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Muro

Clausurados los usos, superpuesto el olvido,


el muro no otra cosa que mostrarse
hace a quien llama la atención: un águila
acéfala, una puerta
que lo fue o no llegara a serlo (sus dovelas
asisten al curioso), dos blasones
raspados, la moldura
conopial, igualada
al plano, más visible...

A la pelota
juegan, delimitados más que el campo
de juego, tres
(vacila
un jugador: ¿seguir el bote, el muro
interpretar? Vacantes los motivos,
el interés decae. Nada se dice.
Bastante se diría, pero el águila
–acéfala o no acéfala– no iba a volar;
aunque algo así se espera. Pide el tiempo
lo imposible. No hay causa)
jugadores.
Motivo en la cocina

Mora en los azulejos la figura –las pomas


colman su canastilla– de un mancebo
ensalzado a su propia simetría.
Se cierra el coro bajo
la claraboya. El fuego,
no el sol, es ignorado
por un sector (zarcillos
–su representación– lanzan la danza
de las llamas opuestas a iguales portadores
de frutas): y se cierra
el círculo de aquellos
que son sin intención
de ser y manifiestan
sin ánimo de ello una cosecha
de frutos que perecen
a la velocidad que lo hace el vidrio.
Hogar debajo; arriba
hogar, de hogares. Lo representado
se aviene con lo eterno: el sol, que mueve
mancebos y artesano; y es movido
por un fuego más alto y sin reflejos; y...
IV

Justo cuando comienza a atardecer


topan contra sus límites difusos
el huerto y la abadía, se repiten
los oros y las aves, la alusión al asombro:
rosa el tedio la línea de la imaginación.

Nadie oficia el regreso porque es obvio –ya el tedio


tiene forma de nube– que una mano invisible
dispone las cancelas.
Fuera, en las rocas, toda
mención a lo pasado es un eco vacío.

Pero, igual que un aliento de alimaña


que acaba seduciendo, reaparecen
–como los fustes de tapiados claustros–
la distancia, el olvido y el menester de hacer
un monumento vivo a la caída.
Frontón

Yo perdí la pelota y los vocablos


con los que se jugaba y lejos vine.
Puedo decir, no recordar, que el bote
recorrió lentamente –pues, si rápido
no perdí su trayecto– la figura
de las montañas que de ver había.
A quién se anotó el tanto no era el caso
“Ha acabado por irse”: comentarios
dejó en la comisura de los puentes el pueblo.

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