Capitulo 10
Asignatura pendiente:
la mujer y la Iglesia
PREGUNTAS DESAFIANTES
¢ &Por qué la Iglesia catélica es el inico dmbito social de
Occidente donde la mujer estd discriminada, y no tiene los
mismos derechos y deberes que el hombre?
¢ ¢Por qué la Iglesia catélica piensa que las mujeres no son
capaces de ser buenos sacerdotes?
¢ &Por qué no sigue el ejemplo de las Iglesias hermanas
(anglicanos, luteranos, baptistas, adventistas, metodistas,
evangélicos, y de todas las Iglesias reformadas), que si tienen
sacerdotes y obispos mujeres?
¢ Si Jestis abrié nuevas oportunidades para las mujeres, ¢por
qué mandar en la Iglesia es cosa de hombres?
¢ &Por qué la Iglesia ha defendido a lo largo de los siglos una
vision patriarcal y machista de la sociedad, la familia, la
economia y la politica?
En los albores de la historia de la humanidad, los roles del
hombre y la mujer estaban rigurosamente divididos. A los hombres
les correspondia la responsabilidad, la autoridad y la presencia en la
esfera publica —la politica y las leyes, hacer la guerra y ostentar el
poder- mientras las mujeres se encargaban del hogar, la familia y la
educacién. Algunas mujeres excepcionales rompieron el molde,
pero la norma para la mayoria era clara, sobre todo en las
sociedades agricolas.
La division de roles tenia una base filosofica: tanto los autores
del libro del Génesis como el fildsofo griego Aristételes creian que
era el hombre el que proporcionaba la semilla para la procreacion, y
la mujer era solo la portadora pasiva. La ovulacién de las mujeres
tard6 2.000 afios en ser descubierta y verificada por la ciencia.
Como seifiala la filsofa Prudence Allen:«En la historia de la filosofia, la ignorancia de que la
aportacion de la mujer a la procreacion es equiparable a la del
hombre condujo a una desvalorizacién sistematica, casi
ideoldgica, de la dignidad de la mujer durante mas de dos mil
afios. La visidn del hombre como naturalmente superior a la
mujer impregné las actitudes filosdficas, cientificas y
culturales. Hizo dafio a las mujeres y a las nifias de muchas
maneras, algunas ocultas y otras no tanto. No era facil
oponerse a las pruebas que lo “demostraban”. Muchos
hombres preferian pensar que eran superiores por naturaleza a
las mujeres».
En los tiltimos cien ajios la situacién ha empezado a darse la
vuelta. Ahora muchas mujeres se ven a si mismas como
naturalmente superiores a los hombres. Esto les ha llevado a
desvalorizar la dignidad del hombre de forma prdcticamente
ideoldgica. Hoy, la verdad sobre las mujeres y los hombres es bien
conocida. No hay excusa para no defender la igual dignidad y las
diferencias significativas entre mujeres y hombres.
Al mismo tiempo, los roles de género y clase fueron sacudidos
por la industrializacion, la migracién masiva, la urbanizacién y la
movilidad social de los siglos XVIII y XIX. A comienzos del siglo
XxX, las mujeres exigian igualdad, incluyendo el derecho al voto y al
trabajo, a recibir educacion y acceder al mercado laboral, asi como
el mismo estatus y salario que los hombres, y un espacio en la
esfera ptiblica como ciudadanas de pleno derecho, no como meros
apéndices.
Hoy muchas mujeres tratan de conciliar la vida laboral con los
compromisos familiares. Pero el feminismo, el movimiento por la
emancipacién de la mujer, ha causado divisidn en torno a
cuestiones profundamente arraigadas sobre identidad y sexualidad.
Algunos consideran que la igual dignidad no debe significar emular
alos hombres, sino lograr que se produzcan cambios sociales que
permitan a las mujeres conservar las diferencias; la igualdad, desde
este punto de vista, no significa suprimir lo que hace a las mujeresdiferentes de los hombres. Otros, influidos por las nuevas teorias de
género, afirman que no hay diferencia entre sexos: el género es una
«construccién», y la fertilidad y la crianza de los hijos son
obstaculos a la plena integracion de la mujer.
También influye el paternalismo de organismos nacionales e
internacionales, que desean buscar la igualdad hombre y mujer a
base de imposiciones. El periodista irlandés se ha lamentado de que
algunas politicas por la igualdad —por ejemplo, las que desean
favorecer el empleo femenino— sean discriminatorias. Aunque
muchos estudios sociales han confirmado que solo un 20 por ciento
de las mujeres quiere trabajar a jornada completa durante toda su
vida laboral (otro 20 por ciento quiere quedarse en casa con sus
hijos con dedicacién completa, y el 60 por ciento restante desea
algo intermedio), muchos gobiernos de la UE centran sus politicas
en el 20 por ciento de mujeres que quiere trabajar a jornada
completa. De nuevo, se niega el dato empirico de que distintas
mujeres quieren cosas distintas porque los politicos de izquierdas
creen que solo se puede lograr la igualdad entre hombres y mujeres,
si unos y otros trabajan el mismo nimero de horas por semana en
los mismos empleos.
Las mujeres catdlicas, con el apoyo de los obispos de todo el
mundo en el Concilio Vaticano II, han defendido con denuedo el
primer tipo de feminismo, y normalmente se han posicionado en
contra del segundo. A menudo se ven atrapadas entre dos fuegos: la
critica feminista contra la Iglesia, que distorsiona la realidad; y una
Iglesia a la que le queda todavia un largo camino hacia el
reconocimiento del papel que corresponde a la mujer en sus
estructuras.
Lo que se discute no es si la mujer ha tenido y tiene una
presencia destacada en la oraci6n, la piedad y en la tradicion del
cristianismo, sino del lugar de las mujeres en la vida publica de la
Iglesia, y de las mujeres catdlicas en la sociedad en general. No
cabe duda de que en la Iglesia se ha contribuido, en algunos
momentos, a la marginaci6n de la mujer. En su Carta a las mujeres,
de 1995, san Juan Pablo II sejialaba que la mujer ha sido«despreciada en su dignidad, olvidada en sus _prerrogativas,
marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud», y a
continuacion pidid perdén porque «no han faltado, especialmente
en determinados contextos histdricos, responsabilidades objetivas
en no pocos hijos de la Iglesia».
También la voz del papa Francisco se ha levantado en defensa
de la mujer. En la Amoris laetitia (2016) sefiala:
«Aunque hubo notables mejoras en el reconocimiento de
los derechos de la mujer y en su participacion en el espacio
publico, todavia hay mucho que avanzar en algunos paises
(...). La violencia verbal, fisica y sexual que se ejerce contra
las mujeres en algunos matrimonios contradice la naturaleza
misma de la unién conyugal. Pienso en la grave mutilacion
genital de la mujer en algunas culturas, pero también en la
desigualdad del acceso a puestos de trabajo dignos y a los
lugares donde se toman las decisiones (...), pero recordemos
también el alquiler de vientres o la instrumentalizacién y
mercantilizaci6n del cuerpo femenino en la actual cultura
medidatica».
La Iglesia es un blanco particularmente facil de la critica
antipatriarcal, pues el sacerdocio catélico es masculino y los
puestos clave de toma de decisiones estan reservados a los clérigos.
A la Iglesia se le acusa no solo de que los hombres estén al mando,
sino de proteger sus propios intereses de poder. Desde este punto de
vista, este «patriarcado» solo puede desaparecer con la admision de
la mujer al sacerdocio.
Sin embargo, muchas mujeres catdlicas -exitosas desde
cualquier punto de vista— explican que hay solidas razones
teoldgicas para un sacerdocio exclusivamente masculino que no
tienen que ver con el poder, y que cuestionan la visidn del ser
humano que esta implicita en los discursos igualitarios. Para ellas,
la igualdad de dignidad y estatus no supone emular roles
tradicionalmente masculinos, sino permitir que las perspectivasfemeninas tengan la misma cabida en la Iglesia. A esto apelo el
papa Francisco en una entrevista de septiembre de 2013 cuando
dijo: «Necesitamos ampliar el espacio a una presencia femenina
mas incisiva dentro de la Iglesia».
Una reunion de mujeres organizada por el Consejo Pontificio de
la Cultura en febrero de 2015 sefial6 en su documento conclusivo,
«Las culturas femeninas: igualdad y diferencia», lo siguiente:
[Las mujeres] «muchas veces desempejian cargos
directivos con tanta dedicacién como los hombres; y a veces
incluso mas, porque a menudo recae sobre ellas la atencién a
sus familias. Gracias a su esfuerzo, esas mujeres han alcanzado
puestos de prestigio y responsabilidad en sus empresas y en la
sociedad, y en cambio no sucede lo mismo en la comunidad
eclesial. En su horizonte no esta el sacerdocio femenino (que,
por otra parte, segtin las estadisticas, interesa mas bien poco a
las mujeres). Si -como dice el Papa— las mujeres tienen un
papel central en el cristianismo, este papel tiene que tener su
correspondencia en la vida ordinaria de la Iglesia».
Intencién positiva
La vision feminista de la sociedad y la tradicién cristiana tiene
sus raices en las ideas emancipadoras de la Ilustracién, pero
también en el cambio de conciencia que tuvo lugar como
consecuencia de la Encarnacion. El origen divino de la igualdad de
dignidad de hombre y mujer —asi como su diferencia— est4 recogido
en las palabras del Génesis: «Hombre y mujer los cred». La
busqueda de la verdadera igualdad es la expresi6n complementaria
de esa revelacion divina.
La mujer y la Iglesia: un breve recorrido histérico
La idea de que la mujer, al igual que los hijos, es propiedad del
hombre estaba ampliamente extendida en las sociedades de la
Antigiiedad; esto hace del desafio del cristianismo a esa idea algotodavia mds destacable. E] Evangelio abrié nuevos horizontes para
las mujeres. El relato de la encarnacién de Lucas describe los
personajes femeninos con cierto paralelismo al de los masculinos,
pero invirtiendo sus roles sociales: en la narracion de Lucas, los
hombres permanecen callados, se quedan sin habla o piden que se
les deje ir en paz, mientras que las mujeres se regocijan ante los
actos de Dios, dicen lo que piensan y profetizan.
Las mujeres del Evangelio, y sobre todo Maria, recuerdan a
muchas de las mujeres ocultas en el Nuevo Testamento que dejaron
su impronta en la historia, a pesar de los grandes esfuerzos del
discurso masculino dominante. Esta Miriam, que tenia la misma
posicion de lider que Moisés y Aar6n en el éxodo de Egipto, que
canta la cancion de la liberacién de la que se hizo eco mas tarde
Maria; o Débora, una de las dirigentes o Jueces elegidos por Dios
que encabez6 un ejército contra el enemigo de Israel, algo parecido
a como Juana de Arco, siglos mas tarde, lideré las tropas en el
campo de batalla en la Francia del siglo XVI.
Jestis fue extraordinariamente receptivo, respetuoso y
agradecido con las mujeres. Las contaba entre sus discipulos mas
importantes y sus acompajfiantes mas queridos (Lucas menciona a
Maria Magdalena, Juana, Susana y «muchas otras»). Hay también
varias mujeres que desempefian diferentes funciones de
responsabilidad alrededor de Jesus. Ellas —a diferencia de los doce
apostoles— no abandonaron a Jestis en el momento de su Pasion.
Maria Magdalena destaca especialmente, la primera en presenciar y
anunciar la Resurrecci6n.
Es un hecho constatado que el cristianismo resultaba atractivo
para las mujeres, y cambio la forma en que eran tratadas: la ética
sexual cristiana, por ejemplo, diferia de las normas paganas en no
considerar la infidelidad del marido como una conducta menos
grave que la de la mujer. Y, en un tiempo en el que el divorcio era
un privilegio de los hombres —de acuerdo con la ley de Moisés, una
mujer no se podia divorciar de su marido-, la insistencia de Jesus
en el matrimonio como un vinculo para toda la vida suponia una
ensefianza a favor de la mujer. «Rompiendo las barreras sociales yreligiosas del momento, Jestis restituy6 a la mujer en su dignidad
plena como ser humano ante Dios y ante los hombres», dijo san
Juan Pablo II en 1979. «La forma de actuar de Cristo, el Evangelio
de sus palabras y obras, es una solida protesta contra todo aquello
que vulnere la dignidad de la mujer».
La doctrina de san Pablo de que en Cristo no hay hombre ni
mujer, libre ni esclavo no cuestion6 el rol social de la mujer, como
no buscé activamente acabar con la esclavitud. Pero elevé su
estatus, al insistir en que son creadas a imagen de Dios y redimidas
en Cristo, y deben por ello ser tratadas con soberano respeto, y
sento asi las bases de su posterior emancipacién. Los movimientos
modernos por los derechos de la mujer son el resultado de este
principio.
En la Iglesia primitiva, las mujeres desempefiaban funciones
diversas: ensefiar, predicar, realizar profecias, preparar para el
Bautismo, acoger las ceremonias de la Iglesia. El relato de los
Hechos de los Apéstoles sobre Lidia, primera bautizada y
convertida de Europa —o sobre Tabita, una mujer soltera— muestra
cémo habian cambiado los roles sociales en poco tiempo. Alli
donde se extendié el Evangelio, las mujeres estaban entre los
primeros y mas destacados discipulos, y desempefiaban papeles
cruciales en el desarrollo de la incipiente Iglesia. A lo largo del
mundo mediterrdneo del primer siglo encontramos mujeres que se
convierten y sirven a la comunidad cumpliendo funciones que
normalmente solo les habrian correspondido fuera de la comunidad.
Los datos histéricos sugieren, de hecho, que el cristianismo se
extendid en primer lugar entre las mujeres, los esclavos y los
nacidos extranjeros —precisamente aquellos excluidos de la vida
publica— y, a través de ellos, a las clases mas altas.
Esto sucedié incluso mientras el sacerdocio se desarrollaba
como una institucién masculina, basada en la eleccién de Jestis de
hombres como apostoles. La Iglesia primitiva consideraba esto
como una forma de respetar el mandato de Jestis. Asi como Jestis
instauro el sacramento del bautismo con agua, establecié el
sacramento del orden sacerdotal con hombres. El hecho derestringir el sacerdocio a los hombres no significa afirmar nada en
favor de las dotes de los hombres en contraposicion a las de las
mujeres; es obvio que las mujeres pueden ejercer el liderazgo y ser
buenos ministros —-como demuestran las Iglesias protestantes—, pero
eso no significa que puedan ser sacerdotes catdlicos. Dado que
Jestis y la Iglesia primitiva abrieron espacios para las mujeres a
pesar del patriarcado entonces imperante, y dado que las
«sacerdotisas» eran una caracteristica de las religiones paganas de
aquel tiempo, la eleccion es mas llamativa y reveladora.
Lo que esta claro es que el sacerdocio masculino no impidio el
avance de las mujeres. Esto era atin mds evidente en una nueva
forma de sociedad que introdujo el cristianismo, el monacato, que
en muchos modos desafio las formas tradicionales de organizacion
social de la antigiiedad. Los monasterios implicaban una separacién
fisica de la familia y la ciudad por voluntad propia, una opcién por
vivir de acuerdo con los principios universales del Evangelio. «En
ningun dmbito», sefiala Larry Siedentop, «se ve esto tan claramente
como en el estatus y tratamiento de las mujeres». La creacién de
comunidades ascéticas de mujeres, que mds tarde se convirtieron en
conventos -sefiala—, «significé la salida de la mujer de su antigua
familia, de la permanente subordinacion del ambito doméstico».
Como escribe la historiadora francesa Régine Pernoud, «En casi
toda Europa, la conversion de un pueblo comenzo por la accién de
una mujer». Las mujeres desempejiaron papeles relevantes en los
siglos VII, VIII y Ix, cuando los monasterios guiaron la expansion de
la Iglesia en Europa. Mas de treinta abadesas fueron proclamadas
santas por la Iglesia antigua. Estaban a menudo al frente de
extensas regiones agricolas, crearon centros de ensefianza,
convocaban sinodos y dirigian y guiaban a enormes comunidades
de hombres y mujeres.
La importancia de estas grandes mujeres no reside solo en que
eran santas e inspiradoras, sino en que fueron lideres en el sentido
modemo de la palabra. Abadesas como Hildegarda de Bingen
fueron consultadas por obispos y papas, ejercieron una autoridad
real y tuvieron una enorme influencia, a través de los cargos quedesempejiaron y de sus dones de ensefianza y predicacidn, no solo
en sus propias comunidades, sino en la Iglesia en general. Si el
sacerdocio masculino o las doctrinas del cristianismo hubieran
supuesto la subordinacién y exclusién de la mujer, habria sido
imposible que esto ocurriera. Las mujeres ocuparon altos cargos en
la Iglesia, como lo hacen ahora: el movimiento de los Focolares,
creado en el norte de Italia tras la Segunda Guerra Mundial, y que
hoy aglutina a cientos de miles de personas en todo el mundo, tiene
miembros masculinos y femeninos, pero, de acuerdo con su propio
estatuto, debe ser dirigido por una mujer.
Esto no quiere decir que las mujeres hayan sido tratadas como
iguales en la historia de la Iglesia, ni que no hayan sido
discriminadas, sino que, a pesar de los obstaculos del patriarcado y
la misoginia extendidos en la sociedad, hubo sitio en la Iglesia para
mujeres sensacionales; y que el sacerdocio masculino no supuso
por si mismo un obstdculo para que desempejiaran esas funciones.
Las comunidades religiosas femeninas de la Edad Media dieron
oportunidades de educacion e influencia que se negaban a todas las
mujeres de la época con excepcidn de las pertenecientes a la
aristocracia.
Desde el papel de Maria madre de Jesus, theotokos («portadora
de Dios»), a las mujeres discipulas de los relatos del Evangelio,
desde las virgenes martires de los primeros siglos del cristianismo a
las grandes doctoras de la Iglesia (Catalina de Siena, Teresa de
Avila, Teresa de Liseaux, Hildegarda de Bingen, Edith Stein), todo
ello demuestra el profundo respeto y reconocimiento de la Iglesia a
las mujeres. El catolicismo ha integrado el gran don de la feminidad
mucho mejor que otras creencias y confesiones. El psicoanalista
suizo Carl Jung calificé la proclamacién del Dogma de la Asuncién
por Pio XII en 1950 como el acontecimiento religioso mas
importante de los ultimos 400 ajios, al reincorporar —a su entender—
el elemento femenino en la interpretacién humana de la naturaleza
de Dios que habia sido rechazada o minimizada en el cristianismo
posterior a la Reforma.
En el Concilio Vaticano II, la busqueda actual demanifestaciones de la igual dignidad de las mujeres se plasm6 en
muchos documentos. Advirtiendo que «las mujeres ya actian en
casi todos los campos de la vida», la Gaudium et Spes sefiala que
«todos deben contribuir a que se reconozca y promueva la propia y
necesaria participacion de la mujer en la vida cultural». En la
Pacem in terris, san Juan XXIII también observo que era «un hecho
evidente la presencia de la mujer en la vida ptiblica», y sefialé: «La
mujer ha adquirido una conciencia cada dia mds clara de su propia
dignidad humana. Por ello no tolera que se la trate como una cosa
inanimada o un mero instrumento; exige, por el contrario, que,
tanto en el dmbito de la vida doméstica como en el de la vida
publica, se le reconozcan los derechos y obligaciones propios de la
persona humana».
Los documentos del beato Pablo VI contienen algunas de las
declaraciones incondicionales de los derechos de la mujer mas
claras que se hayan encontrado hasta el momento, instando al
reconocimiento de los derechos civiles de la mujer en plena
igualdad con el hombre, y a la aprobacion de leyes que permitan a
las mujeres desempefiar el mismo papel profesional, social y
politico que los hombres. Esto se aplicaba a las estructuras de la
Iglesia también, como aclaré el beato Pablo VI en 1970. «Es
evidente que la mujer esta llamada a formar parte de la estructura
viva y operante del cristianismo», dijo en 1970, y afiadid que
«todavia no se habian evidenciado todas sus potencialidades».
La mujer en la Iglesia hoy: un viaje inacabado
Al conmemorar los cincuenta afios de la apertura del Concilio
Vaticano II, el papa Benedicto XVI record6 a la Cristiandad los
mensajes que el beato Pablo VI dio en su clausura a personas de
diversa condicién. Uno de los que trajo a colacién se dirigia a las
mujeres, y terminaba con el siguiente llamamiento:
«Mujeres, vosotras sabéis hacer la verdad dulce, tierna,
accesible: dedicaos a hacer penetrar el espiritu de este Concilioen las instituciones, las escuelas, los hogares y en la vida de
cada dia. Mujeres del mundo entero, cristianas 0 no creyentes,
a quienes os esta confiada la vida en este momento tan grave
de la historia: a vosotras toca salvar la paz del mundo».
Al reproducir el mensaje, el papa Benedicto reconocié que era
una tarea atin pendiente, y que el mundo lo necesitaba tanto, o mas,
como en la clausura del Concilio.
En los tltimos afios —desde el Concilio e incluso mucho mas
recientemente— las mujeres han llegado a desempefiar papeles muy
importantes en la direccién de las organizaciones de la Iglesia.
Hasta 1953 no hubo ninguna mujer trabajando en la Curia Romana,
pero, hacia el final del pontificado de san Juan Pablo II en 2005, las
mujeres constituian el 21 por ciento del personal del Vaticano. En
una reunion en 2006, Benedicto XVI se pregunté en voz alta si no
seria justo hacer mas espacio en el servicio ministerial, para asignar
mas cargos de responsabilidad a mujeres.
En 2015 el nimero de mujeres trabajando en el Estado de la
Ciudad del Vaticano se habia duplicado (371 en 2014, por encima
de los 194 de 2004), aunque la mayoria de ellas ocupaban puestos
auxiliares; en esa misma fecha, en la Santa Sede trabajaban 391
mujeres (tres afios antes eran 288), de las cuales el 40 por ciento
ocupaban puestos profesionales. La proporci6n, en ambos casos, se
mantenia similar (20 por ciento) a la del afio 2005. Solo habia dos
mujeres desempefiando funciones directivas, ambas ejerciendo
como subsecretarias (tercer cargo dentro de un dicasterio).
Es demasiado poco, aunque los porcentajes de mujeres en los
puestos de alto nivel en el mundo empresarial tampoco son
halagiiefios. En octubre de 2011, las mujeres solo suponian el 14
por ciento de los puestos de alta direccién en las empresas de
Fortune 500. En 2015, en la mayoria de las empresas de las 20
mayores economias mundiales, las mujeres integraban entre el 10 y
el 20 por ciento de sus consejos de administracién.
En realidad, la carencia de mujeres con responsabilidades en el
Vaticano refleja la relativa escasez de puestos de gobierno abiertosa los laicos, debido a la confusion del gobierno con la ordenacion.
En otras palabras, parece dominacién masculina y es en realidad
dominaci6n clerical. Esto es especialmente cierto en el Vaticano,
donde los puestos de responsabilidad estan tradicionalmente
ocupados por obispos o sacerdotes, incluso en funciones para las
que el cardcter sacramental no era indispensable.
El Vaticano es, en este sentido, mucho mds un «club clerical»
que un ambiente misdgino, y su organigrama actual lo demuestra.
Se trata -como él mismo ha declarado— de una de las grandes
preocupaciones del papa Francisco. Algunos pasos se han dado: por
ejemplo, en 2014 el Papa designo a la socidloga Margaret Archer
como presidenta de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales;
nombro por primera vez a una mujer, la religiosa Maria Melone,
rectora de una universidad pontificia; y eligid a cinco mujeres para
integrar la Comision Teoldgica Internacional. Pero son gestos que
tienen mas valor simbdlico que transformador. Hay muchas
posiciones que no necesariamente estan ligadas al sacerdocio, y que
sin embargo no se han confiado a mujeres: representaciones
diplomaticas ante organismos civiles como Naciones Unidas;
jueces y magistrados; gerentes econdmicos, y un largo etcétera.
Esto podria estar a punto de cambiar con la reestructuracion de
la curia que esta llevando a cabo el Consejo de nueve cardenales de
Francisco, llamado «C9». Uno de los principios de esa reforma es
que solo serén desempefiadas por sacerdotes aquellas funciones que
especificamente lo requieran, dejando abiertas el resto a personas
laicas, incluyendo, por supuesto, a mujeres. El presidente del C9, el
cardenal Oscar Rodriguez Maradiaga, sefiala: «El Espiritu empuja
en esta direccién. Cada dia mas y mas laicos, hombres y mujeres,
asumen su responsabilidad de ser los lideres de la Iglesia».
Bajando al terreno de las didcesis, donde estan la mayoria de los
catdlicos, es evidente que la Iglesia esta a la cabeza del resto de la
sociedad en cuanto a mujeres ocupando puestos de liderazgo.
En las didcesis, las parroquias, las organizaciones benéficas y
las escuelas, las mujeres estén desempefiando funciones
ministeriales dentro de la Iglesia «con unas tasas que superan amenudo a las de instituciones comparables del mundo laico», sefiala
el periodista John Allen. Observando las tendencias actuales, Allen
pronostica: «En el dia a dia, la realidad sociol6gica probablemente
llevar a que el grueso de los servicios pastorales ofrecidos por las
parroquias, escuelas, hospitales y otras instituciones catdlicos sean
prestados por mujeres. Al margen del sacerdocio y el episcopado, el
ministerio en la Iglesia catdlica se convertira progresivamente en un
“trabajo de mujeres”».
Las estadisticas oficiales del Vaticano muestran que el total de
clérigos y laicos implicados en el apostolado de la Iglesia pasé de
1,6 millones en 1978 a 4,3 millones en 2005, de los que alrededor
del 90 por ciento eran laicos. Esto significa que el nimero de
personas laicas ocupando actualmente puestos ministeriales en la
Iglesia catdlica de todo el mundo supera al numero de clérigos por
un amplio y creciente margen. La gran mayoria de estos puestos
ministeriales —profesores, catequistas, agentes de pastoral— son
ocupados por mujeres. Fuera de los ministerios laicales, la
proporcion de mujeres es menor pero sigue siendo muy alta: en la
administraci6n diocesana, por ejemplo, ocupan casi un 50 por
ciento de todos los puestos, y casi una tercera parte de todos los
puestos ejecutivos en ONG, hospitales, etc., son ocupados por
mujeres.
Pero la mayoria de las mujeres catdlicas no trabajan para la
Iglesia. Muchas se encuentran en los niveles mds altos de la vida
publica. Lejos de sentirse cohibidas por su fe para asumir esas
funciones, muchas aluden a su fe como motivacién para
comprometerse en el hogar, en su comunidad parroquial y en el
mundo. Muchas otras mujeres dan testimonio de otras maneras mas
ocultas. Kim Daniels, de Catholic Voices USA, alaba la vida de una
mujer fallecida recientemente en su parroquia. Tuvo nueve hijos y
23 nietos y «form6 parte de nuestra parroquia y de su historia tanto
como fue posible». Su meérito esté en haber hecho algo
profundamente contracultural, y particularmente catélico: eché
raices en un sitio concreto, y permanecio alli. Al comprometerse
con una parroquia, ella y otras como ella ayudaron a construir unacomunidad sdlida a la que las personas podian acudir. Gracias a ese
compromiso, hoy cuentan con una escuela floreciente, para educar
a sus hijos; con un lugar para servir a los demas en su propio
vecindario, y donde entablar amistades verdaderas y duraderas en
un entorno cada vez mds efimero y desestructurado. Dado que las
parroquias por su propia naturaleza enraizan lo sagrado en el dia a
dia -el santo sacrificio de la Misa tiene lugar justo después de que
suene el timbre, y justo antes de que se planifique la venta benéfica
en el sétano-, la santidad se convierte en una parte visible de la
vida diaria.
El reto real es cOmo compaginar el acceso al mundo laboral —
que muchas mujeres no pueden abandonar- con las obligaciones
familiares —que las mujeres no quieren abandonar (ni la familia lo
resistiria)-. Como sefiald el Papa Francisco en enero de 2014:
«¢Cémo es posible crecer en la presencia eficaz en tantos ambitos
de la esfera publica, en el mundo del trabajo y en los lugares donde
se toman las decisiones mds importantes y, al mismo tiempo,
mantener una presencia y una atencién preferencial y del todo
especial en y para la familia?».
Por qué los sacerdotes catélicos son varones
El hecho de que el sacerdocio catdlico sea masculino no es una
cuesti6n administrativa, sino una doctrina esencial de la Iglesia. Por
eso, la admisién de mujeres al sacerdocio es algo mds que una
cuestién académica. Varios papas han aclarado que la eleccién de
los hombres para el sacerdocio pertenece al deposito de la fe que
corresponde a la Iglesia mantener. No existe ningtin poder o
mecanismo por el que se pudiera admitir a las mujeres en el
sacerdocio; la Iglesia «no puede hacer nada» al respecto. El papa
Juan Pablo II declard en 1994 que «la Iglesia no tiene en modo
alguno la facultad de conferir la ordenacion sacerdotal a las
mujeres» y sefiald que este dictamen debia «ser considerado como
definitivo por todos los fieles de la Iglesia». Los papas no hacen
este tipo de declaraciones si no estén seguros de que no serdncontradichos en el futuro.
Otras muchas tradiciones cristianas —entre ellas, los luteranos,
episcopalianos, metodistas y baptistas— si tienen clero femenino. En
esto, las Iglesias catélica y ortodoxa parecen desfasadas. En
realidad, si se contempla la cuestidn teniendo en cuenta la visidn de
cada Iglesia sobre la Eucaristia y el sacerdocio, la divergencia no
resulta tan sorprendente. La concepcién catdlica y ortodoxa del
sacerdocio tiene un marcado cardcter eucaristico y sacramental.
Ambas Iglesias creen que en el altar tiene lugar un cambio
ontoldgico, y que el sacerdote actiia in persona Christi. El punto de
referencia, por tanto, es el propio Cristo; y su masculinidad no es
secundaria.
El Catecismo sefiala -con abundantes referencias a las
Escrituras— que «El Sejior Jestis eligié a hombres (viri) para formar
el colegio de los doce Apéstoles, y los Apéstoles hicieron lo mismo
cuando eligieron a sus colaboradores que les sucederian en su tarea.
El colegio de los obispos, con quienes los presbiteros estan unidos
en el sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo
el colegio de los Doce. La Iglesia se reconoce vinculada por esta
decisién del Sefior. Esta es la razon por la que las mujeres no
reciben la ordenacién».
El hecho de reservar el sacerdocio a los hombres no es un juicio
sobre las capacidades y derechos de las mujeres, del mismo modo
que el celibato no es un juicio sobre el matrimonio, ni el
matrimonio un juicio sobre las personas solteras. La doctrina refleja
el papel especifico del sacerdote en la concepcidn catélica, que es
representar a Jestis, ocupar su lugar.
Como san Juan Pablo II escribid en su Carta a las mujeres:
«Estas distinciones de papel no deben interpretarse a la luz de los
cdnones de funcionamiento propios de las sociedades humanas,
sino con los criterios especificos de la economia sacramental, 0 sea,
la economia de “signos” elegidos libremente por Dios para hacerse
presente en medio de los hombres».
¢De qué «signo» se trata? El sacerdocio no es una carrera ni un
trabajo, sino una llamada, una vocacion, un estado vital. Y, cuandolos sacerdotes ejercen el poder -el poder de celebrar sacramentos y
el poder de gobierno-, estan llamados a hacerlo de una manera muy
diferente a la del modelo patriarcal. Es posible suponer, por tanto,
que una de las razones por las que Jestis escogi6 a los hombres para
ser sacerdotes es la intencién de crear un modelo de autoridad
masculino basado en el servicio, la entrega absoluta, la
vulnerabilidad y la apertura del coraz6n.
Haciendo eso, Jestis dio a las mujeres la posibilidad de otro tipo
de poder. Una mujer puede, tanto como un hombre y de formas que
los hombres no pueden, dar testimonio del amor de Cristo y atraer a
otros a El a través de su ejemplo y ministerio. Todos los cristianos
forman parte del sacerdocio comun. Todos estén Ilamados a la
santidad. Ser sacerdote u obispo no hace a una persona mas santa.
Pero la Iglesia sostiene que solo un hombre puede representar a
Jestis en su humanidad, una humanidad que no es asexuada.
Cuando san Juan Pablo II nombré a los nuevos santos patronos
de Europa -gobernantes, profetas y académicos-, la mitad eran
mujeres que habian tenido un gran impacto en la época en la que
vivieron. Santa Brigida de Suecia fue una mistica y lider
formidable, santa Catalina de Siena reprendio publicamente al papa,
santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) fue una destacada
fildsofa alemana de principios del siglo veinte. A la Iglesia no le
asustan las capacidades de la mujer: fue la Iglesia la que primero
creé escuelas en Europa para educarlas. Mirando a la Iglesia de
todo el mundo, es dificil no concluir que las mujeres conducen las
grandes empresas catdélicas que dan testimonio del amor de Cristo a
la humanidad. Y no necesitan el sacerdocio para hacerlo.
Un buen ejemplo de esto es la beata Laura Montoya,
colombiana que dedicd su vida a la mision y formacion de los
indigenas, y considerada como modelo de misionera para toda la
Iglesia de Latinoamérica. Ella mostré como las mujeres pueden ser
un ejemplo a seguir, llevando a cabo de manera excelente la misién
de la Iglesia. Hoy su congregacion esta ubicada en 15 paises, lo
cual da cuenta de cémo las mujeres son necesarias para la
proclamacién del mensaje de Cristo. Los espacios ocupados por labeata Laura también son frecuentemente ocupados por mujeres y
muchas de ellas laicas. Los ministerios dentro de la Iglesia catélica
estan siendo ocupados progresivamente por mujeres.
Un nuevo feminismo
La Iglesia ve el movimiento de liberacién de la mujer como
algo positivo en la medida que representa la mayoria de edad de un
impulso esencialmente cristiano: que hombres y mujeres son
iguales en valor y dignidad. Al mismo tiempo que defendié los
derechos de la mujer, Juan Pablo II subray6 que las mujeres son
diferentes de los hombres. Las mujeres y los hombres tienen
naturalezas complementarias, ensefid, y su «diversidad de papeles»
en la Iglesia y en la familia refleja esa realidad.
Esta idea de la «complementariedad integral» entre sexos es un
principio basico del nuevo feminismo que se esta abriendo camino
gracias a la respuesta de los catdlicos a la llamada del papa Juan
Pablo II. Los hombres y las mujeres son diferentes, y esta
diferencia afecta a la forma en que viven sus vidas, a aquello por lo
que se preocupan, a sus fortalezas y debilidades. Ciertamente, esas
diferencias no deberian ser usadas para discriminar, excepto en
aquellos casos en que una tarea dependa subjetivamente de que una
persona sea de un sexo determinado (como, por ejemplo, sucede
con el sacerdocio para los catdlicos y los ortodoxos).
La igualdad de la mujer debe incluir el respeto a su diferencia.
En su Carta a las mujeres de 1995, Juan Pablo II exigié cambios
que hicieran de la igualdad de la mujer una realidad: no solo
igualdad de salario para el mismo trabajo, sino proteccidén de las
madres trabajadoras; las mujeres que decidieran tener hijos, por
ejemplo, no deberian ser penalizadas en sus carreras por esa
decision. E insté a las mujeres que participan «en todos los ambitos
de la vida social, econdmica, cultural, artistica y politica» a
contribuir a desarrollar «una cultura capaz de conciliar razon y
sentimiento» asi como a «la edificacién de estructuras econémicas
y politicas mas ricas de humanidad».Las nuevas feministas no solo se oponen al aborto y la
anticoncepcion porque estén mal (ver capitulo 6), sino porque esos
«logros» de la mujer en realidad la atrapan mas en las estructuras y
agravan su falta de libertad. Las nuevas feministas consideran que
la verdadera solidaridad con las mujeres requiere que las causas que
hacen que un hijo no sea querido se cuestionen, no se presuman.
Esta ambicion, de trabajar por una civilizacion en la que la vida
sea bienvenida y protegida, es el camino real a la libertad de la
mujer. Para una mujer, abortar a un hijo es negar su propia
naturaleza como protectora del crecimiento y fuente de vida.
Hay muchos otros actos de violencia sobre las mujeres y sus
cuerpos: mutilacién genital, matrimonios forzosos, trdfico de
mujeres, violencia sexual, violacién —de las que en algunas partes
del mundo son objeto de forma masiva y en funcidn de su origen
étnico— son algunos de los mayores dajios infligidos diariamente.
La violencia doméstica es la principal causa de muerte de las
mujeres entre 16 y 44 afios en el mundo. De acuerdo con las
estadisticas de la ONU, el 70 por ciento de las personas que viven
en condiciones de pobreza en el mundo son mujeres. El feminismo
catdlico presta especial atencion a la carga desproporcionada que
soporta la mujer en las guerras y conflictos del mundo.
Finalmente, el nuevo feminismo apunta a la colaboracién entre
sexos, las ideas de complementariedad y reciprocidad. Mientras
algunos feminismos del siglo veinte ven al hombre y la mujer como
rivales, anclados en una lucha de poder, el nuevo feminismo
considera los dos géneros como llamados a permitir al otro llegar a
ser mds plenamente lo que pretenden ser, como expresiones de la
naturaleza de Dios. La diferencia y la igualdad de la mujer no es
contra, sino con. Lo que se pide ahora, tanto en la Iglesia como en
la sociedad, es una mayor integracion de lo femenino.
En una conferencia organizada por el Vaticano en 2016 sobre el
papel de la mujer en la Iglesia, Carolyn Woo, presidente de la
Catholic Relief Services, el «brazo armado humanitario» de los
obispos estadounidenses, sugeria cinco puntos de mejora que no
contradicen la fe ni la ley eclesiastica:— Que los puestos de liderazgo en la Iglesia confiados a mujeres
pasen de excepcionales a habituales.
— Que se las trate como miembros a pleno titulo de las
estructuras de la Iglesia, y no como invitadas que han de ser
educadamente tratadas pero que no han de intervenir en las cosas de
la casa.
— Que se asuma el papel de defensora de la dignidad de la
mujer, ante tantas discriminaciones presentes en todo el mundo: la
imposibilidad de ser propietarias o titulares de cuentas corrientes,
de heredar a sus maridos, de ser obligadas a casarse de nifias, de
participar en la vida publica, etc.
— Que se escuchen sus peticiones no como si fueran una
amenaza (el proleg6meno del sacerdocio femenino), sino como una
fuente de riqueza para todos.
— Que se interprete de manera plena el «genio femenino», sin
reducirlo a valores como la delicadeza, el espiritu materno y la
acogida, e incluya la capacidad de iniciativa, la perseverancia hasta
la cabezoneria, y la sinceridad descarada de decir la verdad a los
poderosos, como hizo santa Catalina de Siena con el papa y los
obispos de su tiempo.
Marco EXISTENTE
Los logros de la mujer en el siglo XxI fueron conquistados a
pesar del legado del cristianismo, que ha oprimido a las mujeres a
lo largo de su historia, limitando su papel a ser virgenes 0 madres.
La Iglesia catdlica continiia el legado patriarcal en nuestros dias
manteniendo una prohibici6n sexista para el sacerdocio, que envia
un mensaje de inferioridad a las mujeres.
REFORMULACION
La dindmica que esta detrds de la emancipacién de la mujer
viene del cristianismo, tal y como muestra la historia de la Iglesia
primitiva. La Iglesia no ha sido inmune al patriarcado, pero lasmujeres han desempejiado y siguen desempefiando un papel crucial
en la jefatura y los ministerios de la Iglesia. La emancipacién ha
sido
reconocida y promovida por la Iglesia moderna asi como
dentro de ella: hay muchas mas mujeres desempefiando funciones
de liderazgo que en otras instituciones comparables. Pero la
igualdad no debe ser alcanzada a expensas de lo que hace diferentes
alas mujeres. Los dones y capacidades particulares de la mujer se
necesitan tanto en la Iglesia como en la sociedad para humanizarla
y transformarla.
MENSAJES CLAVE
EI cristianismo sento6 las bases de la emancipacién moderna
de la mujer al insistir en su igual valor y dignidad. La Iglesia
primitiva abrié nuevos horizontes a las mujeres, que incluian
funciones en la vida publica y social, aunque la presién
social cerré muchas puertas.
La mujer ha desempefiado siempre un papel vital e
Ce en la vida de la Iglesia, y contintia haciéndolo
joy.
A pesar de que la Iglesia, al igual que otras instituciones, ha
tardado demasiado en superar las barreras que excluian a la
mujer, hoy en dia se compara muy favorablemente con la
sociedad laica en cuanto al ntimero de mujeres en puestos de
toma de decisiones.
La Iglesia reserva el sacerdocio a los hombres porque
siempre ha considerado la elecci6n de Cristo significativa y
vinculante, no por ningun juicio sobre la mujer. Ver esto
como una discriminaci6n es un grave error.
Inspiradas por el papa Juan Pablo II, las mujeres catélicas
modernas han sido precursoras de un «nuevo feminismo» que
busca emancipar a la mujer al mismo tiempo que
salvaguardar su identidad diferenciada.
La obligacion de la Iglesia ahora es lograr una mejor
integracion de las mujeres mediante la «desclericalizacién»
de sus estructuras.