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El concepto de género y el propio vocablo fueron establecidos por Joseph Pitton de

Tournefort (1656-1708). Carlos Linneo los tomó, concretando así su pensamiento:


Hay tantos géneros cuantas son las fructificaciones semejantes producidas por diversas especies
naturales
Palau, en la traducción de la Phylosophya botanica, de Linneo, p. 84.

Originariamente Linneo y los botánicos de su escuela establecieron los géneros sobre la base
de los caracteres de la flor y el fruto. En la actualidad, para el establecimiento de géneros se
toman multitud de caracteres. Por ejemplo, tratándose de plantas superiores se consideran
la morfología general de la flor, la filotaxis, la anatomía, etc.
La composición de un género es determinada por un taxónomo. Los estándares para la
clasificación en géneros no están codificadas de manera estricta, de manera que los
diferentes autores con frecuencia producen clasificaciones diferentes para los géneros. Sin
embargo, hay algunas prácticas comunes,3 incluyendo la idea de que un género que vaya a
ser definido debería llenar estos tres criterios para ser descriptivamente útil:

1. monofilia – todos los descendientes de un taxón ancestral son agrupados


conjuntamente;

2. ser razonablemente compacto – un género no debe ser expandido innecesariamente;


y

3. singularidad – basada en criterios evolutivos relevantes, por ejemplo


la ecología, morfología o la biogeografía; se debe señalar que las secuencias de
ADN son una consecuencia más que una condición de los linajes evolutivos
divergentes excepto en los casos en que estos inhiban directamente el flujo
genético (por ejemplo, las barreras postzigóticas).

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