EN 1833, el general Thomas Simpson Woodward, un veterano de guerra funda la
ciudad de Tuskegee (Alabama), en primera instancia esta fue una ciudad dedicada al oficio agrario, con grandes plantaciones de algodón, pero conforme avanzaba el tiempo, la ciudad se urbanizaba cada vez más, ya no tan solo era una localidad campestre, sino ahora comenzaron a construir centros hospitalarios como también centros políticos. Y aunque con el tiempo la ciudad fue objeto de avances en materia de derechos civiles, unos años después de fundarse el centro de veteranos iba a tener lugar una herida tan profunda que sigue abierta. Conocido oficialmente como el “estudio de Tuskegee para la sífilis sin tratamiento del hombre negro”, el experimento que duró 40 años y que fue dirigido por funcionarios del Servicio de Salud Pública tenía muy poco que reprocharle a la barbarie vivida en Europa con los nazis. La vida de muchos hombres negros y sus familias se arruinó. A comienzos del siglo XX la medicina no se parecía a la actual. La comunidad estaba desamparada con varias plagas y enfermedades, y una de ellas era la lucha contra la sífilis, con los doctores casi siempre un paso por detrás. Los doctores en un afán de querer salir adelante en investigaciones sobre enfermedades, decidió usar a la población de Tuskegee como un experimento, ofrecían servicio médico y comida gratis a cambio de que los pobladores dejen que los médicos experimentasen con ellos. Este experimento fue desastroso en todo sentido, tanto en lo profesional como en lo ético, la enfermedad ya se había vuelto endémica y los médicos decidieron no suministrar ningún “antídoto”, sino solo placebos a manera de “cura”, engañando a los pobladores.