que vivir sin la persona amada equivale —sólo dios sabe cómo— a seguir suspirando angustiado pero sin respirar (aunque cantando, claro, que lo sentimental no quita que de eso se viva o se trate de hacerlo). . Voy a aguantar el aire hasta que tú me quieras. Me volveré morado y mis ojos parecerán paletas de caramelo rojo en forma esférica y rellenas de chicle: el anhelado centro al que llega el paciente y devoto a lamidas, pero el enamorado muerde y rompe. Idioteces así, con los pulmones llenos del aire del que, dicen, no quieren saber nada de ahora en adelante si no voltean a verlos. Ángel Ortuño