* «Tintendetc,Jpeocne
per nostra disgrazia, sia lontana, 1‘effetto ch’ha prodotto per la Qtta *n Toacwa
1‘ irrcsto seguito, e donde nascono alcuni timori apar*! che non lwciano á¡ produrre catttve
(onsc>{uen>!e anco al b\ion sen/itio di S.A.R. lo neró intendo di comunicarie queato mío
xcntlmento sotto lo pM strett» confidenra. c di fidarlo ad uno delta sus ^ **^ s, e come a
primo ministro di S.A.R. da chr ae ai acoprisse, io aarei eapoato a ^iskhe rtschto.
Por intender bene le circostanae della causa conviene prcmetiere ene gi IiKpmttoti gene-
rnlincntp. c piii quello di Firenae, perche nc tirava un magptor pronto t^nno conoeplto,
una grande amarezta perchi* pochi prendon le patenti di famuiari del ... Utiuo, ene pnma
«i pagavano molto per poter portar le « m i, dopo la pJhbbcanone * 1 a nucw L e w ,
hanno fatto di ció querela con i loro conWenti (quello A Fíren» col P.C. di^ S .M j e
qualcheduno di loro non ha tanto saputo cootenersi da non dar ^
lava qvtalche vendetta, permesso di usar quesu frase. parlando ^ I l lncivu^
•"ale di quelll, che ai creAw o autori di ció; e .Ikhia^ndo*» chc
Govcrno di disguMarli per «i piwola bagattena.com* qwlla d«
in nomc loro vhi pi\S li pirtvr dc'RuKliti ui S.A R qneati n qu»Khe oto» cioé in
247
m ni quelli. che si lascia loro sostenerlo, si pretendano immum dalle Gmrisdizione Laica,
a fonna de’privilegi Pontifici, conceduti al lew Tribunale, bench in mo to diverse circostanze.
Anno soarso chiaramente che bisognava procedere a qualche fatto strepitoso per nmettere
in reputazione U Loro tribunale. ch’essi apprendevano daver troppo «offerto nellopinione
del popolo nella condanna alia galera degh sbirn che fecero lor voglia quella del famoso
Canoelliere deU’Inqukizione di Siena, perquotendo a sangue nei Tribunale, come bestetn-
miatore, quel pover’uomo, reo d'esserseli opposto a prostituirll le fighe.
Nella priaionia dell’Olmi ch'é attualmente al ruolo di questo P Inquisitore.
E nell'avere obbligato il P. Inquisitore medesimo a restituiré i libri al Mercante Rigacci.
E moho da sospettarsi, che questi uniti con qualch’altro personaggío, ch’era in Firenze,
abbiano fatto delle cattive rappresentanze alia Corte di Roma sul fatto della religione del
paese, essendosi vedute nei occasione del seguito arresto, molte Lettere di Roma anco
di persone, ch anno parte in quel Governo, nella quali si dice chiaramente, che gli arresti
doveano esser piu, ma che questi si sarebbero bene ottenuti addirittura da S.A.R. non
ostante il maneggio de’poco religiosi ministri.
In queste circostanze, e con queste proposizioni che si sono pubblicate, non so se
casualmente o a bello studio, Tarresto del Crudeli, che per la sua buona nascita, e per
10 spirito di Poesía che possedeva in qualch’eccellanza, era ammes-so a praticare con tutti
i ranghi delle persone; a sparso il terrore per tutto, e colTopinione universale ch’egli non
possa esser reo, al sommo che d ’imprudenze, da che egli non era uomo di veruna profes-
sione, e che non aveva altro scopo che quello di divertirsi, confermata dal sentire le ricerche
che fanno su cose equívoche, e giá passate da molt’anni ha messo al punto molte persone
di qualitá, e di qualche professione d ’abbandonare il paese non volendo esporsi o ad esser
vessati per averio praticato, o a dover tender conto di quello che possono aver detto nella
prima giovinezza.
La nazione Inglese che peí moho danaro che spende nei paese é molto ben accetta colle
sue doglianze ha fatto crescere il timore ed il malcontento perché per alcune parole dette
dallInquisitore in alcune case primarie della Cittá (In Casa Vitelli, disse, che se non aveva
potuto spumare Tesilio di Stoch almeno aveva concluso Tarresto del Crudeli) ha dato
giusto motivo di credere ch un capo di delitto nei Crudeli sia l’aver praticato gli Inglesi,
da quali irsegnando la lingua ne tirava il suo sostentamento; e dal sua contegno e dal
modo cor cui a paríalo é parso clrabbia auto piacere di far credere, che diversi effetti
seguiti nell' resso tempo siano stati prodotti da una istessa causa. Si é sempre accresciuto
11 sospetto, poiche non solo si é saputo che procura d ’indagare ció che si fa e si dice in
alcune case di Sig. Inglesi molto rispettabili, che sono in Firenze, ma ch’ancora fa tener
direto ad alcuni che stanno in Siena, di sorte ch’a quasi vietato ad uno che insegna loro
la lingua di Draticarli fil D.r Valentini), dicendo che questi Inglesi erano molto pericolosi,
aggiungendo a ció qualche altra parola atta a ricevere qualunque interpretazione. Si che
tutti quelli ch'anno praticato gTInglesi si sono messi in sospetto; ed é indubitato ch’alcuni
si sono anco díchiarati a loro medesimi di non poterli praticare sicuramente, ció che gli
ha allarmati, ed i dato luogc J¡ formare diversi sistemi.
De’quali i! piú plausibilc é queUo che veramente il suo delito sia d ’essere uno de liberi
muratori. Io dico ch’é il piú plausibile, primieramente perché fino nei governo di G. Gas-
tone di g.m nella sua medesima anticamera Tlnquisitor presente, mi parló con molto
sentimento di questa Societa, chegli chiamó Setta, ed in forma che fin d ’allora m’aw idi
che aveva degli ordini su questo punto, e con questa notizia, quando usci la .Celebre Bolla,
mi credetti in obbligo di rappresentarlo al Consiglio di Reggenza, che risolvé di proibire
che non si stampasse in Firenze, e che non sí vendesse pubblicamente.
In secondo luogo fino ne 9 Giugno 1738 fu esaminato dal Presente Inquisitore un
prete Bernini, espressamente su questi liberi muratori, e fu interrogato se tra’essi v ’era
il Crudeli ed altre persone
(LAb. Franceschi, Tab. Buondelmonti, il Dott. Corsi).
II Dr. Pupigliani fu esaminato su i liberi muratori, e sopra la persona di Stoch e fu
ritenuto cinque gíorni in carcere senza che il governo ne sapesse nulla.
E perché di Roma hanno scritto che senza dubbio questa é la vera causa.
E finalmente, perche colla ultima posta di Roma so di certo, che sono State negate
aue grazie, soljte sempre * concedersi a due gentiluomini, / L’Abb.Giu. Buondelmonti li
negarono la dispensa di diré TUfizio divino ed il Card. Corsini, disse perche era frimasson.
c ^ negata la dispensa di mettersi in sacris ed io ho veduto il rescritto
tatto dal Card. Corsini e dopo cancellato, che li fu rimesso dal Cardinal Riviera. /
a solo titolo ch uno era tra i liberi muratori; e Taltro perche gli praticava, e perche
avevsa raccomandato il Crudeli ed a questo li fu negato dopo ch’era giá fatto il rescritto.
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l n>* £ tuttc f persone di qualche studio pulito hanno mal íetto sul caso d d Crudeli,
perch in Toscana e troppo noto a chiunque la guerra occulta che dalla Corte di Roma ti
h fatta aUUniversita di Pisa, considerata come il solo ostacolo, ch'a impedito di rklurre
la Toscana nello 8tato dignoranza, in cui é soffogato, quasi tutto il rimanente d ’Italia* 0 6
tanto piu perche 1 Inquisitore medesimo súbito dopo l’arresto, all’abate Crudeli fece u&a
lunga declamazione contro TUniversitá di Pisa, dandoli a credere che da quella il Crudeli
avesse derivato i suoi errori, sólita cantilena, ch'anno sempre fatta, bench'inútilmente:
perche la corte colle massime antiche tramandate da Cosimo primo ha creduto sempre
del suo interesse di sostenerla su l’istesso piede, sí ch’anco ne governi piü portati alia
devozione, come in quello di Cosimo terzo, sono state sostenute queOe persone, che per
sapere, superiormente agTaltri, erano secondo il solito prese di mira.
Io son certo che V. S. ch*a ben inteso il sistema, si sará accorta, che, considerata la
situazione política, e naturale dd lo stato, alcuni studi sono a noi si necessarí. anco per
l’interesse del sovrano come lo ? il Gius pubbiico Germánico a tutti quelli che devono
servire le Corti di Germania. Che questi studi devono dispiacere a tutti quelli ch'anno
un contrario interesse; e che non possono esserví, se non vi sia la necessaria sicureza
nella costante volontá del Sovrano, ed una volta che si creda non esservi, in breve sí
ridurrá il paese a parlare un linguaggio molto pernicioso alTinteresse del Pubbiico, e S.A.R,
senza awedersene, sará costretta a metter negji impíeghi ch’occultamente saranno pronao-
tori fiscali del S. Ufizio, e delle Curie Ecclesiastiche, perche senza esser tali non protnmno
mai esser sicure da qualche accidente.
Io lascio di mentovar Livomo, perch e troppo noto, che sarebbe tutto perduto, non
díró se si lasciasse agiré liberamente allTnquísítore comlia sempre dem iento di poner
fare, ma anco se si credesse tal cosa, bastando per persuadersi di ció, il riflettere che Livorno
non era che un marasco, e con la sola sicurezza accordata e promessa ne orivikgi d d Porto
franco da Ferdinando primo in poco piú d’un secolo e díve;iuta una deüa rittá pro iropor-
tanti d ’Italia, e Túnico sostentamento dello Stato.
Par dunque chiaro che convenga all’interesse di S.A.R. il dileguare questo falso aliarme,
e ch’ei permetta che si possa chiaramente promettere a chiunque, che non saranno inquie
tad, e che goderanno Tistessa sicurezza ch’anno goduto fin ora.
Io prego V.S. Illu.ma a tener segreto questi miei sentimenti che non anno altro scopo
che il buon servizio di S.A.R. ch'io non ho voluti fidare ad altra mano die alia mía prt>
pria, perche pur troppo sono in vista agli ecclesiastici, e per ragione di mió im pido esparto
al loro odio, senza aggiungervi questo nuovo motivo, non v’essendo cosa die riguardino
con tanta gelosia, come il punto di poter liberamente agiré in materia d’inquisizione. essendo
questa il primo fondamento della loro potenza, ed in attenzíone ec.
A. S. F. (Reggenza Filza 339, Insert. 2 , n. 3).
APENDICE N.° 7
» H * * « » t U m m * 1»» « « •*
licrcmcnt les Ecclésiastiques et les moines contre lesquels il a P*r Q*noi™c ammiels
m its, et il est de plus Franc-Masson et «voit beaucoup de relation a\ec les aogkxs auxquels
il enseignoit la langue italienne.
Nous disons Franc-Masson et relevons cette quahté, parce <*u i l n est pas
le Promoteur dc toutes les rumeuts que l’on a fait i Rome et
nouvel asseseur du St. Office, lequel est l’auteur de la Bulle contre les francs-mtssons par
laqucllc il a voulu sígnaler son entrée dans oet employ.
249
Et que d’ailleur les discours echappés tant á l’ Inquisition en cette ville qu** plusieurs
Prélats á Rome, donnent lieu de croire que ?a a este un des pnncipaux objcts du Procés
Ecclésiastiques ont teUement intimidé la plupart que si S.A.R. auroit aujourd’hui quelque
difficulré avec Rome Elle auroit peine a trouver quelqu’un assez hardy pour oser soutenir
ses droits et s’exposer á la vengeance de gens de PEglise qui sous la couleur d ’irreligion
pourroient vexer quiconque se seroit opposé á leur pretention quoy qu’injuste.
L histoire n en donne que trop d ’exemples et nous y voyons que Rome n’a pas méme
respecté les Tetes couronnées dans les siécles d ’ignorance ou Ton croiyoit [sic] rauthorité
du Pape superieure a touttes les Puisances; authorité qu’elle cherche a maintenir autant
que luy est possible avec les Princes, auxquels Elle ne croit pas assez de forcé pour luy
resister et pour cela Elle y emplove touttes sortes de voyes.
Elle a proscrit les meilleurs liures des lorsqu’ils ont traitté de diminuer la puissance
temporelle quelle avoit usurpée dans les temps passés.
La distinction de la Puissance temporelle et de la spirituelle est une heresie selon eux
!a pire de toutes.
lis ne sont point assez hardys pour le dire hautement mais les persécutions qu’ils ont
fait a plusieurs qui avoient avancé soutenir ou enseigner des pareilles propositions, les
persécutions disje qu’ils lejr ont fait sous d’autres pretextes en est la preuve.
II est vray que Crudeli n’est point dans ce cas, mais il n’est pas moins vray que son
arret et les procédures que Pon a fait contre luy, donnent un juste sujet de craindre a ceux
qui n ont d'autre crime que de croire que les droits que la Cour Romaine veut s’arroger
dans Ies matiéres temoorelles est une usurpation de Pauthorité souveraine. Que PEglise
est dans l’Etat et non l’Etat dans PEglise et qui en méme temps qu’ils croyent l’infallibilité
de l’Eelise douttent de celle du Pape, qui n’a d’autres fondements que les decisions qu’il
en a fait en sa faveur.
Cela est teUement vray qu’á present d’abord qu’il s’agit de Rome personne n’ose plus
parler.
S.A.R verra par la relation de son conseil d’aujourd’hui, que cette Cour sent déjá son
authorité et veut s’cn prevaloir a Poccasion des soldats rebelles qui aprés avoir volé se
sont retires dans PEtat Ecclésiastinue et que Pon ne veut rendre que des conditions
nouvelles. que le Conseil n’a pü accepter.
Elle y verra avec surpris comme le Cardinal Corsini aprés avoir promis verbalement
et par ecnt satisfaction sur cet article s’est défait de cette affaire et Pa renvoyé au Car-
dinal Firrao, Secretaire d’Etat, qui s’est expliqué en termes fort hauts et fort impropres
pour ne rien dire de plus.
Nous luy apportons cet exemple pour faire voir á S.A.R. de quelle maniere on est
ose á Rome, dans la vue sans doute de forcer en quelque maniere S.A.R. a accorder le
bras seculier pour trois autres, suivant les promesses qu’ils pretendent leur avoir été faites
par S.A.R., promesses prétendues, qui soit par hazard, soit par affectation ont estés ren-
dues publiques et dont Pexécution pour un seul, feroit partir d ’icy la pluspart des gens
de Lettre^ surtout ceux qui ont quelque reputation, et qui par lá se trouvent plus en
but a la Cour de Rome, qui voit avec regret en Italie des gens informés du peu de fon-
dement de ses máximes en matiére temporelle. Ces raisons et le prejudice que cela porteroit
au service de S A.R. nous determinent a le suplier de faire attention aux suittes que peut
avoir authorité trop etendue de la Cour de Rome dans se* Etats par la voye de Plnqui-
smon, surtout sous un PóntiBcat qu<^ Pon ne peut douter est tout devoué á la Cour
o spagne. nous la suplions d’obscrver que chaqué pas que Pon fait avec la Cour Romaine
tire a consequence; et qv*il n’en font point qui n’atend et au mantient et a 1'augmentation
ae leur authorité sous quelque couleur ils les couvrent.
Que ltvrer ses sujets á PInquisition est le* livrer á une puissance étrangére d ’autant
p us meme, que non seulement les officiers de PInquisition ne sont pas ses sujets mais
250
que de plus, ce n e*t point icy, mais & Rome ou jugent les accusés; l'Inquisition ne
pas sans orare de Rome et sans en rendre compte.
,, <*“ « den au.tr* k Cour de Rome soutient avec feu l’cremption de* gens
E«l)se des Tribunaux Laics, quoy que ces Ecclésiastiques soient sujets de S.A.R., exemption
qu lis font valoir non seulement en toutes affaires personnelles pour qu’elle stíme te pwsae
etre, mais aussy pour Ies affaires purement Civiles ct cela a un tel point, qu’aussitdt
qu un Ecclésiastique est interessé dans un Procés pour un champ. pour une maison, une
metairie il attire tous les sujets laics par devant le Tribunal Ecdésiastique ct de 12 par
appel & Rome.
Exemption qu ils font valoir contre les intéréts du souverain et avec laquelle ils ae
soustraient de beaucoup d'impositions non seulement pour les Biens Ecclésiastiques, m a«
aussi pour leur biens Patnmoníaux * ropposition des autres sujets ce qui donne lieu a
mille fraudes y ayant plusieurs milles ou ont fait passer rous ses biens á celuy qui porte
rhabite clerical pour par lá les affranchir de partie des contributions.
Dans ces circonstances nous laissons k la haute prudence de S A.R. i consíderer si
sous le nom de Religión il est de son jugement de laisser augmenter rauthorité Ecdésías-
tique, au prejudice de la sienne, pretexte sous lequd les gens d ’Eglise en ont déji umt
usurpé en Toscanne.
Ce qui arrivera cependant si S.A.R. n’apporte un frein a l’authorite de l’Inquisition
comme il est dans plusieurs Etats d’Italie par la presence d ’un Commissaire qui aamte i
toute la procédure qui se fait i l’Inquisition et qui veuilient á ce que sous pretexte dliere-
sie Ton n’opprime pas ses sujets, et peut étre méme ses sujets les plus fid&es; ctant trop
connu que le zéle et la fermeté pour le soutient de rauthorité souveraine est un crirne i
Rome, qui ne s’v pardonne jamais, se croyant méme toutes voyes penniaes pour ae venger
et cela sous le faux nom de zéle pour la Religión d’ont nous vcfjIoos croire qu’ils sont
aveugles.
Nous ne croyons pas que la Cour de Rome puisse refuser une demande auan juste,
mais a dire le vray nous sommes persuadís cru’elle nV consentirá pas, puisque cela hiy
coütera le moven de se servir d ’un nom et de l’authorité de lTnquisition pour des matiéres
qui ne seroient pas de Rdigion.
Mais en méme temps nous pensons que ce refus authorisera S.A.R. á celuy du bras
seculier contre ses sujets, auxquels comme souverain il doit la protection.
La détention de Crudeli depuis si longtemps sans qu’il ait été seulement interrogé
á ce que Ton pretend fournit un pretexte juste ¿ SA.R. pour former cette demande.
S.A.R. peut sur la supplique cy jointe des Pire et mire de Crudeli faire demander en
quel état est son Procés et doit étre informe voulant s’il est coupable qu’il soit pony, mais
s’il est innocent qu’on le renvoye et ne fasse pas perir dans les Priscos un homnne asma-
tique. dont la santé et la vie est tres certainement en danger en se trouvant reservé dans
des Prisons.
A cette demande il n’est pas douteux que Toa répondrm que cela ne peut attendre [ne
pas possible attendre] le secret inviolable du St. Office.
Mais ce secret ne peut étre pour le Souverain i qui Dieu n*a pas motns confié qu’aux
Ecclésiastiques le maintient de la foy et de sa saint Rdigion.
Au contraire plus particulierement luy ayant mis a cet effoct le glaive en mam et ayant
laissé seulement la voye de la persuasión et du bon exemple avec le glaive spintud i
l’Eglise de maniere méme qu’il pourroit clairement par l’Ecriture et les Pfcres, que la
forcé qu’il veuilient implorer par le ministére de lTnquisition est une entrepnse contraire
a la loi de Jesús Christ, qui nous est representé non comme Tange exterminateur mais
comme le bon Pasteur qui va chercher avec douceur la Brcbis egaiée et la rapporte sur
les epaules au bercail.
Et alors en cas de ttfus S.A.R. peut faire voir que sa conscience sa justioe et s*
ploire nc Luv permettaint pas de livrer ses sujets sans étre informe de leurs v ü iu b t e
délits, et de la maniere dont on procede contr’eux EUe n’accorde» plus a laven» fe brw
seculier. a moins que par un commissaire proposé de sa part. qui soit present a la tor-
r.iation des procés il ne soit «ssuré que ses sujets sont coupables. qu us le sont d irreligión
ou d’heresie et qu’on leur a laissé tous les moyens de se justiner
Ce qui est d’autant plus neoessaire que dans ce redoutable T r i b u l e catoro-
niateur n’cst n’y connu, n’y puny, d ’oíi il est evident combien tout horome est exposé *
la persécution et ¿ la fureur de ses ennemis.
Nous n’avons pas cru devoir rendre publique la supplique que font • • . e
ct la mfcre de Cnideli pour ne pas les exposser * la petsécutjon
cVst un crimc á l’Inquisition, méme aux Parents les plus proches a u n «ccusé, aagir ou
251
faire quelques pas en sa faveur, crime qui devient droit impardonnable par le recours á
laUN o ÍseaTOnseJmn devoir communiquer cette supplique au Senateur RuceUay pour avoir
500 S T R le trouverat cv joint, escrit de sa propre main, il nous a prié en grace que
cet Ecrit ne puisse etre vu de personne, parce que si cela pouroit venir á la connoissance
de la Cour de Rome, il seroit certainement perdu sans ressource, ou forcé d abandonner
NousC avons l’honneur d ’en supplier S.A.R. qui en sentirá toutes les consequences et
qui pourra en juger aisement, s il veut bien observer de quelle fa^on la Cour dc Rome
cherche a noiidr et a prendre ceux qu’Elíe peut croire luy étre contraires.
La suppliant en outre de vouloir bien regarder la presente remontrance comme un
etfect de notre zéle pour son service, ayant cru que nous manquerons a notre devoir, si
nous luy dissimulions le véritable Etat des choses.
Nous esperons de sa justice qu’EUe fera presser la décision du Procés de Crudeli, qui
gémit depuis plusieurs mois dans les Prisons sans scavoir encore de quoy il est accusé,
et quelle voudra bien donner ses ordres pour rassurer ses sujets allarmés qui veuillent
abandonner leur Patrie pour aller vivre á l’abri d'un Tribunal aussy terrible que le St.
Office.
Nous avouons naturellement á S.A.R. que tout homme qui y est soumis doit tembler,
puisque I on va rechercher la vie et les discours d ’un homme depuis son enfance, Ton cherche
á soborner ses domestiques pour scavoir ce qui se passe dans le secret de sa maison,
qu'on admet pour témoins les personnes les plus viles, rejetés dans tous autres Tribunaux;
qu’il ignore qui sont ses accusateurs, et se trouve privé de toutes les deffenses legitimes
dans tous les Pays du monde.
Que le jugement que Yon porte contre luy est pareillement secret, un homme pouvant
y étre coodamné pour des delits imaginaires par l’ignorance et le fanatisme de ceux qui
coroposenr ce Tribunal. Nous avons Thonneur de vous mettre aux pieds de S.A.R.
A. S F. (Consiglio di Reggenza della Toscana, Filza 339, Inserto, 2 , n. 7).
APENDICE N.° 8
Súplica de los padres del Dr. Crudeli dirigida a S.A.R., Francisco de Lorena, intercediendo
por su hijo preso en las cárceles de la Inquisición.
Firenze, 18 julio 1739
Altezza Reale,
Atto. Crudeli e Antonia Ducci sua Moglie, servi e sudditi umilisimi di V.A.R. prostrati
ai suoi piedi arrímente gli rappresentano esser ritenuto in questa Inquisizione di Firenze
¿1 Dottor Tommaso Crudeli loro Figlio dalla Notte del di nove maggio, in cui dagli esecu-
tori di V.A.R. fu catturato, e condono in mano del Inquisitore, e siccome per tutte le
sommissioni fatteli per tutte le raccomandazioni, che anno potuto interporre, e per tutte
le diligenze che anno creduto poter fare e che li sono state suggerite dal affetto paterno
non anno potuto arrivare fino ora a sapere la causa, per cui sia ritenuto nelle Carceri, e
ne puré se sia stato esaminato o no, di sorte che per tutti i riscontri essi sono in obbligo
di credere, che non lo sia stato ancora, benche dal giorno della cattura fino a questo pre
sente, sieno corsi due Mesi, e nove giorni, consigliati dalla somma afflizione, che provane
in vedere nella loro etá decrepita un suo figlio ritenuto senza sapersi il perché si degni
daré quegli ordini, che crederá necessari ad effetto, che si sia resa quella giustizia che
menta, e che non debba moriré ritenuto in quelle miserie un suo suddito senza sapersi,
se egli lo sia, e ció che piü gli afflige senza speranza, che possa terminarsi la sua prigionia,
e tanto si credono in obbligo di umiliare questi suoi sentimenti
aliA.V.R perché la debole <£>mplessione di detto suo Figlio attacato da diversi mali nei
Petto li fanno sperare di poterlo piú rivedere.
poveri oratori speranno che V.A.R. vorrá aver pietá di due afflittisimi vecchi, che
non anno altro umano soccorso, sicuri che ritrovera un atto degno della sua Giustizia
accordare la‘ Sua Real Protezzione ad un infelice che non ha mai offesi le leggi di V.A.R.
o !*73 ° non ® stato mai capace, ne per volontá ne per abilitá d ’offendere quelle
• ^ Sa,‘ coIne nc P°tr^ essere assicurata sempre chc si degni di farsi informare da
quei Mmistri. chc possono essere indifferenti colla persona del detto loro Figlio, e che
1 u .^ua*c ” e m^r