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Abordaje pscimotor temprano u oportuno en niños con trastornos auditivos

Índice:

Resumen

Introducción

Capítulo 1: trastornos auditivos


1.1- Sordos
1.2- Hipoacucicos

Resumen:

La atención y estimulación temprana del niño sordo debe considerar y


planificar el establecimiento de estrategias visuales de información, que
lo lleven a un mayor contacto con el entorno en que se desenvuelve.
La importancia del aprendizaje a partir de la vía visual se sustenta en la
interacción entre las áreas del desarrollo cognitivo y comunicativo-
lingüístico primordial para incrementar el pensamiento abstracto. La
persona sorda presenta grandes dificultades para representar la realidad a
través de la vía auditiva, por ello durante los primeros años de vida la
interacción con el mundo debe ser principalmente a través de un medio
visual accesible.

Introducción:
En el siguiente trabajo se intenta profundizar e investigar sobre los
trastornos auditivos en niños y el abordaje e intervención desde el aporte
de la psicmotricidad.
Para ello se comienza por el significado de los mismos, características
fisiológicas, diferencias que existen entre un niño sordo e hipoacusico, y
que también se trataría de una deficiencia auditiva profunda, congénita o
adquirida muy precozmente.
Es importante hacer foco en el plano familiar frente al diagnóstico y las
herramientas que se pueden brindar ante un tratamiento.
La educación ha de comenzar tan pronto como se confirme el
diagnóstico, la misma puede darse por vía del método oral y aquí puede
estar o no vigente la oralizacion.

Capitulo 1:

Cuando hablamos de trastorno o perturbación nos referimos a algo que está presente pero
que se ha alterado en su constitución. Según el diccionario (Diccionario Enciclopédico
Ilustrado de la lengua española, 1975) “trastorno, proviene del verbo trastornar, lo cual
significa invertir el orden regular de algo o perturbar el sentido, la conciencia o la
conducta de alguien, acercándolos a la anormalidad”.

Tomando como referencia dicha definición, se podría decir que los niños con Sordera
Congénita Profunda están imposibilitados de percibir los sonidos presentando una
dificultad para conectarse con el medio.
“Al respecto, la lengua de señas provee a los niños sordos de un medio para comunicarse
a partir de las manos y los ojos, a través de ella son capaces de cursar todas las etapas del
desarrollo cognitivo, socio-afectivo y comunicativo-lingüístico del desarrollo humano”
(Padden & Perlmutter, 1987; Siedlecki & Bonvillian, 1997; 1998; Pettito, 2000; Herrera,
2005b). Consecuentemente, es esencial dotar al niño sordo, desde los primeros años de
vida, de un código lingüístico visual que le permita conocer y explorar su medio, pensar,
comunicarse y expresar emociones. Igualmente, es fundamental que el niño sordo
desarrolle una identidad personal y social. “La sordera suele suscitar dificultades para
consolidar una adecuada auto-imagen personal y social” (Hola, Morales y Soteras, 2004).
Estas dificultades comienzan con la resistencia de los padres a aceptar la sordera de sus
hijos, produciendo una distorsión en las relaciones familiares que condicionan el modo de
vivir de la persona sorda y su propia identidad. El niño sordo se desarrolla con adultos que
valorizan una expresión oral adecuada frente a cualquier otra forma de comunicación, en
este contexto el niño sordo se encuentra inmerso en un medio que centra su interés en
aquel aspecto en el que sus habilidades son limitadas y al no alcanzar las expectativas de
los adultos se siente constantemente fracasado.
Esto se traduce en un bajo auto concepto y una sensación continua de inseguridad e
inadecuación. Por lo tanto, es indispensable incorporar en la educación temprana del niño
sordo, a adultos sordos que entreguen un modelo de identificación y ayuden a construir
expectativas reales de desarrollo a la familia y al niño. El niño sordo suele presentar
dificultades en la incorporación de las normas sociales, ya sea porque no recibe
información directa sobre sus acciones o porque esta información no es suficientemente
clara. En la mayoría de los casos, las interacciones comunicativas entre adultos oyentes y
niños sordos son controladoras y normativas. Los adultos oyentes que interactúan con
niños sordos tienden a explicar menos las razones o a elidir los discursos y quedarse
únicamente en las acciones (“no toques”, “no grites”, “cuidado”, “siéntate”, “espera”,
“acuéstate”, etc.), causando desconocimiento o menor entendimiento de las normas
sociales, actitud que en muchos casos promueve una conducta inadecuada. Generalmente
los oyentes sitúan las interacciones en el contexto inmediato, sin referirse a acciones
pasadas o futuras las que precisan mayor elaboración y abstracción (“mañana en la mañana
tenemos que ir al médico a revisar tus audífonos, así que debes dormirte temprano”). De
esta manera, y de forma involuntaria, se limitan las posibilidades de planificar, entender
secuencias temporales, desarrollar reversibilidad del pensamiento, elaborar pensamiento
abstracto, etc. (Grupo Atención Temprana, 2003). La atención temprana debe ofrecer al
niño sordo la oportunidad de hacerse responsable de sus conductas, de comprender las
razones y marcar clara y explícitamente los “límites” de su autonomía, con el fin de
motivar una actitud madura y menos egocéntrica. El niño sordo necesita conocer el
lenguaje oral de su entorno. Las personas sordas no adquieren el lenguaje oral de forma
espontánea, es necesario planificar su enseñanza
Desde el momento del diagnóstico de sordera en una familia oyente, las relaciones
familiares suelen distorsionarse, suscitando actitudes de rechazo, sobreprotección,
negación, etc., derivadas de los sentimientos de culpa, ansiedad e inseguridad que pueden
sentir los padres. En este sentido, es primordial proveer apoyo y mediación familiar, ya
que, al conocerse el diagnóstico de la sordera, los padres requieren información respecto de
ella (explicar el diagnóstico, conocer sus implicaciones, etc.), aprender medios alternativos
de comunicación (lengua de signos, lectura labial, apoyo visual, etc.), conocer pautas para
adaptar el entorno familiar a la nueva situación (señales lumínicas, contacto visual, etc.) e
información sobre las ayudas que requiere el niño y que el Estado entrega (audiometrías,
audífonos, programas de becas, etc.). También es muy útil aquella información que permita
a la familia proyectar el futuro del niño, tomando en cuenta las dificultades previsibles y
buscando soluciones alternativas; para ello resulta vital tomar contacto con adultos sordos,
padres y familiares de sordos, comunidad y asociaciones de sordos, etc. Esto puede evitar
la angustia y acelerar el proceso de aceptación de la pérdida auditiva. En consecuencia,
como señala Spiker (1990 citado por Candel, 2007, p. 92), “lo primero que los padres
necesitan ante el nacimiento de su hijo con déficit, es apoyo emocional y una información
correcta”. Por todo lo anterior, la atención temprana debe planificar el trabajo directo con
el entorno más cercano del niño, con el fin de lograr mayor colaboración y cohesión entre
la familia y los profesionales que atienden al niño. Por último, el niño sordo necesita el
reconocimiento de la sordera a nivel social. La sociedad no brinda posibilidades de
desarrollo a las personas sordas, todos hemos sido testigos de la discriminación y falta de
atención a la discapacidad. Cuando una persona sorda requiere los servicios de asistencia
social como juzgados, consultorios, registro civil, etc., no cuenta con personas que sepan
cómo proporcionarle información o asesorarla.
La sociedad, entendida como las personas de a pie que la conforman, aún no ha sido capaz
de tomar conciencia de las implicancias de las distintas discapacidades. Es preciso, por lo
tanto, apoyar campañas de información sobre el mundo de las personas sordas, contactar
con la comunidad oyente (jardines infantiles, consultorios, cuerpo de bomberos, etc.) e
invitarlos a participar en el proceso de desarrollo y adquisición de competencias básicas de
comunicación e interacción con el medio, para producir de forma espontánea una
sensibilización hacia su forma de percibir el entorno, sus posibilidades y sus dificultades en
la comunicación con el oyente. Esta sensibilización debe comenzar, sin lugar a dudas, en el
entorno más próximo al niño, su familia.
Dentro de las clasificaciones, según Fernández Viader (2004) se pueden clasificar las
sorderas tomando en cuenta diferentes parámetros:
 En función del origen de la sordera se distinguen tres tipos de sordera en el niño

 La sordera conductiva o de percepción es aquella en que los trastornos auditivos


están situados en el oído externo o en el oído medio.
 Las sorderas neurosensoriales o de transmisión son las más graves y permanentes y
con un pronóstico mucho más complicado. Los problemas que afectan al oído
interno, la cóclea, el nervio auditivo o las zonas auditivas del cerebro se incluyen
dentro de esta categoría de sorderas.
 Las sorderas mixtas tienen componentes de percepción y componentes de
transmisión.
Se llama sordera de percepción, ya que tienen implicaciones con la comprensión y
expresión del lenguaje. Los sonidos graves los oyen relativamente bien y en
algunas ocasiones y bajo determinadas circunstancias pueden mantener una
conversación. (Ganong, 1980).
Las sorderas de conducción o transmisión, son aquellas donde la zona alterada es
la encargada de la transmisión de la onda sonora. La causa se sitúa en el oído
externo o medio, también las producidas por lesión de la trompa de Eustaquio, que
es un conducto que une el oído medio con la rinofaringe. Hay una deficiencia en la
transformación de las ondas sonoras a ondas hidráulicas en el oído interno, por
lesiones localizadas en el oído externo y/o en el oído medio. Estos tipos de sordera
pueden ser corregidos con cirugía. (Ganong, 1980).

 En relación con la etiología o la causa de la sordera, se reconocen dos grandes


tipos:

 Las sorderas de base hereditaria se producen cuando hay una base desde la constitución
del organismo que caracteriza al déficit, esto quiere decir que uno o los dos padres
poseen el gen afecto. Constituyen al menos el 50% de los casos. Pueden ser
autosómicas recesivas o autosómicas dominantes. Las primeras corresponden a
aquellas donde los dos progenitores son portadores de la enfermedad pero no son
sordos.
 Las sorderas adquiridas: son debido a anoxias perinatales, incompatibilidad sanguínea,
rubeola materna, toxoplasmosis, meningitis
En general se puede afirmar que las sorderas hereditarias tienen mejor pronóstico que
aquellas que no tienen indicadores genéticos.
Se desarrollan por el efecto de factores ambientales, es por ello que pueden ocurrir a
lo largo de toda la vida. Las causas adquiridas se pueden clasificar en causas prenatales,
perinatales y postnatales.
Las causas prenatales se producen en el momento de la gestación, durante los nueve meses
de embarazo. Son las causas que responden a un origen genético hereditario. El 40 % de
las sorderas que se originan en el embarazo son por causas genéticas y en un 25% se
asocian a un cuadro sindrómico. Actualmente se conocen 200 síndromes que entre sus
síntomas incluyen el déficit auditivo. Cerca de la mitad del déficit auditivo prenatales son
provocados por infecciones, por consumo de medicamentos tóxicos, radiaciones y
patologías materno gestacional. (Fejerman, 1997).
El oído durante el desarrollo embriológico es muy sensible a las infecciones, especialmente
durante el primer mes de gestación. Las infecciones bacterianas o virales, como la rubéola,
el citomegalovirus, el herpes, la toxoplasmosis o la sífilis, pueden alterar su desarrollo y
dar lugar a sordera.
Diversos fármacos con capacidad tóxica sobre las células neurosensoriales del oído pueden
llegar al feto a través de la placenta y producir una sordera adquirida.
Las radiaciones en grandes dosis pueden provocar malformaciones generales en el feto.
Dosis pequeñas de radiaciones que parecen no afectar de manera evidente al feto, pueden
provocar daño en las células sensoriales del oído interno.
Las causas perinatales, son aquellas que se producen en los momentos próximos al
nacimiento. Los principales factores etiológicos sobre el período perinatal son la
prematuridad o el bajo peso, la falta de oxígeno, hipoxia o anoxia en el momento del parto,
la hiperbilirrubinemia, y al igual que en las causas prenatales las infecciones y también el
consumo de medicamentos tóxicos. (Fejerman, 1997; Schorn, 2002).
Las causas postnatales, son las que se producen posteriores a los primeros 28 días de vida.
Son numerosas sus causas por lo tanto resulta imposible exponerlas con detalles. Tienen un
origen infeccioso o tóxico y con menor frecuencia debido a tumores o traumatismos. Las
enfermedades y lesiones que provocan
déficits auditivos post- natales son con mayor frecuencia son la otitis media crónica, las
infecciones generales que afectan el oído, como la meningitis bacteriana, la encefalitis, el
sarampión, y las parotiditis epidémica, los traumatismos, las afecciones del oído interno y
del nervio auditivo, los tumores y como en las causas prenatales y postnatales los
medicamentos tóxicos. (Fejerman, 1997; Schorn, 2002).

 En relación con la edad de comienzo de la sordera se distinguen:


 Las sorderas pre-linguales: antes de la aparición del lenguaje.
 Las sorderas post-linguales: después de la aparición del lenguaje.

 En función del grado de pérdida auditiva podemos enunciar:

 Sordera leve (10 a 20 db) decibelios, umbral de la audición


 Sordera media (41 a 70 db)
 Sordera severa (71 a 90 db)
 Sordera profunda (91 a 120 db).

 En función de la educación: en este punto se clasifica a los niños en hipoacúsicos y


sordos profundos.

 Hipoacúsicos: hace referencia a los niños cuya audición presenta alguna dificultad
pero con ayuda de prótesis, la misma resulta funcional para la vida diaria. Este
menor grado de pérdida auditiva permite la adquisición del lenguaje oral por vía
auditiva, aunque pueden producirse ciertas dificultades en la articulación, en el
léxico y en la estructuración.
 Sordos profundos: son niños cuya audición no es funcional para la vida y no les
permite la adquisición del lenguaje oral por vía auditiva normal.

 Por último , en relación con el entorno comunicativo familiar es posible distinguir:


 Niños sordos con padres oyentes
 Niños sordos con padres sordos.

Luego de presentar las características pertinentes del trastorno auditivo, daremos paso al
diagnostico propiamente dicho, donde ante esta dificultad de la cual es algo descocido para
la mayoría de los padres, pero a la vez puede ser intuido por mucho de ellos.
“la sordera supone un impacto para la mayoría de las familias pero también (atención)
para el mismo niño, que aunque no pueda oír las manifestaciones de desconcierto, dolor e
incluso de inculpación de los padres u otros familiares, si las puede leer de alguna manera
a través de las expresiones faciales de los rostros de los adultos.” ( Fernandez Viader ,
2005)
Si hacemos referencia a lo desconocido, se puede decir que la sordera sumerge a los padres
a una situación de crisis, que muchos de ellos expresan preguntas tales como “¿Qué vamos
a hacer?, ¿Cómo vamos a hablarle?, ¿podrá alguna vez escuchar nuestra voz?”.
Dicha crisis puede llevar a tomar una decisión frente a la problemática, ya que se trata de
un momento culminante de un proceso para mejorar o empeorar el mismo.
Pero la manera en la que los padres tienen para hacer frente a esta situación crítica es muy
variable y depende del interjuego de diferentes factores. Según Schorn, 1997 el autor
señala alguno de ellos:
 Personalidad de la madre
 Personalidad del padre
 Estructuras familiares pre-existentes
 Duelos anteriores hayan sido o no elaborados
 Causas de la sordera
 Momento de instauración de la misma

Por lo general el deseo de una madre de que su hijo hable oralmente intenta demostrar que
todo lo que ella se propone lo logra y el padre sueña que a través de la adquisición de la
palabra oral le podrá dar la filiación de ser un hijo sano y no alguien diferente a él.
El dolor en ciertos padres al saber que ésta discapacidad es para toda la vida se manifiesta
con mucho dolor y angustia.
Margaret Maller (1975) describe que todo niño al nacer posee una fase autista normal,
donde prevalece el sueño y al niño se lo trata como “dormilón” , tranquilo y al que nada lo
perturba. Dicha fase se abandona por todo niño al momento de la escucha de la madre ,
quien promueve conciencias sensoriales sobre el niño y lo que ayuda a que conecte con el
mundo exterior.
Por lo tanto lo observado en bebes sordos de nacimiento, a diferencia del bebe oyente es
una prolongación de esta fase autista normal, extendiéndose en muchos casos mas allá de
los dos meses y siendo causante la “falta de actividad en alerta” según lo anuncia Wolf
1959.
Esto lleva a consecuencia que el bebe tenga un desfasaje en poder conectar con el ambiente
y lo pueda hacer recién a los tres meses de su desarrollo, gracias a la madurez de lo sesorio
visual lo que suple y es de gran ayuda a la falta de audición. El poder percibir la cara de su
madre mas el contacto corporal y el descubrimiento de su medio van posibilitando al niño
a una adecuada organización y a su vez evitando que la fase autista se aleje de manera
optima.

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