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Psicoterapia I

Práctico 6: Lacan y la dirección de la cura


Lacan: La dirección de la cura y los principios de su poder
I ¿Quién analiza hoy?
La impotencia para sostener auténticamente una praxis se reduce al ejercicio de un poder. El
analista debe dirigir la cura pero no al paciente: la dirección de conciencia en el sentido de guía,
queda radicalmente excluida. La dirección de la cura consiste en primer lugar en hacer aplicar por
el sujeto la regla analítica, o sea las directivas cuya presencia no podría desconocerse en el
principio de lo que se llama “la situación analítica”. El problema de la dirección se muestra, como
no pudiendo formularse sobre una línea de comunicación unívoca lo cual no obliga a quedarnos
aquí por ahora para esclarecerlo más tarde. Establezcamos únicamente que, de reducirlo a su
verdad, ese tiempo consiste en hacer olvidar al paciente que se trata únicamente de palabras, pero
que esto no justifica que el analista lo olvide a su vez. Es por el lado del analista por donde
pretendemos abordar nuestro tema. Digamos que en el depósito de fondos de la empresa común
(el análisis), el paciente no es el único que pone toda la cuota. El analista también debe pagar
- Paga con palabras, si la transmutación que sufren por la operación analítica las eleva a su efecto
de interpretación;
- Paga con su persona, en cuanto que, diga lo que diga, la presta como soporte a los fenómenos
singulares que el análisis ha descubierto en la transferencia,
- Paga con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo, para mezclarse en una acción que va al
corazón del ser (en el análisis no puede involucrar su propio ser)
Los que pretenden contentarse simplemente con la eficacia del análisis, afirman que el analista
cura menos por lo que dice y hace que por lo que es. Se ha tomado al psicoanálisis como una
situación de dos donde el “yo-fuerte” del analista domestica al “yo-débil” del paciente. Estas
consideraciones constituyen desviaciones y las mostramos para que, a partir de las dificultades que
plantea proceder así, tengamos los temas de nuestra ruta. Otro error del analista es interpretar a
partir de la contratransferencia (lo que siente el propio analista) lo que es seguro es que los
sentimientos del analista sólo tienen un lugar posible en este juego, el del muerto (no mostrar los
sentimientos) y que si se le reanima, el juego se prosigue sin que se sepa quién lo conduce. Por eso
el analista es menos libre en su estrategia que en su táctica. El analista es aún menos libre en
aquello que domina estrategia y táctica: a saber, su política, en la cual haría mejor en ubicarse por
su carencia de ser que por su ser. Para decir las cosas de otra manera: su acción sobre el paciente
se le escapa junto con la idea que se hace de ella, si no vuelve a tomar su punto de partida en
aquello por lo cual ésta es posible, si no retiene la paradoja en lo que tiene de desmembrado, para
revisar en el principio la estructura por donde toda acción interviene en la realidad. La
interpretación del analista va a ser recibida como proveniente de la persona que la transferencia
supone que es, el analista aceptará aprovecharse de ese error a condición de que interprete ese
efecto, si no fuera así el psicoanálisis quedaría reducido a una sugestión grosera.
Práctico 8: Divergencias en el psicoanálisis freudiano
Freud: Nuevos caminos de la psicoterapia analítica (1919)
(Freud pasa revista del estado de su terapia y dice): Hemos formulado la tarea médica de este
modo: llevar al enfermo de neurosis a tomar noticia de las mociones reprimidas, esas mociones
inconscientes que subsisten en él, poniendo par ello en descubierto las resistencias que en su
interior se oponen a tales ampliaciones de su saber sobre su propia persona. ¿Descubrir esas
resistencias garantizará también su superación? No siempre. Pero esperamos alcanzar esa meta
aprovechando la transferencia del paciente sobre la persona del médico. En otro lugar he aclarado
las constelaciones dinámicas del nuevo conflicto a través del cual guiamos al enfermo y con el cual
hemos remplazado al anterior conflicto patológico. Por el momento no sabría modificar nada de lo
ya dicho.
Hemos llamado psicoanálisis al trabajo por cuyo intermedio llevamos a la conciencia del enfermo
lo anímico reprimido en él. ¿Por qué “análisis”? Significa desintegración, descomposición. Es como
el trabajo que hace el químico con las sustancias naturales en el laboratorio. Los síntomas y
exteriorizaciones patológicas del paciente son de naturaleza compuesta, porque en su fundamento
último, los elementos de esa composición están formados por motivos, mociones pulsionales.
Sobre esos motivos elementales el enfermo no sabe nada. Le informamos cómo están compuestas
esas formaciones anímicas tan complejas, y reconducimos los síntomas a las mociones pulsionales
que los motivan. Así hace el químico cuando separa la sustancia básica, el elemento químico. Así
también con las exteriorizaciones anímicas no patológicas, le mostramos que su motivación está
dada por otros motivos pulsionales que él desconoce.
Esta comparación puede darnos una nueva orientación en nuestra terapia. Se nos ha dicho que
tras el análisis de la vida anímica enferma debe seguir su síntesis, la restitución de lo que la división
(análisis) ha destruido, digamos. La comparación con el análisis químico tiene un límite, por el
hecho de que en la vida anímica enfrentamos aspiraciones sometidas a una compulsión de unificar
y reunir. Si logramos descomponer un síntoma, librar de cierta trama a una moción pulsional, ella
no permanecerá aislada: enseguida se insertará en una trama nueva. La psicosíntesis se produce
en el analizado sin nuestra intervención, de manera automática e inevitable. Creamos sus
condiciones mediante la descomposición de los síntomas y la cancelación de las resistencias.
Acotamos nuestra tarea terapéutica por medio de estos dos contenidos: hacer conciente lo
reprimido y poner en descubierto las resistencias. En ello somos activos. Pero ¿debemos dejar
luego al enfermo librado a sí mismo, que se arregle solo con las resistencias que le mostramos?
¿Debemos prestarle auxilio? Opino que esta clase de actividad en el médico que aplica el
tratamiento analítico está enteramente justificada. Aquí se abre un nuevo campo para la técnica
analítica, cuyo principal principio es: En la medida de lo posible, la cura analítica debe ejecutarse
en un estado de privación, de abstinencia. No me refiero con esto a la privación de una necesidad
cualquiera, ni a la abstención de comercio sexual. Se trata de algo relacionado a la dinámica de la
contracción de la enfermedad y el restablecimiento. A saber:
El peligro amenaza desde dos lados. El primer peligro consiste en que el paciente se empeña en
procurarse en remplazo de sus síntomas nuevas satisfacciones sustitutivas, que ahora no van
acompañadas de padecimiento. Se vale para esto de la desplazabilidad de la libido parcialmente
liberada para investir las más diversas actividades, hábitos, elevándolos a la condición de
satisfacciones sustitutivas. Encuentra estos desvíos nuevos, por donde se escurre la energía
necesaria para la cura, y los mantiene en secreto. La tarea es pesquisarlos uno por uno y pedirle
que renuncie a ellos, por inocente que parezca en sí misma la actividad productora de satisfacción.
En estas situaciones la actividad del médico debe exteriorizarse en una enérgica intervención
contra las satisfacciones sustitutivas.
En cuanto al segundo peligro que amenaza a la fuerza pulsional del análisis, es más fácil de
prevenir. El enfermo busca la satisfacción sustitutiva sobre todo en la cura misma, dentro de la
relación de transferencia con el médico, y hasta puede querer resarcirse por este camino todas las
renuncias que se le imponen en los demás campos. Sin duda es preciso consentirle algo, pero no
demasiado. En la cura analítica es preciso evitar la malcrianza. Al enfermo tienen que restarle
muchos deseos incumplidos de su relación con el médico. Lo adecuado es denegarle aquellas
satisfacciones que más intensamente desea y que presenta con más urgencia.
Entonces, la actividad deseable del médico en la cura es mantener el estado de privación. Pero la
actividad no se agota allí: además, nos negamos de manera terminante a hacer del paciente que se
pone en nuestras manos un patrimonio personal, a plasmar en él su destino, a imponerle nuestros
ideales. No se debe educar al enfermo para que se asemeje a nosotros, sino para que se libere y
consume su propio ser.
Un último tipo de actividad es inteligir que las variadas formas de enfermedad que tratamos no
pueden tramitarse mediante una misma técnica. Por ejemplo, nuestra técnica creció en el
tratamiento de la histeria, pero las fobias nos obligan a sobrepasar la conducta que observamos
hasta el presente: no podrá dominar una fobia quien aguarde hasta que el enfermo se deje mover
por el análisis a resignarla: el nunca aportará al análisis el material indispensable para la solución
convincente de la fobia, hay que proceder de otra manera.
Por último, con relación a la enorme miseria neurótica que hay en el mundo, lo que podemos
resolver es ínfimo desde el punto de vista cuantitativo. Las condiciones de nuestra existencia nos
restringen a los estratos superiores y pudientes de nuestra sociedad. Nada podemos hacer a favor
de las vastas capas populares cuyo sufrimiento neurótico es más grave. Se crearán entonces
sanatorios o lugares de consulta a los que se asignarán médicos con formación psicoanalítica,
quienes volverán más productivos a hombres que de otro modo se dedicarían a la bebida. Estos
tratamientos serán gratuitos. Puede pasar mucho tiempo hasta que el Estado sienta como
obligatorios estos deberes. Cuando esto suceda, deberemos adecuar nuestra técnica a las nuevas
condiciones. Nos veremos precisados a buscar para nuestras doctrinas teóricas la expresión más
simple e intuitiva. Entenderemos que el pobre esta menos dispuesto que el rico a renunciar a su
neurosis, porque no le seduce la dura vida que le espera, y además la condición de enfermo
amerita la asistencia social. Cualquiera sea la forma de esta psicoterapia para el pueblo, no cabe
duda de que sus ingredientes más eficaces e importantes seguirán siendo los que se tomen del
psicoanálisis riguroso, ajeno a todo partidismo.
Ferenczi: Elasticidad de la técnica psicoanalítica
Ferenzci comienza hablando de los esfuerzos por hacer accesible a otros la técnica que utiliza
habitualmente en su psicoanálisis. Desde que Freud publica sus “consejos sobre la técnica
psicoanalítica” se poseen los primeros elementos de una investigación metódica sobre el
psiquismo. Así, cualquiera puede acceder a las insospechadas profundidades de la vida psíquica de
los demás, sean sanos o enfermos. El análisis de los actos frustrados de la vida diaria de los sueños,
y sobre todo de las asociaciones libres, los permitirá aprender de sus semejantes muchas cosas
que anteriormente sólo eran capaces de captar algunos seres excepcionales.
Esta transformación del “arte del conocimiento humano” en una especie de oficio, será mal
recibida por artistas y escritores, porque se ven invadidos en su campo de trabajo, y, luego de que
se interesaron por el psicoanálisis, ahora lo ven como un método de trabajo mecánico y poco
seductor. Esta antipatía no sorprende porque la ciencia es, en efecto una desilusión progresiva. Acá
o en otro oficio, habrá siempre artistas excepcionales de quienes esperamos el hallazgo de
progresos y nuevas perspectivas.
Cuando se habla de una técnica psicológica al margen del análisis del psiquismo, éstos son los
métodos de laboratorios psicológicos. Esta “psicotécnica” está de moda. Pero en el análisis se trata
de algo más importante: de captar la tópica, la dinámica y la economía del funcionamiento
psíquico sin los laboratorios, pero con una pretensión de certidumbre creciente, y sobre todo con
una capacidad de rendimiento superior.
Hay en el interior de la técnica psicoanalítica muchas cosas que daban la impresión de ser algo
individual, difícilmente definible con palabras. En principio, el hecho de que en este trabajo se le
da más importancia a la “ecuación personal” que en el mundo científico. El mismo Freud en sus
primeras comunicaciones sobre la técnica, dejaba el campo libre a otros métodos de trabajo en
P.A. (psicoanálisis). Pero esta declaración viene de la época anterior a que se consolidara la
“segunda regla fundamental del P.A.”, o sea, que quien desee analizar a los demás debe primero
ser él mismo analizado. Cualquier persona que haya sido analizada a fondo, que haya aprendido a
conocer completamente y a dominar sus debilidades y peculiaridades de carácter, llegará
necesariamente a las mismas constataciones objetivas, y en consecuencia, adoptará las mismas
medidas tácticas y técnicas. Tras la introducción de la segunda regla, las diferencias de técnica
analítica están por desaparecer.
Si tratamos de dar cuenta de ese residuo aun no resuelto de la ecuación personal, podemos pensar
en cuanto a las diferencias y los errores, que en el fondo se trata de una cuestión de tacto
psicológico, de
- Saber cuándo y cómo se comunica algo al analizado.
- Saber cuándo el material reunido es suficiente para sacar conclusiones.
- Cómo debe ser presentada la comunicación.
- Cómo puede responderse a una reacción inesperada del paciente.
- Cuándo callar y esperar otras asociaciones.
- Saber cuándo el silencio es una tortura inútil para el paciente.
¿Qué es el tacto? La respuesta a esta pregunta no es difícil. Es la facultad de “sentir con.” Si
conseguimos, apoyados en nuestro conocimiento,
- hacer presentes las asociaciones posibles del paciente, que éste no percibe aún, para adivinar sus
pensamientos estancados y sus tendencias que son para él inconcientes, y
- permanecer atentos a la fuerza de la resistencia,
Nos será fácil una comunicación oportuna. Uno de los resultados principales del P.A. es enseñar a
soportar un sufrimiento. Sin embargo, una presión inoportuna a este respecto, si no tiene tacto,
dará al paciente la excusa de escapar de nuestra influencia.
Estas medidas pueden hacer aparecer el análisis como “bondadoso”, a los ojos del paciente, pero
las raíces de esto son intelectuales. Sin embargo, está justificada esta impresión del paciente,
porque no hay diferencias entre el tacto que se nos exige y la obligación moral de no hacer a otro
lo que no se quiere recibir de los demás.
Esta capacidad de ejercer esta “bondad”, sólo significa un aspecto de la comprensión analítica.
Antes de que el médico haga una comunicación, debe retirar del paciente su libido, y medir la
situación: no debe dejarse guiar por los sentimientos.
Conviene concebir al análisis como un proceso evolutivo que se desarrolla ante nuestros ojos, más
que como el trabajo de un arquitecto que intenta realizar un plan preconcebido. No se le debe
prometer al paciente más que esto: si se somete al proceso, sabrá mucho más sobre sí mismo, y si
llega hasta el final, se adaptará mejor a las dificultades de la vida, con una repartición de energía
más oportuna. Podemos decirle que no conocemos un tratamiento de los problemas
psiconeuróticos y de carácter que sea el mejor y más radical. No le ocultaremos que existen otros
métodos que ofrecen expectativas de curación más rápidas y seguras.
- Si el paciente nos dice que no cree en nuestro método, le explicaremos que nuestra técnica
renuncia a una confianza anticipada: el paciente sólo debe creernos si la experiencia de su curación
se lo autoriza. También debemos decir que dejamos la responsabilidad de un eventual fracaso del
tratamiento, atribuyéndola a la impaciencia del enfermo, y que debemos dejar al paciente que
decida en estas condiciones aceptar el riesgo que supone la cura. Si no aclaramos todo esto desde
el principio, se ofrece a la resistencia del paciente un conjunto de armas temible, que pronto usará
contra los objetivos de la cura y contra nosotros.
- Si el paciente nos pregunta si la cura puede durar dos, tres, cinco o diez años, le diremos que
“todo es posible.” “Aunque un análisis de diez años equivale a un fracaso. No podemos prometer
un resultado cierto, así que sólo recordamos que casi siempre basta con períodos más cortos. Pero
si usted cree que los médicos desean hacer pronósticos favorables, mejor considere esta cura
como una experiencia arriesgada, que le costará esfuerzo, tiempo y dinero; y si a pesar de todo
usted desea desarrollar esta experiencia con nosotros, deberá hacerla depende de su capacidad de
sufrimiento. Reflexione antes de empezar.”
- Si el paciente nos pregunta “cree usted doctor que su cura me ayudará eficazmente” no debemos
responder “sí”, es preferible decirle al paciente que ni siquiera el elogio de la cura puede hacer
desaparecer la sospecha secreta del paciente respecto a que el médico es un hombre de negocios
y quiere vender su método, su mercancía.
- Si el paciente pregunta “no cree usted, doctor, que su método podría perjudicarme?” Le
podemos preguntar su profesión y señalarle que en cualquier trabajo es preciso confiar en el
hombre que conoce su oficio, aunque no puedan excluirse definitivamente posibles decepciones.
Toda esta preparación pesimista corresponde a las exigencias de la regla “sentir con.”
Respecto de la distancia entre el consentimiento consciente al sacrificio y el desagrado oculto:
Durante el análisis es bueno tener atención para captar las manifestaciones ocultas o inconcientes
que muestran la incredulidad o el rechazo, para discutirlas rápidamente. Es comprensible que la
resistencia del paciente no pierda ninguna ocasión que aparezca. El analista debe prestarse en la
curación, durante varias semanas, al papel de “balancín” (personaje que desde cualquier posición
vuelve a su posición vertical), sobre el que el paciente proyecte sus afectos de desagrado. Si no
hacemos esto, no nos protegemos, y además nos entregamos a ello (a recibir las criticas) en
cualquier ocasión, por más que el paciente sea tímido. Recogeremos antes o después la merecida
recompensa a nuestra paciencia en forma de una naciente transferencia positiva.
No hay nada más perjudicial para el análisis que una actitud de maestro de escuela o de medico
autoritario. Nuestras interpretaciones deben tener el carácter de una proposición más que el de
una afirmación cierta, no sólo para no irritar al paciente, sino porque podemos efectivamente
equivocarnos. La modestia del analista no es una actitud aprendida, sino más bien la expresión de
la aceptación de los limites de nuestro saber. Cualquier impaciencia por parte del médico cuesta al
enfermo tiempo y dinero, y al médico una sobrecarga de trabajo.
Acepto como mía la expresión “elasticidad de la técnica analítica.” Hay que ceder a las ocurrencias
de un paciente como si se tratara de un hilo extensible, pero sin abandonar la atracción en la
dirección de las propias opiniones, mientras la ausencia de consistencia de una u otra de estas
posiciones no quede plenamente demostrada.
El análisis no es un procedimiento sugestivo donde hay que preservar ante todo el prestigio del
médico. La única pretensión del analista es la de la confianza en la franqueza y en la sinceridad del
médico, y a esta no le perjudica el reconocimiento de un error.
Debemos esperar por parte de un analista analizado que el conocimiento y el control de su mismo
sean lo suficientemente fuertes para no claudicar ante las idiosincrasias. El saber nos permite
considerar a la persona más desagradable como un paciente con necesidad de ser curado, y en
cuanto tal, digno de nuestra simpatía. Poner en práctica esa humildad forma parte de las tareas
más difíciles de la práctica psicoanalítica. Sólo una verdadera disposición para el “sentir con” puede
ayudarnos, los pacientes perspicaces desenmascararán rápidamente cualquier pose prefabricada.
Se puede hablar de una oscilación entre “sentir con”, “autoobservación” y actividad de juicio.
Basándose en un material justificativo puede por fin aventurarse una interpretación.
Una regla importante del análisis consiste en economizar interpretaciones. No decir nada superfluo
en general. El fanatismo de la interpretación forma parte de las enfermedades iniciales del analista.
La opinión que mantuve al principio (de que siempre era el paciente quien podía ser activo) me
llevo a constatar que debemos contentarnos con interpretar las tendencias a la actuación
-ocultadas x el paciente- para apoyar los intentos de superar las inhibiciones neuróticas, sin
aconsejar medidas coercitivas, reglas de comportamiento, o prohibiciones. Si somos pacientes, el
paciente terminara preguntándonos si puede aventurarse en una tentativa (por ej. rebasar una
construcción fóbica). O sea, le corresponde al paciente determinar, o al menos indicar, el momento
de la actividad. Estas tentativas provocan variaciones de tensión en los sistemas psíquicos, y son un
instrumento de la técnica analítica al lado de las asociaciones.
El concepto de translaboración tiene un elemento cuantitativo y otro cualitativo. La reconstrucción
paciente del mecanismo de la formación del síntoma y del carácter puede repetirse en cuanto se
produzca un nuevo progreso del análisis. Cada nueva comprensión de las significaciones exige la
revisión de todo el material precedente, lo que podría cambiar fragmentos esenciales de la
construcción que ya creíamos terminada. Esta será la labor de una dinámica de la técnica, que
atienda a todos los detalles, es decir la de constatar las relaciones más finas entre esta
translaboración cualitativa y el factor cuantitativo (descarga de afectos.)
Parece retornar una forma especial del trabajo de revisión. Pienso en la revisión de las experiencias
vividas durante el tratamiento analítico. Paulatinamente el análisis se convierte en un fragmento
de la historia del paciente, y él lo repasa antes de separarse de nosotros, cuando desvía su mirada
del análisis para dirigirla hacia las implicaciones reales de la vida.
Quiero señalar algunos detalles sobre la metapsicología de la técnica. El proceso de curación
consiste en gran parte en que el paciente coloque al analista (el nuevo padre) en lugar del
verdadero padre que ocupa un puesto tan destacado en su Super-Ego, y que a continuación
prosiga viviendo con este Super-Ego analítico. Pero quiero añadir que un verdadero análisis de
carácter debe dejar al margen, al menos de momento, cualquier tipo de Super-Ego, incluido el del
analista. Porque el paciente debe quedar libre de cualquier lazo emocional, en la medida en que tal
lazo supere la razón y sus propias tendencias libidinosas. Los resultados que solo consistirían en la
sustitución de un Super-Ego por otro, deben ser considerados como transferenciales; no
corresponden al objetivo final del tratamiento: desembarazarse también de la transferencia.
En relación a la eventual metapsicología de los procesos psíquicos del analista durante el análisis,
podemos decir que sus implicaciones oscilan entre la identificación (amor objetal analítico) por
una parte y el control de sí o actividad intelectual por otra.
El resultado ideal de un análisis acabado, es precisamente esta elasticidad (de la libido, en cuanto
luego de una análisis debe quedar con movilidad libre) que la técnica exige también al psiquiatra.
Ello es un argumento más a favor de la necesidad absoluta de la “segunda regla fundamental del
psicoanálisis.”
El procedimiento que aplico y recomiendo, la ELASTICIDAD, no equivale a ceder sin resistencia.
Todos intentamos situarnos en la onda del paciente, sentir con él todos sus caprichos, todos sus
humores, pero nos atenemos también hasta el final a nuestra posición dictada por la experiencia
analítica.
La única base fiable de una buena técnica analítica es el análisis finalizado del analista. En un
analista bien analizado, los procesos de “sentir con” y de evaluación, se desenvolverán no en el
inconciente, sino en el preconciente. Por último, en cuanto a lo dicho sobre el Super Ego, mi
combate va contra la parte inconciente del super ego, inconciente y por ello influenciable. No
tengo nada que objetar a que un hombre normal conserve en su preconciente modelos positivos y
negativos.
Alexander y Ross: Capitulo 1: Desarrollo de los conceptos fundamentales del psicoanálisis
Principios Psicodinámicos de la Terapia
La teoría psicoanalítica ha seguido el desarrollo de la teoría. La terapia consistió en llevar a la
conciencia el contenido psicológico reprimido. La hipnosis catártica era un procedimiento, un
recurso mediante el cual en estado hipnótico artificial el yo no rechazara el material reprimido.
Luego Freud advirtió que la movilización de lo reprimido no era suficiente para curar los síntomas y
que el yo debía experimentar cambios a fin de volverse capaz de integrar en su sistema el material
reprimido. El objeto de la terapia, por consiguiente debe consistir en producir cambios en el yo.
Con esa nueva orientación, se trasladó a comprender el icc, el conocimiento simbolismo, traducir
el lenguaje pictográfico arcaico del icc en pensamiento verbal, hacia el estudio de los mecanismos
de defensa del yo. El descubrimiento decisivo respecto al modo en que cabe influir sobre las
defensas del yo, fue el fenómeno de la transferencia.
En la hipnosis catártica el factor terapéutico consistía en una intensiva experiencia emocional.
Pero Freud reconoció que la experiencia traumática no era el factor patogénico. Lo que el paciente
sentía como trauma, era un incidente trivial.
Luego las asociaciones liberes eran un recurso ideal para el estudio sistemático del pasado del
paciente. Siguió un periodo en que la reconstrucción genética del desarrollo de la personalidad
convirtiéndose en el objetivo de la terapia. Sin embargo, gradualmente fue apreciándose cada vez
más la importancia de las experiencias emocionales del paciente en relación transferencial con el
psicoanalista. El factor eficaz terapéutico no es el recordar, sino el revivir las experiencias
traumáticas en la transferencia.
El instituto de psicoanálisis de Chicago se emprendió una revaloración sistemática de los efectos
terapéutico. Este proyecto requería una experimentación con la técnica del tratamiento. Se
abandonaron la rutina de las sesiones diarias y la actitud pasiva y cada detalle del tratamiento, la
frecuencia de las entrevistas, sus interrupciones, y en lo posible los detalles de la situación vital del
paciente, fueron planeados de acuerdo con la naturaleza del problema terapéutico.
La actitud del terapeuta hacia el paciente fue explorada también. Freud concebía neutral al papel
del analista. Para esta psicoterapia breve la personalidad del analista y sus reacciones, a pesar de
sus esfuerzos por permanecer impersonal, influyen en el curso del tratamiento. El paciente siente
esas reacciones, pero a menudo las interpreta mal, de acuerdo con sus propias necesidades
emocionales. Las investigaciones de Chicago presentan particular atención a la mutua relacion
emocional entre paciente y medico; el concepto de experiencia emocional correctiva del paciente
como factor central en el tratamiento psicoanalítico ha evolucionado.
La esencia de esta teoría puede resumirse así: la condición neurótica es el resultado del fracaso del
yo en el cumplimiento de su función, consistente en encontrar gratificación para las necesidades
subjetivas, de un modo que mantenga la armonía entre los diversos aspectos de la personalidad y
el ambiente. Esa función de mediación entre necesidades y deseos parcial o conflictuales y su
adaptación a las condiciones ambientales son problemas de integración.
La función integradora fue sometida por French a un estudio que trato de evaluar sus variaciones
cuantitativas. Así la facultad integradora varia de una persona a otra, y en la misma persona sufre
la influencia de diferentes factores. La excesiva intensidad de una necesidad emocional, por
ejemplo, interfiere con la integración efectiva.
Las emociones intensas y apremiantes tienden a buscar una gratificación inmediata y por lo tanto
interfieren con la función integradora efectiva. Las motivaciones de escasa intensidad también
pueden disminuir la facultad integradora. La ansiedad según su intensidad, puede favorecer o
paralizar la función integradora.
Otro factor que interfiere con la conducta adaptativa se relaciona con el mecanismo básico de la
represión.
La represión es la medida defensiva característica del débil yo. El impulso reprimido buscara
satisfacerse una salida en los síntomas.
La terapia psicoanalítica se revela como un proceso de reacondicionamiento. El yo es inducido a
enfrentar un impulso reprimido eliminando la angustia que suscito la represión. Ello se logra
reproduciendo la situación original, pero cambiando las condiciones de modo que pierdan su
efecto productor de angustia. Tan pronto como el paciente advierte que la respuesta del analista a
la expresión de sus impulsos es diferente de la de sus padres, se aparta el efecto atemorizador. La
finalidad de la terapia consiste primero en revivir la situación interpersonal que condujo a las
represiones originales, y segundo, en proporcionar un nuevo tipo de experiencia adecuada para
contrarrestar los efectos de las respuestas paternas. Eso solo puede alcanzarse si el analista es
capaz de reconstruir las influencias patogénicas paternas y responder a las modificaciones
emocionales del paciente de una manera que contrarrestare y neutralice el influjo perturbador de
los padres. Se trata de un reacondicionamiento emocional.
Así las experiencias emocionales durante la terapia tendrán una influencia correctiva, cuto
resultado será la eliminación de las represiones. El paciente será capaz de encarar lo que antes se
encontraba reprimido a causa de la censura paterna.
Mediante su labor interpretativa, el analista ayuda al yo del paciente en la integración del nuevo
material liberado de la represión. Para hacer consciente lo que hasta ahora estaba reprimido, es
preciso reducir la angustia. Ello se logra mediante la experiencia emocional correctiva y la
comprensión, que tiene de por si un efecto reductor de la angustia. La función del yo consiste en
dominar mediante la comprensión. La función integradora se basa en la estimación de la situación
total. Por eso la labor interpretativa, al tratar con el material puesto al descubierto acrecienta la
autoconfianza del yo.
Del instituto de psicoanálisis de Chicago ha resultado una serie de recomendaciones técnicas. La
esencia de estas consiste en que, desde un principio el terapeuta debe estar precavido contra el
peligro inherente a las tendencias regresivas del paciente. Para contrarrestar ese peligro el analista
debe dar consecuentemente al paciente mayor independencia posible.
Es indispensable la conveniente reducción de la frecuencia de sus sesiones, con interrupciones más
o menos largas. Animar al paciente a realizar fuera del tratamiento nuevas experiencias vitales
adecuadas para aumentar para aumentar la confianza en sí y estimular esperanza, son también
poderosos recursos para liberar al paciente de la dependencia respecto del terapeuta.
Práctico 9: "Psicoterapia Psicoanalítica breve" en la Argentina. Los “efectos terapéuticos” en el
psicoanálisis lacaniano

Fiorini: Teoría y técnica de psicoterapias


Capítulo II: Psicoterapia Breve, aportes para una teoría de la técnica
Avanzamos hacia una comprensión más totalizadora del paciente. Los métodos “tradicionales”
(psicoanálisis) resultan insuficientes para resolver problemas concretos y estos fuerzan un
replanteo y búsqueda de nuevos métodos, sobre todo a nivel institucional. Surgen de la práctica
clínica e institucional.
a) Modelo etiológico: se orienta a la comprensión psicodinámica de los determinantes actuales de
la situación de enfermedad, crisis o descompensación, esto no significa desconocer los factores
disposicionales históricos pero sí dirigirse específicamente a la situación en que estos se actualizan.
Esto implica jerarquizar el papel desempeñado por las condiciones de vida del paciente, ocuparse
del “afuera” del tratamiento (opuesto al psicoanálisis). Por “condiciones de vida” se alude no sólo a
los vínculos interpersonales sino a la vivienda, trabajo, perspectivas de futuro, cultura, prejuicios,
mitos, etc. (comprensión social del paciente que complemente la comprensión psicodinámica). Así
una constelación compleja de múltiples factores correspondientes a diferentes niveles potenciados
mutuamente por encaje recíproco configura la estructura “enfermedad”. El concepto de crisis
como el momento de una estructura original asumida por las contradicciones esenciales del sujeto
en circunstancias específicas.
b) Relaciones entre psicopatología y comportamientos potencialmente adaptativos: la terapia
breve organiza sus recursos de modo elástico (“principio de flexibilidad”) que contrasta con la
técnica estricta y reglada del psicoanálisis y elabora su estrategia según qué capacidades estén
invadidas por conflictos o libres de ellos. Se orienta hacia el fortalecimiento de las áreas del yo
libres de conflicto.
c) Modelos motivacionales y cognitivos de la personalidad: la posibilidad de que comportamientos
ligados a motivaciones infantiles se autonomicen sugiere la necesidad de entender al individuo
como un sistema de múltiples motivaciones organizadas en una estratificación funcional compleja,
combinando autonomía, dependencia e interpenetración. Esta multiponencia motivacional es una
de las condiciones de eficacia de la psicoterapia breve. Esta pluralidad causal hace indicado el
empleo de técnicas de diferente nivel y puntos de aplicación, lo cual deriva en la necesaria
adopción de un arsenal terapéutico multidimensional.
Partiendo de una evaluación del paciente exhaustiva y total, la acción terapéutica recurre a:
Ofrecer un clima permisivo que favorezca la catarsis de sus fantasías, temores, deseo Favorecer el
aprendizaje de la autoevaluación Alentar la asunción de roles que fortalezcan Ayudarle en la
elaboración de un proyecto personal Ejercer una influencia sobre las pautas de interacción familiar
El terapeuta desempeña un papel esencialmente activo, se exige de él una gama amplia de
intervenciones. Orienta la entrevista. En el proyecto terapéutico establece ciertas metas
fundamentales, limitadas a alcanzar en plazos previsibles y esboza una estrategia general que
comprende a su vez objetivos tácticos escalonados. Esta orientación estratégica es la focalización
del esfuerzo terapéutico. El foco es aquella interpretación central sobre la que se basa todo el
tratamiento. Se lleva al paciente hacia ese foco mediante interpretaciones parciales y atención
selectiva, lo que significa omisiones deliberadas. Recapitulando: la iniciativa personal del
terapeuta, individualización, planificación, focalización, flexibilidad definen parámetros específicos
de la psicoterapia breve y confieren a la técnica una estructura propia. Las intervenciones pueden
ser: Pedidos de información y emisión de información al paciente. Operaciones de encuadre
Esclarecimientos, señalamientos y confrontaciones Interpretaciones de diferente alcance y
profundidad.
El terapeuta debe transformar su comprensión de lo que ocurre en un nivel regresivo, de proceso
primario en formulaciones referidas a la problemática actual. Las interpretaciones transferenciales
no intervienen. El encuadre de la psicoterapia breve limita las posibilidades de la regresión
transferencial. El tiempo limitado hace indeseable el desarrollo de una intensa neurosis
transferencial. La consigna general es orientación constante hacia la realidad, fortalecer en el
paciente la capacidad de discriminación para lo cual será necesario diferenciarla entre conductas
transferenciales y conductas adecuadas a la realidad, ayudarle a efectuar tareas integrativas
inmediatas. Toda mejoría deberá acompañarse de cambios en sus condiciones de vida. Aún a
riesgo de un reforzamiento autoritario por parte del terapeuta. Pero la psicoterapia no alude sólo a
la supresión sintomática y modificaciones superficiales y reforzamiento defensivo. Se cuestiona la
hipótesis de una directa equivalencia entre duración y profundidad de sus efectos. Esta
psicoterapia puede lograr modificaciones dinámicas de mayor alcance. La experiencia emocional
correctiva representa el tipo original de relación con un terapeuta en cuanto objeto efectivamente
bueno, permisivo, que ayuda. Limitaciones No puede producir cambios en la estructura nuclear de
la personalidad Pueden reforzar resistencias incrementando la intelectualización Puede operar por
sugestión e inducir al acting-out
Los pacientes que obtienen menor beneficio en general son los trastornos psiquiátricos crónicos.
Es más apropiada para cuadros agudos, situaciones de crisis o descompensaciones. La terapia
breve tiene un final abierto con lo cual admite cualquier tratamiento posterior.
Capítulo VI: Concepto de foco
Este concepto tiene origen empírico: el trabajo terapéutico se orienta siempre hacia la delimitación
de un eje o punto nodal de la problemática del paciente. Incluso los pacientes tienden a tener una
focalización de su relato. En general el motivo de consulta se transforma en el eje motivacional
organizador de la tarea. Ligado al motivo de la consulta se localiza cierto conflicto nuclear
exacerbado. La focalización implica trabajar sobre asociaciones intencionalmente guiadas (no
libres). El foco tiene un eje central que es el motivo de consulta. Esta es una situación que
condensa un conjunto de determinaciones, respetando la situación totalizada tal como se
presenta. A partir de aquí es posible deslindar una zona de componentes de la situación que
podemos caracterizar como aspectos carácterológicos del paciente. También es posible reconocer
en la situación aspectos histórico-genéticos individuales y grupales reactivados. Otra zona
integrante de la situación comprende el momento evolutivo individual y grupal. También una zona
de determinantes concurrentes del contexto social más amplio (condiciones económicas,
laborales, culturales, ideológicas)

Teniendo en cuenta todas estas zonas lo que haremos es reconfigurar una estructura, construir un
modelo de la situación que intente dar cuenta de los dinamismos, articulaciones, encajes,
potenciaciones y oposiciones propios de una totalización. El concepto de situación en el que
convergen las perspectivas dialéctica, materialista y existencial puede aportar un modelo adecuado
capaz de aproximarnos a una totalización concreta, singular y en movimiento. Aquí hay aportes
psicodinámicos, comunicacionales y psicosociales. El foco como delimitación de una totalidad
concreta sintética contiene esta serie de componentes condensados en la situación estructurada.
Reguladores del foco Diafragmado operacional del foco: en muchos momentos de la tarea no se
abarca la totalidad de los componentes de la situación sino que se concentra por una especie de
diafragmado en alguno de ellos recortando alguna zona particular. La profundidad y amplitud con
que se explore cada zona y la totalidad depende de una serie de factores reguladores. Desde el
paciente y su familia: condiciones de vida culturales, ocupacionales, geográficas, motivación para
el tratamiento Desde el terapeuta y la institución: esquemas teóricos, recursos técnicos,
disponibilidades de personal y espacios, estilos de supervisión. En cada momento, no obstante, la
focalización adquirirá una amplitud particular.
Este conjunto de reguladores delimita sobre la situación total un “cono de amplitud variable”. El
trabajo de foco sigue esta secuencia:
1. El paciente inicia la sesión aportando material disperso
2. Después de un tiempo de ese despliegue el terapeuta interviene para preguntar en una
dirección específica, o bien selecciona ciertos elementos significativos desde la situación-foco.
3. El paciente recibe esta reformulación y comienza a operar con ella
4. Nuevas intervenciones tomarán ya elementos parciales, componentes de la situación. En un
movimiento donde se trabaja a la vez sobre los detalles y sobre el conjunto.
A lo largo del proceso terapéutico el foco puede ir modificándose. Si cada situación puede
entenderse como una estructura dotada de una organización interna peculiar, entonces es
comprensible que no se la pueda bordar por simple concentración masiva de estímulos correctores
sino en base a una planificación estratégica.

Fiorini: Intervenciones en crisis en psicoterapias psicoanalíticas: crisis vitales, crisis accidentales.


Caso clínico.
Recibo el llamado de una mujer: “Doctor, ¿Ud. podría darle una consulta a mi marido? Él no
llamaría. Está muy mal y me dijo que si yo me ocupo va”.
Hay quienes dicen que si no llama el paciente no hay que atenderlo, porque debe haber demanda.
No es práctico en salud mental colocar ese slogan siempre. Tiene importancia saber quien
demanda, pero no ponerlo como condición para dar la consulta.
Le doy una hora para los dos días siguientes. Viene a verme un hombre de 46 años, alto, atlético,
rubio, de ojos azules. Es como si no se le notara su altura ni el cuerpo atlético porque esta como
consumiéndose. Esta muy inseguro, le cuesta hablar y en la primera entrevista tiene la voz
temblorosa, de angustia. “Mire, yo en realidad vengo… mi mujer le pidió la hora porque yo desde
el 2 de enero (esto era en marzo) no volví a trabajar”.
Le digo que me cuente cómo es su trabajo. “Yo tengo una sociedad hace 15 años con un primo de
mi mujer y un amigo él. El último par de años se fueron sumando problemas y decidí no volver.
Hubo un cambio de la situación económica, del mercado de discos, hubo un cambio en las
condiciones de comercialización”.
Uno de los factores de la situación: el cambio económico.
Esta empresa se ve en la disyuntiva de cerrar o multiplicarse, optaron por lo segundo.
“En un año nos asaltaron 10 veces, y lo más terrible fue el último. Yo llevaba el dinero y se me
cruza un auto con gente armada y no sé que me paso (llora), yo creo que estuve loco. Acelere el
coche, me tiraron, me hirieron el hombro y me podrían haber matado” (llora).
Esta llorando por la muerte de él, que bien pudo haber ocurrido, y él llora también porque estuvo
loco. Él está desesperado por rodo lo que ocurrió. El asalto fue el 20 de diciembre y el 2 de enero
decidió no ir más.
Empiezo a pensar que me está contando la historia de una fobia, ha tenido una situación de peligro
y la respuesta al impacto traumático fue el desarrollo de una fobia.
Yo hago una intervención diciendo que me parece comprender que me cuenta una historia donde
en dos años ha habido muchos cambios, que él no está tolerando esos cambios y los peligros que
conllevan. “No es solo eso, es que mi padre nos abandono cuando yo tenía 10 años” (llora).
Él ve una relación causal entre una historia de abandono en su familia y esto que parecía referirse
al balazo.
“Yo tenía más problemas en el trabajo no solamente esto de los asaltos. Cometí errores muy
serios. Estaba a cargo de controlar la parte financiera, que era el pago de deudas por crédito de
bancos. Y no sé que me paso, pero durante 3 meses del año pasado me olvide de esta tarea. Mi
olvido costo como 20.000 dólares”.
Este error lo vamos a escuchar como los errores de Freud, como actos fallidos.
“Mis socios se enfurecieron y no que me querían ver más”.
Entonces le pregunto: “En enero dejo de ir, ¿Qué piensa Ud. y sus socios de esta situación? ¿Qué
piensa su mujer? “Ellos no sé, porque no hable más con ellos, mi mujer dice que yo tengo que
trabajar porque sino ¿de qué vamos a vivir?”.
El hombre está muerto de miedo, de angustia, no trabaja, no tiene dinero y el capital no es
recuperable.
Como el nivel de angustia era muy alto, estaba muy deprimido, le propongo, en la tercera
entrevista, medicarlo y el acepta. Por un tiempo, después se pudo ir suprimiendo la medicación.
Si me centro en lo individual, digo: se trata de un individuo que ha dejado de trabajar por A, B o C.
si tengo una escucha grupal, digo: pero no solo él, además nadie llama y estaban en vías de
echarlo. A esto le llamo la dimensión grupal de la crisis.
“Mi padre era un hombre de mucho dinero, que tenía una sociedad con su hermana, muy exitosa.
Era una inmobiliaria. Hasta que un día se les ocurrió dedicarse a los caballos de carrera. Vivian en
el hipódromo, empezaron a salir de noche, a salir con mujeres de la noche. Un día los dos dejaron
a sus familias y se fueron con estas mujeres y sus fortunas a “vivir la noche”. Mi madre se puso
muy furiosa y dijo “de esto hombre no se habla nunca más”. Era una mujer muy sargenta y
teníamos que cumplirle en todo. Y así salimos mi hermana y yo, sometidos, con poco carácter.
Después de 5 o 6 años lo vimos algunas veces, pero la verdad es que no sabemos qué paso.
Cuando mi padre apareció había perdido todo el dinero y tenía un aspecto miserable”.
Voy reconstruyendo la historia y la impresión que tengo es que el padre enloqueció.
Edad que tenía el padre cuando pasó todo esto: 45 años. Se abre una serie de conexiones
interesantes: cuando él se olvido de controlar las finanzas de la empresa tenía 45 años. Es posible
que haya desarrollado una identificación inconsciente con el loco, por la que cometió a la misma
edad, algún equivalente simbólico de aquella locura (la pérdida de 20.000 dólares y la locura de
escapar cuando estaba rodeado de asaltantes). El tiene mucho miedo de volver loco, como cuando
huyo, pero también a un nivel de identificación inconsciente, tal vez deseaba volverse loco por el
elemento de unión al padre que podía aportarle seguirlo en su locura.
En la tradición psicoanalítica podríamos dedicar mucha atención a esta historia, pero las papas
queman. Este hombre no concurre al trabajo. No vamos a descuidar esta historia, pero debemos
considerar la situación actual, el está sin trabajar.
Cuando le hago una interpretación no pude pensar conmigo, ¿Qué quiere decir esto? Que no tiene
ningún gesto de insight, que la interpretación no le trae asociaciones.
“Yo sé que mi mujer se está enojando, pero si yo tengo que perder también a mi familia la perderé.
Pero a trabajar no vuelvo”.
Esto es inquietante porque en realidad ahonda la dirección de seguir el camino del padre.
Le pregunto si ha tenido algún sueño, si ha pensado en alguna otra cosa del asunto y las respuestas
son negativas.
Lo único que aporta es: “Mi mujer se está enojando mas conmigo, y me dijo que si no voy a
trabajar se va a separar”. Este hombre está bloqueado, paralizado y tal vez, decido a mantenerse
en el camino del padre. Cuando le señalo e interpreto su actitud negativa, asiente. Nos confirma
que está en actitud negativa.
En esta situación, apelando a nuestra teoría de lo grupal en la crisis, decido citar a la mujer. Él
acepta. La mujer no estaba tan enojada como él decía, es una persona compresiva y razonable.
Pude comprobar la diferencia entre la proyección y lo que es el otro.
“¿Uds. no podrían retirarse y recurar el capital?” “No, no podríamos”. ¿Qué se les ocurre que se
puede hacer en este momento?” La mujer dice: “Podría hablar yo con ellos”, y el marido dice: “No
quiero que te metas”. Recuerden la actitud negativa que él sostiene. Creo que en esta situación el
terapeuta debe ser activo.
Entonces digo: “Me parece constructiva la idea de que Ud., señora, hable con los socios. Ud. se
opone pero está en minoría” (como en una asamblea).
La mujer fue a hablar con los socios, tampoco estaban tan enojados como parecía. Ella les explico
que había desarrollado una crisis de angustia y ellos comprendieron. El los pensaba mas enojados,
pero este hombre siempre piensa que los otros son tan negativos como él. Los socios dijeron que
se trate y que cuando pueda concurra a hacer alguna tarea. Vuelvo a hacer una sesión con él y la
mujer y empezamos a pensar cuál podría ser la tarea. Cuando los socios se enojaron con él porque
había cometido ese error financiero, le habían propuesto un trabajo afuera que era promover
ventas de discos en gasolineras, cosa que le había aterrado porque era en espacios abiertos y el
padecía agorafobia.
Cuando la mujer hablo con los socios le ofrecieron la misma tarea. Pero él dijo que no podría ir a
lugares desconocidos, hablar con gente desconocida, entonces ella se ofreció a acompañarlo.
Luego de 3 meses le propuso a la mujer que se quede en la casa porque se iba a animar a ir solo.
Participante: ¿Cómo en estas situaciones de crisis manejas lo transferencial? Este hombre te esta
avisando desde el primer momento de que tiene que decirle lo que tiene que hacer.
Friorini: Este hombre tiene un carácter muy pasivo, siempre pide a otro que lo dirija. Se lo ha
pedido a la mujer, se lo ha pedido a los socios y me lo pide a mí. En las consultas conmigo es un
hombre pasivo, no trabaja con las interpretaciones. Desde el punto de vista de las transferencias,
está repitiendo su relación pasiva con el poder de otro.
Él nos ha contado una historia de una ausencia de padre. También no está mostrando que ante un
padre ausente él se ha identificado con aspectos enfermos del padre. Otra lectura es que él puede
venir a encontrarse conmigo a ver si encuentra alguna función paterna no enferma y no ausente. Si
viniera a encontrar alguna función paterna no enferma, el vendría portador de alguna diferencia
potencial. ¿En qué sentido? En que cuando se reencontró a medias con ese padre, nunca pudo
reencontrarlo. El padre tampoco se ofreció al reencuentro de ellos.
Se quedo pasivo respecto de las figuras maternas y ausente de la función hijo en la relación hijo-
padre. La cuestión es que él puede venir con todas estas transferencias pero también a ver si es
posible construir alguna diferencia.
Una escena para crear diferencia es la de la asamblea, donde yo me uno a la mujer y decidimos.
Esa alianza de la mujer conmigo se puede leer como instauración de la función paterna, con una
pareja parental que en la historia de él estaba perdida.
Instaurar alguna diferencia no quita que va a haber que lidiar con las transferencias. Parte de la
pregunta es cómo podremos abordar las repeticiones de la transferencia, pero sabiendo que no
hay solo eso, que puede haber otros caminos en torno a lo que se repite como transferencia.
Kasselman: Psicoterapia breve
I - ¿Por qué psicoterapia breve?
Hay muchas razones, pero creo que una de las respuestas esenciales es que las necesidades
actuales de masificar la asistencia psicológica son incompatibles con los tratamientos psicológicos
individuales prolongados.
Breve, sería entonces, la psicoterapia que se contrapone a la psicoterapia prolongada o ilimitada.
De estas psicoterapias prolongadas propongo tomar, como ejemplo, el psicoanálisis para
comprender el papel que puede desempeñar en las limitaciones y posibilidades de desarrollo de la
psicoterapia breve y de los otros procesos correctores de duración y objetivos limitados. Frente a la
necesidad de masificar la asistencia psicológica, se le plantearan, al psicoterapeuta, dos caminos: o
tratará de hacer “psicoanálisis a todo el mundo”, o intentara construir una solida teoría y técnica
de los procesos correctores de duración y objetivos limitados.
A) Psicoanálisis para todo el mundo
En cuanto a las limitaciones, quiero señalar, las dificultades que se le presentan a los
psicoterapeutas que se rebelan contra el “elitismo”, se proponen masificar la asistencia psicológica
tratando de realizar un camino imposible: “hacer psicoanálisis a todo el mundo”. Esta salida suele
ser la forma en que el psicoterapeuta trata de resolver la contradicción entre su confianza en la
idoneidad de los tratamientos largos y costosos (como el psicoanálisis) y sus deseos de realizar
una psicoterapia optima y económicamente accesible a todos.
Es común que el psiquiatra novel admite la necesidad de analizarse y conocerse a sí mismo a través
de dicho tratamiento, para poder discriminar adecuadamente entre sus propios conflictos y los de
su paciente. Pero también es común que cuando debe realizar asistencia psicológica a pacientes
hospitalarios, por ejemplo, lo que suele hacer con ellos, es una especie de psicoanálisis apurado.
¿Por qué le sucede esto? Tres razones:
a) No puede evaluar como optimas otras técnicas terapéuticas para los demás, si les hace
algo distinto de lo que considera lo mejor para sí mismo;
b) Al no tener información suficiente, no ve otro recurso que aplicar con los pacientes el
modelo que ha comenzado a aprender a través de su propio psicoanálisis;
c) Circulan habitualmente, en su medio ambiente profesional y de clase media, afirmaciones
acerca de que la terapia psicoanalítica es la única eficaz y que los otros procesos
psicoterapéuticos son ineficaces, que el psicoanálisis es costoso pero profundo, y que las
otras psicoterapias podrán ser gratuitas pero superficiales.
Estas afirmaciones lo empujaran a abandonar el medio hospitalario una vez que comienza a tener
un número significativo de pacientes que le aseguren una práctica privada.
Vemos así, que el psicoanálisis ha provocado un retroceso en la construcción de instrumentos
adecuados para prestar asistencia psicológica a la gran masa de población.
Cinco exigencias del psicoanálisis
a) La extensión temporal: La curación es concebida como un trabajo entre psicoanalista y paciente.
Este trabajo se cumple poco a poco, en un desarrollo a lo largo de los años y se lo conoce como
elaboración.
b) La tolerancia al sufrimiento: El paciente debe ser capaz no solamente de permitir acceso a su
conciente de los aspectos más reprimidos y rechazados en su personalidad, sino también de
mantenerlos en su conciencia por más dolorosos que sean, recurriendo a una disociaciones
instrumental entre una parte de si mismo capaz de sufrir y otra parte capaz de interesarse y pensar
alrededor de su propio sufrimiento. Es lo que se conoce como insight.
c) Vínculo cerrado analista-paciente: La relación debe desarrollarse en un ámbito cerrado para
favorecer la creación y el mantenimiento de un vínculo artificial caracterizado por sentimientos de
tipo infantil hacia el terapeuta, a través de esta regresión, el terapeuta es trata como si fuese una
figura parental. Esto afianzara la creación de un vínculo fuertemente dependiente del análisis: la
neurosis transferencial.
d) El costo del tratamiento: El pago de los honorarios es un índice del respeto que el paciente
guarda hacia su propio tratamiento.
e) Investigación “libre” o no directiva: Uno de los aportes más revolucionarios del psicoanálisis:
eliminar la función consejera. Surgió una línea “abierta” a las asociaciones libres, actos fallidos y
sueños, son una vía para llegar al icc. Se constituyo así una línea de investigación psicoterapéutica
no planificada previamente y, por lo tanto, sin límites temporales fijos.
¿Qué hará el psicoterapeuta con estos axiomas ante la tares de prestar asistencia a todos los
sectores necesitados de la sociedad? Tendrá dos alternativas: emplear directamente estas
categorías o les da otra concepción recreándolas o creando nuevas categorías.
Está visto que el empleo de estas cinco exigencias en la confección de los encuadres de la
psicoterapia breve, ha tenido resultados poco provechosos, sobre todo en los medio hospitalarios
y en algunas instituciones privadas. Por otra parte, le ha ido demostrando al psicoterapeuta la
realidad del tremendo alejamiento que ha sufrido el psicoanálisis con respecto a la cultura de
masas.
El psicoterapeuta se ha visto tironeado por dos fuerzas: una que emerge de los postulados
científicos psicoanalíticos y otra que nace de los postulados de la cultura popular.
El psicoterapeuta que se acerque a la realidad de todos los días se encontrara con el hecho de que,
si bien estas categorías de idoneidad y eficiencia del psicoanálisis son reconocidas por la minoría
de su clase social, en cambio, no son reconocidas en la gran masa de la población.
Para la gente, en general, los tratamientos médicos poco eficaces, son los prolongados. Frente al
desarrollo de un tratamiento prolongado, el paciente tiene la convicción de que su estado es grave
o el terapeuta no es bueno. Y esto suele terminar en una consulta a otro profesional o en busca de
otra solución.
B) La labor creativa: teoría y técnica de los procesos correctores de duración y objetivos
limitados
Esta la posibilidad de que el psicoterapeuta sea capaz de una labor creativa al conferir otra
concepción a las categorías psicoanalíticas recurriendo a otras técnicas o a otras disciplinas. Es
posible la instrumentación de ciertas categorías psicoanalíticas y en lo que se refiere a las cinco
exigencias:
a) Extensión temporal: La psicoterapia breve debe tener una curación limitada, en lo posible, a
semanas o meses de duración.
b) La tolerancia al sufrimiento: No pretendemos la supresión de la angustia. Tampoco creo que
deba hacerse una apología del dolor exagerado. El dolor, la angustia, deben adecuarse a la
capacidad que cada sujeto tenga para sentir ese dolor y esa angustia como valiosos, soportable y
no como perjudiciales e insoportables. Creo que la angustia insuficiente y la desmesurada se
convierten en un freno del proceso de curación.
c) Vínculo cerrado analista-paciente: Este es un lujo que no siempre la psicoterapia breve puede
darse. Primero porque hay ciertos pacientes (niños, adolescentes) con quienes este vínculo no es
posible desde el momento en que no los consideramos totalmente responsables como para
hacerse cargo de sus peripecias y exigencias que deben afrontarse en el tratamiento. Segundo,
porque la psicoterapia breve, que requiere el hallazgo de soluciones inmediatas, deberá incluir
entrevistas a familiares y allegados del paciente para solucionar los puntos de urgencia y las
condiciones de seguridad del tratamiento.
d) El costo del tratamiento: Aquí deberíamos discriminar según los tipos de pacientes, de acuerdo a
los recursos económicos. Creo que aquellos pacientes con buenos recursos económicos deben
pagar los tratamientos en una relación entre sus posibilidades y las necesidades del
psicoterapeuta. Si bien es cierto que el terapeuta tiene el derecho a recibir su remuneración
económica, también creo que al no tenerla se beneficia y gratifica no solo con el aprendizaje allí
obtenido sino con los beneficios de prestar asistencia social.
e) Investigación “libre” o no directa: Creo que la libertad de la investigación puede y debe
mantenerse dentro de ciertos cauces y límites en una dirección que resulte del equilibrio que
reclaman las necesidades y posibilidades del terapeuta o institución, de los pacientes y de la
situación en que dicha relación se da. Pienso, así, que la psicoterapia breve, será considerada como
una de las formas de lo que podría llamarse planeamiento de la psicoterapia o psicoterapia
planificada de corta, mediana o larga duración, de acuerdo al caso.
Dos características fundamentales
Parece entonces que toda posibilidad de masificar la asistencia psicológica, depende de la
capacidad para planificar dicha asistencia por una parte, y por la otra, de la eficacia de utilizar
todos los recursos de movilización y encuadres posibles de trabajo.
Los procesos correctos de duración y objetivos limitados, entre ellos las psicoterapias breves, son
el principal instrumento de la asistencia social, ya que son aptos para cubrir todo el campo
asistencial, sin sectores de privilegio. Dos características:
a) El planeamiento, la programación o la planificación general previa, que incluye la noción
de principio, desarrollo y final del proceso con metas claramente establecidas;
b) La utilización de diversos encuadres y de diversos instrumentos de aceleración o
movilización adaptados a cada persona o grupo de personas asistidas o a distintos
momentos evolutivos de la misma persona o grupo de personas asistidas.
Creo que la diferencia fundamental radica en el hecho de que existan psicoterapias planeadas o
programadas y psicoterapias no planificadas o no programadas. Cada una de ellas puede ser de
corta, mediana o larga duración, según el caso.
II – Las bases de la planificación
La planificación es el trazado de un camino a recorrer entre agente corrector y sujeto de la
corrección, a través de una tarea que llamamos proceso corrector.
1. Noción de proceso corrector: es una tarea por la que un agente de la corrección asiste
psicológicamente al sujeto de la corrección, con un esquema instrumental, en una situación
determinada.
El agente corrector puede ser un individuo o grupo al igual que el sujeto.
Corrección implica cambio. Nuevas formas de enfrentar los conflictos psíquicos que limitan sus
capacidades.
La tarea se desarrolla alrededor de un marco de referencia y de un marco de trabajo. El primero es
el esquema de conceptos de que el agente corrector se sirve para operar la transformación de un
campo dado: Esquema Conceptual Referencial Operativo (ECRO). El segundo es el que encuadra el
campo de la relación entre sujeto y agente corrector y este campo es el de las conductas
desviadas.
El concepto de desviación de la conducta se refiere a las distintas variantes de la norma patrón,
que no puede ser una norma fija y universal. A partir de su ECRO, el agente toma en cuenta la
ubicación temporo-espacial, el rol y el estatus social, la edad, el sexo, etc. de el o los sujetos de la
corrección.
El proceso corrector toma así la característica de no poseer modelos fijos sino situaciones y el
sentido de la corrección lo da la operatividad funcional y social de la misma.
Todo proceso corrector presenta seis constantes. Se agrupan tres de cada lado del “cono invertido”
y los fenómenos registrados en cada una de ellas permiten rastrear el agente corrector, la
naturaleza de la desviación y a su vez permiten planificar el proceso de la corrección.
a) Pertenencia: es la identidad de el o los sujetos actores de la corrección. Se mide por el grado de
responsabilidad a asumir el desempeño de la tarea.
b) Cooperación: es el grado de eficacia real con que cada sujeto de la corrección participa para
contribuir al logro o fracaso de la tarea.
c) Pertinencia: es la capacidad de centrarse en la tarea prescripta. Es lo que permite a la tarea
mantener en su eje el sentido verdadero de proceso.
d) Comunicación: parece ser el elemento más demostrativo para detectar y visualizar trastornos en
las relaciones humanas. Lo enfocamos desde 2 niveles de aproximación: el de la teoría de la
información y el de la dinámica de los niveles libidinosos. Siguiendo la teoría de la información,
delimitamos un circuito de trabajo con: emisor, receptor y mensaje, para detectar en que parte
está el malentendido. En cuanto a la dinámica de los niveles libidinosos registramos el oral, el anal
y el genital. Cada uno de ellos se caracteriza por el tipo de relación que tiene el sujeto con los
objetos de su interés.
e) Aprendizaje: es la adquisición de la capacidad de conductas alternativas para enfrentar
obstáculos. Aprender a pensar los sentimientos, las acciones y los pensamientos. A relacionar
nuestra conducta con la de los otros.
f) Telé: es ser humano sufre miedos básicos: el persecutorio (temor al ataque) y el depresivo
(temor a la perdida). Estos miedos producen una visión subjetiva de mundo exterior, el cual es, a
su vez, objeto de las proyecciones inconscientes de dichos miedos, haciéndole sentir que, sin saber
bien porqué, puede agruparse con ciertas personas y rechaza otras. Estos no son encuentros
afortunados o desafortunados sino “reencuentros” en la relación con el mundo exterior. A esta
atracción o rechazo la denominamos telé positiva o negativa.
Los instrumentos técnicos utilizados por el agente corrector (interpretación, esclarecimiento,
dramatizaciones, etc.) están destinados a favorecer el manejo adecuado que el paciente haga de
sus miedos básicos y a disminuir su resistencia al cambio.
Para la corroboración o rectificación de hipótesis dinámicas (con las que intentamos comprender y
corregir a lo largo del proceso) nos valemos de ciertos universales psicológicos suministrados por
las teorías de las relaciones objetales y que aparecen como variables generales de todo proceso
corrector. Trataremos aquí de que nuestra actividad correctora se centre en:
a) Disminución de los miedos básicos
b) Plasticidad en el juego de introyección y proyección
c) Volver explicito lo implícito
d) Favorecer la movilidad de roles
e) Favorecer la recreación de ideologías
Finalmente, las modificaciones obtenidas desde los iniciales trastornos que han aparecido en la
primera consulta o durante el proceso terapéutico permitirán que el agente tenga a mano puntos
iniciales de referencia de los cuales partir, de común acuerdo con su paciente, para confeccionar el
planeamiento de una tarea que periódicamente les habrá de permitir la evaluación del proceso
evolutivo y la confección del futuro proyecto.
Los procesos correctores pueden dividirse de acuerdo a su duración y objetivos en limitados y no
limitados. Los primeros pueden dividirse, a su vez, en aquellos que se desarrollan con personas
que solicitan asistencia psicológica para mejor su eficacia, para efectuar un aprendizaje, pero no se
consideran enfermos, y en los que se desarrollan con personas que solicitan asistencia psicológica
para curar su enfermedad. En este campo, el agente corrector efectúa psicoterapia.
Los cuatro principios básicos para el planeamiento y ejecución de la tarea correctora
La logística, la estrategia, la táctica y la técnica.
Se concibe el ataque y la lucha contra la enfermedad en términos muy similares a los que se
utilizaban un campo de batalla. El agente corrector es visto como un soldado que tiene que
combatir contra un enemigo (la enfermedad) frente a la cual tiene que plantearse qué
posibilidades de logro tiene. El agente debe colocar a su objeto de estudio (el paciente) y el campo
en el que se va a trabajar (la relación terapéutica) en las mejores condiciones, para que su trabajo
(la lucha contra la enfermedad) sea lo más fructífero posible. Esto es la logística y la definimos
como la aproximación exploratoria al campo de trabajo que intenta las operaciones necesarias
para colocar al objeto de estudio y corrección en condiciones tales que la experiencia sea
fructífera.
Luego se puede diseñar una forma de atacar ese campo, de abordar y de relacionarnos con ese
objeto de estudio, una forma que nos indique que hacer, durante cuánto tiempo, para llegar a
donde, es decir a que meta y a través de cuales etapas. Esto es la estrategia. Es el diseño de un
plan de acción sobre el camino a recorrer para llegar a nuestra meta u objetivo final, utilizando
los datos que hemos obtenido en la etapa logística.
La manera en que vamos a emplear este plan de acción, el tiempo en que lo vamos a poner en
movimiento, en el momento en que vamos a desarrollarlo. Esto es la táctica. El plan de acción de
se pone en movimiento en el momento y lugar adecuado.
Podemos utilizar muchos recursos para recorrer y operar sobre ese campo. Las diferentes formas
en que se utilizan los instrumentos para operar en el campo de trabajo, o sea la sistematización
de los distintos caminos para llegar a un fin recibe el nombre de técnica.

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