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gos, Monte Carmelo, 2011; Pedro Rodríguez, “El cerse como un niño para poder entrar en el
doctorado de san Josemaría en la Universidad reino de los cielos (cfr. Mt 18, 2-4; Mc 9, 36
de Madrid”, SetD, 2 (2008), pp. 13-103. y 10, 14-15; Lc 18, 16), la infancia espiritual
Benito BADRINAS es en san Josemaría sinónimo de profun-
do sentido filial y de completo abandono
en las manos paternales de Dios, bajo la
acción de la gracia. Así, por ejemplo, lo
INFANCIA ESPIRITUAL expresan estas palabras: “Si nos dejamos
guiar por ese principio de vida presente en
1. Claves de la doctrina de san Josemaría.
nosotros, que es el Espíritu Santo, nues-
2. Fuentes. 3. Contenidos.
tra vitalidad espiritual irá creciendo y nos
La noción de “infancia espiritual” está abandonaremos en las manos de nuestro
presente en la reflexión cristiana al menos Padre Dios, con la misma espontaneidad y
desde la Edad Media, unida ya desde en- confianza con que un niño se arroja en los
tonces, por ejemplo, a la devoción al Niño brazos de su padre. Si no os hacéis seme-
Jesús (cfr. Pourrat, 1956), pero su desarro- jantes a los niños, no entraréis en el reino
llo, así como el uso habitual de la expre- de los cielos (Mt 18, 3), ha dicho el Señor.
sión, son más tardíos y han de situarse en Viejo camino interior de infancia, siempre
el entorno del siglo XVII. Su divulgación en actual, que no es blandenguería, ni falta de
la literatura espiritual sólo tendrá lugar, sin sazón humana: es madurez sobrenatural,
embargo, en los primeros decenios del si- que nos hace profundizar en las maravillas
glo XX, gracias, sobre todo, a la difusión de del amor divino, reconocer nuestra peque-
las enseñanzas de santa Teresa de Lisieux ñez e identificar plenamente nuestra volun-
(1873-1897), quien describirá la infancia tad con la de Dios” (ECP, 135).
espiritual como “el camino de la confianza En este sentido, la infancia espiritual
y del total abandono” en Dios (Santa Tere- presenta unas evidentes claves de fondo.
sa de Lisieux, 1996, p. 826). San Josemaría Ante todo, tener una viva conciencia de
entronca con esa tradición espiritual, aun- haber sido elevados en Cristo, por el Bau-
que con acentos propios. tismo, a la condición de hijos de Dios. Y
también, inseparablemente, actuar con la
1. Claves de la doctrina de san Josemaría plena confianza de que, a quien lucha por
Los autores que han abordado el tema comportarse de acuerdo con esa condición
–no obstante la diversidad de sus perspec- filial sobrenatural, Dios le atrae hacia Él por
tivas– suelen coincidir en que la infancia el mismo camino, recio y a veces costoso,
espiritual: a) hunde sus raíces en la reve- aunque también amable y seguro, que ha
lación bíblica, especialmente en el Nuevo dejado abierto en la tierra el propio Hijo de
Testamento; b) halla su fundamento teoló- Dios. Filiación divina e infancia espiritual
gico en el don y en la noción de la filiación no se identifican. La primera es común a
divina adoptiva; y c) expresa una caracte- todos los cristianos, que son hijos de Dios,
rística de la relación del cristiano con Dios y están llamados a crecer en la concien-
que nada tiene de infantilismo, sino que cia de esa filiación, como consecuencia de
requiere y denota una profunda madurez haber recibido la gracia del Bautismo. La
espiritual (cfr. Berrouard, 1960; cfr. Sainte- segunda es en cambio un camino al que
Marie – Bernard, 1960). no todos están llamados, o al que están
En la vida y en la doctrina de san Jose- llamados de diversas maneras. Sin embar-
maría están presentes esos aspectos con go, se relacionan íntimamente.
particular evidencia. Conforme a la ense- “La vida de oración y de penitencia, y
ñanza del Maestro, de que es preciso ha- la consideración de nuestra filiación divi-
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las luces fundacionales del Opus Dei, fue sus padres” (AD, 143). Y también aconse-
intensificándose en su alma esa profunda jó siempre a los demás ejercitarse en esa
vivencia espiritual. “Nacía en mi alma la misma disposición de sencilla confianza en
necesidad, al ser hijo de Dios, de ser un Dios. En 1964, por ejemplo, escribía: “¡Que
hijo pequeño, un hijo menesteroso. De ahí seáis muy niños! Y cuanto más, mejor. Os
salió en mi vida interior vivir mientras pude lo dice la experiencia de este sacerdote,
–mientras puedo– la vida de la infancia, que se ha tenido que levantar muchas ve-
que he recomendado siempre a los míos, ces a lo largo de estos treinta y seis años
dejándolos en libertad” (AVP, I, p. 404). (...) que lleva tratando de cumplir una Vo-
Entre octubre de 1931 y marzo de luntad precisa de Dios (...). Persuadíos de
1932 atravesó un período de especial in- que es el único remedio para que nuestra
tensidad en la vivencia de la infancia es- manera de obrar sea buena, sea grande,
piritual, un tiempo singular de gracia que sea divina” (AD, 147). Y, en el ocaso de su
fue precedido y acompañado de una gran vida terrena, decía en confidencia: “A la
profundización en la paternidad divina y la vuelta de cincuenta años, estoy como un
consiguiente filiación adoptiva. El “descu- niño que balbucea” (CECH, p. 917).
brimiento” de la vida de infancia de Cristo
–“vinculado a la contemplación reiterada 3. Contenidos
de una imagen del Niño Jesús” (CECH, p. La continuidad en su trato confiado y
914)– informó intensamente su vida interior filial con Dios se manifiesta también clara-
y echó raíces profundas en su alma (cfr. mente en los textos de san Josemaría refe-
AVP, I, p. 407). Es de esta época el libro ridos a esta enseñanza, en los que, desde
Santo Rosario, en el que invita al lector a los primeros a los últimos, puede apreciar-
acompañarle y a contemplar los misterios se una misma formulación de la doctrina,
de la vida de Cristo como si ambos fuesen sin más variación que la debida a los diver-
niños. San Josemaría redactó el libro de sos estilos literarios de sus obras. Su ense-
un tirón durante la novena de la Inmacu- ñanza está ya perfectamente expuesta en
lada de 1931. Había hecho una petición a Camino, donde se dedican dos capítulos a
Nuestra Señora: “Madre Inmaculada, San- la infancia espiritual (cfr. C, 852-874, 875-
ta María: algo me darás, Señora, en esta 901). Los contenidos del primero de ellos
novena a tu Concepción sin mancha (...) te sirven más bien para describir los rasgos
expongo este deseo de llegar a la perfecta definitorios de la noción, mientras que en
infancia espiritual” (AVP, I, p. 409). Le fue el segundo se presta atención sobre todo
concedido lo que suplicó, y a través de a su puesta en práctica (cfr. CECH, p. 913).
este pequeño libro –en cuyo prólogo escri- Infancia espiritual significa para san
be: “si tienes deseos de ser grande, hazte Josemaría, ante todo, amor a Dios: un
pequeño”–, dejó una expresión perenne de amor sin medida (cfr. C, 885, 894), que ve-
su camino de infancia. mos dibujado en estas palabras: “A veces
Siempre se vio ante Dios como un niño nos sentimos inclinados a hacer pequeñas
–y, como tal, un “instrumento inepto”– que niñadas. –Son pequeñas obras de maravi-
tenía que llevar a cabo una misión superior lla delante de Dios, y, mientras no se in-
a sus fuerzas. “Mi oración, ante cualquier troduzca la rutina, serán desde luego esas
circunstancia, ha sido la misma, con to- obras fecundas, como fecundo es siem-
nos diferentes. Le he dicho: Señor, Tú me pre el Amor” (C, 859). Por fundarse en el
has puesto aquí; Tú me has confiado eso amor, se traduce también, como ya hemos
o aquello, y yo confío en Ti. Sé que eres dicho, en abandono filial, un abandono
mi Padre, y he visto siempre que los pe- alejado de cualquier aire de «puerilidad»:
queños están absolutamente seguros de “Camino de infancia. –Abandono. –Niñez
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cia, del poder de nuestro Padre Dios para acción continua de Dios en el alma. San
aprender a caminar y para perseverar en el Josemaría, especialmente consciente de
camino. Ser pequeños exige abandonarse esta condición filial, tiende a verla siempre
como se abandonan los niños, creer como como algo especialmente íntimo en la re-
creen los niños, pedir como piden los ni- lación de cada cristiano con Dios Padre,
ños. Y todo eso lo aprendemos tratando que crea una comunión de vida en la que
a María” (ECP, 143). La hija predilecta de se da un contacto inmensamente más ín-
Dios es el prototipo de la vida de infancia. timo que el que existe entre un padre y un
hijo en la tierra, debido al hecho de que la
Voces relacionadas: Abandono; Cosas peque- paternidad divina empapa, por así decirlo,
ñas; Dios Padre; Filiación divina. toda la vida del cristiano: “Todos los hom-
bres son hijos de Dios. Pero un hijo puede
Bibliografía: C, 852-901 y passim; F, 345-354 reaccionar, frente a su padre, de muchas
y passim; AVP, I, pp. 404-422; CECH, pp. 913- maneras. Hay que esforzarse por ser hi-
928; SRECH, passim; Jesús Arellano, “Espíritu jos que procuran darse cuenta de que el
de abandono y vida de infancia espiritual”, en
Señor, al querernos como hijos, ha hecho
José Morales (coord.), Estudios sobre Cami-
no, Madrid, Rialp, 1988, pp. 113-172; Marie que vivamos en su casa, en medio de este
François Berrouard, “Enfance Spirituelle”, en mundo, que seamos de su familia, que lo
DSp, IV, 1960, cols. 682-705; Santa Teresa suyo sea nuestro y lo nuestro suyo, que
de Lisieux, Obras Completas, Burgos, Monte tengamos esa familiaridad y confianza con
Carmelo, 1996; Pierre Pourrat, “Enfance”, en Él que nos hace pedir, como el niño peque-
Catholicisme, IV, Paris, Letouzey et Ané, 1956, ño, ¡la luna!” (ECP, 64).
cols. 132-137; François Sainte-Marie - Charles
Bernard, “Enfance Spirituelle”, en DSp, IV, 1960,
cols. 705-714. 1. El hecho de la inhabitación de la Trini-
dad en el alma
Maria Helena GUERRA PRATAS
Una de las formas más profundas y
significativas que la Sagrada Escritura usa
para referirse a esta intimidad divina es
precisamente el concepto de inhabitación,
INHABITACIÓN TRINITARIA
obviamente no en cuanto objeto de espe-
1. El hecho de la inhabitación de la Trinidad culación teológica o de búsqueda de una
en el alma. 2. La inhabitación como identifi- teoría que pueda iluminar racionalmente
cación con Cristo en los sacramentos. 3. El el hecho, sino en relación a la existencia
papel del Espíritu Santo. 4. Consecuencias misma del fenómeno, a su finalidad y a sus
de la inhabitación. consecuencias. Desde esa misma pers-
La inhabitación de Dios en el alma en pectiva habla san Josemaría: “El Dios de
gracia es, sobre todo, una verdad de ori- nuestra fe no es un ser lejano, que contem-
gen bíblico: ciertamente una expresión tan pla indiferente la suerte de los hombres:
llena de significado sobrenatural no puede sus afanes, sus luchas, sus angustias.
provenir de la simple reflexión teológica. La Es un Padre que ama a sus hijos hasta el
gracia santificante comporta fundamental- extremo de enviar al Verbo, Segunda Per-
mente una identificación con Cristo por la sona de la Trinidad Santísima, para que,
que llegamos a ser hijos en el Hijo. Esta encarnándose, muera por nosotros y nos
nueva generación que nos constituye en redima. El mismo Padre amoroso que aho-
hijos de Dios no es una acción transeún- ra nos atrae suavemente hacia Él, median-
te divina, como lo es la generación huma- te la acción del Espíritu Santo que habita
na, sino algo que permanece en nosotros, en nuestros corazones” (ECP, 84).
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