UN GRAN DÍA

Era de noche. Había un búho que ululaba en lo alto de un árbol y una nena estaba jugando con
un perro en medio de una calle desierta. De repente, apareció por una esquina un carro tirado
por sementales blancos. Antes de que chocaran, me desperté. Solo era un sueño: había estado
durmiendo.

Abrí la ventana para que entrara un poco de luz en la habitación. Era un caluroso día de
verano: las flores florecían, los niños iban en bicicleta por el pueblo y las carreteras estaban
libres de coches, motocicletas y camiones. Se notaba que estábamos de vacaciones.

Me empecé a vestir: me puse un jersey rojo, unos pantalones vaqueros y mis zapatos de la
suerte, como accesorio solo usé un reloj. En mi pizarra había escritas todas las actividades que
tenía que hacer hoyese día: ir a despedir a mi sobrina a la estación de tren, dar de comer a mi
gato y coger un buen libro, mi flotador de patos y salir de casa para disfrutar de una sesión de
lectura en la piscina. Me senté en mi silla y encendí la tele justo cuando un policía gritaba:
“¡Identifícate!”, y desayuné a toda prisa. Ese sería un gran día.

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