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Delitos Contra La Libertad Cometidos Por Funcionarios Públicos
Delitos Contra La Libertad Cometidos Por Funcionarios Públicos
públicos
por Martín Daniel Lorat
1- Introducción
Los tipos penales sobre los que centraré el estudio en el presente trabajo,
son aquellos establecidos en los arts. 144 bis, incs. 2° y 3° y 144 tercero,
incs. 1° y 3° del Código Penal. Más allá de las consideraciones particulares
de cada uno de ellos, es importante decir que los delitos tipificados en
aquellos poseen características generales, que desarrollo seguidamente.
Como primer especificidad principal, es pertinente señalar que los
presentes son delitos especiales (o delicta propia); esto es, sólo pueden
ser sujetos activos aquellas personas que reúnen ciertas características
especiales.i En éste caso, dichos caracteres son los estatuidos por el art.
77 del Digesto de Fondo, en cuanto éste define la figura de los
funcionarios públicos. Interesante es traer a colación lo que sostiene sobre
el punto el propio relator del Código Penal, quien aclarase que las
conductas individualizadas en los referidos tipos penales son, en esencia,
restricciones realizadas por funcionarios públicos que abusan de las
atribuciones que poseen sobre el punto -entiéndase, están autorizados a
restringir la libertad ambulatoria de los individuos, bajo determinados
parámetros-, cometiendo arbitrariedades, que importarán una afectación
al adecuado funcionamiento de los órganos del Estado.ii
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En principio, acuerda la doctrina dominante, que la conducta para resultar
típica, debe afectar tanto al bien jurídico libertad, como al de
Administración Pública, ya que una de las expectativas normativas que la
figura establece, se relaciona con el correcto desempeño de sus cargos
por los distintos agentes estatales que laboran en la materia. A partir de
la afirmación reseñada renglones arriba, como consecuencia lógica se
deduce que: a) para el caso en que halla una privación de la libertad que
se agrave en lo que concierne a sus condiciones de realización, pero sin
que se afecte la Administración Pública, la subsunción típica del
comportamiento debe derivarse a alguna figura básica del capítulo en
cuestión -privación ilegal de la libertad, coacción, etc.- en concurso -ideal
o real, según el caso- con algún otro delito -el de lesiones, por ejemplo-;
y, b) si, en cambio, se afecta solamente la Administración Pública, el
hecho debe reconducirse de conformidad a lo normado por el art. 248 del
Plexo de Fondo.iii
Como bien explica Rafecas, todos los casos a lo que haré referencia, se
relacionan con situaciones en las cuales un funcionario público -servidor
público, en sus términos- hace uso de las facultades que el ordenamiento
normativo le confiere para llevar adelante la privación de libertad de los
sujetos en forma arbitraria -por ende, ilegal-, menoscabando de ésta
forma el ejercicio de las libertades individuales garantizadas
constitucionalmente. Estas situaciones -me refiero a las que analizo en el
presente ensayo- hacen al cómo de la detención o privación de libertad, lo
que implica que resultan casos en los cuales los parámetros que la
Constitución Nacional y la legislación existente en materia de Derechos
Humanos que rigen sobre el tema establecen en relación con la dignidad
personal de los presos, se ven vulnerados por el actuar de dichos agentes
del Estado.iv
En definitiva, hacen al cómo de la detención -y voy a estudiar en éste
caso-: a) la imposición de vejámenes o de apremios ilegales en acto de
servicio (art. 144 bis, inc. 2°); b) la imposición de severidades, vejaciones
o apremios ilegales a internos en establecimientos carcelarios (art. 144
bis, inc. 3°); y, c) la imposición de torturas, por acción (art. 144 tercero).
Todos estos delitos, que son denominados por Rafecas como agravaciones
ilegales de las condiciones de detención, son especiales (sólo puede ser
autor quien reúna una determinada cualidad -"cualificación de autor" o
"delitos de infracción de deber"-)v, dolosos (se caracterizan por ser
aquellos que individualizan acciones por la incorporación del resultado al
programa causal finalmente dominado por el agente)vi, de pura o mera
actividad (aquellos en los que la realización del tipo coincide con el último
acto de acción, y por lo tanto, no se produce un resultado separable de
aquella)vii y permanentes (aquellos hechos en los que el delito no está
concluido con la realización del tipo, sino que se mantiene por la voluntad
delictiva del autor tanto tiempo como subsiste el estado antijurídico que el
mismo ha creado, siendo en la mayoría de los casos delitos de mera
actividad)viii, además de resultar delitos de lesión o daño (el objeto de la
acción debe haber sido efectivamente dañado para que exista
consumación)ix.
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Por último, en cuanto a la caracterización de estos tipos penales, en lo que
se refiere a la pluralidad de víctimas, es pertinente afirmar que dicho
extremo hace múltiple cualquiera de los delitos cometidos. Como
argumentan Zaffaroni, Alagia y Slokar sobre el particular, cuando explican
la problemática del delito continuado, ciertos de estos supuestos exigen la
identidad del titular del bien jurídico afectado para su configuración como
tales. Sin perjuicio de lo cual, dichos autores -previo poner de resalto lo
discutido de la cuestión en la doctrina, y lo poco claro de la misma-
concluyen que habrá delito continuado -en la situación en examen, claro-
cuando el autor, con dolo que abarque la realización de todos los actos
parciales, que preexistirá al agotamiento del primero de ellos, reitere la
ejecución de su conducta en forma típicamente idéntica o similar,
aumentando así la afectación del mismo bien jurídico, que deberá
pertenecer al mismo titular, en aquel supuesto de hecho en el cual el
obrar disvalioso importe una injerencia en la persona de aquel.x
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ellos, el supuesto escaso efecto preventivo general de las penas; y, el
segundo, la escasa posibilidad de control.
Zaffaroni, Alagia y Slokar, a quienes Rafecas cita, niegan rotundamente
que las conminaciones penales guarden algún efecto motivante, por más
escaso que éste sea. Es decir, sostienen que en un Estado Constitucional
de Derecho, la pena no puede tener ninguna finalidad positiva, ni mucho
menos; con lo cual, el extremo mentado antes se contradice con la
afirmación que -entre comillas- he traído a colación.xiii Por otra parte, si
consideramos al derecho penal como "...la rama del saber jurídico que,
mediante la interpretación de las leyes penales, propone a los jueces un
sistema orientador de decisiones que contiene y reduce el poder punitivo,
para impulsar el progreso del estado constitucional de derecho"xiv, mal
puede uno contentarse diciendo que poco se puede hacer respecto de la
violación sistemática de los Derechos Humanos de las personas privadas
de su libertad, sino que -por el contrario- lo que se debe reclamar es un
notorio activismo judicialxv al respecto.
Sentado ello, prosigo manifestando que más allá de ser cierto que el
sujeto activo de la figura en cuestión es calificado, no menos cierto es que
el mismo no debe ser un funcionario público que tenga la guarda o la
custodia de la persona a la que se ha afectado (o que sea competente
para hacerlo), sino que basta con que resulte un agente estatal que
participe en el acto de la detención o cuando ésta -aún legal o ilegal-
persista. En relación con el sujeto pasivo, válido es decir que será todo
sujeto que se halle sometido a una relación funcional de poder, restrictiva
-a su vez- de su libertad ambulatoria.xvi Es importante destacar,
asimismo, que el acto de servicio al cual se hace mención (al menos, así
lo entiende la doctrina mayoritaria) en la figura típica, se extiende a
cualquier actividad funcional. Sin perjuicio de ello, necesario es ceñirse a
la postura de Soler en cuanto a que "Vista la actual colocación, debe
tratarse de vejámenes o apremios ilegales relacionados con la privación
de la libertad...".xvii
El delito en análisis sufre, en la consideración de Rafecas, una importante
reducción en su ámbito de acción, ya que hace mención a la aplicación de
vejámenes y apremios ilegales a presos, motivo por el cual concibe que la
especificidad del tipo penal hace que el mismo no se aplique a aquellas
personas privadas de su libertad fuera de los establecimientos carcelarios
ideados a tales fines (dado que, claro está, la situación de aquellos otros
se encuentra dentro de los parámetros normativos establecidos en el art.
144 bis, inc. 3°, del Código Penal). Dichos actos lesivos -me refiero a las
vejaciones y los apremios ilegales- poseen un grado mínimo y máximo de
disvalor de acción de la conducta del sujeto activo, que tiene su correlato
en el resultado típico. El mínimo de referencia, necesario para la
habilitación del ejercicio del poder punitivo, requiere de la efectiva
afectación de la dignidad del sujeto pasivo que se halla preso, en cuanto
al trato que merece cuando es detenido y mientras permanece en dicho
estado; mientras tanto, el máximo se encuentra en el caso en el cual las
vejaciones y los apremios, por su intensidad o ensañamiento, se
convierten en la figura de torturas, la que luego examinaré.xviii
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Se trata, claro, de un delito doloso, que admite su comisión por dolo
eventual ("...habrá dolo eventual cuando, según el plan concreto del
agente, la realización de un tipo es reconocida como posible, sin que esa
conclusión sea tomada como referencia para la renuncia al proyecto de
acción..."xix). Asimismo, es interesante remarcar que los apremios
ilegales requieren para su configuración un elemento subjetivo del tipo
distinto del dolo, dado por la ultraintención de obtener algo del detenido.
Estos elementos son intenciones que exceden del puro querer de la
realización del tipo objetivo, o particulares ánimos puestos de manifiesto
en el modo de obtención de la mentada realización. En los casos como el
que está en análisis, el tipo penal hace clara referencia a una
ultrafinalidad, la cual debe tener una particular dirección que exceda del
tipo objetivo. Es decir, requieren de un para, con el fin de, con el
propósito de, siendo éstas fórmulas legales utilizadas habitualmente para
identificar dichas finalidades.xx
Ahora bien, a esta altura de desarrollo del trabajo, es necesario definir a
las vejaciones y a los apremios ilegales, como también brindar sus
características particulares. Desde un punto de vista puramente
etimológico, las vejaciones son concebidas por Rafecas como todo trato
denigratorio o humillante, hecho con el propósito de mortificar o aumentar
el sufrimiento del destinatario.xxi Este maltrato, puede ser tanto físico
como verbal. Es un fin en si misma, por lo cual no debe estar destinada a
producir una humillación o denigración especial de la víctima para que sea
típica. Claro está, el menoscabo en la dignidad de la persona privada de la
libertad debe ser de cierta magnitud (significante) para cobrar relevancia
penal.xxii Son ejemplos de las mismas, entre muchos otros, el forzar a los
detenidos a masturbarse bajo amenazas, la aplicación de un golpe de
puño en el estómago a un menor mientras se lo estaba deteniendo, los
golpes y las agresiones impuestas a un infractor cuando se lo trasladaba a
la seccional respectiva.xxiii
En lo que respecta a los apremios ilegales, es pertinente decir que realiza
el verbo típico aquel que ejerce algún tipo de presión, física o psicológica,
para obtener algo a cambio. El legislador ha introducido un elemento
normativo de recorte en el ámbito del tipo objetivo en su función
sistemática, que está dado por el carácter ilegal del apremio, que Rafecas
define como todo aquel apremio que se realice fuera de aquellos casos
autorizados por los parámetros legales que estatuyen la forma en la que
los funcionarios deben cumplir con sus deberes. La doctrina limita estos
supuestos a los primeros tramos del proceso penal. Estos elementos
normativos de recorte son aquellos en los cuales el legislador ha plasmado
la exigencia de que la acción se lleve a cabo en contra de la voluntad del
sujeto pasivo, sea porque lo exige la ley en forma expresa o bien porque
no se puede conceptuar el pragma conflictivo sin este presupuesto.xxiv
El ejercicio de presión relatado en el párrafo anterior, no debe provenir de
la privación de libertad en sí, sino que surge de una actividad distinta -
suplementaria para Rafecas- del agente en contra del preso. Como
expusiera renglones arriba, el aspecto subjetivo requiere -además del
dolo- el propósito trascendente de obtener del sujeto pasivo un hacer o
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una omisión no querida por aquel, siendo este extremo el que diferencia a
los apremios ilegales de las vejaciones, siendo imperante que en él se vea
afectado significativamente el bien jurídico de la víctima, en cuanto al
límite mínimo de autodeterminación que todo sujeto posee en virtud de su
condición de persona, tal cual emana de lo mandado por el art. 1° de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.xxv Son casos de
apremios ilegales el golpear a un detenido esposado a fin de doblegarlo en
su negativa de ser requisado en forma humillante, el propinarle al
ofendido golpes de puño y patadas en sede policial para que desista de
hacer un reclamo por falta de dinero, etc..xxvi
Esta norma reza: "Será reprimido con prisión o reclusión de uno a cinco
años e inhabilitación especial por doble tiempo...El funcionario que
impusiere a los presos que guarde, severidades, vejaciones, o apremios
ilegales". En primer término, es dable mencionar que la evolución
legislativa existente en la materia, como así también en el tratamiento de
las personas privadas de la libertad, que se ha producido en los últimos
años, ha tenido un eco favorable, y ha sido útil para una mayor
salvaguarda de los derechos fundamentales de los reclusos (muestra clara
de lo cual resulta la figura típica antes descripta).
Sentado el comentario anterior, válido es indicar que el sujeto activo se
halla más determinado que en el tipo analizado renglones arriba, ya que
es aquel funcionario público que labora en un establecimiento carcelario y
tiene a su cargo la guarda de los presos allí alojados. Insiste Rafecas en
que no puede realizarse una interpretación extensiva del tipo penal, a
partir de lo cual define que el sujeto pasivo es aquel preso que se halla
detenido en una cárcel o establecimiento de similares características,
destinado en forma inequívoca a guardar presos, sean éstos procesados o
condenados; pero no, por caso, las personas alojadas en Comisarías,
supuestos de hechos que deberán reconducirse al tipo penal del art. 143,
inc. 3° o bien al estudiado en el inciso anteriormente examinado.xxvii En
relación con las vejaciones y apremios, me remito en un todo a lo
expuesto renglones arriba, para la figura típica antes estudiada.
La forma comisiva introducida por el legislador en este tipo es la de las
severidades, las que se definen -en principio- negativamente; es decir,
todo trato que, sin llegar a ser una vejación ni un apremio ilegal, trasunte
en un trato contrario a los reglamentos (de donde Rafecas extrae el
carácter ilegal, visión que no compartoxxviii), que aumente el sufrimiento
de quien se encuentra privado de la libertad cautelarmente o está
cumpliendo pena, que se da de bruces con la normativa constitucional
aplicable sobre el particular, y que es contraindicado para el éxito de las
medidas que se adoptan en el marco de la ejecución de la pena privativa
del derecho antes mencionado.xxix De acuerdo a la doctrina estudiada,
existen dos campos de aplicación de los que se imputará la realización de
severidades: por un lado, la imposición de sanciones o castigos en el
marco del cumplimiento de la pena; y por el otro, el ejercicio de violencia
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por parte de los agentes estatales, frente a diversas situaciones que
surgen en el establecimiento penitenciario.
A partir de lo expuesto, es necesario realizar dos aclaraciones sobre el
punto. La primera de ellas, precisa que todo agravamiento de las
condiciones de detención que se sustente en el ejercicio reglamentario de
las medidas sancionatorias que las leyes de ejecución establecen no
importa la comisión de este delito. La segunda, cara negativa de la
primera, limita dicho empeoramiento al supuesto de causar una afectación
significante a la dignidad de la persona presa, límite que nunca puede
dejarse de lado -aún, cuando la sanción sea legal-.xxx Ahora bien, vale
traer a colación que la ley de ejecución vigente en el ámbito nacional (ley
24.660) prescribe la prohibición del uso de la violencia en situaciones en
que esta no se justifique -excepción hecha de casos de fuga, evasión o de
resistencia del preso al cumplimiento de una orden reglamentaria-, claro
que será pertinente -asimismo- relevar el grado de proporcionalidad y
razonabilidad de medio a fin, respecto del peligro invocado.xxxi
El cartabón de derechos que ponen límite a la injerencia de los derechos
humanos de los presos por parte de los agentes del Estado, tiene
basamento en las siguientes reglamentaciones: el Acta de Reglas Mínimas
para el tratamiento de los reclusos; la Carta de Principios Básicos para el
tratamiento de los reclusos; el Conjunto de Principios para la protección
de todas las personas sometidas a cualquier forma de detención o prisión;
el Código de Conducta para funcionarios encargados de hacer cumplir la
ley; las Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos de las
Naciones Unidas, revisadas en Kyoto en 1970; entre otras. Además de
ellas, el art. 16 de la Constitución Nacional, y la existencia del principio
pro homine, que impide toda interpretación del de igualdad en contra de
los detenidos, determinan que dicho principio constitucional no puede
lesionarse en la faz de ejecución de la pena privativa de la libertad, sino
que debe satisfacer un standard mínimo de garantías, siendo facultad del
Estado Federal imponerlas (ejercicio de lo cual es producto, a mi juicio, la
ley 24.660).xxxii
Es adecuado resaltar, asimismo, que las severidades se diferencian: de las
vejaciones, en que no necesariamente van a estar revestidas de un trato
humillante o degradante; y de los apremios ilegales, en que las primeras
no persiguen un fin ulterior, más allá de agravar las condiciones de
detención de los sujetos pasivos. Por último, debo precisar que dichas
severidades, que tienen una naturaleza residual (tal cual quedó
determinado a partir de la definición brindada supra), tienen una pena en
expectativa idéntica a las otras dos formas comisivas, a diferencia de lo
estatuido sobre el punto por la legislación comparada -la española,
puntualmente-.xxxiii Brindo algunos casos jurisprudenciales en los que se
consideró que hubo severidades: retacear alimentos y agua al privado de
la libertad; golpear a la víctima con un bastón de madera en la zona
genital y en otras zonas del cuerpo; emplear expresiones amenazantes y
órdenes emitidas que buscan denigrar al interno, negándole su dignidad y
la posibilidad de reclamar sus derechos.xxxiv
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c) El artículo 144 tercero, incisos 1° y 3°
6- Conclusiones
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Bibliografía consultada:
Notas:
i Zaffaroni, Eugenio Raúl; Alagia, Alejandro; Slokar, Alejandro, Derecho Penal. Parte
General, primera edición, Editorial E.D.I.A.R., Buenos Aires, 2000, p. 440, punto 4..
ii Moreno, Rodolfo (h), El Código Penal y sus antecedentes, Tomo IV, H. A. Tommasi,
Buenos Aires, 1923, pp. 359 y ss., citado por Rafecas, D. E., DELITOS CONTRA LA
LIBERTAD COMETIDOS POR FUNCIONARIOS PUBLICOS, publicado en Niño, Luis F. y
Martínez, Stella M. (compiladores), Delitos contra la libertad, primera edición, Editorial
Ad-Hoc, Buenos Aires, 2003, pp. 115/6.
iii Rafecas, D. E., ob. cit., p. 116.
iv Rafecas, D. E., ob. cit., pp. 116/7.
v Roxin, Claus, Derecho Penal. Parte General. Tomo I. Fundamentos. La Estructura de la
Teoría del Delito, traducción de la 2° edición alemana y notas de Diego-Manuel Luzón
Peña, Miguel Díaz y García Conlledo y Javier de Vicente Remesal, Editorial Civitas,
primera edición, segunda reimpresión en dicho sello editorial, Madrid, 2000, p. 338.
vi Zaffaroni, Eugenio Raúl; Alagia, Alejandro; Slokar, Alejandro, ob. cit., p. 424, punto
1..
vii Roxin, Claus, ob. cit., p. 328/329.
viii Roxin, Claus, ob. cit., p. 329.
ix Roxin, Claus, ob. cit., p. 336.
x Zaffaroni, Eugenio Raúl; Alagia, Alejandro; Slokar, Alejandro, ob. cit., pp. 828/829,
puntos 11. y 12..
xi Sobre las consideraciones relativas a los antecedentes legislativos y redacción de la
figura en cuestión, cfr. Rafecas, D. E., ob. cit., p. 176, nota a pié de página número 169.
xii Rafecas, D. E., ob. cit., p. 177, y nota al pié de página que lleva el número 172.
xiii Zaffaroni, Eugenio Raúl; Alagia, Alejandro; Slokar, Alejandro, ob. cit., pp. 41/53 y,
especialmente, Excursus: Modelos de discursos legitimantes del poder punitivo, pp.
53/70.
xiv Ibídem, p. 4, punto 5. -el resaltado corresponde al original-.
xv Sobre el sentido del término "activismo judicial", consultar Gelli, María Angélica,
Valores constitucionales, activismo judicial y habeas corpus correctivo, Jurisprudencia
Argentina, Tomo IV, páginas 224/229, Buenos Aires, 1994.
xvi Rafecas, D. E., ob. cit., p. 179.
xvii Soler, Sebastián, Tratado de derecho penal, Tomo IV, Editorial TEA, Buenos Aires,
1983, pp. 52/53, citado por Rafecas, D. E., ob. cit., p. 180.
xviii Rafecas, D. E., Ibídem, p. 182.
15
xix Zaffaroni, Eugenio Raúl; Alagia, Alejandro; Slokar, Alejandro, ob. cit., p. 500, punto
8..
xx Sobre la problemática de los elementos subjetivos del tipo distintos del dolo, véase
Zaffaroni, Eugenio Raúl; Alagia, Alejandro; Slokar, Alejandro, ob. cit., pp. 517/520.
xxi Rafecas, D. E., ob. cit., p. 183.
xxii Ibídem, p. 184.
xxiii Respecto de los ejemplos jurisprudenciales citados, cfr. Rafecas, D. E., ob. cit., pp.
184/185, y notas a pie de página números 194, 197 y 198.
xxiv Zaffaroni, Eugenio Raúl; Alagia, Alejandro; Slokar, Alejandro, ob. cit., p. 440.
xxv Rafecas, D. E., ob. cit., pp. 188/189.
xxvi Ibídem, p. 189, y notas a pie de página 213 y 214.
xxvii Ibídem, pp. 192/193. Considero adecuado poner de resalto que hallo cierta
contradicción en lo expuesto por Rafecas sobre el tópico en cuestión, ello en atención a
que en dos ocasiones concluye que el comportamiento debe reconducirse a otras figuras
típicas: primero, hacia la del art. 144 bis, inc. 3° -véase p. 181 in fine-; y luego, entiende
que debe hacérselo ha lo normado por el art. 144, inc. 2° o el art. 143, inc. 3° -cfr. p.
193, tercer párrafo-.
xxviii Sobre el punto, véase lo expuesto en el presente trabajo en lo que respecta a la
noción de elementos normativos de recorte que brindan Zaffaroni, Alagia y Slokar en su
libro citado reiteradamente, y su relación con el concepto del término ilegal (entiéndase,
contrario a la voluntad del sujeto pasivo).
xxix Rafecas, D. E., ob. cit., p. 194.
xxx Ibídem, p. 195.
xxxi Ibídem, p. 196.
xxxii Véase sobre este tópico -interdisciplinariedad del derecho penal con el derecho de
ejecución penal-, Zaffaroni, Eugenio Raúl; Alagia, Alejandro, Slokar, Alejandro, ob. cit.,
pp. 163/168. Respecto del cartabón referido, cfr. Rafecas, D. E., ob. cit., p. 196 in fine.
xxxiii Rafecas, D. E., ob. cit., p. 197; en especial, nota a pie de página número 236.
xxxiv Ibídem, p. 198, y notas al pie de página 241, 243 y 246.
xxxv Rafecas, D. E., ob. cit., pp. 200/201 -el resaltado no es del original-, y notas al pie
de página números 251, 252 y 253 inclusive.
xxxvi Ibídem, p. 202.
xxxvii Adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de
1984, con jerarquía constitucional desde 1994, en razón de la reforma constitucional
efectuada -véase art. 75 inc. 22° de la C.N.-.
xxxviii Rafecas, D. E., ob. cit., pp. 208/209.
xxxix Ibídem, ob. cit., pp. 209/210.
xl Zaffaroni, Eugenio Raúl; Alagia, Alejandro; Slokar, Alejandro, ob. cit., p. 93.
xli Ibídem, p. 94.
xlii Respecto de la concepción de la pena y el carácter simbólico que se le asigna a la
misma en la obra de Jakobs, véase Jakobs, Günther, Derecho Penal, Parte General,
Fundamentos y teoría de la imputación, traducción de Joaquín Cuello Contreras y José
Luis Serrano González de Murillo, segunda edición corregida, Editorial Marcial Pons,
Madrid, 1997, pp. 8 y ss..
xliii Zaffaroni, Eugenio Raúl, Alagia, Alejandro, Slokar, Alejandro, ob. cit., p. 94.
xliv Zaffaroni, Eugenio Raúl, Alagia, Alejandro, Slokar, Alejandro, ob. cit., p. 362.
xlv Zaffaroni, Eugenio Raúl, Alagia, Alejandro, Slokar, Alejandro, ob. cit., p. 418.
xlvi Ibídem, p. 464.
xlvii En relación con la cuestión tratado, véase Zaffaroni, Eugenio Raúl, Alagia, Alejandro,
Slokar Alejandro, ob. cit., pp. 463/471.
xlviii Sobre la temática de la Culpabilidad por la Vulnerabilidad, consultar en Zaffaroni,
Eugenio Raúl, En busca de las penas perdidas. Deslegitimación y dogmática jurídico-
penal, segunda reimpresión, Editorial E.D.I.A.R., Buenos Aires, 1998, ps. 271/287;
Zaffaroni, Eugenio Raúl, Alagia, Alejandro, Slokar, Alejandro, Derecho Penal..., ob. cit.,
pp. 8 y ss. y 620 y ss.. Es pertinente poner de resalto, en tanto, que la diferencia
esencial que hallo en el caso, es la no realización de reproche alguno al autor por su
esfuerzo por colocarse en la situación concreta de vulnerabilidad -tal cual sostiene en En
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busca de las penas perdidas...-, extremo que no reedita en su última obra.
xlviii Resulta un claro ejemplo de la operatoria relatada, la cita a pie de página número
268 que Rafecas utiliza en su obra ya citada, p. 210. Sobre la cuestión relacionada con la
posibilidad de declarar la inconstitucionalidad de los mínimos legales, y su carácter
indicativo, cfr. Zaffaroni, Eugenio Raúl, Alagia, Alejandro, Slokar, Alejandro, ob. cit., pp.
125, punto 3., 127, punto 4; problemática que no debe confundirse con la insignificancia
de la afectación de los bienes jurídicos en el caso concreto, concebida ésta como aspecto
negativa de la tipicidad objetiva del comportamiento, en su función conglobante, pp.
471/472.
xlix Zaffaroni, Eugenio Raúl, Alagia, Alejandro, Slokar, Alejandro, ob. cit., p. 189, punto
6. -el resaltado corresponde al original-.
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