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Por tanto, es tarea de los profesionales que llevan a cabo labores de orientación
vocacional indagar en las motivaciones, gustos, deseos, habilidades y potencialidades
-entre otras cosas- que buscan convertirse en un proyecto de vida. Así, será necesario
apoyarlo, acompañarlo y poder guiar esos intereses a la concreción de dichos fines.
En Chile, por ejemplo, existen diversas estrategias escolares de apoyo vocacional para
estudiantes. Específicamente en Santiago dichas estrategias han sido muy variadas,
incluyendo ferias universitarias, charlas, aplicación de instrumentos vocacionales,
entre otros. Por tanto, estas estrategias han brindado información que fomenta los
conocimientos de los alumnos/as respecto de las alternativas y la motivación que
tienen para elegir una carrera (Quintana, 2014).
Lo anterior debe relacionarse al concepto de motivación, pues esta sería el motor que
invita a realizar elecciones y a tomar decisiones sobre un futuro profesional y personal.
La motivación sería la piedra angular de la orientación vocacional, debiendo ser
despertada, estimulada y potenciada por los profesionales que se dedican a guiar a los
jóvenes en el camino de su vida, tal como señalan investigadores en Ecuador
(Ardizana, Millet y Ruiz, 2016). Así, la elección vocacional de un sujeto requiere que
este inicie una búsqueda de intereses afines, guiado e incentivado por un contexto que
propicie el conocimiento de ciertos oficios o carreras que puedan ser de interés para
los alumnos/as.
En relación a esto, puede que para un/a estudiante la motivación para estudiar una
carrera o desarrollar un oficio sea la recompensa económica -motivación extrínseca-,
y por ello dentro de sus opciones contarán quizá las carreras de Abogacía o Medicina.
Sin embargo, puede que para otro chico/a su motivación se vincule mayormente con
la sensación reconfortante de bienestar que le produciría desarrollar una carrera de
ayuda social -motivación intrínseca-, como puede ser el Trabajo Social o la Psicología
(Quintana, 2014).
Cano (2008) investigó esto con jóvenes mexicanos y confirma lo anterior, dando
cuenta que sus aspiraciones para estudiar carreras como Medicina, Derecho y
Administración, tenían relación con deseos de ser exitoso profesionalmente, como
motivación extrínseca de prestigio social y económico.
En Chile se realizó un estudio para identificar qué factores percibían los alumnos
como influyentes en su elección vocacional. En esta se da cuenta, por ejemplo, de
motivaciones y proyecciones en relación a las expectativas de ayuda social a través de
la profesión escogida. Ésto estaría vinculado a trabajar directamente con personas
para estar al servicio de ellas. Para otros fue importante una cuestión contextual,
valorando las carreras con mayor empleabilidad en Chile, como foco de su decisión.
Y este es otro aspecto importante, pues las decisiones no son tomadas sólo por un
deseo personal, sino que muchas veces hay una completa evaluación sobre los
intereses en relación a cuáles serán las posibilidades concretas de empleabilidad para
esa profesión u oficio en Chile (Quintana, 2014). En México también se estudió que
algunos de los jóvenes en Toluca generaban sus elecciones en virtud de las
condiciones de empleo que ciertas profesiones otorgaban (Galindo, Zarza, Argüello,
Robles y Villafaña, 2013).
También es posible señalar que los alumnos/as pueden valorar tanto la empleabilidad
de una profesión y su deseo por estudiar dicha carrera, sin necesariamente convertirse
en puntos opuestos. Cano (2008) señala que la motivación extrínseca no se
contrapone a la motivación intrínseca, pues si bien una puede primar por sobre otra,
también se concluye que los estudiantes no pueden escoger una carrera si esta no les
interesa en absoluto (citado en Ardizana, Millet y Ruiz, 2016).
Ahora bien, dentro de los elementos generales para una adecuada estrategia de
orientación vocacional, debe existir una selección correcta del momento. “La
motivación no despierta instantáneamente, y no se logran resultados satisfactorios si
el proceso se hace demasiado lejos o demasiado cerca, en el tiempo, del momento de
elección de las carreras” (Ardizana et al., 2016, p.63). Es decir, debe haber una
preparación teniendo en consideración no sólo el qué o el cómo, sino también el
cuándo, pues los tiempos para todos los/as alumnos/as no son los mismos. Algunos
necesitarán más tiempo y ayuda para pensar y conectarse con esa decisión, pues
emocionalmente puede provocar angustia o incertidumbre, y otros/as pueden ya tener
una convicción más firme sobre quiénes son y qué quieren en la vida, llevando el
proceso con mayor tranquilidad y seguridad.
Es decir, existe una intención futura en base a las propias experiencias de un sujeto,
en la cual intervienen diferentes motivaciones, impulsándolo a construir desde su
presente y pasado un proyecto, una producción subjetiva y subjetivante, que le es
propia y que lo identifica con ciertas cosas y no otras.
Quien lea esto puede hacer el ejercicio de pensar en sus propias decisiones
vocacionales y motivacionales, en virtud de sus trayectorias y proyectos, que
seguramente fueron modificándose para algunos, y para otros fueron más estables en
el tiempo. Sin embargo, en cualquiera de los casos esas decisiones son reflejo de
quienes son, lo que quisieron y lo que el medio les posibilitó para expresar y tomar un
camino acorde a dichos intereses.
En ese sentido, como dice Molina (2001), se necesita contextualizar y situar familiar,
social y culturalmente las decisiones de un sujeto en particular acerca de su futuro
(citado en Oliveros y González, 2012).
Siguiendo esta idea, un estudio realizado con jóvenes desplazados por el conflicto
armado en Colombia, indica que “el contexto representaba un factor fundamental que
dificultaba a los participantes la posibilidad de reconocer sus capacidades en un nuevo
entorno” (Ricaurte, Ojeda, Betancourth y Burbano, 2013, p. 193). Si bien, los mismos
jóvenes reconocían su interés por diferentes actividades tan variadas como Mecánica
o Enfermería, referían su desconocimiento y miedo frente a la posible aplicación en
estas áreas. Además como se mencionó, la situación de conflicto prioriza otras cosas y
su motivación o proyecto en construcción guarda relación más con una compleja
búsqueda de estabilidad, decidiendo a presión y apropiándose de lo que esté más cerca
para lograr sus objetivos (Ricaurte et al., 2013).
Esto último resulta sumamente relevante a la hora de trabajar con jóvenes sobre sus
motivaciones y proyectos de vida en el contexto de la orientación vocacional, ya que
los cambios -físicos, personales, sociales, etc.- son característicos de esta etapa de la
vida, y junto a ello la búsqueda de la identidad, como parte de un proceso en el cual
hay mayor intercambio con el medio social (Krauskopf, 2005). En ese sentido, debe
haber mayor tolerancia y comprensión a estos cambios.
Por esa razón no se puede ser indiferente a las motivaciones y los proyectos de vida
que los estudiantes desarrollen en la multiplicidad de contextos en los cuales viven,
siendo los equipos de orientación vocacional quienes puedan indagar aspectos
culturales, familiares, personales y sociales, aportando y apoyando los procesos
educativos para que estos lleven a cabo un oficio, estudien una profesión o den
sentido a sus vidas según sus motivaciones.
Referencias
Galindo, E., Zarza, S., Argüello, F., Robles, E. y Villafaña, G. (2013). Proyecto de
vida y transiciones juveniles. Situación actual en un grupo de jóvenes solteros de
la ciudad de Toluca, México. Revista Electrónica de Psicología Iztacala. 16(3),
720-740.
Guzmán, Diana (2012). Guía de Orientación Vocacional para estudiantes del grado
undécimo, de las instituciones educativas municipales de Facatativá (tesis de
maestría). Universidad Libre de Colombia, Colombia.
Quattrocchi, P., Flores, C., Cassullo, G., Moulia, L., De Marco, M., Shaferstein, C., et
al. (2017). Motivación y género en la elección de carrera. Revista de Educación y
Desarrollo 41, 27-35.