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En el capítulo VI de la Poética Aristóteles formula su famosa definición de tragedia: “Es la

representación de una acción seria, completa en sí misma y en un lenguaje embellecido, con


adornos artísticos adecuados para las diversas partes de la obra y presentada en forma dramática
con incidentes que excitan piedad o temor, mediante los cuales realizan la catársis de tales
emociones”. Según el filósofo, la parte más importante de la obra trágica y en la cual consiste su
intencionalidad es la catarsis; una experiencia que, a través de la compasión y el temor frente a la
escena contemplada, el espectador modera sus pasiones, apreciándose el sentido ético y político
que Aristóteles le otorga a la tragedia.
Respecto a la forma mimética de la obra trágica, los medios que utiliza son la dicción, el ritmo y la
armonía. La obra se compone de seis partes, siendo la fábula la más importante de todas. Esta debe
ser “verosímil”, es decir, debe poseer una coherencia interna y desarrollo lógico a lo largo de toda
la representación. La verosimilitud es la encadenación lógica de los hechos que componen la fábula.
Centrándonos luego en el análisis del héroe representado en la obra, se le llama peripecia al cambio
de fortuna que vive el héroe, quien pasa de estar en una posición de bienestar a otra penosa y
desagradable. Estos sucesos lo llevan a reflexionar respecto a su desventura, llegando así a la
agnición, el reconocimiento del error cometido. Finalmente, mediante la peripecia y la agnición
llegamos la lance patético, el sufrimiento desconsolado del héroe, sufrimiento que se traslada al
espectador provocándole la catarsis.

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