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EL DIARIO
DE UN
DESEMPLEADO
CAPITULO ZERO
Adam, Marx y el trabajo.
Mi ingreso a la escuela fue por mecánica social, ya que cuando se llega a la edad de cuatro
años, todo niño debe ir, y por paz y tranquilidad de mi madre, para no lidiar conmigo
durante cuatro horas o más al día. Esas fueron las circunstancias que llevaron a mis padres
a sentarme en un escritorio con un grupo de niños que no conocía y que no quería conocer.
En países subdesarrollados como en el que vivó, se habla mucho del futuro, pero casi no
queda espacio para planificarlo, como por ejemplo yo. Aunque mis padres no lo acepten,
fui un error de cálculo. No es que no los aprecie, pero después de varias sesiones en la
escuela sobre salud sexual, no es cosa del otro mundo que más de alguno sea un accidente.