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Trabajo número 1.

Relacionado con la encíclica “Evangelium vitae” de San Juan Pablo


II.

Este trabajo se compone de dos partes:

A-Exponer las cuestiones de bioética tratadas en esta encíclica.

B-Hacer una valoración personal de los temas tratados en esta


asignatura así como del actual contexto cultural que vivimos hoy.

Alumna: María Victoria Moreno Giménez.

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A-Exponer las cuestiones de bioética tratadas en esta encíclica.


La presente Encíclica “Evangelium vitae” pretende exponernos de forma
precisa y firme el valor que tiene la vida humana y su carácter inviolable, solo
mediante el respeto y la defensa de toda vida humana encontraremos la
justicia, la libertad la paz y la felicidad.

En este primer capítulo San Juan Pablo II empieza explicándonos como Caín
mato a Abel (Gn 4,8), raíz de la violencia contra la vida humana. El hombre
por el pecado original siente codicia e ira y se convierte en el primer enemigo
de sus semejantes.

El hombre mata a su hermano, en cada homicidio se viola el parentesco


“espiritual” en que todos los hombres formamos una gran familia. También se
mata al hijo con el aborto y otras veces favorecemos la eutanasia.

Al principio de los tiempos el hombre se rebela contra Dios en el paraíso, más


tarde se produce la lucha mortal del hombre contra el hombre, con lo que el
mal va aumentando con mucha rapidez.

Después del delito, Caín mintió a Dios diciéndole que no sabía dónde se
encontraba su hermano. Hoy en día sigue sucediendo lo mismo, las ideologías
más diversas sirven para justificar los atentados más horribles contra las
personas. El ser humano no se siente responsable ante sus semejantes, ni
tampoco solidario con los débiles, ancianos, enfermos, inmigrantes y niños,
esta indiferencia pone en juego valores tan fundamentales como la
supervivencia, la libertad y la paz.

La vida del ser humano pertenece a Dios, por eso, quien atenta contra la vida
del hombre está atentando también contra Dios mismo. Pero Dios no quiere
castigar duramente, No quiso castigar al homicida con el homicidio, ya que
quiere el arrepentimiento a la muerte.

En nuestro mundo actual, la sangre de nuestros hermanos no deja de correr


y de clamar, siempre adquiere tonos y formas diferentes. Dios siempre está
al lado del hombre y quiere que el hombre reflexione sobre las consecuencias
que estos atentados a la vida humana tiene para la propia humanidad.

Existen amenazas que proceden de la naturaleza misma, en muchas ocasiones


agravadas por la desidia del hombre, y otras veces son fruto de situaciones
de violencia, odio, intereses…Que inducen al hombre al homicidio, guerras,
matanzas y genocidios.

Actualmente, debemos centrarnos en otro género de atentados, que


paradójicamente adquieren carácter de “derecho”, cuando son verdaderos
delitos que atentan contra la dignidad humana. Estos reciben un
reconocimiento legal por parte del estado, además de gratuidad de los mismos
agentes sanitarios. Estos atentados relacionados con la vida naciente y
terminal, golpean a la vida humana en situaciones de máxima precariedad,
cuando el ser humano se encuentra privado de toda capacidad de defensa.

En el fondo existe una profunda crisis de la cultura, que crea escepticismo en


los fundamentos del saber y de la ética. Todo esto hace que el hombre no vea
claro su ser y saber, sobre sus derechos y deberes.

Por tanto vivimos en una cultura de muerte, hemos perdido virtudes humanas
como la solidaridad y vivimos dentro de la gran estructura del pecado. Esta
estructura esta activamente promovida por corrientes culturales, económicas
y políticas portadoras de una concepción basada en la eficiencia. Se trata de
una guerra de poderosos contra débiles. La vida que en estos momentos,
naciente y terminal, exigiría más acogida, amor y cuidados, pero es tenida por
inútil, considerada como peso y despreciada. La sociedad de hoy en día es una
sociedad egoísta, todo lo que pone en discusión el bienestar tiende a ser visto
como un enemigo a quien hay que eliminar.

Para facilitar la difusión del aborto se siguen invirtiendo grandes cantidades


de dinero, que hacen posible la muerte del feto en el seno materno sin
necesidad de recurrir al médico. También las diferentes técnicas de
reproducción artificial, que parecen están al servicio de la vida, son atentados
contra la nueva vida. Estas técnicas son moralmente inaceptables desde el
momento que se separa la procreación del acto conyugal.

Con los diferentes diagnósticos prenatales, que en determinadas dificultades


son necesariamente terapéuticos, pero que en muchas ocasiones son la excusa
perfecta para promover el aborto de la minusvalía y la enfermedad.

En nuestro ambiente cultural ocurren estos hechos porque no se ve en el


sufrimiento ningún significado de valor, todo lo contrario es visto como un mal
que se debe de eliminar a toda costa. Si nuestra visión fuese religiosa
comprenderíamos positivamente el misterio del dolor.

El hombre se cree señor de la vida y de la muerte cerrada a toda perspectiva


de sentido y esperanza. En ocasiones ante una presunta piedad ante el
paciente, es justificada a veces por razones utilitarias, con la idea de evitar
gastos innecesarios demasiados costosos para la sociedad. Se proponen así
eliminar a los minusválidos, impedidos, ancianos y enfermos terminales.

Actualmente hay un gran descenso demográfico, ello acrecentado por la


anticoncepción, la esterilización y el aborto llevan a los países ricos y
desarrollados a una preocupante reducción o caída de los nacimientos.

B-Hacer una valoración personal de los temas tratados en esta


asignatura así como del actual contexto cultural que vivimos hoy.
Con la concepción actual de libertad, la convivencia social está muy
deteriorada, se trata de promocionar al yo en términos de autonomía absoluta
y de negar al otro. Desaparece así toda referencia a valores comunes y a una
verdad absoluta para todos, vivimos en un gran relativismos, donde todo es
pactable, negociable, incluso el primer derecho fundamental que es la vida.

Se hace necesario pues, luchar por la “cultura de la vida” frente a la “cultura


de la muerte”. Es necesario llegar a entender el auténtico drama del hombre
contemporáneo: “el elipse del sentido de Dios y del hombre”. Perdiendo el
sentido de Dios el hombre pierde el sentido de su dignidad y de su vida. Con
el olvido de Dios el hombre vive en la sombra, pierde el sentido del mundo y
el de su propio ser. El ser humano vive dentro de un materialismo práctico, en
donde proliferan el individualismo, el utilitarismo y el hedonismo.
En esta perspectiva materialista, el sufrimiento debe ser eliminado, la
sexualidad se despersonaliza e instrumentaliza y la procreación es evitada,
con todo lo comentado las relaciones interpersonales experimentan un grave
empobrecimiento. El criterio de la dignidad personal de respeto, gratuidad y
servicio se sustituye por el criterio de la eficiencia, la funcionalidad y la
utilidad.

Pero Dios creó en el hombre la conciencia de cada hombre, que es la voz del
Señor que nos habla, desde este íntimo santuario de la conciencia puede
empezar un nuevo caminar del amor de verdadera acogida y servicio a la vida
humana.

La sangre de Cristo nos revela la grandeza del amor al Padre a la vez de la


grandeza del ser humano a los ojos de Dios y el inestimable valor de la vida
del hombre. Por tanto es el la sangre de Cristo donde el hombre encuentra la
fuerza para comprometerse en favor de la vida. Esta sangre es el motivo más
grande de esperanza, ya que supone el designio divino de que la vida vencerá.

No faltan, hoy en día, signos que anticipen la victoria en nuestra sociedad de


una “cultura de la vida”. Estos signos positivos los vemos en las iniciativas de
ayuda y apoyo a la personas más débiles e indefensas. Van fundándose centros
de ayuda a la vida con admirable dedicación y sacrificio, que ayudan a madres
sin recursos tentadas de recurrir al aborto, grupos de voluntarios dedicados
a dar hospitalidad a quien no tiene familia…

También desde la medicina se trabaja desde la necesidad de encontrar


remedios cada vez más eficaces de las diferentes enfermedades tanto para
la vida naciente como para personas que sufren y los enfermos en fase aguda
o terminal.

Por otra parte, están apareciendo movimientos e iniciativas de sensibilización


social en favor de la vida, intentando modificar la legislación que ha permitido
el aborto.

Cada vez surgen más gestos cotidianos de acogida, sacrificio y cuidado


desinteresado que por amor al prójimo y a la dignidad de la vida de las
personas se comprometen a luchar.

Poco a poco va naciendo una nueva sensibilidad contraria a la guerra, en contra


de la pena de muerte y con mayor atención a la calidad de vida y a la ecología.
Particularmente significativo es el despertar de una reflexión ética sobre la
vida, que nace de la bioética. En ella se favorece la reflexión y el diálogo entre
creyentes y no creyentes.

Junto con los conocimientos que he adquirido en esta asignatura y los que me
ha aportado la lectura del capítulo 1 de la encíclica “Evangelium Vitae” de Juan
Pablo II, he adquirido más consciencia de que vivimos en un mundo de luces y
sombras, entre la “cultura de la vida” y la “cultura de la muerte”, todos
estamos implicados y debemos participar con la responsabilidad ineludible de
elegir incondicionalmente en favor de la vida.

Por tanto debemos aceptar la opción incondicional a favor de la vida, que


alcanza plenamente su significado religioso y moral cuando nace, viene
plasmada y es alimentada por la “fe” en Cristo. Es la fe en el Resucitado, que
ha vencido la muerte, con ella y junto a la Iglesia, que tomando conciencia de
la gracia y de la responsabilidad que recibe de su Señor para anunciarla,
celebrarla y servir el Evangelio de la vida.

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