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De esto y de aquello.

El
encanto del indescubrimiento
corporal
Domingo, 01 de enero de 2006 | 2:00 am

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Una mujer de provocante carnura es desvestible y desvestida encanta.
Generalmente, los artistas eróticos –los pintores, los escultores– nos muestran
desnudas o semidesnudas a las personas que representan. La manifestación de lo
sensual y lúbrico, en el arte erótico, corre a las parejas con la desnudez o la
semidesnudez.
SALVADOR DALÍ. (Izq.) Muchacha asomada a la ventana. WILLIAM
JOHN HENNESY. (Der.) El orgullo de Dijon.
Una mujer de provocante carnura es desvestible y desvestida encanta.

Por Marco Aurelio Denegri.

Generalmente, los artistas eróticos –los pintores, los escultores– nos muestran
desnudas o semidesnudas a las personas que representan. La manifestación de lo
sensual y lúbrico, en el arte erótico, corre a las parejas con la desnudez o la
semidesnudez. No es frecuente que la eroticidad de la representación se logre
mostrando personas vestidas, o más precisamente, mujeres vestidas (me
circunscribiré esta vez a ellas, casi obligadamente, porque no conozco muchas
representaciones masculinas vestidas comunicantes de erotismo).

De lo que se trata es de mostrar un cuerpo femenino indescubierto que sugiera o


insinúe convenientemente lo que Pierre de Bourdeille, Señor y Abate de Brantôme
(hacia 1540-1614) llamaba la carnura. Entreviéndola o sospechándola,
columbrándola o adivinándola, habremos inevitablemente de tenerla por
apetecible, concupiscible o deseable.

En 1925, Salvador Dalí (1904-1989) pintó un óleo titulado "Muchacha asomada a la


ventana". Esa muchacha era su hermana Ana María y Dalí nos la presenta de
espaldas, asomada a la ventana, con los codos apoyados en el antepecho, luciendo
una falda ligeramente ajustada que le llega hasta las corvas y que, a un tiempo,
oculta desocultando, es decir, permitiendo adivinar fácilmente que lo cubierto es
tentador. Vemos una nalgamenta provocativa y una piernamenta igualmente
excitante. Y aunque no vemos la tetamenta, la suponemos magnífica. El cuadro,
para los sapientes de fino erotismo, despide sensualidad y genera una pasajera
ardentía voluptuosa.

Todo esto, pero en menor medida, o como si dijéramos, sin tanta eficacia, lo suscita
también el cuadro titulado "El orgullo de Dijon", del pintor inglés William John
Hennesy (1839-1917). Esta realización de Hennesy, que es de 1879, nos muestra a
un varón y una varona dialogando; él, serio y meditabundo, con la cabeza ladeada
que descansa en la diestra; ella, de espaldas, con la cabellera recogida y enseñando
la parte dorsal del cuello, la cerviz, y la parte alta de ésta, la nuca, que como bien
dice Camilo José Cela, es exquisitamente sensible y lugar preferido para la caricia
erótica.

Vemos, además, bien tapadito, el muslo izquierdo de ella, un muslo de buen


tamaño y forma idónea y por consiguiente libidinógeno. Y por supuesto al otro
muslo nos lo imaginamos igual. Con ser, como son, tan amplias y largas las prendas
con que esta dama se cubre el cuerpo, ello no impide que su figura difunda o
esparza ondas eróticas.

Una mujer de provocante carnura es desvestible y naturalmente desvestida


encanta, pero vestida también. Acabáis de verlo.
De esto y de aquello. “La Poto
Bendito”
Domingo, 25 de septiembre de 2005 | 2:00 am

“...cuando una mujer tiene relaciones íntimas con un cura, se vuelve mula a las
doce de la noche”
EL MONJE EN EL MAIZAL. (Rembrandt; Holanda; 1606-1669.) Este grabado
extraordinario del gran maestro holandés sólo fue conocido por el gran público en
la Primera Exhibición Internacional de Arte Erótico celebrada en 1968 en los
museos públicos de Lund (Suecia) y Aarhus (Dinamarca).

"...cuando una mujer tiene relaciones íntimas con un cura, se vuelve mula a las
doce de la noche"

Por Marco Aurelio Denegri.

Don Erasmo Muñoz, negro entretenido y sabedor, y usuario de la voz insigne, lo


cual me emociona porque vuelvo a creer, siquiera momentáneamente, en la
observación de Baralt, a saber, que el pueblo es depositario y guardador fidelísimo
de las tradiciones del lenguaje; don Erasmo, repito, cuenta con la llaneza que suele,
un interesante caso de proscrita convivencia.

"Aquí en el valle, por ejemplo, hay una señora a quien le dicen ‘La Poto Bendito’
porque se vive con un cura. A mí me han dicho que cuando una mujer tiene
relaciones íntimas con un cura, se vuelve mula a las doce de la noche, y a las doce
del día las huellas de sus zapatos se vuelven igualitas a las huellas de una mula.

"Una tía mía en Aucallama vio convertida en mula a una señora que vivía con el
cura de allí. Seguramente se convierten en mula porque este animal es muy raro, ya
que es hijo de burro y yegua y además no puede tener hijos. ¡Cómo son las cosas!"
(José Matos Mar y Jorge A. Carbajal H., Erasmo Muñoz, Yanacón del Valle de
Chancay. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1974, 61.)

La singular conversión de que se trata es creencia muy antigua. Refiere Palma que
la Inquisición de Lima le había echado el guante a un fraile rondeño y mujeriego de
treinta y nueve años, "porque diciéndole una confesada, a quien requería de
amores, que las barraganas de los frailes se convertían en mulas, él le aseguró que,
por el contrario, se iban vestidas y calzadas al cielo". (Palma, Tradiciones Peruanas,
VI, 227.)

Teólogos tetales

Por más reprobatoria que haya sido y sea la actitud de la Iglesia Católica con
respecto al erotismo, antes se oyeron y hoy también, voces eclesiásticas
discrepantes. Por ejemplo, en el siglo XVII, cuando era vitando para cualquier
católico manosear las tetas femeninas durante la cópula, los jesuitas Benzi y
Rousselot juzgaron admisible tal manoseo. Razón por la cual se les llamó teólogos
tetales.

Semejante permisión era atrevimiento, por no ser precisamente honestas las partes
que en opinión de aquéllos era lícito palpar repetidamente. Regía entonces la
creencia, absolutamente infundada, de que era pecaminoso desnudar la tetamenta
para complacerse haciendo con ella varias cosas fácilmente imaginables y
deleitosas; y por cierto que la delectación no era únicamente masculina. También la
mujer gozaba, aunque no manifestase claramente su goce. El deliquio voluptuoso
en el que termina toda creciente arrechura ha sido inaceptable para la Iglesia
Católica. Lo sigue siendo. No importa. Al fin y al cabo, a la Iglesia Católica ya no le
hace caso nadie, ni siquiera los mismos católicos.

De esto y de aquello. Notas


lexicográficas
Domingo, 25 de diciembre de 2005 | 2:00 am
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Limícola significa que habita en el limo o lodo, en el fango, cieno o barro. Zora y Formatted: Line spacing: single
aleya. En la terminología coránica, dícese azora del capítulo y aleya del versículo.
ALFRED JOSEPH HITCHCOK. (1899-1980), el hacedor más
competente de thrillers cinematográficos. En su época se le tuvo por
mago del suspenso.
Limícola significa que habita en el limo o lodo, en el fango, cieno o barro.

Por Marco Aurelio Denegri.

Zora y aleya

En la terminología coránica, dícese azora del capítulo y aleya del versículo. El


DRAE 2001 sólo registra aleya, pero no azora. Por tamaña omisión nos azoramos
grandemente.

Cono

Con la palabra cono designamos, entre otras cosas, un sector urbano; y así, por
ejemplo, decimos Cono Norte, Cono Sur, Cono Este, pero nunca Cono Oeste, por la
existencia del mar.

Esta acepción de cono figura como peruanismo en la edición más reciente del
DRAE, la del 2001. La sexta acepción de cono reza como sigue:

"Sector del área metropolitana de Lima que se proyecta a partir del centro."

Esto significa que inicialmente la cúspide o el vértice del cono estaba en el centro y
de este centro partían o se proyectaban los lados, esto es, las generatrices del cono.
Lo cual no significa, desde luego, que actualmente el Cono Norte, por ejemplo,
tenga figura cónica, pero la tuvo cuando inicialmente se proyectó desde el centro.

Este significado urbanístico de cono tiene un antecedente muy antiguo, el llamado


Cono Sur, que es, ya no urbanísticamente, sino geopolíticamente, la región de
América Meridional o Sudamérica que comprende Chile, Argentina y Uruguay, y a
veces Paraguay.

Empatizar

El DRAE 2001 admite empatía, pero no empatizar, esto es, identificarse, mental y
afectivamente, una persona con otra o con un grupo de personas.
"Por su parte –escribe Selena Millares–, Enrique Lihn considera que su lengua
poética, enfrentada a la del poder, es marginal y ‘empatiza [...] con los oprimidos,
que, en lugar de hacer la historia, la padecen’, [...]."

(Selena Millares, "Meditaciones de la muerte en la poesía chilena: Enrique Lihn,


Jorge Teillier, Óscar Hahn". En: El Arte de Óscar Hahn. Edición de Pedro Lastra.
Lima, Ediciones El Santo Oficio, 2002, 98.)

Limícola

Del latín limus, lodo, y el sufijo -cola, del latín cola, y éste de cólere, habitar.

Limícola significa, pues, que habita en el limo o lodo, en el fango, cieno o barro.

Como la televisión se ha convertido en un verdadero lodazal, los millones de


adictos a ella están enlodados y enlodadísimos y han terminado por vivir en el
fango; son los habitantes del cieno o lodo, los que moran en el limo; son, pues,
limícolas; y lo peor es que les gusta serlo.

Rocanrol

¿Por qué la Academia no ha incluido en su Diccionario el vocablo rocanrol, que es


la castellanización impecable y además suficientemente difundida de la expresión
del idioma inglés, rock and roll?

En el lexicón oficial consta rock and roll, pero no rocanrol, castellanización que por
lo intachable debiera constar. Su inconstancia es, o pura negligencia académica, o
simple y palmario desconocimiento.

"Thriller"

El vocablo thriller, en relación con la cinematografía y la novelística, generalmente


no se traduce; pero cuando se traduce se dice que equivale a obra de suspenso, esto
es, una obra que produce una expectación impaciente o ansiosa por el desarrollo de
una acción o suceso. El thriller es estremecedor y espeluznante. Psicosis, de Alfred
Hitchcock, y, del mismo director, Los Pájaros, son thrillers.

To thrill, en inglés, como transitivo, es causar estremecimiento, y como intransitivo


significa estremecerse, conmoverse, palpitar, temblar.
Un verdadero thriller causa temblores y palpitaciones, conmueve y sacude,
descompagina o desordena, y aterra o aterroriza.

Si no se produce todo lo recién dicho, o lo más de ello, entonces no se trata de un


thriller.

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