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En el Quijote, Grisóstomo, acaudalado poeta, fallece por un mal de amores causado por el rechazo de la pastora Marcela.

Cuando llevan el
cuerpo para el entierro, una maravillosa visión se ofrece en la cima de la peña. Es la pastora Marcela, tan hermosa que deja a todos
admirados y sobrecogidos. Entonces, un amigo de Grisóstomo le dice con ánimo indignado:
–Dinos, mujer cruel, ¿a qué vienes? ¿a ver si con tu presencia sangran las heridas de ese miserable a quien tu crueldad quitó la vida?
Marcela le responde con esta brillante y compleja réplica.

Yo conozco con el natural consentimiento que Dios me ha dado que

todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que, por razón de ser

amado, esté obligado lo que es hermoso a amar a quien le ama; que

podría acontecer que el amador de lo hermoso fuese feo y, siendo lo

feo digno de ser aborrecido, cae muy mal el decir: “Quiérote por

hermosa; hasme de amar, aunque sea feo”.

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