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SEMIOTICA DE LAS PASIONES De los estados de cosas a los estados de animo pot ALGIRDAS JULIEN GREIMAS. y JACQUES FONTANILLE, Dm cont *® ij a i i G s x x ‘siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. ceo 8 Gk 2 LEN COENEN Oa. MBACD. BF siglo xxi editores argentina, s. (Dinu aro ea me, EOS ARES ance porta de gernsin montao prime eign en espaol, 1991 Sequnta edi en espaol, 2002 O siglo xsi editnes. a, de ex ishn 958-28:1925.0 cn cocci con la Deets univer anna de pbs ringer edie en fre, 1991 © ditions sei paris til origina: smite des point de as cde hoes set er INDICE nyrropucerox 9 Bl mundo como dscontinu, 9; La existenciasemistca, 10 El mundo come con vinuo, 14 1, LA EPISTEMOLOGIA DE LAS PASIONES a DEL SENTIR AL CONOCER au BB acoma, 21; La vida, 2; El horizante tensivo, 22; Las precondiciones (de la significacién), 24; Las valencia, 25; Inestabilidad yregresibn, 28 (La estes, 28; Le inestablided actancial, 29), El devenie y las premisas de la moda- lizacié, 91 (Protensividad y devenir, 31; Las modulaciones del devenir, 99; Medulaciones, modalizaciones y aspectualizaciones, 34); Por ua mundo tognoscibe, 38 (El discernimiento, 36; La categorizacién, 38) [us SINTAXIS NARRATIVA DB SUPERFICIE: LOS INSTRUMENTOS DB UNA SEMIOTICA DE LAS PASIONES 39 Las estructuras modales, 3%; Bt sujsto, el objeto y Ia junc, 41; Dea valencia al valor, 42; Las estructuras actanciales, 43; Los sujetos madale, 47 (La pasiéa 1y ol hocer, 8; Bl ser del hacer, 48; Modos de exstenia y simulacrs exison ciales, 60; Swittos madales y simalacros exstenciles, 62); Los simulaeres, 83 (Los simulaeras modales, 64; Las simulacrospasionales, 58); Las actantes na rrativs y ls pasions, 7 DISPOSITIVOS MODALES: DEL, DISPOSITIVO A LA DISPOSICION, 58 Et ordenamiento modal det estar-ser, 58 (BI excedente pasional, 59; Las _paradnjas dela “obstinaciin’, 60); Descipci del dispositive medal, 61 (tra bee la obstinacin, 62; Las contraiceianes internas del swjeo, 61), Del dso sitiv a a disposition, 65 (La dispostcin como “estilo semistico", 67; La di. psiciin como programacisn diseursiva, 68; La dispascisn como aspectua ‘zac, 68): La sintaxisiteriada, 70 MBTODOLOGIA DE LAS PASIONES R La terminologia, 72; Las taxonomias pasionales connotativas, 15 (La praxis ‘enunciation y los primitives, 75; Bspeces y nveles de fa toxonomia, 7, La (61 6 ‘noice. nomenclature posianal, 79); El universo pasionalsocioleetal, 83 (La hum Nacin didetica, 83; Teoria de las pasiones y tarta del valor, 4; El univer. s pasionalidilectl, 86 Cina desesperacidn optimist, 86; Un querer pes rnista, 81); Filosofia y smiética de las pasions, 89 (La taxonomiacartesiona, 89; Algoritmes ysintaisen Spinaza, 91) 2.4 PROPOSITO DE LA AVARICIA 96 1A CONFIGURACION LEXICO-SEMANTICA 97 Lis performance: la acumulacn y la rotencin, 91 (La competenea pasiona, 99; Una modulacién comunitaria, 101), Los parasindnimes, 101 (La avider, 101; La ciate, lx tacaferta, 103; El akorr'y la economia, 105); Las anti mos, 107 (La disipocién, 107; La prodigaidad, 108; La generosidad, el dein. ferés ya largueza, 110) CONSTRUCCION DEL MODELO 3 BB mierosistema y su sintaxis, 118; La doble modalizacién, 15; Los niveles el objeto, 117; Los simulacros existencisles del sujeto, 120; Simulacros y ‘modes de existencia, 128; “La lechera y el cintaro de leche”: gvertmienta 0 Aisipacidn?, 125 (Pastén y verdiccén, 128; BI reembrague sobre el sujet ten: vo, 129) DOS GESTOS CULTURALES: LA SENSIBILIZACION Y LA MORALIZACION 131 La sensibilizacién, 191 (Variaciones eulturales, 181; La senibilzacién en acto, 192; El cuerpo sensible, 134; La consttuctin pasional, 196; Esbozo de un recorrido patémico, 187) La moralizaci, 138 (De la étca ala estétia, 138; Pasiones sovializadas, 189; La estratfieacién del diseurso moral, 140; La ‘moratizacin del comportamiento observable, 142; Bl esbozo del esquama patémico (eontinuacidn), 144); Observaciones finales, 45, (OBSERVACIONES SOBRE LA PUESTA EN DISCURSO DE LA AVARICIA. 146 La praxis enuneatva, 147; La acoraizacién: roles temsticn y roles patémicos, 3, 152 (a eaansin, 158; La pulscién, 154; La inten dad, 158) 3. LOS CELOS, 159 LA CONFIGURACION 160 [Apego y rvalidad, 160; Primera configuracién genérica: la rivalided, 161 (Rivalidad, antagonismo y campetencia, 161; La emulacidn, 162; Le envidia, 169; Del recelo alos elas, 164; Punto de vista ysensibilzacin, 165; Bt celoso ixice en ol espetéculo, 167); Segunda configuracién generics: el apego, 168 (EL spego intenso, 168; El celo, 170; La posesiony e gozo, 171; La exelusvida, 47%}; Los eels en Ia Intersecin de das configuraciones, 175 LA CONSTRUCCION SINTACTICA DE LOS CBLOS Los constituyentes sintécticos de los celes, 177 (La inguietud, 178; :Des confianca 0 difidencia?, 180; Esboeo del madela de los celos, 18%; Roles y di positions patémins, 188) LOS CELOS, PASION INTERSUBJETIVA Et simulaero del cbjetosujeto mado: de ie eatéticn alates, 188 (Un resto de esperanza, 168; Universaidad y exlusvidad, 1 wersidn del actante; 191; Los simulacrs de los rivalesy la identifcacin, 192 (EI mérito de rival, 192; De fa emulacién at odio, 193; La presuncién del eeloso, 194); Ma. nipulaciones pasionales, 197 (Solicitud y eonfesin de dependenci, 197; La soena y la imagen, 199; Contramanipulacin: fini no ever mas, 201); Ls sporalizacién, 202 (Desprecio 0 sobreestima?, 202; Honor y vergienza del felon; 204; La pesion de a totaled socal, 208; La moral el irmeza, 206), Dispositivos actaniales y modsles de los ots, 209 (Dispositions aetancialss, 209; La sintaxis modal, 210; Macrosscuencia y microsecuencia, 213; Le rmacrosecwencia, 216; La mieroseeuencia, 215, Los simulacrasexistanciales, 219) LA PUESTA BN DISCURSO: LOS CELOS BN LOS TEKTOS Aspectualizacia: el componente sintictice, 22; Los esquemas discursives| pasionales: formas eandnicas, 228 (La macroseeuencio, 23; La mierosecuen cia, 24); Los esquomas pasionales: realizaciones concrete, 226 (Los amores fidueiarios de Roxane, 226; Los vestigios del esquema narrativo en La eelost 228; Diseminacidn y agitacion en Un amor de Swann, 231; Perturbaciones y salidae prematuras, 295), Formas cealizadas de la mieraseeuencta, 297 (Eo inguletud de Swann, 287; Las sgpechas de Otela, 240; Swann y la pas por 1a verdad, 248; La prueba: Otelo en el laberinto; 247; Un averiguador lobotomizado, 250; Una aspectuolizacn sensible, 251; La ventana ilunino da: simulacrosfigurativesy aspectualizactén espacial, 252; De a escena coma ‘tramp, 253); La cles: Bgo ha desaparerdo, 256); Los celoa puestos en dis curso: el componente seméntico, 258 (Bt pequeta detalle cancreto, 258; El ‘mineral y fo ite, 259; B! poder tsotopante del suftimientoidilectasy socio- leetos, 282}, Nota sobre la cuantiicacién, 268 ‘A MANERA DE CONCLUSION inprce aNaLiriCco 1 186 221 INTRODUCCION Una teorfa semiética concebida como un recorrido ~es decir, como una dis- posicién jerarquizada de modelos que se implican unos a otros y que son implicados por otros~ debe interrogarse constantemente acerca de ese recorrido, el cual consideraré como una actividad de construccién. Cap- tada en su “historicidae”, esta actividad de construccién se ve replanteada como un “recorrido generativo”, en el que, en cada nivel, el sujeto cons tructor debe volverse competente para producir el siguiente. En esas eon- diciones, una teorfa que pretenda ser cientifica esta permanentemente al acecho de sus propias lagunas y fallas, para colmar fas unas y rectificar las otras, Por ello, el edificio tedrico no puede ser construido con un gesto fun- dador, al eual acompariaria una serie de deducciones teorematicas: un des- cubrimiento localizado en la superficie del texto y el hallazgo de una incon- sistencia no dejan de repercutir profundamente en la teoria y de provocar perturbaciones eapaces de poner en tela de juicio la economfa del recorrido onerativo en su conjunto, Ks decir, que aunque deduetivo en cuanto a la forma en que despliega su recorrido, el procedimiento semidtico es “induc- tivo” en el momento de explorar su instancia ad quem e “hipotético" en sus formulaciones epistemolégicas ab quo. Considerada como un discurso genético y generador, la construccién de la teoria busca avanzar “retroce- diondo”, para superarse al convertirse en un discurso generativo ~es decir, coherente, exhaustive y simple, respettoso del principio de empirismo, No es sorprendente, por ello, que la parte mejor explorada del recorri- do generativo ~y quiza In més eficaz- se encuentre precisamente en el espacio intermedio, situado entre sus componentes discursivo y epistemo- lbgico: se trata principalmente de la modelizacién! de la narratividad y de su organizacién actancial. La concepeidn de un actante despojado de su envoltura psicolégica y definido tinicamente por su hacer es la condicién sine qua non para el desarrollo de la semidtica de Ia accion, EL MUNDO COMO DISCONTINUO Construida progresivamente a partir de generalizaciones y de la exhaus- " tyaduccdnlitral de modésetion. Dada la importania del concept es preferible usar ste noalogigm a emplear una perifasis. ‘Las traductneesagradecen al doctor Rail Darra su eatasiasta celaberacin sin Ia cual ‘esta publicain no hubiera legadoa fli término (), 10 nTRoDUCCION tividad postulada de las formas narrativas ~consideradas més allé de las variaciones culturales-, una semiética como ésta implica una interro- gacién sobre su racionalidad y, en particular, sobre la coherencia de los conceptos que la fundan “hacia arriba’, para que las consecuencias que sean extraidas deductivamente autoricen un hacer semiético analitico “hacia abajo’ El hacer del sujeto narrativo se ve asf reducido, en un nivel més pro- fando, al concepto de transformacién, es decir, a una suerte de puntua- lidad abstracta, vacfa de sentido, que produce una ruptura entre dos esta- dos. El desarrollo narrative puede ser explicado entonces como una seg- ‘mentacién de estados que se definen tinieamente por su “transformabili- dad’. El horizonte de sentido que se perfila detrés de una interpretacién como ésta es el de un mundo concebido como discontinuo, Io eual, por lo demas, corresponde, en el nivel epistemolégico, a la instauracién del con- cepto indefinido de “articulacién”, primera condicién para poder hablar del sentido en cuanto significacién, A partir de ese momento, !a posibilidad de una sintaxis narrativa, concebida como un conjunto de operaciones que afectan a unidades disere- tas, exige la presencia de una epistemologia que represente las primeras articulaciones de la significacién ~como es el euadrado semiético- en forma de términos que no sean més que meras posiciones manipuladas por un sujeto de discernimiento? En resumidas cuentas, se trata de un modelo epistemolégico clasico que pone en relacién a un sujeto cognos- cente, como operador, frente a las estructuras elementales como espec- tculo del mundo cognoscible. En un caso asi, el sujeto de la actividad de construccién tesrica no es competente mds que para conocer y categorizar a costa de una discretizacién’ del horizonte del sentido, LAEXISTENOIA SEMIOTICA Sin embargo, la transformacién como ruptura puntual, constitutiva de lo discontinuo analizable, requiere otras condiciones y abre nuevas interro- gantes: la transformacién, operacién abstracta, pero formulada en un nivel mas superficial como un hacer del sujeto, obliga a imaginar condicio- nes previas a ese hacer, a imaginar una competencia modal del sujeto na- rrativo que permita su realizacién, Surgen entonces dos preguntas. Pri- mero, uno se ve obligado a preguntarse en qué consiste aquello llamado lo “modal” y, en especial, si cae dentro de lo discontinuo cognoscible; acto 2 Bl termine franots ose de sorimation, que no tene equivalents exacto en espa! (T) 806 a nota anterior (7) pTRODUCCION u seguido, no se puede evitar la pregunta en tomo al “modo de existencia de una competencia modal, fuente de toda operatividad. Ms precisamente, y apoyéindose en la distincién saussuriana entro lengua y habla, la tradicién lingiistica nos ha familiarizado con la opasi- cidn enire virtual y actual (0 actualizado y realizado), términos utilizados por lo general como conceptos instrumentales sin que, hasta donde sabe- ‘mos, se haya dado un debate de fondo por parte de los mismos linguiistas La semidtica no puede contentarse con ello. Mientras simplemente se opuso el habla “fonéticamente" realizada a una lengua considerada como sistema virtual, se pudo en todo caso remitirla a un allende extralingiisti- co: ya sea refiriéndose a una “légica del lenguaje” a la lengua como “hecho social” o como manifestaciin del “espirita humano’, era impor- tante sobre todo mantener su estatuto do “objeto cientifio autsnomo. En el presente caso, el del estatuto del sujeto de hacer, es forzoso distinguir dos modos de existencia en el espacio del habla saussuriana; es decir, en el discurso 0 ~1o que es casi lo mismo en la vida captada y escenificada como diseurso, Considerada como una condieién previa, como una poten- calidad del hacer, la competencia existe primero como un estado del suje to; ese estado es una forma de su “estar-ser’,‘ forma actualizada anterior ala realizacién. ‘Mas atin, la misma problemética surge si se examinan en el nivel epistemolégico las condiciones bajo las cuales la significacién puede apa- recer en forma de unidades discretas (el cuadrado semistico entre otras}: uno se ve obligado a preguntarse, ingenuamente y como por proyeccién, cual seria el modo de existencia de un sujeto operador anterior a sus pri meros discernimientos. Como sujeto epistemoldgico, también él deberia pasar por una existencia virtual, antes de actualizarse en tanto sujeto cognoscente mediante la discretizacién de la significacién. No puede cau- sar sorpresa el parecido entre el recorrido del sujeto epistemoldgico y el que ha sido reconocido en el sujeto narrativo (virtualizacién, actualiza- idn, realizacién): la contaminacién de la deseripeién por parte del objeto descrito es un fenémeno bien conoeido, al menos en las ciencias humanas. Poco importan las denominaciones que recibiran esos sucesivos modos de cexistencia: al igual que para Saussure en otra época, cuando postulaba la ‘autonomia del objeto eientifico “lengua”, algo que parece estar en juego ‘La lengua francesa no hace la distincén, como la espaila, entre la verbos “ser” y “estar”. Por Io tanta, se emplearé la formula descriptivamenta mds precisa, “estar-ser’, con lo ‘ual debe entenderse que el sujeto adquiere su ientidad medal a partir de sus estados, es Ase, dos “oat”, So en los casos en que el contest lo permit co ulizaréiaieament e verbo “ser”, Por otra para, el verbo “see amin sa amplearé cuando a haga referencia als instancia epistemelégica,o al "ser" como constitutive de la dimensiin verdictoria de los dis- ceuroos(opuesto a “parecer [T 2 iNTRoDUCCION actualmente para la semiética es el reconocimiento de una dimensién au- ténoma y homogénea, de un modo de existencia semistico, dimensién s0- bre Ia cual se sitdan las formas semiéticas, que después es posible jerar- quizar distinguiendo diferentes estasis: el “potencial", el “virtual, el “ac- tual’, ol “realizado”; los que, por su orden y su interdefinicin, consti- tuirdn las condiciones necesarias para la semiosis. Para la semistica, lo que esta en juego consiste, pues, en afirmar esa praesentia in absentia que es la existencia semidtica, como objeto de su discurso y como condi- cid de su actividad de construceién teérica, manteniendo sin embargo la distancia necesaria con respecto a los compromisos ontolégicos. Para la semistica, sostener un discurso sobre el “horizonte éntico” equivale a interrogar a un conjunto de condiciones y precondiciones, a esbozar una imagen del sentido a la vez anterior y necesaria para su discretizacién, y no a buscar que sean reconocidos sus fundamentos ontolégicos. Uniea- mente a este costo puede justificar la teorfa semidtica su propia actividad, sin llegar por ello a transformarse en una filosofia, cosa que no podria ser. Asi, reconocer la homogeneidad fundamental del modo de existencia de Jas formas semisticas permite desplegar un espacio propio donde se ejerce el hacer semistico; un espacio al mismo tiempo auténomo con respecto a los dos topes Ifmite que son las instancias ab quo y ad quem, mas alld de los cuales se perfila el horizonte éntico. Esto quiere decir que el objeto de la semiética es fenoménico y, al mismo tiempo, paradéjica- mente “real”: desde el punto de vista de ia instancia ab quo, la existencia semi6tica de las formas es del orden de lo “manifiesto”, donde la manifes- tante os el “ser” del cual se sospecha la existencia y el cual es inaccesible; desde el punto de vista de a instancia ad quem, las formas semisticas son inmanentes, susceptibles de ser manifestadas durante la semiasis. Por lo tanto, el diseurso semistico serd la descripeién de las estructuras inma- nentes y la construccién de los simulacros destinados a dar cuenta de las condiciones y precondiciones de Ia manifestacién del sentido y, en cierta medida, del *ser”. Concebir, entonees, Ia teoria semiética bajo la forma de un recorrido consiste, desde luego, en imaginarla como un camino marcado por hitos pero, sobre todo, como un flujo coagulante del sentido, como su espe- samiento continuo, a partir de la confusién original y “potencial’, para lle- gar, por medio de su *virtualizacién” y “actualizacién’”, al estadio de la “realizacién’, pasando asi de las precondiciones epistemoldgicas a las manifestaciones discursivas. Entre la instancia epistemoligica, nivel profundo de la teorizacién, y Ja instancia de discurso, la enunciacién eonstituye un lugar de mediacién en el que ~gracias esencialmente a las diferentes formas del desem- brague/embrague, asf como de la modalizacién- se lleva a eabo la convo- cacién de los universales semidticos utilizados en el discurso. La “puesta, ssTRopuceioN 1B en discurso” es la realizacién misma de esta convocacién enunciativa, pero también més que eso. En efeeto, ella no se limita a explotar en un solo sentido los componentes de la dimensién epistemolégica, sino que tam: bién engendea por sf misma -porque es una préctica historica y cultural, es decir, sociolectal (y en cierta medida, individualidiolectal)- las formas que se fijan y se transforman en estereotipos ¥ que son devueltas hacia “arriba” para ser, en cierto moda, integradas en la “lengua”. Asi forma un repertorio de estructuras generalizables ~que podrian ser designadas co- _o “primitivos” en oposicién a los “universales’~ que funcionan dentro de las culturas y de los universos individuales y que la enunciacién puede convocar, a su vez, en los discursos realizados, Por ello, [a instancia de Ia enunciacién es una verdadera praxis, un espacio en el que se produce un vaivén entre las estructuras susceptibles de ser convocadas y las estructuras capaces de ser integradas; es una instancia que concilia dialécticamente La generacién al convocar los uni versales semisticos—y la génesis ~al integrar los productos de la historia- ‘Las configuraciones pasionales, por no hablar mas que de ellas, se sitiian en la interseccidn de todas esas instancias, ya que, para su manifestacién, requieven ciertas condiciones y precondiciones especificas de orden episte- molégico, ciertas operaciones propias de la enuneiacién y, por diltimo, cier- tas “rejillas” culturales que se presentan, o bien ya integradas coma pri- ritivos, o bien en curso de integracién en un sociolecto o idiolecto, Quiza sea mas facil comprender el modo de existencia semistico, a la vex “real” e “imaginario", en otro nivel, con otro acereamiento que sugiera emo es que, a partir de las lenguas naturales, se puede considerar su homogeneidad interna. Se ha observado que los rasgos, las figuras, los bjetos del mundo natural, que constituyen por asf decir el "significante”, se ven transformados por efecto de la percepcién en rasgos, figuras y abje- tos del “significado” de la lengua, al ser sustituido el primer significante por uno nuevo, de carécter fonético. Es por la mediacidn del cuerpo perci- biente que ef mundo se transforma en sentido ~en lengua-, que las figu as exteroceptivas se interiorizan y que, finalmente, resulta posible con: sidevar la figuratividad como un modo de pensamiento det sujeto La mediacién del cuerpo, cuya propiedad y eficacia es el sentir, est lejos de ser inocente: durante la homogeneizacién de la existencia semidti- ca, esta mediacién aflade categorias propioceptivas que constituyen en cierto modo su “perfume” timico y, en ciertos lugares, incluso sensibiliza ~inds adelante se dira que “patemiza’- el universo de formas eognoscti vvas que ahi se delinean. Ya que no hay razén para pensar que el proceso de homogeneizacién mediante el cuerpo ~con sus conseenencias timicas y sensibles~ afecta sinicamente a las lenguas naturales, es posible conside- rar a titulo de hipétesis que ese proceso no perdona a ningtin universo semiético, cualquiera que sea su mado de manifestacién, De esta manera, la homogeneizacién de la dimensién semiética de Ia existencia se logra tanto por la suspensién del lazo que conjunta las figuras del mundo con su “significado” extrasemiético es decir, entre otros, con las “leyes de la na- turaleza’, inmanentes al mundo-, como por su puesta en relacién en cuanto significados con diversos modos de articulacién y de represen- tacién semisticas. Para el caso, lo que de manera més notoria les sucede es que las figuras del mundo no pueden “hacer sentido” mas que a costa de la sensibilizacién que les impone la mediacién del cuerpo. Por ello, el sujeto epistemolégico de la construccién tedrica no puede presentarse como un sujeto puramente cognoscitivo “racional”. En efecto, durante el recorrido que lo eva al advenimiento de la significacién y a su mani- festacién discursiva, encuentra obligatoriamente una fase de “sensibi lization” timica BL MUNDO conto CONTINU Postular Ja homogeneidad del universo de las formas semiticas permite regresar a los problemas coneretns que plantea el despliegue discursivo y a los instrumentos metodalégicos requeridos en ese nivel para el andlisis. Ya se vio que, al atribuir un estatuto formal a los conceptos de actante y de transformacién ~condicién para la instauracién de su sintaxis-, la semidtica de la accién no hizo més que desplazar la problematica de los contenidos seménticos, descargandose de ellos y remitiéndolos a la nocién de estado, Ahora bien, desde la perspectiva del sujeto actuante, el estado 5, o bien el resultado final de la accién, o bien su punto de partida; habrfa, pues, “estados” y “estados’, lo que hace resurgir las mismas dificultades, En primer lugar, el estado es un “estado de cosas’, del mundo que se ve transformado por el sujto, pero también es el “estado de animo” del suje- to competente para la accién y la competencia modal misma, la cual simulténeamente sufre transformaciones. So capa de estas das concep- ciones de “estado”, resurge el dualismo sujeto/mundo, Sélo la afirmacién de una existencia semiética homogénea ~convertida en tal por la media- cin del “cuerpo sintiente’~ permite enfrentar esta aporfa: merced a esta ‘transformacién, ef mundo en cuanto “estado de cosas” se vuelea sobre el “estado del sujeto"; es decir, se reintegra en ol espacio interior y uniforme del sujeto. En otras palabras, la homogeneizacién de lo interoceptivo y de lo exteroceptivo gracias a la mediacién de lo propioceptivo instituye una equivalencia formal entre los “estados de cosas” y los “estados de Gnimo” del sujeto. No esté de més insistir aqui en el hecho de que, si las dos con- cepciones del estado -estado de cosas, transformado o transformable, y estado de énimo del sujeto, como competencia requerida por la transfor- istropuccton B racién y producto de ella~ se reconcilian en una dimensién semition de Ja existencia homogénea, es a costa de una mediacién somética y “sensibi- lizante’ En tal caso, en lo que se refiere a la instauracién y al funcionamiento del discurso epistemolégico, el sentir seria lo minimo requerido para poder resolver la aporia que amenaza. Bn algunos de sus desarrollos que interesan a la semistica, a lingt tica fréstica o frasal ha seftalado el hecho de que el predicado era suscep tible de ser sobredeterminado -modificado y perturbado a la ve2- de dos maneras distintas: por medio de la modalizacién y por medio de la aspec- tualizacién. La modalizacién ~al menos, tal camo ha sido desarrollada por la semiética en el marco de las modalidades de la competencia~ podria eventualmente dar cuenta de la articulacién discontinua de la narrativi- dad. Sin embargo, la introduccién en la teoria semistica del concepto de “estado modal” pero sobre todo un examen miis minucioso del discurso- daba la imagen de una “ondulacién” continua, asible entre otras formas como variaciones de intensidad y como una imbrieacién de procesos que podria ser considerada como su “aspectualizacién”. Frente a la seg- mentacién disereta de los estados, las imbricaciones de los procesos y sus variaciones de intensidad tornan imprecisas las fronteras entre los esta dos y enturbian frecuentemente el electo de discontinuidad, Ahora bien: este enturbiamiento y esta ondulacién no pueden explicarse ~seria de- rmasiado fécil- por la complejidad que los diseursos analizados presentan en su superficie, y tampoco pueden ser representados sin més como sim. ples “efectos de sentido”. En conseeuencia, las consideraciones en torno a lanaturaleza de los estados y, mas precisamente, en torno a su inestabili- dad, aunadas a una reflexién mas general sobre el estado del mundo, con- ducen a interrogarse acerca de In concepeisn de conjunto del nivel episte- rmolégica de la teoria y a preguntarse, mds alld de la aprehensidn eognos- citiva de la significacin que la discretiza y Ia vuelve “comprensible”, sino hay razén para instaurar un horizonte de tensiones apenas delineadas ‘que, situdndose en un més “aed” del sentido del “ser, permitiera sin embargo dar euenta de las insdlitas manifestaciones “ondulatorias® quo se reconoeen en el discurso. La solucién aparentemente més simple consistiria, desde Inego, en considerar esas tensiones subyacentes como propiedades de la misma puesta en discurso, Pero resulta que ellas también permiten dar euenta de la categorizaciGn y de la modalizacién narrativas. En efecto, es precisa- mente sobre este horizonte de tensiones inarticuladas donde se ejercen los primeros discernimientos del sujeto operador, discretizando y haciendo ‘parecer las primeras unidades significativas, Dicho en otras palabras, al confrontarse con las dificultades metodoligicas que surgen en el anélisis, discursivo de superficie, la teoria semistica se obliga a hacerlas repercutir en el nivel epistemolégico profundo y a tratar de resolverlas ahi. Este retoro critico és earacteristico de la semistica en cuanto “proyecto cienti- fico”: para dar cuenta de las dificultades que hace surgir el andlisis a ras del diseurso ~induccién y después generalizacién-, la semitica se obliga a suponer otro modo hipotético de funcionamiento, llegando en caso necesa- rio hasta las premisas, con el fin de proceder enseguida a instalar los pro- cedimientos hipotético-deduetivos. No se puede considerar tal manera de proceder mas que en un marco epistemoldgico en el que la coherencia es el valor cientifico por exeelencia. Por el contrario, al aceptar cierta indepen- dencia de las probleméticas de unas con respecto a las otras, en perjuicio de Ia coherencia, una epistemologia “modular” como la que parece perfi- larse en las ciencias cognoscitivas se eximiria a si misma, en gran parte y por lo mismo, de efectuar el retorno critico que, para cada nuevo avance te6rico, obliga a medir y repercutir las consecuencias en la totalidad de la construccién teérica La instalacién de un sujeto operador, capaz de producir las primeras articulaciones de la significacién, es un paso inicial para establecer la teoria de la significacién como una economia que administra las condi- ciones de produccién y de aprehensién de la significacién, Se trata ahora de concebir y de instalar un esbozo de las precondiciones previas al surgimiento de las condiciones propiamente dichas, El “ser” del mundo y del sujeto no compete a la semiética, sino a la ontologia: para emplear otra jerga, es la “manifestante” de una “manifestada” que entrevemos. Por su parte, la semidtica esta obligada a hacerse cargo del “parecer” y a darse un diseurso epistemalégico que formule tales precondiciones, como otros tantos simulacros explicativos, en particular en lo que se refiere a las dif cultades y a las aporfas detectadas durante el andlisis discursivo. Evi- dentemente, este discurso hipotético, que captarfa entre lineas el ‘parecer del sex” no es apropiado para acarrear certezas; pero, en cierta medida, se trata de un discurso del mismo tipo que el de la epistemologia de las cien cias de la naturaleza, cuando habla, por ejemplo, del universo y sus or genes, del azar y la necesidad. Sin duda se trata de algo propio de cual- guier proyecto cientifico, el cual, al darse un minimo epistemolégico ~en ‘este caso, el imperative fenomenolégico-, al mismo tiempo erea para si un espacio teérico “imaginario” e incluso mitico, un poco a la manera de aquellos éngeles newtonianos, conductores de la atraccién universal Es evidente que este “imaginario de la teoria”, que estas escasas I neas trazadas sobre el fondo del horizonte éntico, que estos eonceptos ape nas esbozados no deben ser del orden de lo arbitrario; su razén de ser des- cansa en las coerciones epistemolégicas reconocidas anteriormente y en las exigencias metodologicas que las suscitan y se les resisten. Se trata, por supuesto, de un ‘parecer del ser”, pero fundado en la préctica operato- ria y que aspira a la eficacia, En la biisqueda de materiales que permitan y vtronuccios nv reconstituir imaginariamente el nivel epistemolégico, nos parece que dos conceptos -los de tensividad y de foria~ poseen un rendimiento excep- cional, En un primer momento, la tensividad ~fenémeno amplia y debida- mente observado, caracteristica inseparable de todo desarrollo procesnal frdstico o discursivo~ parecte poder ser dominada mediante la proyeccidn de [as estructuras de lo discontinuo, aunque con ello se aplazara la cons- truccién de una gramética aspectual que diera cuenta a la vez de las ondulaciones temporales y de las sinuosidades espaciales. Sin embargo, la uurgencia de completar la teorfa de las modalidades, buscando equilibrar as modalidades ~ya operatorias- del hacer mediante una articulacién paralela de las modalidades de estado, asf como la insistencia en interro gar a la naturaleza de los estados, dindmicos e inquietos, obligaban a enfrentar directamente la prublemética de las pasiones. Ahora bien, de inmediato surgid un hecho inquietante: no solamente el sujeto del discur so es capaz de transformarse en un sujeto apasionado, perturbando con ello su decir programado cognoscitiva y pragmticamente, sino que el su- jeto de lo “dicho” discursivo también es capaz de interrumpir y de desviar su propia racionalidad narrativa para iniciar un recorrido pasional o, incluso, para acompafiar al primer recorrido, perturbandola con sus pul- saciones diseordantes. El hecho es notable, no tanto porque revela nuevas formas de malfuncionamiento narrativo, sino porque muestra una relati- ‘ya autonoméa de las secuencias pasionales del discurso, una especie de autodindmica de las tensiones visible por medio de sus efectos, y sobre todo porque nos invita a situar el espacio tensivo en un mas “aca” del sujeto enunciante y no tinicamente como el principio regulador a posteriori de una sintaxis aspectual. Dicho lo anterior, el eoncepto de tensividad se vuelve capaz de trasvender la instancia de la enunciacién discursiva pro- piamente dicha y puede ser incorporado al imaginario epistemolégico, espacio en el que se une a otras formulaciones filosdficas o cientificas ya co nocidas, Por ello, se nos puede aparecer como un “simulaero tensivo”, como ‘uno de los postuilados que dan origen al recorrido generativo del sentido, ‘Traténdose de la concepeidn del universo, no hay nada inedmodo en que la tensividad se encuentre eon el significado “cientifico” del mundo natural, formulado, por ejemplo, en términos de leyes de atraccién: para el mundo humano, la tensividad no es mas que una de las propiedades fandamentales de ese espacio interior que hemos recanocido y definido co- ro el vertimiento del mundo natural en el sujeto, con vistas a la constitu. cidn del modo propio de la existencia semitica. Aunque e3 una precondicién necesaria, no es sin embargo suficiente para dar euenta de nuestro imaginario éntico y, en primer término, del hecho pasional, Primeraments, el andlisis de algunas “pasiones de papel” hha mostrado aquello que ningtin antropélogo atento al relativismo cultu- 18 erropuceion ral puede ignorar, a saber: que la idea que nos hacemos de lo que es una “pasién” cambia de un lugar a otro, de una época a otra, y que la articu. Iacién del universo pasional define incluso, hasta cierto punto, algunas de Jas especificidades culturales. Un hecho aparentemente mds sorprendente para el semiotista es que 61 mismo haya podido comprobar que, a pesar de que un fragmento de discurso (0 de vida) posee una organizacién actan- cial, modal y aspectual idéntiea, puede ser tomada en cuenta, de acuerdo 2 los casos, como una pasién, o bien como un simple ordenamiento de la competencia seméntica (social, econémica, ete.). Lo anterior equivale a reconocer que, en igualdad de circunstancias, existe un “excedente” paté- ico, y que un fragmento de discurso (0 de vida) s6lo se vuelve pasional mediante una sensibilizacién particular. En ese caso, independientemente de la tensividad que también ahi se encuentra, habria que tomar en cuen- ta otro factor: el de la “sensibilidad”. Si, en lugar de considerar las formas cotidianas del discurso pasional en las que la sensibilizacién ondulante es a veces dificil de distinguir de la tensividad siempre presénte en el desarrollo discursivo, nos volviéraiaos hacia los casos extremos, hacia pasiones “violentas” como la célera, 1a desesperacién, el destumbramiento o el terror, verfamos aparecer la sensi- bilizacién, en su puntualidad incoativa, como una fractura del discurso, como un factor de heterogeneidad; dirfamos que como una especie de trance incipiente del sujeto que lo transporta hacia un més alld del sujeto ¥y lo transforma en un sujeto otro. Abi, la pasién aparece al descubierto, como la negacién de lo racional y de lo eognoscitivo, y el ‘sentit” desborda al “percibir” ‘Todo sucede como si otra voz siibitamente se elevara para decir su propia verdad, para decir las cosas de otra manera, Mientras que, en la percepeién, el cuerpo humano tenis el papel de instancia de mediacién ~es decir, era un lugar de transaccién entre lo extero y lo interoceptivo ¢ instauraba un espacio semiético tensivo pero homogéneo-, ahora es la carne viva, la propioceptividad “salvaje” la que se manifiesta y reclama sus derechos en tanto “sentir” global. Ya no es més el mundo natural el que adviene al sujeto, sino el sujeto quien se proclama duefio y sefior del mundo, su significado, y lo reorganiza figurativamente a su manera, En- tonces, el llamado mundo natural, el del sentido comin, se convierte en ‘un mundo para el hombre, en un mundo que puede ser Ilanado humano. Evidentemente, este “entusiasmo” que, segiin Diderot, sube caliente de las entraiias para ahogarse en la garganta es un caso extremo pero nece- sario para dar cuenta, entre otras cosas, de la creacién artistiea, asi como de todos los excesos semidticos de la cblera y de la desesperacién. Ademés, también explica, moderato cantabile, el despliegue de la figuratividad, el cardcter “representational” de toda manifestacién pasional, en la cual, merced a su poder figurativo, el euerpo afeetado se vuelve el centro de re- mvreopueci6N 19 ferencia de la escenificacién pasional entera. Es este “més acd” del sujeto de la enunciacién, este doblez perturbante, que nosotros designamos con el nombre de fori. Cuando, después de una serie de tanteos, el proceder semistico inten- ta construir un modelo, puede tomar dos vias distintas. Se puede tratar de imaginar el estado de cosas més simple posible ~como es la estructura elemental de la significacién~ y eonferir al modelo una voeacién de com- plejizacién, Pero también uno se puede encontrar frente a una situacién confusa y tratar de ver més claramente Hevdndola hacia sus extremos asi, por ejemplo, Hegel produce la estructura binaria a partir de la polari- zacién excesiva y tensa del uno. Al intentar hacer pensable la foria en el mareo semiético, evidentemente-, nos ha parecido dificil introducirla como un suave acompafiamiento de la narratividad ejecutado por una misica de fondo patémica, Sélo las situaciones extremas y paradéjicas estan en condiciones de poner en evidencia la especificidad y la irre- ductibilidad del fendmeno, aunque después se deba contemplar la postbilt- dad de disminuir las distancias que existen entre lo que hay de tenso y de {rico en la ondulacién del discurso. Esta especie de desdoblamiento del sujeto en sujeto percibiente y suje- tosintiente ~quizé algo “gréfica’~ nos ha parecido, sin embargo, necesaria para justifiear los malfuncionamientos del discurso, los trances del sujato que se apropia del mundo y lo metaforiza, pero también para justificat la existencia de un hilo tenuc, la fiducia intersubjetiva, que sostiane a Ia veridiccién discursiva. Este paso obligado por la instancia de enunciacién permite operar la transferencia de la problemética, del nivel epistemolégi- co profundo al nivel que podré ser inscrito en el horizonte éntico como un “sinmulacro férico” que tige el recorrido generative. Sin temor a confun- dios con ellas, asf es como nos encontramos, en este punto, con las dife- rentes formulaciones filoséficas del “vitalismo” y de la “energética’, inchu so del “impulso vital” bergsoniano, encontrando de nuevo las interpreta- ciones consideradas cientificas acerea de la concepcién del universo, en las cuales la “necesidad”, especie de deber-ser encaminado hacia la unidad, s ve confrontada con el "azar", esa fractura primera, el aecidente episte- moligico:que condiciona la aparicién del sentido. Esto permite limitar el espacio tedrico de la semistica a dos precondiciones, modeldndolas bajo la forma de dos simulacros, tensivo y férico, y concebir el velo del “ser” como una tensividad forica ‘Sin embargo, lo anterior no quiere decir que, llegados a este punto, la teoria semiética debiera unirse a una de esas filosofias: su justificacién propia es la coherencia de su discurso, Hamado a sostener su practica, a integrar en su seno observaciones insélitas y perturbantes, a descifrar numerosas cajas negras en todas las etapas de su recorrido, Desde este punto de vista, es instructiva la historia de la lingiistica del siglo xx: a 20 Intropucci6y posar de las racionalizaciones organicistas y fisicalistas de los tebrioos que se sucedieron y se opusieron de una generacién a otra, la lingtistiea no de de construirse ‘Tomar en cuenta el componente pasional del discarso conduce a tales ajustes, los cuales repercuten hasta en los niveles més profundos de la teorfa semistica, A partir de ahi, se trata de subir progresivamente hacia la superficie, al tiempo que se verifica la validez de las premisas y de los instrumentos metodolégicos. 1. LA EPISTEMOLOGIA DE LAS PASIONES. DEL SENTIR AL CONOCER Elaroma Las pasiones aparecen en el discurso como portadoras do efectos de senti- do muy peculiares; despiden un aroma equivaen, dificil de determinar. La interpretacién que la semistiea ha retenido es que ese aroma especifico emana de la organizacién discursiva de las estructuras modales, Pasando de una metéfora a otra, se podria decir que este efecto de sentido praviene de una cierta combinacién molecular: al no ser propiedad de ninguna mo- écula en particular, es el resultado de su disposicién de conjunto, Una primera observacién se impone: la sensibilizacién pasional del discurso y su modalizacién narrativa son concurrentes, no se entienden una sin otra y, sin embargo, son auténomas, probablemente regidas, al menos en parte, por ogicas diferentes. En segundo lugar, captar globalmente los efectos de sentido como un “aroma” de los dispositivos semionarratives puestos en discurso es, en cierto modo, reconocer que las pasiones no son propiedades exclusivas de los sujetos (0 del sujeto), sino propiedades del discurso entero, y que ‘emanan de las estructuras diseursivas como consecuencia de un “estilo semi6tico” que puede proyectarse, ya sea sobre los sujetos, ya sea sobre los bjetas 0 sobre su juncién. Si nos situamos ahora en el otro extremo del recorrido generativo, ahi donde acabamos de colocar, en el horizonte del sentido, una primera proyeccisn del mundo como tensividad frica, nos vemos obligados a decir que esta masa firica mévil puede tomar dos vias distintas para emerger progresivamente hacia la superficie de las cosas: mientras que la modali- zacién obedece a una organizacién categorial y produce estructuras ‘modales discretas, las modulaciones pasionales, tal como se manifestan por medio de efectos de sentido, parecen provenir de ordenaciones estruc- turales de otto tipo, de dispositivos patémicos! que rebasan las simples combinaciones de los contenidos modales que estos dispositivos conjugan y que escapan, en un grado que es preciso determinar, a la categoria ‘cognoscitiva, Poder hablar de la pasin es, pues, intentar reducir la dis- tancia entre el “conocer” y el “sentir”, Si, en un primer momento, la semidtica se dedicé a tornar evidente el papel de las articulaciones * Gon este neologismo traducimos el neologisma franaéspathémique (P 22 LLAEPISTEMOLOGIA DB LAS PASIONES modales moleculares, es tiempo ahora de que busque dar cuenta de los aromas pasionales producidos por sus combinaciones, Lavida El sentir se da de entrada como un modo de ser que existe de suyo, con anterioridad a toda impresién o gracias a la eliminacién de toda racionali- dad; para algunos, se identifica con el principio de la vida misma. Situar a Ja pasion en un més alla del surgimiento de la signifieacién, anterior a toda articulacién semidtica, bajo la forma de un puro “sentir”, seria como captar el grado cero de lo vital, captar el “parecer” minimo del “ser” que constituye su velo éntico, Sin embargo, la homogeneidad del sentir difiil- mente escapa al reconocimiento, igualmente ingenuo, de su polarizacién: cl primer grito del recién nacido, es un grito de alegria liberadora o el sofoca del pez. que ha sido sacado del agua, el primer aprendizaje del Welt- schmere?® ¢Bs posible reiterar sin consideracién alguna la concepcién se- tin la cual el ser vivo es una estructura de atracciones y repulsiones? {Es posible pensar la foria antes de su divisién en euforia y disforia? La aporia que nas vemos obligados a evoear se presenta bajo un doble aspecto. En primer lugar, se trata de pronunciarse acerca de la prioridad de derecho de lo “sensitivo” con respecto a lo “cognoscitivo”o a la inversa @Se encuentra el universo regido por una metaligica de las “fuerzas” (por ejemplo, a la manera de la fisica ondulatoria) o de las “posiciones” (segtin Ia interpretacién corpuscular)? Como dirfa Hjelmslev, he ahi dos conceptos “indefinibles”. Pero paralelamente surge otra interrogante, igualmente fondamental, que recupera las inquietudes del pensamiento presocrétic: gel mundo es uno, desbordante en su plenitud, una estructura de lo mixto lista para estallar, o bien una mezcla cadtica tendiente a la unidad? Dicho Ge otro modo, en términos brondalianos: {la estructura elemental del “estar-ser” -o, mas bien, del simulacro formal que podemos darnos de él- procede de un término complejo susceptible de polarizacién, o de un tér- ino neutro, lugar de un encuentro binario irreconciliable? Es posible formular y representar en términos de precondiciones una cohabitacién de estas dos logicas y visiones? El horizonte tensivo Regresemos un momento a la superficie léxica, a un acercamiento més empirico de las cosas. Observamos que algunas pasiones, la admiracién, + Pesimisma melancélieo (7. LAEPISTEMOLOGEA DE LAS PASIONES 23 por ejemplo al menos en la acepcién del francés clésieo-, al igual que el “asombro” (Vétonnement] o el “estupor” (la stupeur] sugieren ya la posibili- dad de un horizonte tensivo todavia sin polarizar. El asombro y el estupor se presentan como dos formas aspectuales diferentes, una incoativa y la ota durativa, de un mismo sentir no polarizado, No faltan incluso recorri- dos pasionales textualizados que se inician con tales configuraciones: es asi como, en La princesse de Cloves, antes de amar a Mile. de Chartres, el principe de Cleves, al encontrarla en una joyeria, no deja de “asombrarse” (ciompre en el sentido clasico det término) por todo lo que se reflere a ella; es decir, se ve puesto en tensién y en condicién de amar (cuatro aparicio- nes en una misma pagina). Igualmente, los celos y el amor de Swann no comienzan sino con el “gran torbellino de agitacién” que le hace recorrer Paris en todos sentidos para encontrar a Odette de Crécy, agitacion que se presenta como otra modulacién de la misma tension sin polarizar. La polarizacién en euforia/disforia puede, pues, en el nivel mismo de la mani- festacion léxica, ser neutralizada y aun ser considerada como no aconteci- da. La neutralizacién, en el sentido gramatical del término, remite a un sineretismo que es, por derecho, jerarquicamente superior a la oposicién binaria, He aqué una de las paradojas de la semistica en el nivel episte- molégico: esta obligada a dar cuenta al mismo tiempo de la “nada”, del “yacio” y del “todo’, de la plenitud de las tensiones foricas. Seguin la légica de las “fuerzas’, al méximo de tensién le corresponderia ~ie.: daria cuen- ta de o se explicarfa mediante— la ausencia total de articulaciones. Por el contrario, la aparicién de las “posiciones” caracteristicas de las articula- ciones del contenido requeriefa una redistribucién y una divisién de las fucrzas”; dicho de otro modo, el “vacio de contenido”, earacterizado por la ausencia de articulaciones, no puede ser llenado mas que por el quebran- tamiento de la plenitud tensiva. La cohabitacién de dos exigencias inver- sas, ligadas respectivamente a las “fuerzas” y a las “posiciones”, permite comprender que, antes de toda categorizacién, el sentir, tironeado por dos tendencias, no puede engendrar mas que inestabilidad. Sin embargo, en cuanto tal, el sentir es directamente manifestable, como lo atestiguan las figuras del “estupor” y del “asombro". Al respecto, s preciso seftalar que la neutralizacién, tal como la formulamos aqui, se encuentra en funcién de la intensidad del sentir, Particularmente inten: sa, la admiracién “clasica” es indiferente a la polarizacién, ala positividad a la negatividad del objeto. Pareciera que es el reconocimiento del valor ‘en cuanto tal el que pone en la sombra al objeto y vuelve inoperante la po- larizacién; podria sefialarse que el sujeto que admira se desinteresa del valor vertido en un objeto, para mejor asit, antes que al valor mismo, el “valor det valor’, En cambio, en su acepcién moderna, la admiraciéa, aun cuando requiere la positividad del objeto, se ve acompafiada por un debili- tamiento notable. Todo sucede como si la intensidad pasional ~nocién por 2 LAEPISTEMOLOGIA DE.LAS PASIONES definir— neutralizara al sujeto y lo sumergiera en una capa més profunda del recorrido generativo, 0 como si el retorno hacia el valor del valor, partir del objeto de valor propiamente dicho, fuera acompafiado de una in- timidad més estrecha con una zona “energética” de la que nacerfa la pa- sién. Sucede lo mismo con el ‘estupor’, el cual sufre una condensacién comparable que inmoviliza al sujeto en un puro sentir, hasta que anula al sentir mismo: {no es la “estupide2” una regresién a un estado de tensivi- dad de antes de la vida, un punto limite entre lo vivo y no vivo? Las precondiciones (de la significacin) Para tender el velo de Isis sobre la faz del "ser", hemos propuesto ante- riormente presentar las formulaciones de su parecer bajo la forma de si- mulacros, imaginando con ello al mundo humano en su estado ab quo como una “tensividad forica” y conjugando de esta manera al universo ~que s6lo se justifica por la necesidad tensiva~ con la foria introducida por 1 accidente, Ia fractura, la intrusién insélita de lo viviente. Somos cons- cientes de que se trata de una representacién casi trivial y de que, en la ‘medida en que sus articulaciones no rompan la coherencia te6rica y sean resistentes a los hechos”, permaneciendo conformes a ella hasta las ma- nifestaciones de superficie, su valor no puede ser medido més que a partir de sus consecuencias; es decir, a partir de la modelacién progresiva de la “masa timica” congruente, que es al mismo tiempo tensién y fori. Basta con que la tensividad originaria se rompa -tensién hacia lo uno y desbordamiento del exceso~ para que la “puesta en posicién’, la polari- zacién de aquello que deja por un instante de ser uno, se plantee como un primer acontecimiento decisivo, Sin embargo, la polarizacién acumulativa de las energias todavia no es una “toma de posicién” y no implica la dis- eretizacién de los polos, la cual no puede derivar mas que de la proyeccién cognoscitiva de lo discontinuo, En esas condiciones, atin no es posible hablar de las “posiciones actanciales”, sino solamente de prototipos de actantes, de cuasi sujetos y de cuasi objetos, de la protensividad del suje- to, para emplear el término de Husserl, y de la potencialidad del objeto Antes de ‘situar” a un sujeto tensivo frente a valores vertdos en objetas (o en el mundo como valor), conviene imaginar un nivel de “presentimiento” en el que se encontrarian, intimamente ligados uno a otro, el sujeto para el mundo y el mundo para el sujeto. Ya anteriormente nos hemos visto obligados a reconocer una situacién comparable, cuando se traté de dis- tribuir, con vistas ala modalizacién, al conjunto de la masa timica en los ‘términos constitutivos del enunciado elemental: si la carga modal sobre- determina primero al predicado en su funcién ligante (como sucede, por ejemplo, con las modalizaciones aléticas reconocidas en légica), entonces LA EP(STEMOLOGIA DB LAS PASIONES 25 es susceptible de distribuirse por separado, ocupando cada una de las po- siciones actanciales. Si bien el vertimiento del sujeto de hacer no plantea dificultades particulares (ef. las modalidades dednticas, por ejemplo), no sucede Io mismo con el del sujeto de estado, ya que nos damos cuenta de que cl sujeto como estar no puede verse modalmente afectado sino por medio del vertimiento del objeto, cuya carga modal a su vez modaliza al sujeto, a condicién de que sea puesto en relacién de juncidn con él. Dicho de otro modo, la modalizacién del estado del sujeto ~y de eso se trata cuando se quiere hablar de las pasiones~ no es concebible més que al pasar por la del objeto, la cual, cuando se convierte en un “valor’, se impone al sujeto, Es preciso imaginar una situacién comparable, pero anterior a la puesta en posicién actancial: imaginar un sujeto protensivo indisolublemente ligado a una “sombra de valor’, que de esta manera se perfile sobre el fondo de la *tensividad forica” Las valencias En esta etapa de la investigacién, la protensividad del sujeto, identificada un poco apresuradamente con Ia intencionalidad -que a su vez se inter- preta algunas veces como un “metaquerer” o como un “metasaber"~ no ‘exige justificaciones complementarias. No sucede lo mismo con ese pro- totipo de objeto que acabamos de designar como una “sombra de valor” Conviene, pues, retornar una vez. més a la superficie, a la manifestaci6n discursiva, con el fin de volver més perceptible ese simulacro y justificar la pertinencia de nuestras palabras. Se tiene Ia impresién de que la forma ‘més comtin que adopta esta “sombra” es cierto presentimiento del valor. Asi, la lectura de Capitale de la douleur (Capital det dotor] de Bluard ofrece un buen ejemplo de una primera articulacién proyectada por la pro- tensividad, Un examen més minucioso permite darnos cuenta en esa re- copilacién de que el contenido de los valores importa poco. Cierto, los suje- tos semiétieos eonocen el amor, la naturaleza, la labor, el pensamiento y la vida bajo todas sus formas, pero, sea cual sea el contenido semantico de los objetos buscados, lo que hace de ellos un valor siempre es de otro or- den; cl amor no es aceptable mas que en sus inicios, la mirada, cuando los parpados se abren durante el despertar; el dia, en el instante en que se despoja de las tinieblas; la vida humana, en su infancia, Todo sucede como si el aspecto incoativo tuviera preeminencia sobre todos los con- tenidas seménticos vertidos en los abjetos y en los haceres, como si tinica- mente importara el objetivo incidente y no el objeto buscado, [La aspectualidad parece estar situada, aqui, por encima del valor pro- piamente dicho y antes que él; se trata de un cierto “valor” del valor y, en ese sentido, se le padria llamar “valencia”, en Ia acepeién quimica del tér- 26 LAEPISTEMOLOGIA DE LAS PASIONES ‘ino ~es decir, para designar la cantidad de “moléculas” asociadas en la composicidn de un cuerpo. Esto sucede, por ejemplo, durante el intercam- bio, cuando dos valores seménticamente diferentes son juzgados compara- bles ¢ intercambiables a partir de su (equivalencia; se puede suponer, entonees, que hay algo constante que se intercambia, que no tiene gran ‘cosa que ver con los abjetos semdntica y diferentemente cargados que son transferidos de un sujeto a otro, Por otra parte, ya se ha hecho notar que, en el discurso, la aspectualizacién constituye una dimensién jerdrquica- mente superior a la temporalizacién, pero también a la espacializacién incluso a la actorializacién: el “amor” en Eluard es captado en su eje tem- poral, los “pérpados al despertar” estén situados en la espacialidad, la “vida humana” es eaptada como crecimiento del actor, todo ello dominado por el aspecto incoativo. Pero hay algo més en esta valorizacién de la incoatividad, y nos vemos obligados a tomar en cuenta la segunda defini- cién ~*psicolégica’~ de la valencia, considerada como una potencialidad de atracciones y de repulsiones asociadas a un objeto: desde este punto de vista, la valencia serfa el presentimiento que tiene el sujeto protensivo de esta sombra de valor, que a consecuencia de la escisin rica, lo envuelve como en un capullo para que se manifieste més tarde bajo le forma mas articulada de la incoatividad. En suma, la aspectualidad manifestarfa la valencia de la misma manera en que las figuras-objeto manifiestan a los objetos de valor. ‘No es, pues, sorprendente si los juicios éticns y esteticos, implicitos © explicitos en la recopilacién de Eluard, se fundan en el caracter incoativo de los gestos y de las figuras, ya que éste restablece la disociacin original en el nivel discursivo que le es propio, antes de toda polarizacién y de todo vertimiento seméntico de los objetos. En Eluard, la valencia selectionada proviene de una “apertura” de la protensividad; pero también podria provenir, por ejemplo, de su “cierre”, que se traduciria en el nivel del dis- curso mediante un aspecto terminativo y, eventualmente, daria lugar a tuna ética del desencanto, a una estética de la evanescencia, que apro- vechara las figuras del deteriaro, dela delicuescencia o de la desaparicién de todas las casas. Por su parte, Camus en La chute {La cafda) intents ilustrar un ‘mundo sin valores en‘el que 1a confianza estarfa excluida; su deseripeién del Zuiderzee procede de hecho mediante la dilucién de las valencia ‘Voila, n'est-ce pas, le plus beau des paysages négatifs! Voyer & notre gauche oe tas do cendres grises qu'on appelie ici une dune, la digue grise & notre droite, la gréve livide & nos pieds et, devant nous, la mer couleur de lessive fable, le vaste ciel ob se reflétent les eaux blémes. Un enfer mou, vraiment! |..] Neste pas Vefface- ‘ment universe, le néant sensible aux yeux? ® Paris, Le live de poche, p79, LA BPISTEMOLOGIA DE LAS PASIONES a7 [UNo es éste el més hermoso de los paisajes negatives? Mire a nuestra iaquierda, ese montén de ceniza que aqui llaman una duna, el dique gris a nuestra derechs, 1a arena pélida a nuestros pies y, frente a nosotros, el mar color de jabonadura desleida, y el vasto cielo, en el que se reflejan las aguas descoloridas, {Un inferno blando, verdaderamente![..] {No es és el borrarse universal, la nada sensible @ os 082] Llanura indefinida, lejantas perdidas, ausencia de toda referencia topogrdfica y temporal, desaparicién de todas las diferencias figurativas, todo se pierde en una duracién estancada: he ahi el fin de toda valencia y «a fortiori de los sistemas de valor articulados que podrfan emerger. Todo sucede como si, para offecerse a la lectura de una manera clara y con alguna fuerza icdnica, los eomponentes figurativos de la puesta en discur- so presupusieran precisamente ese nivel en el que la protensividad enfrenta las valencias en el momento de la escisién actancial, En Camus, por el contrario, campea una protensividad “blanda”, captada antes de su primera articulacién; esto permite entender, como por reduccién al absur- do, por qué, al separar al cuasi sujeto del cuasi objeto, la primera artieu- Jacién de la foria engendra la fiducia: en La chute, retornar al caos blando de las tensiones no articuladas es, literalmente, ya no creer en nada y, sobre todo, ya no ereer en el creer. En efecto, la fe en tal o cual valor par- ticular presupone siempre un “metacreer", que no es sino la fiducia gene- ralizada (no especifica) propia del espacio de la foria, la precondicién de toda creencia particular. Por eso, el “juez-penitente” de Camus, actante sinerético por excelencia, practica, como los cinicos de la Antigtiedad, el denigramiento sistemético y la provocacién sarcdstica. En este ejemplo parece claro que las valencias, que en conjunto constituyen lo que hemos llamado la fiducia, proporcionan al mundo de los objetos su armazén, sin Ia cual no pueden recibir un valor. Es preciso mencionar también, de modo breve, el papel det “accidente” en el relato de Camus. El Zuiderzee no da pie a la actividad interpretativa del observador, ya que, cierto, no presenta ninguna diferencia sensible, ninguna referericia, pero también porque, antes de cualquier articulacién, no presenta ningiin “accidente” figurativo, lo que podria ser entendido como la imagen de un mundo en el que el azat no hace mella. & la inver- sa, es una vez mas un “accidente” lo que produce un vueleo de la situacién dol “juez-penitente”: es el azar el que puso en su camino a una desespera- da que se arrojé al Sena y que él no socorri, Lo que el azar permite cons- truir, el azar puede destruirlo: el accidente que desencadena la caida del mundo de valores es sélo la imagen virtual e invertida del accidente que pone en marcha a la necesidad éntica, para hacer advenir en un primer tiempo la valencia, y el valor en un segundo tiempo. 28 ‘LA BPISTEMOLOGIA DB LAS PASIONES Inestabilidad y regresién Al atender a Camus, se lega a la conclusién de que el sustrato forico de toda significacién no es estable y de que lo que el azar construye, también lo puede destruir. Por una parte, la puesta en marcha inicial del sentido no es atin suficiente para engendrar la significacién; por otra parte, la es- cisién debida a la intervencién del azar sobre la necesidad se ve amenaza- da por la pregnancia de la necesidad misma. Lo “doble” tiende hacia lo “uno”, con riesgo de que se produzca una recuperacién de la necesidad so- bre el azar de la escisién. En otro orden de ideas, al estudiar los abjetos y Jos movimientos “difusos” del mundo natural, los mateméticos (en parti- cular, B. Mandelbrot) han puesto a punto la teorfa de la fractalizacién, Ia que, entre otras cosas, muestra de qué manera lo indiferenciado reapa- rece por la influencia del azar y de la recursividad; en efecto, los Hamados objetos “fractales” son engendrados a la vez por el azar (los procesos esto- césticos) y por la recursividad (la aplicacién ilimitada de process estocas- ticos a los productos de operaciones anteriores): Ahora bien: si nada detie- re w orienta la recursividad, la fractalizacién Wega a un objeto que, aun- ‘que esté regido por un principio de homotecia interna, se vuelve insignifi- cante, de una singularidad irreductible, De la misma manera, si la cescisién se aplica “estocdstica” y “recursivamente” a la ver, reproduce las condiciones de la “fusin” y de la plenitud tensiva 0, lo que es lo mismo, de Ja dispersién maxima, * La estesis| Esta tensién hacia la unidad es propia de la estesis, que aparece como el movimiento inverso de aquel que resuelve los sincretismos. En su nueva relacién con el mundo, el sujeto experimenta el valor en la primera diso- ciacién por la cual 61 mismo es engendrado; la emocién estética podria ser interpretada como un ‘volver a sentir” esa escisién, como la nostalgia de 1a “tensividad forica” indiferenciada, Esto permitirfa dar cuenta del hecho de que las manifestaciones de la estesis son acompafiadas, la mayoria de las veces, por un intercambio de roles sintdcticos: reinmerso en la foria, el sujeto estético vuelve a encontrar el momento en que su configuracién prototipica hubiera podido instaurarse lo mismo como objeto que como sujeto, Por ello, en las representaciones figurativas algunas veces se ve al objeto estético transformarse en sujeto de un hacer estético, del que el sujeto mismo de la emocién podria tornarse a su vez en objeto, Por otra parte, frecuentemente se observa en el discurso que, cuando se trata de decidir sobre tal o cual valencia y no se puede acceder a un sis- tema axioldgico constituido o bien se le rechaza en principio, el sujeto opta por un discurso estético. Para un sujeto que no reconoce los valores insti- LLABPISTEMOLOGIA DB LAS PASIONES 29 tuidos, que menosprecia los que son generalmente aceptados, el mal se vuelve fealdad, el bien se vuelve belleza; es asi como el cinico, pero tam- bien el socialista revolucionario o el anarquista del siglo pasado son sensi- bles al éxito estético de una conducta moral (0 inmoral), del mismo modo en que, mediante una escenificacién caricaturesca, también buscan ex- hibir la fealdad de una conducta inmoral (0 moral) La tensién hacia lo uno, esta amenaza ~o esperanza de retorno al estado fusional, abre dos posibilidades que merecen ser sefaladas, En primer Tugar, la concepeién de la estesis como un “volver a sentir” cl esta- do limite y como espera de un retorno a la fusién, que descansa en la fidu- cia, permite prever, en el nivel discursivo, la existencia de una dimensidn estética. La dimensién pasional, construida a partir de la foria como su precondicién y que busca su manifestacién, tendria como contrapartida la dimensin estética que, por su parte, descansaria sobre la eventualidad esperanza 0 nostalgia de un retorno a la protensividad férica, un re- torno al universo indiferenciado postulado como precondicién de toda sig- nificacién, © La inestabilidad actancial Por otro lado, la inestabilidad de la escisin y la intercambiabilidad de los roles de sujeto y de objeto, observada en la manifestacién discursiva, hace pensar que, en el intervalo que separa al estado fusional del estado escindido, la aparicién de lo “doble” puede interpretarse como una prefigu- racién de la intersubjetividad, lo mismo que como la de la relacién sujeto/ objeto, Volviendo al modo en que la emergencia del sujeto protensivo ha sido contemplada, se puede decir que éste se ve atraido por dos fuerzas congruentes pero casi contradictorias: por un lado, la protensividad, en virtud de la cual el sujeto se diferencia del objeto y le procura una imagen de su “ipseidad”, y por el otro, la fiducia, esa manera de ser del “sujeto para el mundo”, que en la medida en que suspende esta diferenciaciin, le presenta una especie de “alteridad”. Basta con que prevalezca una u otra, Ja protensividad o Ia fiducia, para que Ia escisién de lo “uno” en lo “doble” conduzea, ya sea a un reforzamiento de las posiciones especificas del suje- to protensivo y de las “sombras de valor’, ya sea a la aparicién de dos “intersujetos”, y las respectivas posiciones, al no estar todavia fijadas, serfan intercambiables en razén misma de su imprecision, Asi pues, dentro de la foria aparecen, en un juego de intercambios ten- sivos, ya sea proyecciones de intersujetos, ya sea de los roles de sujeto y de objeto, a veces como dobles idénticos, a veces eomo dobles diferentes gra- cias a los cuales se construyen alternativa y congruentemente el sujeto para si y la intersubjetividad, Este juego de alternancias permitiria com- prender emo es que, al reanudar lazos con el estado fusional, el sujeto 30 LABPISTEMOLOGIA DE LAS PASIONES cstético guarda cierta imagen de alteridad, y por que la manifestacién dis- cursiva ancla la emocién estética en la intersubjetividad. El conjunto de esas formas protoactanciales parece provenir de una misma instancia: la tensividad fériea. Ahora bien, en el andlisis de discursos eoncretos, en especial de aquellos que despliegan recorridos de sujetos apasionadas, se encuentra frecuentemente una inestabilidad y una intercambiabilidad comparables de los roles actanciales; mas sorprendentemente ain, el imaginario del sujeto apasionado parece contener a veces toda una poblacién actancial cuyos papeles se intercambian y se cruzan. En el ir y venir indispensable entre la conceptuacién del nivel profundo y la mani- festacién discursiva, uno se ve obligado de hecho a suponer la existencia de un eco entre, por una parte, el funcionamiento protoactancial carac- teristico de la tensividad firica y, por otra parte, el funcionamiento actan- cial del imaginario del sujeto apasionado. Lejos de aparecer como un sim- ple actor que manifestarfa simulténeamente en cuanto tal varios roles actanciales, este tltimo adopta la forma de un verdadero sujeto diseursivo que hubiera “interiorizado” (0 “internalizado") todo wn juego actancial ‘mediante el cual la pasién serfa escenificada; mucho mejor que un sin- eretismo ordinario, ese sujeto a fin de cuentas se definirta principalmente por esta capacidad de suscitar toda la panoplia de roles actanciales nece- sarios para la escenificacién discursiva de la pasién. Esta propiedad no es pensable en el marco de la semistica, por supuesto- sino a condicién de instalar previamente en el espacio tensivo la posibilidad de una frag- ‘mentacién de lo “uno” en varios “protoactantes”, Es facil imaginar que, en el seno de la tensividad férica -hecha de tensiones de lo “uno” hacia lo “doble” por influencia del azar sobre la nece- sidad y de tensiones de lo “doble” hacia lo “uno” gracias a una recupera- cidn de la necesidad por encima del azar-, la masa forica tiende a polati- arse: todavia no se est4 frente a una verdadera polarizacién en euforia/ disforia, sino frente a la sola oscilacién entre “atraccién” y “repulsién”, ya que la polarizacién propiamente dicha no ocurriré més que en el momento de la categorizacién. La imagen de la puesta en marcha del sentido nos parece aquf apropiada: todo sucede como si el sentir minimo confirmara 0 invalidara al mismo tiempo la primera inflexién de la foria, como si oscila- ra entre la fusiGn, la escisién y la reunién. Una configuracién pasional, la de la “inquietud’, permite reconocer en el nivel del discurso una manifes- tacién de esta inestabilidad constitutiva, en la medida en que es una agi- tacién anterior a la euforia y a la disforia, que en cierto modo suspende la polarizacién. Al respecto, cabria sefialar que la inquietud impide toda evolucién de las tensiones de la foria y que, en consecuencia, obstaculiza Ja formacién de las “valencias” y toda firme orientacién de la protensivi- dad, Esta es la razén por la que el sujeto discursivo inquieto no tiene otra expectativa mas que la de controlar la oscilacién que lo arrastra; enfin, es LABPISTEMOLOGIA DE LAS PASIONES 31 la razén por la que la inquietud se presenta frecuentemente como una ‘eiergencia de la insignificancia en el nivel de la manifestacién discursive. El devenir y las premisas de la modalizacién El reconocimiento de Ia tensién propia de la foria permite considerar una primera representacién det engendramiento de las modalidades, desti- nadas a convertirse, en el nivel de la sintaxis narrativa, en las modaliaa- ciones del hacer y del estar-ser. La dificultad reside en que esas modali- dades, tal como las concebimos ~el querer, el deber, el poder y el saber-, son dependientes de la categorizacién rational, miontras que desde otra punto de vista, al considerar los efectos de sentido pasionales, parecen obedecer a otros modos de organizacién, més “configuracionales” que propiamente estructurales. Aqui se quisiera mostrar que, ya desde el nivel de las precondiciones de la significacién, Ia evolucién de la preten- sivided delinea, entre otras cosas, prefiguraciones tensivas de las cuatro modalidades, y que éstas que serfan guardadas en memoria para decirlo asi por el universo modal una vez categorizado- repercuten en el fun- cionamiento pasional de las modalidades, » Protensividad y devenir 1a escisién del protoactante indiferenciado no puede resistirse al rotorno a la fusién original més que a condicién de que la tome a su cargo una “orientacién” que se encuentra ya presente en el protoespacio-tiempo en el que se delinea el horizonte éntico. Tomando una cierta distancia, se puede considerar que, del conjunto de tensiones que animan la foria, las que son propicias a Ia escision y las que buscan la fusién pueden o equilibrarse 0 prevalecer unas sobre otras; en caso de equilibria, continda la oscilacién; si, por el contrario, las tensiones favorables a la fusién prevalecen, la ne- cesidad recupera sus derechos y la significacién no puede advenir. Por io que se ve, para que la significacién pueda desprenderse de la tensividad foriea, se requiefe que predominen las tensiones favorables # la escisién: sélo en ese easo puede delinearse la protensividad como una orientacién. Por otro lado, una orientacién como tal es la condicién necesaria para que la foria pueda prefigurar la sintaxis, ya que tinieamente este tipo de dese- quilibrio parece propicio al surgimiento del “cuasi sujeto” y de las valen- cias, Se podria llamar devenir al desequilibrio “positive” que es favorable ala escision de la masa férica, Para tratar de entender cémo es posible reconocer en la foria un esbo- 70 de sintaxis, nos parece stil convocar ahora esta nocién de devenir, poco utilizada en semistica, que presentaria la ventaja de hacer repereutir, en 32 LABPISTENOLOGIA DB LAS PASIONES el nivel epistemolégico, las manifestaciones de lo continuo observadas en Ja sintaxis discursiva. En su definicién comtin, como “paso de un estado a otro” o como “serie de cambios de estado”, el devenir no toma en cuenta 1a distincién entre estar y hacer, y subsume estados y transformaciones. En otras definiciones, mas filoséficas o casi semiéticas, en un nivel de andlisis en el que el cambio *humano” no se distingue todavia del cambio “natu- ral’, el devenir es presentado como el principio de un cambio continuo, una pura direccién evolutiva: algo llega a ser, algo deviene, podria decirse. Con respecto a las dos magnitudes discontinuas que son el estar y el hacer, el devenir serfa, en cierto modo, una precondicién y wn sineretismo susceptible de ser resuelto; entre el “cuasi sujeto’ y las “sombras de va- lor’, no es cuestién de una juneién, ni de estados y transformaciones, sino de una tensién fiduciaria, dinamizada por las oscilaciones de Ja atraccién y de la repulsién y desequilibrada en favor de la escisin. Si se entiende la protensividad como el efecto modal arcaico de la escisién en el espacio de la foria, el devenir seria la versin “positiva” propicia a la aparicién de la significacién, De hecho, poca distancia separa a esas nociones: “protensividad”, “orientacién” y “devenit” designan, aproximadamente y con enfoques di ferentes, la misma cosa; la protensividad es el primer efecto modal de la «scisin, Ia orientacién es su propiedad figural, el devenir es el producto de un desequilibrio de las tensiones que confirma la escisiGn, Ademas de ser intuitivamente més manejable que el de “protensividad’, el término “devenir” ofrece una doble ventaja. Por una parte, en tanto precondicién perteneciente al nivel epistemolégico, invita a afinar el andlisis de la pro- tensividad; en efecto, obliga a pensarla simulténeamente como orien: tacion y evolucién, es decir, como portadora de una historicidad. En ese sentido, el devenir es compatible con las hipétesis referentes a la evolu- iin antropoldgica y biol6gica. Por supuesto, lo anterior no significa que constituye una “cabeza de puente” para una eventual invasién teérica sino, de manera més prudente, que en ese nivel de la construccién teérica el de las precondiciones de la significacién— es posible una discusién respecto de tales hipstesis. Por otra parte, con respecto a la manifestacién discursiva, donde el término conserva alguna pertinencia, designa el despliegue y desarrollo espacio-temporal; sin embargo, en ese nivel, en el «que una aspectualizacién concebida como la gestién del continuum discur- sivo es suficiente para dar cuenta de tales efectos de superficie, parece re- dundante el uso de ese término, En cambio, en el nivel de las precondicio- nes, al seleccionar un principio de orientacién unilateral y de evolucion de entre todas las tensiones foricas, crea el efecto de “apuntar hacia un objeti- to” (visée] en virtud del cual resulta pensable una sintaxis, en particular sise piensa que es posible descomponer el efecto de apuntar en un efecto origen (el sujeto) y un efecto fin (el objeto). [LAEPISTEMOLOGIA DE LAS PASIONES 33 «© Las modulaciones del devenir La resolucién de ese sincretismo tomard sucesivamente dos vias: primero, Ja de la modulacién y, después, la de la discretizacién que engendraré las ‘modalizaciones. La primera constituirfa una prefiguracién de la aspectua- lizacién discursiva. La segunda, al reelaborar los resultados de la modu- Jacién, estableceria, por una parte, el vinculo entre las variaciones de la tensién en el espacio de Ia foria y, por la otra, la categorizacién modal puesta en actividad en el nivel narrativo, El tratamiento aplicado al de- venir obedece a los dos grandes procedimientos utilizados hasta hoy en dia en materia de tratamiento de lo continuo: una demareacién de las variacio- nes tensivas, que revela las modulaciones, y una segmentacién, que hace parecer las unidades diseretas. Por el momento nos interesa mas la de- rmareacién, que obedece & una Logica de las aproximaciones y procede por traslapos y rupturas de tensiones, dando asi lugar a fases de aceleracién o de desaceleracion, a origenes y fines, a aperturas y cicrres, a suspensiones o demoras. Estas variaciones, propiedades intrinsecas del devenir, se en- cuentran inscritas en su definicién misma; en efecto, puesto que el devenir no es mas que un “desequilibrio favorable’, las tensiones en favor de la escisién no prevalecen sino globalmente para un “observador” situado a cjerta distancia, mientras que, de cerca, para un “observador” préximo, los retornos, los desequilibrios inversos arriesgan localmente la continuidad de la evoluciin. De algtin modo, es posible concebir las modulaciones del devenir como cierta manera de manejar simulténeamente la heterogenei- dad de las tensiones y la homogeneidad global de la orientacién, Por ejemplo, el prototipa del querer podrfa provenir de una “apertura” que actualizara el efecto de “apuntar hacia un objetivo” y seria reconacible en ese nivel tensive merced a una aceleracién del devenir; cada nueva aparicién del querer, cualquiera que fuera su posicién, provocaria una nueva apertura 0 una nueva aceleracién. En cambio, el prototipo del saber cerraria el devenir y actualizaria un efecto de “prensién”, inverso al efecto de “apuntar hacia un objetivo", detendria el curso del devenir para medi su evolucién. Como se veré mas adelante, la extensién de esta mo- ddulacién a la totalidad del espacio de la foria, mediante la estabilizacién de las tensiones, abriré la posibitidad de una racionalizacién eognoscitiva del universo do sentido. En cuanto al prototipo del poder, éste se encuentra encargado de “mantener el curso” del devenir, de acompaniar a sus fluctua- ciones para conservar el desequilibrio favorable a la escisién, Adem, las tres modulaciones —"abriente”, “clausurante” y “cursiva’- prefiguran lo que, en el nivel del discurso, se convertiré en la triada aspectual “incoati- vollurativo/terminativo”; aunque es preciso notar que, en tanto forma dis- cursiva del proceso, la triada aspectual tiene poco que ver con las tres rodalizaciones aqui evocadas: por supuesto, ambas triadas tienen el mis 34 LABPISTENOLOGEA DEAS PASIONES ‘mo fundamento, pero se obtienen mediante dos procedimientos totalmente diferentes, En efecto, si se aplica la categorizacién a partir de las tres mo- dulaciones del devenir, se les hace seguir el recorrido generativo y se con- vierten en modalizaciones en el universo semionarrativo; en cambio, si se convoca a esas mismas modulaciones para discursivizar los procesos, en- tonces reaparecen en el nivel de Ia manifestacién como “aspectos”. Esta presentacién ofrece la ventaja de una economia de medios (un tinico con- cepto y dos procedimientos muy generales), al tiempo que distingue entre la conversién, reservada al recorrido generativo, y la convocacién enuncia- tiva, reservada a la discursivizacién, tanto de las variaciones de la tensivi- dad forica como de los productos del recorrido generative propio del nivel semionarrativo, Sin embargo, es preciso sefialar que ella supone una re- presentacién de la economia general de la teoria en.tres “médulos” ligados mediante operaciones: el de las precondiciones, el de lo semionarrativo y el del discurso, Regresaremos a este tema mas adelante En cuanto al prototipo del deber, éste se presentaria como una sus- pensién del devenir, en el sentido de que lo transforma en otra necesidad; cen lugar de la fusién de lo “uno”, propone la coherencia del “todo”, ya que ‘una vez establecido el principio de la escisién, otro peligro amenaza: el de la dispersién. En efecto, si nada se opone a las fuerzas dispersivas puestas en marcha por el primer estremecimiento del sentido, después de la insignificancia de lo “uno” se instalaré otra insignificancia, la del caos, es decir, la de la escisién indefinida, uno de cuyos efectos lo hemos encontra- doen la agitacién desordenada y estéril que caracteriza a la inquietud. Bl prototipo del deber se opone a este peligro como una fuerza cohesiva que busca constituir una totalidad de tensiones; en la practica, esto equivale a adoptar, con respecto al devenir, el punto de vista del observador distante que, como se ha visto, homogeneiza los avatares de Ia foria y desdetia las variaciones y las fases. En resumen, el prototipo del deber procederia mediante la “puntualizacién” de la modulacién, neutralizando con ello los efectos “abrientes”, “clausurantes” y “cursivos", ‘Tal hipétesis permitiria dar cuenta del funcionamiento muy peculiar de la modalizacién resultante. « Modulaciones, modalizaciones y aspectualizaciones La preeminencia del incoativo en Capitale de Ia douleur, que hemos interpretado como la manifestacién de una valencia, tomarfa aqui todo su sentido: sefialarfa el dominio de un prototipo del querer, la modu- lacién “abriente” y su efecto de “apuntar hacia un objetivo”, que en esa recopilaciOn aparece muy explicitamente como una resistencia a la ne- cesidad. De manera més general, al entrar en el texto por via de sus va- riaciones o de sus elecciones aspectuales, es posible reconocer formas dominantes de la tensividad; en la medida en que esas elecciones defi-

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