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como la captación y filtración de agua, la adsorción de contaminantes atmosféricos, la producción

de oxígeno, la regulación térmica, la protección de los recursos del suelo, entre otras y, en el
aspecto social, fungen como fuentes de inspiración y de esparcimiento.

Las ANP, mantienen la estabilidad ambiental de la región que la rodea, reducen la intensidad de las
perturbaciones y protegen el suelo de la erosión; mantienen la capacidad productiva de
ecosistemas, proporcionando la continua disponibilidad del agua, plantas y animales; proveen de
oportunidades para la investigación y el monitoreo de la vida silvestre, de los ecosistemas y sus
relaciones con el desarrollo humano; proporcionan oportunidades para la educación en
conservación y ecología; ofrecen alternativas para el desarrollo rural complementario y el uso
racional de tierras marginales; y proveen una base para la recreación y el turismo (MacKinnon y
Mackinnon, 1986).

ÁREAS NATURALES PROTEGIDAS EN JALISCO


En Jalisco se encuentra el 29% de la flora de plantas vasculares y el 34% de la fauna de mamíferos
de México, país que ocupa respectivamente el cuarto y el quinto lugar mundial en riqueza de
especies de estos grupos (Mittermeier et al. 1997). En cuanto a aves, la riqueza de especies de
Jalisco representa el 56% de la avifauna de México. La riqueza de endemismos también es notable
en aves y mamíferos, especialmente en las zonas montañosas (Koleff et al. 2008).
En el contexto nacional, Jalisco ocupa el cuarto lugar estatal en riqueza florística, con 7 256 taxa
nativos, después de Chiapas, Oaxaca y Veracruz (Ramírez et al. 2010. De estas especies, alrededor
del 5% son endémicas de Jalisco (Hernández-López 1995a, 1995b, Meiners y Hernández-López
2007).
La diversidad biológica de Jalisco está asociada a su gran diversidad geoecológica, esto es, a la
variedad de condiciones del paisaje que incluyen la combinación de diferentes tipos de climas,
sustratos geológicos, suelos, formaciones vegetales y usos del territorio.
En el estado se encuentran también territorios de pueblos indígenas como los Wixarika (huicholes)
de la región norte y los nahuas del sur de Jalisco, además de numerosos núcleos campesinos que
han conservado en sus tierras hábitats forestales ricos en especies y sistemas de producción
agrícola tradicionales, en los cuales se conserva un componente importante de la agrobodiversidad,
incluyendo razas y variedades de cultivos criollos y sus parientes silvestres.
(Jarde
l, et al. Inedito)
Esta riqueza de ecosistemas y biodiversidad, se encuentra representada en 19 Áreas Naturales
Protegidas que cuentan con protección legal, mediante decreto del Ejecutivo Federal y el Poder
Legislativo Estatal (Congreso del Estado), en conjunto suman una superficie de 789,884.24 ha y
87.9 kilómetros de litoral (tortuga marina).
Considerando que Jalisco cuenta con un territorio 7'859,900-00-00 hectáreas (78,599 km2 INEGI),
se puede mencionar que el 10.04 % de la superficie territorio del Estado de Jalisco se encuentra
legalmente protegido (789,884.24 hectáreas), además de 87.9 kilómetros de su litoral lo que
significa el 25.70% del total.
El conocimiento actualizado que se tenga de las áreas protegidas existentes en el Estado es una
importante y valiosa herramienta que ayudará en la toma de decisiones para su adecuada
administración y manejo.

Ecología y manejo de recursos naturales


Los ecosistemas constituyen una de las unidades básicas que estudia la ecología. Están
conformados por comunidades bióticas (conjuntos de especies de plantas, animales y
microorganismos en interacción consigo mismas) y por factores o componentes abióticos
(atmósfera, agua, rocas y los componentes minerales de los suelos y los sistemas acuáticos).
Los componentes de los ecosistemas interactúan a través de transferencias de energía,
materiales e información en un espacio determinado. Estas interacciones dan lugar a procesos
como el flujo de energía entre niveles tróficos, los ciclos biogeoquímicos, las interacciones
bióticas de mutualismo, competencia, depredación y parasitismo, y la sucesión (el cambio a
través del tiempo que se observa en la estructura, composición y funcionamiento del
ecosistema, como consecuencia de la acción conjunta de perturbaciones e interacciones
bióticas).

La estructura de los ecosistemas puede caracterizarse a partir de la distribución espacial


(horizontal y vertical) de sus componentes y de las relaciones de transferencia de energía,
materiales e información entre éstos (niveles tróficos, especies, grupos funcionales de
especies, subsistemas como el suelo, unidades de paisaje). Los ecosistemas presentan
también diferentes escalas que han sido estudiadas por separado por distintas ramas de la
ecología: autoecología, ecología de poblaciones, ecología de comunidades (sinecología),
ecología de ecosistemas y ecología del paisaje, lo cual, al igual que sucede con las ciencias
sociales, ha producido una visión parcial y fragmentada del conocimiento de los procesos
ecológicos (McIntosh, 1987). El conjunto formado por uno o varios ecosistemas
interactuando entre sí y con los sociosistemas que forman parte de su ambiente, constituye
un sistema socioambiental.
El enfoque de sistemas socioambientales nos sirve para estudiar la relación entre ecosistemas
y sociosistemas, como la configuración interna y el funcionamiento de unos incide en la de
los otros; esto es, podemos analizar como interactúan procesos sociales y ecológicos. Estos
sistemas son una unidad fundamental de estudio de la ecología humana. Tanto los
ecosistemas como los sociosistemas pueden caracterizarse a partir de su definición como
unidades territoriales en la dimensión espacial, y puede estudiarse también su dimensión
histórica, utilizando enfoques de ecología del paisaje y de ecología histórica, dos campos de
estudio centrales para la ecología humana y muy importantes para el manejo de los recursos
naturales, la gestión ambiental y la agricultura, entendiendo estas actividades humanas como
procesos en la interfase de la sociedad y la naturaleza.
El estado de Jalisco es considerado entre los seis estados más importantes de la República
Mexicana en lo que concierne a la conservación de la diversidad biológica. Presenta una gran
variedad de paisajes, que son representativos del territorio nacional y queda inmerso dentro
de cinco provincias fisiográficas: la Sierra Madre Occidental, el Altiplano Mexicano, el Eje
Volcánico Transversal, la Depresión del Balsas y la Sierra Madre del Sur. Jalisco presenta
15 regiones terrestres prioritarias, regiones hidrográficas prioritarias, regiones marinas
prioritarias y montañas prioritarias para la conservación en la escala nacional, según lo han
determinado las dependencias federales en la materia (CONABIO, CONAFOR). También
áreas de importancia para la conservación de aves, de plantas y de humedales de
reconocimiento internacional (UNESCO, UICN, ICPB, UNEP, WWF).
En México, como en el resto del mundo, en los últimos dos siglos, pero sobre todo en las
últimas cuatro o cinco décadas, la actividad humana se ha convertido en un factor de
modificación profunda de la naturaleza y de los procesos ecológicos. Alrededor del 64% de
los suelos del territorio nacional muestran algún tipo de degradación; de la superficie total
del territorio nacional, 54% se ha desertificado. De acuerdo con la Red Nacional de
Monitoreo, el 74% de los cuerpos de agua monitoreados están contaminados en diferentes
grados y requieren algún tratamiento para los diferentes usos; 30% de la superficie irrigada
tiene problemas de salinidad; más de 200 especies acuáticas, 100 angiospermas, y 50
gimnospermas están en peligro de extinción y hay más de 1000 especies en situación
indeterminada.
En la escala nacional se considera que un millón de ha arboladas son deforestadas
anualmente, las cuales al ser abandonadas sufren severos deterioros de erosión. Continúan
las explotaciones forestales en áreas de reserva ecológica y 60% de las áreas agrícolas
dependen de cuencas boscosas en proceso de eliminación (SEMARNAT, 2003). Existe una
fuerte presión sobre las áreas boscosas, con la finalidad de abrir nuevas áreas a la ganadería.
En la actualidad el 50% del territorio nacional está dedicado a la ganadería extensiva, la cual
ha ocupado el 90% de las selvas tropicales húmedas; el 80% de zonas áridas y semiáridas, y
el 20% de las templadas. Aunque no se destruya completamente un bosque, la modificación
de su estructura y composición (debido a talas, desmontes, incendios forestales, etc.) afectan
de manera significativa a muchas de las especies que ahí habitan, originando que muchas de
éstas desaparezcan y por ende los procesos ecológicos esenciales para el mantenimiento de
la integridad biótica pueden ser dañados de manera irreversible (Gómez Pompa et al., 1972).
El país comparte muchos de los problemas de carácter ambiental y social que se presentan
en la mayoría de los países del mundo. Las tasas de deforestación (incluida la defaunación)
son del orden del millón de hectáreas anuales; los incendios forestales es una de las causas
fuertes de deterioro ambiental. La extinción de especies y la interacción entre los organismos
se ha visto alterada; la erosión genética y pérdida de poblaciones es cada vez más evidente.
Los problemas de erosión de suelos y la contaminación de tierras, aguas superficiales,
subterráneas y aire con el uso de agroquímicos se presentan en la mayoría de las áreas del
país.
Los procesos de degradación del ambiente en México han generado una situación en la cual
se estima que unas 1000 especies de plantas, 147 especies de mamíferos, 271 especies de
aves, 218 especies de reptiles y anfibios están en riesgo de extinción. Se considera que 477
especies de plantas endémicas a México están en peligro de extinción, lo que significa que
aproximadamente el 5.3% de la flora endémica está en peligro. Ya se han extinguido ó
desaparecido del país nueve especies de mamíferos, 10 de aves y 11 de peces. Las causas
principales son la destrucción ó modificación del hábitat, la contaminación, la
sobreexplotación, la introducción de especies exóticas y el comercio internacional de
mascotas y plantas ornamentales de origen silvestre. De estas causas, la más importante es la
destrucción de bosques.
A un nivel general, la gestión ambiental podría ser definida como el proceso dirigido a regular
aquellos factores ambientales que afectan la vida humana o que son afectados por ésta,
provocando cambios ambientales que pueden ser considerados positivos o negativos desde
el punto de vista humano. Esto incluiría por ejemplo, el manejo de los recursos naturales, el
control de parásitos y patógenos, la reducción de emisiones de contaminantes que alteran las
condiciones fisicoquímicas del medio, o la prevención de desastres como inundaciones o
sequías. También se incluirían en este enfoque las interacciones con otros grupos humanos,
que pueden afectar positiva o negativamente las condiciones de vida de la población objeto
de estudio. Estas interacciones pueden ser de cooperación o de competencia, incluso de
depredación o parasitismo; se parecen a las interacciones bióticas en un sentido que va más
allá de la analogía, ya que efectivamente influyen en la demografía y condiciones de vida de
las poblaciones humanas.
El manejo de los recursos naturales debe ser entendido de manera integral: Estas actividades
no sólo se dirigen a la producción de alimentos y materias primas, sino que además tienen
por objeto la conservación de la diversidad biológica y los procesos ecológicos de los cuales
dependen tanto la producción de los recursos como el mantenimiento de los servicios
ambientales esenciales para la vida humana. Adicionalmente, debido al impacto humano en
el medio ambiente, entre los componentes del manejo de los recursos naturales se incluye la
restauración o rehabilitación de ecosistemas o recursos que han sido degradados. Vistos de
esta manera, el manejo de recursos naturales y la agricultura incluyen la producción, la
conservación y la restauración como sus componentes básicos.
La integración de producción–conservación–restauración como componentes del manejo de
los recursos naturales, trata de superar la división que se ha hecho entre estos elementos en
la formación y la práctica profesional, generando un absurdo conflicto entre perspectivas
“productivistas” o “preservacionistas”, o la conceptualización errónea de una agronomía
exclusivamente orientada a la producción y de un manejo de recursos naturales centrado
únicamente en la conservación. Así mismo, pretende superar ciertos planteamientos falsos
con los cuales se disfrazan las contradicciones realmente existentes entre el aprovechamiento
de los recursos naturales y la conservación de la naturaleza. Integrar producción y
conservación requiere de enfoques críticos y creativos, no sólo de retórica: las prácticas de
producción agrícola, ganadera, forestal y pesquera han generado, en muchos casos, graves
problemas ambientales y sociales, demostrando que no pueden sostenerse a largo plazo,
mientras que la práctica de la conservación ha mostrado no sólo sus limitaciones en términos
de efectividad, sino que también puede generar consecuencias sociales negativas. La
restauración o rehabilitación viene a incorporarse dentro del manejo de recursos naturales
como un componente fundamental, dado el grado de deterioro ambiental y el agotamiento de
los recursos naturales generados por las actividades humanas. En la actualidad no es posible
abordar asuntos como la producción agrícola, pesca o la conservación de biodiversidad sin
tomar en consideración aspectos tales como la recuperación de tierras erosionadas, la
rehabilitación de ríos y lagos contaminados, o la restauración del hábitat de especies
amenazadas.
Mantener a largo plazo la productividad de los recursos naturales, conservar dichos recursos
y los procesos ecológicos de los que dependen, y restaurar–rehabilitar ecosistemas
degradados o recursos disminuidos, son componentes esenciales del sostenimiento o
sustentación de largo plazo de la base material de la sociedad y de las condiciones
ambientales que hacen posible la vida humana.
La diversidad biológica de México es comparable a su gran diversidad cultural asociada a los
diversos ecosistemas del país. Existen en el país unas 56 naciones/pueblos indígenas que
continúan hablando su propia lengua y que mantienen importante tradiciones culturales,
formas de gobierno y organización social. Estos pueblos, así como muchas sociedades
campesinas, residen en las áreas más marginadas del país, que también son las que albergan
las mayores riquezas biológicas. Sus formas tradicionales de producción agrícola y uso de
recursos naturales son las que mantienen y generan la gran diversidad genética de los cultivos
tradicionales y especies asociadas a éstos. “En México, a cada especie de planta, grupo de
animales, tipo de suelo y unidad de paisaje le corresponde ... una expresión lingüística, una
categoría de conocimiento, un uso práctico, un contenido religioso y un ritual ó vivencia
individual ó colectiva” (Toledo, 1988). Esta relación conlleva a que la conservación de las
riquezas biológicas sea también parte de una estrategia integral de conservación y desarrollo
del patrimonio cultural, y de los métodos tradicionales de producción, que tienen un historial
de miles de años.
Jalisco generalmente se encuentra entre los primeros cinco estados del país en producción
forestal. Más del 80% del valor de la producción forestal de Jalisco corresponde a madera de
pino; Jalisco ha ocupado los primeros lugares nacionales en producción de material
celulósico y de rollo aserrable. El volumen estimado de existencias de madera en rollo en
Jalisco es de 180’474,348 m3. El recurso no maderable del estado, es también de gran valor,
ya que existe una gran cantidad de recursos silvestres frutícolas, medicinales, forrajeros y
alimenticios, entre otros.
La complejidad de su orografía y la heterogeneidad de ambientes, hace problemático el
manejo de las áreas montañosas de vocación forestal y ganadera de Jalisco. Por lo cual se
requiere contar con personal capacitado para manejar los bosques, quienes tienen que lidiar
con una serie de problemas de carácter ambiental, como la explotación forestal
desorganizada, la ganadería extensiva, así como un rezago social en las zonas montañosas.
Se presentan en forma frecuente en todos los años incendios forestales de diferentes
magnitudes, además de que la tala clandestina y la siembra de enervantes en las zonas
montañosas sigue siendo una práctica más o menos común.

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