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A CASA DE LUCÍA Y TOMÁS VA A VIVIR

UN NUEVO VECINO: EL SEÑOR LUCARDA.


ALTO, DELGADO, DE UNOS CUARENTA
AÑOS, SIEMPRE VISTE DE NEGRO Y NUN-
CA HABLA CON NADIE. SUS OJOS OSCU-
ROS Y PENETRANTES PARECEN ESCRU-
TAR LOS PENSAMIENTOS DE LA GENTE.

HAY PERSONAS QUE VIVEN AISLADAS Y TIENEN


COSTUMBRES EXTRAÑAS. LA SOCIEDAD LAS
MARGINA POR ESO. ¿SON LOS VAMPIROS
GENTE ASÍ?

A PARTIR DE 9 AÑOS

OTROS LIBROS -
DE ESTE AUTOR:
• El Mundo Flotante ■un
■ El Mundo Inferior ■

El Mundo Pretérito
n
■ El Mundo Oscuro
— ESTO es un insulto, un atropello! -gritó Tomás-.
¡No puedes cuidar de mí, tenemos la misma edad!
—Soy mayor que tú -replicó Lucía tran-
quilamente.
—¡Solo tienes tres meses más que yo! -protestó
el niño.
—Pero he aprendido mucho en esos tres meses
-dijo ella con una sonrisa de suficiencia-. Además,
las chicas maduramos antes.
Los padres de Tomás; habían decidido acudir a
una cena a última hora y no habían encontrado
ninguna canguro disponible, de modo que le
habían pedido a Lucía, su vecina y amiga, que se
quedara con él para que no hiciera ningún
desastre la última vez que lo habían dejado solo,
el angelito había estado a punto de prenderle
fuego a Ha casa con su juego de química).
Tomás acababa de cumplir los diez años y se asombrada, pues Tomás era un teleadicto fu-
creía todo un hombre, y consideraba una ribundo-. Tienes permiso hasta las once.
humillación insoportable que lo hubieran dejado —Todo lo que dan esta noche es una plasta.
al cuidado de Lucía. Prefiero que mi canguro me cuente un cuento -
—¿Ah, sí? Pues yo soy más grande y más dijo él con tono burlón.
fuerte que tú -dijo el niño con tono amenazador-, —Está bien, te contaré un cuento.
así que no puedes impedirme que haga lo que me Lucía se sentó en el sofá de la sala de estar,
dé la gana. frente al televisor apagado, y Tomás se repantigó
—No eres más grande, sino solo más gordo - en un sillón.
replicó Lucía-. Y no necesito la fuerza para —Estoy listo. Empieza a contar, esclava.
controlarte. Tengo el teléfono de la casa en la que —Érase una vez una princesa...
están cenando tus padres, y me han dicho que los —¡Una princesa! -la interrumpió el niño-. ¡No
llame si te portas mal. pretenderás contarme una cursilada de cuento
—Tú no harías eso, no te convertirías en una con princesas, hadas y esas tonterías!
vulgar chivata... —¿Cómo puedes decir que es una cursilada si
—No, si no me obligas. aún no sabes de qué va, botarate? -a Lucía le
Tomás estuvo a punto de tirarse al suelo y gustaba usar insultos antiguos, de los que le oía a
empezar a gritar y a patalear; pero se daba cuenta su abuela, aunque no sabía muy bien lo que
de que eso era propio de un niño pequeño y, significaban.
aunque estaba furioso, su miedo al ridículo era —Pues claro que sé de qué va —replicó Tomás-.
mayor que sus ganas de desahogarse. De modo Va de princesas, y no voy a permitir que me
que se contuvo y dijo: cuentes un cuento para niñas. Quiero uno de
—Está bien, puesto que tienes que cuidar de terror.
mí, cuéntame un cuento. - De acuerdo. Te contaré uno en el que tú
—¿No quieres ver la tele? -preguntó Lucía eres el protagonista.

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-¿Yo? Tal como te la he contado, sí -reconoció
—Sí, tú... Imagínate que te has quedado solo en Lucía-, Pero estar solo en casa es parecido a estar
el mundo: eres el único ser humano sobre el solo en el mundo... Imagínate que no estuviera
planeta... yo, que ahora mismo estuvieras solo en casa...
—Oye, eso me gusta. Podría hacer lo que Sabes que estás solo, has echado el cerrojo y ni
quisiera y todo sería mío... siquiera tus padres pueden entrar si no les
—Sí. Eres el único ser humano del mundo y estás abres... Te vas a tu habitación tan tranquilo, y de
en tu habitación a punto de irte a la cama. Y de pronto llaman a la puerta...
pronto llaman a la puerta. —Qué tontería, son mis padres que han vuelto
—¿Y? -preguntó Tomás visiblemente nervioso. antes de lo previsto.
—Ya está. —Llaman a la puerta de tu habitación -precisó ella
—¿Cómo que ya está? con voz insinuante.
—Ya se ha terminado. Es un cuento corto. —¡Aaaaah! -gritó Tomás-, ¿Por qué me asustas?
—¿Corto? ¡Querrás decir cortísimo, super- Se supone que eres mi canguro.
cortísimo! No pasa nada, y no da ningún miedo - —¿No querías un cuento de terror?
protestó él. —Sí -tuvo que admitir él-, pero no te he dicho
—¿Estás seguro de que no da ningún miedo? - que fuera de esos en los que tú eres el
replicó Lucía mirándolo fijamente-. Estás solo en protagonista.
el mundo, no hay ninguna otra persona en todo — Pues es una lástima que no te gusten, por-
el planeta. Y de pronto alguien llama a la puerta. (|iie te iba a contar otro.
—Sí que da miedo -reconoció Tomás después de ¡Cuéntamelo!
pensar un rato en el asunto . Menos mal que es ¿No acabas de decir que no los quieres de
una situación imposible. esos de -tú eres el protagonista »?
Da igual, cuéntamelo.
-No, que luego te quejas de que te asusto.

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—No me quejaré -le aseguró Tomás. —¿En qué señor has pensado mientras te contaba
—Está bien... Pero antes dime una cosa: ¿tú el cuento? -preguntó ella tras una pausa.
crees en los fantasmas? —En uno cualquiera, ¿por qué?
—Claro que no -contestó él-. Lo de los fan- —¿No le has visto la cara?
tasmas es una tontería para asustar a los niños —No tenía cara.
pequeños. —¿Te has imaginado a un hombre sin cara? Eso
—Vale... Pues vas por un callejón oscuro y de da aún más miedo.
pronto te cruzas con un señor, y el señor te —No es que me lo haya imaginado sin cara -
pregunta: «¿Crees en los fantasmas?», y tú le explicó él-. Cuando te imaginas a una persona
contestas: «No», y entonces el señor te dice: «Pues cualquiera, es como un bulto, sobre todo si te lo
yo sí», y desaparece. imaginas de noche y en un callejón oscuro.
—Qué chorrada -comentó Tomás-. Este sí que —Eso es porque tienes poca imaginación. La
no da miedo. tienes atrofiada de tanto ver la tele. Yo, cuando
—¿No? Piénsalo bien: el señor desaparece, se me imagino a una persona, veo perfectamente su
vuelve invisible de pronto, pero sigue a tu lado, solo que cara -dijo Lucía.
ahora ya no puedes verlo, estás a su merced... —¿Ah, sí, listilla? ¿Y qué cara le veías tú al
—¡Aaaaah! -volvió a gritar él mirando ner- hombre del cuento mientras me lo estabas,
viosamente a derecha e izquierda; pero esta vez
contando?
no podía quejarse, puesto que se lo había buscado.
—¿Por qué te asustas, si es una chorrada? -dijo —La del señor Lucarda -contestó Lucía sini
Lucía con una maliciosa sonrisa. titubear.
—No estoy asustado -replicó Tomás-, para —¡Aaaaah! -gritó Tomás por tercera vez-.. ¡Qué
nada. Grito por gritar, igual que cuando uno se ríe mala idea tienes! ¡Ahora que había conseguido
después de un chiste: es lo que toca. olvidarme de él!

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El señor Lucarda era el nuevo vecino de la —Tu madre me ha dicho que no te deje
planta baja. Alto, delgado, de unos cuarenta años, desvalijar la nevera -le recordó Lucía siguiéndolo
vivía solo, siempre vestía de negro y nunca hacia la cocina.
hablaba con nadie. Sus ojos oscuros y penetrantes -—Solo voy a comer algo, un pequeño ten-
parecían escrutar los pensamientos de la gente, y tempié -replicó Tomás.
Tomás estaba convencido de «pie era un asesino —Además, te conviene adelgazar, pues cuanto
de niños. más gordito estés, más se fijará en ti el señor
—¡Serás miedica! -se burló ella-. ¿Cómo puedes Lucarda.
tenerle miedo al pobre señor Lucarda? —¡Aaaaah, maldita! -gritó él-. ¡Tenías que
—¿Pobre, has dicho? ¡Pobre del que caiga en
fastidiarme el tentempié!
sus manos! Si te hubiera mirado a ti como me miró
a mí el otro día... Seguro que es uno de esos
sacamantecas que hacen ungüentos mágicos con la
grasa de los niños.
—Claro, por eso se ha fijado en ti. Con tu grasa
podría hacer al menos cien tarros de ungüento.
Sin llegar a ser un niño obeso, a Tomás le
sobraban unos cuantos kilos.
—Sí, tú ríete y verás lo que te pasa como no
tomes precauciones -le advirtió él-. Menos mal que
vive en la planta baja y no puedo coincidir en el
ascensor con ese chupóptero... No quiero pensar
más en eso; voy a ver si me distraigo comiendo
algo.

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2 —En la del señor Lucarda -contestó Lucía sin
vacilar.
—¿Cómo lo sabes, pequeña bruja? ¡Aún no se lo
he contado a nadie!
—Me lo ha dicho él.
—¡Eso no te lo crees ni tú! ¡Pero si no habla ni

A la mañana siguiente, al ir a comprar el pan,


con su sombra, ni para dar los buenos días!
—Pues claro que no me lo ha dicho él -rió la
Lucía se encontró con Rosaura, la portera.
niña-. Lo he deducido porque si hubieras estado
Rosaura era una mujer grandota y sonrosada,
en cualquier otra casa, no sería ninguna novedad.
extraordinariamente fuerte, de unos cincuenta
Elemental, querida Rosi.
años. Sus principales aficiones eran la peluquería y
—A ver, ya que eres tan lista, ¿y qué pasó? -le
el cotilleo. Llevaba el pelo rizado y teñido de rubio
preguntó la portera con los brazos en jarras.
platino, y a Lucía le recordaba a una actriz del cine
—Inteñtó seducirte -contestó Lucía muy seria.
mudo. Aunque de muda, precisamente, no tenía
—¡Demonio de niña! -exclamó Rosaura soltando
nada.
una carcajada-. ¡Lo que me faltaba a mí, a mis
—Hola, Lulú -la saludó alegremente. Lucía y
años!
Tomás eran los únicos niños de la escalera, y
—No disimules, que aún estás de muy buen ver.
Rosaura, al contrario que la mayoría de las
—Ay, qué cosas tienes... Pues no, es todo un
porteras, era muy amable con ellos y nunca los
caballero y no se propasó para nada. Todo un
reñía. A Lucía la llamaba Lulú, y a Tomás, Tomi.
caballero, sí, pero más rarito... Quiere que 1c
—Hola, Rosi -contestó la niña.
haga la limpieza una vez a la semana, y me
—¿A que no sabes en qué casa estuve ayer? -
preguntó la portera con aire de misterio.

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estuvo enseñando todas las cosas que no tengo que
tocar para nada, ni para quitarles el polv o a
S u escritorio, su armario, un arcón muy pande...
—¿No será un ataúd?
- ¡Qué cosas tienes! Pero, ahora que lo dices,
desde luego que cabría un fiambre
dentro...
En ese momento bajaba Camila, la vecina del
primero izquierda. Lucía vivía en el primero
derecha, y el balcón de su habitación era contiguo
al del dormitorio de la bellísima Camila.
A veces, al anochecer, se asomaban al balcón las
do¿ a la vez, y la hermosa joven, aunque casi nunca
hablaba, siempre le dedicaba a la niña una sonrisa
encantadora. Camila tenía el cabello de un rubio
dorado y unos preciosos ojos verdes. Lucía, que
tenía el pelo y los ojos castaños, pensaba teñirse de
jSlIfe
rubio y ponerse lentillas verdes cuando fuera
mayor, para parecerse a Camila.
—Buenos días -saludó la joven luciendo su
deslumbrante sonrisa.
—Buenos días, Camila -contestaron a coro
Rosaura y Lucía.
—Qué guapa estás -añadió la niña con ad- es que ella es tan buena persona que se ere; que
miración. toco el mundo es bueno.
Y, realmente, con el largo cabello suelto sobre —Ms gustaría ser como ella -suspiró Lucít.
los hombros y un vaporoso vestido de algodón —Pues alégrate, porque de mayor serás igual de
blanco, Camila parecía un hada o una princesa de guapa, pero más espabilada -le dijo la portera
cuento. guiñándole un ojo.
—Gracias, preciosa -dijo la joven acariciando —No querrás decir que Camila es tonta.
suavemente la cabeza de Lucía. —Qué va, de tonta no tiene un pelo; pero es tan
—Estábamos hablando del nuevo vecino, el ingenua y tan despistada que no se entera de la
señor Lucarda -comentó la portera-. Es tan rarito... mitad de la movida.
—¿Tú crees? A mí me parece un hombre muy — Yo también seré ingenua y despistada de
agradable. Tan elegante, tan reservado... -dijo mayor -dijo la niña-. Queda muy elegante.
Camila, y se fue grácilmente, saludando con un —¿Despistada tú? -rió la portera-. Eso sí que no
leve gesto de la mano mientras salía a la calle. me lo creo. A ti no se te escapa una.
—Lo de reservado será porque no habla, pero De pronto se oyó un portazo seguido de un
hay que ver cómo mira -replicó Rosaura, aunque sordo retumbar en la escalera, como si un pe-
la joven ya no podía oírla. queño hipopótamo la estuviera bajando a
—Eso dice Tomás -dijo Lucía con una risita. trompicones.
—Pues Tomi tiene razón. A veces mira de una —Ahí llega Tomás -anunció Lucía.
forma que da miedo, como si quisiera hipnotizarte Y, en efecto, a los pocos segundos apareció >el
o leerte el pensamiento. Y el otro día lo pesqué niño muy sonriente. Saltó los últimos cinco es-
mirando así a Camila. Lo que pasa calones con cara de Tarzán y aterrizó junto a los
pies de Rosaura.
K ....... Vaya, estás animado esta mañana -co-
mento la portera.

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—Siempre estoy animado los sábados por la —Anda, acompáñame a comprar el pan.
mañana -dijo el niño. —No debería, por meterte conmigo.
—¿Has dormido bien? -preguntó Lucía con —No te quejes, que anoche te dejé desvalijar la
retintín-. ¿No has tenido pesadillas? nevera, a pesar de las advertencias de tu madre.
—Pues no, para que te fastidies -contestó él —¿Desvalijar la nevera? ¡Qué morro! ¡Si solo me
dedicándole a Lucía una de sus muecas más dejaste hacerme un bocata!
horribles-. He soñado con los angelitos. —Sí, solo un bocata, con una barra de cuarto
—¿Con los angelitos o con las Camilitas? -dijo entera y medio pollo con mayonesa.
la niña. A Tomás se le caía la baba cada vez que —El pan se pone duro si no te lo comes el
veía a Camila, y Lucía no perdía ocasión de mismo día. Está feo desperdiciar comida.
tomarle el pelo por ello. —Sí, sí, tú cébate bien cebado y verás qué
La portera soltó una de sus ruidosas carca- contento se pone el señor Lucarda -comentó
jadas, y el niño las miró a las dos con expresión Lucía echando a andar.
feroz. —¡Te tengo dicho que no me lo menciones! -
—Ya podéis reíros -dijo poniéndose rojo hasta exclamó Tomás yendo tras ella.
la punta de las orejas-. De mayor me casaré con —Está bien; si no quieres que te lo mencione, no
ella. Y no sé si os invitaré a la boda. te contaré lo que me ha dicho Rosi.
—Pues tu novia acaba de salir en este mo- —¡Cuéntamelo!
mento -comentó Lucía conteniendo la risa-. Y, —¿Me llevarás la bolsa del pan, como un
por cierto, estaba guapísima, ¿verdad, Rosi? perfecto caballero?
—Y que lo digas -convino la portera-. Parecía —Eres una vil chantajista... Está bien, está bien,
la portada de una revista del corazón. te llevaré la bolsa.
Tomás corrió hacia la puerta y miró a derecha — Pues resulta que ayer Rosi estuvo en su
CMSil.
e izquierda; pero su adorada ya no estaba a la
vista. Lucía fue junto a él y le dijo:

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—¿De verdad? ¿No te lo estás inventando? - —O las dos cosas. Primero te chupa la sangre y
preguntó el niño con los ojos muy abiertos. luego te saca las mantecas -dijo Lucía dándole un
—Te lo prometo. El señor Lucarda quiere que pellizco a Tomás en el michelín.
Rosi le haga la limpieza una vez a la semana, y le —Sí, tú ríete, pero te advierto que los vampiros
estuvo enseñando la casa para decirle las cosas prefieren a las chicas.
que no tiene que tocar.
—Pero las señoras de la limpieza lo tocan todo.
—Normalmente, sí; pero por lo visto él tiene
algunas cosas que no quiere que nadie toque.
—¿Como qué?
—Como un ataúd.
—¡Anda ya! ¡Eso no me lo creo ni harto de
chocolate! -exclamó Tomás, aunque por la ex-
presión de su cara se veía que no las tenía todas
consigo.
—Bueno, no es un ataúd con una cruz encima y
todo eso; pero es un cajón grande y alargado en el
que cabe un cadáver. Si no te lo crees,
pregúntaselo a Rosi.
—¿Lo ves como yo tenía razón? No me negarás
que es todo muy sospechoso, sobre todo que le
diga a Rosi que no toque ese cajón. A lo mejor no
es un sacamantecas, sino un vampiro.

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I^SPUÉS de comer, Tomás llamó a Lucía por el
balcón. El niño vivía en el segundo derecha, y su
habitación quedaba justo encima de la de su
amiga.
—¿Qué quieres? -preguntó ella asomándose. —
Velar por tu seguridad -contestó el niño-. Sube a
ver una película.
—Estoy leyendo -replicó la niña.
—Es una película antigua, de esas que a ti te
gustan tanto.
—¿Muda?
—Casi. Hablan muy poco, al menos en el trocito
que ya he visto.
—¿Qué película es?
•—Drácula. Y el que hace de vampiro es un tal
Bela Lugosi -contestó el niño leyendo el nombre
en la caja de la cinta.
—Vale, ahora subo.

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Los padres de Tomás estaban durmiendo la —El señor Lucarda tiene la cara más alargada y
siesta, como solían hacer todos los sábados, así que es más guapo; pero, desde luego, se parece a
los niños disponían del salón y el televisor para Lugosi.
ellos solos. —Igual es un descendiente suyo, y por eso
A Lucía no le gustaban las películas de terror, también es vampiro.
pero tuvo que reconocer que aquella era muy —Cómo te pisas -le reprochó Lucía-. En primer
buena. Las imágenes en blanco y negro eran lugar, el señor Lucarda no es ningún vampiro. Y
impresionantes, sin necesidad de sangre ni en segundo lugar, Bela Lugosi tampoco lo era:
violencia, y sugerían un ambiente misterioso en el simplemente hizo el papel de Drácula como podía
que todo era posible, como si de un sueño se haber hecho el del capitán Garfio. También Brad
tratara. Pitt ha hecho de vampiro en una peli, y eso no
«Es como la pesadilla de un poeta», estuvo a
quiere decir que lo sea.
punto de decir la niña, pero se cortó por miedo a
—Pero a ti no te importaría que te diera un
las burlas de Tomás, que siempre la estaba
mordisquito, ¿eh? -bromeó Tomás. Sabía que Pitt
llamando cursi, redicha, marisabidilla, repelente y
cosas por el estilo. era uno de los ídolos cinematográficos de Lucía.
—No me negarás que se parece al señor Lu- —Deja de decir tonterías y pon en marcha el
carda -dijo el niño parando la película en un vídeo -dijo ella amagando un cachete que él
primer plano de Bela Lugosi. El famoso actor esquivó rodando hacia el otro extremo del ■ofá. El
húngaro, muy convincente en su papel de Drácula, niño le dio al play y Drácula volvió a moverse por la
parecía querer taladrarlos con la mirada. pequeña pantalla, siniestro y majestuoso como un
—Es verdad -admitió ella-. Sobre todo en los auténtico príncipe de las tinieblas.
ojos. —Para que te* enteres, no es lo mismo -in-
—Y que lo digas. Miran de la misma manera.

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sistió el niño-. Bek Lugosi estaba tan compenetrado —Con 1o fácil que les resultaría romper los
con su papel de Drácula que dormía en un ataúd, y cristales, siendo tan fuertes y tan invulnerables -
cuando murió pidió que lo enterraran con su capa comentó Lucía con su habitual sentido común.
de vampiro. —A lo mejor también son alérgicos al cristal -
—¿Cómo lo sabes? opinó Tomás-. Como no se reflejan en los espejos,
—Me lo ha dicho mi madre, que sabe mucho de odian todo lo que es de cristal.
cine antiguo -Tomás llamaba «cine antiguo» a —Puede ser -admitió ella-, A lo mejor en la novela
todas las películas anteriores a La guerra de las galaxias. le dice...
—Aunque así fuera, no creo que el señor —¿Hay una novela de Drácula? -preguntó
Lucarda sea descendiente de Bela Lugosi. el niño.
—¿Por qué no? Se parece mucho a él, y su —Claro, todas las películas se basan en ella. Es
apellido también empieza por «Lu», y además una novela muy antigua. Mi madre la tiene.
suena a húngaro. —¿Vamos a tu casa a leerla? -propuso Tomás.
—Es muy larga; no podríamos leerla ni en
—A mí me suena más a italiano -replicó ella-, Y
Coda la tarde.
déjame ver la peli, plasta.
—Pero podemos leer algunos trozos, donde
—Sí, pero fíjate bien en todo lo que dicen qué
cuente lo que hay que hacer si a uno lo ataca un
hay que hacer para librarse de los vampiros.
vampiro -insistió él.
Podrías necesitarlo antes de lo que piensas...
—De acuerdo; pero te advierto que da mucho
Lo único nuevo que aprendieron viendo la
miedo,» mucho más que la película. Yo empecé a
película fue que había una planta llamada «lu-
leer-la y la tuve que dejar porque tenía potad i lias.
paria* que detenía a los vampiros tanto como el ajo
—Siempre dará menos miedo que el señor
o el crucifijo, y que no podían entrar en una
habitación si la ventana estaba cerrada. Lucarda -replicó Tomás.

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De modo que bajaron a casa de Lucía, que le un príncipe rumano del siglo XV famoso por su

pidió la novela a su madre. crueldad, llamado Vlad Tepes, que luchó contra los
—No es una novela para niños -dijo ella-. No turcos y disfrutaba torturando a sus prisionero». Era
creo que os guste. tan malvado que le pusieron el sobrenombre de
—Ya no somos niños -replicó Tomás-, somos casi «Drákul», que significaba «hijo del diablo».
preadolescentes. En la novela, de casi cuatrocientas páginas, habla
—Pues tampoco creo que sea adecuada para muchos trozos de «rollo», como llamaba Tomás a las
«casi preadolescentes» -insistió la madre de Lucía. largas descripciones en las que no pasaba nada, y el
—Acabamos de ver la peli y queremos leer niño insistía en que se los •altaran en busca de acción.
algunos trozos para ver si coincide con la novela - De este modo, saltando de susto en susto, lograron
explicó la niña. terminar la novela, y también la caja de galletas.
—Está bien, está bien; pero esta noche no quiero Se enteraron, así, de que no bastaba con clavarles a
insomnios ni pesadillas escandalosas -advirtió la los vampiros una estaca en el corazón, aino que luego
madre, dicho lo cual buscó la novela en una de las había que cortarles la cabeza. También descubrieron
estanterías del salón y se la dio. que la película que acababan de ver era bastante
Los niños se fueron a leer a la habitación de distinta de la novela. Por ejemplo, en la película
Lucía, no sin antes pasar por la cocina para coger mataban al conde Drácula en Londres, mientras que en
una caja de galletas. Se tumbaron en la alfombra con la novela eI vampiro volvía a su castillo de Transilva-
el libro entre ambos y las galletas al alcance de la
lliu, y el profesor Van Helsing (experto vam- pirólogo)i
mano, y empezaron a leer.
y sus amigos tenían que perseguirlo allí».
Por el prólogo se enteraron de que Bram Stoker,
el autor de Drácula, se había inspirado para escribir
su novela en un personaje real:

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Con la lectura (y las galletas) se les había pasado
la tarde volando, y no hacía ni cinco minutos que
habían terminado la novela cuando la madre de
Tomás lo llamó por el balcón para que subiera a
cenar.
Es un poco rollo, con tanta carta y tanto diario
-comentó el niño mientras iban hacia la puerta-,
pero tiene trozos chulísimos.
—Sí -convino Lucía-, está muy bien.
El rellano estaba oscuro, y el pulsador de la luz
quedaba en el centro, enfrente de la puerta del
ascensor.
Buenas noches, y felices pesadi... -empezó a
decir Tomas mientras iba hacia el interruptor, pero
no pudo terminar la frase: al ir a pulsar el botón,
sintió una mano grande y peluda bajo la suya. Se
llevó tal susto que no pudo ni gritar.
—¿Qué pasa? -preguntó Lucía desde la puerta de
su casa.
En ese momento se encendió la luz, pues la
mano peluda había pulsado el interruptor, y ante
los niños, negro y siniestro, apareció el mismísimo
señor Lucarda.
—Hola -dijo con una forzada sonrisa que puso al
descubierto sus dientes blancos y afi-

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lados-. Estaba a punto de entrar en mi casa cuando -—Tú misma has dicho que la estaba espiando.
he oído un ruido extraño y he subido a mirar. —Bueno, sí, pero eso no significa que tuviera
¿Vosotros no habéis oído nada? malas intenciones. Puede que estuviera es-
Lucía y Tomás, incapaces de hablar, negaron cuchando junto a su puerta para saber si está en
con la cabeza. casa o no. Los admiradores de las chicas hacen ese
—Me habré confundido -dijo entonces Lu- carda tipo de cosas.
con un encogimiento de hombros-. Buenas noches, —Y además tiene la mano peluda, como
niños. Y felices pesadillas -aña- dió con voz Drácula -insistió el niño.
cavernosa, terminando la frase de Tomás. —Si todos los hombres peludos fueran vam-
Cuando se hubo ido escaleras abajo, Lucía, que piros... -replicó ella.
fue la primera en recobrar el habla, comentó: —Vale, todavía no podemos estar seguros de
—Estaba espiando a Camila. que sea un vampiro -admitió él-. Pero yo, en tu
—O a nosotros -dijo Tomás con un hilo de voz. lugar, esta noche bajaría la persiana del balcón.
—-No -replicó la niña-. Por su posición en el
momento de encender la luz, está claro que venía
de la puerta de enfrente.
—Sí, tienes razón -admitió él-. Es natural, los
vampiros prefieren a las chicas guapas.
—No te pases, no tiene por qué ser un vampiro.
Puede que, simplemente, le guste Camila. A lo
mejor quería llamar a su puerta y no se ha atrevido
porque es tímido.

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—Solo quiero estirar las piernas... ¿De verdad
que no estoy pálido, ni siquiera un poquito?
—No estás nada pálido -le aseguró su ma- dre-.
Ya me gustaría a mí tener ese color tan sonrosado
nada más levantarme...
El que sí estaba pálido, y mucho, era el señor
EL domingo por la mañana, y en contra de su Oliva, con quien Tomás coincidió en el rellano. El
costumbre de quedarse remoloneando en la cama señor Oliva vivía en el segundo izquierda, y era el
hasta muy tarde, Tomás se levantó temprano. Se propietario del edificio, es decir, el casero de todos
había pasado la noche soñando con escaleras los demás inquilinos. Era un hombretón grande y
oscuras y manos peludas, y tenía unas ganas locas gordo, calvo y coloradote, y muy antipático.
de salir al aire libre y ver el sol. Aquella mañana seguía siendo grande, gordo,
Tantas ganas tenía de salir que, para sorpresa de calvo y antipático, pero no coloradote. Estaba
sus padres, se ofreció a ir a comprar el periódico blanco como la cera.
sin ni siquiera pedir nada a cambio. Al ver que Tomás lo miraba con insistencia, le
—¿Te encuentras bien, cariño? -le preguntó su
preguntó de muy mal humor:
madre. —¿Y tú qué miras? ¿Tengo monos en la
—Sí, ¿por qué? -dijo él tocándose nerviosamente cara?
el cuello en busca de posibles orificios vampíricos-. —No -contestó Tomás sin dejar de mirarlo
¿Estoy pálido? fijamente-, pero está usted muy pálido.
—No, hijo, tienes muy buen color -lo tranquilizó
—Estoy como me da la gana, ¿y a ti qué te
su padre-. Lo que pasa es que a mamá y a mí nos
Importa?
sorprende un poco que te levantes tan temprano y
estés tan servicial. —No me importa, pero yo, si fuera usted, I
dormiría con la ventana cerrada.

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Al oír aquello, el señor Oliva se puso aún
más pálido. Había tenido una extraña pesadilla:
algo o alguien, una informe sombra negra,
entraba en su habitación por la ventana y se
acercaba lentamente a su cama, donde él yacía
boca arriba sin poder moverse, paralizado por el
terror. Y luego la sombra negra se inclinaba
sobre él...
—¿Por qué dices eso, niño? -preguntó con
voz temblorosa.
—¿Tiene alguna marca en el cuello? -pre-
guntó a su vez Tomás.
—No... no creo -contestó el señor Oliva pa-
sándose una manaza sudorosa por su cuello de
sin rechistar. Bajo la correa del reloj, en la parte
toro-. Antes, al afeitarme, no he visto nada. —¿Y
interior de la muñeca, apareció un punto rojo
en los brazos?
justo encima de la vena, que estaba ligeramente
El hombretón se remangó la camisa apre-
inflamada.
suradamente y dejó que el niño le examinara los
—¿Cómo se ha hecho eso? -preguntó el
brazos con mirada de experto.
mño.
—¿Duerme con él puesto? -preguntó Tomás —¡No lo sé! -exclamó el hombretón-. Pa... parece
señalando el aparatoso reloj de oro que el señor
la picadura de un bicho.
Oliva llevaba en la muñeca izquierda.
—Un bicho capaz de quitarle el reloj, palpitadle
—Sí, casi nunca me lo quito, ¿por qué?
en la vena y luego volver a ponérselo. Yo, en su
—Quíteselo.
El casero estaba tan asustado que obedeció lugar, dormiría con la ventana cerrada.

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Sin decir palabra, el señor Oliva miró al niAo —Bueno, no es para tanto. Una picadura en la
©OH la cara desencajada por el terror y volvió t muñeca no significa nada -dijo Lucía-. Además,
meterse corriendo en su casa. los vampiros muerden en el cuello.
Tteás» por su parte, estaba tan asustado que —¿No te acuerdas de Tom Cruise en Entrevista
no jftjílf« reaccionar. Como un autómata, fue a con el vampiro? A veces chupan de la muñeca. Y te
comprar «I periódico y volvió a casa, digo que el señor Oliva estaba más pálido que el
—Akora sí que estás un poco pálido, cariño -le propio señor Lucarda, y cuando le he dicho lo de
«fijo stí madre-, ¿Te encuentras bien? que debería dormir con la ventana cerrada, se ha
—De momento, sí -fue la enigmática res- puesto como loco.
puesta. -¿Y qué?
Una vez en su habitación, arrancó una hoja de —¿Cómo que y qué? La gente que es atacada
m cuaderno escolar y escribió unas líneas. Luego por un vampiro en la cama se cree que es un
la dobló cuidadosamente, se la metió en el sueño, y a la mañana siguiente se olvida. Pero al
bolsillo, salió al balcón y lamó a Lucía. La niña *e decirle yo lo de la ventana se ha vuelto a acordar,
asomó enseguida, muy sonriente. y por eso le ha entrado el canguelo.
—Hola -lo saludó-, ¿Has visto qué buen día —Bueno, aunque fuera verdad, deberías ale-
hace? Por fin ha salido el sol. grarte -bromeó Lucía-, siempre has detestado al
—Baja a la portería -dijo él muy serio, sin ni señor Oliva.
siquiera devolver el saludo-. Es una cuestión de —Pues si ya es un palo aguantarle tal como es
vida o muerte. ahora, imagínate si encima se convierte en
Cuando ella bajó, cinco minutos después, vampiro -replicó Tomás.
Tomás ya estaba esperándola junto a le» bu- —¿Y ese papel? -preguntó la niña señalando
zones. Atropelladamente y en voz muy baja, la hoja doblada que él tenía en la mano.
como si alguien pudiera oírles, el niño le contó •u —Es una carta para Camila. Hay que ad
encuentro oon el casero.
vertirla del peligro. ¿Me la miras por si hay faltas necesitará tomar aire -replicó él-. Y no se va a reír.
de ortografía? Es más lista que tú, y seguro que ya se ha dado
—Trae -dijo ella cogiendo el papel-. Aunque, cuenta de que el señor Lucarda es peligroso.
más que las faltas de ortografía, me preocupan Dicho esto, Tomás volvió a doblar la nota y la
los disparates que puedas haber escrito... metió en el buzón de Camila con el gesto solemne
Lucía desdobló la hoja y leyó: de quien está haciendo algo de vital importancia.
—Aprovecharé para ver si hay algo en mi
Querida Camila: buzón -dijo Lucía. Lo abrió y, viendo que no había
Aunque te cueste creerlo, tu vida corre peligro. Debes nada, volvió a cerrarlo, a la vez que la
dormir con las ventanas cerradas y con una ristra de ajos sobresaltaba un apagado grito de Tomás.
alrededor del cuello, pero si no tienes ajos cuélgate una —Aaaaah... ¡Mira! -exclamó el niño señalando
cruz lo más grande que puedas. algo con mano temblorosa.
Firmado: Alguien Que Te Quiere —¿Qué pasa? -preguntó Lucía, alarmada. Miró
hacia donde señalaba el dedo del niño y vio el
—¿Está bien? -preguntó Tomás ansiosamente. buzón del señor Lucarda, sobre el que había una
—Vas mejorando, no hay faltas de ortografía -lo etiqueta negra con grandes letras mayúsculas
felicitó ella-. Se podría añadir alguna coma para doradas en la que ponía, simplemente,
que la pobre Camila no se ahogue al leerla; pero LUCARDA.
como de todas formas se va a ahogar con el —¡Mira! -volvió a decir Tomás con la voz
ataque de risa que le va a dar, no importa. entrecortada por el terror.
—No la va a leer en voz alta, así que no —¿Tanto miedo le tienes que te pones a temblar
con solo ver su nombre escrito? -preguntó la niña
con tono burlón.

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precipitarnos. Puede que solo sea un chiflado
—Vuelve a abrir tu buzón -pidió él.
que se divierte haciéndose el siniestro y asus-
—¿Para qué?
tando a la gente. Como Bela Lugosi cuando le
—Ábrelo y verás.
dio por dormir en un ataúd...
—Está bien...
—Yo, por si acaso, voy a tomar precauciones -
La niña volvió a abrir su buzón, y entonces
dijo Tomás bajando aún más la voz-. Y te aconsejo
comprendió por qué su amigo estaba tan asus-
que hagas lo mismo.
tado. Los buzones eran de acero y estaban re-
lucientes como espejos, pues Rosaura les sacaba
brillo continuamente. El buzón de Lucía estaba
al lado del de Lucarda, y el nombre de este, al
reflejarse en la portezuela abierta, se leía del
revés: ADRACUL. Sin más que poner la A del
principio al final, el nombre se convertía en
DRÁCULA.
—¡Lucarda es un anagrama de Drácula! -ex-
clamó la niña sin poder evitar un estremeci-
miento.
—¿Qué es un anagrama? -preguntó Tomás.
—Una palabra que tiene las mismas letras que
otra, pero en distinto orden.
—¿Y ahora, qué? ¿Sigues sin creer que es un
vampiro? ¡A lo mejor es el mismísimo Drácula
de incógnito!
—Tengo que reconocer que son muchas
coincidencias -admitió ella-, pero no debemos
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Me ha dicho que es vegetariano y, además,
crudimano, o algo así.
—¿Crudívoro, tal vez?
—Eso, crudívoro. Que se lo come todo crudo,
vaya.
—Bueno, eso no es tan raro -comentó la niña-. Yo
tengo un profesor de matemáticas que también es
EL lunes por la tarde, al volver del colegio, Lucía vegetariano y que dice que cocinar es perder el
se encontró en el portal con Rosaura, que la llamó
tiempo estropeando comida.
muy excitada:
—Más a mi favor -dijo la portera-. ¿Hay algo más
—Ven, Lulú, que tengo que contarte una cosa
raro que un profesor de matemáticas?
que te vas a quedar patidifusa... Esta mañana he
—Eso también es verdad -rió Lucía.
hecho la limpieza en casa del señor Lucarda... El
—Además -prosiguió Rosaura-, tocto lo que tiene
otro día te dije que es rarito, ¿verdad?
es negro: las toallas, las sábanas, el batm, las
—Sí.
zapatillas, las cortinas...
—Pues me equivocaba. No es rarito: es rarísimo,
—¿Los calzoncillos también?
el más raro del mundo... Ha montado un
—No se los he visto. El armario es una de las
laboratorio en la cocina, todo lleno de tubos,
cosas que no quiere que toque. Y además está
frascos y esas cosas que se ven en las películas...
cerrado con llave.
—¿Y dónde guisa? -preguntó la niña.
—¿Cómo sabes que está cerrado con llave si no
—Eso es lo más gracioso: no guisa. Ni siquiera
puedes tocarlo? -preguntó la niña con una picara
tiene cacharros de cocina, y en la nevera solo había
sonrisa.
unos tomates y unas manzanas.
•^■¡Mírala qué lista es ella! -exclamó la portera
soltando una carcajada-. Pues sí, he inten-

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yugular, no te convencerás, y entonces será
—Ya. Y la pistola de agua es para apagarlo -
demasiado tarde. Ya lo dice el profesor Van
ironizó ella.
Helsing en la peli: «La fuerza del vampiro es que
—Para que te enteres, está sargada con agua
nadie cree en su existencia*. Menos mal que yo sí
bendita. Sí falla la lámpara, «sea lo parará. Bl , agua
que creo, y estoy preparado.
—¿Cómo te has preparado? bendita es como ácido sulfúrico para ellos. I —¿De
—Ven a mi habitación y lo verás. dónde k has sacado?
Fueron al cuarto de Tomás, que, con gran I, —De la pila de la Iglesia. Por cierto, d cura casi me
solemnidad, sacó de debajo de la cama todo su pilla. No pensaba q»e un hombre con sotana
arsenal antivampiros: una pequeña lámpara solar pudiera correr tan deprisa.
con su soporte, una pistola de agua, dos —¿No tienes ningún crucifijo?
puntiagudas estacas de medio metro cada una —Pues claro que lo tengo -contestó Tomás
(hechas a partir de un viejo mango de escoba), desabrochándose la camisa y mostrando un rosario
una ristra de ajos y un abrecartas de plata. que llevaba al cuello-. ¿Te crees que soy un vulgar
—¿Para qué sirve esa lámpara? -preguntó aficionado? Si a pesar de todo llega hasta mí, esto lo
Luda. parará.
—La usa mi madre en invierno para que se le | —¿Y el abrecartas?
ponga morena la cara -contestó él colocándola M —Es de plata, y aunque no está, muy afila- I do, la
sobre la mesita de noche, enfocada hacia el punta pincha bastante. Lo pondré debajo
balcón-. Esta noche la pondré aquí, y si entra ■ de la almohada, por si acaso.
quien tú ya sabes, zas, lo ilumino de sopetón y...
—Creía que la plata servía contra los hombres
~¿Y qué?
—¿Cómo que y qué? Es una lámpara solar, y lobo -comentó Lucía.
los vampiros no soportan la luz del sol. En cuanto —Bueno, sí, pero ya viste que en la novela dice
lo ilumine, arderá como una tea. que los vampiros también pueden convertirse en
lobos... Por cierto, ¿qué pasaría si un vampiro
mordiera a un hombre lobo?
—Se le llenaría la boca de pelos -rió ella.
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—Muy graciosa... Sería vampiro y hombre lobo
a la vez. Las noches de luna llena, primero
chuparía la sangre, y luego se comería a sus
víctimas.
—Los hombres lobo no se comen a la gente -
replicó Lucía-, solo muerden.
—Menos mal. No me extrañaría que el señor
Lucarda fuera las dos cosas. Y no me gustaría
LUCÍA no era muy miedosa, pero aquella noche
terminar en su tripa.
cerró la puerta acristalada de su balcón antes de
acostarse. No creía que el señor Lucarda fuera un
vampiro (en realidad, ni siquiera creía en la
existencia de los vampiros); pero podía ser un loco
peligroso, y no era difícil trepar desde la planta
baja hasta el balcón.
Estaba a punto de dormirse cuando le pareció
oír un gemido ahogado procedente de la
habitación de Camila. Se levantó corriendo y pegó
la oreja a la pared que separaba su dormitorio del
de su vecina. Y entonces oyó un ruido sordo e
inquietante, como de lucha.
Sin pensárselo dos veces, salió al balcón, dis-
puesta a gritar, pero no pudo, como cuando en las
pesadillas quería llamar a su madre y no le salía la
voz.
í Los balcones estaban casi pegados. Era fácil

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pasar de uno a otro, y Lucía era muy ágil. En Camila corrió a abrazar a la niña. Entonces
cuestión de segundos saltó al balcón de Camila y Lucía se dio cuenta de que la joven llevaba en la
entró en svi habitación, pues la puerta acris- mano una larga boquilla de plata. No parecía lo
talada estaba abierta de par en par. más adecuado para defenderse, pero,
Había luna llena, y además la lámpara de la probablemente, atacada por sorpresa mientras
mesita de noche estaba encendida, por lo que k estaba en la cama, había cogido instintivamente lo
niña vio la escena con toda claridad. Camila, con primero que había podido. O tal vez la plata
un largo y vaporoso camisón blanco, hacía frente también mantuviera a raya a los vampiros, como
al señor Lucarda, que parecía a punto de creía Tomás.
abalanzarse sobre ella. !• —Pobrecita, qué susto te habrás llevado -dijo la
Entonces, por fin, Lucía logró lanzar un grito joven acariciando la cabeza de Lucía. I —Más
susto te habrás llevado tú -dijo la niña-. Pero
ahogado, y los dos se volvieron a mirarla. Eí
¿cómo has podido dejarlo tieso de un golpe?
hombre tenía los ojos enrojecidos y los labios
—Una chica sola tiene que aprender a de-
manchados de sangre.
fenderse -contestó Camila con una de sus
—¿Qué haces aquí, niña? -preguntó Lucarda
encantadoras sonrisas-, y yo sé un poco de kárate.
con una mezcla de ira y asombro en la mirada-.
—¿Y cuando vuelva en sí...?
¿Por dónde...?
—Yo me ocuparé de él. Ahora tienes que
Pero no llegó a terminar la frase. Aprove-
chando que le estaba dando la espalda, Camila, regresar a tu casa.
con una rapidez y una decisión admirables, dio —¿No deberíamos llamar a la policía?
líh paso hacia él y le descargó un fuerte golpe en —La policía no sabría qué hacer en un caso
la nuca con el canto de la mano. Lucarda se como este -replicó la joven-. Yo sí. Anda, vuelve a
desplomó como un fardo y quedó tumbado en el casa y no tengas miedo. Yo me ocuparé de todo.
suelo cuan largo era, sin sentido.

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Dicho esto, Camila cogió en brazos a Lucía y la
llevó a su balcón. Mientras la pasaba por encima de
la barandilla, le dio un beso en la frente y le dijo:
—Me has salvado la vida. Nunca lo olvidaré.
Buenas noches, y dulces sueños.
Pero la niña no logró dormir en toda la noche.
Estaba demasiado excitada con lo sucedido,
aunque, curiosamente, no tenía miedo. Ni siquiera
volvió a cerrar la puerta del balcón. Camila parecía
tan segura, tan dueña de la situación...
¿Qué haría con Lucarda?, se preguntó Lucía.
¿Clavarle una estaca en el corazón y cortarle la
cabeza? No podía imaginarse a la hermosa y dulce
Camila haciendo algo tan horrible; pero, por otra
parte, parecía saber que era un vampiro, pues
había dicho que la policía no podía hacer nada en
aquel caso. Y había añadido que ella sí sabía lo que
había que hacer...
Varias veces estuvo a punto de levantarse de
l.i cama para pegar la oreja a la pared y estuchar
los ruidos de la habitación de su vecina, pero no se
atrevió a hacerlo. Tenía miedo
de oír los golpes secos del martillo y el crujido de
la estaca al penetrar en el pecho del vampiro.
Al amanecer salió al balcón, y en el suelo
encontró un sobre con su nombre. Era una carta
de Camila:

Querida Lucía:
Gracias una vez más por tu ayuda. Eres muy valiente,
y siempre recordaré lo que has hecho por mí.
La nota que me dejó Tomás en el buzón también me ha
ayudado mucho, pues cuando Lucarda me ha atacado ya
estaba prevenida. Dale las gracias de mi parte.
Yo ahora tengo que irme por unos días. Volveré el
domingo por la tarde, y os prepararé una opípara
merienda; venid a mi casa hacia las seis: tengo muchas
La persiana del balcón de su vecina estaba
cosas que contaros.
bajada del todo. ¿Se habría ido para deshacerse del
No tenéis nada que temer de Lucarda. Podéis dormir
cuerpo de Lucarda? Era lo más probable, pues no
tranquilos y con las ventanas abiertas.
Un cariñoso abrazo de vuestra amiga podía clavarle una estaca en el corazón y luego
llamar a la funeraria y decirles que se lo llevaran.
Camila Lucía se estremeció al pensar en la macabra
situación.
Volvió a entrar en su cuarto, se tumbó en la
cama y se quedó profundamente dormida.

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7 — Tenemos que hablar -dijo ella escueta- [
mente-. Vamos al parque.
Había un pequeño parque cerca, que la niña
cruzaba iodos los días al ir y venir del colegio, y
hacia allí se dirigieron.
■ —Voy a llegar tarde -comentó Tomás, aunque
sin excesiva preocupación-. Y tú más.
ESPIERTA, dormilona, que vas a llegar —-Vamos a hacer novillos.
tarde al colé! -—{No me lo puedo creer! -exclamó el niño-. ¡La
Lucía no llevaba ni un par de horas dormida superempollona haciendo novillos! —Es una
cuando sp madre, sacudiéndola suave- menté, la emergencia -se justificó Lucía.
despertó. Al poco rato llegaron al parque. Se sentaron en
El Cansancio y las emociones de la noche un banco, cerca de un estanque con patos, y
anterior la habían dejado agotada, y tuvo que Tomás preguntó:
hacer un esfuerzo sobrehumano para levantarse |¡' —¿Tiene que ver con... quien tú ya sabes?
de la cama. Se lavó y desayunó a toda prisa, pero —Sí -contestó la niña muy seria-. Tenías I razón:
al llegar a la portería decidió esperar a Tomás. Lo el señor Lucarda es un vampiro.
que había ocurrido era demasiado importante, y —¿Cómo estás tan segura? ¿No te habrá
tenía que contárselo enseguida. atacado? Ahora que me fijo, estás muy pálida...
Tomás no iba al mismo colegio que ella, y entraba Lucía le contó su extraordinaria aventura B:
un poco más tarde, por lo que no solían coincidir nocturna, y luego le enseñó la carta de Camila.
por las mañanas. Cuando el niño bajó, se sorprendió Cuando terminó de leerla, Tomás estaba tem-
al ver a su amiga esmerándolo. blando.
—¡Lucía! ¿Qué haces tú aquí a estas horas? —¿Qué hacemos ahora? -preguntó con expres
ion de terror.

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7 —Tenemos que hablar -dijo ella escuetamente-.
Vamos al parque.
Había un pequeño parque cerca, que la niña
cruzaba todos los días al ir y venir del colegio, y
hacia alla se dirigieron.
—Voy a llegar tarde -comentó Tomás, aunque sin
excesiva preocupación-. Y tú más.
ESPIERTA, dormilona, que vas a llegar —Vamos a hacer novillos.
tarde al colé! — ¡No me lo puedo creer! -exclamó el niño-.
Lucía no llevaba ni un par de horas dormida ¡La superempollona haciendo novillos!
cuando sp madre, sacudiéndola suavemente, la —Es una emergencia -se justificó Lucía.
despertó. Al poco rato llegaron al parque. Se sentaron en
El cansancio y las emociones de la noche un banco, cerca de un estanque con patos, y
anterior la habían dejado agotada, y tuvo que Tomás preguntó:
hacer un esfuerzo sobrehumano para levantarse de —¿Tiene que ver con... quien tú ya sabes?
la cama. Se lavó y desayunó a toda prisa, pero ál —Sí -contestó la niña muy seria-. Tenías razón: el
llegar a la portería decidió esperar a Tomás. Lo señor Lucarda es un vampiro.
que había ocurrido era demasiado importante, y —¿Cómo estás tan segura? ¿No te habrá atacado?
tenía que contárselo enseguida. Ahora que me fijo, estás muy pálida...
Tomás no iba al mismo colegio que ella, y entraba un Lucía le contó su extraordinaria aventura
poco más tarde, por lo que no solían coincidir por las nocturna, y luego le enseñó la carta de Camila.
mañanas. Cuando el niño bajó, se sorprendió al ver a Cuando terminó de leerla, Tomás estaba tem-
su amiga esperándolo. blando.
—¡Lucía! ¿Qué haces tú aquí a estas horas? —¿Qué hacemos ahora? -preguntó con expresión
de terror.

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—No creo que podamos hacer nada -contestó la —Es verdad. Por ayudarla, no me detendría
niña encogiéndose de hombros-. Camila dice que ante nada. Y estoy muy contento de que mi nota la
no tenemos nada que temer, y yo confío en ella. pusiera sobre aviso. ¿Lo ves, tanto que te reías de
—Yo también. ¿Crees que habrá... ya sabes... mí?
eliminado a Lucarda? —Cuando tienes razón, tienes razón -admitió
—Supongo que sí. Es muy valiente, y creo que ella-. Y ahora será mejor que vayamos al colé.
no es la primera vez que tiene que vérselas con un —¡Qué birria de novillos! -se quejó Tomás-.
vampiro. Parecía muy tranquila y muy segura de
¡Solo voy a llegar una hora tarde!
sí misma.
—Vaya, y yo que soñaba con salvarla de los
piratas, los leones y esas cosas -comentó Tomás-, y
resulta que es como una de esas heroínas de los
cómics.
—Y que lo digas -convino Lucía-, Si hubieras
visto cómo lo dejó seco de un solo golpe...
—Cómo siento habérmelo perdido -se quejó el
niño-. Podías haberme llamado.
—Pero si no podía ni hablar... Ahora te lo
cuento como si tal cosa, pero anoche estaba
aterrorizada.
—Tú también fuiste bastante valiente saltando a
su balcón -reconoció Tomás-. No sé si yo habría
sido capaz.
—Claro que sí. Ten en cuenta que tu adorada
Camila estaba en peligro -bromeó Lucía.

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El argumento era razonable. Además, Camila decía
en su carta que no tenían nada que temer de
Lucarda. ¿Le habría hecho algo a! vampiro que lo
dejaba impotente para atacarlos?
• —Está bien, le escucho -dijo Lucía-. Pero no se
acerque ni un centímetro más o gritaré. El parque
está lleno de gente, y además hay guardas. Y yo
LUCÍA se pasó toda la mañana enfrascada eh sus puedo gritar tan fuerte como la sirena de los
pensamientos. Entre la excitación y el cart- sancio, bomberos.
no podía concentrarse ni en los libros ni en las
—No te preocupes, solo quiero hacerte algunas
explicaciones de los profesores#
preguntas. En primer lugar, quisiera saber qué
Al volver hacia casa, se sentó a descantar urt
piensas de mí.
momento en el mismo banco en que había estado
«¡Vaya morro!*, pensó la niña sin atreverse a decirlo
hablando con Tomás, y a punto estuvo de
en voz alta. «Lo pillo en la habitación de Camila, a
quedarse dormida. Pero una voz grave y pro-
punto de abalanzarse sobre ella, y me pregunta qué
funda la sacó de su sopor:
pienso de él...»
—Hola, Lucía.
La niña abrió los ojos sobresaltada y vio que en —¿Crees que soy un violador, o un ladrón,
el otro extremo del banco se había sentado un 0 algo por el estilo? -preguntó Lucarda.
hombre. Un hombre pálido y vestido de negro —No. No creo que sea un violador o un ladrón.
que la miraba fijamente. —¿Entonces...?
—¡Señor Lucarda! -exclamó ella con horror. — —Es usted un vampiro -dijo ella al fin.
Tranquilízate -dijo él sin moverse-. Si quisiera 1 —Vaya, veo que sabes del asunto más de lo que
hacerte daño, lo habría hecho mientras estabas yo creía. ¿Te lo ha dicho Camila?
adormilada. Solo quiero hablar contigo. Al rememorar lo ocurrido, cayó en la cuen-
ta de que Camila nunca había usado la palabra —¡Claro que los tenía manchados de sangre! -
«vampiro» ni había dado a entender claramente exclamó él-. ¡De mi propia sangre! Tu amiga
que Lucarda lo fuera. De modo que respondió: Camila me dio un puñetazo que casi me salta los
—No, no me lo ha dicho ella. Pero hay mu- dientes. Mira.
chos datos que lo delatan. Lucarda se levantó el labio superior. Efec-
—¿Ah, sí? ¿Cuáles? tivamente, lo tenía cortado y tumefacto.
—Al señor Oliva le han estado chupando la —Puede haberse hecho eso luego para disi-
sangre. Usted es muy pálido, no come y tiene en mular -objetó la niña.
su casa un baúl que parece un ataúd. Y se coló —¿Ah, sí? Pues mira esto.
por el balcón en el cuarto de Camila.
Lucarda sacó un crucifijo del bolsillo de su
Y su nombre es un anagrama de Drácula.
chaqueta, se lo mostró a Lucía y luego lo besó. L
—Eres muy lista -admitió él con una mueca
—A lo mejor es un vampiro judío, o musulmán, y
parecida a una sonrisa.
la cruz no significa nada para usted -conjeturó
Lucía estuvo a punto de decirle que lo del
ella.
anagrama lo había descubierto Tomás, para no
—Vaya, no hay manera de convencerte... Bien,
atribuirse méritos ajenos, pero prefirió no im-
y si soy un vampiro, ¿por qué me dejó ir Camila?
plicarlo, por si acaso.
—-No es que yo sea muy lista -replicó-. Es Podría haberme destruido mientras estaba
que usted va dando el cante. inconsciente en el suelo, i, —Puede que se
—Efectivamente, soy un Drácula -reconoció escápara. Los vampiros son muy fuertes y tienen
Lucarda-, descendiente por línea directa del muchos recursos.
mismísimo Vlad Tepes el Empalador. Pero no —Si me hubiera escapado, ella te habría ad-
soy un vampiro. vertido.
—Anoche tenía los labios manchados de Lucía reflexionó unos instantes y se dio cuenta
sangre -dijo Lucía con tono acusador. de que había algo que no encajaba. Desconfiaba
de Lucarda, pero tampoco sabía muy

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bien a qué atenerse. Bien mirado, Camila no había
dicho en ningún momento que fuese un alguna vez a pleno sol, como estamos ahora tú y
vampiro... yo? Solo sale de noche o cuando está muy nublado,
Bueno, pues, en vez de jugar a las adivi- como el sábado por la mañana.
nanzas, ¿por qué no me cuenta usted su versión? - —Se asoma mucho al balcón... -empezó a decir
propuso al fin la niña-. A lo mejor me la creo y la niña, pero mientras lo decía cayó en la cuenta de
todo -añadió intentando parecer tranquila y que siempre la había visco asomarse al anochecer.
segura. —¿La has visto comer alguna vez, aunque solo
Me parece una buena idea -convino Lu- fuera un caramelo o una galleta?
carda-. Creo que, tal como están las cosas, es —No -tuvo que admitir Lucía. No solo no la
mejor que sepas toda la verdad. No te has equi- había visto comer nunca, sino que en más de una
vocado al pensar que esta es una historia de ocasión había rechazado las invitaciones de su
vampiros. Solo que el vampiro no soy yo. madre a merendar o a cenar, pretextando que
—¿Y quién es entonces? seguía una dieta muy rigurosa.
—¿No lo adivinas? —Y tan rigurosa -comentó Lucarda-. Una
—No tengo ni idea -admitió Lucía. rigurosísima dieta a base de sangre humana.
—No te va a gustar lo que voy a decirte, mi —¡Me ha leído el pensamiento! -exclamó la niña,
querida niña. El vampiro, mejor dicho, la vam- aterrorizada.
pira, es Camila. —Soy un Drácula y tengo algunas habilidades -
¡Eso es mentira! -exclamó Lucía, entre in- dijo él con una aviesa sonrisa-, Pero no te
dignada y horrorizada. preocupes, no puedo leer el pensamiento. A veces
—Vamos a ver, ¿cuánto tiempo hace que la movemos los labios al pensar, como si habláramos
conoces? -preguntó Lucarda sin inmutarse. para nosotros mismos, y yo sé interpretar el
Hace más de dos años que es vecina mía. movimiento de los labios, como los sordos. Ya ves
Y, dime, en todo ese tiempo, ¿la has visto que juego limpio contigo... ¿Sa-

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71
bes lo que es esto? -añadió sacando del bolsillo hago notar que es una boquilla muy femenina,
un objeto largo y brillante. dirás que yo podría ser un vampiro afeminado.
—Es la boquilla que Camila tenía en la mano —No, no diría eso -replicó ella-. Diría que a lo
anoche. mejor es un recuerdo de su madre, o de su abuela.
—Exacto, es la boquilla de Camila. Solo que Parece muy antigua.
no sirve para fumar, precisamente... Mira.
—Lo es -dijo Lucarda con una risita-, pero ni
Lucarda retiró la trompetilla donde debían
mi madre ni mis abuelas eran vampiras. Mi
encajarse los cigarrillos y dejó al descubierto una
abuelo paterno sí, pero no usaba boquilla, y,
aguja del grosor de un fideo.
desde luego, no era nada afeminado. Parecía un
—¿Qué es eso? -preguntó Lucía con un es-
ogro, más que un vampiro. A mí me daba pavor,
tremecimiento.
—La aguja está hueca, como la de una je- aunque debo reconocer que nunca me mordió...
ringuilla -explicó él acercándole la boquilla para Pero me estoy yendo por las ramas...
que la viera mejor-; se clava en una vena del Y es que ya no sé qué decirte para que me creas.
brazo o de la muñeca, o en la yugular, y por el —Bueno -dijo Lucía tras una pausa-, su-
otro extremo se chupa la sangre como quien se pongamos por un momento que dice usted la
toma una horchata con una pajita. Camila es verdad, que la vampira es Camila... En ese caso,
muy fina y no le gusta ir por ahí mordiendo ¿cómo es que estaba usted en su dormitorio?
cuellos. —Muy sencillo. Yo llevaba tiempo vigilándola,
—Esa... boquilla podría ser de usted. y anoche, desde mi ventana, la sorprendí en el
—La tenía ella, tú misma acabas de decirlo. — balcón del señor Oliva, el casero, intentando
Pudo arrebatársela mientras usted intentaba colarse en su casa. En cuanto me vio, volvió
clavársela. volando a su habitación...
—Sí, es verdad -admitió él tras una pausa-, —¿Volando?
podría haber sido así. Y me temo que si te

73
-A toda prisa, quiero decir... No, los vam —Lo dice para asustarme.
piros no vuelan, ni pueden convertirse en
—Desde luego. Para asustarte y que tomes las
animales, eso es pura leyenda... Bajó por el tubo
precauciones necesarias.
de desagüe de la lluvia, y yo fui tras ella por la
—¿Qué pasó después de que yo volviera a mi
misma vía; ambos somos buenos trepa dores. La
casa? -preguntó la niña, deseosa de cambiar de
alcancé cuar.do estaba a punto de cerrar la
tema. No podía soportar la idea de que su
puerta de su balcón, luchamos y... ya sabes el
admirada Camila, la bellísima y dulce Camila,
resto.
—¿Y usted por qué estaba vigilándola? fuera una vampira sedienta de sangre, dispuesta
—Porque soy un cazador de vampiros -con- a vampirizarla a ella también.
testó Lucarda con orgullo. —Cuando recobré el conocimiento, Camila
—Tero ¿no es usted un Drácula? estaba escribiendo una carta, que metió en un
—Precisamente por eso. Mi familia ha sido, sobre y dejó en tu balcón. Vi su boquilla en el
durante siglos, un azore de la humanidad, y yo suelo y me la metí en el bolsillo sin que se diera
quiero reparar algo del daño que han hecho mis cuenta... Luego me ató las manos a la espalda, me
parientes.
amenazó con matarme si no me iba de la ciudad,
—¿Y ha cazado a muchos vampiros?
me encerró en el ascensor y se fue.
—Cazado, lo que se dice cazado, a ninguno -
—¿Y usted no se resistió?
reconoció él con pesar-, Pero he desenmas-
—Estaba aturdido por el golpe que me dio en
carado a varios, y he salvado a bastantes vic-
la nuca, y ella sacó una de esas dagas japonesas
timas de un destino peor que la muerte. Y es
que cortan como navajas de afeitar. Además, a
pero salvarte a ti también.
pesar de su aspecto frágil y delicado, es casi tan
—¿A mí? -exclamó Lucía.
fuerte como yo, y mucho más ágil.
—Sí. Ahora Camila te considera su amiga, y el
—¿Por qué no le mató, ni le chupó la sangre, si
afecto de un vampiro» es peor que su odio, pues
es una vampira?
querrá convertirte en una de los suyos.

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N la portería se encontró con Rosaura, que

estaba excitadísima.
—Lulú, no te vas a creer lo que ha pasado esta
madrugada... -empezó a decir la portera.
' —Te has encontrado al señor Lucarda ma-
niatado en el ascensor -la interrumpió la niña.
I —¿Cómo lo sabes, bruja, más que bruja, si
aún no se lo he contado a nadie?
cía obligó a —Me lo ha dicho un pajarito -contestó Lucía
do del bolsillo y, corriendo escaleras arriba-. Perdona, Rosi, tengo
dio un pellizco en ia pierna. prisa. Luego hablamos.
El agudo dolor la hizo reaccionar. Logró La comida ya estaba en la mesa desde hacía
apartar sus ojos de los de Lucarda, se levantó rato, y su madre empezaba a preocuparse.
bruscamente y echó a correr a toda velocidad, sin —Llegas media hora tarde, ¿qué te ha pasado? -
volverse a mirar hacia atrás. le preguntó.
—Me he entretenido charlando con el señor
Lucarda.
—¿Con el señor Lucarda? ¡Pero si nunca habla
con nadie!

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—Debe de ser un poco tímido -dijo Lucía
—Baja y te lo cuento.
sentándose a la mesa.
—¿De qué habéis hablado? Tomás bajó en un santiamén, y estaba tan
—Me ha contado un percance que tuvo anoche. excitado que ni siquiera pidió nada para me-
Lo maniataron y lo encerraron en el ascensor. rendar. Se sentaron en el suelo del balcón, para
Tuvo que sacarlo Rosaura. Supongo que luego te disfrutar del sol de la tarde, y, en pocas palabras,
lo contará ella con todo lujo de detalles. Lucía le refirió su conversación en el parque con el
—Vaya, pobre señor Lucarda, con lo distinguido presunto vampiro.
y lo estirado que es. Espero que no le hicieran —Te has librado por los pelos -dijo el niño con
daño. un estremecimiento-. Si te llega a hipnotizar,
—No, está perfectamente. Sólo tiene una he-
habría hecho contigo lo que hubiera querido. Lo
ridita en el labio.
del pellizco ha sido buena idea. Lo tendré en
—Hay cada salvaje por ahí suelto...
cuenta por si me pasa a mí...
Esa tarde Lucía no fue al colegio. Le dijo a su
—¿Y qué opinas de todo este lío? -preguntó
madre que había dormido muy poco y le dolía la
ella.
cabeza, lo cual era totalmente cierto, y se echó
—Creo que se trata de un montaje de Lucarda
una larga siesta. La despertó Tomás llamándola
para echarle el guante a Camila. Mejor dicho, para
desde su balcón.
hincarle el diente. ¿Qué otra cosa puede ser?
—¿Hay alguna novedad? -le preguntó su amigo
—Eso mismo pienso yo -convino Lucía-. Pero
cuando ella se asomó.
—Poca cosa -contestó la niña con afectada hay cosas que no acabo de ver claras... ¿Por qué no
indiferencia-. He estado charlando con el señor lo ha matado Camila?
Lucarda. —No se puede matar a un vampiro -le recordó
—¿Qué? -exclamó él-. ¿Te estás quedando Tomás-. Ya está muerto.
conmigo? —Quiero decir que por qué no lo destruyó.
Seguro que sabe lo que hay que hacer en estos
casos.

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-No es fácil clavarle a alguien una estaca en
el corazón y luego cortarle la cabeza, por muy
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vampiro que sea y Camila parece incapaz de
matar a una mosca. Es tan dulce...
Sí, pero en la carta dice que no tenemos
nada que temer de Lucarda.
—A lo mejor lo tiene dominado con algún tipo
de pacto o de encantamiento. No me extrañaría
que Camila fuera un hada o algo por el estilo -
A pesar de la siesta, Lucía estaba muy cansada
y esa noche se fue a la cama temprano.
dijo Tomás.
-Puede ser -admitió ella-. Realmente, parece un Antes de acostarse bajó la persiana del balcón.
hada... Camila le decía en la carta que no tenía nada que
temer, y la niña se fiaba de ella; pero tal vez
Lucarda tuviera recursos insospechados, y era
mejor no correr riesgos innecesarios.
Se durmió enseguida y tuvo un sueño muy
agradable. Estaba en un jardín precioso, lleno de
flores y blancas estatuas, que brillaban a la luz de
la luna. Como en los sueños las cosas nunca se
están quietas del todo, las estatuas fluctuaban, se
mecían sobre sus pedestales, parecían hacerle
señas...
De pronto, una de las estatuas, que brillaba
más que las otras y representaba a una mujer
bellísima, empezó a llamarla dulcemente: «Lu-
cía... Lucía...*.
—Lucía... Lucía... —No exactamente. Algunos dirían incluso que
No estaba soñando. La voz era real, y procedía
soy todo lo contrario.
del balcón.
—Lucía... —¿Una bruja?
Aun medio dormida, la niña se levantó, se acercó —Algo parecido -contestó Camila con una triste
a la persiana y, por entre las rendijas que quedaban sonrisa.
en la mitad superior, vio a Camila. Llevaba un —He hablado con el señor Lucarda. Me ha dado
vaporoso vestido blanco que, a la luz de la luna, un susto terrible.
resplandecía como las estatuas de su sueño. —Ya te he dicho que no tienes nada que temer de
Lucía subió la persiana y Camila entró en la él. Tiene un aspecto bastante siniestro, pero es
habitación. Estaba muy pálida y parecía cansada. inofensivo. Incluso podría ayudarle, llegado el
—Perdona que te despierte a estas horas -se caso.
disculpó la joven acariciándole la cabeza-, pero e* —Pero él dice que tú... -Lucía no se atrevió a
que ha habido un cambio de planes. No podré venir seguir.
el domingo, tal como te decía en la carta. Estaré —¿Qué es lo que dice?
bastante tiempo fuera, y no quería irme sin —Que eres...
despedirme de ti. -¿Sí?
—¿Por qué te vas? -preguntó la niña, apenada. —Una vampira -logró decir por fin la niña.
—Es un poco difícil de explicar, Lucía. Yo no soy Camila la miró a los ojos durante un largo
una persona del todo normal, ¿sabes? instante, con una turbadora mezcla de tristeza y
ternura.
—¿Eres un hada, o algo así?
—Es cierto -dijo al fin.
Lucía no podía dar crédito a sus oídos. No era
posible que aquella encantadora joven, la más
dulce y hermosa que jamás había visto, fuera un
monstruo bebedor de sangre.
—No.., no puede ser... -balbuceó la niña. —Eso dice también mi madre.
—Hay cosas en la vida... y en la muerte... que —Se merecería que lo dejara tan seco como su
no se eligen, querida Lucía -dijo Camila corazón -dijo Camila, y su expresión se endureció
cogiéndole una mano y arrodillándose junto a ella por un instante.
para quedar a su altura-. Yo no elegí ser lo que —No lo hagas, por favor -rogó Lucía.
soy, y no puedo hacer nada para evitarlo.
—No, claro que no lo haré -la tranquilizó la
—Lucarda dice que querrás convertirme en vampira a
vampira revolviéndole el pelo con un gesto
mí también. ■
cariñoso-. Solo le he sacado medio litro de sangre,
—En eso se equivoca. Nunca he matado a
nadie, y tú eres la última persona del mundo a la lo mismo que se les saca a los donantes. Eso no
que haría daño. hace ningún daño; hasta es saludable. Se puede
—¿Nunca has matado a nadie? decir que le he hecho un favor -añadió riendo.
—No. —Pues dice Tomás que está aterrorizado.
—Pero los vampiros... —Me alegro. Se merecía un buen susto. A ver si
—Hay vampiros y vampiros -la interrumpió aprende a tratar mejor a los demás.
Camila-. Es cierto, por desgracia, que algunos son —Y entonces, si no matas ni conviertes a nadie
tan crueles y sanguinarios como los que aparecen en vampiro, ¿por qué te persigue Lucarda? -
en las películas. Pero otros nos limitamos a preguntó la niña tras una pausa.
sobrevivir, o sobremorir, procurando hacer el -Él no sabe eso. Solo sabe que soy una vampira y
menor daño posible. que me dedico a chuparle la sangre a la gente.
—¿Le has chupado la sangre al señor Oliva? — ¿Y por qué no se lo dices? Explícale que solo
—Sí. Escojo a mis víctimas entre las personas más
atacas a los malvados y que solo les chupas un
malvadas y egoístas, y te aseguro que el señor
poquito.
Oliva es un mal bicho.
— No me creería. Odia a los vampiros en -bromeó Camila-. Y no sé cuánto tiempo dormiré,
general, y está convencido de que todos somos pues no tengo a nadie que me pueda despertar.
monstruos sanguinarios. Y hay que reconocer —¿Qué quieres decir?
que con los de su propia familia no se equivoca. —Cuando un vampiro entra en letargo, suele
—¿Es cierto que desciende del conde encargar a alguien, generalmente a otro vampiro,
Drácula? que le despierte al cabo de un tiempo. De lo
—Sí.
contrario, se puede pasar años durmiendo, o
—¿Y sucedió de verdad lo que cuenta la no-
vela? incluso siglos.
I' -—Yo te puedo despertar -dijo la niña.
—No, pero está inspirada en un personaje
—No, no puedes. Tengo que dormir en una
real. Se dice incluso que el autor de la novela
cripta del cementerio y...
llegó a conocer al auténtico Drácula, y por eso lo
|!: —No tengo miedo -la interrumpió Lucía-. Los
describió tan bien.
cementerios son lugares tristes, pero no pe-
Tras una pausa, Lucía preguntó:
ligrosos.
—¿Y adonde vas a ir?
—Eres muy valiente, y muy lista, pero sólo
—De vez en cuando, los vampiros nos tomamos eres una niña. No puedo pedirte que vayas de
un descanso, una especie de vacaciones, y noche al cementerio y entres en una cripta. Pocos
dormimos durante varios meses seguidos, como adultos se atreverían a hacerlo.
los osos cuando entran en letargo. Por razones —Pero yo no tengo miedo -insistió Lucía-, y no
que ahora mismo no te puedo explicar, tengo quiero estar años sin volver a verte. Si eres mi
que tomarme una de esas vacaciones. amiga, tienes que dejarme que te ayude.
—¿Estarás fuera mucho tiempo? Camila la miró durante un largo instante antes
-En realidad, no estaré fuera, sino dentro de decir:
tapa yacía la estatua de una mujer con los brazos La escalera llevaba a una cámara subterránea
cruzados sobre el pecho. Camila encendió una bastante más amplia que el mausoleo, en la que
antorcha que cogió de un soporte fijado a la había tres ataúdes, uno de ellos muy pequeño.
pared, y a la oscilante luz de las llamas la nina —Como ves, no estaré sola -comentó Camila
pudo ver con claridad el rostro de la estatua mientras abría uno de los ataúdes, que estaba
yacente. vacío. El interior, forrado de raso blanco, parecía
—¡Eres tú! -exclamó. muy confortable-. Los otros dos están ocupados
—Sí -dijo Camila-. Es mi tumba. A ver si eres por mi primo Ludolfo y mi sobrina Leticia. No
capaz de levantar la tapa. Cuando vengas a
puedo presentártelos ahora porque están en pleno
despertarme, tendrás que hacerlo sola.
letargo.
—¡Es imposible! -protestó Lucía-. ¡Con esa
—¿Vas a... meterte ya? -preguntó Lucía se-
estatua a tamaño natural, debe de pesar más de
ñalando el ataúd abierto.
cien kilos!
—No. Primero voy a acompañarte de nuevo a
—Tiene truco -explicó la vampira con una
sonrisa-. Anda, inténtalo. tu casa... Ahora ya sabes cómo llegar hasta aquí.
La niña apoyó ambas manos bajo el borde de la Cuando vengas a despertarme, dentro de un año,
tapa de mármol y empujó hacia arriba con todas tienes que abrir este ataúd y ponerme un diente
sus fuerzas. Para su sorpresa, la tapa cedió y se de ajo junto a la nariz.
abrió del todo como movida por un oculto —Pero yo creía que los vampiros no sopor-
mecanismo, dejando a la vista una empinada tabais el ajo.
escalera que se hundía en la oscuridad. —Así es, y por eso precisamente sirve para
—Muy bien -la felicitó Camila. Luego le dio la despertarnos. Nos provoca un ataque de tos que
antorcha a la niña, la cogió en brazos y la depositó nos saca del letargo -explicó Camila.
en el interior del falso sepulcro, sobre el primer En ese momento, un leve ruido las hizo vol-
escalón, y acto seguido entró ella también de un verse hacia la escalera, y un instante después
ágil salto.

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apareció ante ellas un hombre alto y pálido, vestido prontamente del suelo y corrió junto a la vam pira,
de negro. cuya tos reverberaba en la cripta de tal forma que
—¡Señor Lucarda! -exclamó Lucía. parecía que había varias personas tosiendo a la
—¡Sabía que irías a buscar a la niña! -exclamó él vez.
señalando a Camila con un dedo acusador. Y no solo lo parecía. Con un estremecí miento,
—De modo que has estado vigilando su balcón Lucía se dio cuenta de que del interior de los dos
y nos has seguido hasta aquí -dijo la vampira sin ataúdes cerrados procedían sendas toses, una grave
perder la calma-. Más te valdría no haberlo hecho. y profunda y la otra aguda como la de un niño.
—No te tengo miedo, monstruo -replicó —¡Estúpido! -gritó Camila mirando a Lu carda
Lucarda sacándose del bolsillo un pulverizador de con ojos de fuego-. ¡El ajo ha sacado a mis parientes
perfume-. Este frasco está lleno de esencia de ajo... de su letargo! Márchate antes de que se levanten.
—¡No se te ocurra usarlo aquí dentro! -exclamó No sé si podría salvarte de sus iras.
Camila levantando las manos en un gesto —No dejaré a una niña indefensa a merced de
desesperado, pero ya era tarde. Lucarda apretó un tres inmundos vampiros -replicó él sujetándose la
par de veces la pera de goma del perfumador y un mano herida. Los agudos caninos de la «niña
intenso olor a ajo se difundió por el enrarecido aire indefensa» le habían abierto dos sangrantes
de la cripta. orificios cerca de la muñeca.
Mientras Camila tosía violentamente, como Casi al unísono, las tapas de los dos ataúdes se
presa de un ataque de asma, Lucía corrió hacia abrieron bruscamente, como impulsadas por un
Lucarda, le agarró la mano en la que tenía el resorte, dejando a la vista a sus ocupantes.
perfumador y se la mordió. Con un grito de dolor, En el ataúd grande yacía un hombre de edad
él dejó caer el frasco; la niña lo recogió indefinida, pálido como la cera, completamente
calvo y de orejas puntiagudas. En el
pequeño, una preciosa niña de unos ocho años, —Nada de tentempiés -replicó la vampira con
cuyos bucles dorados enmarcaban un rostro tan determinación-. La niña es mi amiga, y él es un
blanco y terso que parecía de marfil. Sobre el pecho Drácula.
de la niña y bajo sus manitas cruzadas, había una —¿Un Drácula? ¿Y a qué se debe el honor de
muñeca de porcelana que era como una réplica en que un miembro de la más distinguida familia
miniatura de su dueña, pues incluso iba vestida vampírica visite nuestra humilde cripta? -preguntó
igual que ella. Ludolfo con un tono ligeramente burlón.
La niña fue la primera en reaccionar. Salió del Lucarda abrió la boca para contestar, pero
ataúd, se alisó su elegante y antiguo vestido de Camila lo interrumpió con un gesto.
seda, y dijo: —Ya te lo explicaré en otra ocasión, primo -dijo-
—Hola, tía Camila. ¿Ya es hora de despertar? — . Ahora, volved a vuestros ataúdes y dormid. El
No, cariño. Ha sido un pequeño accidente. —¿Un momento aún no es propicio para el despertar.
accidente? -repitió con voz ronca el ocupante del —Tía, necesito al menos una gotita de sangre,
ataúd grande, incorporándose de forma tan brusca para dormirme con el sabor en la boca -se quejó la
que Lucía tuvo que hacer un esfuerzo para no pequeña vampira.
gritar del susto. Se parecía muchísimo al vampiro —No es posible, cariño, lo siento... -empezó a
de Nosferatu, una vieja película muda que la niña decir Camila, pero se interrumpió al ver que Lucía
había visto por televisión. se sacaba un imperdible del bolsillo, lo abría y se
—Sí, Ludolfo -dijo Camila-. En realidad, estoy pinchaba la yema del pulgar. Luego se acercó a la
aquí para unirme a vosotros en el sueño. vampirita y le dijo con una sonrisa:
—Y has tenido el delicado detalle de traernos un —Toma, Leticia.
tentempié -dijó Ludolfo frotándose las manos y Muy lentamente, casi con devoción, la niña
mirando a Lucarda y a Lucía con una expresión
que helaba la sangre en las venas.

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vampira cogió el pu.gar de Lucía, se lo llevó a la quiera que intente hacerte daño, sea mortal o
boca y lo chupó durante unos segundos. vampiro, tendrá que vérselas con el tío Ludolfo.
—Gracias -dijo luego-, ahora ya me puedo Dicho esto, entró solemnemente en su ataúd y
volver a dormir tranquila, con el dulce sabor de tu cerró la tapa.
sangre en mis labios... ¿Quieres jugar con mi Lucarda, aún sujetándose la mano herida, había
muñeca mientras duermo? -añadió dándosela a presenciado toda la escena sin moverse ni decir
Lucía. Luego se metió en el ataúd y cerró la tapa. palabra. Camila se volvió hacia él y le dijo:
—Qué niña tan encantadora -dijo Ludolfo con —Ya ves que no todos los vampiros somos
una sonrisa que puso al descubierto sus largos monstruos, y para que acabes de convencerte, voy
colmillos-. Y ya que te has pinchado el dedo, ¿no
a dejarte ir, siempre que jures por la sangre de los
me darías a mí también una go- tita...?
Drácula que no nos molestarás ni revelarás a nadie
—¡Ludolfo! -lo cortó bruscamente Camila; pero
nuestro escondite.
Lucía se acercó a él, le ofreció el pulgar y dijo:
—Lo juro -dijo Lucarda-. Por la sangre de los
—No me importa, si no chupa mucho...
Drácula. Me había equivocado con respecto a ti.
El vampiro se llevó a la boca el dedo de la niña
Lo siento.
corno si fuera a besar la mano de una gran dama,
—Bueno, después de todo me has hecho un
lamió delicadamente la gota de sangre que brillaba
favor siguiéndonos hasta aquí -dijo Camila con su
en la yema y dijo:
encantadora sonrisa-, pues así puedes acompañar
—Con eso basta. No se trata de alimentarse,
tú a Lucía a su casa. Yo estoy tan cansada...
sino de tener el sabor en la boca mientras llega el
Puedes ir tranquila con él -bromeó dirigiéndose a
sueño... Gracias, pequeña, eres muy valiente y
la niña-, es el terror de los vampiros.
muy generosa. De ahora en adelante, cual
Dicho esto, la besó en la frente y se metió en su
ataúd.

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—¡Espera! -exclamó Lucía. Se pinchó el otro
pulgar con el imperdible y se lo ofreció a la
12
vampira.
—Eso no es necesario, cariño -dijo Camila
apartando suavemente su mano.
—Nunca debemos negar nuestra ayuda a un
amigo, y tampoco debemos rechazar la suya
cuando nos la ofrece. Lo has dicho tú. (CUANDO llegaron a casa eran casi las cuatro de
Camila asintió con un leve gesto de la cabeza,
la madrugada.
y mientras se llevaba a los labios el dedo de la
—¿Tienes llave de tu casa? -preguntó Lucarda.
niña, una lágrima resbaló por su mejilla.
—No sabía que los vampiros lloraran -co- —No -contestó Lucía-. Camila me bajó en brazos
mentó Lucarda con voz turbada. por la tubería.
—Hay muchas cosas que aún no sabes de los —Pues tendré que subirte de la misma manera -
vampiros, pequeño Drácula -dijo la joven, y tras dijo él-. No podemos despertar a tu madre a estas
guiñarle un ojo a Lucía cerró sobre sí la tapa del horas, y menos aún decirle de dónde venimos.
ataúd. —Sí, creo que será mejor que me suba usted -
convino la niña-. Se le da muy bien trepar,
¿verdad?
—No tan bien como a Camila, pero, sí, soy
bastante buen trepador, y solo es un piso.
Hizo ademán de coger a Lucía en brazos, pero
súbitamente le fallaron las fuerzas.
—¿Se encuentra mal? -preguntó la niña,

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dándose cuenta de que estaba aún más pálido de
—Pues no, no lo es -replicó Lucarda . Sí, lleva
lo que era habitual en él.
zumo de tomate, desde luego, pero también otros
— No, solo es debilidad. Llevo muchas horas
muchos ingredientes: minerales, enzimas,
sin... comer, y a mí eso me afecta mucho.
—No importa, puedo trepar yo sola. Es muy hormonas, proteína de soja... Yo lo tomo «sangre
poca altura. vegetal».
—Nada de eso -replicó él-, podrías caerte. —Soy — Después de todo, sí que es usted un vam-
muy ágil. piro, ¿verdad?
—No lo dudo, pero no creo que tengas mucha —Según se mire -contestó él con un enco-
práctica en trepar por las fachadas de los gimiento de hombros-. Soy un vampiro que lleva
edificios..., Anda, acompáñame un momento a más de diez años sin probar una gota de sangre,
mi casa. En cuanto tome algo me sentiré bien. y por lo tanto creo que puedo decir, •in faltar a
Nada más entrar en casa, Lucarda se dejó caer la verdad, que ya no soy un vampiro.
en una silla. —¿Y puede vivir solo con esa... «sangre ve-
—Lucía -dijo con voz débil-, en la nevera getal»?
encontrarás una botella de zumo de tomate. —Aún no sé lo que pasará a largo plazo, pero
Tráemela, por favor. La cocina está al fondo del de momento parece funcionar. He sobrevivido
pasillo, a la derecha... diez años, me encuentro bien y casi nunca siento
La niña hizo lo que le pedía, y Lucarda se bebió la necesidad de sangre auténtica.
más de media botella de un solo trago. —¿Y cuando la siente...?
— ¿Seguro que es zumo de tomate? -pregun- —Me aguanto -contestó Lucarda con deter
tó Lucía con aprensión.
minación . No puedo elegir lo que soy, pero sí lo
Como respuesta, él le tendió la botella, aún
que hago... Es muy importante que tenga éxito el
abierta. La niña se la acercó a la nariz.
—Sí, es zumo de tomate -dijo con alivio experimento que estoy llevando a cabo conmigo
mismo, porque si mi sangre vegetal
funciona, todos los vampiros de buena voluntad
podrán abandonar la odiosa práctica de chuparle
la sangre a la gente.
—Seguro que Camila se pasará a la sangre
vegetal en cuanto lo sepa -dijo Lucía.
—Espero que sí. Parece una buena chica...
Aunque no sé si se puede llamar «chica» a una
mujer que tiene más de doscientos años...
Al cabo de unos minutos, Lucarda estaba en
plena forma. Salieron de nuevo a la calle, la niña
se le subió a los hombros, y él trepó por el tubo de
desagüe con la agilidad de un mono.
A la mañana siguiente, cuando la madre de
Lucía entró en su habitación para despertarla, se
quedó muy sorprendida al ver que su hija
estrechaba entre sus brazos una preciosa muñeca
de porcelana, blanca como el marfil y con los
diminutos labios rojos como la sangre.

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