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LAS ENSEÑANZAS DE DON RUBÉN… JARAMILLO

efraínrojasbruschetta |
2015-05-28

"Jaramillo Rubén, como en la escuela.


¡Presente!, contestará la Tierra".
(Miguel Guardia: Oración Fúnebre)

El pasado 23 de mayo se cumplieron 53 años del asesinato de Rubén Jaramillo. Ahora, en ausencia
de nuestro entrañable amigo Félix Serdán, Mayor Insurgente, y como en muchas otras ocasiones,
en este ambiente cargado de tensión política y contaminación electoral, ante la enorme presión
del Estado sobre la ciudadanía para obligarla a legitimar las elecciones en puerta, entre la
indignación, la incertidumbre, el desconcierto y la falta de opciones reales, conviene revisar las
experiencias políticas de nuestro pueblo y asumir sus lecciones. No en busca de un gurú iluminado
que nos guíe, sino para escuchar, desde “cerca y junto” (dirían los viejos nahuas), la voz de uno de
los nuestros. No un guía, sino un compañero. Don Rubén, Jaramillo, tal vez nos quiera decir algo.

1. La lucha política: lo social antes que lo militar. Iniciado en la lucha armada a sus 14 años, jefe
de tropa a los 17, Jaramillo tuvo siempre claro que el factor decisivo era la gente, el pueblo. La
disyuntiva entre armas, leyes o votos (herramientas al cabo, no fines en sí mismos), dependía
siempre de la dinámica de la lucha social. Y sin duda, su mejor arma, su mayor herramienta, fue la
honestidad: ese capital político ausente en los politiqueros profesionales que infestan el país, y
que le permitió construir sólidos puentes con la gente, y construir pueblo. Su trayectoria básica,
más que la del legendario guerrillero, es la del trabajador organizado y organizador, capaz de usar
las leyes, las armas o los votos (combinados, incluso) según la lucha social concreta los hiciera
necesarios o posibles. En cualquier caso, lo electoral o lo militar se subordinaban a la lucha social,
y no al revés. La legalidad misma era un marco de acción que tenía que respaldarse desde la
movilización social, sin subordinar la lucha ni a la perspectiva electoralista ni a la estrategia
guerrillera, sino al contrario.
2. El Plan de Cerro Prieto como proyecto de Patria. El jaramillismo fue la continuación del
zapatismo por otros medios. Quedaba claro que el escenario de la Revolución había cambiado, y
que para cumplirla y continuarla había que adaptarse a las nuevas condiciones, al mismo tiempo
que se mantenían las demandas principales y los principios fundamentales. El Plan de Cerro Prieto,
concebido en 1943 y redimensionado en 1957, correspondiendo a la necesidad política de explicar
las causas del levantamiento jaramillista, fue una actualización y ampliación del Plan de Ayala, y
planteaba claramente los viejos/nuevos ejes y demandas: nacionalización de los recursos
estratégicos e impulso al desarrollo económico mediante la reforma agraria efectiva y la
industrialización, pero todo esto en manos y bajo control de los trabajadores y no de la burocracia
corrupta; reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres (muy importantes en el
jaramillismo); exigencia de democracia real como garantía contra la corrupción a todos los niveles.
Todo permeado por, y sustentado en, una visión popular, obrera y campesina, nacionalista e
internacionalista desde abajo.
3. El factor yanqui. Desde los tiempos del Ejército Libertador del Sur, Jaramillo era de los que
tenían claro el papel del capital y el gobierno gringos en la política nacional. Esto se acrecentó en
la lucha agraria posterior, especialmente en la lucha contra los nuevos cacicazgos como el del
cónsul William Jenkins, asesino de su hermano Porfirio Jaramillo y de Dolores Campos (“Lola, la
Agrarista”), así como los especuladores urbanos, prestanombres de funcionarios nacionales y
capitalistas gringos, que invadían las tierras morelenses. Se sabe que Jaramillo era considerado un
riesgo para la seguridad nacional de los Estados Unidos (se llegó a propalar la absurda versión de
que intentaba secuestrar a Kennedy) y que su muerte no es ajena a las presiones yanquis.
Emblemáticamente, el conflicto social que lo llevó a la muerte, las tierras de Michapa y El Guarín,
llevaba implícitos los mismos ingredientes: reivindicación agraria, corrupción gubernamental,
capital gringo a través de prestanombres... Su simpatía hacia la joven Revolución Cubana
confirmaba la alarma de los gringos.
4. Los límites. Sometido a la enorme presión del gobierno y sus amos (persecución, fraude
electoral contra su Partido Agrario Obrero Morelense, infiltración, asesinatos y desapariciones), el
jaramillismo desplegó cuanto pudo su creatividad política: una política de alianzas amplia que no
desdibujaba sus principios; la visión programática del Plan de Cerro Prieto derivando en una
perspectiva estratégica hacia una nueva revolución, para lo cual se vinculó con los movimientos
obreros, magisteriales y estudiantiles, en efervescencia desde finales de los 50; la dinámica de
articular movilización social, tramitación legal, participación electoral, organización clandestina,
autodefensa armada y perspectiva revolucionaria.
Empero, la confianza en las promesas de López Mateos, en la vigencia de la amnistía y la Ley de
Amparo a las que se acogió Rubén, la perspectiva errónea de que el Estado respetaría el límite de
su propia legalidad, más el desgaste producto de sus condiciones de lucha, y el debilitamiento y
fallas de su estructura organizativa, paradójicamente en un momento de amplia movilización
social (con el caso de Michapa y El Guarín), facilitaron el asesinato de Rubén y su familia, y lo más
grave: el declive del movimiento.

Tras su muerte, muchos jaramillistas se incorporaron a otras perspectivas de lucha, aportando su


experiencia. El jaramillismo se hizo puente entre el zapatismo de Emiliano y el del EZLN, pasando
por las luchas rurales y urbanas de los 60s, 70s y 80s. Rubén sigue cabalgando y enseñando.
¿Podremos escuchar lo que nos dice?
https://www.youtube.com/watch?v=bRyJBRTDmhc

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