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La motivación y el proyecto de vida en el ámbito de la Orientación Vocacional

Revisión conceptual y referencia a estudios Latinoamericanos

El presente trabajo intenta aproximar al lector sobre los conceptos de motivación y


proyecto de vida en el contexto de la orientación vocacional. ¿Por qué es importante
estudiar dicha cuestión? Los adolescentes que ahora empiezan a emprender una
elección vocacional, marcarán un camino en el desarrollo de sus vidas, proyectándose
como sujetos activos, ávidos de aprendizaje, insertados en un contexto en el cual se
les otorgarán herramientas que potencien sus habilidades. Afortunadamente queda
poco de la antigua tradición donde los padres decidían por sus hijos que carrera seguir,
encubriendo muchas veces la verdadera vocación de éstos, eligiendo finalmente una
carrera afín con el gusto de los padres.

Por tanto, es tarea de los profesionales que llevan a cabo labores de orientación
vocacional indagar en las motivaciones, gustos, deseos, habilidades y potencialidades
-entre otras cosas- que buscan convertirse en un proyecto de vida. Así, será necesario
apoyarlo, acompañarlo y poder guiar esos intereses a la concreción de dichos fines.

Así, se hará un desarrollo teórica al respecto, junto a la revisión de dichos conceptos


en algunos estudios de países Latinoamericanos, sobretodo pensando en la
particularidad de su contexto cultural, social y educacional.

Se debe entonces empezar por lo principal ¿Qué es la orientación vocacional?

La orientación vocacional se enmarca dentro de un ámbito particular: el educativo.


Éste, junto al sistema familiar, ejerce una influencia formativa, educativa y de
transmisión de valores y creencias (Forns, 1994). En este escenario son distintos los
actores que se interrelacionan en el proceso de enseñanza-aprendizaje del alumno, ya
sean los padres, docentes y otros, como psicopedagogos, psicólogos, etc. Estos
últimos tienen una tarea primordial, y es que entre sus múltiples funciones, además de
evaluar las capacidades cognitivas y la personalidad del alumno, evalúan también sus
aptitudes e intereses (Forns, 1994), indagando el tipo de estudios que el alumno/a
quiera emprender, su motivación para lograrlo, las capacidades que tiene y los
recursos con los que cuenta para emprender sus objetivos.

En ese sentido, la orientación vocacional sería la ayuda que brinda el psicólogo al


sujeto en el ámbito educacional, de modo que tenga un proyecto profesional que logre
realizar (Forns, 1994).

Antiguamente la orientación vocacional se realizaba sobre la evaluación de las


aptitudes de las personas, ajustándose a lo que el mercado laboral necesitara. Sin
embargo, en la actualidad, es más importante centrarse en los proyectos futuros de
dichos sujetos (Quattrocchi et al., 2017), siendo coherente con sus necesidades,
intereses y la empleabilidad de la profesión que decidan emprender.

Lo anterior también es señalado por Ramírez (2007), quien menciona la necesidad de


generar un espacio de ayuda, donde se potencien los recursos de los sujetos,
favoreciendo la búsqueda y la reflexión, considerando sus afectos y motivaciones en
el desarrollo de este proceso.

Si bien ésto es lo deseable, en países como Venezuela la orientación vocacional no se


haría con frecuencia de manera sistemática y dicho campo de acción de la Psicología
dependería de la disposición personal de los orientadores a ejecutar ciertas acciones y
charlas motivacionales dentro de este ámbito (Oliveros y Gonzalez, 2012). Sin
embargo, en algunos lugares del país, como lo es en la Universidad de Carabobo, se
está implementando un Programa de Información y Orientación Vocacional a
estudiantes de educación media de los estados de Carabobo, Aragua, Cojedes y
Falcón, que permite el desarrollo de las potencialidades intelectuales y emocionales,
informando sobre las oportunidades a nivel universitario a las que puedan acceder los
estudiantes (Oliveros y Gonzalez, 2012).

En Chile, por ejemplo, existen diversas estrategias escolares de apoyo vocacional para
estudiantes. Específicamente en Santiago dichas estrategias han sido muy variadas,
incluyendo ferias universitarias, charlas, aplicación de instrumentos vocacionales,
entre otros. Por tanto, estas estrategias han brindado información que fomenta los
conocimientos de los alumnos/as respecto de las alternativas y la motivación que
tienen para elegir una carrera (Quintana, 2014).

Lo anterior debe relacionarse al concepto de motivación, pues esta sería el motor que
invita a realizar elecciones y a tomar decisiones sobre un futuro profesional y personal.
La motivación sería la piedra angular de la orientación vocacional, debiendo ser
despertada, estimulada y potenciada por los profesionales que se dedican a guiar a los
jóvenes en el camino de su vida, tal como señalan investigadores en Ecuador
(Ardizana, Millet y Ruiz, 2016). Así, la elección vocacional de un sujeto requiere que
este inicie una búsqueda de intereses afines, guiado e incentivado por un contexto que
propicie el conocimiento de ciertos oficios o carreras que puedan ser de interés para
los alumnos/as.

La motivación estudiaría las condiciones internas (necesidades, cogniciones,


emociones) y externas (incentivos o acontecimientos externos que tienen lugar en el
medio), orientando el comportamiento humano hacia un determinado objetivo
(Quattrocchi et al., 2017). En el primer tipo de motivación -intrínseca- se alude a la
satisfacción inherente que produce la actividad en sí misma y la segunda -extrínseca-
refiere a la ejecución de conductas debido a que algo -o alguien- promueve o modela
dichas acciones (Ryan y Deci, 2000).

En otras palabras, la motivación produce un movimiento, pues es una energía que se


dirige en una dirección determinada, y dicha motivación puede estar determinada por
diferentes factores, teniendo también consecuencias distintas. Así, la motivación de
un alumno puede estar relacionada a sus experiencias subjetivas, como a las razones y
la disposición para involucrarse en las diferentes áreas programáticas que ofrece el
ámbito educativo (Díaz y Hernández, 2004).

En relación a esto, puede que para un/a estudiante la motivación para estudiar una
carrera o desarrollar un oficio sea la recompensa económica -motivación extrínseca-,
y por ello dentro de sus opciones contarán quizá las carreras de Abogacía o Medicina.
Sin embargo, puede que para otro chico/a su motivación se vincule mayormente con
la sensación reconfortante de bienestar que le produciría desarrollar una carrera de
ayuda social -motivación intrínseca-, como puede ser el Trabajo Social o la Psicología
(Quintana, 2014).

Cano (2008) investigó esto con jóvenes mexicanos y confirma lo anterior, dando
cuenta que sus aspiraciones para estudiar carreras como Medicina, Derecho y
Administración, tenían relación con deseos de ser exitoso profesionalmente, como
motivación extrínseca de prestigio social y económico.

En Chile se realizó un estudio para identificar qué factores percibían los alumnos
como influyentes en su elección vocacional. En esta se da cuenta, por ejemplo, de
motivaciones y proyecciones en relación a las expectativas de ayuda social a través de
la profesión escogida. Ésto estaría vinculado a trabajar directamente con personas
para estar al servicio de ellas. Para otros fue importante una cuestión contextual,
valorando las carreras con mayor empleabilidad en Chile, como foco de su decisión.
Y este es otro aspecto importante, pues las decisiones no son tomadas sólo por un
deseo personal, sino que muchas veces hay una completa evaluación sobre los
intereses en relación a cuáles serán las posibilidades concretas de empleabilidad para
esa profesión u oficio en Chile (Quintana, 2014). En México también se estudió que
algunos de los jóvenes en Toluca generaban sus elecciones en virtud de las
condiciones de empleo que ciertas profesiones otorgaban (Galindo, Zarza, Argüello,
Robles y Villafaña, 2013).
También es posible señalar que los alumnos/as pueden valorar tanto la empleabilidad
de una profesión y su deseo por estudiar dicha carrera, sin necesariamente convertirse
en puntos opuestos. Cano (2008) señala que la motivación extrínseca no se
contrapone a la motivación intrínseca, pues si bien una puede primar por sobre otra,
también se concluye que los estudiantes no pueden escoger una carrera si esta no les
interesa en absoluto (citado en Ardizana, Millet y Ruiz, 2016).

Ahora bien, dentro de los elementos generales para una adecuada estrategia de
orientación vocacional, debe existir una selección correcta del momento. “La
motivación no despierta instantáneamente, y no se logran resultados satisfactorios si
el proceso se hace demasiado lejos o demasiado cerca, en el tiempo, del momento de
elección de las carreras” (Ardizana et al., 2016, p.63). Es decir, debe haber una
preparación teniendo en consideración no sólo el qué o el cómo, sino también el
cuándo, pues los tiempos para todos los/as alumnos/as no son los mismos. Algunos
necesitarán más tiempo y ayuda para pensar y conectarse con esa decisión, pues
emocionalmente puede provocar angustia o incertidumbre, y otros/as pueden ya tener
una convicción más firme sobre quiénes son y qué quieren en la vida, llevando el
proceso con mayor tranquilidad y seguridad.

Si bien es cierto que diferentes cuestiones hacen al complejo proceso de motivación


-gustos, intereses, apoyo social, imposición de familiares, etc.- es importante prestar
atención a la particularidad que adquiere en los jóvenes, lo cual sin duda es singular
para cada uno de ellos. Y por eso es muy interesante comprender a dónde se dirige esa
motivación. Esto probablemente otorgará información sobre quién decide, cuáles son
sus valores, creencias y actitudes, las cuales van acorde con esos principios que
orientarán también el curso de sus vidas.

Lo anterior se vincula al concepto de proyecto de vida, pues su elección vocacional y


profesional lleva consigo una proyección de acuerdo a las expectativas que tienen
sobre las mismas y los aportes en la vida de ellos mismos y su entorno.
El proyecto de vida se define como aquel que “se construye sobre la base de un futuro
que se desea alcanzar, sobre un conjunto de representaciones de lo que aún no está
pero se desea lograr, y se apoya sobre representaciones del presente que se espera
sobrepasar” (Guichard, 1993, citado en Aisenson, Virgili, Polastri y Azzolini, 2012, p.
298).

Es decir, existe una intención futura en base a las propias experiencias de un sujeto,
en la cual intervienen diferentes motivaciones, impulsándolo a construir desde su
presente y pasado un proyecto, una producción subjetiva y subjetivante, que le es
propia y que lo identifica con ciertas cosas y no otras.

Así también, Guzmán (2012) señala que el proyecto de vida:

Consiste en planear organizadamente para no vivir sin rumbo. Se necesita


comprender que los jóvenes necesitan un sólido apoyo educativo y orientación
para que puedan adquirir plena consciencia sobre su proyecto de vida personal, y
encontrar un sentido de vida, contribuyendo en la estructuración del ser, más que
en el querer tener (p. 61).

Quien lea esto puede hacer el ejercicio de pensar en sus propias decisiones
vocacionales y motivacionales, en virtud de sus trayectorias y proyectos, que
seguramente fueron modificándose para algunos, y para otros fueron más estables en
el tiempo. Sin embargo, en cualquiera de los casos esas decisiones son reflejo de
quienes son, lo que quisieron y lo que el medio les posibilitó para expresar y tomar un
camino acorde a dichos intereses.

Según Aisenson et al. (2012), actualmente se desarrollan prácticas de orientación de


tipo reflexivas, elaborando proyectos individuales de vida, trabajo y estudio. Esto es
importante, pues recordando lo mencionado párrafos anteriores, se deja de lado lo que
los adultos han querido -o han impuesto- para los jóvenes, y se empiezan a escuchar
sus propios argumentos para seguir su vocación, y es por ello que los profesionales
dedicados a la orientación vocacional deben realizar un análisis mucho más complejo
y menos superficial de lo que los alumnos quieren, para poder realmente ayudarlos y
acompañarlos en este proceso.

En ese sentido, como dice Molina (2001), se necesita contextualizar y situar familiar,
social y culturalmente las decisiones de un sujeto en particular acerca de su futuro
(citado en Oliveros y González, 2012).

En Colombia, por ejemplo, las maneras más tradicionalistas de concebir la orientación


vocacional se han vuelto un desafío, pues algunos de los jóvenes realizan proyectos de
supervivencia y no de vida (Huertas y Calle, 2010, citado en Oliveros y González,
2012). En ese sentido, los mismos autores proponen el concepto de sentido de vida.

Siguiendo esta idea, un estudio realizado con jóvenes desplazados por el conflicto
armado en Colombia, indica que “el contexto representaba un factor fundamental que
dificultaba a los participantes la posibilidad de reconocer sus capacidades en un nuevo
entorno” (Ricaurte, Ojeda, Betancourth y Burbano, 2013, p. 193). Si bien, los mismos
jóvenes reconocían su interés por diferentes actividades tan variadas como Mecánica
o Enfermería, referían su desconocimiento y miedo frente a la posible aplicación en
estas áreas. Además como se mencionó, la situación de conflicto prioriza otras cosas y
su motivación o proyecto en construcción guarda relación más con una compleja
búsqueda de estabilidad, decidiendo a presión y apropiándose de lo que esté más cerca
para lograr sus objetivos (Ricaurte et al., 2013).

En Chile se estudió que para algunos jóvenes su proyecto estudiantil guardaba


relación con un movilizador que los impulsara a la superación, entendiendo las
desigualdades sociales en el país, que se visibilizaron con las luchas estudiantiles del
año 2011 en Chile en búsqueda de la educación gratuita y de calidad (Quintana,
2014).
En Argentina, la Universidad de Buenos Aires, específicamente la Dirección de
Orientación al Estudiante (DOE), a cargo de Diana Aisenson (2010), creó talleres y
grupos como parte de un estudio exploratorio y descriptivo. El objetivo era orientar y
pensar los proyectos de vida de los jóvenes, en sus trayectorias educativas y laborales,
pensando en cuestiones personales y contextuales. Aquí se concluye la importancia de
la participación de jóvenes en grupos de orientación, destacándose por los mismos el
acceso a la información brindada por la DOE sobre alternativas educativas y laborales,
el poder participar con un grupo de pares, construyendo y anticipando sus metas a
futuro. Una de las cosas a recalcar, es que esta trayectoria educativa y laboral no es
unidireccional, sino que es flexible y adaptable a nuevas exigencias y demandas que
pueda plantear el medio o la misma plasticidad del ser humano. Todo esto en
constante acompañamiento a los jóvenes, desarrollando, potenciando y empleando sus
recursos para crear el camino de un proyecto de vida a futuro (Aisenson et al., 2010).

Esto último resulta sumamente relevante a la hora de trabajar con jóvenes sobre sus
motivaciones y proyectos de vida en el contexto de la orientación vocacional, ya que
los cambios -físicos, personales, sociales, etc.- son característicos de esta etapa de la
vida, y junto a ello la búsqueda de la identidad, como parte de un proceso en el cual
hay mayor intercambio con el medio social (Krauskopf, 2005). En ese sentido, debe
haber mayor tolerancia y comprensión a estos cambios.

Algunos estudios mostrados aquí muestran una realidad Latinoamericana en vías de


desarrollo, sobretodo en lo que respecta a la educación actual. Incluso, es un hecho la
dificultad de encontrar literatura variada y actualizada respecto de estos temas en
contextos Latinoamericanos, siendo un indicador de que aun faltan recursos y
esfuerzos mayores en pos de un desarrollo creciente en educación y orientación
vocacional a los estudiantes.

Pese a los esfuerzos por crear Programas de Orientación Vocacional dirigido a


comprender las motivaciones de los alumnos/as por estudiar una carrera y crear un
proyecto de vida, aun falta camino por recorrer. Cabe señalar que los contextos
muchas veces dificultan los procesos de toma de decisiones de los mismos sujetos.
Algunos por conflictos armados, otros por falta de recursos y otros por los enormes
costos económicos que implica estudiar una carrera, por ejemplo, en Chile. En
América Latina esto provoca menor integración social, lo cual diferencia las
oportunidades educativas y laborales que brinda el sistema (Aisenson, 2008).

Por esa razón no se puede ser indiferente a las motivaciones y los proyectos de vida
que los estudiantes desarrollen en la multiplicidad de contextos en los cuales viven,
siendo los equipos de orientación vocacional quienes puedan indagar aspectos
culturales, familiares, personales y sociales, aportando y apoyando los procesos
educativos para que estos lleven a cabo un oficio, estudien una profesión o den
sentido a sus vidas según sus motivaciones.
Referencias

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sociedad actual. Construcción identitaria y procesos de inclusión/marginación
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en jóvenes que consultaron en un servicio de orientación. Abordaje desde la
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Ardizana, E., Millet, B y Ruiz, L. (2016). La motivación: piedra angular de la


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