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Shutterstock/Beatriz Gascon J
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Como decía, distintos estudios se han realizado con el paso del tiempo, y en ellos se ha
encontrado que la música, por ejemplo, afecta la química del cerebro. Y es que la música que
nos es agradable hace que liberemos dopamina, una neurohormona liberada por el
hipotálamo, y que se le relaciona con el placer; sin embargo, tiene otras benéficas funciones
como estar presentes en los procesos de aprendizaje, comportamiento, actividad motora, el
sueño, el humor, la atención.
Es por esto que otros estudios han encontrado en la música la relación en la mejora de la
actividad motora en el tratamiento de pacientes con parkinson o el incremento del
razonamiento espacial en pacientes autistas y apoyo en terapias de pacientes que sufren
convulsiones.
Tu cerebro se activa en distintas áreas. Debajo puedes ver las partes que se activan, de hecho
este gráfico, que pertenece a un estudio realizado por la Universidad de Florida, sugiere que la
música activa más partes que cualquier otro estímulo humano.
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La música:
Shutterstock/prapass
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Tu cerebro entra en procesos que a simple vista no parecieran tan poderosos. Pero lo son. Un
estudio en niños demostró que niños que tenían una educación musical de 3 años o más,
presentaban un incremento en su motricidad fina, así como en la discriminación auditiva (esto
indispensable para el estudio de idiomas distintos a la lengua materna). También esos niños
presentaron un mejor vocabulario, mejores habilidades en su lenguaje no verbal y su
entendimiento de la información visual, distinguiendo con mayor facilidad las similitudes, las
diferencias de formas y los patrones.
Shutterstock/Volt Collection
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Si alguna vez has cantado en un coro o has hecho música con alguien más sabrás a qué se
refiere este punto. Un estudio muy interesante encontró la respuesta científica a esa sensación
de trabajo en conjunto o las olas de emoción que corren cuando estás cantando junto a otras
personas. Y es que literalmente se sincronizan. Se encontró por ejemplo que un canto al
unísono hace que los corazones de los cantantes aceleren y desaceleren de forma simultánea.
Shutterstock/Itz
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Se dice esto de la música ya que escucharla afecta el latido del corazón, el pulso y la presión
arterial. También, como mencionaba líneas arriba, la música es capaz de cambiar la velocidad
de ondas cerebrales, así pues, la música con un pulso de unos sesenta beats por minuto puede
cambiar la conciencia beta hacia el rango alfa, esto mejora el estado de alerta y el bienestar
general, algo muy parecido a lo que sucede con la meditación y la yoga.
Benéfica y más
Shutterstock/l i g h t p o e t
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En otros estudios se ha encontrado que la música incide directamente en el fortalecimiento del
sistema inmunológico, esto debido a la actividad del cerebro que se presenta, al bienestar que
se puede sentir, así como el decremento de los niveles de ansiedad. De hecho se encontró que
escuchar música durante sólo quince minutos podría aumenter los niveles de una familia de
proteínas asociadas con la sangre y la producción de plaquetas, estimulación de linfocitos y la
protección celular contra el SIDA, el cáncer y otras enfermedades.
También se ha encontrado que escuchar música mientras nos ejercitamos nos puede ayudar a
"confundir" a nuestro cerebro y anular sus constantes señales de fatiga que envía lo cual
desembocaría en detener la actividad. El ritmo que utilicemos para hacer ejercicio puede
resultar beneficioso. De hecho se encontró en otro estudio que los ciclistas que escucharon
música requieren 7% menos de oxígeno para hacer el mismo entrenamiento que los ciclistas
que lo hacen en silencio. Acá una pequeña gráfica con el tipo de ejercicio y los beats que
necesitas poner en tus listas de reproducción para incrementar tus resultados.
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Música no tan benéfica
Ahora bien, luego de repasar algunos beneficios de la música y en sí como estimula nuestro
cuerpo, también es cierto que la música puede afectarnos de forma negativa. Y es que la
música que nos desagrada genera estrés, el volumen al que se escucha también incide en los
beneficios de la música, si este es muy alto, puede también puede generar ansiedad. A su vez,
sabemos de algunos casos en que la música se ha utilizado como forma de tortura y es que el
nivel emocional al que se conecta es realmente poderoso, así como el nivel de atención que
nos requiere y que puede, literalmente, hacernos pedazos si se usa para dichos propósitos.
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Por último, ¿alguna vez haz tenido un "ear worms"? Esta desastrosa situación en que no
puedes quitarte una melodía de encima también ha sido objeto de estudio de los científicos.
Lo que se ha encontrado es que los "gusanos musicales" son melódica y rítmicamente simples,
que ocasionan que los circuitos neuronales se atasquen en un bucle que repite una y otra vez.
Puede, incluso, ser tan perjudicial que eleva los niveles de ansiedad de las personas. En estos
casos se sugiere escuchar otras melodías o sonidos que ayuden a salir del bucle en que se
encuentra el cerebro.
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CIENCIA
Los once de Kanner
TWITTEAR COMPARTIR Ángela Bernardo - Abr 2, 2015 - 12:29 (CET)
En el Día Mundial del Autismo, recordamos la figura de Leo Kanner. Este psiquiatra infantil fue
capaz de reconocer y diagnosticar el síndrome que padecían once niños en 1943. Setenta años
después, numerosos interrogantes rodean al trastorno del espectro autista.
autismoDubova | Shutterstock
Hay instantes, individuos, circunstancias que cambian por completo nuestra concepción del
mundo. Copérnico, Newton, Darwin, Curie, Fleming o Franklin se citan entre esos ejemplos
raros. Personas que son capaces de ver un bosque donde otros sólo perciben árboles.
Caracterizados por un extraordinario sentido de la observación, una apasionante curiosidad
por descubrir el mundo, y especialmente, una poderosa inteligencia, su historia es la de
aquellos investigadores que supieron ver más allá. Como le ocurrió a Leo Kanner, el psiquiatra
infantil que diagnosticó por primera vez el autismo.
Kanner, nacido en Klekotiv en 1894, había emigrado con su familia a Estados Unidos sólo tres
años después de graduarse como pediatra en la Universidad de Berlín. Pese a sus sueños
juveniles de convertirse en poeta, el médico austriaco comenzó a trabajar en un hospital de
Dakota del Sur, lo que le permitió asistir al congreso de la American Psychiatric Association. Allí
conoció a Adolf Meyer, quien le ofrecería trabajar en el recién creado servicio de psiquiatría
infantil en Johns Hopkins.
Un universo en la cabeza
Su frustrada carrera como poeta no le haría olvidar el lado más humano de su profesión. Ahí
donde otros veían sólo simples síntomas relacionados con una posible esquizofrenia, el médico
supo apreciar características diferenciales de los niños que recibía. Entre ellos se encontraba
Donald T., el paciente cero del autismo. "Consideraba a cada paciente como una persona que
debía ser entendida frente a su complejidad biológica y social", describe una investigadora
sobre el perfil humanista del psiquiatra.
Donald T. fue el primero, pero en realidad hubo más. Once jóvenes diferentes, únicos,
especiales. Los once de Kanner. Niños cuyos síntomas habían sido confundidos previamente
con otros trastornos como la esquizofrenia. Leo Kanner los recibía en su consulta, exploraba el
universo que habitaba en sus mentes, observaba intrigado su conducta. Esos rasgos extraños
que veía cuando los más pequeños jugaban. Parecían felices cuando estaban solos.
autismo
Donald T., el primer paciente diagnosticado con autismo
Antes de examinar a Donald, había recibido una larguísima carta de su padre. El psiquiatra leía
con asombro en las 33 páginas la detallada y obsesiva descripción de aquel hombre,
desesperado por el comportamiento de su hijo de cinco años. "Es más feliz cuando está solo,
mientras dibuja en una concha embebido en sus pensamientos, distraído de todo lo que
ocurre a su alrededor".Kanner descubrió que los niños parecían desconectados de la realidad
exterior
autismo
Donald Triplett, el paciente cero del autismo, durante su adolescencia
Cuatro años después, Leo Kanner observaba el comportamiento de Frederick. La conducta
antisocial que el médico había percibido en Donald se repetía. "No quiere jugar con las cosas
normales con las que otros niños juegan", explicaba su madre. Ignoraba por completo a los
invitados que acudían a su casa, y sin embargo, mostraba un inmenso terror a los ascensores.
Algo similar a lo que padecía Richard con sólo tres años. Inteligente y curioso a partes iguales,
sus padres veían atemorizados como el niño era incapaz de comunicarse con nadie. No es que
no pudiera. Es que tampoco parecía importarle.
Lo mismo le ocurría a Paul, Barbara, Virginia, Herbert, Alfred, Charles, John, Elaine. Niños que
gozaban de buena salud, tranquilos, calmados y en los que, sin embargo, algo fallaba. En su
famoso artículo, Kanner rechaza la descripción otorgada por otros médicos de 'idiotas' o
'retrasados mentales'. No, no lo eran. El psiquiatra sospechaba que aquellos once jóvenes
compartían un mismo síndrome autista, que hacía que se encerraran en su pequeño
caparazón. Atrapados por su propia mente, pueden permanecer horas, días, semanas sin
distraerse con lo que ocurre a su alrededor. Como si las personas que tuvieran al lado no
existieran.
Entre las décadas de los cuarenta y los sesenta, el médico recibió en su consulta a muchos más
niños. Las notas que recogió fueron resumidas en el artículo de 1943, en el que el médico
tomó prestado el concepto 'autista' del psiquiatra suizo Eugen Bleuler. Los jóvenes se
caracterizaban por presentar comportamientos repetitivos en los que mostraban su carácter
introvertido, rayando lo antisocial, con importantes problemas de lenguaje.El autismo tiene un
origen genético, no está relacionado con la conocida como frialdad afectiva
En todos los casos, los síntomas eran los mismos. Kanner, en un primer momento, describió su
conducta como 'fría'. Esta aparente ausencia de calor humano hizo que la sociedad no
entendiera qué era el autismo. En 1967, el escritor Bruno Bettelheim publicó The empty
fortress, un libro que popularizó la teoría -incorrecta- de la frialdad afectiva. Según este
psicólogo, los niños autistas parecían 'congelados', interpretando erróneamente el origen del
autismo.
De nada sirvió que Leo Kanner escribiera años después diversas publicaciones en contra de la
hipótesis de la frialdad afectiva. El psiquiatra condenaba la terrible acusación que Bettelheim
había vertido sobre las madres de aquellos niños, a las que culpaba de su trastorno. Pero el
daño ya estaba hecho. Durante aquellas décadas, muchos jóvenes con autismo fueron
sometidos a vejaciones con la tristemente famosa terapia del electroshock. Otros
neuropsiquiatras, como Lauretta Bender, decidieron probar tratamientos alternativos,
llegando a administrar LSD a los más pequeños. Y es que no hay nada más cruel que culpar a la
familia de los problemas médicos de un niño.
autismo
Dubova | Shutterstock
Los interrogantes que aún se ciernen sobre este trastorno, como su heterogeneidad, la
influencia de factores genéticos o ambientales y los parámetros cognitivos, muestran la
complejidad que representan las personas con autismo para la investigación. Considerado
dentro del trastorno del espectro autista, hoy sabemos que no existe una única causa que
explique su desarrollo.
"Con el tiempo también fuimos descubriendo que María era como una isla en el medio del
mar. Una isla a la que no podíamos llegar. Sólo de vez en cuando bajaba la marea y podíamos
acercarnos por unos instantes hasta donde ella estaba".
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CIENCIA
Piñas rosas y tomates púrpuras: ¿son peligrosos los organismos modificados genéticamente?
TWITTEAR COMPARTIR Santiago Campillo - Abr 2, 2015 - 12:29 (CET)
La desinformación y el desconocimiento es reina en el mundo de los OGMs. Las asociaciones y
lobbies atacan sin cuartel. La industria promueve sin compasión. Y entre medias está el
consumidor y el agricultor, ambos confusos sobre el tema.
Porque los organismos modificados genéticamente sí pueden tener peligro, pero no para la
salud. Los principales peligros de los OGMs son de carácter ecológico. Estudiar un ecosistema
es complicado y difícil. Necesitas de muchos factores, años y recursos para comprender como
funciona. Un organismo modificado, al fin y al cabo, es un organismo preparado para tener
una serie de ventajas con respecto a otros "salvajes" o menos preparados. Esto puede
"contaminar" la especie con genes "artificiales" lo que puede resultar éticamente muy
reprobable o peligroso para el ecosistema. De hecho existen varias pruebas contundentes de
que esto ha ocurrido. La homogeneídad genética, es decir, que todos los Pueden tener
consecuencias ecológicas adversas si no se usan con responsabilidadindividuos de una especie
tengan unos genes muy parecidos, es algo malo y puede acelerar la extinción ante problemas y
enfermedades.
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CIENCIA
¿Por qué le echamos la culpa a la Luna?
TWITTEAR COMPARTIR Santiago Campillo - Abr 2, 2015 - 12:29 (CET)
¿Qué tiene la Luna llena? ¿Por qué nos empeñamos en culparla de numerosas cuestiones, a
cuál más rocambolesca y complicada? No, la culpa no es de la luna. La culpa es de nuestra
manera de ver las cosas.
Desde el inquietante aullido de los lobos a la locura transitoria, la luna llena ha sido bautizada y
nombrada tradicionalmente como la madre del misterio. Algunos de los mitos más extendidos
en nuestra sociedad se relacionan con la salud. Hay quién cree que la luna llena, como con las
mareas, incide en nuestros "humores" vitales, provocando un aumento de la enfermedad. Es
más, también hay quien cree que la demencia, debido a un proceso parecido, se agrava
durante estas noches. Otra increíble creencia se refiere al aumento de los errores médicos
durante las noches de luna llena, lo que hace que mucha gente tema operarse (y esto lo digo
por experiencia propia) durante estos días. También hay quién cree que durante la luna llena
los animales son más agresivos y se producen más Los lobos no aúllan a la luna, al igual que no
hay más violencia durante la luna llenamordeduras y ataques. Si sumamos todo esto, el
resultado es claro: los hospitales deben ser un infierno durante las fases de luna llena.
Pero nada más lejos de la realidad. Porque no, la luna no es la causante de ningún aumento de
ningún tipo. Son cientos los estudios que contradicen semejantes creencias. La admisión de
enfermos es exactamente igual, estadísticamente hablando, en una noche cualquiera que las
noches de luna llena. No hay más crímenes, ni más accidentes, ni aumenta el cáncer. Tampoco
los partos, ni los embarazos. Y, sí, alguien se ha dedicado a contar y a estudiar si esto es cierto
o no. Los estudios muestran un patrón claro: el mismo que cualquier otra noche. El mito de la
luna llena no deja de ser eso mismo, un mito, romántico y bonito, pero falso. Aún así hay quién
seguirá afirmando que esos estudios son incorrectos y que su experiencia les dice lo contrario,
lo que puede parecer algo anecdótico, pero no lo es.
El maldito sesgo de confirmación
El problema principal, lo que nos hace creer a pesar de las evidencias en algo que es falso suele
ser el llamado sesgo de confirmación. Éste es uno de los más sencillos y a la vez más
extendidos y potentes. Básicamente, este sesgo consiste en valorar más (y mejor) los
resultados que se ajustan a nuestros valores, a lo que esperamos y creemos, en contraposición
a los resultados que contradicen a nuestra experiencia. Experiencia que no tiene por que ser
real. Es una especie de "amimefunciona" a un nivel más básico. El sesgo de confirmación actúa
tanto en las creencias sobre la luna llena como en otras pseudociencias. Es algo natural para
nuestra mente, ya que la experiencia suele ser la base de la supervivencia. Pero esto tiene una
implicación muy grave. En sanidad, por ejemplo, Por cada estudio que avala la pseudociencia,
existen al menos 40 que lo contradicen o demuestran que no está bien hechotomar medidas o
la decisión de un supervisor ante una noche de luna llena puede costar dinero al hospital.
También puede incrementar la cola en la lista de cirugía si los pacientes optan por poner
excusas. Y esto es un caso real. En otros ámbitos, como con los antivacunas o la homeopatía,
este mismo sesgo cuesta no solo dinero, sino también vidas. Aunque existen estudios que
tratan de demostrar que la luna llena tiene influencia en nuestras vidas, por cada uno que hay,
existen al menos 40 que lo contradicen o demuestran que no está bien hecho. Esto también es
muy común en las pseudociencias. Hay que identificar lo que parece ciencia pero no lo es. El
caso de la creencia en la luna llena es un ejemplo perfecto, y asumible, que puede tener
consecuencias positivas para enseñar como una mala interpretación o un sesgo puede cambiar
nuestra forma de ver las cosas. Y para mostrar su poder, vamos a listar algunos de los mitos
más extendidos sobre la luna llena:
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