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por Robert Goffee y Gareth Jones

¿Por qué querrían


seguirlo?
Es evidente que un líder debe tener visión y energía. Pero otras
cualidades, no tan obvias, resultan indispensables para despertar
la confianza, el compromiso y la lealtad de quienes lo acom-
pañan en su labor. Y cualquiera que esté dispuesto a bucear en
En síntesis su interior puede desarrollarlas.
■ Los líderes inspiradores —aquellos
que logran cautivar los corazones, las
mentes y las almas de sus seguidores—
i quiere que en una reunión de ejecutivos se haga un absoluto silencio, pre-

S
se caracterizan por haber desarrollado
cuatro características específicas de su gúnteles: "¿Por qué alguien querría ser liderado por ustedes?". Durante los úl-
personalidad. timos 10 años, como consultores de docenas de empresas europeas y nortea-
mericanas, formulamos ese interrogante a sus directivos. En todos los casos, sin ex-
■ Son muy perceptivos; muestran ciertas cepciones, la respuesta fue un silencio repentino y desconcertado.
debilidades, pero ningún defecto fatal; se Los ejecutivos tienen buenas razones para estar preocupados. En el mundo de los
identifican con los empleados (para dar- negocios nada puede hacerse sin seguidores; y los seguidores, en estos tiempos en
les lo que necesitan, no lo que quieren), y que se privilegia la "autonomía", son difíciles de encontrar. Por lo tanto, es indis-
capitalizan las cualidades que los dife- pensable saber qué cualidades hacen falta para liderar eficazmente; es decir, qué se
rencian. requiere para despertar el interés de la gente y acrecentar su compromiso con los
objetivos de la compañía. La mayor parte de los ejecutivos no lo sabe. ¿Quién po-
■ Pero no se trata de desplegar esos dría culparlos? Hay demasiados consejos dando vueltas. Sólo en 1999 se publicaron
atributos mecánicamente; cada líder más de 2.000 libros sobre liderazgo, y algunos de ellos hasta rescataron a Moisés y
debe saber usarlos según la situación Shakespeare como gurúes de la especialidad.
que enfrenta, y con su propio estilo. En Sin embargo, ninguno de esos libros dijo toda la verdad sobre el tema. Coinciden
resumen, se trata de ser uno mismo, en que los líderes deben tener visión, energía, autoridad y rumbo estratégico. Y es
pero hábilmente. cierto. Pero nosotros descubrimos que, además, los líderes inspiradores comparten
cuatro cualidades menos obvias:
■ Muestran sus debilidades, pero de manera selectiva. Al exponer cierto grado de
Este artículo fue originalmente publicado vulnerabilidad, revelan que tienen defectos, como todo el mundo, y eso los vuelve
en la edición de septiembre-octubre de más accesibles.
2000 de Harvard Business Review, bajo el tí- ■ Confían en su intuición para calibrar la oportunidad y el curso de sus acciones.
tulo "Why Should Anyone Be Led by You?", Una gran habilidad para reunir e interpretar información tácita, pero crucial para la
por Robert Goffee y Gareth Jones. © 2000, compañía, les permite saber cuándo y cómo actuar.
Harvard Business School Publishing, distri- ■ Conducen a sus empleados con una cualidad que hemos denominado "identifica-
buido por New York Times Special Features. ción sin concesiones". Los líderes inspiradores manifiestan de un modo apasionado,
Todos los derechos reservados. pero realista, su identificación con la gente, y se interesan verdaderamente por el
Robert Goffee es profesor de comporta- trabajo que hacen sus subordinados.
miento organizacional en la Escuela de Ne- ■ Revelan las cualidades que los diferencian. Saben capitalizar todo aquello que los
gocios de Londres. Gareth Jones es director hace únicos y excepcionales.
de recursos humanos y comunicaciones in- Es posible que usted ocupe un puesto alto sin tener estas cualidades, pero pocas
ternas de la British Broadcasting Corpora- personas lo considerarán un líder, y todavía menos estarán dispuestas a seguirlo.
tion, y fue profesor de desarrollo organiza- Debemos hacer notar que nuestra teoría sobre los atributos esenciales del liderazgo
cional en el Henley Management College de no tiene que ver con los resultados "per se". Aunque muchos de los líderes que es-
Oxfordshire, Inglaterra. Ambos son socios tudiamos y utilizamos como ejemplos lograron, de hecho, rendimientos financieros
fundadores de Creative Management Asso- superiores, nuestra investigación se centró en aquellos que se destacan por "inspi-
ciates, una consultora con sede en Londres. rar" a las personas: es decir, cautivan sus corazones, sus mentes y sus almas. Esta

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Breve historia de un gran tema


e habla del liderazgo desde la época de Platón. Sin embargo, en las organizaciones de todo el mundo —tanto en los arcaicos conglomerados co-
S mo en los emprendimientos de la nueva economía— está siempre presente la misma queja: no tenemos suficiente liderazgo. ¿Por qué estamos
tan obsesionados con el tema?
Una de las respuestas es que en el mundo moderno hay una crisis de creencias, cuyas raíces se extienden hasta la revolución racionalista del siglo
XVIII. Durante la Ilustración, filósofos como Voltaire sostuvieron que la gente podía controlar su destino mediante la razón. Esa teoría marcó un gi-
ro optimista en la historia de la humanidad. En el siglo XIX, tanto la creencia en el progreso como la creencia en la perfectibilidad humana se ori-
ginaron en ese racionalismo, y produjeron una visión del mundo todavía más esperanzadora. Las primeras grietas en esa construcción aparecieron
a fines del siglo XIX, con los trabajos de Sigmund Freud y Max Weber, que demolieron la creencia del hombre occidental en la racionalidad y el pro-
greso. La actual búsqueda de liderazgo es una consecuencia directa de sus obras.
Freud, el fundador del psicoanálisis, postuló que por debajo de la mente racional estaba el inconsciente, en buena medida responsable de la con-
ducta humana. Weber, crítico de Marx y sociólogo brillante, también exploró los límites de la razón. A su juicio, la fuerza más destructiva que ope-
raba en las instituciones era la "racionalidad técnica"; es decir, una racionalidad sin preceptos morales.
Para Weber, la racionalidad técnica estaba encarnada en una forma organizacional específica: la burocracia. Las burocracias, dijo, no eran ate-
rradoras por su ineficiencia, sino por su eficiencia y su capacidad para deshumanizar a las personas. Las novelas de Franz Kafka son un testimo-
nio de ese potencial destructivo. Pero el testimonio más escalofriante, en ese sentido, fue la declaración de Adolf Eichmann, el lugarteniente de
Hitler. "Me limité a ser un buen burócrata", afirmó cuando lo juzgaron. Weber creía que el único poder capaz de oponerse a la burocratización
era el del liderazgo carismático. Pero incluso esta forma de liderazgo tuvo ejemplos de todo tipo durante el siglo XX: no sólo hubo líderes ins-
piradores y transformadores, sino también líderes carismáticos como Hitler, Stalin y Mao Tse-tung, responsables de crímenes atroces.
En el siglo XX hubo mucho escepticismo sobre el poder de la razón y la capacidad del hombre para progresar continuamente. En consecuencia, tan-
to por motivos pragmáticos como filosóficos, empezó a desarrollarse un intenso interés en el concepto de liderazgo. La primera investigación seria
sobre el tema data de los años ’20. La "teoría de los rasgos" intentó identificar las características comunes de los líderes eficaces. Con este fin, se
pesó y midió a los líderes, y se los sometió a una batería de tests psicológicos. Pero nadie pudo precisar lo que tenían en común. Y la teoría cayó en
desgracia cuando algunos estudios muy costosos llegaron a la conclusión de que los líderes eficaces eran "más altos que el promedio, o más bajos".
En los ’40 surgió la "teoría del estilo", según la cual tenía mayor potencial un estilo particular de liderazgo: el amigable y democrático, que miles
de ejecutivos norteamericanos trataron de aprender en cursos de entrenamiento. Había un solo inconveniente: esencialmente, se trataba de captu-
rar el espíritu abierto y democrático que caracterizó a la época de Franklin Delano Roosevelt, cuando se triunfaba por mérito propio. Pero tras el
New Deal llegaron el "maccarthismo" y la Guerra Fría, y se impuso un estilo absolutamente nuevo. De un día para otro, todos tenían que compor-
tarse como combatientes de la Guerra Fría. La confusión de los ejecutivos era absoluta.
La línea de pensamiento más reciente está dominada por la "teoría de la contingencia", según la cual el liderazgo depende de cada situación en
particular. Si bien esto es verdad, dadas las interminables contingencias de la vida, las variantes del liderazgo son infinitas. Una vez más, el eje-
cutivo en busca de un modelo que lo ayude está completamente perdido.
Para elaborar este artículo revisamos todas las teorías, y llegamos al planteo de las cuatro cualidades esenciales del liderazgo. Como Weber, apun-
tamos a un liderazgo esencialmente antiburocrático y carismático. De la "teoría de los rasgos" derivamos las cualidades de poner de manifiesto de-
bilidades y atributos diferenciadores. Sin embargo, a diferencia de los teóricos de esta corriente, no creemos que todos los líderes tengan las mis-
mas debilidades; nuestra investigación sólo demostró que todos exhiben algunos defectos. La identificación sin concesiones surgió de la "teoría del
estilo", que investigó los diferentes tipos de relaciones entre los líderes y sus seguidores. Finalmente, la "teoría de la contingencia" nos permitió pos-
tular que es necesario saber qué habilidad utilizar frente a cada circunstancia.

capacidad no es todo lo que se necesita en el mundo de los negocios, pero cual-


quier líder experimentado dirá que resulta extremadamente valiosa. Y, sin ella, tal
vez sea imposible lograr excelentes resultados.
Nuestra investigación comenzó hace alrededor de 25 años y, desde entonces, ha se-
guido tres líneas de trabajo. En primer lugar, como académicos, analizamos las prin-
cipales teorías del siglo pasado sobre el liderazgo, a fin de elaborar nuestro propio
modelo (ver recuadro titulado "Breve historia de un gran tema"). En segundo térmi-
no, como consultores, probamos nuestra teoría con miles de ejecutivos, tanto en ta-
lleres que realizamos en diversos países como a través de comentarios de docenas
de clientes. Y, tercero, como ejecutivos, revisamos esas teorías en nuestras propias
organizaciones.
Obtuvimos algunos resultados sorprendentes. Uno de ellos es que para ser verdade-
ramente inspiradores los líderes necesitan las cuatro cualidades; casi nunca basta

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Cuatro mitos vinculados con el liderazgo

Cualquiera puede ser un líder Los líderes obtienen resultados de negocios

Falso. Muchos ejecutivos carecen del "autoconocimiento" y No siempre. Si los resultados siempre fueran una cuestión de
la autenticidad que requiere el liderazgo. Y esas dos cualida- buen liderazgo, elegir líderes resultaría sencillo. En cada caso, la
des son sólo una parte de la ecuación. Además, hay que que- mejor estrategia sería buscar, dentro de las empresas, a las per-
rer ser líder, y muchos empleados talentosos no están intere- sonas que producen los mejores resultados. Pero es evidente que
sados en cargar con tal responsabilidad. Otros prefieren dedi- las cosas no son tan simples. Las compañías que operan en in-
car más tiempo a sus vidas privadas que al trabajo. Después dustrias virtualmente monopólicas suelen funcionar mejor con
de todo, la vida no se reduce al trabajo, y el trabajo no se re- un management competente que con un magnífico liderazgo.
duce a ser jefe. Del mismo modo, algunas empresas bien lideradas no necesa-
riamente producen resultados, especialmente en el corto plazo.

Los individuos que llegan a la cima son líderes Los líderes son excelentes instructores

No necesariamente. Existe la errónea creencia de que las perso- Rara vez. Toda una industria creció alrededor de la doctrina de
nas que ocupan puestos de liderazgo son líderes. Pero, en realidad, que los buenos líderes deben ser buenos instructores. Pero ese
quienes llegaron a la cima pueden haberlo logrado por su cintura pensamiento supone que una sola persona puede inspirar a los
política, y no necesariamente porque poseen la cualidad del au- empleados y, simultáneamente, impartir habilidades técnicas.
téntico liderazgo. Es más, los verdaderos líderes se encuentran en Por supuesto, es posible que los grandes líderes también sean
toda la organización: desde el nivel ejecutivo hasta la planta fa- excelentes entrenadores, pero es algo que se ve ocasionalmen-
bril. Por definición, los líderes son, simplemente, personas que tie- te. Lo más común es encontrar a líderes cuya fortaleza distinti-
nen seguidores; y el rango no se vincula con esa condición. Hace va reside en su capacidad para motivar a los demás a través de
mucho tiempo que las organizaciones militares eficaces, como la su visión, antes que en su talento para entrenar.
Marina de los Estados Unidos, descubrieron la importancia de de-
sarrollar líderes en todos los niveles de la organización.

con tener una o dos. Los líderes que muestran abiertamente las características que
los hacen diferentes, por ejemplo, pero que ocultan sus debilidades, por lo general
no son eficaces: nadie quiere un líder perfecto. También descubrimos que la interac-
ción de las cuatro cualidades es esencial. Los líderes inspiradores suelen mezclarlas
y combinarlas para encontrar el estilo que se adecua a cada situación. Si se lo utili-
za apropiadamente, el humor puede operar como una característica que diferencia
positivamente. Pero si el líder no es perceptivo, puede incluir una cuota de humor
en un momento inoportuno, y ello hará que se lo considere un bromista o, peor
aún, un tonto. Es evidente que, en este caso, ser un líder eficaz implica saber qué
diferencia desplegar, y cuándo. Algo nada fácil, especialmente cuando el resultado
final debe ser la autenticidad.

Nadie es perfecto
Cuando los líderes revelan sus debilidades, ponen de manifiesto quiénes son, im-
perfecciones incluidas. Pueden admitir que están irritables los lunes por la mañana,
que son un poco desorganizados, o algo tímidos. Las "confesiones" de este tipo re-
sultan efectivas porque, antes de participar voluntariamente en algún emprendi-
miento, la gente necesita ver líderes que reconocen algunos de sus defectos. En
realidad, si los ejecutivos se empeñan en transmitir la idea de que son perfectos,
nadie querrá prestarles ayuda. Darán a entender que no necesitan seguidores; que
siempre pueden valerse por sí mismos.
Además de crear confianza y una atmósfera de colaboración, poner en evidencia

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¿Las mujeres líderes pueden ser fieles a sí mismas?


as diferencias de género pueden utilizarse para crear un efecto vos. Sin embargo, al no mostrarse tal cual son, sus posibilidades de
L positivo o negativo. Las mujeres, en particular, suelen ser este-
reotipadas en función de diferencias que, por lo general, no son las
ser vistas como potenciales líderes se reducen.
Otra respuesta a los estereotipos negativos es la resistencia colecti-
que ellas elegirían. En parte, ello se debe a que hay menos mujeres va: por ejemplo, montar una campaña que promueva los derechos
que hombres en puestos directivos. De acuerdo con una investiga- femeninos, la igualdad de oportunidades y hasta la cantidad de mu-
ción en psicología social, si la representación de un grupo está por jeres que debe haber en el lugar de trabajo. Pero, en su actividad co-
debajo del 20 por ciento en determinada sociedad, ese grupo será tidiana, las ejecutivas sólo tienen tiempo para la supervivencia y, por
objeto de estereotipos. Para las mujeres, esto puede significar que- lo tanto, les resulta imposible organizarse formalmente.
dar tipificadas como "asistentes", "figuras maternales" o "seducto- Una tercera respuesta, surgida de nuestra investigación, fue que las
ras"; etiquetas que pueden impedirles definir sus propias diferencias. mujeres aprovechan los estereotipos para sacar ventajas personales.
En nuestra investigación descubrimos que muchas mujeres —las de Algunas, por ejemplo, sabiendo que desempeñan el papel de la "ma-
más de 50 años, en particular— tratan de volverse "invisibles" para dre" en su trabajo, lo hacen con tanta inteligencia como para extraer
evitar ese tipo de encasillamientos. Usan ropa que disimula sus cuer- beneficios de tal situación. ¿Cuál es el costo de esta estrategia?
pos; se expresan con un lenguaje duro para "mezclarse" con los Alienta los estereotipos perjudiciales, y limita las oportunidades pa-
hombres. Creen que de ese modo escapan a los estereotipos negati- ra que otras mujeres expresen sus genuinas diferencias personales.

cierta debilidad favorece la solidaridad entre seguidores y líderes. En una consul-


tora de management observamos el caso de un ejecutivo que sirve como ejem-
plo. Aceptó hacer una presentación importante a pesar de que, debido a una en-
fermedad, sufría de temblores imposibles de ocultar. La audiencia, que en otra
ocasión habría adoptado una posición crítica, recibió esa valiente muestra de de-
bilidad con una ovación de pie. Al hacer la presentación, el ejecutivo se había
animado a decir: "Soy como ustedes, imperfecto". Compartir una imperfección
tiene resultados positivos porque, de algún modo, subraya la autenticidad. Ri-
chard Branson —el fundador de Virgin—, un empresario brillante y considerado
un héroe en el Reino Unido, es eficaz al expresar su vulnerabilidad. Se siente in-
cómodo cuando lo entrevistan en público, y mueve constantemente las manos
con cierto nerviosismo. Es una debilidad, pero refleja la autenticidad de Richard
Branson. Y de eso se trata: de mostrar a nuestros seguidores que somos genui-
nos y accesibles, tan humanos como cualquiera.
Otra ventaja de exponer una debilidad reside en que le aporta al líder una protec-
ción valiosa. Todos tenemos defectos y, si no mostramos alguno, es probable que
otros los inventen. Los famosos y los políticos suelen darles a los periodistas, deli-
beradamente, algo de qué hablar; saben que, de otro modo, los medios inventarán
algo peor. La princesa Diana hizo pública su anorexia y, sin embargo, murió con su
reputación intacta, y hasta realzada.
Pero los líderes más eficaces son conscientes de que las debilidades deben expo-
nerse con mucho cuidado y de un modo selectivo. Y es un arte sumamente refinado
saber cuál revelar. La regla de oro: jamás manifieste alguna que pueda ser vista co-
mo un defecto fatal; en otras palabras, un defecto que ponga en peligro los aspec-
tos centrales de su función profesional. El nuevo director de finanzas de una gran
corporación, por ejemplo, no puede confesar súbitamente que nunca entendió el
método de flujo de caja descontado. Un líder sólo debe revelar algunos defectos
tangenciales. Paradójicamente, esa confesión ayudará a desviar la atención de debi-
lidades más graves.
Otra estrategia conocida consiste en elegir una debilidad que, en algún sentido,
pueda considerarse una fortaleza (ser un adicto al trabajo, por ejemplo). Una adver-
tencia: si la vulnerabilidad no es percibida como genuina, el líder no conseguirá el
apoyo de sus subordinados. Por el contrario, quedará expuesto a la burla y al des-
precio. Durante nuestra investigación, una escena que observamos con frecuencia
fue la de un presidente ejecutivo que finge ser olvidadizo para ocultar su incoheren-
cia o, incluso, su mala fe. Este es un camino seguro para alejar a seguidores, quie-
nes recordarán con precisión lo que sucedió o lo que se dijo.

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Cuestión de antena
Los líderes inspiradores confían ciegamente en su instinto para saber cuándo revelar
una debilidad o una cualidad que los diferencia. Nosotros los llamamos "sensores"
de situaciones apropiadas. Es decir, pueden reunir e interpretar información tácita;
tienen la capacidad de "olfatear" señales en el ambiente, y percibir lo que está
ocurriendo sin que nadie les diga una palabra.
Franz Humer, presidente ejecutivo de Roche, es un "sensor" clásico: puede detectar
los cambios de clima y de ambiente, interpretar las señales más sutiles y descubrir
corrientes de opinión que se les escapan a personas menos perceptivas. De hecho,
los grandes "sensores" pueden inferir con facilidad sentimientos tácitos de los de-
más, y juzgar con precisión si las relaciones son cordiales o no.
Al respecto, es ilustrativo el caso de un ejecutivo de una empresa multinacional de
entretenimientos a la que asesoramos. Un día, se enteró de que en Italia había un
problema de distribución que podía afectar las operaciones mundiales de la compa-
ñía. Mientras pensaba cómo ocultarle la información al presidente ejecutivo, con se-
de en París, hasta encontrar una solución, sonó el teléfono. Era su jefe. "Roberto,
¿qué demonios está pasando en Milán?", le preguntó. ¿Cómo supo ese líder que al-
go malo estaba ocurriendo? Es cierto que disponía de sus propias redes. Pero, so-
bre todo, tenía un talento natural para detectar información que no le habían comu-
nicado. Sabía leer los silencios e interpretar las señales no verbales que circulaban
por la organización.
No puede sorprender, entonces, que los líderes de negocios más admirables con los
que trabajamos se caractericen por ser "sensores" muy refinados. Ray van Schaik,
presidente del directorio de Heineken a principios de los ’90, es un ejemplo típico.
Conservador y cortés, tenía una habilidad especial para "leer" las señales que reci-
bía de sus colegas y, especialmente, de Freddie Heineken, miembro de la tercera ge-
neración de esta empresa familiar. Mientras que a algunos gerentes senior les lleva-
ba mucho tiempo interpretar a Heineken, Van Schaik había desarrollado la habilidad
de "saber", al instante, lo que quería el principal accionista de la compañía. Podía
"leer" a Heineken, aun cuando sus personalidades eran muy distintas y no tenían
contacto diario.
Historias exitosas, como la de Van Schaik, exigen una advertencia. Si bien los líde-
res deben ser muy perceptivos, esa sensibilidad puede causarles problemas. Porque
al formarse una magnífica opinión de cuán lejos pueden llegar, corren el riesgo de
perder seguidores, La situación política de Irlanda del Norte es un ejemplo patente.
Durante los dos últimos años, varios líderes —David Trimble, Gerry Adams y Tony
Blair, junto con George Mitchell— tomaron iniciativas sin precedente a favor de la
paz. En cada paso que daban, estos líderes tuvieron que detectar hasta dónde po-
dían avanzar sin perder sus electorados. En el mundo de los negocios sucede algo
parecido con las fusiones y adquisiciones. A menos que los líderes y negociadores
puedan convencer oportunamente a sus seguidores de que la movida es positiva, el
valor y la buena voluntad de la gente se erosionan rápidamente. Hace poco, esa
fue la situación que enfrentaron Vodafone y France Telecom, en oportunidad de la
venta y compra, respectivamente, de Orange.
Hay otro peligro asociado con las habilidades perceptivas. Por definición, percibir
una situación implica hacer una proyección; es decir, atribuir las propias ideas a
otras personas y cosas. Cuando una persona "proyecta", sus pensamientos pueden
obstaculizar la verdad. Además, debe interpretar señales que, muchas veces, son
débiles y distorsionadas. En un líder, la hipersensibilidad puede ser la mejor receta
para el desastre. Debido a ello, la capacidad perceptiva siempre debe confrontarse
con la realidad. Hasta el "sensor" mejor dotado necesita convalidar sus percepcio-
nes con un integrante de su equipo o un asesor confiable.
Una relación sin prejuicios
Los verdaderos líderes no necesitan entrenamiento para convencer a sus empleados
de que se preocupan por ellos. Se identifican profundamente con las personas que
lideran, y con la misma intensidad se interesan por el trabajo que hacen.
Consideremos el caso de Alain Levy, el ex presidente ejecutivo de Polygram. Aunque
a primera vista parece un intelectual reservado, tiene una gran capacidad para acor-

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tar la distancia que lo separa de sus seguidores. En cierta ocasión, Levy ayudó a un
grupo de ejecutivos junior de Australia a elegir los "cortes" promocionales de un ál-
bum; una tarea crucial en el negocio discográfico, por cuanto una sola canción pue-
de determinar el éxito o el fracaso. Levy se sentó junto a ellos y asumió la tarea
apasionadamente. "Son todos unos imbéciles —dijo, en medio de una acalorada
discusión—. No tienen la más mínima idea de lo que están diciendo. ¡Siempre po-
nemos un tema para bailar al principio!" En 24 horas, la anécdota se había difundi-
do por toda la compañía. Fue la mejor lección de relaciones públicas que Levy dio
en su vida. "Realmente sabe cómo seleccionar los ‘cortes’", decía la gente. De he-
cho, lo que sabía era cómo identificarse con el trabajo, y cómo acceder al mundo
de sus seguidores —un mundo en el que la norma es el lenguaje llano y desprejui-
ciado— para demostrarles que estaba interesado en lo que hacían.
Como ilustra el ejemplo, la identificación que practican los líderes inspiradores poco
tiene que ver con la que suelen describir los libros de management. Por el contra-
rio, los auténticos líderes se manejan con un enfoque singular, al que hemos deno-
minado "identificación sin concesiones". En pocas palabras, consiste en darle a la
gente lo que necesita, y no lo que desea. Sin ir más lejos, Chris Satterwaite, presi-
dente ejecutivo de Bell Pottinger Communications y ex titular de varias agencias de
publicidad, enfrenta hábilmente el desafío de manejar a personas creativas y, simul-
táneamente, tomar decisiones duras. "Soy despiadado si tengo que serlo —dice—.
Pero le aseguro a mi gente que, mientras esté conmigo, aprenderá."
En esencia, ese tipo de identificación equilibra el respeto al individuo con el respe-
to de la tarea a realizar. Sin embargo, no es fácil prestarles atención a ambos te-
mas, especialmente cuando una empresa está luchando por sobrevivir. En tales cir-
cunstancias, los líderes tienen que brindarse abnegadamente a su gente, y saber en
qué momento dar un paso atrás. Cuando Unilever estaba desarrollando el Persil Po-
wer —un jabón en polvo para lavar ropa que, tiempo después, tuvo que ser retira-
do del mercado porque arruinaba las prendas—, el presidente ejecutivo Niall Fitzge-
rald se mantuvo firme junto a su tropa, aun cuando ya se advertían los primeros
síntomas de que el producto tendría problemas. "Debí haber dado un paso al cos-
tado —reconoce ahora—, observar fría y objetivamente todo el campo de juego, y
tener en cuenta al cliente."
La identificación sin concesiones tiene, además, la ventaja de impulsar a los líderes
a asumir riesgos. Cuando Greg Dyke se hizo cargo de la BBC, sus competidores de
capital privado podían destinar mucho más dinero que él a la producción de progra-
mas. De inmediato, Dyke se dio cuenta de que, para triunfar en un mundo digital,
la BBC necesitaba incrementar sus desembolsos en ese rubro, a costa de hacer aho-
rros en otros. Le explicó la situación al personal sin ocultar detalle alguno y, cuando
estuvo seguro de contar con su apoyo, empezó a reestructurar la organización. Aun-
que tuvo que despedir a muchos empleados, logró mantener el compromiso de los
que se quedaron.
Una última observación sobre este tipo de identificación: los más aptos para apli-
carla son aquellos que realmente se interesan por algo. Porque ese interés, cuando
es auténtico, revela la verdadera personalidad. Esos individuos no sólo ponen de
manifiesto autenticidad —que es la precondición para el liderazgo—; también de-
muestran que están haciendo algo más que desempeñar una función. Los emplea-
dos no se comprometen con ejecutivos que se limitan a cumplir con sus obligacio-
nes. Quieren más. Quieren a alguien que se interese apasionadamente por el traba-
jo y por la gente.

El desafío de ser diferente


Otra cualidad de los líderes inspiradores es capitalizar todo aquello que los hace
únicos. De hecho, esta es la más importante de las cuatro cualidades mencionadas.
Aun cuando se colocan muy cerca de sus seguidores, los líderes más eficaces ape-
lan deliberadamente a sus atributos distintivos para establecer cierta distancia.
A veces, un líder mostrará esas diferencias adoptando un estilo de vestir distinto;
pero lo habitual es que trate de distinguirse mediante cualidades como la imagina-
ción, la lealtad o el conocimiento técnico. Cualquier cosa, hasta la forma de dar la

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mano, puede representar una diferencia; lo importante es explicitarla. Sin embargo,


la mayoría de las personas duda a la hora de comunicar las características que las
hacen singulares, y puede llevarles años ser plenamente conscientes de los atribu-
tos que las distinguen del resto.
Algunos líderes, en cambio, saben cómo sacar partido de sus diferencias. Sir John
Harvey-Jones, ex presidente ejecutivo de ICI —alguna vez la mayor compañía manu-
facturera del Reino Unido—, es un típico ejemplo de ello. Hace algunos años, cuan-
do escribió su autobiografía, un periódico británico promocionó el libro con una ca-
ricatura que lo mostraba con enormes bigotes, pelo largo y una corbata llamativa.
Todos supieron de quién se trataba. Por supuesto, Harvey-Jones no llegó a la cima
de ICI por sus corbatas extravagantes ni por su pelo largo. Pero tuvo la astucia de
exhibir características diferenciadoras, y de explotarlas para mostrar que era aventu-
rero, emprendedor y único.
Otras personas no son conscientes de sus diferencias, pero aun así hacen uso de
ellas con magníficos efectos. Richard Surface, ex director general de la sede de
Pearl Insurance en el Reino Unido, tenía la costumbre de recorrer la empresa ade-
lantándose a quienes encontraba en su camino, y ese ritmo era un medio de comu-
nicar urgencia. En realidad, de nuestras entrevistas surgió que, al principio de sus
carreras, la mayoría de los líderes ignora cuáles son sus características distintivas;
con el tiempo, sin embargo, las descubren y las usan con mayor eficacia.
Casi todos los atributos diferenciadores que hemos descripto son relativamente evi-
dentes, tanto para el líder mismo como para quienes lo rodean. Pero hay otros,
más sutiles, cuyos efectos son increíblemente poderosos. David Prosser, presidente
ejecutivo de Legal and General, una de las compañías de seguros más grandes y
exitosas de Europa, no es la persona desenvuelta, típica de las grandes ciudades;
de hecho nació y se crió en la zona industrial de Gales del Sur. Y, si bien suele ser
accesible, se caracteriza por un tono impaciente y áspero, que usa como al descui-
do, pero de manera sumamente eficaz. En un cóctel de negocios reciente, cuando
escuchó a un extr overtido gerente de ventas hacer alardes del éxito de la empresa
en la venta cruzada de productos, Prosser manifestó en voz baja: "Quizá seamos
buenos, pero no lo suficientemente buenos". Un escalofrío recorrió el salón. ¿Cuál
fue el mensaje tácito de Prosser? "¡No te sientas tan seguro como para relajarte! Yo
soy el líder, y a mí me corresponde hacer esa afirmación. No lo olvides." Prosser
utiliza este mismo tono "filoso" para mantener alerta a su equipo ejecutivo.
Los líderes inspiradores apelan a la distancia para motivar a los otros a desempeñar-
se mejor. Saben, instintivamente, que la gente se esforzará más si ellos se muestran
algo reservados. Después de todo, el liderazgo no es un concurso de popularidad.
Por supuesto, el peligro reside en que los ejecutivos se distancien demasiado, y
pierdan el contacto con sus seguidores. En situaciones de ese tipo dejan de ser
buenos "sensores", y su capacidad para identificarse con la gente, así como la de
interesarse en lo que hace, se debilitan. Eso fue, aparentemente, lo que sucedió du-
rante la etapa en que Robert Horton presidió British Petroleum, a principios de los
’90. El abierto y llamativo despliegue de su notable inteligencia —intimidante, por
cierto—, hizo que muchos lo juzgaran arrogante y engreído. Esa excesiva diferencia-
ción contribuyó a que, sólo tres años después de su designación, Horton fuera des-
pedido.

Liderazgo en acción
Las cuatro cualidades descriptas son necesarias para un liderazgo inspirador, pero
no pueden utilizarse mecánicamente. Deben ser parte, o llegar a ser parte, de la
personalidad del líder. Esa es la razón por la cual fracasan las "recetas" de los li-
bros que recomiendan el estilo de Lee Iaccoca o el de Bill Gates. Nadie puede limi-
tarse a imitar a otro líder. El desafío que enfrentan los potenciales líderes es el de
ser ellos mismos, pero con más habilidad. Algo que puede lograrse tomando con-
ciencia de las cuatro cualidades requeridas para el liderazgo, y mezclándolas para
darle forma a un estilo personal.
Recuerde: no hay una fórmula universal, y lo que se necesita variará de situación
en situación. Más aún, los resultados suelen ser sutiles, como ilustra una anécdota

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vinculada con Sir Richard Sykes, el exitoso presidente de Glaxo Wellcome, una de
las compañías farmacéuticas líderes del mundo. Cuando dirigía la división de Inves-
tigación y Desarrollo de Glaxo, Sykes hizo una reseña de fin de año para los princi-
pales científicos de la empresa. Al finalizar la presentación, un investigador le pre-
guntó sobre uno de los nuevos compuestos de la compañía, y los dos se embarca-
ron en un breve y acalorado debate. La sesión de preguntas y respuestas duró
otros 20 minutos, al cabo de los cuales el investigador volvió sobre el tema. "Doc-
tor Sykes —dijo en voz alta—, usted sigue sin entender la estructura del nuevo
compuesto." La ira de Sykes pudo percibirse hasta en la suela de sus zapatos.
"Muy bien, jovencito —gritó—, analicemos sus anotaciones."
La anécdota aporta el marco ideal para analizar las cuatro cualidades del liderazgo.
Para algunos, la irritabilidad de Sykes pudo parecer una debilidad inapropiada. Pe-
ro, en ese contexto, al manifestar su enojo demostró que creía verdaderamente en
el debate sobre la ciencia básica, un valor de la compañía. Así, su predisposición a
enfurecerse logró cimentar su credibilidad como líder. Demostró, además, que era
muy buen "sensor". Si hubiera explotado antes, habría ahogado la discusión; en
cambio, su ira fue percibida como "defensa de la fe". La anécdota revela, también,
la capacidad de Sykes para identificarse con sus colegas y con el trabajo que reali-
zan. Al hablar con el investigador en pie de igualdad, creó un lazo de identificación
con la audiencia. Finalmente, Sykes pudo comunicar exitosamente las características
que lo diferenciaban. A pesar de ser uno de los hombres de negocios más exitosos
del Reino Unido, no muestra la reserva ni el decoro característicos de los británicos:
Sykes irradia pasión. Al igual que otros líderes genuinos, actúa y se comunica con
naturalidad. En realidad, si tuviéramos que resumir en pocas palabras lo que ocurrió
en esa reunión, diríamos que Sykes se mostró tal cual era, pero con gran habilidad.

Sea usted mismo


No importa lo que pase en el mundo de los negocios, siempre trataremos de de-
tectar cuáles son los elementos fundamentales del auténtico liderazgo. Y siempre
habrá tantas teorías como interrogantes. Pero, de todas las facetas del tema, aca-
so la más difícil de entender sea qué hace falta para convertirse en un líder. Las
cuatro cualidades descriptas son el primer paso. En conjunto, aluden a la necesi-
dad de que los ejecutivos sean auténticos. Por eso, nuestro habitual consejo es el
siguiente: "Sean ustedes mismos, pero con habilidad". Y no hay consejo más difí-
cil de seguir. ●

© Gestión/Harvard Business Review

Volumen 6 / Gestión 2 / marzo-abril 2001 8/8

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