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2) el texae Suma contra los gentiles* De la existencia de Dios Lisro I Capitulo 1: Fl deber del sabio El uso corriente que, segtin cree el Filésofo, ha se seguirse al de- nominar las cosas, ha querido que comunmente se Ilame sabios a quienes ordenan directamente las cosas y las gobiernan bien. De aqui que, entre otras cualidades que los hombres conciben en el sa- bio, sefiala el Filésofo «que le es propio el ordenam. Mas la norma de orden y gobierno de cuanto se ordena a un fin se debe tomar del mismo fin; porque en tanto una cosa esta perfectamente dispuesta en cuanto se ordena convenientemente a su propio fin, pues el fin es el bien propio de cada ser. De donde vemos que en las artes, una, a la que atafie el fin, es como la reina y gobernadora de las de- mas: tal cual la medicina impera y ordena a la farmacia, porque la salud, acerca de la cual versa la medicina, es el fin de todas las dro- * Los siguientes pasajes de la Suma contra los gentiles se han tomado de la edicién de la Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1958. “a Tomas de Aquino gas confeccionadas en farmacia. Y lo mismo sucede con el arte de gobernar respecto de la arquitectura naval, y con el militar respec- to de la caballeria, y de todas las otras armas. Las artes que son como «principales» y que imperan a las otras se llaman «arquitec- tonicas». Por esto sus artifices, llamados arquitectos, reclaman el nombre de sabios. Mas como dichos artifices se ocupan de los fines de ciertas cosas particulares y no Ilegan al fin universal de todo ser, se llaman sabios en esta 0 en otra cosa. En este sentido se dice en la primera Epistola a los de Corintio: «Como sabio arquitecto puse los cimientos». En cambio, se reserva el nombre de sabio con todo su sentido unicamente para aquellos que se ocupan del fin univer- sal, principio también de todos los seres. Y asi, segtin el Fildsofo, es propio del sabio considerar «las causas mas altas». Mas el fin de cada uno de los seres es el intentado por su pri- mer hacedor 0 motor. Y el primer hacedor o motor del universo, como mas adelante se dir, es el entendimiento. El ultimo fin del universo es, pues, el bien del entendimiento, que es la verdad. Es razonable, en consecuencia, que la verdad sea el ultimo fin del universo y que la sabiduria tenga como deber principal su estudio. Por esto, la Sabiduria divina encarnada declara que vino al mundo para manifestar la verdad: «Yo para esto he nacido y he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad». Y el Filésofo determina que la primera filosofia es «la ciencia de la verdad», y no de cual- quier verdad, sino de aquella que es origen de toda otra, de la que pertenece al primer principio del ser de todas las cosas. Por eso su verdad es principio de toda verdad, porque la disposicién de las co- sas respecto de la verdad es la misma que respecto al ser. A ella pertenece aceptar uno de los contrarios y rechazar el otro; como sucede con la medicina, que sana y echa fuera a la en- fermedad. Luego asi como propio del sabio es contemplar, princi- palmente, la verdad del primer principio y juzgar de las otras ver- dades, asi también lo es luchar contra el error. Por boca, pues, de la Sabiduria se sefiala convenientemente, en las palabras propuestas, el doble deber del sabio: exponer la verdad divina, meditada, verdad por antonomasia, que alcanza cuando dice: «Mi boca dice la ver- dad», y atacar el error contrario, al decir: «Pues aborrezco los labios impios». En estas ultimas palabras quiere mostrar el error contra la verdad divina, que es contra la religion, llamada también «piedad», de donde a su contrario le viene el nombre de «impiedad». Ll Suma contra los gentiles Capitulo 2: Lo que el autor intenta en esta obra El estudio de la sabiduria es el mas perfecto, sublime, provechoso y alegre de todos los estudios humanos. Mas perfecto realmente, por- que el hombre posee ya alguna parte de la verdadera bienaventu- ranza, en la medida con que se entrega al estudio de la sabiduria. Por eso dice el Sabio: «Dichoso el hombre que medita la sabiduria». Mas sublime, porque principalmente por él el hombre se asemeja a Dios, que «todo lo hizo sabiamente», y porque la semejanza es causa del amor, el estudio de la sabiduria une especialmente a Dios por amistad, y asi se dice de ella que es «para los hombres tesoro inagotable, y los que de él se aprovechan para hacer participes de la amistad divina». Mas util, porque la sabiduria es camino para llegar a la inmortalidad: «El deseo de la sabiduria conduce a reinar por siempre». Y mas alegre, finalmente, «porque no es amarga su con- versacion ni dolorosa su conveniencia, sino alegria y gozo». Tomando, pues, confianza de la piedad divina para proseguir el oficio de sabio, aunque exceda a las propias fuerzas, nos propone- mos la intencién de manifestar, en cuanto nos sea posible, la ver- dad que profesa la fe catélica, eliminando los errores contrarios; porque, sirviéndome de las palabras de San Hilario, «yo considero como el principal deber de mi vida para con Dios esforzarme por que mi lengua y todos mis sentidos hablen de El». Es dificil, por otra parte, proceder en particular contra cada uno de los errores, por dos razones: en primer lugar, las afirmaciones sacrilegas de los que erraron no nos son detalladamente conocidas de modo que podamos sacar razones de sus mismas palabras para su refutacién. Los doctores antiguos usaron este método para re- futar los errores de los gentiles. Porque, siendo ellos gentiles o, al menos, conviviendo con ellos y conociendo con precisién su doc- trina, podian tener noticia exacta de sus opiniones. En segundo lu- gar, porque algunos de ellos, por ejemplo, los mahometanos y pa- ganos, no convienen con nosotros en admitir la autoridad de alguna parte de la Sagrada Escritura, por la que pudieran ser convencidos, asi como contra los judios podemos disputar por el Viejo Testa- mento, y contra los herejes por el Nuevo. Mas éstos no admiten ninguno de los dos. Hemos de recurrir, pues, a la razon natural, que todos se ven obligados a aceptar, aun cuando no tenga mucha fuerza en las cosas divinas. a Tomas de Aquino En consecuencia, a la vez que investigamos una determinada verdad, expondremos los errores que con ella se pueden rebatir, y cémo la verdad racional concuerda con la fe cristiana. Capitulo 3: Si hay un modo posible de manifestar la verdad divina No es unico el modo de manifestar las diferentes clases de verda- des. Dice el Filésofo y Boecio insintia, que «es propio del hombre ordenado intentar apoderarse de la verdad solamente en la medida que se lo permite la naturaleza de la cosa». Primeramente, pues, debemos sefialar cual sea el modo posible de manifestar la verdad propuesta. Sobre lo que creemos de Dios hay una doble verdad. Hay cier- tas verdades de Dios que sobrepasan la capacidad de la razén hu- mana, como es, por ejemplo, que Dios es uno y trino. Otras hay que pueden ser alcanzadas por la razon natural, como la existencia y la unidad de Dios; las que incluso demostraron los filésofos guiados por la luz natural de la razon. Es evidentisima, por otra parte, la existencia de verdades divi- nas que sobrepasan absolutamente la capacidad de la razon huma- na. Como el principio del conocimiento de una cosa determinada es la captacion de su substancia, pues la «esencia», dice el Filéso- fo, es el principio de demostracién, el modo con que sea entendida la substancia de un ser sera también el modo de todo lo que co- nozcamos de él. Si, pues, el entendimiento humano se apodera de la substancia de una cosa, de la piedra, por ejemplo, o del triangu- lo, nada habra inteligible en ella que exceda la capacidad de la ra- zon humana. Mas esto no se realiza con Dios. Porque el entendi- miento humano no puede llegar naturalmente hasta su substancia, ya que el conocimiento en esta vida tiene su origen en los sentidos y, por lo tanto, lo que no cae bajo la actuacién del sentido tiene im- posibilidad de ser aprehendido por el entendimiento humano, sino en tanto es deducido de lo sensible. Mas los seres sensibles no con- tienen virtud suficiente para conducirnos a ver en ellos lo que la substancia divina es, pues son efectos inadecuados a la virtud de la causa, aunque llevan sin esfuerzo al conocimiento de que Dios existe y de otras verdades semejantes pertenecientes al primer SD

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